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Sofonisba Anguissola

(Sofonisba Anguissola o Anguisciola;


Cremona, 1527 - Palermo, 1623) Pintora
italiana, la más famosa del Cinquecento en
Italia y España.
De origen noble, Sofonisba Anguissola estudió junto
con dos de sus cinco hermanas (las también pintoras
Elena y Lucía) bellas artes, música y humanidades en
Cremona con Bernardino Campi y posteriormente con
Bernardino Gatti. Destacó como pintora de retratos
individuales y de grupo, como el de La partida de
ajedrez (1555), en el que retrató a sus hermanas.
Tratadistas contemporáneos como Giorgio Vasari o
Anibale Caro dedicaron alabanzas a su obra; también
Miguel Ángel Buonarrotti conoció sus dibujos y le
mandó algunos bocetos suyos para contribuir a su
formación.
autorretrato
1554
EL RETRATO Y EL AUTORRETRATO
El retrato es, desde la Antigüedad, una herramienta para la memoria, una forma de homenajear
personajes ilustres y dignos de recuerdo. Que el pintor se autorretrate en su obra es una manera
de proclamar su importancia como artista, legitimándose e incluyéndose en un selecto grupo de
poder.

Este aspecto cobra gran importancia en el Renacimiento, ya que el artista intenta dejar atrás su
pasado gremial de artesano y ratificar su profesión como arte liberal. Desde este momento y hasta
finales del siglo XVII, el pintor se representa como un erudito, un amante del arte y la retórica.
Estas cualidades reflejan lo establecido por Baltassare Castiglione en su obra “El Cortesano” , la
cual recogió el pensamiento humanista.

El autorretrato femenino va más allá, ya que la mujer debía demostrar sus capacidades artísticas
con mayor ahínco. El propio Giorgio Vasari, pese a exaltar las cualidades de Sofonisba
Anguissola, no deja de señalar el “asombro” que generaba la excelencia de la artista. Así mismo, en
su obra “Las vidas de los más excelentes …” el italiano menciona a las mujeres artistas
distinguiendo entre aquellas con virtudes propiamente femeninas y aquellas que son capaces de
realizar sus obras “como si fuesen hombres”.La influyente obra de Vasari no hizo ningún favor al
colectivo femenino, estableciendo una clara jerarquía en la capacidad artística, en la que los
hombres estaban en un nivel superior a sus compañeras. Sofonisba, tuvo por lo tanto, que
demostrar más fehacientemente que un hombre sus cualidades artísticas, además de necesitar el
apoyo masculino para el desarrollo de su arte tanto en el aspecto económico como en el social.
Sus retratos destacan por el tratamiento de la luz, la
minuciosidad, y el colorido vivo de algunas pinceladas que
hacen resaltar los rostros, las manos y los detalles sobre la
oscuridad de los fondos.

En Palermo fue visitada por Anton van Dyck en 1624, que le hizo
un retrato en su cuaderno de viaje, anotando la edad de
Sofonisba, -errada-, de noventa y seis años -tenía 89- pudiendo
aún hablar con lucidez sobre pintura y continuar pintando,
manteniéndose activa hasta 1625 –un año más tarde-, fecha en
la que falleció en Palermo a los 90 años de edad.

Entre sus últimas obras se encuentra un Autorretrato pintado


hacia 1610, en el que la pintora porta en su mano un papel con
una dedicatoria al rey español.
LOS PROBLEMAS DE LA MUJER ARTISTA
La mujer artista tuvo que enfrentarse a una serie de condicionantes que obstaculizaron el
ejercicio de su profesión. Uno de estos condicionantes afectó a la temática de la obra, ya
que algunos temas estaban vetados para la mujer. Las pintoras no tenían permitido
representar desnudos ni estudiar anatomía, por lo que contaban con menos herramientas
que su homólogos masculinos para la representación del cuerpo humano.

