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¿De qué guerra se trata? La estrategia de Hamás y el fracaso de Israel.

Dossier

Las espectaculares y controvertidas acciones de Hamás del pasado fin de semana abren interrogantes que
han dado lugar a múltiples especulaciones. ¿Obligarán a Israel en última instancia a desbloquear la
situación o dañarán todavía más la causa palestina? ¿Reforzarán la posición de Netanyahu o acabarán
políticamente con él, como con Golda Meir la guerra del Yom Kipur? ¿Permitirán que Israel se
“revictimice” con gran éxito propagandístico o lo dejarán de nuevo en evidencia ante la opinión pública y la
comunidad internacional?

Con visiones no sólo paralelas, sino distintas o divergentes, e incluso encontradas en sus diagnósticos y
previsiones, los artículos que presentamos dejan un panorama muy amplio de interpretaciones sobre una
horrenda crisis que no ha hecho más que empezar. - SP

La evolución de Hamás, de movimiento a régimen. Entrevista a Paola Caridi

Paola Caridi

La periodista Paola Caridi ha dedicado muchos años en Jerusalén a estudiar el movimiento islámico Hamás.
Cofundadora de Lettera 22, es también autora del libro "Hamás", que publicará, actualizado, la editorial Seven
Stories en noviembre.

Empecemos por el principio. ¿En qué contexto se originó Hamás y cuáles eran sus objetivos?

Hamás tiene su origen en los Hermanos Musulmanes, unos años antes de su creación oficial en 1987, tras la
debacle del movimiento palestino durante la guerra civil libanesa. En ese momento, dentro de lo que se convertiría
en Hamás, surgió una reflexión: no debemos involucrarnos en los asuntos internos de otros países. Los primeros
años no fueron sólo de consolidación, sino también de toma de postura contra el proceso de Oslo, que Hamás
rechazaba. Aún hoy, Hamás sigue sin formar parte de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y se
sitúa como alternativa tanto a Al Fatah como a la Autoridad Nacional Palestina (ANP). El primer punto de
inflexión significativo se produjo en torno a 1994, cuando Hamás empezó a recurrir a tácticas terroristas. Durante
la Segunda Intifada, Hamás fue responsable de los atentados más sangrientos. El segundo punto de inflexión se
produjo en 2005, cuando todos los Hermanos Musulmanes de la región intentaron entrar en el juego político,
participando en la democracia representativa.

Este giro marcó un cambio en las herramientas políticas y militares que determinan el destino de Gaza.

Un ejemplo son los Hermanos Musulmanes de Egipto, que participaron en las elecciones parlamentarias de 2005.
Esto motivó a Hamás a considerar la posibilidad de participar en elecciones políticas, aunque no reconociera el
proceso de Oslo. La decisión maduró durante un periodo concreto: el líder del movimiento, el jeque Yasin, fue
asesinado, murió Arafat y cambió el panorama del liderazgo palestino. Hamás decidió suspender los atentados
suicidas. En 2006, para sorpresa de ellos mismos, el movimiento ganó las elecciones. Sin embargo, esta victoria
provocó el boicot de Israel, Europa y Estados Unidos al nuevo gobierno palestino. La posterior ruptura y conflicto
entre Hamás y Fatah en 2007 llevó a Hamás a hacerse con el control de Gaza. El movimiento se transformó: por
primera vez controlaba una porción de territorio. Evolucionó de movimiento a régimen, lo que dio lugar a la
militarización de las Brigadas Al-Qassam, que el 7 de octubre de 2023 demostraron su nivel de preparación militar
entrando en Israel y cometiendo crímenes de guerra.

Sin duda, Hamás se anticipó a la respuesta israelí. ¿Cómo se preparó?

Ciertamente, la operación se preparó durante meses. Pero hay un elemento añadido: el fracaso de la inteligencia
israelí sorprendió no sólo a Israel y al mundo, sino también a Hamás. Probablemente lo que no esperaban era
encontrarse obstáculos, ni soldados contra los que luchar. Siempre observamos la cuestión de la seguridad desde el
lado israelí, pero rara vez tenemos en cuenta la perspectiva palestina. Es probable que Hamás se imaginara que
habría un enfrentamiento físico con el ejército, cosa que no ocurrió.

¿Cuáles eran los objetivos del ataque?


Surgió de la cuestión política resultante de la postura adoptada por el mundo árabe, sobre todo tras la perspectiva
de normalización entre Arabia Saudí e Israel. Probablemente, Hamás temía una mayor marginación, especialmente
a la luz del reciente deshielo de Riad con Irán, lo que hizo temer un posible debilitamiento de la alianza entre
Hamás y Teherán.

¿Existen divisiones dentro de Hamás?

El año pasado se produjo una especie de remodelación en la dirección: la facción más dura, representada por
Yahya Sinwar, que fue liberado por Netanyahu como parte de la negociación para la liberación del soldado Gilad
Shalit, ganó las elecciones internas. Desde entonces, Sinwar ha experimentado un ascenso muy rápido. Dado que
Gaza es el único espacio político y geográfico en el que Hamás ejerce el poder y posee fuerza militar, la dirección
de Gaza ha crecido, pasando de un nivel local a un nivel regional, equiparándose a la dirección en el exterior.
Recordemos que estamos hablando de un movimiento secreto y clandestino del que sabemos muy poco,
especialmente de su ala militar.

Hablemos del consenso, del arraigo de Hamás en la sociedad palestina. ¿Hasta qué punto es amplio? ¿Y hay
diferencias entre Gaza y Cisjordania?

Hay diferencias, porque Gaza es el único espacio geográfico y político en el que Hamás tiene poder y donde se ha
transformado en régimen, hasta en el sentido burocrático del término. En los últimos años, la población de Gaza ha
expresado cada vez más su disidencia, no con movimientos consolidados sino sobre todo en el mundo virtual y en
las acciones de los jóvenes, protestas que Hamás ha reprimido. No es exacto decir que toda la población de Gaza
está formada por escudos humanos, ni que todo el mundo apoya a Hamás: hay una dimensión mucho más diversa
que la adhesión de dos millones de personas a Hamás. La misma situación se observa en Cisjordania, donde Al
Fatah reprime a los militantes de Hamás, que han pasado a la clandestinidad. No hay encuestas que puedan dar
indicaciones sobre las preferencias políticas de los palestinos. Pero hay un elemento visible: desde 2021, una parte
cada vez más importante de la población palestina de Cisjordania, Gaza, Jerusalén y las ciudades israelíes ya no se
identifica con un partido, con un movimiento estructurado, sino que canaliza cada vez más su compromiso político
por otras vías. Esto es especialmente cierto entre las generaciones más jóvenes.

Fuente: il manifesto global, 13 de octubre de 2023

Las raíces y los significados ocultos del “Diluvio de Al Aqsa”

Ramzy Baroud

Independientemente de la estrategia precisa de Hamás, o de cualquier otro movimiento palestino, la audaz


campaña militar en el interior de Israel que comenzó el sábado [7 de octubre] fue sólo posible porque los
palestinos están sencillamente hartos.

