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Astrid Veloso Yáñez

COSAS DE MUSAS
Y OTRAS MICROFICCIONES
Cosas de musas y otras microficciones

Astrid Veloso Yáñez


©2020, Astrid Veloso Yáñez.
©2023 Edición ampliada.

©AstridVeloso Yáñez. Cosas de musas y otras


microficciones. Primera edición 2020. Santiago
de Chile, Taller de narrativa Yo también
cuento. Edición ampliada 2023.

Ilustraciones de Ángel Delgado.


Contenido
COSAS DE MUSAS Y NO TAN MUSAS 7
ERRADA 8
NUEVA ERA 9
COSA DE DIOSAS 10
SÍNTOMAS DE UNA ILETRADA 11
SEUDÓNIMO 12
EL ALMA DE LA FIESTA 13
TERPSÍCORE 14
EMPRENDEDURISMO 15

MANZANAS Y MANZANITAS 17
APETITO 18
EN SU PUNTO 19
GRAVE ACCIDENTE 20
PAPEL SECUNDARIO 21

MINICUENTOS GRIEGOS 23
EL SPOT PUBLICITARIO 24
UNA COSA DE OÍDO 25
PROBLEMAS DE VISIÓN 26
EL ALCOHOLISMO NO SIEMPRE ES MALO 27
SOLO PARA INICIADOS 29
MANUAL DE INSTRUCCIONES 30
COSAS DE FAMILIA 31
UN IMPOSIBLE 32

OTRAS MICROFICCIONES 33
CUENTO DE NAVIDAD 34
TELEKINESIS 35
AMOR, SAPOS Y CUCARACHAS 36
EMPANADAS 39
UNA MADRE FANÁTICADE LA LIMPIEZA 48
LA NOVIA VOLADORA. INTERPRETACIÓN
LIBRE DE UN CUADRO DE CHAGALL 50
EL PECADO DE LA CARNE 52
UNA TARDE DE OCTUBRE 55
VIDA DESPUÉS DE LA VIDA 57
COSAS DE MUSAS
Y NO TAN MUSAS

5
ERRADA

Ella se presentó confiada a los primeros


Juegos Florales de Chile del año 1914,
pero a pesar de llamarse Calíope, ganó
Gabriela1.

1 Gabriela Mistral ganó ese año con Los Sonetos de


la Muerte.

8
NUEVA ERA

Hizo todo lo posible por demostrar sus


conocimientos, pero solo logró que su
nombre fuera utilizado en aquel
automóvil que la marca francesa lanzó
ese año: “Clío”.

9
COSA DE DIOSAS

Postuló al Premio Nobel de literatura con


sus poesías, pero a Erató ese año le ganó
nuestra Gabriela.

10
SÍNTOMAS DE UNA ILETRADA

Euterpe nunca pudo entender por qué


Ulises no escuchaba su flauta.

11
SEUDÓNIMO

Ella se aburrió de cantar tragedias y


andar con un cuchillo por ahí sin más, se
cambió el nombre de Melpómene a Mon
Laferte y arrasó con los discos de oro.

12
EL ALMA DE LA FIESTA
Polyhymnia estaba acostumbrada a ser
callada y discreta, pero ese día, Baco la
invitó a una parranda y hasta ahí nomás
llegó su silencio y discreción.

13
TERPSÍCORE
Ese vallenato fue bailado como nunca
por la bella mulata con nombre raro.

14
EMPRENDEDURISMO
Como un efecto de la pandemia y
aprovechando sus conocimientos de las
ciencias exactas y la astronomía, Urania
inauguró su agencia de viajes astrales, sin
requerir aportes del Estado.
13

15
MANZANAS Y MANZANITAS

17
APETITO

Ella no aspiraba a ser conocida por la


humanidad, el destino quiso otra cosa y
junto con ser mordida por Eva, saltó a la
fama.

