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EL CAMINO

DEL PURGATORIO
de Emma Belges

Novela Católica

Pbro. José Alberto Rodríguez


EL CAMINO DEL PURGATORIO

PRÓLOGO
Novela Católica EL CAMINO DEL PURGATORIO. Se
trata de una narrativa fascinante y rica en imágenes, donde se
plasma la vivencia del Purgatorio de un personaje ficticio de
nombre Emma Belges, una gemela. Aunque es prácticamente una
continuación de la novela El Juicio Particular, sin embargo, su
trama está desarrollada de tal modo que, aunque no se haya leído
esta anterior, pueda ser entendible perfectamente por todo tipo de
lector.
Es un reto escribir sobre una realidad del más allá, pero
aún con los límites del lenguaje humano, se ha procurado
transmitir un trasfondo doctrinal único. Por eso, el lector
encontrará en su trama y subtramas elementos materiales, tales
como "puerta", "camino", “luz”, "cicatrices", "tumor", "marca",
"huellas", "llanto", "vapor", etc. Todas, cosas materiales, pero que
tienen un significado espiritual.
Toda la novela está basada en la enseñanza de la Iglesia,
es decir, del Catecismo, de Benedicto XVI, de Santa Catalina de
Génova y el Magisterio de la Santa Madre Iglesia. Por eso, se
espera que cada lector pueda dedicar tiempo cada día para extraer
la completa verdad sobre este misterio de purificación, del que
habla la misma Sagrada Escritura (1 Co 3, 15; 1 P 1, 7; Mt 12, 31;
2 M 12, 46; Jb 1, 5).
¿Tiene actualidad el tema del Purgatorio para el hombre
de hoy?, ¿qué nos aporta? Sí tiene actualidad, y la razón es muy
sencilla: porque las realidades del mal, el dolor y el amor siempre
son actuales. ¿Qué persona no se siente presa del pecado, o no
sufre, o no se cansa a veces de amar? Saber que el mal que
hacemos aquí en la tierra tiene repercusión futura; saber que el
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EL CAMINO DEL PURGATORIO

sufrimiento o la penitencia ofrecidos pueden liberarnos de penas


temporales; y, finalmente saber que el amor vivido en plenitud es
una especie de limpieza para el alma que ama, todo ello es
alentador.
Por ello, vale la pena que cada lector se tome a pecho la
comprensión de esta novela, que está hecha no para facilitar datos
de curiosidad, sino para hacer pensar, y de este modo, ayudar a
vivir mejor la fe cristiana.
He aquí un pensamiento del Papa Benedicto XVI que
puede resumir el efecto que hace el Purgatorio en las almas: "El
alma es consciente del inmenso amor y de la perfecta justicia de
Dios y, por consiguiente, sufre por no haber respondido de modo
correcto y perfecto a ese amor, y precisamente el mismo amor a
Dios se convierte en llama, el amor mismo la purifica de sus
escorias de pecado".

Pbro. José Alberto Rodríguez

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EL CAMINO DEL PURGATORIO

INTRODUCCIÓN

Emma fue una gemela que, según narra la novela El Juicio


Particular, murió en el área de Cuidados Paliativos de un Hospital
público de la Ciudad a los treinta y tres años de edad, tras sufrir
un lamentable accidente de tránsito. Su alma, después de un
detallado proceso de evaluación en el más allá, fue atraída a
cruzar una puerta de color gris.

A continuación, se narra el arduo proceso que viven las


almas separadas del cuerpo una vez que son admitidas en ese
tránsito misterioso llamado El Purgatorio.

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EL CAMINO DEL PURGATORIO

CAPÍTULO 1
LA ENTRADA

El cuerpo de Emma estaba siendo colocado en la sala


velatoria número 4 de una sencilla funeraria de aquella ciudad.
Los familiares, al abrir la tapa pequeña del féretro,
inmediatamente, con lágrimas y lamentos, comenzaron a observar
por última vez el pálido rostro de la difunta. Allí, por supuesto,
estaba su gemela Emily con el corazón abatido y sin consuelo
alguno: “parece mentira… no puede ser… te voy a extrañar,
hermana…”, decía entre un estruendoso llanto.

NOMÁS PASAR LA PUERTA


El alma de Emma estaba en la completa verdad: la verdad
era que, por una parte anhelaba plenitud de vida, pero por otra,
estaba y se sentía inadecuada, indigna, manchada. Cruzar la
puerta gris era pasar a la esperanza de que en algún momento iba
a traspasar el umbral de la puerta blanca, que era la puerta que
realmente atraía y satisfacía, por ser la que llevaba hasta el reposo
en Dios.
Todo el ambiente era gris, y la razón de este color era
porque todas las almas que ingresaban allí estaban libres de
culpas, más no de penas, es decir, que nada tenían que les acusara
o apartara para siempre de Dios, pero tenían huellas que
contradecían la divina pureza y que mostraban de algún modo que
“tal alma alguna vez tuvo culpas”.

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EL CAMINO DEL PURGATORIO

EMMA, ACOMPAÑADA
Una vez que Emma colocó sus pies en la gris realidad del
Purgatorio, de inmediato apareció una persona a su lado. Tal
persona irradiaba seguridad y serenidad.
—¡Qué bueno: tú, otra vez!— exclamó Emma—. Era
su ángel de la guarda.
—Sí, aquí me tienes de nuevo. Soy el encargado de guiarte
en esta nueva experiencia, en este camino de limpieza, en esta
Bienaventurada aventura.
— ¿”Camino”… y de limpieza? —preguntó Emma.
—Sí, “camino”. Mira hacia allá—. Y le señaló la lejanía.
Se veía una larga vía rectilínea, donde una enorme cantidad de
almas caminaba hacia adelante sin detenerse, cada una con su
ángel acompañante al lado. Unas iban muy adelantadas, otras
menos.
—¿Hacia dónde van? —preguntó Emma con mucho
asombro.
—Hacia el Ser Absoluto, hacia Dios, quien es el atractivo
y el verdadero reposo de todas estas almas, incluyéndote. En Él,
toda criatura encaja perfectamente. Esas almas van a la Eterna
Dicha del Cielo.
En realidad, Emma no tenía un concepto completamente
claro sobre Dios, por lo que su atractivo hacia Él, aún no era
nítido. El deseo natural de Dios era aún imperfecto, porque tenía
muchos apegos desordenados a las cosas creadas. Ciertamente
intuía a Dios, y en el fondo sabía que lo necesitaba, porque a su
manera lo amaba, pero su intelecto no estaba aún preparado para
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comprender la necesidad de Él, ni menos para captar su completa


realidad. Su alma, por así decirlo, estaba muy estrecha todavía.
Apenas estaba entrando en la caminata de la purificación, por lo
que era imposible que en ese instante pudiera saber en absoluto la
realidad a la que se dirigía. Emma sólo sabía que algo estaba
necesitando, que había un suspiro secreto con el que expresaba su
ardiente anhelo de plenitud. Poseer a Dios le estaba siendo
sumamente urgente, pero ella, como tal, aún no lo sentía en cien
por ciento. Lo único favorable que sabía, y eso porque había sido
protagonista del gran examen particular, era que no había sido
considerada enemiga de Dios, pues la muerte la encontró con la
gracia santificante arropándole.

EL COMIENZO
—¡Anda, pues, adelante: comienza a caminar! —le dijo el
fiel acompañante.
Emma empezó a dar el primer paso. Al punto que lo dio,
cayó sobre ella una tenue luz que venía de muy arriba.
— ¿Y esta luz?
— Es la tierna mirada de Dios —repuso el ángel.
—Pero, no veo a Dios.
—A Dios no lo necesitas ver para saber de Él y estar con
Él. Basta que lo aceptes.
Comenzó a sentir un añadido que antes no tenía. Era que
la luz de aquella mirada comenzaba a hacer su efecto.
—¿Por qué estoy sintiendo algo que nunca he sentido?

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EL CAMINO DEL PURGATORIO

—No te asustes. Esta luz es el gran aporte de Dios para


lograr tu limpieza total. Ahora, debes poner lo poco que te
corresponde: debes caminar. Anda, pues, querida Emma: sigue
caminando sin miedo y fíate de Dios. Haz sido confirmada en
Gracia y eso es suficiente para vivir esta Bienaventurada
experiencia.
La vía era una recta bien definida y bastante amplia. Algo
sumamente especial era que, aunque por allí transitaban miles y
miles de almas, y cada vez almas nuevas, ninguna de ellas
experimentaba cansancio o desespero. Era, ciertamente, una
marcha silenciosa y andada en la incertidumbre del futuro, pero,
debido al don de la Gracia que poseían, era un andar fiado
totalmente de Alguien Sabio y Bueno que estaban seguras les
estaba guiando en la plena efectividad. Cada una iba segura y con
la mente puesta en el después, en la meta definitiva que les
aguardaba al término de aquella sagrada y conjunta
peregrinación. La experiencia del Juicio Particular que todas
habían tenido, aquella solemne revisión que se les hizo en el
instante de la muerte, les aseguraba haber escapado de la
condenación eterna, pues, se hallaban libres de culpas graves.
Estaban a salvo, pero debían esperar y depender del misterio de
un ritmo. Saber que en el futuro iban a entrar al Paraíso era más
que suficiente para justificar una paciente espera en aquella ardua
andanza.

