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Duns Scotto Compilacion de Textos Filosoficos Teologicos Parte 01
Duns Scotto Compilacion de Textos Filosoficos Teologicos Parte 01
DUNS SCOTO
COMPILACION DE TEXTOS FILOSÓFICO - TEOLÓGICOS SOBRE EL AUTOR.
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Cod ex Al b el d en si s , ru ed a d e f i nn s
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COMPILACION
DE TEXTOS
SOBRE
DUNS SCOTO
I PARTE
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ÍNDICE PRIMERA PARTE
4|Página
EL BEATO JUAN DUNS ESCOTO, MAESTRO DE
AYER Y DE HOY
Autor: Fr. José Rodríguez Carballo, ofm; Ministro general
(Roma, PUA, 9 de noviembre de 2009)
2
Cf. Martínez Fresneda, Francisco, Textos y contextos de la Teología
Franciscana, en Manual de Teología Franciscana, B.A.C., Madrid 2003,
19.
6|Página
de entonces”3. Para ello, Escoto se propone hacer una nueva
síntesis entre la corriente platónico-agustiniana y la
aristotélico-tomista. Esta síntesis le llevó a poner en evidencia
la armonía entre fe y razón, a definir la naturaleza de la teología
en relación con la acción, el obrar, la praxis, el amor, antes que
como mera especulación4.
5. No son pocos los que acusaron y acusan a Escoto de ser
un pensador abstracto, teórico y oscuro. Quienes hacen tal
acusación muestran no conocer a Duns Escoto, ni las últimas y
serias investigaciones que se han hecho sobre su pensamiento,
y gracias a las cuales se han destruído muchos prejuicios sobre
el Doctor Sutil y Mariano. Escoto es, ciertamente, sutil en su
pensamiento, pero esta subtilitas escotista nada tiene que ver
con un pensamiento que tiende hacia la abstracción última. Su
sutileza “es exigencia de rigor intelectual, puesta al servicio de
la caridad”.
Toda la sutileza de Escoto está al servicio de la praxis,
mira a orientar el ser humano para que no se descarríe en el
amor: errare in amando, algo muy distinto a un “evangelismo
impaciente y superficial, que tiene alergia a la especulación y
al pensamiento profundo y meditativo”5, a favor del cual
ciertamente no se puede invocar a Escoto. Escoto es un grande
y profundo pensador y, al mismo tiempo es una persona
eminentemente práctica, preocupado por la persona como ser
relacional –la solitudo en Escoto es solidaridad-, un ser
constitutivamente referido y abierto a Dios, a los hombres y al
mundo. Por ello, toda su especulación desemboca en una ética
de la acción. “El Doctor Sutil nos ofrece la espléndida
articulación de un humanismo cristiano, en donde el saber está
3
Carta de los Ministros generales de la Primera Orden y del TOR en ocasión
del VII Centenario de su muerte (=CMG), en Acta OFM, An CXXVII, n. 3,
pg. 405.
4
Benedicto XVI, Carta Apostólica con motivo del VII Centenario de la
muerte del Beato Juan Duns Escoto, Roma, 2008.
5
Cf. CMG, pg. 405.
7|Página
al servicio del bien vivir y del buen convivir, es decir, de una
sociedad justa, pacífica y fraterna”6.
6. Esta concepción del saber tiene consecuencias
importantes en cuanto a la concepción de la teología como
“ciencia práctica”. Para nuestro autor la teología es, por su
propia naturaleza, una “ciencia práctica”, que tiene como
objeto no tanto el disipar la ignorancia, sino, sobre todo, el
ordenar la vida cuotidiana. La teología, de hecho, para Escoto,
no pretende sino el mostrar al hombre su propio destino y los
caminos para alcanzarlo. Esta actividad de la inteligencia que
lleva al crecimiento en el conocimiento de la verdad –“en la
historia de la humanidad, dice Escoto, crece siempre el
conocimiento de la verdad7”-, comporta una búsqueda
constante, apasionada y fatigosa, pero permanece siempre
práctica.
7. En otras palabras, para Escoto no existe una ciencia
teológica meramente especulativa, pues, sencillamente, no
sería teología. Para él no basta el axioma que dice: “crede ut
intelligas” (cree para que puedas entender)8; es necesario,
también, “intellige ut credas” (intenta entender para que puedas
creer), pues de lo contrario, como dice san Anselmo sería
negligencia: “Negligentia mihi videtur si postquam confirmati
sumus in fide, non studemos –quod credimus – intelligere” (Por
nuestra parte me parece negligencia, si después de haber sido
confirmados en la fe, no nos esforzamos por comprender con
la razón lo que creemos con la fe)9.
8. Esta concepción de la “ciencia teológica” de Escoto nos
pone en guardia contra dos tentaciones. Una pensar que hacer
“ciencia teológica” sea una pérdida de tiempo, ya que lo que no
se puede explicar expeditamente en la cura de almas, piensan
más de uno, debe rechazarse sin más como inútil y como
6
Idem, 408.
7
Ordinatio IV, d.1, q.3, n.8
8
San Agustín, Sermones sermo 43, c.7, n. 9 (PL 38, 258
9
San Anselmo, Cur Deus homo I, c.2 (PL 158, 362).
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contrario a la finalidad de la Revelación. De este modo el
necesario sentido pastoral llega a ser un verdadero
impedimento para el desarrollo de la teología misma.
El otro es el de hacer una teología meramente especulativa
sin consecuencias en la vida concreta de cada día. A la luz de
la doctrina de Escoto hemos de decir: ni pastoral o
espiritualidad sin una ciencia teológica que las sostenga y les
dé verdadera solidez, pues serían estériles; ni una “ciencia
teológica” que nada tenga que ver con la espiritualidad y con la
actividad, pues sería una desviación de la teología.
9. Pido a todos nuestros estudiosos e investigadores en el
campo filosófico y teológico, así como en el de la
espiritualidad, y también a todos los profesores de nuestras
Universidades, particularmente a todos los profesores
franciscanos, que, a través de un trabajo crítico, atento y
minucioso, pongan de manifiesto los elementos todavía válidos
del pensamiento del Doctor Sutil y Mariano, y de los otros
grandes Maestros Franciscanos, convencido, como estoy, que
dichos elementos pueden incidir y orientar el pensamiento
actual, y dar respuestas adecuadas, como afirmó el Papa Juan
Pablo II, a las preguntas existenciales, muchas veces
“dramáticas”, de la humanidad al inicio de este tercer milenio10.
E
n este sentido hago plenamente mías también las palabras del
Fr. Constantino Koser, ofm, quien escribió con motivo del VII
Centenario del nacimiento de Escoto:
“Hay valores perennes contenidos en la obra del Doctor
Sutil […], descuidarlos sería como dejar inutilizada una
parte importante del tesoro que la Orden franciscana debe
difundir hoy en la Iglesia”11.
10
Juan Pablo II, Mensaje al Congreso Internacional de Universidades y
Centros de Investigación OFM (=CIUCI), Castel Gandolfo 19/09/2001, en
Acta CIUCI, pg. 25.
11
Fr. Constantino Koser, ofm, Carta encíclica con motivo del VII Centenario
del nacimiento de Juan Duns Escoto, 15, de agosto 1966, n. 9.
9|Página
10. Después del Concilio hemos hecho un grandísimo
esfuerzo y un trabajo imprescindible: descubrir o redescubrir la
persona de Francisco, gracias al estudio de sus Escritos. En este
sentido ayudó mucho la edición crítica de dichos Escritos
publicada en 1976 por K. Esser12, con motivo del 750
aniversario de la muerte del padre san Francisco, y que por más
de 30 años ha constituido el punto de referencia obligado para
estudiosos y lectores. Y puesto que la investigación no se para,
con motivo de la celebración de los 800 años de la Fundación
de la Orden de los Hermanos Menores, yo mismo encargué a
Fr. Carlo Paolazzi, de “revisar” dicha edición crítica para
ponerla al día; revisión que luego se convirtió en una nueva
edición crítica de los Scripta Francisci Assisiensis, que está a
punto, esperamos antes de fin de año, de ver la luz, y que nos
acercará, sin duda, a la forma más cercana posible a la original,
finalidad de toda edición crítica.
11. Hecho este trabajo de acercamiento a Francisco y de
conocimiento de su pensamiento, hemos de hacer un esfuerzo
para conocer aquellos que hicieron posible el desarrollo de las
intuiciones del Poverello. Entre ellos cabe citar, en primer
lugar, al Beato Juan Duns Escoto, “torre espiritual de la fe”,
como lo definió Juan Pablo II en su discurso en la catedral de
Colonia (1980), “fiel discípulo de san Francisco de Asís”,
como lo calificó Benedicto XVI13, “perfeccionador de san
Buenaventura”, y el representante “más cualificado” de la
Escuela Franciscana, como lo llamó Pablo VI. Acercarnos a
Escroto es acercarnos a Francisco, pues en su obra, dice Pablo
VI “latent certe ferventque S. Francisci Asisinatis perfectionis
pulcherrima forma et seraphici spiritus ardores”. Por otra parte
12
K. Esser, Die Opuscula des hl. Franziskus von Assisi. Neue textkritische
Edition, Editiones Collegii S. Bonaventurae ad Claras Aquas, Grottaferrata
(Romae 1989
13
Benedicto XVI, Carta Apostólica con motivo del VII Centenario de la
muerte del Beato Juan Duns Escoto, Roma, 2008.
10 | P á g i n a
del tesoro teológico de Escoto se podrán recabar “lucida arma
ad impugnandam et amovendam piceam atheismi nubem, quae
aetati nostrae caliginen offundit”, y cuya doctrina podrá ofrecer
“un urdido áureo” para “serenos coloquios” entre la Iglesia
Católica y las otras Confesiones cristianas14.
12. Este esfuerzo por actualizar y poner de relieve la
actualidad del pensamiento de Escoto exige ante todo un
conocimiento profundo de su pensamiento. A ello nos ayuda el
trabajo encomiable de la monumental edición crítica de la
Opera Omnia del Doctor Sutil y Mariano, llevada a cabo,
superando dificultades nada comunes en un trabajo como éste,
y con inmenso sudor, profesional competencia y con mucho
amor hacia este Maestro del pensamiento franciscano, por la
Comisión Escotista Internacional. Hasta ahora la Comisión ha
publicado 11 volúmenes correspondientes a las Ordinatio y 4
volúmenes correspondientes la Lectura del libro de las
Sentencias. En estos momentos se prepara la publicación del
volumen XVI que contiene el tratado de Escoto sobre la
Eucaristía, el mayor tratado escrito sobre esta materia en el
medioevo. Sin el sacrificado trabajo de la Comisión no sería
posible el acercamiento al pensamiento genuino del Doctor
Sutil. A los Socios de la Comisión, de ayer y de hoy, en nombre
propio, de toda la Orden y de los estudiosos de Escoto, expreso
toda la gratitud y reconocimiento, y el deseo de que nuevos
investigadores vengan a formar parte del grupo de Socios
investigadores.
13. El esfuerzo por actualizar y poner de relieve la
actualidad del pensamiento de Escoto también exige, en
profesores, investigadores y estudiosos, un método y una
disciplina, tal studium entraña una inversión intelectual
prolongada, profunda, y, sin duda, austera. Nuestros Maestros
son grandes pensadores.
14
AAS 58 (1966) 609-614.
11 | P á g i n a
Entrar en sus categorías de pensamiento, la mayor parte de las
veces muy distintas de las nuestras, exige todo ello. Invito a
quienes se acercan a Escoto a no desanimarse ante las
dificultades, pues a la larga encontrarán una justa satisfacción
y gratificación a su trabajo; la satisfacción y gratificación que
encuentra todo estudioso que busca y se acerca al conocimiento
de la Verdad, meta de todo estudio. Invito también a nuestros
estudiantes a que hagan tesis doctorales sobre Escoto y los
grandes Maestros, sin miedo a confrontar su propio
pensamiento a este gran escolástico, cuyo mensaje es aún
futuro, y cuyo pensamiento sigue siendo fecundo en el diálogo
con la cultura de nuestro tiempo15.
14. El Doctor al que hoy honramos no es un Doctor del
pasado, no es un “fósil” para ser admirado, es un Maestro vivo
y palpitante, lleno de preciosas intuiciones, pero, sobretodo, es
un “eximio hijo de Francisco”, como lo llamó Benedicto XVI16,
lleno de pasión por Dios, por Jesucristo, por la Iglesia, por la
creación y por el hombre, en cuanto persona como
ensimismamiento y alteridad.
15
Cf. CMG, pg. 409.
16
Benedicto XVI, Carta Apostólica con motivo del VII Centenario de la
muerte del Beato Juan Duns Escoto, Roma, 2008
12 | P á g i n a
JUAN DUNS ESCOTO. ECICLOPEDIA FILOSÓFIA ON
LINE
Autor: Antonio Petagine
Índice
1. Vida
2. Obras
2.1. Las obras filosóficas
2.2. Las diversas versiones del comentario a las
Sentencias: Lectura, Reportatio Parisiensis, Ordinatio
2.3. Collationes oxonienses y parisienses
2.4. Quaestiones quodlibetales
3. La controversia entre filósofos y teólogos: naturaleza y valor
el pensamiento filosófico según Duns Escoto
4. El objeto propio del intelecto humano y la univocidad del
concepto de ente
5. Metafísica
5.1. La metafísica como ciencia
5.2. Los trascendentales
5.3. Identidad y diferencia: modos intrínsecos y distinción
formal
5.4. Sustancia y accidente: la interpretación escotista de
las Categorías
13 | P á g i n a
5.5. La potencia y lo posible
5.6. Individualidad e individuación
5.7. La teología natural
6. La filosofía de la naturaleza
6.1. Materia, forma y composición hilemórfica
6.2. El lugar
6.3. El tiempo
7. El hombre
7.1. El alma humana y sus potencias
7.2. La actividad intelectual
7.3. La voluntad libre
7.4. La inmortalidad del alma
7.5. La persona
8. La Ética
8.1. El voluntarismo de Duns Escoto
8.2. Las raíces de la bondad moral
8.3. La ley natural
9. Política
10. Bibliografía
10.1. Obras de Duns Escoto
10.1.1. Edición Vaticana
10.1.2. Edición St. Bonaventure
10.1.3. Otras ediciones
10.2. Bibliografía secundaria
10.3. Recursos online
1. Vida
14 | P á g i n a
escocés cercano a la frontera con Inglaterra. El primer dato
biográfico seguro que poseemos, es el de su ordenación
sacerdotal, ocurrida el 17 de marzo de 1291 en la iglesia de San
Andrés en Northampton. Dado que para ser ordenado era
necesario tener al menos 25 años de edad, es posible conjeturar
que Escoto nació entre 1265 y 1266.
No sabemos exactamente cuando entró a formar parte de la
orden franciscana; sin embargo, está documentado el hecho de
que el 26 de julio del 1300, el padre provincial Hugo de
Hertipole pidió al obispo de Lincoln licencias para confesar
para 22 Frailes Menores, entre los cuales se encontraba nuestro
autor.
Además, Escoto se encontraba en Oxford, en calidad de
bachiller, durante una disputa sostenida por el maestro Felipe
Bridlington, ocurrida en el año académico 1300-1301.
Teniendo en cuenta estos datos, parece razonable concluir que
Duns Escoto, tras de haber ingresado en la orden de los Frailes
Menores, realizó sus estudios de filosofía y de teología en
Oxford, hasta obtener el grado correspondiente en el año 1301.
Puesto que ese período formación tenía una duración de 13
años, esta podría haber comenzado en el otoño de 1288.
Es en Oxford, por tanto, que Escoto comenta por primera vez
las Sentencias de Pedro Lombardo, probablemente durante el
curso 1298-99; una vez transferido a París, las comentará una
segunda vez en el curso 1302-1303. El 25 de junio de 1303 fue
expulsado de Francia por haberse negado, al igual que otros
maestros, a ponerse de parte del rey Felipe el Hermoso en su
disputa con el Papa Bonifacio VIII. Escoto vuelve entonces a
Inglaterra, tal vez a Oxford, aunque en 1304, una vez
restablecida la paz entre el rey de Francia y el Papa, tras la
elección de Benedicto IX, lo encontramos otra vez en París. En
el otoño de 1307 se transfiere al studium de Colonia, donde
morirá cerca de un año más tarde.
Una antigua tradición dice que la fecha de su muerte fue el 8
de noviembre de 1308. Sepultado en la Minoritenkirche de
15 | P á g i n a
Colonia, en su sarcófago es posible leer el siguiente célebre
epitafio: Scotia me genuit Escocia me vio nacer Anglia me
suscepit Inglaterra me acogió Gallia me docuit Francia fue mi
maestra Colonia me tenet Colonia me retiene consigo
2. Obras
16 | P á g i n a
Como consecuencia de la complejidad redaccional del material
atribuible a Escoto, el trabajo de edición crítica ha resultado
especialmente arduo, y continúa dejando abiertas numerosas
cuestiones, que plantean no pocas dudas.
17 | P á g i n a
Un escrito de Duns Escoto particularmente logrado es el De
primo principio. Se trata de un breve tratado de teología
natural, compuesto probablemente hacia el final de su carrera.
De este texto se han realizado dos ediciones críticas: la de
Marianus Muller en 1941 y la de Wolfgang Kluxen en 1974. Si
bien la obra repite gran parte de lo que ya había sido dicho en
el primer libro de la Ordinatio, el De primo principio tiene un
valor filosófico especial, en cuanto representa la última palabra
de Escoto acerca de la existencia y de la naturaleza de Dios, en
cuanto ente infinito.
18 | P á g i n a
Luke Wadding había publicado, bajo el nombre de Reportata
Parisiensia, las versiones II-IVA. Sin embargo, esta edición
reproduce, en vez la Reportatio IA, las Additiones Magnae al
primer libro, redactadas por el secretario de Escoto, Guillermo
de Alnwick (1270-1333). Recientemente, el Franciscan
Institute ha publicado el texto de la Reportatio Examinata
(2004-2008) acompañado de una traducción inglesa, y una
reedición de la Reportatio IV A (2016).
Además de la Lectura y de la Reportatio parisiensis, Escoto se
ocupó de la composición de una Ordinatio, es decir, de una
versión del Comentario de las Sentencias revisada por el autor
en orden a su publicación. Nuestro autor comenzó su redacción
cuando se encontraba en Oxford, tomando como base el texto
de la Lectura, llegando probablemente a revisar los dos
primeros libros; continuó este trabajo en París, pero sin llegar
a terminarlo.
Históricamente, se ha considerado que la Ordinatio es el texto
que transmite la expresión acabada del pensamiento de Escoto;
sin embargo, el hecho de que se trate de un texto revisado
directamente por Escoto, no significa que represente siempre
su posición más madura y definitiva. Esta observación adquiere
un valor aun mayor si se tiene en cuenta que, en París, Escoto
repensó a fondo sus propias posturas, llegando incluso, en
algunos casos relevantes, a modificarlas de manera
significativa.
Otro problema redaccional, que afecta especialmente al
segundo libro de la Ordinatio, reside en el hecho de que Escoto
no revisó el texto respetando el orden numérico de las
cuestiones, sino que procedió de manera selectiva, decidiendo
concentrarse en algunas distinciones y dejar de lado otras. Este
modo de proceder dio lugar a inevitables lagunas, que Escoto
no llegó jamás a abordar. Después de su muerte, sus seguidores
fueron completando esas lagunas con materiales provenientes,
sobre todo, de su enseñanza más madura. Precisamente con el
objetivo de ordenar y fijar el texto de la Ordinatio, garantizando
19 | P á g i n a
así la transmisión exacta del pensamiento de Escoto, su
secretario, Guillermo de Alnwick compiló las ya citadas
Additiones Magnae.
Sin embargo, cuando los expertos de la Comisión escotista
afrontaron la tarea de establecer el texto crítico de la Ordinatio,
decidieron excluir las interpolaciones provenientes de las
Additiones porque, en su opinión, Guillermo no habría sido
capaz de reproducir el pensamiento del Maestro sin alterarlo
con elementos propios. Esta exclusión ha sido severamente
criticada por otros estudiosos, los cuales, inclinándose por la
fiabilidad del trabajo de Guillermo, han sostenido que, al actuar
de esta manera, la Comisión escotista ha dejado de lado un
importantísimo testimonio directo de la enseñanza de Duns
Escoto [Dumont 2001: 767].
20 | P á g i n a
En cuanto a la datación de las parisinas, no contamos con
elementos que nos ayuden a precisar su fecha de composición,
más allá del intervalo 1302-3 y 1304-6, años en que Escoto
ejerció la docencia en París.
21 | P á g i n a
conocer a Dios y a las sustancias separadas [Ordinatio, prol., I,
q. unica, §§ 5-11].
La dimensión sobrenatural, dejada metódicamente de lado por
el filósofo, es en cambio el punto de partida del teólogo, que
alcanza así, de manera inmediata, una posición ventajosa con
respecto al primero. Contando con la luz de la revelación, el
teólogo tiene un conocimiento más preciso del verdadero fin
del hombre y es consciente de los límites de la razón natural,
de los cuales el filósofo, al encontrarse circunscrito por ellos,
no puede tener noticia.
Para comprender mejor el perfil del filósofo propuesto por
Escoto, es necesario tener en cuenta la condena promulgada por
el obispo de París, Étienne Tempier, el 7 de marzo de 1277: en
ella se atacaban 219 afirmaciones filosóficas, tomadas de las
enseñanzas de los maestros de artes de la Universidad de París.
Es indudable que esos maestros, entre los que destacan Siger
de Bravante y Boecio de Dacia, pretendían construir un saber
filosófico que no estuviera condicionado por la perspectiva de
la fe. Sin embargo, ellos no asumían esta actitud por
incredulidad o por falta de respeto hacia la Revelación.
Tomando como punto de partida el principio según el cual, si
se acepta practicar la filosofía, es necesario hacerlo con total
honestidad intelectual y hasta sus últimas consecuencias,
quieren evitar forzarla, atribuyéndole conclusiones que, en
realidad, derivan subrepticiamente del dato de fe. Así,
sistematizando y radicalizando algunas de las afirmaciones
condenadas por Tempier, Escoto ha caricaturizado la figura del
filósofo, presentándolo como un sujeto de mirada corta y
limitada [Boulnois 1999: 37].
Mediante esta operación, Escoto pretende mostrar la
inadecuación y la unilateralidad de la pretensión de usar la sola
razón natural dejando totalmente de lado la dimensión
sobrenatural. El hecho de que presente a los filósofos como
defensores de un punto de vista inadecuado para alcanzar el fin
más alto de la vida humana, no significa que Escoto asuma una
22 | P á g i n a
actitud contraria a la filosofía, ni que pretenda disminuir el
valor de la razón.
Se trata más bien de reconocer que la «verdadera» filosofía no
es aquella que el hombre puede elaborar sin el apoyo de la
Revelación, sino más bien gracias a ella: la Revelación, de
hecho, ilumina la razón natural, volviéndola consciente de sus
capacidades reales, ayudándola a descubrir que posee una
sublimidad, una dignidad y una apertura a la verdad que los
filósofos antiguos —grandes, pero desprovistos de la
Revelación— no podían siquiera imaginar. Sobre este
particular, Escoto asume una perspectiva claramente diversa de
la sostenida, de manera emblemática, por Tomás de Aquino.
El maestro dominico estaba convencido de que la filosofía
practicada por los antiguos, si se continua correctamente, tiene
en sí la capacidad de ampliar los horizontes de la razón
humana, disponiendo al hombre a adquirir verdades cada vez
más altas. Además, para Tomás era importante reconocer que
algunas verdades, alcanzables por la sola razón natural, actúan
como preámbulos de la fe. Aquello a lo que Escoto se opone es
precisamente a la idea de que la filosofía pueda ejercer ese rol.
Según Escoto, la verdad sobrenatural no puede ser preparada ni
estar contenida siquiera embrionariamente en ninguna de las
actividades mediante las cuales el hombre tiende a sus propios
fines naturales, es decir, utilizando únicamente los medios con
los que cuenta pro statu isto y sin contar con la ayuda de la
Revelación.
Más bien, Escoto insiste en el hecho que la verdad sobrenatural
es la que revela al hombre sus más auténticas potencialidades.
Para explicar en que sentido algo es sobrenatural, Escoto señala
que la sobrenaturalidad no se refiere a la relación entre nuestras
facultades y un cierto tipo de forma recibida.
En tal caso, una forma sería “natural” cuando es conforme a la
naturaleza del que la recibe. De no ser así, es “violenta”, si le
es contraria, o bien indiferente. La relación natural-
sobrenatural se refiere en cambio a la relación con el agente.
23 | P á g i n a
En ese caso, es natural la acción que se se produce en el ámbito
de un orden preestablecido, y es sobrenatural cuando el agente
no tiene ninguna relación preestablecida con el receptor y lo
supera por naturaleza. Justamente porque Dios es superior al
hombre y no actúa en base a un orden preestablecido, sino por
voluntad pura y libre, todo lo que Dios transmite al hombre es
sobrenatural.
Entonces esto permite comprender porqué el hombre accede a
su fin más alto sólo gracias a la voluntad, cuando ésta se
encuentra con otra voluntad, la divina, y acepta libremente
cuanto Dios le revela acerca de su fin último. Por tanto, cuando
Escoto afirma que concede a los filósofos precristianos que el
conocimiento pleno de Dios y la bienaventuranza perfecta son
los fines «naturales» del hombre, da a estas palabras en un
sentido que resulta completamente desconocido para estos:
el hombre posee por naturaleza una libertad que lo hace
capaz — paradójicamente— de trascender su propia
naturaleza limitada y finita, y lo prepara para recibir de
Dios un conocimiento y una beatitud mayores que
aquellas que corresponden al orden puramente natural
[Ordinatio, prol., I, q. unica, §§ 71-76].
24 | P á g i n a
Una segunda respuesta, que proviene de Enrique de Gante,
mantiene que Dios es el primum cognitum, identificándolo
como el fundamento de todo aquello que conocemos.
Según Escoto, para afrontar de manera correcta esta cuestión,
en primer lugar, es necesario distinguir aquello que el intelecto
humano es capaz de conocer sí mismo (ex natura potentiae) de
aquello que puede conocer aquí y ahora, en su condición actual
(pro statu isto), en la cual el hombre es sólo —y
provisionalmente— un caminante (viator). A la luz de esta
distinción, Escoto afirma que la quiditas rei materialis no es el
objeto propio el intelecto en sí mismo considerado, sino que
corresponde a aquello que el intelecto es capaz de conocer en
su condición actual, motivo por el cual necesita de los
fantasmas provenientes de la experiencia sensible.
Sin embargo, la quiditas rei materialis no puede ser el objeto
adecuado del intelecto humano en sí mismo considerado
porque, de ser así, el hombre, ni siquiera en el paraíso podría
tener a Dios como objeto del pensamiento, desde el momento
en que Dios no es reducible a este tipo de quididad.
Esta reflexión no lleva a Escoto a sostener que Dios sea el
objeto del intelecto en sí, en el sentido intentado por Enrique
de Gante: el intelecto humano, en verdad, no piensa a Dios en
cuanto Dios, sino como un cierto tipo ente (sub ratione entis).
Por tanto, concluye Escoto,
el objeto propio del intelecto humano es el ente, que se
constituye en razón común, dentro de la cual quedan
comprendidos lo que es finito y lo infinito, lo creado y lo
increado, lo sustancial y lo accidental [Ordinatio, I, d. 3,
p. 1, q. 3, §§ 125-130].
25 | P á g i n a
que tenga por objeto la realidad extramental, ya sea que estudie
el ente de razón, tiene siempre por objeto algo real, de modo
que el pensamiento resulta invariablemente coextensivo con el
ser [Quodlibet III, § 2].
Respecto a las demás nociones de nuestro intelecto, Escoto
atribuye a la noción de ente un doble primado epistemológico:
el «de comunidad», en cuanto solo el concepto de ente es
capaz de abarcar la totalidad de lo real; y el «de
virtualidad», porque este incluye virtualmente la noción
de toda la otra realidad, permitiéndonos acceder
cognoscitivamente a todas las cosas [Ordinatio, I, d. 3, p.
1, q. 3, § 151].
27 | P á g i n a
5. Metafísica
29 | P á g i n a
intelecto puede elevarse ya en esta vida más allá del ente
creado, al punto de concebir a Dios como «ente infinito».
Partiendo de estas premisas, Escoto atribuye a la metafísica una
identidad precisa, destinada a triunfar en la modernidad: la
metafísica es una doctrina general del ente y una «ciencia
trascendental» (scientia trascendens), de la que la teología
natural —que representa su punto más alto— constituye su
parte especial. Duns Escoto, por tanto, ha puesto las bases de
la distinción moderna entre Metaphysica generalis y
Metaphysica specialis; además, resulta relativamente sencillo
entrever en Duns Escoto el inicio de aquel planteamiento
«ontoteológico» del saber metafísico criticado con tanta
aspereza por Martín Heidegger.
30 | P á g i n a
Escoto considera insuficiente este modo de entender los
trascendentales. «Trascendental», en su opinión, no es
solamente aquello que es convertible con el ente, sino todo
aquello que no puede ser encuadrado bajo ninguna de las diez
categorías indicadas por Aristóteles.
Así, Escoto elabora un catálogo de trascendentales mucho más
rico que el tradicional. El de los trascendentales convertibles
con el ente («uno», «verdad» y «bien») es sólo el primero de
tres grupos, el segundo de los cuales está constituido por los
«trascendentales disyuntivos».
A diferencia de los que integran el grupo precedente, que son
nociones simples, cada uno de estos nuevos trascendentales
está compuesto por una pareja de nociones, en la que la primera
tiene o bien un vínculo de correlación con la segunda (como en
el caso de antecedente/consecuente, causa/causado,
excedente/excedido), o bien de oposición (en acto/en potencia,
independiente/dependiente, necesario/posible,
sustancial/accidental, finito/infinito, absoluto/relativo,
simple/compuesto, uno/muchos, idéntico/diverso) [Ordinatio I,
d. 8, q. 3, §§ 113-115].
Un tercer grupo está formado por aquello que Escoto llama
«perfecciones absolutas». Se trata de propiedades capaces de
volver a cualquier ente que las posea en más noble y perfecto,
en sentido absoluto, que aquel que no las posee.
Entre ellas, Escoto enumera el comprender, el querer, la
sabiduría, el amor [De primo principio, c. 3, §§ 53-58].
El hallazgo de este grupo es uno de los rasgos más originales
de la doctrina de Escoto: las perfecciones absolutas no forman
parte de los trascendentales por ser coextensivas con el ente
(primer grupo), o en cuanto propiedades disyuntivamente
comunes a todos los entes (segundo grupo), sino porque
representan los niveles más altos de perfección ontológica:
31 | P á g i n a
ellas se encuentran o bien solamente en Dios, o en Dios y en
algunas criaturas particularmente nobles.
32 | P á g i n a
infinito; la contingencia, la distinción en acto/en potencia y la
existencia, son modos intrínsecos del ente finito.
La distinción formal sucede, en cambio, cuando dos o más
entidades dan origen a una misma realidad y, sin embargo, no
son la misma cosa, como demuestra el hecho de que cada una
de ellas tenga una definición propia, distinta de la de la otra.
Así, por ejemplo, para Escoto el alma no es realmente distinta
de sus facultades, y, sin embargo, vemos que la inteligencia o
la voluntad no son la misma cosa que el alma. Entre estas
realidades no existe una mera distinción de razón, caso
contrario tendrían una definición idéntica. Por eso, es necesario
afirmar que la inteligencia o la voluntad poseen una identidad
extramental propia, que no coincide en todo con la del alma en
la que se encuentran. Escoto llama «formalidades»
(formalitates) a las identidades que se distinguen de este modo.
Es importante, sin embargo, no confundir la noción de
«formalidad» con la de «forma».
En realidad, desde la óptica de Escoto, una forma (como, por
ejemplo, una cualidad) se distingue realmente del sujeto en el
que se encuentra, mientras que una formalidad es realmente
idéntica con aquél. Se podría decir, en suma, que una
formalidad es una cierta «porción de ser», inseparable del ente
o de la esencia en que se encuentra [Grajewski 1944: 76].
Además de aportar un instrumento indispensable para afrontar
con éxito la cuestión trinitaria, Escoto encomienda a la
distinción formal la tarea de justificar la complejidad y riqueza
ontológica de los entes finitos, sin perjudicar su total unidad y
singularidad. De hecho, él la utiliza para dar razón de la
relación entre género y diferencia, y entre la esencia y sus
propiedades. En cambio, en lo que se refiere a la relación entre
naturaleza común y diferencia individual, Escoto parece
limitarse a reconocer en tal relación algo análogo a la distinción
formal, pero no del todo identificable con ella [↗ 5.6].
33 | P á g i n a
5.4. Sustancia y accidente: la interpretación escotista de las
Categorías
34 | P á g i n a
De aquí se sigue que la inherencia no forma parte, de por sí, de
la esencia de ninguna de las categorías: cada una de ellas
representa un modo de ser primitivo, irreductible al de las otras,
si bien existe un modo más perfecto, que es el propio de la
sustancia. Por tanto, el hecho de que los accidentes inhieran en
la sustancia no es, para Escoto, una necesidad intrínseca, sino,
más bien, el efecto de una relación contingente, establecida por
Dios al interno del orden de la creación. Esto significa que
cuando, en el milagro eucarístico, Dios hace subsistir
accidentes sin sustancia, Él se limita tan solo ha modificar una
relación extra-esencial y contingente, que no se opone de
manera alguna a la naturaleza intrínseca del accidente.
Escoto distingue netamente entre el modo en que el lógico
determina las categorías del modo en que lo hace el metafísico:
para el primero, las categorías son nociones, o, mejor dicho, los
esquemas lógico-semánticos que el intelecto necesita para
pensar las cosas; para el segundo, en cambio, se trata de los
géneros más fundamentales en que se articula el ente finito.
Escoto considera un error, por lo demás bastante común, el
pretender deducir los géneros ontológicos a partir de la
predicación lógica.
La predicación, en verdad, puede ser sólo de dos tipos: o bien
in quid, que es interna a la esencia de la cosa, o bien in quale,
que hace referencia al modo en que una cosa se predica de otra.
Por tanto, si las categorías se dedujeran de la predicación,
existirían sólo dos géneros principales, no diez.
Además, según Escoto, el lógico y el metafísico tienen una
actitud muy diversa respecto a las categorías: el metafísico las
asume como datos primigenios de la realidad; el lógico, en
cambio, pretende hacer de la «categoría» una construcción del
intelecto con el fin de unificar una pluralidad de entes reales
bajo una noción más general. Por eso, según Escoto, no existe
paralelismo alguno entre el modo en que el intelecto capta en
la realidad de los diversos géneros ontológicos y aquel
35 | P á g i n a
mediante el cual establece predicados que atribuye a un sujeto
[Pini 2002a: 99-202].
36 | P á g i n a
una determinada línea está en potencia respecto al cuadrado
que se construye gracias a ella.
La «potencia lógica», en cambio, es aquella que se funda sobre
la nocontradicción de los términos de una proposición posible.
Su carácter fundamental es ser en relación al intelecto y existir
en el interior de la proposición. Si bien a una posibilidad lógica
corresponde frecuentemente una posibilidad real, en todo caso,
no es la referencia a esta última la que constituye su razón de
ser. La potencia metafísica es, en cambio, aquella que
propiamente se opone al acto: así, una cosa está en potencia en
el sentido de que no está en acto y, viceversa, cuando ella está
en acto, significa que no está más en potencia. El ente es
«posible», según la potencia metafísica, de tres modos.
En primer lugar, cuando se opone al imposible; según esta
acepción, la noción de posible es convertible con la de ente,
desde el momento en que todo ente, por el simple hecho de no
incluir la contradicción, es posible.
En segundo lugar, el posible es aquello que no es necesario. En
este sentido, no todo ente es posible, sino tan solo aquel que
puede no ser y es, por tanto, al menos en una cierta manera,
defectible. La tercera acepción, que es la más rigurosa, indica
la intrínseca ordenación al acto (ordo ad actum). Escoto precisa
que potencia y acto no son dos nociones simétricas, porque la
noción de potencia resulta siempre relativa a la del acto del cual
es potencia.
Por su parte, la noción de acto es absoluta, y puede subsistir sin
ninguna referencia a la potencia. Llegados a este punto, Escoto
propone una distinción ulterior, destinada a triunfar, entre
potencia «objetiva» y «subjetiva»: en primer lugar, puede ser
considerado «en potencia» un ente que todavía no existe, pero
que llegará al acto después de haber estado en potencia (como
el anticristo, dice Escoto, que todavía no existe, pero que
alguna vez existirá); en segundo lugar, un determinado sujeto,
si bien tiene ya un acto propio, está todavía en grado de recibir
nuevos actos que todavía no posee.
37 | P á g i n a
En el primer caso, el ente está en potencia según la potencia
objetiva, en el segundo, según la potencia subjetiva. Dado que
un ente que se encuentra en potencia según la potencia objetiva
no existe aún y existirá solo en el caso de pasar al acto, es
posible preguntarse qué es lo que distingue a ese ente de la pura
nada. Una vez establecido que la potencia objetiva se funda en
la esencia misma del ente posible, Escoto indica dos vías para
responder a esta cuestión: es válido decir que lo posible no es
lo mismo que la nada, dado que si bien no existe aún en acto,
está virtualmente contenido en la potencia activa de Dios; por
otra parte, se puede considerar también a la potencia objetiva
como aquella relación de razón que el intelecto establece entre
una esencia determinada y su futura presencia en un ente
singular.
Esta doctrina despertó, ya entre los contemporáneos de Escoto,
un cierto debate buscando aclarar qué relación existe entre la
potencia objetiva de un ente y la potencia creadora de Dios.
Hasta cierto punto, dicho debate ha vuelto a plantearse entre
los actuales estudiosos de la obra de Escoto. Según algunos,
Escoto parece reducir inevitablemente la potencia objetiva a la
potencia lógica, al punto que la misma potencia creadora de
Dios parece depender de ésta, dado que Dios puede crear sólo
aquello que es lógicamente posible [Knuuttila 1996: 139].
Otros, en cambio, han resaltado el hecho de que Escoto ha
distinguido suficientemente la potencia metafísica de la lógica,
aclarando que la primera, al contrario que la segunda, es
siempre correlativa al acto y secundaria respecto a éste. En este
sentido, toda potencia al ser no puede más que fundarse, en
último término, en la infinita actualidad de Dios [Normore
1996: 161-162].
39 | P á g i n a
1, qq. 1–7] y en las Quaestiones super Metaphysicam [VII, q.
13].
En cada uno de estos textos, Escoto se detiene, en primer lugar,
a mostrar los límites de cada una de las diversas posiciones
corrientes. Él explica que el principio de individuación no
puede consistir ni en la materia y/o en la cantidad, ni en la
forma, ni en la existencia actual, ni tampoco en un conjunto
calificado de accidentes, porque todas estas entidades, por
razones diversas, están a su vez sujetas a la individuación,
motivo por el cual no pueden ser su principio.
Para llegar a una solución adecuada, Escoto sigue una vía ya
intentada por Enrique de Gante, que sostenía que la
individuación consiste en la relación entre la naturaleza común,
comunicable a muchos individuos, y el suppositum, es decir, el
individuo concreto, considerado en su totalidad incomunicable
de sustancia y accidentes.
A este respecto, Escoto ve necesario reconocer, en primer
término, que la naturaleza común no es una identidad
meramente conceptual, sino real, si bien menos perfecta que la
singular. Según Escoto, si lo único real fuera lo singular, el
fundamento con el que contaríamos para instituir relaciones de
semejanza o de contrariedad entre las cosas sería simplemente
arbitraria, puesto que los entes, tomados en su desnuda
singularidad, no son ni semejantes, ni iguales, ni contrarios
entre sí. Además, si las naturalezas comunes fueran
simplemente entes de razón, el pensamiento, que se forma
siempre a partir de conceptos supraindividuales y universales,
sería estructuralmente incapaz de conocer la realidad.
Por consiguiente, sería imposible decir con propiedad que
conocemos algo, ni siquiera las cosas singulares de las que
pretendemos partir. También a nivel físico, a la naturaleza
común debe corresponder un cierto ser real, de otra manera no
podría existir ninguna identidad de especie entre el generado y
el generante. Por tanto, desde la óptica de Escoto, cuando se
«aplasta» al individuo bajo el peso de la singularidad, aunque
40 | P á g i n a
se pretenda defenderlo de una manera más rica y rigurosa, en
realidad se lo piensa de una manera empobrecida e imprecisa.
Partiendo de estas premisas, Escoto concibe la individuación
como una entidad positiva, es decir, como un grado de ser
ulterior que se añade a aquel representado por la naturaleza
común. A lo largo de su carrera Escoto ha dado diversos
nombres a esa entidad:
differentia individualis o materialis, forma o gradus
individualis, haecceitas, continentia unitiva, entitas
individualis, ultima realitas entis.
41 | P á g i n a
convirtiendo a cada individuo en numéricamente distinto de
todos los demás. Escoto sostiene que, si las cosas fueran de esta
manera, toda la positividad ontológica se encontraría del lado
de la esencia, contradiciendo así el hecho de que es el
individuo, y no la esencia, quien es maxime substantia.
42 | P á g i n a
Cuando entre dos cosas se establece
«una relación de comparación, de manera tal que ésta
puede decirse ya sea del anterior con respecto al posterior,
o viceversa» [De primo principio, c. 1, § 3], ese orden se
presenta como «esencial».
43 | P á g i n a
incausable. Tampoco puede fundarse sobre su misma
potencialidad, puesto que aquello que está en potencia, por
definición aún no existe; por tanto, no sería nada aún, pero la
nada no tiene la capacidad de hacer que algo pase de la nada al
acto.
No queda por tanto más que la una opción: la posibilidad
misma de un primer agente incausable, se funda en el hecho de
que aquel primer incausable se encuentra ya en acto; en
consecuencia, si no es contradictorio pensar en un primer
agente como posible, entonces éste deberá existir
necesariamente.
Escoto ahonda en su propio razonamiento, observando que,
cuando se determina un orden causal, se determina también su
fin. Por esta razón, el primer agente incausable debe ser
también el fin supremo de los diversos entes ordenados.
Además, dado que todo aquello que es finito y causado puede
ser superado por otro, el agente primero superará a cualquier
otra naturaleza causada. Por esta razón, concluye Escoto, el
ente primero incausado está dotado de una triple primacía:
según la causa eficiente, la causa final y la eminencia.