18
EN SU PUNTO
Estaba madura, roja y brillante…cuando el
infame Guillermo lanzó la maldita flecha.

19
GRAVE ACCIDENTE

Ese día al igual que otros, el señor


amable daba su paseo acostumbrado
bajo los árboles del huerto, cuando un
viento más fuerte de lo habitual la lanzó
justo a la cabeza de don Isaac y nunca
pensó que sería de tal gravedad…

20
PAPEL SECUNDARIO
Sin tener arte ni parte, la malévola bruja
la envenenó y sin ella quererlo fue la
responsable del sueño de la protagonista
del cuento.

21
MINICUENTOS GRIEGOS*

* Las microficciones de esta sección fueron publicadas en la


antología Frutos de Otoño. Cosecha 2013. Santiago de
Chile: Letras del Alma Santiago, 2013.

23
EL SPOT PUBLICITARIO

Penélope estaba feliz, sería el rostro


publicitario del comercial de esas lanas
preciosas que a ella tanto le gustaba
tejer.

24
UNA COSA DE OÍDO
Cuando Ulises comprendió la verdad,
cambió la cera de sus oídos por una
buena terapia psiquiátrica y empezó su
sanación.

25
PROBLEMAS DE VISIÓN
Polifemo nunca tuvo buen ojo.

26
EL ALCOHOLISMO NO SIEMPRE ES
MALO

Si Narciso hubiese sido un


alcohólico, se habría salvado de
morir ahogado.

27
SOLO PARA INICIADOS

29
MANUAL DE INSTRUCCIONES
El bibliotecario del Penal no se explicaba
por qué el libro más solicitado era ese de
Ernesto Sábato.

30
COSAS DE FAMILIA

A la bisabuelita se la llevó el río y ahora


descansa en pez.

31
UN IMPOSIBLE
Cuando Euclides escuchó la canción
“Estoy en medio de un triángulo...“ se
tocó la cabeza sin lograr solución ni
siquiera justificación.

32
OTRAS MICROFICCIONES

33
CUENTO DE NAVIDAD
La chimenea era una de las más grandes
que recordaba haber descendido, el
calor también el más intenso. Esa noche
debido a la tupida ventisca, los renos no
leyeron el letrero que decía “Crematorio
Municipal”.

34
LA TELEKINESIS
Ese atardecer veraniego, ella tejía en su
sala. Cuando el tejido la cansó, decidió
practicar sus ejercicios de telekinesis, se
concentró en un libro que tenía en su
velador y decidió moverlo hasta su
escritorio. Sintió un pequeño ruido, y
contenta con este resultado aumentó su
concentración. Se escuchó un ruido más
fuerte, y hasta sintió que algo se
quebraba. Se puso de pie y se dirigió al
dormitorio, descubrió que allí reinaba el
caos, cajones revueltos, closet vaciado,
ropa tirada, su cartera dada vuelta. Miró
con sorpresa hacia la ventana para
comprobar que su ejercicio de
telekinesis había contado con la ayuda
de un casi silencio ratero.

35
AMOR, SAPOS Y CUCARACHAS

La mujer no tenía piernas y el amor de


su vida vivía muy lejos. El único camino
por el que podía llegar a él estaba
infestado de sapos y cucarachas. Ella
padecía de pavor a estos seres. Entonces
recurrió a un método inesperado que
cambiaría para siempre su destino.
Realmente y en honor a la precisión que
nos exige este cuento, debemos decir
que adoptó dos métodos. En relación a
su discapacidad, y tomando en cuenta
que era mujer de recursos, encargó al
extranjero la maravillosa silla Pride Jet 3,
también llamada Scooter Eléctrico
Recargable. Además, pidió a los
fabricantes que le agregaran unas
36
orugas especiales para subir tanto por
lugares un poco escarpados como
escaleras, ya que la casa de su amado
estaba ubicada en una pequeña colina.
Para sacar del camino a los asquerosos
sapos y despreciables cucarachas ideó,
con la ayuda de un técnico, la
incorporación a su silla de tubos que
lanzaban olor concentrado de salvia y
ajenjo; como es sabido los batracios
odian estos aromas. Al mismo tiempo el
aire salía a -5° Celsius y a los insectos
dictiópteros no les gusta el frío. Armada
así con este sistema de transporte ya no
tenía problemas para visitar al amor de
su vida. Pero, durante el proceso de
compra de su silla, de la instalación de
los mecanismos para alejar a las
alimañas, se dio cuenta de que “el amor
de su vida” era un perfecto patán, que

