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Cazadores de ocasos La literatura de horror en los tiempos del neoliberalismo Miguel Vedda Cuarenta Rios Vedda, Miguel Cazadores de ocasos Laliteraura de horror en los iempos del ncoliberalismo, Primera edicién en mayo de 2021 Publicado por Edivorial Las cuarenta y El i sn orillas enla Ciudad Auténoma de Buenos Aires. Argentina Coleccién Cuarenta Rios Disedo de tapa y diagramacién interior de Las cuarenta Paginas: 392 Formato: 21 x 13,5 em, Lacdicién de ese libro ha sido parcialmentefinanciada por el proyecto de investgacin plusianual CONICET “Teoriay crivcalterariasen os ensayostempranos de Siegfried Kracauer (1915-1933) (cédigo 11220170100600C0) CDD 809.04 ISBN 978-987-493628-8 1. Anilisis Licerario, 2. Culeurade Masas. 3. Critica Cinemarogrifica. I. Titulo. Esa publicacién no puede ser eproducida en todo ni en parte, ni registrada en o transniida porn sistema de recuperacin de infor- :macin, en ninguna forma ni por aingiin medio, sea mecinico,foro- quimico, electinico, magnético, elecerosptico, por forocopia, ocual- * *°Schwarabéck, ia, Ls pants Etice ypstdiadara, Buen Ai res: Las Cuarenes/ Elson rls, 2016, 85 Ibid. pp. 90 > Ibdp. 101. CE,enunseeio parecidol comentario de Adamowsky sobre la estrategia de desculpabiizactin dela poblacin cil gracias al 218 MIGUEL EDDA La incapacidad y, en el fondo, la desaprensién para imaginar una vida de izquierda, hacen que, en la poscdictadura, a fin de “poder condenar al Estado por la desaparicién sistemética de personas, antes que por la politica econdmica a la que esas, desapaticiones sicvieron, la sociedad argentina’ santifique “Ia vida de derecha'® Schwarzbick destaca el modo en que la literarura de Fogwill “contra el sentido comtin del progresis- mo de entonces’, ha podido dar cuenta de que “los campos de conceneraci6n no son la esencia de la dictadura (que su esencia es el poder econémico al que los represores sirvieron’, y afia- de que este hecho es algo que “en 2015 es harto evidence" Pero gpara quién es evidentc? Ciertamente, no para el senti- do comin biempensante de hoy, para el cual una conexién tan obvia continia resultando tan enigmadtica e invisible como lo cera para la doxa progresista de 1984. La historia de esta doxa es.una historia de decadencia cuyo declive se inicié temprano: cuanto més evidentes se hactan tanto la persistencia de la ma- triz econdmica neoliberal, como un retroceso en la politica de derechos humanos que encontré su expresion mas visible en fas leyes de Punto Final y Obediencia Debida y en los indultos cco de los "dos demontoe: en a medida ca quc los mandos militares In edpua des oganiaciones gurls eran “dos grupos mis bien pe- quefios (su esponsibilded en equivalene. Ades, slos condenaba en eéminos morales, sin hacer demasadsspregunes por sus proyectos politicos y sus apyos scales. Hl resto dela poblacin habia quedado dtrapad enremediodellosy era vicima pasva de sus violencia, Sure ontabidad parcpaciénquelaron assolayadas de modo de dejar al ‘conjunc dela sociedad ibe de clpayeargoy lisa para abraza a ea s3 democritica. / Se indo enone a olvidat dos euestoneserucales «ve [a dctadura habia tendo un gran nivel de apoyo civil (espeialmen- fe empresa) y que ora parted [a poblaciénigualmenteimporante yo slo ls lidees gurl habia lchado por un mundo nuevo Sin preocupare demasiado por ripe ls formaliades democriiss” (Adamovly, Ezequiel, Hicorie el Argentina, p. 262) 2 Schwarehock, Silvia Losipeto pl. Thi 61 (CAZADORES DE OCASOS 219 ‘menemista, tanto mas consistente fe volviéndose la ineficacia persuasiva del discurso buenista. Hizo algunas de sus tltimas apariciones en escena con las tautologias edificances de Marga- rita Stolbizer o el moralismo deirante de Elisa Carrié. Lo que czecié en los tiltimos afios ~aunque se habia incubado ya en una medida considerable durante el menemismo~ es un senti- do comin cinico que prescinde delas forituras argumencativas, de Alfonsin y que ya no se cuida tanto de guardar las formas y vitar las colisiones. A medida er. que las versiones progresistas del sentido comiin de las clases medias iban migrando hacia, el kirchnerismo, iba gestindose, como contracara, una versién isracionalista ajustada a la isonomia de las nuevas derechas y a las expectoraciones de Trump, Bolsonaro o Piriera, Parte del fandamento de la jerga sobre la grieta que dividiria a la socie- dad argentina tiene como base una reaccién especifica ante la voluntad de inclusién mediante el consumo expresada en los, ais del kitchnerismo; reaccién que descree cada vez més de Jas virtudes salvificas de la demacracia formal y que se contiene cada ver menos de apelar ala xenofobia, al clasismo explicito,a Ia apologia de a violencia policialy parapolicil. Las jerarquias, de clasificacién han vuelto a hacer su apaticién piblica en ls, calles a enunciar expresiones descalificadoras ya alencar decla- raciones como las que, en los debates presidenciales de 2019, hicieron José Luis Espere -sobrela urgencia de terminar con el “curto de los derechos humanes"~ y hian José Gémez Cen- turién ~sobre la necesidad de indemnizar a las victimas de la subversién~; declaraciones que dificilmente habrian sido podi- do ser pronunciadas con tanta ligereza hace un pat de décadas. Se busca, entre otras cosas reorientar el terror: el pinico que provoca en la conciencia biempensante el terrorismo de Estado deberia ser ahora relevado por el emor ante la vida de izquier- da, En esta direccién se mueven lis tentativas de identficar las politicas neokeynesianas con el comunismo, el presunto futuro. 220 MIGUEL VEDDA ‘no muy distance de Argentinacon el presente de Venezuela oa Jos movimientos sociales con monstruos ancediluvianos. “Lo que aterroriza al adulto siempre se parece, aunque sea recénditamente, al hombre de la bolsa, al eamién de la perrera y 2 la oscuridad de la pieza cuando se apaga la luz. Es decir, al campo de concentracién"” Por més que aqui diga rotun- damente “siempre”, Schwarzbick sabe que los miedos, como todas las emociones, no son atemporales. Si no hay una sola cosa, en el cielo oen la Tierra, que no se encuentre mediada por Ja historia, nuestros terrores tecientes estén mediados por los secuestros y desapariciones de personas de la iltima dictadura. En cambio, parecen no estarlo(o no estarlo de igual modo) por Ja masriz econdmica 2 la que sirvié también el rerrorismo de Estado, Reacia a las abstracciones, la conciencia ordinaria no se deja impresionar por lo gue no le parece palpable y conereto: tuna ver més: our ofsight, out of mind. Cuando el manifestance macrista dice que en alguna época remota tacé a un pobre, de Jaca su Bijci6n en esa légica poujadista que juzga inexistence rodolo que no se puede tocary mirar desde muy cerca. El buen sentido ~como escribié Barthes: ese dbrere sésamo del ltigio moral burgués que establece una equivalencia simple entre lo gue “seve” ylo que es es antiintelectualistay le fastidian las, abstracciones. Y, como para laidentidad de clase media argen- sina, ninguna relacién social es ms concreta que la familias, y la familia es la célula de Ia nacidn, y la familia “normal” (zo “ideal”?) es la de clase media, puede entenderse que el buen sentido biempensante haya cuestionado a la dictadura ance todo en cuanto destructora de familias. Como la vida verdade- rahabria sido exterminada en los centros de detencidn, la inica vida no verdadera en condiciones de ser rehabilitada era, para elsentido comin postdictatorial, como subraya Schwarzbéck, Bid, p.26. *CE Barthes, Roland, Mola Paris Seuil, 1957, pp. 126 y 88. CCAZADORES DE OCASOS 221 [a familias para reivindicarla habia que decir que la familia, “en lugar de un aparato de Estado, como la escuela, la fibrica, ola policia, ¢s lo contrario del Estado. La familia postdictatorial es, por antonomasia, la familia antidicearorial”?® Las familias de os desaparecidos, en tanto opuestas al Estado, rehabilitan “in- cluso a las familias aterrorizadas,a la familias que presenci ban en silencio ‘la caza de brujasy endemoniados’|...]sabiendo no solo que no habia poder alguno del Estado al que pudieran reclamar por los hijo ajenos, sino que, por solo intentatlo, po- drfan llevarse a los propios 0 a ellos mismos"2*” No sorprende ‘que la literatura y el cine de mases biempensantes hayan explo- tado la persistencia de este buen sentido, observando (a me- sudo: desde una pasmosa ingennidad) los erimenes de Estado con los ojos de una clase media que se escandaliza, claro, ante el robo de nifios, pero que también deplora que a los hijos de Ja militancia se les haya negado una infancia normal, no solo a causa de la persecucién de los represores, sino también del compromiso politico de los padees. El sentido comin poaja- disca que estas obras expresan manifiesta indignacién y miedo frente a lo que nos impide disfrucar de ls delicias de una fami- lia pequefioburguesa convencional. Cuando esta construccién se escinda y surja su versién gore, el pavor ante los nifios se- cuestrados y las infanciasinterrumpidas seré desplazado pot el, rabioso furor ance los embarazos interrumpidos. En cualquier aso, las ansiedades por las Familias y, sobre todo, por los nifios ‘no han dejado de tener un pape privilegiado en los horrores cotidianos y en las ficciones de horror. 