El modo de proceder de Escoto parece semejante al propuesto
por Anselmo de Aosta (1033-1109), según el cual, si Dios es
concebible como un «ser tal, que nada mayor puede ser
concebido» [Anselmo, Proslogion, c. 2], eso implica que debe
existir necesariamente.
Escoto admite que mira con simpatía el argumento del
Proslogion, aunque afirma que Anselmo habría cometido el
error de sostener que la noción de id quo maius cogitari nequit
es evidente en sí misma, cuando, en realidad, es necesario
primero demostrar que tal ente es posible, que tal posibilidad
es pensable de manera no contradictoria y sólo entonces,
«coloreado» en este modo, el argumento anselmiano resulta
eficaz. Después de haber demostrado la existencia de Dios,
Escoto demuestra también su unicidad según la esencia y la
infinitud.
44 | P á g i n a
En cuanto uno e infinito, Dios está también dotado de absoluta
simplicidad. Precisamente al tratar de la infinitud, Escoto se
posiciona de un modo indudablemente original: la infinidad no
es simplemente un atributo o una propiedad predicable de Dios,
sino que constituye el constitutivo formal de la esencia divina.
En otras palabras, Dios no es pensable en modo no
contradictorio sino, precisamente, en cuanto ente infinito. Para
demostrar este punto, Escoto hace referencia en el De primo
principio a la doctrina de las perfecciones absolutas, aquellas
que forman parte de su tercer grupo de trascendentales [ ↗ 5.2].
Entre estas perfecciones se cuentan la inteligencia, la sabiduría
y la voluntad. Tratándose de perfecciones absolutas, es del todo
coherente que ellas sean poseídas por el primer agente
incausable, ya que éste está dotado de la naturaleza más
eminente. Escoto observa que el agente primero, para ser tal,
debe ser capaz de actuar per se.
Lógicamente, aquello que actúa per se actúa por un fin, como
Aristóteles hizo constar en la Física. Si obra de este modo, lo
hace o bien movido de modo necesario, o bien porque se da a
sí mismo, libremente, el fin que persigue, manifestándose por
tanto como un ser dotado de inteligencia y voluntad. Ahora
bien, si algo es causado de modo contingente, su causa debe
actuar de modo voluntario.
Con este planteamiento, Duns Escoto modifica de manera
radical el modo de concebir la contingencia: ésta ya no aparece
simplemente como aquello que, falto de necesidad, resulta
inestable e imperfecto, sino más bien como un testimonio de la
existencia de una causalidad libre y, por tanto, más perfecta que
la natural.
Así, incluso la presencia del mal, que Tomás de Aquino
presentaba en la Summa como el argumento principal contra la
existencia de Dios, resulta ahora, para Escoto, un signo que
permite reconocer la soberanía y libertad divinas. De hecho, si
Dios obrara por pura necesidad, las criaturas no podrían más
que comportarse de un modo único y preestablecido; en
45 | P á g i n a
cambio, el hecho de que los entes finitos puedan orientarse
hacia el mal —y aquí Escoto entiende por «mal» tanto el mal
moral como a las imperfecciones de la naturaleza— quiere
decir que Dios ha dejado un cierto «margen de maniobra» al
orden creado, cosas que resultaría completamente impensable
si las cosas no hubieran sido creadas de manera contingente, es
decir, por una causa libre.
Si, en consecuencia, Dios debe ser concebido como un agente
voluntario, libre e inteligente, entonces es necesario reconocer
también que Dios piensa siempre —de manera necesaria y
distinta— todo ser inteligible.
Esta actividad del pensamiento divino es por naturaleza
anterior al inteligible mismo en cuanto pensado. Por tanto, si
todo es inteligible, y si las cosas inteligibles son infinitas en
potencia, entonces un intelecto, que las pensase todas
simultáneamente en acto, sería infinito en acto. Y puesto que
Dios es precisamente un intelecto de este tipo, eso significa que
es un ente infinito en acto.
A este argumento fundamental, Escoto agrega otras
formulaciones que subrayan el contraste entre la infinitud de
Dios y la finitud de las criaturas.
Hay un argumento más, de sabor agustiniano, según el cual el
corazón inquieto del hombre está inclinado a amar un bien
sumo e infinito, y a odiar visceralmente el no-ser. Por tanto, es
por causa de la infinitud que la voluntad del hombre no
encuentra paz sino en el amor de Dios [De primo principio, c.
4, § 80].
6. La filosofía de la naturaleza
46 | P á g i n a
resultar extraño al lector moderno, Escoto encontró en la
investigación teológica sobre los ángeles un contexto
privilegiado para ocuparse de la física. De hecho, entre las
preguntas típicas de la angelología escolástica, destacan las
investigaciones sobre el modo en que los ángeles pueden
ocupar un lugar y sobre la dimensión temporal con la que medir
su ser y sus operaciones. Al tratar de resolver estos problemas,
Escoto tuvo la oportunidad de repensar a fondo las doctrinas
sobre el lugar y el tiempo heredadas de Aristóteles.
47 | P á g i n a
particular, la fuente de su pensamiento sea el maestro
franciscano Guillermo de Ware, activo en Inglaterra en el
último decenio del siglo trece. En lo que respecta a la
naturaleza de la materia, Escoto se opone a la tesis de Tomás
de Aquino, según la cual la materia sería, en sí misma, una
entidad puramente potencial. Si esto fuera así, dice Escoto, ésta
no podría desempeñar el papel de primer sujeto del devenir
físico, que el mismo Aristóteles le atribuye en la Física. Por lo
tanto, la materia debe ser concebida más bien como una entidad
real y positiva, que funda el devenir físico en virtud de un ser
propio, independiente del de la forma.
Cuando Escoto analiza en qué sentido la materia debe
considerarse «potencia», utiliza la distinción entre potencia
objetiva y subjetiva [↗ 5.5], argumentando que la materia está
en potencia de acuerdo con la potencia subjetiva, mientras que
aquellos, que, a la manera de Tomás de Aquino, la consideran
un principio puramente potencial, desprovisto de un ser propio,
le atribuyen, erróneamente, la objetiva.
Coherentemente con esta toma de posición, Escoto afirma que
la materia es un ente en acto.
Igual que al tratar de la noción de potencia, Escoto propone
también una distinción para la noción de acto: por una parte,
tenemos el acto formal, es decir, aquel a través del cual la
sustancia se constituye en un ente específico y bien definido;
por otro lado, tenemos lo que la tradición escotista llamará
«acto entitativo», que hace que una entidad llegue a ser algo
concreto, por el simple hecho de ser distinto de su causa.
Pues bien, Escoto precisa que la materia es creada directamente
por Dios privada de todo acto formal —y en este sentido es
«pura potencia»— pero dotada de un acto que le permite tener
una identidad propia, independientemente de las perfecciones
formales que recibe [Lectura II, d. 12, q. unica, Reportata
Parisiensia II, d. 12, qq. 1-2; Quaestiones super Metaphysicam,
VII, q. 5]. Del hecho de que la materia sea una entidad positiva,
Escoto deduce otras dos tesis:
48 | P á g i n a
1. la materia es una realidad inteligible en sí misma; el hecho
de que nosotros no la captemos en sí misma, sino solo a
través de la forma, no es consecuencia de una
imperfección de la materia, sino de los límites de nuestro
intelecto pro statu isto; de hecho, Dios, los ángeles y los
hombres que han alcanzado el Paraíso están en grado de
comprender la materia en sí misma, según su
inteligibilidad intrínseca;
2. Dios podría, si lo quisiera, hacer subsistir a la materia
también sin la forma, sin caer en ninguna contradicción.
Escoto no solo toma distancia de la concepción tomista de
la materia, sino también de la de unidad de la forma
sustancial. Para Tomás, si dentro del compuesto
hilemórfico hubiera una pluralidad de formas
sustanciales, la sustancia ya no se constituiría en una
verdadera unidad, sino que quedaría reducida a un simple
agregado.
6.2. El lugar
50 | P á g i n a
Desde esta perspectiva, y debido a que los cuerpos no están ni
en el vacío ni en la nada, sino que siempre hay otro cuerpo que
los contiene y circunscribe, todos los cuerpos ocupan un lugar.
Esto da lugar a una cadena de continentes/contenidos, cuyos
extremos son dos lugares naturales fijos: por debajo, la tierra;
por encima, la última esfera que, sin estar circunscrita por nada,
envuelve completamente el universo. Sin embargo, esta
definición parece toparse con una dificultad: si pretendemos
establecer el lugar que ocupa una nave anclada a la orilla de un
río, no es posible decir que su lugar sea la superficie del agua
que la rodea, puesto que ésta es contigua a la nave pero no
inmóvil; y tampoco parece adecuado decir que lo sea el lecho
del río, porque éste es inmóvil pero no contiguo con ella.
En la época de Escoto, a esta dificultad se agregaba otra
proveniente de la angelología. De acuerdo con una consolidada
tradición escolástica, confirmada por los pronunciamientos del
obispo de París de 1277, es necesario afirmar que los ángeles
ocupan un lugar, ya que solo Dios puede considerarse capaz de
estar en todas partes.
La definición aristotélica, basada en la contigüidad y la
circunscripción física, no puede explicar la localización
angélica. Al ser los ángeles sustancias totalmente incorpóreas,
estos no pueden quedar circunscritos por nada. Las aporías de
la definición de lugar contenida en la Física, junto con la
necesidad de elaborar una doctrina del lugar coherente con la
posibilidad de asignarle uno a los ángeles, han dado un impulso
decisivo al replanteamiento de la concepción aristotélica del
lugar.
En esta línea, Escoto fue un verdadero innovador: mediante una
serie de experimentos mentales basados en la omnipotencia
divina, demuestra que Dios podría crear una piedra que
estuviera fuera del universo y, por lo tanto, carente de lugar, sin
que esto implique una contradicción; además, podría aniquilar
todo el mundo sublunar, sin que esto obligara al cielo a
51 | P á g i n a
achatarse sobre sí mismo [Ordinatio II, d. 2, qq. 1-2, § 231;
Quodlibet XI, q. 2, § 7].
Mediante estos argumentos, Escoto intenta demostrar que la
naturaleza del lugar no está constituida esencialmente por la
contención material y la «envoltura» física, como afirmaba
Aristóteles: el lugar se revela más bien como algo formal,
independiente de la naturaleza o de la conformación de
cuerpos, que está más bien vinculado a la equivalencia
determinable geométricamente entre la superficie del cuerpo
continente y la de un cuerpo inmóvil de referencia.
Por ejemplo, en el caso de la nave en el río, el lugar viene dado
por la equivalencia geométrica del área ocupada por el agua
que fluye debajo de la nave y la del río en la que se encuentra,
tomando el río como referencia inmóvil.
Esto significa que el lugar ya no es, de por sí, la medida de un
cuerpo material, sino la de un espacio formal y continuo, que
se constituye como una condición de posibilidad de las
dimensiones y de la extensión, y se obtiene al abstraer de la
cantidad toda cualidad corpórea [Boulnois 1998a: 325-331;
Suarez-Nani 2008: 98-111].
De esta manera, Escoto puede establecer de qué modo pueden
los ángeles ocupar un lugar: dado que cada uno de ellos es un
ente finito, es posible establecer una equivalencia entre su
potencia —que actúa como «cantidad» intrínseca— y una
cierta superficie finita adecuada a ésta, análogamente a lo
establecido en la proposición 35 de los elementos de Euclides,
que establece que «los paralelogramos con la misma base y la
misma altura tienen la misma área».
Así, un ángel puede estar presente en un lugar —más que
ocuparlo, a la manera de un cuerpo — o incluso en varios
lugares al mismo tiempo, siempre y cuando se respete la
equivalencia con la superficie finita que le corresponde.
52 | P á g i n a
6.3. El tiempo
53 | P á g i n a
tenía en Aristóteles para adquirir una «metafísica», ligada más
bien a la estructura finita del ente [Boulnois 2001: 184-188].
En cuanto a la naturaleza específica del tiempo angélico,
Escoto rechaza tanto la tesis de que sería discreto como la idea
generalizada entre sus contemporáneos de que ese tipo de
tiempo coincidiría con el evo (aevum), entendido como una
medida intermedia entre el tiempo y la eternidad, propia
solamente de los ángeles y de las sustancias celestes.
Según Escoto, la diferencia entre el tiempo y el aevum no
radica en el hecho de que el evo sea la medida del tiempo propia
de la región más alta del ser.
Más bien, la diferencia consiste en que cuando hablamos de
«tiempo» nos referimos a una medida exterior a aquello
medido, en que se verifica un movimiento; el evo es, en
cambio, la medida interna de la existencia de una cosa, capaz
de duración incluso en ausencia de movimiento.
En este preciso sentido, el evo mide ciertamente la duración del
ángel, pero no solo ésta: retomando una idea ya presente en
Enrique de Gante, Escoto observa que el evo es la medida de
toda realidad estable y permanente, incluidas aquellas
pertenecientes al mundo sublunar, como por ejemplo de los
elementos y las sustancias ontológicamente simples, la cuales
no cambian, pero duran, más allá del devenir físico.
7. El hombre
54 | P á g i n a
7.1. El alma humana y sus potencias
57 | P á g i n a
7.3. La voluntad libre
58 | P á g i n a
La contraposición entre lo que es natural, y por tanto necesario
y dependiente, y lo que es voluntario, es decir libre y capaz de
actuar de modo verdaderamente independiente, es la razón por
la cual Escoto considera la voluntad como claramente superior,
tanto en perfección y como en dignidad, respecto a cualquier
otra facultad humana, incluso el intelecto.
60 | P á g i n a
inmortalidad, ni esperando algún tipo de retribución
ultramundana.
El último argumento a posteriori está relacionado con la
tendencia humana a la felicidad. De hecho, ésta no puede
consistir en ningún bien terreno, sino en bienes espirituales y
eternos. Si la vida humana no fuera a su vez eterna, tal
tendencia resultaría absurda y el hombre no podría ser feliz.
Escoto sostiene que ni siquiera este argumento tiene valor
concluyente porque supone subrepticiamente la verdad de la fe:
si no se nos hubiera revelado la existencia de la beatitud eterna,
el hombre no buscaría una felicidad ultramundana, sino que se
esforzaría por ser feliz según aquello que la vida mortal puede
ofrecerle.
Como prueba de esto, Escoto aduce que Aristóteles, al no
conocer la Revelación, no habló con claridad acerca de un
destino ultramundano del alma; antes bien, cuando en la Ética
habla de la felicidad, la identifica con lo que el hombre puede
alcanzar en esta vida mortal. Frente a una crítica tan severa de
las pruebas de la inmortalidad del alma, puede sorprender que
Escoto haya considerado la inmortalidad del alma como una
doctrina plausible, en cualquier caso, más probable que la tesis
opuesta, según la cual la vida humana termina con la muerte
física.
Escoto admite que la inmortalidad del alma es sugerida por su
inmaterialidad, aunque la unidad con el cuerpo nos impide
llegar a conclusiones apodícticas al respecto.
Además, Escoto ha reconocido en el hombre la presencia de
una aspiración intrínseca al infinito, que lo empuja desde dentro
a tender hacia la totalidad del bien y del ser.
De todas formas, no hay que olvidar el hecho de que la actitud
básica adoptada por Escoto acerca de la tesis filosófica de la
inmortalidad del alma es sustancialmente desfavorable: no
sostiene el carácter plausible de esta tesis para promoverla, sino
para remarcar su falta de rigor. Si se lo somete a un examen
detallado, este enfoque resulta coherente con lo que Escoto
61 | P á g i n a
había sostenido acerca de la capacidad de la Revelación de
iluminar la razón humana, ampliando su horizonte
cognoscitivo ya en la vida presente.
Al adoptar esta perspectiva, Escoto no puede menos que
considerar ampliamente superados todos los argumentos sobre
un tema tan importante elaborados independientemente de la
Revelación. En efecto, ningún argumento producido por la sola
razón puede anticipar, siquiera en manera confusa, la noticia
del destino eterno que Dios nos ha reservado.
7.5. La persona
62 | P á g i n a
definición de Ricardo de San Víctor por dos razones
fundamentales.
En primer lugar, porque si la sola individualidad fuera la
característica distintiva de la persona, entonces deberíamos
considerar también como personas a las almas después de la
muerte. Sin embargo, dice Escoto, solamente el hombre
completo, dotado de alma y cuerpo, es persona.
En segundo lugar, la definición de Ricardo de San Víctor
tendría el mérito de expresar el verdadero carácter distintivo
del ser personal, es decir, la incomunicabilidad. Según Escoto,
una cosa puede ser «comunicable» en dos sentidos: como el
universal, que se aplica a múltiples entidades, o como la forma,
que comunica el ser al cuerpo. Así las cosas, cabe afirmar que
la divinidad es comunicable en el primer sentido, el alma, en el
segundo, pero la persona, en ninguno de los dos [Ordinatio I,
d. 23, q. único, § 16].
En cuanto incomunicable, la persona es única e irrepetible. Su
dignidad deriva de la independencia y libertad de que goza, a
nivel antropológico, con respecto a cualquier otra persona.
Escoto, por tanto, declara que la persona realiza la ultima
solitudo: se trata de una expresión de tipo metafísico, que no
tiene nada que ver con la soledad o el aislamiento psicológico
o existencial, sino que indica una condición ontológica precisa,
en virtud de la cual la persona subsiste sin depender del ser de
una persona de otra naturaleza [Ordinatio III, d. 1, q. 1, § 68].
Para explicar mejor esta doctrina, Escoto observa que hay tres
tipos de dependencia: la actual, la actitudinal y la potencial. La
actual se verifica cuando una cierta realidad existe en acto
dependiendo de otra.
La actitudinal indica la predisposición intrínseca de una cierta
realidad para unirse con el ser de otra. Ahora bien, Escoto
explica que la libertad de estas dos formas de dependencia
constituye una característica común a todas las personas, tanto
divinas como creadas. Esto viene confirmado por el hecho de
que el alma, separada del cuerpo tras la muerte, no es una
63 | P á g i n a
persona, puesto que disfruta de independencia actual —en
cuanto es capaz de subsistir sin el cuerpo— pero no actitudinal:
siendo un alma humana, no puede perder la capacidad de unirse
al cuerpo.
De la tercera forma de dependencia, la potencial, sólo está libre
la persona divina.
De hecho, esta forma de dependencia es de tipo obediencial y
está presente en todas las criaturas por el hecho de depender
radicalmente de Dios, que es la causa total de su ser y su
naturaleza. Precisamente, en virtud de esta dependencia, Dios
puede asumir con un acto de libertad soberana una naturaleza
singular intelectual creada, tal como hizo, en efecto, en la
encarnación [Ordinatio III, d. 1, pars 1, q. 1, §§ 50-52].
8. La Ética
69 | P á g i n a
8.3. La ley natural
70 | P á g i n a
Con respecto al tercer mandamiento, en sentido riguroso es de
ley natural el rendir culto a Dios, pero no la determinación del
día preciso y de otros elementos particulares vinculados al
culto. Los preceptos de la segunda tabla son parte de la ley
natural sólo en un sentido amplio (large loquendo). Escoto
ciertamente reconoce que el amor al prójimo, que anima los
preceptos de la segunda tabla, está estrechamente vinculado al
amor a Dios; sin embargo, no se puede decir que tales preceptos
disfruten de la misma evidencia y de la misma universalidad
que los tres primeros ni que alguno de ellos, tomado
individualmente, sea una derivación lógicamente necesaria.
Más que en su fuerza lógica intrínseca, el valor de los preceptos
de la segunda tabla radica en su fuerte consonancia con la ley
natural entendida en sentido estricto y en que la experiencia
misma confirma su validez: de hecho, resulta bastante fácil
constatar que el incumplimiento de estos preceptos tiene
consecuencias nefastas tanto para la vida de los individuos
como de los pueblos. Se puede decir por tanto que para Escoto
no existe sino un único principio verdadero de la ley natural:
amar a Dios.
Los preceptos de la segunda tabla valen sólo en cuanto Dios los
ha dispuesto para nuestro bien y en cuanto que nos permiten
secundar su voluntad. El hecho de que tales preceptos no
posean la misma necesidad lógica y la misma universalidad de
los contenidos en la primera tabla, se confirma en aquellos
casos, atestiguados por las Sagradas Escrituras, en que Dios
parece dispensar a algunos hombres de la observancia de
alguno de ellos.
En este punto, Escoto hace referencia a una interpretación de
los mandamientos bastante difundida, que tiene su origen en
Bernardo de Claraval [Bernardo de C., De praecepto et
dispensatione, III]. Es interesante notar que, en este punto
concreto, el Tomás de Aquino del Comentario a las Sentencias
y las Cuestiones disputadas De malo se acerca bastante a esta
línea de pensamiento. Sin embargo en la Summa Theologiae se
71 | P á g i n a
separa firmemente de ella, afirmando que ningún precepto de
la ley natural es dispensable, ni siquiera los de la segunda tabla;
por lo tanto, los casos atestiguados por la Biblia no serían, para
Tomás, exenciones a la observancia de un precepto particular,
sino situaciones en las que se encuentra modificada la materia
moral misma [Vendemiati 2016: 42-45].
9. Política
72 | P á g i n a
natural, en particular en los preceptos de la segunda tabla
[Ordinatio IV, dd. 26-33].
Mientras la familia se constituye como una realidad natural, en
cambio para Escoto la institución de la comunidad política y
los correspondientes sistemas de gobierno son el resultado
progresivo de un pacto de asociación, cuyo núcleo fundamental
es siempre la familia. De hecho, los diversos pueblos han
nacido a partir de las grandes familias patriarcales: a medida
que las relaciones sociales se iban ampliado, el reconocimiento
de la autoridad patriarcal dio paso a la investidura popular. Esta
transformación ha sido crucial, porque implicó el paso de una
legitimación de la autoridad vinculada a la posición natural
dentro de la familia, a una basada en un acto de libre elección
de los gobernantes por parte de un pueblo. Sin embargo, si bien
Escoto reconoce una cierta génesis histórica de la autoridad
política, no está menos convencido de que el ejercicio de esta
autoridad se deriva directamente de Dios, al igual que viene
directamente de Dios la autoridad de la que está dotada la
Iglesia, a la que Dios ha atribuido el derecho-deber de
promulgar todas las medidas que considere necesarias para
llevar a cabo su misión evangelizadora.
Desde el momento en que el legislador, utilizando el legítimo
poder que le ha sido conferido, promulga una ley positiva, esta
ley es válida y obligatoria. Escoto no deja de observar que en
muchas ocasiones los legisladores promulgan leyes injustas,
pero esto no quita que tales leyes deban ser obedecidas. Un
caso significativo al que Escoto aplica esta tesis es el de la
esclavitud. A diferencia de Aristóteles, Escoto no le reconoce
ningún fundamento natural: ésta cae exclusivamente dentro del
ámbito del derecho positivo. Escoto rechaza abiertamente la
esclavitud, sosteniendo que la subyugación forzada de un
hombre a otro hombre es inaceptable desde el punto de vista
moral.
Sin embargo, Escoto sostiene también que, desde el momento
en que la esclavitud se constituye como una relación
73 | P á g i n a
jurídicamente válida, establecida sobre la base de las leyes
vigentes y sancionada por la autoridad legítima, debe, en todo
caso, ser respetada [Ordinatio IV, d. 36, q. 1, § 4]. Escoto, por
lo tanto, parece sostener que existen vínculos de naturaleza
positiva que no pueden ser transgredidos legítimamente,
incluso en el caso de ser contrarios a la ley natural. Frente a
este tipo de posiciones, uno puede preguntarse cómo Escoto
puede sostener que una ley positiva, establecida por hombres,
sea de mayor obligatoriedad que ley natural, cuya fuente es
Dios mismo.
En realidad, para Escoto una obligación positiva puede superar
a una natural, solo si se trata de uno de los preceptos que
forman parte de la ley natural en sentido amplio, nunca de la
ley natural tomada en el sentido estricto. En efecto, retomando
el mencionado caso de la esclavitud, Escoto considera que el
precepto de dar a cada uno lo suyo es un derecho estrictamente
natural; esto significa, que la obligatoriedad de respetar un
contrato válido se funda en un precepto más alto que el
precepto relativo al respeto de la libertad del siervo.
Análogamente, cuando afirma que un príncipe cristiano tiene el
derecho a quitar la patria potestad a los padres que pretendan
educar a sus hijos en contra del culto a Dios, Escoto no se limita
a hacer prevalecer una ley positiva sobre una ley natural, sino
que funda la primacía de esa ley positiva sobre la base de una
ley natural más alta, aquella según la cual es necesario dar culto
a Dios [Ordinatio IV, d. 4, pars 4, q. 3].
En cualquier caso, Escoto observa que el respeto de los
preceptos de la segunda tabla ha sido garantizado
providencialmente por la Revelación así como por la
institución, por parte de algunos gobernantes, de leyes positivas
confirmatorias: Escoto llama así a una serie de medidas
relativas a la unidad e indisolubilidad de la familia, del respeto
a la vida del prójimo, la legítima propiedad de las cosas, etc.,
medidas que confieren a los preceptos de ley natural de la
74 | P á g i n a
segunda tabla la fuerza obligatoria de la ley positiva [Reportata
Parisiensia IV, d. 28, q. única, § 15].
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82 | P á g i n a
DUNS ESCOTO EN LA INTERPRETACIÓN DE
MARTÍN HEIDEGGER.
Autor: Modesto Berciano Villalibre
En Revista: Naturaleza y gracia 40 (1-2, 1994) 297-317
83 | P á g i n a
(1) La habilitación lleva por título: La doctrina de las categorías
y del significado en Duns Escoto. Heidegger ve múltiples
motivos para realizar esta investigación. En el pensamiento
escolástico hay ocultos momentos para una reflexión
fenomenológica. Uno de ellos sería precisamente el de las
categorías, tan importantes para la moderna lógica.
Hasta entonces se había visto la lógica escolástica sobre todo
como una silogística y como reproducción de la lógica
aristotélica. Si se ve desde los problemas de la lógica moderna
- piensa Heidegger - adquiere un aspecto bien diferente. Por
otra parte, el problema de las categorías tiene una particular
importancia en Duns Escoto, considerado por Dilthey como "el
más agudo de los escolásticos".
Además, Escoto tiene una mayor cercanía con la vida real y con
sus múltiples formas. Y, sobre todo, hay entre sus obras una
Doctrina de las formas de los significados, para usar las
palabras de Husserl. Esto tiene una relación esencial con la
doctrina de las categorías (2)
El centro de interés del estudio de Heidegger está en el
significado: Qué preguntas plantea este ámbito, si justifican la
existencia de una disciplina particular, si la filosofía tiene que
plantearse el tema del lenguaje y en qué medida debe hacerlo,
y la relación del significado con la lógica. En el fondo están los
problemas planteados por el psicologismo y la respuesta de la
psicología a los mismos.
De estos temas se habla en la segunda parte; en la primera se
ven cuestiones más generales.
1. Unum et verum
84 | P á g i n a
"Todo ámbito de objetos (Gegenstandsgebiet) es un
ámbito de objetos (Gegenstandsgebiet). Aunque no
sepamos nada más próximo acerca de los ámbitos de la
realidad.., en tanto que hablamos de ellos... está frente a
nosotros un algo, un objeto. Todo y cada cosa es un
objeto. Primum objectum est ens ut commune omnibus.
85 | P á g i n a
como quoddam unum y como quoddam multum. Las
expresiones indican que no es el sentido numérico lo que se
acentúa.
Tampoco se limitan a las substancias reales, aunque se refieran
sobre todo a ellas, sino que vale también para las cantidades,
cualidades, relaciones e incluso para las negaciones y
privaciones, para el ens reale y para el ens rationis 216-220)
El unum puede indicar el unum transcendens, con el cual es
convertible el ente, y el unum como principio del número. Este
último significado no es dado simplemente con el objeto, sino
que le añade algo nuevo. Escoto lo expresa así:
Al unum transcendens y al multum transcendens debe
añadirse la ratio mensurae, el concepto de la medida
(233).
87 | P á g i n a
relación del juicio, su sentido A, con el estado de cosas B, esta
comparación constituye una nueva relación C. ¿Cómo puedo
conocer la verdad de C? ¿Mediante otro juicio? Esto nos
llevaría a un regressus in infinitum y no sería posible llegar a
tener conocimiento verdadero. Además, si he de conocer la
verdad del juicio A mediante una relación con el estado de
cosas B, debería ser conocido ya este estado de cosas.
¿Mediante qué juicio es posible este conocimiento? Si es el
mismo juicio A, se da una tautología; si es otro juicio D, se
darían dos juicios acerca del mismo estado de cosas (270-272)
Según Heidegger, Escoto ha descubierto una dificultad con la
cual se encuentra toda teoría de la reproducción que considere
el conocer como un representar. No es posible comparar el
sentido del juicio con el objeto real, pues del objeto real sé sólo
mediante el conocimiento o el juicio. Un objeto que no es
conocido, no es para mí un objeto. Por eso Escoto abandona la
teoría de la reproducción y se decide por el pensamiento de la
inmanencia. Con esto no niega la realidad del mundo exterior
ni cae en el subjetivismo o en el idealismo. Más bien, mediante
el primado absoluto del sentido válido se rompe el dominio de
toda teoría del conocimiento fisiológica, psicológica o
económico-pragmática, y se fundan la validez absoluta de la
verdad y la auténtica objetividad. El sentido del acto del juicio
se orienta y se mide directamente por el contenido de
significado de los miembros (extrema) del juicio, los cuales
contienen virtualiter la relación del juicio. El contenido de
significado de lo dado, del estado de cosas percibido, es la
medida del sentido del juicio; de él deduce éste su validez
objetiva. El sentido del juicio se podría decir que es la forma
lógica de la realidad y la forma de la estructura de las
copertenencias que ofrece el estado de cosas (273)
En los comienzos del pensamiento heideggeriano fue objeto de
discusión la relación entre lo lógico y lo psíquico, sobre todo
por influjo del psicologismo. Heidegger afirma que el
pensamiento escolástico presenta acerca de este problema una
88 | P á g i n a
madurez que no hay que despreciar ni infravalorar. En Escoto
se da una delimitación de lo lógico frente a lo psíquico. En él
se da una contaposición entre el mundo real sensible o
suprasensible, que constituyen el ens naturae, y el ens rationis.
El ser de lo real no depende del alma; el ens rationis es un ens
in anima. La realidad lógica pertenece al alma. Pero ¿cómo es
su pertenencia? ¿Como un recuerdo que de pronto surge en el
alma, como un sentimiento de alegría que viene y desaparece
pronto? ¿Está el juicio en el alma de tal manera que luego
desaparece y deja el lugar a otros hechos anímicos? ¿De qué
naturaleza sería entonces su verdad? Parece que duraría sólo
mientras durase la actividad de juzgar. Si la actividad psíquica
de juzgar fuese "verdadera", podría no existir ninguna verdad.
Por lo tanto, si el ens logicum ha de ser considerado como un
ens rationis o un ens in anima, esto no puede entenderse como
si la realidad lógica fuese una parte de la realidad psíquica. La
realidad lógica tiene un valor diferente de ésta (275-276)
Escoto sigue caracterizando el ens logicum. Este es un ens
diminutum. No tiene la realidad que tiene la existencia real y
por eso no se le puede aplicar la categoría de la causalidad. En
cambio, la realidad psíquica no es un ens diminutum, sino la
forma esencial del hombre, la que le da su existencia como
hombre. No sólo esto; el alma es para Escoto una substancia,
prescindiendo de su unión con el cuerpo. En lo psíquico sí tiene
valor la categoría de la causalidad. Esto significaría que la
expresión ens in anima, que se refiere a la realidad lógica, no
puede referirse a la realidad psíquica. La expresión sólo puede
significar que el sentido noemático, la intencionalidad como
correlato de la conciencia, es inseparable de ésta y sin embargo
no está contenido en ella. La preposición in indica la relación
con la vida espiritual, no la pertenencia como una parte al todo.
Ens rationis significa, pues, el contenido, el sentido de los actos
psíquicos; es un ens cognitum, lo pensado, lo juzgado. Esto es
diferente de lo que se encuentra en el intelecto de modo
subjetivo. De este modo están la actividad de la comprensión y
89 | P á g i n a
los actos del saber. De este contenido, diferente de la actividad
del conocer y del juzgar, es del que se dice que es verdadero
(277-278) Lo noemático, el contenido de los actos psíquicos
tiene su propia objetividad. Husserl dice que mientras los
objetos en general están bajo diferentes géneros supremos, los
noemas, aunque diferentes, están todos bajo un mismo género
supremo. Esto indicaría también la univocidad escotista, propia
del ámbito del sentido, frente a la analogía, que vale para el
mundo de los objetos reales.
Según Heidegger, esta homogeneidad del ámbito lógico se
funda en la intencionalidad. Esta es la categoría regional del
ámbito lógico (282-283) Al hacer estas distinciones, Escoto
sería el fundador de la nueva psicología, ya que descubrió el
mundo psíquico de la experiencia interna como mundo para
una investigación autónoma, separando expresamente los
ámbitos de lo lógico y de lo psíquico. Los actos de
conocimiento no son considerados tanto como realidades
psíquicas, sino según su función. Así considerados pertenecen
más bien a la lógica que a la psicología como ciencia real de lo
psíquico (283-284) Así, pues, el ens logicum, esto es, el sentido
(Sinn), así como los elementos que se pueden encontrar en él,
esto es, los significados (Bedeutungen) se muestran como un
mundo propio, frente al ser real. Y esto en dos direcciones: Con
respecto a la existencia, o mejor, al modo de realidad (Dassheit)
y con respecto a su contenido esencial (Washeit) (290)
90 | P á g i n a
palabras y a conjuntos de palabras (proposiciones).
Sentido y significado son expresables mediante formas
lingüísticas. Estas figuras lingüísticas, como formas
ligadas al significado y al sentido, se hacen expresiones
en el sentido más amplio de la palabra" (290)
91 | P á g i n a
"La forma lingüística es signo del significado, del sentido.
El significado, a su vez, es signo del objeto: la proposición
encuentra así aplicación en cierto respecto: quidquid est
signum signi, est signum signati. Para el conjunto de
relaciones de las esferas gramatical, lógica y objetiva, esto
significa que palabra y proposición, como figuras ligadas
a significado y sentido, indican el ámbito objetivo. Las
cosas están en pensamientos y éstos están ligados a
palabras y a proposiciones (295) ¿Qué hay que entender
por signo y cuál es la naturaleza del signo lingüístico?
"Significare extensive sumitur pro dare intelligere.
Mediante el signo, algo se hace objetivo para la
conciencia. El signo indica, de por sí, hacia otro objeto.
En el concepto de signo hay algo con carácter de
relación... El signo en sí es igualmente el fundamento.., en
el cual tiene su punto de partida el conocimiento de lo
significado. Carácter de relación y ser-fundamento son los
momentos constitutivos del signo" (296).
92 | P á g i n a
Parece claro que Escoto no entiende los actos que dan
significado como simples realidades psíquicas; en ellos se da
también un contenido (299-300)
El significado está ligado al acto psíquico, aunque no se
reduzca a él. Además, el significado tiende hacia un objeto.
Pero Escoto dice que el significado no está ligado a la
existencia real del objeto. Al significado le es totalmente ajeno
que el objeto al cual se refiere exista o no. Por ejemplo, el
significado de árbol contiene únicamente lo que es un árbol; no
dice que exista o no. El mundo de los significados es un ámbito
autónomo (301)
93 | P á g i n a
primordial, al cual tienden la expresión y la comunicación. Las
palabras no son meros signos que podría producir también un
ave adiestrada. El que usa una palabra lo hace generalmente
llenándola de significado y como conocedor de ese significado.
Esto sucede tanto en el lenguaje corriente como en el científico.
Algunos autores, como Bergson y Rickert han insistido en los
límites del lenguaje para expresar todo el significado, sobre
todo en sus matices. Según esto, los significados encerrarían en
sí un contenido de forma, que hace posible esta función del
lenguaje. Todo conocimiento, todo juicio se construye con
significados, que son parte del mismo. Como en el juicio se da
la verdad, el hilo conductor para conocer el significado será
precisamente la verdad como sentido válido (304-307)
Heidegger se pregunta en qué medida conoce Escoto estos
problemas y qué solución les da. Ya hemos visto que Escoto
distingue claramente la forma sensible de la palabra del
contenido no sensible o del significado de la misma.
Esto mismo era indicado con la expresión: vox repraesentatur
sensui, aliud derelinquens intellectui. Según esto al significado
le corresponde un acto propio de la conciencia, del intelecto,
que va más allá de la voz. Este acto consiste en lo siguiente:
"Intellectus duplicem rationem ei (voci) tribuit, scilicet
rationem significandi, quae vocatur significatio, per quam
afficitur signum vel significans, et sic formaliter est
dictio; et rationem consignificandi, quae vocatur modus
significandi activus, per quam vox significans fit
consignum vel consignificans et sic formaliter est pars
orationis" (307-308)
94 | P á g i n a
no fuera más que una imagen del objeto pensado propia de la
fantasía.
Los significados no son realidades psíquicas, sino contenidos
intencionales, como realizaciones de actos intencionales. Pero
la conciencia no puede darles un significado "en general", sino
uno concreto. De hecho, la gramática distingue: sustantivos,
adjetivos, verbos etc. Esto sería el modus significandi. Escoto
distingue un modus activus, o realización de la conciencia, y
un modus passivus o resultado del acto. Son dos aspectos,
subjetivo y objetivo del significado. Heidegger hace notar que
a esto corresponden en la fenomenología la nóesis y el nóema
(309-310) La siguiente pregunta es de dónde procede la
diversidad de modi significandi.
Una primera respuesta es que el intelecto en esto es
determinado por algo, por una materia, a la cual se unirá la
forma dada por el intelecto. Pero aquí Escoto se plantea una
objeción. Hay términos como "deidad", o términos privativos
como "ceguera", o términos como "quimera", a los que no
corresponde una materia. Escoto responde que la forma puede
ser determinada también de otras maneras que no sean una
materia, con tal que no haya contradicción con el material al
que ha de unirse la forma.
En los significados no sensibles o abstractos, lo que hacemos
es utilizar formas de significado que en su origen eran para
cosas sensibles. Para las privaciones o las cosas irreales, lo que
hacemos es dar formas de significados a partir de significados
de partes de contenidos reales. Heidegger quiere poner aquí de
relieve un hecho: Bajo modus essendi no se ha de entender sólo
la realidad natural, sino también la realidad lógica no sensible,
lo conocido como conocido y todo lo objetivo en general. A
pesar de esto, al deducir las formas de significado de los modi
essendi, Escoto toma como punto de partida la realidad natural
sensible, que es la más inmediata y clara (310-315)
El teórico del conocimiento no se conforma con esta respuesta
y sigue preguntando. Si la realidad natural es determinante para
95 | P á g i n a
el significado, debo saber ya acerca de ella y de su estructura.
La realidad natural puede ser el principio último para la
diferenciación de las formas de significado; pero no puede ser
relacionada directamente con ellas. Y entonces surge una
nueva pregunta: ¿De qué modo de significar dependen
directamente las formas de significado? ¿Dónde pueden ser
leídas estas formas? Hay que partir de un hecho: La conciencia
sólo puede saber del objeto en el conocimiento. Escoto se
pregunta aquí si el significado de una expresión se refiere
directamente al objeto como tal o al objeto dado en la species
intelligibilis, y responde que se refiere a la species. Pero hay
que volver a distinguir:
La species intelligibilis es, por un lado, una realidad psíquica,
un determinado hecho; por otro lado, la species tiene un valor
objetivo, representa el objeto a la conciencia. Está claro que el
significado de la expresión se refiere a la species en este último
sentido. En otras palabras:
No se refiere directamente al objeto en sí, sino al objeto como
conocido. Pero es importante notar que el objeto no se pierde
nunca totalmente de vista (315-317) Lo anterior lleva a Escoto
a preguntarse por la distinción entre el modus significandi, el
modus intelligendi y el modus essendi. Esto nos ayudará a
precisar mejor los modos de significar. Los tres modos:
essendi, intelligendi passivi y significandi passivi son según su
"qué" o su contenido noemático lo mismo: la materia,
determinada por la forma en cada caso.
Los modos pueden diferenciarse mediante la forma; pero dado
que la forma, a su vez, es determinada por el material, habría
que decir que también la forma debería ser una. Sin embargo,
en la forma se da diferenciación. Esta no podría entenderse sino
en este sentido: La materia entra en la forma bajo aspectos
diferentes.
El modus essendi es lo que está frente a la conciencia, la
realidad dada directamente sub ratione essentiae. Escoto
96 | P á g i n a
precisa que también esta realidad está ya bajo una ratio, un
punto de vista, una forma, una determinación categorial.
El modus intelligendi passivus es la realidad en tanto que ha
entrado en el conocimiento. Y el modus significandi passivus
habría que entenderlo como el modus essendi en tanto que tiene
relación con la expresión, esto es, en tanto que ha entrado en
significados. Los puntos de vista son diferentes: el de lo dado
(Gegebenheit), el del conocimiento, el del significado. La
materia es la misma, pero los aspectos de la forma son
diferentes (317-319) Los modi essendi, intelligendi activi et
significandi activi se distinguen materialiter et formaliter, ya
que pertenecen a diferentes ámbitos esenciales.
Heidegger afirma que Escoto no distingue un modus essendi
activo y otro pasivo, a pesar de que lo considera por un lado
como realidad objetiva absoluta y por otro lado dice que está
bajo una determinada ratio. En cualquier caso está claro que se
distingue materialiter de los otros dos. El modus intelligendi
activus pertenece a la región de la conciencia precisamente
como conciencia de un cognoscente; el modus significandi
activus indica una propiedad de la expresión. Ahora bien, los
actos de conocer, de significar y aquellos en los cuales se hace
consciente lo inmediatamente dado se diferencian según el
sentido de su realización. Por eso deben distinguirse también
formaliter. El significado es algo objetivo, diferente de lo
meramente psíquico.