37
nunca había hecho ningún esfuerzo por
visitarla, era un hombre cómodo, flojo e
indolente. Cuestionó seriamente su
relación y decidió abandonarlo, se
reencontró consigo misma y valorizó su
libertad.
El olor a salvia —más que el del ajenjo—
provocó efectos especiales entre ella y el
técnico, sin darse cuenta se enamoraron
perdidamente, se amaron con locura
hasta que los efectos del olor a salvia
pasaron y el del ajenjo los tranquilizó.
Una vez calmada la locura amatoria,
formalizaron su relación estableciendo
una empresa de control de plagas
basada en métodos orgánicos no
contaminantes.

38
EMPANADAS
Despertaron frenéticas porque ese día
volvía “el niño”. Desde la capital, en un
mensaje de texto, y por medio del
teléfono celular de un vecino, les había
avisado a sus tías que llegaría en el bus
de las doce, que lo esperaran con unas
ricas empanadas.
Juanita y Teresa eran dos hermanas
famosas por la buena mano que tenían
para la cocina, Juanita se destacaba por
el charquicán y las pantrucas, sólo ella
sabía darles ese sabor tan especial, ni un
gramo más de sal ni de ningún otro
condimento que opacara el sabor propio
de estos dos platos.
Teresa era reconocida por las cazuelas y
la preparación del costillar de chancho,
este último era, según decían, “un
manjar de dioses”, pero lo que las

39
.
consagraba era las famosas empanadas
de horno.

Ellas eran felices cocinando y convidando


sus exquisiteces a la familia, amigos y
vecinos. Los fines de semana, Juanita se
levantaba muy temprano a prender el
viejo horno de barro y luego entre las
dos empezaban la fabricación de las
caldúas.

El Niño, era el sobrino favorito de ambas,


lo habían criado desde que sus padres
murieron en un accidente.

Con esfuerzo, lo mandaron a la capital.


Estudió una cosa que se llamaba
Administración de algo, nunca se
acordaban del título de la carrera del
niño, pero no les preocupaba –total—
decían, mientras él lo sepa, todo está
bien.

40
A las doce justitas llegó el bus a la plaza
del pueblo. Allí estaban las dos
esperando nerviosas al niño, no se
acostumbraban a llamarlo de otra
manera, pese a la molestia del sobrino
que insistía en pedirles que lo llamaran
por su nombre.
Al final bajó Roberto y buscándolas con
la mirada: —“¡¡¡Tiítas lindas, aquí
estoy!!!”.
Se abrazaron y sonrientes lo ayudaron
con sus maletas. Entre todas las cosas
que traía se destacaba un bulto plano,
no muy pesado y que el niño no lo
soltaba.
—¿Qué es eso Robertito? Preguntó
Juanita.
—Es mi notebook tiíta.
—Ahhh ¿Y qué es eso? ¿Para qué sirve?
—Ya lo verás mi querida tía.

41
Conversando de todo y de aquello, los
tres llegaron a la casa en donde los
esperaba el resto de la familia y algunos
amigos. Roberto era el centro de
atracción, todos estaban encantados con
la vuelta del niño. Sentados a la mesa,
atacaron las ricas empanadas que Teresa
acababa de sacar del horno.
Después de la emocionante llegada, la
vida continúo su curso. El Niño
deambula de aquí para allá y de allá para
acá, sin tener muy claro qué hacer,
pensando que debía trabajar, pero
primero tendría unas “bien merecidas
vacaciones”.

