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Guatemala

Experiencia y madurez de una articulación de mujeres


Por Rosalinda Hernández Alarcón

La Alianza de Mujeres Rurales por la Vida, Tierra y Dignidad (AMR) fue constituida en
2003 por las organizaciones Mamá Maquín, Madre Tierra e Ixmucané, las cuales se
localizan en más de 50 comunidades ubicadas en seis departamentos de Guatemala:
Huehuetenango, Quiché, Alta Verapaz, Petén, Suchitepéquez y Escuintla (principalmente
en los tres primeros)1, los cuales están ubicados en el noroccidente, norte y costa.
Actualmente la constituyen las dos primeras y su membresía incluye a mujeres indígenas
y mestizas.
Estas agrupaciones durante el refugio, tras el retorno y en la actualidad siguen
luchando porque se reconozca el trabajo reproductivo de las mujeres (cuidado de hijos,
alimentación de la familia y todas las tareas domésticas), el trabajo comunitario
(participación, trámites, formación) y el productivo (en la tierra, con animales y otras
actividades). Esta valoración del trabajo de las mujeres ha sido una demanda que tiene su
origen a partir de las prácticas discriminatorias que ellas viven en las comunidades,
cooperativas y asociaciones.
Previo a constituirse como alianza, entre los años 2001 y 2002 conformaron la
Comisión Negociadora para el Acceso de la Mujer a la Tierra y Participación con
Equidad que reivindicaba el acceso a la propiedad y a la copropiedad, así como el
reconocimiento a ser socias de cooperativas con voz y voto. Este equipo elaboró un
diagnóstico legal y organizativo que les aportó enseñanzas para tomar conciencia de las
limitaciones que encontraban para hacer valer sus derechos como mujeres. En ese tiempo
calificaban la figura de la copropiedad como una alternativa de equilibrio dentro de la
familia, y en consecuencia dentro de la comunidad.
Lideresas de estas tres organizaciones fueron las primeras mujeres en Guatemala que
tuvieron un protagonismo importante como defensoras de su derecho a la tierra y
lograron participar en las negociaciones para obtener terrenos donde vivir y trabajar. En
estos procesos hicieron evidente que no existía ningún impedimento legal para que las
mujeres fueran reconocidas como copropietarias.2
Los mecanismos para obtener un terreno fueron a través de créditos reembolsables
con el Instituto de Transformación Agraria (INTA) y el Fondo de Tierras o mediante
fondos revolventes con el Fondo Nacional para la Paz (FONAPAZ) y el Fondo para la
Reinserción Laboral y Productiva de la Población Repatriada (FORELAP). En algunas
comunidades sacaron dos escrituras, una para el lote y otra para la parcela; en otras fue
1
Los departamentos Alta Verapaz, Huehuetenango y Quiché se ubican como de bajo desarrollo humano;
Petén y Suchitepéquez de mediano y Escuintla de alto desarrollo, aunque en todos ellos se presentan
niveles de inseguridad alimentaria severos, según un reporte de la Secretaría de Seguridad Alimentaria y
Nutricional de la Presidencia de la República de Guatemala.
2
El Acuerdo del 8 de Octubre de 1992 especificó en una de sus consideraciones que se entendería como
retornados, “tanto retornados como retornadas”. El Dictamen Jurídico de septiembre de 1995 recomendaba
se prestara atención “a la inclusión de la mujer para garantizar su acceso a créditos, la tierra y las formas de
organización comunitaria… (incluyendo a las mujeres en) los listados de solicitud de créditos para la
compra de la tierra… la escritura de mandato para la compra-venta… como asociadas o socias de la
cooperativa, asociaciones…”. En el Acta 19-96 del Consejo Nacional de Transformación Agraria, el
gobierno se comprometía a eliminar cualquier forma de discriminación de hecho o legal contra la mujer en
cuanto a facilitar el acceso a la tierra, a la vivienda, a créditos…
necesario hacer más, dependiendo de la topografía, de la calidad de la tierra y acceso al
agua o disponibilidad de bosque.
Dos ejemplos que se detallan en el cuadro siguiente dejan claro cómo las mujeres si
bien en estas comunidades lograron la copropiedad en la escrituración del lote individual,
quedaron relegadas en la adjudicación de las parcelas, ya que la tierra para producir se
regularizó a nombre de una cooperativa y esa figura jurídica sólo admite una persona por
familia. Y la lógica patriarcal, la asigna automáticamente al hombre.

Comunidad Municipio Departamento Escrituración tierra Adjudicación tierra


individual cooperativa
Mujeres Hombres Mujeres Hombres
La Lupita Santo Domingo Suchitepéquez 131 107 16 107
Nuevo Porvenir Samox Alta Verapaz 89 76 4 76
Fuente: Alianza de Mujeres Rurales por la Vida, Tierra y Dignidad. Nuestro pasado, nuestro presente y
nuestro futuro (Memoria, lucha y realidad). Editorial Magna Tierra. Guatemala 2007. Pág. 242.