EMMA TAL CUAL ESTABA


El hecho de Emma comenzar a moverse, le implicó una
sabiduría infusa. Dios le dio la gracia de saber cómo estaba su
alma en relación a la Eterna bienaventuranza. Tenía
impedimentos que se habían acumulado en treinta y tres años de
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EL CAMINO DEL PURGATORIO

vida terrena. Eran secuelas, marcas, consecuencias de una vida


vivida con un amor muy tibio y sin un trabajo más serio en su
voluntad.
A medida que caminaba, le fue revelado que poseía en su
ser una variedad de costras por algunos resentimientos mal
curados; se le hizo saber que tenía heridas secas por los temores
imperfectamente superados; que poseía cicatrices por muchas
imperfecciones no reparadas ni purificadas por el amor; variadas
deformaciones, producto de pecados mortales perdonados sin
suficiente penitencia posterior; pequeños tumores por perdones
dados incompletamente; residuos por causa de obras buenas
manchadas de egoísmo y obstáculos debido a muchos pecados
de omisión.
Con este diagnóstico, la omnisciencia divina sabía
perfectamente qué tiempo iba a durar el Purgatorio de Emma,
cosa que ni ella ni el mismo ángel lo sabían; pero, en realidad
nuestra amiga no necesitaba saberlo, porque lo único que
ella quería era ser plena, y para alcanzarlo estaba dispuesta a
esperar incluso hasta el fin del mundo. Lo que sí tenía bien
definido era una expectativa parecida a cuando llegó a la primera
luz del juicio particular. (Ver novela El Juicio Particular, Capítulo
2).

UNA BREVE EXPLICACIÓN


El ángel recibió de Dios la orden de poner a Emma al tanto
de lo que le aguardaba. No era que el ángel sabía exactamente lo
que viviría su acompañada, no, sino que se trataba de una muy
somera explicación de lo que a él como ser angélico se le permitía
conocer.

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EL CAMINO DEL PURGATORIO

—Mira—le dijo el ángel —: pasarás por cinco tramos,


cada uno tendrá su tarea específica de purificación. Para ir a
donde quieres, se necesita que en ti sean pulidas cuatro relaciones:
la relación con Dios, contigo misma, con tus semejantes y con las
demás cosas creadas. Irás viendo poco a poco la gloria de Dios
impresa en cada paso que des. Así que: ¡lánzate con confianza en
el fuego del amor divino!
Emma sentía un justo agradecimiento por la misión que su
ángel guardián estaba cumpliendo para con ella. Pero, ese
sentimiento de gratitud, al estar mezclado con la expectativa de lo
que podría pasar, hacía que tal agradecimiento no fuera perfecto.
—Ahora sí: prepárate que ya viene el primer tramo.
Emma, en su solemne caminar, miró asombrada hacia
adelante y se abandonó abiertamente a la Divina justicia como
quien nada puede hacer por sí, y continuó su ritmo.

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EL CAMINO DEL PURGATORIO

CAPÍTULO 2
PRIMER TRAMO:
La relación con Dios

Ya el ángel había puesto a Emma al tanto de los cinco


tramos que debía recorrer. Eran obligatorios, pues no había otro
camino. Ya estaba en el primer tramo, que sería el encargado de
limpiar su relación con Dios.
Vivir este primer tramo era sumamente esencial, porque aquí
las almas eran ensanchadas con el deseo de Dios, dándoles una
adecuada preparación para poder vivir los cuatro tramos
siguientes. Era, por decirlo así, el espacio donde en cada alma se
despertaba intelectual y volitivamente el sentido religioso y
personal. Para poseer a Dios era fundamental apetecerlo,
desearlo, anhelarlo, gustarlo, saberlo necesario. Esta inclinación
amorosa hacia Dios no estaba muerta en ninguna de las almas
caminantes, sino que se encontraba apabullada por el amor
descontrolado a las cosas creadas, y este amor a las criaturas
estaba arraigado en las almas de modo casi exclusivo. En todas
ellas, de alguna forma, estaba la sed de Dios, pues de lo contrario
no hubiesen pasado a ser miembros del Purgatorio, pero esa
atracción debía ser despertada, estimulada, purificada y arraigada.
La luz que acompañaba a Emma seguía siendo serena y
permanente. Junto a ella, en ese primer tramo, caminaban algunas
veinticinco mil almas, todas con situaciones muy diferentes, por
lo que el Purgatorio sería distinto para cada una, aunque
caminasen todas por el mismo pavimento y bajo las mismas
condiciones. Ese primer tramo empezó a remover las fibras

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interiores de nuestra amiga, hasta el punto de hacerla situar en su


condición de criatura amada.
Emma tuvo, por primera vez en su existencia, una sagrada
mezcla de amor y pequeñez. Se sintió con el justo tamaño al
referir su pensamiento a Dios. La luz que le inundaba estaba
haciendo el eficaz trabajo de que su inteligencia, que era
participada de la Suprema Inteligencia de Dios, captara, con
medida creatural, el tamaño real de Dios y al mismo tiempo su
propio tamaño. Pero, al mismo momento que se sentía real, Emma
se sintió profundamente amada y arropada, cosa que en su vida
terrena nunca había sentido.
—Estoy teniendo un íntimo y acalorado dolor —dijo
Emma al ángel.
—Es el dolor del amor. El dolor y el amor se ayudan
mutuamente, por eso te digo: no te asustes. La divina justicia te
está dando a entender que en vida terrena no amaste al Amor
como tendrías que haberlo amado. Pero, ¡ánimo!, que Dios se
está encargado de todo. ¡Simplemente: déjate llevar!
Era que Emma estaba viviendo lo que tendría que haber
vivido en la tierra a lo largo de sus treinta y tres años de vida, pero
no lo vivió por falta de más cultivo y fortaleza. Estaba viviendo
lo que muchas veces había recitado en la oración del acto de
contrición: dolor por no haber correspondido totalmente a un Dios
tan bueno. En este pensar no estaba sintiendo remordimiento ni
arrepentimiento por sus hechos pasados. No. Simplemente era un
acto de conciencia amorosa y abierto a la acción presente de Dios.
La Divina Providencia estaba logrando hacerla consiente de quién
era Dios, y junto a eso, le estaba ayudando a entender las razones

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profundas por las cuales tenía que adherirse obligatoriamente al


Ser Divino.

UN ALMA SIN BRILLO


Mientras caminaba, Emma miró hacia el lateral y se dio
cuenta de un alma que tenía el semblante opaco, o sea, sin brillo
natural. (Esto no la perturbó). Era el alma de un científico
medianamente reconocido, quien, ciertamente había vivido con
rectitud de hechos y buenas intenciones, pero con mínimo de
sentido religioso. Fue fiel a los dictámenes de su conciencia en
vida terrena hasta el punto de no negar la existencia de Dios, pero
algo que le desfavorecía era no haber cultivado de forma
contundente una vida de oración ni haber tenido un amor especial
a Dios. Debía estar en ese tramo medio siglo de años en medida
terrena.
La duración en los tramos dependía de lo que cada alma
ameritara purificar. Algunas almas cruzaban ese primer tramo con
mucha rapidez, otras con gran lentitud. Emma llevaba un ritmo
lento y con ligeras variaciones de apresuramiento. Había otras que
caminaban más lento que ella.

EL VALOR DE LO AUSENTE
Emma empezó a vivir una especie de calor espiritual
venido de lo alto, pues aquella luz que había recibido en la puerta
gris la seguía acompañando, pero desde este instante dicha luz la
sentía con fuerza mayor. Ella se comenzó a sentir fuertemente
amada por Dios de un modo que nunca había vivido, lo cual hizo
surgir en sí una nostalgia enorme y un marcado deseo de
correspondencia. El anhelo que tenía de Dios era muy, pero muy
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intenso. Lo quería poseer, pero no le era posible en ese momento,


pues necesitaba pureza personal y mayor semejanza con Cristo, y
esto lo sabía ella perfectamente hasta el punto de estar dispuesta
incluso a vivir mil veces el Purgatorio con tal de conseguir ese
fin.
Esta sombreada experiencia que estaba teniendo de Dios,
ese inconmensurable deseo de Él, esa santa ansiedad, aunque no
le proporcionaba desesperación, sino valoración del Dios
viviente, le producía dolor, un fuerte dolor. Era una especie de sed
de infinito que la inclinaba espontáneamente a la trascendencia.
Dolor, mucho dolor: eso tenía nuestra Emma. El dolor era
sustancialmente distinto al de los condenados, porque no le
producía molestia o angustia sino penalidad por no haber amado
al Amor. Tampoco era impaciencia ni ansiedad negativa. Era,
como ya se dijo, dolor de amor: ese amor que nace del querer estar
con el amado y no poderlo lograr todavía. El dolor se daba, en
otras palabras, por la falta de estar arropada del Bien absoluto.

EFECTOS DE LA ORACIÓN
Las variadas oraciones que por Emma se hacían durante
el velorio, habían contribuido grandemente a aumentar un poco el
ritmo de sus pasos. Los rosarios que elevaban daban a Emma un
aumento de esperanza y, por tanto, un considerable avance.

