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De Roncesavalles A Pavía Ariosto, La Épica Española y Los Poemas Sobre Bernardo Del Carpio
De Roncesavalles A Pavía Ariosto, La Épica Española y Los Poemas Sobre Bernardo Del Carpio
De Roncesvalles a Pavía.
Ariosto, la épica española
y los poemas sobre Bernardo del Carpio
Lar a V ilà
Universitat de Girona
La recepción de Ariosto en las letras españolas del siglo xvi es un tema al que se han
dedicado infinidad de páginas. Los ecos ariostescos que descubrimos aquí y allá no
hacen más que confirmar la excepcional fortuna de un poema que despertó en su siglo
una admiración sin precedentes para un autor en vulgar. Admiración que caminaría
hacia un progresivo rechazo, especialmente en los círculos eruditos de la Italia del
Quinientos. El Orlando furioso alimentó la imaginación de lectores de todo género y
condición, si bien su público más directo pertenecía al estamento nobiliario, lo que
condicionó la fortuna de la obra. Pero el proceso que va desde la aclamación de Ariosto
como poeta épico de la modernidad al desprestigio que, a finales de siglo, conocieron los
romanzi, no solo se explica por la publicación de la Gerusalemme liberata de Tasso. En
la sustitución de un modelo por otro intervienen cuestiones de diverso orden, desde las
meramente teóricas, consecuencia de la implantación plena del neoaristotelismo, a
políticas y religiosas, fruto del avance de la Contrarreforma, sin olvidar las sociales y
culturales. Estas, en particular, son inseparables de la visión de la caballería en las
postrimerías de un siglo que vio definitivamente modificadas las antiguas estructuras
militares y consolidada la autoridad de unas monarquías cada vez más autocráticas. La
alteración del papel de la nobleza afectó directamente a los modos de representación de
un estamento vinculado desde antiguo a la milicia y a la guerra, el pilar de un género
como la épica.
El estudio de la influencia de Ariosto en la épica española del Quinientos debe tener
en cuenta todos estos elementos si quiere explicar cabalmente el apogeo de una moda
literaria y su paulatino declive. A su vez, los modos de apropiación de la obra en sus
imitaciones castellanas nos permitirán medir las diferencias entre la escritura épica en
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« S p i r t o D i v i n . . . a l g r a n V i r g i l i o e q u a l i » 3:
l a s l e c t ur a s i t a l i a na s d e Ar i o s t o
Los poetas españoles que reescriben el Furioso tienen la convicción de escribir épica.
Ahora bien, si el siglo xvi conoció un debate espinoso en materia literaria este fue, en
Italia, el que concernía a la naturaleza épica de los romanzi, cuyo representante principal
era Ariosto4. Dicho debate, especialmente enconado tras la publicación de la
Gerusalemme liberata en 1581, enfrentó a los apologetas de Ariosto con los defensores
1
Chevalier, 1976, p. 123.
2
Véanse Chevalier, 1966, pp. 71-84; y, sobre todo, Muñiz, 2002, vol. I, p. 35, que va más allá de lo
señalado por el estudioso francés y afirma que «La versión de Urrea no fue solo la indiscutible vía de acceso al
poema de Ariosto en España, sino un producto naturalizado en su cultura durante buena parte del Siglo de
Oro» (la cursiva es mía), lo que la convirtió, según la autora, en la «vulgata» del Furioso.
3
Ludovico Dolce, «Soneto di M. Lodovico Dolce in Lode di M. Lodovico Ariosto», vv. 1-2.
4
Véase la obra ya clásica de Weinberg, 1961; Javitch, 1991, caps. 6 y 7.
DE RO N CES VALLES A P AVÍA 47
5
Entre las cartas que conforman el epistolario de Ariosto en las que se hace alusión a la obra, nunca se la
refiere en términos de género; el poeta alude al Furioso como «libro» o como «obra» (por ejemplo, en la carta
de 14 de julio de 1512 a Francesco Gonzaga, y en la carta de 25 de octubre de 1515 al Dux de Venecia). Véase
Segre, 2002, pp. 10-12.
6
Véanse Chevalier, 1966, y Javitch, 1991.
7
Fue la más editada del siglo: conoció 27 reimpresiones entre 1542 y 1560.
8
Sobre la fortuna de la edición de Giolito y las demás ediciones que siguen su modelo, véase Javitch,
1991.
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Subyace a esta discusión un problema de fondo al que se intentará dar respuesta durante
todo el Quinientos en Italia, especialmente en la segunda mitad de siglo, y que no es otro
que llegar a conceptualizar de forma clara lo épico9. El tema, aunque apasionante, nos
alejaría demasiado del objetivo del presente trabajo, pero vale la pena notar que la
práctica italiana del siglo xvi caminaba poco a poco hacia la reconversión de la
naturaleza de los romanzi, que incluso los poetas percibían como conflictiva. La crítica
contemporánea que se ha ocupado de la cuestión ha tendido a centrarse en la discusión
teórica de finales de siglo y, como muy bien ha señalado Stefano Jossa, ha tendido a
dejar en la penumbra todo lo que media entre Ariosto y Tasso. Pero hasta la publicación
de la Gerusalemme, se suceden los intentos por llegar a dar con la fórmula conciliadora
que consiguiera fundir adecuadamente el rigor poético y el gusto por las narraciones de
las aventuras caballerescas, en lo que, a su vez, constituye una operación claramente
ideológica, que camina de la mano de la implantación de la Contrarreforma10.
