Estimados alumnos al terminar de observar y escuchar atentamente el video, ya debemos deducir
de qué vamos a hablar: La enseñanza de Jesús sobre el Perdón La enseñanza de Jesús sobre el perdón El tema del perdón es el eje de todo el mensaje evangélico. Jesús enseñó a perdonar con la enseñanza directa, a través de parábolas, con acciones y, en fin, dio el máximo ejemplo de perdón con su muerte expiatoria sobre la cruz, el sublime acto salvador que puso fin al dominio del pecado para todos los seres humanos de fe. La primera enseñanza sobre el perdón que Jesús impartió está presente en la oración del «Padre nuestro». Veamos el pasaje correspondiente, Evangelio de Mateo (6, 12): Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Jesús indica que hay «deudas», o sea, «culpas». Cada culpa causa un resentimiento y, por tanto, una represalia. Sin embargo, para Jesús, la culpa puede ser superada solo a través del perdón, y no a través de la represalia, o peor, la venganza. Dios perdona nuestras culpas si realmente nos arrepentimos, pero su perdón cobra sentido si nosotros también perdonamos a quien nos ha hecho un daño. De hecho, un poco más adelante, Jesús afirma: Evangelio de Mateo (6, 14-15): Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; más si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas. El concepto del perdón de parte de Dios, subordinado al perdón que el hombre debe ofrecer a su semejante, está explicado muy bien en la parábola del siervo despiadado, Evangelio de Mateo (18, 23-35): Esta parábola enseña la necesidad del perdón fraterno para obtener el perdón de Dios. Diez mil talentos son una deuda enorme y representan la deuda impagable del hombre hacia Dios. El hombre, de hecho, no puede expiar solo sus culpas ya que cada pecado contra Dios tiene un peso infinito. Los cien denarios, en cambio, son una cifra irrisoria y representan la deuda que puede haber entre los hombres. Por tanto, no hay deuda, culpa o daño entre hombres que no valga la pena ser perdonado, considerando la importancia del perdón de Dios al hombre. La enseñanza sobre el perdón está explicada muy bien en otra parábola, la del «hijo pródigo», conocida también como «parábola del padre misericordioso» (Evangelio de Lucas, 15, 11-32). En esta parábola, la enseñanza fue que el padre perdonó al hijo antes de que el hijo le pidiera perdón. Por tanto, el perdón debe ser un acto no condicionado a la solicitud de perdón. Debe ser dado siempre y sin condiciones. Este concepto fue confirmado también por Pablo de Tarso, quien escribió que fue Dios quien nos reconcilió con él por medio de Jesucristo, tomando el primer paso hacia nosotros, incluso si nosotros éramos pecadores. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la
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reconciliación. Jesús, además, perdonó los pecados de algunas personas, demostrando así ponerse a la par de Dios. El perdón de los pecados es el objetivo principal de la misión de Jesucristo sobre la tierra. De hecho, el sacrificio del Hijo de Dios, es por definición el sacrificio final y perfecto, como se deduce de este pasaje de la Epístola a los hebreos (7, 27): que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. «Ofrecerse a sí mismo» fue, por tanto, el acto de perdón más grande de todos los tiempos, que anuló el peso infinito de los pecados contra Dios, con el valor infinito del sacrificio final y perfecto.
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