Está en la página 1de 28

Comis Piedras vivas

Estudios
ión
Ep
isc
op
a

p
l

ar
a
la
Vid
a C
onsagrada

A ño VI - Nº 18 - Diciembre - 2012 SEPARATA

La historia del sepulcro de san Pedro


Juan Retamar Server, CVMD
Juan RetamaR SeRveR Piedras vivas

La historia del
sepulcro de san Pedro

Introducción
Saxa loquuntur! ¡Las piedras hablan! Con estas palabras, el papa
Pío XII hacía la primera referencia pública a las excavaciones ar-
queológicas que se estaban realizando bajo la basílica de San Pedro.
Era el año 1942. Estos trabajos, que se prolongaron durante los
años 1940-1950, comenzaron de manera providencial. El deseo de
sanear los grutas vaticanas, para hacerlas más espaciosas y abrirlas
al público, había llevado a la decisión de abajar el pavimento unos
80 centímetros.
Durante estos trabajos de abajamiento del pavimento de las gru-
tas, el 18 de enero de 1941 se encontró la parte superior de un
panteón romano del siglo II, que, sucesivamente, se denominó se-
pulcro F o de los Caetenni. La extraordinaria importancia de este
descubrimiento determinó que se comenzasen las investigaciones
arqueológicas que, dirigidas por Mons. Ludwig Kaas y llevadas a
cabo por los jesuitas Antonio Ferrua y Engelbert Kirschbaum, así
como por los arqueólogos Enrico Josi y Bruno María Apollonj Guetti,
sacaron a la luz la tumba del apóstol Pedro y una necrópolis com-
puesta por 22 ediicios sepulcrales posteriores a dicha tumba.

[645] Tabor - Nº 18 - Diciembre - 2012 165


Piedras vivas La hiStoRia deL SepuLcRo de San pedRo

Queremos presentar, a continuación, la historia de la evolución


de la tumba del apóstol. Lo haremos, para facilitar su lectura, dis-
tinguiendo distintas etapas de desigual duración, desde el humilde
enterramiento hasta la gran basílica construida en honor de quien
fuera el primer papa de la Iglesia. Una historia que abarca dieciséis
siglos y que trataremos de sintetizar en estas pocas páginas. Deja-
remos aparte, pues sobrepasa los límites de este sencillo artículo,
la cuestión de la identiicación de las reliquias del apóstol y el es-
tudio de cada uno de los mausoleos o ediicios sepulcrales que, a
lo largo de las excavaciones, fueron descubiertos y restaurados, y
que pueden ser contemplados en la visita a los Scavi Vaticani. En
estas “piedras vivas” están los fundamentos ocultos de la Iglesia de
Pedro, el pescador de Galilea por cuya confesión mesiánica –en Ce-
sarea de Filipo, cf. Mt 16, 18– fue convertido en piedra y cimiento
de la Iglesia de Cristo.

1. Reconstrucción histórica de la tumba de san Pedro.


Primer período (64-150 d.C.)
San Pedro es enterrado (ca. 64-67 d.C.) en un área cementerial
pública en la que todavía no había otras tumbas, en la ladera del
Mons Vaticanum, en un terreno muy inclinado en el sentido norte a
sur y con menor inclinación de oeste a este. Cómo era esta primitiva
tumba no podemos decirlo con exactitud, pero un buen número de
evidencias arqueológicas nos dicen que la tumba del apóstol Pedro
habría sido excavada en el suelo, y su cuerpo habría sido deposita-
do sobre la tierra virgen, sin ningún tipo de protección o sarcófago,
a poquísima profundidad. La tumba habría sido cubierta y protegida
con algunas tejas en forma de capuchina o tejado a dos aguas; en-
terramientos análogos han sido encontrados en las excavaciones de
la “Isola Sacra” en Ostia Antica.
El área cementerial es llamada, en la memoria de las excava-
ciones, “Campo P”, y el lugar donde posiblemente estuvo la tum-
ba de Pedro queda delimitado por “N1”, al que haremos referencia
más tarde. Este humilde enterramiento se convierte enseguida en el
foco central de todos los fenómenos constructivos sucesivos.
Si bien esta sencilla tumba puede resultar extraña a nues-
tra mentalidad religiosa o piadosa, satisface plenamente a los ar-

166 Tabor - Nº 18 - Diciembre - 2012 [646]


Juan RetamaR SeRveR Piedras vivas

Reconstrucción hipotética de la tumba de san Pedro

queólogos e historiadores. San Pedro había muerto mártir,


condenado a la cruz, durante una persecución religiosa; privado por
derecho de sepultura, no podía ser enterrado más que de una ma-
nera humilde, sencilla y casi anónima.
Pocos años después del martirio de san Pedro, muy próximos a
N1, algo más altos que ella aparecen cuatro enterramientos. Recor-
demos un dato importante para entender la evolución posterior de
la tumba del apóstol: la fuerte pendiente de la ladera vaticana y las
frecuentes lluvias hacen que el nivel del terreno se eleve con rapi-
dez, permitiendo que unas tumbas puedan ser situadas sobre otras
anteriores en períodos de tiempo relativamente cortos. Describimos
los elementos fundamentales que caracterizan los primeros ente-
rramientos que aparecieron en torno a la tumba de san Pedro:
- La tumba θ. Se trata de una inhumación en tierra, cubierta de
tejas en forma de capuchina. Se ha encontrado un sello de la
época de Vespasiano que nos permite fecharla entre los años
69-79 d.C. Este dato nos hace suponer que dicha tumba es la
más antigua de las que se encuentran cercanas a la tumba de
san Pedro.
- La tumba ι. Posterior a θ y perpendicular a la tumba de san
Pedro. Se trata de una tumba sencilla que no tenía sarcófago y
en la que tres grandes ladrillos de arcilla, dispuestos horizon-
talmente a lo largo del “Muro Rojo”, servían de cubierta. Po-
demos deducir que la tumba data, aproximadamente, del año
100 d.C.