Cuando la teoría sanciona las bondades del modelo de Tasso, y a pesar de que
todavía se alzarían algunas voces en defensa de Ariosto, como la de Lionardo Salviati
(1585), el Furioso vislumbra el final de su andadura como modelo épico
contemporáneo. El poema de Tasso cerró un intenso debate que había girado en buena
medida entorno al Orlando Furioso y a su conflictiva condición de poema épico a la vez
que pasó a encarnar, de una manera mucho más clara, al epos de la modernidad11. Al
mismo tiempo, Tasso establece claramente, y a la manera de los antiguos, la perfecta
correspondencia entre poesía y política cuando afirma que la primera debe «servir» al
bien civil12. A la ortodoxia poética, encarnada en la unidad aristotélica, corresponde
pues una ortodoxia moral y política13. La prueba más palpable de la realidad de este
nuevo código épico radica en el abandono del amor y en la recentralización de la guerra.
El mundo del amor y de la aventura caballeresca, portadora de unos valores y virtudes
ya caducos, se mantiene como entretenimiento cortesano y como recurso narrativo que
garantiza la variedad en la unidad aducida hasta la saciedad por las poéticas
neoaristotélicas, pero, finalmente, debe ceder terreno a lo verdaderamente épico, es
decir, a la guerra y a la defensa del Estado. El héroe auténtico es, así, aquel capaz de
renunciar al amor, al placer, al erotismo (es decir, al universo de los poemas
caballerescos) para servir al bien común.
9
Véase Esteve, 2010.
10
Véase Jossa (2002).
11
Véase Javitch 1999a, 1999b, 2010.
12
Como Tasso apunta en su epistolario; véanse Le prose diverse di Torquato Tasso: carta 76, a Luca
Scalabrino, 1576, en la que afirma «ch’io non ho avuto altro fine che di servire al politico»; y carta 79, a
Scipione Gonzaga, 15 de junio de 1576.
13
Que redunda asimismo en la plasmación poética de la realidad contemporánea, tanto a escala
doméstica como universal. Así, el poema ofrece también una solución ideal al conflicto entre el ducado estense
y el Pontífice, encarnado en la reconciliación de Goffredo y Rinaldo, al tiempo que la conquista de Jerusalén se
identifica, en un pensamiento plenamente contrarreformista, con la victoria de la Iglesia sobre la herejía. Véase
Quint, 1990.
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« P o r a f f i c i ó n d e m i p a t r i a h e us ur p a d o
d e m a s i a d a l i c e n c i a » 14: l a h i s p a n i z a c i ó n d e A r i o s t o
Solo pido a los letores que me perdonen si por la afición de mi patria he usurpado demasiada
licencia, en lugares vacíos y ociosos entremetiendo la memoria de algunas personas de ella,
famosas y dignas de mucha e inmortal fama, pues en ello se guarda la templanza y moderación
que se debe, sin quitar a nadie lo suyo, como algunos tradutores hemos visto señaladamente
franceses, que los hechos y trabajos ajenos huelgan de los atribuir y transferir a hombres de su
nación.
Las alteraciones se explican por la afición a la patria. Pero no, dice, al modo de los
franceses, que gustan de adueñarse de la gloria ajena. Todo un dardo envenenado que
sin duda tendría su reconocimiento entre los lectores españoles contemporáneos de las
guerras entre Francia y España. La traducción de Urrea sienta las bases para comprender
cómo se lee al Furioso en la península a lo largo del siglo: como poema que canta
empresas esforzadas, un tema que tanto gusta a la nobleza y a la monarquía, y que sirve
a la celebración patriótica. Que Urrea había dado de lleno en el clavo lo demuestra la
fortuna editorial de su obra. No entraré en detalle a analizarla16, pero querría destacar
14
«Aviso del autor al lector», Orlando furioso dirigido al príncipe don Felipe nuestro Señor, traducido en
Romance Castellano por don Jerónimo de Urrea, ed. 1549, s.f.; ed. 2002, p. 81.
15
«Muy Alto y muy Poderoso Señor», Dedicatoria, en Orlando furioso dirigido al príncipe don Felipe
nuestro Señor, traducido en Romance Castellano por don Jerónimo de Urrea, ed. 1549, s.f.; ed. 2002, p. 79.
16
Para la fortuna editorial de la traducción de Urrea, véase Muñiz, 2002. La misma autora es directora de
un ambicioso y cuidado proyecto de edición digital de las principales ediciones de la obra, por el momento
limitada a los primeros cinco cantos. Véase http://stel.ub.edu/orlando/.