Mientras descansaba cerca del parrón y


del viejo horno de barro, se levantó y
empezó a mirar por todos lados.

42
Observó largamente cómo sus tías
hacían las empanadas, luego siguió con
las preguntas: —¿Cuánto cuesta la
harina? ¿A cómo salen los huevos? ¿No
es más más barato comprarlos?
Alimentar gallinas me parece que es
poco rentable tías… —¿Las pasas las
hacen ustedes o las compran?
Ellas muy afanadas contestaban sus
preguntas. El anotaba todo en esa
máquina de escribir con pantalla que él
les decía a cada rato que se llamaba
“notbuk”, pero que ellas no lograban
entender su funcionamiento. Al
anochecer del viernes, el niño las llamó.
—Tiítas, vengan… Las haré ricas, ya
verán…. Para eso soy Administrador de
Empresas. Les mostró una serie de
papeles con varios datos en donde al
final decía “Valor Neto de una empanada
$ 300, Margen de Comercialización 25%,
Valor Final $ 375”.

43
Las hermanas miraron al Niño sin decir
nada…
Roberto empezó a explicar:
—Miren tías, ustedes tienen un don,
hacen las mejores empanadas de la
región, en vez de regalarlas, las vamos a
COMERCIALIZAR, ¿De acuerdo? —.
Juanita y Teresa asentían con sus cabezas
sin decir nada.
Roberto, proseguía con sus
explicaciones, ellas sólo lo miraban
arrobadas: –¡Tan lindo que habla el
Niño! Para eso estudió ¿cierto? Después
de un buen rato de explicaciones, que a
ellas les entraban por un oído y les salían
por el otro, entendieron que lo que el
niño quería, era vender las empanadas.
Les habló de la economía a escala. Ellas
cacharon que ya no podían comprar la
harina en el negocio de la comadre Rosa.

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Los huevos ya no serían de sus gallinas y
que deberían comprarlos al por mayor. El
viejo horno de barro sería reemplazado
por un horno a gas… y otras cosas por el
estilo.
—Lo bueno de todo esto tiítas— ganarán
plata, tendrán sus pesitos, que nunca
están demás ¿No les parece? Se miraron
y dijeron: —¿Por qué no?
La primera producción fue entretenida,
las vendieron todas. La segunda vez no
alcanzaron a satisfacer la demanda– dijo
el Niño. Hasta que la fabricación de sus
empanadas dejó de ser divertida, no
cantaban ni se reían cuando picaban la
cebolla, ni menos cuando las entregaban
a las personas desconocidas que
llegaban a hacer cola frente a la casa.

45
—Tías, debemos modernizarnos, una
máquina hará la masa y otra picará la
cebolla. ¡Ah! Ustedes no deben hablar
tanto mientras cocinan… hay que
PRODUCIR.
Más tarde, el Niño les comunicó otra
noticia. TENEMOS UNA PÁGINA WEB Y
VAMOS A VENDER POR INTERNET… ¡Esta
cosa funciona, tías!
Así que de pronto se convirtieron en dos
sombras llenas de harina, tristes y con
mucho cansancio, nunca más se
divirtieron. Las empanadas ya no eran
envueltas en ese papel café, que les
convidaba don José de la ferretería,
ahora debían envolverlas en ese papel
especial “con el logo” diseñado por el
Niño. Mientras que Robertito con su
Notebook, la web y el mail recibía los
pedidos, ellas pensaban en cómo habían
llegado a “esto”.

46
Un viernes por la noche, mientras
sacaban las últimas empanadas para
entregar el sábado, el niño dio un
alarido: ¡UN VIRUS… PERDÍ LA
INFORMACIÓN… SE CAYÓ LA RED!
Junto con la caída de la red, ellas
también “cayeron”, se miraron al mismo
tiempo. Mientras una desenchufaba el
notebook, la otra lo colocaba en su
estuche. Le avisaron al Niño que tenían
su pasaje comprado para el sábado en el
bus de las doce.
—Allá en la capital podrás buscar otra
empresa qué administrar—le dijeron.
Cuando llegó el sábado, lloraron de
alegría junto a sus cebollas, mientras
empezaban a armar el tradicional pino
para las empanadas de siempre.

