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Bresky - La Melancolia Del Progreso Urbano
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ciudad real y no en ciudad por “real decreto”, y también, porque el entorno geográ-
fico en que se emplaza fue determinando su fisonomía urbana al margen del orde-
namiento en damero que resultaba impracticable en el estrecho espacio entre mar
y cerros.
Sin duda que la excepcionalidad geográfica de Valparaíso ha gestado formas
de hacer y vivir la ciudad (el patrimonio arquitectónico),con las cuales ha entrado
en diálogo, solidario o polémico, la palabra poética. 1Qué ha sucedido con estas
relaciones entre el patrimonio visible y ese patrimonio invisible que es la tradi-
ción poética?
Una primera constatación nos indica que no es difícil encontrar en la poesía
nacional cierta recurrencia a la ciudad-puerto, que ya con su solo nombre, sonoro
y lleno de alusiones m-ticas, ha atraído la atención y la fantasía de los poetas que
la han transformado en lugar obligado del peregrinaje literario. No obstante no
son muchos -me atrevería a decir, casi ninguno- los poetas nacidos en Valparaíso
que resulten nombres obligados de incluir en cualquier antología que traspase
nuestras fronteras. Neruda, De Rokha, Mistral, Huidobro, Parra, Rojas, Anguita,
Arteche, Lihn, Teillier, Millán, entre otros, no son por nacimiento o infancia, poe-
tas de Valparaíso. Pareciera que la magnitud casi sublime del entorno geográfico
urbano del puerto se impone a la fantasía creadora y viene a desdecir esa suerte de
determinismo que el positivismo decimonónico creía percibir entre espacio físico
y discurso escritural.
En el caso de Valparaíso, querámoslo o no, no han nacido los grandes poetas
nacionales, ni han nutrido su infancia con las imágenes de viento y cerros del
puerto; no obstante, algunos cifran las esperanzas regionales en Zurita y Martinez,
a medida que van teniendo mayor reconocimiento supranacional.
Por otra parte, entre los que han residido temporalmente y los visitantes espo-
rádicos tampoco el puerto parece estar ligado a sus mejores textos, si bien entre
ellos hay algunos poemas de gran relieve. En tal sentido, es preciso nombrar al
menos, Oceania de klparaiso de Pablo de Rokha y Fundación de klparaíso de Gon-
zalo Rojas. En general, en los poetas visitantes y residenciarios, Valparaíso com-
parece en sus tópicos de superficie, contribuyendo a generar lo que estimamos un
conjunto temático relativamente reiterado en la lírica nacional con sus personajes
(marineros, ebrios, noctámbulos, prostitutas y lavanderas) sus espacios (cerros,
bahía, viento, escaleras, ascensores, barcos, bares y burdeles) y la impresión de lo
abigarrado, lo colorido, lo bizarro de sus construcciones. Dicho conjunto temático
tiene su manifestación más obviamente retorizada en poetas menores o
versificadores locales, que lo han extendido hasta el imaginario pintoresquista, en
el mejor de los casos popular, en el peor, hundiéndolo en la cursilería.
En todo caso, las relaciones entre poesía y Valparaíso han buscado establecerse
postulando el determinismo biográfico del nacimiento, o bien, realizando un catas-
tro del tema de Valparaíso en la literatura nacional. Los resultados pueden observar-
se en antologías de ambos tipos (biográfico-cronológicay temática), como también
en intentos de mixtura que han sido presentados como “contactos literarios”, una
especie de ómnibus en que caben todos, sentados o de pie, los que algo habrían
tenido que ver con Valparaíso, aunque siempre queden algunos en la pisadera y
otros se suban por la puerta de atrás (generalmente los propios antologadores).
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De hecho, el poeta como flaneur parece consagrarse, sin saberlo, a esa reali-
dad que es la ciudad, entendida como realización del viejo sueño humano del
laberinto; por ello su mirada es la del extraño, del que viene de lejos a descubrir
una ciudad, un mundo, que es aquel en que vive: Su ojo abierto, su oído atento,
buscan en medio de la multitud ciudadana otra cosa que esa misma multitud no
percibe.
El poeta, en tanto paseante urbano, se siente atraído por esas construcciones
cotidianas que tienen por objeto el empleo colectivo: las grandes tiendas, las esta-
ciones, los muelles, los paseos urbanos, etc., que suponen la aparición de las gran-
des masas en la escena de la historia. Tales espacios forman el fiame en donde se
exhiben y ocultan los últimos excéntricos, cuya excentricidad, en definitiva, con-
siste en ser las últimas personas individuales.
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Leamos brevemente los dos poemas. Ambos tienen como referente situacional
la misma construcción urbana que largo tiempo caracterizó la silueta del puerto.
Me refiero a la “Estación Puerto”.
Poco se ha insistido, según lo que conozco, en un aspecto peculiar de Valparaíso
que lo signa como una ciudad de la modernidad ligada a la idea e imagen de
progreso que ella trae aparejada. Me refiero a ese Valparaíso de fierro, que sea tal
vez el que por su permanencia material, ha dejado mejor vestigio presente de lo
que fuera el Valparaíso de antaño; su más sólido patrimonio construido (sin olvi-
dar que también el entorno geográfico urbano es patrimonial).
En la exposición que hizo Benjamin de su proyecto de Libro de lospasajespue-
de leerse, a propósito de la arquitectura del estilo Imperio:
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Estación Puerto
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Kzlparaíso
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Sujeto y entorno sólo adquieren realidad en las imágenes verbales que construyen
el objeto poético.
Molted0 por el contrario nos hace ZZegar a la Estación Puerto, en un final de
recorrido. Si hablábamos antes de poesía situada, en este caso habría que decir
“poesía re-situada”. ZQué quiero señalar con esto?
En el texto, el poeta ha ejecutado un movimiento que obliga al sujeto innomi-
nado de la enunciación, a volver a situarse, a metasituarse, dentro de un cuadro
cuyos referentes son productos de la historia y la cultura europea que operan en el
imaginario alimentado por las imágenes de las películas y los documentales. Sin
embargo las marcas referenciales locales de espacio y tiempo (Estación Puerto,
hoy) nos devuelven la conciencia de lo abandonado, de lo marginado, de lo peri-
férico, que sume al hablante en un estado de profundo desengaiío y angustia que
tiñe su escritura con el distanciamiento del desdoblamiento y la reduplicación.
Desdoblados y duplicados son los pasajeros del tren en los judíos, la propia esta-
ción en Berlín, la mirada construida del poeta en el ojo entrecemado del buey, de
cuyos recuerdos sólo queda sueño y muerte, verbalizados con cierta amargura no
exenta de ironía feroz.
En resumen, creemos que en el caso de la palabra poesía, el patrimonio urba-
no viene a configurar un espacio de indagación que, por otra parte, sitúa al texto
abriéndolo a su vertiente comunicativa y, por otra parte, ofrece un repertorio
recursivo de imágenes originarias que posibilita la expansión del gesto de demora
y de ampliación en la descripción poética transformadora del objeto entre comi-
llas “real”, en objeto poético. Así la lectura del poema nos obliga a una relectura
de Valparaíso, a una reconducción de la mirada, en que el patrimonio visible se
enlaza con la dimensión escritura1 y que nos posibilita una comprensión
revalorizadora del espacio y el tiempo del hacer humano, experimentado
creativamente en y más allá de su cotidianidad.
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