EL ENTIERRO
Llegó el momento del obligatorio entierro. Se realizó en
el cementerio municipal bajo un clima normal, marcado por el
dolor y la resignación. Ahí estaba su querida gemela, Emily, con

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EL CAMINO DEL PURGATORIO

su alma henchida de dolor. “Adiós, maestra”, decían algunos


exalumnos de la difunta.

MUCHAS ALMAS
Por la puerta gris del Purgatorio acababan de pasar
quinientas almas de personas que habían muerto por causa de una
guerra que acababa de estallar. Inmediatamente comenzaron su
caminata. Algo muy curioso era que ninguna de ellas caminaba
con idéntico ritmo, pues eso dependía de muchos factores: del
grado de amor que tenían, de las ayudas que recibían del cielo o
de la tierra, de la profundidad y cantidad de marcas que poseyesen
Todas estas almas se hallaban en un clima de amor,
aunque con dolor, como se dijo, por no gozar de la plena posesión
de Dios. Incluso, todas tenían en su intimidad un sentido de
gratitud, pues vivían el momento presente como el mejor. En
verdad, la esperanza era la única respiración en aquella bendita
marcha. Las más avanzadas, las que andaban en los dos últimos
tramos, iban adquiriendo un color rojizo, fruto del amor en el que
poco a poco se iban sumergiendo.

UN CASO PARTICULAR
Entre los miles de espíritus caminantes, transitaba el alma
de un anciano que había muerto a causa de una enfermedad que
lo había hecho sufrir mucho en sus últimos quince años de vida.
Su fe y su amor no estaban tan desarrollados como para pasar
rápido por este primer tramo, ni menos para pasar rápido su
purgatorio. Sus quince años de dolencias le habían provocado un
expreso y crónico ensimismamiento, al no tener suficiente caridad
filial. Su sufrimiento, sus oraciones vocales y la ayuda espiritual
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EL CAMINO DEL PURGATORIO

que recibió de la Santa Iglesia, le habían ayudado ciertamente a


no tener enemistad con Dios y a reparar muchas faltas en sus
últimos años, pero en él había un detalle: no tenía ejercitado el
gusto por Dios ni desarrollado el hábito de la oración.
Esta falta de reconocimiento de Dios como realidad, le
había hecho merecedor de las penas temporales del Purgatorio
especialmente en el tránsito por este primer tramo. Dios debía
despertar el amor en el alma de este anciano. Iba, al igual que las
demás almas, sereno y conforme a sabiendas de que duraría
mucho tiempo en ese tramo.

SIGUE EMMA
El servicio que se le estaba prestando en ese camino de
limpieza, provocó una conversación con su noble acompañante.
—De mí, quiere salir un impulso que me mueve a dar
gracias —dijo Emma.
—Sí, es normal—dijo el ángel, y prosiguió—: este es el
sentimiento con el que las almas fieles comienzan a corresponder
a los detalles del amor de Dios. En la gratitud hay varias virtudes
concentradas: la humildad, la confianza, la sabiduría práctica, la
sinceridad, la justicia y el olvido de sí.
Emma se estaba convirtiendo, sin darse cuenta, en una
productora de pensamientos sabios y altos. El anhelo de Dios, y
junto a este, el dolor por no contemplarlo cara a cara la estaba
convirtiendo poco a poco en una cualificada adoradora de Dios,
aunque todavía faltaba mucho camino.

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EL CAMINO DEL PURGATORIO

EL PROTAGONISTA PRIMORDIAL
El Purgatorio estaba siendo para las innumerables almas
un recinto de amor y libertad. Todo ello era por los méritos
sagrados de Cristo, quien era el que mantenía vivo el favoroso
calor de este santo lugar. La variedad de personalidades que allí
existía, la diferencia de cada alma, era un signo de la majestad de
Dios y era una invitación general a su glorificación. La sangre de
Cristo había sido derramada por cada una de esas almas
purgantes, por lo que, sin gestionar palabra alguna, el ambiente
parecía pronunciar una solemne alabanza al Dios Uno y Trino.
El seno del Purgatorio, visto desde la perspectiva de Dios,
era como un canto de gloria. De hecho, cada 02 de noviembre,
varios querubines tenían la autorización de pisar el suelo del
Purgatorio por un instante, para entonar allí el canto del Santo, y
lo hacían con el fin de dar a entender que la Santidad de Dios era
el fundamento de aquella realidad purgante, pues Dios estaba
mostrando su poder limpiando aquel cúmulo de miserias humanas
que, de no existir el Purgatorio, lo que harían era dejar ver con
menos intensidad la divina gloria.

UN CAMBIO DE ESCENA Y ESCENARIO


En cierto rincón del mundo, en un campo muy escondido,
un misionero estaba ayudando espiritualmente a un enfermo
que, aún consciente, estaba en sus últimos momentos de vida. Tal
enfermo había sido una persona muy frívola y de mala vida.
—¿Qué le pide usted a Dios? —le preguntó el misionero.
—Que me cure—respondió de inmediato el enfermo.
—¿Pero, no le pide otra cosa más?
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EL CAMINO DEL PURGATORIO

—Quiero curarme para seguir viviendo.


Hubiese querido el misionero que la respuesta fuera otra,
de tal modo que denotara alguna forma de cariño por Dios, pero
no fue así. Esta respuesta del moribundo, aunque no era ilícita,
sin embargo carecía del necesario sentido de Dios.
Como parte de su pastoreo, queriéndole ayudar a bien
morir y dándole varios tips pastorales, el sacerdote misionero lo
confesó, le aplicó el sacramento de la unción, le proporcionó el
viático. El sacerdote intuía que esa alma, por pura misericordia
de Dios, estaba siendo liberada de la condenación eterna. Al
hacerle la oración del moribundo y al presenciar su inmediata
expiración, el sacerdote rápido pensó: “esta alma, no hay duda,
irá al Purgatorio: ¡por lo menos!”.
Efectivamente, al breve instante fue revisado en un juicio
particular bastante complejo y fue llevado por la puerta gris. Al
comenzar su caminata, su ángel le dio a conocer que le tocaría
transitar un año por ese primer tramo, pues se debía despertar en
él, el asombro por Dios que es presupuesto para la entrada en la
Mansión eterna.

UN AVARO CONVERTIDO
A un kilómetro detrás de Emma andaba el alma de un
joven que acababa de morir en un accidente de tránsito. Tenía
poco de haberse convertido, porque vivió mucho tiempo en la
más nefasta avaricia. Con la herencia que había recibido de sus
difuntos padres, el dinero y el afán de poseer bienes materiales
habían desaparecido en él, el deseo de Dios. Desde niño había
recibido instrucción religiosa, pero la juventud lo llevó por
caminos muy peligrosos. Lo cierto es que, cuando le llegó la
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EL CAMINO DEL PURGATORIO

muerte, su alma tenía una resequedad crónica. Mantenía la fe en


Dios y se esforzaba por ser algo correcto, pero su instinto
religioso estaba prácticamente aniquilado. Fruto de un retiro, se
había confesado y adquirió rectas intenciones. Al morir y pasar
por la puerta gris, se consiguió con el diagnóstico siguiente y su
medicina: para la resequedad debía pasar ochenta años en el
Purgatorio, de los cuales sesenta años lo pasaría en este primer
tramo.

UN ALMA VELOZ
A Emma la pasó por el lateral un alma que andaba muy
rápido, tanto que al ángel guardián de Emma no le dio tiempo ni
de fijarse en su cara.
—¿Y esa alma? —preguntó Emma.
—Debe ser un alma muy limpia.

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EL CAMINO DEL PURGATORIO

CAPÍTULO 3
SEGUNDO TRAMO:
La relación consigo misma

Emma tenía un adelanto de limpieza bien preciso en el


proceso al que estaba siendo sometida. Ahora, debía pasar por el
tramo que limpia el “yo” de cada alma. Era la manera que tenía la
Providencia de, por así expresarlo, “desintoxicarlas” del natural
egoísmo.
—¿Pero, qué es esto? —preguntó Emma en voz alta,
como sorprendida. Era que, al colocar su pie derecho en el
segundo tramo, sintió un extraño mareo.
—No te asustes. Todas las almas deben pasar por aquí. No
hay otro camino para llegar a donde necesitas ir.
La luz primordial no se le apartaba de encima. El pequeño
mareo era una forma de hacerla consiente de sí misma, esto con
el fin de prepararla a vivir las novedades que vendrían enseguida.
Se le concedió, pues, tomar conciencia de sí, pero de una forma
muy, pero muy especial, tan especial que misteriosamente pensó
en sí misma y de inmediato su pensamiento se centró en Dios sin
tener intención de ello. Fue aquí donde a Emma le fue otorgada
la gracia de compararse sobrenaturalmente a Dios, y al punto que
lo hizo, comprendió la esencia creatural de la que estaba hecha,
su condición débil, es decir, comenzó a tener el justo concepto de
sí misma.
—Soy una criatura —repetía a cada momento, pero lo
hacía de una manera tan convencida que se notaba una Emma
muy natural. No parecía ella.
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EL CAMINO DEL PURGATORIO

Aquí fue donde nuestra amiga comenzó a sentir un gozo


especial. El Purgatorio la estaba colocando poco a poco en el
puesto que le correspondía.
—¿Qué me está sucediendo? —. El ángel se sonrió un
poquito y notó que de Emma salían como unas costras.
—Tranquila. Este es un efecto perfecto de la justicia
divina.
En ese momento, el especial gozo que sentía le estaba
regalando el poder deshacerse de un montón de costras que
estaban acumuladas en su ser, por causa del resentimiento que
había tenido a su madre durante mucho tiempo, por una supuesta
preferencia que esta tenía por su hermana gemela. Al punto que
salían las costras, la luz que la arropaba le ayudó a entender que
aquellas molestias eran por darse excesivamente importancia a sí
misma y no mirar lo que mejor importaba.