Cabe señalar que en Guatemala rige un sistema centralizado del registro de la


propiedad y no existen otras formas colectivas de propiedad que reconozcan la igualdad
entre mujeres y hombres y la identidad y derechos de los pueblos indígenas, a pesar que
ello quedó establecido en los compromisos de paz suscritos en 1996, pero se
incumplieron.3
Una lección aprendida en estos procesos de la legalización de la tenencia de la tierra
fue que en algunas comunidades se llevaron procesos de “individualización” y “des-
colectivización”. Tomando en cuenta que la tierra en el sistema capitalista carece de una
función social y de beneficio común, se prioriza como un recurso de propiedad privada a
fin de incorporarlo al mercado.
En la lucha por la tierra, las integrantes de la AMR han propuesto el tipo de desarrollo
rural que aspiran, en el que ellas sean reconocidas como sujetos sociales y productivos,
que “parta de nuestra historia y de la justa distribución de los recursos del país”, no sea
patriarcal ni racista, valore la vida comunitaria, proteja la naturaleza, respete las distintas
culturas.
Un eje muy importante de su acción política ha sido buscar la convergencia con otras
agrupaciones mixtas vinculadas a la problemática agraria y rural. Formaron parte de la
Asamblea Consultiva de la Población Desarraigada (ACPD), el Sector de Mujeres de la
Asamblea de la Sociedad Civil y la Mesa Global. Participaron muy activamente en el I
Congreso Nacional de Reforma Agraria Integral y el III Congreso de Organizaciones
Campesinas.
De igual manera, la AMR ha tenido una participación constante en procesos de
articulación con diferentes organizaciones de mujeres campesinas y rurales en la mayoría
de los departamentos del país, así como con lideresas de agrupaciones mixtas. Ello les ha
permitido acumular una rica experiencia que supera los 15 años.

3
En los acuerdos referidos a la situación agraria y derechos de los pueblos indígenas el Estado de
Guatemala se comprometió a: promover una reforma legal que simplifique los procedimientos de titulación
y registro del derecho de propiedad, regularizar la titulación de las tierras de las comunidades indígenas,
proveer tierras estatales a las comunidades indígenas que las soliciten, eliminar cualquier forma de
discriminación contra las mujeres en cuanto el acceso a la tierra, instituir procedimientos para solucionar
las reivindicaciones de tierras comunales.

2
Mediante estos intercambios de opiniones y reflexiones colectivas, ha refrendado y
precisado el carácter de su demanda específica de acceso a la tierra como mujeres, mismo
que abarca el reconocimiento a ser herederas y propietarias directas de la tierra, lo que
lleva implícitamente su rechazo a requisitos como estado civil, maternidad o la
intermediación obligatoria de algún hombre. El acceso a la tierra lo vincula
estrechamente a la obtención de asesoría técnica y financiera, además lo concibe como
una recuperación histórica y como un derecho para promover el empoderamiento de las
mujeres a fin de producir para el “buen vivir”. Asimismo defiende el territorio contra la
destrucción y explotación que ejercen las empresas nacionales y extranjeras.
Esta alianza le ha dado mucha importancia a los procesos de formación política (uno
entre 2006 y 2007, otro 2010 y 2011). En este año realizarán tres escuelas regionales de
las que esperan egresen 90 mujeres. “Nuestra idea siempre ha sido tener compañeras
preparadas, tenemos promotoras en agro-ecología, facilitadoras e investigadoras mediante
la metodología ‘formar haciendo’…, todo eso tiene mucho que ver en la lucha política
por la tierra, todo esto se relaciona”, explica una de sus lideresas Raquel Velásquez4.

Acceso a la tierra, copropiedad, propiedad directa y defensa del territorio


Las organizaciones de mujeres Mamá Maquín, Madre Tierra e Ixmucané se formaron en
los años noventa, cuando sus integrantes residían en condición de refugiadas en los
estados mexicanos de Campeche, Quintana Roo y Chiapas, donde llegaron más de cien
mil personas para salvar su vida de la política de tierra arrasada del ejército de Guatemala
en los primeros años de la década de los ochenta. Miles de estas familias desplazadas
fueron despojadas de sus tierras cuando se vieron obligadas a salir del país.
Las refugiadas se identifican en varias investigaciones como las primeras
guatemaltecas en impulsar el reconocimiento del derecho a la propiedad de la tierra para
las campesinas. Sus años de participación les han permitido tomar conciencia sobre la
dignidad de las mujeres como personas con derechos y del valor de su trabajo. De ahí la
importancia que le asignan a cambiar las relaciones con los hombres y también su papel
en la sociedad.
“… hemos aprendido que las luchas que tenemos que hacer son ‘con’ y ‘frente’ a
nuestras parejas, comunidades y organizaciones. Es con nuestros compañeros, pero
también frente a ellos; hay luchas por hacer con las organizaciones sociales y populares,
pero también frente a ellas. Entendemos que por eso nuestras luchas no son sencillas,
requieren de la construcción de la unidad a varios niveles para lograr que las mujeres,
indígenas y campesinas en particular, ejerzamos plenamente nuestros derechos”. 5

Las primeras tierras adjudicadas para las familias de retornados quedaron bajo la Ley
del Instituto Nacional de Cooperativas (INACOOP) que niega a las mujeres con pareja el
derecho a ser socias porque sólo acepta a los “jefes de familia”. 6 Al pasar de unos años,
las cooperativas se transformaron en un eje de poder y decisión en la mayor parte de las
comunidades. Sus estructuras dejaron de lado prácticas comunitarias utilizadas antes o

4
Entrevista realizada el 13 de febrero de 2012.
5
Alianza de Mujeres Rurales por la Vida, Tierra y Dignidad. Nuestro pasado, nuestro presente y nuestro
futuro (Memoria, lucha y realidad). Editorial Magna Tierra. Guatemala 2007. Págs. 215 y 216.
6
La Ley del INACOOP es inconstitucional porque viola el Artículo 4º. de la Constitución Política de la
República de Guatemala, el cual reconoce la igualdad de derechos para mujeres y hombres.

