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Sigmund Freud: El malestar de la

cultura.
Cultura y civilización:
represión, culpa, expiación.
Centro Eleia. Seminario: Tiempo y expiación.
Marco Julio Robles Santoyo.
Otoño, 2023.

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Acerca del texto
En El malestar de la cultura, publicado en 1930, Sigmund Freud (1856-1939), presenta, a lo largo de ocho
capítulos, una concepción de la cultura que comparte ciertos vínculos con definiciones previas del mismo
término elaboradas en textos tanto filosóficos, como científicos y poéticos, por ejemplo: Odisea de
Homero, El banquete de Platón, El leviatán de Thomas Hobbes y algunos de los discursos de J.J.
Rousseau, entre otros. Sin embargo, el rasgo distintivo de su aproximación al problema de la cultura es que
comprende el proceso cultural desde la teoría psicoanalítica, lo cual implica que términos como: yo,
súper-yo, ello, pulsión, instinto, mundo exterior-yo, mismidad, inconsciente, huella mnémica,
represión, culpa y remordimiento se vean involucrados en una concepción de la “idea de cultura” que no
comparte familiaridad alguna con la que defendieron, por otra parte, los pensadores ilustrados (tanto
franceses como alemanes) en tanto que acumulación de conocimientos y saberes en los primeros, y
atreverse a pensar y forjarse a sí mismo en los segundos; ni tampoco con la idea marxista de cultura ligada,
primordialmente, a la enajenación del trabajo y los medios de subsistencia, ni a las éticas de la “otredad”
elaboradas en el siglo XX, en donde la cultura arraigaría en la posibilidad de observar humanamente al
prójimo, en la medida de que esa mirada “noble” hacia los otros, es considerada privilegio de aquel ser
humano que se ha elevado por encima de su egoísmo y su naturaleza pasional.

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Síntesis del desarrollo
El desarrollo mediante el cual Freud nos conduce desde el sentimiento de lo oceánico hasta la
consideración acerca de la cultura como un proceso que descansa sobre la represión de los sujetos,
comienza con la examinación del ya mencionado “sentimiento oceánico”, el cual le es referido a Freud,
en correspondencia privada, por su amigo Romain Rolland. En la carta señalada, Rolland vincula el
sentimiento de lo oceánico con las necesidades religiosas; pero Freud no está dispuesto a admitir una
aleación entre esos dos términos sin una debida investigación psicoanalítica.
El avance crítico en este caso, como en muchos otros momentos del desarrollo del texto, es mediante
división. A menudo nos encontramos con díadas: yo-mundo exterior; instintos de autoconservación-
instintos erótico-libidinales; pulsión de vida-pulsión de muerte; unión-separación; placer-displacer;
principio del placer-principio de realidad. Así pues, por un lado tenemos el sentimiento de lo oceánico y
por otro las necesidades religiosas. Dado que Freud no naturaliza el sentimiento de lo oceánico como un
sentimiento que se le da al hombre de modo innato, y dado, también, que exige una explicación de ciertos
fenómenos de la vida a partir de las configuraciones psíquicas, resuelve, por tanto, que esta experiencia
tan particular de lo “oceánico” puede obedecer al anhelo, de ciertos sujetos, por regresar al origen, al
útero materno, a ese punto espacial en el que una sustancia mínima se víncula con una sustancia mayor
que lo envuelve.

