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Primer concurso de cuento ilustrado

“MUJERES ENTRE LA LITERATURA


Y LA PLÁSTICA”
Primer concurso de cuento ilustrado:
“Mujeres entre la literatura y la plástica”

Galia Lozano Vázquez


Amanda Rosa Pérez Morales
Martha Erika Mateos Genis
Sandra Lilia Palacios Gregorio
Nidia Guiochin Sotomayor
compiladoras

Benemérita Universidad Autónoma de Puebla


Dirección de General de Publicaciones
2022
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla
◆ Rectora: María Lilia Cedillo Ramírez
◆ Secretaria General: José Manuel Alonso Orozco
◆ Vicerrector de Extensión y Difusión de la Cultura: José Carlos Bernal Suárez
◆ Dirección General de Publicaciones: Luis Antonio Lucio Venegas

Primera edición: 2022


ISBN: 978-607-525-899-7
Soporte final: PDF
Peso: 8.4 Mb

DR © Benemérita Universidad Autónoma de Puebla


4 Sur 104, Centro Histórico, Puebla, Pue. CP 72000
Teléfono: 222 229 55 00
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Diseño de portada: Francisco González Bernal

Hecho en México
Made in Mexico
ÍNDICE
Prólogo....................................................................................... 7
Eulalia y las ciruelas.................................................................. 12
Un día cualquiera...................................................................... 16
Azul............................................................................................. 20
Y si fuera…................................................................................ 23
Eterna......................................................................................... 26
Emely y el espejo....................................................................... 30
Mutante...................................................................................... 34
La Obra de Kome...................................................................... 38
No abras las piernas.................................................................. 42
Heal............................................................................................. 44
Disparo de Mazars.................................................................... 47
El túnel....................................................................................... 49
La cena de los mapaches.......................................................... 51
Árbol Cereza.............................................................................. 54
Volando juntas.......................................................................... 57
Perder por default..................................................................... 60
Reencuentro............................................................................... 64
Un recuento de Ikal en la oscuridad...................................... 68
Los mundos de Remedios........................................................ 71
Médium...................................................................................... 75
La caja de los sueños................................................................. 78
El Festival................................................................................... 81
Prólogo 7

PRÓLOGO

La plástica y la literatura son dos ramas de la creación ar-

tística que han transitado particularmente juntas durante

todo su despliegue. Ambas han sido las acompañantes del

ser humano en su incansable búsqueda de nuevas for-

mas de materializar su conciencia y de descubrir (o crear)

nuevos mundos. La plástica es la huella pura; la sólida e

intuitiva manera de plasmar todo aquello que percibimos

tanto fuera de nosotros, como en la relación con nosotros

mismos. Es, también, registro indudable de la historia de

la especie humana. La plástica exhibe. Es luz de vida; ca-

mino de subjetividades y encuentro.

La literatura, por su parte, reflexiona sobre todo aque-

llo que percibimos a través de las imágenes, tanto de la

Naturaleza como de nuestro inconsciente. Esa variada in-

7
8 Prólogo

formación la recopila y crea con ella historias, universos

que se escapan a lo que podemos plasmar, a veces, mate-

rialmente. Razona, busca un fundamento, penetra en lo

más íntimo de nuestro pensar. La literatura intenta desci-

frar la oscuridad dentro de la luminosidad, pero, tanto la

literatura como la plástica se apoyan una en la otra para

conformar la experiencia de la vida y también da la opor-

tunidad de que trascendamos nuestra finitud.

Así, encontramos artistas que transitan entre ambas áreas

creativas para intentarnos dar una aproximación múltiple

de una idea –obra artística–. Los y las creadoras buscan

ampliar el universo de sensaciones que nuestros espacios

individuales proponen. En este transitar incluyen, también,

nuevas formas creativas amparadas por la explosión del de-

sarrollo científico-tecnológico. Es por ello que, áreas como

el arte digital en su totalidad, se vuelven espacios comunes,

pliegues necesarios para pensar la literatura y la plástica en

el contexto actual. Dentro de este vaivén artístico, enton-


Prólogo
“Mujeres entre la literatura y la plástica” 9

ces, destaca la mirada femenina, por incluir, desde su pro-

pia esencia, una perspectiva plural a las cosas; es decir, una

percepción que incluye la plasticidad y la escritura para

abordar temas cotidianos y situaciones vivenciales.

Debido al decursar histórico-político-cultural y social

por el que han atravesado las mujeres en su relación con

la creación, la Escuela de Artes Plásticas y Audiovisua-

les, en vinculación con la Vicerrectoría de Extensión y

Difusión de la Cultura, decidimos lanzar el concurso de

relato corto ilustrado: “Mujeres entre literatura y la plás-

tica”. Este proyecto buscaba explorar de qué manera se

entrecruzaban la reflexión y la creación pictórica en los

procesos creativos de las artistas jóvenes pertenecientes a

nuestra Escuela.

Después de un proceso exhaustivo de selección, el ju-

rado decidió premiar con el primer lugar a “Eulalia y las

ciruelas”, redactado e ilustrado por Jaaziel Rueda García.

En segundo lugar, el jurado otorgó el premio a “Un día


10 Prólogo
“Mujeres entre la literatura y la plástica”

cualquiera”, de Ana Mastretta. Finalmente, decidió dar el

tercer lugar a María José Fernández Bello con “Azul”.

Gracias a la calidad artística-literaria de los envíos, se

decidió incluir en esta antología una selección de los re-

latos ilustrados, con el objetivo de divulgar el excelen-

te trabajo de las nuevas generaciones de mujeres en el

ámbito del arte. Con ello también buscamos compartir

una muestra de las temáticas más abordadas dentro de

la creación juvenil contemporánea. Historias en torno a

la identidad, a la violencia hacia las mujeres, al recono-

cimiento profesional, a la maternidad, destacan en esta

muestra. Asimismo, la diversidad, la magia de la realidad,

y el maravilloso mundo espiritual-psicológico humano

se colocan en un crisol de contrastes que con una voz y

mirada propia adentran al espectador en espacios íntimos

y atmósferas reflexivas.También, podremos apreciar la va-

riedad de técnicas y estilos pictóricos utilizados para la

narrativa total de los relatos.


Prólogo 11
“Mujeres entre la literatura y la plástica”

Los y las lectoras tienen en sus manos universos icono-

gráficos y reflexivos de los cuales no solo serán testigos,

sino partícipes activos y activas al ver reflejada la propia

vivencia, la historia de la amiga, la compañera, la herma-

na; sí, la presencia de las mujeres.

Galia Lozano Vázquez

Amanda Rosa Pérez Morales

Martha Erika Mateos Genis

Sandra Lilia Palacios Gregorio

Nidia Guiochin Sotomayor


12 “Mujeres entre la literatura y la plástica”

EULALIA Y LAS CIRUELAS


Jaaziel Rueda García

Eulalia nació de la cosecha más abundante que habían dado

los ciruelos en años. Desde entonces su existencia quedó

atrapada entre aquellas ramas tostadas y bolitas verde-ama-

rillas. Apenas pudo caminar se subió a los ciruelos, aprendió

a escalar antes de saber hablar. Trepada en los árboles comía,

repasaba sus lecciones, jugaba, a veces hasta dormía, nomás

le faltaba cagar ahí, decía mamá (en paz descanse).

