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SUAVE ES LA NOCHE

Caryn James
uede que la vida del escritor se com­

P ponga de soledad y monotonía, pero la


vida literaria -iüh, la vida literaria/­
promete fama y prestigio, todo un lu,g�r
a la vera de un Hemingway que emborrona pagi­
nas dedicadas a la inmortalidad en un café de
París. El mito es tan seductor que continúa so­
breviviendo en la más deslucida realidad. Una
velada cualquiera en la ciuda� para David �ea­
vitt, Meg Wolitzer y Gary Ghckma�, por �Jem­
plo, tres novelistas men?res de . tremta anos y
excelentes amigos, consiste en 1r a cenar a su
restaurante favorito, un antro miserable en el
West Village. «Al vemos los tres aquí sentados
-dice Glickman- no he dejado de preguntarme
si éste no será el Café de Flore». A Hemingway
mismo le parecería muy bien que lo fuese.
En los años ochenta la vida literaria de Nueva
York ha cambiado. Los clubes han sustituido a
los cafés y las pandillas de escritores recorren de
noche las calles del club Area al Palladium, has­
ta terminar en Nell ' s. Luces de neón (Edhasa), el
best seller de Jay Mclnemey, y su protagonista,
un escritor joven, han puesto d_e moda un Nue­ Jay Mclnerney.
va York en el que los clubes abiertos hasta el a!­ Mclnemey, de 32 años, pasó . varios meses del
ba y las rayas de cocaína alternan con la ambi­ año pasado en Ann Arbor, M1ch1gan, donde su
ción literaria. Esclavos de Nueva York (Anagra­ ex mujer acababa su tesis. Tama Janowi_tz, d_e
ma), de Tama Janowitz, J?rolonga esta_ misma 30 ha obtenido este año una beca de la umvers1-
imagen con historias de artistas que persiguen el dad de Princeton. David Leavitt, cuya primera
éxito propietarios de galerías más o menos hon­ novela, El lenguaje perdido de las grúas (Versal),
rado; y todo un mundillo que pulula alred�dor, se publicó el año pasado, vive ahora en Long Is­
presos sin excepción de una terca u�gencrn d_e land. Kathy Acker, 38 años, de aspecto muy
sentirse a la última. Pero estos bohem10s que vi­ punk, tan identificada con el downtown de Man­
ven demasiado deprisa como para ver claro hattan hace dos años que vive en Londres. Su
(lDónde encuentran el tiempo y la luc�dez para última' novela se titula Don Quichotte. Para estos
escribir una sola línea?) son exageraciones sm autores Nueva York no ha perdido su importan­
más dominio que el de la ficción. cia ni su prestigio. Ellos son quienes animan l_a
Hoy en realidad, para muchos jóvenes escrito­ vida literaria de la ciudad. Lo que sí se ha perdi­
res Nueva York es el campamento base en el do es aquella coherencia de los círculos litera­
qu� se puede trabajar hasta alcanzar el suficien­ rios del pasado, cuando la simple mención de la
te éxito o tantas frustraciones, como para alejar­ revista Partisan Review bastaba para evocar una
se por iin tiempo, pasar el verano en una apaci­ imagen de intelectuales compartiendo las �is­
ble colonia de escritores o sanear las finanzas mas ideas. Estos jóvenes autores de hoy viven
dedicando un año a la enseñanza, para regresar en un medio compuesto de energía creadora, de
siempre, a volver a zambullirse en las aguas d _ e superficialidad y distraccio�es, en el que !odo va
la vida literaria a hacer la ronda de presentacio­ muy, muy deprisa. El camb10 afecta a la _ cmdad y
nes para entera�se de los últimos chismes en cir­ a la industria editorial: el elevado prec10 de los
culación y a contactar con críticos, agentes y edi­ alquileres la dureza de la vida urbana, el estrés,
tores. llevan a e'stos autores a escribir su primer libro
antes de que las emociones de la juventud
hayan terminado de esfumarse. En cua�to aca­
ban sus estudios si no antes, se ven obhgados a
Sigamos la trayectoria de algunos de los jóve­ competir. En se:Uejantes condiciones no es de
nes autores neoyorquinos más en boga. Jay extrañar que no tengan tiempo ni ganas de gas-
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tarlo en salones galantes ni en querellas de ma­ dad de la ciudad. Aunque los hechos que se su­
chos a lo Hemingway. ceden están más cerca de la ficción que de la vi­