Hace dieciséis años, Israel impuso un hermético asedio a la Franja de Gaza. La historia del asedio se presenta a
menudo a través de dos interpretaciones marcadamente diferentes: para algunos, es un acto inhumano de castigo
colectivo; para otros, es un mal necesario para que Israel pueda protegerse del llamado terrorismo palestino.

Sin embargo, está en buena medida ausente en la historia el que dieciséis años es tiempo suficiente para que crezca
bajo asedio toda una generación, se aliste en la resistencia y luche por su libertad.

Según la ONG Save The Children, casi la mitad de los 2,3 millones de palestinos que viven hoy en Gaza son
niños. Este dato se utiliza a menudo para delimitar el sufrimiento de una población que nunca ha salido de la
diminuta y empobrecida Franja de 365 km2. Pero las cifras, aunque puedan parecer precisas, a menudo se emplean
para contar sólo una pequeña parte de una historia compleja.

Esta generación de Gaza, que creció o nació después de la imposición del asedio, ha vivido al menos cinco grandes
guerras devastadoras, en las que los que eran niños, como ellos, junto a sus madres, padres y hermanos, fueron los
principales objetivos y víctimas.
"Si rodeas completamente a tu enemigo, no le das oportunidad de escapar ni le ofreces cuartel, entonces luchará
hasta el final", escribió Sun Tzu en El arte de la guerra. Sin embargo, año tras año, esto es precisamente lo que ha
venido haciendo Israel. Esta estrategia ha demostrado ser un grave error de cálculo estratégico.

Cualquier intento de simple protesta por la injusticia del asedio, reuniéndose en gran número en la valla que separa
de Israel la Gaza asediada estaba prohibido. A las protestas masivas de 2018-2019, conocidas como la Gran
Marcha del Retorno, se respondió con las balas de los francotiradores israelíes. Las escenas de jóvenes que
cargaban a hombros a otros jóvenes que se desangraban, gritando "Dios es grande", se convirtieron en una escena
habitual en la valla. Sin embargo, a medida que aumentaba el número de víctimas, el interés de los medios de
comunicación por la historia se iba desvaneciendo con el tiempo.

Los cientos de combatientes que cruzaron a Israel por varios puntos de entrada al amanecer del sábado, eran los
mismos jóvenes palestinos que no han conocido otra cosa que la guerra, el asedio y la necesidad de protegerse
unos a otros. También han aprendido a sobrevivir, a pesar de que falta de todo en Gaza, incluida el agua potable y
la atención médica adecuada. Aquí es donde la historia de esta generación se cruza con la de Hamás o la Yijad
Islámica Palestina o cualquier otro grupo palestino.

Sí, Hamás eligió el momento y la naturaleza de su campaña militar para que encajara en una estrategia muy
precisa. Sin embargo, esta estrategia no habría sido posible si Israel no hubiera dejado a estos jóvenes palestinos
sin otra opción que contraatacar.

Los vídeos que circulan por las redes sociales muestran a combatientes palestinos gritando en árabe, con ese
marcado acento de Gaza, a menudo áspero: "esto es por mi hermano", "esto es por mi hijo". Gritaban estas y
muchas otras frases airadas mientras disparaban contra colonos y soldados israelíes presas del pánico. Estos
últimos, en muchas ocasiones, habían abandonado sus posiciones y huido.

El impacto psicológico de esta guerra superará sin duda al de octubre de 1973, cuando los ejércitos árabes lograron
rápidos avances contra Israel, también tras un ataque por sorpresa. Esta vez, el demoledor impacto en el
pensamiento colectivo israelí supondrá como resultado un punto de inflexión, ya que la "guerra" implica a un solo
grupo palestino, no a todo un ejército, ni a tres.

El ataque sorpresa de octubre de 2023 está directamente relacionado con el de 1973. Al elegir el 50 aniversario de
lo que los árabes consideran un gran triunfo contra Israel, la resistencia palestina quiso enviar un mensaje claro: la
causa de Palestina sigue siendo la causa de todos los árabes. De hecho, todas las declaraciones de los altos mandos
militares y dirigentes políticos de Hamás estaban cargadas de este simbolismo y de otras referencias a los países y
pueblos árabes.

Este discurso panárabe no fue casual y quedó delineado en las declaraciones del comandante de las Brigadas Al
Qassam, Mohamed Deif, comandante fundador del grupo, Saleh Al-Arouri, jefe del Buró Político de Hamás,
Ismail Haniyeh, y Abu Obeida, el famoso portavoz enmascarado de las Brigadas. Todos ellos instaron a la unidad
e insistieron en que Palestina es un componente de una lucha árabe e islámica más amplia por la justicia, la
dignidad y el honor colectivo.

El grupo llamó a su campaña "Diluvio de Al Aqsa", volviendo así a centrar la unidad palestina, árabe y
musulmana en Al Quds -Jerusalén- y todos sus lugares santos.

Todo el mundo parecía conmocionado, incluido el propio Israel, no por el ataque de Hamás en sí, sino por la gran
coordinación y audacia de la operación masiva, nunca antes vista. En lugar de atacar de noche, la resistencia atacó
al amanecer. En lugar de atacar a Israel utilizando los numerosos túneles bajo Gaza, llegaron sencillamente
conduciendo hasta allí, se lanzaron volando, llegaron por mar o, en muchos casos, cruzaron la frontera a pie.

El elemento sorpresa se hizo aún más desconcertante cuando los combatientes palestinos desafiaron los
fundamentos mismos de la guerra de guerrillas: en lugar de librar una "guerra de maniobras", libraron, aunque
fuera temporalmente, una "guerra de posiciones", reteniendo así durante muchas horas las zonas que ganaban
dentro de Israel.
De hecho, para los grupos de Gaza, la guerra psicológica fue tan crucial como la lucha física. Se difundieron
cientos de vídeos e imágenes por todos los canales de las redes sociales, como si esperasen redefinir la relación
entre los palestinos, víctima habitual, e Israel, el ocupante militar.

Independientemente del número de palestinos que Israel mate como represalia, aunque sea trágico, difícilmente
salvará la deteriorada imagen de un ejército indisciplinado, una sociedad dividida y unos dirigentes políticos
centrados únicamente en su propia supervivencia.

Es demasiado pronto para llegar a conclusiones generales sobre los resultados de esta guerra sin precedentes, pero
lo que está claro es que la relación fundamental entre la ocupación israelí y los palestinos ocupados probablemente
se vea alterada, y de forma permanente, como consecuencia de lo ocurrido el 7 de octubre de 2023.

Fuente: Arab News, 9 de octubre de 2023

La guerra de Gaza se ha perdido, pero ¿lo reconocerá Netanyahu?