8 Schwarabic, Silvis, Lov expantas . 64, Tid, 222 MiGuEL VEDA 2. Masallé de las confortables certezas: Distancia de vescate, de Samanta Schweblin No re dis cuenta delo que etd pasando ahora mismo? Samanta Sehweblin, Dizancia de rescate fantasmas y monstruos a menudo se atreven ‘ahablar en nombre de ls oprimidos cuando Jos humanos eligen permanecer en silencio. ‘Katarayna Ancuta, “The return ofthe dismembered” ‘Vimos ya que la cultura de masas, alo largo de su historia, ha tenido que enfientarse, conscientemente o no, con el sentido comin del lector promedio. Cuanto menor era la resistencia que oponia a las condiciones del mercado, mayor era la con- descendencia que mostraba frente alas formas de ver el mundo de sus eventuales consumidores. En el caso argentino, la licera- ura no canénica que se proponga ir més alli del circulo d= os, iniciados para alcanzar a un piblico relativamente numeroso debe lidiar con modulaciones del sentido comtin como las que fuimos revisando a lo largo de este capitulo. Las reacciones de la literatura de horror mas reciente ante estos problemas son heterogéneas. Aludimos yaa las complejidades de las narraci nes de Schweblin, una autora cuya escritura, como coment6 Megan McDowell -la raductora al inglés de Distancia de res- cate encierra “una enorme anbigticdad” y que deja muchas cosas en manos de! lector: “te lleva adonde quiere que vayas y entonces te abandona alli" La ambigiiedad y, ligada a esta, |b osadia narrativa definen a una autora que, en sus obras més destacadas, no tiene demasiados miramientos con las expec- tativas de lectura del average reader. Esto se advierte ya en la reticencia de sus narraciones, algo de lo que ofrece un ejemplo * Cie en: hups://ewwanytines.com/2020/04/30 books samansa- schweblin-lide-eyesheml, CAZADORES DE OCASOS 223 paradigmético Distancia de recate (2014). El plano més exter- no e inmediato de la narracién esta dado por un didlogo entre Amanda una portefia que past unas vacaciones en el campo junto con su hija, Nina—y David ~un chico que habria contrai- do la misma enfermedad que, ademés de haber afectado ya ala mayoria de los nifios del pueblo, contagia también a Nina y su madre-. Lo que la nouvelle despliega es una conversaci6n en Ja que David cumple, alternativamente, funciones semejantes a las de un psicoanalista, un maestro socrético y un ingel tacelas, yen que Amanda intenta comprender lo que ha sucedido (y lo que sucede y sucederé) consigo misma y con el pucblo mientras -agoniza. El efecto inquietante de esta conversacién, en la que la protagonista va recapitulando todo lo que le ha ocusrrido desde su llogada al pueblo, se debe en buena medida a que Amanda ~que encatna tina forma de conciencia cotidiana convencional entre los sectores medios urbanos, secular e individualista (o, a lo sumo, femilialis)*— expone todas sus incertidumbres ante un personaje enigmécico, David, que actia con extremo 38 Mc asoguran gue es necesario adarar que el término female (0 familisme) viene siendo wilizado para dsignar aquells ideology sus ‘raxlscorrespondientes~ sein la aul la familia y los valores familiares eben poser le pritided frente a cualquier ofr ensidad individual © coleciva, asi como frente a cualquier oro sistema de pensamiento 0 ssuetura de sentimienos Fs llamas quelosadlides de neoliberal bayan enfuicado la centralidad del familia y sus presuntos valores: r- cordemos que Thatcher Inego de declarar que no existe algo as como la sociedad. sno solo “hombres y mujeres indidualer’agrego de inmedia- ‘0: "ys ful’ Esco contibuye mostrar en guéeseasa medida repre- sentadl famlialismo unaaltemativaalindvidalismo, Frank Kaight una delas figuras fandadors de la Esuda de Economia de Chicago, declaro en un ariculo; “Naesro ‘individuasmo’ es eslmente Tamils (.) ‘La familia es ain la unidad en la produce ye consumo” ("The Ehics of Competition’ En: Tie Quarter Journal of Bona 37/4 (1923), ‘pp. 579-6245 aqui p. 590), aun cuando, en otos pasajes del mismo art cul, haga refeencia 2s limitaciones que imponen la economia y los, ‘aloes familiares aun desenvolvimieo “ibe” del mercado. 224 MIGUEL VEDA laconismo y que se esfuerza principalmente en que la mujer encuentre por si misma la verdad. En general, incerrumpe con breves acotaciones el relato a fin de evaluar como importantes, 9 intrascendentes los distintos acontecimientos; 0, como ocu- sre con ciertas adivinanzas infantiles, para sefiaarle a su incer- locueora qué informaciones 0 sucesos estén particularmente cerca de lo esencial, Algunos indicios sugieren la naturaleza fancasmal de Davids asi, su aptitud para contarle a Amanda cir- cunstancias alas que él no habia podido asistir; o, cerca ya del final, para proyectarle a su interlocutora, como mediante una lineerna migica, un encuentro que tendrén Omar, el padre de David, y el marido de Amanda después de la muerte de esta, cuando Nina atin est recobrindose. La primera parte de la narracién de Amanda esté dedicad 2 exponer el relato que habia hecho Carla, la madre de David, sobre la transformacién de su propio hijo en monstruo. Seis afios atrés del presente de la narracién, Carla trabajaba en una ‘granjay su marido se dedicaba ala era de caballos. Una noche, tun padrillo que les habfan prestado para que se apareara con las ‘yeguas salta el cerco y desapareces Carla lo busca, con David en brazos,y lo encuentra bebiendo agua del riachuclo:** Lo toma de la rienda para regresar a casa, pero entonces ve que David “estaba acuclillado en el riachuelo, tenfa las zapaillas empapa- das, habia metido las manos en el agua y se chupaba los dedos” (20) Al dia siguiente, encusntran al eaballo acostado; tenia “los labios, los agujeros de la nariz, toda la boca tan hinchada 2) Silia Labado me ams Is atencidn sobre ls connozaciones que tiene cl eérming rischuelo para wn lector argentino y, ante rodo, pore. EL ‘achuelo sigue inflizmente Fondonando como sinécdoque(o ast como hhipésbole) de a destruc del medio ambiente argentino. Veremos que ‘ambign Enriquer cematiza eficazmente ls dimensiones realy simbélica del rachuelo, A parcicde aqui yal final de nvestro comentario sobre sta nouvel os rnmeros entre paréntess remiten 2 piginas de esa edicion: Schweblin, Samanta, Distancia de researe. Busnos Aires: Random House, 2019. CCAZADORES DE OCASOS 225 aque parecfa otro animal, una monstruosidad’; esta es la prime- ra manifestacién concreta de lo monstruoso,ligada ala cerceza de que lo que sea “que hubiera :omado el caballo, lo habla to- ‘mado también mi David, y sil caballo estaba muriendo, no habia chances para él” (20). Esco lo sabia muy bien Carla, ya ‘que “habia escuchado y visto demasiadas cosas” en ese pueblo. ‘Seria imtcil levarlo a la guardias la decisin que la madre coma ¢s recurrir a una solucién magica y para eso visita a la mujer de a casa verde, que presuntamente posee el poder de leer la ener- ‘gia dela gente. La propuesta dela bruja es trasladar el espiricu cde David a otro cuerpo, para que parte de la incoxicacién se vvaya junto con él: dividido en dos cuerpos el envenenamien- to, el nifio podria sobrevivi, pero la migracién tiene efectos colaterales ominosos: “La transmigracién se llevaria cl espiricu de David 2 un cuerpo sano, pero tracria tambien un espiria desconocido al cuerpo enfermo. Algo de cada uno quedaria en lotro, ya no seria lo mismo"; Carla debe estar dispuesta a acep- tar “su nueva forma” (28). El David que aparece después del echizo tiene los ojos hinchados, los parpados rojos y tirances como los del caballo; escé débil y aterrado, Su madre esté con- vencida de que la migracién se ha producido y de que la conse- ccuencia dela salvacin es que ha perdido asu aneerior hijo, que haa sido sustituido por “mi nuevo David. Ese monscruo” (34). sea hiseoria, en la que se eematiza una fe supersticiosa que, en la nouvelle, vemos avalada solamente por Catla, ademés de reeditar motives tradicionales en lo fantistico sobre el campo como locus flestus en cl que encuentra su escenario propicio lo sobrenataral, en oposicién al superficial secularismo de las “zonas de confore” representadas por la rutina urbana, desarro- Ua todo un conjunto de temoresy ansiedades en relacién con lo familiar ~con los padres, las parejas, pero sobre todo los hijos— ue, como veremos, es uno de los motivos recurrences del ho- ror argentino contemporineo. Contradiciendo la afirmacién 26 MIGUEL VEDDA banal de Amanda de que “un hijo es para toda la vida’, Carla