Sin embargo, se consideraba que la mujer tenía una habilidad natural para representar los
llamados “temas femeninos”, en los que se incluían retratos de mujer, flores, tejidos, niños
pequeños, escenas de maternidad, joyas y otras fruslerías. No es de extrañar que al comienzo
de su carrera, Anguissola, realizara tantos retratos de su familia, ya que era un medio
aceptado de aprendizaje, que además provocó que sus retratos fueran más íntimos y
naturales, menos impostados. Estas obras familiares las podía firmar sin impedimentos,
garantizando así su autoría
Al volver a Cremona desde Roma recibe encargos para retratos de la nobleza y
miembros de la Iglesia, pero los encargos eran limitados, ya que debía elegir
modelos que no comprometieran su reputación. Por recomendación del Duque De
Alba, se trasladó a la corte española de Felipe II, desarrollando el retrato,
temática muy apropiada para su situación como dama de compañía de la reina.
Retrató en numerosas ocasiones a la familia real, siendo sus retratos muy
apreciados al dotarlos de gestos y posturas que reflejaban la personalidad del
retratado.
Otro problema al que se tuvo que enfrentar Anguissola tiene que ver con el aspecto
económico de la obra. Que una mujer cobrara por su trabajo era sumamente
inapropiado, en lugar de un dispendio monetario la artista recibía regalos. Este
hecho dificultaba establecer el valor económico de la obra. Además, generalmente
los aspectos contractuales y económicos de una obra pictórica requerían de una
figura masculina para garantizar el acuerdo, por lo que estas mujeres dependían
de sus maridos, padres o hermanos para tales asuntos.
Todo lo expuesto ha fomentado que las mujeres artistas se hayan tenido que
enfrentar a un problema de atribución en su obra. Este aspecto en el caso de
Anguissola ha sido muy acentuado, ya que la pintora al figurar como dama de
compañía y no como pintora de corte, no firmaba sus cuadros, lo que generó
errores continuos de atribución. Además, la artista no firmaba contratos, por lo
que la atribución se complicaba más aún. Gracias a revisiones de los últimos años,
numerosas obras han visto devuelta su atribución a la pintora.
El ejercicio del autorretrato era una manera que la mujer artista tenía de
reivindicar su trabajo y enfrentarse a la situación social en la que estaban
inmersas, que les impedía ejercer su profesión de forma liberal e independiente.
Pero si la inclusión de
una obra propia
dentro del
autorretrato es una
importante
herramienta de
autopromoción,
retratar a tu maestro
mientras te retrata es
poner la guinda al
pastel. Anguissola
retrata en, Bernardino
Campi pintando a
Sofonisba Anguissola,
a su maestro con los
pinceles y el tiento
retratándola, lo que
genera un complejo
autorretrato cargado
Sofonisba nació hacia 1532 en Cremona dentro de una familia de la pequeña
aristocracia. Hermana mayor de cinco hermanas y un hermano, Sofonisba recibió, al
igual que todos sus hermanos, una esmerada educación. Es extraño que una joven
aristócrata se formase en el campo de la pintura, ya que esta, considerada una
actividad manual, no era apropiada para su clase (hasta el siglo XVIII las mujeres de la
artistocracia no empezarán a adoptar la pintura y la escultura como aficiones). Así, en
1546, Sofonisba y una de sus hermanas se instalaron como aprendices en casa del pintor
manierista Bernardino Campi. Ahí permanecieron tres años aprendiendo los rudimentos
del oficio.
a diferencia de otros aprendices, que ensayaban el género del retrato con los demás
miembros del taller, amigos y vecinos, las hemanas Anguissola lo hicieron con los
miembros de su propia familia, ya que era más adecuado para alguien de su posición
social. Este hecho, que puede parecer trivial, acabó dotando a los retratos de Sofonisba
de un carácter propio: frente a la frialdad y el distanciamiento de otros retratos de su
época, los retratos de su familia son mucho más cercanos y muestran la vida cotidiana
de sus seres queridos con gran ternura. Gracias a esto Sofonisba aprendió a observar
con minuciosidad a sus retratados y a mostrar en sus imágenes una gran profundidad
psicológica. También realizó gran número de autorretratos, que nos muestran su
evolución desde los quince años hasta los casi noventa que llegó a tener.
En 1549 Campi abandonó Cremona y Sofonisba, apoyada por su padre, decidió continuar
su formación en el taller de Bernardino Gatti, donde estuvo tres o cuatro años más. Ya
en esos años fue ganando prestigio y consiguiendo algunos encargos de nobles
vinculados a su familia. Pero Sofonisba, queriendo ir más allá y deseando poder luchar
de igual a igual con los demás pintores de su época (casi todos hombres) para hacerse
un merecido hueco, decidió viajar a Roma. Ahí completó su formación y entró en
contacto con algunos de los más grandes pintores de la historia, como Miguel Ángel
Buonarroti, de quien obtuvo apoyo y consejos. El apoyo del tan afamado Miguel Ángel
fue clave en su carrera, ya que ayudó a que su nombre empezara a circular entre los
círculos artísticos. De hecho, fue visitada por Giorgio Vasari, quien le guarda un sitio
muy especial en sus Vidas, obra en la que muchas mujeres, lejos del sentimiento misógino
del momento, tienen su merecido reconocimiento.
A diferencia de otros artistas profesionales, Sofonisba no podía cobrar por su
trabajo, pues eso habría entrado en conflicto con su condición de noble.
Tras abandonar Roma, Sofonisba regresó a Cremona, donde siguió retratando a su
familia. Comenzó entonces a desplazarse por otras ciudades (Mantua, Plasencia, Milán…)
con el fin de retratar unas veces a nobles y otras veces a clérigos, pero siempre
personajes de probada moralidad que no pusieran en entredicho su honor. A diferencia
de otros artistas profesionales, Sofonisba no podía cobrar por su trabajo, pues eso
habría entrado en conflicto con su condición de noble; es por esto que, como mucho,
podía recibir regalos en agradecimiento a su trabajo.
Bianca Ponzoni Anguissola,
madre de la artista