Ramzy Baroud

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, se ha jactado a menudo de la preparación de su ejército para hacer
frente y eliminar todas las amenazas a la "seguridad" de Israel.

También el ejército israelí ha contribuido a la hasbará [propaganda y relaciones públicas pro]israelí de que Tel
Aviv sería capaz de hacer frente a diversas amenazas en todos los frentes, de Gaza a Cisjordania, pasando por el
Líbano y Siria.

Pero el ataque de Hamás contra numerosos objetivos israelíes el sábado 5 de octubre, exactamente a las 6:00 de la
mañana hora palestina, demostró que estaba totalmente equivocado, y de manera humillante. Ni Netanyahu ni su
ejército fueron capaces de enfrentarse a un único grupo palestino, que operaba solo y bajo asedio.

Los dirigentes israelíes, los altos mandos militares, los medios de comunicación y la sociedad tardarán en asimilar
todo esto. Por ahora, sin embargo, Netanyahu está desesperado por demostrar que Israel sigue siendo un país
poderoso y una potencia regional que merece su estatus, tan a menudo cacareado, de tener un ejército "invencible".

Pero todas sus opciones resultan casi imposibles.

Era evidente que Hamás, y más tarde la Yijad Islámica, querían capturar al mayor número posible de israelíes,
tanto soldados como colonos.

Hacerlo significa crear una nueva línea de defensa que limitaría la respuesta militar israelí y, en última instancia,
obligaría a Israel a negociar.

Pero lo que la Resistencia palestina quiere de Netanyahu es un precio demasiado alto para que lo pague el asediado
primer ministro.

Declaración tras declaración, empezando por la del comandante en jefe de las Brigadas Al Qassam, Mohammed
Deif -seguido de Ismail Haniyeh, jefe del buró político de Hamás, y más tarde Ziad al-Nakhla, de la Yijad
Islámica...- han mostrado que las exigencias palestinas son claras y precisas:

Liberar a todos los presos, respetar la santidad de los lugares sagrados palestinos en Jerusalén, poner fin al asedio a
Gaza y mucho más.

O, si no…

Esas exigencias, aunque deberían considerarse razonables, son casi imposibles de cumplir para Netanyahu y su
gobierno de extrema derecha. Si cede, su gobierno se derrumbará rápidamente y la política israelí volverá a caer en
picado.
En cualquier caso, ese derrumbe parece inminente.

El ministro de Seguridad Nacional, el extremista Itamar Ben-Gvir, ha desaparecido casi por completo de la escena
política. Se trata de un acontecimiento importante.

De hecho, uno de los logros de la Resistencia en Gaza es marginar a personajes tan infames, que actuaban con
impunidad contra civiles palestinos desarmados en Jerusalén, en la mezquita de Al Aqsa, incluso en las numerosas
cárceles de Israel.

Pero una nueva coalición en Israel complicaría aún más la misión de Netanyahu. El gabinete ya ha declarado el
estado de guerra, y los posibles nuevos ministros quieren que Netanyahu se comprometa a que debe vincular esa
declaración de guerra a acabar con Hamás. Para siempre.

Esta es la primera guerra de verdad en Gaza, afirman. También quieren que sea la última.

Pero si Netanyahu siguiera matando civiles en Gaza, mediante ataques aéreos y bombardeos, como él y otros
dirigentes israelíes han hecho en anteriores operaciones militares, ni Hamás, ni ningún otro grupo sería eliminado.

La Resistencia palestina se cuida demasiado de presentarse como blanco fácil para los aviones de guerra, drones y
francotiradores israelíes. Sus operaciones se llevan a cabo casi exclusivamente en la clandestinidad.

De ello se deduce que destruir la Resistencia requeriría una invasión terrestre masiva.

La Resistencia no sólo se ha anticipado a todos los escenarios, incluida la incursión terrestre, sino que una invasión
de Gaza provocaría seguramente miles de muertos israelíes; por no hablar de la siega de decenas de miles de vidas
palestinas.

Además, el soldado israelí ha demostrado ser incapaz de librar una batalla terrestre. Hamás lo ha demostrado en
los últimos días, como también lo demostró Hezbolá en el Líbano, en 2000 y, de nuevo, en 2006.

Pero aunque supongamos que Israel será capaz de llevar a cabo una invasión de este tipo, ¿qué hará una vez
conquistada Gaza?

En 2005, el ejército israelí escapó de Gaza debido a la intensa resistencia en toda la Franja. Evacuó sus fuerzas y,
rápidamente redesplegadas, rodeó Gaza desde todas direcciones, de ahí el infame asedio actual.

La Resistencia de entonces era mucho más débil, menos organizada y estaba mucho menos armada que ahora.

Si Israel vuelve a hacerse cargo de Gaza, tendrá que luchar diariamente, y posiblemente durante años, contra esa
misma Resistencia palestina.

No está claro qué rumbo va a elegir Netanyahu. Pero, en cualquier caso, pase lo que pase en los próximos días y
semanas, Israel ha perdido la guerra en muchos sentidos.

Que esto cale.

Fuente: Counterpunch, 10 de octubre de 2023

Editorial de “Haaretz”, 8 de octubre de 2023

Haaretz

El desastre que se ha abatido sobre Israel en Simchat Torá es claramente culpa de una persona: Benjamin
Netanyahu. El primer ministro, que se enorgullecía de su vasta experiencia política y de su insubstituible sabiduría
en cuestiones de seguridad, fracasó por completo a la hora de identificar los peligros a los que estaba conduciendo
conscientemente a Israel al establecer un gobierno de anexión y desposesión, al nombrar a Bezalel Smotrich e
Itamar Ben-Gvir para puestos clave y al adoptar una política exterior que ignoraba descaradamente la existencia y
los derechos de los palestinos.

Netanyahu intentará sin duda eludir sus responsabilidades y echar la culpa a los jefes del ejército, la inteligencia
militar y el Shin Bet que, al igual que sus predecesores en vísperas de la Guerra de Yom Kipur, consideraron que
la probabilidad de guerra era baja y cuyos preparativos para un ataque de Hamás resultaron inadecuados.

Despreciaron al enemigo y sus capacidades militares ofensivas. En los próximos días y semanas, cuando haya
salido a la luz todo el alcance de los fallos del ejército y los servicios de inteligencia israelíes, surgirá
inevitablemente una justificada exigencia de substituirlos y hacer balance.

Sin embargo, el fracaso del ejército y de los servicios de inteligencia no exime a Netanyahu de su absoluta
responsabilidad en la crisis, ya que él es el responsable último de la diplomacia y la seguridad de Israel. Netanyahu
no es un novato en este papel, como lo fue Ehud Olmert durante la segunda guerra del Líbano. Tampoco es un
ignorante en cuestiones militares, como afirmó serlo Golda Meir en 1973 y Menachem Begin en 1982.