asegura que David era suyo, pero: “Ahora ya no” (15). Estos sentimientos de extrafieza se muestran de manera ain més in- tensa en Omar, el marido de Carla, que “dectas cosas feas sobre David. Que no parecia un chico normal. Que tenerlo en la casa Jo hacia sentirse incémodo. No queria sentarse a Ja mesa con AL Précticamente no le hablaba” (80). Es sugestivo que David que en la nouvelle es, en varios aspectos, el portador del saber esencial acerca de lo que ests sucediendo— diga ser “un chico normal” (35) y que “Hablar com Carla es un error” (59). Al margen de una madurez incongruente con su edad y del carée- rer fantasmal que lo envuelve durante toda la obra, David no ‘parece un monstruo; al menos, ante los ojos de Amanda, quien Ie dice que si “no fuera por las manchas blaneas que tenés en la piel, serias un chico normal y cossiente” (49) y opina “que sin Jas manchas hubieras sido un chico realmente lindo” (52). Pero pensamos que seria mas apropiado evaluar en otros términos la anormalidad (0, mejor quizés: la normalidad) de David. Como dijimos, él es, en la narracion, el gue sabe, y en esa medida se diferencia tanto del pensamiento secular, pero convencional y biempensante de Amanda, como de las pueriles supersticiones de Carla. David sabe que su madre piensa que todo es “culpa suya, que cambidndome esa tare de un cuerpo a otro cuerpo ha cambiado algo mds. Algo pequetio e invisible, que lo ha ido arrui- sando todo” (110). Pero el horror que esta afecrando al pucblo ‘no es culpa de ella. Se trata de algo mucho peor” (110). Justamente porque sabe que existe un mal més insidioso que cl que su madre imagina, David trata de estimular a Amanda a no dejarse distraer por las mistificaciones —las supersticiosas, pero tambign las seculares~ y « concentrarse solo en Jo impor- ante; ait dejando de lado to¢o lo accesorio de modo que lo que finalmente quede, por terrible o extraio que parezca, sala verdad. De esta manera va guiando, mediante comentarios la- CCAZADORES DE OCASOS 227 cénicos, la narracién que hace Amanda sobre su odisea (y la de Nina) en el pueblo. De lo que se rata es de encontrar “gucanes, «algo muy parecido a gusanos, y el punto exacto en el que tocan tu cuerpo por primera vez” (43). En la historia hay dos preocupa- ciones y,en el fondo, dos visiones de la realidad que traran de hacer valer sus derechos. Por un lado, est la perspectiva supers- ticiosa de Carla, que teme que Nina haya caido bajo la aciaga influencia de David (en palabras de este: “se dice asi misma que 190 estoy dermis de todas estas cosas. Que lo que sea que haya mal- ‘decido a este pueblo en los tiltima: diez aitos ahora eta dentro de mf, 111) y que, en cuanto percibe los primeros sintomas de envenenamiento en la nifa, decide que hay que levarla ala casa verde para que intenten una migracién. David no solo desest- ‘ma las crédulas supersticiones de su madre (“Hablar con Carla es un erro?’ 59), sino que le hace ver a Amanda que justamente en no haber abandonado de inmediato el pueblo y en haber pasado a saludar a Carla estén lascausas de que Amanda y Nina sean alcanzadas por el Mal: “Imes sin despedirnos hubiera sido terrible para tu made, y a pesar de la incomodidad me felic- to por haber pasado a verla, dice Amanda; y a esto responde David: “Pero no es una buena idea. (...] Eto no es nada bueno” (59). La conclusién a la que llega Amanda es que “si yo real- mente no me dejara engafiar porlos miedos de eu madre, nada de esto estaria pasando” (58), lo que rebaja el Mal difundido porel pueblo a un producto de lis creencias supersticiosas que podria ser disipado por un pensamiento racional y“civilizado” ‘Opina que los relatos de Carla la han sugestionado al punto de hacerle creer en espectrales excantamientos y en la posbili- dad de una magia sanadora casi tan insidiosa como el Mal que busca conjurar. Los suefios de Amanda le proporcionan indi- cios que, de haber sido correctamente incerpretados, habrian impedido que cl Mal las alcanzara tanto a ella como a su hija; en una pesadilla, su marido y Nina aparecen con “una lata de 228 MiGuEL VeDDA arvejas de una marca que no compro, que nunca compraria. ‘és grande que las nuestras, de un tipo de arveja mucho mis duro, nistico y econémico”; es un producto “que jamés elegirfa para alimentar a mi familia y que Nina no pudo haber sacado de nuestras alacenas. Sobre la mesa, a esa hora de la madruga- ds, lata tiene una presencia alarmante” (55). David comenta: Esto importa muchisimo. Nina,entonces, “abre la boca pero no sale ningin sonido. La mantiene abierca unos segundos, muy abierca, como si estuviera gritando 0 todo lo contratio, como si necesitara una gran cantidad de aire que no pudiera encontras, sun gesto espantoso que nunca le habia visto hacer”; entonces Nina dice: “Soy David" (56), ysonric. De haber interpretado correctamente lo que el suefio -lo gue su inconsciente~ intenta decide, habrian partido de inme- diato y madre c hija no sc habrian visto afectadas por el mal. Solo que Amanda no entiende qué es lo que sugiere la lata de arvejas y en qué sentido Nina podria convertirse en David. La lectura supersticiosa (Ia de Carla) Ie hablaria de hechizos y de migraciones; pero hay otra forma mis auténtica ¢ insidiosa en quea Nina podria ocurrirle lo mismo que a David, y que Aman- ano logra (y,enl fondo, no puede) ver. Ella descree de las ex- plicaciones magicas porque su buen sentido urbano y modero has encuentra inadmisibles, absurdas. Pero la nowvelle muestra que su perspectiva secular tiene sus propios fetichismos, , so- bre todo, su propia miopfas como decta Luke en la novela de King: sus propias cajas cognitivas. La visién de la realidad que sostiene a Amanda es familialista ¢ invoca la tadici6n: la dis- tancia de rescate, que es en esencia una creencia mitica, supone que “tarde otemprano suceders" con los hijos “algo terrible. Mi abuela se lo hizo saber a mi madre, toda su infancia, mi madre ‘melo hizo saber a mi, coda mi infancia, a mi me toca ocuparme de Nina” (89); a esta creencia, como sefiala David, e e escapa Lo importante, en definitiva, no consigue evitar el Mal (que CAZADORES DE OCASOS 229 ¢s resultado de la miopia de Amanda, que la lleva a tomar las decisiones erradas). El mito ~ran ligado a la identidad de las, clases medias~ de la distancia de rescare supone que es posible garantizar la salud y el confore de los seres queridos si se logra contenetlos dentro del infimo mundo abarcable con una mira da miope. De ahi la inspeccién que hace Amanda de la casa y losalrededores en cuanto legen al pueblo: las primeras horas que pasamos cn la casa queria tener a Nina siempre cerca. Necesitaba saber cudntas salidas habia, detectar las zonas del piso més astilladas, confi- mar sie crujido de laescalera significaba algin peligro. Le seftalé estos puntos a Nina, que no es miedosa pero si obedience, y al segundo dia el hilo invisible que nos une se estiraba otra vez, presente pero permisivo, dindonos ‘dea ratoscierta independencia (37). Lo mismo sucede durante la primera noche en casa de Clara: “[Nina] Duerme en la casa, prafandamente, pero yo no puedo dormir, no la primera noche. Antes tengo que saber qué rodea. Ja casa. Si hay perros y si son canfiables, si hay zanjas y qué ran profundas son, si hay insectos ponzoftosos, culebras. Necesi- to ir por delante de cualquier cosa que pudiera ocurrir, pero todo esté muy oscuro y no termino de acostumbrarme” (89). Y David encuentra totalmente trivial la obsesién mitica que hace que las madres como Amanda sc empefien en ir por delante de Jo que podria ocurrir, que profesen la idea dela distancia de res- cate (89) como garantia de resguardo; la conviceién de que el secreto, para preservar la seguridad y la salud de nuestros hijo, ¢s —como dice el buen sentido convencional- tenerlos cortitos. Eguivale al gesto de taparse la cara para protegernos cuando un cdificio esté 2 punto de desplomarse sobre nosotros; implica Jgnorar que vivimos en una era en que las cosas fundamentales ‘curren a espaldas de nosotros, una era en que lo que se juzga 230 MIGUEL VEDDA mas concreto y palpable se escapa todo el tiempo de las ma- nos y es necesario superar el concretismo de la visién miope para entender lo que esté ocurriendo: algo que parece sugerir el gesto recurrence gue hace Nixa de cerrar los putfios y llevir- selos a los ojos como si se tratara de unos binoculares. Toda proteccién es insuficiente: algo muy diferente de practicar la moral concretistaes lo que deberiamos hacer para que no siga perpecudindose el Mal que se muestra en la nowvelle de Schwe- blin. Es por eso que, al final, Amanda ve que Nina se escapa y ello se corta: “No, eso no puede ser. Eso no puede pasar con cL hilo, porque yo soy la madre de Nina y Nina es mi hija [..