[647] Tabor - Nº 18 - Diciembre - 2012 167


Piedras vivas La hiStoRia deL SepuLcRo de San pedRo

- La tumba γ. Es una tumba perteneciente a un joven y se tra-


ta del sepulcro más profundo del “Campo P”; este dato tiene
un sentido relativo pues esta tumba está situada al sur de las
otras tumbas, donde el nivel del suelo es más bajo. Se trata
de un sarcófago de arcilla que mide 126 cm de largo y 44 cm
de ancho, cubierto por tejas dispuestas a capuchina. Entre las
tejas pasa un tubo de arcilla para las libaciones protegido en
lo alto por un muro cuadrangular revestido de ladrillos. Este
hecho puede llevar a inducir que, aunque se trata de la tumba
más cercana a la del apóstol, sea una tumba pagana, aunque
esta conclusión no carece de inconvenientes pues cabe pre-
guntarse si los cristianos del segundo siglo ya tenían un rito
funerario propio. En el sarcófago se encontró un sello que se
puede datar entre los años 115 y el 123 d.C. Una teja colocada
horizontalmente en la base de esta construcción permitió a los
arqueólogos señalar el nivel del suelo del “Campo P” a inicios
del siglo segundo.
- La tumba η. Datable sobre el 150 d.C., aproximadamente está
orientada en dirección norte-sur. El sepulcro, muy cercano
a la tumba de san Pedro, estaba cubierto de tejas planas y

Primeras tumbas cerca de la tumba de san Pedro

168 Tabor - Nº 18 - Diciembre - 2012 [648]


Juan RetamaR SeRveR Piedras vivas

arruinado por la presión de las tierras. Estaba cubierto por


una piedra mortuoria de mármol que se apoyaba sobre el
suelo.
Al mismo tiempo surgen, en torno al Campo P, diversos mauso-
leos (llamados en la memoria de las excavaciones O, S, R y R’). El
mausoleo O debe fecharse hacia el año 125, según un sello impreso
en un ladrillo, al que debió de seguir pocos años más tarde el S, para
terminar con los R y R’, de la época de Antonino Pío, en torno a los
años 138-161. Este hecho hizo que creciera el nivel del terreno del
“Campo P” con mayor rapidez, al cerrar los muros de los mausoleos
S y O las aguas y barros desprendidos de la montaña quedaban con-
tenidos en el “Campo P”, nivelándose el terreno que antes estaba
en una pronunciada pendiente. Fue quizá en este momento cuando
se marcó con una losa de mármol el lugar que ocupaba la tumba del
apóstol.
El primero en surgir fue el mausoleo O, fundado por la familia de
los Matucci. Forma parte de la ila septentrional de sepulcros que
conforman la «Necrópolis Vaticana». El ediicio había sido construi-
do para enterramientos por incineración y en su interior se han en-
contrado hasta 32 recintos donde colocar las urnas con las cenizas
de los difuntos.
Después fue construido el mausoleo S sobre el lado occidental del
recinto del mausoleo O. De este mausoleo se han encontrado pocos
restos pues en 1626 fue vaciado para construir los fundamentos
sobre los que se apoya a sur-este el baldaquino de Bernini. Aunque
es muy difícil datar la fecha de su construcción, su estructura y sus
muros son más recientes que los del mausoleo de los Matucci.
Poco tiempo después fue construido el doble mausoleo R y R’; la
pendiente era aún tan fuerte de norte a sur que el suelo de R’ estaba
casi un metro más alto que el de R. También este mausoleo fue casi
totalmente vaciado y destruido; R por aquellos que realizaron las
fundaciones del pilar sur-oeste del baldaquino berniniano; R’ por
Della Porta, arquitecto que diseñó y construyó la Capilla Clementina
en las grutas de la basílica renacimental de San Pedro.
Al mismo tiempo, quizá algunos años después, surgía también
el área Q, un columbario de dos plantas, con arcosolios en la par-
te baja y hornacinas en la superior. A este columbario se accede
por una rampa (llamada en la memoria de las excavaciones Clivus)

[649] Tabor - Nº 18 - Diciembre - 2012 169


Piedras vivas La hiStoRia deL SepuLcRo de San pedRo

Mausoleos en torno al "Campo P". Reconstrucción del "Clivus" con el


"Muro Rojo" contiguo

muy pendiente, seguramente recubierta de adoquines y con algunos


escalones, que salva dos metros de pendiente y que partiendo del
mausoleo R llega hasta el columbario o área Q; esta rampa permitía
acceder tanto a la puerta de Q como a la de R’. Un conducto en la
misma rampa servía para aliviar el agua de la lluvia de esta zona.

2. Segundo período (150-200 d.C.)


En torno a la mitad del siglo segundo toda la pendiente de la colina
vaticana comenzó a cubrirse de numerosos mausoleos dispuestos en
dos ilas de este a oeste con una calle en medio: la ila septentrional
se halla en la parte inmediatamente adyacente a la colina hasta llegar
a cortarla parcialmente. En principio, la calle debió de comenzar por
el extremo oeste e ir creciendo hacia el este. Se trata, en general, de
pequeñas asignaciones de terreno, de pocos metros cuadrados, so-
bre las cuales surgen, unas junto a otras, las fastuosas cámaras se-
pulcrales que conforman la llamada «Necrópolis Vaticana». De todos
estos sepulcros fueron desenterrados y restaurados 22, construidos
aproximadamente entre los años 150 y 200 d.C.