UNA SORPRESA ECLESIAL


Entre los caminantes, había uno que andaba cojeando. Su
andanza, aunque se daba en el cojeo, también se notaba algo
solemne. Cuando murió tenía sesenta años y desde niño poseía un
alto grado de egoísmo expresado en la vanagloria y la presunción.
Había luchado muy fuertemente contra ello, pero al momento de
morir fue hallado aún muy ensimismado y con una marcada
admiración de sí mismo. Era el alma de un obispo. Iba, como
todas las almas, recibiendo instrucciones de su ángel de la guarda.
—La dignidad del episcopado no te fue perfectamente
favorable—. Fue el comentario que le hizo el ángel.

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EL CAMINO DEL PURGATORIO

—¡Y, pensar que yo creía que sí! —respondió él. En


realidad, había sido un buen pastor, pero no a una altura de
Santidad. De hecho, el simple caminar por allí decía que había
logrado la salvación eterna.
Este obispo llegó al Purgatorio y recorrería cinco meses el
primer tramo, pero debido a que su “yo” todavía no estaba apto
para la unión beatífica debía tardar varios meses en ese segundo
tramo para purificarse en eso, pues su amor a la Iglesia no era
totalmente puro. No se alegraba por algunos éxitos apostólicos de
sus sacerdotes por el simple hecho de que no provenían de su
iniciativa. Además, el episcopado lo vivió en el privilegio y la
pomposidad. Aunque se esforzaba por hacer la voluntad de Dios,
sin embargo, el tiempo de vida no le alcanzó para lograr la
estatura de Cristo, o mejor dicho, en sus años terrenos no empleó
más tiempo en la perfección de sus obras e intenciones.

EMMA Y EL PAVOR
Aunque Emma venía del juicio particular, en el que
obtuvo un exacto conocimiento de sí misma, su experiencia
purgante era algo sumamente novedoso. Es decir, no era que ella
sabía o imaginaba lo que le vendría por tales imperfecciones. No.
Más bien era un caminar en la sorpresa. Cada paso que daba en
este sacrosanto recinto era un paso a lo imprevisible. Ella seguía
con el anhelo doloroso que le había dejado el primer tramo y con
el gozo que le estaba dejando este segundo. Se estaba purificando
su “yo”. Su conformidad seguía imperturbable. Las extrañezas
que estaba soltando de vez en cuando delante del ángel no eran
de miedo, sino de razonamiento y lógica expectación.

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EL CAMINO DEL PURGATORIO

El juicio particular le había hecho ver que tenía muchas


heridas secas en su voluntad. Eran debido a un hábito de pavor
que había acumulado en su vida terrena. Era muy propensa al
temor del qué dirán. Todo lo cual se daba por mirarse a sí misma
de manera exagerada.
La forma de limpiar estas marcas fue muy particular.
Hubo unos metros de recorrido en donde las almas recibían una
lluvia de agua muy suave, y era mientras se realizaban misas por
difuntos específicos. El agua caía a las almas por quienes se
ofrecía la misa. Alguien ofreció una misa por Emma, y al recibir
el agua, recobraba frescor en las heridas secas que tenía su
voluntad.

¿POR ESO?
Caminaban miles y miles con ritmos diferentes, por lo
cual Emma alcanzaba a algunas almas y otras la alcanzaban a ella.
Había una que, como todas, caminaba siempre hacia adelante,
pero de vez en cuando volteaba la mirada hacia atrás. Era el alma
de una dama que dedicó gran tiempo de su vida terrena en
gloriarse de su lisa cabellera. Había muerto a los veinte años y
tenía un cabello muy hermoso. Muchas horas del día lo dedicaba
a tocar, lucir, y gozase se su cabello de forma maniática. El
Purgatorio le estaba haciendo el favor de liberarla de tal
imperfección o falta de virtud. Ese hábito vanidoso había
provocado en ella una mancha algo profunda.

EL VALOR DE LO POSITIVO
Desde una panorámica de fe, el Purgatorio era no
solamente un medidor de lo negativo, sino también, de manera
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EL CAMINO DEL PURGATORIO

indirecta, un proclamador de lo bueno que había en las almas. De


hecho, la luz que caía permanentemente sobre cada alma
insinuaba que estas estaban en amistad con Dios, y que por tanto,
se valoraba lo bueno que había en ellas, las virtudes y valores
humanos que habían conquistado con no poco trabajo. Los santos
efectos del Purgatorio lo que hacían era pulir lo bueno, no a modo
de oportunidad, como si las almas pudieran acumular
méritos, pues la muerte había cerrado esa posibilidad. No. Era
más bien a modo de misericordia y comprensión de parte de Dios,
pues ninguna alma aportaba otra cosa más que el hecho de
caminar. El efecto pulidor lo hacía el amor de Dios, su mirada
compasiva. Incluso el mismo caminar también era obra de la
Gracia Divina, que siempre impulsa hacia adelante.
El Purgatorio limpiaba aquellas cosas buenas que Emma
hizo en vida terrena, como visitar a enfermos en hospitales,
ayudar a una tía en los quehaceres de la casa por varios días, darle
de comer a algunos mendigos que tocaban la puerta de su casa
algunas veces a la semana. Estas obras estaban hechas con amor,
pero poseían manchas de egoísmo, es decir, algún interés personal
y desordenado buscaba. Eran valoradas por la justicia como
buenas, pero reclamaban pasar por un proceso de limpieza. Así
como estas, había muchas más. Su alma estaba quedando libre de
egoísmo.

EL JUSTO AMOR DE SÍ
Lo que vivía Emma lo vivían también las demás almas.
El “tiempo” que Emma llevaba de caminata estaba siendo
un verdadero regalo para ella, porque mientras más adelantaba
más cerca estaba de Dios y, por tanto, más libre se sentía. La

24
EL CAMINO DEL PURGATORIO

acción de este segundo tramo también era fundamental, porque


estaba haciendo que se amara a sí misma como tenía que ser, sana
y limpiamente, sin hinchazón de alma. Todavía faltaba camino,
ciertamente, pero el andar por allí ya era una bendición a pesar
de la carencia de gloria.
Se comenzó a mirar a sí misma bajo un amor purificado y
con medida creatural. Las marcas del orgullo al que estaba
habituada ya estaban desapareciendo. El nuevo concepto que
tenía de sí misma le valía el título de Criatura Nueva, como si
recién se hubiese bautizado. Las toxinas del egoísmo estaban
siendo expulsadas junto a los residuos de los pecados capitales.

UNA MADRE SUFRIDA


En el Purgatorio caminaba el alma de una madre que tenía
un modo de ser muy sensible, sobre todo ante la falta de cariño.
Era una mujer silenciosa y de alta capacidad de sufrimiento. Esta
alma alcanzó a Emma en ese segundo tramo, y la razón era que
su sufrimiento por la rebeldía de los hijos la había enseñado a
limpiar su interioridad hasta el punto que, por lo menos, en este
tramo de la limpieza del “yo” su ritmo estaba siendo muy rápido.
Su corazón de madre en los últimos diez años de vida era un
verdadero Purgatorio, donde el amor y el dolor se mezclaban de
forma natural.
Cada alma llevaba consigo, como cruz a cuestas, el dolor
y el anhelo sobre Dios. No era el caminar ideal, pero la Divina
Gracia les hacía sentir esa experiencia como una necesidad
urgente y al mismo tiempo gratificante.
El ángel de Emma miraba de vez en cuando la lejanía y
veía una enorme cantidad de almas que caminaban sin desfallecer.
25
EL CAMINO DEL PURGATORIO

Se dio cuenta que la mirada simple no daba abasto con todos los
tramos de adelante, pues la muchedumbre se perdía a la vista. De
lo que sí se dio cuenta en ese mirar fue una masa de luz que estaba
en el horizonte, lo cual le abrió interiormente las ventanas de la
esperanza en su intelecto.

26
EL CAMINO DEL PURGATORIO

CAPITULO 4
TERCER TRAMO:
La relación con los prójimos

Emma, a estas alturas de recorrido, ya tenía


completamente limpia su relación con Dios y su relación consigo
misma. Ahora, para seguir completando la obra, debía someterse
a los efectos del tercer tramo que iba a encargarse de la relación
con los demás, con sus semejantes. Aquí, nuestra amiga
encontrará grandes novedades. Ya su inteligencia y su voluntad
estaban capacitándose para la unión beatífica, es decir, para la
unión perfecta con Dios. La obra todavía estaba por completarse,
pero la experiencia presente le estaba resultando exitosa.
—Este es el tramo más largo de todos —le dijo el ángel—
: debes estar dispuesta a pasar momentos muy dolorosos, porque
con los prójimos mucho te has relacionado, por tanto hay mucho
que limpiar.
Nuestra Emma ya no tenía preguntas, estaba en el
completo abandono y en el más sumido silencio. Tenía impresa
la figura de Dios en su mente, hasta el punto que su pensamiento
estaba totalmente anclado en el Ser Supremo, cosa que no tenía
en los dos tramos anteriores.