Como desde que nació Eulalia los ciruelos daban dema-

siada fruta grande y deliciosa, emprendimos un negocio de

curado; jamás olvidaré la primera vez que Eulalia probó las

ciruelas curadas, estaba encantada. Ese día se acabó una jarra

de dos litros de curado ella sola, sin que nos diéramos cuen-

ta; la pobrecita se puso hasta las chanclas y se quedó bien

dormidita. Quizás este fue el inicio de la leyenda.


“Mujeres entre la literatura y la plástica” 13

A sus doce años Eulalia se conocía el negocio del curado

de pe a pa. Ella tenía su propia receta, hasta su propia manera

de cortar las ciruelas y picarlas. Yo seguía sus instrucciones

al pie de la letra, prácticamente era su curado, yo solo la

ayudaba. Eulalia decía que las ciruelas le hablaban, le re-

velaban secretos y le decían cómo prepararlas. Lo cierto es

que el curado de Eulalia se volvía cada vez más famoso con

los años, incluso llegaba gente de otros lados para probar el

curado mágico. La leyenda decía que cuando comías cura-

do de Eulalia podías resolver tus problemas y había quienes

escuchaban los consejos de sus ancestros en el sabor de las

ciruelas. Después de que mamá Nabora murió, escuchaba

sus groserías en el viento cuando comía curado mágico, eso

me reiniciaba la vida. Gracias a ese bendito curado, Eulalia

se hizo famosa en la región. La gente la consideraba una

mujer sabia, que transmitía conocimiento con sus deliciosos

curados mágicos. “Soy sabia porque como ciruelas”, decía,

“porque entiendo a los árboles”.


14 “Mujeres entre la literatura y la plástica”

En la madrugada de su cumpleaños número sesenta, Ma-

ría Eulalia se sintió inexplicablemente atraída por la oscuri-

dad del patio trasero. Como hipnotizada, se levantó y salió

de la casa hacia el gigantesco patio para perderse entre los

árboles. Estaba lista. María estaba destinada a convertirse en

un árbol de ciruela.

Me lo dijo el curado mágico días después de que Eulalia

se fuera. ¡Era obvio! Eulalia se fue, pero en su lugar dejó no

un árbol de ciruela sino un bosque entero, cientos y cientos

de semillas de sabiduría.
“Mujeres entre la literatura y la plástica” 15
16 “Mujeres entre la literatura y la plástica”

UN DÍA CUALQUIERA
Ana Mastretta Yanes

8:00 am. Despierto acurrucada en mi cama.

(ser mujer solo me ha traído dolor)

8:30 am. Disfruto del calor de mis sábanas.

(sé que tengo privilegios que protegen este cuerpo: soy

blanca, delgada, de clase alta).

9:00 am. Bajo a la cocina.

(pero si yo hubiera sido hombre, él no me habría lasti-

mado).

10:00 am. Termino de desayunar.

(nunca estoy a salvo, ni en el Uber, ni al caminar en la

calle).

11:00 am. Escombro mi estudio.

(él era alguien de absoluta confianza).

12:00 pm Comienzo a bocetear.


“Mujeres entre la literatura y la plástica” 17

(¿cómo fue capaz de hacerme algo así? Yo tenía 13 años

¿o 14?).

1:00 pm. Me distraigo con el celular.

(no hubo ninguna señal, ninguna red flag, solo pasó).

2:00 pm. Me llaman a comer.

(me gusta mi cuerpo, mis senos, mis caderas, mi sangre

menstrual).

3:00 pm. Disfruto mi postre.

(me gusta mi feminidad, mis vestidos, peinados, bolsas).

4:00 pm. Me distraigo con el celular.

(pero quisiera volver el tiempo atrás, que otro esperma

fecundara el óvulo).

5:00 pm. Trato de leer para la tesis.

(habría empezado a jugar fútbol desde más chiquita).

6:00 pm. Me frustro.

(ese día, ser mujer fue mi condena).

6:30 pm Juego con mi perrito.

(pero ¿si hubiera nacido hombre sería quién soy?).


18 “Mujeres entre la literatura y la plástica”

7:00 pm. Ceno.

(¡qué importa! él no me habría lastimado).

8:00 pm. Pongo música y respiro.

(quisiera ser niña de nuevo y estar con mi abu).

8:30 pm.Vuelvo al boceto.

(lo mejor de 4o de primaria fue jugar fut con mis amigas).

9:00 pm. Siento el placer de dibujar.

(y lo mejor de la secu fueron las pijamadas con ellas).

10:00 pm. Termino de trabajar por hoy.

(también he vivido experiencias muy bonitas).

10:30 pm. Me pongo mi pijama.

(me gusta mucho ser quien soy).

11:00 pm. Les deseo las buenas noches a mis papás.

(¿qué habría sido de esa yo de 13 años si no hubiera di-

bujado?).

12:00 am. Duermo.

(he perdido la cuenta de la cantidad de veces que el arte

me ha salvado la vida).
“Mujeres entre la literatura y la plástica” 19
20 “Mujeres entre la literatura y la plástica”

AZUL
María José Fernández Bello

Puse la última pincelada en su rostro: el brillo de un ojo

color blanco puro, el alma misma de sus ojos. Por un breve

momento, solo estuvimos ella y yo, frente a frente; la venta-

na, abierta, dejaba entrar el aire frío y el silencio nocturno,

erizando mi piel sin poder distinguir si la causa era el clima

o lo que se encontraba frente a mí. Retrocedí dos pasos

para contemplarla mejor y la vi; ella me devolvió la mirada,

una mirada longeva y melancólica. Su rostro resaltaba so-

bre el fondo azul en monocromía. Todavía en éxtasis, tomé

asiento frente a ella y contuve mis ganas de tocar su rostro

todavía fresco.

Cada día, me sentaba frente a ella; trataba de adentrarme

en el azul de sus ojos y descifrarla: descifrar la causa de su

añoranza, descubrir la historia en sus rasgos. Pasaba horas


“Mujeres entre la literatura y la plástica” 21

inquisitiva, preguntándome: ¿De dónde había venido? ¿Por

qué y cómo había llegado a mí? ¿Quién era? Solo para

volver al inicio de mis deducciones, sin ningún resultado.

Pronto, decidí ubicarla frente a mi cama, por lo que al des-

pertar era lo primero que veía y, al dormir, lo último; solía

acostarme viendo hacia ella y me perdía mirándola rumbo

al sueño profundo.

Pero un día desperté para contemplar un lienzo azul, va-

cío. El dolor fue desgarrador; grité y rogué que volviera, sin

saber si me escucharía donde quiera que estuviera. Me sentía

perdida, vacía, sentía que me habían arrebatado la vida mis-

ma. No pude dormir ni comer; la quería de vuelta, por lo

que solo pude sentarme a esperar. Me senté a ver el lienzo

vacío sin apartar la mirada ni parpadear; pasó tanto tiempo

que mi vista solo veía azul: los colores se volvieron tonali-

dades de azul, mi mente se llenó de azul, yo me volví azul.