170 Tabor - Nº 18 - Diciembre - 2012 [650]


Juan RetamaR SeRveR Piedras vivas

También en torno a la mitad del segundo siglo, probablemente


en el pontiicado del papa Aniceto (ca. 155-166), el sepulcro de
Pedro sufrió un cambio radical. Durante los primeros años de la se-
gunda mitad del segundo siglo las aguas debieron erosionar mucho
el terreno del “Campo P”, vertiendo hacia el Clivus y formando un
torrente en dirección sur que ponía en peligro la estabilidad de la
tumba de san Pedro.
En el intento de resistematizar un pasaje ya existente hacia los
sepulcros R-R’ y al área Q, los propietarios de estos sepulcros,
quizá con el acuerdo de la comunidad cristiana, rehicieron el Clivus,
proveyéndolo de pavimento y escalones y, en un mismo momento
construyeron el “Muro Rojo” (a partir de ahora MR). Este muro,
además de formar una unidad arquitectónica con el Clivus, tenía
como función proteger la zona de la tumba del apóstol de posibles
movimientos de tierra que la habrían destruido.
El MR se apoya, en su inicio, sobre el sepulcro S, y con una lon-
gitud de más de 8 metros llega hasta el lado sur del Columbario Q.
Tiene un espesor de unos 45 cm, con una altura constante de 2,45
metros, está cubierto por un bello estuco rojo (por ello fue llamado
MR) en su cara oriental, en la que da al Clivus. Desde su cons-
trucción, el MR constituye el lado occidental de la tumba de Pedro.
Gran parte de este muro fue encontrado durante las excavaciones
(7 metros en total).
Aunque nos movamos en el campo de la hipótesis, en base a los
resultados arqueológicos obtenidos en las excavaciones del “Cam-
po P”, podemos airmar que la sistematización del Clivus, la cons-
trucción del MR y la construcción de la Memoria Apostólica (Trofeo
de Gaio o tropaion) forman un conjunto que fue construido contem-
poráneamente o en un intervalo de tiempo muy reducido, aproxima-
damente alrededor del año 160 d.C.
De la Memoria Apostólica teníamos noticias por el testimonio del
presbítero Gaio (de ahí que también se denomine Trofeo (tropaion) de
Gaio), recogido por Eusebio de Cesarea en su Historia Eclesiástica:
«También lo airma, y no con menor certidumbre, un va-
rón eclesiástico llamado Gaio, que vivió durante el obispado
en Roma de Ceferino. Este Gaio, en una disputa escrita con
Proclo, jefe de la secta de los Catafrigios, habla acerca de
los lugares donde se hallan los santos restos de los após-

[651] Tabor - Nº 18 - Diciembre - 2012 171


Piedras vivas La hiStoRia deL SepuLcRo de San pedRo

toles que hemos mencionado, y dice lo siguiente: «Pero yo


puedo mostrar los trofeos de los apóstoles. Pues si deseas
ir al Vaticano o al camino de Ostia, verás los trofeos de
aquellos que fundaron esta iglesia»». [Eusebio de Cesarea,
Historia eclesiástica, 2, 25, 6-7 (PG 20, 210)].
¿En qué consistía este monumento? En el centro del MR se en-
cuentra una construcción de tres hornacinas o nichos superpuestos
uno encima del otro y llamados en la memoria de las excavaciones
N1, N2 y N3, respectivamente. De los tres nichos, N1 se encuentra
enterrado bajo el nivel del suelo del “Campo P”. En línea vertical a
N1, el MR revela otras dos hornacinas que llamamos N2 y N3, ambas
situadas en la parte del MR que estaba sobre el nivel del suelo. Es-
tas dos hornacinas no fueron excavadas sobre el MR ya construido,
sino, como revelan las observaciones de carácter técnico realizadas
por los excavadores, son contemporáneas a la construcción misma
de MR. N3 está separada de N2 por una placa de mármol travertino
horizontal que medía 180 cm de longitud, de la cual quedan las in-
serciones en el MR y que era sostenida, además de por estas in-
serciones, por dos columnas puestas a 70 cm de distancia del MR.
Estas dos columnas de mármol blanco se apoyaban sobre un suelo
también de mármol, llamado en la memoria de las excavaciones SO.
Medían, aproximadamente 142 cm de altura (17,5 cm el capitel; 6,7
cm la base, 118 cm el fuste). La base y el fuste de una de las colum-
nas (la columna sur) todavía están en el lugar original; medio fuste
y la base de la otra columna se encuentran en el lugar donde fue-
ron desplazadas posteriormente. Esta segunda columna se rompió
durante los trabajos de las excavaciones realizadas entre los años
1940 y 1950. El Monumento de Gaio tenía, en total, unos 2 metros
y 30 centímetros de altura. Aunque su reconstrucción es hipotética,
en base a otros monumentos funerarios encontrados en otras áreas
cementeriales podemos airmar que este monumento terminaba, en
su parte superior, a la altura de N3, con un frontón triangular de
estilo clásico.
A su paso por N1, el MR presenta una cavidad; se trata de un
espacio libre, respetado por los fundamentos del MR, de la cual ha
quedado una pequeña estructura en el lado sur, en forma de dos
pequeños muros sobrepuestos (m1 y m2). Así, en la construcción
del MR sus fundamentos se acortan para respetar la tumba de san
Pedro, pasando por encima de la misma, quedando esta reducida a

172 Tabor - Nº 18 - Diciembre - 2012 [652]


Juan RetamaR SeRveR Piedras vivas

Reconstrucción del Trofeo de Gaio

una cavidad de pequeñas dimensiones. Esta cavidad está delimitada


a occidente por N1, y rodeada por las tumbas Q, i, g, h y protegi-
da al sur por m1 y m2. La altura de esta cavidad sobre la que está
construida el Monumento de Gaio no supera un metro, y es una
estructura toda ella enterrada bajo el nivel del suelo del “Campo P”
(en la memoria de las excavaciones es llamado “vano sotterraneo”).
Este lugar, respetado y cuidado a lo largo de los siglos, no puede
tratarse más que de los vestigios de la tumba del apóstol Pedro. Se
trata de una conclusión unánime entre la mayoría de los excavado-
res y expertos.
El sistema por el que se sellaba o clausuraba la tumba de san
Pedro sufrió diversos cambios a lo largo de los siglos. Las excava-
ciones han sacado a la luz restos de dos primitivas sistematizacio-
nes. El primer sistema de sellado estaría constituido por una placa
de mármol oblicua al MR que se apoyaba sobre el pequeño muro m2.
Dos muescas o encastres quedan como testimonio de una antigua
placa de mármol blanco de la que apenas han quedado restos y que

