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¿El hombre es bueno o malo por naturaleza?

Thomas Hobbes de
Malmesbury, Jean-Jacques Rousseau y Jean-Paul Charles Aymard Sartre.

Por: Lucía Fernández Olvera.

Artículo publicado el 07/09/2018

Thomas Hobbes, sostiene que lo que de verdad mueve al hombre es su miedo y


su egoísmo. El estado de la naturaleza es la “guerra de todos contra todos”. Pero
se trata de una reacción originada en el miedo al otro y no una acción gratuita.
Para alcanzar mayores cotas de seguridad, cada hombre renuncia y transfiere su
derecho a un poder que le garantice el estado de paz, en este caso la sociedad,
Hobbes, sostenía que el hombre era un depredador, “un lobo para el hombre”, y
que la única forma de salir de ese estado primitivo estribaba en la construcción de
un Estado nacional, con un poder político centralizado, de corte absolutista y
monárquico, que permitiera al hombre agruparse para sobrevivir, pasando de ese
estilo de vida salvaje a uno de orden y moral, superior y civilizado.

Hobbes define 19 leyes de naturaleza sin embargo existen dos fundamentales de


las cuales se derivan las restantes. La primera de ellas se refiere a que cada
hombre debe esforzarse por la paz, mientras que tiene la esperanza de lograrla, y
cuando no puede obtenerla, debe buscar y utilizar todas las ayudas y ventajas de
la guerra. La segunda ley dice que el hombre debe acceder a renunciar este
derecho de todas las cosas y a satisfacerse con la misma libertad, frente a los
demás con respecto a él mismo.

Escribió Leviatán, un manual sobre la naturaleza humana y cómo se organiza la


sociedad. En Leviathan, Hobbes expuso su doctrina de la fundación de estados y
gobiernos legítimos y creó una ciencia objetiva de la moralidad. Esto dio lugar a la
teoría del contrato social. Leviathan fue escrito durante la Guerra Civil Inglesa;
gran parte del libro se ocupa de demostrar la necesidad de una autoridad central
fuerte para evitar el mal de la discordia y la guerra civil.
Rousseau explica que el ser humano está orientado naturalmente para el bien,
pues el hombre nace bueno y libre, pero la educación tradicional oprime y
destruye esa naturaleza y la sociedad acaba por corromperlo.

Rousseau se apoyaba en la tesis del buen salvaje, según la cual el ser humano,
en su estado natural, original y primitivo, es bueno y cándido, pero la vida social y
cultural, con sus males y sus vicios, lo pervierten, llevándolo al desorden físico y
moral. De ahí que considerase que el hombre en su estado primitivo fuese
superior moralmente hablando al hombre civilizado. Sin embargo, el hombre, que
en esencia es un ser social, que depende del conjunto de las relaciones sociales
que establece con otros, en realidad es corrompido por la sociedad capitalista,
cuyo sistema, erigido sobre la explotación del hombre por el hombre, y donde
cada individuo debe luchar encarnizadamente para mantener sus privilegios y
posesiones, es fundamentalmente egoísta, individualista e injusto, y contrario a la
naturaleza social del ser humano.

Rousseau produjo uno de los trabajos más importantes de la época de


la Ilustración; a través de su El contrato social, hizo surgir una nueva política. Esta
nueva política está basada en la, voluntad general, y en el pueblo como
depositario de la soberanía. Expone que la única forma de gobierno legal será
aquella de un Estado republicano, donde todo el pueblo legisle;
independientemente de la forma de gobierno, ya sea una monarquía o
una aristocracia, no debe afectar la legitimidad del Estado

Jean-Paul Sartre no decía que el hombre fuera bueno o malo él se basaba en la


filosofía existencialista que es referente a la existencia auténtica, eso es
la conciencia de la libertad, la vida no tiene un sentido, sino en la medida que se
va desarrollando y ejerciendo la libertad, la vida sólo tiene sentido como
compromiso y acción en el mundo de las existencias de los otros, de la sociedad.

Sartre rechaza la existencia de una naturaleza espiritual o física que pueda


determinar nuestro ser, nuestro destino, nuestra conducta. Para él el hombre en
su origen es algo indeterminado, y sólo nuestras elecciones y acciones forman el
perfil de nuestra personalidad.

En lo personal me gusta tomar la postura de Sartre, ya que él se refiere a que el


hombre es como tal un proyecto que se va a ir realizando y perfeccionando toda
nuestra vida.

Cuando un bebe nace, no tiene conciencia como tal, no sabe la diferencia de lo


bueno o lo malo, pero te puedes dar cuenta que al hacer algo que a él le disgusta,
llora, se queja, pero cuando haces algo que le agrada, sonríe, suelta risas
pequeñas. A lo que me refiero es que al ir creciendo vas forjándote para ser una
persona con ética y moral, el hombre nace siendo nada, ni bueno ni malo, es
neutral, pero en la sociedad existen reglas y derechos, que sabemos se deben de
cumplir, ya que el hombre toma decisiones por el simple hecho de que es un ser
razonante las acata o las rompe.