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Síntesis del desarrollo
No debemos pasar por alto que Freud, antes de ofrecer esta respuesta hipotética, aclaró que desde la
óptica del psicoanálisis, ningún sentimiento puede proceder de fuentes que excedan la relación del yo y
sus límites con el mundo exterior, por ello, en la ya citada obra, señala: «...hemos de decirnos que este
sentido yoico del adulto no puede haber sido el mismo desde el principio, sino que debe haber sufrido
una evolución. [...] El lactante aún no distingue su yo del mundo exterior como fuente de las emociones
que le llegan. Gradualmente lo aprende por los estímulos que experimenta». (2014, p. 71). La relación de
este sentido yoico y el mundo es, pues, una relación dinámica, pero de esta relación no sólo se adquieren
los límites de la mismidad sino que nuestra relación con el mundo exterior implica, también, el
acontecimiento psíquico que Freud denomina: huella mnémica, pues su hipótesis de conformación del
aparato psíquico contempla como elemento fundante la persistencia de las experiencias de los sujetos
(todas, absolutamente todas) en huellas mnémicas que perviven en el aparato psíquico de modo
indeleble, mismas que no son instancias susceptibles de descripción, de ahí que ni la comparación con
los vestigios arquitectónicos ni la analogía con el desarrollo fisiológico del cuerpo humano sean recursos
válidos para exponer su auténtica esencia, es el mismo Freud quien, en El malestar de la cultura,
precisa la naturaleza peculiar de dichas instancias del siguiente modo: «Nuestro intento parece ser un
juego vano; su única justificación es la de mostrarnos cuán lejos nos encontramos de poder captar las
características de la vida psíquica mediante la representación descriptiva». (2014, p. 66). .

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Síntesis del desarrollo
La discusión sobre el sentimiento oceánico como un entramado que se relaciona con la gestación, concluye
con la aseveración de que tales sentimientos pueden estar presentes en ciertas personas, pero, ahora, el
punto de focalización ha de desplazarse hacia cómo el hombre que lo experimenta lo vincula con las
necesidades religiosas, Freud señala este desplazamiento al afirmar que: «...estamos plenamente dispuestos
a aceptar que en muchos seres existe un sentimiento oceánico, que nos inclinamos a reducir a una fase
temprana del sentimiento yoico; pero entonces se nos plantea una nueva cuestión: ¿qué pretensiones puede
alegar ese sentimiento para ser aceptado como fuente de las necesidades religiosas?» (2014, p. 67).
La vinculación entre lo oceánico y lo religioso se da, según se explica en las siguientes páginas de la obra,
en una fase posterior del desarrollo del sujeto. Sigmund Freud postula la hipótesis de que la figura del padre,
tan importante en la infancia como dique que representa la autoridad, pero que también brinda protección,
será sustituida después por el pater creador que en términos cósmicos cumple un propósito análogo. De
esta manera lo oceánico se vincula con lo religioso; se trata, tal como vemos, de dos momentos distintos, de
dos huellas mnémicas que encuentran su consumación en el hombre que al experimentar tales sentimientos
y al encontrar en la religión una respuesta, satisface esta necesidad. La religión, además, brinda respuestas a
las situaciones límite en la que los hombres se ven arrojados a la desesperación existencial y ontológica. A
partir de esta idea de la religión como consuelo ante el dolor se desprende el siguiente punto medular de su
avance hacia la cultura como represión y como mecanismo de culpa introyectada. Nos referimos al problema
de la felicidad y el placer.

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Síntesis del desarrollo
La búsqueda de la felicidad y el placer como uno de los rasgos que definen el ser y actuar de los hombres en el
mundo, es una cuestión explorada con suficiencia en la tradición occidental antes de que Freud la repitiera
prácticamente sin ninguna modificación. Aristóteles en su Ética a Nicómaco declara que todos los hombres buscan la
máxima felicidad posible, pero que la búsqueda del bien personal o individual no puede estar por encima del bien
común, por ejemplo, el bien de los ciudadanos, en general, al interior de una Polis. Si lo observamos con cuidado son
consideraciones semejantes a las planteadas por Freud, cedemos parte de nuestra libertad con el propósito de
obtener un bien del que todos los agregados a la comunidad pueden disfrutar: seguridad. Por ello, Freud afirma que
«el hombre civilizado ha trocado una parte de posible felicidad, por su seguridad» (2014, p. 115). Nótese que define
al hombre como civilizado, no como culto, porque Freud considera que la posibilidad de la civilización descansa
sobre el proceso cultural, parecen semejantes pero no lo son, la cultura posibilita la civilización, entendida esta última
como el ambiente organizado que germina sobre la represión que el proceso cultural implica; así la civilización se verá
constantemente amenazada por los hombres mismos, esos seres volitivos que desean que sus inclinaciones se vean
satisfechas, además que de modo natural poseen tendencias agresivas, tendencias que separan: «La existencia de tales
tendencias agresivas, que podemos percibir en nosotros mismos y cuya existencia suponemos con toda razón en el
prójimo, es el factor que perturba nuestra relación con los semejantes, imponiendo a la cultura tal despliegue de
preceptos. Debido a esta primordial hostilidad entre los hombres, la sociedad civilizada se ve constantemente al borde
de la desintegración». (2014, p. 111). La cultura es el proceso que logra controlar a los seres humanos mediante
represión y la civilización es la construcción humana que se elabora con y a partir de sujetos que han cedido parte de
su libertad y de su felicidad desmedida en aras de un orden que les proporciona seguridad y cierta holganza. La
relación entre estos dos términos es íntima, pero no son sinónimos ni puede reducirse el uno al otro.