47
UNA MADRE FANÁTICA DE LA
LIMPIEZA
De un tiempo a la fecha venía con ganas
de mandar todo al soberano carajo,
encontraba muy aburrida la profesión de
viajante de comercio, pero no tenía
opción ya que su anciano padre estaba
endeudado y por su edad no estaba en
condiciones de honrar su deuda, a él
como hijo mayor solo le quedaba asumir
la responsabilidad de mantener a la
familia.
Calculó con entusiasmo que en cinco
años más estaría libre al fin de ese
maldito trabajo, así podría dedicarse a
otra cosa. Sin embargo, sin saber cómo,
durante uno de sus viajes un maleficio
endemoniado apresó su cuerpo. Cuando
despertó estaba convertido en algo
repulsivo.

48
Tratando de sobrellevar la situación se
refugió en una esquina. Daba vueltas
buscando las palabras apropiadas para
convencerse a sí mismo de que la familia
lo iba a comprender, que sin duda podría
contar con el apoyo incondicional de
todos ellos… cuando la puerta de su
dormitorio se abrió de golpe, y él vio
¡horrorizado! nada más y nada menos
que a su madre, armada con un tarro del
insecticida más poderoso del mercado
para eliminar cucarachas.

49
LA NOVIA VOLADORA.
INTERPRETACIÓN LIBRE DE UN
CUADRO DE CHAGALL
El mundo está de cabeza, la guerra se ha
adueñado de la Tierra. Reina el caos, el
hambre, la muerte y la destrucción.
La mujer enamorada decide ser feliz a
pesar de todos los pesares. Se viste de
novia, toma su fetiche verde, un ramo de
lirios azules, monta un Pegaso multicolor
con cabeza blanca, una gran ala roja y otra
pequeña ala amarilla. Espera poder
remontar por los cielos enrojecidos. Abajo
quedarán las ruinas, la miseria y el odio.
Ella emprenderá el vuelo hacia donde está
su amado.
Su amado ha vuelto a buscarla, la cuidad
está devastada y oscurecida. Hombres y
mujeres viven sin esperanzas. Él, en medio
de todo, levanta su mirada al cielo y la ve
allá arriba, no sabe qué hacer para indicarle
que ahí está, cierra sus ojos, siente los
latidos del corazón de su amada y
mágicamente aparece en sus

50
manos una menorá con las seis velas
encendidas. Recibe un fuerte impulso,
escucha cánticos celestiales, abre sus
ojos, ella sonríe, le tiende su mano y lo
ayuda a subir al Pegaso, juntos una vez
más, vuelan hacia un mañana
prometedor.

51
EL PECADO DE LA CARNE
Iba a cumplir 10 años, la primavera
estaba por todos lados, los árboles
verdeando, los aromas diversos y la
lluvia “mata pajaritos” botó los pétalos
de las flores de mi ciruelo y el jardín
parecía como si estuviera nevado. Quizá
la experiencia visual con esos pétalos me
llenó de ilusión de poder llevar un
vestido hermoso.
Ocurrió que, cuando se acercaba el mes
de diciembre llegó el consejo de las tías
—toda una institución familiar—,
debíamos hacer la primera comunión.
Mis padres se declararon católicos a su
manera y no llevaban vela en el entierro.
Mi hermana se declaró atea, negándose
terminantemente a “cumplir con ese
rito” mientras no le dieran respuesta a
dos preguntas para ella
“fundamentales”: “¿de dónde vengo?” y
“¿hacia dónde voy?”.

