acerca de lo que es y las formas y modos en que se puede explotar y describir la representación y los objetos] Aún si la tarea del dibujo fuese la representación fiel y precisa de nuestra realidad aparente, estaría negándose un alcance descriptivo sumamente extenso, limitado a las formas que el ojo percibe. Y aunque esta forma de dibujar no es ni un poco inferior a cualquiera otra, el interés para con este ensayo no se dirige al hiperrealismo que funciona de manera mecánica y absurdamente precisa sin espacio para el libre movimiento de las ideas, pues esta fluctuación ideal podría desatar un dibujo que los teóricos de las artes llaman “dibujo artístico”
No existe tal cosa como se enuncia, sino
un dibujo-dibujo, así como la pintura- pintura que enmarca sus premisas en las capacidades plásticas del propio material y del pintor.
La figura del dibujante que transita entre
lo académico y lo informal que podría resultar la experimentación, aquí es la figura del dibujante que hace uso de la línea y el punto con el objetivo de alcanzar una descripción de las cosas en sí fuera de un entendimiento en perspectiva propio. Es decir, la forma de dibujar que aquí se atenderá, es dibujar respecto a las cosas en si mismas, no en las cosas que los ojos ven, de los que nosotros deberíamos de desconfiar enormemente a la hora de la representación.
La intuición a la hora de dibujar puede
resultar tan importante como la imaginación y la mera representación directa. Tómese el siguiente ejemplo como descriptivo de la situación que se trata de enunciar.
A 6 dibujantes se les pide realizar dos
dibujos, ambos de la misma silla, la misma silla para todos. Sin embargo, el primer dibujo de cada uno será de la silla, sin tener un referente directo, únicamente se les permitirá ver una fotografía de la silla por un minuto antes de empezar a dibujar.
El siguiente dibujo será de la misma silla,
pero en este caso tendrán frente suyo a la silla como referente directo.
Si comparáramos los 12 dibujos resultantes
probablemente no veríamos gran diferencia en ellos, pero si hablamos de la forma en que la silla en cuestión fue construida en la hoja, veremos probablemente, grandes diferencias.
La silla que se ve en una fotografía
tendría un primer elemento de escala: la fotografía misma. Cuando vemos una cosa en una representación en dos dimensiones, vemos al objeto en relación con las escalas distorsionadas, probablemente limitadas a la perspectiva que nos da la imagen. En ambos casos tendremos referentes igual de útiles, pero diferentes en su uso, mientras en uno tomamos lo dado, en el otro tomamos lo que puede ser.
En el primer caso descrito, al tener un
tiempo limitado de observación, se realiza una imagen en la mente que atiende primero a la experiencia que tenemos con relación a la silla, y cuando se nos quita el referente y nos encomendamos a la memoria, entra en acción otro elemento, el recuerdo mal adquirido o el sentido común.
Cuando la experiencia queda en manos de la
memoria, es evidente que parte de esta memoria (a menos que tengas memoria fotográfica) estará influenciada por la intuición de las cosas que sabemos y aquellas cosas que resultan del sentido común.
Dibujar una silla de memoria, nos hará
pensar en lo que significa la silla, esta significación crea por si misma una imagen de la silla que inicia por un concepto abstracto, una simplificación de una imagen de la silla con los añadidos de la silla que estamos dibujando, junto con otros añadidos que caen en el sentido común y la intuición referente a lo que se piensa de la silla. Tomemos de aquí entonces, el significado, la imagen, la memoria, el sentido común y lo intuitivo.
En el segundo caso de dibujar a la silla,
tenemos un referente directo que podemos construir a partir de lo que nuestros ojos ven. Hay que considerar el efecto de preocuparse por las escalas como un distractor de si misma, mientras más reconocemos el error de la escala, mayor es la preocupación en ella, y así mayor es que nuestros esfuerzos por definir escalas y proporciones resulten en un dibujo desproporcionado o demasiado rígido (no hablo aquí del dibujo académico pues este mantiene sus reglas y esquemas inmiscuidos en la perspectiva y la relación de los objetos con ellos y con otros objetos)
Construir la silla a partir de ella misma
puede parecer una tarea difícil y titánica, pues aquí el referente al ser él mismo, nos permite jugar con lo que ese objeto significa en nuestra mente. De ese modo, si dibujásemos la silla, libre de cualquier fondo o relación de escala, dibujaremos lo que es la silla dentro de nuestra perspectiva (la de los ojos) incluso esto podría hacernos dar cuenta de errores en las proporciones.