[653] Tabor - Nº 18 - Diciembre - 2012 173


Piedras vivas La hiStoRia deL SepuLcRo de San pedRo

formaría el segundo sistema de sellado que conoció la tumba. Es-


tas muescas son todavía hoy visibles en la parte sur de la memoria
apostólica (señalada con la letra e) y sobre el muro g (señalada por
la letra f). Esta solución debió de durar hasta bien entrado el s. III,
tal y como lo demuestra la existencia de f sobre el muro g.
En un tercer momento se colocó sobre la tumba una nueva lastra
de mármol blanco que medía unos 22x70 cm de la cual, durante las
excavaciones, se encontraron pequeños restos. E inmediatamente
sobre la cámara subterránea, fue colocada una placa de mármol (112
cm de ancho por 65 de largo y 3,5 de espesor) con una inscripción
latina («P. Aelius Isidorus senior...»). Se trata de una lápida sepul-
cral del siglo II reutilizada para sellar la tumba de Pedro. Esta lápida
fue colocada sobre el muro m2. En un momento posterior difícil de
precisar, este sistema de cierre de la cámara subterránea sufrió un
cambio notable. Se levanto el suelo casi 16 cm. Una gran placa de
mármol de Luna fue colocada delante del MR sobre la tierra (a1).
Más larga que la lápida de Elio Isidoro sustituía una placa de mármol
preexistente. Posteriormente, sobre esta misma placa de mármol
se echó una gruesa capa de argamasa blanco-amarilla (a) y tres
hojas de plomo de 3mm de espesor cada una. Estas hojas de plomo
estaban ijadas al lecho de argamasa con fuertes clavos de hierro.
La placa de mármol superior presenta una desviación de 11 gra-
dos con respecto a la línea normal del monumento y se halla exac-
tamente en ángulo recto con la línea del muro de protección de la
cámara subterránea (m1 y m2 de los que ya hemos hablado). Con
otras palabras, la apertura tiene una orientación distinta a la del
monumento y sigue la orientación de la tumba que está debajo de
ella; la Memoria Apostólica respeta la dirección de la tumba primi-
tiva. El muro m2, en su parte superior, deja ver una especie de en-
caste al que se acoplaría la originaria placa de cierre de la pequeña
cámara subterránea.
En la losa de mármol del Trofeo se realizó una hendidura de 25,5
por 19 centímetros; una hendidura parecida fue realizada también
en la lápida de Elio Isidoro. El objeto de esta apertura no deja lugar
a dudas: era fruto del deseo de acercarse lo más posible a la tumba
del apóstol. Tanto el lecho de argamasa como las láminas de plomo
que fueron colocadas en época posterior, no cubrieron del todo la
hendidura realizada sobre la losa de mármol. En conclusión, pode-
mos decir que, por arriba, la pequeña estancia subterránea está cu-

174 Tabor - Nº 18 - Diciembre - 2012 [654]


Juan RetamaR SeRveR Piedras vivas

bierta por un conglomerado de placas de mármol, masas de mortero


y placas de plomo. A través de toda esta capa pasa una hendidura
cuadrada que establece comunicación con la pequeña cámara sub-
terránea y que se presupone estaba cerrada por una pequeña reja
de hierro. Por esta hendidura o agujero tenía lugar la ceremonia
medieval de la vigilia de la iesta del apóstol: el papa mismo, con
el incensario de oro, hacía descender por este canal (cataracta) el
incienso hasta la cámara subterránea. Según muchos arqueólogos,
esta última reforma en el suelo del monumento debió de durar hasta
la construcción de la cripta y la elevación del nivel del suelo del
presbiterio a inales de siglo VI y principios del VII, en tiempos del
papa Gregorio Magno.

3. Tercer período (siglo III)


Durante las primeras décadas del tercer siglo la Memoria Apos-
tólica sufrió diversos e importantes cambios en su estructura. En
una fecha difícil de determinar, en la parte norte del Muro Rojo,
donde se hacía más delgado a causa de una tumba a arcosolio si-
tuada detrás, aparece una profunda grieta que pone en peligro el
monumento. De no haber intervenido esta rotura hubiera inevita-
blemente producido, poco a poco, la ruina. Para evitar su comple-
to derrumbamiento se construyó un muro como contrafuerte. La
construcción de este muro obligó a romper la lastra de travertino
horizontal que separaba las dos hornacinas superiores (N3 y N2) y a
desplazar la columna norte hacia la derecha, rompiendo la simetría
original del monumento.
Este muro, llamado en la memoria de las excavaciones muro g
por la gran cantidad de grafitti que aparecen en su cara norte ins-
critos por los devotos peregrinos que se acercaban a la tumba del
apóstol, fue levantado frente a la grieta producida en el MR y des-
cendía hasta los cimientos del mismo. Construido de manera regular
y perpendicular al MR, mide 47 cm de ancho y 90 cm de largo; su
altura es difícil de calcular ya que fue cortado a 143 cm sobre el
nivel del pavimento de la basílica de Constantino, a in de construir
el monumento-sepulcro sobre la tumba del apóstol, del que más
tarde hablaremos.
Quizá, para compensar la disimetría en la que quedaba el mo-
numento, se decidió decorarlo, cubriendo de mármol los lados del

[655] Tabor - Nº 18 - Diciembre - 2012 175


Piedras vivas La hiStoRia deL SepuLcRo de San pedRo

nicho intermedio y el suelo del monumento. Esta solución no debió


satisfacer del todo a la comunidad cristiana y, aproximadamente
diez años después, se emprenden nuevas obras. Se levanta un nue-
vo muro, esta vez más delgado, en la parte sur del monumento
(muro S) de manera que la rota simetría del nicho intermedio quede
reparada. Esta hipótesis queda conirmada por el hecho de que el
MR no presenta ninguna rotura ni resquebrajamiento por esa parte.
Por estas mismas fechas el monumento es nuevamente decorado,
siendo revestido el edículo así formado, de mármol blanco y gris
(sobre las paredes interiores de los muros G y S), y el pavimento,
por encima del anterior, con mosaico de teselas blancas y verdes.
Sin ninguna otra modiicación, el Monumento, o Trofeo de Gaio,
permaneció así hasta la época de Constantino.
En las últimas décadas, la teoría que propone un breve tras-
lado y culto de las reliquias de san Pedro en las catacumbas de
san Sebastián alrededor del año 258 ha cobrado, cada vez, mayor
fuerza y verosimilitud. La tesis, propuesta por Mons. Duchesne y
completada y corregida posteriormente por Mons. Ruysschaert, se
fundamenta en las evidencias arqueológicas salidas a la luz después
de la campaña de excavaciones realizadas en las catacumbas de san
Sebastián, en los datos litúrgicos, literarios y epigráicos descubier-
tos y publicados críticamente durante el último siglo y en los trazos
de destrucción que presenta la tumba de san Pedro y que recibirían,
así, una explicación.
En el año 258 la persecución decidida por el emperador Valeria-
no se encrudece y el papa Sixto II, junto con su diácono Lorenzo,
son martirizados. Previamente habían muerto, martirizados también,
el papa Esteban I y su diácono Agapito. Valeriano conisca los ce-
menterios que pertenecían a los cristianos. Los primeros cristianos
tenían el hábito de visitar las tumbas de los fundadores de Roma
en peregrinación, la de san Pablo en la Via Ostiense y la de san
Pedro en el Vaticano, considerando sus reliquias como testimonios
preciosos. De esta manera, por miedo a que estas reliquias desapa-
rezcan o sean coniscadas o robadas, la comunidad cristiana decidió
su traslado a un lugar más seguro, en la Via Appia, en una zona fu-
neraria que dará, posteriormente, nombre a todas las catacumbas:
ad catacumbas, donde hoy se levanta la basílica de San Sebastián.
La persecución de Valeriano, aunque muy violenta, fue breve.
Desde el año 260, Galieno, hijo y sucesor de Valeriano, adoptó, en