50 LARA VILÀ Criticón, 115, 2012
17
Que contaba, por cierto, con la bendición del mismo Giolito, como se deduce de las palabras que el
impresor dedica al traductor castellano en la epístola prefatoria de la edición de 1553: «… questa opera
veggendo dalla penna di V. S. rivolta nella vostra dolce e gentil lingua Spagnuola, o Castigliana che la
nominate, con tanta felicità, che a gl’intendenti il nostro Poeta assembra esser nostro natio, e non condotto tra
voi, a guisa di forestiere e peregrino, dal nostro paese, mosso dallo amore, che io porto et a M. Lod. et alla
lingua vostra, e dalla cura principalmente, che io prendo di giovare non meno in cotesta lingua, di quello, che
ho fatto e fo nella nostra, a chiunque se ne diletta, hollo voluto fare imprimere con quelli stessi ornamenti, che
tante volte ho usato nel proprio nostro, con le istesse annotationi, e di piu con nuovi argomenti et allegorie per
ciascun canto: accio che l’utile sia accompagnato con la bellezza» («Al molto virtuoso e valoroso signore don
Hierónimo di Urrea, Capitano della Maestà cesarea. Gabriele Giolito de’Ferrari», en Orlando Furioso de M.
Ludovico Ariosto, dirigido al Príncipe don Filipe, nuestro señor, traducido en romance castellano por el. S.
Don Hierónimo de Urrea…, ed. 1553, s.f.).
18
Incluso cuando se editan o reproducen los comentarios de otros autores, no pocos creen que son
también de Dolce. Véase Muñiz, 2002, p. 46, n. 51.
19
Véase Soler del Campo, 2000.
20
Véanse Chevalier, 1976; Eisenberg, 1982; Prieto, 2000.
DE RO N CES VALLES A P AVÍA 51
21
Véase Cátedra, 2007.
22
Véase Hempfer, 2004.
23
Asimismo, es preciso recordar los intentos de poetas como Gonzalo Gómez de Luque, Martín de Bolea
y Castro, Lorencio de Zamora y Jerónimo de Huerta, que intentan llegar a un modelo de poema caballeresco
español mediante la fusión del Amadís y el Furioso.
24
Así lo expresa, por ejemplo, Francisco Núñez de Oria en sus Lyrae Heroicae inspiradas directamente en
el Furioso. En la dedicatoria a don García de Mendoza, dice (tras Dolce) que la obra aduce ejemplos de
buenas costumbres y enaltece los triunfos de Carlos V y Felipe II a través de Carlomagno y los caballeros del
universo ariostesco. Según sus palabras, se trata de una alabanza elaborada artificiosamente, es decir, a la
manera de Virgilio y por lo tanto, constituye, sin ninguna duda, épica («Illustri ad modum Gartiae furtatio a
Mendoça...», en Lyrae Heroicae libri quattuordecim, s.f.).
25
Véase Gagliardi, 2010.
26
El Furioso sólo aparece en el Índice portugués de 1581, pero solo se condenan algunos pasajes. En
España se condenan las Sátiras en el de 1583. Véase Bujanda, 1996.
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de los romanzi en Italia27. El agotamiento del filón ariostesco como modelo épico
coincide cronológicamente con el caso italiano pero en España las motivaciones no
tienen una traslación teórica. La realidad histórica contemporánea se percibe como
suficientemente heroica por ella misma y, a medida que avanza el siglo, se corresponde
cada vez menos con el mundo de la caballería literaria.
« Ca nt a r á l a v e r d a d a q ue s t a h i s t o r i a ,
y n o s e g ú n T u r p í n F r a n c é s l o s i e n t e » 28
Ariosto fue, en definitiva, el poeta cuya imitación inauguraría los vacilantes pasos de
una nación en busca de su poema épico. Esta faceta inicial se caracteriza
fundamentalmente por la articulación del mundo de la caballería y la historicidad épica
de acuerdo con el patrón ariostesco, es decir, en poemas donde se funden una trama
genealógica y amorosa y una trama bélica. Pero estos poemas narrativos, conforme a las
presuposiciones patrióticas auspiciadas por la traducción de Urrea, no solo debían
satisfacer las necesidades de una clase nobiliaria que se reconocía en las aventuras de los
caballeros errantes sino que, por encima de todo, debían favorecer una lectura en
términos nacionales 29. Este ideal patriótico es inseparable de la presentación de los
hechos de guerra conforme a la verdad histórica, según los poetas, y, así, la épica se
ofrece como la alternativa a una historia hasta ahora silente, cuya voz autorizada asume
como propia.
Los poemas que narran las gestas de Bernardo del Carpio, que son también los
primeros poemas épicos de nuestro Siglo de Oro, reescriben el modelo de Ariosto y, al
arrimo de la operación traslaticia (en términos lingüísticos y nacionales) de Jerónimo de
Urrea, principian la configuración de una épica nacional. Esta implica la modernización
de los modelos antiguos (de Virgilio, a través de Ariosto), el respeto de la tradicional
comunión de intereses entre la épica y la historia (Ariosto se inspira en el pseudo-
Turpín, lo mismo que Virgilio se leía confrontado con Livio) y la expresión de un
27
Habrá que esperar, que nos conste a día de hoy, a la tardía Poética de Alonso López Pinciano para
encontrar una afirmación de la que se deduce que el poema de Ariosto empieza a percibirse como algo
distinto: «[Fadrique] —Vos, señor Pinciano, lo decís por los poemas que agora son muy usados, dichos
romances de los italianos, los cuales carecen de fundamento verdadero...» (Philosophía antigua poética,
Epístola XI, pp. 164-165. El subrayado es mío.) De esta y otras afirmaciones a propósito de la naturaleza
histórica de la épica se deduce que el Pinciano considera que el romanzo es una obra que carece de base
histórica, justamente como se reconoce también de las novelas de caballerías. La lectura que apunta el
Pinciano, en su poética y en su poema El Pelayo (1605), se ve refrendada por la coincidencia cronológica de
las dos últimas ediciones de la obra de Urrea, de 1582 y 1583, con la publicación de otras dos no menos
relevantes: la traducción del poema ariostesco de Vázquez de Contreras que, a diferencia de la de Urrea, es en
prosa; y la realizada por Juan Sedeño de la Gerusalemme de Tasso. Sobre la teoría de la épica recogida en los
prólogos, véase Vega, 2010.