3
durante el refugio. Las juntas directivas tomaron el control de proyectos económicos, de
la tierra y hasta de normas sociales. En algunos lugares los directivos contrajeron deudas
y dispusieron de algunos bienes. Se registraron casos de dirigentes que rechazaron
proyectos ofrecidos por agencias internacionales para favorecer su entrada a los llamados
mercados solidarios, debido a que en éstos era un requisito aplicar el enfoque de género
para ser beneficiarios.
Un alto porcentaje de las familias retornadas obtuvo tierra de poca fertilidad, 7 un
problema que es el uso excesivo de pesticidas y la erosión de los terrenos 8, además sus
comunidades están ubicadas en lugares con deficientes vías de comunicación. En muchos
casos carecen de ingresos suficientes para pagar las deudas contraídas. Esta situación ha
fomentado la migración al norte, principalmente de hombres y jóvenes, lo que ha traído
como consecuencia una mayor carga de trabajo para las mujeres, quienes están obligadas
a pagar a las cooperativas las multas por trabajo comunitario no efectuado. Muchas
copropietarias, por la presión de la pobreza, han tenido que salir a trabajar como
jornaleras en fincas para que sus hijas e hijos puedan estudiar.9
Por necesidad de ingresos, muchas personas han vendido su parcela a finqueros y a
otros vecinos, que han iniciado un nuevo proceso de acaparamiento de tierra. Esto aceleró
el interés por conseguir la titulación individual, sin que los derechos de las mujeres
quedaran plenamente asegurados. Otras comunidades están en riesgo de perder sus tierras
por la construcción de grandes proyectos de carreteras e hidroeléctricas. Además la
juventud enfrenta el problema de no tener tierra para vivir y para trabajar.
Al analizar la lucha por la copropiedad, la investigadora guatemalteca Diana García 10
sintetiza en tres momentos la experiencia de la Alianza de Mujeres Rurales:
a) Se inicia en el refugio en los años noventa. Para algunas mujeres, el derecho a la
copropiedad se convierte en un fin; para otras, en una estrategia de negociación
que les permite relaciones más justas con los hombres a distintos niveles. El
anhelo de la copropiedad se construye no sólo para decidir sobre la tierra, sino
para prevenir el abandono de sus parejas o la expulsión de sus comunidades, así
como para evitar su venta y estar en capacidad de heredarla a sus hijas e hijos.
b) Entre 2001 a 2003. En procesos de discusión interno hay mujeres que manifiestan
su interés por participar en la toma de decisiones en la producción, en la
perspectiva de cuidar la tierra, ya que los hombres no siempre lo hacen;
asimismo, para disfrutar de sus beneficios y sentirse bien. En debates más
amplios11 identifican nuevos riesgos, como la pérdida de sus tierras por la
construcción de hidroeléctricas y otras obras de infraestructura. “Ante esto, la
copropiedad no basta”.

7
El 74% de las comunidades retornadas se dedicaban fundamentalmente a la agricultura de subsistencia sin
producir excedentes. En: Alianza de Mujeres Rurales por la Vida, Tierra y Dignidad. op. cit. Pág. 204.
8
Alianza de Mujeres Rurales por la Vida, Tierra y Dignidad. Escuela Nacional de Formación Integral.
Documento de Sistematización. Guatemala 2006-2007. Pág. 113 y 114.
9
Rosalinda Hernández Alarcón. Las campesinas y su derecho a la tierra (Realidad y emancipación).
Ediciones La Cuerda. Guatemala, 2005. Pág.79.
10
Mujeres, enfoques y luchas. Ponencia presentada en el 1er. Encuentro Nacional de Investigación en
Estudios de Género y Feminismo. Guatemala, 11 y 12 de noviembre de 2004.
11
Con la Coordinadora Nacional de Organizaciones Campesinas (CNOC) para la construcción de la
Reforma Agraria Integral; con la Mesa Global y la Alianza por la Vida y la Paz de Petén para el análisis de
los efectos de los megaproyectos.

4
c) A partir de 2004. Tomando en cuenta un análisis crítico del modelo neoliberal,
encuentran nuevas dinámicas, entre ellas: un aumento de los procesos de
acaparamiento de tierras por parte de grandes finqueros o caudillos locales y,
debido a la falta de oportunidades para tener una vida digna, un mayor interés por
adquirir títulos de propiedad para vender sus terrenos y migrar al exterior. “Sin
lugar a dudas, ante esto, la copropiedad, tampoco basta”.