Netanyahu dio forma asimismo a la política adoptada por el efímero «gobierno del cambio» dirigido por Naftali
Bennett y Yair Lapid: un esfuerzo multidimensional por aplastar el movimiento nacional palestino en sus
componentes de Gaza y Cisjordania a un precio que pudiera parecer aceptable a la opinión pública israelí.

En el pasado, Netanyahu se ha presentado como un líder prudente que le evitaba guerras y grandes pérdidas a
Israel. Tras ganar las últimas elecciones, substituyó esta cautela por la política de un «gobierno de derechas»,
adoptando medidas claras para anexionarse Cisjordania y limpiar étnicamente partes de la zona C definida por
Oslo, incluidas las colinas de Hebrón y el valle del Jordán.

Estas medidas también incluyen una expansión masiva de las colonias y un refuerzo de la presencia judía en el
Monte del Templo, cerca de la mezquita de Al Aqsa, declaraciones bravuconas sobre la inminente firma de un
acuerdo de paz con los saudíes, del que los palestinos no sacarían nada, y conversaciones abiertas dentro de su
gobierno de coalición sobre una «segunda Nakba». Como era de esperar, hubo indicios de reanudación de las
hostilidades en Cisjordania, donde los palestinos empezaron a sentir la creciente presión de los ocupantes israelíes.
Hamás aprovechó la oportunidad para lanzar su ataque sorpresa el sábado.

Por encima de todo, el peligro que ha estado acechando a Israel en los últimos años se ha hecho plenamente
realidad. Un primer ministro imputado en tres casos de corrupción no puede ocuparse de los asuntos de Estado,
porque los intereses nacionales quedarán necesariamente subordinados a la necesidad de librarle de una posible
condena y pena de prisión.

Esto es lo que motivó la creación de esta horrible coalición y el golpe de Estado judicial propuesto por Netanyahu,
así como el debilitamiento de los altos mandos del ejército y de los servicios de inteligencia, percibidos como
adversarios políticos. Han sido las víctimas de la invasión del Negev occidental quienes han pagado el precio.

Fuente: Haaretz, 8 de octubre de 2023

El fin de la doctrina Netanyahu

Meron Rapoport

Los acontecimientos de los últimos días no tienen precedentes. La última vez que se enfrentaron unidades de
combatientes judíos y palestinos -militares o paramilitares- en un frente tan amplio en Israel-Palestina fue en 1948.
Por supuesto, ha habido diversos enfrentamientos a lo largo de los años en Gaza y en ciudades de Cisjordania
como Yenín; y las fuerzas israelíes y palestinas se enfrentaron en Líbano en 1982. Pero no hay nada equivalente a
la magnitud de lo que ocurrió aquí desde el sábado por la mañana [7 de octubre], y nunca, desde 1948, los
combatientes palestinos habían atacado comunidades judías a semejante escala.

No se trata de una simple anécdota histórica. Tiene un significado político directo y concreto. Este ataque asesino
e inhumano de Hamás se produjo cuando el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, parecía a punto de lograr
su obra maestra: firmar la paz con el mundo árabe ignorando totalmente a los palestinos. Este ataque les recordó a
los israelíes y al mundo, para bien o para mal, que los palestinos siguen ahí y que este conflicto centenario los
afecta a ellos, no a los emiratíes o a los saudíes.

En su discurso ante la Asamblea General de la ONU hace quince días [el 22 de septiembre], Benjamín Netanyahu
presentó un mapa del «nuevo Medio Oriente», en el que aparecía el Estado de Israel extendiéndose desde el río
Jordán hasta el mar Mediterráneo y construyendo un «corredor de paz y prosperidad» con sus vecinos de toda la
región, incluida Arabia Saudita. Este mapa no mostraba un Estado palestino, ni siquiera la serie de pequeños
enclaves que la Autoridad Palestina controla en apariencia.

Desde que Netanyahu fue elegido primer ministro en 1996, ha tratado de evitar cualquier negociación con los
dirigentes palestinos, ha optado por eludirlos y marginarlos. Israel no necesita la paz con los palestinos para
prosperar, ha afirmado Netanyahu en reiteradas ocasiones; su poder militar, económico y político es suficiente sin
ella. El hecho de que durante los años de su mandato, especialmente entre 2009 y 2019, Israel haya disfrutado de
prosperidad económica y su estatus internacional haya mejorado es, en su opinión, una prueba de que avanza por
el buen camino.

Los acuerdos de Abraham, firmados con Baréin y los Emiratos Árabes Unidos, y después con Sudán y Marruecos,
refuerzan esta convicción. «Durante los últimos 25 años, se nos ha dicho repetidamente que la paz con los demás
países árabes sólo llegaría una vez que hubiéramos resuelto el conflicto con los palestinos», escribió Benjamín
Netanyahu en un artículo publicado en Haaretz (14 de octubre de 2022, edición hebrea) antes de las últimas
elecciones. «Contrariamente a la posición predominante», prosiguió, «creo que el camino hacia la paz no pasa por
Ramala [capital de la administración de facto de la Autoridad Palestina], sino que la evita: en lugar de dejar que
Palestina moviera al mundo árabe, yo sostuve que la paz debía empezar por los países árabes, que aislarían la
obstinación palestina». Un acuerdo de paz con Arabia Saudita debía ser la guinda del pastel de «paz por paz» que
Netanyahu llevaba años preparando.

Benjamín Netanyahu no inventó la política de separación entre Gaza y Cisjordania, ni la utilización de Hamás
como herramienta para debilitar a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y sus ambiciones
nacionales de establecer un Estado palestino. El plan de «retirada» de Gaza elaborado en 2005 por Ariel Sharon,
entonces primer ministro, se basaba en esta lógica. «La totalidad del proyecto de un Estado palestino ha dejado de
estar en el orden del día por tiempo indefinido», afirmó Dov Weissglas (5 de octubre de 2004), asesor de Ariel
Sharon, para explicar el objetivo político de la retirada en aquel momento. «El plan proporciona la cantidad de
formol necesaria para garantizar que no se produzca un proceso político con los palestinos».

Netanyahu no sólo adoptó esta forma de pensamiento, sino que le añadió la preservación del poder de Hamás en
Gaza como herramienta para reforzar la separación entre la Franja y Cisjordania. En 2018, por ejemplo, aceptó que
Qatar transfiriera millones de dólares al año para financiar el gobierno de Hamás en Gaza, poniendo así en práctica
las declaraciones realizadas el 7 de octubre de 2015 por Bezalel Smotrich (entonces miembro marginal de la
Knesset, y ahora ministro de Finanzas y soberano de facto de Cisjordania) en el sentido de que «la Autoridad
Palestina es una carga y Hamás es una ventaja».