1557
juego de ajedrez

Giorgio Vasari, en una visita


a Cremona, fue huésped en
casa de Amilcare Anguissola
y allí pudo admirar algunas
pinturas de sus hijas. Sobre
la Partida de ajedrez de
Sofonisba Anguissola
escribió: «Digo haber visto
este año en Cremona, en casa
de su padre y en un cuadro
hecho con mucha diligencia,
retratar a tres de sus
hermanas, en el acto de jugar
al ajedrez, y con ellas a una
anciana de la casa, con tanta
diligencia y prontitud, que
parecen vivas, y que no les
falta más que la palabra».
Este es el más antiguo
documento que habla de esta
obra, que permaneció muchos
años colgada en la casa
Anguissola.
En un ameno jardín Lucia, la tercera de las hermanas
Anguissola, juega al ajedrez; enfrente de ella
Minerva, la cuarta, habla con su adversaria y sus
palabras atraen la atención de la hermana menor,
Europa, la quinta, que sigue la partida sonriente.

En el refinado programa educativo de las jóvenes


Anguissola estaban comprendidas lecciones de
pintura y de música al clavicémbalo. Conocían textos
de poesía, en latín e italiano; sabían tejer y bordar.

La anciana sirvienta es la misma presente en una de


las dos versiones de Autorretrato a la espineta.
retrato de familia
1558

Esta pintura fue admirada y descrita por Giorgio


Vasari que, para actualizar la segunda edición de
su Vite, hizo un viaje por el norte de Italia y paró
también en Cremona, en la propia casa de los
Anguissola, donde el Retrato de la familia
Anguissola estaba entonces. Escribió Vasari, en su
Vite: «En otro cuadro se ve retratado por la misma
Sofonisba el señor Amilcare su padre, que tiene
por un lado una hija suya, su hermana, llamada
Minerva, que en pintura y en letras fue rara, y del
otro Asdrubale hijo del mismo, y su hermano; y
estos también tan bien hechos, que parece que
respiran y están vivos.»​
En 1554, Sofonisba viajó a Roma,
donde conoció a Miguel Ángel por
mediación de otros pintores que
conocían bien su obra. Este
encuentro con el artista fue un gran
honor para la pintora y se benefició
de ser instruida por el gran maestro.
Cuando él le pidió que pintara un
niño llorando, Sofonisba dibujó un
niño mordido por un cangrejo, y
cuando Miguel Ángel lo vio,
reconoció, de inmediato, el talento
de ella. Durante al menos dos años,
Sofonisba recibió una sólida
orientación del mismo Miguel Ángel.
En el Retrato de Massimiliano Stampa, el niño que
aparece tiene nueve años de edad y es el tercer
marqués de Soncin, pequeña ciudad del norte de
Italia, según una anotación contemporánea que hay
en la parte posterior del lienzo. Este es el primer
encargo importante de Sophonisba Anguissola. La
familia lo encargó para conmemorar la herencia del
niño de su título a la muerte de su padre. Anguissola
era una observadora simpática de los niños: aquí
deja la impresión severa y muy “adulta” del retrato
de cuerpo entero en la ropa negra tradicional de las
cortes italianas durante el siglo XVI, con el
atractivo de la expresión vacilante del niño y la
inclusión de la mascota dormida. El pequeño está
apoyado en la basa de una columna y viste traje a la
usanza de color negro y abotonado. En su mano
derecha lleva recogidos sus guantes. La facies del