28
Nicolás Espinosa, La segunda parte del Orlando, con el verdadero suceso de la famosa batalla de
Roncesvalles, I, I, 3-4.
29
No entraré discutir aquí sobre la lectura moralizante que pueden compartir las novelas de caballerías y
los poemas épicos y caballerescos: es bien sabido que las censuras de las narraciones caballerescas, más
intensas cuanto más avanza el siglo, afectaron principalmente a las novelas, lo que dio lugar a una avalancha
de defensas por parte de sus autores que, justamente, querían enfatizar su utilidad moral aduciendo que sus
novelas tenían una base histórica, como ya pretendiera Montalvo en su prólogo al Amadís. Véase al respecto
Gagliardi, 2010.
DE RO N CES VALLES A P AVÍA 53
ideario nacionalista y no solo cortesano (auspiciado por Urrea). Lo curioso del caso
ariostesco en España, como ya señalara Chevalier, es que su adaptación, si pretendía
servir a la exaltación de las familias patrias y al elogio de la política española, solo podía
construirse a través de unas obras que son una contestación al Furioso. En este sentido,
la épica sobre Bernardo del Carpio constituye el cuerpo de poemas más representativo 30.
Espinosa, Garrido de Villena, Agustín Alonso, Barahona de Soto y Suárez de Figueroa
parten de una idea fundamental: que su narración es la verdad de lo que ocurrió en
Roncesvalles31 y que la victoria de Bernardo sobre Roldán es el símbolo de la victoria de
una España heroica sobre una Francia con una ambición sin límites. Música celestial, sin
duda, para los oídos de aquellos nobles cortesanos a la par orgullosos de sus ancestros y
de la monarquía de un Carlos V al que también se contempla como epítome de las
virtudes caballerescas 32. Sus poemas apuntan a un momento de la historia patria que
consideran, con sus contemporáneos, épico: las guerras francoespañolas. Roncesvalles se
convierte así en la antesala y la prefiguración de otra gran batalla reciente, la de Pavía,
donde Francisco I fue derrotado y capturado. La adaptación de Ariosto para la
celebración de las gestas de un héroe supuestamente contemporáneo de Carlomagno y
sus Pares cobraba así plena actualidad política, sin dejar de servir a la idea de la
heroicidad caballeresca tan del gusto de sus lectores.
La leyenda de Bernardo del Carpio, que tiene su origen en el siglo xii, nace ya de
hecho como reacción a la presión franca y como respuesta a la propaganda difundida en
el Pseudo-Turpín y en los cantares de gesta33. La recuperación de esta figura en el
Quinientos de una nebulosa solo atisbada por medio de las crónicas medievales enlazaba
perfectamente con el sentimiento antifrancés imperante en la España de Carlos V y de
Felipe II 34. Es más, su oscuro nacimiento lo relacionaba con la monarquía (a la vez que,
30
Para un análisis pormenorizado de los demás poemas caballerescos que se inspiran en el poema de
Ariosto (y en el Innamorato de Boiardo), remito nuevamente a la obra tantas veces citada de Chevalier, 1966.
31
Espinosa y Garrido de Villena aluden también a esta idea en los títulos mismos de sus poemas, que son
casi idénticos: La segunda parte del Orlando, con el verdadero suceso de la famosa batalla de Roncesvalles y
El verdadero suceso de la famosa batalla de Roncesvalles. Agustín Alonso subraya también la historicidad de
su poema mediante el sucinto título de Historia de las hazañas y hechos del invencible caballero Bernardo del
Carpio.
32
Cuya plasmación poética más representativa, por cierto, cobra forma en el Carlo famoso de Luis
Zapata, de 1566, todo un edificio épico al servicio de la visión del Emperador Carlos V como caballero y
guerrero según el modelo heroico de la Antigüedad. Puddu, 1986, p. 49, afirma que la ideología caballeresca
en tiempos de Carlos V fue un eficaz instrumento regio que ayudó a legitimar la guerra entre dos monarquías
cristianas, una cuestión sumamente sensible para los erasmistas. Prueba de ello es que el enfrentamiento
político entre ambas naciones se articuló sobre la idea de que esta encarnaba la rivalidad entre dos caballeros-
monarcas. Véase Carrillo y Pereda, 2000.