«Netanyahu quiere que Hamás siga en pie y está dispuesto a pagar un precio casi inimaginable por ello: medio país
paralizado, niños y padres traumatizados, hogares bombardeados, personas muertas [salvas de cohetes
neutralizadas en un 90% por la Cúpula de Hierro]», es lo que escribió la actual ministra israelí de Información,
Galit Distel Atbaryan, el 5 de mayo de 2019, cuando aún no había entrado en política pero era conocida como
influyente partidaria de Netanyahu. «Y Netanyahu, en una suerte de moderación escandalosa y casi inimaginable,
no está haciendo lo más fácil de todo: conseguir que las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) derroque la
organización».

«La cuestión es saber por qué», continuaba Galit Distel Atbaryan, antes de explicar: «Si Hamás se derrumba, Abu
Mazen [Mahmud Abás, de la Autoridad Palestina] podrá controlar la franja de Gaza. Si la controla, habrá voces de
izquierda que alienten las negociaciones y una solución política y un Estado palestino, también en Judea y Samaria
[Cisjordania]... Ésta es la verdadera razón por la que Netanyahu no elimina al líder de Hamás, y todo lo demás son
tonterías».

De hecho, el propio Benjamín Netanyahu lo había admitido unos meses antes de los comentarios de Distel
Atbaryan, cuando dijo, en una reunión del
De hecho, el propio Benjamín Netanyahu lo había admitido un par de meses antes de los comentarios de Galit
Distel Atbaryan, cuando declaró, en una reunión del Likud, que «cualquiera que quiera impedir la creación de un
Estado palestino debe apoyar el fortalecimiento de Hamás. Esto forma parte de nuestra estrategia, que consiste en
aislar a los palestinos de Gaza de los palestinos de Judea y Samaria» (véase el artículo de Gidi Weitz publicado
por Haaretz el 9 de octubre, y su párrafo titulado: «Hamas como socio»).

El refuerzo de la barrera en torno a Gaza se ha convertido en otro aspecto de la estrategia de Netanyahu. «La valla
impedirá que los terroristas se infiltren en nuestro territorio», explicó Netanyahu (Maariv, 3 de febrero de 2019)
cuando anunció el inicio de las obras, en 2019, para agregarle una barrera subterránea que acabaría costando más
de 3.000 millones de NIS (shekels) [700 millones de euros]. Dos años más tarde, el periodista israelí Ron Ben-
Yishai escribió en Ynet (18 de junio de 2021) que el objetivo último de la barrera, considerada como impenetrable
para los terroristas, es «impedir una conexión entre Hamás en Gaza y la Autoridad Palestina en Judea y Samaria».

El sábado por la mañana, la referida barrera fue derribada, y con ella la doctrina más extendida de Netanyahu -
adoptada por los norteamericanos y por muchos Estados árabes- de que es posible llegar a la paz en Oriente Medio
sin los palestinos. Mientras cientos de combatientes cruzaban la frontera sin ningún impedimento para ocupar
puestos del ejército e infiltrarse en decenas de comunidades israelíes situadas a una distancia de hasta casi 30
kilómetros, Hamás declaraba efectivamente, de la forma más clara, dolorosa y mortífera posible que el verdadero
conflicto que amenaza las vidas israelíes es el conflicto con los palestinos, y que la idea de que Riad o Abu Dhabi
pueden ignorar a los palestinos, o que los dos millones de palestinos encarcelados en Gaza desaparecerán si Israel
construye una barrera suficientemente sofisticada, es una ilusión que se está derrumbando con un terrible costo
humano.

Ésta no es necesariamente una buena respuesta. Es imposible no calificar las acciones de Hamás de crímenes de
guerra: la masacre de civiles, el asesinato de familias enteras en sus hogares, el secuestro de civiles, entre ellos
ancianos y niños, y el mantenerlos cautivos en Gaza - todos estos actos violan las leyes de la guerra y, si la Corte
Penal Internacional ejerce su jurisdicción sobre Israel-Palestina, habrá que procesar a los responsables de los
mismos. En otras palabras, la «declaración» de facto de Hamás de que el conflicto israelo-palestino sigue
existiendo se hizo a costa de la sangre de cientos de inocentes.

Tampoco es necesariamente una buena respuesta, porque parece que la conclusión a la que llega actualmente
Israel, al entender que el conflicto se sitúa aquí en Israel-Palestina, no en Arabia Saudita, es «derrocar a Hamás» o
«arrasar Gaza». El diputado del Likud Ariel Kallner (7 de octubre) y el periodista de derecha Yinon Magal [que
participó activamente en el canal Mabat LaHadashot] representan probablemente a una parte significativa de la
opinión pública israelí -y ciertamente del gobierno- cuando piden que la respuesta sea una nueva Nakba.

No obstante, dejando a un lado los juicios morales, el atentado de Hamás nos devolvió a todos a la realidad,
especialmente a los israelíes, al recordarnos que el conflicto empezó aquí, en 1948, y que ningún remedio mágico
puede hacerlo desaparecer. Y puesto que Hamás, por muy fuerte y capaz de sorprender que sea, no puede asesinar
a 7 millones de judíos, y puesto que Israel -creo yo- no es capaz de una nueva Nakba (ni siquiera de retomar el
control total de Gaza), es posible que del traumatismo de los últimos días nazca la idea de que el conflicto debe
resolverse sobre la base de la libertad, la igualdad nacional y cívica, y el fin del bloqueo y la ocupación.

Tras el traumatismo de la guerra de 1973 [conocida como la Guerra de Yom Kipur], que muchos comparan con lo
que está sucediendo hoy, los israelíes comprendieron que la paz podía lograrse al precio de la retirada del territorio
egipcio que habían ocupado. La misma toma de consciencia podría producirse tras el traumatismo de 2023.

Fuente: + 972 Magazine (en colaboración con Local Call), 9 de octubre de 2023

El escollo de la Franja de Gaza supone una doble trampa para Israel

Alberto Negri

La trampa tendida por Hamás en Gaza ya se activó una vez y podría volver a activarse, porque una acción militar
masiva en la Franja presenta riesgos muy elevados, para la población civil, para el personal militar y para los
rehenes. Los expertos israelíes e internacionales están convencidos de ello.
Como subraya Sami Cohen, profesor de Science Po en París y autor de numerosos libros sobre Oriente Próximo e
Israel, se ha producido un fracaso en dos planos, uno de inteligencia y otro político, atribuibles en buena medida a
Netanyahu. Cohen es muy claro: los servicios de seguridad interior, el Shabak, estaban bien informados de lo que
ocurría en Gaza hasta hace algún tiempo, pero en los últimos años han descuidado las fuentes internas de Hamás y
han confiado en la vigilancia electrónica y los "muros". Un grave error.

Según fuentes de inteligencia italianas, en los últimos años Hamás no sólo ha confiado en las armas, sino también
en la formación de jóvenes militantes en contrainformación. Olvidémonos de los “shabab” [jóvenes activistas] que
lanzan piedras y practicando entre las montañas de basura de Yabalia [ciudad del norte de la Franja de Gaza]. En
pocas palabras, los militantes tenían que hacer creer a los israelíes que no eran el verdadero objetivo de Hamás,
sino la Autoridad Palestina de Abu Mazen en Cisjordania, donde el movimiento había ganado las elecciones en
2006, así como en la Franja de Gaza.