niño permanece seria, mirando hacia la pintora, con
los ojos muy abiertos, tiene además un cinto que
sostiene una espada. De factura acabada, la luz se
recibe desde la derecha. El fondo es una superficie
plana, un interior, en color verde y el suelo de color
marrón. Data de 1557
En la composición Tres niños con perro,
aparecen tres figuras infantiles junto a la
de un perro que ocupan gran parte del lienzo.
La figura de la derecha corresponde a una
mujer adolescente, la del centro a un niño de
unos 10 años y la de la derecha a la de una
niña de la misma edad. Las dos primeras miran
hacia el pintor. Es una composición de
parecida factura a la obra Retrato de
Massimiliano Stampa. Posiblemente son
personajes de su familia o pertenecientes a
una clase social alta, dadas las
características de los vestidos que portan.
Los trajes de las niñas son muy semejantes,
incluso los peinados y algunos de sus
adornos. El niño, que ocupa el centro del
cuadro porta un perro de pequeño tamaño en
sus brazos y sus características faciales se
parecen a las de Massimiliano Stampa.
Colores grises, marrones y blancos. Fondo
en color verde, sin adornos
La obra Niño y perro representa a un niño de
unos cuatro o cinco años de edad si tenemos
en cuenta su talla, pero algo mayor si
consideramos su cara y cabeza, que parece
corresponder a una persona algo mayor. Se
trata de un niño un tanto musculoso o con
cierto grado de obesidad. El niño está
sonriente, mirando a la artista, en actitud
de montar sobre un perro y lleva en su mano
derecha una paloma; es sabido que la
pintora representaba con frecuencia
figuras humanas con sus mascotas. También
va vestido con ropajes ricos, incluyendo un
gran sombrero de ala ancha. El perro es
corpulento, con grandes orejas y patas
cortas. Predominan los colores marrones,
amarillos, rojos, blancos y grises. La escena
está situada en un exterior y es de
estructura triangular. En los planos del
fondo aparecen árboles y matorrales. Es un
óleo sobre lienzo de 28 por 35 cm, de 1561
En 1559, a instancias de Fernando Álvarez de Toledo, duque
de Alba (quien conocía su fama en Italia), fue llamada por
Felipe II a su Corte como dama de honor de Isabel de Valois.
Se le concedió una pensión de cien ducados anuales, a la
que se añadían 800 liras imperiales de renta para su padre,
Amílcar Anguissola.

Sofonisba llegó a España a finales de ese año, poco antes


de la celebración de las bodas de Felipe II e Isabel de
Valois, de cuyo cortejo formaba parte. Una vez instalada
en la Corte, comenzó a dar clases de pintura a la reina y a
algunas infantas y miembros de la alta nobleza. Su
habilidad como maestra cobró una fama similar a la de su
producción pictórica.
isabel de valois
1565
isabel y corisande?
1565
alejandro farnesio
1561
juan de austria
juan de austria
Sofonisba llegó a las Españas en 1559, unos meses antes
que Isabel de Valois, que pronto cumpliría 14 años. Se
encontraron por primera vez en Guadalajara,
conectando muy bien, a pesar de los 10 años de diferencia
de edad -Sofonisba tenía 24-. La corte se trasladó a
Toledo, en donde permaneció durante 16 meses, moviéndose
posteriormente al Alcázar madrileño en 1561.