Hasta que un día, regresó; se acercó a mí con un pincel

con color blanco y quedamos frente a frente, en silencio;


22 “Mujeres entre la literatura y la plástica”

retrocedió, me miró fijamente y luego tomó asiento frente

a mí. Era ella, tan hermosa, tan real, pero no pude tocarla.

El tiempo transcurrió muy rápido, pero solíamos mirarnos

como antes. Deseé recuperarla por tanto tiempo que no po-

día apartar la vista, hasta que una noche, vi el reflejo de sus

ojos: por primera vez, me vi a mí misma y en ese momento

comprendí. Mientras ella dormía, me levanté y me fui.


“Mujeres entre la literatura y la plástica” 23

Y SI FUERA…
Julissa Huerta Nájera

Eran las diez y media de la noche. La muchacha esperaba

el camión en la parada. Esa calle y esa hora eran particular-

mente una mala combinación; en primera, porque no hay

mucha gente y en segunda, porque el camión tarda mínimo

treinta minutos en pasar y la última corrida no siempre sale.

A las once con diez perdió la paciencia. Sacó un ciga-

rrillo y empezó a caminar hacia su casa. La distancia era

de unas doce o quince cuadras no tan bien iluminadas. La

noche estaba fría y la luna apenas se dejaba ver.

En esa misma parada un hombre de unos cincuenta años

esperaba también el mismo camión. Cuando vio a la mucha-

cha caminar decidió hablarle. “Yo voy en esa misma direc-

ción. Déjame acompañarte” – dijo el hombre con voz ronca.


24 “Mujeres entre la literatura y la plástica”

La muchacha se giró hacia la voz. Se quedó sin palabras,

con la mente hecha un revoltijo. ¿Para qué quería acompa-

ñarla? ¿Qué intenciones tenía? Pero observándole un poco,

el hombre le recordaba a su padre y pensó que era descortés

de su parte asumir que él tenía malas intenciones.

“Ah… vale. Gracias” –dijo con una pequeña sonrisa

nerviosa.

El hombre cojeaba levemente de su pie izquierdo, el mis-

mo lado en el que la muchacha caminaba. Avanzaban con

lentitud y las únicas palabras que intercambiaron fueron que-

jas sobre la ruta de camiones que los había dejado varados.

El corazón de la muchacha latía rápido y con fuerza; el

cigarrillo en su mano temblaba; sentía calor y se esforzaba

en respirar con tranquilidad. Constantemente dirigía una

mirada discreta al hombre, pero él no la miraba ni intentaba

cerrar la distancia entre ellos.

En cada zona iluminada pensaba en decirle al hombre

que su casa estaba cerca y alejarse de él, pero entonces te-


“Mujeres entre la literatura y la plástica” 25

mía toparse con una suerte aún peor. En las zonas oscuras

observaba con nerviosismo esperando ver a más personas,

preparándose para correr en cualquier momento, segura de

que podría tomar ventaja del viejo cojo.

Cada vez más cerca de su casa las ganas de huir le hacían

zumbar los oídos, pero se mantuvo caminando al lado del

hombre hasta llegar a su calle. Vivían cerca al parecer. Le

agradeció y se marchó con paso apresurado.

Ya en su casa, todavía con el corazón agitado ahora de

alivio, una sola pregunta inundaba su cabeza: “¿Si yo fuese

un muchacho hubiera sentido lo mismo?”


26 “Mujeres entre la literatura y la plástica”

ETERNA
Rebeca Verónica González Corona

En un pequeño estudio, iluminado apenas por la débil luz

de una lámpara a la mitad de la noche, el lápiz en mi mano

y un lienzo en blanco que parece más bien un abismo, se

disponen a presenciar la génesis de alguien que todavía no

existe. Me enfrento al desafío que implica plasmar en un

retrato los años de una vida que aún no se ha vivido, la for-

ma de pensar, gustos y sueños que encuentran su causa en

un pasado que todavía no es.Y me parece muy absurdo que

algo tan mágico provenga de hacer algo así de ordinario.

De su nombre no estoy muy segura, me parece que pri-

mero debo ver su rostro, para saber cara de qué tiene. Y al

pensar eso un poco, me aventuro a imaginar cómo sería

ella: tendría la fuerza de mi abuela: fuerte como un roble.

Sería diligente como mamá: el equilibrio perfecto entre la


“Mujeres entre la literatura y la plástica” 27

firmeza y el afecto. Paciente, perseverante y soñadora como

mi hermana mayor: negándose a aceptar una realidad que

no la puede contener. Tendría la entereza de mi hermana

menor: imperturbable en momentos de peligro. Sería audaz

como la más pequeña de nosotras: sin miedo, sin prejuicios,

sin límites. En eso pienso mientras el lápiz va y viene a su

querer. Es así, como poco a poco el retrato va tomando

forma y antes de que pueda cerrar los ojos, cuando por fin

nuestras miradas se cruzan, no tengo duda de que Eterna ha

existido siempre.

Los rayos de luz atraviesan la ventana; es un abrir y ce-

rrar de ojos lo que me permite ver con claridad, pero es la

profundidad de un lienzo completamente blanco lo que

me dice que ella se ha ido. Se fue, desapareció sin dejar

pista alguna. No tenía sentido; la busqué por todas partes

negándome a creer que su existencia de alguna manera se

hubiera interrumpido. Ojalá se hubiera quedado, le habría

dado más que sólo un rostro, le habría dado una historia


28 “Mujeres entre la literatura y la plástica”

y por supuesto un buen final. La busqué por todas partes,

pero no la encontré.

No pude hacerlo, porque ese día Eterna se fue conmigo;

juntas continuamos la historia que comenzó en un peque-

ño estudio sin que yo me diera cuenta y el clímax fue el re-

trato, a través del clic de un alma conectando con un trazo.


“Mujeres entre la literatura y la plástica” 29
30 “Mujeres entre la literatura y la plástica”

EMELY Y EL ESPEJO
Carolina Aguilar Cardona

Nuestra Emely es una pequeña escarabaja que pertenece a

una aldea de artesanos quienes, al cumplir cierta edad, lo-

gran obtener sus colores, diseños de coraza; prácticamente

esto define toda su vida. Estaba realmente preocupada; pa-

saba el día con mil preguntas en su cabeza: ¿Cómo lo ha-

bían logrado? ¿Por qué nadie quería decirle qué hacer? Lo

único que le decían era que debía verse al espejo.

Pasaba días mirándose al espejo, pero no veía resultado;

seguía siendo de un color gris y lo que más le aterraba era

terminar como los “sólidos”, que eran escarabajas que jamás

lograron obtener sus colores; además, eran olvidadas y con-

denadas a vivir una vida aislada.