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Síntesis del desarrollo
Toda vez que hemos admitido que la agresividad es un rasgo inherente al ser humano y que el proceso
cultural limita dichas tendencias, hemos de admitir que la contención cultural debe darse de un modo
certero en aras de que la civilización no se tambalee sobre sus propios cimientos de cuánto en cuánto, para
ello la represión de estas tendencias debe estar introyectada en el sujeto de tal suerte que deje de necesitar
una mano que lo controle. Esa posible mano que lo detiene es la conciencia moral ligada al súper-yo, ¿por
qué no se identifican?, según nuestro modo de entenderlo, no hay identidad entre ellas porque la
conciencia moral es cambiante de acuerdo al contexto histórico, características del propio sujeto,
creencias y conocimientos, entre otros factores, pero la instancia psíquica del súper-yo seguirá presente
en los sujetos con independencia de cuáles sean los valores específicos que la conciencia moral reconoce
como válidos. El súper-yo vigila las acciones, pensamientos y deseos del yo con tal celo y persistencia que
no es necesario otro mecanismo de regulación en el sujeto, salvo la aceptación social y los límites jurídicos.
El Yo, por su parte, es la instancia psíquica consciente de sus relaciones con el mundo en el registro de lo
real. Por su parte el Ello estaría ligado a los deseos instintivos; mientras que el Inconsciente es formulado
como la instancia psíquica en la que están depositados el Ello, pero también las represiones, las huellas
mnémicas, la culpa, etcétera. El inconsciente es más amplio que el Ello, pues lo abarca y lo excede.

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Síntesis del desarrollo
El proceso cultural es un movimiento de represión, pero tal como lo señalamos en las líneas
precedentes, la represión opera en el sujeto de modo subrepticio, es tan silencioso que el proceso ya
no es evidente a nuestros ojos en tanto que sujetos históricos. Por ello, Freud sugiere que el
sentimiento de culpa se introyecta antes en los sujetos y una vez formulado en la interioridad se
elabora la conciencia moral que el súper-yo siempre tiene presente para celar nuestras acciones.
La culpa se introyecta de dos maneras: Angustia ante la autoridad y angustia ante el castigo. Una vez
formulada, la conciencia moral nos indica qué hacer y qué evitar con el propósito de alejarnos de tales
angustias. Al concluir este proceso el sujeto está listo para congregarse con otros sujetos igualmente
civilizados mediante vínculos libidinales, (no deben ser artificiales porque son débiles, susceptibles de
quebrantarse), sino de identificación y aglutinación erótica. A tal unión Freud la llama: Masa.

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Apoyo referencial
Masa y vínculos libidinales. «Dado que la cultura obedece a una pulsión erótica interior que la
obliga a unir a los hombres en una masa íntimamente amalgamada, sólo puede alcanzar este
objetivo mediante la constante y progresiva acentuación del sentimiento de culpabilidad. El
proceso que comenzó en relación con el padre concluye en relación de la masa». (Freud, 2014, p.
135).