} Ese hilo no puede partirse, Nina es mi hija. Pero si, Dios mio, se corta” (117). En Distancia de rescate, tantolos mitos rarales como los mi- tos urbanos son evasivos: son distracciones inconscientes que impiden ver lo importante. Los pases de magia de la mujer de acasa verde no consiguen conjurar el Mal que esté asolando al pueblo, pero las consignas morales tradicionales tampoco las preservan a Nina ya Amanda, que tiene que admitie: “Ia dis- tancia de rescate: no funcioné, no vi el peligro” (116). La ver- dad es lo que esta detrds de las monstruosidades demasiado rea- les, materiales que marcan a los reinta y tres nifios intaxicados, del pueblo “con deformaciones.No tienen pestaias, ni cejas, la piel es colorada, muy colorada, yescamosa también. Solo unos pocos son como vos. [..] No sé, David, amas normal?” (108). En el pueblo, como dice David, “som pocos los chicos que nacen bien” (108); “No todos suftievon intoxicaciones. Algunos ya na- cieron envenenados, por algo quesus madres aspiraron en el aire, por algo quecomieron o tocaron” (104). La nowvelese cierracon el encuentro entre Omar y el marido de Amanda y no sabemos si esta ha descubierto finalments lo importante, Peto las pistas que ofrece David permiten identificar cudl es el Wendepunkt de la narraci6n: el momento en que “Ahora lo importante esta CAZADORES DE OCASOS 231 ‘ase cerca...) Es esto” (62). ¢Qué es esto tan importante que Amanda ve, pero no comprende? Escucho que tn camién se detiene. Los dos hombres que tomaban mate se ponen guantes argos, de plistico, y salen. Hay otra voz masculina afuera, quizé es la del ‘conductor del camién, Carla dice que va a dejar unos papeles y que enseguida nos lleva alas caballerizas, que la esperemos afuera. Y entonces hay un ruido. Algo se cae, algo plistico y pesado, que sin embargo no se rom- pe. Dejamos a Carla y slimos. Afuera los hombres ba- jan bidones, son grandes y apenas pueden con uno en cada mano. Hay muchos, todo el camién esti leno de bidones.[..] Uno de los bidones quedé solo en la entra- da del galpén (64). Comenta David enseguide: “Esto es Jo importante’. Pero ‘Amanda sigue sin entender; ve que Nina est4 empapada, pero asegura: es el rocio, aunque la nifia percibe un olor extraiio y horrendo. De pronto Amanda descubre que ella también est empapada y David le pide que concentre toda su atencién en identificar “el punto exacto porque gueremos saber cimo empie- 22a” (66); el momento en que empiezan a sentir los gusanos. David le pregunta sin a olerse las manos, sino va.a hacer nada. Y Amanda, efectivamente, nohace nada; ni siquiera reacciona cuando el nifo le pregunta: ZNo te das cuenta de lo que eseé pa sando ahora mismo? (68); una pregunta que, indirectamente, bien podria escar apelando al lector. Esto es lo més importante, cate estado lo que necesitamos saber; después de esto, Amanda y Ni ta entran en un periodo de consecuencias, pero la madre no enuiende. Continda sin saber que lo importante “ya pasé Lo que sigue son solo consecuencias’; c relato solo sigue porque “0- daavia no ests dandose cuenta’ (92)..Lo que ocurre en ellas eso aque le habia pasado ya a Davie, como a otros nifios del pueblo: 232 MIGUEL YEDDA el sabor amargo, los dolores en el estémago, el eemblor en las ‘manos: “Nose mata de gusanos Sesiente como gusanos,alprinci- pia, enelcuerpo” (77). Elhorror quelisay lanamente enfermaa ‘David, a Amanda, a Nina, ala mayoria de los nifios del pucblo, como debe de haber comprendido a esa altura el lector, esté en los bidones. Es el glifosazo que continéa matando impune- mente, algo que las resefas yanilisis dela nowvelle subrayaron con particular énfasis tal vez estimuladas por el hecho de que [a propia autora llamé la atencién en muchas ocasiones sobre ‘eso. Asi, en un reportaje, cuando se le dice que “el campo en la novela es el erritorio de lo fancéstico” dice: En realidad no es un campo tan “fantistico” Todas las desgracias que nombro, abortos espontincos, muer- tes por intoxicacién, chizos con malformaciones, son cosas que pasan ahora mismo en muchas poblaciones ‘que viven alrededor de los cultivos con fumigaciones de slifosaro. No hay nada invencado en ese sentido, y de hecho, son poblaciones que muchas veces tampoco pue- den confiar en sus médicos, porque los médicos trabajan ‘para las mismas compafias fumigadoras2® ‘Lo que le preocupa a Amanda no es importante para David. (ni para la obra): saber si ella misma es culpable -si hizo algo mal, ses una mala madre-. El culpable no es un individuo 0 un grupo de individuos coneretos que pucdan scfalarse con cl dedo, sino un sistema: el autor de las malformaciones y las -uertes es ese capital que esté siempre en busca de una valo- rizaciOn indefinida y que no atiende a que, al hacerlo, aniquila la vida, Las faltas de miramientns de Schweblin con el lector ‘medio van de la mano de una critica de ese sentido comtin do- minante que no se interroga per lo que excede el cireulo de SCE heaps: www sevitzarcadia com /ibeos/srtculo/samancaschireb- lin-discancia- de-reseate-Iteraturaargentina-eneevista/4S848, 1 CAZADORES DE OCASOS 233 conocimientos y preocupaciones més inmediatos y que se obs- tina en no ver més allé. Devela las miopias del buen sentido contemporinco: de ese buenismo siempre en busca de auso- justificaciones para la pasividad. Los personajes de Distancia de rescate no quieren hablar de glifosaco, Cuando el marido de Amanda quiere que Omar le diga qué le pasé en verdad a Nina (“Usted riene que saber”), recibe una respuesta que condensa d silencio cémplice del pueblo: “Usted sabe que no hay nada ue yo pueda decitle” (124). La nouvelle es reticente respecto del verdadero horror que tematiza, como si se tratara de incitar al leccor a encontrar por si mismo el problema y las respuestas. Reticente es, asimismo, David, aquel personaje que se empefia cen quebrar las complicidades para que Amanda la encarna- ccién més caracteristica del sentido comiin en la obra~ com- prenda lo importante. Proced: mediante comentarios breves, sugerencias, insinuaciones, tratando de empujarla (Siempre hay que empujar) més all de sa zona de confore, dela intimi- dad resquardada. Por eso dice al final, inmediatamente antes de dejar sola a Amanda: “Ahora voy a empujarte. Yo empujo a los patos, empujo al perro del setor Geser, los caballos” (115), asi como también empuja a los otros nifios del pueblo. Lo que hace extrafio a David es que incomoda y descoloca al buen sen- tido obstinado en no ver; es una conciencia critica que quiere ‘que la verdad sobre el Mal sea conocida también mds alli de los limices del pucblo. Tal vez eso sugiere el hecho de que se meta, al final, en el auto del padre de Nina, para que la verdad migrea laciudad, y tal vez por eso lo cbligan a bajarse (“Como si fuera aise aalgiin lado’, 123). ¥ poreso el marido de Amanda nove: no ve que entre los males del pueblo y la eatéstrofe ambiental dela ciudad existe una conexibn intima: No ve los campos de soja, los riachuelos entretejiendo Jas tierras secas, los kilémetros de campo abierto sin ga- nado, las villas y las fabricas, egando a la ciudad. No 234 MIGUEL VEDA, repara en que el viaje de vuelta se ha ido haciendo mas y mis lento. Que hay demasiados coches, coches y més coches cubriendo cada rervadura de asfalto. Y que el tinsito esti estancado, paralizado desde hace horas, hhumeando efervescente (124). ‘Como su mujer, él no ve lo importante, la totalidad de la que forman parce los horrores individuales: “el hilo finalmente suelto, como una mecha encendida en algin lugar; a plaga in- mévilla punto deirritarse” (124 3. Los demonios de la globalizacién: Kentukis En Schweblin, el horror sobrenatural es infrecuente. Insi- auado en Distancia de rescate, aparece rara ver. en los cuentos. ‘Mis a menudo encontramos la apelacién a lo extrafio, como ‘un medio para ofrecer una visiér distanciada acerea de nuestro tiempo. Las realidades extraviadas que se describen en las narra ciones de Schweblin ~como en hs de Kafla, a las que tanto se ascmejan en varios aspectos— muestran un grado relativamente elevado de abstraccién, como si buscara proporcionarle al lec- tor tan solo lo esencial (0 Jo importante, para recomas el giro recurtente de David) de la materia que se pretende contar. Por «sto son tan escasas las referencias expresas a lugares ~ciudades, barrios, calles, edificios— concrezos y reconocibles. No se nos dice cudl ese pueblo en el que se desarrollan los hechos omino- s0s de Distancia del rescate;o tinico relevante es mostrar, desde tuna perspectiva genérica, algo asi como una radiografia de los encubiertos horrores de la patria sojera. El hecho de que, en el cuento “Maar a un perro’, se mencione un puftado de calles de San Telmo y el puerto de Buenos Aires no sirve para impug- nar orelativizar lo que decimos: los lectores de este cuento a lo sumo se sorprendern de encontrar unas coordenadas ausentes ‘CAZADORES DE OCASOS 235 en las demds piezas de Péjaros en la boca. Podré objearse quizés que las geografias de Kentukis (2018) son mis explicitas, con esa altenancia vertiginosa entre una diversidad de escenarios de paises tales como Alemania, Canadé, Guatemala, México, Peri, Noruega o Venezuela. Pero plantear esto supondria no entender lo sustancial de una obra que rehuiye la biisqueda cempecinada de color local. En una novela que no pertenece al género del horror, se muestran algunos de los efectos contra- dictorios que tiene la tecnologfa sobre una humanidad en la gue posibilidades como las que ofrece la conexién global no significan necesariamente un progreso en el plano de la civili- zacién. El sentimiento que prevalece alo largo de esta novela se asemeja bastance al que express sintéticamente la narradora del cuento “Conservas": ‘No puedo entender cémo en un mundo en el que ocu- rren cosas que todavia me parecen maravillosas, como alguilar un coche en un pais y devolverlo en otro, des- congelar del freezer un pescado fresco que murié hace ‘reinta dias o pagar las cuentas sin moverse de casa, no pueda solucionarse un asunto tan trivial como un pe- gucfio cambio en la organizacién de los hechos.