Desde el refugio en México participaron en la selección del lugar de retorno, en la


firma de los mandatos de compra, la negociación de créditos y el reconocimiento legal,
institucional y familiar de su derecho a la copropiedad. Primero hablaron de “patrimonio
agrario familiar” y hoy reivindican con mayor énfasis el derecho a la propiedad directa de
la tierra, aunque reconocen que la copropiedad para algunas mujeres podría ser una forma
de seguridad para ellas y sus hijos, en caso de ser abandonadas por los esposos o por si
deciden romper los lazos de pareja, además para ejercer su derecho a la participación con
voz y voto en sus comunidades.
Aunque las experiencias son diversas, lo cierto es que la reivindicación de la
copropiedad se ha ido desdibujando, ya no es una consigna general de la Alianza de
Mujeres Rurales. Hay comunidades donde mujeres casadas y viudas se convirtieron en
copropietarias al momento de legalizar sus tierras; en otros sólo las viudas o ellas
conjuntamente con sus hijos, pero no lo han logrado todas las madres solteras. En otras
han rechazado esta figura, debido principalmente a las condiciones de trabajo que las
cooperativas o asociaciones les exigen. Algo generalizado es que las mujeres solteras sin
hijos están excluidas de la posibilidad de acceder a la tierra.
“Desde nuestra experiencia también hemos aprendido que, a pesar de que tengamos
legalmente el papel donde se registra que somos propietarias o copropietarias eso no nos
sirve de mucho si no tenemos claridad acerca de la desigualdad y de las injustas
relaciones de poder que siguen existiendo y que queremos cambiar”.12

Casi 20 años después de iniciado su retorno, ellas han acumulado un amplio


aprendizaje. En sus análisis críticos han calificado como “muy complicado” lograr que
los hombres lleguen a reconocer el significado de la propiedad de la tierra para las
mujeres, ya que ese derecho ha sido negado durante generaciones bajo el entendido que
lo “natural” es que ellos sean quienes tengan la potestad de decidir sobre su uso y control.
Integrantes de la AMR señalan como dificultades encontradas: la discriminación
machista en todos los espacios, los incumplimientos gubernamentales con los
compromisos firmados para el retorno y los Acuerdos de Paz, así como la situación de
violencia dentro y fuera del hogar, la contaminación y destrucción de la naturaleza (agua,
montañas, químicos...) y la falta de servicios públicos de calidad y de apoyo a las
pequeñas economías campesinas. En sus experiencias de participación comunitaria en las
que han defendido con firmeza los derechos de las mujeres, sus organizaciones o ellas
mismas han sufrido agresiones como burlas, insultos, descalificaciones, quema de sus
locales e incluso amenazas.
El modelo de “reforma agraria asistida por el mercado” que incluye la venta
voluntaria de tierras, la identificación de los terrenos por los posibles compradores y la
contratación de entes privados para avalúos, asistencia técnica, etc. definitivamente no
12
Alianza de Mujeres Rurales por la Vida, Tierra y Dignidad. Nuestro pasado, nuestro presente y nuestro
futuro (Memoria, lucha y realidad). Editorial Magna Tierra. Guatemala 2007. Pág. 252.

5
responde a las demandas de las mujeres, en tanto a las personas solicitantes de tierra les
adjudican terrenos sobrevaluados, carecen de suficiente capital para inversión y les
niegan una asistencia técnica eficiente. En suma, las reglas del mercado responden a los
intereses de los finqueros y tienen un enfoque patriarcal y racista.
A nivel individual, de pareja y de familia, en la AMR han aprendido que a pesar de
obtener legalmente un papel que las registre como propietarias o copropietarias, lo
importante en todo caso es tener claridad acerca de las relaciones desiguales de poder que
existen entre mujeres y hombres, las cuales pueden ser transformadas ya que socialmente
las aprendieron. La llamada seguridad jurídica sobre la tierra carece de importancia para
las mujeres si los hombres siguen mandando y controlando ese bien.
…vemos que las decisiones sobre el uso, cuidado y beneficios de la tierra a nivel
comunitario siguen siendo a nivel de la cooperativa o asociación. Ahí las mujeres todavía
tenemos muy poca influencia, excepto cuando alguna de nosotras llega a ocupar un cargo
en la junta directiva.13

Las organizaciones de la AMR iniciaron desde 2002 el análisis sobre el impacto de


los proyectos multinacionales, entre ellos, el Plan Puebla-Panamá y los tratados de libre
comercio que afectan a sus comunidades. En sus reflexiones incluyeron las repercusiones
que viven como el aumento de precios en los alimentos, el desempleo, el incremento de
la siembra de drogas y el narcotráfico, las presiones para vender terrenos a finqueros, las
migraciones ante la falta de oportunidades para el “buen vivir”. Todo ello, las llevó a
tomar conciencia de la problemática nacional más allá de sus problemas comunitarios, en
especial la injusta distribución de la tierra y la concentración de la riqueza. Paralelo a
ello, fueron reivindicando el cuidado de la tierra, negándose al uso de pesticidas y de
semillas transgénicas. Han recuperado su cultura como mujeres indígenas que preservan
la naturaleza, valorando la importancia del manejo de la basura y las prácticas de
consumo. Además cuentan con elementos que les permiten ubicar la vulnerabilidad que
enfrentan por los fenómenos atmosféricos que ocurren como efecto del cambio climático,
por ejemplo las tormentas que destrozan cultivos y viviendas.
A partir de 2006, han impulsado una resistencia organizada contra la explotación
minera, la extracción de petróleo y la construcción de hidroeléctricas, ya que generan
problemas a las comunidades campesinas, entre ellos: la destrucción de los ecosistemas,
la contaminación principalmente del agua, daños a la salud, agresiones a la identidad y
derechos de los pueblos indígenas porque sin consultarlos imponen ese tipo proyectos en
territorios donde ellos habitan. Otra afectación es la propalación de mentiras que realizan
las empresas para confundir a la gente y la entrega de regalos o apoyos para dividir a las
comunidades. En particular sobre las represas observan como amenazas los desalojos y la
expropiación de tierras, la falta de disponibilidad de agua, el riesgo de la extinción de
especies animales y la destrucción de tierras agrícolas, bosques o humedales.
La AMR ha estado presente en diferentes manifestaciones y ha participado en
consultas comunitarias, municipales o populares para expresar su rechazo a los grandes
proyectos que benefician a empresas internacionales y nacionales. Al defender el
territorio, reivindica el derecho a resguardar la naturaleza y a decidir sobre el uso del
patrimonio natural.
Esta posición la respaldan en los siguientes ordenamientos:
 Convenio 169 de la OIT (artículos. 2, 4, 5, 6, 7, 8 y del 12 al 15).
13
Alianza de Mujeres Rurales por la Vida, Tierra y Dignidad. op. cit. Pág. 262.