Pero el fallo de los servicios de inteligencia no fue accidental. Estos fallos suelen ser resultado de un relato político
y militar que distorsiona la realidad. Basta pensar en la guerra de Yom Kipur, hace 50 años, cuando los israelíes
disponían de toda la información posible -e incluso de la colaboración de Ashraf Marwan, yerno de Nasser, como
espía junto a Sadat-, pero, según el relato estratégico de los jefes militares, creían que Egipto era demasiado débil
para atacar.

El trauma de 1973 sigue muy vivo, y la comparación con Yom Kipur es inmediata porque este ataque se produjo
el día después del aniversario. Sin embargo, esta vez Israel no se enfrenta a un ejército regular como el de Egipto
de hace 50 años. Tiene que enfrentarse a grupos de hombres dispuestos a todo, armados sólo con kalashnikovs y
lanzacohetes, que libran un tipo de guerra diferente.

El país está conmocionado porque el fracaso militar y de los servicios de inteligencia ha sido enorme. Teniendo en
cuenta, sobre todo, que la organización de inteligencia militar conocida como "Unidad 8200" vigila la vida de los
palestinos, y que Israel controla todas las redes de telefonía fija y móvil, es realmente increíble que no se dieran
cuenta de que estaban organizando un asalto de esta magnitud.

En los últimos años, Netanyahu ha insistido en que Hamás no suponía una gran amenaza para Israel y que no era
necesario mantener una presencia masiva de los servicios de inteligencia en Gaza. El objetivo de Netanyahu era
demostrar a la comunidad internacional que los palestinos ya no eran un problema para sus "planes de paz", pues
eran demasiado débiles y estaban divididos entre Hamás y Al Fatah.

La arrogancia de Netanyahu raya en la imprudencia criminal, según el conocido periodista israelí Meron Rapoport
(Local Call y la revista digital +972 Magazine) que declaró en una entrevista a la página electrónica Gariwo: "El
ejército israelí estaba ahora concentrado casi por completo en Cisjordania. Para proteger a los colonos y los
asentamientos se habían desplegado 33 batallones, mientras que a lo largo de la frontera de Gaza sólo había tres".

Esto significa que el nivel de adiestramiento de los soldados ya no es comparable al de antes, porque en los
últimos 20 años se les han encomendado principalmente tareas policiales, deteniendo a niños o lanzando piedras
en los pueblos. Por tanto, no estaban preparados para enfrentarse a militantes armados en un conflicto irregular.

Pero el aspecto político, además de los de inteligencia y seguridad, es el más acuciante. El gobierno de Netanyahu
está dominado por extremistas religiosos obsesionados con los asentamientos judíos en Cisjordania. Y toda esta
atención fue su perdición: para mantenerse en el poder, hacer frente a los problemas legales y dictar la campaña
divisoria sobre la justicia, necesitaba el apoyo de Smotrich y Ben Gvir, los dos "halcones" de la extrema derecha, y
esto le condujo a él y al país hacia el abismo de Gaza.

¿Cómo salir de él? Una conquista militar de Gaza por tierra tendría un resultado nada seguro, significaría la muerte
de decenas de miles de habitantes, la de los rehenes y una grave crisis de refugiados. Hamás no es un ejército; son
formaciones descentralizadas, guerrilleras y terroristas. Además, el riesgo de una guerra regional a gran escala es
ahora tangible, con la posible implicación de Hezbolá en Líbano e incluso en Siria.

Hasta ahora, todo ha resistido gracias al pacto entre Rusia e Israel, que permite al Estado judío bombardear a los
pasdarán iraníes en Siria, aliados de Moscú y de Asad, como todo el mundo sabe, desde Teherán hasta Ankara. La
única alternativa al caos es la diplomacia, la reanudación de las negociaciones para un Estado palestino sin pasar
por los falsos y ahora improbables atajos de las monarquías del Golfo. De lo contrario, se desencadenará la
segunda parte de la trampa.

Fuente: il manifesto global, 13 de octubre de 2023

Israel y Palestina: Sin salida

Harold Meyerson

La embestida homicida de Hamás supone otro golpe mortal más al nacionalismo palestino, que refuerza a
los halcones israelíes. Las potencias exteriores (sobre todo los Estados Unidos) deberían imponer una
solución de dos estados.

Hay una cosa que tienen en común Israel, la Autoridad Palestina y Hamás: ninguno de ellos permite votar a los
palestinos.

Mientras que los ciudadanos árabes de Israel pueden votar y votan en las elecciones israelíes, la negativa de Israel
a permitir la creación de un Estado palestino priva de hecho a los palestinos de Cisjordania y Gaza del derecho de
voto en la cuestión primordial de su vida colectiva. Aun así, la Autoridad Palestina y Hamás gobiernan, en cierto
modo, en sus respectivos territorios, pero no lo hacen democráticamente. La Autoridad Palestina no ha celebrado
elecciones desde 2006 para no arriesgarse a una derrota, y desde que Hamás tomó el poder en Gaza en 2007,
tampoco ha celebrado elecciones y ha reprimido a la oposición interna. Los habitantes de Gaza no han podido
votar sobre los ataques actuales, ni sobre ninguno de los muchos que ha habido antes, ni a favor o en contra del
gobierno sectario que los llevó a cabo.

La justificada furia que los palestinos sienten hacia Israel y su ocupación sin duda impulsaría a muchos de ellos a
apoyar los ataques actuales si se les diera a elegir, pero otros llegarían a la conclusión de que la respuesta militar
de Israel, así como buena parte de la respuesta política del mundo, no harían más que empeorar las cosas. Si se les
hubiera dicho de antemano que Hamás iba a asesinar y secuestrar a niños y ancianos, y que lo iba a transmitir al
mundo a través de las redes sociales, algunos habrían llegado a la conclusión de que esas respuestas militares y
políticas, que con toda seguridad iban a ser más devastadoras que las anteriores, hacían de estos atentados una idea
que supone un profundo autosabotaje. Y, como los palestinos no son menos ni más humanos que nadie, algunos
simplemente se habrían horrorizado ante tal violencia, como también se horrorizan cuando las fuerzas armadas
israelíes matan niños en Cisjordania.

Pero Hamás no convocó un cónclave ni encargó una encuesta. Simplemente siguió adelante.

