Buenas noches, espero se la estén pasando increíble y ojalá sigan viviendo
con muchas ganas su pandilla. Ahora, es mi turno de darles una plática. Esta platica es especial, pues les voy a pedir que no únicamente la oigan, si no, que la escuchen con el corazón. Por lo tanto, les voy a pedir de favor que me pongan mucha atención y que, si les hago preguntas, no las contesten en voz alta ya que es muy difícil hablar de alguien que dio todo sin esperar nada a cambio, que ama sin ser amado, que siempre piensa en nosotros y nosotros lo olvidamos. De quien les voy a hablar es del hijo de Dios y mi platica se llama: Dios se hizo niño. Como ya nos dijeron, Dios creo todo lo que existe para que nosotros seamos felices y lo hizo por el gran amor que nos tiene. Dios siempre se había comunicado con los hombres por medio de profetas y patriarcas, pero es tanto su amor hacia nosotros que deseo comunicarse más directamente para darnos su mensaje de amor y de paz. Así es como manda a su hijo único para demostrarnos cuanto nos ama y cuánto deberíamos amarlo. La historia comienza así: En ese tiempo se sabía que el Mesías iba a nacer de una mujer judía y por eso muchas mujeres ricas adornaban su casa con cunas de oro, sabanas bordadas y se vestían lujosamente, imaginando que, con tantas joyas, el señor las escogería como madre del salvador. Pero Dios no quería que la madre de su hijo fuera así, sino al contrario, deseaba que fuera humilde, sencilla y con mucha fe en él. Existía una joven que no pensaba en riquezas ni en lujos y mucho menos en ser la madre del Mesías; ella solo pensaba en servir a Dios lo mejor posible y esta mujercita tan buena se llamaba María. ¿Se dan cuenta? Nosotras no somos ni buenas ni humildes, somos unas egoístas que solo pensamos en nosotras y además queremos a la gente por lo que tiene y no por lo que es. María estaba comprometida para casarse, tenía un novio muy trabajador, honrado y muy servicial. Él era carpintero y su nombre era José. Según las tradiciones judías, tenían que esperar un año antes de poder casarse, para ver si su amor era verdadero. Un día, María estaba sentada junto a la ventana, orando con más alegría que de costumbre. De repente, una gran luz ilumino su cuarto; era una luz muy hermosa y especial. María tuvo miedo al principio, pero al ver la figura de aquel Angel se tranquilizó. Era el Arcángel Gabriel, el cual le dijo «Dios te salve, María, llena eres de gracia. El señor está contigo», ella se quedó asombrada y el Arcángel continúo diciendo «No temas porque has hallado gracia ante Dios y concebirás en tu seno a un hijo a quien pondrás por nombre, Jesús, él será grande y será llamado hijo del altísimo y en verdad será el hijo de Dios pues el espíritu santo te cubrirá con su manto». María comprendió el mensaje y contesto «He aquí la esclava del señor, hágase en mí, según tu palabra». Cuando el Arcángel desapareció, María quedo muy contenta, pero a la vez demasiado preocupada, pensaba: ¿Cómo le diría a José? Tal vez él no le creería. Cuando José volvió y se enteró del estado en el que se encontraba María, pensó en dejarlo, pero entonces tuvo un sueño en el cual el Arcángel Gabriel le dijo que debía confiar en María. Gracias a este sueño, José comprende a María y le dice que él quiere ser el padre adoptivo de Jesús. María y José se casaron, y esperaban ansiosamente la llegada de su hijo, Jesús, contaban los días para poder tenerlo entre sus brazos y desde antes de que naciera, ya lo querían mucho. Así paso con nosotras. Nuestros padres ya nos querían desde antes de que naciéramos y día con día nos quieren más, pero nosotras no sabemos cómo corresponder su amor. Cesar, el emperador de roma, libero un mandato en el que ordenaba que aquellos pueblos que dependían del Imperio Romano se tendrían que ir a empadronar y como María y José pertenecían al Imperio Romano, tuvieron que ir a empadronarse a su lugar de origen, Belén, pero debido a que eran muy pobres, no tenían en que irse así que José consiguió un burrito. Para en ese entonces, María ya estaba a punto de dar a luz. A pesar de estar en condiciones tan incomodas como caminar bajo el calor del sol que calentaba las piedras, y la arena que lastimaba sus pies, soportar el frio durante la noche, llenos de cansancio, pero sobre todo las molestias del embarazo, María y José se adaptaron a lo que tenían y por más que sufrían, nunca se quejaban. En cambio, nosotras que tenemos todas las comodidades como las de viajar en un coche, nos quejamos porque esta feo o viejo y lo mismo pasa con nuestra ropa, ¿cómo me pondré esa blusa si no combina con lo que traigo puesto? Solo deseo que se pongan a reflexionar que todo lo que tenemos es gracias al esfuerzo de nuestros padres