6
 Constitución Política de Guatemala (artículos 44, 46, 58, 66, 67 y 68).
 Código Municipal (artículos: 60, 64, 65 y 66).
 Ley de Consejos de Desarrollo Urbano y Rural (artículos 1, 2, 13).

En sus alianzas con agrupaciones mixtas, la AMR define el territorio como parte de
su historia, cultura y espiritualidad, más allá de un área geográfica, “desde donde hemos
construido equilibrio y el adecuado aprovechamiento de la tierra, la biodiversidad, el
ecosistema, el subsuelo y los recursos naturales renovables y no renovables. En donde
hombres y mujeres, no importando las edades, tejemos relaciones sociales y
comunitarias…”14
En la actualidad impulsa proyectos de agricultura sostenible y de producción de
granos básicos. Inició con la formación de 30 promotoras en agro-ecología, quienes
utilizan técnicas que evitan la erosión de la tierra, aplican abonos orgánicos y diversifican
sus cultivos. Cada una de ellas tiene el compromiso de incorporar a ocho mujeres a fin de
lograr que 240 campesinas garanticen su alimentación, pero sobre todo decidan qué hacer
sobre el beneficio que obtengan de su trabajo. En opinión de Raquel Velásquez, “esto
ayuda al empoderamiento de las mujeres, ademán ellas han hecho intercambio de
semillas y han logrado buena producción”. Otro reto es contar con capacitadoras mujeres.

Una problemática común, diferentes soluciones


Las integrantes de la Alianza de Mujeres Rurales han participado en encuentros de
análisis local y formación política, en los que siempre ha estado presente el análisis de la
situación agraria. En sus reflexiones han reiterado que las estructuras de las asociaciones
o cooperativas siguen siendo dirigidas sobre todo por hombres, que ellas todavía no se
pueden expresar con toda libertad, sin burlas y en un ambiente de respeto, y que las
instituciones del Estado encargadas de atender la demanda de tierra 15 continúan
discriminando a las mujeres.
Entre 2002 y 2003 la Alianza de Mujeres Rurales (AMR) y la Coordinadora de
Mujeres por el Derecho a la Tierra y la Propiedad impulsaron un proceso para construir
una Agenda Nacional de las Mujeres Rurales, la cual contenía aspectos generales
dirigidos principalmente a las entidades del Estado. Ejemplo de ello es la demanda de
políticas públicas que tomen en cuenta las necesidades de las mujeres. Mientras que el
Programa de la AMR incluía propuestas a fin de que las mujeres las pusieran en práctica
ellas mismas: “disfrutar los beneficios producto del trabajo de la tierra”, “heredar a las
hijas”.
La Agenda de Mujeres Rurales contenía tres ejes: tierra, trabajo y participación. Fue
avalada por alrededor de 70 organizaciones sociales, tuvo como propósito contribuir a
visibilizar y articular tales luchas a través de la “Campaña es tiempo de hablar”. Al
referirse a esa actividad, la AMR afirmaba: “nos permitió conocer y entender cómo
14
Planteamiento de la Alianza de Mujeres Rurales presentado en el III Congreso Nacional Campesino
realizado en diciembre de 2006 con la participación de 264 delegadas y 314 delegados. La AMR, CNOC y
la Comisión Nacional Permanente-Tierra (CNP-Tierra) convocaron a esta actividad.
15
La única institución que en estos momentos aprueba créditos para la adquisición de tierra para
campesinas y campesinos es el Fondo de Tierras. En 12 años de funcionamiento entregó 264 fincas para
20,259 familias, eso significó beneficiar a 17,827 hombres, es decir, el 88 por ciento del total. Cabe resaltar
que en los últimos cinco años sólo entregó 38 fincas, el 14 por ciento del total.

7
funcionaba el conjunto de instituciones -vinculadas a los derechos de las mujeres- y que
hasta entonces desconocíamos. Con la campaña se buscaba informar y sensibilizar a las
autoridades e instancias de gobierno y la cooperación internacional acerca de la realidad
de las mujeres rurales”.16 Con respecto a la tierra, definieron los puntos que se indican en
el cuadro siguiente. Cabe señalar que si bien fue un avance construir esta agenda, su
respaldo político duró poco, aunque su contenido sigue siendo válido.