"El significado puede en cierto sentido ser comprendido
como perteneciente a la objetividad del mundo objetivo;
de allí recibe su contenido'. Como realización del acto que
da sentido, pertenece, por el contrario, a la expresión
vivida de sentido, como formalmente idéntica con él. Pero
en tanto que el acto que da sentido es determinado por lo
material, esto es, por la objetividad, se puede decir que el
acto está fundado en la objetividad... Siguiendo, pues, el
hilo de lo dado (modus essendi), lo cual a su vez es sólo
dado como conocido (en el modus intelligendi), son
97 | P á g i n a
descifradas las formas de significado (modi significandi)"
(321)
98 | P á g i n a
Estas ideas de formas determinan sus relaciones recíprocas
fundándose en su propio contenido. En las formas de
significado hay una ley inmanente, que regula a priori las
posibles relaciones de significado. Duns Escoto lo formula así:
(modi significandi) sunt principium efficiens intrinsecum
constructionis. "En los modi significandi yace la posible
forma de ordenación de las conexiones concretas de
significado. Con esto está caracterizada la función
esencial de los modi significandi dentro del ámbito del
significado" (323).
99 | P á g i n a
como la constructio prescrita a priori mediante los modi
significandi. En sentido normativo, ella es la regla para las
conexiones especiales concretas de significado" (327)
En conclusión:
"El sentido de realización de los modi significandi ha de
comprenderse desde el valor sintáctico; el del modus
intelligendi, desde el valor de verdad. Los modi
significandi constituyen ante todo el objeto, el cual es
valorado en relación con el valor de verdad. La
ordenación prescrita mediante los modi significandi es
prerrequisito para que la conexión de significado pueda
100 | P á g i n a
entrar en la relación del sentido válido en general... La
doctrina del significado entra con esto es estrechísima
relación con la lógica; no es, incluso, otra cosa que una
parte del ámbito de la misma, en tanto se entienda la
lógica, como teoría del sentido teórico, que encierra en sí:
la doctrina de los elementos componentes del sentido
(doctrina del significado), la doctrina de la estructura del
sentido (doctrina del juicio) y la doctrina de las
diferenciaciones de la estructura y de las formas
sistemáticas de la misma (doctrina de la ciencia)" (337)
101 | P á g i n a
introducir la gramática dentro de la lógica, sino comprender la
estructura lógica de los significados (338-340) (4)
102 | P á g i n a
El sentido de esta función no es claro de manera inmediata.
Pero sabemos que toda categoría es determinada en su
significado por lo material. Habrá, pues, que indagar en el
ámbito de lo real, para encontrar el sentido más general de la
categoría de significado llamada "nombre". Escoto indica que
en lo real se descubren ciertas determinaciones o modos de ser
muy comunes. Una de ellas es el modus entis. Todo lo real, por
diverso que sea, es un "qué" (Was), un algo, un objeto. Este
ser-algo es designado como un habitus, como algo duradero.
Esta es la primera condición de todo aquello que es un objeto.
La función del significado de esta parte del lenguaje llamada
"nombre" tiende, pues, a expresar un objeto como objeto. Pero
esto no agota el sentido más general de la función de
significado. Con este modus entis va unido el modus
determinatae apprehensionis. Con este se constituye la forma
de significado llamada "nombre" en una determinada categoría,
como diferente de las restantes. Este modo constituye la
"forma" de esta forma de significado, lo que la caracteriza y la
distingue; lo que hace que este objeto sea éste y el otro sea otro.
Estos dos modos juntamente en un solo acto constituyen el
modo esencial de significado "nombre" (346-347) Duns Escoto
ilustra así la antigua definición de los grandes gramáticos:
Nomen significare substantiam cum qualitate. Pero Escoto
afirma más, por una parte, en cuanto que la función del nombre
en él no se limita a las substancias y cualidades reales naturales,
sino que se amplía a los objetos lógicos y matemáticos. Y por
otra parte dice menos, hablando de modus entis et determinatae
apprehensionis, ya que esta fórmula es más general que la de
los gramáticos y tiene una aplicación más amplia. El nombre
no se limita a los objetos reales, sino que se extiende a todo
objeto, exista o no. Así, el nombre "Sócrates" indica el
significado de Sócrates, en tanto que es contenido de un acto
que le da sentido, no como objeto que exista. Esta función se
extiende también a nombres como "la nada", "la ceguera" etc.,
103 | P á g i n a
que no indican un objeto real y que, sin embargo, caen dentro
de este modo de significado (347-349)
El modo común de significado "nombre" tiene luego ulteriores
divisiones en otros modos. Hay un modus communis y un
modus appropriati. Hay objetos de los cuales se puede separar
un momento común y hacerlo objeto del pensar y del significar.
Lo objetivo separado tiene la posibilidad de ser usado para cada
uno de los objetos. Los lógicos a esto le han llamado
"universales". Recientemente se habla de "representación
general".
Ahora bien, si esto se entiende como un acto psíquico, no se
puede llamar así, ya que los actos como realidades son siempre
individuales. Si queremos darles valor general, tenemos que
referirnos a un contenido.
"Lo universal no es una realidad psíquica, sino una
esencia (contenido de significado) aprehendida en la
'ideación'".
5. De la lógica a la metafísica
107 | P á g i n a
La estrecha relación entre el problema del juicio y las
categorías hace que haya que replantearse también el problema
de la relación forma-materia. Permaneciendo dentro de la
esfera lógica del sentido y de la estructura del sentido no se da
una respuesta decisiva a esta pregunta. Se pueden potenciar las
formas y esclarecer la multiplicidad de lo lógico, como hace
Lask. Pero así se complica aún más la función que determina
lo material (404) Heidegger afirma que lo lógico conduce a lo
metafísico.
"No se puede ver en su verdadera luz la lógica y sus
problemas en general si la relación a partir de la cual
adquieren un gran significado no se hace translógica. A la
larga la filosofía no puede evitar su propia óptica, la
metafísica. Para la teoría de la verdad esto significa la
tarea de una significación última metafísico-teleológica
de la conciencia. En ésta vive ya como algo originario y
propio el carácter de valor, en tanto que es acción vital
llena de sentido y realizadora de sentido, que no se puede
comprender desde lo más lejano si se la neutraliza
llevándola al concepto de un hecho biológico ciego" (405-
406)
Además,
"el espíritu vital es como tal esencialmente histórico, en
el sentido amplio de la palabra. La verdadera visión del
mundo está muy lejos de la existencia puntual de una
teoría separada de la vida. El espíritu sólo se puede
concebir si en él se descubre toda la plenitud de sus
realizaciones, esto es, su historia... La historia y su
significado filosófico-cultural-teleológico ha de ser un
elemento determinante del significado para el problema
de las categorías..." (407-408)
6. Conclusiones
110 | P á g i n a
Pero Heidegger insiste también en que hay objeto para un
sujeto, en que el objeto es un "conocido". Estos temas están
presentes en Escoto, quien se los plantea con gran agudeza.
Escoto critica o reinterpreta también el concepto de verdad
como reproducción o como adecuación, acercándose a la
intuición de esencia, propia de la fenomenología. Ni en la
doctrina de la verdad, ni en el sentido, ni en el significado se
pierde nunca de vista el objeto. Este es el punto de referencia
para el contenido.
En el objeto es aprehendida directamente la conformidad o
correlación con el sentido y con la validez, ya que no es posible
una comprobación o comparación entre objeto y juicio. En todo
este contexto se ven aflorar ideas fenomenológicas, sobre todo
la intencionalidad y la intuición de esencia; ideas que
Heidegger ve presentes en Escoto. Se ve también una crítica al
concepto de verdad como adecuación, crítica que llevará a cabo
Heidegger ampliamente en años posteriores, para afirmar un
concepto más originario de verdad como desocultación,
apertura o iluminación (5)
Las categorías, el significado, la construcción, la sintaxis, el
lenguaje en general, tiene un fundamento de objetividad y de
contenido. El modus significandi corresponde y sigue a un
modus ontelligendi y éste corresponde a un modus essendi.
Las reflexiones de Escoto sobre la gramática y sobre los
diferentes modi significandi expresan luego una gran variedad
y una gran riqueza de formas y de matices dentro de las
mismas.
Todo ello nos muestra la enorme riqueza de las categorías del
sujeto y de los significados. Pero siempre se da la relación con
un contenido.
Una reflexión así sobre la gramática parece del todo útil ya en
sí misma. Pero adquiere mucha mayor importancia filosófica si
se la considera entroncada en la metafísica. ¿Qué importancia
tuvo esta investigación en la dedicación de Heidegger al tema
del lenguaje? Decir que tuvo un influjo decisivo, tal vez sea
111 | P á g i n a
demasiado. Heidegger estaba ya motivado hacia el lenguaje por
la fenomenología y la hermenéutica. Pero también es un hecho
que Heidegger realizó en esta investigación un gran trabajo de
reflexión sobre las categorías y el lenguaje en general, llegando
a poner de relieve por primera vez la complejidad y riqueza del
mismo.
La reflexión sobre Escoto lleva a Heidegger a la conclusión de
que la gramática y la lógica van a parar a la metafísica. Pero no
a una metafísica estática, sino a una metafísica de la historia.
Las categorías, el significado y el lenguaje se fundan, en
definitiva, en una metafísica del espíritu vital e histórico, que
es el único espíritu vital humano, sujeto de las categorías y del
significado.
La investigación de Heidegger es una buena aportación sobre
el contenido y valor objetivo de las categorías y del significado
frente al psicologismo. Pero habría que poner también de
relieve la importancia de este trabajo y las preguntas que
suscita ya en los comienzos del camino del pensar
heideggeriano acerca del lenguaje (6).
El lenguaje está bien fundado y es visto como expresión que
muestra un contenido.
El lenguaje está bien fundado y es visto como expresión que
muestra un contenido.
Por otra parte, se puede apreciar en este momento del pensar
heideggeriano sobre el lenguaje una distinción entre el modus
intelligendi y el modus significandi que tenderá a difuminarse
pronto en su filosofía.
En el círculo de Ser y tiempo comprensión y lenguaje, o mejor
habla, van a ser dos modos igualmente originarios de apertura
del Dasein que no se van a dar el uno sin el otro.
NOTAS
112 | P á g i n a
(1) Cf. H. OTT, Martin Heidegger. Unterwegs zu einer
Biographie, Frankfurt 1988, pp. 78-87
(2) M. HEIDEGGER, Die Kategorien- und Bedeutungslehre
des Dunscotus. En: M. HEIDEGGER, Frühe Schriften,
Frankfurt 1978, pp. 189-412. Gesamtausgabe 1. En adelante,
cuando las citas se refieran exclusivamente a esta obra,
indicaremos las páginas en el texto, entre paréntesis. Se trata de
un error histórico por parte de Heidegger. La obra que comenta
no es de Escoto, sino de Tomas de Erfurt.
(3) Cf. M. HEIDEGGER, Die Lehre vom Urteil im
Psychologismus. Ein kritisch-positiver Beitrag zur Logik. En:
M. HEIDEGGER, Frühe Schriften,pp.55-188. Sobre los
comienzos del pensar heideggeriano cf. M. BERCIANO, La
superación de la metafísica en Martín Heidegger, Oviedo 1991,
pp. 15-34
(4) Cf. M. HEIDEGGER, El libro de WERNER citado por
HEIDEGGER es: Die Sprachlogik des Duns Scotus; cf. ibid.,
p. 340.
(5) Sobre las ideas fenomenológicas de HEIDEGGER, cf. su
libro Prolegomena zur Geschichte des Zeitbegriffs, Frankfurt
1988, esp. pp. 34-122 (Gesamtausgabe 20). Su crítica al
concepto de verdad como adecuación comenzó pronto; cf. sus
clases de 1925/26: Logik. Die Frage nach der Wahrheit,
Frankfurt 1976 (Gesamtausgabe 21); Sein und Zeit (1927), esp.
pp. 282-305 (Gesamtausgabe 2); Vom Wesen der Wahrheit
(1930); en: Wegmarken, Frankfurt 1976, pp. 177-202
(Gesamtausgabe 9)
(6) El interés de HEIDEGGER por el lenguaje se puede ver a
lo largo de todo su pensamiento. Cf. M. HEIDEGGER, Logik.
Die Frage nach der Wahrheit (1925/26), Frankfurt 1976; id.,
Sein und Zeit (1927), esp. pp. 197-221; id., Metaphysische
Anfangsgründe der Logik im Ausgang von Leibniz (1928),
Frankfurt 1990 (Gesamtausgabe 26). Y sobre todo los estudios
113 | P á g i n a
publicados con el título: Unterwegs zur Sprache, (de los años
1950-1959), Frankfurt 1985 (Gesamtausgabe 12)
114 | P á g i n a
LA HERENCIA ESCOTISTA EN LA FILOSOFÍA
POLÍTICA MODERNA
The Legacy of Scotus in Modern Political Philosophy
Autor: Ignacio Miralbell** Universidad Católica de la
Santísima Concepción - Concepción - Chile
Resumen.
Abstract
115 | P á g i n a
The article seeks to demonstrate the strong late medieval
voluntaristic legacy of Scotus in modern political philosophy,
especially in Bodin, Machiavelli, and Hobbes, but also in
Locke, Rousseau, and Kant. It examines the Scotist conception
of power and its philosophical-theological foundations, as well
as some of the topics of his “new” metaphysics and
anthropology in order to identify their direct or indirect
consequences for modern political philosophy. Keywords: D.
Scotus, J. Bodin, political philosophy, voluntarism.
PRESENTACIÓN
116 | P á g i n a
Estado. El tema está ya a la vista de todos: se trata de la
globalización, a través de la cual ha aparecido cada vez
con más prepotencia la crisis del Estado moderno.
[…] Habiendo caducado la utilidad performativa de la
conceptualización filosófica moderna (soberanía,
representación, constitución, autoridad, ley, libertad,
derechos, etc.), no aparece en el horizonte un pensamiento
capaz de definir nuevas grillas interpretativas
interdisciplinarias (políticas, económicas, jurídicas)
capaces de dar respuestas a los nuevos problemas
planteados por las relaciones de poder en la época de la
globalización. (12)
118 | P á g i n a
Arendt sugiere que el paradigma inicial del fenómeno
revolucionario típicamente moderno fue la revolución
copernicana en astronomía, pero mi hipótesis es que, más de un
siglo antes, ya habían tenido lugar dos revoluciones filosóficas:
la metafísico-gnoseológica de Escoto y la lógico-lingüística de
Ockham. Por razones de tiempo me detendré un poco más en
la primera que en la segunda, pues es menos conocida en
general. Por otra parte, la herencia ockhamista en el
pensamiento político moderno la he dejado para un trabajo
posterior. En síntesis, lo esencial de la “revolución” metafísica
de Duns Escoto se puede exponer en seis inversiones decisivas
de la filosofía aristotélica, asimilada críticamente desde su
agustinismo tradicional, y deliberadamente “corregida” y
transformada. Inversiones que voy a exponer muy
sucintamente a continuación.
El univocismo metodológico del concepto (ratio) frente a la
analogía aristotélica Duns Escoto rechaza la analogía y sostiene
que un razonamiento solo puede concluir si está compuesto de
conceptos unívocos, que significan exactamente lo mismo en
las premisas y en la conclusión. Los conceptos unívocos son
claros y precisos, mientras que los análogos, al igual que los
equívocos, son confusos. El método escotista prioriza la
relación entre unos conceptos y otros, especialmente las
relaciones de inclusión e implicación entre los conceptos
simples y los complejos. Y esto hace de Escoto un antecedente
muy neto de la metodología de pensadores modernos como
Descartes, Hobbes, Locke y Hume.
En este sentido, cabe señalar que es en Duns Escoto donde se
cumple a cabalidad en forma preeminente el llamado “olvido
del ser” y el “encaminamiento onto-teológico de la metafísica”,
denunciados por Heidegger (cf. 415 y ss.). De hecho, la
distinción entre ser y esencia, tan importante en la metafísica
tomista, es negada por Escoto, quien la considera una mera
distinción formal. A la univocidad del concepto de ente, que
implica el olvido del ser, se añade su división disyuntiva en
119 | P á g i n a
ente infinito y finito, perfecto e imperfecto, necesario y
contingente, en definitiva, dios y criatura.
El encaminamiento onto-teológico de la metafísica no puede
ser más manifiesto en los escritos filosóficos de Escoto, como
el Tractatus de Primo Principio. Y tal encaminamiento se hace
con un método univocista, que establece distinciones
disyuntivas, dicotómicas, al modo de la “diálisis” platónica.
La anterioridad de la potencia o poder activo respecto al acto
En su Metafísica, Aristóteles estableció como axioma que el
ser en acto (energeia) era anterior al ser en potencia (dynamis)
(cf. 1049b1051a). Pues bien, Duns Escoto, aunque no lo
expresa explícitamente, parece invertir el planteamiento,
sosteniendo que la potencia activa –es decir, el poder– es
anterior a su acción, y con ello hace posible su metafísica del
Primer Principio o Causa Primera como Omnipotentia (cf.
Werner 55 y ss.).
La primacía de la eficiencia sobre la finalidad La teoría de las
cuatro causas (material, formal, eficiente y final) de Aristóteles
sufre también en Escoto una corrección inversiva. Si para el
Estagirita la causa de las causas era la causa final –el fin–, para
Escoto la causa eficiente adquirirá supremacía sobre la causa
final. Una de las tesis novedosas de Escoto es que el fin causa
solo “metafóricamente”, porque solo produce efectos en cuanto
es amado por una causa eficiente:
“finis movet metaphorice ut amatus, ideo efficiens efficit
formam in materia [el fin mueve metafóricamente en
cuanto amado, por lo tanto, es el eficiente el que efectúa
la forma en la materia]” (Duns Scoto 1989 58).
120 | P á g i n a
mismo sentido. El intelecto no es una potencia puramente
activa, sino que también es en cierto modo pasiva, porque el
objeto toma parte también en la causalidad del acto cognitivo:
“el acto cognitivo es generado por el cognoscente y lo
conocido” (Miralbell 239).
En cambio, la voluntad es una potencia puramente activa,
porque es libre. La voluntad es la potencia activa perfecta, es la
virtud activa o poder eficiente por antonomasia, dada la
independencia y absolutividad con que genera su propio acto.
Según Escoto, no podría “salvarse” la libertad de la voluntad si
se admitiera que la voluntad en algún sentido es pasiva. La
voluntad es el poder de auto-determinación espontánea, “potest
se determinare” (Duns Scoto 1891 609).
El sujeto-objetualismo en la teoría del conocimiento Una de las
tesis fundamentales –por no decir el primer axioma– de la
teoría del conocimiento de Escoto es la siguiente: el acto
humano de entender es siempre un efecto engendrado por dos
causas parciales que se unen: la capacidad intelectual del sujeto
cognoscente y el objeto conocido. ¿Qué entiende Escoto por
“objeto”? Esta cuestión es compleja. De momento
bástenos con advertir que Escoto ha dado un valor causal
al objeto, por lo que hay que pensar que se trata de algo
previo al acto (la causa es anterior a su efecto), y de algo
con realidad propia (solo lo que es real puede causar algo).
Dicho de otro modo, el término “objeto” en Escoto tiene
un sentido “real”. Se refiere a la cosa objetivada, a “lo”
conocido en cuanto real, no se trata aquí del objeto en su
mero “esse cognitum”.
123 | P á g i n a
o productivo –término que se reserva más para las acciones
físicas o externas–.
Escoto también aplica el término productio a la acción creadora
de Dios o Primer Principio. La actividad divina produce
primero al ente finito en su ser inteligible (esse objectivum,
esse intelligibile) (cf. Werner 55). En un segundo momento –
aunque no se trata de momentos discontinuos o separados
temporalmente, sino de instantes naturae o momentos de
naturaleza–, el ente finito es producido en su ser efectivo (esse
effectivum) en la realidad física. Por razones de tiempo y
espacio no puedo exponer aquí, de manera más completa e
íntegra, cada uno de los puntos centrales de la “revolución
sutil” (cf. Goémé 3 y ss.) que llevó a cabo Duns Escoto con un
discurso aparentemente escolástico; pero con lo expuesto hasta
aquí ya se puede atisbar lo que sostengo en mi hipótesis, a
saber, que esta revolución metafísica escotista está en la base
del cambio de paradigma en el pensamiento moderno.
Algunas consecuencias del escotismo en la filosofía política
moderna El origen de los fundamentos de la filosofía política
moderna se encuentra en el voluntarismo tardo-medieval que
se inicia con Duns Escoto y se radicaliza con Guillermo de
Ockham y sus respectivos seguidores, en los siglos xiv y xv.
Las enseñanzas de ambos representantes del pensamiento
“voluntarista” fueron rápidamente difundidas por la mayor
parte de las universidades europeas de este periodo, y sentaron
las bases de un olvido de la mente clásica –antigua y medieval–
y de una Modernidad marcada por la reforma protestante, las
guerras de religión, los absolutismos monárquicos, el
“soberanismo” de los Estados nacionales y el positivismo
jurídico, los cuales pueden considerarse diversas
manifestaciones de voluntarismo, tal como ya fue formulado
por Escoto.
El principio protestante de la libertad del cristiano, o de la fe
“fiducial” luterana es voluntarismo religioso, es decir,
teologismo En efecto, según su pesimismo antropológico,
124 | P á g i n a
nuestra razón y nuestra naturaleza están totalmente
corrompidas, atadas al pecado, a lo carnal, y no pueden conocer
ni lograr por sí mismas conocer los designios inescrutables de
Dios y satisfacerlos. Repetidas veces insiste en que, en su
marco, todos los poderes del raciocinio del hombre son
simplemente “carnales y “absurdos”. Todos hemos caído de
Dios y hemos sido abandonados por Dios de modo que estamos
completamente atados, miserables, cautivos, enfermos y
muertos. Por ello es ridículo, así como pecaminoso suponer que
podemos tener siquiera esperanzas de medir a Dios por la razón
humana. (Skinner 11)
Es un tópico conocido por los historiadores de la Iglesia que
los reformadores como Lutero y Calvino se formaron en una
teología voluntarista –tanto escotista como ockhamista–,
bebiendo directamente de esas fuentes o de autores intermedios
como Wiclief y Huss, entre otros. Pero, además, vemos que
Duns Escoto es el primer filósofo medieval que plantea una
confrontación cuasi-dialéctica entre la filosofía y la teología, al
establecer por principio una incompatibilidad:
“[l]os filósofos sostienen que la naturaleza es perfecta y
niegan la perfección sobrenatural. Pero los teólogos
conocemos la deficiencia de la naturaleza y la necesidad
de la gracia y de la perfección sobrenatural” (Duns Scoto
1960 13).
y señala que los atributos del poder del soberano deben ser
“exclusivos”, es decir, no compartidos ni participados ni
comunicados con superiores, iguales o inferiores, pues en tal
caso dejaría de ser verdadera soberanía.
Ahora bien, la influencia escotista en Bodin, así como la
semejanza entre el concepto escotista de “poder absoluto”
divino en el ámbito metafísicoteológico y el concepto
bodiniano de “soberanía” como poder absoluto de la potestad
que rige la república, fueron ya expuestas hace unas décadas
127 | P á g i n a
por E. Tierno Galván en su estudio sobre la herencia escotista
en Bodin. Señala Tierno Galván: […] el Théâtre de la nature
[una obra temprana de Bodin] proclama la simpatía de Bodin
hacia Escoto.
El autor cita poquísimas veces a escritores medievales; prefiere
clásicos o renacentistas, pero de los que menciona se lleva la
palma, por la frecuencia y la importancia del asunto, Duns
Escoto.
Defendiendo la tesis de Escoto, de que los efectos de las causas
segundas son efectos de las causas primeras, uno de los
interlocutores del Théâtre de la nature recoge el tema de la
voluntad divina y argumenta respecto de ella igual que lo hizo
antes el autor de la obra en los Seis libros de la República.
[...] Cuando expuso Bodino en Los seis libros de la
República en qué consiste la soberanía en cuanto voluntad
absoluta, repitió las mismas razones y terminología. Lo
que permite no ya suponer, sino inducir, que el contacto
intelectual con Escoto y la tradición escotista le sirvió de
punto de partida para su concepción de la soberanía como
“potencia absoluta”. (Tierno Galván 87)
y señala que los atributos del poder del soberano deben ser
“exclusivos”, es decir, no compartidos ni participados ni
comunicados con superiores, iguales o inferiores, pues en tal
caso dejaría de ser verdadera soberanía. En otro pasaje, Bodin
define la soberanía como “el poder absoluto y perpetuo de una
república” (cf. Libro i cap. viii 47). “Absoluto” en el sentido
de no estar limitado por nada ni por nadie, en cuyo caso dejaría
de ser verdadera soberanía, y “perpetuo” en el sentido de ser
128 | P á g i n a
vitalicio, porque si su ejercicio prescribiera o estuviera sujeta a
cesación, no sería verdadera soberanía (cf. Libro i cap. viii 46-
54).
Todo parece deducirse necesariamente de la univocidad del
concepto mismo de potestad absoluta, igual que en la filosofía
de Duns Escoto con respecto a la potencia absoluta del primer
principio. Uno de los argumentos de Escoto para demostrar la
existencia de un solo primer principio absoluto es que es
omnipotente. Pero dos omnipotentes no pueden existir, porque:
“si existieran dos omnipotentes cada uno de ellos
reduciría al otro a la impotencia no destruyéndolo, sino
prohibiendo o impidiendo con su nolición (no-volición)
las cosas queridas por el otro” (Libro i distinción ii 457).
129 | P á g i n a
príncipe que hemos puesto como imagen de Dios, no
puede hacer de un súbdito su igual sin que su poder
desaparezca. (74)
136 | P á g i n a
Conclusión propositiva Quisiera concluir señalando que la
concepción “moderna” del poder político y del derecho es
fundamentalmente voluntarista. Pero, como hemos
mencionado, caben otras maneras de conceptuar y practicar el
poder político quizá más humanas y más justas que la
voluntarista. Y creo que en estos tiempos posmodernos es hora
de pensar esta cuestión a fondo.
Excede los límites de este estudio señalar qué “otras”
concepciones y prácticas alternativas serían posibles, más allá
de un volver a mirar las concepciones y prácticas antiguas y
medievales, que quizá solo pudieran ayudarnos parcialmente
dado que se dieron en otras condiciones históricas del
desarrollo humano. Ahora bien, si tenemos en cuenta el
principio lógico de que una vez detectado algo falso, su
negación, su contradictorio (no su mero contrario u opuesto),
es verdadero, quizá podamos extraer algunas conclusiones
positivas que se siguen de nuestro análisis de las herencias
voluntaristas de la filosofía política moderna. Veamos
sucintamente algunas de ellas:
137 | P á g i n a
filosófica y religiosa había considerado en Dios, desde la
Antigüedad hasta Escoto.
139 | P á g i n a
7. La necesidad de abandonar toda disociación entre
naturaleza y libertad que permita volver al concepto clásico
de naturaleza libre o libertad natural del hombre. Y de esta
manera reconciliar la civilización humana y su desarrollo con
la madre naturaleza para conformar una simbiosis y no una
antítesis.
Bibliografía
140 | P á g i n a
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Madrid: Alianza, 2000.
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Los fundamentos religiosos del ascetismo intramundano. Trad.
Luis Legaz y Francisco Gil. Ciudad de México: Fondo de
Cultura Económica, 2011. Werner, H. J. Die Ermöglichung des
endlichen Seins nach Johannes Duns Scotus. Frankfurt:
Herbert Lang Bern, 1974.
141 | P á g i n a
EL ACTO COGNOSCITIVO EN LA PERSPECTIVA DE
JUAN DUNS ESCOTO
Autora: Gloria Silvana Elías*. Universidad Nacional de Jujuy.
CONICET- Jujuy-Argentina. Doctora en Filosofía por la
Universidad Nacional de Tucumán (unt), Argentina.
Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones
(conicet) con el tema de la antropología y metafísica de Juan
Duns Escoto. Profesora adjunta regular de la cátedra de
antropología filosófica de la Universidad Nacional de Jujuy,
Argentina. Miembro del proyecto de investigación «Lógica y
realidad: la fundamentación de las intentiones primeras y
segundas en la escolástica medieval, de Tomás de Aquino a
Guillermo de Ockham» (ubacyt). Posdoctorada en la
Universidad Nacional de Buenos Aires, Argentina, con el
proyecto de trabajo «La specie inteligible en Duns Escoto». Ha
participado en diversos congresos y posee diversas
publicaciones al respecto.
Contacto: gloriasilvanaelias@yahoo.com.ar.
Para citar este artículo: Elías, Gloria Silvana. «El acto
cognoscitivo en la perspectiva de Juan Duns Escoto». En:
Revista Franciscanum 170, Vol. lx (2018): 21-45.
142 | P á g i n a
del texto de Juan Duns Escoto, sino que se presenta como un
posible recorrido de abordaje exegético de la compleja
cuestión. El análisis interpretativo de los pasajes centrales y de
las tesis que en ellos se arguyen se apoya en los estudios
actuales que hay respecto de la noética escotista, tratando de
dejar en evidencia tanto los puntos de acuerdo como los de
conflicto respecto de qué entiende Escoto por actos
cognoscitivos, su relación al objeto y qué quiere decir cuando
habla de especie inteligible y contenido intencional.
Palabras clave: Acto cognitivo, Duns Escoto, especie
inteligible, objeto, noética.
Introducción
17
: 1 Juan Duns Escoto, Quaestiones Quodlibetales xiii: si los actos de
conocer y de apetecer son esencialmente absolutos o esencialmente relativos.
Introducción, resúmenes y versión de Felix Alluntis, O.F.M. (Madrid: bac,
1968), 444-492.
144 | P á g i n a
viviente. Es decir, se está discutiendo si la perfección del
viviente puede ser relativa (en relación con).
Esta relatividad o respectividad refiere al objeto que se intelige,
puesto que la bienaventuranza no se alcanza en la intelección
de cualquier objeto, como puede ser inteligir un mosquito –dirá
el Sutil–, sino propiamente en la intelección de Dios. Luego, la
bienaventuranza no es la intelección de cualquier objeto. Por
ello la pregunta que inicia la quaestio es: ¿los actos
cognoscitivos actuales son absolutos o relativos? Según lo que
se responda, se podrá avanzar hacia el otro nudo temático, esto
es: ¿cómo es la vinculación de los actos cognoscitivos con el
objeto? Respecto de esta temática, Escoto presentará tres
pruebas por las que demostrará que la operación o acto
cognoscitivo posee ser absoluto, aun cuando lleve aneja –dirá
él– una relación al objeto, apareciendo así otros elementos que
estarán presentes en este escrito, aunque no sea más que para
dejar enunciada su participación.
Nos referimos a la specie intelligibilis y el esse cognoscibile.
Por lo expuesto, el trabajo se ordena de la siguiente manera: en
una primera parte, se abordará la teoría de las distinciones
formales, puesto que puede entenderse que la distinción entre
tipos de actos cognoscitivos se asienta en la teoría de la
pluralidad de formas que Escoto ubica en la cosa.
En segundo lugar, teniendo este marco, se inquirirá sobre las
categorías de acción y de objeto propiamente – centrales en la
noética escotista–, con el fin de clarificar el complejo cuadro
de relaciones que hay entre los actos y el objeto. Finalmente,
se dejará explicitada la diferencia entre especie y contenido
mental, dando lugar a un nuevo punto de investigación –el cual
en este escrito solo se dejará enunciado–, que alude a que el
contenido mental no es una distinción formal de la cosa, sino
absolutamente una producción intencional.
Las partes en que está organizado este trabajo son solo un modo
posible de análisis de la quaestio que aquí nos incumbe. Se
inicia el escrito a partir de una presentación del marco teórico
145 | P á g i n a
que parece subyacer en la noética escotista (aun cuando no está
explícito), esto es, la teoría de las distinciones formales, puesto
que nos parece que desde allí el abordaje exegético a los tipos
de actos cognoscitivos puede ser más ajustado, y puede
visibilizar piezas que de otra manera no serían tan explícitas.
Lo complejo del tema, de las argumentaciones y, desde ya, lo
novedoso del texto para la época en que se escribe hacen que
para su tratamiento se acuda a diversos estudios actuales al
respecto, los cuales no siempre están en concordancia entre sí,
muchas veces evidenciando elementos que hacen que la
quaestio xiii de Juan Duns Escoto siga siendo hoy en día
motivo de estudio y diálogo entre los que se interesan por la
noética de los siglos xiii y xiv.
146 | P á g i n a
que es una e idéntica en sí misma, y cuya no-identidad es solo
formal. Dice: Entiendo por no-identidad formal de algunas
cosas cuando una no es razón formal de la otra, de modo que si
aquella fuera definida, no pertenecería a la definición de
ésta182.
La distinción ex natura rei se define como una no-identidad
formal, y Escoto aplica este tipo de distinción en la doctrina de
los atributos divinos193.
Lo que se está queriendo señalar acá es que en la unidad de la
cosa cabe una pluralidad de formas distintas y anteriores a la
operación del intelecto; a cada noción in esse obiectivo le
corresponde una formalidad, aun cuando no sea separable en la
cosa y cada una de las formalidades de la cosa es pasible de ser
conocida de manera distinta. Por lo tanto, ¿qué es lo que capta
el intelecto del objeto según el acto cognoscitivo que lleva a
cabo? Alain De Libera explica que el intelecto escotista
distingue tres formalidades en la cosa: su naturaleza, su
18
: 2 Ioannis Duns Scoti, Reportata Parisiensia, d. 45, q.2, núm.9, Vol. xxii
(Parisiis: Ed. Vivès, 1891-1895), 503.
4 Cf. Alain De Libera, La cuestión de los universales. De Platón a fines de
la Edad Media (Buenos Aires: Ed. Prometeo, 2016), 342.
19
: 3 Cf. Ioannis Duns Scoti, Ordinatio i (Ord.) Studio et cura commisionis
scotisticae, Balic, Vol. iv, d.8, p.1, q.4, (Roma: ed. Vat. 1956) [192], 261:
«Est ergo ibis distinctio praecedens intellectum omni modo, et est isa, quod
sapientia est in re ex natura rei, et bonitas in re ex natura rei, –sapientia autem
in re, formaliter non est bonitas in re–. Quod probatur, quia sia infinita
sapientia esset formaliter bonitas in communi. Infinitas enim non destruit
formalem rationem illius cui additur, quia in quocumque gradu intelligatur
esse aliqua perfectio (qui tamen “gradus” est gradus illius perfectionis), non
tollitur formalis ratio illus perfectionis propter istum gradum, et ita si non
includit formaliter “ut in communi, in communi”, nec “ut infinitum,
infinitum”». Esta distinctio no solo es aplicada a la relación de Dios con sus
atributos, sino también a la relación entre Dios uno y trino, Ioannis Duns
Scotus, Opus Oxoniensis ii (París: Ed. Vivès, 1895), d. 16, n. 15ss., Vol. xiii,
39ss; el ser y los trascendentales, Ioannis Duns Scoti, Reportata Parisiensia,
1, d.33, q.2, n.11, Vol. xxii, 403; el alma y sus potencias Ioannis Duns
Scotus, Opus Oxoniensis ii, d. 16, n. 15ss., Vol. xiii, 39ss.
147 | P á g i n a
existencia, y su singularidad204. Entonces, ¿de qué manera
procede el intelecto para conocer cada una de estas
formalidades de la cosa? La naturaleza de la cosa es conocida
por lo que el Sutil denomina intelección quiditativa o
conocimiento abstractivo. Aquí el sentido de abstracto en el
que está pensando Escoto es el que postula Mateo
d’Aquasparta, esto es, la operación del intelecto por el que este
capta la quididad de la cosa sin que ello suponga el ser o no ser
de la misma.
Cabe precisar que esto no necesariamente tiene que ver con la
inducción abstractiva aristotélica, proceso que por una serie de
«comprobaciones y reducciones imaginarias» conducía
finalmente a un término, el conocimiento abstracto. Más bien,
Mateo denomina conocimiento abstracto a un modo de
conocimiento que de entrada es tal (y no por un proceso),
operación absoluta independiente de la existencia o no de la
cosa. Es este último sentido el que De Libera ve en Escoto215.
La existencia de la cosa se conoce por un conocimiento
intelectual intuitivo. Para sostener esto, Escoto arguye dos
argumentos, uno proveniente del ámbito teológico226, y otro
proveniente del campo del conocimiento sensible y la
supremacía del intelecto en relación con la sensación. En
cuanto al primero, Escoto aduce que en el acto de la visión
beatífica Dios es percibido como existente (no como
noexistente), porque si así no fuere la Bienaventuranza sería
20
; 4 Cf. Alain De Libera, La cuestión de los universales. De Platón a fines
de la Edad Media (Buenos Aires: Ed. Prometeo, 2016), 342.
21
: 5 Alain De Libera, La cuestión de los universales, 336-337; 342.
22
; 6 Como señala Joël Biard, la visión directa e inmediata de Dios por los
bienaventurados es el modelo de conocimiento intuitivo, puesto que en el
estado actual Escoto entiende que el mismo no es realizable. Cf. Joël Biard,
«Intention et presence: La notion de presentialitas au xive siècle», en
Dominik Perler (ed.), Ancient and medieval theories of intentionality
(Leiden: Brill, 2001), 76-265.
148 | P á g i n a
causada por un objeto no existente, lo cual es un completo
absurdo237. Dicho lo cual Escoto asevera que:
«el acto beatífico del entendimiento no puede ser
conocimiento abstractivo, de lo contrario, podría darse la
bienaventuranza en ausencia de Dios, lo que es
absurdo»248.
23
: 7 Cf. Juan Duns Escoto, Quaestiones Quodlibetales xiii, 454.
24
: 8 Cf. Juan Duns Escoto, Quaestiones Quodlibetales xiii, 454.
149 | P á g i n a
competer eminentemente a la potencia cognitiva
intelectiva259.
25
: 9 Juan Duns Escoto, Quaestiones Quodlibetales vi: si la igualdad en lo
divino es relación real, 212-213.
26
: 10 Cf. Alain De Libera, La cuestión de los universales, 342. De Libera
señala que, en el estado de viador, el saber de tales formalidades (naturaleza,
existencia, singularidad de la cosa) no resulta posible a nivel de la
singularidad, por lo que Escoto más bien elabora su posición noética
teniendo en cuenta la naturaleza y la existencia de la cosa.
27
: 11 Cf. Juan Duns Escoto, Ordinatio ii, d.3, p. 1., q. 1: si la sustancia
material es individual o singular por sí misma o por su propia naturaleza, nn.
20-22, 399. Para un abordaje detenido sobre el principio de individuación en
Escoto, puede leerse la tesis doctoral de Vitor Mauro F. de Romariz
Braganca, «The Foundations of Duns Scotus’ Theory of Individuation»
(PhD diss., Universidade Federal do Rio de Janeiro, 2016).
150 | P á g i n a
Pareciera ser que Escoto asume que el conocimiento en
relación del singular, si bien es una capacidad humana, solo la
lleva a cabo en el estado anterior a la caída o en el de
Bienaventuranza. Por lo dicho, se entiende que la explicación
de los actos cognoscitivos humanos, en la teoría escotista se
enmarcan dentro de una concepción antropológica en la que el
estado de caída es un estado de tránsito, hic et nunc, el cual no
logró arrancar de cuajo la capacidad del ser humano de conocer
el singular.
Pero además, si el intelecto no pudiera conocer lo existente, no
podría conocer verdades contingentes, lo cual significaría que
el hombre tendría una incapacidad profunda para sobrevivir in
via.
Por tanto, puesto que el conocimiento sobre la naturaleza es
largamente probado en la filosofía (esto es, en Aristóteles) y el
de la singularidad no nos cabe en este estado de caída, la
discusión para Escoto es cómo abordar el conocimiento
intuitivo de la existencia en relación armoniosa con el
conocimiento abstractivo de la esencia. Se continúa entonces
con el análisis de ambos actos en el presente estado de vida.
151 | P á g i n a
acto último que perfecciona el agente. A propósito de tal
distinción, Escoto plantea en la quaestio vii de Quaestiones in
libros Aritotelis De Animae2812 que es posible distinguir dos
tipos de acción, una de las cuales pertenece al género de la
acción y la otra no. Y es esta segunda acepción del término
acción la que conviene a los actos cognoscitivos. Dice:
Cierta acción pertenece al género «Acción» y esta es
propiamente dicha «acción», de la que se predica este
nombre de modo inmediato; pero además hay una cierta
acción actuada o producida (actio acta vel producta), que
no pertenece al género «Acción», como es el caso del
entender y el querer, que son ciertas formas absolutas, y
no pertenecientes al género «Acción», sino que son algo
actualizado o producido por los actos del intelecto y de la
voluntad, los cuales pertenecen al género «Acción»2913.
28
: 12 Respecto de la autenticidad de esta obra, hay posiciones contrapuestas.
Mientras, Sondag plantea dudas sobre ello, por su parte Lauriola no tiene
reparo en afirmar su autenticidad. Para una descripción puede recurrirse a
Juan Duns Scoto, Naturaleza y voluntad. Quaestiones super libros
Methaphysicorum Aristotelis, ix, q. 15 (Pamplona: Universidad de Navarra:
2007) cuya introducción es un estudio detallado de las obras auténticas y
espúreas de Escoto y sus ediciones, realizada por Cruz González Ayesta.
29
: 13 Juan Duns Scoto, Quaestiones in libros Aristotelis De Animae (Super
De An.) q. VII. Opera Omnia, editio Nova juxta editionem Wadding, Vol. iii
(Parisiis: Ed. Apud Ludovicum Vivès, 1663), 505.
152 | P á g i n a
Según esta nueva dualización, tenemos, por un lado, la
acción propiamente dicha, o el momento propiamente
activo de la acción, que es el aspecto de la acción en
cuanto surge-del-y-en-el-agente, que constituye el género
o predicamento «Acción»; y por otro lado, la acción en
sentido derivado y lato, que es un momento pasivo de la
acción, el aspecto que constituye su resultado, su efecto,
su producto, es decir, la acción en cuanto queda-y-
determina-al-paciente. En este análisis dual, es claro que
hay una anterioridad y una posterioridad aunque no
cronológica sino de naturaleza3014.
30
: 14 Ignacio Miralbell, El dinamicismo voluntarista de Duns Escoto. Una
transformación del aristotelismo, (Navarra: eunsa, 1994), 190.
31
: 15 Ignacio Miralbell, El dinamicismo voluntarista de Duns Escoto, 246.
153 | P á g i n a
perfecciona últimamente al operante y como cosa –ya en su
aspecto real extramental, ya en su aspecto objetivo inmanente–
, respectivamente, desarrollaremos en lo que sigue qué
significa que la intelección tenga condición de entidad absoluta
y qué tipos de relaciones tiene con el objeto.