** Cruces “entre un peluche articulado y un teléfono’, los ken- tukis cran objetos aparentemeate simples: renfan “una cimara, tun pequefio parlante y una baterfa que duraba entre uno 0 dos dias dependiendo del uso” Aquel que tiene wn hentuki es el duefio de un mufieco -con aspecto de topo, conejo, cuervo, panda o dragén~ montado sobre ruedas que se mueve, ronro- rica, mira y escucha y, como los tamagotchis de hace un par 2 Scheblin, Samanta, Pajaro on Le bocey tos exentes. Buenos Aires: Random House, 2018, p. 19. 2 Schweblin, Samanta, Kentubis Buenos Aites: Random House, 2018, p.26. 236 MicuEL VEDA de décadas, querria fancionar como una suerte de mascota ar- tificial. Aquel que, en el otro extremo, es un kentuki, dispone de un cédigo que le permite observar y escuchar todo lo que registra la pantalla del muieco que le ha sido asignado de ma- nera aleacoria y andnima, asi como emitir ronroneos y reco- rer los espacios en los que el matieco se encuentra. La novela muestra una variedad de personajes y situaciones tipicos en un mundo en el cual las tecnologfas de la informacién son el sustituto degradado de una relacién humana ausente. El placer {que demuestran los personajes al comprar los keneukis, depo- sitando en esas mercancias la facultad de darles un sentido a sus vidas, oftece una imagen muy apropiada de la sustancia del consumismo contempordneo. Las impresiones que tiene uno de los personajes al abrir el paquere que acaba de comprar son Ja expresion misma de la falsa conciencia: “Olfa a tecnologia, plistico y algodén. ¥ habia algo emocionante en eso, [a dis- traccién milagrosa de desplegar cables nuevos y proljamente plegados, de arrancarles los celefanes a dos tipos distintos de adaptadores, de acariciar el pléstico sedoso del cargador”™* Si el placer de tener un kentuki suele ir asociado al deseo de sen- tirse observado y escuchado y al de cuidar de una mercancia {que remotamente se parece 2 un ser vivo, el de ser un keneuki viene a satisfacer todas las Fantasias voyearistas. Grigor sopesa de este modo las ventajas y desventajas que se derivan de ocu- par cada una de esas dos posiciones: No hacian falta sofisticados estudios de mercadotecnia, Grigor podia sacar sus propias conclusiones con solo un poco de sentido comin, Aunque los pros y los contra de elegir amos o kentukis nunca dejaban del todo claras las ventajas de cada bando. Poca gente estaba dispuesta aexponer su intimidad ante un desconocido, ya todo el mando le encantaba mirat. Comprar un dispositivo era "Ibid, p24. ‘CAZADORES DE OCASOS 237 obtener algo tangible que ocupaba en la casa un lugar real, era lo més parecide en el mercado a tener un robot hogarefios comprar un eédigo de conexién, en cambio, ra gasvar una suma importante de dinero a cambio de apenas dieciocho digites vireuales, con lo que le encan- taba ala gente sacar cosss nuevas de cajas sofsticadas.™?” El hecho de que este “robot hogarefio” no esté destinado a realizar trabajos materiales sino a funcionar como sucedé- neo de la relacién que las personas, en una sociedad menos alienada, buscarfan en orro ser humano o en un animal, dice mucho acerca de la sociabilidad de una época vida de disipar las capacidades intelectuales y los deseos de comunicacién en Ia forma degradada de las redes sociales, levando al paroxismo las reflexiones criticas de Pascal sobre el trasfondo barbaro del culko de la distraccién. Los kentukis ponen en evidencia, por un lado, el fundamento del consumismo: la elevacién de las mercancias al rango de divinidades dotadas del poder de otor- ‘gar una felicidad tan efimera que el comprador se ve compelido a repetir indefinidamente la ceremonia de la compra. Arrojar tuna mirada minimamente diseanciada a nuestra realidad co- tidiana deberia bastar para convencemos de lo que la teoria critica contempordnea confirma: que, una vez debilitados los impulsos revolucionarios de los aftos esenta, el neoliberalismo consiguié de manera eficiente canalizar las energias sociales en direccién al consumo, Harvey destacd en qué medida a cultu- ra postmodema y la neoliberalizacién econémica han impues- to una cultura basada sobre todo en el constmismo y en la exa- cerbacién del individualismo: y Jameson ha sefalado que “el consumismo (frecuentemente identificado como norteameri- canizacién, en referencia al superestado en el que se desarrollé bid. p.96. CE Harvey, David, Breve historia del nealiberalismo, pp. 50's 238 MIGUEL VEDDA su forma més pura)” es la forma que ha asumido en nuestro tiempo “la cosificacién mercandil’, que se ha convertido “en un fenémeno central en la ampliacién y expansién del capitalismo alrededor del mundo" Cabris preguntarse por qué la era del consumismo desenfrenado ha sido caractetizada a la vez como Iacra de la depresién: la econémica, pero también la personal No quetemos perdemos en el laberinto de esos debates sobre la mulkiplicacién de las depresiones en el mundo contemporéneo ‘que encuentran su lugar predestinado en los suplementos do- minicales, ls libros de autoayuda y los tale shows. Lo que nos imporea es resaltar la presencia recurrente de la depresién (y de personajes hondamente deprimidos) no solo en la literatura de nuestro tiempo, sino también, y ante todo, en la literatura de horror. Veremos lego cémo aparecen estas cuestiones, con tuna frecuencia y tn énfasis obsesivos, en las obras de Enriquez y Lamberti; lo que vemos en Schweblin es que la depresidn sue- le presentarse en sus narraciones como la contracara ominosa (yeriticamente aguda) del exitismo empresarial, del cretinismo consumista y del wishfid thinking politico que constituyen in- gredientes basicos de a filsa conciencia feliz neoliberal, siempre ficil de entusiasmar con la revohicin de los globos de colores y del s, se puede. La narradora de uno de los cuentos de Péjiaros en la boca dice cémmo le explieé su hermana en qué consisce la depresién: “Marcela me explieé que mam simplemente habia dejado de creer en las cosas, que eso era estar ‘deprimido} y te quitabalas ganas de todo, y tardaba en itse”** En contradiccién con los coacks neoliberales, los personajes deprimidos dejaron de creer en las cosas , a raiz de es9, las entienden mejor que los adeptos del pensamiento positivo. Uno de los personajes mas icidos (y més escépticos respeczo de las vireudes salvificas de los “robors hogarefios”) es, en Kentukis, Alina, una mujer que Jameson, Freee, Valencias del diac, p. 305, © Schweblin, Samanta, Péjaros en loca, . 35, CCAZADORES DE OCASOS 239 no tenfa “un plan, nada que ls soscuviera ni la provegiera. No tenia la certeza de conocerse asi misma ni tampoco sabia para qué estaba en este mundo" que era menos que el rabo de la «estrella para su pareja: un artista postmoderno exitoso que “iba de acd para alld con sus grandes xilografias monocrométicas, ‘abriendo el arte al pueblo; ‘levando tinea al alma, ‘un artisea con raices,[..] Ella era la mujer de él. La mujer del maestro, como la llamaban ahi en el pueblico de Vista Hermosa” Pero la sensacién de fracaso le permite arrojar sobre el mundo en cl que vive una mirada més hicida -més distanciada— que su marido: “no dejaba de mirarlo odo con [..] extraftexa,y de pre- sguntarse qué iba a hacer con su vida para que el fastidio y los celos no terminaran por desquiciarla’** En Alina afloran tanto Ja conciencia acerca de la imbecilidad de los kentukis como la voluntad de insurrecci6n: De qué se trataba esa estipida idea de los kentukis? 