El capitalismo es una de las razones principales de que se diga que el hombre es


malo, porque al imponerte algún estatus, estereotipo, o algún modelo a seguir y
cumplir para encajar en algún grupo, te hace desear cada vez más.

Todo individuo, toda sociedad, se ha tenido que enfrentar a hechos inevitables y


ha resuelto de distintos modos los problemas vitales a los que conducen. Sartre se
refiere a la inevitable sociabilidad humana, a la inevitable libertad en la que vive el
hombre y a la inevitable indigencia material de nuestra existencia, indigencia que
obliga al trabajo y a las distintas formas de organización social que sobre el trabajo
se levantan.

Tú eres el único que te puede definir como bueno o malo dependiendo las
decisiones que tomas, y el contexto en el que te encuentres, porque si nos
fuéramos por la vida preguntándole a la gente sui eres bueno o malo, cada quien
interpreta las acciones y decisiones que se toman de manera diferente.

Fuente: Hidrográficas
https://ssociologos.com/2012/02/17/el-hombre-es-bueno-o-malo-por-
naturaleza-las-respuestas-de-freud-y-hobbes/

https://www.significados.com/el-hombre-es-bueno-por-naturaleza/

http://www.selectividad.tv/
S_FF_4_3_10_S_que_es_el_hombre_de_acuerdo_con_sartre.html

https://www.e-torredebabel.com/Historia-de-la-filosofia/
Filosofiacontemporanea/Sartre/Sartre-CondicionHumana.htm
¿Es el ser humano bueno o malo por naturaleza? los filósofos Thomas Hobbes
y Jean-Jacques Rousseau tenian opiniones diferentes al respecto.

Por: Robin Douglass*

En 1651, Thomas Hobbes escribió que la vida en el estado de naturaleza, es


decir, nuestra condición natural fuera de la autoridad de un estado político, es
"solitaria, pobre, desagradable, brutal y breve". Poco más de un siglo después,
Jean-Jacques Rousseau respondió que la naturaleza humana es esencialmente
buena y que podríamos haber vivido vidas pacíficas y felices mucho antes del
desarrollo de algo parecido al estado moderno. Entonces, a primera vista, Hobbes
y Rousseau representan polos opuestos en respuesta a una de las antiguas
preguntas de la naturaleza humana: ¿somos naturalmente buenos o malos? De
hecho, sus posiciones reales son más complicadas e interesantes de lo que
sugiere esta cruda dicotomía. Pero, ¿por qué deberíamos siquiera pensar en la
naturaleza humana en estos términos?

La cuestión de si los seres humanos son inherentemente buenos o malos puede


parecer un retroceso a las controversias teológicas sobre el pecado original,
quizás una que los filósofos serios deberían dejar de lado. Después de todo, los
humanos son criaturas complejas capaces tanto del bien como del mal. Ponerse
inequívocamente en un lado de este debate puede parecer bastante ingenuo, la
marca de alguien que no ha logrado captar la desordenada realidad de la
condición humana. Tal vez sea así. Pero lo que Hobbes y Rousseau vieron muy
claramente es que nuestros juicios sobre las sociedades en las que vivimos están
moldeados en gran medida por visiones subyacentes de la naturaleza humana y
las posibilidades políticas que estas visiones conllevan.
Da la casualidad de que Hobbes realmente no pensó que fuéramos malvados por
naturaleza. Su punto, más bien, es que no estamos programados para vivir juntos
en sociedades políticas a gran escala. No somos animales políticos por
naturaleza, como las abejas o las hormigas, que cooperan instintivamente y
trabajan juntos por el bien común. En cambio, somos naturalmente egoístas y nos
cuidamos ante todo. Nos preocupamos por nuestra reputación, así como por
nuestro bienestar material, y nuestro deseo de tener una posición social nos lleva
al conflicto tanto como a la competencia por los recursos escasos.

Si queremos vivir juntos en paz, argumentó Hobbes, debemos someternos a un


organismo autorizado con el poder de hacer cumplir las leyes y resolver conflictos.
Hobbes llamó a esto el "soberano". Mientras el soberano conserve la paz, no
debemos cuestionar ni cuestionar su legitimidad, ya que de esa manera nos lleva
al estado de naturaleza, el peor lugar posible en el que podríamos encontrarnos.
No importa si estamos de acuerdo personalmente con las decisiones del
soberano. La política se caracteriza por el desacuerdo y si pensamos que nuestras
propias convicciones políticas o religiosas son más importantes que la convivencia
pacífica, esas convicciones son el problema, no la respuesta.

