Tema 15 - Sacramentos - de - Servicio

También podría gustarte

Está en la página 1de 2

Sacramento de servicio: Matrimonio, Orden Sacerdotal.

La Vocación
A.- Sacramentos de servicio a la comunidad. La vocación

El sacramento del Orden y del Matrimonio están dirigidos específicamente a la salvación de los demás. Contribuyen
ciertamente a la propia salvación, pero esto lo hacen mediante el servicio que prestan a los demás; es decir, que ha
llegado el tiempo en que la persona ya adulta decide entregarse “donarse” para los demás, y en esto encontrar la
realización de su existencia, optando por una decisión para todo la vida promovida por el compromiso de amar.
Estos sacramentos constituyen dos de las tres vocaciones que nos propone la Iglesia. Dios nos llama a todos, sin
distinción alguna, a la santidad; pero nos llama a través de una vocación personal. Una vocación no es lo mismo que
una profesión o carrera que elegimos buscando un determinado sueldo con un marcado horario de trabajo, una
vocación es la llamada que Dios nos da para que le sirvamos a Él sirviendo a los demás, pues Dios ha pensado en
nosotros desde la eternidad y nos ha amado como personas únicas e irrepetibles, llamándonos a cada uno por
nuestro nombre hacia un modo maravilloso de realizar el amor en la vida: el sacerdocio, el matrimonio, o la vida
consagrada.

Tanto el sacerdote como los esposos confieren una misión particular en la Iglesia y sirven a la edificación del pueblo
de Dios. Los ya consagrados por el bautismo y la confirmación, reciben con estos dos sacramentos una consagración
particular. Consagración es dedicar la vida al servicio de Dios ya sea consagrándose por el sacramento del orden
“para que en el nombre de Cristo ser pastores de la Iglesia con la palabra y la gracia de Dios”; o la consagración o
alianza matrimonial, donde “los cónyuges cristianos, son fortificados y como consagrados para los deberes y
dignidad de su estado por este sacramento especial.”

B.- Orden sacerdotal

“«Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres.» y ellos al instante, dejando las redes, le siguieron” (Mt 4, 19-
20). “Vio a un publicano llamado Leví, sentado en el despacho de impuestos, y le dijo: «Sígueme.» Él, dejándolo
todo, se levantó y le siguió.” (Lc 5,27-28).

La vocación sacerdotal es esencialmente una llamada según la forma que nace del sacramento del Orden. Una
santidad que es intimidad con Dios, es imitación de Cristo pobre, casto y humilde, mediador entre Dios y los
hombres, es amor sin reservas a cada una de las almas a su cuidado y entrega a un bien verdadero mediante el
sacrificio de uno mismo para dar la vida, es amor a la Iglesia y al mundo entero para ofrecérselo hacia Dios; pues el
sacerdote es la persona que presta a Cristo su persona y vida entera para que Él no deje de estar con nosotros. Como
ves, Jesús llama a pescadores, que no tienen muchos estudios; o llama a un publicano, una persona pecadora para el
pueblo judío; es decir que el Señor llama a quien el desea, no por los méritos o capacidades que las personas
llamadas tengan, sino por el simple y a la vez misterioso hecho de que El Señor es el que los llama.

El sacramento del orden es aquel mediante el cual, la misión confiada por Cristo a sus Apóstoles, sigue siendo
ejercida en la Iglesia hasta el fin de los tiempos. Ellos prolongan el sacerdocio de Cristo que nos lleva a la comunión
con Dios, pues por un don singular del Espíritu Santo obtienen una potestad sagrada como sacerdote, profeta y rey
al servicio del Pueblo de Dios en nombre y con la autoridad de Cristo. Dios concede a los obispos, presbíteros y
diáconos la gracia de ser entre las gentes ministros de Jesucristo, desempeñando el sagrado ministerio del Evangelio,
para que sea grata la oblación de los pueblos, santificada por el Espíritu Santo. Por este ministerio (servicio) se
consuma el sacrificio espiritual de los fieles en unión del sacrificio de Cristo, Mediador único, que se ofrece por sus
manos, en nombre de toda la Iglesia, incruenta y sacramentalmente en la Eucaristía. El fin que buscan los presbíteros
con su ministerio y con su vida es el procurar la gloria de Dios Padre en Cristo. Esta gloria consiste en que los
hombres reciben consciente, libremente y con gratitud la obra divina realizada en Cristo, y la manifiestan en toda su
vida. Se dedican a la oración y a la adoración, a predicar la palabra, a ofrecer el sacrificio eucarístico, administrar los
demás sacramentos, se dedican a otros ministerios para el bien de los hombres, contribuyendo así al incremento de
la gloria de Dios y a la dirección de los hombres en la vida divina. El sacerdote configurado con Cristo siervo de todos
y cabeza de la Iglesia, es ordenado para el servicio de la Iglesia, y lo cumple bajo la autoridad de su obispo, en el
ministerio de la Palabra, el culto divino, la guía pastoral y la caridad. Ser sacerdote es amar a todos los hombres
como Cristo los amó.