33
: 17 Aristóteles, Metafísica v, c. 15, 10220b30-33, 283.
34
: 18 Cf. Juan Duns Scoto, Quaestiones Quodlibetales xiii, 449.
35
: 19 Cf. Juan Duns Scoto, Quaestiones Quodlibetales xiii, 449.
36
: 20 Cf. Juan Duns Scoto, Quaestiones Quodlibetales xiii, 450.
155 | P á g i n a
conocimiento sensitivo del objeto que no existe o que se conoce
abstrayendo de su existencia actual (por ejemplo, la
imaginación de color). Ello ya lo desarrolla Duns en
Ordinatio3721 argumentando que dicha distinción, que cabe
para la facultad sensible, también debe ser posible para la
facultad intelectiva, que es superior.
En la quaestio que nos ocupa lo dice de la siguiente manera:
En primer lugar, es claro que puede darse conocimiento
intelectual de lo no-existente. Pero puede darse también
conocimiento intelectual de un objeto existente en cuanto tal.
El bienaventurado tiene tal conocimiento del objeto beatífico.
De otra suerte alguien podría ser bienaventurado aunque, por
imposible, no existiera el objeto de su bienaventuranza, del
que, se dice, tiene visión clara o facial porque su acto de
conocer tiende a él en cuanto presente en su existencia actual
propia3822.
Escoto tiene una preocupación teológica que lo guía en la
elaboración de la teoría gnoseológica, arguyendo que el
entendimiento puede captar un objeto en cuanto existente por
sí, como es el conocimiento que tiene el bienaventurado del
objeto beatífico. Como señala Biard, es un tipo de
conocimiento que es de visión directa de la cosa misma, sin
ningún tipo de ser intermedio ni ser menor entre el acto y
aquella3923. Esto como primera prueba.
En segundo lugar, él reitera argumentos ya mencionados más
arriba respecto de Quodlibet vi. En este caso lo dice de esta
manera: En segundo lugar, ello se prueba por esta razón: todo
lo que hay de perfecto en el conocimiento puede competer al
37
: 21 Cf. Juan Duns Scoto, Ordinatio i, d. 1, n. 35.
38
: 22 Juan Duns Scoto, Quaestiones Quodlibetales xiii, 456.
39
: 23 Cf. Joël Biard, «Intention et presence: La notion de presentialitas au
xive siècle», 269. Está haciendo alusión a que no cabe aquí ninguna esse
diminitum o ser disminuido, como sí plantea Escoto para el conocimiento
abstractivo.
156 | P á g i n a
conocimiento intelectual con más razón que al conocimiento
sensitivo.
Ahora bien, el poder captar realmente el objeto en sí –en el
supuesto de que la potencia cognitiva no se envileciera por la
imperfección del objeto– es perfección. Luego el
entendimiento puede tener un acto por el que capta el objeto en
su existencia real, al menos el objeto que es más noble o
igualmente noble que él. Y, si se concede que nuestro
entendimiento puede captar un objeto en cuanto existente en sí,
por igual razón se concede que capta todo objeto de ese modo,
pues es potencial respecto de todo objeto inteligible4024.
Es claro que está intentando mostrar que si la facultad sensitiva
es capaz de captar (attingere) un objeto de modo directo, con
mayor razón el intelecto, y no en una similitud derivada
(diminuta vel derivata similitudine). Ello lleva al segundo nudo
central de la quaestio xiii4125, a saber, la distinción entre
conocimiento intuitivo y conocimiento abstractivo, que tiene
que ver justamente con el modo de relación aneja que tiene la
intelección con el objeto. Escoto afirma que no es que al
conocimiento intuitivo le corresponda el conocimiento de la
existencia y al abstractivo el de la esencia, ya que la existencia
misma puede ser conocida por un acto abstractivo4226; antes
bien, la diferencia reside en el «modo» de conocer, es decir, se
distinguen por razones formales motivas distintas (rationes
formales motivas hinc inde)4327:
40
: 24 Juan Duns Scoto, Quaestiones Quodlibetales xiii, 456.
41
: 25 El primero fue en qué sentido el acto es operación y no perteneciente
al género de la acción.
42
: 26 Cf. Juan Duns Scoto, Quaestiones Quodlibetales xiii, 458.
43
: 27 Cabe señalar que en este punto Alluntis introduce las categorías de
conocimiento singular y conocimiento universal, expresiones estas que no
figuran en el texto latino. Vale resaltar ello porque probablemente Alluntis
avance en una analogía que no sostiene el propio Escoto. Por ello, me
permitiré citar el texto completo en el cuerpo de este artículo (en castellano),
transcribiendo a pie de página el texto latino.
157 | P á g i n a
Puede concederse que hay dos tipos de conocimientos
simultáneos del mismo objeto. No hay distinción de objetos
como de esencia y existencia. Aunque entre estas hay alguna
distinción de objeto, no basta para la conclusión intentada.
La existencia misma puede ser conocida con conocimiento
abstractivo, puedo conocer la existencia del mismo modo que
la esencia. Por lo tanto, el conocimiento universal y el
conocimiento singular son específicamente distintos por
razones formales motivas distintas4428.
Lo que se acaba de precisar no es algo menor, puesto que el
parangón de conocimiento del singular y del universal con
conocimiento intuitivo y abstractivo agregado por Alluntis no
se halla en el texto escotista, al menos no en el pasaje recién
citado, pasaje central y nodular en todo este asunto.
Lo que Escoto hace a continuación es referirse a sendos tipos
de acto, esto es, el intuitivo y el abstractivo.
En el conocimiento intuitivo la cosa en su existencia propia
mueve per se objetivamente al entendimiento4529.
En el caso del conocimiento abstractivo, lo que mueve per se
es algo en que la cosa tiene que ser cognoscible, ya como causa
que la contiene virtualmente (el efecto está contenido
virtualmente en la causa cuando esta puede producirlo sin que
la naturaleza del efecto se halle en ella) en cuanto cognoscible;
o como en efecto, esto es, como en especie o similitud (species
vel similitudo) que contiene representativamente la cosa cuya
similitud es4630.
44
: 28 Juan Duns Scoto, Quaestiones Quodlibetales xiii, n. 33, 458: «Concedi
potest quod sint duae cognitiones eiusdem obiecti simul, sic quod non
distinguatur obiectum ab obiecto sicut essentia ab exsistentia; quia licet inter
ista sit aliqua distinctio obiecti, tamen non sufficiens ad propositum; quia
etiam ipsa exsistentia potest cognosci cognitione abstractiva, sicut enim
essentiam sic exsistentiam possum intelligere, licet non sit realiter extra
intellectum. Dicentur igitur cognitiones distinctae, et hoc secundum speciem,
propter rationes formales motivas hinc inde».
45
: 29 Cf. Juan Duns Scoto, Quaestiones Quodlibetales xiii, 458.
46
: 30 Cf. Juan Duns Scoto, Quaestiones Quodlibetales xiii, 458.
158 | P á g i n a
Así ingresa al nudo más complejo de la cuestión, que se
desarrolla desde el parágrafo 34 en adelante, donde se
despliegan las relaciones que tiene cada uno de estos dos tipos
de conocimiento con el objeto.
En lo que sigue se analizará cada relación concomitante y qué
consecuencias trae aparejada la postulación de cada una de
ellas en lo que puede llamarse la noética escotista4731.
47
: 31 Para el tratamiento de los actos cognoscitivos, se indicará en cada
subtítulo los pasajes en los que Escoto aborda los mismos y sus relaciones
concomitantes con el objeto.
48
: 32 En efecto, en los dos primeros modos hay una relación mutua, por lo
que en ambos extremos se da la razón de fundar y de terminar otra relación.
Pero en el tercer modo se da una relación no-mutua, es decir, que solo en un
extremo de la misma se da la razón de fundamento; mientras, en el otro solo
se da la razón de terminarla. Cf. Juan Duns Scoto, Quaestiones Quodlibetales
xiii, n. 66, 473.
159 | P á g i n a
medido importa relación al entendimiento que certifica y a la
medida que causa la certeza»4933.
Entonces, el ser medido importa relación tanto al
entendimiento como a la medida.
Respecto del entendimiento, el Sutil dice que esta relación si
bien es actual, no es real (como no lo es la de lo cognoscible
con la ciencia) y respecto de la medida, es una relación de lo
causado (no en el ser, «non in esse») en el ser conocido («in
cognosci») con la causa de tal ser conocido; esta es real de parte
de la dependencia que tiene lo causado (ser conocido) respecto
de su causa (la medida)5034. Pero, mientras la relación de
dependencia del conocimiento a su causa es una relación de
dependencia real, la relación del objeto conocido (dependentiae
obiecti ut cogniti) con el objeto como aquello por lo que es
conocido (obiectum ut per quod cognoscitur) no es una relación
simplemente real, puesto que uno de los extremos es en el ser
conocido (esse cognitum). Sin embargo, Escoto no define esta
relación como relación de razón (como lo es la de lo universal
con lo singular).
Según él, si así fuese, Aristóteles hubiese elegido para esta
relación del tercer modo de los relativos la expresión «de lo
medido a la medida» (esse mensurati ad mensuram) y, sin
embargo, dice «de lo medible a la medida» (esse mensurabilis
ad mensuram), o sea, de aquello que por naturaleza es apto para
ser medido hacia aquello que por naturaleza es apto para medir
o, dicho de otra manera, aquello que está en potencia de,
ubicándose así en un plano potencial o aptitudinal y no en el
actual. Puede interpretarse que si la expresión hubiese sido «ser
medido» estaríamos frente a un ente de razón, mientras que
«ser medible» refiere una dependencia aptitudinal en el ser
conocido.
49
: 33 Juan Duns Scoto, Quaestiones Quodlibetales xiii, n. 37, 460.
50
: 34 Juan Duns Scoto, Quaestiones Quodlibetales xiii, n. 37, 460.
160 | P á g i n a
Respecto del segundo tipo de relación actual con el objeto en
el conocimiento intuitivo, Escoto la describe como lo que une
formalmente como medio y el término al que une, llamada
también relación de captación de otro ser como término o
relación de tendencia a otro ser como término. Aduce Escoto,
el acto de entendimiento tiene una relación de tendencia
respecto de dicho objeto en cuanto término de la intelección y,
sin embargo, tal intelección no tiene relación de medible, sino
de medida respecto del objeto5135.
Cuando Escoto quiere ejemplificar por qué ambas relaciones
(de lo medible a la medida) y la relación de que las tendencias
son separables y, por tanto, distinguibles, grafica diciendo que
la esencia superior tiene razón de medida respecto de la
inferior, pero la inferior no tiene relación de tendencia a
aquella. En el segundo tipo de relación, quien ocupa el extremo
de medida es el intelecto que tiene una relación de tendencia al
objeto.
51
: 35 Juan Duns Scoto, Quaestiones Quodlibetales xiii, n. 36, 459.
161 | P á g i n a
agente a partir de la imaginación5236, y si es o no esta especie
inteligible previa al acto abstractivo5337.
Lo que afirma Duns es que el acto abstractivo tiene una relación
real y potencial al objeto, pero también puede tener otra
relación de razón5438. Es el acto que no es necesariamente
conocimiento en relación de lo existente en cuanto tal y no tiene
por ello relación necesariamente actual al objeto, pues dicha
relación para ser real y actual necesita per se, término real y
actual3955.
Este acto tiene una relación de lo medible a la medida, pero no
la unión o captación. El acto abstractivo puede tener una
relación actual de razón, pero basado previamente en la
relación real que acabamos de mencionar, para que sea así
conocimiento del objeto5640.
El conocimiento abstracto, entonces, tiene relación real
potencial o aptitudinal con el objeto, o sea, relación de lo
medible a la medida, incluso a la medida/objeto no existente.
Es decir, la operación abstractiva es medible por el objeto, o
sea, entitativamente apta por naturaleza para depender del
objeto, una dependencia que –aclara el Sutil– es del tipo de la
semejanza por imitación o participación al ser que se
asemeja5741.
En cuanto a la relación real y potencial de tendencia o captación
del término no compete al conocimiento abstracto. Ello puede
deberse a que el acto abstractivo no precisa tender o captar el
52
: 36 Supone la teoría de la concausalidad eficiente parcial escotista. Para
su análisis, es de destacar el trabajo de Isidoro Guzmán Manzano, Estudios
sobre el conocimiento en Juan Duns Escoto (Murcia: Publicaciones Instituto
Teológico Franciscano, 2000).
53
: 37 No vamos a detenernos en los motivos por los que Escoto cree que la
especie inteligible es previa al acto de entender, pero como es sabido, es uno
de los asuntos que trata en Ordinatio i, d. 3, p. 3.
54
: 38 Juan Duns Scoto, Quaestiones Quodlibetales xiii, n. 40, 461.
55
: 39 Juan Duns Scoto, Quaestiones Quodlibetales xiii, n. 40, 461.
56
: 40 Juan Duns Scoto, Quaestiones Quodlibetales xiii, n. 40, 461.
57
: 41 Juan Duns Scoto, Quaestiones Quodlibetales xiii, n. 41, 462.
162 | P á g i n a
objeto para llevarse a cabo. Sobre si puede tener el
conocimiento abstracto una relación de razón con el objeto,
Duns apunta que puede ser de dos modos:
1. Cuando el término no tiene ser en la realidad sino solo en el
entendimiento (y como la relación no puede tener ser más
verdadero que su término, entonces, solo es de razón);
2. Cuando el acto que conoce el objeto puede ser conocido por
un acto reflejo, o sea, como el acto es semejante al objeto
mediante el objeto conocido, así dicho acto puede ser
conocido por un acto reflejo. El entendimiento que conoce
dicha intelección de tal modo puede así compararlo al objeto
y, de esta manera, el objeto comparado con el acto de
conocimiento se refiere a sí con relación de razón5842.
59
: 43 Juan Duns Scoto, Quaestiones Quodlibetales xiii, n. 33, 458.
60
: 44 Me refiero a Isidoro Guzmán Manzano, Estudios sobre el
conocimiento en Juan Duns Escoto, 65. Este asunto supera el propósito de
este escrito, pero lo dejamos planteado para continuar con futuras
investigaciones.
164 | P á g i n a
por el término «semejanza», sino que se llama similitud por
asimilación; porque, por su naturaleza, es ciertamente forma
intuitiva y representativa del objeto6145.
Entonces, la especie es una cualidad inteligible y real que
inhiere en el alma, y es por ella por la que el ser inteligible
alcanza su condición de universal. La especie inteligible es una
cualidad real que inhiere en el alma subjetivamente y que co-
causa con el intelecto algo real, a saber, el acto cognitivo6246.
Cross destaca que el Sutil llega a referirse a la especie
inteligible como un hábito cognitivo, algo que logra que quien
la posea, sin mayores cambios, pueda tener conocimiento
actual6347.
También dirá Duns que la especie es naturalmente una forma
intuitiva y representativa del objeto.
Pero, ¿qué quiere decir con que es una forma intuitiva?, ¿tal
vez querrá decir que, si bien ella es condición para el
conocimiento abstractivo, no es conocida por un acto reflexivo
sino intuitivo? Son muchas las dudas que aún siguen presentes
en la interpretación de los textos escotistas y que no estamos en
condiciones de poder resolver absolutamente. Por ejemplo, y
como hemos dicho reiteradas veces, la especie es un accidente
real que inhiere en el alma subjetivamente, pero ¿qué hay
respecto del modo de universalidad?, ¿es ella universal o lo es
el ser conocido, contenido en la especie? Porque como se vio,
en el conocimiento abstractivo es la especie inteligible la que
hace presente el objeto al entendimiento bajo la razón de
universalidad. Para que sea posible el acto cognoscitivo, se
necesitan dos condiciones previas, esto es, la presencia y la
61
: 45 Juan Duns Scoto, Quaestiones Quodlibetales xiii, 489.
62
: 46 Cf. Richard Cross, «Duns Scotus on the semantic content of cognitive
acts and species», in Quaestio, Journal of the history of metaphysics 10
(2010): 135-154.
63
: 47 Cross está teniendo presente el texto de Juan Duns Scoto, Ordinatio i,
d.3, p.3, q.1, n. 36, 241-242, Cf. Richard Cross, «Duns Scotus on the
semantic content of cognitive acts and species», 136.
165 | P á g i n a
universalidad, condiciones que garantiza la especie
inteligible6448.
En suma, podríamos concluir, en parte, que es la especie
inteligible la que otorga las condiciones de presencia y
universalidad al ser cognoscible y que ella, que es un accidente
real, es condición de posibilidad del acto abstractivo.
Así pues, respecto al ser inteligible que contiene la especie,
Escoto en principio habló del mismo como un ser disminuido
(esse diminutum):
Ahora bien, el captar perfectamente el primer objeto
conocido –y solo es captado perfectamente cuando lo es
en sí mismo, no en una similitud suya minimizada y
derivada (diminuta vel derivata similitudine)– es
perfección del acto de conocer en cuanto tal; (…) pero no
puede pertenecerle si no conoce lo existente en cuanto
presente en su existencia real, no solo en una perfección
disminuida6549.
64
: 48 Cf. Juan Duns Scoto, Ordinatio i, d. iii, p. 3, q.1, n. 370, 225: «Ad
quaestionem ergo dico quod necesse est ponere in intellectu ut habet
rationem memoriae, speciem intelligibilem repraesentatem universale ut
universale, priorem natura liter actu intelligendi, -propter istas rationem iam
positas ex parte obiecti, in quantum universale et in quantum praesens
intellectui-; quae duae conditiones, scilicet universalitas et praesentia,
praecedunt naturaliter».
65
: 49 Cf. Juan Duns Scoto, Quaestiones Quodlibetales vi, 212-213.
66
: 50 King retoma el pasaje de Juan Duns Scoto, Reportatio ia (New York:
ed. Wolter/Bychkov. The Franciscan Institute, St. Bonaventure, 2008), d. 27,
q.2: «Sed nulla productio intentionalis est esse obiectum, nisi prius sit aliqa
forma producto realiter aliqua productione reali in qua est obiectum
productionis intentionalis». Ver Peter King, «Duns Scotus on Mental
166 | P á g i n a
«las acciones y pasiones intencionales no contienen
objeto ni propiamente alguna acción o pasión real, lo que
le corresponde así en el objeto tiene ser intencional»6751.
Por ello Duns dirá: «el ser conocido de una piedra no es nada»
(lapis in esse cognito tantum nihil est secudum rem)6852.
Es decir, si bien hay textos en los que el Sutil habla del ser
inteligible como cierto esse diminutum, como una presencia
disminuida, luego descarta ese modo de referencia. Dicho de
otra manera, en lo que Cross y King coinciden es que el
tratamiento del ser inteligible de la especie debe ser encarado
como una cuestión semántica y no como una cuestión
ontológica, puesto que real es el objeto extramental y la
especie, no el ser intencional6953.
La especie no es un ser relativo, sino una cualidad absoluta,
pero puede representar algo extramental, puesto que posee esa
propiedad.
Conclusiones
70
: 54 Juan Duns Escoto, Quaestiones Quodlibetales xiii: si los actos de
conocer y de apetecer son esencialmente absolutos o esencialmente relativos,
214.
168 | P á g i n a
señalar hasta aquí, la presencialidad y la universalidad son
propiedades de la especie inteligible.
Por último, es importante destacar que el ser inteligible de la
especie, que se conoce por el acto abstractivo, no es lo mismo
que la esencia o quididad de la cosa, que también se conoce por
el mismo tipo de acto. Es decir, que la quididad, como una
formalidad de la cosa extramental, no es el ser inteligible.
Bibliografía
169 | P á g i n a
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Duns Scotus’ Theory of Individuation». PhD diss.,
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Scoto, Juan Duns. Reportatio ia. New York: ed.
Wolter/Bychkov. The Franciscan Institute, St. Bonaventure,
2008.
170 | P á g i n a
EN BUSCA DE UN DUNS ESCOTO IRRECUPERABLE:
CIEN AÑOS DE HISTORIOGRAFÍA FILOSÓFICA711*
AUTOR: Olivier Boulnois722**
ABSTRACT.
172 | P á g i n a
Se puede ver en este enfrentamiento una suerte de psicoanálisis
salvaje, donde los primeros dicen lo que quisieran ser, los
segundos envían al adversario a las tinieblas exteriores y los
últimos dicen lo que conviene o no conviene. Allí se puede
descifrar el eterno triángulo del deseo narcisista, la represión y
la ley.
Pero antes que repetir esta escena original, usaré del privilegio
del historiador, que es precisamente el de esperar comprender
las apuestas teóricas mejor de lo que pudieron hacerlo los
actores inscritos en su historia y en sus conflictos.
Examinaré este siglo de interpretación según su evolución
cronológica y no en la permanencia de sus conflictos. Para
hacerlo, he escogido cuatro ángulos de aproximación.
1. ¿De qué contenidos se ocupa la interpretación? ¿Qué se
sabe de Escoto? ¿Qué textos son reconocidos como
histórico-críticos?
2. ¿De qué problemas se alimenta el conflicto de las
interpretaciones? ¿Quién censura? ¿Por qué?
3. ¿Cuáles son las apuestas conceptuales de estas
interpretaciones y de sus censuras? ¿Cuáles son los
dispositivos de poder subyacentes?
4. ¿Qué posición filosófica debe ocupar el escotismo
respecto al modelo dominante, el tomismo?
73
: 3 Por la forma de la philosophia christiana, la encíclica cita a Clemente
de Alejandría y a Agustín. Pero ¡no por su contenido!
173 | P á g i n a
1. La contradicción (antes de 1908)
75
: 5 Guillermo de Ware, Pedro de Juan Olieu, Mateo de Aquasparta, Roger
Marston. Hay que agregar a esta lista las ediciones de Juan Peckham (1918),
Gautier de Brujas (1928), Vital de Four (1927). Véase Minges, (1917-1918,
1919).
177 | P á g i n a
Ahora bien, ¿qué se sabe de la obra de Escoto en ese periodo?
Después de numerosas ediciones parciales durante el
Renacimiento, el franciscano Lucas Wadding publicó la
primera edición completa de Escoto en 1639 (Sobre Wadding,
véase Mooney, 1958). Ésta fue reeditada por Vivès en 1891-
1895.
La obra de Escoto contiene en ese momento doctrinas
extremadamente contradictorias, textos que el editor mismo
considera dudosos y extrañas repeticiones. Perspectivas
cronológicas incompatibles no permiten imputar a una
evolución esas distorsiones textuales. Sobre todo, la edición
está acompañada en sus márgenes por un comentario continuo
de los escotistas del siglo XVII, quienes se esfuerzan con una
notable inteligencia por encontrar una coherencia sistemática
en ese patchwork.
La legendaria sutileza de Escoto es ampliamente debida a las
acrobacias conceptuales que están obligados a hacer sus
comentaristas frente a una edición tan lamentable. Por lo
demás, el comentario es el resultado de la enseñanza de la
época: él privilegia pues el diálogo con el tomismo
contemporáneo, haciendo pasar al primer plano la obra de
Cayetano. Como los comentaristas de Escoto tienen por tarea
principal criticar a los comentaristas de Tomás, su
interpretación da la impresión de que Escoto tiene por objetivo
principal la crítica de Tomás de Aquino.
Los grandes intérpretes de Escoto son pues escotistas, lo que
en ese momento quiere decir, franciscanos antitomistas. Y
como, al mismo tiempo, la edición leonina comienza a
aparecer, enmarcada por el comentario de Cayetano, el
conflicto se prolonga y se repite indefinidamente. Algunas
obras emergen de esta literatura oceánica, porque ellas
confrontan sistemáticamente, acerca de cada cuestión
teológica, la posición de Escoto y la de Tomás, en lugar de
limitarse a refutar la una con la otra (Macedo, 1671; Juan de
Rada, 1598). O, por el contrario, encontramos otra solución
178 | P á g i n a
igualmente desastrosa, se busca borrar las diferencias con
Tomás de Aquino, adoptar un punto de vista lenitivo, como
también se hará en las notas de la edición crítica de San
Buenaventura. Constantinus Sarnanus (1589) publica una
conciliación de todas las controversias entre Tomás de Aquino
y Duns Escoto.
Léxicos escotistas están al servicio de todos los participantes
en la disputa (Varesio, 1690 y Fernández García, 1907). De
todas maneras, la problemática de Escoto se halla afectada por
esta forma de exposición. El modelo tomista se impone de tal
manera a sus adversarios que los escotistas se ven obligados a
producir una Suma de teología escotista, una suerte de
antología que dispone los textos en el espíritu y siguiendo el
plan de la Suma de Tomás de Aquino (Montefortino, 1900).
¿Cuál es la interpretación universitaria dominante durante la
segunda mitad del siglo XIX sobre Escoto? Como toda la
historia de la filosofía medieval en aquel momento, ella se
inspira en el programa trazado por Victor Cousin: la
problemática de la filosofía medieval se reduce enteramente al
problema de los universales (de Libera, 1992: 258 ss.).
Ahora bien, en el conflicto entre nominalistas y realistas, el
lugar de Escoto es simple. Es el del realismo extremo, como lo
afirma Hauréau. Escoto, al evitar el Caribdis del nominalismo,
cae en el Escila del realismo:
“El escollo peligroso y temible, sobre el cual han
fracasado todos los sistemas realistas, es la substitución
arbitraria del orden real por el orden conceptual, y de la
voluntad divina por el pensamiento humano” (Hauréau,
1850: 315).
179 | P á g i n a
Platón contra Aristóteles, ahí tenemos el fresco de Rafael
transpuesto a la Edad Media. Todavía aquí, la simetría tiene sus
exigencias: el realismo de Escoto debe pues dirigirse frente al
“nominalismo de Santo Tomás” (Hauréau, 1850: 351) (sic). La
cima de la escuela franciscana tiene como contraparte al gran
doctor dominico:
“La proposición alrededor de la cual se distribuyen, en un
orden también regular, todos los teoremas de Duns
Escoto, es diametralmente contraria a aquélla de la que
procede y aquélla a la que conduce todo el sistema de la
escuela dominica; es, en efecto, la tesis realista bajo su
forma más rigurosa y temeraria” (Hauréau, 1850: 351).
180 | P á g i n a
indivisiblemente las mismas en cada uno de sus
individuos.
[…] He aquí justamente la ilusión de los espinosistas.
[…] El atributo, afirman, no difiere de la sustancia a la
que conviene” (Bayle, 1697: 24).
181 | P á g i n a
2. La exhumación: 1908-1938
182 | P á g i n a
de Asís pide a Ephrem Longpré crear una sección escotista en
Quaracchi, que vendrá a agregarse a la sección
buenaventuriana existente.
Algunos textos no auténticos son restituidos a sus autores. La
Gramática especulativa es atribuida a Tomás de Erfurt
(Grabmann, 1926), el De rerum principio a Vital de Four, las
Conclusiones sobre la metafísica a Gonzalo de España, el
Comentario de la metafísica a su alumno Antonio Andrés, las
Cuestiones reunidas a Nicolás de Lira y Guillermo de Alnwick
(salvo la primera), las Cuestiones sobre la física a Marsilio de
Inghen, las Cuestiones sobre los segundos analíticos a Juan de
Cornouailles. Al comienzo, el estatuto de los Theoremata es
discutido. No obstante, la crítica interna llevada a cabo por
Étienne Gilson, al mismo tiempo que la crítica externa de Carlo
Balic, conducen a reconocer su autenticidad.
Al mismo tiempo, las interpretaciones de historiadores
universitarios se multiplican. Incluso, si ellas son, en ocasiones,
la proyección de los conflictos contemporáneos, desplazan los
problemas de interpretación y arrebatan el monopolio de la
interpretación de Escoto a la orden franciscana.
Sobre todo, se descubren huellas del escotismo antes de Escoto:
muchas de las pretendidas tesis originales se explican y
alcanzan su justa medida si se estudian comparándolas con las
obras de la escuela franciscana publicadas entonces por
Quaracchi5.
Sin embargo, la interpretación se hace en función de las
principales etiquetas conocidas entonces en filosofía y teología.
La imputación de nominalismo se encuentra ya en Prantl
(1867: 233): Escoto habría acentuado demasiado la
importancia del singular a expensas del universal. También, se
ha dicho exactamente lo contrario, ya lo hemos visto, es decir,
que Escoto sostenía un realismo excesivo. Ya Maurice de
Wolff había hecho justicia a Escoto frente a esta acusación ―
“Toda forma substancial es principio de una
determinación intrínseca de la materia, pero no
183 | P á g i n a
necesariamente de toda su determinación” (Wulf, 1905:
399-401).
3. La rehabilitación: 1938-1952
76
: 6 Estudié el alcance de esta conferencia en La détermination théologique
de la métaphysique (Duns Scot). En L’actualité d’Étienne Gilson. Colloque
du Collège de France, octobre 1992.
77
: 7 Esta obra ya estaba escrita cuando el primer volumen de la edición
crítica fue publicado: véase La nota bebe (N. B.) de la pagina 675. Sin
embargo, Gilson agregó (¿a las pruebas de imprenta?) las referencias al texto
de la edición vaticana (véase página 12, n°. 2). La interpretación aún se
inscribe, por tanto, en el período precrítico del escotismo ―y en su primera
nota Gilson menciona la Suma teológica de Jerónimo de Montefortino
(página 11, n°. 1)― mientras que las referencias pertenecen al período
crítico.
188 | P á g i n a
tiempo (¡sic!)”. Sin embargo, inmediatamente agrega,
consciente de la enormidad de esa afirmación:
“El interés del filósofo no puede en este caso no perjudicar
(faire tort) la verdad de la historia. Duns Escoto dialogó
con muchos teólogos, de los cuales puede afirmarse que
Enrique de Gante era su interlocutor predilecto. Para él,
Enrique era más importante que Tomás; para nosotros, y
en sí, es verdadero lo contrario” (Gilson, 1952: 10).
78
: 8 Corrijo el orden del texto francés: “l’interprète le plus pertinente n’est
pas le philosophe mais l’historien”, pues contradice el sentido del texto y de
la crítica dirigida a Gilson. Nota del traductor.
189 | P á g i n a
“Todos los fracasos de la metafísica provienen del hecho
de que los metafísicos han remplazado el ser, como primer
principio de su ciencia, por uno de los aspectos
particulares del ser estudiados por las diversas ciencias de
la naturaleza” (19722: 9; Gilson, 1937: 136).
4. La consagración: 1952-1993
192 | P á g i n a
no resulta pertinente para la totalidad de la historia de la
metafísica.
En un sentido preciso, ya presente en Kant, este concepto
significa que Dios es alcanzado en el concepto de ser que lo
incluye. Esto puede verificarse para el caso de la metafísica
escotista. Pero precisamente, antes de Escoto, para la tradición
medieval de la participación, Dios es causa del ser participado
de las criaturas, no está incluido en ellas y las trasciende.
La teología neoplatónica de la participación no es una
ontoteología. Zimmerman no sólo muestra que la ontología
moderna comienza con Escoto, él revela sobre todo que el
pensamiento medieval conoce una multiplicidad de figuras
posibles de la metafísica, que no corresponden a la onto-
teología. Ésta es la excepción con un gran porvenir, pero no la
regla.
Las pretensiones de Gilson también son desestimadas por este
análisis, que permite mostrar que fue Escoto el primero en
realizar la metafísica como ciencia. Al superar la aporía de la
equivocidad de los significados del ser, dio a la metafísica un
objeto único, conocido bajo un concepto distinto. Lejos de
perder su sentido metafísico, Duns Escoto inaugura una
definición rigurosa de la metafísica como ciencia. Esta
definición se impondrá en la época moderna. Sin duda, Escoto
restringió el alcance de la lógica platónica de la participación
causal de las criaturas a Dios. Pero, en contrapartida, ahora es
posible preguntarse si el pensamiento de Dios efectivamente
pertenecía a la metafísica antes de Escoto.
En adelante hay que abandonar toda referencia a Tomás de
Aquino, que sólo puede perjudicar la interpretación de ambos
términos de la comparación. En lugar de construir una
comparación abstracta entre Tomás y Escoto, se les percibe
bañados por una misma corriente: la historia de las teologías
medievales.
Ésta introduce un tercer término, una continuidad que les es
común. Al mismo tiempo, esta historia hace remontar al pasado
193 | P á g i n a
las razones de su divergencia: la pluralidad de escuelas y de
influencias permite pensar una diversidad legítima de
posiciones que no se reduce a un sentido de la historia.
Sus respectivas obras se reinscriben en la infinita reapropiación
de las disputas, de las autoridades y de las argumentaciones. Es
por ello que los intérpretes privilegian el Comentario a las
Sentencias, cuya originalidad se inscribe en una tradición
común a todos los escolásticos desde Pedro Lombardo y se
apoya en un conjunto de argumentos desarrollados a partir de
su obra. El escotismo ya no aparece como la decadencia del
tomismo, sino como la más alta expresión de la teología
franciscana después de las condenaciones de 1277. El
pensamiento de Escoto se presenta entonces como una posición
no menos dotada de sentido que el tomismo ni opuesta, ni
degradada, sino diferente.
Mostrar cuáles son las condiciones de posibilidad de la
ontología, implica al mismo tiempo manifestar sus límites. Es
confesar en un solo gesto que toda la historia de la filosofía, y
con mayor razón de la teología, no se reducen a la onto-
teología. Se reconoce entonces que si Duns Escoto es el
primero en construir una metafísica como onto-teología, es
precisamente porque pretende tener un punto de vista
trascendental respecto a ella: el de una teología de la caridad,
cuya ontología sólo es una pieza necesaria, pero particular.
Desde esta perspectiva, la metafísica ya no aparece como la
cuestión última.
Y en último término, nuestra relación con Dios no pertenece al
orden del conocimiento intelectivo, sino a la unión por la
caridad. La pregunta fundamental no es la de la metafísica
como ciencia, sino la de la teología.
Sin embargo, esta pregunta pertenece a las preguntas racionales
que el filósofo está en el derecho de hacerse. En efecto, la
teología de Escoto permite proponer, con Vignaux, una teoría
de los “estados de la razón”: la razón en su ejercicio teológico,
es decir, en la esfera de influencia de la fe, alcanza el máximo
194 | P á g i n a
de su esencia racional, dándole a conocer fenómenos
insospechados, mientras que la razón tal como la han
practicado los filósofos, que no tienen el apoyo de la revelación
cristiana, no llega a conocer de hecho todo lo que ella podría
sin embargo conocer de derecho.
Es imposible no estar en desacuerdo con ciertos principios del
filósofo Aristóteles, cuando ponen en marcha una visión
pagana del mundo. La actitud dialéctica del teólogo que acepta
los principios del filósofo no es admisible para Escoto. Los
filósofos se dirigen a un estado de la razón que ahora está
cumplido, el del paganismo, el de la razón reducida a lo
sensible y el de una historia anterior a la revelación de la
salvación en Jesucristo. El teólogo no tiene pues porqué
inspirarse en esa filosofía. Para filosofar de verdad hay que
superar a los “filósofos”, y alcanzar por la razón lo que la
teología alcanza por la fe.
Esto no implica limitar los poderes de la filosofía, sino por el
contrario hacerla avanzar más lejos de lo que han conocido los
filósofos. La teología no está en conflicto con la filosofía, ni
simplemente se halla yuxtapuesta a ella, las dos disciplinas se
articulan y se compenetran. Según un principio constante en la
obra de Escoto, lo que la naturaleza da a la inteligencia, la
gracia lo confirma.
Las investigaciones actuales se orientan pues hacia una
búsqueda acerca del estatuto de la teología: ¿la decisión de
constituir una metafísica como ciencia de la ontología
pertenece a la constitución de conjunto de la teología? ¿Por qué
la teología ha tomado esta forma? ¿Cuál es el pliegue particular
de la teología que hace surgir la ontología como un espacio
autónomo? Estas son algunas de las preguntas que aún tenemos
que explorar.
Esta breve historia manifiesta una extrañeza: el conocimiento
científico de la obra de Escoto ha progresado en proporción
directa a la hagiografía. Puesto que la apuesta teórica es
inseparable de la apuesta política que la subtiende, no es
195 | P á g i n a
posible separar el surgimiento de una lectura crítica de Escoto
del renacimiento de su autoridad.
En materia histórica, nuestro conocimiento de la verdad se
construye a partir de un error indefinido, incansablemente
rectificado. El primer error proviene de una recepción
necesariamente partisana del acontecimiento. Este fue,
evidentemente, el caso de los primeros miembros de la escuela
tomista, sorprendidos por el surgimiento de la escuela escotista.
También fue el caso de las primeras lecturas no escolásticas,
suscitadas por los acercamientos con el pensamiento
contemporáneo. Las rectificaciones sucesivas se imponen, sin
embargo, con la distancia. La interpretación, dictada por una
posición parcial e insuficientemente informada, se modifica
gracias a los nuevos descubrimientos sobre las causas y las
consecuencias del acontecimiento, pero sobre todo porque la
interpretación ya no está orientada por la misma problemática
o comprometida con las mismas luchas.
De regreso de los infiernos donde lo mantenía el
enfrentamiento entre las escuelas, arrancado al “escotismo”, el
pensamiento de Escoto brilla, invisible, como un sol negro,
sobre las cuestiones fundamentales de nuestra época.
Hoy ocupa un lugar raramente percibido, pero central, en las
controversias contemporáneas, sobre la estructura de la
metafísica, sobre su superación en una meditación de la caridad
y sobre la importancia de la teología para comprender la
génesis de nuestro presente.
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199 | P á g i n a
PEDRO DAMIÁN
Autora: Gloria Silvana Elías. Doctora en Filosofía
UNJU-CONICET gloriaelias@hotmail.com
RESUMEN
El escrito aborda la problemática filosófica de la
revocabilidad del pasado y sus consecuencias antropológicas,
a partir del cuento de Borges “La otra muerte”. El mismo se
apoya en la perspectiva del teólogo del siglo X, Pedro Damián.
El objetivo es reflexionar sobre la contingencia que no sólo le
cabe a lo que es sino también a lo que ha sido, y el “escándalo”
que ello significa para la inteligencia humana.
Palabras clave: Borges, Pasado, Pedro Damián,
Revocabilidad.
ABSTRACT
The paper approaches the philosophical issue of the
revocation of the past and its anthropological consequences,
from Borges’s tale "The Other Death," which is based on the
perspective of X century theologian Peter Damian. The aim is
to think over the contingency of what is and has been, and the
“scandal” it means for human intelligence.
Keywords: Borges, Past, Pedro Damián, Revocabilty.
El artículo se concluyó el 9 de julio de 2015. Fue escrito en el marco del
proyecto de investigación sobre antropología y metafísica escotista que llevo
adelante como investigadora de CONICET.
200 | P á g i n a
El 1 de septiembre de 1904 en la batalla de Masoller, se
enfrentaron el ejército revolucionario comandado por Aparicio
Saravia y el gobierno de Batlle y Ordóñez (1903-1907), en la
que el caudillo blanco nacionalista cae herido para morir días
después. Este acontecimiento histórico sirve de contexto para
el cuento de Borges, “La otra muerte”, en el que se desarrolla
la historia ficcional de un sujeto llamado Pedro Damián, cuyo
fin atravesado por “la fiebre y la agonía”, teñirá toda la trama
del cuento, pues eso impide al narrador saber con razonable
certeza las condiciones de heroísmo o cobardía en que lo hizo.
El argumento del cuento estriba en la valentía o cobardía
de quien luchó en dicha batalla, el entrerriano Pedro Damián.
Se tienen dos versiones contrapuestas conforme a los
testimonios recogidos, “el cobarde que murió en Entre Ríos en
1946”, “el valiente que murió en Masoller en 1904.” (Borges,
1998: 89).
Ahora bien, la posibilidad de dos historias sobre el mismo
personaje es dable ya que son los testigos, en muchos casos los
mismos testigos en tiempos diferentes, los que recuerdan –u
olvidan– lo que hizo Pedro Damián: Patricio Gannon, tiempo
después, niega haber conocido a Damián (88); de la entrevista
que dice Borges haber llevado a cabo cuatro años antes de que
Damián muriera, poco se rescata, ya que “era hombre taciturno,
de pocas luces”, y además Borges precisa que “él trató de
conversar con Damián”(83); la fotografía que Ganon le había
enviado (y que Ganon ahora no recuerda) la perdió, al igual que
la carta; y de las entrevistas con el Coronel y el Doctor nada
resulta claro porque ambos ofrecen versiones distintas del
comportamiento de Damián en batalla: “flaqueó en Masoller”
(85), dice Tabares; “Damián iba a la punta, gritando, y una bala
lo acertó en el pecho” (87), “Pedro Damián murió como querría
morir cualquier hombre”, dice Amaro (86).
El nombre que Borges elige para el personaje de este
cuento, Pedro Damián, no es inocente, sino deliberado, y ello
nos conduce al motivo de este escrito: la filosofía que se haya
201 | P á g i n a
presente en el teólogo del siglo X, Pierri Damiani y que Borges
utiliza en “La otra muerte”.
La vida de Pedro Damián histórico ha sido muy hostil y
sacrificada. Abandonado por su madre cuando tenía pocos
meses de vida, fue criado por su hermano Damián, de allí que
decidió unir su nombre y el de su hermano, y autodenominarse
Pedro Damián. Nació en Ravenna, en 1007. A los treinta y tres
ingresó a la vida monástica en Fonte Avellaneda, aceptando de
este modo seguir la regla de San Benito. Eventualmente salía
del monasterio para cumplir puntuales tareas que le indicaba la
orden, y para la enseñanza de las artes liberales,
fundamentalmente la retórica y la dialéctica. El contexto que
envuelve la posición de Damián en el siglo X es la disputa
dialécticos-antidialécticos, que dominaba en ese momento.
En efecto, Damián sostuvo que el arsdisserendi80 debía
garantizar conclusiones necesarias a partir de principios
escriturarios asumidos por la iglesia como dogmas de fe, y no
creer que la dialéctica podía trascender la fe, o desconocer los
datos brindados por ella, ni mucho menos, ir en contra. Por
tanto, como a partir de la dialéctica muchos intelectuales de la
época habían logrado cuestionar el principio teológico de la
omnipotencia divina, esto es, el poder absoluto de Dios sobre
el ser, Pedro Damián llevó adelante su obra De divina
omnipotentia. El nombre completo de esta obra es De divina
omnipotentia in reparationecorruptae, et
81
factisinfectisreddendis , epístola que él dirige al abad de
Monte Casino82. La cuestión que se plantea versa: si Dios es
80
Significa el arte de discutir.