33
Véase Rubio García, 2000. Para los orígenes legendarios de Bernardo del Carpio, véanse Defourneaux,
1943, y Richthofen, 1976. Más recientemente se ha publicado el estudio de González García, 2007. Para un
resumen de las principales aportaciones al estudio de la figura de Bernardo del Carpio, véase Eisenberg, 1995,
cap. 2.
34
La primera fuente que recoge la existencia de Bernardo del Carpio es el Chronicon mundi. El Tudense
cuenta que Bernardo es el hijo ilegítimo del Conde Sancho Díaz y de Jimena, hermana de Alfonso el Casto.
Tras enterarse de lo ocurrido, el rey envía a Jimena a un convento, encarcela al conde en el castillo de Luna y
cría a Bernardo como si fuera su propio hijo. Con el tiempo, el leonés será el vencedor de los francos en
Roncesvalles, en respuesta a las pretensiones de Carlomagno al trono de su tío. El texto, revisado con fines
ideológicos favorables a la corona de Castilla fue la base de la que se sirvió Rodrigo Jiménez de Rada en el De
54 LARA VILÀ Criticón, 115, 2012
posiblemente, se le pudiera ver, por su condición de hijo natural, como antecesor de don
Juan de Austria). A los ojos de un lector del xvi, en suma, encarnaba un ideal patriótico
con vínculos evidentes con el mundo de la caballería 35. Tanta oscuridad, sin embargo,
acabaría por arrojar una sombra de duda sobre la verdadera existencia del héroe: la
versión de la crónica alfonsí, impresa en 1541 de la mano del cronista imperial Florián
de Ocampo36, y fuente privilegiada de la leyenda bernardina en el Quinientos, era
también la que presentaba más incongruencias 37. Ello explica, muy probablemente, las
dudas que expresan el propio Ocampo y, con él, la mayor parte de los historiadores
contemporáneos, sobre algunas de las acciones que la leyenda atribuye a Bernardo, entre
ellas su participación en la batalla de Roncesvalles 38.
Pero estas dudas de los historiadores contrastan con la extendida fama de Bernardo
como vencedor de los franceses en Roncesvalles, al menos hasta bien entrado el siglo.
Los dos primeros poemas épicos sobre Bernardo no dudan en presentar como verdadera
la relación de sus hazañas (fundamentalmente las recogidas en las crónicas del Tudense
y del Toledano) que conducen a la derrota de los francos en Roncesvalles. Los dos
poemas se publicaron en 1555, en Zaragoza y en Valencia, y ambos marcan el inicio no
solo de la andadura épica de Bernardo del Carpio en el Siglo de Oro sino, ante todo, de
la reescritura hispánica del Furioso39. Esta voluntad nacionalista va más allá, incluso,
del foco inicial de recepción de la obra de Ariosto en la órbita de la noble familia
valenciana de los Condes de Oliva 40. Cierto es que ambos poetas hacen que Bernardo
rebus Hispaniae (véase Linehan, 1993, para las diferencias entre ambos cronistas.) La castellanización plena de
la leyenda y su conversión en símbolo de la resistencia nacional se debe al Poema de Fernán González y a la
Primera crónica general (caps. 617, 619, 621, 623, 648-652, 654-656). Véase Alvar y Alvar, 1991, pp. 381-
408.
35
Era, según Lacadena, 1980, p. 196, el arquetipo del héroe hispano, y su fama superó, en el Quinientos,
a la del Cid.
36
Las quatro partes enteras de la Crónica de España que mandó componer el Serenissimo rey don Alonso
llamado el Sabio ... Vista y emendada mucha parte de su impresión por el maestro Florián Docampo, Cronista
del emperador rey nuestro señor.
37
La crónica alfonsí refiere que Bernardo, tras los hechos de Roncesvalles, se sublevó contra Alfonso III el
Magno para conseguir la libertad de su padre, vivió diversas aventuras en Francia y, de allí, volvió de nuevo a
España para luchar contra los árabes. Recoge también la noticia, procedente de «cantares et fablas», que hace
de Bernardo sobrino de Carlomagno. La fusión de estas dos versiones tan dispares y que en tanta confusión
sumía a la figura de Bernardo, según Horrent (1951, pp. 467-472), se explicaría por la unión de dos
tradiciones distintas con protagonistas de idéntico nombre. Una situaría la acción en tiempos de Alfonso el
Magno y narraría un drama de familia que culmina en el enfrentamiento entre Bernardo y el rey por causa del
encarcelamiento paterno; la otra, la transmitida por el Tudense y el Toledano, se enmarca en la zona oriental y
en tiempos de Alfonso el Casto, y hace de este Bernardo, también sobrino ilegítimo del monarca pero en
ningún modo enfrentado con él, el vencedor de los francos en Roncesvalles.
38
Dice Garibay en su Compendio Historial de España (publicado en Amberes entre 1570 y 1572) que
«Muy grande gloria y prez de esta batalla dan los autores españoles a Bernardo del Carpio, sobrino del rey
don Alonso, pero muchos varones de nuestro tiempo, versados en historias, lo tienen por muy incierto, y lo
mesmo me parece [...]», citado en Bustos Guadaño, 2000, p. 208.
39
Como demuestra el hecho de que el impresor Martín Nucio reimprimió el poema de Espinosa con el
título de La segunda parte del Orlando, tras una Primera parte que era la traslación de Urrea. Ver Muñiz,
2002, p. 38, n. 26.