Ahora bien, dibujar con ayuda de la
intuición o memoria, resulta en un ejercicio mucho más titánico y difícil. Si alguien le pidiese dibujar una cuchara- cocodrilo seguramente la primera impresión sería de desconcierto y aunque ciertamente hay dibujantes e imaginarios muy creativos, a todos nos parecería complicado asegurarnos que lo que dibujemos sea una cuchara-cocodrilo.
Esto nos lleva a comprender lo que se
conoce como nombres y significantes en este ensayo. Un nombre es un elemento que en si mismo no sería capaz de explicarnos la naturaleza del objeto, pero si referirse a él (material e inmaterial) por ejemplo: Amarillo. Aunque todos sabemos lo que es amarillo, la palabra por si misma no puede arrojarnos tanta información como por ejemplo nos daría la palabra “sacacorchos”.
Todos sabemos lo que significa “sacar” y
lo que significa “corcho” o al menos todos podríamos saber lo que significan ambos nombres. La intuición incluso nos guiaría en esa tarea. Y si alguien dice “sacacorchos” nosotros sabremos su naturaleza pues en la palabra, aunque esta sea una conjunción de nombres, es suficientemente explícita para hablarnos de lo que ella misma implica.
La dificultad de entender amarillo como un
significante recae en la misma naturaleza de los colores, aquellos que acompañan a la forma y que podrían o no, hacernos pensar en una forma cuando hablamos de ellos. El concepto de amarillo en ese caso ¿es infinito? O ¿solo acompaña a un objeto en nuestro imaginario? Podríamos imaginar un amarillo sin forma, pero ¿será este amarillo el mismo que todos pensamos?
Como resulta tan difícil hablar en este
momento de colores, pasemos ahora a la siguiente cuestión.
La naturaleza de las cosas queda
significada en sus nombres, y en sus nombres está implícita toda su naturaleza en relación con nosotros y con otras cosas. Si entendemos a la silla como un nombre, ¿Cómo describes una silla? El significado de la silla respecto a como la conocemos nos daría la primera pista para dibujar una representación de ella. Así mismo, el significado de “cuchara” y “cocodrilo” nos arrojaría posibles representaciones, quizás infinitas, en las que se denotaría la naturaleza de ambas cosas. El ejercicio de combinar significantes nos permitiría saber la naturaleza de ambas cosas, que existe en nuestra intuición y nuestro sentido común. Pues podríamos relacionar a la intuición y el sentido común, con el ejercicio de la memoria.
En ese sentido, el ejercicio del dibujo
atiende a diferentes formas de representar. Desde la intuición de las cosas que vemos y su manera de existir, de relacionarse y de moverse.
Egon Schiele ya había dado una muestra de
ello en su dibujo “movimiento orgánico de una silla y una jarra”
Donde se encuentra contenido una
información valiosa sobre el concepto silla, y en cómo esta se mueve y existe. Se mueve en planos. En una mejor imagen de la acuarela del artista llegaremos a notas que Schiele construye la silla a partir de planos y líneas que nos hablan de la silla en su perspectiva, en sus propias líneas. A esta forma de dibujo podría llamársele, el dibujo-dibujo. Aquel que habla de las cosas en sí mismas, pues, aunque vemos una clara perspectiva que el ojo de Schiele veía. Ella no prepondera sobre la silla o la jarra como en el siguiente dibujo del mismo autor.
Donde las sillas aparecen bajo el efecto
de una inclinación dada por la perspectiva. Podríamos hablar de iguales formas de construir la silla, pero a partir de diferentes perspectivas que son más o menos evidentes. Una especie de escorzo inconsciente que nos haría deformar las cosas nos permitiría a la vez hablar de una representación fiel y descriptiva, pero no de una descripción de las cosas en sí y no en nosotros.
La propuesta no intenta declarar a la
perspectiva en el dibujo como el problema, sino como un elemento que, al prescindir de él, nos arrojaría luces sobre la naturaleza de las cosas. El dibujo de ese modo se interpretaría como representación de las cosas y representación de la imagen. Ambas formas de dibujar nos arrojan diferentes tipos de información.
Es bien conocido que, en muchas obras de
muchos artistas, no esta presente la perspectiva como medida reglamentaria para la representación. Pero prescindir de la perspectiva no implica dibujar con unas proporciones horripilantes, sino hacer que la perspectiva sea evidente, no por medio de su incorporación en el dibujo. Se trata de hacer evidente la perspectiva, a través de la información que las cosas nos arrojan.