Como persona que ha apoyado la creación de un Estado palestino a lo largo del último medio siglo, la respuesta de
una serie de occidentales que coinciden conmigo en esta cuestión ha sido tan exasperantemente estúpida como
moralmente ruinosa. El argumento en favor de la estatalidad palestina se corresponde con el argumento
generalmente evidente de por sí en favor de la autodeterminación nacional, pero se ve enormemente disminuido
cuando se vincula a la barbarie deliberada de Hamás. Los manifestantes pro-palestinos en las calles de Nueva
York y otras ciudades, por el mero hecho de haber salido a la calle ahora, han establecido ese vínculo con más
fuerza de la que jamás podrían hacerlo quienes se oponen a la idea de una nación palestina. ¿Creían que la opinión
pública norteamericana iba a ser más receptiva a la causa palestina debido a los asesinatos de Hamás? Si es eso lo
que han creído, probablemente crean también que la respuesta inmediata de los norteamericanos a Pearl Harbor
fue derogar la Ley de Exclusión Oriental [legislación de 1924 que restringía la inmigración asiática].

Los palestinos tienen enemigos reales, pero con amigos como éstos, sus escasas perspectivas de conseguir un
Estado se reducen cada vez más.

Sus verdaderos enemigos -los partidos israelíes de extrema derecha y centro-derecha, que dominan la Knesset- han
hecho que los 56 años de ocupación israelí de los territorios palestinos sean aún más opresivos y violentos en los
últimos años. Esas fuerzas se han fortalecido en Israel con cada intifada sucesiva, mientras que la izquierda israelí
favorable a dos estados se ha reducido a una pequeña parte del electorado. En la actual coyuntura actual, es
imposible prever que israelíes y palestinos vayan a resolver este conflicto por sí mismos o, para el caso, que hagan
otra cosa que intensificarlo. Una vez que la actual tanda de matanzas de civiles haya seguido su espantoso curso,
los Estados Unidos y otras naciones con los medios para hacer cumplir las fronteras y proporcionar ayuda
financiera deberían hacer todo lo posible para obligar a una solución de dos estados. Habrá algunas poblaciones,
como los colonos israelíes de Cisjordania, a las que habrá que trasladar, y merecen que así sea (en el caso de los
colonos, dentro de las fronteras internacionalmente reconocidas de Israel). Cualquiera que siga creyendo que un
Estado único de israelíes y palestinos es una opción viable tendrá que creer que los peores casos de violencia de
los colonos en Cisjordania y los asesinatos en masa de Hamás de los últimos días son una tontería, ya que serían
hechos cotidianos en un Estado unificado.

Fuente: The American Prospect, 10 de octubre de 2023

Por qué ha atacado Hamás y qué va a pasar a continuación

Paul R. Pillar

La primera respuesta apropiada al ataque de esta mañana de Hamás contra Israel es, en palabras de la declaración
del Presidente Biden al respecto, "condenar inequívocamente" el ataque. No hay duda de quién ha iniciado esta
última ronda de guerra árabe-israelí. Entre las víctimas iniciales hay civiles inocentes.

Las bajas de ambos bandos tan en sólo las primeras horas de esta nueva tanda la convierten en uno de los episodios
más mortíferos del conflicto árabe-israelí de los últimos años. El recuento de víctimas será seguramente mucho
mayor. El primer ministro israelí, Binyamin Netanyahu, ha prometido tomar represalias de forma que "nuestro
enemigo pague un precio como nunca ha conocido". Aun cuando la respuesta de Israel duplique lo que su enemigo
conoce bien de anteriores rondas de ataques israelíes contra la Franja de Gaza, esto supondrá bajas palestinas,
entre ellas muchos civiles inocentes, varias veces por encima de las bajas israelíes.

Y nada de esto nos acercará a algo que se parezca a la paz entre israelíes y árabes.

Hamás se expone al resentimiento de los gazatíes, que culparán al grupo -que funciona como gobierno de facto de
la Franja de Gaza- de provocar la destrucción provocada por los ataques de represalia israelíes. En anteriores
enfrentamientos con Israel, Hamás ha tenido que equilibrar este peligro con el apoyo que espera obtener
presentándose como el más firme defensor del nacionalismo palestino que se opone a la ocupación israelí de
tierras palestinas. Entender por qué los cálculos de Hamás inclinaron esta vez la balanza del lado favorable a un
ataque requiere múltiples explicaciones.

Un portavoz de Hamás justificó el ataque en términos generales: "Queremos que la comunidad internacional
ponga fin a las atrocidades cometidas en Gaza, contra el pueblo palestino y contra nuestros lugares sagrados, como
Al Aqsa. Todas estas cosas son la razón para iniciar esta batalla". El recinto de la mezquita de Al Aqsa, que los
judíos conocen como Monte del Templo, ha sido un punto cada vez más delicado, con la ruptura de anteriores
acuerdos que restringían la oración judía en el lugar, y una redada israelí a principios de este año contra fieles
palestinos en la mezquita. También ha aumentado la violencia israelí contra los palestinos de Cisjordania, tanto a
manos del ejército israelí como de los colonos de Cisjordania.

Muchos de estos aspectos de un enfrentamiento israelo-palestino exacerbado han coincidido con la llegada al
poder, a partir del pasado diciembre, del actual gobierno israelí de extrema derecha. Es posible que la operación de
Hamás estuviera en fase de planificación desde principios de año, una vez que quedó clara el rumbo de ese
gobierno israelí.

Un detonante más específico pueden haber sido las negociaciones entre los Estados Unidos, Israel y Arabia Saudí
encaminadas a la plena normalización diplomática de las relaciones diplomáticas entre Israel y Arabia Saudí,
negociaciones que, en opinión de algunos, parecen estar a punto de dar fruto. Desde la perspectiva general
palestina, cualquier acuerdo diplomático a tres bandas de este tipo supondría un paso atrás para la
autodeterminación palestina, porque el objetivo israelí consiste en gozar de esos frutos sin firmar la paz con los
palestinos. Desde el punto de vista de Hamás, la Autoridad Palestina rival adopta una postura notablemente
complaciente ante la perspectiva de una mejora de los lazos entre Arabia Saudí e Israel, contentándose
aparentemente con permanecer en su papel de auxiliar de la ocupación israelí. Esto deja en manos de Hamás la
oposición activa a este paso atrás. Interrumpir la diplomacia encaminada a la normalización saudí-israelí puede
haber sido una de las motivaciones del ataque de Hamás.
Ni el gobierno israelí ni el norteamericano se verán disuadidos de su esfuerzo de normalización, y el ataque puede
incluso aumentar el deseo de la administración Biden de llegar a un acuerdo de este tipo. La variable clave estriba
en la posición del régimen saudí. Es casi seguro que el príncipe heredero saudí Mohamed bin Salmán (MbS)
seguirá deseando alcanzar un acuerdo que satisfaga la mayoría de sus demandas en materia de garantías de
seguridad, venta de armas y asistencia nuclear. Pero cualquier aumento del derramamiento de sangre entre israelíes
y árabes hace que sea más difícil para cualquier gobernante árabe, incluido MbS, llegar a nuevos acuerdos con
Israel. Independientemente de sus propios sentimientos al respecto, MbS debe tener en cuenta a la opinión pública
saudí, así como el especial interés que su padre, el rey Salmán, tiene en la cuestión palestina.