40
Como ha notado Valsalobre, 2005. El autor señala también la posible relación de Jerónimo de Urrea
con el entorno de los Centellas y apunta la posibilidad de que esta familia, cuya presencia preside las primeras
DE RO N CES VALLES A P AVÍA 55
Viendo tan cantadas, muy ilustre señor, las hazañas de los Pares de Francia, por los famosos
Conde Descandiano y Ludovico Ariosto, hinchiendo el mundo de sus heroicos hechos, y que
estaban sepultados en el olvido nuestros españoles, que a estos y muchos más en la nombrada
lid de Roncesvalles vencieron y sobraron....42
Sola vuestra España veo que carece tanto de esto [de memoria de sus hazañas], que habiendo
setecientos años que españoles consiguieron tanta gloria, como fue en la famosa batalla de
Roncesvalles, estaba tan sepultada en el olvido, que ningún acuerdo se tenía de ella43.
décadas de penetración de las obras de Boiardo y Ariosto en la península, hubiera patrocinado la traducción
del Furioso.
41
La operación se percibe, con todo, mucho más claramente en el poema del segundo, ya que Alberto es el
supuesto ancestro de los monarcas españoles: Espinosa, que dedica al poema al Conde de Oliva, hace de
Cotaldo un ancestro mítico de los Centellas (aunque tiene ascendencia borgoñona y una apariencia física que
recuerda a Carlos V), cuyo origen se ve enaltecido por la confluencia de este personaje novelesco con la
leyenda castellana de Bernardo (y, de su mano, con la monarquía hispana) y la catalana de los Nueve Barones.
Ver Chevalier, 1966, pp. 112-114.
42
«Al muy Ilustre Señor Don Pedro Centellas Conde de Oliva, &c.», en La segunda parte del Orlando,
s.f.
43
«Al Sereníssimo, Alto y muy Poderoso Señor don Carlos de Austria, Infante de las Españas, &c. nuestro
Señor», en El verdadero suceso de la famosa batalla de Roncesvalles, s.f.
44
«Al muy ilustre Señor Don Diego Fernando de Alarcón, Señor de la villa de Valera de Suso, y del
consejo de su Majestad, &c.», en Historia de las hazañas y hechos del invencible caballero Bernardo del
Carpio, s.f.
56 LARA VILÀ Criticón, 115, 2012
« S e t i e n e c o m ú n m e n t e p o r i n c i e r t a y f a b u l o s a » 46:
el amor y la ficción
Tras el modelo de los dos poetas valencianos, los demás autores que poetizan las
hazañas de Bernardo del Carpio insistirán en esta lectura patriótica que vincula
Roncesvalles con Pavía. A medida que pasan los años, sin embargo, se operan diversos
cambios en la épica que se inspira en Ariosto. De hecho, es preciso esperar casi tres
décadas para que vuelva a imprimirse un poema sobre Bernardo del Carpio 47. Para
cuando esto ocurre, el panorama épico español parece haber matizado la omnipresencia
ariostesca e inclinarse por la narración de otro tipo de gestas más cercanas, cuya
preferencia se percibe en cierto modo en un sentido opuesto al modelo del Furioso: se
han publicado ya, por ejemplo, la primera parte de La Araucana (1569) y diversos
autores dedican poemas a la celebración de la reciente victoria sobre los turcos en
Lepanto 48. Jerónimo Sempere y Luis Zapata, todavía inmersos en el mundo de la
caballería, sintetizan este gusto con la relación de la vida y triunfos recentísimos de
Carlos V. El mundo de la caballería, es cierto, goza todavía del beneplácito y el favor del
público. Pero este también percibe que las gestas recientes protagonizadas por los
españoles en el Viejo y en el Nuevo Mundo, encabezados por la figura egregia del viejo
emperador, merecen un tratamiento épico.
Pese a ello, el siguiente poema que se ocupa de poetizar las hazañas de Bernardo del
Carpio, el de Agustín Alonso (1585), es quizá el que mejor sintetiza las configuración
épica del personaje 49. Frente a Espinosa y Garrido de Villena, Alonso le concede el
protagonismo absoluto del poema, lo que implica que ocupe también el centro de la
trama genealógica y más «ariostesca». Librarse de la necesidad de inventar un personaje
45
Espinosa relaciona ambas por medio de dos profecías que funcionan ex contrario, puesto que la
primera refiere a Roldán su próxima derrota en Roncesvalles mientras que la segunda anuncia a Cotaldo la
victoria del Emperador en Pavía. Garrido de Villena se sirve del mismo recurso profético cuando, después de
un primer enfrentamiento entre Bernardo y Roldán, este contempla una pintura que ilustra su derrota, tras lo
cual, el anciano que interpreta las pinturas le anuncia las dos mayores victorias de la edad presente, que son
Pavía y Mühlberg.
46
Bernardo de Balbuena, «Prólogo» a El Bernardo o victoria de Roncesvalles, p. 140.
47
Hay otros poemas que se refieren aquí y allá a la figura de Bernardo del Carpio pero no que, en la
senda apuntada por los dos poetas valencianos, desarrollen extensamente y concedan centralidad a su leyenda.
