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12 de Junio, 2022

Walter Luis Rambo: "La guerra más


difícil es la posguerra"
Desde muy joven ingresó en las fuerzas armadas. Combatió en
las islas como jefe de un pelotón en la compañía de
desembarco del rompehielos ARA Almirante Irízar, que dependía
del crucero Belgrano.
Por: Eliana Coronel – Paulo Ferreyra / Fotos: Talo Barboza

Rambo junto al mural en


honor a los excombatientes, ubicado el barrio 110 Viviendas de Puerto Tirol.

Actualmente, Rambo preside la Asociación Civil Héroes de


Malvinas de Puerto Tirol, desde donde trabaja en pos del
reconocimiento a los veteranos tiroleros. En entrevista con
CHAQUEÑA, plantea la importancia de la contención
psicológica y familiar para ayudar a cada excombatiente a
transitar los traumas propios de la guerra.

-¿Qué edad tenía cuando ingresó en la carrera militar?

-Empecé desde muy pibe. Terminé el 7º grado, después me fui a


Buenos Aires y en el 75 ingresé. Tenía 15 años cuando me
incorporé a las fuerzas armadas en la Escuela de Mecánica, y
ahí seguí la carrera militar.

-Es decir que presenció momentos históricos e importantes


para el país…

-Sí. Estuve con el problema de la subversión en la Escuela de


Mecánica de la Armada. También estuve con el conflicto de
Chile, estuve en la frontera y en el Crucero Belgrano, desde el
´78 hasta el principio de ´82, periodo en el cual me tocó de ir a
Malvinas.

-Cuando llega ese llamado para Malvinas, ¿dónde lo


encuentra?

-Pertenecía a una compañía de desembarco que dependía del


Crucero General Belgrano. Éramos un grupo que teníamos la
tarea de recuperar el Puerto Argentino. Yo era el jefe de pelotón
y tenía a cargo a tres cabos, Sayes, Piedrabuena y Campos.

-¿Cuántos años tenía en ese momento?

-Tenía 20 años y era cabo segundo en ese tiempo, ya en el


último año para ascender a cabo primero.

-¿Sabía adónde iba?

-No, la primera comunicación llegó un 26 de marzo. Nos


llamaron por los micrófonos del buque y nos dijeron que "el
siguiente personal no se retira de la zona hasta no ver a su jefe
de departamento". Nuestro jefe era el capitán Gómez Paz, quien
nos informó que fuimos designados a una comisión reservada
con destino al sur. En ese momento fuimos, retiramos nuestro
armamento. Yo retiré el FAL, la pistola y todo el abrigo. Ese era
el equipo que teníamos como cuando hacíamos el ejercicio de
la compañía de desembarco.
Luego nos dijeron desde ahora se van a ir a su domicilio.
Cuando vino el contador nos hizo un anticipo de sueldo, fuimos
al comedor y ahí nos dijeron ahora van a ir en un vehículo que
los va a llevar a sus domicilios y de sus domicilios no se
mueven hasta nueva orden. Fui a mi casa, en ese momento
estaba en concubinato y tenía dos hijos, una nena que tenía un
año y ocho meses y otro nene que tenía ocho meses. El domingo
a las 6 de la mañana vinieron y golpearon la puerta diciendo:
Cabo Rambo, prepárese que nos vamos a la unidad. Me despedí
de mi familia.

-¿Pero intuía que no se trataba de un destino conocido?

-Sí. Éramos unas 17 personas y nos llevaron al crucero


Belgrano, porque dependíamos de ahí. Llegó el mediodía,
almorzamos y nos dijeron: Muchachos se van a embarcar en el
Irízar, pero la sorpresa fue cuando entramos a Puerto Belgrano y
vimos la dársena en que se estaba haciendo todo el armamento.
Pensamos que iba a ser una práctica grandísima, porque
veíamos que empezaron a embarcar vehículos, armamentos, era
algo inusual el movimiento.

-¿Y cómo fue ese viaje?

-Iniciamos una navegación de cuatro días. Lo llamativo era que


el jefe no aparecía, estábamos en la nebulosa, no sabíamos
adónde íbamos, qué íbamos hacer. Yo tenía un conocido en el
cuarto de derrota, desde donde manejaban las cartas de
navegación. Lo vi y le dije: ¿Curto que pasó acá? Y me dijo: Mirá
Walter, esta es la carta que estamos navegando. Y miramos y
ya habíamos pasado Usuahia. Llegó el 1 de abril, hubo un
desperfecto, porque los días que estuvimos navegando hubo
mucho temporal. Tuvo un desperfecto un helicóptero que
llevábamos en el Irízar, que iba a hacer el reconocimiento de
zona y todo lo demás. Ahí habló el almirante Buse, nos dio la
novedad de que realmente teníamos que ir recuperar las islas
Malvinas. Y recordamos que ese era el ejercicio que habíamos
hecho en enero.
-¿Cuándo llegaron a Malvinas?

-El desembarco fue el 2 de abril, el primer grupo que se largó fue


a las 10 de la noche del 1 de abril, y a nosotros nos bajaron a
eso de las 1.30 de la mañana con el vehículo anfibio.

-¿Cuánto tiempo estuvo?

-Estuve desde el principio y hasta el fin de la guerra, del 2 de


abril al 20 de junio.

-¿Fue difícil el regreso, podían hablar de lo que pasó?

-Sí, tuvimos que caminar unos 12 km, barbudos, sucios,


cansados, y veíamos que la gente pasaba en colectivos, en
vehículos, y nos gritaban cobardes. Esas son las cosas que nos
dolieron muchísimo. En Puerto Belgrano nos estaban esperando
los jefes, pero no podíamos hablar. Por eso digo que el veterano
de guerra tiene dos guerras, y la guerra más difícil es la
posguerra.

.¿Qué perdió y qué ganó después de la guerra?

-Cuando volví de Malvinas perdí mi familia, mis hijos, y pensaba


cómo puede ser. Perdí el vínculo, porque un día cayó la
mamadera de mi hijo y yo salté de la cama. En ese momento mi
esposa se asustó y dijo este está loco. Pero era algo que todos
pensaban. Al poco tiempo me separé y perdí un montón de
cosas que me dolieron. Después rehíce mi vida, y doy gracias a
mi esposa actual, que realmente me comprendió, me escuchó, y
hasta el día de hoy sabe cuándo estoy mal o bien, y mis hijos
me acompañan. Creo que tenemos que recalcar el rol la familia,
que nos apoyó y que sabe de nuestro sufrimiento.

Las medallas de su larga trayectoria en las fuerzas armadas y en la guerra de Malvinas,


que Walter Luis Rambo porta con orgullo.

La sede propia para los veteranos de Tirol, un sueño a


punto de cumplirse
A 40 años de la guerra, y luego de innumerables gestiones ante
el gobierno provincial y municipal, de comisiones anteriores a la
actual, la Asociación Civil Héroes de Malvinas de Puerto Tirol
tendrá su anhelada sede propia en el barrio 80 Viviendas de la
localidad. Rambo, junto a los excombatientes tiroleros, trabajan
para convertir a este espacio en un lugar de memoria activa por
los dos soldados caídos de Tirol y en reconocimiento a cada
veterano.

"Hace 40 años peligró nuestra vida, estuvimos tratando de


defender lo que es nuestro. Entonces nos sentimos orgullosos.
Y queremos recordar a nuestros compañeros caídos, ellos son
los héroes, son nuestros mártires".

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