pintaría a los reyes, a sus hijas, a los jóvenes carlos


(heredero), juan (hermano del rey)y alejandro (sobrino
del rey) y continuará en la corte a la muerte de isabel en
1568.
Además de sus ocupaciones como dama de compañía y
maestra de la reina, Sofonisba se mantuvo muy activa como
retratista de los personajes que la rodeaban, la reina, el
propio rey, su hermana la princesa Juana, su hijo el príncipe
Carlos, y más tarde, las infantas Isabel Clara Eugenia y
Catalina Micaela, no recibiendo remuneración específica
por cada trabajo, que no los firmaba, aunque se le concedió
una pensión de cien ducados anuales, a la que se añadieron
800 liras imperiales de renta para su padre, Amílcare
Anguissola. Durante mucho tiempo, se atribuyó la autoría de
la mayoría de sus obras a otros artistas como Juan
Pantoja de la Cruz, Alonso Sánchez Coello o El Greco,
fundamentalmente por no tener firma, aunque hacia 1990, año
en el que asunto se estudió con minuciosidad, ya se fueron
reconociendo la autoría de sus obras.
Hacia 1562 pintó los retratos El príncipe Carlos
(Buckingham Palace, Londres, Reino Unido), Juan de Austria
(Pollock House, Glasgow, Reino Unido) y Alejandro Farnesio
(National Gallery, Dublin, Irlanda), y un nuevo retrato de
Isabel de Valois (Museo del Prado, Madrid), atribuido
anteriormente a Sánchez Coello o a Pantoja de la Cruz. Se le
ha atribuido recientemente un retrato de Felipe II (Museo del
Prado, Madrid), realizado en 1565. Forma pareja con otro que
pintó de Ana de Austria en 1575 (Museo del Prado, Madrid) y
que presenta el mismo carácter grave y austero. De 1567 es el
Retrato del príncipe Carlos adolescente (Colección Bauzá,
Madrid), que fue el modelo para las seis copias que le fueron
encargadas a Sánchez Coello tras el fallecimiento del
príncipe.
A pesar de sus muchas
ocupaciones Sofonisba
encontraba algún tiempo para
dedicarse a sí misma,
realizando un nuevo
autorretrato, El único que se
conoce realizado durante su
estancia en España, en el que
se muestra tocando la
espineta, junto a su ama
Cornelia Appiani, seguramente
con la intención de enviarlo a
su familia para dar noticias
de ella.
carlos de austria
príncipe
1566
las infantas:
isabel clara
eugenia y
catalina micaela
1570
isabel clara eugenia
1573
catalina micaela
1573
De la infanta Catalina Micaela hizo dos retratos, uno en 1585, que se
conserva en el Museo del Prado, en Madrid, y otro en 1590 o 1595,
titulado La dama del armiño (Pollock House, Glasgow, Reino Unido),
atribuido anteriormente a El Greco, que se aparta de los
convencionalismos del retrato cortesano.
catalina micaela
1573
la dama del armiño
Pese a seguir los modelos del retrato de corte español, la suavidad del modelado, la
difusa iluminación y la pincelada sutil, menuda y envolvente son propias del estilo de
Sofonisba y de la pintura lombarda de su tiempo. Es posible por ello que este retrato
fuera su último trabajo en España, pensado para hacer pareja con el del rey.

Diversas razones explican este olvido y las erróneas atribuciones. Por un lado, hay
razones documentales. El hecho de que ella no firmara estos retratos y de que no
figurara oficialmente como pintora, sino como dama de honor, así como que no
recibiera dinero en pago a sus obras -aunque sí regalos-, hace que los archivos no
reflejen fielmente la realidad.
Por otro lado, el incendio que asoló el palacio de El Pardo en 1604 destruyó muchas de
las pinturas que colgaban en sus paredes, entre las cuales había obras de Anguissola.
Algunas obras tuvieron más suerte y sobrevivieron, pero dañadas: las
«restauraciones» posteriores hechas por Juan Pantoja de la Cruz también han
dificultado las atribuciones. Finalmente, la costumbre de copiar los retratos de la
familia real en los talleres de la corte para decorar sus residencias, para regalar a
otras cortes extranjeras o para que fueran exhibidos en las diversas instituciones
que representaban a la corona es otro factor a tener en cuenta.s.
Esto ocurría sobre todo con aquellos retratos que gustaban especialmente al monarca y
su familia y los de Sofonisba solían hacerlo: aunque la pintora siempre mantuviera esa
dignidad real propia de los retratos oficiales, sabía añadir diversos detalles anecdóticos
que los dotaban de vida. Retratistas de cámara (como Sánchez Coello o Pantoja de la Cruz)
y otros grandes pintores (como Rubens) realizaron copias de las pinturas de Anguissola,
lo que ha hecho que durante mucho tiempo se creyeran suyos los modelos originales.
En 1568 la reina Isabel de Valois fallecía con tan solo 22 años, lo cual causó una profunda
tristeza en la pintora, no solo por la muerte de una amiga, sino porque ella quedaba
desprotegida (y más cuando su familia pasaba por dificultades económicas). Aunque todas
las demás damas de honor regresaron a su casa tras la muerte de la reina, Sofonisba se
quedó en la corte al cargo de las infantas, seguramente debido al aprecio que le tenía la
reina y a la estrecha relación que la únia a las infantas.
juana de austria
(hermana del rey y madre
de sebastián de portugal)
1570 aprox