Se atrevió a preguntarle a Tita, la anciana de la aldea, to-

das sus dudas. Ella respondió:


“Mujeres entre la literatura y la plástica” 31

–El espejo no es ese pedazo de cristal, es algo más her-

moso; su ubicación y colores son diferentes para cada una,

pero siempre es un lugar especial para nosotras.

Emely quedó más confundida y solo atinó a gritar:

– ¡¿Qué lugar es especial para mí?!

Luego de un rato de caminar lo recordó: era un riachue-

lo. Corrió lo más rápido que pudo y se paró frente a este;

comenzó a hablarle, pero nada. Llegó la noche; se dio media

vuelta y empezó a hablarse a sí misma:

–¿Por qué es especial para mí ese pedazo de río?

Sin esperarlo, el riachuelo contestó:

– Tu respuesta siempre ha estado en ti, mi pequeña; no

es una sola respuesta para todas. Comienza por buscar tu

propia respuesta y verás cómo te muestro lo que tanto

anhelas.

Se quedó completamente muda, pero empezó a com-

prender lo que debía hacer. Regresó al río y con todo esto

en mente comenzó a gritarle:


32 “Mujeres entre la literatura y la plástica”

–¡Me encanta reír! ¡Me gusta el pastel de moras azules de

mi mamá! ¡Odio correr! ¡Me gusta ver las estrellas! ¡Amo las

plantas que guardas en tu agua!

Siguió durante unos minutos y el río comenzó a pintarse

de color rosa, mostrando su reflejo: ya no era gris, ahora era

de colores azules, morados, verdes, rojos y amarillos. Lo ha-

bía conseguido. Finalmente, se vio llena de vida, de felicidad

y entendió que ella siempre fue la respuesta. Descubrirse a

ella misma fue lo que tanto la intrigó y ahora que lo consi-

guió pudo verse como realmente es.


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34 “Mujeres entre la literatura y la plástica”

MUTANTE
Carolina Herrero Baltazares

El sol ya caía; llevaba un suéter de flores. Estaba cansada, las

escaleras del edificio parecían interminables. “Son diecisiete

pisos, creo” –comentaba, entre quejidos, un amigo detrás de

mí. Era la primera vez que subía al Mutante junto con otrxs

quince que se aventuraron también. Llevábamos todo para

armar una fiesta y aunque el aire me faltaba por subir tantas

escaleras, la felicidad que empezó a emanar de mi cuerpo

era algo que necesitaba, que internamente pedía a gritos

desde hace meses en medio de mi falta de motivación. Le-

vantarme de la cama era un martirio; el dolor de garganta y

en el pecho eran cosas a las que ya me estaba acostumbran-

do y me daba miedo dejarme caer, me daba miedo cederle

mi persona a esa voz en mi cabeza que siempre me recor-

daba lo cobarde e inútil que era.


“Mujeres entre la literatura y la plástica” 35

Llegamos a la cima y el Mutante me regaló la mejor

postal de la ciudad que he visto; se me olvidó lo violenta y

cruel que llega a ser.

El viento apagó los sonidos de los automóviles y el Sol

abrazaba por última vez a todos los edificios antes de me-

terse entre las montañas.

Todxs nos quedamos maravilladxs y en comuna empezó

el festín.

–¡Aquí hay taquitos por si alguien quiere!

–Yo traje un vino.

–¿Me puedes pasar la salsa, porfa?

El grupo hablaba y yo les observaba.Sentía ese calorcito

en mi cuerpo, como unas chispitas que apenas y brotaban,

llegó la noche y con ella la fogata y el baile para resguardar-

nos del frío; desde una vista panorámica se podían apreciar

tantas cosas: unos besándose, otros haciendo grafitis, unas

más bailando, platicando, riendo… como si la vida no pasa-

ra, como si no doliera.


36 “Mujeres entre la literatura y la plástica”

Y después de mucho, la voz se compadeció de mí: creo

que te mereces esto; tal vez no somos el número de cosas

que podemos hacer. Somos lo que damos, no somos lo que

creamos; somos lo que creemos y yo creo en ti al igual que

esta familia de amigxs. No estás sola.

Sonreí y abracé el momento. Agradecí en silencio a todos

los presentes por acogerme, al Mutante por regalarme la

vista y ese instante. Me agradecí por no darme por vencida

y querer salir de esto.


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38 “Mujeres entre la literatura y la plástica”

LA OBRA DE KOME
Andrea Melissa Tenorio Carvajal

La desesperación se arrastra bajo su cama. ¡Déjenla en paz

sí! Ella no puede hacer nada más. Su cuadro no es malo,

pero igual mañana solo será otro escalón para Arath.

Siempre ha sido así; ella no olvida todas las veces que los

compararon, todas las veces que compitieron. El número

es igual a las veces que lo eligieron. ¿Deberías seguir esfor-

zándote? “El talento no se hace”. Él se lo decía cada que se

robaba las ovaciones. Claro que ella lo sabe, pero aun así se

desvivió practicando.

Llora y tiembla bajo las sábanas. Nada nuevo, en un rato se

le va a pasar y podrá decidir qué color es el que le hace falta.

Al parecer, se queda dormida. La rodea una infinita os-

curidad densa y vacía. No puede respirar y el corazón se le

va a salir del pecho. Corre sin rumbo. El aire frío contra sus
“Mujeres entre la literatura y la plástica” 39

mejillas. Algo anda mal, parece ser otra pesadilla. ¿Podrían

dejarla un momento en paz? La voz de les llega a los oídos,

muy baja, muy distorsionada.

“Hagas lo que hagas, no serás artista nunca”. Grita Arath.

Ella es consciente de eso, no tienes que escupírselo. La

has enojado. La rabia surge en sus entrañas como una chispa

que prende fuego en su pecho. Un frenesí y luego el dolor.

Todo le duele. Kome cree que se desangra, sus manos están

tibias y húmedas. Ella las mira y agradece. Ahí está el color

que buscaba.

Cuando vuelve a la realidad ya está en el dichoso evento.

No sabe ni cómo llego ahí, pero lo que sí sabe es que su

cuadro fue modificado por una “ella” muy somnolienta o

ebria.Tiene vergüenza, pero se la aguanta, no le dará el gus-

to a... “Y hablando de él, ¿dónde está?” Al parecer hoy no

vendrá a verla fracasar.

Descubre su cuadro cuando los espectadores la miran. Si-

lencio y luego estallan en cumplidos y aplausos, incluso en


40 “Mujeres entre la literatura y la plástica”

lágrimas. Lo logró, pero aun así su pecho duele. Aplauden

como si supieran que el color no es de ella sino de Arath. Se

alza de hombros. Cómo culparlo si el talento fluye por cada

parte de su cuerpo; es algo que ella no tiene claro y, después

de todo, el rojo es un lindo color.


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42 “Mujeres entre la literatura y la plástica”

NO ABRAS LAS PIERNAS


Ángela Lucero Martínez Miñón

Yo no necesito a un hombre para desobedecer porque tengo

a alguien mejor. Cada vez que mis manos tocan su piel, mis

dedos presionan las zonas más melódicas de su cuerpo y su

vello se mueve con un ritmo espectacular, la magia se escucha.

