Está en la página 1de 2

Más vale prevenir

La inseguridad continúa en aumento. En Lima, una de cada tres personas mayores de 15 años
ha sido víctima de un delito en el último año (el punto más alto en casi siete años) y más de la
mitad de estos casos involucran armas de fuego. En consecuencia, cada vez más hogares
invierten en medidas de prevención frente a la inseguridad. Por ejemplo, el porcentaje de
hogares con cámaras de vigilancia en su comunidad se multiplicó por seis entre el 2014 y el
2022. Asimismo, se duplicaron los controles de acceso a barrios y los sistemas de alarma
comunitaria contra la delincuencia van rumbo a triplicarse.

A escala nacional, las familias víctimas de un robo o intento de robo de vivienda son más
probables de tener un perro guardián, evitar dejar la casa sola, poner rejas en puertas o
ventas, o colocar o cambiar cerrojos y cerraduras. Asimismo, desde la pandemia, se ha visto un
incremento considerable en el número de solicitudes de licencias de armas para defensa
personal o seguridad privada. Solo en el 2022, se emitieron 43,000 de estos documentos (cerca
de 17 licencias nuevas por cada 10,000 peruanos mayores de 15 años), más del doble que en el
2019, concentrándose esta demanda en la costa y en la selva central.

Costos para las empresas

Según la Encuesta a Empresas del Banco Mundial, en el 2017 el 5.4% de las empresas peruanas
consideró que los delitos, robo y desorden son el principal obstáculo para hacer negocios, por
encima del promedio de 4.9% para América Latina y de 2.7% a escala global. Dado ello, las
empresas se ven obligadas a desviar recursos que podrían haberse invertido en actividades
productivas hacia los gastos de seguridad. En efecto, el 31% de las medianas y grandes
empresas del país con ingresos netos anuales mayores a los 1,700 UIT fueron víctimas de algún
hecho delictivo en el 2019 y destinaron en promedio el 5.6% de sus ingresos netos a medidas
de seguridad, según la Encuesta Económica Anual del INEI. Previsiblemente, los sectores con
una mayor tasa de victimización (personas que reportan haber sido víctimas de un hecho
delincuencial) suelen destinar una mayor proporción de sus ingresos a seguridad. Por ejemplo,
el 42% de estas empresas en el sector transportes fueron víctimas de delitos en el 2019 y su
gasto promedio en seguridad fue 9.6% de sus ingresos anuales.

A ello se le debe agregar la pérdida de productividad debido a la mayor inseguridad. Según


Andrés Choy, presidente de la Asociación de Bodegueros del Perú, muchas bodegas han
reducido sus horas de atención o incluso han tenido que dejar de operar por el temor tras
haber sido víctimas de extorsión. Asimismo, de acuerdo con Susana Saldaña, presidenta de la
Asociación empresarial Gamarra Perú, la fuerte presencia del comercio informal y de la
delincuencia en los alrededores del emporio, afecta las ventas de los empresarios formales.
Frente a este escenario, Freddy Gamarra, gerente general de la Asociación Peruana de Hoteles,
Restaurantes y Afines (Ahora), destaca la necesidad de fortalecer el desarrollo de la industria
de seguros, a fin de evitar el cierre de operaciones de las empresas afectadas.

Inseguridad en aumento
El Índice Global del Crimen Organizado 2023 de la organización The Global Initiatiative Against
Transnational Organized Crime ubica al Perú en el puesto 32 de 193 países en criminalidad, al
destacar la presencia de delitos que abarcan el robo, tráfico de personas y armas, narcotráfico,
extorsión y minería ilegal, entre otros. Si bien el país se halla a la mitad de la tabla en
Sudamérica (puesto 6), de no revertirse la tendencia creciente de la criminalidad, se podría
acercar a los niveles registrados por Colombia, Paraguay, Ecuador, Brasil o Venezuela (puestos
entre 1 y 5 en la región). En efecto, la última edición de este índice resalta la tendencia
creciente de las extorsiones en el Perú luego de la pandemia, en sectores como el transporte
público, la construcción y el comercio, lo que impacta económicamente a las empresas y
familias, y contribuye a un ambiente de mayor inestabilidad.

Ya con datos al 2014 el Banco Interamericano de Desarrollo evidenciaba que el costo total del
crimen en el Perú, incluyendo el costo para las víctimas, el gasto en prevención de los hogares
y empresas, y el gasto público ascendía a 2.7% del PBI de ese año, cerca de US$335 por
persona. Casi con seguridad, dicho monto se ha incrementado considerablemente en la última
década, dada la mayor incidencia de delitos a escala nacional. Se requieren medidas urgentes
para que la inseguridad ciudadana no siga comprometiendo sobremanera el desarrollo del
Perú, perjudicando especialmente a los más vulnerables. Pero más importante aún es que se
trate de medidas sensatas, que no afecten los derechos ciudadanos y de empresa que
justamente se busca preservar.

También podría gustarte