El ataque de hoy de Hamás no sólo incluyó una lluvia de cohetes, sino también una incursión terrestre que dio
lugar a la captura de israelíes que Hamás se ha llevado de vuelta a la Franja de Gaza. Israel confirma que se ha
tomado como rehenes a ciudadanos israelíes, entre ellos evidentemente soldados y civiles, en número incierto,
pero que se cuentan probablemente por docenas. Sin duda, los servicios de seguridad israelíes no escatimarán
esfuerzos para intentar rescatar a sus ciudadanos, pero Hamás ha demostrado ser experta en el pasado en ocultar a
sus prisioneros.

Esto implica que, una vez que se haya asentado el polvo de la batalla, se entablarán negociaciones, posiblemente
entre otras cosas, sobre la devolución de los rehenes. Conseguir monedas de cambio en cualquier negociación de
este tipo habrá sido probablemente otra motivación adicional de Hamás para el ataque. Liberar a los palestinos
encarcelados por Israel es una contrapartida obvia. Se calcula que hay unos 4.500 presos en cárceles israelíes. En
anteriores canjes entre Hamás e Israel se ha liberado a gran número de palestinos a cambio de un número mucho
menor de israelíes. Un alto cargo de Hamás se jactó de que el ataque de hoy había proporcionado al grupo
suficientes rehenes para liberar a todos los presos palestinos que se encuentran actualmente en cárceles israelíes.

Esas monedas de cambio humanas pueden servirle también a Hamás para obtener otras concesiones, como
diversas formas de alivio del bloqueo israelí de Gaza. Cualquier victoria que Hamás consiga en este sentido,
además de la liberación de prisioneros palestinos, puede ayudar a compensar el resentimiento que el grupo recibe
de los habitantes de Gaza por la destructiva respuesta israelí a su ataque.

Las consecuencias políticas en Israel son más previsibles que las de la Franja de Gaza. Si bien se producirán las
habituales recriminaciones sobre un "fallo de inteligencia" y sobre si el gobierno debería haber estado mejor
preparado para el ataque, la escalada sangrienta del conflicto entre israelíes y árabes intensificará, al menos a corto
plazo, el rumbo de extrema derecha de este gobierno israelí de extrema derecha y contribuirá a aplastar cualquier
idea de concesiones significativas a los palestinos. La nueva guerra supondrá una distracción unificadora respecto
a la controvertida reforma judicial emprendida por el gobierno y al caso de corrupción contra Netanyahu. Y en este
sentido, puede que Hamás le haya hecho un favor político a Netanyahu con este ataque.

Desde una perspectiva más amplia y a más largo plazo, los acontecimientos de hoy y la guerra subsiguiente
demostrarán una vez más que, a pesar de los esfuerzos por restarle importancia al conflicto palestino-israelí y dejar
de lado la cuestión mediante acuerdos de "paz" con los estados árabes, el conflicto y sus consecuencias
desestabilizadoras no van a desaparecer Frustrar las aspiraciones nacionalistas no hace que desaparezcan esas
aspiraciones, ni elimina el resentimiento por el trato opresivo que recibe un pueblo. Esta vez la respuesta violenta
la ha orquestado Hamás; puede que la próxima vez la respuesta violenta adopte otra forma. Antes incluso de los
acontecimientos de hoy, muchos observadores informados veían grandes posibilidades de que se produjera una
nueva intifada, o levantamiento popular, en Cisjordania.

Fuente: Responsible Statecraft, 7 de octubre de 2023

Paola Caridi
periodista e historiadora, es colaboradora de diversos medios y publicaciones italianas como La Stampa, Il
Sole24Ore, Famiglia Cristiana, IlFatto online, Terra o Limes. Es autora de libros como “Arabi Invisibili” (2007),
Premio Capalbio y traducido al árabe, “Gerusalemme senza Dio” (2013), “Gerusalemme la storia dell´altro”
(20193) o “Hamas” (2009), de próxima reedición.
Ramzy Baroud
periodista y director de PalestineChronicle.com, es autor de varios libros, el último de los cuales es “These Chains
Will Be Broken: Palestinian Stories of Struggle and Defiance in Israeli Prisons” (Clarity Press, Atlanta). Es
investigador del Center for Islam and Global Affairs (CIGA) de la Istanbul Zaim University (IZU). Su página
digital es www.ramzybaroud.net
Ramzy Baroud
periodista y director de PalestineChronicle.com, es autor de varios libros, el último de los cuales es “These Chains
Will Be Broken: Palestinian Stories of Struggle and Defiance in Israeli Prisons” (Clarity Press, Atlanta). Es
investigador del Center for Islam and Global Affairs (CIGA) de la Istanbul Zaim University (IZU). Su página
digital es www.ramzybaroud.net
Haaretz
Haaretz (“La Tierra”) es el más crítico de los grandes diarios israelíes. Fundado en 1919 y con una tirada actual de
75.000 ejemplares, es conocido por su postura contraria a la ocupación y las soluciones militares, y célebre por
colaboradores como Gideon Levi y Amira Hass.
Meron Rapoport
conocido periodista israelí, trabajó para diarios como Yedioth Aharonoth y Haaretz, y para el canal educativo de la
televisión de Israel. Director de la revista hebrea Local Call y colaborador de medios internacionales, recibió el
Premio Internacional de Periodismo Napoli por su investigación del robo de olivos palestinos durante la
construcción del muro de separación israelí.
Alberto Negri
Alberto Negri, Prestigioso periodista italiano, ha sido investigador del Istituto per gli Studi degli Affari
Internazionali y, entre 1987 y 2017, enviado especial y corresponsal de guerra para el diario económico Il Sole 24
Ore en Oriente Medio, África, Asia Central y los Balcanes. En 2007 recibió el premio Maria Grazia Cutuli de
periodismo internacional y en 2015 el premio Colombe per la Pace. Su último libro publicado es “Il musulmano
errante. Storia degli alauiti e dei misteri” del Medio Oriente, galardonado con el Premio Capalbio.
Harold Meyerson
veterano periodista de la revista The American Prospect, de la que fue director, ofició durante varios años de
columnista del diario The Washington Post. Considerado por la revista The Atlantic Monthly como uno de los
cincuenta comentaristas más influyentes de Norteamérica, Meyerson pertenece a los Democratic Socialists of
America, de cuyo Comité Político Nacional fue vicepresidente.
Paul R. Pillar
estudió en el Dartmouth College y la Universidad de Oxford, y se doctoró en la Universidad de Princeton. Trabajó
para la Agencia Central de Inteligencia (CIA) entre 1977 y 2005 hasta entrar en conflicto con la administración
Bush en la política sobre Irak. Es miembro del Centro de Estudios de Seguridad de la Universidad de Georgetown
e investigador asociado del Centro para la Política de Seguridad de Ginebra.

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