2Qué hacia toda esa gente circulando por pisos de casas ajenas, mirando cémo Ja otra mitad de la humanidad se cepillaba los dientes? :Por qué esta historia no se trataba de otra cosa? Por qué nadie confabulaba con los ken- tuukis tcamas realmente brurales? zPor qué las historias ‘ran tan pequefias, tan minuciosamente intimas, mez- Guinasyprevisibls? Tan dessperadamente humanas2™ Es también sugestivo que Kentukis se cierre con un pensa- miento de Alina, que se preganta a si misma, ‘con un miedo que casi podria quebrarl,sietaba de pie sobre un mundo del que realmente se pudiera escapar’” “Mi hermano Waleer ofrece una versién intensificada hasta lo grotesco de un sen- 2 Schweblin, Samanta, Ketubisp. 21. Ibid. 2 Thid, p.22: hs basadilas son nuesras Ibid, p. 190. bid, p. 221, 240 MIGUEL VEDDA tido comin optimista que, cn la Argentina reciente, encontrd expresiones politicas concretas: la historia trata menos de la depresién extrema del hermano del narrador, que del éxito y la alegria de una familia que parece extraer su vitalidad del melan- célico, en vista de que “cuanto més deprimido esta Walter més feliz se siente la gente que esté alrededor. Lo que hay que 1cep- tar, es verdad, es que desde que Walter est deprimido las cosas en la familia estin mejorando”* El climax es una fiesta en la ‘ual la familia, unida como una comunidad exitosa,festeja la legada del Afio Nuevo con abundancia de guienaldas y fuegos artifciales, en medio de los aplaasos y la risa de todo el pueblo. Solo durante un instante, el narrador se siente contagiado por la tristeza de su hermano y mira la fiesta de todos desde una perspectiva extrafada Entonces algo nuevo pasa: Walter se inclina hacia el piso yl levanta. Su movimiento me resulta ins6lito, me impide moverme, o decir nada. Walter mira la guimal- da, parece estudiarla con demasiada atencién, y por un ‘momento todo me parece confuso. Gris. Paralizado. Es solo un momento, porque enseguida mi hijo se la quica ¥ tegresa corriendo hacia su madre. Aunque reconozco el alivio, las piemas me tiemblan. Casi siento que po- driamos morir, todos, po- alguna razén, y no puedo de- jar de pensar en qué es lo que le pasa 2 Walter, en qué es lo que podsia ser ran tersible>” Ni este cuento ni Kentwkis pertenecen a la literatura de horror. Sin embargo, uno de sus propésitos es que tomemos conciencia sobre algunos espantos recientes muy especificos. Diego Sculzwark describié la trayectoria de la gestién ideol6- gica neoliberal en Argentina, durante los ilsimos afios, como *Schoeblin, Samanta, Pijarac ola boce,p. 92. bid. p96 CAZADORES DE OCASOS 241 cl pasaje desde una “etapa optimista o voluntarista, en que se buscaba operar “por medio del coaching” a otra en que, “tas Ia pérdida del control sobre los equilibrios sociales bisicos se resaltan sus rasgos fascistas’?” En su propuesta de nueva alian- za entre “economia de mercado, psicologias positivas y nuevas tecnologias;?" el macrismo temprano se apoyé en un “tipo de afectivismo propiamente neoliberal, dominado por ideas como ‘entusiasmo’ y ‘felicidad’; esta estrategia, que “se nutre de los lenguajes de la contraculeura de los afios sesenta, del rock, del psicoanilisis y del new age" ~en otras palabras: de un ceclecticismo de rasgos tipicamente postmodernos-, propicié tun particular modelo de inteleczual El intelectual de este nuevo saber vivir yano se dedicaria, a denunciar las trampas que anidan en la estructura s0- cial, sino a promocionar sus oportunidades. La adecua- cin entre modo de vida y realidad llega a ser perfecta, y el pensador pasa a ser uns suerte de coach de las disposi- ciones acticudinales paraaleanzar el éviea.2 La politica del caaching podia funcionar como la versién co- sregida y aggiornada de aquel buenismo alfonsinista que en la década de 1980 se habla consuscanciado tan eficazmente con la identidad argentina de clase media, ahora entendida como Je alternativa espiritualizada frente a la patria planer, Con al- gunos afiadidos: entre ellos, el proyecto de modificar ciertos supuestos lugares comunes de la asf llamada mentalidad argen- tina; entre ellos, el que dice que los pobres tienen razén fiente a los ricos. Esta estrategia buseé combinar, como sefala Javier ‘Trimboli, “una serie de dispositivos eécnicos, comunicaciona- ®°Seulzwatk, Diego, La ofesia sensible Neliberlione, populism y el so de lo politico. Buenos Aires: Caja Negra, 2013, p. 39. bid p. 71 Ibid 9.73, Pibid, 242 (MIGUEL VEDDA les y econdmicos [...]. En términos politicos clisicos, lo més novedoso radica en que en las nuevas circunstancias la ‘pasién, burguesa, si es que hay algo as, por una vez no tiene término seguro de oposicin y superacibn. Se erige en monélogo, sin sepuleurero. En su raid victorioso habia penetrado hasta en lo mis ‘Sagrado, alli donde se habian forjado sus antagonistas” En la medida en que pretende ser buenista, la “conciencia bur- gucsa” se vuelve “magnénima, multicultural, dispuesta a todas las palabras y a todas las lecturas,irdnica respecto de si misma, con capacidad de reconocer ¢ incorporara las minorfas, antiau- toritaria yvilipendiadora del Estado" El fracaso ostensible de cesta estrategia ideolégica, de la mano del colapso econémico, derivé en el giro fascistizante que viene percibiéndose reciente- ‘mente tanto en la retdrica macrista como en las bases que con «lla se identifican: las téenicas de Durdn Barba tenfan que ser reemplazadas por el barroquismo discursivo de Patricia Bull- rich o Miguel Angel Pichetto, por la cimentacién de a “doctri- na Chocahar”2"y la galvanizacién de las sensibilidades todavia vigentes frente a las violaciones a los derechos humanos. A fin de cuentas, no tiene por qué parecer extrafio que el colapso del intento para desactivar la aversidn a los representantes del es- *Tuimboli, Javier. Sublunan Enereehirchneriono ye revluciin. Buenos ‘Ases: Cuarenta Rios, 2017, p61 Pd, 2¥En diciembre de 2017, el ageme de poicia Luis Chocobar maré por la espalda a Pablo Kuboc, que hia luego de haber asaltado y aputala- do aun eurista exadounidense en La Boca. Chocobar fue juzgado por homicidio agravado por a wlzacié de un arma de fuego en exceso del ccumplimiento del deber,segin deverminé la Corte Suprema de Justicia. ‘Mauricio Macs y la enconces ministra de Justicia, Paccia Bullich, de- fendieron elcomportamiento del policiy se apeyaron en él para impulsar ‘un prorocolo de seguridad que habiltab alas fuereasfederalesa disparat sin dar la voz de alto, algo que fue comprensiblemente denunciado, por organismos de derechos humanos como un grave retroceso en materia de respeto de las garantasindividuales ya vigencia del Estado de Derecho. (CAZADORES DE OCASOS 243 tablishment econdmico y para mostrarlos pablicamente como nuestros potenciales salvadores haya sido bruscamente releva- do, como indicé Diego Tatién, por la irrupcién “en el lenguaje piiblico de un fascismo social —que en los lkimos afios habia estado culturalmente inhibido-, el desprecio de clase, el deseo de venganze y la indiferencia por los que menos ticnen’ lo que haa llevado “a la Argentina a sacar lo peor de si72” Las politicas de insensibilizacién frente a la posible expansién del corona- virus, en el preciso momento en que escribimos esta frase, por parte de referentes de las “nuevas” derechas argentinas son la expresién actual més concrera de este viraje, unidas al horror escandalizado de estos politicos ante la posibilidad de que la atencidn a las vidas -ligada a la continuacién de la cuarente- na~ signifique un dafo para la economia. La etapa optimisea de nuestro iltimo cielo neoliberal reciente fue vitalista: su coa- ching se aproximaba “al s{ntoma para modularlo, guiando los «stados animicos hacia un cierto equilibrio estable, evitando la caida en las pasiones crises"; a a ves, convagraba “un vitals ‘mo del capital que confina la eveluacién de los modos de vida dentro de los limites de la todopoderosa dindmica de la valori- zacién del capital"? En la fase actual, el discurso neoliberal, ‘opositor y bonapartista, ha abandonado las sonisas joviales para avanzar hacia un enamoramiento con la muerte que ha sido histéricamente un signo distintivo de los programas fas- cistas. La vitalidad que acrualmente se promueve desde el PRO lisa y Ianamente la del capital, que ya aparece de manera mis abierta como lo que es, es decir: como esa fuerza mucr- +4 que solo se reanima para succionar trabajo vivo, y que vive més cuanta mds vida succiona.”” Lo que estamos viendo en el 2” Tatiin, Diego, Lo que no cae. Bticore dela resisenca. Buenos Rites: Caarenta Rios, 2019, p.24. *Sealzwark, Diego, La ofensve semble pp. 7A ys. °° Marx Kal, El capital vol. U1, pp.279 244 MIGUEL VEDDA Brasil de Bolsonaro o en el macrismo es la confirmacién de las palabras de Kracauer: “Detrés del rumulto de la propaganda totalitaria asoma una calavera’® Serfa oporeuno volver una v=z mas sobre las conexiones en- tre el consumismo y las decadentes versiones neoliberales de las filosofias de la vida. Stulzwark deseacé el modo en que los ciclos progresistas de Latinoamérica, al colocaren el centro de sus programas la voluntad de inclusion mediante el consumo, permitieron