En lugar de eso existe una muy densa red de da, el medio es todo verdad. Siempre que la pre­
círculos compuestos de pequeñas células: Jay sento en cualquier sitio me preguntan si no es
Mclnerney y sus amigos, los editores Gary Fis­ todo fruto de la invención, no terminan de
ketjon y Morgan Entrekin, cuyo esfuerzo les ha creerse ese estilo de vida. Claro que hay ele­
proporcionado un brillante éxito; el trío de jóve­ mentos satíricos y exageraciones en Luces de
nes prodigio Leavitt, Wolitzer y Glickman (cuya neón pero en lo referente al estilo de vida no lo
primera novela, Years Jrom now, ha aparecido es­ he desfigurado mucho. Ahora la vida mundana
te último verano), y también un grupo más ex­ está más al descubierto, pero en aquel momen­
tenso, todos menores de 40 años, con la particu­ to, al escribirla, la gente apenas había comenza­
laridad de haber asistido a los cursos de la uni­ do a frecuentar los clubes. Era una vida un tanto
versidad de Columbia. Entre ellos, Mona Simp­ secreta, subterránea. Ahora no resulta fácil es­
son, con una primera novela, Anywhere but here, conderse. Si ocurre algo el lunes por debajo de
muy alabada desde su publicación este año;
Amy Hempel, autora de un libro de relatos titu­
lado Reasons to live y Susan Minot, que también
ha recibido excelentes críticas el año pasado por
su primera novela Monos (Mondadori). El círcu­ la calle Catorce el martes sale inevitablemente
lo de Kathy Acker incluye escritores que publi­ en los periódicos. Ya no es posible ignorar cier­
can en revistas de la ciudad como Bomb, Bet­ tas cosas que afortunadamente desconocía en­
ween C & D o Top Stories y que parece haberles tonces».
llegado la hora de integrarse al establishment li­ Durante este período de ignorancia, hace sólo
terario. unos pocos años, Jay Mclnerney, Gary Fisket­
La brillante imagen de Nueva York, luna park jon y Morgan Entrekin sólo eran jóvenes escri­
salpicado de clubes, no es del todo falsa ni com­ tores repletos de esperanzas y ambición, con al­
pletamente verdadera. Tomemos por ejemplo gunos pequeños éxitos editoriales y con sus di­
un vídeo que ha realizado Tama Janowitz. versiones, que han servido de materia prima
Anunciado como «el primer vídeo literario», se para Luces de neón. La amistad entre Mclnerney
trata de un cortometraje publicitario de su nove­ y Fisketjon se ha convertido en legendaria, el
la Esclavos de Nueva York, exhibido en la televi­ mejor ejemplo de buenas relaciones entre escri­
sión por cable. En él se ve a Tama, look Madon­ tor y editor. Numerosos artículos se han ocupa­
na en sus comienzos, desgreñada y algo retro, do de contar en diarios y revistas cómo Fisket­
pasear por la calle, cenar en compañía de Andy jon, entonces editor de Random House, lanzó
Warhol y de la estrella de rock Debbie Harry, y una nueva colección de bolsillo, Vintage Con­
también sentada en el despacho de su pequeño temporaries (enseguida llamada yuppie-poche),
estudio en Horatio Street, donde vivía entonces, integrada por varias novelas, entre ellas Luces de
con una falda de crinolina rosa. Una voz, como neón, de su viejo compañero de facultad. Tam­
salida de cualquier programa titulado Así viven bién Margan Entrekin, cuando era editor de Si­
los ricos y famosos, ilustra a los espectadores so­ mon & Schuster, contribuyó a definir este géne­
bre temas como la vida artística de Nueva York, ro de novela a la moda, de joven autor de talen­
el color local, la gente, los rumores. ¿será así la to, con la publicación de Menos que cero (Ana­
vida de Tama Janowitz? «Digamos que no me grama) de Bret Easton Ellis. Los tres amigos se
pongo el tutú por la mañana ni tengo maquilla­ han vuelto a encontrar ahora en Atlantic
dores que se ocupen de mí mientras escribo. Monthly Press, la nueva editorial de Mclnerney,
Hay días en que escribo y me preparo cenas in­ cuyo director literario es Fisketjon y en la que
fames y luego veo algo la tele. Otras veces salgo Entrekin ha creado y dirige una colección. «En­
a cenar con Andy», dijo poco antes de la muerte tre los tres formamos una especie de galaxia»,
del maestro. dice Mclnerney.