Programa de la Alianza de Agenda de Mujeres Rurales


Mujeres Rurales Eje: Tierra
 Decidir sobre cómo trabajar la  Una política de acceso, tenencia, restitución
tierra. y uso de la tierra con enfoque de género.
 Sembrar y cultivar para asegurar la  Una política de desarrollo rural que tome en
alimentación, salud y bienestar cuenta las necesidades de las mujeres.
familiar.  Programas de atención específicos que
 Disfrutar de los beneficios producto incluyan comercialización, créditos flexibles,
del trabajo de la tierra. asistencia técnica y diversificación de
 Heredar a las hijas. cultivos.
 Trabajar colectivamente las  Reformulación de los estatutos del
mujeres. INACOOP y las Empresas Asociativas
 Aprovechar en igualdad los bienes Campesinas (ECAS) para promover y
comunitarios. garantizar la participación de las mujeres,
 Tener seguridad de habitarla como con voz y voto, para elegir y ser electas en
pueblos, apreciarla y disfrutarla. cargos de dirección, incluyendo el
 Respetar el derecho de reconocimiento de su trabajo productivo y
copropiedad, propiedad directa y reproductivo como aporte para ser socias de
representación conjunta de los cooperativas y empresas.
bienes por parte de las mujeres.

Para la Alianza de Mujeres Rurales, la problemática de las campesinas en relación


con la tierra debe ser motivo de debate, preocupación e interés de los distintos sectores
del país porque compete no sólo a las mujeres del campo. Defiende la identidad y los
derechos de los pueblos indígenas a tener una relación con la tierra de acuerdo a su
historia, región y cultura.
Las experiencias de articulación que ha promovido la AMR y en las que ha tenido
una participación muy importante son varias, además de la “Campaña es tiempo de
hablar”, está el I Encuentro de Mujeres Rurales en 2005, donde asistieron delegadas de la
CNOC y la Red de Mujeres de Plataforma Agraria. En dicha actividad pusieron énfasis
en el intercambio de experiencias, en especial, su lucha por la tierra.
En 2006, por iniciativa de estas tres agrupaciones, realizaron seis encuentros
regionales en: Ixcán, Alta y Baja Verapaz; Huehuetenango, Petén, Nor-oriente, Nor-
occidente, Costa Sur y Boca Costa. Lograron sintetizar momentos históricos de su lucha
y coincidieron en formar parte de una articulación nacional. Esto último lo refrendaron en
noviembre de ese año en el II Encuentro de Mujeres Trabajadoras del Campo

16
Nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro (Memoria, lucha y realidad). Editorial Magna Tierra.
Guatemala 2007. Pág. 146.

8
(participaron casi 200 delegadas de 18 de los 22 departamentos del país), donde se
pronunciaron por la defensa del territorio y la resistencia al neoliberalismo.
Las organizaciones de la AMR también formaron parte del proceso que llevó a
constituir la Colectiva de Mujeres Campesinas Rux’u’x ulew, experiencia que fue
acompañada por la Asociación Sinergia No’j.17 Asistieron para ello a tres encuentros de
reflexión y debate en 2007, cinco en 2008 y siete en 2009. En su propuesta conjunta
“Nuestros derechos a la tierra y al desarrollo rural” consideran que el acceso a la tierra
forma parte del ejercicio a sus derechos económicos, políticos, sociales y culturales.
Demandan al Estado que impulse medidas afirmativas tendientes a la igualdad y equidad
en el acceso, distribución y uso de la tierra para hombres y mujeres. Se oponen a la
minería y las hidroeléctricas, así como a las grandes plantaciones destinadas a la
producción de agro-combustibles.
Otra convergencia con organizaciones mixtas en la que ha participado la AMR es la
“Campaña Vamos al grano” que inició en 2009 y continúa en el presente año. En este
espacio de articulación con agrupaciones del movimiento campesino y organizaciones de
acompañamiento ha promovido el debate a fin de que exista mayor conciencia acerca de
la validez de su demanda a la propiedad directa de la tierra. De igual manera ha
fundamentado su rechazo al concepto “jefe de hogar” por su carácter autoritario en tanto
las decisiones del llamado jefe son unilaterales e incuestionables, y porque impone una
composición de familia que en las áreas rurales no siempre se ajusta al esquema
tradicional: padre, madre e hijos.
En 2010 reiteró su derecho a la tierra en el Foro Social de las Mujeres Rurales que
tuvo lugar en la ciudad capital los días 14 y 15 de octubre y se entendió como el III
Encuentro Nacional. Al siguiente año convocó a tres encuentros en la ciudad de
Guatemala y siete regionales, además al IV Encuentro Nacional de Articulación de
Organizaciones de Mujeres Rurales y Lideresas de Organizaciones Mixtas. En todas estas
actividades ha reiterado su derecho a la tierra y su disposición a fortalecer la
convergencia de las campesinas organizadas.
A manera de síntesis, algunas lideresas ponen énfasis en el uso y cuidado de este bien
inscrito en la defensa de la “madre tierra” o como parte de la soberanía alimentaria, así lo
explica la consigna: “Garantizar el acceso a las mujeres a la tierra, ¡una solución al
hambre!”. Otras reconocen la necesidad de proponer una nueva institucionalidad que
aplique mecanismos diferentes al mercado, tomando en cuenta la situación de
desigualdad que viven las mujeres y los escasos avances que han existido para atender las
solicitudes de las campesinas sin tierra. Otras más proponen los subsidios no
reembolsables para producir, y el acceso a la tierra sólo lo plantean como consigna
general, al suponer que a través de la aprobación de la Ley de Desarrollo Rural Integral -
que se refiere a la democratización de la tierra- las mujeres serán reconocidas como
beneficiarias. Una opinión más es seguir insistiendo para que el Fondo de Tierras, ahora a
través de su Unidad de Género, atienda nuevas solicitudes, tanto para las hijas de las
retornadas como para vecinas de otras comunidades, quienes carecen de parcelas. Esta
idea la vinculan con la necesidad de formar parte del Consejo Directivo de ese organismo
del Estado a fin de incidir para que se atiendan las propuestas de las mujeres referidas a la