alias "mateo sánchez"


ana de austria
(cuarta esposa del rey)
1573
felipe II
1565/1573

Este retrato de Felipe II estuvo


atribuido a Juan Pantoja de la Cruz,
según inventario del Alcázar de
Madrid de 1686. Posteriores estudios
desaconsejaron esta filiación,
señalándose su semejanza con
otras obras de la artista de
Cremona. Todo ello se confirmó con
más seguridad en 1990.
Dos años después del fallecimiento de Isabel de Valois, Felipe II
se casaba con su cuarta esposa, Ana de Austria. Esto supuso un
gran cambio en la vida de Sonofisba, ya que poco después se
casaba (no se sabe si por deseo del rey o por decisión de la
propia Sonofinsba) con un hombre al que ni siquiera conocía,
un hombre de la más alta nobleza siciliana, Fabrizio de
Moncada. A pesar de ser una boda realmente extraña, ya que la
artista tenía entonces en torno a 40 años, no le faltaron
candidatos gracias a su cercanía a la familia real. El propio
rey le otorgó la dote necesaria para la unión, que se celebró
por poderes en mayo de 1573 en el Alcázar de Madrid. Acto
seguido la pintora partió para Sicilia para unirse a ese marido
al que todavía no conocía.
Enviudó tan solo cinco años después y, menos de dos años más tarde, volvió
a contraer matrimonio. Arreglados los asuntos de la herencia, Sofonisba
decidió regresar a Cremona junto a su familia, sin embargo, aunque inició
el viaje, nunca llegó: en mitad del trayecto conoció a Orazio Lomellini,
quien sería su segundo marido y seguramente el capitán del barco que la
llevaba desde Sicilia a la península itálica. Fue un matrimonio muy
controvertido y al que se opuso mucha gente, no solo por la edad bastante
menor del marido, sino también por su rango social inferior. No se sabe si
Sofonisba se casó por verdadero amor o simplemente por asegurarse la
protección de un hombre y evitar acabar en un convento o condenada a una
viudedad llena de estrecheces, ya que su familia estaba en una situación
económica poco favorable y ella, como hemos dicho, no podía vender sus
obras para ganarse la vida porque no era propio de su estatus social. A
pesar de todas las oposiciones con las que se encontró, el matrimonio se
celebró y Sofonisba vivió con Orazio hasta su muerte, primero en Génova y
después en Sicilia.
No obstante, pese a las dificultades propias de la mujer artista,
Sofonisba Anguissola gozó en vida de un gran reconocimiento,
tal como lo demuestra la visita que le realizó un joven Van Dyck
para conocerla, poco antes de fallecer la pintora.

Finalizaremos este artículo con una bella frase de la pintora


que refleja, que la gracia de nacer con un espíritu inquieto no
distingue entre géneros: «La vida está llena de sorpresas;
intento capturar estos preciosos momentos con los ojos bien
abiertos».

Siete años después, en lo que sería la celebración del centenario


de su nacimiento, su viudo colocó una inscripción en su tumba
en la que se leía, en parte: «A Sofonisba, mi mujer [...] quien es
recordada entre las mujeres ilustres del mundo, destacando en
retratar las imágenes del hombre [...] Orazio Lomellino, apenado
por la pérdida de su gran amor, en 1632, dedicó este pequeño
tributo a tan gran mujer».

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