Hobbes había visto de cerca los horrores de la Guerra Civil inglesa y la guerra civil
sigue siendo la ilustración más convincente de su estado natural. Hoy en día, los
lectores a menudo se inclinan a descartar sus ideas por considerarlas demasiado
sombrías, pero eso probablemente dice más sobre nosotros que sobre él. Hobbes
vio la paz duradera como un logro raro y frágil, algo que aquellos de nosotros lo
suficientemente afortunados como para no haber experimentado la guerra,
estamos preocupados de olvidar. Pero gran parte de la historia de la humanidad
ha sido devastada por la guerra y, lamentablemente, todavía hay muchas
personas que viven en estados devastados por conflictos y guerras; en tales
casos, Hobbes habla a través de los siglos.
Incluso si Hobbes tenía razón sobre la guerra civil, ¿realmente había descubierto
la verdad sobre la condición humana? Rousseau pensó que no y acusó a Hobbes
de confundir las características de su propia sociedad con una visión eterna de
nuestra naturaleza. El mensaje principal de la crítica de Rousseau a Hobbes es
que no tenía por qué ser así. Claro, hoy somos criaturas competitivas y de interés
propio, pero no siempre fue así.

Según el análisis hobbesiano, un estado político autoritario es la respuesta al


problema de nuestra naturaleza naturalmente interesada y competitiva. Rousseau
vio las cosas de manera diferente y, en cambio, argumentó que ahora solo somos
egoístas y competitivos debido a la forma en que se han desarrollado las
sociedades modernas. Pensó que en las sociedades preagrícolas (tomó como
modelo los informes de los viajeros sobre los pueblos indígenas estadounidenses)
los humanos podían vivir una vida pacífica y plena, unidos por sentimientos
comunitarios que mantenían bajo control nuestros deseos competitivos y
egoístas.

Para Rousseau, todo empezó a salir mal una vez que los seres humanos
perfeccionaron las artes de la agricultura y la industria, lo que finalmente condujo a
niveles sin precedentes de propiedad privada, interdependencia económica y
desigualdad. La desigualdad genera división social. Donde las sociedades alguna
vez estuvieron unidas por fuertes lazos sociales, la escalada de la desigualdad
pronto nos convirtió en competidores despiadados por el estatus y la dominación.
La otra cara de la creencia de Rousseau en la bondad natural es que son las
instituciones políticas y sociales las que nos hacen malvados, como lo somos
ahora. En su recuento secularizado de la Caída, el advenimiento de la desigualdad
económica ocupa el lugar de nuestra expulsión del Jardín del Edén. Sigue siendo
una de las acusaciones más poderosas de la sociedad moderna en la historia del
pensamiento occidental.
Rousseau pensó que una vez que la naturaleza humana ha sido corrompida, las
posibilidades de redención son extremadamente escasas. En su época, tenía
pocas esperanzas para los estados comerciales más avanzados de Europa y,
aunque nunca presenció el inicio del capitalismo industrial, es seguro decir que
solo habría confirmado sus peores temores sobre la desigualdad. El aguijón en la
historia del análisis de Rousseau es que, incluso si Hobbes estaba equivocado
sobre la naturaleza humana, la sociedad moderna es hobbesiana hasta la médula
y ahora no hay vuelta atrás.

Esta forma de poner las cosas agrega un giro a la narrativa habitual, donde se
supone que Hobbes es el pesimista y Rousseau el optimista. Si eso es cierto en lo
que respecta a sus ideas sobre la naturaleza humana, ocurre lo contrario cuando
se trata de su evaluación de la política moderna. Si cree que la vida moderna se
caracteriza por el interés propio y la competencia, entonces una respuesta es
sentarse y preguntarse cómo esas criaturas individualistas lograron formar
sociedades pacíficas. Pero si crees que hay un lado mejor de la naturaleza
humana, que somos naturalmente buenos, es más probable que te preguntes:
¿dónde salió todo mal? Hobbes vio sociedades divididas por la guerra y ofreció un
camino hacia la paz. Rousseau vio sociedades divididas por la desigualdad y
profetizó su caída.

Estas perspectivas rivales todavía dividen al mundo hoy. ¿Nos ha convertido el


capitalismo en enemigos que compiten sin cesar entre sí por ganancias y
prestigio, o ha descubierto una forma relativamente benigna de coordinar las
actividades de millones de personas en cualquier estado sin degenerar en un
conflicto? La forma en que responda a esta pregunta dependerá en gran medida
de cuáles cree que son las alternativas, y esas alternativas se basarán en
supuestos sobre la naturaleza humana: si somos buenos o malos, es decir, si es
posible organizar sociedades en torno a los mejores aspectos. de nuestra
naturaleza (empatía, generosidad, solidaridad) o si lo máximo que podemos
esperar es encontrar formas ingeniosas de hacer un buen uso de nuestro propio
interés. Incluso si crees que somos buenos por naturaleza, La pregunta sigue
siendo si es posible aprovechar nuestras mejores cualidades en las condiciones
sociales y económicas modernas. Y sobre esa cuestión, es Rousseau, no Hobbes,
quien nos da más motivos para desesperarnos.

*El Dr. Robin Douglass, es Profesor Titular de Teoría Política en King's College
London. Es autor de Rousseau y Hobbes: Nature, Free Will, and the Passions
(2015). Estudió en la Universidad de York tanto su Licenciatura en Historia y
Política como su Maestría en Filosofía Política, y luego en la Universidad de
Exeter para su doctorado.

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