Y ahí estoy yo, con las piernas bien abiertas abrazando mi

violonchelo.
“Mujeres entre la literatura y la plástica” 43
44 “Mujeres entre la literatura y la plástica”

HEAL
Ana Karen Hernández Sánchez

Una vez más han regresado aquellas sensaciones y desagra-

dables pensamientos, aquellos en donde deseo acabar con

todo, con todos, en donde el cuarto está lleno de sangre

por todos lados y el cuerpo yace estático en el suelo sin que

nadie se entere, en donde la única forma de callar los gritos

y lamentos es eliminando al causante de los mismos.

Los días pasan y ya hay varias atrapadas dentro. Los llantos

y gritos son cada vez más fuertes que no me dejan dormir;

no me dejan hacer nada.

Intento calmarlos a golpes, pero termino siendo yo el

más afectado.

Se acabó el tiempo, no puedo soportarlo más, las ganas de

desgarrarlo todo son más fuertes. Esta vez no puedo aguan-

tarlo, quiero callarlas, quiero matarlas, acabar con cada una


“Mujeres entre la literatura y la plástica” 45

de ellas de una vez por todas, sentir entre mis dedos la sen-

sación de libertad.

Decidido, caminé con cuchillo en mano hasta la habita-

ción. Dentro, tomé el cuello y lo rebané. La sangre se dis-

persó rápidamente y con ello el cuerpo cayó al suelo. De un

momento a otro los gritos dejaron de sonar; las voces desa-

parecieron; todo el dolor que alguna vez sentí se incremen-

taba en mi cuerpo, pero a su vez se desvanecía lentamente

de mi mente. Apenas si podía abrir los ojos; mi conciencia

se disipó poco a poco, así como todo el cansancio; esa pesa-

dez, aquella tristeza, la angustia diaria, los tormentos de mi

mente… se esfumaron en cada parpadeo.

Ya no tendría que levantarme todos los días fingiendo

que estoy bien.

Cierro los ojos y sonrío mientras derramo una última lá-

grima por mi mejilla, muriendo sin saber si se trataba de ale-

gría, alivio o dolor, porque incluso ahora y a pesar de todo…

Deseaba ser salvado.


46 “Mujeres entre la literatura y la plástica”
“Mujeres entre la literatura y la plástica” 47

DISPARO DE MAZARS
Luz del Carmen Rodríguez Ramírez

Nos habrá encontrado por la senda que lleva a lo alto del

monte, con las mochilas a cuestas y las botas enormes que

dejaban un camino que simulaba pisadas de un adulto. Nos

hizo mirar atrás, sentir la mirada inquietante de su compa-

ñera y el señalamiento peligroso de un AK-47 Kalashnikov

y una Leica M.

Mirándolas a los ojos, la que traía el fusil nos hizo dejar

junto a ella las mochilas, despojarnos de las botas y señaló

un punto para situarnos, justo a unos metros en donde los

árboles dejaban pasar algunos rayos de luz lunar; luz que

solo iluminaba la mitad del rostro.

La que traía la Leica nos apuntó con decisión y, sin qui-

tarnos la mirada de encima ni fallar en el pulso, disparó.


48 “Mujeres entre la literatura y la plástica”

No hubo ruido, no hubo bala, solo una sonrisa de la mu-

jer que nos capturó en una imagen.


“Mujeres entre la literatura y la plástica” 49

EL TÚNEL
Renata Andrea García Arcaraz

Ella caminó. Caminó y no miró atrás. Caminó cabizbaja y

sola por aquel túnel oscuro. Caminó pensando que todo

había sido en vano. Caminó hasta que no pudo más y, ahí,

se dio cuenta que no había sido así. Se detuvo y, al voltear

por encima de su hombro, vio cada uno de los pasos que la

habían llevado hasta ahí. Miró las vidas que había tocado y

todo lo que había creado. Dio media vuelta…y corrió.


50 “Mujeres entre la literatura y la plástica”
“Mujeres entre la literatura y la plástica” 51

LA CENA DE LOS MAPACHES


María Lina Meyo Nayotl

Había una vez, una pareja de esposos mapache que querían

tener una cena romántica en un restaurante lujoso. Al me-

nos eso deseaba la señora mapache, que pensaba que en esos

lugares se vivían momentos idílicos. Su esposo, que no era

tan cariñoso, accedió a ir solo por la comida. Al llegar, los

señores mapache quedaron fascinados: ella con el ambiente

romántico de las velas y él, de los olores de los platos que allí

servían, pero como nada es perfecto: algo pasaría…

Un camarero se acercó y les dijo que de camino al esta-

cionamiento su Volkswagen se había varado, que señor ma-

pache debía salir a moverlo y así lo hicieron. Pasada media

hora, señor mapache volvió manchado de queso; su esposa

se molestó. Les sirvieron los platos fuertes. Señora mapa-

che cortaba su bistec cuando de repente se escucharon unos


52 “Mujeres entre la literatura y la plástica”

gruñidos de un perro salvaje. Entonces, vio a señor mapache,

quien tenía salsa en la trompa y a un camarero manchado

al lado. Señora mapache dijo: “Lo estás haciendo de nuevo”

y señor mapache encogió de hombros. Luego el capitán de

meseros llegó para decirles que debían abandonar el lugar.

Confundida, señora mapache preguntó al capitán por su

decisión. El capitán explicó que era porque señor mapache

había parado el tránsito en el estacionamiento, molestado a

todos con sus gruñidos salvajes y llenado de salsa a un cama-

rero. Señora mapache intentó darle un mordisco a su filete,

pero el camarero lleno de salsa se lo quitó negándole el gusto.

De regreso a casa, señor mapache exclamó: “¡Restaurante

feo!” Intentando animar a su esposa, pero ella continuaba

triste. Entonces, señor mapache sintió culpa. Al llegar a casa

le ofreció pollo rostizado a su esposa, pero ella lo ignoró

yéndose a dormir con el estómago vacío. Más tarde, señora

mapache despertó por un estruendoso revoltijo en la co-

cina, notó la ausencia de su esposo y salió a buscarlo hacia


“Mujeres entre la literatura y la plástica” 53

la sala. Descubrió algo que la dejó perpleja: señor mapache

vestido como chef, había acomodado una vajilla como en el

restaurante. Señor mapache la invitó a sentarse, le arrimó un

balde con agua, le sirvió pizza y juguito. Entonces señora

mapache, finalmente, comprendió que para vivir momentos

idílicos basta con tener cerca a los seres queridos en un am-

biente de amor y respeto. Ambos disfrutaron de una cena

romántica en la calidez de su hogar.


54 “Mujeres entre la literatura y la plástica”

ÁRBOL CEREZA
Sandra Melissa Merino Contreras “Misha”
Grace Mir Robles Ávalos “Mipiti”

Los días pasan uno tras otro

Familia, amigas, sin mucho alboroto

¿Qué es felicidad cuando feliz siempre eres?

¿Qué es lo que deseas si “todo” lo tienes?