Su primera novela, American Dad, fue publi­ Entrekin y Fisketjon son más conocidos en la
cada en 1981 y se ha reeditado recientemente. ciudad que algunos de los autores que editan.
Pero sus mejores temas surgen a partir del mo­ Pocos como ellos pueden presumir de haber fre­
mento en que frecuenta las inauguraciones de cuentado Nell's, el club del momento, mucho
exposiciones, los clubes y la gente de la revista antes de ponerse de moda. Todo comenzó en la
Interview. De repente la materia sobre la que fiesta de presentación del libro de relatos de
escribir se la suministró su vida mundana. La Thomas McGuane To skin a cat. Lo cuenta Fis­
mayor parte de los escritores, como Janowitz y ketjon: «Allí estábamos Susan Minot, Tim
Mclnerney, y tantos otros antes, describen su O'Brien, Ray Carver, Tess Gallagher, más un
propio entorno. Pero indirectamente también grupo de editores. Agotada la fiesta, cogimos to­
han contribuido a crear esa imagen de clubes y dos un taxi, una limousine, que no resulta muy
lujosa bohemia que describen sus libros. De su cara, y que nos dejó en Nell's. Habría unas cin­
novela Luces de neón dice Mclnerney: «Es mi cuenta personas. Era demasiado, algo así como
versión de Nueva York, muy ajustada a la reali- el salón de alguien muy rico, decorado además
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con gusto. El novelista Robert Stone tomaba Muchos autores han publicado con él y así todo
una copa en un rincón con gente de Artforum. continúan siendo muy buenos amigos: «Haber
Después terminamos todos juntos. Ahora en luchado juntos nos aproxima. Esta comunidad
Nell's hay tanta gente que no se puede ni en­ nos suministra una experiencia compartida, po­
trar». sitiva para el trabajo. Aunque todo tiene un pre­
Para Fisketjon éste es el mejor ejemplo de có­ cio: la envidia, las comparaciones entre los pe­
mo una velada entre amigos puede llegar a con­ queños logros pueden ser causa de evidentes
vertirse en leyenda gracias a la prensa: «Es una efectos negativos. Es cierto que la emulación
buena historia, pero es la excepción que confir­ puede impulsar la perfección en la composición
ma la regla». de las frases y producirse entonces algo magnífi­
Para Entrekin es la prueba de que los salones co. Pero si por el contrario la atención se centra
literarios no existen: «Aquella noche llegué a en el lanzamiento, o todavía peor, en unas de­
pensar que Nell's podía convertirse en salón li­ claraciones del autor o el editor la otra noche en
terario, era un sitio discreto. Pero la siguiente un bar, eso puede ser nefasto».
