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Antes de Verte - Emily Houghton
Antes de Verte - Emily Houghton
Contras:
Vertical
Desayunar
Comer
Bajar al portal
Cenar
Enviarle un mensaje a alguien
Una lista la mar de básica. Pero incluso esas tareas diminutas y simples
le parecían increíblemente complicadas. La ansiedad que la consumía por el
mero hecho de caminar hacia el ascensor bastaba para dejarla sin palabras.
Tres metros que algunos días eran como tres kilómetros.
La primera salida que había hecho a plena luz del día había sido todo un
hito. Recordarla seguía provocándole débiles escalofríos de ansiedad que le
recorrían el cuerpo.
«Tú puedes, Alice».
«Cruzas la puerta, te metes en el ascensor, sales al exterior y vuelves».
«Sencillo».
Si era tan sencillo, ¿por qué le daba la impresión de que se trataba de
correr una maratón con los ojos vendados y una pistola apuntándole a la
cabeza, joder?
Necesitó cuatro intentos para abrir la puerta, cinco para cruzarla y tres
para meterse en el ascensor y bajar al portal, pero al poco tiempo Alice se
encontró en el vestíbulo, justo delante de la cara de Rita, la nueva portera.
—¿En qué puedo ayudarla, señorita?
La miraba, pero no mostraba repulsa.
«Quizá es muy buena actriz».
«O ¿quizá no le da importancia?».
—¿Puedo ayudarla? —se volvió a ofrecer Rita.
Alice se dio cuenta de que, de hecho, era ella quien estaba observando
fijamente a aquella mujer.
—¿Ha llegado correo para el piso veinte?
—Deje que lo compruebe. Un momento.
En cuanto la portera se giró, Alice quiso echar a correr. Podría haber
recibido una llamada de emergencia, podría haber olvidado algo importante
arriba. ¿Y si decía que había dejado abierto el gas?
«Estás loca, Alice. ¡Espera!».
Y así, sin más, Rita regresó sin ninguna carta y sin expresión juzgadora
en la cara.
—Hoy no hay nada para usted, señorita Gunnersley.
El alivio la embargó. Se imaginó teniendo que aceptar un paquete de sus
manos. ¡Dios, no! Todavía no soportaba la mera idea de que un desconocido
la tocara.
«Dejaste que Alfie te tocara».
«Eso fue diferente».
«¿Seguro?».
«Sí. Y ahora deja de pensar en él».
—Gracias. —Se marchó antes siquiera de que aquella palabra emergiera
de su boca.
De vuelta en la seguridad de su piso, a duras penas podía creer la
velocidad a la que le latía el corazón. El miedo seguía burbujeando debajo
de la superficie de su piel, como si alguien la hubiese abierto en canal y
expuesto. Entre el caos, sin embargo, Alice reparó en la diminuta esquirla
de orgullo que brillaba muy tenuemente en las profundidades de su pecho.
Lo había logrado. El primer paso hacia la recuperación estaba completado,
y Alice se sintió como un niño pequeño que hubiese escrito su nombre por
primera vez.
Aunque las listas se habían alargado y la distancia que podía recorrer
con comodidad se había incrementado, la ansiedad seguía revoloteando en
su cabeza. Decidió que en realidad le daba igual que la gente la mirara.
Supuso que si llevara los zapatos en el pie equivocado ella seguramente
haría lo mismo; al fin y al cabo, la curiosidad era una parte innata de la
naturaleza humana. Lo que no soportaba, en cambio, era que la señalaran y
que susurrasen. Esas cosas sí que dolían. Al principio buscaba por todas
partes a los grupos de personas que hablaban de ella entre murmullos, pero
al cabo de un tiempo se resignó al hecho de que buscarlo no hacía sino
conseguir que doliese más. Que la señalaran. Que susurrasen. No era
agradable y seguramente no lo sería nunca, pero Alice sabía que tenía la
determinación y la fuerza para verlo, ser consciente y restarle importancia.
De hecho, se dio cuenta de que aquellas experiencias, el origen de su
miedo, se iban convirtiendo en su mayor motivación para hacer algo.
Demostrar que, a pesar de todo, seguía en pie y vivía su vida era una
fantástica victoria que experimentaba casi a diario.
Llevaba toda la semana esperando hacer el siguiente punto de la lista.
Debía ser en el momento adecuado porque había mucho en riesgo y
numerosos aspectos que organizar, pero ahora todas las piezas encajaban a
la perfección.
Mensaje para Sarah BFF. 29 de septiembre, 07:23 h
¡Hola! ¿Qué haces el sábado de dentro de dos semanas? Te quiero, bss
Mensaje de Sarah BFF. 29 de septiembre, 08:15 h
¡Sabes de sobra que es mi cumpleaños! Y para mi vergüenza todavía no hemos
planeado nada. ¿Quién me habría dicho a mí que cumplir 33 sería tan deprimente?
¿Por qué? ¿Quieres quedar conmigo por Skype? Te quiero, bss
Mensaje para Sarah BFF. 29 de septiembre, 09:17 h
¿Qué te parece si me recoges en el aeropuerto y quedamos de verdad?
¡Sorpresa! Me han ingresado la indemnización. ¡Voy a quedarme dos semanas
contigo! Feliz cumpleaños, cariño, bss
Mensaje de Sarah BFF. 29 de septiembre, 09:18 h
¡Madre mía! Sí, sí, sí, un millón de veces sí. A no ser que sea una broma. En cuyo
caso voy a tener que subirme a un avión y matarte. Te quiero y ME MUERO por verte,
bss
La petulancia de Alice duró cinco minutos, hasta que cayó en la cuenta.
¿Qué iba a ponerse? La única carne que había enseñado fuera de su cuarto
de baño eran sus pies y, como mucho, las pantorrillas. Si tenía suerte,
seguramente guardaba un bañador en el fondo del armario, el patético
recordatorio de que tres años atrás se había apuntado a un triatlón, que
había sido un intento fallido.
Todo había ocurrido tan deprisa que Alice no sabía si iba o venía. La
reclamación contra la empresa de mantenimiento se había tramitado con
sorprendente rapidez. A Alice en realidad no le importaba si solo quisieron
desentenderse enseguida o si en el fondo sabían que no tenían modo de
defenderse. La habían indemnizado y ahora por fin contaba con la libertad
económica para hacer lo que quisiera. La primera parada iba a ser unas
vacaciones en Australia.
En un arrebato de pánico, Alice corrió hacia su dormitorio y abrió de
par en par las puertas del armario.
Trajes, trajes y más trajes. La mayoría negros, unos cuantos azul marino
y un cárdigan beis. Joder, la situación era más nefasta de lo que imaginaba.
Empezó a rebuscar entre la ropa y rezó por que en las profundidades
hubiera guardado por lo menos un conjunto adecuado, cuando de pronto sus
manos tocaron algo voluminoso.
Estiró los brazos y extrajo una bolsa de plástico.
«¿Qué cojones es esto?».
Alice le dio la vuelta y vio las letras negras escritas en la bolsa.
PROPIEDAD DEL PACIENTE.