Bajo la luz de colores

Emergió tu figura

¿Quién o qué es lo que eres?

¿Y cuál es la cura?

Atraído por la belleza

Del corazón de mi pueblo

El árbol cereza

Fuimos juntos a verlo.


“Mujeres entre la literatura y la plástica” 55

¿Por qué cosechas en tus labios

las ideas que sembré para mí misma?

¿Es normal que yo presienta

que serás alguien en mi vida?

Un forastero, que interrumpe el orden

Seguir las reglas, es lo que importa, ellas dicen

“No eres amenaza, termina lo que empezaste

Pero danos tu palabra, y entonces deberás irte”

Por el cerezo viniste,

Aunque por mí permaneciste

Ahora cumple tu palabra,

Estaremos bien, me convenciste.

Bajo la luz de colores,

vi marcharse tu figura

Volveremos a estar juntos, prometimos

Pues al final no hallamos la cura.


56 “Mujeres entre la literatura y la plástica”
“Mujeres entre la literatura y la plástica” 57

VOLANDO JUNTAS
Cuento: Frida Lissette Monjaraz Ponce
Ilustración: Priscila Serrano Saucedo

Me despierto un poco adolorida y en seguida me doy cuen-

ta de que es porque estoy en un espacio muy reducido, ni

siquiera sé cómo llegue aquí. Abro los ojos y lo primero

que veo es una tela muy colorida flotando por encima de

mí. Me empiezo a levantar y mis ojos no lo pueden creer:

estoy flotando en el cielo, creo que dentro de lo que es un

globo aerostático. Me siento muy confundida, ¿por qué y

cómo desperté aquí?

Durante mi cuestionamiento sobre la situación, empie-

zo a escuchar muchas voces, pero no logro identificar de

dónde provienen; no se entiende muy bien lo que están di-

ciendo. Entre esas voces inentendibles algo resuena en mis

oídos, mi nombre. Asomo mi cabeza para buscar el origen

de dichas voces y de la nada, varios globos como el mío van


58 “Mujeres entre la literatura y la plástica”

apareciendo en el horizonte. Parece que igual hay personas

dentro de ellos.

Todas esas personas parecen ensimismadas, como si bus-

caran algo y lo estuvieran siguiendo. Todos los globos se

dirigen a la misma dirección, incluyendo el mío. De la nada,

un sentimiento de pertenencia me invade y de mi boca

van saliendo palabras y cantos que se unen con las demás,

formando una sola voz. Ahora ya entiendo lo que están

diciendo, pero estoy segura de que sigo escuchando voces

provenientes de otro lado y parece que cada vez estamos

más cerca de ellas.

Siendo un poco más consciente de la situación, me doy

cuenta de que el globo está descendiendo y se van haciendo

visibles unas luces, más claras las voces y más fuerte este sen-

timiento. Los globos se van acercando cada vez más, puedo

ver mejor a las personas dentro y me doy cuenta de que

todas somos mujeres. Las voces se escuchan con mucha cla-

ridad y siento cómo sigue resonando mi nombre. Termina-


“Mujeres entre la literatura y la plástica” 59

mos de descender y todas vamos bajando por turnos. Ahora

entiendo de dónde venían esas otras voces, los gritos, las

luces y este sentimiento tan extraño. Por fin me toca bajar.

Noto una silueta muy familiar y me aproximo a ella, está

gritando mi nombre con más fuerza que cualquier otra.

Siento su dolor y coraje. Le tomo la mano, aunque ella no

pueda sentirlo y me acerco más para susurrarle al oído.

Gracias mamá, por alzar la voz por mí.


60 “Mujeres entre la literatura y la plástica”

PERDER POR DEFAULT


Geraldinne Córdova Jiménez

–Entonces, papá, ¿puedo estudiar arte?

Ana solía sacar el tema cada vez que podía y era perti-

nente. Por supuesto, a su padre le hablaba un ángel justo

cuando tenía que contestar, excepto esta vez.

–Sí Puedes conseguir un hombre que te mantenga, dijo

tajantemente.

Se quedó muda por un momento. Tenía la respuesta

que quería, pero no logró entenderla del todo. Sus padres

habían incentivado las inclinaciones artísticas de sus tres

hijos.

El mayor de ellos era un muralista con una vida bastante

acomodada, así que sabía que su falta de apoyo no era por

una preconcepción sobre el arte. Entonces, ¿por qué?

– ¿No crees que tenga talento?


“Mujeres entre la literatura y la plástica” 61

–No es eso hija, las mujeres no se convierten en grandes

artistas. Así son las cosas.

Pasó un par de años, pero a Ana se le habían incrustado

las palabras que dijo su padre.Y cada cierto tiempo tenía la

manía de autoflagelarse.

Esta vez, mientras pintaba un cuadro, que sin duda al-

guien intentaría regatearle, el miedo la invadió. Sus ojos se

cristalizaron y empezó a sentir que se asfixiaba. Le pasaba

cada vez que pensaba en el futuro y recordaba el pasado.

–¿Qué estoy haciendo? –Se preguntó, entre mil y una

vez más.

Desde hace un tiempo se ha sentido estancada, incluso

paralizada, como una estatua en medio de una calle en la

que todos van muy rápido, o al menos eso ha dicho.

Ella nunca es tan indulgente, pero hoy se permite auto-

compadecerse bastante temprano, en vez de esperar a la os-

curidad de la noche. Mientras toma un momento para lim-

piar sus manos manchadas de pintura, pega un grito como


62 “Mujeres entre la literatura y la plástica”

la persona con un poco de locura que sin duda es.

Fue hacia la ventana en busca de tranquilidad y miró ha-

cia la calle llena de gente. Pensó en la meta que tal vez las

personas puedan alcanzar; su preciado anhelo.

–¿Y si perdí el juego antes de siquiera jugar? –Se pregun-

tó, entre mil y una vez más.

Pero ustedes verán, el padre de Ana se ha retractado de

las palabras que dijo hace un par de años y le ha asegurado

un futuro brillante para alguien con su talento, pero eso a

nuestra joven chica ya no le importa, ha visto su inminente

verdad: nació varios pasos atrás.

Uno pensaría que una verdad así la haría remontar, pero

en realidad, mientras piensa en el juego, ya perdió por default.


“Mujeres entre la literatura y la plástica” 63
64 “Mujeres entre la literatura y la plástica”

REENCUENTRO
Tania Lisset Alavez García

Un día, al mirarme al espejo me di cuenta de que no re-

conocía a aquella persona en el reflejo. Era un cuerpo, era

mi cuerpo, pero no era yo. Entonces comprendí que un día,

sin saber cuándo y dónde, me perdí. Me busqué debajo de

la cama, entre los muebles de mi habitación, pero no estaba

ahí. Luego revisé en la cocina, me busqué en la alacena y en

el refrigerador, tampoco estaba. Caminé hacia el baño, bus-

qué en la tina y en el lavabo, pero yo no estaba en ningún

lugar. No me había percatado de lo opaco que se ve todo en

la casa, ¿será que soy yo la que se ha vuelto opaca?

