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| Maria Luisa Sénchez Leén (ed.)) Il Cicle de Conferéncies | RELIGIONS DEL MON ANTIC LA CREACIO Organitzat pel Contre de Cultura de l’Obra Social i Cultural de la Caixa de Balears, «Sa Nostra» Universitat de les Iles Balears Caixa de Balears, «Sa Nostra» Palma, 2001 INDICE Prélogo... José Manuel Galan Allué El dios creador y el hombre en el Antiguo Egipto.. José Marfa Blézquez Martinez Mitos de creacién en Mesopotamia... Gregorio del Olmo Lete Los mitos siro-cananeos de creacién ‘Teodor Suau i Puig La idea de creacié en els autors del Génesi.. Florentino Garefa Martfnez La creacién interpretada en el judaismo. Alberto Cantera Glera Una visién dualista del origen del mundo: la cosmogonia zorodstrica .. Domingo Placido Suérez Las cosmogontas griegas, entre poesia y filosofta.. Julio Mangas Manjarrés La visién de la creacién en el pensamiento de Séneca... LOS MITOS SIRO-CANANEOS DE CREACION GREGORIO DEL OLMO LETE Universitat de Barcelona Aunque «Canaén» y «cananeor sean nociones bastante imprecisas desde el punto de vista étnico, politico y lingiiistico, aqui las tomamos como designacién cultural de un espacio geografico que corresponderfa grosso modo al que hoy ocupan Siria, Palestina y Jordania. Esta franja de tierra del Asia Anterior, también llamada «Levante» o «Préximo Oriente», ha sido un punto de referencia clave en el desarrollo de nuestra cultura: de allf nos vinieron, entre otras aportaciones, divinas palabras, la Biblia, «Primero y Segundo Testamento» (y, a partir de ella y de ese entorno, el Corén), y el instrumento para consignarlas y transmitirlas, el alfabeto. ‘Seguimos escribiendo con los caracteres que sus gentes descubrieron en el segundo milenio antes de nuestra era y pensado con las categorfas que nos inculcaron. La cultura de la palabra escrita, del libro, principio de desatro- llo de nuestra ciencia y de nuestra conciencia, arranca de aquel epicentro. Para entender la concepcién global del cosmos que allf se fragué, que ha sido la nuestra hasta no hace mucho y de la que pretendemos hablar a continuacién, bueno sera que nos fijemos primero en sus coordenadas Gregorio del Olmo Lete fisicas, en su dindmica geofisica, pues a partir de ella va a ser c6mo el hombre, su poblador, va a estructurar y proyectar su idea y su creencia, su imagen de la totalidad, su concepcién del cosmos, su cosmologia, que serd ante todo cosmogonia, pues la génesis, el parto, es el arquetipo expli- cativo primordial. Como dirfa el filésofo (Ortega y Gasset): «las cosas s6lo se las entiende cuando se las ve nacer». La dinémica fisica de esta tierra esté determinada por su suelo y por su cielo, es decir, por su geograffa y su climatologfa, en irremediable sin- tonfa. Salvo una franja montafiosa litoral, que la recorre de norte a sur, y le sirve de barrera y muro frente al Mar, separéndola y a la vez privandola de él, y unas modestas rugosidades en el sur palestinense, la regién es un vasto altiplano estepario al principio y luego simplemente desértico. Es aquella barrera montafiosa la que configura su clima en dos estaciones: la seca y Ja htimeda, la del estiaje y la de las Iluvias. En esta zona el agua, y con ella la vida, viene del cielo. Algunas escasas y periféricas corrientes la surcan (el Orontes, el Litani, el Jordan), pero el «gran rio», el Bufrates, se le escapa por el extremo norte, encajonado en un estrecho valle fluvial. Fl grueso del territorio queda al margen de este tipo de irrigacién. Esta peculiar configuraci6n geo-climitica va a tener un influjo decisivo en su comprensién de la vida y sus patronos, que la va a diferenciar de otras zonas, como Egipto y Mesopotamia, con sus peculiares sistemas de irrigaci6n y fertilizacién de la tierra. En la Siria-Palestina antigua el dios del agua y de las nubes, que la aportan, serd su dios patrén por excelencia, mientras en las zonas mentadas tal divinidad, el dios de la tempestad, tiene s6lo una significacién menor y no necesariamente benéfica. No obstante, en la concepci6n siro-cananea la vida que viene del agua y su dios, Baal, se integran en un sistema mito-teolégico m4s amplio, en una cosmo- teologia en la que la vida «terrenay es un avatar del orden césmico, azaroso y ariesgado, siempre a punto de ser engullida por las fuerzas de Ja muerte. Al frente y origen de esa totalidad césmica se encuentra, como comienzo incondicionado, el dios primordial, El, (pro-)creador de todo ser Los mitos siro-cananeos de creacién vivo. En primer lugar, padre