inconscientemente que emergieran conciencias ‘modeladas por el sentido comin neoliberal y sus utopias per- sonalistas: “Las micropoliticas neoliberales crecieron en la re- gién al calor del estimulo del consumo, de manera tal que las mismas iniciativas que sostenian los ingresos de la poblacién pobre y trabajadora modelizaban aspiraciones y expectativas propias del régimen de individuaci6n neoliberal’ A finales de la década de 2000 podiamos percibir con fandados temores cl entusiasmo con que algunos sectores de la izquierda brasile- fia celebraban la creacidn de rina neva clase media que ~como se decia en aquellos afios~ estaba empezando a consumir, dicho de otro modo: estaba empezando a descubrir las sedueciones del populismo de libre mercaéo neoliberal. Un analisis de es- 10s procesos ayudaria a responder la pregunta, inquietante para tantos dirigentes y militantes del MAS, del PT o del kirch- nerismo, de por qué unos sectores populares que habfan sido favorecidos por los programas de inclusién social terminaron vorando a partidos (0 apoyando golpes) que habrian de aplicar modelos neoliberales. Alguien objerard quizés que estamos ha- blando ahora de las clases popalares y no estrictamente de los sectores medios. Pero es preciso recordar que la clase media es ante todo una identidad, y que, como informa Adamovsky, ya a mediados de la década de 1990 casi la mitad de las personas “Kracauer Siegliied Toaltare Propaganda, p. 156. *: Sealawark, Diego, La ofensiva sensible, p. 100. CCAZADORES DE OCASOS 245 pertenecientes alos sectores més pobres se definia como de cla- se media.” Este comportamiento autodestructivo pertenece a la-esencia misma de una érica neoliberal -si es posible emplear una férmula tan cercana al oximoron= que, como venimos di- ciendo desde un principio, cuenta entre sus mayores logrosel de propiciar, entre los sectores mas desfavorecidos por las politicas de ajuste, una identificacién con los intereses y con el presunto charme de los més poderosos. Aludimos ya a la manipulacién dela concicncia de clase media como una estrategia tipicamen- te contrainsurgente en varias coyanturas clave del siglo XX. Y los sectores medios que en 2008 agitaron las cacerolas en apoyo alos grandes empresarios del campo vuelven a aparecer en estas ‘mismas semanas, cuando en ciertos battios de Buenos Aires se cacerolea para exigit a interrupeién de una cuarentena que sal- vva vidas, pero perjudica a los grandes capitales. Para conseguir apoyo, los propagandistas de la ovosicién neoliberal no dejan de apelar a los deseos de los ciudadanos a fin de pedir que se re- activen los grandes centros de la distraccién: que se reabran los shoppingsy que, una vez abierto ese sésamo maravilloso, vuelva «ser posible proveerse de nuevos kentukis. 4. Entre el reencantamiento del mundo contemporineo y la desmiificacién critica: lasnarraciones de Mariana Enriquez ‘Lomis grande yl fimo, los seres que andan rodando por fuera de todo, esperando una ocasién, bohemios, gente sin case ni hogar vagabundos de encrucjadas los ‘que duermen denoexe en un deserto de casas, sin otro ‘echo que ls nubes fas del cielo, oe que le piden adi so el pan al azary no al trabajo, los desconacides de a mise y dela nada, con os bazos desnados, con los pes desnados, pertenecen al dstarbio, Viewor Hugo, Lar mixerables % Adamovaly, Ezequiel, Historia de leclate media argentina, p. 423. 246 MIGUEL VEDA Dijimos que la literatura de Schweblin, con su gran capaci- dad de condensacién, busca ofrecer Ia sustancia de la materia que se propone narrar. La de Mariana Enriquez, en cambio, se mantiene apegada de manera mucho mas concreta a la su- perficie de la realidad: se interesa en caracterizar los pueblos, las ciudades, los bartios, las calles, las casas: el modo particular ‘en que los personajes se visten, se peinan o hablan: sus gustos musicales sus fantasias erdticas; sus motivos de entusiasmo y, Sobre todo, las razones para su depresi6n. En particular, en Enriquez son mucho mds visbles que en Schweblin las mar- cas de la historia; una histori que remite a épocas y aconteci- rmientos més 0 menos identificables del pasado reciente. En esa medida, sus narraciones representan de manera mds auténtica esa confluencia de navuralismo y horror ~extraiio 0 sobrenatu- ral- que alcanz6 una vigencia y una popularidad can intensas a partir de los primeros grandes bestsellers de Stephen King. ‘Aunque fiel a tradiciones antiguas en el horror literario, En- siquez tiene la habilidad de capturar una serie de inquietudes yy semores arraigados en la Argentina de las tikimas décadas. Un doble movimiento que advertimos en sus obras es, por un lado, la recuperacién de un imaginario del interior de nuestro pais (para decirlo més breverente: del campo), como el espa- cio ominoso en el que rigen una magia o un mal ancestrales gue hacen valer sus derechos frente a tunos personajes mode- lados ~en la mayoria de los casos- por la Modernidad urba- na. El otro, més provocador, consiste en imaginar las grandes ciudades ~y, sobre todo, Buenos Aires~ como una superficie de triviales creencias y rutinas que esti recortida por grietas desde las cuales aflora, ocasionalmente, un sustrato siniestro.*® tl pasado (para la concienia ordinaria urbana literior) puede jeer ant infleaca en cunts retomo de lo repimido, eto se explica porque ls cadads en esto pis, no fueron emergentes del desarcollo cultura, polico oecondmico deun pueblo, sino desacamentos colon Jes, puntas de lanza del dominic exanjeco, balsares desde donde af CCAZADORES 3E OCASOS 247 Que el horror argentino se encuentre provocado por el campo es simplemente esperable en vista, no solo de la presencia cen- tral que los medios rurales ocupzron en el gético internacional desde muy temprano, sino ante todo de las significaciones que cl campo ha Ilegado a tener en nuestra historia, como escena- rio de una barbarie que la tradicién liberal decimonénica y sus versiones posteriores se empefiaron en asociar con la rusticidad rebelde del indio, del gaucho, del candillo 0 de la montonera. ‘No menos importantes para nuestros asuntos son, como ya vie ‘mos, las operaciones de clasficaciin que wna identidad de clase media consolidada, inicialmente, como reaccién al peronismo practicé con los cabecitas negras los negros, aquellos invasores gue encaman lo Orro de la civikzacién. Coneebidos, segin el «aso, como animales, monstruos o demonios, los negros inspi- raron una imagineria enlazada a una barbarie que, lejos de ha- ber sido sometida y aniquilada, ha traido sus terrores al mundo urbano, En “Las puertas del cielo”, Cortézar consiguié darle, a Ja liceratura argentina de horror (y ala literatura tut cous) un nuevo estremecimiento al establecer una original afinidad elec- tivaentre el teror espectral y el modo en que nuestros sectores medios concemplan, con esa mezcla de fascinacién y espanto que es propia de todos los tabiies y de la experiencia elemen- tal del asco, las formas de vida de los cabecitas negras (en el cuento de Corcézar: las monstruas). Los hechos del cuento son conocides: el dactor Marcelo, que narra la historia en primera persona, se detiene a describir, con codo detalle y con abun- dancia de subjetivemas, los elementos a su juicio inaceprables de esas clases monstruasas en cuyo seno aparece el fantasma: los +asgos achinados, la piel oscura la vestimenta vulgar, las tineu- ras de rubios chillones en las mujeres los jopos delos hombres, l vocabulario y la sintaxis, la dadosa higiene, la sumisién, la amar y gesionar la superioridad de case, érnica y euler” (Adamovsky, Ezequiel Hioria de la Argentina, p19) 248 MIGUEL VeDDA ignorancia. Pero este mismo sujeto que desprecia a los “mons- suas" se siente unido a ellos como por efecto de una seduccién hipndtica: Marcelo no puede dejar de visitar los lugares fre- ccuentados por los Otros: los boliches (el “Palace Santa Fe"), los prostibulos: incluso la casa de Celina y Mauro, de quienes es "amigo", y a quienes considera en realidad con atencién de entomélogo. Desde la perspectiva de Mercelo ~desde la perspectiva de la identidad de clase media en la Argentina de comienzos de los cincuenta-, las cabecitas negra: son lo siniestro, en concordancia con la definicién de Schelling que Freud cita en su ensayo: “Se Uama woheimlich a todo lo que estando destinado a permane- ceren el secrete, en lo oeult [ba salido a la luz" Cicamos anteriormente un comentario de Adamovsky que decta que, con el peronismo, todo aquello que habia sido invisibilizado, silenciado o reprimido por la cultura dominante se habia he- cho presente.”