Los días siguieron pasando y dentro de mi crecía un gran

vacío. Qué difícil es habitar un cuerpo que no tiene alma,

pero no me doy por vencida y sigo buscándome. Decido

revisar entre las cosas que alguna vez disfruté: primero bus-
“Mujeres entre la literatura y la plástica” 65

qué entre las páginas de los libros que leí; encontré notas

y viejos papeles escritos con letra fea, pero de mí, nada.

Revisé mi baúl de los recuerdos, con cartas y detalles que

alguna vez alguien me dio. Echo de menos a esas personas,

pero me echo más de menos a mí. Me abrazo al recuerdo y

continúo buscando.

Revisé entre mis macetas y con tristeza descubro que

algunas empiezan a secarse, yo también me siento marchita

como mis plantas. Un rayo de luz se cuela por la venta-

na, empieza a atardecer, aunque el cielo esté algo nublado.

Pienso que quizás he llorado tanto que me he convertido

en nube.Yo preferiría ser pájaro. Más pensamientos de este

tipo vienen a mi mente mientras sigo buscando. Para mi

sorpresa encuentro un viejo diario de cuando era niña y

empiezo a leerlo; más que palabras encuentro dibujos. Me

pregunto: ¿a dónde se van los sueños perdidos?

De pronto, mi corazón empieza a latir muy rápido y mis

manos tienen la urgente necesidad de tomar un lápiz y di-


66 “Mujeres entre la literatura y la plástica”

bujar. No hay tiempo para detenerse y pensar en la forma,

color, anatomía o perspectiva; solo importa la adrenalina

de sentir que algo nuevo está pasando. El espacio afuera

se transforma y el de adentro también. Se ve el horizonte

desde cualquier punto. Todo empieza de nuevo y, entonces,

me encuentro.
“Mujeres entre la literatura y la plástica” 67
68 “Mujeres entre la literatura y la plástica”

UN RECUENTO DE IKAL EN LA OSCURIDAD


Aleshia Rebollar Manzola

A la niña que ves allá, muy marcada de la piel, le dejaron

una herida cerca del corazón.

A los cinco años su tío la tocó. Ella no sabía que estaba

mal, su mente incluso lo bloqueó. Fue hasta los siete años

que lo descubrió y con mucha valentía y temor, por fin

habló.

Sin entender por qué le sucedía, en su estómago se acu-

mulaba dolor, el cual por un buen rato la oprimió. Sus pa-

dres y su hermano le creyeron, pero el resto de las personas

que ella consideraba importantes le dijeron que no era cier-

to. Eso la entristeció.

Esa niña no lo metió a la cárcel. Ella libre lo dejó. Era pe-

queña y frágil, pero aun así luchó, pues prefirió vencer todo

aquel mal sentimiento que en ella en estaba creciendo. Le


“Mujeres entre la literatura y la plástica” 69

costó, pero no se estancó. La terapia la ayudó y fue hasta los

quince años que lo superó.

Cuando esa niña se volvió mujer su abuelo sexualmente

la agredió. Esta vez ella se pudo defender, pero a los dieci-

nueve años de nuevo la herida comenzó a doler. La mucha-

cha se asustó y de su familia se alejó. Claro que sus padres le

creyeron, pero ella pensaba que los demás le dirían que no

era cierto. En su sufrimiento se encerró. El anciano mató

todo el cariño que ella le guardó y, aun así, a la cárcel tam-

poco lo metió.

Un día esta mujer recordó que de niña dibujaba, leía, es-

cribía, bailaba; así la herida poco a poco ha estado sanando.

Entonces notó que, si lo hizo una vez, podía hacerlo una

segunda, así que semillas ella plantó y, con paciencia, crecie-

ron las flores. Escribió, bailó, pintó, su cámara tomó y a los

veinte años comenzó a estudiar cine. El arte la liberó.

Esa mujer comprendió que de alguna manera tenía que

gritar, que ya no debía callar, pues solo así se puede evitar


70 “Mujeres entre la literatura y la plástica”

que lo que había vivido volviese a pasar y tal vez, en algún

momento toda una generación pudiese sanar.

A los veintiún años su herida aún cicatriza. Ella sabe que

pronto se va a cerrar, que con cariño la debe tratar y que a

sus padres debe abrazar por dejarla llorar y nunca soltarla. A

aquella mujer le rompieron el corazón, pero no el espíritu.


“Mujeres entre la literatura y la plástica” 71

LOS MUNDOS DE REMEDIOS


Fátima Sánchez Orantes

Cálidas luces brotaban del horizonte, en el cual se encon-

traba la puerta por la que aparecía nuestra creadora.Todo se

llenaba de colores, la naturaleza muerta resucitaba y la tierra

cobraba vida. Eso sólo significaba una cosa: era Remedios

arribando a nuestro mundo.

Inspirado por la belleza del día, decidí volar de mi nido,

pero por ser un débil polluelo, me caí. Eso no me detu-

vo, pues estaba decidido a buscar a Remedios y decirle lo

mucho que la admiraba; por lo que me levanté e inicié mi

travesía.

Me adentré en el laberinto del alquimista, un sabio que

seguro conocía la respuesta a mi pregunta.

Señor alquimista, –dije yo– ¿sabe usted por dónde se fue

Remedios?
72 “Mujeres entre la literatura y la plástica”

Se encuentra en las profundidades del Valle de la Luna

–dijo sin desviar la mirada de su trabajo– ¡Cuidado! Es pe-

ligroso para un polluelo como tú.

Ignorando sus palabras, seguí mi camino. A medida que

iba avanzando, encontraba escenas y personajes inimagina-

bles: la casa de la tejedora de Verona y la mujer de estambre,

al psicoanalista FJA y su pozo de desperdicios psicológicos,

al relojero con sus relojes infinitos… ¡Qué mundo tan más

fantástico! –exclamé, mientras pensaba en Remedios.

Me aproximaba al Valle de la Luna y, repentinamente,

todo se tornó turbio. La oscuridad apareció y horribles vo-

ces empezaron a resonar: “Deja de pintar tonterías, a nadie

nunca le importarán”, “Solo destacarías si fueras la mujer-

zuela de algún artista”, “Las hembras solo sirven para des-

nudarse mientras las pintamos” …

Horrorizado, volé hasta que ya no pude y caí al suelo.

Minutos después, abrí los ojos, y para mi sorpresa, me en-

contré con Remedios.


“Mujeres entre la literatura y la plástica” 73

Estaba sentada, preparando papilla de estrellas para ali-

mentar a una luna enjaulada. Se le veía cansada y abatida,

como si estuviera forzada a hacer eso.

–¿Por qué? –Pregunté con ojos tristes.

–Porque en el mundo real esperan que seas una madre o

una bella musa, no más –respondió ella.

Reflexioné sobre sus palabras y después de un rato la

miré y le dije: Llévame contigo al mundo del que hablas,

pues, aunque soy un frágil polluelo que no sabe volar, he

podido llegar hasta aquí.