48
Joan Pujol, en catalán y Juan Latino, en latín, en una fecha tan temprana como 1573; Jerónimo Corte
Real, en 1578. En el caso de Ercilla, como demostrara Chevalier, pervive, al igual que en otros poemas
contemporáneos, la impronta del poema de Ariosto.
49
Hay un poema anterior, los Lyrae Heroicae libri quattuordecim de Francisco Núñez de Oria (1581),
que constituye un caso excepcional. Es el único escrito en latín, el que primero incorpora alegorías para
interpretar cada uno de los cantos y también el único que, pese a recuperar a Bernardo del Carpio, no lo
relaciona con Roncesvalles. La única intervención del leonés se produce en el episodio de la defensa de París,
en ausencia de los Pares carolingios, que se encuentran inmersos en sus aventuras personales: la intervención
del leonés resulta, pues, providencial. Bernardo se convierte en paladín de la Cristiandad, defensor de
Carlomagno y vencedor de Agramante. La heroicidad del español (y la lectura nacionalista) se construye,
como dice el mismo autor en la dedicatoria, artificiosamente, y su finalidad no es otra que explicitar la
continuidad del imperio carolingio en el austríaco al modo virgiliano.
DE RO N CES VALLES A P AVÍA 57
50
«Al benigno lector, S. P. D.», en Historia de las hazañas y hechos del invencible caballero Bernaldo del
Carpio, s.f.
51
«Al muy ilustre señor don Diego Fernando de Alarcón...», s.f.
58 LARA VILÀ Criticón, 115, 2012
de Luis Barahona de Soto, nos permite apreciar también esta dialéctica entre dos modos
épicos 52. Esta vez, Bernardo se moverá ya en un mundo totalmente ficticio y plenamente
característico de la materia ariostesca: el del amor. Para los contemporáneos, a pesar de
su materia ficcional, el poema tenía un inequívoco aliento épico, indudablemente
auspiciado por ser reescritura del Furioso y por la participación del leonés, cuya
supuesta hazaña en Roncesvalles hubiera perfilado la segunda parte del poema que
Barahona nunca llegó a escribir y a la que se alude veladamente en determinados
momentos. Lo importante de la aportación del andaluz es el reconocimiento y la
asimilación plena del modelo de Ariosto como poema que gira alrededor no de la guerra
sino del amor (como ya reconocía Alonso de Ercilla en los versos iniciales de su
Araucana). La Angélica es un poema sobre dos amantes, sobre la metamorfosis del amor
sensual en un amor ejemplar. Angélica ya no es la dama casquivana que enloquece a
Orlando sino que ella y Medoro acaban convertidos en amantes modélicos al modo de
los héroes de las Etiópicas. El mundo del romanzo cobra así un carácter definido: trata
de amor, se funda en la ficción y sostiene una lectura políticamente interesada a través
del personaje de Bernardo, al que, por primera vez, se supone ancestro de una noble
familia española. Sobre este descansa, además, el sostenimiento de la guerra, que nunca
sabremos qué peso pudo haber tenido en la obra de Barahona, por faltarnos esa segunda
parte.
Pero es evidente que el caso de Barahona es ya muy distinto de los poemas
precedentes53. El modelo de Ariosto empieza a percibirse como mera ficción y cada vez
menos como épica. Frente a él, ganan terreno los poemas que satisfacen el gusto por la
narración histórica y por una mayor austeridad que debe relacionarse también con el
avance de la Contrarreforma. Esta querencia de rigor histórico explica también la
preferencia del modelo tassesco y confirma el asentamiento de una nueva ortodoxia
épica, que acaba por confinar al modelo ariostesco al ámbito del amor y la ficción. El
aliento de una épica escrita a la manera de Tasso está ya detrás, por ejemplo, del
siguiente poema que se ocupa de la figura de Bernardo del Carpio y cuyo título es
plenamente indicativo de los intereses de una épica histórica al modo de la Liberata: la
España defendida de Cristóbal Suárez de Figueroa (1612). En otro lugar me he referido
ya a las características de la adaptación del poema de Tasso en nuestras letras. Valga
simplemente señalar que nuestros poetas adaptan el espíritu de esta nueva épica de
cruzada mediante la narración de los hechos de la Reconquista, que acaba convertida en
el primer episodio de la historia de una España guerrera y cristiana54. Suárez de
Figueroa lo advierte ya en el prólogo: el suyo es un poema que trata de la victoria de
Bernardo en Roncesvalles a través de la imitación de «Tasso, príncipe de la poesía
heroica»55. Es, todo hay que decirlo, un poema curioso y único en su género porque
ninguno de los seguidores del sorrentino en nuestro país optará por retomar materia que
era más del gusto de los lectores de hacía medio siglo. La razón, posiblemente, descansa
en diversos factores como los arriba señalados, entre los cuales destaca uno
52
Sobre este poema véanse, especialmente, Chevalier, 1966, pp. 218-235, y Lara Garrido, 1981.
53
Como lo será también La hermosura de Angélica de Lope de Vega (1602), de cuya trama desaparecen
tanto Bernardo del Carpio como los Pares de Francia, es decir, la acción heroica.
54
Véase Vilà, 2005 y 2007.
