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Sofonisa
Sofonisa
Este aspecto cobra gran importancia en el Renacimiento, ya que el artista intenta dejar atrás su
pasado gremial de artesano y ratificar su profesión como arte liberal. Desde este momento y hasta
finales del siglo XVII, el pintor se representa como un erudito, un amante del arte y la retórica.
Estas cualidades reflejan lo establecido por Baltassare Castiglione en su obra “El Cortesano” , la
cual recogió el pensamiento humanista.
El autorretrato femenino va más allá, ya que la mujer debía demostrar sus capacidades artísticas
con mayor ahínco. El propio Giorgio Vasari, pese a exaltar las cualidades de Sofonisba
Anguissola, no deja de señalar el “asombro” que generaba la excelencia de la artista. Así mismo, en
su obra “Las vidas de los más excelentes …” el italiano menciona a las mujeres artistas
distinguiendo entre aquellas con virtudes propiamente femeninas y aquellas que son capaces de
realizar sus obras “como si fuesen hombres”.La influyente obra de Vasari no hizo ningún favor al
colectivo femenino, estableciendo una clara jerarquía en la capacidad artística, en la que los
hombres estaban en un nivel superior a sus compañeras. Sofonisba, tuvo por lo tanto, que
demostrar más fehacientemente que un hombre sus cualidades artísticas, además de necesitar el
apoyo masculino para el desarrollo de su arte tanto en el aspecto económico como en el social.
Sus retratos destacan por el tratamiento de la luz, la
minuciosidad, y el colorido vivo de algunas pinceladas que
hacen resaltar los rostros, las manos y los detalles sobre la
oscuridad de los fondos.
En Palermo fue visitada por Anton van Dyck en 1624, que le hizo
un retrato en su cuaderno de viaje, anotando la edad de
Sofonisba, -errada-, de noventa y seis años -tenía 89- pudiendo
aún hablar con lucidez sobre pintura y continuar pintando,
manteniéndose activa hasta 1625 –un año más tarde-, fecha en
la que falleció en Palermo a los 90 años de edad.
Sin embargo, se consideraba que la mujer tenía una habilidad natural para representar los
llamados “temas femeninos”, en los que se incluían retratos de mujer, flores, tejidos, niños
pequeños, escenas de maternidad, joyas y otras fruslerías. No es de extrañar que al comienzo
de su carrera, Anguissola, realizara tantos retratos de su familia, ya que era un medio
aceptado de aprendizaje, que además provocó que sus retratos fueran más íntimos y
naturales, menos impostados. Estas obras familiares las podía firmar sin impedimentos,
garantizando así su autoría
Al volver a Cremona desde Roma recibe encargos para retratos de la nobleza y
miembros de la Iglesia, pero los encargos eran limitados, ya que debía elegir
modelos que no comprometieran su reputación. Por recomendación del Duque De
Alba, se trasladó a la corte española de Felipe II, desarrollando el retrato,
temática muy apropiada para su situación como dama de compañía de la reina.
Retrató en numerosas ocasiones a la familia real, siendo sus retratos muy
apreciados al dotarlos de gestos y posturas que reflejaban la personalidad del
retratado.
Otro problema al que se tuvo que enfrentar Anguissola tiene que ver con el aspecto
económico de la obra. Que una mujer cobrara por su trabajo era sumamente
inapropiado, en lugar de un dispendio monetario la artista recibía regalos. Este
hecho dificultaba establecer el valor económico de la obra. Además, generalmente
los aspectos contractuales y económicos de una obra pictórica requerían de una
figura masculina para garantizar el acuerdo, por lo que estas mujeres dependían
de sus maridos, padres o hermanos para tales asuntos.
Todo lo expuesto ha fomentado que las mujeres artistas se hayan tenido que
enfrentar a un problema de atribución en su obra. Este aspecto en el caso de
Anguissola ha sido muy acentuado, ya que la pintora al figurar como dama de
compañía y no como pintora de corte, no firmaba sus cuadros, lo que generó
errores continuos de atribución. Además, la artista no firmaba contratos, por lo
que la atribución se complicaba más aún. Gracias a revisiones de los últimos años,
numerosas obras han visto devuelta su atribución a la pintora.
El ejercicio del autorretrato era una manera que la mujer artista tenía de
reivindicar su trabajo y enfrentarse a la situación social en la que estaban
inmersas, que les impedía ejercer su profesión de forma liberal e independiente.