** Buena parte de la efectividad de lo fantastico en Bestiario (1951) tiene que ver con que los horrores externos gue desestabilizan a los personajes son una suerte de correla- +0 objetivo para lo que sucede en el interior de estos. Asi lo ‘vemos en “Cefalea’, donde las mancspias son una proyeccién externa de las migrafias: “El créneo comprime el cerebro como tun casco de acero [..] Algo viviente camina en circulo dentro de la cabeza, (Entonces la casa ¢s nuestra cabeza, fa sentimos rondada, cada ventana es una oreja contra el aullar de las man- cuspias abt afiera)’2* La narrativa de Enriquez es, en este y en algunos otros sentidos, una continuacién de la de Cortizar. Freud, Sigmund, “Lo ominoso En: -, Obras completas XVIL.De la isori de ara neurasisnfeily eras obrat (1917-1919), Trad de José. Ercheverry, Ordenam, coment. ynotas de James Strichey. Buenos Aires! Amorrorca, 1992, pp. 215-251; aqui, p. 224. CE lanota 228. °% Corizar, Julio, Cuentos complies I. Buenos Aires: Punco de Leccura, 2004, p- 194. Las basadillasson nuestra. CAZADORES DE OCASOS 249 Pero también supone la recuperacién de una estrategia que se remonta a las erapas iniciales de la literatura de masas. Los _Misteros de Paris (1842-3) fueron el primer suceso en la histo tia del folletin, La novela de Sue resulta hoy casi incolerable y Jeerla integramente supone un gercicio de paciencia cai ticé- nico para el lector. Lo fundamental en esta obra, que inspiré a multitud de autores (entre ellos al Hugo de Los miserablesy al Dumas de Los mohicanas de Paris) es su contribucién espectfica a la conversién de Paris en uno de los mayores mitos del siglo ‘XIX. Con las Leatherstocking Teles (1827-41), James Fenimo- re Cooper habia mitificado el bosque norteamericano; Sue se propone trasponer los experimentos de Cooper a la capical francesa presentandola como un escenario salvaje, tanto o mis peligroso que las praderas de El ihimo de los mohicanos (1826) © El cazador de cervas (1841) La idea de Sue, notablemente amis productiva que su ejecucién morosa, aparece resummida en Jas primeras paginas, que estan entre las mejores de la novela: ‘Todo el mundo ha leido las admirables piginas en las. cuales Cooper, el Walter Score americano, ha trazado las costumbres feroces de los salvajes, su lengua pinto- Fesca, poética, las mil astacias con ayuda de las cuales ellos huyen de sus enemigos o los persiguen. [.] Inten- taremos presentar ante los ojos del lector algunos episo- dios de la vida de otros bérbaros que se encuencran tan faera de a civlizacién como las hordas salvaje can bien pintadas por Cooper. / Solo que los barbaros de los que hhablamos estin en medio de nosotros; podemos rozat- rnos con ellos si nos aventaramos en las guaridas en les gue viven, donde se reiinen para organizar cl asesinaco, el robo, para repartirse finalmente los despojos de sus victimas.*” * Suc, Eugine, Les Mytérs de Pars Inexod, de Armand Lanoux, Prefi- ‘io de Francis Lacassin, Paris: Lafont, 1989, p. 31. 250 MIGUEL VEDDA La imaginacién que conjura Sue es la de lo noctumo y lo subterréneo: la Paris diurna, como bella apariencia, puede irra- diar todo el esplendor que destaca a una de las mas podero- sas capitales del alto capitalismo. Pero, por las noches, desde antros subterrineos emergen a fa superficie figuras monstruo- sas: un lumpemproletariado que, a diferencia de los salvajes de Cooper, no comete sus atzocidades en regiones exéticas, sino en el centro urbano de la Europa civilizada: son algo secreto que ha salido a la luz, y el autor se presenta a s{ mismo como el encargado de traducirles los cédigos enigmaticos de los himpe- nes a unos lectores idealmenteasociados con la pulcra decencia de las clases medias, ya que esos “hombres tienen coscumbres propias, mujeres propias, un lenguaje propios un lenguaje mis- terioso, lleno de imagenes Fansstas, de metéforas que chorrean sangre” El narrador de Sue apela tanto a los sentimientos de repulsi6n como a los de atraccién del lector contemporineo para que este lo acompafie en “la excursin que le proponemos emprender entre los nacurales de esta raza infernal que pue- bla las prisiones, los presidios, y cuya sangre batia de rojo los cadalsos... eal vez el lector quiera seguimnos.™® A ciento cin cuenta afios de distancia, Enriquez propone una visién de la gran ciudad que muesera semejanzas con la de Sue. Esti alli la visidn de la Buenos Aires postmoderna como una superficie ~aguella que se corresponde con el buen sentido de los sectores medios portefios— bajo la cual pululan los himpenes: acaso los, monstrios que mds percurbar: a la conciencia de clase media y que encontraron algunas de sus expresiones literarias mas tem- pranas (y eficaces) en la literatura argentina en Robereo Ari. Escin presences también en este unos narradores que ofician de intérpretes entre ef mundo lumpen los precepros morales del lector medio ~en términos de Arle: entre los ex hombres y los Bid "Ibid. p.32. (CAZADORES DE OCASOS 251 pequefios propictarios~. El nartador de “Las fieras” confiesa: “a pesar de haberme mezelado con los de abajo, jams hombre alguno ha vivido més aislado entre estas fieras que yo. Ain no he podido fundirme con ellos, lo cual no me impide sonreir cuando alguna de estas bestas[..] comete una salvajada intl, por el solo gusto de jactarse de kaberla realizado” y, al final de El juguete rabioso, Aster delata al Rengo para demostrar que no es lo mismo que él. La logica sacrificial, que, como ya dijimos, cumple una funci6n esencial en la literatura de ma- sas, es develada por Arlt de un modo demasiado brutal como para resultar evasivo, Masorta mostré ya que los protagonistas (casi diriamos: los mediadore) aeltianos “se evaden a la vez de la clase a la que pertenecen y dela zona de humillacién y de ‘mal para clevarse por encima de elas. Estos humillados, que ‘pervenecen por su extraccién a laclase media, se alejan de ellae intentan convertirse al lumpemproletariado, pero no terminan de hacerlo” Sutilmente descubre Masorra que esta existen- cia desarraigada, lotance les otorga a estos personajes una fan- tdstica espectralidad: “permanecen en el aire, son fantasmas, emanaciones; a fuerza de querer hundisse en lo real no con- siguen més que trepar hacia el expititu’?” Por lo general, los narradores de Enriquez se encuentran més alejados que los de Ad del universo de los kimpenes, pero lo bastante cerca para poder explicarlos ante el piblico decente. O para poder con- sustanciarse, al menos hasta cierto punto, con un saber y una experiencia provincianos que les resultan ajenos alos portetios “puros’. Vemos en “EI chico sucio” una construccién acorde con la de Sue: el barrio de Conseirucién tiene en el cuento un, papel parecido al de la zona del Palacio de Justicia en Sue: es la ®* Atk, Roberto, “Las frat: En:~, Obre completa, 3 vos. Basnos Airs Planeta / Carlos Lohlé vol. 2, pp. 249-259; aqui, pp. 249 "Atk, Roberto, Sexo y taicién en Roberto Arle. Prél. de Luis Gustin, Buenos Aires: Ecema Cadencia, 2008, p 56. Ibid, 252 MIGUEL VEDA, sede delaexclusién, de a aventura, del mal. En una ciudad que, “salvo por las villas de la periferia, esta mas rica, mas amable, incensa y enorme, pero fil para vivie” (B 11): Consticucién, en cambio, “no es ficily es hermoso, con todos esos rincones gue alguna vez fueron lujosos, como templos abandonados y ‘vueltos a ocupar por ingieles que ni siquiera saben que, entre estas paredes, alguna vez se escucharon alabanzas @ viejos dio- ses’ La narradora sabe que, para los iniciados, como la pradera para los cazadores y mohicanos de Cooper, se trata de una es- pesura peligrosa, pero legible (“Hay algunas claves para poder ‘moverse con tranquilidad en este barrio y yo las manejo perfec- tamente”); comprende e6mo ydénde cigcular, maneja suficien- emente el argor, los gestos y los tabties. Ensaya unos cautelosos acercamientos ala marginalidad que no se arriesgarfan a probar exponentes més convencionales de los sectores medios ~entre ellos, su propia madres pero una y otra vez se le hace notar la discancia que la separa del sudmundo. Como le dicen en una ‘ocasién: “Qué sabrés vos de le que pasa en serio por acd, mami- ta. Vos vivis acé, pero sos de otro mundo” (B 14), La narradora siente que el comentario tiene “un poco de razén, aunque me molesta escucharlo asi, me molesta que ella, ran sinceramente, me ubique en mi lugar, la majer de clase media que cxee ser desafiante porque decidi vivir en el barrio més peligroso de Buenos Aires’ El eje de toda la faseinacién y el asco de Ja narradora es el chico sucio, un nifio que vive sobre una pila de colchones con su madre embarazada, una mujer que nunca “se mueve de la esquina y desde abi pide plata con una voz higubre y monéto- na’ (B I2ys). La madre representa tinicamente el horror: “No A partir de agus meres preedidos por A remiten alas piginas Ae Les pelges de mar en a cams (Baeelona: Anagrama, 2016): que estén precedidos or Bas de Las cose gue perdimes cone rg (Bace- Jonas Anagrams, 2019) CCAZADORES DE OCASOS 253 solo por su irresponsabilidad, porque fuma paco y la ceniza le

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