vez que he ido estaba ya lleno de gente, por lo La rivalidad se multiplica fácilmente porque
general sin necesidad de ganarse la vida ni otra el mundo literario de Nueva York es un homo­
cosa que hacer que alternar en el club». géneo microcosmos, de clase media, de tenden­
En cualquier caso la anécdota también mues­ cia yuppie, donde no abundan negros ni miem­
tra cómo un pequeño enclave del ambiente lite­ bros de otras minorías, sino más bien ex alum­
rario es absorbido por una vida mundana más nos de prestigiosas instituciones. La claustrofo­
amplia. Por supuesto, todos siguen frecuentan­ bia acecha a la vuelta de cada esquina. Nancy
do Nell's. Lemann pasa una parte del año en su natal Nue­
Tama Janowitz fue otra de las primeras en va Orleans: «Los escritores necesitamos en algu­
preferir Nell's. Comenzó publicando en New na medida de la realidad a nuestro alrededor. No
Yorker y en otras revistas de moda como Bomb, podemos limitarnos a observar la vida de otros
Between C & D y Top Stories. Personajes de escritores que paran por el mismo club. Nueva
muchas facetas, de artista bohemia a joven loba, Orleans me hace no perder el contacto con lo
Janowitz no es la única en subrayar este espíritu bueno, real y verdadero. Hay familias, jardines,
de campanario del Nueva York literario. gente que ha decidido pasar su vida allí.»
Mona Simpson es redactora de Paris Review. Otros muchos autores coinciden en apreciar
En su profesión se relaciona con personajes de las perspectivas de cambio que se abren fuera de
la talla de George Plimpton, editor de The Re­ Nueva York: «Esto es una especie de Disneylan­
view, y su antigua profesora Elizabeth Hard­ dia -dice Mclnerney. Se tiende a creer que las
wick. Y compara la escena literaria neoyorquina leyes de Manhattan son las de la naturaleza, las
con la comunidad literaria de George Eliot: que rigen en cualquier parte, y nada más alejado
«Todo es como Middlemarch, como entrar en de la realidad». Si a menudo dejan la ciudad es
una novela del siglo pasado. Recuerdo un en­ para librarse de sus obligaciones. Tama Janowitz
cuentro con David Leavitt y Susan Minot en está en Princeton por eso, como Mclnerney,
una conferencia de Alice Munro. Hacía un tiem­ que reconoce huir de Nueva York para no tener
po horrible, llovía mucho, no teníamos ganas de que salir todas las noches, y como David Lea­
salir y así todo nos encontramos en la conferen­ vitt, que se ha instalado en Long Island: «Ya no
cia de uno de nuestros escritores favoritos. podía trabajar -dice Leavitt. Era excesivo, no
Cosas así me hacen ver la vida como un gran sólo el ruido y la circulación, también las dis­
plan, una enorme red formada por todos tus co­ tracciones del mundillo, y el tener que estar
nocidos». continuamente al tanto de lo que publican unos
y otros, sin olvidar las fiestas de presentación de
libros. Además estaba ya harto de vivir en un
apartamento».
Otro tanto le sucede a Meg Wolitzer: «Vamos
No deja de tener su utilidad, esta atmósfera mucho al restaurante porque necesitamos salir
provinciana de la ciudad, para Meg Wolitzer: de nuestros minúsculos apartamentos. En Nue­
«En Nueva York sobran ocasiones de charlar de va York no puedo moverme de una habitación a
literatura y de intercambiar chismes del mundi­ otra, para eso tengo que salir del apartamento;
llo. Tenemos la impresión de estar en el centro. es de locos. Por esa razón hay tantos escritores
Porque los escritores no somos como los acto­ viviendo en colonias para ellos, porque en la
res, que trabajan juntos. Somos nosotros los que ciudad no encontramos el espacio ideal para es­
queremos esta comunidad, quienes nos empe­ cribir».
ñamos en que exista». Acaso la única excepción a esta uniformidad
Gordon Lish reconoce sin embargo que esta de la vida literaria neoyorquina sea la del grupo
comunidad no tiene nada de utópica. Lish es de Kathy Acker. Aunque el realismo psicológico
editor en Knopf y publica una nueva revista lite­ y los temas homosexuales de David Leavitt sea
raria, The Quarterly. Se caracteriza por la impla­ una cosa y la ironía sofisticada y los personajes a
cable rivalidad que sabe introducir en su equipo. la moda de Jay Mclnerney otra distinta, aunque
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quedó claro que no se trataba de ninguna reu­
nión ritual de la vanguardia de los ochenta, sino
de la celebración de un regreso. «No dispongo
del dinero necesario para vivir en Nueva York
-dice para explicar su estancia en Londres, don­
de sus obras son mejor conocidas. Pero echo de
menos a mis amigos, así que intentaré encontrar
trabajo en la enseñanza para poder volver».