81
Su denominación significa si la acción omnipotente de Dios puede reparar
lo corrompido y las consecuencias de ello.
82
El título de la carta ha ido variando en las diversas copias en que se ha
conservado. El más antiguo es el de Disputatiosuperquaestione qua
quaeritur, si Deus omnipotens, quomodopotestagere ut quaefactasuntfacta
non fuerint. La primera reimpresión de Cayetano se refiere ya a la Divina
omnipotentia in reparationecorruptae et factisinfectisreddentis. Las
ediciones contemporáneas lo simplifican como De divina omnipotentia. Ver
202 | P á g i n a
omnipotente, ¿puede hacer que aquello que ha sucedido no
haya sucedido?
La discusión se da en torno de una sentencia de San
Jerónimo, quien afirmaba que Dios no puede devolverle la
virginidad a una mujer que la ha perdido. En la carta se enuncia
una disputa en dos partes, enmarcadas por un prólogo y por una
alocución final; las dos partes aludidas responden a las
consideraciones de si Dios puede restituir la virginidad a una
mujer que la perdió y si puede hacer que lo que pasó no haya
pasado, cancelando un hecho.
Por ejemplo, ¿Dios puede hacer que Roma no haya
existido? (cap. XV, 619 A). La tesis de Damián es que Dios es
una eternidad simple y un ser omnipotente, por lo que ni la
temporalidad ni las leyes naturales lo rigen. En el capítulo VI
del escrito, dice Damián:
“[Dios] contempla con una única y simple mirada todas las
cosas, constituidas en su presencia, de modo que para Él
nunca pasan del todo las cosas pretéritas ni sobreviven las
futuras” (cap. VI, 604 C).
204 | P á g i n a
que Roma no hubiese existido, y en ello no hay contradicción.
Lo que sostiene Damián es que, si Dios tuviese la voluntad
efectiva de cancelar la fundación de Roma como acto pretérito,
otra sería la realidad actual, o bien, dos realidades paralelas
existirían; por eso la reflexión borgeana:
“Modificar el pasado no es modificar un solo hecho; es
anular sus consecuencias, que tienden a ser infinitas. Dicho
con otras palabras, es crear dos historias universales”
(Borges: 91).
205 | P á g i n a
la omnipotencia divina a partir de las reglas de la dialéctica se
debe justamente porque éstos, los dialécticos, desconocen la
distinción de ambas facultades humanas, y con ello, de los
planos de inmanencia y trascendencia en el orden del ser. Para
Desiderio, quien sigue una línea agustiniana, la omnipotencia
se define como el poder de hacer lo que uno quiere, por lo tanto,
lo que Dios no puede es lo que Dios no quiere. En cambio, para
Pedro Damián esto no es suficiente porque Dios entonces sólo
puede hacer lo que quiere, es decir que su poder se limita a su
voluntad y esto es inadmisible para él, ya que Dios puede
mucho más de lo que eligió hacer.
Sólo teniendo presente ello, puede comprenderse que en el
capítulo V de De divina omnipotentia, Pedro Damián indique
que el hombre virtuoso no se aparta de Dios, Bien Supremo. En
el caso del Pedro Damián borgeano, el cobarde, se apartó del
bien, y quien se aparta del bien, se aparta del ser, se aproxima
a la nada. Así es que su existencia comienza a perder entidad,
y el Dios omnipotente y eterno conoce esa flaqueza de Damián.
El tiempo le cabe a los hombres, no a Dios. Si Dios modifica
el pasado:
“[…] no es modificar un solo hecho; es anular sus
consecuencias, que tienden a ser infinitas” (Borges: 91).
207 | P á g i n a
otras leyes. No sólo Dios podría haber hecho que el pasado sea
de otro modo, sino inclusive cambiar dicho pasado.
Desde el punto de vista lógico, es necesario que todo lo que
fue haya sido; sin embargo, si esto se correspondiese con la
realidad, entonces todo estaría regido por la necesidad y Dios
no tendría poder ni libertad (Filippi, 2006). Dios todo lo puede,
salvo el mal, que le es ajeno, y debe contarse no entre las cosas
sino fuera de ellas (Damián, cap. 10, 610D).
Este es el planteo filosófico que alimenta a Borges. Mas
Borges, en su relato, hace que la acción omnipotente de
cambiar el pasado concurra con el instante de la muerte de
Damián (que sucede en el presente), y en este sentido, da lugar
a la paradoja de cambiar el pasado en el presente, y así, en la
simultaneidad de dos historias presentes de un mismo sujeto: la
primera, la de aquel Pedro cobarde, la segunda, la del Pedro
valiente. Aquella va esfumándose en el mismo momento que la
segunda va tomando cuerpo, de modo tal que los recuerdos,
documentos, etc., de la primera comienzan a evaporarse, a
perderse. Incluso aquellos sujetos que recuerdan la primera
historia, corren riesgo de desaparecer, y eso Borges lo sabe, y
por ello aduce no recordar con claridad, porque teme que, al
recordar la historia de cobardía de Damián, él también
desaparezca por la acción de Dios. Por eso Borges dice:
“En cuanto a mí, entiendo no correr un peligro análogo [al
del puestero que murió por tener demasiada memoria de
Damián cobarde]. He adivinado y registrado un proceso no
accesible a los hombres, una suerte de escándalo de la
razón” (Borges: 91-92).
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209 | P á g i n a
POTENTIA DEI Y LIBERUM ARBITRIUM DESDE LA
PERSPECTIVA DE DUNS ESCOTO
Autora: Gloria Silvana Elías. Doctora en Filosofía por la Universidad
Nacional de Tucumán (unt), Argentina. Investigadora del Consejo Nacional
de Investigaciones (conicet) con el tema de la antropología y metafísica de
Juan Duns Escoto. Profesora adjunta regular de la cátedra de antropología
filosófica de la Universidad Nacional de Jujuy, Argentina. Miembro del
proyecto de investigación «Lógica y realidad: la fundamentación de las
intentiones primeras y segundas en la escolástica medieval, de Tomás de
Aquino a Guillermo de Ockham» (ubacyt). Posdoctoranda en la Universidad
Nacional de Buenos Aires, Argentina, con el proyecto de trabajo «La specie
inteligible en Duns Escoto». Ha participado en diversos congresos y posee
diversas publicaciones al respecto. Contacto:
gloriasilvanaelias@yahoo.com.ar.
Para citar este artículo: Elías, Gloria Silvana. «Potentia Dei
y Liberum arbitrium desde la perspectiva de Duns Escoto».
Franciscanum 163, Vol. lvii (2015): 106-138.
Resumen
El trabajo aborda el aparente conflicto que cabe entre la
omnipotencia divina y la libertad humana. La tesis que subyace
en la posición de Duns Escoto es que ni la omnipotencia divina
ni la gracia que infunde suprime la determinación interior de la
voluntad humana. Por el contrario, la omnipotencia divina se
revela como amor y libertad, y es así que el hombre viene al ser
desde el amor y la libertad divina que lo sostiene y configura.
Es decir, la libertad es el fundamento de todo lo creado, y desde
esa misma lógica, el ser humano es esencialmente libre.
Palabras clave: Duns Escoto, Potentia Dei, Liberum
arbitrium, antropología.
Abstract
This paper it’s about the apparent conflict between divine
omnipotence and human freedom. Duns Scotus’s argument is
that neither the divine omnipotence nor grace that infuses
suppresses inside determination of the human will. On the
210 | P á g i n a
contrary, God’s omnipotence is revealed as love and freedom,
and so the man comes into being from love and divine freedom
that sustains and configured. That is, freedom is the foundation
of all creation, and from that same logic, the human being is
essentially free.
Keywords: Duns Scotus, Potentia Dei, Liberum arbitrium,
anthropology.
Introducción
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trata de dos tipos de acción, la divina y la humana, planteamos
la siguiente hipótesis de trabajo: en Escoto la potentia Dei no
limita el alcance de la libertad humana en su accionar, por el
contrario, es condición de posibilidad del obrar humano libre.
Para demostrar lo dicho analizaremos fundamentalmente
algunos de los núcleos principales de las obras escotistas
Ordinatio I, dd. 42-44; Lectura I, d. 39 y Quaestiones
Quodlibetales xvi.
1. La omnipotentia Dei
212 | P á g i n a
conforme a esta ley recta, y en ese caso, obra según una
potencia ordenada (está ordenada en la medida en que ella es
un principio para ejecutar ciertas cosas conforme a una ley
recta), pero él puede obrar fuera de la ley o contra ella (praeter
legem vel contra eam), y en ese caso, es una potencia absoluta,
que excede la potencia ordenada. Por esta razón, no solamente
en Dios, sino en todo agente libre (que puede obrar según lo
que le dicta la ley recta, o fuera de esta ley, o contra ella), hay
que distinguir entre una potencia ordenada y una absoluta.
Por eso los juristas dicen que alguien puede hacer esto de hecho
–es decir, según su potencia absoluta– o bien de derecho (de
iure) –es decir, de acuerdo con una potencia ordenada según el
derecho–842.
En principio, lo primero que podemos destacar es que Duns
Escoto remite la cuestión de la potencia absoluta y la potencia
ordenada a cualquier agente que sea racional y libre. En este
sentido, la problemática de la potencia operativa se vincula
tanto a Dios como a los hombres, lo que es una novedad en el
tratamiento en relación a sus predecesores.
La potencia ordenada supone ya la existencia de un orden
instituido e implica obrar conforme a dicho orden legal que ha
sido legitimado por leyes rectas. Ahora bien, el poder de obrar
por fuera de la ley o contra ella, esto es, contra el orden de cosas
establecido o trascendiendo el mismo, obra según su potencia
absoluta. En Escoto, el orden limita, regula, y se constituye
desde la potencia ordenada; la potencia absoluta es capaz de
trascender dicho orden, y establecer alia lex recta.
Seguidamente, dice Escoto:
Pero cuando la ley y la rectitud de la ley están en el poder
del agente, de modo que la ley es recta porque ha sido
establecida, el agente puede, por su libertad, ordenar de
84
: 2 I. Duns Scotus, Ordinatio I, d. 44, n. 3, tomo vi (Roma: Ed. Crítica
Vaticana, 1963), 363. Salvo que se indique lo contrario, las traducciones de
los pasajes en latín al castellano que se encuentran en este artículo son de la
autora.
213 | P á g i n a
un modo distinto del que le dicta esta ley (…) con todo,
según la ley anterior exclusivamente, ella excede su
potencia ordenada, contra la cual o fuera de la cual el
agente obra. Se podría dar el ejemplo de un príncipe, de
sus sujetos, y de una ley positiva853.
88
: 6 I. Duns Scotus, op. cit., I, d. 44, n. 7, 365-366.
215 | P á g i n a
sentido estricto (simpliciter) su potencia ordenada, puesto que
será ordenada según esta nueva ley897.
Por lo expuesto se puede concluir que lo ordenado proviene de
la voluntad divina, cuyo operar no es arbitrario ni caprichoso,
sino profundamente racional.
La voluntad de Dios obra ordenada y rectamente; si Dios
quisiera cambiar absolutamente el orden establecido e instaurar
otro, lo puede hacer por potencia absoluta, la que no por ir en
contra de la ley anterior ha obrado desordenadamente, sino que
obra ordenadamente, porque todo lo que es querido por la
voluntad divina es ordenado.
En suma, la potencia absoluta es de suyo potencia ordenada en
el sistema escotista. Ahora bien, en el orden instituido por la
omnipotencia divina existen seres libres e inteligentes, como es
el caso particular del ser humano, el que, en tanto tal, decimos
es a imagen y semejanza del Creador.
En efecto, contrario a lo que se piensa –dice Escoto– la
omnipotencia divina es la condición de posibilidad de que el
hombre obre libremente, ya que ella obra libre y
contingentemente en su vinculación con el orden creatural o ad
extra. A su vez, el poder de Dios no anula las causas segundas
que se constituyen desde el principio libertad; todo lo contario,
las sostiene en el ser. Desconocer la libertad de los hombres
sería ir en contra de su propia creación, que, si bien podría
hacerlo de potencia absoluta, no lo hace porque la voluntad
divina no opera caprichosa y arbitrariamente. Veamos a
continuación entonces, cómo se conforma la antropología
escotista en relación a la voluntad divina.
94
: 12 Pablo García Castillo, «Libertad y necesidad según Juan Duns
Escoto», Naturaleza y Gracia 2-3, Vol. xli, (1994): 268.
95
: 13 Cf. Ambrogio Manno, «Il volontarismo antropologico di Giovani
Duns Scoto», Filosofía 3, Vol., xxxiv (1983): 246.
96
: 14 I. Duns Scotus, Opus Oxoniensis II, d. 16, q. un., n. 18, vol. ii
(Florentia: Quaracchi, 1914), 582.
97
15 Se ha consultado para esta síntesis la edición de Tomás de Aquino,
Cuestiones disputadas sobre el mal. Presentación, traducción y notas de
Ezequiel Téllez Maqueo, introducción de Mauricio Beuchot, q. 6 (Pamplona:
eunsa, 1997).
219 | P á g i n a
teniendo dominio de nuestra acción, por lo tanto somos
libres9816.
Es propio del intelecto inteligir la forma que tienen los objetos,
como propio de la voluntad es el querer; la voluntad es una
tendencia hacia algo. Tomás comprende que el intelecto y la
voluntad son potencias, y toda potencia se mueve de una doble
forma: por parte del sujeto, al que pertenece el ejercicio mismo
del acto; y por parte del objeto, por el que se da la
especificación del acto.
Si consideramos el movimiento de las potencias del alma por
parte del objeto que especifica el acto, el primer principio del
movimiento es el intelecto; de este modo, lo bueno inteligido
mueve también a la misma voluntad. Pero si consideramos el
movimiento por parte del ejercicio del acto, el principio sería
la voluntad9917.
El objeto del entendimiento es lo primero y principal en el
género de la causa formal, en tanto que el objeto de la voluntad
es lo primero y principal en el género de la causa final. En el
caso del Doctor Sutil, también el objeto inteligido se le presenta
a la voluntad, y esta puede quererlo o no. Es decir, que para
ambos la voluntad se dirige al bien y en la elección de ese bien
participan activamente ambas potencias racionales. Tomás
precisa que el intelecto aprehende el objeto bajo la razón de
bien y la voluntad quiere o no el objeto; el apetito libre sigue a
un especial acto cognitivo que le presenta un bien como
conveniente.
En Escoto, es evidente que la causa de intelección es el objeto
que determina al intelecto, en cambio la voluntad se
autodetermina sin que objeto alguno tenga la fuerza para
hacerlo sin su consentimiento. Dicho de otro modo, la voluntad
no se determina porque el intelecto le haya presentado el bien
98
: 16 Cf. Tomás de Aquino, Suma contra gentiles II, cap. 47, Eds., Carcedo-
Sierra (Madrid: bac, 1967), 524.
99
: 17 Cf. Tomás de Aquino, Cuestiones disputadas sobre el mal. op. cit., q.
4.
220 | P á g i n a
como objeto, sino que está por sí misma es libre, ella es la causa
total de su propia volición; este libre querer no es irracional, ya
que nada puede ser querido si antes no es conocido, pero aún
conocido el objeto, la voluntad es libre de amarlo o no.
En Tomás el intelecto intelige la forma del objeto, la cual es
universal, pero para que una aprehensión intelectual preceda un
movimiento es preciso que la aprehensión se aplique a lo
particular; la voluntad queda indeterminada frente a los bienes
particulares, es decir, tales bienes no mueven necesariamente a
la voluntad, ni en cuanto al ejercicio del acto ni en cuanto a su
especificación10018.
La misma se encuentra en potencia respecto del bien universal,
por lo tanto, ningún bien es superior a la potencia de la voluntad
como para mover por necesidad, salvo el bien perfecto, a saber:
la beatitud, la libertad absoluta. Hacia ello el hombre tiende
necesariamente según Tomás de Aquino, aunque cabe aclarar
que el hombre es libre en el ejercicio de sus actos, o sea, puede
no querer pensar en la beatitud.
Empero, si ya se dio la especificación del acto y el objeto es
aprehendido como bien absoluto, el sujeto necesariamente
tenderá hacia él. Ahora bien, hecha esta primera presentación
de las posiciones de ambos filósofos, indaguemos propiamente
en la relación qué entiende Duns Escoto le cabe al intelecto y
la voluntad. Algo ya hemos dicho más arriba. Lo primero que
hay que dejar sentado es que en Escoto no cabe hablar de
despotismo de la voluntad10119.
Ambrogio Manno en su artículo «Il volontarismo
antropologico di Giovani Duns Scoto» afirma que entre
intelecto y voluntad cabe una síntesis dialéctica, que se
concreta en el proyecto que cada ser humano realiza para sí;
100
: 18 Cf. Tomás de Aquino, Suma teológica I-I, q. 82, art. II, colab.
Martorell-Celada et al (Madrid: bac, 2001), 748.
101
: 19 En general, algunos comentaristas de Escoto han sostenido un tipo de
voluntarismo que dio lugar a criticar en este sentido a Escoto de cierto
despotismo voluntarista.
221 | P á g i n a
dice que la voluntad no está necesitada a seguir al
entendimiento, pero no por ello Escoto postula la
independencia de la voluntad y de la inteligencia, por el
contrario, entiende que ambas causas son ordenadas y
concurrentes; el intelecto es causa concurrente parcial del acto
elícito.
Dice Escoto:
Se puede decir que el intelecto depende de la volición
como causa parcial, pero superior; y por el contrario la
voluntad depende del entendimiento como causa parcial
pero subordinada10220.
105
: 23 Parte del análisis que se presenta respecto de la relación entre libertad,
necesidad y naturaleza que Escoto trata en Quaestiones Quodlibetales xvi, se
halla «Libertad y necesidad en el obrar contingente (exégesis de c. xvi de
Quaestiones Quodlibetales)», documento presentado en las Primeras
Jornadas Nacionales de Filosofía Medieval, Academia Nacional de Buenos
Aires, 2006.
106
: 24 Jaime Rey Escapa, «El concepto de libertad en la filosofía del beato
Juan Duns Escoto», Laurentianum 1-2, Vol. 44 (2003): 114.
223 | P á g i n a
humana10725, en tanto el ser humano es un ser contingente y su
realidad se conforma desde la posibilidad metafísica que lo
sostiene en el ser.
En la Quaestio Quodlibetal xvi Escoto expone un doble aspecto
de la voluntad (siguiendo en ello a San Agustín): en tanto que
apetito –voluntas ut natura– y en tanto que facultad libre –
voluntas ut voluntas–.
La voluntas ut natura expresa la tendencia natural hacia algo,
la voluntad como apetito. La voluntas ut voluntas expresa aquel
aspecto de la voluntad por la que se autodetermina en su operar
y en el objeto de su operar, por lo que no apetece con necesidad
que le provenga de su naturaleza ninguno de los objetos que
elicita. De lo dicho se comprende que cada sujeto proyecta lo
que quiere para sí y en cada elección construye su propia vida.
Justamente, el hecho de que cada proyecto vital sea
pluriforme10826, se debe a esta capacidad de autodeterminación
de la voluntad, que por ello mismo es contingente. Como
hemos visto, la contingencia caracteriza no solo la acción libre
humana, sino antes que nada la acción libre divina en el orden
de lo creado.
Ahora bien, retomando la comparación que hicimos entre
Tomás y Escoto, queda evidenciado que para el primero hay
una libertad en el ejercicio y en la elección de los medios para
llegar al fin, pero si el fin es la bienaventuranza lo elige por
necesidad que le viene de su propia naturaleza. Ello resulta del
hecho que para el santo no hay contradicción entre ambos
términos, sino compatibilidad.
Lo contradictorio sería oponernos a la naturaleza misma. En
ello discrepa total y absolutamente Escoto, para lo cual, desde
mi parecer, es clave la distinción que hace entre volición
107
: 25 Antonio Pérez-Estévez, «Libertad divina, posibilidad y contingencia
en Duns Escoto», Veritas. Revista da Pontificia Universidade Catolica do
Rio Grande do Sul 3, Vol. 50 (2005): 87.
108
: 26 Esta expresión tan sugestiva se toma de Ambrogio Manno, op. cit.,
244.
224 | P á g i n a
habitual y actual: habitualmente el sujeto tiende al bien por su
misma naturaleza, pero actualmente la voluntad puede querer
o no dicho fin. Nada le conviene actualmente sino lo que le
place en el acto. Nos dice:
La voluntad del viador, aun creada para tender hacia un
objeto sobrenatural, tiende solo contingentemente a él,
incluso cuando lo aprehende en su universalidad, ya que
esta aprehensión no determina a la voluntad a quererlo
necesariamente ni, puesta la aprehensión, se determina
necesariamente la voluntad ni continúa queriéndolo
necesariamente10927.
109
: 27 I. Duns Scotus, Quaestiones Quodlibetales, op. cit., xvi, art. I, resp.
n. 19, 589.
110
: 28 Cf. Franco Todescan, «Giovanni Duns Scoto. Una introduzione
bibliografica», Veritas. Revista da Pontificia Universidade Catolica do Rio
Grande do Sul 3, Vol. 50 (2005): 12.
111
: 29 Cf. Luigi Iammarrone, «La libertà in s. Tomasso e in G. Duns Scoto»,
Miscellanea Francescana 1-2, Tomo 95 (1995): 63.
225 | P á g i n a
Tomás la libertad humana es libre en la elección de bienes
finitos y medios, pero frente a Dios obra por necesidad.
Escoto considera que, aún in patria, es decir, aun estando cara
a cara con Dios, el hombre elige libremente Dios y no por
naturaleza. Es decir, para Escoto el principio natural se opone
al principio libre de acción que es constitutivo de la voluntad.
Con todo, y como hemos señalado, para Duns un acto libre no
se contradice con un acto necesario.
226 | P á g i n a
Recordemos que Escoto arguye que tales filósofos han sido
capaces de descubrir, por la sola razón, una Causa Incausada,
un Ser Necesario, pero han caído en el error de creer que, entre
Este y las cosas, hay una relación de necesidad. Tal error surge
por desconocimiento del dato revelado11230.
Escoto se ocupa en demostrar que la raíz del universo es la
voluntad divina libre, que a su vez es la condición de
posibilidad de la acción humana libre expresada en el devenir
histórico. Es decir, la contingencia en el obrar humano en tanto
causa segunda solo se comprende para Escoto si se admite la
contingencia en el operar de la causa primera.
Como sostiene Escapa, la contingencia supone la racionalidad.
La voluntad divina es la razón última de toda cosa
contingente11331. Solo es necesario para Dios su propio ser, su
propia esencia. Solo cabe hablar de necesidad en lo que le
compete en su relación ad intra, pero en su relación ad extra,
cabe hablar del lazo de la libertad y de la generosidad11432.
Dios instaura de potencia absoluta un orden contingente, que
podría haber sido otro, y que puede ser removido si así Dios lo
quisiera.
Consideraciones finales
112
: 30 Cf. Gloria Silvana Elías, «Juan Duns Escoto: la dependencia
ontológica de la criatura a Dios», Academia.edu, consultada en enero 15,
2010,
www.academia.edu/7584506/Juan_Duns_Escoto_la_dependencia_ontol%
C3%B3gica_de_la_criatura_a_Dios
113
: 31 Cf. Jaime Rey Escapa, op. cit., 123.
114
: 32 Cf. Celestino Solaguren ofm, «Contingencia y creación en la filosofía
de Duns Escoto», Verdad y Vida 24 (1966): 55-100.
227 | P á g i n a
haber sido de otro modo, o no ser. El orden de lo instituido se
asienta en la posibilidad metafísica, y lo que es, es posibilidad.
Por su potencia absoluta Dios instaura un orden de cosas en el
que hay lugar para la libertad.
El orden que es, es tal contingentemente, pero como hemos
visto, la contingencia no es ajena al orden y la racionalidad,
antes bien, la supone. Dicho de otra manera, el orden existente
comprende en su lógica la capacidad volitiva del hombre,
enfatizando así el Doctor Sutil el compromiso y la
responsabilidad que le cabe a cada ser humano con su realidad
personal e intersubjetiva. No se alcanza la felicidad porque sí,
sino más bien el ser humano desde su libertad tiene que buscar
a Dios, bien suficiente. Dios es el bien perfecto y completo que
ordena hacia sí11533. Con todo, Escoto no renuncia a la libertad
configurativa del ser humano, y si atreve a sostener que aun
conocida la beatitud, el hombre puede suspender cualquier acto
para conseguirla11634.
En fin, es en este orden moral contingente, orden amoroso
porque es creado por amor, que el hombre elige libremente, a
través de su voluntad, un fin. De su operar depende acercarse o
alejarse de aquello que lo hará feliz.
115
: 33 Cf. I. Duns Scotus, Opus Oxoniensis, op. cit., iv, d. 49, q. 2:
«Beatitudo est bonum sufficiens, excludens, scilicet, defectum vel
indigentiam; est bonum perfectum vel completum excludens
imperfectionem seu diminuitionem; est bonum ultimatum excludens
tendentiam et ordinabilitatem ad aliud completius bonum; est bonum
quo habito complete bene est habenti».
116
: 34 Cf. Ibíd., iv, d. 49, q. 10, n. 10, vol. xxi, p. 333:
«Quando accipitur quod illud, in quo non est defectus boni, vel ratio
mali, est necessario volitum, dico quod falsa est propositio, quia
voluntas respectu cuiuscumque actus est libera, et a nullo obiecto
necessitatur… In pluribus habet actum volendi sed non necessarium
aliquem actum, sed potest se suspendere ab omni actu, ostensa
beatitudine […] et etiam ostendit bonum ut bonum considerandum et
volendum, potest se ab hoc avertere, et nullum actus voluntatis circa
hoc elicere».
228 | P á g i n a
Bibliografía
229 | P á g i n a
Todescan, Franco. «Giovanni Duns Scoto. Una introduzione bibliografica».
Veritas. Revista da Pontificia Universidade Catolica do Rio Grande do Sul
3, Vol. 50 (2005): 5-40.
230 | P á g i n a
LA DISTINCTIO FORMALIS EX NATURA REI EN LA
FILOSOFÍA DE JUAN DUNS ESCOTO COMO
ANTECEDENTE DEL PLANTEO DE LA
OBJETIVIDAD
The distinction formalis ex natura rei in the philosophy of Juan
Duns Scoto as antecedent of the issue of objectivity
231 | P á g i n a
opening an intermediate area between the real and the
intelligible thing which we can name objective.
Key words: Duns Escoto, Distinctio formalis ex natura rei,
Esse obiectivum, Objectivity.
121
: 5 Es sabido que el interlocutor predilecto del Sutil era Enrique de Gante,
sin embargo, como sostiene Olivier Boulnois:
―[…] sobre ciertas cuestiones decisivas, el objeto primero del
entendimiento, la naturaleza de la visión beatífica, el primado de la
voluntad, se encuentra claramente una refutación en regla del
pensamiento de Tomás de Aquino‖ (Boulnois, En busca, 180).
122
: 6 En este trabajo seguiremos de cerca algunas de las tesis del filósofo
suizo André de Muralt (1931- ), especialista en pensamiento medieval y
antiguo profesor en Lausana y Ginebra.
123
: 7 Usaremos las comillas latinas («») cuando busquemos destacar algunas
palabras o frases en el escrito.
124
: 8 Al respecto, se pueden consultar varios trabajos (Grajewski, 1944;
Dumont, 7-62; Schmidt, 96-118; Wolter, 61-82; Noone, 52-73)
234 | P á g i n a
distinciones se dividen en reales y de razón. Las primeras
manifiestan una ausencia de identidad real entre dos cosas
(v.gr., Sócrates y Platón) o entre dos componentes sustanciales
de una cosa (v.gr., materia y forma); mientras que las segundas
son producidas por el intelecto y no se encuentran en la cosa
real. Es importante entender que lo que no se encuentra in re es
la distinción o la no identidad, pero no aquello que distingo y
que en la cosa real sí está unido (v.gr., las nociones de género,
especie, y otras semejantes) (Herrera, 284-285)1259.
Del mismo modo, entonces, que entre un ser real y uno de razón
no existe una entidad intermedia, un tertium quid, tampoco hay
más distinciones que las que la inteligencia constata en la
realidad o constituye en la razón tomando como punto de
partida la misma realidad (León Florido, El papel). A
comienzos del siglo XIV Duns Escoto introducirá una nueva
distinción que tendrá notables implicancias filosóficas; nos
referimos a la distinción formal ex natura rei12610.
Esta noción tertia ocupa un lugar intermedio entre la distinción
real y la de razón (Wood, 60). El escocés la considera la más
pequeña en su orden y la menos manifiesta (Maurer, 216-222).
Además, por ser en cierto modo una distinción real, precede al
intelecto hasta que la voluntad interviene para imponer la
125
: 9 Herrera aclara que en Tomás no encontraremos una sistematización de
los tipos de distinción junto con sus respectivas divisiones. En cambio, los
comentadores del Aquinate se encargaron de elaborar una clasificación
rigurosa de las distinciones; piénsese, por ejemplo, en Juan de Santo Tomás
o en Francisco de Araujo.
126
: 10 Es necesario recordar que Duns Escoto no fue el primer autor en usar
la distinción formal, muchos de sus predecesores lo habían hecho, sin
embargo ―lo realmente significativo es que él fue el primero en hacer de
ella un uso metafísico radical, en incrustarla en la médula de su pensamiento
filosófico. Una vez introducida en el corazón de su reflexión metafísica, no
podía dejar de producir sus efectos lógicos inevitables, definiendo diferentes
campos de posibilidades doctrinales, que, a su vez, se irían desarrollando a
lo largo de los siglos clásicos en función de las diferentes posiciones
polémicas‖ (De Muralt, La Estructura, 31). De la misma opinión es Juan
Diego Moya Bedoya (29).
235 | P á g i n a
formalización (León Florido, Una estructura, 206), pero
contrariamente a la distinción real que se basa en cosas no
idénticas absolutamente (simpliciter), la distinctio formalis ex
natura rei es una distinción secundum quid, según un cierto
punto de vista.
La unidad de la cosa contiene una multiplicidad de formas
distintas formalmente ex natura rei, previas a toda operación
del intelecto. Toda noción distinta in esse obiectivo (en el ser
conocido) se corresponde indefectiblemente con una
formalidad realmente existente en la cosa, aunque no
necesariamente separable. Los grados metafísicos12711
específicos y genéricos de una cosa concreta (como ―cuerpo‖,
―viviente‖, ―animal‖, ―racional‖, en el hombre) existen en la
identidad absoluta de la cosa concreta12812.
De esto se sigue que para el maestro franciscano cada grado
metafísico a partir de ahora está dotado, en razón de su
distinción formal ex natura rei, de una existencia propia,
aunque parcial12913.
Según Fernández Polanco, la génesis teórica de dicha
distinción se remontaría al tercer estado de la esencia que
propone Avicena:
127
: 11 Este es un término típicamente escotista, pero que muchos tomistas
como es el caso de Cayetano (Comentaria y Summa Theologiae q. 54, a. 4,
VI, p. 346) y Juan de Santo Tomás han tomado como propio. Sin embargo,
autores como De Muralt (La apuesta, 105) recomiendan evitar dicho uso si
se pretende explicar a Santo Tomás.
128
: 12 ―Simul stant cum identitate simpliciter‖ (Duns Scoto, Reportata I,
dist. 33, q. 2, N°11).
129
: 13 Según el filósofo suizo, la doctrina de la distinción formal ex natura
rei es utilizada por el Sutil no solo para explicar los grados metafísicos en la
cosa concreta, o sea, las relaciones de lo que es dicho primo modo per se
(como los predicados quiditativos del concretum), sino también la relación
del sujeto con sus propiedades, es decir, las relaciones de lo que es dicho
secundo modo per se (como la relación entre el ser y los trascendentales, el
alma y sus potencias, Dios y sus atributos, el Dios uno y trino). (De Muralt,
La apuesta, 106).
236 | P á g i n a
[…] para quien cuando la mente abstrae un concepto
despojándolo de todo aquello que no entra a formar parte
de su pura esencia, esto es, cuando la esencia ha sido
depurada al máximo hasta no dejar de ella más que su
noción puramente formal, lo único que de ella puede
decirse entonces es que esa noción es idéntica a sí misma
y que cualquier otra cosa que se le atribuyese ya no
restituiría la perfecta identidad de la pura esencia consigo
misma. En este último nivel de abstracción, dice Avicena,
las frases ya no pueden expresar sino la pura identidad de
la esencia consigo misma: la equinidad es sólo
equinidad‘‖ (Fernández Polanco, 312. Resaltados del
autor)13014.
130
: Por otro lado, García Marqués señala en Ibn Sînâ toda una serie de
nociones que luego aparecen en la metafísica escotista: el ser como
accidente, la posibilidad, el ya indicado tercer estado de la esencia o esencia
absoluta, etcétera (García Marqués, 73-86).
237 | P á g i n a
―A toda entidad formalmente distinta le corresponde
adecuadamente algún ente‖ (Duns Scoto, Reportata I, dist.
12, q. 2, 6)13115.
131
: 15 Omni entitati formali correspondet adaequate aliquod ens. Para una
intelección más completa habría que analizar la frase escotista en el contexto
en que la está utilizando, a saber, para determinar Utrum Pater et Filius sint
duo spiratores?
132
: 16 ―[…] el alma es en cierto modo todos los entes, ya que los entes son
o inteligibles o sensibles y el conocimiento intelectual se identifica en cierto
modo con lo inteligible, así como la sensación con lo sensible‖. (Aristóteles,
431b 21-23). ―El acto de lo sensible y el del sentido son uno y el mismo, si
bien su esencia no es la misma‖ (Aristóteles, 425 b 25-27).
133
: 17 En este punto la doctrina de la materia y de la forma que sostiene
Duns Escoto es importantísima. Para el Sutil, la materia es distinta de la
forma, pero a diferencia de Aristóteles y de Tomás, la materia puede existir
separadamente de la forma, lo que conlleva, por analogía, la no
contradicción, esto es, la posibilidad de la separación del sujeto y el objeto
en el acto cognoscitivo, algo impensado tanto por el Estagirita como por el
Aquinate (De Muralt, La apuesta, 113). Estos son algunos de los textos en
los cuales Duns Scoto plantea la entidad de la materia, los citamos tal cual
lo hace Faintanin (4): Reportatio Parisience II [Opera omnia, Vivès, t. XXIII,
1894], dist. 12, q. 1 y 2; Sentencias, II [Opera Omnia, Civitas Vaticana, t.
XIX, 1993], dist. 12, quaestio única: De materiae entitate, 69-101.
238 | P á g i n a
en la acción. Aristóteles aplica esto al caso del conocimiento
mediante la noción de eidos, que se tradujo por species al latín.
En la visión aristotélica, la presencia del eidos, esto es, de la
forma de lo conocido en el acto del sujeto que conoce, habilita
el definir la identidad del que conoce y de lo conocido como
una inmanencia de lo conocido en el cognoscente13418.
Lo que significa que la forma es en el alma sin su materia, es
decir, ―como principio formal objetivo de un acto no material
de sensación o intelección‖ (De Muralt, La apuesta, 128)13519.
Fue dispar la recepción que tuvo la noción de «inmanencia de
lo conocido en el cognoscente» entre los maestros medievales,
pero entre ellas sobresalen las posiciones de Tomás de Aquino
y de Duns Escoto.
Explica al respecto De Muralt:
Santo Tomás admite la inmanencia del objeto, es decir, de
su forma cognoscible en el cognoscente según el ejercicio
de su acto de conocimiento, pero no formalmente, como
si el objeto fuera una forma entitativa accidental que
afectase cualitativamente a la potencia cognoscente. Duns
Escoto admite la inmanencia del objeto formalmente por
su concepción de una species, de una forma representativa
que afecta al sujeto de conocimiento, al intelecto, como
una cualidad real accidental «acompañada» del objeto
constituido en su esse objectivum (La apuesta, 128-129.
Resaltados del autor)13620.
134
: 18 ―[…] y el intelecto es la forma [eidos] de formas así como el sentido
es forma de las cualidades sensibles‖. (Aristóteles, 432 a 2-3).
135
: 19 Es notable cómo De Muralt, así como muchos otros pensadores,
critican el planteo de la objetividad pero no pueden dejar de hacerles
concesiones al hablar en sus mismos términos. El pasaje recién citado nos
parece un ejemplo patente de esto.
136
: 20 El pensador suizo continúa su análisis aludiendo a la posición de
Ockham y de otros autores medievales. Sin embargo, nosotros aquí nos
concentraremos sólo en la posición escotista.
239 | P á g i n a
Para Tomás, el eidos, la specie —inteligible e inteligida13721—
no es otra que la forma real de la cosa en cuanto cognoscible y
en cuanto conocida respectivamente. En este sentido, para el
Aquinate la intelección es una identidad simpliciter del
intelecto y del objeto inteligible, en donde el primero es
informado por el segundo. Dicho proceso se inscribe en la
causalidad recíproca y total de uno y del otro: el intelecto es el
sujeto material y eficiente del conocimiento, mientras que el
objeto será —en tanto forma inteligible— causa formal del
conocimiento.
La identidad entre el intelecto y la cosa inteligida es una
actuación per se, pero no en el orden quiditativo de la
constitución de un todo sustancial o accidental, sino en el orden
operativo del ejercicio de una potencia del alma13822.
Es el efecto de una forma real, un principio formal que actúa al
intelecto por y en su operación13923. En otras palabras, dicha
identidad constituye no aquello que Santo Tomás denominó
esse naturae (real), sino un esse intelligibili o esse intentionale
(Tomás de Aquino, S.Th. I, q. 14, a. 4 y a. 5; q. 15, a.1; q. 56 a.
2, ad 3; De Spir. Creat., q. 1, a.1, ad 11, en: De Muralt, La
apuesta, 130).
Duns Escoto agrega un nuevo ámbito de existencia al proceso
del conocimiento, al real y al verbal se incorpora el formal. Por
ende, en dicho proceso ya no intervendrán solamente dos polos
(como en Aristóteles y en Tomás), sino tres.
El término adecuado para denominar a este tertium quid será el
de ―representación‖14024, puesto que remite a un acto de
137
: 21 Suele utilizarse también las expresiones escolares «especie impresa»
y «especie expresa», respectivamente.
138
: 22 Es importante entender que con esta diferencia se quiere explicitar
que la especie inteligible o inteligida no existe en el cognoscente así como
una forma existe cualitativamente en un sujeto físico.
139
: 23 Dicha actuación es análoga a la actuación de la voluntad por el objeto
apetecible.
140
: 24 Sobre la noción de representación en Duns Scoto, ver King, 15ss y
Boulnois, Théologie, 1999.
240 | P á g i n a
existencia intermedio entre lo real y lo racional. La species será
ahora una species representativa.
242 | P á g i n a
En la doctrina de la species, ya podemos ir apreciando el
cambio de orientación que toma el conocer con Duns Escoto en
relación con el pensamiento medieval que lo precedió14327.
El esse intelligibille del objeto, en la doctrina escotista, será
concebido como un tertium quid intermediario entre el acto de
conocimiento y la cosa conocida; asimismo será considerado
diminutum (menor) (Owens, 1-14) en relación con estos —en
tanto que uno y otro existen simpliciter—, tal como el Doctor
Sutil afirmará del esse representatum del objeto inteligible en
la species. Al mismo tiempo, al romperse la relación directa del
sujeto con el objeto desaparece la concepción de la verdad
como adaequatio (Kobusch, 149-166 y Filippi, Sobre la noción,
227-238); ahora la verdad será entendida como «objetividad»
o «representación». Al respecto Miralbell hace notar que:
[…] para Escoto la verdad consiste en la semejanza del
acto intelectivo con su objeto, debido a la cual el objeto
es una causa parcial —junto con el intelecto— que
especifica y determina al acto intelectivo. Ahora bien, esta
visión gnoseológica de la verdad me parece algo que
marca una diferencia entre Duns Escoto y el pensamiento
medieval anterior. La esencia de este cambio de
paradigma estaría en que el término último del
conocimiento y la verdad ya no es lo real en su realidad
propia, la «verdad ontológica», la esencia del ente, el ser
de las cosas, etc., sino el objeto. La verdad es a partir de
Escoto, más bien «objetividad»‖ (La verdad, 55.
Resaltados del autor).
244 | P á g i n a
concebida esta dependencia por relación al acto de
intelección mismo, o en relación a la species, en la que
está de alguna manera como en un sujeto; bien aparezca
en el intelecto divino o en el intelecto humano‖ (La
apuesta, 128-129. Resaltados del autor)14428.
144
: 28 El pensador suizo analiza también la posición de Ockham y de otros
autores medievales. Sin embargo, nosotros aquí nos concentraremos solo en
la posición escotista.
245 | P á g i n a
que en la diversidad de las cosas reales. Según esta posición, el
maestro franciscano al momento de definir qué es ciencia y
cuáles son sus notas principales estaría dando primacía al
conocer sobre el ser o, en otros términos, a la eficacia del sujeto
y su facultad cognoscitiva antes que a la naturaleza misma de
la cosa de la cual tengo ciencia.
Quizá este giro de la realidad a la inteligencia o a la realidad en
tanto conocida, se torna patente cuando se estudian las dos
principales ciencias que estructuran el pensar medieval —
filosofía y teología— y, en concreto, la relación entre ellas de
acuerdo con la visión del maestro escocés. Tal como
apuntábamos anteriormente, la tarea de Duns Escoto se
encuadra en un contexto de discusión que intenta separar aguas
entre filosofía y teología.
Por eso, el mismo fraile sostiene que:
[…] en esta cuestión aparece la controversia entre
filósofos y teólogos. Los filósofos sostienen la perfección
de la naturaleza y niegan la perfección sobrenatural;
mientras que los teólogos conocen el defecto de la
naturaleza y la necesidad de la gracia y la perfección
sobrenatural (Duns Scoto, Ordinatio I, prologus, pars
prima, quaestio unica, N° 5)14529.
146
: 30 ―Sed homo non potest scire ex naturalibus finem suum distincte;
igitur necessaria est sibi de hoc aliqua cognitio supernaturalis‖ (Duns Escoto,
Ordinatio I, prologus, pars prima, quaestio unica, Nº 13). Las similitudes con
el planteo cayetaniano son notables. Al respecto puede verse el completo
estudio de Juan Alfaro (1952) en el que cita in extenso los textos latinos de
estos autores.