de los vivientes eternos, los dioses, sus hijos, pero también de los hombres. Naturalmente en colaboracién con su paredra, la diosa Ashera, primordial como él, pero en segunda lugar, como «mujer»: se trata de un desdoblamiento exigido por el esquema generativo empfrico que es el médulo representative més obvio para explicar toda génesis. No hay, con todo, en esta mito-ideologfa un relato de creacién, sino mas bien esbozos de relatos de procreacién: para ella el ser es la vida. Esta tiene, asf, en tal ideologfa un origen y principio ante~ rior al agua de la Iluvia, aunque dependa de ella para su preservacién en el contexto terrestre, en su forma segunda y limitada. El agua, sin embar- go, tiene un origen también primordial, como en todas las cos- mologfas/cosmogonfas orientales, y aparece como el dmbito en que se asienta Ja divinidad primordial mentada: el dios El tiene su morada en el «venero de los dos océanos», que resulta asf el ombligo del caos/cosmos original, y que otras veces es descrita como la montafia primordial. Dos concepciones que se complementan en la visién cosmolégica global, pues dicha montafia se sitta en la confluencia y origen de los dos océanos primordiales. Tan primordial como el propio dios supremo, este caos no es objeto de creacién ni procreacién: es el contexto y contextura de la realidad primordial y total. Ese caos primordial, acuoso y dual, de aguas dulces y amargas, es el sustento y el nido de lo divino en todas las con- cepciones orientales, en la egipcia y en la mesopotdmica, por ejemplo. Y de esa agua primera fluirén las emanaciones que aportarén el agua segun- da ala tierra bajo la tutela del dios correspondiente. Pero esta funci6n fertilizadora que expande el agua fecundante més all4 del venero cadtico primordial no es sin més evidente ni facil. Bl caos primitivo encierra en sf otras fuerzas y el dios que lo habita e hipostasfa engendra diversos hijos, los tres dioses principales: su hijo queridfsimo, quizé el primogénito, Yam, el Mar, como prolongacién sintética del caos primordial ambiguo: agua, pero amarga y furiosa; y luego la pareja que desdobla esa ambigtiedad: el dios de la Muerte, Mot, y el de la Vida, el «Sefior», Baal. Esta trfada, Yam, Mot y Baal, representa la configuracién Gregorio del Olmo Lete primordial del cosmos siro-cananeo y un reparto de funciones y de Ambitos de actuacién: océano, infierno, tierra, que constituyen la geogratfa mitica comin a muchas religiones. Porque esa configuracién no ser estatica, sino dindémica. Esos tres representantes resultan en realidad tres antagonistas que se enfrentan incesantemente, mfticamente, en torno al hecho primordial que absorbe el interés, la preocupacién del «creyente» y del mito-tedlogo siro-cananeo: la salvaguarda de la vida. Ellos son y serén el enemigo, él patrén, el devorador de la vida, que resulta asf ame~ nazada por sus extremos: su principio y su fin Sobre este marco genérico de organizacién y reparto del espacio cés- mico vamos a rastrear las sucesivas descripciones/dramatizaciones que el mundo siro-cananeo nos ofrece del mismo a Jo largo de su historia. Distinguiremos a ese respecto «tres horizontes» o perspectivas desde las que se plantea el origen y funcion amiento de nuestro mundo, basicamente en forma de drama, de relato dramatico personalizado. “EL PRIMER HORIZONTE DE LA CREACION/ORGANIZACION DEL COSMOS: LA CREACION DE LA «VIDA» DE TODOS LOS VIVIENTES (UGARIT) La més antigua y completa versién del pensamiento mitico siro- antiguo nos la ofrecen los textos ugariticos (s. XIV a.C.). En ellos el interés se centra, como decfamos, en la salyaguarda de la «vida» como contenido y sentido del cosmos: ser es vivir, la nada es la muerte. Este es su horizonte de la totalidad, pues el cosmos como «todo» es primordial, no se crea, El desarrollo de este proceso de salvaguarda se dramatiza en un doble antagonismo que enfrenta a los tres dioses primordiales como detentores de las fuerzas basicas del caos/cosmos, bajo la supervision del supremo dios-padre, El, que asiste impasible a esos enfrentamientos, los fomenta incluso y acaba sancionéndolos. Bl primero de esos contrastes es el que enfrenta a Yam, dios del Mar, y a Baal, dios de la Tierra. Es como si la ciudad portuaria de Ugarit se Los mitos siro-cananeos de creacién yiera atrapada entre esas dos yealidades y de una experimentara su benefi- cencia y de Ja otra su constante amenaza, En realidad no se trata de una mitologfa simplemente geogréfica: el dios Yam es el cozelato del mesopotimico #émtum y del bfblico *hdm, la emergencia del «abismo» caos primordial sin fondo ni frontera que todo Jo envuelve y amenaza con engullir en su indiferenciaci6n informe, y sobre el que se sustenta de manera inestable y artiesgada la tierra. Defenderla es defender el Ambito de la vida, de la primera diferencia, de las nuevas formas de ser, aunque sea de un ser petecedero y provisional. Por eso Ja tierra se entiende siem- pre como espacio fértil: el desierto es otra forma de vuelta al caos, y como tal, dominio del dios de Ja muerte que atacaré asf a la vida por la espalda, después de Ia ardua victoria que ba asegurado su afirmaci6n. El adalid de este enfrentamiento es Baal, el gran héroe y protagonista de esta mitologfa. Hl es el «Sefior de la tierra», su esposo y fertilizador, el gran dios de la vida, que ha recibido el encargo més arduo en la configu- racién del cosmos: defender y salvar en lucha incesante la diferencia y el orden, Ja vida en todas sus formas, frente a las fuerzas entr6picas del caos y la muerte que la insidian sin cesar e intentan anegarla y borrarla, La dramatizacion de este primer contraste es viva e intensa. En un primer momento, y de acuerdo con su naturaleza «caética», el dios Yam cuenta con el apoyo y beneplacito del dios supremo, El, el morador de la «aguas primordiales» que tiene en él su «imagen» més préxima y directa, su pri- mogénito, dirfamos («el amado de Bl, se le llama), aunque esto no se afirme de modo claro. Le recomienda destronar a Baal, impedir su afir- macién, que en el fondo es impedir la renovacién de su soberanta sobre 1a tierra, No debe olvidarse que estamos ante una mitologfa cfclica cerrada, que podria iniciarse por cualquier punto: este, que sefiala el contraste Yam- Baal, es el aparentemente més 1égico y primordial para nuestro modo de ver. El bautiza a Yam con un nombre de predileccién y le promete un pala- cio, es decir la soberanfa sobre sus hermanos los demés dioses, «grandes y pequefios», «mayores y menores», pero no impone su favor. Este debe ganarse en la lucha y la victoria sobre su oponente. Las fuerzas que repre- Gregorio del Olmo Lete sentan estos tres dioses primordiales, sus hijos, son su propia fuerza y estén ahf operantes una vez que se las ha engendrado, mis allé de sus predilecciones «naturales» como dios primero por su propio émbito y ambiente: el océano primordial y 1a corte de los divinales. La fuerza de la vida, de su propia vida, que incorpora Baal, se abre ahora a un nuevo Ambito, el de la vida mortal, que resulta una participacién muy parcial de la divina, mny costosa y un poco caricaturesca, No es de extrafiar que esa expansién le resulte en principio carente de importancia, incluso molesta, frente a Ja potencia cadtica, inmanente y homogénea con su ser original, que representa Yam. Més tarde le veremos cambiar de opinién y tornarse en defensor de la vida y de Baal, encontrar incluso regusto al juego de la vida terrena en, aventuras amorosas con las hijas de esta vida, segtin nos certifica la mitologia del ciclo menor. Yam est4, pues, abocado a enfrentarse con Baal y a las primeras de cambio su superioridad se impone: la del furioso Mar contra la inerme y estética Tierra. Baal esté a punto de sucumbir, la vida de quedar engulli- da. Pero en este preciso momento viene en su ayuda una fuerza auténoma, todopoderosa por encima de la voluntad misma de los dioses, a la que el mismo dios supremo, El, tendré que recurrir cuando quiera imponer su voluntad en contraste con la de otras divinidades, en concreto la de su paredra, Ashera, que manifiesta tendencia a obrar por su cuenta. Es la fuerza de la magia y de su dios, Kothar, que en la mitologfa siro-cananea aparece siempre al servicio de la vida. Bs como si el caos, el todo primor- dial, se hubiese fraccionado en dos poderes: el de la voluntad, encarnada en los dioses, y el de la fatalidad (Ja «ley» natural), con sus estructuras propias ¢ infalibles, que hay que saber dominar si se quiere escapar a ellas y que son el dominio (la magia) de un dios particular, Kothar. En el esque- ma can6nico este dios deberfa ser hijo de El y Ashera; en el mito aparece, con todo, como completamente auténomo y en este caso concreto decidi- damente del lado de Baal, contrarrestando asf el favoritismo de El para con Yam, y eso de manera comprometida, practica y activa, posiblemente desde un compromiso previo, desde una tiéctica tramada y consensuada de antemano entre los dos. 68 Los mitos siro-cananeos de creacién Cuando Baal est a punto