Los amigos que han venido a saludar a Acker
constituyen la inequívoca imagen de un verda­
dero círculo literario: Unos cuantos artistas muy
originales, autores-editores en la treintena,
corno Betsy Sussler y Craig Gholson de la revis­
ta Bornb, Anne Turyn de Top Stories, Catherine
Texier y Joel Rose de Between C & D. Muchos
de ellos consideran los últimos años setenta
corno el momento de su máximo esplendor,
cuando artistas, escritores y directores de cine
podían encontrarse en el Mudd Club, ahora ce­
rrado, antes de dispersarse e instalarse en la ma­
durez. El grupo de Kathy Acker no piensa mo­
verse para abandonar Nueva York. Guste o no,
la dirección de sus movimientos es la del esta­
blishment.

Del mismo modo que hace unos años los


marchantes, la prensa y el público volvían a des­
cubrir la creatividad artística, muchos autores
que comenzaron publicando en Bornb y Bet­
ween C & D llaman ahora la atención de las
grandes editoriales incluso si, corno sucede con
Acker, el tono de su obra es más crudo que el de
los jóvenes escritores realistas conocidos. Sus
Bret Easton E/lis. novelas son fragmentarias, más directas en el
lenguaje y la descripción de las escenas de sexo
y droga, de final abierto. Grave Press proyecta
la insatisfacción convierta a estos últimos en publicarlas todas.
personajes más complejos que los de Janowitz, Antes de lanzar Bornb en 1981, Betsy Sussler
todos estos escritores no dejan de ser estilistas era escritora y actriz. Sus primeras publicaciones
clásicos y tradicionales. Pero Acker, con su ca­ se inscriben en el círculo del Mudd Club: «En
bello castaño cortado a cepillo, su diente de oro, aquel momento no nos sentíamos solos. Siem­
su rosa tatuada en el brazo derecho y sus ocho pre había algo que celebrar, una exposición, una
pendientes en la oreja izquierda, escribe de una película, una función de teatro. Existía una co­
forma tan poco convencional como su look. Su munidad artística y muchos escritores nada tra­
última novela, Don Quichotte, es una buena dicionales».
muestra: una narración fragmentada que rein­ Gracias a la mezcla de arte, poesía y ficción,
venta e.l clásico para convertir al hidalgo en una Bornb lleva tiempo manteniéndose corno revista
mujer traumatizada por un aborto. chic y sofisticada, en la que se presenta la obra
A su vuelta de Londres, los amigos de Acker de jóvenes pintores al lado de entrevistas con
abarrotaban la pequeña escalera, toda carcomi­ autores célebres corno Angela Carter y Martin
da, de su apartamento en Judson Street. Se cele­ Amis. Los primeros artistas presentados en
braba la aparición de Don Quichotte y en la pieza Bornb han tenido éxito. Además de Don Qui­
reinaba un ambiente de maliciosa parodia. La chotte de Acker, la revista publicó fragmentos de
camarera iba disfrazada de criada, con una im­ Haunted houses, la novela de Lynne Tillrnan,
presionante cabellera naranja. Casi todos iban también directora de cine, algunas de cuyas
de negro y con los ojos maquillados. Parecían obras han sido recientemente publicadas por
herederos revoltosos de Jack Kerouac o actores Poseidon Press, una rama de Sirnon & Schuster.