176 Tabor - Nº 18 - Diciembre - 2012 [656]


Juan RetamaR SeRveR Piedras vivas

relación con los cristianos, una nueva política. Anuló los edictos de
persecución de su padre y llegó a reconocer a la Iglesia como una
institución, reconociendo igualmente la autoridad de sus cabezas.
Nada impide, en este tiempo de relativa tranquilidad, que los restos
de Pedro y Pablo vuelvan a sus respectivos lugares.
De vuelta al Vaticano, el Trofeo de Gaio en su primitiva dispo-
sición ya no existe. Los movimientos del terreno y el paso de los
años han desestabilizado el conjunto y ha sido necesario levantar un
nuevo muro de contención (del que ya hemos hablado –muro g–). Es
entonces, como propone Mons. Ruysschaert, cuando las reliquias de
san Pedro fueron colocadas, con sumo cuidado, en la cavidad que se
abre a propósito sobre dicho muro. Dichas reliquias fueron identii-
cadas, más tarde, por la profesora Guarducci1 como pertenecientes
al apóstol san Pedro.
El papa Pablo VI conirmó, en el transcurso de la Audiencia Ge-
neral del 26 de junio de 1968, dicha identiicación. Faltaban solo
cuatro días para que se clausurara el Año de la fe2.

4. Cuarto período. La construcción de la basílica constantiniana


y la reforma gregoriana (siglos IV-X)
La construcción de la basílica constantiniana marcó un nuevo hito
en la evolución del Monumento Apostólico construido sobre la tum-

1 La profesora Margherita Guarducci (1902-1999) desarrolló sus investigaciones en la


tumba de san Pedro desde el año 1952 hasta el año de 1965. En 1958 propuso una lec-
tura inédita de los grafiti que se encuentran en la zona bajo la Confesión Vaticana, y en
los años sucesivos realizó una serie de investigaciones que la llevaron a individuar las
reliquias de san Pedro en un grupo de huesos provenientes de un espacio del muro G o
muro de los grafiti.
2 «Nuevas investigaciones precisas y pacientísimas que se llevaron a cabo han llegado a
un resultado, que nosotros después del juicio de personas prudentes y competentes,
creemos que es positivo: las reliquias de san Pedro han sido identiicadas, de modo que
podemos tenerlas como convincentes y damos gran mérito a quien ha dedicado a esto
tantísimo tiempo de estudio y grandes fatigas. No se agotarán nunca las investigacio-
nes, las veriicaciones, las discusiones y las polémicas. Pero de nuestra parte, sentimos
el deber, hasta el estado presente de las conclusiones arqueológicas y cientíicas, de
daros a vosotros y a la Iglesia esta feliz noticia, obligados como estamos a venerar las
santas reliquias sufragadas después de una seria prueba de su autenticidad [...] tene-
mos razón de considerar que han sido encontrados los pocos, pero sacrosantos restos
mortales del Príncipe de los apóstoles» (Pablo VI, Audiencia General 26 de junio de
1968).

[657] Tabor - Nº 18 - Diciembre - 2012 177


Piedras vivas La hiStoRia deL SepuLcRo de San pedRo

ba de san Pedro. No parece que la construcción de la basílica co-


menzara antes del año 324, aquel en que se consagra la basílica del
Salvador en el Laterano y en el que Constantino tiene bajo su domi-
nio las dos partes del Imperio. Como fecha más tardía de su consa-
gración puede tomarse el año 361, en el que muere Constantino II.
Para la construcción de la basílica en honor de san Pedro el em-
perador Constantino comenzó –como ya había hecho con la basí-
lica del Salvador de san Juan de Letrán– por igualar el terreno y
la fuerte pendiente en la que quería situar la basílica; de hecho,
cuando Constantino comenzó su construcción, tuvo que hacer fren-
te a la fuerte inclinación de norte a sur de la colina vaticana y, una
pendiente más dulce de oeste a este. En dirección oeste-este se
encontraba desde tiempos antiguos una vasta necrópolis de la que
ya hemos dado noticia.
Así, los constructores de Constantino tuvieron que hacer frente a
numerosas diicultades. Ante todo, el terreno estaba legítimamente
ocupado por una necrópolis perteneciente, en su mayoría, a familias
acaudaladas de Roma, cuyo cierre y posterior transformación en
una planicie para construir debió suscitar dura oposición. Según el
derecho romano, la tumba es un lugar religioso, locus religiosus, y,
como tal, está protegido por las leyes. Se necesitaba todo el titánico
poder del emperador, que al mismo tiempo tenía la más alta auto-
ridad religiosa, para obrar en tal lugar. La condición de “sacerdote
supremo” del culto imperial del que gozaba Constantino le hizo po-
sible disponer de un cementerio aún en uso. Realizó los trabajos con
el mayor respeto a la condición de albergue de los difuntos, de for-
ma que no derribó los mausoleos, sino que los respetó, limitándose
a abrir un boquete en su techo, eliminando el tejado y rompiendo
su bóveda, para poder rellenarlos de tierra y que, así, no ofrecieran
un hueco bajo las futuras cimentaciones. Gracias a este esmero el
cementerio vaticano es hoy uno de los hallazgos más importantes
de la arqueología cristiana.
¿Qué hizo Constantino para solucionar el problema de la pen-
diente del terreno? Primero decidió la cota de terreno por la que
partiría la colina vaticana. Esta no se encontraba, como sería natu-
ral, sobre la cota de campo, sino 5 o 6 metros por encima de esta
cota, lo que permitía salvaguardar la necrópolis y hacer coincidir
el eje de la basílica con el Monumento de Gaio. Así, el lugar de la

178 Tabor - Nº 18 - Diciembre - 2012 [658]


Juan RetamaR SeRveR Piedras vivas

tumba constituye el centro del hemiciclo absidal y determina, en


consecuencia, el eje principal de la basílica.
Por ello Constantino tuvo que levantar hacia el sur en dirección
este-oeste, tres enormes muros que deberían sostener las dos na-
ves meridionales de su basílica. Estos muros tienen un grosor de 2
a 2,60 metros y una altura media de 7 metros bajo el pavimento de
la basílica. Y esto sin considerar la parte enterrada de los cimientos.
A quien venía del sur la basílica construida por Constantino se le
tenía que ofrecer como construida sobre un enorme pedestal.