Un ejemplo más claro podría ser el
siguiente: cuando dibujamos un escorzo, el de un modelo, donde sus pies están más cerca de nosotros que el resto de su cuerpo, veríamos su rostro desde su plano inferior y tendríamos que dibujarlo así. El dibujo-dibujo nos propondría: no dibujar el escorzo desde el entendimiento de la perspectiva, sino desde el entendimiento de las formas que vemos gracias a la perspectiva. Lo que académicamente, podría no ser un escorzo
Es evidente que la perspectiva y el manejo
de planos (como en la primera acuarela de Schiele) es más que útil a la hora de dibujar objetos que están deformados por nuestra visión. Pero entender al dibujo como la representación del espacio con respecto a las cosas, nos haría mucho más sencilla la práctica de combinar elementos y construir obras al grado de no necesitar un referente directo. A esta forma de dibujo se le puede explicar como “observar la forma de existencia de los objetos” y aunque este nombre no posee relación directa con los textos de G. Simondon, si posee cierta influencia implícita y deformada a favor de explicar el dibujo fuera de los esquemas de la academia y los rígidos esquemas del hiperrealismo que lo hacen ver más como una herramienta o una técnica con potencial expresivo no explotado, que un mero estilo.
Observar las formas que se crean en la
realidad es indagar en las relaciones entre los objetos. Mientras más un dibujante pierda su modelo natural, más alejado estará de representar las cosas en si mismas. Ello no implica un dibujo incompleto o erróneo, pero si uno con un potencial expresivo reprimido; pues en la forma de representar el espacio, entra en juego la característica del trazo y el plano, no como la gestualidad obligada que muchos contemporáneos atribuyen a una mancha de pintura, sino a la expresividad de la línea que dota de sus características naturales a los objetos, aquella línea y trazo que hace que la piel sea piel, que hace que una roca se vea como una roca y aquella que hace que una tela se vea como una tela sin recurrir al uso de sombras y difuminados excesivos. En otras palabras, la línea basta y sobra para hablarnos de las características de los objetos, la sombra y la luz sirven para hacer evidente su forma y comportamiento, pero no para explicar a los objetos en sí mismos. Pues sería como explicar lo que es un plátano con base en un mono.
Todas las técnicas que recurran al
difuminado o alguna otra aplicación diferente al trazo, tienen una naturaleza de dibujo, pero al incorporar aquellos o estos elementos se enriquecen en su descripción y los más interesantes, se enriquecen en expresividad. Puede advertirse en lo dicho, que entonces existe una naturaleza de dibujo en la pintura y en todas las artes. Y con sobrada razón se advierte eso, pues es claro que en todas las artes plásticas y visuales existe un estudio de la forma a través de la línea, lamentablemente, el valor del dibujo a veces se sepulta bajo la magnificencia de la luz y la sombra, de las ilusiones de los materiales y sus transformaciones. Pero la base de todas las estructuras, la base de las formas de significar los objetos y sus relaciones, el fundamento de la plástica es el dibujo. Y sea esta o aquella la forma en que representemos a los objetos, debemos tener la mente limpia para permitir el libre movimiento de las ideas y el libre movimiento de los objetos que son significantes y a la vez significan. Bibliografía recomendada al respecto:
Simondon, G. (2007). El modo de existencia de
los objetos técnicos. Prometeo Editorial
Haber, A. (1969). Un símbolo vivo. Editorial
Andrés Bello Mexicana
Kandinski, V. (1926) Punto y línea sobre el
plano. Ediciones Paidós
Cassou, J. (1968) Chagall. Ediciones Daimon -
(conviene revisar solo el primer capítulo)
Heller, E. (2004) Psicología del color.
Editorial Gustavo Gili
Berger, J. (1972) Modos de ver. Editorial
Gustavo Gili
Da Vinci, L. (1651) El tratado de la pintura.
Editorial Alianza – (basta con una buena traducción para aprovechar el texto, las ediciones con anotaciones no valen mucho la pena para este caso)
Wittgenstein, L. (1977) Observaciones sobre
los colores. Instituto de investigaciones filosóficas Paidós – (hay que tener cuidado con este congregado de reflexiones, pues, aunque es muy útil para el quehacer del artista y el humanista, llega a ser muy metafísico para el caso del dibujo)