52
Yo, más sumisa, y además pensando en
el vestido blanco, empecé a asistir al
catecismo, que eran unas charlas muy
aburridas que hacían unas monjitas y un
cura. Una debía además aprender varios
rezos y cantos, creo que a pesar de lo
aburrido que era, en esos días me sentía
casi una santa.
Finalizado el catecismo, ya estaba en
condiciones para “recibir el cuerpo de
Cristo”. Y llegó el día en que debía
confesar mis pecados al sacerdote. La
noche anterior repasé con angustia los
pecados que había cometido, traté de
hacer una lista para no olvidar ninguno,
pero en el momento que lo necesitaba
no logré recordar lo que anoté en el
papel. Acudí temerosa ante el
confesionario, ubicado en un pasillo frío
y con poca luz a un costado de la iglesia,
tratando de no olvidar ningún pecado
cometido. El cura seguramente aburrido

53
con mi confesión, de repente con una
voz fuerte y ronca me interrumpió para
preguntarme si tenía “el pecado de la
carne”, y bueno, considerando que el
negocio familiar era una carnicería,
contesté rápidamente: “Sí, padre”.
Vuelve a preguntarme: “¿Cuántas veces
al día?”, y contesto que: “Dos veces… y
algunas tres”, recordando súbitamente
que, en ocasiones, a la hora del té, mi
abuelita nos preparaba unos exquisitos y
jugosos churrascos en una marraqueta
calientita. La penitencia que me asignó el
curita fue mucho más larga que la de las
otras niñas y con la advertencia de que si
seguía con ese pecado de la carne,
ardería para siempre en el infierno.
Desde entonces pensar en la palabra
“carne”, me quita el hambre.

54
UNA TARDE DE OCTUBRE
Estaba con su hijo de escasos trece
meses en su casa de madera, ubicada
arriba de los cerros en el Antofagasta de
hace 40 años. El niño se entretenía
jugando ajeno a preocupaciones y
miedos; era casi la hora del té cuando
irrumpieron violentamente y empezaron
a revolverlo todo, se llevaron unos
cuantos libros, y el niño y ella quedaron
esperando su regreso.
Afuera, en las cercanías lo habían
apresado, se lo llevaron esa tarde de
octubre, ojos vendados, manos en alto y
custodiado por una tropa verde oliva
muy armada.
El hombre olía a olivas y le dolía ese olor.
Los vecinos de los cerros se enteraron y
la acompañaron en esa noche larga e
interminable.

55
Al hombre esa noche lo golpearon, lo
humillaron, lo ofendieron, pero él estaba
ausente, solo pensaba en su mujer y en
su hijo, en su casa de madera arriba del
cerro.
Cuando lo llevaron, la cuadra guardó
silencio solidario, mientras la madre del
hombre hacia el pan para sus hermanos.

56
VIDA DESPUÉS DE LA VIDA

Hoy me enterraron cerca de las tres de la


tarde, es un día gris, pese a que
amaneció con un sol tímido, a medio día
se nubló y ahora está cayendo una
llovizna finita. Me pregunto si me mojaré
mucho, acá abajo no siento el ruido de la
lluvia, puede ser que como es suavecita
no la escucho o quizás deberé aprender
a escuchar de otra manera,
“subterráneamente” diría un poeta, en
fin, ya veré.
No sé qué hacer por ahora, ¡han sido
tantas emociones juntas! Creo que lo
mejor será que descanse, me relaje y
planifique mi nueva vida bajo tierra,
mañana veremos. Suena raro, ¿verdad?
Pero tengo todo el tiempo del mundo
para pensar.

57
Todavía no puedo relajarme por más que
lo intento, es bien extraño estar acá
abajo… Voy a tratar de acomodarme
mejor en este espacio tan estrecho.
¿Cuánto rato habrá pasado ya? Parece
que acá el tiempo no cuenta. Deberé
acostumbrarme no más. ¡Bien aburrido
“el descanso eterno”. Mejor pienso que
entraré al “período de latencia”. Me
gusta ese término
Saberse bajo tierra, no la angustiaba,
sentía un poco de pena ya que no
escucharía cantos de los grillos ni de los
pájaros, no sentiría el viento, ni vería las
estrellas, tampoco podría sentir el sol
sobre su cuerpo o distinguir el día de la
noche, pero estaba intrigada por conocer
esta otra forma de la vida, que mal que
mal, ahora era su futuro.