247 | P á g i n a
De ahí que él resalte el hecho de que existían dos posiciones
con respecto al objeto de la metafísica. Una, la de Averroes, el
cual sostenía que Dios y las sustancias separadas eran el objeto
de dicha ciencia, de modo que la demostración de Dios resulta
presupuesta por la física (pues ninguna ciencia prueba su
objeto, sino que lo presupone a partir de otra).
La segunda posición correspondía a la de Avicena, que
afirmaba que el objeto de la metafísica era el ente (la primera
de las perfecciones comunes) (Boulnois, Théologie, 99).
El Sutil sostendrá que Averroes se equivoca y Avicena acierta,
pues Dios es infinitamente más que la causa y la razón del
movimiento (Illanes, 53)14731.
No parece que el pensamiento cristiano medieval anterior al
escocés haya visto semejante contradicción entre los dos
pensadores árabes. De hecho Tomás de Aquino no había
opuesto entre sí ambos objetos (Dios y el ente), sino que había
sostenido que el objeto de la metafísica, filosofía primera o
teología, era el mismo pero según diversos respectos o que
estábamos ante una ciencia bajo tres nombres14832. Sin
embargo, con Duns Escoto esa unidad epistémica se fractura.
Si el objetivo de este autor es definir dos ciencias distintas
(teología sobrenatural y teología natural), entonces no le
bastará con haber opuesto radicalmente a filósofos y teólogos,
ni con haber enfrentado irreconciliablemente a Avicena y a
Averroes. Para concluir su tarea deberá aplicar otra innovación:
147
: 31 Ya es evidente en Duns Escoto la separación entre el Dios de los
filósofos y el Dios de los teólogos.
148
: 32 ―En efecto, se dice ciencia divina o teología en cuanto considera las
substancias antes mencionadas [Dios y los ángeles]. Y se dice metafísica, en
cuanto considera el ente o aquellas cosas que se siguen de lo mismo. Pues,
esta transfísica es descubierta por vía de resolución como lo más común
después de lo menos común. Y se dice filosofía primera en cuanto considera
las causas primeras de las cosas‖ (Tomás de Aquino In Metaphys. pr., Nº 9).
También se puede ver: Tomás de Aquino (In De Trin., pars 3 q. 6 a. 1 co.
22). Un análisis minucioso sobre la equivalencia de los tres términos usados
por el Aquinate puede encontrarse en José María Mendoza (99-114).
248 | P á g i n a
tendrá que alterar de tal forma la noción de ente que la
transformará en algo totalmente distinto a lo que venía
significando hasta ese momento. Y si la metafísica o
teología natural se ocupa del ente —tal como había
sostenido Avicena— será necesario redefinir también la
metafísica, puesto que su objeto de estudio ha cambiado.
Con Duns Escoto la metafísica equivale a ontología
(Merino, 262).
150
: 34 Unas líneas más adelante afirma lúcidamente Arce Carrascoso: ―La
universalidad y la intelección son obra del entendimiento que discurre de una
cosa a otra, y la singularidad existencial es obra del Creador. Por ello, es
preciso que previamente a la lógica de los conceptos deba darse la Metafísica
de los conceptos que se atiene a su contenido, es decir, a las esencias en sí
mismas‖ (74).
250 | P á g i n a
el ente de sus condiciones concretas de existencia, para
entenderlo como un «ente en sí mismo», ni físico, ni lógico. Al
respecto afirma Filippi:
Este modo de encarar el problema conllevaba, sin
embargo, otra tesis: la de la completa neutralidad de la
noción de ens.
251 | P á g i n a
objeto no es, empero, requerida como actualmente conveniente
al «objeto en cuanto cognoscible»15135.
―Aparece así la concepción de la ciencia como saber que
se aplica a un objeto, pero no considerado precisamente
en tanto que existente‖ (Filippi, Duns Escoto, 304).
151
: 35 ―Existentia non est per se ratio obiecti, ut scibile est‖ (Duns Escoto,
Quaestiones Quodlibetales, VII, 8-9).
152
: 36 Es importante destacar que hay un acuerdo generalizado entre los
estudiosos en que muchas de las secuelas de la posición escotistas muy
probablemente fueron ajenas a las intenciones del maestro escocés. Aunque
es innegable que sus ideas —las que circularon de los más diversos modos y
con variados matices— perduran así hasta nuestros días en diferentes
pensadores. En este sentido, afirma Fernández Polanco:
―El giro mentalista de la filosofía, la lógica de la univocidad, el
representacionismo en el conocimiento, la concepción de la verdad como
correspondencia, el paralelismo de los órdenes de realidad, el formalismo
metodológico y la idea de la metafísica como ciencia de lo posible
constituyen los cimientos sobre los que se alzarán las construcciones
metafísicas modernas, nacidas de la distinción formal‖ (315).
252 | P á g i n a
recibe de la actividad formalizadora del intelecto analítico (De
Muralt, La estructura, 16-17)15337.
Nace, de este modo, una nueva metafísica que tiene su punto
de apoyo basal en la distinctio formalis ex natura rei (León
Florido, Una estructura, 203), la cual dará origen a todo el
planteo de la objetividad.
OBRAS CITADAS
153
: 37. Resulta sumamente interesante el planteo de Ignacio Miralbell, para
quien toda la doctrina de la objetividad que propone el Doctor Sutil ha sido
montada en función de su teoría del voluntarismo, a los fines de que la
voluntad impere sobre la inteligencia. Dice el autor:
―¿Qué sentido tiene esta sistematización de la objetividad? La idea de un
sistema de objetos sólo tiene sentido como forma de que el sujeto —la
libertad espontánea— consiga dominar su intelecto plenamente. Para
dominar una potencia natural, «usarla» e «imperar» sobre ella de manera
controlada y cabal, se requiere conocer previamente las posibilidades de
dicha potencia. Sólo así la voluntad ejercerá la «libertad de pensamiento» de
modo completo. Porque para un voluntarista el pensamiento –el sujeto
pensante en cuanto pensante– no es libre, ya que pensar es una forma de
causalidad natural. Por eso el ejercicio «libre» del pensamiento requiere la
subordinación funcional del intelecto a la libertad de la voluntad‖ (Miralbell,
Duns Escoto, 31. Resaltados del autor).
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257 | P á g i n a
LA “CONCLUSIÓN” DE LA TESIS DE HABILITACIÓN
DE HEIDEGGER. TRADUCCIÓN Y COMENTARIO
Autor: Pedro Mantases Paña. Universidad de Córdoba
Resumen
En mi artículo he llevado a cabo una traducción y comentario
de la “Conclusión” de la tesis de habilitación de Heidegger (La
doctrina de las categorías y del significado en Duns Escoto)
redactada para su publicación en 1916. También he incluido
una traducción de la breve “Nota del autor” escrita para la
reseña de la publicación. Mi interés por el texto de la
“Conclusión” se deriva de las consecuencias que el propio
autor extrae de su trabajo, de la lectura y la hermenéutica que
realiza en torno a su propia obra: la necesidad de una relectura
de la filosofia medieval a la luz de una revisión de la estructura
de las categorías y del significado, y la exigencia que supone
volver a los fundamentos metafísicos de la filosofía desde
conceptos como el de espíritu vivo. Palabras Clave: Heidegger,
Duns Escoto, Filosofía Medieval, Espíritu vivo.
Abstract
In my article I have translated and commented the
“Conclusion” of Heidegger “Habilitation” dissertation (Duns
Scotus’ Theory of Categories and Signification) written for the
published edition (1916). I have enclosed also the short
“Author’s Note”, written by Heidegger for the review of the
publication. My interest in the text of the “Conclusion” is
derived from the consequences that the author draws from his
work, and the reading and hermeneutics around his own text:
the need for a reinterpretation of Medieval Philosophy on the
light of a review of the structure of categories; and the meaning
derived from a demand to get back to a metaphysical
foundation of philosophy in the context of concepts such as the
258 | P á g i n a
living spirit. Key words: Heidegger, Duns Scotus, Medieval
Philosophy, Living spirit.
I. INTRODUCCIÓN
154
: 1 M. HeideGGer, “Vorwort, zur ersten Ausgabe der ‘Frühen Schriften’
(1972)”, en Gesamtausgabe, vol. 1, Frankfurt am Main, Klostermann, 1978,
55. En adelante, cito la Gesamtausgabe como GA.
155
: 2 R. M. stewart, “Signification and Radical Subjectivity in Heidegger’s
Habilitationsschrift”, en Man and World, 12 (1979), 360-386. El artículo
incluye una introducción a las tesis de habilitación de Heidegger, junto a una
traducción al inglés de la “Schluss” (“Conclusión”) que, con ciertas
correcciones de Aaron Bunch, fue incluida en la edición inglesa de Kisiel y
259 | P á g i n a
donde hace ya tiempo me adentré en el trabajo de Heidegger en
torno a Duns Escoto; y aunque publicado hace ya años, su
comentario a la “Conclusión”1563 es uno de los más claros que
todavía pueden leerse.
Sirvan estas palabras como reconocimiento a la inapreciable
ayuda que Stewart me ha brindado a la hora de componer este
artículo. He comenzado con una cita textual para introducir la
cuestión que centran las páginas siguientes: el sentido que
posee la inmersión del joven Heidegger en un determinado
ámbito del pensamiento medieval, y la relectura e
interpretación que, una vez concluido y presentado, hizo sobre
su propio trabajo.
Nuestro punto de partida es el texto que Heidegger redacta a
modo de conclusiones sobre el desarrollo de su tesis de
habilitación1574, no obstante, no debe entenderse como un
informe de conclusiones sin más, de hecho, lo he traducido al
160
: 7. Es en este sentido que he redactado un artículo introductorio previo
sobre el “lebendige Geist”, donde ya aludía a la necesidad de una traducción
del texto y un comentario más detallado. Cf. P. mantas, “Introducción a
lebendiger Geist en el Duns Escoto de Martin Heidegger”, en Revista
Española de Filosofía Medieval, 18 (2011), 151-63.
161
: 8 En el contexto a que nos referimos, son especialmente interesantes
algunos trabajos centrados en este período de la obra de Heidegger, en
particular y en lo que afecta al tema que aquí tratamos, son muy
esclarecedores los trabajos de Jesús Adrian. Véase J. adrián,
“Fenomenología de la vida en el joven Heidegger. De la tesis de habilitación
a los cursos de 1919”, en Pensamiento, 55 (1999), 217-243. id., Heidegger y
la genealogía de la pregunta por el ser, Barcelona, Herder, 2010.
162
: 9 P. mantas, , “Introducción”, o. c.
262 | P á g i n a
disfrutaba, concedida por la “Fundación Constantin y Olga von
Schaezler en honor de santo Tomás de Aquino”.
Entre finales de 1913 y 1916 Heidegger vive un breve, pero
enriquecedor recorrido biográfico e intelectual orientado al
intento para hacerse con la plaza de Friburgo. En esta etapa,
Heidegger se encuentra en una situación de cierta tensión
intelectual. Se forma en el contexto intelectual de una actividad
filosófica donde se debaten y redefinen las grandes cuestiones
del pensamiento en las postrimerías de la modernidad y la crisis
del positivismo, el interés por el historicismo y el avance de la
fenomenología.
Estudiando con maestros como Rickert, pero sumido en una
lectura muy atenta de la obra de Oswald Külpe, Emil Lask,
Husserl y Dilthey, Heidegger vive una profunda tensión
espiritual e intelectual: por un lado, la que se desprende de su
pertenencia a un ambiente católico, conservador y, en
expresión de la época, “antimodernista”, así como por los
distintos compromisos contraídos con quienes le ayudaron en
su carrera; por otro, su inmersión en la fenomenología, junto
con una atracción cada vez mayor por la obra de Lask, y su
distanciamiento de las posiciones del neokantismo. Antes del
entrar en el comentario y la traducción de la “Conclusión”, he
creído necesario sintetizar muy brevemente la estructura de la
tesis de habilitación.
En el primer capítulo (“El unum, las matemáticas, la realidad
natural y metafísica”) de la primera parte de la tesis, y bajo la
influencia de Rickert, Heidegger intenta rearticular la
distinción de Escoto entre el sentido primitivo y el sentido
derivado del uno –el uno como lo opuesto a otro vs. el número
uno, estableciendo una clara distinción entre la realidad ideal
de tipo lógicomatemático y la realidad empírica.
En el segundo capítulo (“El verum, la realidad lógica y física”),
Heidegger interpreta la máxima medieval según la cual
cualquier objeto, como tal, es un objeto verdadero en el
contexto del axioma neo-kantiano para el que todos los objetos
263 | P á g i n a
deben ser objetos de conocimiento, i.e., todo conocimiento es
conocimiento de objetos.
En la tradición kantiana, este conocimiento sólo es posible en
verdaderos juicios (predicativos) donde el objeto conocido se
convierte en un contenido dependiente del juicio, una entidad
abstracta que debe distinguirse ontológicamente de cualquier
acto de juzgar mental particular, delineando así una distinción
ontológica (categorial) entre hechos psicológicamente reales y
entidades ideales lógicas.
El contenido que Heidegger tratará de diferenciar en estos dos
primeros capítulos, lo va a intentar unificar en el capítulo
tercero (“La forma y el contenido del lenguaje. El ámbito del
significado), y en la segunda parte de la obra (“La doctrina del
significado”).
La necesidad de una doctrina del significado que arranca de la
siguiente constatación: si tratamos de objetos naturales o
entidades ideales matemáticas de carácter proposicional, todos
los contenidos de los juicios son expresables, encuentran su
camino a través de las palabras, se comunican y significan por
medio de ellas. Pero, ¿qué sentido encierra una doctrina del
significado en tanto que gramática especulativa?
En lo que se conocía como gramática especulativa se trataban
de especificar las categorías gramaticales más elementales
empleadas en la significación de los objetos y sus propiedades
por medio de términos (verbos, nombres, etc.), así como las
reglas a priori mediante las cuales esas categorías pueden
combinarse en unidades significativas más complejas, o en
fórmulas semánticamente no interpretadas pero
sintácticamente bien formadas.
Para que cualquier término simple pueda significar un objeto y
sus propiedades, primero tiene que existir una cosa con una
propiedad o un modo de ser (modus essendi rei), pues lo que
decimos está determinado, finalmente, por cómo las cosas son.
Es lo que Heidegger podría denominar, aludiendo a Emil Lask,
la determinación material de cada forma.
264 | P á g i n a
El intelecto capta cierta propiedad de una cosa; asigna a una
vox la propiedad activa de significar la cosa y su propiedad
(modus significandi activus); esa vox se convierte en una parte
de la oración si significa en la forma específica de un nombre,
un verbo, etc.; por su parte, la cosa asume la propiedad pasiva
(modus significandi passivus) de ser significada por la vía
especificada por el intelecto a través de la vox. Pero para que
el intelecto establezca tal significación por medio de la vox,
primero y hasta cierto punto debe aprehender o comprender la
cosa y su propiedad.
Consecuentemente, el intelecto adquiere la propiedad activa de
conocer los objetos (modus intelligendi activus) y la cosa
adquiere la propiedad pasiva de ser conocida en algún grado
(modus intelligendi passivus). Los dos modos pasivos son
materialmente idénticos pero formalmente diferentes. Cada
uno es el modo o propiedad de la misma materia (la cosa) que
es, formalmente hablando, significada o conocida por el
intelecto. Heidegger intentará asimilar la doctrina medieval de
la significación a la teoría lógica neo-kantiana en la que se
había formado con Rickert, y a la teoría de la intencionalidad
husserliana en ciernes.
En la primera parte de la habilitación, Heidegger centra su
estudio en la teoría de las categorías y los fundamentos
sistemáticos para comprender la doctrina del significado;
intenta mostrar que Escoto era consciente de las diferentes
categorías o tipos de objetos irreductibles por encima o más allá
de las categorías aristotélicas aplicables sólo a las sustancias
espacio-temporales, e incluye un análisis de la reflexión de
Escoto sobre las dos categorías más generales predicables de
cualquier objeto: el uno trascendental y la verdad. La
interpretación heideggeriana sobre Escoto muestra una
asimilación del texto medieval mediante conceptos de la
fenomenología husserliana: la idea de una gramática universal
265 | P á g i n a
desarrollada en las Investigacionjes Lógicas16310, la teoría de
los actos, los sentidos noéticos y los objetos intensionales que
pueden seguirse en las Ideas de 191316411.
Como muy bien comenta Stewart16512, en la tesis de
habilitación puede apreciarse el modo en que Heidegger
traslada la doctrina de Escoto al lenguaje de la intencionalidad:
el intelecto se interpreta como conciencia, la vox dotada de
significados se lee en términos husserlianos de expresión; a la
palabra hablada o escrita se le dota de sentido por medio de
actos significativos de conciencia; el modus significandi
activus ya no aparece como una propiedad de la vox, sino que
es tratado como un acto completo de significación realizado por
medio de alguna vox, o como la parte psicológicamente real de
los momentos abstractos cualitativos y materiales del acto de la
significación.
De acuerdo con la teoría husserliana de la expresión, la vox
dotada de sentido no significa –como sugería Escoto– el objeto
mismo y sus propiedades sino más bien los pensamientos del
hablante. Por la forma en que Heidegger trata del modo pasivo
de la significación, éste no parece problemático: para Escoto se
trata de una propiedad de la cosa que ésta experimenta al ser
significada por la vox. Heidegger interpreta el modus
significandi passivus como contenido intencional del acto de la
significación, i.e., el sentido noemático del acto, el correlato
objetivo del acto.
Dicho de otro modo, el sentido o contenido noemático de un
acto de significación es el objeto intencional como algo
significado bajo una cierta descripción. Para Heidegger, el
modus essendi rei sería aquella objetividad a la que se refiere
el sentido noemático que, como en Husserl, puede tratarse de
163
: 10 E. Husserl, Investigaciones Lógicas, trad. J. Gaos – M. GarCía-
morente, Madrid, Revista de Occidente, 1976.
164
: 11 E. Husserl, Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía
fenomenológica, trad. J. Gaos, México, Fondo de Cultura Económica, 1985.
165
: 12 R. M. stewart, “Signification”, o. c., 363-364.
266 | P á g i n a
aquello que es objetivo en general y que, por tanto, abarca
objetos naturales, imaginarios y no-sensoriales.
En definitiva, Heidegger realiza una adaptación de la referencia
de Escoto a la propiedad de la cosa como una especie
inteligible, como una forma específica cognoscible. El modus
essendi rei se reconduce al lenguaje husserliano de “aquello
que es experimentable en general”.
El modus intelligendi activus es interpretado ahora como el
modo en que captamos algo objetivamente y llegamos a
conocerlo; es una propiedad o un modo de conciencia o
intelecto, una cualidad que hace del acto concreto un acto de
comprensión o de conocimiento más que un acto de
significación.
Heidegger llega incluso a interpretar el modus intelligendi
passivus diciendo que no es otra cosa que el modus essendi en
tanto que ha sido objetivado en la conciencia, o lo que es lo
mismo, el modo pasivo de ser conocido es aquella propiedad
de la cosa que es conocida por el intelecto.
Pero, ¿cómo adapta Heidegger la identidad material y la
diferencia formal de los distintos modos? Para él, los distintos
sentidos noemáticos de tres actos distintos son idénticos,
mientras que la descripción general de cada acto –todo el
noema de cada acto sobre el que se reflexiona– es diferente.
Como también apunta Stewar (sigo su propio ejemplo),
Heidegger diría que, si suponemos que
1. “el modo de ser de A es B”, que
2. “C juzga, aunque sin decirlo, que A es B”, y que
3. “C afirma, mediante un acto significativo, que A es B”; el
sentido noemático o el acto de conocimiento silencioso y
el acto significativo serían lo mismo que “el modo de ser
de A es B”. Por tanto, ambos actos serían materialmente
idénticos y, de acuerdo con esto, el modus significandi
passivus y el modus intelligendi passivus son
materialmente idénticos. ¿Podría decirse entonces que,
267 | P á g i n a
como Escoto habría afirmado, estos dos modos pasivos
son idénticos al modus essendi rei? Heidegger necesita
sugerir un modus essendi rei tanto activo como pasivo,
algo que en términos de Escoto carecería de sentido. En
este caso, Heidegger necesitaría distinguir el acto
predicativo de conocimiento, un objeto bajo alguna
descripción específica, de un acto intencional en el que la
realidad objetiva absoluta permanece bajo una ratio
específica de existencia, o un acto en el que lo
inmediatamente dado se hace, de hecho, consciente.
Dicho en lenguaje neokantiano: que este nuevo acto
consistiría en ser inmediatamente (intuitivamente)
consciente de la cosa y de su propiedad o modo de ser.
Siguiendo con el ejemplo anterior, podríamos suponer
que
4. “C es inmediatamente consciente (de forma ante-
predicativa) de este B en el que consiste A”.
III. LA “CONCLUSIÓN”
166
: 13 La “Nota del autor” fue publicada originalmente en los Kant-Studien
de 1917. Cf. M. HedeiGGer, “Selbstanzeige. Die Kategorien- und
Bedeutungslehre des Duns Scotus”, en Kant-Studien, XXI (1917), 467-8. El
texto aparece recogido en el primer volumen de la GA al final de texto de la
“Conclusión” (412).
269 | P á g i n a
Esta investigación sobre la historia de un problema tiene,
en principio, un propósito sistemático: el problema es la
doctrina de las categorías y el propósito su
fundamentación y su realización orgánica, algo que hoy
se ha convertido en una de las misiones de la filosofía
claramente reconocidas. En tanto que investigación
entorno a la historia de un problema, se centra en la
filosofía del escolástico Duns Escoto. Pero al examinar
uno de los modelos del pensamiento escolástico medieval
intelectualmente más completos y ricos desde el punto de
vista del problema general de las categorías y de la lógica
como tal, uno podría alcanzar una compresión más
profunda de este mismo pensamiento en formas que
podrían ir contra el modo común de evaluación del
escolasticismo medieval y su lógica.
271 | P á g i n a
Pues al tratar de las categorías del pensamiento o, más
precisamente, de un pensamiento sobre objetos, hemos de tener
en cuenta que, aunque algunas de las categorías pueden
aplicarse a cualquier objeto, otras sólo se aplican a objetivos
intuidos empíricamente. Algo que nos lleva a distinguir entre
el ámbito de los objetos empíricos y al ámbito de los que no lo
son, y que posibilita establecer distinciones esenciales entre
aquellos objetos que se extienden espacio-temporalmente y
aquellos que no.
A su vez, cada una de estas divisiones puede agrupar una serie
de subdivisiones: de un lado, por ejemplo, entre objetos
animados e inanimados y, de otro, entre objetos lógico-
matemáticos. Cada una de estas divisiones aportaría un sector
de posibles objetos intencionales conforme a descripciones
eidéticas generales, y cada nueva subdivisión aportaría, de
nuevo, una perspectiva más específica a cerca del objeto.
Una doctrina de las categorías (una “ontología regional”) de
este tipo se centraría en las descripciones más generales desde
las que todo objeto puede ser pensado.
La segunda tarea a la que Heidegger hace referencia, consistirá
en “la inclusión del problema de las categorías dentro del
problema del juicio y del sujeto” (GA 1, 401).
En su tesis de habilitación se había preguntado cómo relacionar
una doctrina de las categorías con una doctrina del juicio. Pero
el problema del sujeto es más radical que el de un sujeto que
conoce y juzga y, por tanto, esta tarea habría que intentar
conectarla con una teoría de la subjetividad.
La conexión podría establecerse así: la estructura de cualquier
juicio es siempre predicativa, con un sujeto y un predicado
lógico; las categorías forman un importante grupo de estos
predicados –los más generales–, aunque pueden distinguirse
tipos de categorías que son apropiadas a todos o tan sólo a
algunos de los modos de intuir lo particular. Pero las categorías
no pueden ser pensadas sólo como meras formas del
272 | P á g i n a
pensamiento, sino como formas ligadas a la materia, a los
objetos:
“el idealismo trascendental que, por cierto, en su forma
actual no es lícito identificar con la teoría kantiana del
conocimiento y con su formulación, enfatiza, en
principio, que todo pensar y conocer es siempre el pensar
y conocer de un objeto.” (GA 1, 403). Una determinación
material que se aplica: […] incluso a las determinaciones
más generales de los objetos, las categorías reflexivas
[…].
274 | P á g i n a
“No es posible ver en su auténtica luz la lógica y sus
problemas en general, si el contexto desde el que se la
interpreta no es translógico.
La filosofía no puede prescindir por más tiempo de
su propia óptica, la metafísica.”; e insiste, “[para] la teoría
de la verdad, esto significa la tarea de una interpretación
metafísico-teleológica última de la conciencia” (ib.).
275 | P á g i n a
una síntesis provisional que acumula a toda prisa la totalidad
del saber, a la verdadera realidad y la verdad real.” (ib.).
El espíritu vivo no se refiere sólo al ámbito del “deber
trascendental” o a un dominio “irreal” de la validez, porque:
Sólo desde esta orientación del concepto de espíritu vivo
y sus ‘afirmaciones eternas’ (cfr. Schlegel) la lógica de la
teoría del conocimiento quedará a salvo de una limitación
exclusiva al estudio de las estructuras y se podrá plantear
el problema del sentido lógico también desde su
significado óntico. Sólo entonces será posible una
respuesta satisfactoria sobre cómo el sentido ‘irreal’
‘trascendente’ nos garantiza la verdadera realidad y
objetividad” (ib.).
276 | P á g i n a
accidentalmente encarnado y en trato con el mundo
material.16916
Pero si una concepción moderna de la subjetividad o un sujeto
epistemológico no aciertan a explican el sentido
metafísicamente más significativo del espíritu, tampoco se
logrará alcanzar este sentido sin cumplir una tercera tarea
centrada en una concepción del espíritu vivo que es:
[…] esencialmente espíritu histórico en el sentido más
amplio del término. La verdadera cosmovisión está muy
lejos de la simple existencia puntual de una teoría
separada de la vida. El espíritu sólo puede ser
comprendido cuando la plenitud total de sus logros, i. e.
su historia, queda asumida dentro de él.” (GA 1, 408).
Por ello, la tercera tarea que Heidegger cree necesaria para una
prometedora solución al problema de las categorías pasa por
entender que:
“La historia y su interpretación cultural filosófico-
teológica debe convertirse en un elemento determinante
en cuanto al significado del problema de las categorías, si
se quiere pensar de manera diferente al resolver el
universo de las categorías yendo más allá de una
deficiente y esquemática tabla de categorías” (GA 1, 407-
8).
169
: 16 “[…] where (with his notion of Übergegensätzlichkeit) he ‘breaks
through’ the study of ‘imitative’, idealized propositional or judgmental
sense-structures to a study of the ‘prototypes’ of judgmental sense and truth
given through sense-perception, and to how subjectivity ‘destroys’ this
prototypical realm through its judgmental syntheses. Of course, this
emphasis on discovering the ‘ontic meaning’ of ideal ‘senses’ and values in
the ‘wealth of productive or formative directions’ of lebendiger Geist, I
would urge, has the definite ring of those passages in SZ where Heidegger
distinguishes Dasein’s understanding and sense, as it is concernfully
involved in its world, from the Cartesian, epistemological subject which is
only accidently embodied and in commerce with a material world.” Cf. R.
M. stewart, “Signification”, o. c., 371.
277 | P á g i n a
Precisamente, este es, –junto a la delimitación de los ámbitos
de los objetos y la incorporación del problema del juicio–:
“el tercer postulado fundamental para una prometedora
solución del problema de las categorías” (ib.)
CONCLUSIÓN*
290 | P á g i n a
Si se medita sobre la esencia más profunda de la filosofía como
cosmovisión, entonces aparecerá errada desde el principio la
concepción de la filosofía cristiana de la Edad Media como una
Escolástica opuesta a la mística de la misma época. Para la
cosmovisión medieval, escolástica y mística se pertenecen
esencialmente la una a la otra. Los dos pares de “opuestos”:
racionalismo e irracionalismo, escolástica y misticismo, no se
superponen. Y cuando se intenta su identificación, ésta se basa
en una extrema racionalización de la filosofía. La filosofía,
como estructura racional separada de la vida, es impotente, la
mística, como experiencia irracional, está sin rumbo.
La filosofía del espíritu vivo, del amor activo, de reverencial
intimidad con Dios, a cuyas orientaciones más generales [411]
sólo podemos aludir, especialmente una teoría de las categorías
guiada por sus tendencias fundamentales, afronta la gran tarea
de una confrontación básica con un sistema de cosmovisión
histórica, de una riqueza de experiencia y formación de
conceptos tan abundante como profunda, un sistema que ha
asumido todos los motivos fundamentales de los problemas
filosóficos anteriores, [una confrontación] con Hegel.
NOTAS
292 | P á g i n a
Tendremos que evitar tomar alguna posición final tanto a cerca
del problema de “la conciencia que juzga en general” como
sobre el “sí indiscutible” (p. 318 ss. y p. 334 ss.), hasta que no
se pueda disponer, por medio de la teoría de los valores en
desarrollo, de las fundamentaciones generales necesarias. Lo
mismo se aplica a la valiosas precisiones de Husserl sobre la
“conciencia pura” (Ideen, p. 141 ss.), que aportan una visión
decisiva sobre la riqueza de la “conciencia” y destruye el punto
de vista tan usualmente expresado sobre el vacío de la
conciencia en general.
5 Sobre este problema el autor espera aportar en breve, en un
análisis más detallado, precisiones básicas sobre ser, valor y
negación.
6 Por desgracia, tampoco Külpe ‒lo que es comprensible dada
su constante preferencia por la “lógica objetiva”‒
especialmente en este problema, pero en ninguna otra parte,
prestó atención a la obra de Lask Lehre vom Urteil (1912), una
obra a la que debo atribuir un significado de mayor alcance para
la doctrina de las categorías que a la Logik der Philosophie.
Esta obra sobre el juicio es excepcionalmente rica en fértiles
perspectivas, por lo que se debe lamentar aun más que a Külpe,
con su ejemplar y distinguida forma de debatir, no se le haya
concedido presentar ante los expertos su posición sobre Lask
en torno al desde mi punto de vista decisivo problema del
juicio. Y hoy también vale para el mismo Külpe aquello que
escribió sobre Lask en su último escrito:
“Con seguridad, este estudioso tan inteligente no habría
evitado las consecuencias de su pensamiento tan
extremadamente penetrante ([anota Heidegger] sobre el
problema de la diferenciación de la forma) en la última
etapa de su desarrollo, si un destino fatal no nos lo hubiese
arrebatado demasiado pronto” (“Zur Kategorienlehre”, o.
c., p. 26, n. 2).
7 Cf. supra [Die Kategorien- und Bedeutungslehre des Duns
Scotus, GA, p. 255 ss.].
293 | P á g i n a
8 Es desde este punto de vista que también podemos, por
primera vez, analizar y establecer el concepto de “Philosophia
perennis” de forma científico-teórica, lo que hasta hoy no se ha
hecho ni siquiera de un modo a penas satisfactorio. Hasta ahora
apenas ha sido reconocido el análisis de la teología católica en
términos científico-teóricos como un problema estrechamente
conectado a lo que se acaba de decir, por no mencionar siquiera
que se haya acometido una solución del mismo. Su causa ha
sido, en parte, un tratamiento de la lógica demasiado
tradicional, ciego a los problemas.
La primera nueva orientación básicamente consciente en este
área se llevó a cabo por Geyser; su Grundlagen der Logik und
Erkenntnislehre (1909) ya ha sido citada anteriormente. Véase
mi reseña “Neuere Forschungen fiber Logik”, en el
Literarische Rundschau fur das katholische Deulschland, J.
Sauer (ed.), vol. 28 (1912), no. 11, cols. 522 ss. [GA 1, pp. 35
ss.].
294 | P á g i n a
HEIDEGGER Y LA EDAD MEDIA. SU LECTURA DE
DUNS ESCOTO
Autor: Mauricio Beuchot
En: Libro: Martín Heidegger. Caminos. / Ricardo Guerra
Tejada, Adriana Yáñez Vilalta, coordinadores. Cuernavaca,
UNAM, Centro Regional de Investigaciones
Multidisciplinarias; Facultad de Filosofía y Letras; Centro de
Investigación y Docencia en Humanidades del Estado de
Morelos, 2009
PRESENTACIÓN
295 | P á g i n a
Tomás de Aquino), llegó a unificarlos a todos en su acusación
de onto-teología, de pérdida de la distinción ontológica y de
olvido del ser.
Esta es mi hipótesis. Trataré de apoyarla y, sobre todo, de hacer
que nos brinde alguna comprensión de los ataques de
Heidegger a la metafísica escolástica, no siempre fundados ni
justos, y a los que, por lo tanto, tenemos que buscarles su justo
lugar. Es evidente, pues, que Heidegger se interesó por la
Grammatica Speculativa, que en su momento corría a nombre
de Duns Escoto, aunque era falsa esa atribución.1731
En efecto, el erudito medievalista Martin Grabmann demostró
que era de Tomás de Erfurt (M. Grabmann, 1922: 273-277).
Pero creo que lo importante aquí no es la autenticidad de esa
obra, sino el interés que tuvo Heidegger tanto por la
grammatica speculativa más famosa de la Edad Media como
por Duns Escoto y algunos elementos de su doctrina. Eran las
dos cosas. Y lo que más importa es la interpretación que
Heidegger supo hacer de esa obra, por cierto, una interpretación
muy precisa y acertada. Comencemos por el interés que tuvo
hacia la grammatica speculativa. ¿A qué se debería éste?
La gramática especulativa era algo muy importante. Era, en
primer lugar, una gramática filosófica, el entrecruce de dos
corrientes, a saber, de los gramáticos de la escuela latina, como
Guillermo de Conches y Pedro Helías, y los filósofos
escolásticos, que veían el lenguaje desde la lógica, como
Rogelio Bacon y Pedro Hispano. Era, pues, una gramática
lógica, que buscaba la forma lógica del lenguaje, la estructura
profunda debajo de la estructura lingüística superficial. De
manera muy semejante a Husserl, Frege, Russell, Wittgenstein
y Chomsky. Por lo menos, Heidegger supo encontrar en ella el
parecido de lo que buscaba su maestro Husserl.
173
: 1 El texto latino de la obra atribuida a Escoto se encuentra en la edición
de las obras de éste (París, Ed. Vives, 1891-1895). También se encuentra en
T. de Erfurt (1972).
296 | P á g i n a
Además, la gramática especulativa fue antecesora de la
gramática universal de los modernos. De alguna forma se
afanaba por lo mismo: los universales lingüísticos, las
estructuras fundamentales del lenguaje. Pero, a diferencia de
esa lingüística cartesiana, como la llama Chomsky, buscaba los
elementos del decir que también fueran los del ser. Era, por
tanto, no sólo una gramática lógica, sino además una gramática
ontológica o metafísica. Tal vez por eso interesó tanto a
Heidegger.
En efecto, la gramática especulativa estudiaba los modos de
decir o significar (modi significandi), que tenían que recoger
los modos de conocer o entender (modi intelligendi), y éstos, a
su vez, reflejaban los modos de ser (modi essendi). Por estudiar
esos modos, estos gramáticos eran llamados modistae (M.
Beuchot, 1991: 169 y ss.).
Según la grammatica speculativa, los términos tienen
significación y consignificación, como ya lo decía Aristóteles.
La significación es la capacidad de representar algo al intelecto,
la consignificación es el sentido sintáctico que adquiere el
término en el contexto de la oración. Los modi significandi
surgen tanto de la significación, que es una propiedad absoluta
del término, como de la consignificación, que es una propiedad
relacional suya. Los modos de significar son dos: uno activo y
otro pasivo. El activo es la acción de significar una cosa; el
pasivo es la capacidad que tiene la cosa de ser significada por
la palabra. Heidegger trata de verter la teoría medieval de la
significación a los moldes de la lógica neokantiana y de la
teoría husserliana de la intencionalidad.
El mismo Husserl había hablado de una gramática universal en
sus Investigaciones lógicas (vol. ii, parte I, invest. 1-4).
Heidegger interpreta el modus significandi passivus como el
contenido intencional del acto de la significación (p. 262) o
como el contenido noemático (p. 252) o como el correlato
objetivo (p. 251). Es el objeto intencional significado.
297 | P á g i n a
El modus essendi rei es la objetividad referida por el sentido
noemático, esto es, lo que es experienciable en general (p. 260).
El modus intelligendi activus es la característica intencional del
intelecto (p. 258), y el modus intelligendi passivus no es otra
cosa sino el modus essendi en cuanto objetivado por la
conciencia (p. 259).
En la interpretación que hace Heidegger de las categorías y los
trascendentales hay una presencia de la obra de Brentano sobre
Asitóteles (R. M. Stewart, 1979: 374, nota 2). Y el mismo
Heidegger dice que para poder entender estas doctrinas
medievales hay que estudiar su contexto cultural y, dentro de
él, a los teólogos y a los místicos, como el Maestro Eckhart.1742
Esta alusión al contexto cultural de un pensamiento, para poder
entenderlo, posiblemente recoge sus lecturas de Dilthey, cuya
obra conoció por Carl Braig, profesor de teología en Friburgo
(Stewart, 1979: 372).
En la parte de la teoría del significado, donde aborda los
conceptos de la grammatica speculativa tanto de Erfurt como
de Escoto, Heidegger hace, como hemos visto, la traducción de
dichos conceptos a los de la fenomenología husserliana. Se
empeña en mostrar que el pseudo-Escoto tenía unas intuiciones
muy cercanas a las de la fenomenología: el antipsicologismo
en la lógica, la introducción de la intencionalidad en la misma,
el esencialismo resaltado en la epojé del esse o de la existencia,
y otras cosas semejantes.
Más a pesar de esa transposición husserliana de las ideas
medievales, Heidegger es, en el caso de este escrito sobre el
pseudo-Escoto, un comentarista muy cuidadoso y serio. Cita
muchas de las obras principales de éste. Aduce los textos más
relevantes y hace una exposición muy ceñida a los mismos. En
cuanto al interés de Heidegger por Escoto, él mismo dice, en la
introducción a su escrito, que es el más sutil pensador de la
174
: 2 Esto lo dice Heidegger en el capítulo suplementario a su escrito de
habilitación (pp. 350-351). Sobre ello, cf. J. D. Caputo (1974: 101-117).
298 | P á g i n a
escolástica (M. Heidegger, 1972: 145). Pero no se reduce a eso
su interés. Escoto fue uno de los más metafísicos, tuvo una
metafísica muy sutil, sobre todo sus comentarios a la
Metafísica de Aristóteles, que Heidegger cita con profusión
aquí. La sutileza metafísica de Escoto le valió el apelativo de
“Doctor Subtilis”.
Encontraba caminos por donde nadie los veía. Encontraba un
tertium quid donde los otros sólo encontraban dos. Hallaba una
muy sutil pero certera vía media donde nadie atisbaba nada
más. Pero era una metafísica univocista, no analógica. Yo creo
que la verdadera sutileza se da en el buen manejo de la analogía
y que una sutileza que se da en la univocidad todavía no es
completa ni perfecta. Una sutileza unívoca encuentra algo
distinto por medio de la tensión externa que provoca en los
conceptos; una sutileza analógica aprovecha la tensión que se
da al interior de los mismos conceptos.
En fin, era la de Escoto una metafísica univocista y ésta fue la
que impresionó a Heidegger y lo marcó en cuanto a su
concepción y estimación de la metafísica escolástica. Le dejó
una cierta impresión de univocidad injusta respecto de ella.
Sembró en él semillas de perspectiva unívoca.
Que la metafísica de Escoto era unívoca quiere decir que
vertebraba su doctrina por los cauces del sentido unido del ser,
sin resaltar en él la pluralidad de sentidos que había señalado
Aristóteles y que puso de relieve Santo Tomás, como más tarde
lo haría Brentano en un célebre estudio. Quisiera resaltar la
importancia de esta presencia de la univocidad en la metafísica
de Escoto.
La univocidad, la equivocidad y la analogía son tanto modos
de significar como de predicar o de categorizar. Por eso
vendrían muy a cuento en un trabajo, como el de Heidegger,
sobre la teoría de las categorías y de la significación. Pues bien,
la univocidad pretende prescindir de las diferencias, quedarse
lo más posible en la identidad. En cambio, su opuesto, la
equivocidad, se hunde en la diferencia irreductible, absoluta,
299 | P á g i n a
que no puede sino llevar a la disgregación. Inclusive al
relativismo y, a la postre, al nihilismo. En el caso de los
presocráticos, la univocidad está del lado de Parménides y la
equivocidad del de Heráclito. En cambio, la analogía, la
analogicidad, trata de preservar la diferencia sin renunciar a la
identidad, esto es, conseguir lo más que se pueda de identidad
respetando la diferencia. Pretende no traicionar las diferencias
que hay en el mundo.
Creo que el rechazo y abandono de la analogía fue una gran
pérdida para la filosofía. Lo fue para la misma filosofía
medieval, que cada vez más se endureció en la univocidad,
tanto por obra del escotismo como del nominalismo, hasta
desembocar en la modernidad. Se perdió la gran riqueza de la
diferencia que no abandona el sustento de la identidad. Fueron
muchos los medievales que hicieron esto. El mismo Tomás de
Erfurt, a quien pertenece la grammatica speculativa que
comentó Heidegger, ya estaba muy influenciado por Escoto; no
en balde le fue atribuida esa obra. Ya se había perdido mucho
del pensamiento analógico, defendido por Santo Tomás y se
había propiciado mucho el univocismo. Tal vez se deba a eso
que Heidegger hiciera la acusación del olvido del ser, la pérdida
de la diferencia ontológica entre el Ser y el ente. Había
demasiado univocismo en los escotistas y en los nominalistas.
En Tomás de Erfurt se encuentran presentes tanto el escotismo
como el nominalismo, reunidos por diferentes aspectos. En
cuanto al escotismo, su presencia es indudable, por la
explicación que da de los modos de ser y de conocer y de
significar mediante las formalidades escotistas o rationes
formales.
En cuanto al nominalismo, su presencia también es
indiscutible, por cuanto que la gramática especulativa se
300 | P á g i n a
encontró muy a gusto en el ámbito de la lógica terminista, que
tenía mucho de los desarrollos ockhamistas.1753
En su exposición de la grammatica speculativa, Heidegger
menciona la univocidad, la equivocidad y la analogía que se
atribuían a los diferentes términos. Habla de la analogía, pero
sólo expositivamente, y sin darle mayor importancia, a
diferencia de la univocidad, que considera indispensable para
poder elaborar un discurso filosófico y científico. Es la que
posibilita la utilización plena de la racionalidad. Y la
equivocidad es lo que a toda costa hay que evitar. No queda
lugar importante para la analogía. Inclusive dice bien que la
analogía se acerca más a la equivocidad que a la univocidad.