C.- Matrimonio

“¿No habéis leído que el Creador en el principio los creó hombre y mujer, y dijo: «Por eso abandonará el hombre a
su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne»? De modo que ya no son dos, sino una
sola carne. Pues lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre.” (Mt 9,3-12)

Toda la historia de la humanidad es la historia de la necesidad de amar y de ser amado, pues es Dios mismo quien ha
llamado a las personas a amar. Para la gran mayoría de nosotros, el amor humano se presenta como una forma de
autorrealización en la formación de una familia. Dios quiso que la unión de un hombre con una mujer por el vínculo
de comunión en el amor sea un medio por el cual se alcance el cielo tanto para los esposos como para los hijos
frutos de este amor. Dios creando al hombre y la mujer, los ha llamado en el matrimonio a una íntima comunión de
vida y amor entre ellos, de manera que ya no son dos sino una sola carne. Al bendecirlos, Dios le dijo: “creced y
multiplicaos”.

El matrimonio está ordenado por su propia naturaleza a la comunión, al bien y santidad de los cónyuges; y a la
procreación y educación responsable de los hijos; forjando una comunidad de gracia y oración, escuela de virtudes
humanas y cristianas. Cristo elevó la naturalidad del matrimonio a la dignidad de Sacramento; es decir, que para los
esposos es un camino de santidad, una vocación. En el seno de la familia, los padres han de ser para sus hijos los
primeros anunciadores de la fe con su palabra y su ejemplo, y han de fomentar la vocación de cada uno. Este
sacramento es de servicio porque permite al hombre colaborar con la creación de Dios y la estabilidad de la
sociedad, dándose al otro en el seno de una familia: de la donación mutua de los esposos nace la vida, y de la
entrega amorosa de los padres hacia los hijos se consolidan personas capaces de seguir amando como Cristo nos
enseñó.

El matrimonio crea entre los cónyuges un vínculo perpetuo y exclusivo. Dios mismo ratifica el consentimiento libre y
voluntario de los esposos. Por tanto, el matrimonio consumado entre bautizados no podrá ser nunca disuelto, pues
se trata de una entrega mutua, con el fin de vivir una alianza de amor fiel y fecundo. Pues no se trata de una simple
emoción; sino de la construcción voluntaria de la propia persona a través de la entrega total en otra. Jesús no vino a
condenar el amor, sino a liberar el amor de sus equívocos y falsificaciones que son en realidad “el encierro de uno
mismo, y en su propio egoísmo utilizar a las personas como objetos” reflejado en el hedonismo, el divorcio, el
aborto, control de la natalidad, los medios contraceptivos.

Seguir fielmente a Cristo quiere decir poner en práctica el mensaje evangélico, que implica la castidad, la defensa de
la vida, la indisolubilidad del vínculo matrimonial, que no es un mero contrato que se pueda romper arbitrariamente,
sino la alianza que Dios bendice del amor divino y humano que existe entre un hombre y una mujer. Por esta razón la
familia cristiana es llamada Iglesia doméstica porque manifiesta y realiza la naturaleza comunitaria y familiar de la
Iglesia en cuanto familia de Dios, y la realidad misma de Dios: el amor de tres personas en un solo Dios.

También podría gustarte