17
En esta colectiva además participan la Organización de Mujeres Estrella Tzutujil, el Comité de Unidad
Campesina y la Asociación de Mujeres Indígenas Voz de la Resistencia.

9
“copropiedad, propiedad y arrendamiento de tierras”. 18 El debate entre las representantes
de estas articulaciones en torno a las diferentes vías de solución no se ha dado, prevalece
una coincidencia: exigir el acceso a la tierra para las mujeres campesinas e indígenas sin
detallar cómo lo proponen.
Con base en la experiencia acumulada, integrantes de la AMR sostienen que es muy
complicado ejercer su autonomía y que el acceso a la copropiedad es insuficiente para
que las mujeres obtengan beneficios de la tierra. Ello ocurre porque la ideología patriarcal
y racista es dominante en todos los espacios públicos y privados. Sin embargo, algunas
que han logrado la propiedad sin intermediarios explican que esa experiencia ha influido
de manera determinante en sus vidas para evitar la dependencia hacia sus compañeros de
vida.
El análisis de la situación que viven las comunidades donde tiene presencia la AMR
confirma que el acceso a la tierra en los términos que les proveyó el Estado de Guatemala
es insuficiente para superar la pobreza, si bien han podido obtener algunos alimentos, su
producción no siempre es suficiente para pagar deudas ni adquirir otros bienes. El Fondo
de Tierras, única institución estatal en Guatemala encargada de un programa de acceso a
la tierra, convierte en sujetos de crédito a mujeres y hombres, pero no garantiza que estos
deudores cuenten con capital y apoyos suficientes para desarrollar sus proyectos
productivos de manera exitosa. Asimismo simboliza la imposición de un mecanismo
diseñado a la medida de los finqueros que venden los terrenos que a ellos les interesa y
una visión neoliberal que ignora las necesidades de la gente sin tierra, lo que lleva
implícito anular la distribución de la tierra sin criterios de ganancia.
Esta afirmación de que la dotación de tierras por parte del Estado no los sacó de la
pobreza también la respaldan grupos de población desarraigada y desmovilizados de la
Unión Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG), que casi en su totalidad “se
encuentran en condiciones de gran precariedad y la mayoría de ellos en niveles de mera
subsistencia, en tierras desgastadas y de baja productividad… en estas comunidades
reasentadas han iniciado nuevos ciclos de migración en búsqueda de oportunidades para
mejorar sus condiciones de vida principalmente a México y Estados Unidos”.19
La AMR aspira a formar parte de un movimiento político de carácter transformador,
ya que rechazan este sistema patriarcal, racista y capitalista. Reivindica los derechos
políticos, económicos, sociales y culturales en una perspectiva de equidad de género.
Otorga relevancia al reconocimiento económico del trabajo doméstico y los aportes
organizativos que realizan las mujeres en las áreas rurales. Como campesinas, mestizas e
indígenas, con conciencia de su identidad cultural y de género, defienden el rescate de la
relación con la tierra desde su cosmovisión y rechazan las prácticas machistas que las
colocan en situación de desigualdad.
El desarrollo de la conciencia sobre las opresiones que viven las mujeres sitúa a las
integrantes de la AMR en una perspectiva de participación con enfoque de género que
incluye espacios locales, regionales y nacionales. En las articulaciones con grupos de
mujeres muestran su fortaleza y madurez acumuladas. Sin duda, los procesos de
formación política y análisis de sus experiencias han contribuido a que ello suceda.

18
Colectiva de Mujeres Campesinas Rux’u’x ulew (Corazón de la Tierra). Nuestros derechos a la tierra y
al desarrollo rural. Guatemala. 2011. Pág. 13.
19
Laura Hurtado y Patricia Castillo. Desarraigados, ¿hasta cuándo? Balance y lecciones aprendidas 1997-
2001. Editorial Serviprensa. Guatemala, 2002. Pág. 87.