y en vez de estarnos quejando, deberíamos agradecerles. Muchas veces ellos se sacrifican por nosotras, por ejemplo, si tienen pensado comprarse un pantalón nuevo, al final no lo hacen, solo para poder darnos algo a nosotras y les aseguro que si por ellos fuera, nos darían mucho más por el grandísimo amor que nos tienen. En su burrito, María aceptaba todo lo que José podía brindarle. ¿Ustedes creen que María no sufría? Claro que lo hacia y mucho, pero nunca se quejo por el gran amor que le tenia a su hijo. En este momento, María nos muestra como nuestros padres hacen lo posible y muchas veces hasta lo imposible por el amor que sienten hacia nosotras y nosotras ¿qué hacemos? Nunca pensamos en nuestros padres y hacemos lo que queremos sin pensar en que podemos lastimarlos. Pero somos tan egoístas que no nos importa el que nuestros papás estén tristes; ¿alguna de ustedes se ha puesto a pensar en que ellos darían la vida por nosotras? Quiero que recuerden que sus papás las aman y aunque muchas veces no se los demuestren, ustedes son lo más importante para ellos. Cada vez mas se acercaba el momento de dar a luz y fue en este momento en donde José empezó a pedir posada. Primero, a unos parientes; pero al verlos tan pobres y humildes se negaron a recibirlos, aun así, José no se rindió y continúo pidiendo posada a conocidos, quienes también los rechazaron. José estuvo horas buscando un rinconcito donde naciera el hijo de Dios, Jesús, y María ya no podía soportar más. Nosotras también hemos rechazado a José y a María, cerrando las puertas de nuestro corazón para que Jesús nazca entre nosotras; lo hacemos en el momento que nos avergonzamos de nuestros padres y nuestros hermanos o cundo hacemos menos a nuestros amigos, son tantas y tantas veces. Para este punto, a María ya le era imposible caminar así que José se la llevo a las afueras de Belén, a una cueva en donde dormían borregos y animales. Era una cueva sin luz y podías sentir el frio de pies a cabezas. Entre mugre y paja nace el hijo de Dios, el dueño del mundo y de todo; Cristo, lleno de amor y dulzura, viene a traer la paz en una cueva que solo era alumbrada por la luz de la luna. No tenía ninguna cunita en la cual se pudiera acostar o alguna mantita para cubrirse y él pudiendo nacer rodeado de riquezas y con grandes comodidades como pañales de seda, pero no tenía otra cosa más que la túnica de su madre y es recostado sobre un incómodo pesebre. En cambio, nosotras que tuvimos la fortuna de poder nacer en un hospital con todas las atenciones y cuidados que necesitamos, ¿cuándo lo hemos agradecido? ¡Nunca! Así como tampoco hemos agradecido todo lo que tenemos Jesús elige el lugar más humilde de la tierra para nacer, ¿y saben por qué? Para demostrarnos su ejemplo de sencillez y es así como también nos demuestra el grandísimo amor que nos tiene; nos muestra que, a pesar de la pobreza, él fue feliz para enseñarnos a cambiar y a valorar las cosas. Pero, les apuesto que si nos preguntaran a nosotras dónde nos gustaría nacer, les aseguro que no lo pensaríamos dos veces y escogeríamos el lugar más elegante y lujoso, ¿o me equivoco? Los primeros amigos de Jesús, aparte de sus padres, fueron los animales y los seres más sencillos. Ah, pero nosotras, queremos tener amigas o amigos muy importantes que tengan coches de último modelo y una casa enorme. Somos muy egoístas y queremos a la gente por lo que tiene, pero ¿qué es lo que hacemos con la gente que tiene poco? La hacemos a un lado, cuando en verdad es la gente que vale la pena, porque es la gente que da sin tener nada y no porque lo tengan todo, sino porque sale de su corazón. ¿Cuántas veces hemos ignorado a los niños que vemos en la calle vendiendo chicles o a las personas con problemas físicos? Tendrán mala apariencia, pero la mayoría de ellos tienen un espíritu lleno de amor, ¿y saben por quienes los rechazamos? Por aquellos que pueden tenerlo todo, pero justo lo único importante, no lo tienen, y eso que les falta es amor. Cuando el Arcángel se le apareció a María le dijo que ella era la elegida para ser la madre del hijo de Dios, por lo tanto, Jesús es Dios y hombre al mismo tiempo. Dios porque el Arcángel Gabriel lo dijo y el mismo lo demostró con sus milagros al curar enfermos; al paralitico le dijo anda, al ciego le dijo ve y al muerto levántate. Jesús se desarrolló en el vientre de su madre durante 9 meses, nace como cualquier hombre y tiene todas las necesidades de un humano: Siente, llora, ríe, come, duerme y además muere. Jesús es un ejemplo para todos los hombres, en cada una de las etapas de su vida, y me gustaría que reflexionemos como siendo un niño cumple con todas sus obligaciones. Como hijo siempre supo amar la vida y cumplir