Reconstrucción de los muros constantinianos que sostenían la antigua basílica

Por el lado septentrional se alzaba la colina vaticana. Constan-


tino tuvo que excavar una buen parte del lado meridional a in de
levantar las naves septentrionales de la basílica. Así se formó bajo
la nave central una vasta y profunda cavidad, ocupada por los mau-
soleos que fueron sepultados en correspondencia con el terreno en
construcción. Se calcula que fue preciso remover uno 43000 metros
cúbicos de tierra.
Sería difícil encontrar un terreno menos apto y menos lleno de di-
icultades materiales y morales para construir un gran ediicio, como
debía ser el de la basílica de san Pedro. Solo el irme convencimiento
de que allí reposaban los restos del apóstol y de que allí se encon-
traba su tumba podía justiicar la faraónica obra que se iba a realizar.
No hay duda alguna de que Constantino se apoyó, para la orien-
tación de la basílica, no sobre una vaga tradición acerca del empla-
zamiento del sepulcro de san Pedro, sino sobre la certeza absoluta,
suya y de toda la Iglesia romana de su tiempo, de que allí estaba
bien visible una tumba señalada por la tradición más antigua: la
tumba del Príncipe de los Apóstoles.

[659] Tabor - Nº 18 - Diciembre - 2012 179


Piedras vivas La hiStoRia deL SepuLcRo de San pedRo

Como es sabido, la antigua basílica de San Pedro fue demoli-


da durante los siglos XVI-XVIII y reemplazada por la monumental
construcción barroca. El derribo de la basílica constantiniana se
llevó tan a fondo que, excepto poquísimos restos, no quedó nada
de ella. Sin embargo, han llegado hasta nosotros algunas noticias,
grabados y descripciones que, junto a los resultados obtenidos en
las excavaciones, nos permiten una reconstrucción bastante exacta
de la basílica.
Según los restos de cimentación encontrados en las excavacio-
nes, y las descripciones literarias, podemos airmar que el complejo
constaba de un pórtico bastante complicado que conducía un atrio
de 58 por 47 metros, abierto en sus lancos laterales. Cinco puertas
daban paso a las cinco naves, de 28 columnas por ila, sobre las que
reposaban arcos en las ilas laterales y arquitrabes en las de la nave
central. Carecía de nártex. El crucero quedaba dividido por dos ilas
de columnas en correspondencia con los muros laterales.
El suelo de la basílica se elevaba unos 35 centímetros sobre el
plano inferior de la hornacina N2 –esto es, donde apoyan las co-
lumnillas del monumento de Gaio– y se conservaron los muros g y

Reconstrucción de la basílica constantiniana

180 Tabor - Nº 18 - Diciembre - 2012 [660]


Juan RetamaR SeRveR Piedras vivas

s, parte del muro rojo y de N3, encerrados en un paralelepípedo de


mármol, de 2,80 metros de ancho y alto por 1,70 metros de fondo,
que sobresalía del pavimento en el centro del arranque del ábside y
que tenía por delante, en la parte oriental, una abertura (fenestrella
confessionis) a manera de portal en correspondencia con el actual
nicho de los palios.
La tumba del apóstol quedó, por tanto, debajo del suelo del áb-
side y del paralelepípedo de mármol. Ante este último se dispuso
el monumento o martyrion constantiniano. Muy importante para la
reconstrucción de este monumento fue la posibilidad de aprovechar,
completándola, una antigua representación de la confessio constan-
tiniana. Se trata de una arqueta de maril de los primeros años del
siglo V, encontrada en el siglo pasado en Samagher, cerca de Pola.
En la representación en relieve, que adorna la cara dorsal de la
arqueta, la ciencia, desde hacía tiempo, había reconocido la repro-
ducción de la confesión de san Pedro constantiniana.
El monumento estaba formado por seis columnas coronadas por
un arquitrabe, del cual colgaban cortinas, y cerraba el ábside, pre-
cisamente en su arranque, por delante del paralelepípedo; al llegar
a él, se desdobla en dos elementos: una puerta que lo oculta a la
mirada de los ieles y dos columnas que avanzan sobre el crucero,
formando un rectángulo, sobre el que colgó una corona sustentada
por dos arcos que, partiendo de las esquinas superiores, se cru-
zaban en el centro. Las columnas, según datos idedignos, fueron
traídas de la casa de Pilatos en Jerusalén.
No debió de existir un altar ijo, como corresponde a los monu-
mentos solamente funerarios y si alguna vez se celebró la santa
Misa en la basílica, tuvo que ser ocasionalmente y en un altar por-
tátil. La ausencia de altar puede resultar sorprendente si se tienen
en cuenta las sensibilidades religiosas contemporáneas.
Se admite, generalmente, que en el occidente cristiano, ya en el
siglo IV, se daban altares ijos de piedra o muro, como en oriente,
pero parece que esto no vale para la primera mitad de dicho siglo.
En realidad, no se conoce altar alguno así de este tiempo. No es,
pues, de extrañar que en nuestro caso falte el altar y que su natural
emplazamiento encima de la tumba esté ocupado por un monumento
sepulcral. Pero este monumento está colocado, no en el centro del
cuadrilátero cubierto por el ciborio, sino en la mitad posterior.

[661] Tabor - Nº 18 - Diciembre - 2012 181


Piedras vivas La hiStoRia deL SepuLcRo de San pedRo

El lugar central debajo de la corona de luz, que nos describe


el Liber Pontiicalis y que también reproduce la arqueta de maril
de Samagher, quedaba maniiestamente libre. Ahí se debió colo-
car, siguiendo la costumbre de los primeros siglos cristianos, una
mesa-altar portátil cada vez que se celebraba el santo sacriicio de
la Misa.