Pero si la inclusión de
una obra propia
dentro del
autorretrato es una
importante
herramienta de
autopromoción,
retratar a tu maestro
mientras te retrata es
poner la guinda al
pastel. Anguissola
retrata en, Bernardino
Campi pintando a
Sofonisba Anguissola,
a su maestro con los
pinceles y el tiento
retratándola, lo que
genera un complejo
autorretrato cargado
Sofonisba nació hacia 1532 en Cremona dentro de una familia de la pequeña
aristocracia. Hermana mayor de cinco hermanas y un hermano, Sofonisba recibió, al
igual que todos sus hermanos, una esmerada educación. Es extraño que una joven
aristócrata se formase en el campo de la pintura, ya que esta, considerada una
actividad manual, no era apropiada para su clase (hasta el siglo XVIII las mujeres de la
artistocracia no empezarán a adoptar la pintura y la escultura como aficiones). Así, en
1546, Sofonisba y una de sus hermanas se instalaron como aprendices en casa del pintor
manierista Bernardino Campi. Ahí permanecieron tres años aprendiendo los rudimentos
del oficio.
a diferencia de otros aprendices, que ensayaban el género del retrato con los demás
miembros del taller, amigos y vecinos, las hemanas Anguissola lo hicieron con los
miembros de su propia familia, ya que era más adecuado para alguien de su posición
social. Este hecho, que puede parecer trivial, acabó dotando a los retratos de Sofonisba
de un carácter propio: frente a la frialdad y el distanciamiento de otros retratos de su
época, los retratos de su familia son mucho más cercanos y muestran la vida cotidiana
de sus seres queridos con gran ternura. Gracias a esto Sofonisba aprendió a observar
con minuciosidad a sus retratados y a mostrar en sus imágenes una gran profundidad
psicológica. También realizó gran número de autorretratos, que nos muestran su
evolución desde los quince años hasta los casi noventa que llegó a tener.
En 1549 Campi abandonó Cremona y Sofonisba, apoyada por su padre, decidió continuar
su formación en el taller de Bernardino Gatti, donde estuvo tres o cuatro años más. Ya
en esos años fue ganando prestigio y consiguiendo algunos encargos de nobles
vinculados a su familia. Pero Sofonisba, queriendo ir más allá y deseando poder luchar
de igual a igual con los demás pintores de su época (casi todos hombres) para hacerse
un merecido hueco, decidió viajar a Roma. Ahí completó su formación y entró en
contacto con algunos de los más grandes pintores de la historia, como Miguel Ángel
Buonarroti, de quien obtuvo apoyo y consejos. El apoyo del tan afamado Miguel Ángel
fue clave en su carrera, ya que ayudó a que su nombre empezara a circular entre los
círculos artísticos. De hecho, fue visitada por Giorgio Vasari, quien le guarda un sitio
muy especial en sus Vidas, obra en la que muchas mujeres, lejos del sentimiento misógino
del momento, tienen su merecido reconocimiento.
A diferencia de otros artistas profesionales, Sofonisba no podía cobrar por su
trabajo, pues eso habría entrado en conflicto con su condición de noble.
Tras abandonar Roma, Sofonisba regresó a Cremona, donde siguió retratando a su
familia. Comenzó entonces a desplazarse por otras ciudades (Mantua, Plasencia, Milán…)
con el fin de retratar unas veces a nobles y otras veces a clérigos, pero siempre
personajes de probada moralidad que no pusieran en entredicho su honor. A diferencia
de otros artistas profesionales, Sofonisba no podía cobrar por su trabajo, pues eso
habría entrado en conflicto con su condición de noble; es por esto que, como mucho,
podía recibir regalos en agradecimiento a su trabajo.
Bianca Ponzoni Anguissola,
madre de la artista
1557
juego de ajedrez
Diversas razones explican este olvido y las erróneas atribuciones. Por un lado, hay
razones documentales. El hecho de que ella no firmara estos retratos y de que no
figurara oficialmente como pintora, sino como dama de honor, así como que no
recibiera dinero en pago a sus obras -aunque sí regalos-, hace que los archivos no
reflejen fielmente la realidad.
Por otro lado, el incendio que asoló el palacio de El Pardo en 1604 destruyó muchas de
las pinturas que colgaban en sus paredes, entre las cuales había obras de Anguissola.
Algunas obras tuvieron más suerte y sobrevivieron, pero dañadas: las
«restauraciones» posteriores hechas por Juan Pantoja de la Cruz también han
dificultado las atribuciones. Finalmente, la costumbre de copiar los retratos de la
familia real en los talleres de la corte para decorar sus residencias, para regalar a
otras cortes extranjeras o para que fueran exhibidos en las diversas instituciones
que representaban a la corona es otro factor a tener en cuenta.s.
Esto ocurría sobre todo con aquellos retratos que gustaban especialmente al monarca y
su familia y los de Sofonisba solían hacerlo: aunque la pintora siempre mantuviera esa
dignidad real propia de los retratos oficiales, sabía añadir diversos detalles anecdóticos
que los dotaban de vida. Retratistas de cámara (como Sánchez Coello o Pantoja de la Cruz)
y otros grandes pintores (como Rubens) realizaron copias de las pinturas de Anguissola,
lo que ha hecho que durante mucho tiempo se creyeran suyos los modelos originales.
En 1568 la reina Isabel de Valois fallecía con tan solo 22 años, lo cual causó una profunda
tristeza en la pintora, no solo por la muerte de una amiga, sino porque ella quedaba
desprotegida (y más cuando su familia pasaba por dificultades económicas). Aunque todas
las demás damas de honor regresaron a su casa tras la muerte de la reina, Sofonisba se
quedó en la corte al cargo de las infantas, seguramente debido al aprecio que le tenía la
reina y a la estrecha relación que la únia a las infantas.
juana de austria
(hermana del rey y madre
de sebastián de portugal)
1570 aprox