GEMIR
Con el fin de quitar los cayos espirituales debidos a
imperfecciones del trato con el prójimo, la divina luz que caía
sobre Emma fue aumentada en su intensidad. Al punto de este
aumento, creció el calor, y con este se ensanchó la conciencia del
27
EL CAMINO DEL PURGATORIO

proyecto que ha tenido Dios al poblar la tierra. Emma tuvo una


iluminación especial respecto a sus semejantes y entendió a la
perfección cómo quería Dios que los hombres se miraran los unos
a los otros.
Fue tan fuerte esa conciencia, que de modo repentino,
Emma comenzó a soltar unos gemidos incomparablemente
únicos. Más aún, todas las almas gemían hasta el punto que el
rompimiento del silencio que había en los dos tramos anteriores
colocó a los miles y miles ángeles de la guarda a orar doblemente
por sus acompañados. Aquello era el dolor por el dolor. Así era
como se limpiaba el hecho de no haber mirado y amado al prójimo
como Dios los miraba y amaba.
Soltar esos sonidos quejumbrosos y lastimeros, era la
forma que tenía la Divina Providencia de concientizar a las almas
de lo imperfecto que fue el amor a los semejantes. Era tan grave
el dolor, que se asemejaba al dolor de alma que Cristo tuvo en
Getsemaní antes de su Pasión. Era una especie de sentir en sus
hombros el dolor de toda la humanidad. Emma sentía en sí, el
dolor del mundo entero.
En medio del gemido, Emma dirigió una mirada a su ángel
guardián como pidiéndole ayuda, pero el cumplimiento de este
deseo no iba a ser posible, porque el ritmo del Purgatorio era
indetenible y no aceptaba modificaciones sin el permiso de Dios.
Aunque aquello era una procesión masiva de almas, una
asamblea, una iglesia, cada una vivía su experiencia de forma
individual, cual correspondía a la responsabilidad de sus obras en
vida terrena. La relación con los demás había sido algo totalmente
personal, por eso en el Purgatorio así se veía.

28
EL CAMINO DEL PURGATORIO

—Este tramo no será todo así: no olvides, además, que


todas las penas que experimentan aquí son temporales—le dijo el
ángel a Emma, al sentir aquella mirada muda y llena de súplicas.
La justicia divina había detectado durante el juicio
particular que Emma, aunque tenía deseos de amar a las personas
con las que se encontró en su vida terrena, sin embargo, su
debilidad le inclinaba a no ser tan amable muchas veces, a dejarse
llevar por el mal humor en distintas ocasiones, a tener arrogancias
y roces. Allí estaba purgando las marcas dejadas por los prejuicios
para con su esposo, cuando a este le perdió la confianza por
presuntas sospechas de engaño. Allí estaba limpiando las muchas
veces que en la etapa juvenil tenía preferencias por ciertas
personas, por razones de intereses personales. Aquí limpiaba su
profesión de maestra, las veces que fue agria innecesariamente
con sus alumnos, al igual que las ocasiones en que corregía
drásticamente por puro desahogo, más no por genuina caridad.
Había en su ser, miles de pensamientos negativos acerca
de sus familiares, amigos y conocidos, sobre todo cuando la
contradecían en asuntos pequeños o grandes. La poca penitencia
voluntaria que hizo en su vida terrena, no alcanzó para quitar tales
pensamientos.

UNA RELIGIOSA
Por este tramo tercero ya iba el alma de una monja, cuya
vida terrena había transcurrido en una bondad muy simple. La
religiosa había ingresado a su congregación a los 18 años de edad
y había hecho votos perpetuos quince años atrás. El carisma de su
congregación era cuidar niños huérfanos. En este tramo debía
caminar varios años, ya que estaba purgando el no tener absoluta

29
EL CAMINO DEL PURGATORIO

paciencia con los niños. Era irascible con ellos y no los miraba
con vista profunda de captar en ellos el rostro de Cristo. Al amor
que mostraba a los niños le faltaba brillo de caridad genuina. Los
quería desde la vista simplemente humana, pero le faltaba la
mirada contemplativa de la fe. Ciertamente, el hecho de cumplir
con lo que le exigía el reglamento de la congregación le ayudó a
ganar la salvación, ahora Dios le estaba dando esa gracia de
reparar con la luz del Purgatorio lo que no hizo con la medida de
Cristo.

EL LLANTO
Ya nuestra amiga había llegado al punto de no tener
gemidos tan graves. Ahora comenzaba a llorar. El llanto le salía
de forma espontánea, ella no lo buscaba. Era que la divina gracia
le estaba ayudando a hacerse consciente de lo que significaba la
debilidad de sus prójimos en el sentido real de la expresión. El
llanto no era de arrepentimiento sino de concientización. Con este
hecho estaba limpiando las millones de rabias y molestias que
había vivido por causa de los defectos ajenos y que no había
reparado con la caridad. Nomás en sus estudios universitarios
había dos mil enojos no reparados. Es que en su vida terrena no
tenía una caridad perfecta, por lo que era fácil para las críticas,
las envidias, la ira, el desenfreno, la amargura, sus correcciones
hacia el alumnado del que ella era líder no nacían del amor sino
de la molestia. El llanto era la pena que pulía la caridad fraterna
en el Purgatorio, por eso también se oían llantos de todas las
características habidas y por haber. El sonido era espeluznante.
En este breve, pero intenso llanto que vivía nuestra
gemela, también fue purificado el pequeño tumor que tenía por
un resentimiento que le había dejado un estafador. Luchó bastante
30
EL CAMINO DEL PURGATORIO

por perdonar, pero no logró curarlo completamente. Allí estaba


la marca. La divina luz le estaba ayudando en ese momento
presente a olvidar esa ofensa y a blanquear su alma. En medio del
llanto, Emma veía poca cosa esa ofensa en comparación a Dios,
a quien ya tenía inscrito objetivamente en su memoria.
NOVEDADES SIN IGUAL
Ya sin llanto ni gemidos, nuestra protagonista se
encontraba en una libertad impecable. Se iban quitando sus
obstáculos y estaba abierta totalmente al Bien. Este tercer tramo
con el gemido y el llanto le había abierto el alma a la dimensión
comunitaria, imprescindible para entrar en el Cielo. Por eso,
comenzaron a llegarle unas ayudas especiales de la Iglesia
triunfante, o sea, de las almas que gozaban de Dios en el cielo.
Eran oraciones en forma de rayos luminosos que caían sobre ella
y sobre todas las demás almas que habían pasado el proceso
anteriormente descrito. Esos bienes espirituales servían de
móviles para sus pies.
Emma estaba encontrando sentido más pleno a su
existencia. Se sentía amplia y llena de serena esperanza. Aquellas
sensaciones no eran todavía el Cielo, ciertamente, pero sí
vestigios del Cielo. Comenzó a hablar de nuevo con su ángel.
—Mi mente parece que se está abriendo más y más.
—Sí—respondió el ángel—: y verás cosas mejores. Esto
es solamente una sombra hecha de luz, pero en la gloria celestial
será esto mismo, pero elevado al infinito.
Estas palabras dieron mayor seguridad a nuestra amiga
hasta el punto que, por primera vez desde que estaba en el
Purgatorio, posó su pensamiento en la realidad terrena y, de
31
EL CAMINO DEL PURGATORIO

pronto, sin ella pretenderlo, su pensar se convirtió en oración,


comenzó a orar por sus seres queridos que aún peregrinaban por
el mundo. Mejor aún, Emma se estaba convirtiendo en una orante
de dimensión universal. Su oración subía de tono a medida que
caminaba. Pero, siempre oraba por los demás y no por sí misma,
pues la aventura que estaba viviendo la veía como una ganancia
extraordinaria, por lo que en lo profundo de sí, prefería seguir
aquel justo y arduo proceso sin buscar modificaciones
sustanciales.

UNA INDULGENCIA PLENARIA


Una de las almas recibió una gracia especial en medio de
aquel profundo dolor. Era el alma de una campesina que había
muerto treinta años atrás. En la tierra un familiar suyo ofreció una
indulgencia plenaria por su alma en un jubileo proclamado por la
Iglesia. Este familiar tenía las disposiciones correctas para
solicitar este bien a la Santa Iglesia: se esforzaba por rechazar el
pecado venial con mucha entrega a Dios, se confesó, comulgó,
rezó por las intenciones del Papa. Este hecho piadoso hizo que los
méritos de Cristo y de los santos del cielo se activaran con ímpetu,
con lo que se logró para esta campesina un consuelo pleno, hasta
el punto que espontáneamente no solo dejó de llorar, sino se le
concedió caminar el resto del Purgatorio que le quedaba en tan
solo un instante. Fue llevada al Cielo de inmediato por efecto de
la Iglesia. Tal hecho se repetía esporádicamente con no pocas
almas.
Emma seguía segura con su tránsito. Nada había que la
perturbara en aquel solemne recorrido de gracia.