Tal vez por ello también la deja de lado, al igual que a aquélla
(M. Heidegger, 1972: 197-199, 223-224, 270-278 y 350-351).
El que Heidegger haya acusado de la pérdida de la diferencia
ontológica a la onto-teología de los escolásticos creo que ya
estaba en muy buena parte gestado en su contacto con Duns
Escoto. Este último aceptaba la analogía en la física, pero no
en la metafísica. Por eso deja poca posibilidad de distinguir
entre el ente y el ser y tiene que acudir constantemente a Dios,
a la teología, para lograrlo. Cosa que no ocurre precisamente
con Santo Tomás de Aquino.
La teología que hace el joven Heidegger, y que publica en
algunas revistas católicas, está en una línea tal que lo llevará a
culminar con el escotismo. Lo hace ver Caputo, con bastante
exhaustividad (J.D. Caputo, 1993: 170-174).
Esta será la ontoteología a la que Heidegger se referirá después,
la misma que él conoció y cultivó durante un tiempo.
Aunque la grammatica speculativa no es de Escoto, traía la
huella escotista, su influencia, así como del nominalismo
175
: 3 Precisamente en la cuestión de la correspondencia de los modi essendi
con los modi intelligendi y los modi significandi se veía el problema de los
universales, y algunos lo respondían de manera realista; otros, como Erfurt,
de manera nominalista. M. Grabmann (1948: 19).
301 | P á g i n a
ockhamista. Era la búsqueda de la univocidad de la lógica en el
ámbito del lenguaje; pero eso suponía una univocidad también
en su base ontológica, metafísica. La recuperación de la
analogía hubiera abierto más las puertas para una recuperación
de la temporalidad y la historicidad en el seno de la ontología
misma. Aun cuando Heidegger cita a Escoto diciendo que la
analogía se da en el mundo real, por comparación con el mundo
lógico, donde se da la univocidad (M. Heidegger, 1972: 224),
se trata del mundo real que estudia la física, no el de la
metafísica. Realza el carácter intencional del pensamiento de
Escoto y cita a H. Siebek, quien dice que Escoto es el iniciador
de esa nueva psicología intencional. Además, expresa que el
que introdujo la epojé no fue Tomás de Aquino, sino Duns
Escoto (ibid.: 225-226).
Así pues, a pesar de que Heidegger ve que Escoto y Erfurt
mencionan la analogía, como no la aplicaban a su metafísica,
no llegó a apreciar el valor que podía tener en la construcción
de la misma, en el conocimiento metafísico. Y su tratamiento
de este tema a propósito de Santo Tomás es muy pobre. O no
llegó a conocer bien esa doctrina, o si la conoció no le dio el
peso y la importancia que podía y debía tener. Muchas de las
críticas a los escolásticos por el olvido del ser y de la diferencia
ontológica, así como la acusación de estar haciendo onto-
teología en lugar de ontología, se podían haber resuelto de otra
manera.
La analogía en la ontología de Tomás de Aquino no se da sólo,
como se ha creído las más de las veces, entre el ente creado y
el Ente Creador, de manera que se pueda hablar de onto-
teología, sino que a nivel ontológico se da propiamente entre el
ente y su ser, es decir, la estructura óntica frente a la función
ontológica, que es su acto de ser, su esse o actus essendi, ni
siquiera su existencia, como otra versión muy extendida lo
establece. De esta manera, no se la puede acusar de onto-
teología, ni de pérdida de la diferencia ontológica, ni, por ende,
tampoco de olvido del ser.
302 | P á g i n a
En cambio, hay muchos equívocos que Heidegger ha
propiciado en cuanto a esto. Yo acepto que, acertadamente,
Heidegger estuvo preocupado por salvaguardar la ontología de
la onto-teología, en la que se identificara el Ser con Dios, que
es un tipo de ser. Pero esto sólo podía ocurrir en la metafísica
de Duns Escoto, en la que el Creador y la creatura son
unívocos, en el mismo tipo de conocimiento y de significación.
También tuvo razón en pedir que no se perdiera la diferencia
ontológica entre el Ser y el ente. Pero esto sólo podía ocurrir en
una metafísica univocista, como la de Duns Escoto, en la que
ambas dimensiones se funden y no admiten diferencia
consistente, sólo ficticia y hecha por la razón.
Igualmente estuvo en lo cierto al preocuparse del olvido del ser
en la ontología, olvido del ontos del logos; pero creo que, al
olvidarse de la analogía, le pasó lo inverso: olvidó el logos del
ontos, su camino metodológico propio de acceso y de
desenvolvimiento. Pero, de todos modos, eso fue lo que
Heidegger estuvo pidiendo con insistencia; por lo cual,
recuperar la analogía para nuestra metafísica actual es algo muy
en la línea del propio Heidegger y acaso el mejor homenaje a
su obra y a su recuerdo.
BIBLIOGRAFÍA
303 | P á g i n a
Historicum, pp. 273-277. (1948), “El desarrollo histórico de la filosofía y
lógica medioevales del lenguaje”, en Sapientia, 3, p. 19.
Heidegger, M. (1972), “Die Kategorien und Bedeutungslehre des Duns
Scotus”, en Frühe Schriften, Frankfurt/m.,
Klostermann. Stewart, R.M. (1979), “Signification and Radical Subjectivity
in Heidegger’s Habilitationsschrift”, en Man and World, 12/3.
304 | P á g i n a
LEY, NATURALEZA Y GRACIA. UNA LECTURA
ESCOTISTA DE LA LEY NATURAL EN SANTO
TOMÁS
Autor: Hernán Guerrero Troncoso. Doctor en Filosofía,
Pontificia Università Antonianum, Roma Universidad Católica
del Maule
En: Gratia non tollit naturam sed perficit eam (Sobre las
relaciones y límites entre naturaleza y gracia). Actas del
Segundo Congreso Internacional de Filosofía Tomista. Primera
edición: marzo de 2016. Carlos A. Casanova Ignacio Serrano
del Pozo (editores)
Resumen
Se interpreta el concepto de ley natural y su relación con la
gracia divina en santo Tomás de Aquino a partir de la distinción
que hace el beato Juan Duns Scoto entre conocimiento natural
y sobrenatural. Si bien las doctrinas de estos pensadores han
sido presentadas tradicionalmente como contrapuestas, ambas
nos permiten comprender mejor el pensamiento escolástico en
su conjunto, ya que entre ellas se iluminan. Desde este punto
de vista, se presentará primero la definición de ley natural en
santo Tomás, luego la distinción escotista de los sentidos de
«naturaleza», y finalmente la relación entre conocimiento
natural y sobrenatural en Duns Scoto. Palabras clave:
hermenéutica, filosofia escolástica, Juan Duns Scoto,
sobrenatural, Revelación.
Abstract
In this essay, saint Thomas Aquinas’ conception of natural law
and its relation to divine grace is explained from the point of
305 | P á g i n a
view of the distinction made by the blessed John Duns Scotus
between natural and supernatural knowledge. Although the
doctrines of these thinkers have been presented traditionally as
opposing, they both allow us to better understand Scholastic
thought as a whole, since they illuminate each other. From this
point of view, it will be presented first saint Thomas’ definition
of natural law, then the Scotist distinction of the different
senses of «nature», and finally, the relationship between natural
and supernatural knowledge according to Duns Scotus.
Keywords: Hermeneutics, Scholastic Philosophy, John Duns
Scotus, Supernatural, Revelation.
1. Introducción
176
: 1 Cf. Boulnois, Olivier, «En busca de un Duns Escoto irrecuperable:
Cien años de historiografía filosófica», Universitas Philosophica, v. 56 a. 28
(2011), p. 179: «Desde hace un siglo, los especialistas que se ocupan de Duns
Escoto pueden clasificarse en tres categorías: los escotistas, los tomistas y
los historiadores universitarios, lo que no quiere decir necesariamente
‘neutros’, pues ellos también tienen sus propios presupuestos. Se puede ver
en este enfrentamiento una suerte de psicoanálisis salvaje, donde los
primeros dicen lo que quisieran ser, los segundos envían al adversario a las
tinieblas exteriores y los últimos dicen lo que conviene o no conviene»; ibíd.,
pp. 180-185.
306 | P á g i n a
Tomás. En palabras del profesor O. Boulnois, se puede decir
que
Desde su surgimiento, el pensamiento de Escoto se construye
diferenciándose de sus predecesores. Este pensamiento
riguroso y coherente, por su aspecto de superación crítica, se
opone a todos sus grandes predecesores retomando al mismo
tiempo sus resultados:
Gil de Roma, Enrique de Gante, Godofredo de Fontaines,
Pedro Juan Olivi… Pocas críticas se dirigen realmente al
pensamiento de Tomás de Aquino, borrado de la memoria
franciscana por las condenaciones de 1277, la literatura de
los correctorios y la prohibición de ser leído tal cual en la
orden franciscana. Escoto, incluso, pretende hacer
respetar las condenaciones de 1277 en Oxford, donde no
tienen ninguna validez canónica [...]. La relación de
Escoto con Tomás de Aquino ya ni siquiera es de
contradicción dialéctica, o incluso de censura: se
encuentra en un punto en el que la censura se perenniza
convirtiéndose en el olvido de la censura. Sin embargo,
sobre ciertas cuestiones decisivas —el objeto primero del
entendimiento, la naturaleza de la visión beatífica, el
primado de la voluntad— se encuentra claramente una
refutación en regla del pensamiento de Tomás de Aquino.
Pero en este punto, se trata de exigencias tradicionales de
la teología, y Escoto no es más que el heredero de un largo
linaje teológico, de Buenaventura a Juan Peckham1772.
177
: 2 Ibid., p. 180 (con algunos cambios en la puntuación).
307 | P á g i n a
Étienne Gilson, quien comienza su libro sobre el Doctor Sutil
sosteniendo que:
«Duns Escoto dialogó con muchos teólogos, de los cuales
se puede afirmar que Enrique de Gante era su interlocutor
predilecto. Para él, Enrique era más importante que
Tomás; para nosotros, y en sí, es verdadero lo contrario».
178
: 3 Gilson, Étienne, Jean Duns Scot. Introduction à ses positions
fondamentales, Paris, Vrin, 1952, p. 10.
179
: 4 Boulnois, op. cit., pp. 191-192. Cf. Honnefelder, Ludger, La
métaphysique comme science transcendantale: Entre le Moyen Âge et les
temps modernes. Traduit par Isabelle Mandrella et al., Paris: PUF, 2002, pp.
2-3: «El resultado de las investigaciones a gran escala emprendidas por
Gilson fue, sin embargo, totalmente contradictorio, y la historia de su
influencia –vista a largo plazo– fue comparativamente poco importante. Por
una parte, Gilson había establecido, y con justa razón, que no había sido
308 | P á g i n a
El estudio de las diversas doctrinas del Medioevo, en especial
de los siglos XIII y XIV, nos puede llevar a reconocer que, más
fundamental que las diferencias entre autores o escuelas, es el
transfondo común entre ellos el hecho de que siempre estamos
frente a doctrinas cristianas. Santo Tomás y Duns Scoto son
antes que nada teólogos católicos, y la tarea de ambos consiste
principalmente en poner de manifiesto los misterios de la fe
católica y combatir los errores que se han dado al respecto. En
efecto, a menos que sean totalmente contradictorias, o que una
de ellas sea evidentemente errónea, la verdad de la doctrina de
uno no implica necesariamente la falsedad de la del otro.
La oposición que pueda darse entre ellas no constituye motivo
de censura o descalificación de las posiciones de uno en favor
de las del otro. Más bien, su diferencia nos permite advertir la
profundidad de la especulación filosófica y teológica que tenía
lugar en esa época, así como la amplitud del ámbito en el cual
dicha especulación se desplegaba. En este sentido,
precisamente por la distancia que separa sus posiciones
fundamentales, santo Tomás y Duns Scoto se iluminan
mutuamente y nos permiten conocer mejor la verdad1805.
Pues bien, es desde este punto de vista, en el cual santo Tomás
y Duns Scoto son solo partes del complejo entramado del
santo Tomás, sino que Juan Duns Scoto y su escuela los que habían influido
en el desarrollo de la metafísica desde fines del Medioevo hasta la Época
Moderna, incluyendo a Kant, un hecho ampliamente ignorado hasta ese
momento.
180
: 5 Cf. Pablo papa VI, Alma parens, Acta Apostolicae Sedis, vol. LVIII
(1966), n. 9, p. 611:
«Apud augustum et primarium templum S. Thomae Aquinatis praeter alia
honorabile exsurgit, quamvis dissimili structura et mole, templum, quod,
firmis innixum fundamentis et arduis exornatum pinnaculis, ardenti
contemplativo ingenio usus, Ioannes Duns Scotus ad aethera extulit».
309 | P á g i n a
pensamiento escolástico, que se plantea aquí una lectura de la
noción de ley natural en santo Tomás a la luz del examen que
hace Duns Scoto de la necesidad de un conocimiento
sobrenatural en esta vida. En dicho examen, el Doctor Sutil
presenta la relación entre lo natural y lo sobrenatural que
consideramos un aporte a la comprensión de ley natural en
particular y, en general, a una cosmovisión y a una ontología
cristianas, las cuales conforman el trasfondo sobre el cual
también santo Tomás planteó sus posiciones fundamentales.
Pero al mismo tiempo, él presentaba este desarrollo como la
historia de un declive, porque sus preferencias eran tan
cercanas a santo Tomás y a sus principios del ser y la esencia,
que interpretó el pensamiento escotista desde esta perspectiva».
181
: 6 Cf. Santo Tomás, S. Theol. Ia IIae, q. 91 a. 2 in corp (VII, 154ab):
«Inter cetera autem rationalis creatura excellentiori quodam modo divinae
providentiae subiacet, in quantum et ipsa fit providentiae particeps, sibi ipsi
et aliis providens. Unde et in ipsa participatur ratio aeterna, per quam habet
naturalem inclinationem ad debitum actum et finem. Et talis participatio legis
aeternae in rationali creatura lex naturalis dicitur». A menos que se indique
lo contrario, se citarán las obras de santo Tomás según la edición Leonina
(Sancti Thomae Aquinatis Opera omnia, iussu impensaque Leonis P. M. XIII
edita, cura et studio Fratrum Praedicatorum, Roma–Paris, 1888 et sqq.),
indicando el número del volumen, la página y la columna.
182
: 7 Cf. ibid., a. 1 ad 1-3 (VII, 153b).
183
: 8 Cf. Santo Tomás, Sent. III, d. 5 q. 2 resp., ed. M. F. Moos, Paris,
Lethielleux, 1933, p. 191: «Natura autem a nascendo nomen accepit; quae
proprie dicitur generatio viventium ex similibus similia in specie
311 | P á g i n a
En el segundo caso, podríamos dar el nombre de «naturaleza»
al conjunto de todas las creaturas, donde están vinculadas las
unas con las otras según un vínculo que permite que cada una
alcance su propia consumación gracias a las demás. A partir de
lo anterior, la ley eterna consistiría en la institución de la
naturaleza en estos dos sentidos, esto es, en la determinación
de aquello que es propio de cada creatura y de los distintos
vínculos que pueden dar lugar a la consumación de ellas.
Ambas determinaciones solo pueden ser llevadas a cabo por el
creador del mundo, por Dios, en virtud de su Providencia1849.
Resulta, luego, que en la medida en que el hombre toma parte
de la Providencia mediante la ley natural, él es también capaz
de proveer para sí y para los demás aquello que es mejor, con
todas las limitaciones que le son propias debido a su carácter
de creatura.
Así, no obstante el hombre no pueda establecer cómo y por qué
tiene hambre o frío, sí es capaz de decidir cómo y en qué
momento corresponde comer o abrigarse, e incluso puede optar
por no hacerlo, y es capaz de hacerlo porque su actuar no se
reduce a una simple reacción ante la sensación de hambre o de
frío o de lo que sea, sino que el hombre actúa decidiendo qué
hacer a partir de lo que considera bueno o mejor, y por ende no
siempre tratará de calmar el hambre o el frío apenas tenga esas
sensaciones, ya que puede que haya algo mejor que hacer en
ese momento.
En este sentido, la capacidad de distinguir el bien del mal nos
permite constatar que la ley natural participa de la ley eterna en
187
: 12 Cf. ibid., a. 4 in corp. (VII, 155a): «Sicut in ratione speculativa ex
principiis indemonstrabilibus naturaliter cognitis producuntur conclusiones
diversarum scientiarum, quarum cognitio non est nobis naturaliter indita, sed
per industriam rationis inventa; ita etiam ex praeceptis legis naturalis, quasi
ex quibusdam principiis communibus et indemonstrabilibus, necesse est
quod ratio humana procedat ad aliqua magis particulariter disponenda. Et
istae particulares dispositiones adinventae secundum rationem humanam,
dicuntur leges humanae, servatis aliis conditionibus quae pertinent ad
rationem legis».
188
: 13 Cf. ibid., ad 2 (VII, 155b): «Ratio humana secundum se non est regula
rerum: sed principia ei naturaliter indita, sunt quaedam regulae generales et
mensurae omnium eorum quae sunt per hominem agenda, quorum ratio
naturalis est regula et mensura, licet non sit mensura eorum quae sunt a
natura».
314 | P á g i n a
comportarse al interior de sí, ya sea, finalmente, para que todo
el mal sea prohibido y castigado18914.
Es por ello, entonces, que santo Tomás afirma la necesidad de
una ley divina, que no es otra que la doctrina revelada,
contenida en la Sagrada Escritura19015.
189
: 14 Cf. ibid., a. 5 in corp. (VII, 156ab): «Praeter legem naturalem et legem
humanam, necessarium fuit ad directionem humanae vitae habere legem
divinam. Et hoc propter quatuor rationes. Primo quidem, quia per legem
dirigitur homo ad actus proprios in ordine ad ultimum finem […]. Sed quia
homo ordinatur ad finem beatitudinis aeternae, quae excedit proportionem
naturalis facultatis humanae, ut supra habitum est [cf. ibid., q. 5 a 5 in corp
(VI, 51ab)]; ideo necessarium fuit ut supra legem naturalem et humanam,
dirigeretur etiam ad suum finem lege divinitus data. Secundo, quia propter
incertitudinem humani iudicii, praecipue de rebus contingentibus et
particularibus, contingit de actibus humanis diversorum esse diversa iudicia,
ex quibus etiam diversae et contrariae leges procedunt. Ut ergo homo absque
omni dubitatione scire possit quid ei sit agendum et quid vitandum,
necessarium fuit ut in actibus propriis dirigeretur per legem divinitus datam,
de qua constat quod non potest errare. Tertio, quia de his potest homo legem
ferre, de quibus potest iudicare. Iudicium autem hominis esse non potest de
interioribus motibus qui latent, sed solum de exterioribus actibus, qui
apparent. Et tamen ad perfectionem virtutis requiritur quod in utrisque
actibus homo rectus existat. Et ideo lex humana non potuit cohibere et
ordinare sufficienter interiores actus, sed necessarium fuit quod ad hoc
superveniret lex divina. Quarto quia, sicut Augustinus dicit, in I De Libero
Arbitrio, lex humana non potest omnia quae male fiunt punire vel prohibere:
quia dum auferre vellet omnia mala, sequeretur quod etiam multa bona
tollerentur, et impediretur utilitas boni communis, quod est necessarium ad
conversationem humanam. Ut ergo nullum malum improhibitum et
impunitum remaneat, necessarium fuit supervenire legem divinam, per quam
omnia peccata prohibentur».
190
: 15 Cf. ibid., I, q. 1 a. 1 in corp. (IV, 6): «Necessarium fuit ad humanam
salutem, esse doctrinam quandam secundum revelationem divinam, praeter
philosophicas disciplinas, quae ratione humana investigantur. Primo quidem,
quia homo ordinatur ad Deum sicut ad quendam finem qui comprehensionem
rationis excedit, secundum illud Isaiae 64 [Is. 64,4]: oculus non vidit Deus
absque te, quae praeparasti diligentibus te. Finem autem oportet esse
praecognitum hominibus, qui suas intentiones et actiones debent ordinare in
finem. Unde necessarium fuit homini ad salutem, quod ei nota fierent
quaedam per revelationem divinam, quae rationem humanam excedunt. Ad
315 | P á g i n a
A partir de esta exposición surgen varias interrogantes.
En primer lugar, ¿qué se necesita para que el hombre reconozca
que la doctrina revelada debe ser el punto de partida para su
actuar, o bien que debe orientar sus acciones siguiendo la
doctrina revelada, incluso asignándole mayor valor que el que
le otorga a aquello que para su razón natural puede aparecer
como una acción igualmente válida? ¿Es suficiente la ley
natural para mover al hombre a aceptar la verdad de la doctrina
revelada, o se requiere de algo más? ¿Hay en el carácter natural
de la ley humana algo que la remita expresamente a la ley
divina, y no a los preceptos generales según los cuales incluso
quien no conoce a Dios puede actuar bien? Y si el conocimiento
de la ley divina tuviera lugar principalmente a partir de dichos
preceptos generales, ¿es posible que el hombre, por medio de
su sola razón natural, sin que haya una predicación de por
medio, o que se admita la verdad de la Revelación, se acerque
al Dios de la Sagrada Escritura? Sobre estos asuntos, es posible
encontrar una guía en el Doctor Sutil, el beato Juan Duns Scoto.
191
: 16 Cf. B. Juan Duns Scoto, Ordinatio prol., n. 1 (I, 1): «Quaeritur utrum
homini pro statu isto sit necessarium aliquam doctrinam specialem
supernaturaliter inspirari, ad quam videlicet non posset attingere lumine
naturali intellectus»; íd., Lectura prol., n. 1 (XVI, 1): «Quaeritur utrum
necessarium sit homini pro statu viae aliquam doctrinam sibi supernaturaliter
revelari»; íd., Reportatio A prol., n. 181 (ed. Rodler, 58): «Quaeritur tertio
utrum ex puris naturalibus possumus scire omnes veritates scibiles de Deo».
Con la excepción de la Reportatio, se sigue la edición vaticana de las obras
de Duns Scoto (B. Ioannis Duns Scoti Opera omnia, studio et cura
Commissionis Scotisticae ad fidem codicum edita, Civitas Vaticana, 1950 et
sqq.), indicando el número del volumen y la página. Asimismo, todas las
traducciones son propias.
192
: 17 Cf. B. Juan Duns Scoto, Ord. prol., n. 5 (I, 4): «In ista quaestione
videtur controversia inter philosophos et theologos. Et tenent philosophi
perfectionem naturae, et negant perfectionem supernaturalem; theologi vero
cognoscunt defectum naturae et necessitatem gratiae et perfectionem
supernaturalem»; íd., Lect. prol., n. 5 (XVI, 2): «Omnes catholici conveniunt
in hoc quod sit aliqua cognitio supernaturalis nobis in via necessaria; sed
controversia est inter theologos et philosophos».
193
: 19 Cf. Duns Scoto, Ord. prol., n. 12 (I, 9): «Nota, nullum supernaturale
[scil., cognitio supernaturalis, cf. n. 5 (I, 5)] potest ratione naturali ostendi
inesse viatori, nec necessario requiri ad perfectionem eius; nec etiam habens
potest cognoscere illud sibi inesse. Igitur impossibile est hic contra
Aristotelem uti ratione naturali: si arguatur ex creditis, non est ratio contra
317 | P á g i n a
algunas de las premisas de las que parten los teólogos no son
demostrables por la razón natural, sino que presuponen la fe o
son demostradas por ella. Dice Scoto:
Tengamos en cuenta que no se puede poner de manifiesto
por la razón natural que en el transeúnte esté presente
algún [conocimiento] sobrenatural, ni que este se requiera
para alcanzar su perfección; tampoco quien lo posee
puede reconocer que esté presente en él. Por lo tanto es
imposible hacer uso aquí de la razón natural contra
Aristóteles: si se argumenta a partir de algo en lo que
creemos, no es razón contra un filósofo, porque él no
concede la premisa en la que creemos. Por lo que estas
razones que hemos dado aquí contra él poseen una
premisa en la que creemos, o que está demostrada por algo
en lo que creemos; por ende, no son sino persuasiones
teológicas, que van de algo en lo que creemos a otra cosa
en la que creemos19419.
195
: 20 Cf. Duns Scoto, Ord. prol., n. 40-48 (I, 22-30); González Ginocchio,
David, Ser e infinito en Duns Escoto, Pamplona, Eunsa, 2013, pp. 72-74;
Guerrero Troncoso, Hernán, «Impossibile est hic contra Aristotelem uti
319 | P á g i n a
El hecho de que el conocimento que puede tener el hombre de
las sustancias separadas no pueda ser particular, sino solo
general, radica en que no las conoce a partir de su esencia, sino
solo a partir de aquellas nociones comunes con las sustancias
materiales. En este sentido, las proposiciones particulares que
puede formular sobre ellas poseen un carácter neutro, es decir,
meramente probable, ya que solo es posible constatar la verdad
de las proposiciones que dicen relación con las nociones
generales, pero no con aquello que es propio o exclusivo de
ellas19621.
Ese sería el carácter de las verdades reveladas para quien no
cree, a saber, el de proposiciones neutras, ya que su verdad se
encuentra efectivamente contenida en los términos que las
componen, pero estos no son conocidos por nosotros sino de
manera general, según lo que poseen en común con las
creaturas, y si bien su verdad puede ser demostrada mediante
197
: 22 Cf. Duns Scoto, Ord. prol., n. 45-48 (I, 26-30); González Ginocchio,
ibid., pp. 73-74; Guerrero Troncoso, «Impossibile est hic», ibid.
198
: 23 Cf. ibid., n. 57 (I, 35): «Potentia enim receptiva comparatur ad actum
quem recipit, vel ad agentem a quo recipit. Primo modo ipsa est potentia
naturalis, vel violenta, vel neutra. Naturalis dicitur si naturaliter inclinatur,
321 | P á g i n a
A pesar de la diferencia que pretende marcar con los filósofos,
nos llama la atención que la primera oposición entre el
concepto de «natural», de «violento» y de «neutro», en la cual
Scoto reconoce expresamente que no es posible encontrar nada
que posea un carácter sobrenatural, haya sido tomada de
Aristóteles19924.
Esto significa que la validez de dicha oposición puede ser
considerada como suficiente por la razón natural, por ende, los
filósofos no tendrían problemas en comprender en general el
ámbito de lo natural, y el conocimiento natural en particular, a
partir de ella. Por otra parte, sí es significativo el hecho de que,
cuando nuestro Doctor aplica esta distinción a la necesidad de
una doctrina sobrenatural, presupone la distinción, también
aristotélica, entre intelecto agente y paciente. De hecho, Scoto
sostiene luego que,
«si se compara el intelecto posible con la noticia actual en
sí, no hay un conocimiento sobrenatural, porque el
intelecto posible se perfecciona naturalmente por
cualquier conocimiento, y está inclinado naturalmente a
cualquier conocimiento»20025.
201
: 26 Cf. ibid.: «Sed secundo modo loquendo [scilicet, comparando
intellectum possibilem ad agentem a quo recipit notitiam], sic est
supernaturalis [cognitio] quae generatur ab aliquo agente quod non est natum
movere intellectum possibilem ad talem cognitionem naturaliter».
202
: 27 Cf. ibid., n. 61 (I, 37-38): «Virtute autem istorum [scilicet, intellectus
agens et phantasma] potest haberi omnis cognitio incomplexi quae secundum
legem communem habetur a viatore, sicut patet in instantia contra rationem
tertiam principalem [cf. ibid., n. 42 (I, 25)]. Et ideo licet Deus possit per
revelationem specialem cognitionem alicuius incomplexi causare, sicut in
raptu, non tamen talis cognitio supernaturalis est necessaria de lege
communi».
323 | P á g i n a
entre otras, es decir, aquellas que son impresas en nuestra alma
por una primera impresión20328.
Sin embargo, lo contrario ocurre con el conocimiento que
puede adquirir el hombre en esta vida de las proposiciones
complejas, puesto que la verdad de muchas de ellas —en
especial de muchas de aquellas cuyo conocimiento es necesario
para nuestra salvación— será ignorada por nosotros si es que
no se nos revela de alguna manera, o bien poseerá un carácter
neutro, ya que nuestro intelecto no es capaz de decidir por sí
solo si una de ellas es verdadera y la otra es falsa.
Esto significa que el hombre no es capaz de demostrar —y con
ello, conocer a ciencia cierta— si una proposición tal como
«Dios es a la vez uno y trino» es verdadera, o si más bien lo es
la proposición contraria, que niega la Trinidad, ya que no hay
en los términos que componen esa proposición nada que
indique su verdad o falsedad, ya que no es posible conocer por
medios naturales en esta vida la esencia divina, que es el único
objeto determinado por su naturaleza a dar a conocer lo que le
es propio.
En este sentido, el conocimiento de las proposiciones
complejas que dicen relación con nuestra salvación, es decir, el
hecho de afirmar que son verdaderas y que la proposición
contraria es falsa, se puede adquirir solo de manera
sobrenatural, ya que ninguno de nosotros es capaz de llegar a
reconocer que dichas proposiciones son verdaderas por la sola
razón natural, como tampoco de demostrar a ciencia cierta que
son verdaderas y que todo lo que sea contrario a ellas es falso,
ya que la verdad de dichas proposiciones, como se dijo antes,
203
: 28 Cf. Avicena, Liber de Philosophia Prima sive Scientia Divina I, c. 5,
ed. S. van Riet, Avicenna Latinus, vol. 3, Louvain-Leiden: Peeters-Brill,
1977, p. 31: «Dicemus igitur quod res et ens et necesse talia sunt quod statim
imprimuntur in anima prima impressione».
324 | P á g i n a
no está contenida en sus términos —tal como los conocemos
en esta vida— ni proviene de otras proposiciones anteriores,
cuya verdad es evidente, ya que dicha verdad se encuentra
contenida en la esencia divina.
Esto se ve de manera más clara en proposiciones contingentes,
como por ejemplo «Dios es el creador del mundo», ya que la
razón natural no solo es capaz de negar dicha afirmación, sino
que incluso puede intentar demostrar —como, en efecto,
diversos pensadores lo han hecho a lo largo de la historia— la
afirmación contraria, o bien proponer que los seres proceden de
él de manera necesaria20429, negando así el carácter
contingente de la creación. Por lo tanto, si hemos llegado a
tomar conocimiento de algunas proposiciones, cuya
manifestación no pudo haber tenido o de hecho no tuvo lugar
por acción conjunta del intelecto agente y las imágenes, como
ocurre con la Trinidad o la creación del mundo, proposiciones
que a su vez son necesarias para nuestra salvación, ello ocurrió
porque fueron reveladas por un agente que no está determinado
por su naturaleza a mover nuestro intelecto en esta vida a
conocer tales verdades20530.
Asimismo, continúa el Doctor Sutil, el conocimiento
sobrenatural se puede concebir como la operación de un agente
que mueve nuestro intelecto paciente supliendo la acción del
objeto sobrenatural, que es el único objeto adecuado, es decir,
determinado por su naturaleza, para producir un conocimiento
de sí mismo y de todo aquello que se encuentra contenido en
204
: 29 Así, para citar solo un par de ejemplos, santo Tomás se da a la tarea
de refutar la posición que afirma la eternidad del mundo en su opúsculo De
aeternitate mundi (XVIII, 85-89; sobre las circunstancias en las que el Doctor
Angélico compuso dicho opúsculo, cf. ibíd., 54-58). Por su parte, Avicena
afirma que los diversos seres creados emanan del ser necesario (cf. Liber de
Philosophia Prima IX, c. 4, AviL 4, 476-488).
205
: 30 Cf. Duns Scoto, Ord. prol., n. 62 (I, 38).
325 | P á g i n a
él. Así, resulta que el único objeto cuya naturaleza es capaz de
causar sin más el conocimiento de la proposición «Dios es uno
y trino» y otras similares, es la esencia divina, en la medida en
que es conocida en cuanto tal.
En este sentido, cualquier otro agente que ponga de manifesto
estas verdades suple la acción de la esencia divina en cuanto
objeto sobrenatural, y por ende el conocimiento que nos pueda
entregar será oscuro e imperfecto20631.
Finalmente, Scoto hace más evidente la distinción entre
conocimiento natural y sobrenatural diciendo que, si alguien
adquiere de manera sobrenatural el conocimiento de un objeto
natural —como si, por ejemplo, aprendiera milagrosamente la
geometría—, dicho conocimiento tendría un carácter
sobrenatural solo en relación con el agente que lo produjo, y no
con el objeto del cual obtuvo dicho conocimiento, de modo que
en tal caso no sería necesario el conocimiento sobrenatural, ya
que el mismo conocimiento puede ser adquirido
naturalmente20732.
206
: 31 Cf. ibid., n. 63-64 (I, 38-40).
207
: 32 En este sentido, el conocimiento que pueden provocar en nosotros los
ángeles, o incluso el demonio, se reduce al ámbito de los objetos naturales,
y ocurre de manera natural, mediante el intelecto agente y las imágenes,
usando signos creados a propósito, o bien las cosas mismas, que se
convierten en signos naturales. De hecho, el ángel enseña al hombre tal como
lo haría otro hombre (claro que de modo más perfecto), esto es, compone
conceptos y proposiciones complejas a partir de conceptos simples (cf. Duns
Scoto, Ord. II, d. 11 n. 15-26 [VIII, 216-221]). Ahora bien, en la medida en
que los ángeles no están determinados por su naturaleza a enseñar ciertas
cosas a los hombres, el conocimiento producido por ellos debe ser
considerado sobrenatural. Por su parte, el único agente determinado por su
naturaleza a dar a conocer la esencia divina –es decir, el objeto sobrenatural
por excelencia– es la misma esencia divina, y no los ángeles o los demonios,
cf. ibid., n. 14 (VIII, 215-216): «Angelus non potest aliquem intellectum
rapere ad intellectualem visionem, et [...] omnis raptus –virtute diaboli
factus– est praecise ad aliquid intense imaginandum: et ideo raptus eorum
326 | P á g i n a
Por el contrario, es imposible que el objeto sobrenatural —es
decir, la esencia divina— se ponga de manifiesto mediante la
acción del intelecto agente y la imagen —esto es,
naturalmente—, dado que no hay ningún objeto natural que
contenga en sí la esencia divina, y que por ende nos la dé a
conocer de manera natural, sino que el conocimiento de esta
última debe ser producido por un agente sobrenatural. Resulta,
entonces, que todo el conocimiento que poseemos de dicho
objeto tiene un carácter sobrenatural20833.
Esto se halla íntimamente ligado con la concepción de Scoto
del conocimiento adecuado al intelecto del hombre en esta
vida. En efecto, al referirse al «estado» en que nos encontramos
—la vida terrena—, dice lo siguiente:
Ahora bien, ¿cuál es la razón de este estado? —Respondo.
«Estado» no parece ser sino una «permanencia estable»,
confirmada por las leyes de la sabiduría. Luego, está
confirmado por aquellas leyes, que nuestro intelecto no
intelija en este estado sino todo aquello cuyas especies
salen a la luz en la imagen [illa quorum species relucent
in phantasmate], y esto [es así] ya sea en virtud de la pena
[scil. diabolorum] sunt magis furiae quam raptus, quia intensa imaginatio
facit animum ita distractum ab omni alia cogitatione cuiuslibet actualis
intellectionis quod videtur ipsum [scil. animum] intellectualiter videre; et
concomitatur forte illam intensam imaginationem alicuius rei intellectio
illius imaginabilis, sed nulla est ibi intellectio alicuius mere intelligibilis non
imaginabilis. Ita etiam omnis raptus ad quem homo potest se ipsum
disponere in hac vita, per consuetudinem, non est ad aliquam visionem
intellectualem sed imaginativam (et intellectionem concomitantem illam
imaginativam), licet tamen (forte) talis quietatio in homine ab omnibus
extrinsecis per talem visionem [scil. imaginativam] quandoque disponat ut
Deus animum sic tranquillum rapiat ad visionem intellectualem»; íd., Lect.
II, d. 11 n. 17 (XIX, 64).
208
: 33 Cf. Duns Scoto, Ord. prol., n. 65 (I, 40). Guerrero Troncoso,
«Impossibile est hic», ibid.
327 | P á g i n a
del pecado original, o bien en virtud de la concordancia
natural de las potencias del alma al operar, según lo cual
podemos ver que la potencia superior opera sobre lo
mismo que la inferior, si ambas poseen una operación
perfecta. Y de hecho así es en nosotros, que [cuando]
inteligimos cualquier universal, nos imaginamos
[phantasiamur] en acto su singular. Sin embargo, esta
concordancia, que de hecho tiene lugar en este estado, no
es propia de la naturaleza del intelecto por el hecho de ser
intelecto, —tampoco por el hecho de que [se encuentra]
en el cuerpo, porque luego en el cuerpo glorioso
necesariamente tendría una concordancia similar, lo cual
es falso. Por lo tanto, de donde sea que provenga este
estado, ya sea de la sola voluntad de Dios, o bien de la
justicia punitiva (que es la causa que señala Agustín en el
XV De Trinitate, c. último [...]), o bien —digo— esta sea
toda la causa, o bien [si hay] alguna otra, por lo menos no
es el primer objeto del intelecto, por el hecho de que es
potencia y naturaleza, sino algo común a todo lo que se
puede inteligir, aunque el primer objeto, adecuado a sí
para mover [al intelecto a conocer], en este estado sea la
quiditas de la cosa sensible20934.
209
: 34 Ibid., d. 3 n. 187 (III, 113-114): «Sed quae est ratio huius status? –
Respondeo. ‘Status’ non videtura esse nisi ‘stabilis permanentia’, firmata
legibus sapientiae. Firmatum est autem illis legibus, quod intellectus noster
non intelligat pro statu isto nisi illa quorum species relucent in phantasmate,
et hoc sive propter poenam peccati originalis, sive propter naturalem
concordantiam potentiarum animae in operando, secundum quod videmus
quod potentia superior operatur circa idem circa quod inferior, si utraque
habebit operationem perfectam. Et de facto ita est in nobis, quod
quodcumque universale intelligimus, eius singulare actu phantasiamur. Ista
tamen concordantia, quae est de facto pro statu isto, non est de natura
intellectus unde intellectus est, – nec etiam unde in corpore, quia tunc in
corpore glorioso necessario haberet similem concordantiam, quod falsum
328 | P á g i n a
A partir de lo anterior, se puede concluir que Duns Scoto
reconoce que en esta vida el conocimiento natural es adecuado
para que el hombre conozca todos los seres naturales, en
particular la quiditas de las cosas sensibles, ya que su
manifestación tiene lugar de modo tal que permite que el
intelecto agente actúe en conjunto con las imágenes sobre el
intelecto paciente, y eso hace posible que el hombre acoja y
preserve su presencia, y que sepa qué es cada una y que esté
seguro de dónde proviene ese conocimiento.
En otras palabras, nuestro Doctor afirma que el despliegue
efectivo de las creaturas da lugar a la consumación de nuestro
intelecto en esta vida, es decir, que en presencia de algo que se
manifiesta actualmente a los sentidos, nuestro intelecto conoce
naturalmente. Sin embargo, se puede sostener al mismo tiempo
que el conocimiento de la realidad no solo ocurre mediante lo
que se da naturalmente a conocer, pues el conocimiento
también puede tener lugar en virtud de un objeto que suple la
acción de aquel que por sí mismo es capaz de darse a conocer,
cuando el objeto que está determinado por su naturaleza a
causar el conocimiento de sí se ve impedido de hacerlo. Prueba
de ello es el conocimiento que tenemos de algo porque otros
nos contaron lo que sucedió, o incluso el hecho de plantear
hipótesis cuando no somos capaces de conocer la causa de un
fenómeno.
est. Undecumque ergo sit iste status, sive ex mera voluntate Dei, sive ex
iustitia puniente (quam causam innuit Augustinus XV De Trinitate cap.
Ultimo [...]), sive –inquam– haec sit tota causa, sive aliqua alia, saltem non
est primum obiectum intellectus unde potentia est et natura, nisi aliquid
commune ad omnia intelligibilia, licet primum obiectum, adaequatum sibi in
movendo, pro statu isto sit quiditas rei sensibilis».
329 | P á g i n a
Pues bien, si se reconoce que este último tipo de conocimiento
es igualmente válido, en la medida en que también permite que
el intelecto humano alcance su consumación, resulta que se
puede admitir que hay un conocimiento efectivo de carácter
sobrenatural el cual, en último término, puede movernos a
aceptar que hay un ser que solo se pone de manifiesto de
manera sobrenatural —es decir, que constituye un objeto
sobrenatural— el cual no su puede dar a conocer por la acción
conjunta del intelecto agente y la imagen, sino que mediante la
Revelación, aun cuando dicha revelación no nos otorgue la
certeza irrefutable de su verdad.
Esto no significa que Scoto niegue la posibilidad de una
demostración de la existencia de dicho ser por medios
puramente naturales —de hecho, él mismo llevará a cabo más
adelante una demostración tanto a partir de las propiedades
comunes entre Dios y las creaturas como de las infinitud
divina—, pero sí deja en claro que lo que se demuestra es la
existencia de la noción más alta que se puede tener de Dios en
esta vida —la de un ser infinito en acto—, sin que ello nos lleve
a afirmar solo por la razón natural que ese ser corresponde al
Dios revelado21035.
210
: 35 Cf. Duns Scoto, Ord. I, d. 2 n. 39-147 (II, 148-215); González
Ginocchio, op. cit., pp. 263-307; cf. ibid., 256-257: «La argumentación de
Escoto [sobre la demostración de la existencia de Dios], con los implícitos
incluidos, podría esquematizarse de este modo:
1. Todo conocimiento natural de Dios debe partir del conocimiento del
ente;
2. Si el conocimiento de un ente consiste en un rasgo entitativamente
intrínseco, diferencial y positivo, se dice que conocemos lo esencial de
él: su natura;
3. Todas las naturae pueden unirse estrictamente mediante un conjunto
de leyes cognoscibles. El conjunto de las naturae así unidas se llama
orden esencial;
330 | P á g i n a
4. La posibilidad del conocimiento sobrenatural y la
apertura a la gracia
211
: 36 Cf. I Ju. 3, 1-3: «Videte qualem caritatem dedit nobis Pater, ut filii
Dei nominemur et sumus; propter hoc mundus non novit nos, quia non novit
eum. Carissimi nunc filii Dei sumus et nondum apparuit quid erimus. Scimus
quoniam cum apparuerit similes ei erimus, quoniam videbimus eum sicuti
est, et omnis que habet spem hanc in eo sanctificat se sicut et ille sanctus
est».