10
Esta alianza tiene una amplia visión sobre la problemática que viven las mujeres en el
campo a partir de la falta de políticas públicas que respondan a sus necesidades e
intereses y al mantenimiento de privilegios para los agro-exportadores y compañías
transnacionales, así como por los daños que están provocando los tratados de libre
comercio a las comunidades rurales e indígenas, el cambio climático y la industria
extractiva. La defensa de la “madre tierra” y del territorio es parte importante de sus
planteamientos políticos. Esto último -para algunas- incluye la defensa del cuerpo de las
mujeres, en otras palabras, exigen como derecho tener una vida sin violencia para las
mujeres y sin destrucción de la naturaleza.
Las experiencias de articulación entre mujeres rurales les han confirmado a las
integrantes de la AMR que no necesitan pensar igual y la diversidad representa una
fortaleza: “somos indígenas, mestizas… campesinas, artesanas, trabajadoras de servicios,
comerciantes o laboramos en maquila; tenemos bajos ingresos y algunas ninguno…
Tenemos experiencias de organización acumuladas, unas exitosas y otras con tropiezos…
En general vivimos una situación de mayor desventaja en comparación con los hombres;
una discriminación racial por ser indígenas, e injusticias sociales por ser pobres… La
identidad es importante porque fortalece la articulación de las mujeres de diferentes
organizaciones… Estamos conscientes que somos diferentes y, al mismo tiempo, tenemos
claro cuáles son las mismas opresiones que vivimos y por tanto eso nos une y nos permite
tener objetivos comunes”.20
En estos procesos han avanzado en precisar que la autonomía es un principio para
hacer realidad los derechos de las mujeres: “vemos diferentes autonomías, por ejemplo,
en la participación política, en lo económico, en lo organizativo, en lo personal, en lo
íntimo. Las instituciones que niegan la autonomía de las mujeres son: las iglesias, los
medios de comunicación, el gobierno, la educación sexista, las organizaciones mixtas y
otras donde no hay apertura… Hemos aprendido que para alcanzar autonomía es
necesario quitarnos la culpa… es ejercer nuestros derechos, interpretar la realidad que
vivimos, recuperar nuestra memoria, construir nuestra propia historia, mantener nuestra
lucha y organización como mujeres… Es ser libres para hablar, opinar y decidir sobre
nuestras propias vidas y la forma en que se organiza la comunidad y el país; que no nos
maltraten ni nos menosprecien, tampoco que nos violenten; en suma, ser reconocidas
como sujetos políticos…”21
Cabe señalar que en los primeros procesos de articulación las entidades de
cooperación y de acompañamiento influían mucho en el diseño y organización de las
campañas y encuentros de las mujeres rurales, y actualmente las agrupaciones sociales
han ido ganando autonomía para definir cómo, dónde y cuándo convocan a las
actividades de articulación.
La Organización Madre Tierra y la Organización Mamá Maquín, que constituyen la
AMR, además de continuar ejecutando sus planes como alianza (formación política,
agro-ecología, etc.) tienen previsto seguir jugando un papel relevante en la convergencia
de agrupaciones de mujeres rurales a fin de posicionar sus demandas, entre ellas, el
acceso, uso, propiedad y beneficio de la tierra, en el entendido de que si bien las

20
Avances políticos en la articulación de mujeres campesinas y rurales en Guatemala (2002-2011).
Documento de trabajo no publicado de la Articulación de Organizaciones de Mujeres Rurales y Lideresas
de Organizaciones Mixtas. Guatemala, 2011. Págs. 3 y 4.
21
Op. cit. Págs. 5 y 6.

11
retornadas tuvieron oportunidad de ser propietarias o copropietarias, en Guatemala hay
muchas otras mujeres que requieren un pedazo de tierra para vivir y para trabajar.
Con base en las observaciones de la investigadora argentina Isabel Rauber, quien
sugiere aplicar otros criterios para evaluar los avances en la articulación hacia la
construcción de sujetos políticos más allá de la solución de demandas por parte del
Estado, la Alianza de Mujeres Rurales tiene logros en el cambio de actitudes en la vida,
en la sistematización de experiencias y en la capacidad de organización y movilización.
La asignatura pendiente es precisar cómo visualizan la solución de su demanda de tierra:
a través de qué mecanismos, para cuántas mujeres y en cuáles municipios, qué significa
condiciones específicas para campesinas. Ello les permitiría acuerpar una reivindicación
muy sentida en este país, no sólo por parte de las dos organizaciones que la integran sino
de otros grupos con los que actualmente mantiene articulaciones políticas a nivel local,
regional y nacional.

Ciudad de Guatemala, 21 de febrero de 2012.

Bibliografía

Alianza de Mujeres Rurales por la Vida, Tierra y Dignidad. Nuestro pasado, nuestro
presente y nuestro futuro (Memoria, lucha y realidad). Editorial Magna Tierra.
Guatemala 2007.
_____________Escuela Nacional de Formación Política Integral. Documento de
Sistematización. Guatemala. 2006-2007.
Avances políticos en la articulación de mujeres campesinas y rurales en Guatemala
(2002 – 2011). Documento de trabajo no publicado de la Articulación de Organizaciones
de Mujeres Rurales y Lideresas de Organizaciones Mixtas. Guatemala, noviembre 2011.
Hernández Alarcón, Rosalinda. Las campesinas y su derecho a la tierra (Realidad y
emancipación). Ediciones La Cuerda, Guatemala, 2005.
Hurtado, Laura y Patricia Castillo. Desarraigados, ¿hasta cuándo? Balance y lecciones
aprendidas 1997-2001. Editorial Serviprensa. Guatemala, 2002.

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