58
¡Qué aburrida estoy! ¿Qué es ese ruido?
Está muy cerca de mí, me hace cosquillas
y siento que me empuja, me mueve,
lástima que no pueda ver qué cosa es.
Las cosquillas me molestan mucho, me
dan risa y no puedo moverme.
Lo que siente son unos minúsculos
mosquitos que la acompañarán de ahora
en adelante y también deberá empezar a
conocer las lombrices de tierra. En los
días siguientes empezó a preocuparse de
los sonidos, que bajo tierra eran como en
sordina, secos, no tenían eco y sí eran
muy fuertes. Producían pequeños
desprendimientos de tierra, la que cae
suavemente en su nueva casa.
¿Cuánto tiempo habrá pasado ya? El
envoltorio que me protege aún está
firme, aunque noto que mi cuerpo está
cambiando… diría que me estoy
hinchando y eso que no he comido
nada…

59
Donde ella se encontraba, hay una
temperatura diferente de la que se
encontraba en la superficie, también
estaban las sales minerales y el agua,
todos elementos que ayudaran a
apresurar el estado de latencia, como a
ella le gustaba decir.
¡Puchas que estoy mojada! Esta agua
está haciendo que me hinche. No me
gusta esta sensación, claro que al menos
no me duele nada.
Una sensación, en extremo
desagradable, fue cuando sintió que el
agua la inundaba y no era esa agua
cristalina y fresca que conocía. Esta era
barrosa, espesa y la ahogaba.
Definitivamente, es lo más desagradable
que me ha sucedido hasta ahora. Me
tengo que acostumbrar, pero, valga la
redundancia ¡Me mata la humedad! Más
encima el calor que está haciendo aquí
abajo es terrible. Estas hilachas que
tengo por todos lados ¿Qué diablos
serán? ¿Me estaré deshaciendo?

60
Así es, estoy llenándome de hilachas y
además de estás hay otra cosa que crece
en medio de mi cuerpo. ¡Y este calor
infame!
Con el pasar de los días, junto con las
cosas desagradables que le estaban
sucediendo, aprendió muchas cosas
nuevas, sin darse cuenta podía
diferenciar el día de la noche, sólo
tomando en cuenta la temperatura.
También empezó a conocer los olores
subterráneos y su oído se aguzó de tal
manera que puede conocer las pisadas
de las hormigas que caminaban sobre
ella.
Creo que ya no soy la misma, mi cuerpo
ya casi no existe. Hasta las lombrices de
tierra me han abandonado. Empiezo a
sentir como si me moviera hacia la
superficie. Siento un calor diferente… El
viento… ¿Es la luz lo que veo? Es tan
fuerte ¿Será la famosa luz de la que
hablan todos?

61
Lleva casi treinta días y, definitivamente
ya no es la misma. Siente que debería
asomarse afuera a como sea, se mueve
con dificultad, se sacude la tierra que
tenía encima, la luz la enceguece, el
calor la inunda y atonta. Trata de mirar
hacia arriba y se da cuenta que su
cuerpo cambió… Era una pequeña
plantita que junto a otras como ella
brotaban tímidamente entre los surcos
recién regados del potrero sembrado de
maíz.

62
ASTRID VELOSO YÁNEZ
Asistente social y cuentista chilena. Ha
participado activamente en talleres de
escritura como “Letras del Alma” y “Yo también
cuento”. Sus narraciones aparecen en el blog:
www.tambienyocuento.wordpress.com y en las
antologías Revolución capilar, Palabras al
atardecer, Frutos de Otoño.

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