32
EL CAMINO DEL PURGATORIO

CAPÍTULO 5
CUARTO TRAMO:
La relación con las demás cosas creadas.

El tránsito por aquella dolorosa y agraciada vía era para


las almas una fuente de sorpresas. Los ángeles guardianes sólo
tenían un conocimiento externo de las acciones del Purgatorio.
Las almas nada sabían de las futuras penas. ¿Qué viene ahora?,
podrían haber preguntado las almas a sus correspondientes
ángeles, pero ninguna preguntaba. No les nacía hacer preguntas
sobre su suerte. Seguían agradecidas y llenas de esperanza.
Muchas oraciones iban y venían: del Purgatorio salían fervorosas
oraciones en beneficio de la Iglesia Peregrina (la tierra), y al
mismo tiempo, al Purgatorio llegaban plegarias de la Iglesia
Triunfante (el Cielo) y de la Tierra. Todo era una comunión de
bienes espirituales, en donde se expresaba la única Iglesia de
Cristo.
Al igual que las demás almas, Emma ya tenía tres
dimensiones bien afianzadas: la relación consigo misma, con
Dios y con los demás. Le faltaba su relación con el mundo
material, y para ello ya había llegado al cuarto tramo.
—Hemos llegado al tramo capital —dijo el ángel—: lo
llamo así porque en su suelo las almas limpian el deseo
desmedido de bienes materiales.
Algo sumamente curioso era que todas las almas tarde o
temprano llegarían a su destino. Allí no había retroceso ni total
paralización. Las pocas variantes que había era que algunas iban
muy lentas mientras otras iban bastante rápido. También variaba

33
EL CAMINO DEL PURGATORIO

la actitud de cada una, dependiendo del amor que tuviera el alma.


Mientras más amor, mayor era la esperanza y mejor la actitud.
DOLOROSO DESAPEGO
La Sagrada Providencia de Dios había llegado al punto de
ordenar el amor que Emma tenía a las criaturas. El proceso que
tenía que pasar era una especie de destierro espiritual con el que
el alma se sentía extraviada por un kilómetro dentro de ese cuarto
tramo. El tramo era mucho más largo, lógico, pero todas debían
pasar obligatoriamente por esta situación.
—Estoy quedando ciega —repuso Emma a su ángel.
—No es ceguera —díjole el ángel—: es humo de justicia.
Tienes que pasar este subtramo que te llevará a una mejor libertad.
Emma y las demás almas comenzaron a ser invadidas por
un humo gris. Mejor dicho, se consiguieron con el humo. La luz
que les venía acompañando desde arriba, de pronto desapareció,
y empezaron a sentir un fuerte abandono de parte de Dios. No
sentían nada. Parecía otro Purgatorio distinto al que hasta ahora
habían vivido. Sentían que todo se desmoronaba. La esperanza
que les guiaba parecía asfixiarse. Pero, aun así, no entraban en
desesperación. Simplemente callaban.
El alma de Emma estaba siendo purificada en sus cinco
sentidos. Esos sentidos que le acompañaron durante treinta y tres
años y que le sirvieron para conocer lo necesario, ahora eran
fuente de dolor. El dolor era inmenso, porque las almas tenían
plena conciencia, pero sin ningún tipo de consuelo. En este
subtramo, Emma estaba siendo purificada de todas las
inmundicias que dejó entrar por el sentido de la vista en su vida
terrena. Aquellos deleites de los que gozaba desmedidamente y
34
EL CAMINO DEL PURGATORIO

que produjeron un daño para sí misma se estaban extirpando de


su alma. Allí limpiaba las muchas veces que de alguna forma
maltrató a la Madre Tierra. La pena por no cuidar la creación fue
muy alta.
Ese kilómetro fue dolorosísimo. Emma lo recorrió en media
hora. Lo estaba terminando. Pasó el humo y de inmediato volvió
a cubrirle la luz de arriba.
Una vez transcurrido el kilómetro de destierro, el amor a
sus familiares comenzó a ser de otra forma, es decir, pasó a ser
universal. Ahora tenía otra clave, otra dimensión más amplia que
antes. El humo gris era un purgante eficaz para, valga la
expresión, desintoxicar a las almas de los apegos desordenados a
todo lo referente al mundo material. Emma empezó a tener un
nuevo concepto del universo material, cuyo fruto fue que se
multiplicaron las oraciones por los bautizados que aún
peregrinaban en la Tierra.

EL ALCANCE DE UNA ORACIÓN


Emma hizo una plegaria sencilla, un pensamiento sincero
y profundo. De inmediato su efecto alcanzó a una persona que fue
su alumno en los estudios básicos y que se hallaba en la Tierra
con pecados muy arraigados. Esta persona recibió de imprevisto
una inspiración especial para quitar un pecado de lujuria que lo
tenía esclavizado. Era promiscuo y no podía controlar ese vicio,
pese al sumo esfuerzo. Ya era un hábito. La oración de
intercesión de nuestra amiga Emma le alcanzó esa gracia de la
Divina Providencia.

35
EL CAMINO DEL PURGATORIO

OTRO CASO
En este cuarto tramo, Emma se sentía muchísimo más
libre que antes. Ya recuperada la esperanza, caminaba con la
mirada fija en la lejanía. Observaba cómo miles y miles de almas
caminaban con ella en buena sintonía. Miró hacia su lado derecho
y se dio cuenta que iba un tío suyo que había muerto veinte años
atrás. A ambos se les concedió tener una muy breve conversación.
El saludo no fue sanguíneo sino universal.
—Llevo en este tramo tres años, porque en vida terrena fui
exageradamente amante de los perros—dijo el tío.
Emma recordó que cuando ella tenía once años su tío tenía
fama de amar de forma extremada a los animales, hasta el punto
que se dedicaba más a ellos que a las personas. Pertenecía a una
asociación protectora de animales y era fanático de recoger perros
de la calle. Llegó a tener cincuenta perros en su casa. Sus hijos lo
tenían por un mal padre y un excelente ecologista. El Purgatorio
estaba limpiando su amor desordenado a las criaturas, pero su
apego era tan espeso que tres años en ese cuarto tramo eran
insignificantes. Necesitaba más de tres años.
ASI SE PURIFICA LA LUJURIA
Entre los millares de almas había cinco mil que mientras
caminaban sentían un fuerte ardor. Muchas de ellas habían
llegado al Purgatorio trescientos años atrás. Por aquí iba gente de
diversa variedad: jóvenes, esposos, consagrados y consagradas.
Iban pocos niños. Andaban haciendo movimientos continuos
como queriendo zafarse del ardor. No era desespero, sino justicia.
Era que esas almas merecían abundantes penas temporales debido
al pecado de lujuria. Tuvieron muchas caídas en el sexo

36
EL CAMINO DEL PURGATORIO

desordenado. Tenían un apego tan grande al deleite sexual que la


gran mayoría de esposos llevaron su matrimonio prácticamente
para tener placer asegurado, pero no por otros aspectos del amor
que también eran importantes. No era por tener placer que estaban
allí, sino por creer que el sexo era lo único necesario. Se
confesaban, luchaban, reparaban, pero no lo suficiente como para
liberarse fácilmente de las penas presentes exigidas por la divina
justicia.
Particularmente era llamativo el caso de una actriz porno
que en el momento de morir fue socorrida por una piadosa mujer
que la ayudó a hacer actos de arrepentimiento. A causa de la
insistencia de esta amiga, la actriz dejó pasar a su alma algún rayo
de la misericordia de Dios. Logró escapar de la pena eterna del
infierno y ganó las penas temporales del Purgatorio. Su caminata
por este tramo no era con movimientos suaves, sino con graves
torceduras. Igual que las demás almas, andaba conforme. Algo
particularmente llamativo fue que esta actriz, oraba desde el
Purgatorio por esta amiga suya como un gesto de agradecimiento,
y su oración fue de mucho provecho.

ANCIANA CANSADA
Por este tramo transitaba el alma de una anciana que,
aunque no tenía muchas cicatrices, sin embargo la experiencia de
sus últimos años de vida la estaba deteniendo mucho tiempo en
ese cuarto tramo, porque parte de su ancianidad la vivió en la
depresión. Sus cinco últimos años los vivió en la monotonía y en
el deseo de no seguir viviendo, por razones de cansancio. Murió
a los 98 años.
Su ángel de la guarda le estaba hablando:

37
EL CAMINO DEL PURGATORIO

—Ese deseo de morir que tenías no nacía de la caridad


sino del hostil desprecio del mundo—. Esto se lo decía el ángel,
no con tono de reclamo sino con sentido positivo.
—Ahora lo estoy comprendiendo todo —dijo la anciana.
—Ánimo y sigue—repuso el ángel.
Siguió su camino junto a las miles de almas que echaban
hacia adelante. Algunas purificaban la falta de amor a la obra de
la creación, otras el amor desordenado a la obra de Dios. El
Purgatorio estaba siendo un “equilibrador” de la naturaleza
humana, era la acción de Dios en las almas para hacerlas
semejantes a su Hijo.