55
«Prólogo», s.f. Sobre el poema, véase Chevalier, 1966, pp. 349-351.
DE RO N CES VALLES A P AVÍA 59
… esta victoria de Roncesvalles y muerte de los Doce Pares en ella se tiene comúnmente por
incierta y fabulosa, según la apurada diligencia de los más graves historiadores de España, que,
con ser en favor suyo, hay pocos que la admitan por verdadera; con que parece que desde
luego entra esta mi obra manca, pues toda su máquina se funda sobre cimiento dudoso, y aún
por ventura de todo punto falso [...]. Digo pues a toda esta objeción, que lo que yo aquí
escribo es un poema heroico, el cual, según doctrina de Aristóteles, ha de ser imitación de
acción humana en alguna persona grave, donde la palabra imitación excluye la historia
verdadera, que no es sujeto de poesía, que ha de ser toda pura imitación y parto feliz de la
imaginativa.57
56
Véase Van Horne, 1927.
57
«Prólogo», pp. 140-141. La cursiva es mía.
58
Como demuestran muchos de los inventarios de bibliotecas nobiliarias de finales del siglo xvi. Véanse, a
modo de ejemplo, Dadson, 1998 y Cátedra, 2002.
60 LARA VILÀ Criticón, 115, 2012
« Q u e b r a r l a n ç a s e s d e é p i c a » 59: a m o d o d e c o n c l u s i ó n
59
Alonso López Pinciano, Philosophía antigua poética, Epístola XI, p. 145.
60
En este sentido, no hay ningún poema quinientista que trate del conflicto entre el héroe y Alfonso III el
Magno. Todo lo contrario, se evita hacer de Bernardo un vasallo rebelde a la autoridad real, al igual que
ocurre en el único poema quinientista sobre el Cid Campeador, el de Jiménez de Ayllón (1568).
DE RO N CES VALLES A P AVÍA 61
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traducido en romance castellano por el. S. Don Hierónimo de Urrea, y nuevamente impresso y
con diligentia corregido, e adornado de varias figuras e con nuevos argumentos y alegorías en
cada uno de los cantos muy útiles, e con las mismas cosas, que está en el Thoscano ydioma.
Assimismo se ha añadido una breve introdución para saber e pronunciar la lengua Castellana,
con una exposición en la Thoscana de todos los vocablos difficultosos contenidos en el
presente libro; con la tabla general de las cosas mas notables de que tracta la obra. Hecho todo
por el s. Alonso de Ulloa, Venecia, Gabriel Giolito de Ferrariis y sus hermanos, 1553.
61
Rodríguez-Velasco, 2004, p. 524, habla de la metáfora de la caballería romana «que separa, de alguna
manera, a los caballeros del entorno de la ficción literaria (y en particular de la ficción literaria cortés) para
situarla en el estudio de la historiografía, de las leyes y de los tratados políticos, creando, de este modo, entre
los caballeros, también, una edad de la teoría».
62 LARA VILÀ Criticón, 115, 2012
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64 LARA VILÀ Criticón, 115, 2012
VILÀ, Lara. «De Roncesvalles a Pavía. Ariosto, la épica española y los poemas sobre Bernardo del
Carpio». En Criticón (Toulouse), 115, 2012, pp. 45-65.
Resumen. El artículo analiza la repercusión del Orlando furioso de Ariosto en la épica española del siglo xvi a
partir del estudio de los poemas que tratan de la leyenda de Bernardo del Carpio y expone las causas
históricas, sociales y poéticas que motivaron el declive y posterior sustitución de la poesía caballeresca por un
modelo historicista. Atiende, en concreto, a la diversa incidencia de las cuestiones teóricas sobre la épica en
Italia y España y a las diferencias y similitudes entre ambas tradiciones para explicar las causas y las
particularidades de una escritura épica específicamente hispana en el contexto de la realidad política del
Quinientos.
Résumé. Étude de la répercussion de l’Orlando furioso de l’Arioste sur la poésie épique espagnole du xvie
siècle à partir de l’examen des poèmes qui traitent de la légende de Bernardo del Carpio. Sont considérées les
raisons historiques, sociales et poétiques du déclin de la poésie chevaleresque, bientôt remplacée par un modèle
historiciste. Sont étudiées les inégalités d’impact, en Italie et en Espagne, des questions théoriques concernant
l’épopée ainsi que les différences et les ressemblances entre les deux traditions afin de comprendre la genèse et
DE RO N CES VALLES A P AVÍA 65
les modalités d’une écriture épique spécifiquement hispanique dans le cadre des réalités politiques du xvie
siècle.
Summary. The article focuses on the influence of Ariosto’s Orlando furioso in the Spanish epic of the Golden
Age through the poems devoted to the legend of Bernardo del Carpio. This case study will help to establish the
historical, social and poetical causes behind the abandonment of chivalric narrative and poetry as epic referent
and its replacement by a historicist model. In particular, the article wants to insist on the differences between
Italian and Spanish idea of epic attending to their diverse and often conflicting theoretical concerns in order to
explain the causes and characteristics of the Spanish epic writing in its political context.
Palabras clave. Ariosto, Ludovico. Bernardo del Carpio. Épica. Novelas de caballerías. Romanzo. Tasso,
Torquato.