Ella me sonrió por un momento, me colocó en su cora-

zón y juntos nos marchamos por la puerta por la que ella

apareció.
74 “Mujeres entre la literatura y la plástica”
“Mujeres entre la literatura y la plástica” 75

MÉDIUM
Cuento: Brenda Danielle Cano Aburto
Ilustración: Vanessa Cano Aburto

Guardo fantasmas en las páginas de un cuaderno viejo al

que ya le falta la tapa trasera. O al menos eso es lo que

diría si me preguntaran de dónde saco la inspiración para

escribir, porque es una respuesta que se puede tomar como

chiste ingenioso y que desviará la conversación tras provo-

car un par de risas; es una respuesta que me ahorra contar

la verdad.

Y es que la verdad es compleja: es contar cosas como que

un día, de la nada, a mi mejor amiga de la primaria su mamá

se la llevó a vivir a otro estado del país porque le contamos

a nuestra profesora lo que Nadia nos había confesado: que

el novio de su mamá entraba a su cuarto para tocarla cuan-

do creía que estaba dormida; y la verdad es reconocer, con


76 “Mujeres entre la literatura y la plástica”

la panza hecha nudos, que la mamá se la llevó con todo y

novio y que nunca supe qué pasó con ella después de eso,

y que la voz de Nadia contándonos mientras intentábamos

hacer una maqueta de la tundra me atormentará toda la

vida; pero el fantasma se vuelve menos violento si pongo

en palabras el miedo que sentimos todas al escucharlo, sin

poder siquiera rozar la comprensión del terror gigantesco

de aquella niña.

Escribir es estar embrujada, es ser una casa por la que

desfilan secretos que una no querría saber, propios y aje-

nos; es abrir y cerrar el cuaderno viejo, como si se tratara

de abrir y cerrar las puertas de un clóset en un intento por

convencerse de que no hay nada escondiéndose adentro,

nada, al menos, que no pueda mantener bajo control.


“Mujeres entre la literatura y la plástica” 77
78 “Mujeres entre la literatura y la plástica”

LA CAJA DE LOS SUEÑOS


Bárbara Samantha Castelazo Hidalgo

Había una vez una niña llamada Margarita, que de cariño

le llamaban Rita, tenía tan solo cuatro años y amaba comer

duraznos mientras veía el cielo.

Rita vivía con su madre y sus abuelos. En esa época, su

abuela tenía una botica, a la cual entraba a hurtadillas y to-

maba pedazos de papel que se llevaba para dibujar todo el día.

Un día, su mamá la descubrió, así que decidió regalarle una

caja con muchos papelitos. Cuando Rita recibió la caja, no

cabía de la emoción, se sentía muy feliz.

Rita imaginaba que mientras dibujaba empezaba a crear

magia alrededor de ella. Miles de estrellitas, flores hermosas y

plantas de un verde vibrante aparecían ante ella.

Cuando llegó el tiempo de elegir qué estudiar, se dio

cuenta que artes no era bien aceptado. Sentía que no perte-


“Mujeres entre la literatura y la plástica” 79

necía a ningún lugar, así que decidió cerrar aquella caja de

sueños que la había acompañado toda su vida y la escondió

en la parte más oscura del armario de su abuela para poder

ser una persona normal.

Pasaron los años y Rita se había convertido en una mujer

de casi treinta años. Se había graduado de medicina y tenía

un buen trabajo. Todo pintaba bien, sin embargo, no era

feliz.

Un buen día, Rita fue de visita a casa de su abuela, donde

se pasaron viendo películas viejas. Cuando la noche llegó,

Rita fue por una frazada al armario. En el momento que

abrió la puerta, vio un destello, así que estiró su brazo para

alcanzar aquella lucecita; sintió algo: era la caja que había

escondido ahí hace muchos años.

Con las manos temblorosas, Rita abrió la caja y enton-

ces miles de destellos iluminaron el cuarto en medio de la

oscuridad; eran los sueños olvidados a los que había renun-

ciado hacía tanto tiempo.


80 “Mujeres entre la literatura y la plástica”

Rita rompió en llanto.Tomó todos los papelitos de la caja

y los llevó a su pecho. De repente, esos papelitos se convir-

tieron en la pequeña Rita de cuatro años; la niña la abrazaba

con gran fuerza en señal de agradecimiento por haberla

liberado de ese viejo armario.

No pasó mucho tiempo cuando Rita decidió inscribirse a

la escuela de arte que quedaba a pocos metros de su casa. Poco

a poco fue recobrando todas esas chispas que convirtieron a

Rita en una de las pintoras más admirables de ese tiempo.


“Mujeres entre la literatura y la plástica” 81

EL FESTIVAL
Bárbara Sánchez Marín
Sandra Raquel Pérez Montaño

Me encontré con él en el punto que habíamos acordado. El

festival por la noche se veía muy bonito, los fuegos artificia-

les iluminaban el cielo.

Noté que estábamos rodeados de parejas muy melosas,

aunque no era de extrañarse ya que siempre se ha dicho

que quien confesara sus sentimientos en este festival se-

ría correspondido. Desconocía si tales rumores eran ciertos

hasta que una señora se nos acercó y preguntó si éramos

novios. Hubo un largo silencio de nuestra parte; lo vi de

reojo, había una expresión complicada en su rostro. –No,

solo somos amigos, respondí.

La señora se disculpó, pero yo no podía dejar de pensar

en esa rara expresión suya.


82 “Mujeres entre la literatura y la plástica”

Me acordé de cómo nos conocimos: fue como si el des-

tino lo hubiera puesto en mi camino en esa librería. Fue él

quien me atendió y al ver uno de los libros que compré me

empezó a hablar. Me dejó una buena impresión. Regresé

varias veces a la librería para verlo, aunque me comprara yo

solo un marcapáginas.

Tarde o temprano conseguí su contacto. Empezamos a

encontrarnos en sus ratos libres, incluso después de que sa-

liera del trabajo. Poco a poco nos acostumbramos a vernos.

Los recuerdos continuaron apareciendo en mi cabeza: la vez

que se rió escandalosamente porque estaba escapando del

perro de mi vecino; cuando me caí de la bicicleta por ver

su cabello ondeando por el viento, dolió, pero valió la pena

al ver lo preocupado que se sentía por mí.

Todo en él siempre me ha parecido perfecto: empezando

por el brillo en sus ojos cuando habla de las cosas que ama,

la forma en cómo pasa las páginas del libro con sus largos

dedos, o que su nariz se arruga cuando no está de acuerdo


“Mujeres entre la literatura y la plástica” 83

con algo. Puedo hacer una lista de las cosas que lo hacen tan

increíble, pero me estaría desviando del tema.

Regresando a ese momento empecé a preguntarme si

existía la posibilidad de que sintiera lo mismo que yo. Tenía

miedo, pero quería hacer el intento.

Estuvimos juntos, pegados hombro a hombro durante el

festival. Mi nerviosismo fue muy notable, de ahí que me

preguntara si me sentía bien. En ese momento logré armar-

me de valor y le confesé mis sentimientos hacia él.

Al final pude confirmar por mi cuenta que los rumores

acerca del festival son ciertos.

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