Lectura Dos 30 Sep Lacan, Psicosis

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María Guadalupe Zapata Rojas. Aportaciones técnicas del psicoanálisis.

Lectura dos: los tres registros y tratamientos de las psicosis.


I. El estadio del espejo como formador de la función del yo.
Una vez adquirido, de la inanidad de la imagen, rebota en seguida en el niño en una
serie de gestos en los que experimenta lúdicamente la relación de los movimientos
asumidos de la imagen con su medio ambiente reflejado, y de ese complejo virtual
a la realidad que reproduce, o sea con su propio cuerpo y con las personas, incluso
con los objetos, que se encuentran junto a él. El estadio del espejo es como una
identificación (6 a 18 meses).
La Gestalt, cuya pregnancia debe considerarse como ligada a la especie, aunque
su estilo motor sea todavía confundible, por esos dos aspectos de su aparición
simboliza la permanencia mental del yo.
Existe una captación espacial que manifiesta el estadio del espejo, el efecto en el
hombre, permanente incluso a esa dialéctica, de una insuficiencia orgánica de su
realidad natural, si es que atribuimos algún sentido al término "naturaleza".
La función del estadio del espejo (función de la imago), es establecer, una
relación del organismo con su realidad o, como se ha dicho, Innenwelt con el
Umwelt.
El estadio del espejo es un drama cuyo empuje interno se precipita de la
insuficiencia a la anticipación; y que para el sujeto, presa de la ilusión de la
identificación espacial, maquina las fantasías que se sucederán desde una imagen
fragmentada del cuerpo hasta una forma que llamaremos ortopédica de su
totalidad, y a la armadura por fin asumida de una identidad enajenante, que va a
marcar con su estructura rígida todo su desarrollo mental.
Este cuerpo fragmentado, se muestra regularmente en los sueños, cuando la
moción del análisis toca cierto nivel de desintegración agresiva del individuo.
El momento en que termina el estadio del espejo inaugura, por la identificación con
la imago del semejante y el drama de los celos primordiales, la dialéctica que desde
entonces liga al yo con situaciones socialmente elaboradas.
Es este momento el que hace volcarse decisivamente todo el saber humano en la
mediatización por el deseo del otro, constituye sus objetos en una equivalencia
abstracta por la rivalidad del otro, y hace del yo ese aparato para el cual todo impulso
de los instintos será un peligro, aun cuando respondiese a una maduración natural.

II. Lo simbólico, lo imaginario, lo real.


Hay en el análisis, toda una parte de real en nuestros sujetos, precisamente, que se
nos escapa. El orden de satisfacción imaginaria sólo puede encontrarse en el orden
de los registros sexuales.
Los elementos de comportamientos instintuales desplazados en el animal son
susceptibles de algo en lo que vemos el esbozo de lo que llamaremos un
“comportamiento simbólico”. Lo que se llama en el animal un comportamiento
simbólico es, a saber, que, cuando uno de esos segmentos desplazados adquiere
un valor socializado, sirve al grupo animal de referencia para un determinado
comportamiento colectivo.
Así, planteamos que un comportamiento puede ser imaginario cuando su desvío
sobre imágenes de su propio valor de imagen para otro sujeto, lo vuelven
María Guadalupe Zapata Rojas. Aportaciones técnicas del psicoanálisis.

susceptible de desplazamiento fuera del ciclo que asegura la satisfacción de una


necesidad natural.
El simbolismo: una parte de las funciones imaginarias en el análisis no tienen otra
relación con la realidad fantasmática que manifiestan. La significación de tal palabra
es designar a aquél que la pronuncia como teniendo tal o cual propiedad que
responde a la pregunta, que hace dar la palabra. La realización del símbolo: es la
tentativa por parte del sujeto de constituir hic et nunc.
La palabra no solamente constituye esa mediación, sino que también constituye la
realidad misma.
Toda relación de dos está siempre más o menos marcada por el estilo de lo
imaginario; y que para que una relación tome su valor simbólico, es preciso que
haya allí la mediación de un tercer personaje que realiza, por relación al sujeto, el
elemento trascendente gracias al cual su relación con el objeto puede ser sostenida
en una cierta distancia.
Desde que se trata de lo simbólico, es decir, aquello en lo que el sujeto se
compromete en una relación propiamente humana, desde que se trata del registro
del “yo”, aquello en lo que el sujeto se compromete en “yo quiero... yo amo...”, hay
siempre algo, hablando literalmente, problemático, es decir, que hay ahí un
elemento temporal muy importante a considerar.
Concepto: significación del síntoma. La instauración más o menos narcisista en la
que el sujeto entra en una cierta conducta que es justamente analizada como
resistencia.
El sujeto forma siempre y más o menos una cierta unidad más o menos sucesiva,
cuyo elemento esencial se constituye en la transferencia. Y el analista viene a
simbolizar el superyó, que es el símbolo de los símbolos.
Cada vez que se produce un fenómeno en dos tiempos, en la obsesión por ejemplo,
el primer tiempo es la angustia, y el segundo tiempo es la culpabilidad, lo que
apacigua la angustia sobre el registro de la culpabilidad.
El sujeto no es más que el reflejo de sí mismo. La necesidad de constituir un
punto que constituya lo que es trascendente, es justamente el otro en tanto que otro.
Lo real es, o la totalidad, o el instante desvanecido: En la experiencia analítica,
para el sujeto, es siempre el choque con algo. Lo que es propiamente simbólico es
algo distinto que introduce en la realidad humana algo diferente, y que constituye
todos los objetos primitivos de verdad.
Todo aquello de lo que se trata en el análisis es del orden del lenguaje, es decir, al
fin de cuentas, de una lógica.
el símbolo sobrepasa la palabra.