Reconstrucción del Monumento Apostólico. Basílica constantiniana

El desarrollo del culto cristiano a los mártires en occidente con-


dujo desde un principio a la conexión de sus sepulcros con el altar;
conexión que con el tiempo fue tan íntima que hoy, para la consa-
gración de un altar, se hace obligado depositar en él reliquias de
algún mártir o santo.
Pero ya hemos visto que en tiempo del emperador Constantino,
en la confesión de Pedro, los lazos de unión entre el sepulcro y
el altar eran sensiblemente más tenues. No hay que admirarse de
que en el curso de la evolución histórica que estamos estudiando

182 Tabor - Nº 18 - Diciembre - 2012 [662]


Juan RetamaR SeRveR Piedras vivas

esta situación no durara largo tiempo. En la Vita que del papa san
Gregorio Magno nos da el Liber Pontiicalis hay una observación
muy digna de ser tenida en cuenta para nuestra cuestión. Se dice,
en efecto, que el papa dio una disposición nueva para que pudiera
celebrarse la Eucaristía encima del cuerpo del apóstol.
Para no tocar el monumento que había erigido Constantino y que
englobaba la tumba de san Pedro con varios de los elementos que
conformaban el “Campo P”, la solución fue elevar 1,45 metros el
pavimento del presbiterio o confesión, de modo que este cubriera el
monumento dejando solamente fuera la altura de un altar, esto es,
aproximadamente un metro. Fue necesario, también, construir dos
escaleras laterales al ábside, que enlazaran el nuevo suelo elevado
con el de las naves de la basílica.
En el decurso de estos trabajos las cuatro columnas de detrás del
monumento constantiniano fueron movidas hacia delante y coloca-
das en una misma hilera con las dos delanteras del ciborio. El nuevo
cuerpo de ediicio envolvía el monumento sepulcral por detrás y a
ambos lados. Por delante el pavimento quedó en su antiguo nivel.
Desde este se subía por dos escaleras al sobreelevado presbiterio,
desde el cual se podía utilizar como altar la parte superior del mo-
numento (paralelepípedo) constantiniano que había sido adornado
con nuevas placas marmóreas en forma de altar y celebrar la Misa
verticalmente encima de la tumba del apóstol.
A la vez, para que los ieles pudieran acceder hasta el bloque
que encierra la memoria en su zona inferior, se abrió un corredor
semicircular a lo largo de la cara interna del muro del ábside, bajo
el suelo, con un brazo que avanza siguiendo el eje de la Basíli-
ca, todo ello con profundidad suiciente para el paso de personas.
Esta galería fue el origen de una pequeña capilla que, después
de las remodelaciones efectuadas en tiempos del Papa Clemente
VIII (1592-1605) pasó a llamarse capilla Clementina. Allí mismo
fue construido también un sencillo altar, llamado “ad caput sancti
Petri”, donde poder celebrar la misa a los pies de los restos de
San Pedro. Restaurado y decorado de nuevo durante las excava-
ciones, fue consagrado por Pío XII en 1951. A estos corredores se
llegaba por dos escaleras abiertas en el muro frontal del templo,
poco antes de comenzar la curvatura del ábside. Tal disposición de
cripta anular será copiada desde entonces en numerosas iglesias

[663] Tabor - Nº 18 - Diciembre - 2012 183


Piedras vivas La hiStoRia deL SepuLcRo de San pedRo

de Occidente, por deseo litúrgico, y por la facilidad que ofrece de


realizar el suelo elevado por medio de dinteles.
Una última reforma se sucedió antes de la destrucción de la ba-
sílica constantiniana. En tiempo del papa Calixto II (1123) se cons-
truyó un nuevo altar central para la basílica; dicho altar era,
simplemente, el resultado de revestir, con nuevas placas de már-
mol, el antiguo altar de Gregorio Magno.

Perspectiva de la confesión semianular y del presbiterio sobreelevados con los pasos


de acceso correspondientes

Por su parte, la cara oriental del monumento constantiniano fue


transformándose con el tiempo hasta convertirse en lo que hoy co-
nocemos como “nicho de los palios”. Así, en tiempos de Inocencio
III (1198-1216) se remodeló la memoria apostólica y se construyó
una primera sistematización del nicho de los palios. Fue decorado
todo con columnas y pequeños arcos y decorado con mármol, orfe-
brería y esmaltes de Limoges.
En la primera mitad del s. IX se decora el pequeño ábside de la
confessio con un mosaico que representa a Cristo Salvador. Las
paredes laterales, en tiempos de Urbano VIII (1621-1644), son de-
coradas con un mosaico que representa a los apóstoles Pedro y Pa-

184 Tabor - Nº 18 - Diciembre - 2012 [664]


Juan RetamaR SeRveR Piedras vivas

blo y que fue restaurado en tiempos de Pío IX. El suelo es cubierto


con una lastra de bronce dorado en tiempos del papa Inocencio X
(1644-1655). En el centro de este suelo hay unas compuertas de
bronce dorado, adornadas con una cruz radiante que cubren un pe-
queño pozo (cataracta) rectangular (22,5x19 cm) de 32 cm de pro-
fundidad que termina bajo la lastra de mármol a1, en la que se ijó un
clavo para el turíbulo.

5. Quinto período. La construcción de la basílica


renacimental (s. XVI)

En el año 1503 comienzan los trabajos de demolición de la parte


occidental de la basílica constantiniana y comienza a construirse la
nueva basílica de estilo renacimental3.La decisión, tomada por el
papa Julio II, fue encargada al arquitecto italiano Donato d’Angelo
Bramante, que proyectó un nuevo ediicio de planta de cruz griega
inscrita en un cuadrado y cubierta por cinco cúpulas, la central de
mayor tamaño y apoyada en cuatro grandes pilares. La obra pro-
yectada por Bramante no pudo realizarse; a su muerte le sucedie-
ron diversos arquitectos, entre ellos Rafael y Miguel Ángel, quien
proyectó y realizó la impresionante cúpula que se levanta encima
exactamente de la tumba del apóstol.
El 18 de noviembre de 1626, Urbano VIII consagró el nuevo tem-
plo4, aún por terminar, al que Maderno había trazado el diseño de-
initivo. A la muerte de Maderno le sucedió Bernini, que proyectó
dos campanarios, el baldaquino que se eleva sobre el altar mayor y
diseñó la plaza de San Pedro.
La zona de la Memoria Apostólica no sufrió cambios signiicativos
durante la construcción de la nueva basílica. El nuevo y más elevado

3 Durante el período del Renacimiento comienzan los proyectos para mejorar la antigua
basílica constantiniana. El proceso de construcción de la nueva basílica tardó cerca de
120 años. Los trabajos iniciaron en el 1506 cuando el papa Julio II puso la primera pie-
dra, abarcaron los pontiicados de casi 18 papas e involucraron a grandes artistas como
Donato Bramante, Raffaello Sanzio, Baldassare Peruzzi, Antonio da Sangallo, Michelan-
gelo Buonarroti, Giacomo Della Porta, Carlo Maderno y Gian Lorenzo Bernini.
4 Basílica de San Pedro, erigida sobre la original constantiniana, que a su vez estaba
construida sobre el sepulcro de san Pedro.

