Tras la irrupción de la pandemia el sector bibliotecario se encontró en la
necesidad de adoptar medidas de urgencias, con el fin de acelerar un proceso de cambio, iniciado tiempo antes, debido a la automatización creciente.
Sin embargo, el enorme desafío recrudeció problemas de vieja data,
acelerado por la descomposición de un modelo en constante crisis. Entre las desventajas emergentes durante ese período difícil, llamó la atención una pronunciada desconexión entre usuarios y bibliotecarios, especialmente estos últimos, enfrentados con la disyuntiva de operar a distancia. Qué la mayoría de las bibliotecas tuvieran muy poca visibilidad en redes sociales, blogs, así como otros medios aledaños fuera de sus propias páginas, no hizo más que sorprender, pareciendo proyectar una distancia incómoda.
A fin de enfrentar esta dificultad, se hizo necesaria implementar una
enorme ingeniería digital, hasta entonces en desarrollo, y que reconvertida en puente de enlace sirviera como método eficaz, en los intentos por combatir una brecha cada vez más profunda.
Aunque el desafío pareció atenderse, y las bibliotecas pudieron
adaptarse sin dificultad mostrando una resiliencia formidable, el regreso a la presencialidad significó confrontar nuevos paradigmas dominantes. Uno de ellos, y de modalidad creciente especialmente dentro del ámbito universitario, presupone reconvertir a la biblioteca en una especie de proveedor digital sin límites, en reemplazo de una bibliografía física cada vez menos requerida. Esta reconfiguración a cuanto a su rol tradicional, trae aparejado el fenómeno de las bibliotecas vacías, en latente confrontación con una virtualidad cada vez más elegida por los usuarios.
Desde el ámbito docente la biblioteca enfrenta también nuevas
preocupaciones, ya que el avance de la educación a distancia subscribe un retroceso entre sectores siempre en pugna. Y es que no se percibe voluntad para integrar a la biblioteca dentro de esta apuesta, donde el docente busca posicionarse como fuente de información primordial, aportando su propio material. Como resultado de esta exclusión, la biblioteca se percibe cada vez más desplazada, y por lo tanto su ya difícil vinculación con el usuario se eleva en complejidad.
En cuanto al uso de servicios electrónicos por parte de los usuarios, se
advierte cierta resistencia para su adopción, aunque en pandemia la demanda para subscrición fuera elevada. Aun así los avances registrados son muy lentos, más allá de los talleres y guías proporcionados, tal vez por la falta de incentivos desde otros sectores educativos. Una cuestión, y no menos importante, es que una excesiva incorporación de estos servicios electrónicos dentro de la oferta bibliotecaria, puede generar cierta saturación haciendo confundir aún más al usuario.
Para el bibliotecario no es un panorama alentador, pero existen
herramientas que de incorporarse a su desarrollo profesional pueden servir como elementos de estrategias en este escenario tan difícil. Así tenemos actualmente se está implementando la figura del bibliotecario de enlace o temático, personal individual que funciona como intermediario entre la biblioteca y una unidad académica específica designada por la universidad. Otra opción es la de curadoría de datos, que permiten al bibliotecario realizar un filtrado experto en medio de la vorágine de información. Un tercer desafío es la de alentar una remodelación del espacio bibliotecario, para así adecuarlo a los nuevos tiempos, aunque este último necesita de mucho consenso. Tales son algunas propuestas enunciadas. El debate a penas comienza.
Palabras clave: Bibliotecas, Pospandemia, Bibliotecología y Ciencia de la Información.