AGONIA Y ANGUSTIA
Por allí también caminaba el alma de un médico pediatra
que en la hora de morir tuvo una agonía llena de mucha angustia.
Cuando se hallaba a horas de morir, y con plena conciencia, su
preocupación más marcada eran sus hijos y su esposa. Él no los
quería dejar solos. Su ángel guardián le susurraba interiormente:
“no te preocupes de los tuyos, que Dios los cuidará mejor que tú.
Abandónate al divino poder”. Pero, no, aun así no logró un
desprendimiento completo de su familia. Ahora, el Purgatorio
estaba realizando ese desprendimiento de forma obligatoria, ya
que ese cuatro tramo, como se dijo, era el tramo del
desprendimiento del mundo.

EMMA
El semblante de Emma era novedoso, y cada vez lo era
más. Cada paso que daba era visto por ella como algo sumamente
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EL CAMINO DEL PURGATORIO

necesario. Ese cuarto tramo la estaba poniendo al frente de la


Creación material a la que comenzó a ver como un auténtico
regalo. Estaba en el penúltimo tramo, por lo que ya casi terminaba
el proceso de la Bienaventurada aventura de la que le hizo
mención su ángel recién entrando por la puerta gris. Esto significa
que ya Emma estaba casi dependiendo de Dios y nada más.
Todavía quedaba el último tramo, pero ya a estas alturas nuestra
amiga tenía mucho parecido a Cristo, que era el requisito para
entrar al Cielo.
¿EN EL MUNDO?
Muchas de los millares de almas tenían deseos de estar en
la Tierra. El deseo de seguir viviendo allí les ganaba
poderosamente, pero la Divina voluntad no se los permitía. A
alguna que otra, pero en casos excepcionales, Dios les permitía ir
al mundo material, pero era por un sentido específico, es decir,
para cumplir una misión especial.
Hubo un alma cuyo pensamiento se inclinaba
irresistiblemente al mundo material, era el alma de un niño, pero
un alma de las que estaban en el cielo intervino delante de Dios
para que tal niño recibiera un especial tratamiento, de modo que
su pensamiento fuera purificado astutamente. Esta alma
intercesora del cielo fue el alma veloz que años atrás había pasado
a Emma en el segundo tramo. Era el alma de una monja de
clausura, cuyo carisma era la contemplación y el trabajo manual
dentro de su monasterio. El Purgatorio lo había vivido en la tierra
con la fidelidad amorosa a su vocación y la penitencia voluntaria.
El alma de este niño recibió una gracia especial con la que se
adecuó milagrosamente a la voluntad de Dios.

39
EL CAMINO DEL PURGATORIO

CAPÍTULO 6
QUINTO TRAMO:
Las Omisiones

Emma estaba cumpliendo cinco años de fallecimiento,


cuando ingresaba en el quinto y último tramo. A lo lejos y hacia
adelante se veía una especie de vapor transparente.
—Sé, que andas en la plena voluntad de Dios, pero
prepárate en este último raund.
Ya la ciencia de Emma estaba crecida, por lo que, por vez
primera en cinco años de Purgatorio, supo lo que le venía a
continuación.
—Ya estoy preparada para todo —dijo Emma a su
ángel—: sé, que aquí tendré un condensado de Bien, por el bien
que dejé de hacer en el mundo material.

LOS DOS CALORES


Al instante que dijo esto, llegaron al punto donde el
pavimento expandía un vapor incoloro, sumándose este nuevo
calor. Las almas soportaban el doble calor con resignación
amorosa, ambos venían de los dos atributos de Dios que más se
aplican a los humanos. El calor de arriba venía de la luz que desde
el principio le acompañaba y expresaba la Misericordia Divina; y
el de abajo manifestaba la Justicia Divina. Las dos realidades
hacían un efecto de doscientos grados centígrados y las almas no
se resistían en absoluto ni con ademanes. La conciencia que
tenían de Dios hacía creer poca cosa esa nueva experiencia de
dolor.
40
EL CAMINO DEL PURGATORIO

Este tramo era el encargado de purificar los pecados de


omisión de las almas. Es decir, aquellas cosas buenas que dejaron
de hacer por razones no justificadas, por negligencia o por no
querer. Las almas, pues, caminaban en pleno calor y, por los
méritos de Cristo, expiaban la herrumbre espiritual que era una
especie de capa de color rojizo acumulada por causa de los
pecados de omisión.

EMMA
A Emma el calor la estaba limpiando de la frivolidad que
tuvo en el mundo estudiantil, cuando, siendo una líder nata y
teniendo la autoridad pertinente, no diligenció lo suficiente para
lograr más mejoras en su universidad. Allí se estaban borrando
totalmente las cicatrices por no haber cumplido exactamente con
el reglamento de la institución donde trabajaba de docente, pues,
sobre todo en los primeros años de ejercicio de la profesión hacía
cosas que venían de su propia voluntad, pero como una especie
de huir al sacrificio.
Ese calor estaba evaporando las huellas dejadas por las
veces que descuidó sus deberes de esposa, es decir, aquellas cosas
que por pereza o rutina dejaba de hacer aunque a grandes voces
se lo exigiese la conciencia. Ahí también limpiaba su oficio de
madre, esas innumerables veces que se levantaba obligada para
cocinar y preparar a sus hijos en sus idas al colegio. También
purificaba las veces que no pagaba los impuestos y mensualidades
de condominio de su urbanismo. Todo esto era aniquilado con
aquel intensísimo calor, que no tenía comparación con ningún
calor terreno. Emma recordó por un instante la vez que en su
infancia sufrió quemaduras de tercer grado, y haciendo una leve
comparación, se dio cuenta que aquel dolor de piel era nada en
41
EL CAMINO DEL PURGATORIO

comparación al calor que estaba sintiendo en ese quinto tramo del


Purgatorio.
Mientras pasaba esta caliente prueba, las almas se ponían
de color rojizo, pues el calor era avasallante, sin embargo las
almas no se exterminaban. Emma estaba ardiendo de caliente pero
sin sufrir daño alguno en su ser, por el contrario, mientras
pasaban los minutos se iba haciendo una mejor Emma. Ese era el
misterio de ese tramo.

UNA AYUDA ESPECIALÍSIMA


Algo muy especial que se veía en la mitad de este quinto
tramo era que en pleno calor se notaba un ser bienaventurado de
género femenino que tenía fuerza en sus manos, tomaba a algunas
almas y las levantaba místicamente, sacándolas de ese trance de
pavor y trasladándolas un poco más adelante fuera del vapor. Sí,
era la Bienaventurada Virgen María, que en cuerpo y alma sacaba
de ese sufrimiento a las almas que habían sido bastante devotas
del Santo rosario. Emma no gozó de está gracia actual, porque
no fue amiga de rezar mucho el rosario, más bien le producía
tedio hacerlo.
Otras almas, aunque no eran sacadas directamente de esa
pena, sin embargo eran favorecidas con una especie de blindado
de alma, lo cual les hacía sentir menos el efecto de aquel doble
calor. Era que esas almas habían rezado muchísimas veces el ave
María en su vida terrena, y lo hacían con bastante devoción. Otras
muchísimas, entre ellas, Emma, vivían el doloroso momento con
mucha penalidad.

42
EL CAMINO DEL PURGATORIO

UN CLÉRIGO
Ya caminaba por este tramo, y por el vapor, el alma de un
sacerdote que, aunque tuvo sus considerables esfuerzos por ser un
buen pastor, sin embargo en él estaban impresas algunas marcas
con imperfecciones y omisiones. Por ejemplo, de las quince mil
misas que había rezado en treinta años de ministerio sacerdotal,
sólo el cinco por ciento las había vivido con excelente fervor, el
resto fueron hechas con distracción y mínimo de amor. La liturgia
de las horas la celebraba, muchas de ellas, con poco espíritu
eclesial o entre la monotonía y la dejadez.

“NO ME METIA CON NADIE”


En el doble calor andaba el alma de una dama que los
últimos diez años de su vida los vivió en la viudez. Era tanto el
calor, que espontáneamente le brotó una pregunta.
—¿Merezco esto, aunque no me metía con nadie?—. Esto
lo dijo sin ningún aire de queja, sino al estilo de una búsqueda
interior.
El ángel la miró y de inmediato le respondió:
—Creo que precisamente por eso, por no meterte con
nadie, es que pasas por esto —. Se refería al hecho que esa viuda
vivía en su vecindario en la mera pasividad. No se involucraba en
ningún hecho social para bien de los demás, no se preocupaba por
el bienestar de su barrio. Sus diez años finales los vivió sin
creatividad de ningún tipo, esperando que los demás hicieran las
cosas buenas. La vivencia del Purgatorio le estaba avisando que
había cometido muchos pecados de omisión por el hecho de no
hacer cosas más productivas, pudiendo hacerlas.

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EL CAMINO DEL PURGATORIO

RAPIDEZ SIN IGUAL


Pasó un alma que llevaba una velocidad impresionante.
Había llegado al Purgatorio cuatro segundos atrás, había estado
un segundo en cada tramo, ahora había llegado a este quinto y la
justicia la estaba destinando a pasar siete días aquí, porque
aunque su amor en vida terrena era prácticamente nítido, sin
embargo sus dejadeces en algunos puntos le hacían estar allí sin
la rapidez con la que venía de los cuatro tramos anteriores.