III. Sobre el tratamiento de los psicóticos.


Cuando me adormezco en la sesión con un niño psicótico, parece que nos sumirnos
en la libido del sujeto, en una contratransferencia, se lo deja dueño de la situación.
El niño tiene necesidad de que abandonemos nuestro estado de vigilia durante un
momento. Para el niño, es una manera de castrar al psicoanalista y es algo
excelente para él. No responde con palabra; responde con su libido, que adquiere
presencia y fuerza; más aún, establece un orden.
María Guadalupe Zapata Rojas. Aportaciones técnicas del psicoanálisis.

Pero el sueño del analista no es una depredación, es una relación, que permite al
niño ser el dueño de la situación, aquí y ahora el otro, el analista, está sumergido
en las pulsiones de muerte de él. Que uno se sienta somnoliento es pues muy
importante para ellos, porque esto significa que nuestro inconsciente está en
comunicación con el suyo.
A partir de un pre-Yo no castrado, o de un Yo perturbado por frustraciones
intolerables, estos niños, en presencia de cualquiera que les parezca fuerte y
deseoso, se encuentran fatalmente abandonados al peligro de sus propios deseos
sádicos parciales, proyectados.
Al aceptar el psicoanalista hacerse objeto a través del sueño, el otro puede
convertirse en sujeto.
Cuando hemos agotado nuestras fuerzas de seres deseosos, es necesario que las
renovemos; y es en las pulsiones de muerte que resurgen, porque el sujeto se
eclipsa y no tenemos más que asumir las tensiones y los juegos del deseo.
Quizás nos dormimos porque nos resulta demasiado difícil seguir a un psicótico (sin
código conocido) en una estructura que le es propia a él solo.
Niños, cuyos padres han muerto, pueden expresar una deuda de agresividad
respecto a ellos. Están furiosos. Es pues necesario ayudarles a ser agresivos hacia
estos padres que no han sido suficientemente fuertes contra la muerte.
Uno no se puede defender contra el sufrimiento de una mutilación de sí
mismo, sino reviviendo el rompimiento de la primera castración.
Los padres adoptivos proyectan la culpabilidad de raptar lo que la naturaleza les ha
negado: Ja felicidad de tener hijos. Ahora bien, en lugar de estar reconocidos a la
naturaleza que les hace un don, por medio de padres ineptos para criar un hijo,
ellos, escondiéndole su calidad de niño adoptado, cualquiera que sea la razón, se
niegan a dar una ayuda de amor a unos padres deficientes. Rechazando toda
relación con lo simbólico.

IV. La psicoterapia de la psicosis.


Los criterios diagnósticos de los psiquiatras se centran principalmente alrededor de
un punto especial: la relación con la realidad, pero es una realidad del adulto.
El análisis de niños pequeños entre dos años y medio y cinco años muestra
claramente que para todos los niños, al principio, la realidad externa es
principalmente un reflejo de la vida instintiva del propio niño.
En la primera realidad del niño no es exageración decir que el mundo es un pecho
y un vientre lleno de objetos peligrosos, peligrosos a causa del impulso del propio
niño a atacarlos.
Para el psicótico, el mundo es todavía un vientre poblado de objetos peligrosos.
En los niños la esquizofrenia es menos evidente que en los adultos. Rasgos
característicos de esta enfermedad son menos llamativos en un niño porque,
en menor grado, son naturales en el desarrollo de niños normales.
Una de las tareas principales del analista de niños es descubrir y curar las psicosis
infantiles. El conocimiento teórico así adquirido sería sin duda una valiosa
contribución para nuestra comprensión de la estructura de las psicosis y nos
ayudaría también a lograr un diagnóstico diferencial más correcto entre las
diversas enfermedades.

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