de ser abatido por Yam, en el momento al parecer en el que éste se siente mAs ufano y seguro de su victoria, aparece el socio magico: {No te lo dije, joh Principe Baal!, no te Jo repetf, joh Auriga de las nubes!? Ahora a tu enemigo, Baal, ahora a tu enemigo debes aplastar, ahora debes destruir a tu adversario. Posesiénate de tu reino eterno, de tu dominio por los siglos de Jos siglos Kothar dos mazas hizo bajar y proclamé sus nombres: Tu tienes por nombre Ayyamur. jAyyamur, echa a Yam, echa‘a Yam de su trono a Nahar del solio de su poder! Salta de las manos de Baal, como un Aguila de sus dedos; golpea en el créneo al Principe Yam, en Ta frente al Juez, Nahar. iQue se desplome Yam, y caiga a tierra! Salt6 la maza de Jas manos de Baal, como wn diguila de sus dedos; golpeé en el créneo al Principe Yam, en la frente al Juez Nahar. Se desplomé Yam, cay6 a tierra. Se doblaron sus artejos y se decompuso su figura. i Arrastré Baal y deshizo a Yam, | acabé con el Juez Nabar. Gregorio del Olmo Lete Pero no tengamos miedo, los dioses nunca mueren; para ellos la muerte es sdlo un avatar de su indestructible existencia: la muerte misma sera un dios inmortal. Yam estaré siempre al acecho, dispuesto a renovar su ataque. Ha sido s6lo domefiado, hecho siervo de Baal, que le extraera el jugo vital de su agua en forma de nubes, sobre las que cabalgaré triun- fante, expandiendo sobre Ja tierra la Iluvia fecundante. Pues la vida es la Iuvia en aquel contexto geoffsico de que hablabamos al principio. El «Sefior de la tierra» es el «Auriga de las nubes», su dulce voz, anunciadora de la vida, es el trueno, su arma el rayo. Baal es el dios de la tempestad, del aguacero, y asf el dios Seiior de la tierra fértil. ‘Un segundo mitema bailico desarrolla esta afirmacién de Baal como rey de los dioses y de los hombres, aspecto éste que a ellos sobre todo interesa; afirmacién que la suprema pareja, El y Ashera, sanciona a pesat de las primeras reticencias y simpatfas cadticas. Un palacio maravilloso le es concedido en que el Baal se asienta y desde el que afirma su dominio incontrastado y reparte su benéfica bendicién de fertilidad. Pero la mitologfa siro-cananea es tremendamente empfrica, cientffica podrfamos decir, y no pierde de vista el carécter fragil y transitorio de esta vida arrancada al caos bajo el patrocinio de Baal. Este, como encarnacién suya, deberd ahora enfrentarse al segundo enemigo que la va a acechar, inscrito en su propia caducidad: esta no es la vida divina, es perecedera, est abocada a la muerte. En el momento mismo en que Baal celebra su triunfo y convoca a tal fin a todos sus hermanos a un banquete, el dios de la muerte, Mot, se hace presente y le reta a venir a su encuentro para enfrentarse a su destino. Parecerfa como si Baal se hubiera olvidado de este destino circular de la vida que él reparte y que s6lo se afirma en su incesante renovacién: Ja vida contintia, pero los vivientes mueren. Y Baal, el viviente por excelencia, asume este destino y «muere» él mismo, desciende a las fauces de su enemigo, la Muerte, que le devora. La situaci6n parece irremediable, se dirfa que la otra fuerza cadtica, entr6pica, ha triunfado, allf donde la primera fall6. El mismo dios supre- mo deplora la situacién creada por la muerte de Baal, que deja desam- Los mitos siro-cananeos de creacién parados a sus otros hijos (El es también «padre del hombre», aunque no sepamos cémo, ni se nos describa su creacién/generacién), que el triunfo de Baal le permitié tener. Nada ni nadie puede substituir a Baal, ningtin dios esté a su altura para poder ser «Rey de la tierra»: Entonces el Benigno, El, el Entrafiable, bajé del trono, se senté en el escabel, y dejando el escabel se senté en el suelo. Esparcié ceniza de afliccién sobre su cabeza, polvo de humillacién sobre su créneo, por vestido se cubrié con una tinica ritual. Alz6 su voz. y exclamé: {Baal est muerto! {Que va a ser del pueblo? {BL hijo de Dagén! ,Qué va a ser de Ia multitud? En pos de Baal voy a bajar al ‘infiemo’. Pero la btisqueda, que a él le resultaré infructuosa —EI no puede bajar alas fauces de su hijo Mot, donde ha quedado atrapado Baal—, resultar4 afortunada a otra divinidad. Como en el caso de la primera situacién desesperada en que se vio envuelto Baal, también en esta segunda tendré a su disposicién una fuerza divina que le salve. Si en aquella situacién fue la magia, ahora ser la fuerza del amor celoso y avasallador, fuerte mas que la muerte, de su

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