Amenazas a la civilización y necesidad de la cultura. «La cultura domina la peligrosa inclinación


agresiva del individuo debilitando a este, desarmándolo y haciéndolo vigilar por una instancia
alojada en su interior, como una guarnición militar en la ciudad conquistada». (Freud, 2014, p.
124).

Culpa: «¿Qué ha sucedido para que sus deseos agresivos se tornaran inocuos? Algo sumamente curioso que
nunca habríamos sospechado y que, sin embargo, es muy natural. La agresión es introyectada, internalizada,
devuelta en realidad al lugar de donde procede: es dirigida contra el propio yo, incorporándose a una parte
de éste que, en calidad de súper-yo se opone a la parte restante, y asumiendo la función de conciencia moral,
despliega frente al yo la misma dura agresividad que el yo, de buen grado, habría satisfecho en individuos
extraños. La tensión creada entre el severo súper-yo y el yo subordinado a él, la llamamos sentimiento de
culpabilidad». (Freud, 2014, p. 124).

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Apoyo referencial
Remordimiento: «El sentimiento de culpabilidad, emanado del remordimiento por la mala acción,
siempre debería ser consciente; mientras que el derivado de la percepción del impulso nocivo podría
permanecer inconsciente». (Freud, 2014, p. 141).

Represión: «La renuncia instintual ya no tiene pleno efecto absolvente, la virtuosa abstinencia ya no es
recompensada con la seguridad de conservar el amor, y el individuo ha trocado una catástrofe exterior
amenazante —pérdida del amor y castigo por la autoridad exterior— por una desgracia interior
permanente: la tensión del sentimiento de culpabilidad». (Freud, 2014, p. 129).

El valor de la literatura: «No podemos por menos de suspirar desconsolados al advertir cómo a ciertos
hombres les es dado hacer surgir del torbellino de sus propios sentimientos, sin esfuerzo alguno, los
más profundos conocimientos, mientras que nosotros, para alcanzarlos, debemos abrirnos paso a
través de torturantes vacilaciones e inciertos tanteos». (Freud, 2014, p. 136). Las ya citadas palabras
son las reflexiones elaboradas por Freud tras citar un poema de Johann W. Von Göethe: «A la vida
nos echais, dejando que el pobre incurra en culpa; luego lo dejais sufrir, pues toda culpa se ha de
expiar», (Göethe, citado en Freud, 2014, p. 136).

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Súper-yo
Esquema Principio de realidad,
normas jurídicas, moral, ética, religión,
Conciencia beneficio social, entre otros.

moral

Remordimiento: respuesta inmediata y


directa ante acciones que, una vez Represión Ser humano
concretadas, el propio sujeto concibe como
cultural. civilizado.
moralmente erróneas.
Lo inconsciente: Instancia psíquica que es fuente de acciones y
Inconsciente deseos, de necesidad de castigo o autocastigo, y que contiene
al Ello pero también el sentimiento de culpa, las huellas
mnémicas, entre otros elementos del material psíquico.

Represión en el Represión cultural:


inconsciente. culpa introyectada.
Ello Ello: Movido por el principio del placer. Ligado a los
Principio instintos descarnados que se ubican más allá de la
del placer. cultura y la civilización y que el súper-yo castigaría
severamente si afloraran a la realidad consciente Angustia ante la autoridad.
del yo o si se concretaran en el mundo material. Angustia ante el castigo. Masa.

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Ejemplos
La idea de cultura en Odisea:
Polifemo y el país de los El banquete de Platón y los
vínculos libidinales como peligro
Cíclopes.
para el tirano: vinculación de la
masa; Freud y Los Estados Unidos
El estado de Naturaleza frente a la de América hacia 1930.
civilización: J.J. Rousseau y la
crítica a la idea de cultura y Íliada de Homero y las
civilización. dictaduras
latinoamericanas: represión
Ana Karenina: Conciencia moral, visible y vínculos artificiales.
remordimiento, placer y felicidad, culpa
introyectada y escarnio social.
¿Por qué la guerra?: Freud y
Ovidio. Consideraciones sobre
la naturaleza humana.

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