LOS TALENTOS
Hubo un momento que las almas que iban pasando por el
vapor hacían un pequeñito brinco. Era que en cuestión de un
instante limpiaban los talentos desperdiciados. Eran aquellas
cosas que Dios había dado a cada alma para que las pusieran al
servicio de los demás. Emma había recibido el don de cantar, pero
no se atrevió a colocar esto al servicio, y ahora se le estaba, por
así decirlo, pasando factura. Los que eran artistas, pintores,
culturistas fueron liberados de las muchas o pocas tibiezas con las
que desempeñaron su oficio.

EMMA
Ya nuestra amiga había pasado la prueba del vapor de
abajo. Había tardado en ese subtramo casi una hora. Siguió su
camino con tan sólo la luz de arriba, aquella que con el ángel,
venía siendo su fiel compañera. Se sentía libre de forma
abundante. Seis mil faltas de omisión le fueron limpiadas, entre
estas, además de las que se han mencionado, estaban las
penitencias impuestas en el sacramento de la confesión no
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EL CAMINO DEL PURGATORIO

cumplidas. Solía no cumplir bien las penitencias que le mandaba


el confesor. De haber cumplido esas penitencias imperadas
hubiese sido librada de algunas penas temporales que estaba
viviendo ahora, pero debido a negligencias y a creerlas
innecesarias, ahí lo pagaba caro. Además, también purgaba las
distracciones en las misas, la falta de usar los medios de
santificación con espíritu de piedad, la tibieza en los propósitos e
innumerables cosas más.
UN ABORTO MAL REPARADO
Iba una mujer que había abortado y se había confesado
con atrición, o sea, con un arrepentimiento no perfecto, por miedo
del castigo eterno y por vergüenza del pecado. No había llorado
su pecado de forma contundente. Dios le perdonó, lógicamente.
El sacerdote le había colocado una fuerte penitencia para ayudarle
a limpiar las cicatrices y liberarla de penas temporales. Ella, aún
después de absuelta, seguía con cierto remordimiento. Al no
cumplir la penitencia, que era ayudar materialmente a un niño
pobre durante un año, y al no esforzarse por amar a Dios y al
prójimo con entusiasmo, no consiguió pulir su alma en vida
terrena. Ahora, el Purgatorio lo estaba haciendo, y de una manera
tal, que su caminar se notaba esforzado. Caminaba por ese tramo
con la gracia de Dios, cierto, pero con poca libertad. Pero, allí iba:
confiada y segura de alcanzar la plenitud.
EMMA
Todavía estaba en ese quinto tramo bajo el cual todas las
almas soltaban suspiros de esperanza. La caminata iba muy bien.
A esta altura, ya casi iban llegando. Emma y las demás almas que
tenían mucho amor llevaban un ritmo solemne. Todavía quedaba
un poco de este último tramo.
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CAPÍTULO 7 (Capítulo final)


SIGUE EL QUINTO TRAMO:
La llegada

La inmensa cantidad de almas que continuamente


transitaban por el pavimento del Purgatorio, sumaban muchos
millones. De la masa de almas, unas pasaban por la puerta gris,
otras iban de camino hacia adelante, otras hacían su entrada en el
Paraíso. El Purgatorio siempre estaba en acción, siempre.
Emma se encontraba con una sublimidad única. Venía de
transitar por cinco tramos no fáciles de recorrer. Miles y miles
iban en su alrededor. Estaba íntegra y amplia, lista para el reposo
beatífico de la eterna Bienaventuranza. Ella tenía cuatro
realidades bien claras: sabía quién era Dios, quien era ella,
quienes eran sus prójimos y qué era la global Creación. Esa
integridad la ubicaba en la perfección propia de la Santidad y la
Sabiduría. Estaba más perfecta que Adán y Eva antes del pecado,
porque estaba bañada por la sangre redentora de Cristo. La
lucidez creatural de la que gozaba era superada solamente por la
gloriosa Virgen María.

OTRO AMBIENTE
Todavía estaban en el quinto tramo. Las luces que
iluminaban a cada alma se unieron en una única luz, de modo que
se abrió un compás de luz en tamaño gigante. La potente luz
sustituyó el gris del ambiente. Así que, quedó la total claridad.
Eso hizo que a poquísimos kilómetros se viera la puerta blanca
resplandeciente de luz. Caminaban serenamente con una mirada

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EL CAMINO DEL PURGATORIO

profunda y posada hacia lo alto. Surgió un diálogo de Emma con


su ángel.
—Bendita sea la justicia de Dios —. Esto lo dijo Emma
con un convencimiento excepcional. Mejor aún, le brotó muy
natural. Sus pensamientos eran altos y estaban asentados en el
más excelso estupor. Estaba admirada de la realidad en medida
absoluta.
Caminaba con un solo pensamiento: Dios. Su pensar no se
fundamentaba en circunstancias. Era muy distinto a cuando
pasaba la puerta gris, cuyos razonamientos eran imperfectos y en
tendencia hacia lo mejor. Ahora no, ahora no cabía más
perfección. Toda su capacidad estaba completamente ocupada. Es
decir, era santa a medida “Emma”. Reflejaba la imagen de Dios.

LA ORACIÓN NATURAL
Emma llevaba consigo una especie de música mística, con
la que veía la realidad presente bajo una armonía general, tanto
que la divina gracia guiaba a la mente de Emma sin ningún tipo
de esfuerzo. Oraba en sintonía con los salmos. Ella, en vida
terrena no los conocía ni los rezaba, pero ahora que caminaba en
la libertad de los hijos de Dios, sintonizó perfectamente con las
palabras inspiradoras de este libro bíblico.
Caminaba con la mirada fija en la llamativa puerta blanca.
En medio de ese andar decía en su mente: “mi alma tiene sed de
Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?”
(Salmo 41, 3). Eran palabras saboreadas y matizadas por un alma
enamorada. Emma las asumía con ímpetu desbordante. Tenía
deseos infinitos de tomar posesión de Dios, mejor dicho, de que
Dios la tomase a ella.
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EL CAMINO DEL PURGATORIO

Seguía, ahora con otro pensamiento guía: “yo, por tu gran


bondad, entraré en tu casa, me postraré ante tu templo santo con
toda reverencia” (Salmo 5, 8). El anhelo de reposo hacía que
Emma abriera más su noble voluntad. El ángel le dijo:
—Vivirás en la Mansión por la que tanto han suspirado
los hombres.
—Mi pobre alma goza con la pura imaginación —dijo
nuestra amiga.
—Toda imagen que puedas tener de Dios, se queda corta
ante lo que te será dado en breve.
Todo lo vivido parecía ir a favor de lo que Emma estaba
palpando. Todo le hablaba de Dios, nada había que contradijera
su anhelo. Comenzó a vivir una frase del Salmo 62: “Tú eres mi
Dios… mi alma está sedienta de ti”. Cada paso hacia la puerta
blanca era un canto de adoración y alabanza. No tenía estorbo
humano.
UN ALMA LIMPÍSIMA
Mientras caminaban, llegó un alma a esa parte final del
quinto tramo, llegó con la velocidad de un rayo. Acababa de
terminar su juicio particular. Cosa extraordinaria fue que esa alma
no pasó por los tramos anteriores, sino que fue directo al último
tramo, y dentro de ese último, a la parte conclusiva del Purgatorio.
Era el alma de una madre de familia muy santa. Toda su vida la
pasó limpiándose de penas temporales sin ni siquiera ella
pretenderlo. Simplemente vivía en el amor cotidiano y sin llamar
la atención de público alguno. Vivía siempre en presencia de Dios
y hacía lo que le tocaba con mucha dedicación. Vivía cada
circunstancia de la vida, aún las más difíciles, y no se quejaba ni
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interiormente. De una manera muy serena ofrecía sus miserias y


las de sus prójimos con mucha paciencia. Eso era su Purgatorio
en la tierra. Amaba sin límites. Las caídas las procuraba reparar
íntegramente. Y, para completar, llevó un cáncer agresivo durante
mucho tiempo. Los tramos del Purgatorio los había vivido en la
Tierra. Ahora, la Divina justicia estaba complacida de ella. Llegó
casi directo al cielo. No fue llevada a la puerta blanca directo,
porque tenía algunos pensamientos negativos sin curar.
CERCA
La solemnidad que se veía era muy llamativa.
Innumerables querubines y serafines se hallaban custodiando la
puerta blanca y hacían una cadeneta sagrada en dos columnas. El
canto del Santo se oía desde lejos. Las innumerables almas iban
pasando de una en una. La puerta estaba abierta. Cada alma en
una fila se iba sumergiendo en aquella luz. El ángel de Emma
comenzó a dialogar con ella.
— Ahora sí: este es el día por el que tanto luchamos.
Emma iba sorprendida y con todo su ser en pleno gozo.
Iba completa. Se parecía a Cristo en todo su ser. Su ángel la tomó
de la mano y hubo un momento en que la dejó sola para que ella
se adentrara por el umbral de la puerta blanca. Allí iba a estar con
Dios para contemplarlo eternamente. El ángel de Emma,
profundamente recogido en oración, la seguía con su mirada hasta
que fue sumergida en la luz de la puerta. Acababa de cumplir siete
años de fallecida.

FIN
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