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Del Contenido Al Flujo Nuevas Relaciones
Del Contenido Al Flujo Nuevas Relaciones
Francisco Albarello
Introducción
La revolución tecnológica digital ha calado hondo en el sistema
mediático, estableciendo nuevas relaciones entre los medios y las
audiencias. Así como las revoluciones industriales promovieron nuevos
modos de organización social, introduciendo cambios fundamentales
en la relación entre el individuo y la sociedad, y dando a luz además a
los medios masivos de comunicación, la revolución de las Tecnologías
de la Información y la Comunicación establece un nuevo paradigma en
el cual la información, en tanto materia prima, circula en un sistema
interconectado penetrando todos los ámbitos de la sociedad (Castells,
1998). En las primeras décadas del siglo XXI estamos corroborando
los cambios profundos que esta revolución trae aparejados para esta
nueva forma de circulación de la información, donde los medios y las
audiencias son protagonistas. Las teorías que explicaban hasta el siglo
XX los viejos medios de comunicación, no alcanzan para dar cuenta
de estos cambios (Scolari, 2008). Como afirmó el escritor uruguayo
Mario Benedetti, “cuando creíamos que teníamos todas las respuestas,
de pronto cambiaron las preguntas”. Precisamente, a la luz de estos
cambios que estamos enunciando, se hace necesario preguntarnos qué
son los medios y qué son los públicos en el ecosistema mediático de la
actualidad.
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LA COMUNICACIÓN DIGITAL
Espacios de inscripción
La escritura fue el primer medio de comunicación que delimitó
un contenido en un espacio determinado para su posterior transmisión.
Desde la perspectiva de la mediatización, Eliseo Verón (2013) sostiene
que la escritura fue “el primer proceso que combinó la autonomización
de signos lingüísticos respecto de la fuente que lo produce, con la
persistencia del mensaje en el tiempo”, por lo tanto, “la escritura es el
primer soporte autónomo en la historia de la comunicación lingüística”
(2013: 145). Esta persistencia en el tiempo y autonomía respecto
de la fuente –rasgo que convierten a la escritura en un “fenómeno
mediático”- se dan gracias a la aparición de “soportes no evanescentes
de los mensajes”, que necesitan de la intervención de operaciones
más o menos complejas para su fabricación (Verón, 2013: 145), y
que generalmente resultaron de “materializaciones espaciales que
generaron, de distintas maneras, superficies, restringidas, delimitadas
e identificables como espacios de inscripción” (Verón, 2013: 147). Estos
espacios autónomos de inscripción –que incluyen desde los soportes de
escritura hasta las pantallas- constituyen la diferencia principal con la
comunicación cara a cara, que –al decir de Verón- también es mediada
por un tipo de soporte material, en este caso, las ondas sonoras del
lenguaje hablado (Verón, 2013: 143).
La escritura como discurso autónomo ha producido,
paradójicamente, el cambio más trascendental, al menos en la cultura
occidental, que tiene que ver con la separación del texto y el contexto
en el que este es escrito y leído. Se trata, entonces, de un cambio de
relación entre la palabra y el tiempo: siguiendo a Ong (1967), ahora
desde la perspectiva de la Ecología de los medios, en la etapa oral-aural
había una coincidencia entre el acto de emisión y recepción. Según
este autor, mientras que el sonido está relacionado estrechamente con
el tiempo -lo que diferencia a la escucha de otros sentidos, como el
gusto, el tacto o el olfato- el alfabeto implica que las palabras pueden
estar presentes todas a la vez, y pueden ser diseccionadas en pequeñas
partes espaciales –las letras del alfabeto- que son independientes del
flujo unidireccional del tiempo (Ong, 1967: 42). El alfabeto impone
un sentido de orden y control gracias a su extensión en el espacio: el
sonido se ha espacializado. Estos cambios fueron de tal magnitud que,
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LA COMUNICACIÓN DIGITAL
afirmar que “todavía tratamos al público que servimos como una masa,
a pesar de todo, entregando un producto unidireccional, de un tamaño
único, que llenamos con un producto –commodity- al que llamamos
contenido”1. Esta conceptualización del contenido como parte de un
paquete cerrado que se entrega para ser consumido, sobrevive aún en
la web. Ya sea desde la creación de haciendas de contenidos –content
farms-, que bajo la premisa de la “buscabilidad” son creados para
ser encontrados por los motores de búsqueda (Hirst, 2011), hasta el
desarrollo de sofisticados algoritmos como el de Google; la información
es una mercancía y el contenido es un producto que se entrega al
usuario con eficiencia industrial (Carr, 2011: 187).
Desde hace varios años ya el periodismo viene dando señales del
agotamiento de ese modelo. En el documento titulado sugestivamente
Periodismo Postindustrial: adaptación al presente (2013) Anderson, Bell
y Shirky sostienen: “La importancia de las noticias no va a desaparecer.
La importancia de los profesionales dedicados no va a desaparecer. Lo
que está desapareciendo es la linealidad del proceso y la pasividad de
la audiencia” (44).
1- Traducido del original: “We still treat the public we serve as a mass, all the same,
delivering a one-way, one-size-fits-all product that we fill with a commodity we call
content”
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El flujo es conversación
Vamos a cerrar este capítulo haciendo algunas consideraciones
finales sobre lo específico de la relación entre el contenido y las
audiencias en el ecosistema digital. A diferencia de lo que sucedía en el
ecosistema de los medios tradicionales, en el cual los medios proponían
una relación simétrica “de uno a muchos” (Castells, 2001) y en la cual
el contenido llegaba empaquetado a sus consumidores que no tenían
muchas más opciones que acceder o no a ese contenido; en el ecosistema
digital nos encontramos ante “tecnologías relacionales” (Aguado, Feijóo
y Martínez, 2013: 65). A través de ellas no sólo accedemos a contenidos
sino que los creamos nosotros mismos, y en virtud de los dispositivos
de hibridación que utilizamos para hacerlo, los incorporamos a otras
prácticas que realizamos en ellos: concretamente, los entremezclamos
con nuestras conversaciones.
Un estudio del Pew Research Center de octubre de 2013 analizó
el consumo de noticias que hacían los usuarios de Facebook en Estados
Unidos, y determinó que la experiencia de encontrarse con noticias en
esa red social era “común e incidental”, ya que muchos de los usuarios
accedieron a noticias a las que de otro modo no hubieran encontrado
(Pew Research Center, 2013). Basados en ese concepto, Boczkowski y
Michelstein (2016) sostienen que en el caso de los jóvenes, el acceso
a la información es incidental en el sentido de que “deja de ser una
actividad independiente y pasa a ser parte de la sociabilidad en las
redes” (2). A partir de un trabajo de campo, los autores explican que
los jóvenes entrevistados “no entran en contacto con el universo
digital para buscar noticias, sino que se encuentran con ellas en los
feeds de sus redes, entremezcladas con anécdotas graciosas de amigos,
pedidos de ayuda y fotos de viajes, animales y comidas (3). Este
acceso a las noticias tiene efectos directos sobre el contenido que se
consume: “genera una pérdida de contexto y jerarquía del contenido
periodístico en la experiencia del público” (3). En tanto, el último
informe “Digital News Report” de Reuters indica que más de la mitad de
los usuarios online (54%) de los 36 países que abarcó la encuesta dice
que usa las redes sociales como una fuente de noticias, y un 14% que
las redes sociales son su fuente principal de noticias (Reuters, 2017).
La tendencia se comprueba en una investigación que lleva adelante
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Bibliografía
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