[665] Tabor - Nº 18 - Diciembre - 2012 185


Piedras vivas La hiStoRia deL SepuLcRo de San pedRo

pavimento de la basílica se igualó con el de la Confesión5, erigien-


do el correspondiente altar encima –en tiempos de Clemente VIII–,
verticalmente del de Calixto II. Este altar quedará en el centro del
transepto de la nueva basílica. Se construyeron unas nuevas esca-
leras por las que se accede, desde el altar mayor, a la zona de la
confessio, la cual se adornó, en tiempos de Urbano VIII, con nuevos
y lujosos mármoles y se colocaron cien lámparas que alumbraban
constantemente la tumba de san Pedro.

Conclusión
¡San Pedro está aquí! Para muchos peregrinos que visitan la ba-
sílica de San Pedro en Roma, esta es una confesión de lo que se
cree. El corazón del emblemático templo de la Iglesia católica en la
Ciudad del Vaticano está cimentado realmente sobre los restos del
Príncipe de los Apóstoles.
Hemos tratado de sintetizar, brevemente, las diversas etapas de
la evolución del sepulcro de san Pedro. Las cuestiones abiertas en
la actualidad todavía son muchas, pero los datos que la arqueología
nos ofrece conirman la tradición más antigua de la Iglesia: la basíli-
ca de San Pedro fue construida sobre la humilde tumba del pescador
de Galilea que, respondiendo a la llamada del Maestro, le siguió y
anunció el Evangelio, entregando su vida en Roma como testimonio
de su amor a Jesucristo.
El descubrimiento de la tumba de san Pedro es un signo que
ayuda a fortalecer la fe de los creyentes. Los descubrimientos
cientíicos por sí mismos no pueden ser, ni son, el fundamento de
la fe; sin embargo, son medios muy valiosos que ayudan a la mis-
ma fe. Los descubrimientos cientíicos conirman lo que ya airma-
ba la tradición eclesial desde los primeros tiempos: Pedro murió
en la ciudad de Roma durante la persecución de Nerón contra los
primeros cristianos.

5 Según el significado latino, el vocablo mártir podía significar también confesor o aquel
que proclama. De aquí que este lugar reciba el nombre de Confesión. Basándose en el
significado griego, el término mártir quería decir testigo. Confesar la fe, ser mártir y
testigo, indica todo la misma realidad. Pedro dio testimonio de su fe confesando a Cris-
to hasta morir.

186 Tabor - Nº 18 - Diciembre - 2012 [666]


Juan RetamaR SeRveR Piedras vivas

Las decenas de miles de personas que cada año visitan la ne-


crópolis vaticana y se acercan al lugar que ocupó la tumba de san
Pedro son la prueba más grande de la atracción que, todavía hoy,
ejerce este lugar. Acercarse a este lugar, confesar la fe, unirse a las
intenciones y preocupaciones del Vicario de Cristo en la tierra son
una oportunidad única de crecer en esta misma fe que se profesa,
puro don gratuito de Dios que hemos recibido.

Bibliografía
Presentamos una breve bibliografía donde el lector interesado
podrá encontrar más información. Es imposible hacer referencia a
todas las publicaciones que sobre la tumba de san Pedro y las ex-
cavaciones realizadas bajo la basílica han ido saliendo en las últimas
décadas. El lector podrá encontrar un elenco bastante completo en:
RuysschaeRt, José, Recherches at études autor de la Confession
de la Basilique vaticane (1940-1958) in Triplice omaggio a Sua
Santità Pio XII, Città del Vaticano (Tipograia Poliglotta Vaticana)
1958, 33-47.
***
ÁlvaRez, Jesús, Arqueología cristiana, Madrid (BAC) 1998.
aPollonJ Guetti, bRuno MaRia - FeRRua, antonio - Josi, enRico -
KiRschbauM, Engelbert, Esplorazioni sotto la Confessione di San
Pietro in Vaticano eseguite negli anni 1940-1949, 2 vol., Città del
Vaticano (SCV) 1951.
bavoillot-lausade, colette, Una tomba sulla collina vaticana,
Roma (Libreria Editrice Vaticana) 1997.
FeRRua, antonio, La storia del sepolcro di San Pietro in La Civilta
Cattolica 103, 1 (1952) 15-29.
GuaRducci, MaRGheRita, La Tomba di Pietro, Roma (Studium) 1959.
ÍñiGuez, José antonio, Tratado de arqueología cristiana, Pamplona
(Eunsa) 2002.
KiRschbauM, enGelbeRt, La tumba de san Pedro in e. KiRschbauM-e.
Junyent-J. vives, La tumba de san Pedro y las catacumbas roma-
nas, Madrid (BAC) 1954.

[667] Tabor - Nº 18 - Diciembre - 2012 187


Piedras vivas La hiStoRia deL SepuLcRo de San pedRo

RuysschaeRt, José, Relexions sur les fouilles vaticanes, le rapport


oficiel et la critique. Données archéologiques in Revue d´histoire
ecclésiastique 47 (1953) 573-631.
RuysschaeRt, José, Relexions sur les fouilles vaticanes, le rapport
oficiel et la critique. Données épigraphiques et littéraires in Re-
vue d´histoire ecclésiastique 48 (1954) 5-58.
toynbee, Jocelyn M.c. - PeRKins, John b.W., The Shrine of st. Peter
and the Vatican Excavations, London (Longmans, Green & Co.)
1956.
zandeR, PietRo, La Necropoli sotto la Basilica di San Pietro in Vati-
cano, Roma (EdR-Fabbrica di San Pietro in Vaticano) 2007.

Juan Retamar Server, cvMd

188 Tabor - Nº 18 - Diciembre - 2012 [668]

También podría gustarte