con sus obligaciones. Él desde pequeño le ayudaba a sus padres, por ejemplo, a José le ayudaba en la carpintería y a María en los quehaceres de la casa. Él siempre vio el lado bueno de las cosas, pero como todo ser humano se cansaba y también le daban ganas de jugar con sus amigos, pero a pesar de eso, él hacia sus quehaceres sin reprochar y contento de poder ayudar. En cambio, a nosotras nos piden un favor y aunque sea pequeño, no lo hacemos o lo hacemos, pero de mala gana, ponemos pretextos para no hacerlo y no nos ponemos a pensar que nuestros padres llegan cansados del trabajo para darnos lo que queremos y raras son las veces que los ayudamos, y cuando lo hacemos de buena gana o a la primera es solo porque nos conviene, para que nos den permiso o dinero, pero no porque realmente nazca de nosotras. Cristo amaba mucho a sus padres y nosotras decimos lo mismo, pero en realidad no lo demostramos porque decimos que los queremos y lo único que hacemos es hacerlos enojar o los desobedecemos, ¿de verdad creen que ellos merecen eso? Jesus fue un niño rodeado de amigos, pues su corazón era puro y lleno de bondad, haciendo que la gente de su alrededor lo quisieran mucho. ¿Les cuento algo? Gracias a Dios, yo tengo muchos amigos. Pero en realidad siento que a veces no valoro lo que hacen por mí; ellos siempre están para mí, pero cuando ellos me necesitan, les doy la espalda y, sin darme cuenta, termino haciéndoles daño. Jesús, en la escuela, siempre respeto a sus maestros, cumplía con sus tareas, era muy responsable y siempre trataba de mejorar día con día; sin embargo, nosotras nos burlamos de nuestros maestros, poniéndoles apodos y somos irresponsables que dejamos las cosas para ultimo momento. Probablemente muchas veces solo vamos con la intención de divertirnos, pero ¿se han puesto a pensar en el sacrificio que sus padres hacen para darles esa educación? Debemos comenzar a valorar las oportunidades que nos dan. Cuando Jesús cumplió 12 años, sus padres lo llevaron a Jerusalén para la fiesta de la de Pascua, junto a familia y conocidos. Pasaron los días y cuando todos volvían a casa, sin que María y José se percataran, Jesús se quedó en Jerusalén. María y José pensaban que Jesús iba entre la gente, pero al buscarlo y no encontrarlo entre sus conocidos se regresaron. 3 días después encontraron a Jesús en el Templo, rodeado de sabios maestros, quienes estaban bastantes sorprendidos con la inteligencia y sabiduría del joven. María y José se acercaron a él, bastantes angustiados, preguntándole porque no había regresado con ellos a lo que el respondió con ternura y paciencia «¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que debo ocuparme de los asuntos de mi padre?» Nosotras tenemos una única misión y esa es dar siempre lo que podemos, sin esperar que nos digan o nos pidan hacerlo. Las buenas acciones tienen que salir de corazón, para servirle a Dios. Se sabe que Cristo no tuvo hermanos directamente, pero todas nosotras lo somos y él nos quiere mucho. También por esto mismo Dios nos da a nuestros hermanos, para que seamos felices. Debemos saber valorar a cada persona de nuestra de vida. Siempre debemos seguir el ejemplo de Cristo porque él nos ama y nos lo demuestra al guiarnos por el camino de la felicidad. Una vez cuando Jesús estaba muy cansado, pero unos niños llegaron con entusiasmo a abrazarlo. Los apóstoles al ver esto les dijeron a los niños que se fueran, pero Jesús intervino y dijo «Dejen que los niños vengan a mí; no lo impidan, porque el reino de Dios es de quienes son como ellos». Con esto, Cristo nos demuestra que los niños tienen todas sus esperanzas, pero díganme, ¿de verdad creen que le estamos correspondiendo como él se lo merece? Claro que no, lo defraudamos cuando contestamos o desobedecemos a nuestros padres, cuando nos peleamos con nuestros seres queridos, cuando no aceptamos a los pobres o cuando nos fijamos en los defectos de los demás. Él nos ha dado todo y ¿cómo le correspondemos? Con odio, con egoísmo y destruyéndonos unos a otros, cada día nos da la oportunidad de ser mejores, para ser felices y también hacer felices a los demás. Cristo no se creía más que los demás por ser el hijo de Dios, al contrario, él era muy sencillo y humilde. Pero nosotras, a diferencia de él, no somos así. Nosotras hacemos menos a la gente si nuestro padre o nuestra madre tienen un trabajo importante o, viceversa, nos avergonzamos de lo que trabajan cuando es aquellos que nos da un techo, una comida, una educación. Deberíamos agradecer que tenemos unos padres que nos aman y que nos dan todo lo que pueden. Nuestros padres son el regalo más grande que Dios nos puede dar, ámenoslos y demostrémosle ese gran amor que sentimos por ellos.