de un guión de los años cincuenta puesto urgen­ Lo curioso es que a medida que estos autores
temente al día. Sólo cuando sus viejos amigos la alcanzan el éxito se dispersan. Seguramente for­
abrazaron para darle la bienvenida y felicitarla, ma parte de la naturaleza misma de los círculos
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riodista en Montreal y Nueva York. Su aspecto
es el de joven madre elegante, muy alejado del
de la protagonista de su maravillosa novela Lave
me tender. Trata directamente de sexo y de la
dificultad de sobrevivir en el Lower East Side,
en un estilo poderoso y sensual. Su protagonista
es una insaciable bailarina de cabaret, de emo­
ciones a flor de piel, que tiene por amantes un
representante más bien amable y un pintor sádi­
co. Está editada en la respetable colección Con­
temporary American Fiction de Penguin.

La revista de Rose y Texier, Between C & D,


tiene ya tres años. Al principio consistía en unas
cuantas páginas directamente salidas de impren­
ta, mal encuadernadas y dentro de una bolsa de
plástico. Emprendieron la aventura porque las
revistas literarias existentes les estaban vedadas.
De hecho The Paris Review rechazó un relato
de Texier. Rose ha estudiado en Columbia pero
no guarda buenos recuerdos: «Nos enseñaban a
relacionarnos, cómo contactar y avanzar en esta
carrera, pero eso no tiene mucho que ver con el
oficio de escribir.» Ahora trabaja para televisión,
colaborando en guiones de Kojak y Corrupción
en Miami. Un organismo estatal, el National En­
dowment for the Arts, le ha concedido una beca
para terminar una novela, que ya interesa a algu­
nas importantes editoriales.
A pesar de la ironía que demuestran a propó­
sito del éxito, determinados escritores anticon­
formistas padecen de un enfermizo deseo de pa­
recerse a Mclnerney. Nueva York, con todos sus
Susan Minot. excesos, continúa siendo la fuente simbólica
para todos estos autores. Y no sólo en sentido
figurado: «La ciudad de Nueva York ha sido
literarios, pero el hecho es que cuando se pro­ construida sobre un manantial de aguas terma­
duce el reconocimiento tienden a desaparecer. les, que es algo que no debe hacerse nunca», ad­
Las presentaciones de libros que antes tenían vierte Cookie Mueller, actriz y escritora, ligada a
lugar cada semana ahora resultan más raras. la revista Details: «Vivir encima de estas aguas
Terminar una novela supone un duro trabajo so­ vuelve loca a la gente. Proporciona demasiada
litario. Evidentemente se sale menos y no se ve energía.» Tal vez pueda explicarse así todo el
con tanta frecuencia a los amigos cuando hay frenesí que rodea a este mundillo y que tan po­
trabajo por hacer. Dice Lynne Tillman: «En los co tiene que ver con el hecho solitario de es­
años setenta vivíamos en lofts inmensos y nos cribir.
veíamos continuamente. Ahora la gente tiende Hace poco la revista Harper celebró una fiesta
a instalarse en lugares más pequeños y somos en el Acme Bar & Grill, un lugar tan poco con­
cinco años más viejos. Sobre todo nos vemos en vencional y tan sucio que terminó resultando
el resturante, para cenar, y seguimos en contac­ hasta chic. Había una multitud de jóvenes edito­
to por teléfono.» A propósito de esta decadencia res y escritores free lance, más conocidos por su
de la vida mundana, Betsy Sussler añade: «He­ pareja que por el público. Uno de ellos, muy ra­

e
mos tardado diez años en formar este grupo de zonable, sentenció: «Mis amigos son también
apoyo. El espíritu de grupo lo llevamos en el co­ escritores. Si dentro de cincuenta años somos
razón, no socialmente.» famosos podrá hablarse de círculo lite-
El apartamento de Catherine Texier y Joel rario. Si no, un grupo de amigos que
Rose es un ejemplo perfecto del encuentro en­ eran escritores.»
tre el establishment y la bohemia, el high-tech y
la ficción. Es un gran duplex muy luminoso, en
una zona en plena renovación, el lado este de la
calle Siete. Texier nació en París y trabajó de pe-
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