212
: 37 Cf. I Cor. 13, 12: «Videmus nunc per speculum in aenigmate, tunc
autem facie ad faciem; nunc cognosco ex parte, tunc autem cognoscam, sicut
et cognitus sum».
332 | P á g i n a
En este sentido, más que poseer la letra de la doctrina revelada,
el hombre por sí solo es capaz de orientar su existencia tratando
de actuar tal como prescribe dicha doctrina, aun cuando no se
remita expresamente a ella. Duns Scoto pone como ejemplo a
un adulto que, no obstante, el hecho de que no haya sido
bautizado, actúa siguiendo lo que la recta razón natural
prescribe y evitando lo que prohíbe. Incluso si ese hombre no
tuviera a nadie que le enseñara la doctrina revelada, igualmente
sería salvado por Dios, en la medida en que haya respondido a
una gracia primera y sus acciones hayan sido agradables a
Dios; si conociera más tarde esa doctrina, ya era justo antes de
conocerla, por ende, ya merecía la salvación. De este hombre,
continúa nuestro Doctor,
Se puede decir que por su buena voluntad en general
merece que sea justificado del pecado original de manera
congruente [a quien fue bautizado], y que Dios no lo
excluya de recibir el favor de su liberalidad; por lo tanto,
le da la primera gracia sin el sacramento, porque esta no
está atada al sacramento. Asimismo, la gracia no se da sin
el hábito de la fe, por lo que él ya tiene el hábito de la
teología, aun cuando no lo pueda tener en acto, porque no
está ni bautizado ni ha sido instruido [...]. Por ello es
posible para Dios hacer que alguien se salve por Su
potencia absoluta, y también hacer que merezca la gloria
sin la fe infusa, si es que sin ella da la gracia por la cual
quien la posee la usa bien para querer lo que puede tener
según la razón natural y la fe adquirida —o sin ninguna
fe, si le falta un maestro—, aun cuando según la potencia
ordenada no se conceda la gracia sin que esté ya presente
el hábito de la fe, porque sin esta última no se puede
afirmar que la gracia se infunda; no por indigencia, casi
como si la gracia no fuera suficiente sin la fe, sino por la
333 | P á g i n a
liberalidad divina, que renueva al hombre por completo,
y también estaría el hombre dispuesto de manera menos
perfecta en lo que se refiere a la aceptación de algunas
verdades sin la fe infusa21338.
213
: 38 Duns Scoto, Ord. prol., n. 55 (I, 33-34).
334 | P á g i n a
que los sacramentos añadan por sí mismos una acción propia
para recibir la gracia21439.
Esta reflexión alcanza su punto culmine cuando Duns Scoto
sostiene que el intelecto paciente es capaz de acoger en sí un
conocimiento de origen sobrenatural, que sobrepasa aquello
que el intelecto agente y la imagen pueden dar a conocer. Aquí
es posible ver más claramente cómo la naturaleza del hombre
puede abrirse a la gracia, y cómo para nuestro Doctor dicha
apertura es propia de la naturaleza humana, aun cuando el
hombre no pueda procurarse por sí solo lo que en virtud de
dicha apertura puede recibir. Así, cuando demuestra el primer
argumento de los filósofos —que afirma que ningún
conocimiento sobrenatural es necesario para el hombre en esta
vida, en la medida en que el hombre puede adquirir todo
conocimiento necesario por medio de las causas naturales, el
intelecto agente y las imágenes21540—, Scoto presenta una
razón que sostiene que a toda potencia natural pasiva le debe
corresponder algún agente natural, porque si no pudiera ser
puesta en acto, dicha potencia sería en vano.
214
: 39 Cf. Duns Scoto, Ord. IV, d. 1 n. 309 (XI, 110): «Cum necessitas
eorum quae sunt ad finem sumatur a fine, et secundum omnes loquentes de
sacramentis finis sacramenti est gratia vel aliquis effectus Dei invisibilis,
disponens hominem ad salutem, et iste finis possit sufficienter haberi eo
modo quo habetur per sacramenta, absque hoc quod dicatur sacramentum
habere aliquam actionem propriam sive respectu gratiae (quam non potest
attingere, cum illa creetur) sive respectu supernaturalis dispositionis praeviae
(quia illa crearetur), –sequitur quod non sit ponenda talis actio, cum nec ista
plura sint necessaria nec manifeste ponibilia»; cf. ibid., n. 310322 (XI, 110-
114).
215
: 40 Cf. Duns Scoto, Ord. prol., n. 5 (I, 5): «Diceret igitur philosophus
quod nulla est cognitio supernaturalis homini necessaria pro statu isto, sed
quod omnem cognitionem sibi necessariam posset acquirere ex actione
causarum naturalium».
335 | P á g i n a
Eso ocurre con el intelecto pasivo, que tiende a conocer todo lo
que puede ser conocido, de modo tal que debe haber una causa
natural en virtud de la cual esa capacidad sea puesta en
acto21641.
Ahora bien, nuestro Doctor rechaza esta posición afirmando
que la potencia pasiva no es en vano, ya que el hecho de que
no haya un agente natural capaz de ponerla en acto en relación
con todo lo que se puede conocer no excluye la posibilidad de
que sí haya un agente sobrenatural que le dé una perfección
mayor de la que es capaz el agente natural. En este pasaje,
Scoto entiende «naturaleza» expresamente en el sentido de la
totalidad ordenada de todos los seres, los cuales se conciben en
cada caso como condición para que todo ser alcance su propia
consumación21742. Pero el argumento alcanza su fuerza
máxima en el párrafo sucesivo, donde dice el Doctor Sutil:
Y si se plantea una objeción, diciendo que el hecho de que
no pueda alcanzar su perfección propia por condiciones
naturales envilece a la naturaleza, dado que en aquello que
216
: 41 Cf. ibid., n. 7 (I, 5-6): «Confirmatur ratione: omni potentiae naturali
passivae correspondet aliquod activum naturale, alioquin videretur potentia
passiva esse frustra in natura si per nihil in natura posset reduci ad actum;
sed intellectus possibilis est potentia passiva respectu quorumcumque
intelligibilium; ergo correspondet sibi aliqua potentia activa naturalis.
Sequitur igitur propositum. Minor patet, quia intellectus possibilis naturaliter
appetit cognitionem cuiuscumque cognoscibilis; naturaliter enim perficitur
per quamcumque cognitionem; igitur est naturaliter receptivus cuiuscumque
intellectionis».
217
: 42 Cf. ibid., n. 74 (I, 45): «Cum probatur maior [scilicet, quod omni
potentiae naturali passivae correspondet aliquod activum naturale, alioquin
videretur potentia passiva essere frustra in natura], dico quod potentia
passiva non est frustra in natura, quia etsi per agens naturale non possit
principaliter reduci ad actum, tamen potest per tale agens dispositio ad ipsum
induci, et potest per aliquod agens in natura –id est in tota coordinatione
essendi vel entium– puta per agens primum vel supernaturale complete
reduci ad actum».
336 | P á g i n a
es más noble, la naturaleza es menos carente —de acuerdo
con De caelo et mundo II— respondo así: si nuestra
felicidad consistiera en la especulación más alta que
podemos alcanzar naturalmente ahora, el Filósofo no diría
que la naturaleza carece de lo que le es necesario21843.
Pues bien, concedo que dicha especulación puede
alcanzarse ahora de manera natural, e incluso afirmo que
de manera natural se puede recibir otra más alta aún. Por
lo tanto, con esto la naturaleza se dignifica más que si la
especulación más alta fuera aquella natural; y no hay de
qué asombrarse si la capacidad pasiva de una naturaleza
cualquiera se extiende a una perfección mayor que aquella
a la que lo hace su causalidad activa21944.
218
: 43 Cf. Aristóteles, De an. III, c. 9, 432b 21-22, trad. G. de Moerbeke, en
santo Tomás, Sententia libri De anima III, c. 8 (XLV1, 238b): «Si igitur
natura non facit frustra nihil, neque deficit in necessariis».
219
: 44 Cf. Duns Scoto, Ord. prol., n. 75 (I, 45-46): «Et si obicitur quod istud
vilificat naturam quod ipsa non possit consequi perfectionem suam ex
naturalibus, cum natura minus deficiat in nobilioribus, ex II De caelo et
mundo, respondeo: si felicitas nostra consisteret in speculatione suprema ad
qualem possumus nunc naturaliter attingere, non diceret Philosophus
naturam deficere in necessariis. Nunc autem illam concedo posse haberi
naturaliter, et ultra, dico aliam eminentiorem posse recipi naturaliter. Igitur
in hoc magis dignificatur natura, quam si suprema sibi possibilis poneretur
illa naturalis; nec est mirum quod ad maiorem perfectionem sit capacitas
passiva in aliqua natura quam eius causalitas activa se extendat».
337 | P á g i n a
de lo que es, la realidad en su conjunto, puesto que la realidad
abarca no solo el ámbito sensible, sino que también el
suprasensible y, más aún, a Dios, que es un objeto voluntario.
De esta manera, lo que nuestro intelecto agente es capaz de
poner de manifiesto por sí mismo en esta vida se complementa
por aquello que se revela gracias a un agente sobrenatural, y
nuestro intelecto paciente es capaz de acoger dicha revelación
y reconocer en ella la presencia del objeto sobrenatural, aunque
sea de manera oscura e imperfecta. Esto quiere decir que el
hombre está determinado naturalmente a reconocer la
presencia de Dios, pero dicho reconocimiento tiene lugar solo
en la medida en que Dios se manifiesta. Esta manifestación no
está determinada necesariamente por la naturaleza de Dios ni
puede ser alcanzada por el hombre por sí solo, sino que en
último término es obra de la gracia y del amor divinos, que
vienen a completar lo que Dios había ya preestablecido para el
hombre cuando fue creado, y que lo ayudan en esta vida, en la
que el conocimiento humano se encuentra estrechamente
ligado al conocimiento sensible.
5. A modo de conclusión:
338 | P á g i n a
natural puede proponer por sí sola. Ese fundamento,
paradojalmente, no es otro que la realidad de la naturaleza, en
la medida en que es percibida, acogida y preservada por nuestro
intelecto en esta vida. Nuestro Doctor no niega el carácter
positivo que puedan poseer ambos ámbitos, natural y
sobrenatural, sino que reconoce a los dos una realidad propia,
la cual, en el caso del ámbito sobrenatural, viene a
complementar y a otorgar una mayor perfección y felicidad al
ámbito natural.
En este sentido, contra los filósofos se puede sostener que, si
bien nuestro intelecto es capaz de conocer a ciencia cierta en
esta vida sobre todo aquello que puede ser conocido de manera
natural, eso no implica necesariamente que no haya nada más
que conocer, o bien que lo que se pueda conocer
adecuadamente se reduzca a aquello que podemos percibir por
los sentidos o abstraer de ellos. Sin embargo, dado que el
hombre no es capaz de conocer naturalmente en esta vida el
objeto sobrenatural —de manera que, si llega a tener noticia de
él, eso ocurre gracias a la acción de otro objeto, que suple la
manifestación de Dios, a saber, la noción de ser infinito en
acto—, todo cuanto puede conocer y afirmar del objeto
sobrenatural aparece como meramente posible para alguien que
no cree en la realidad de dicho objeto.
En este sentido, el ascenso a las verdades de fe carece de la
evidencia propia del conocimiento a ciencia cierta, en la
medida en que el hombre no puede advertir directamente el
despliege del objeto sobrenatural ni de aquello que tiene lugar
en él, sino que debe concluir ello a partir de un objeto —la
noción de ser infinito— que suple al objeto sobrenatural —la
esencia divina—, mediante el concepto de ser, que posee un
carácter unívoco para Dios y las creaturas. Así, lo más que
puede demostrar a ciencia cierta la razón natural por sí sola es
339 | P á g i n a
que las verdades de fe son posibles, incluso que son preferibles
a su contrario, pero no puede demostrar que aquello que es
contrario a dichas verdades sea falso.
La realidad de tales verdades, o más bien, la verdad efectiva de
las proposiciones de la fe, solo puede ser afirmada por el
hombre en esta vida gracias a su fe, y esa afirmación originaria
lo debe llevar a encaminar sus acciones de acuerdo con la
doctrina revelada, para con ello hacerse digno de la salvación.
Así, desde este punto de vista se puede entender la comprensión
de la ley natural de santo Tomás como una reafirmación
ulterior de la capacidad humana de conocer la realidad de la
naturaleza en general —no solo de aquella que se da a conocer
en esta vida— y, sobre todo, de su propio lugar en medio de la
creación.
El hombre aparece, entonces, como un ser que no solo se halla
en el mundo, que interactúa con lo que lo rodea movido por sus
necesidades básicas, que lo mantienen con vida, sino que por
sobre todo, mediante su razón natural, comprende lo que lo
rodea y su propia situación, que es capaz de reconocer si lo que
ocurre y lo que hace es bueno o malo, que puede imaginar algo
que todavía no está presente y disponer de lo que lo rodea para
que aquello tenga lugar, que en último término es capaz de
contemplar el mundo como un todo, y suponer que hay alguien
más, del cual depende dicha totalidad.
El hecho de que, según el Doctor Angélico, con la ley natural
el hombre participa de la ley eterna, se puede interpretar como
una constatación del vínculo real que debe haber entre el
creador y la creatura que fue creada a su imagen y semejanza,
es decir, como el reconocimiento de que, en último término, el
intelecto y la voluntad que le son connaturales constituyen
capacidades que le permiten al hombre abrirse a la totalidad de
340 | P á g i n a
la naturaleza, y que a su vez superan la mera naturalidad, en la
medida en que a través de ellas considera la realidad como un
entramado de relaciones que responden a un orden establecido
en vistas de lo que es mejor para la totalidad del universo y no
como una simple sucesión arbitraria de acontecimientos, ajenos
los unos a los otros.
Ahora bien, la reflexión de la razón natural en torno a la
totalidad de la naturaleza comienza a aproximarse a su punto
más alto cuando, partiendo del reconocimiento del carácter
finito, dependiente, carente e incompleto de los seres naturales,
concluye, a partir de dicha indigencia, la necesidad de una
remisión a un creador. Así, en vistas de su propia finitud, el
hombre puede reconocer en la inmensidad de la naturaleza a un
autor, que considera como más grande que la naturaleza, del
cual esta última depende, ya sea para existir como para ser en
cada caso tal o cual cosa.
Por otra parte, al tiempo que advierte el orden en el cual se
encuentra dispuesta la creación, y a su vez el modo contingente
en que se despliegan las creaturas, el hombre puede también
reconocer su propia libertad de actuar, así como el carácter
bueno o malo de sus acciones, en la medida en que lo acercan
o lo alejan del creador. Luego, cuando comienza a suponer que
la creación misma fue un acto contingente, libre, ajeno a
cualquier necesidad o coerción para el creador, el hombre
puede reconocer que en último término no es el orden ni la
remisión de las creaturas a su creador lo que mantiene al
mundo, sino que puede postular que más bien se trata del amor
divino que se entrega gratuitamente.
En ese momento, el conocimiento de la ley permite que el
hombre que transita por esta vida se abra a la gracia, y que en
último término acepte que la doctrina revelada, que presenta a
341 | P á g i n a
un Dios personal, uno y trino, que es antes que todo amor, es
verdadera, y así, mientras encamina sus acciones guiado por lo
que le ha sido revelado como agradable a Dios, puede esperar
que a su debido tiempo él también será digno de participar de
la vida plena en la patria.
BIBLIOGRAFÍA
342 | P á g i n a
————. «La pregunta sobre el carácter infinito de Dios en la Lectura de
Duns Scoto», en Carbajo Núñez, Martín (ed.), Giovanni Duns Scoto. Studi e
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343 | P á g i n a
LAS IDEAS ABSTRACTAS EN LOS ESCOCESES DUNS ESCOTO Y
DAVID HUME
AUTORA: Gloria Silvana ELÍAS UNT-CONICET Tucumán-Argentina
gloriaelias@hotmail.com
344 | P á g i n a
para Gadamer como para Paul Ricoeur, la autoridad tiene que ver con el
conocer a aquellos que nos precedieron, reconocer la autoridad de la
tradición, ya que nuestro ser histórico ha sido influenciado por esa tradición
que es autoridad. Con todo, la reconocemos con el fin de ponerla en duda,
revisarla, criticarla, dando lugar así a una verdadera innovación y
transformación3. Sirva lo anterior de fundamentación para el objetivo de
este trabajo, que va a ser analizar la génesis de las ideas abstractas o términos
generales en Duns Escoto y Hume, ambos filósofos escoceses, pero con
horizontes de sentidos totalmente distintos. El objetivo es hacer una
referencia a las ideas abstractas en dos momentos históricos de Escocia, el
medioevo con Escoto, y la modernidad con Hume, no sólo para evidenciar
las discrepancias, sino más bien para mostrar la historicidad del tema,
reconocer la tradición, y buscar los puntos de contacto.
II- Escoto: entes concretos e ideas abstractas Para abordar el planteo de las
ideas generales en Juan Duns Escoto, filósofo y teólogo escocés del
medioevo, me basaré fundamentalmente en la interpretación que de ello hace
Efrem Bettoni, en Duns Scoto4. Para comprender el pensamiento escotista
en lo que hace a su concepción sobre las ideas abstractas, es importante
precisar el contexto histórico y de sentido en el que se encontraba el escocés.
Ubiquémonos en los años 1300, en donde la llegada de las obras aristotélicas
a Europa introyecta en el hombre la idea de que la razón es capaz de
conocerlo todo; Escoto, por su parte, es educado bajo el dogma de fe
cristiano, en el que se asume que hay una serie de conocimientos que por la
sola razón no logra acceder el ser humano, sino a través de la Revelación
divina, que hace que ciertas verdades se nos vuelvan inteligibles. El
problema de los universales no sólo era considerado un problema lógico, sino
también metafísico. Teniendo en cuenta el planteo aristotélico sobre la
sustancia y la esencia, se puede enunciar el mismo del siguiente modo: si, tal
345 | P á g i n a
como enseña Aristóteles, las cosas son solamente singulares,¿cómo se
explica que el conocimiento de ello sea un entramado de conceptos
universales?5 En ese momento del medioevo, había dos posturas dominantes
que intentaban dar solución al interrogante: el nominalismo, que sostenía que
como lo existente es singular, lo universal no es en la realidad sino en y
desde el intelecto, es decir, el universal es una función del intelecto, y el
realismo exagerado, que consideraba que universal es aquello que puede ser
predicado de muchas cosas porque existe en la realidad como universal. O
sea que, mientras el nominalismo pone de algún modo en cuestión la
objetividad del conocimiento (en tanto los nombres son meras palabras cuyo
concepto es producto del entendimiento), el realismo exagerado sostiene que
el universal o quididad reside en el ente en sí. Ante esta complejidad teórica
se desprenden dos cuestiones problemáticas: la génesis del conocimiento y
el objeto primero del intelecto humano.
a. Génesis del proceso cognoscitivo y objeto de nuestro conocimiento En
general en el medioevo las distintas corrientes de la escolástica coincidían en
que el proceso de conocimiento constaba de los siguientes pasos:
a. la percepción que de las cosas materiales obtienen las potencias
sensitivas, produciendo el fantasma;
b. el concurso entre fantasma y entendimiento agente, para que, a través
de la abstracción, se tenga la especie inteligible;
c. el concurso entre especie inteligible y entendimiento posible para que,
a través del concepto, se llegue al verdadero conocimiento.
346 | P á g i n a
entendimiento humano no podía pasar de la potencia al acto de conocer si no
es movido por el objeto. Ambas perspectivas las analiza detenidamente
Escoto en Ordinatio I, d. 3, p.1, q.36. En esta cuestión, Escoto objeta sendos
planteos y propone una nueva teoría gnoseológica. No es el objetivo de este
escrito describir y analizar la gnoseología agustiniana o tomista, sino sólo
introducir el planteo escotista al respecto, para comprender luego su teoría
de los universales. Para Escoto, ambas tesis tienen una mirada sesgada del
proceso cognoscitivo, la causa eficiente de conocer no puede atribuirse
únicamente o al intelecto o al objeto. Escoto postula una teoría
absolutamente nueva en dicha cuestión, que se la denomina “teoría de las
causas eficientes parciales”. Según Duns, dos causas eficientes parciales
pueden estar ordenadas o bien esencialmente o bien accidentalmente. Una de
las obras en la que desarrolla detenidamente esta diferenciación es en De
Primo Principio, en donde postula que el orden esencial7 es una propiedad
del ser puesto que orden esencial significa “una relación mutua entre lo
anterior y lo posterior”8, y todo ente está coordinado y vinculado con
múltiples entes de alguna manera y desde un cierto orden. Básicamente el
orden esencial se subdivide en orden de eminencia y en orden de
dependencia9; a su vez, el orden de dependencia causa- efecto se subdivide
en cuatro (es la teoría cuatro-causal aristotélica). En el caso de las causas
ordenadas esencialmente, no puede prescindirse de ninguna de las causas
para obtener el efecto, aun cuando una sea más perfecta que la otra; mientas
que, en las causas ordenadas accidentalmente, la colaboración de las causas
es circunstancial, y ambas poseen el mismo grado de perfección. Como
ejemplifica Bettoni, en el orden accidental una causa puede reemplazar a otra
si aquella aumenta en proporción la virtud de ésta, por ejemplo, un caballo
muy robusto puede tirar él solo de un carro que necesita la fuerza de dos
caballos de fuerza normal; en el caso de las causas ordenadas esencialmente,
347 | P á g i n a
la una no puede reemplazar a la otra, y es esto lo que sucede en el proceso
cognoscitivo según Duns. Dice Bettoni al respecto:
“La intelección es fruto de estos dos factores, que concurren como dos
causas eficientes parciales esencialmente ordenadas, cada una con una
eficacia causal respectivamente adecuada a su propia naturaleza”10.
348 | P á g i n a
Tampoco puede ser la quidditas rei materialis, ya que si así lo fuere el
entendimiento desarrollaría su capacidad plena en el plano de lo sensible,
incapaz de conocer lo inmaterial. Para Duns, el objeto primero in ordine
adaequationis es el “ens in quantum ens”, sólo que en el orden del tiempo es
la quidditas rei materialis. El ser humano es capaz de conocer lo inmaterial,
el ser en cuanto ser, y ello es el objeto propio del conocimiento metafísico,
anhelo que se manifiesta desde el inicio de la filosofía occidental. El ser es
predicable de todo aquello que es, y es la condición de conocimiento, puesto
que lo que no es, no es conocido12. Ello supone una concepción unívoca de
ser, en tanto que ser es predicable del ser inmaterial como del ser material:
“… se puede decir que de Dios no poseemos solamente conceptos analógicos
a aquellos de las criaturas, sino también un concepto unívoco a Dios y a la
criatura”13. Es decir, para Escoto es necesario un concepto de ser anterior a
toda determinación, que pueda ser predicado de cualquier realidad, en un
sentido unívoco. A continuación, se tratará la estructura ontológica de los
entes existentes, para luego poder comprender el proceso de abstracción por
el que conoce el sujeto.
349 | P á g i n a
que no es el caso desarrollarla acá. Sí es necesario dejar planteado que para
Escoto aquello que hace que los individuos sean absolutamente singulares es
la “haecceitas”, que es el perfeccionamiento definitivo de la forma
sustancial. Al respecto, dice Merino:
“La heceidad no debe interpretarse como una nueva realidad que se
añadiera a la forma y que la determinara de algún modo, sino que es
la misma forma sustancial en su última fase de perfección, o, si se
prefiere, es la actualización definitiva de la materia, de la forma y del
compuesto”15.
350 | P á g i n a
elemento específico de la sustancia singular. A continuación, describiré la
vinculación de la natura communis con el universal, siguiendo la
interpretación que Bettoni hace de Ord. II, d. 3, q.117. Escoto distingue tres
sentidos de “universal”: la naturaleza común, en cuanto es el aspecto real que
hace que una cosa forme parte de una especie, fundamento físico del
universal, que Duns llama “universal físico”, garantía de objetividad del
conocimiento. El segundo sentido, es la universalidad como modalidad que
la cosa adquiere en tanto conocida, cuyo ser es denominado “ser intencional”
(campo de observación del metafísico), recibiendo el nombre de “universal
metafísico”. Dicho de otra manera, el universal metafísico es la naturaleza
común apresada por el intelecto y revestida de la modalidad del ser
intencional (prima intentio). El tercer sentido de universal es el más riguroso,
que consiste en la relación por la cual dicho concepto se predica de muchos
individuos, es el “universal lógico” (secunda intentio). Este es el objeto
propio de la lógica, la cual no considera la cosa en su materialidad ni en su
esencia, sino la cosa como es en la mente. En suma, la naturaleza común en
tanto esse intentionalis existe como universal, mientras que en la realidad,
“extra intellectum”, existe como singular. Se ve así cómo Escoto intenta
defender un realismo moderado, apartándose tanto del nominalismo como
del realismo exagerado. Teniendo presente lo anterior, podemos ahora sí
analizar el proceso de abstracción que propone Escoto: dado el acto de fe,
Duns entiende que el estado actual del hombre se debe al pecado original. Si
bien el intelecto humano no está cerrado sólo al horizonte de la materialidad,
sin embargo, parte necesariamente de las cosas sensibles. Nuestro intelecto
está ordenado a conocer el ser en cuanto ser, pero partiendo, en tanto que ser
encarnado, del conocimiento de la quidditas rei sensibilis. El Doctor Sutil
respeta la estructura psicológica de la sensación al modo aristotélico,
compuesta por los cinco sentidos, cada uno de los cuales depende de un
órgano particular y de un sentido común que unifica y coordina la
351 | P á g i n a
información que traen los cinco sentidos. La sensación es una modificación
de cada órgano a partir de un estímulo exterior que da lugar al fantasma o
especie sensible. La realidad física es lo que conocemos en y por nuestros
sentidos. La sensación, es la expresión física de esa realidad física, es un tipo
de conocimiento sensible. Este conocimiento en los sentidos, se ve
acompañado por un conocimiento por los sentidos, que es el conocimiento
intelectivo; mas éste ya no es ni concreto ni físico, sino abstracto. Para Duns
Escoto, es posible obtener conceptos o esencias abstractas, porque en cada
individuo existe una esencia concreta, que se asemeja con la esencia concreta
de otros objetos, y a la vez, como tales esencias concretas son permanentes,
y no vivaces y fugaces, el concepto se adecua a eso que quiere representar.
Como no podemos conocer la individualidad, apelamos a recursos del
lenguaje tales como un demostrativo (este, ese) o nombres propios (Juan,
Pedro). Con esto Escoto está queriendo significar que nuestro intelecto sólo
puede conocer la realidad mediante las especies abstractas de lo concreto. El
paso del conocimiento sensible al conocimiento inteligible se da a través de
la abstracción. Si bien las cosas se revelan como singulares a través de la
species sensibilis, el intelecto conoce mediante la species intelligibilis, que
es universal. El intelecto agente, iluminando el fantasma, lo despoja de sus
notas individuales y abstrae la species intelligibilis, por la cual cada cosa
deviene en inteligible. Ello es posible porque para Duns los entes son una
síntesis de natura communis y haecceitas; si los entes fuesen sólo
individuales, Escoto no comprende cómo, por la sola iluminación del
intelecto agente, podría devenir lo singular en universal. Ello sólo es posible
si ya en el ente cabe una naturaleza que, en relación con el intelecto, pueda
recibir la propiedad de universalidad. En suma, el proceso de abstracción
intelectivo por el cual se obtienen los conceptos (que son universales) se debe
a la naturaleza común, por la cual el entendimiento vincula lo universal con
352 | P á g i n a
lo singular. La naturaleza común, en relación con el intelecto, obtiene la
propiedad de la universalidad.
353 | P á g i n a
universal, debería tener todos los sentidos, lo cual es absurdo. De lo anterior,
comprende Escoto que la universalidad de un concepto sólo existe en la
mente, no en la realidad. La universalidad del concepto es simplemente la
función relacionante de la mente en cuanto a la cantidad de un concepto, no
su cualidad, a pesar de que para ello se apoye en la misma cualidad19. Un
concepto abstracto es universal, en suma, porque puede aplicarse a un
número ilimitado de individuos, es decir, es universal en su extensión, mas
no en su comprensión. Por ejemplo, supongamos el caso de Pedro,
“la petreidad (podemos decirlo así para usar el mismo nombre propio)
es la esencia concreta de Pedro, nuestros sentidos nada saben de la
petreidad, pero lo peor es que tampoco nuestro entendimiento sabe
nada de ella de una manera directa…sólo mediante la esencia abstracta
hombre puede nuestro entendimiento …vislumbrar la petreidad”20.
354 | P á g i n a
al intelecto posible, que hace de paciente, se produce la species en el
intelecto posible; finalmente en un tercer momento, debido a la species
el objeto está presente como inteligible”21.
III- David Hume: la génesis de las ideas. Quien ha leído a Hume, coincidirá
con Carlos Mellizo al considerar que las obras del escocés están escritas con
un aire fresco, abierto, sin afán de entorpecer la lectura, al contrario, con un
alto espíritu literario23. Esto puede tener que ver, quizás, con el objetivo de
Hume de evitar llenar el lenguaje con palabras carentes de sentido, y dejar
de lado la charlatanería proveniente de la teología y la metafísica, entre otras
disciplinas24. Hume critica la filosofía tradicional, denominada por él “falsa
filosofía” en su Tratado de la naturaleza humana o “falsa metafísica” en la
Investigación del conocimiento humano, que, al pretender ir más allá de los
límites del entendimiento humano, cae en ambigüedades del lenguaje; al
basarse en abstracciones el entendimiento busca alcanzar lo inalcanzable,
yendo más allá de la experiencia, cayendo en construcciones tales como la
idea de sustancia, de yo y de causalidad. Dice: “…el mayor obstáculo de
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nuestro progreso en ciencias morales o metafísicas, es la oscuridad de las
ideas y la ambigüedad de los términos”25. Por ello, propone una “verdadera
metafísica” la cual estudie la naturaleza humana desde la observación y la
experiencia. Ésto, en el marco histórico-filosófico de un movimiento de
secularización que busca separarse de la teología y la metafísica, en tanto
que ambas cometieron graves errores en nombre de Dios –dice Hume-. La
religión ha opacado la razón, obstaculizando el progreso científico. Los
sermones religiosos de su época proclaman un infierno que llegará a todos
aquellos que idolatren otros dioses, entre ellos a la razón. Si bien Hume es
un ilustrado, no adhiere al movimiento moderno que idolatra la razón, antes
bien, le interesa mostrar los límites del entendimiento humano que se han
querido superar desde la metafísica y la teología, conduciendo a
ambigüedades en el discurso y a la charlatanería.
356 | P á g i n a
simples. Como explica Susana Maidana, dicho principio le permite a Hume
desenmascarar la falsa filosofía o metafísica, en tanto demuestra cuál es el
límite entre lo posible de aprehender y lo que trasciende al entendimiento
humano30. En la Investigación, Hume en lugar de realizar un abordaje de
tipo psicológico del origen de las ideas, postula un análisis de orden lógico,
y es así que en la sección IV de dicha obra, distingue dos tipos de
proposiciones que llama legítimas, a saber:
“… las relaciones de ideas y los hechos. A la primera pertenecen
ciencias como la geometría, el álgebra y la aritmética y, en una
palabra, toda afirmación que es cierta, bien intuitiva, bien
demostrativamente […] Las proposiciones de esta clase pueden ser
descubiertas por el mero trabajo del pensamiento […] la segunda clase
de objetos de la razón humana, no son descubiertos del mismo modo.
Lo contrario de todo hecho es aún posible porque nunca puede
implicar contradicción”31.
357 | P á g i n a
tales características. Para lograr entenderlo, realizaré una síntesis de la
sección VII del Tratado, De las ideas abstractas, porque allí creo encontrar
el meollo de la problemática del lenguaje en Hume32.
358 | P á g i n a
particulares unidas a un término. c. Las cosas de la naturaleza son
individuales, por tanto, toda idea es particular, aún cuando puedan hacerse
generales en la representación.
2º “aunque la capacidad de la mente no sea infinita, podemos con todo
formarnos simultáneamente una noción de todos los grados posibles de
cantidad y cualidad”36. Al respecto de esta proposición, Hume parte de un
hábito o costumbre que tenemos los seres humanos, en el afán de lograr la
comunicación intersubjetiva. Los seres humanos nombramos a todos
aquellos objetos que nos parezcan semejantes entre sí, más allá de las
diferencias, con un mismo término. Cuando escuchamos ese término,
recordamos una de las ideas particulares, pero simultáneamente nuestra alma
revive la costumbre que habíamos adquirido de examinar aquellos otros
objetos semejantes, que están sólo en potencia presentes en el alma. Es esta
misma costumbre la que, si del término hacemos una afirmación que sólo
pertenece a algunos de los objetos particulares, hace surgir en nosotros
aquellos otros objetos que no poseen tal cualidad, por ejemplo, si digo que
todo círculo es rojo, surgirá en mí la idea particular de un círculo azul,
corrigiendo así la afirmación. En suma, si las ideas son particulares, sólo por
costumbre pueden hacerse generales en su representación. Por último, en
esta sección, aclara que aquello que en la realidad no es distinguible ni
separable, por ejemplo, la figura del color, podemos hacer una distinción de
razón, v.g., al observar un círculo rojo u uno azul, y un triángulo azul y otro
rojo, observamos dos semejanzas separadas, figura y color, en lo que, en la
realidad, es inseparable.
En resumen, para Hume las ideas son copias de las impresiones,
variando en su fuerza o vivacidad; como toda impresión es particular, porque
las cosas son particulares, entonces las ideas lo son, y aquellas generales no
lo son en sí mismas, sino que están unidas a un término que las hace
generales en su representación. Hume quiere escapar a los “embrujos de la
359 | P á g i n a
razón” 37 que ha llevado a sostener la existencia de seres sobrenaturales y
metafísicos:
“… en Hume se trata fundamentalmente de una crítica de las
facultades cognoscitivas humanas, aun cuando contenga
implícitamente una crítica al lenguaje. Hume insiste en la finitud del
entendimiento, limitaciones que harán patente la imposibilidad de ir
más allá de la experiencia”38.
360 | P á g i n a
realidad sensible, la cual contiene en sí el ser en cuanto ser. Ambos coinciden
en que la realidad sensible se constituye de entes individuales, puesto que
sólo existe lo individual; todo conocimiento parte de ello, claro que las
razones por lo que aquello se justifica son absolutamente disímiles. Hemos
visto que Duns justifica el conocimiento a partir de los sentidos debido a
nuestro estado actual, denominado “estado de caída” a causa del pecado
original. Esta explicación es negada de cuajo por Hume, quien justamente
cree que la misma forma parte del discurso falaz de la teología.
En cuanto a las ideas abstractas, tanto Duns como Hume entienden que
la idea abstracta no es ella misma universal, porque si así lo fuere en ella
convergerían todos los significados, lo cual es un absurdo. Es decir que
ambos entienden que la idea abstracta posee un significado concreto, el cual
proviene del singular. El problema se presenta en la consideración que del
universal tiene cada autor: para Hume la idea se vuelve universal cuando, al
observar entes semejantes entre sí, los hombres acuerdan utilizar un término
para nombrar a eso semejante; Duns cree que la idea se vuelve universal por
la acción del intelecto activo sobre el fantasma, obteniendo el concepto o ser
intencional de primer grado, y aplicando luego dicho concepto a todos los
individuos que le correspondan (ser intencional de segundo grado). Ahora
bien, lo que a mi parecer no queda claro en Hume es la idea de semejanza,
¿de dónde los hombres pueden encontrar semejante lo semejante, por
ejemplo, a Pedro con Sócrates?, ¿cómo explica Hume que el intelecto
obtenga la idea de semejante?, ¿de qué impresión proviene?, ¿cómo se
explica que de la observación de Pedro y Sócrates se obtenga la idea de
humanidad? No puede contestarse que, debido a la costumbre, ya que por
costumbre los hombres nombran las cosas con el mismo término, o viendo
A y luego B pueden habituarse a la idea que A es causa de B, pero no puede
argumentarse que de la costumbre obtenga la idea de humanidad. Entiéndase
bien: la pregunta no se reduce a que se explique cómo el sujeto encuentra
361 | P á g i n a
semejanzas visibles de aspecto o tamaño o color entre los objetos, sino a
cómo le viene, de un conjunto de impresiones particulares, la idea abstracta
de semejanza, que posibilita la construcción lógica de definiciones, de
géneros y especies. Duns responde que dicha idea de semejanza se debe a la
naturaleza común que cada ente comparte con sus análogos, naturaleza que
en relación con el intelecto deviene universal. Se puede objetar que Escoto
no profundiza en la explicación de ello, o que la definición misma de
naturaleza común es un tanto confusa, pero dichas objeciones se dirigen a las
definiciones dadas, y no a omisiones en la teoría. Creo que en lo que respecta
a Hume, él no logra explicar la idea de semejanza, y cómo el entendimiento
logra obtenerla. No es la intención en este trabajo determinar cuál de los dos
autores está en lo cierto, pero sí en todo caso dejar planteada una posible
crítica a Hume en lo que hace a uno de los nudos centrales de su teoría.
En suma, hemos visto cómo cada filósofo intenta elaborar su teoría
gnoseológica partiendo de una determinada mirada de la estructura de la
realidad; a partir de lo que cada uno entendió que es real, elaboraron una
gnoseología particular. En el caso de Duns, el proceso de abstracción da
como resultado un concepto universal, el cual surge del intelecto humano en
relación a la naturaleza común de cada objeto singular. En el caso de Hume,
las ideas abstractas son meras ideas particulares, las cuales unidas a un
término tienen una mayor extensión. Por costumbre, el hombre se habitúa a
utilizar el mismo término para hacer referencia a una misma idea, aplicable
a aquellos objetos que el sujeto intelige como semejantes. Hume, a mi
entender, no logra justificar desde su teoría gnoseológica de dónde la idea
abstracta de semejanza, base de la explicación del origen de las demás ideas
generales.
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Bs. As. 2001
NOTAS:
363 | P á g i n a
6 DUNS SCOTO, Ordinatio I, d.3, p.1, q.3: Utrum Deus sit primum
obiectum naturale adaequatum respectu intellectus viatoris. Studio et cura
commissionis scotisticae praeside Carlo Balic. Ed. Vat. Vol III, Roma, 1954,
pp. 68-122.
7 La siguiente síntesis respecto de los órdenes esenciales se basa en el cap. 1
del De Primo Principio.
8 DUNS ESCOTO, De Primo Principio, p. 596.
9 El orden de eminencia se constituye desde dos extremos, lo que excede o
anterior y lo excedido o posterior, siendo el primero el más noble en su
esencia; el de dependencia implica que lo posterior exige lo anterior, y se
subdivide en dos: la dependencia del efecto con la causa y la dependencia
del efecto con otro efecto. Cfr. Escoto, op. cit., cap. 1, pp. 596-597.
10 BETTONI, op. cit., p. 147 (la traducción es mía)
11 Cfr. op. cit., p. 153.
12 Cfr. BETTONI, op. cit., p. 61.
13 DUNS ESCOTO, Ord. I, d. 3, q. 2, n.6. Studio et cura commissionis
scotisticae praeside Carlo Balic. Ed. Vat. Vol III, Roma, 1954. No es el
objetivo principal de este trabajo tratar respecto de la teoría de la univocidad
escotista. Para una profundización puede leerse MERINO, Juan Duns
Escoto. BAC. Madrid. 2007, o bien CELINA LÉRTORA MENDOZA,
Doctor Subtilis. Ed. Del Rey. Bs. As. 2008.
14 Cfr. OROMÍ, JUAN DUNS ESCOTO, Obras del Doctor Sutil. BAC.
Madrid. 1960, p. 21.
15 MERINO, op. cit., p.53.
16 Cfr. op. cit., p.51 que cita Ord. II, d. 3, n. 30.
17 Cfr. BETTONI, op. cit., pp. 77- 80.
18 Cfr. op. cit. pg. 31.
19 Cfr. op. cit. pg. 33.
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20 OROMÍ, op. cit. pg 32. 21 DUNS ESCOTO, Ord. I, d. 3, q. 6, n. 16. (Ed.
Vivès).
22 Cfr. BETTONI, op. cit., que cita Q. in Met. VII, q. 18, n. 8. * Para el
análisis de la postura de Hume me baso en el curso de posgrado que realicé
a cargo de las Dras. Susana Maidana y Mercedes Risco (UNT), denominado
“El carácter terapéutico de la filosofía moderna: la crítica del lenguaje y sus
resonancias actuales. Descartes, Locke, Berkeley y Hume”, en el marco del
doctorado en filosofía de la UNT.
23 Cfr. MELLIZO, C., En torno a David Hume. Tres estudios de
aproximación. Ed. Monte Casino. pg.125.
24 Cfr. HUME, Investigación sobre el conocimiento humano p. 192, 193.
25 Op. cit. p. 85. 26 HUME, Tratado de la Naturaleza Humana. Trad. de
Félix Duque. Hyspamérica. Madrid. 1984.
27 Op. cit. parte I sección I p 1, pg 87. 28 Idem.
29 Idem, p. 4, pg. 91.
30 Cfr. MAIDANA, “El concepto de filosofía como actividad terapéutica.
Hume y Wittgenstein” en El papel terapéutico de la filosofía. Interpretación
y vigencia del pensamiento de David Hume. Ed. UNT. Tucumán, p.153.
31 HUME, Investigación, p. 63.
32 Lo que sigue intenta ser una síntesis de la sección VII del Tratado, para
luego parangonar con la postura de Escoto.
33 Cfr. Tratado, sección VII, p.17. pg. 106.
34 Idem, p.18, pg. 107.
35 Idem.
36 Idem.
37 Véase de MAIDANA el cap. 1 de El papel terapéutico de la filosofía. Fac.
de Filosofía y Letras. UNT.
38 MAIDANA, op. cit. cap. 3. pg. 133.
39 Cfr. MELLIZO, op. cit., p. 130.
365 | P á g i n a
Codex Bruchsal
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