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KERCKHOVE, Derrick de. Inteligencias en conexión.

Hacia una sociedad


de la web. Barcelona: Gedisa editorial, 1999. Pgs. 17­28
PROLOGO

Tardé algún tiempo en entrar en la Red. Me costó muchas horas de morderme las uñas el solo hecho de
aprender a enviar un e­mail. Y después necesité más tiempo para superar una reticencia a leer mi correo
entrante por miedo a tener que responderlo. No habría podido soportar otro flujo más de información
entrando a raudales en la oficina. En la minúscula oficina central del McLuban Program on Culture and
Technology, además de la tortura diaria de tres líneas telefónicas («¿Debería estar activada la llamada en
espera?»), aterriza un fax cada diez minutos, recibimos correo postal dos veces al día, tenemos
estudiantes, personal y visitantes entrando y saliendo por dos puertas (algunas veces todos al mismo
tiempo), tres aparatos de televisión (uno a menudo encendido), tres radios (una casi siempre encendida) y
tres veces a la semana, como promedio, mantenemos videoconferencias con alguna parte del mundo.

Durante años, la gente me ha advertido amablemente que esta situación simplemente no podía continuar y
que, si no racionalizaba las actividades, el tiempo y los recursos, el programa iba a terminar mal. He
aprendido, sin embargo, que cuando uno está en el centro de las cosas el caos resulta ser hasta bueno. Es
sólo en los extremos que el caos hace perder la concentración y disipa la energía. En realidad, el caos
puede ser la única respuesta cuando uno está realmente interesado en saber lo que está pasando «ahora
mismo». El caos para mí es como un caleidoscopio que contiene información en el interior revolviéndose y
girando, cayendo en forma de patrones que tienen sentido. Hoy en día, no puedo dejar pasar un día sin
estar on­line y nuestra abarrotado pequeño oficina ostenta siete PC conectados a una espina dorsal de diez
megabytes. En ella se puede encontrar entre tres y veinte personas trabajando ­o jugando­ a cualquier
hora del día desde las nueve de la mañana hasta la medianoche, cada día de la semana (excepto los
domingos). Siempre habrá algo de locura en mis métodos.

Aún recuerdo el momento preciso en que me dejé seducir por el concepto de la Red. Durante un seminario,
una de mis estudiantes nos mostró un vídeo de un sitio de un museo en la World Wide Web y nos dijo ­
tuvimos que creerla porque no había sido posible realizar una grabación en audio­ que cuando hacías clic
en un botón «ahí» podías escuchar la canción de «ese» pájaro de la fotografía. Yo pensé: «¡Ahí está! ¡CD­
ROM interactivos on­line, en tiempo real! ¡Ahora sí vamos por buen camino!». No pasó mucho tiempo
hasta que me di cuenta, para sorpresa mía, de que estaba utilizando el e­mail de forma habitual y
empezaba a desarrollar un nuevo tipo de convulsión: el ansia por que llegara el momento de la siguiente
conexión al cabo de cortos lapsos de tiempo.

Nada de esto debería interpretarse como que yo soy un ávido navegante; no más de lo que lo soy con la
televisión. Mantengo mi distancia con todos los medios excepto el teléfono y el ordenador. Sin embargo,
me doy cuenta de que continúo mirando en la dirección de la Red, casi a mi pesar. Hay un número infinito
de cosas de la Red que aborrezco activamente: primero, las esperas; después, los colores sin vida de
Windows y Netscape; la torpeza primitiva de gran parte de¡ diseño; la estupidez ocasional del contenido y,
claro está, el bombo publicitario que la rodea. Aun así, no puedo evitar tener la convicción cada vez más
fuerte de que algo genuinamente revolucionado está adquiriendo forma en ella, que va a afectamos a
todos y que deberíamos conocerla más. Eso es de lo que trato este libro.

Mientras trabajaba en estas páginas, consulté de vez en cuando mi anterior libro, La piel de la cultura, para
medir mis pensamientos actuales contra lo que habla escrito anteriormente. Descubrí que mi visión había
evolucionado en varios puntos. Una de mis mayores sorpresas fue leer lo siguiente: «No hace mucho, el
mundo era tonto y nosotros éramos listos. Pero el mundo asistido por ordenadores se está volviendo muy
listo y a un ritmo más rápido del que aprendemos nosotros. Muy pronto nuestra inteligencia tecnológica
colectivo superará las inteligencias orgánicas individuales tanto en velocidad como en integración. Será
interesante ver cómo esa organización cognitiva unificado se ocupará de¡ medio ambiente y de la pobreza
y qué criterios dictará para la ingeniería genética. Por el momento, relajémonos. Todavía no ha llegado el
momento».

Desde que escribí esas líneas he revisado mi forma de pensar en dos aspectos importantes. El primero es
que nuestra inteligencia tecnológica comúnmente compartida no es realmente «colectiva» sino que más
bien está "conectada».* El otro es que «estamos» sin duda allí y, aunque tenerlos que mantener la calma,
no es tiempo para relajarse.

Sin duda, este libro nace de un nuevo sentido de la urgencia. Mientras que La piel de la cultura trataba
sobre los medios de comunicación electrónicos vistos de forma separada, este libro nos muestra cómo
éstos están convergiendo, e intento descubrir hacia dónde están convergiendo. Aunque La piel de la cultura
está en lo esencial bien encaminada, lo que le falto es una discusión sobre las implicaciones de las
comunicaciones digitales «en red».
Tanto si la llamamos la Red, lnternet o la «autopista de la información», la sinergia creciente de la
comunicación en red es, con la excepción del lenguaje en sí, el medio de comunicación por excelencia ­el
más exhaustivo, el más innovador y el más complejo de todos­. Es también el más interesante. En la
megaconvergencia de hipertexto, multimedia, realidad virtual, redes neurales, agentes digitales e incluso
vida artificial, cada medio cambiando partes diferentes de nuestras vidas ­nuestros modos de
comunicación, entretenimiento y trabajo­, pero la Red potencialmente cambia todo eso y más, todo a la
vez. lntemet nos da acceso a un entorno real, casi orgánico, de millones de inteligencias humanas
perpetuamente trabajando en algo y en todo con una relevancia potencia¡ para cualquiera y para todos. Es
una nueva condición cognitiva a la que yo llamo Webness.

Por Webness quiero denotar «la esencia de toda red». La palabra es un derivado de la Word Wide Web.
Durante el verano de 1991, Tim Bemers,Lee y sus colegas del CERN (Centre Européen de Recherches
Nucléaires) publicó el protocolo de comunicaciones por ordenador Word Wide Web ,Para posibilitar que los
investigadores accedieran al contenido de las bases de datos directamente, sin tener que buscar en cada
una por separado. En efecto, ello comportaba enlazar todos los contenidos de cualquier servidor en
cualquier parte del mundo con otro ordenador on­line. Podías acceder a la memoria del mundo igual que
accedías a la tuya. Al cabo de

Debo este cambio a una sugerencia hecha por el artista de la tecnología australiano Ross Harley, quien
amablemente me rescató de mi vergüenza con las connotaciones negativas, potencialmente fascistas de la
palabra colectivo. los lectores de mi anterior libro me harían un gran favor si sustituyeran, por lo menos
mentalmente, cada vez que aparece la palabra colectivo en relación con la inteligencia por la palabra
conectivo.

cinco años había treinta millones de usuarios de la Red, con el número creciendo exponencialmente, y todo
indicaba que un sector de la economía o, probablemente, toda ella en su conjunto, estaba convergiendo en
ella.

Y si a este fenómeno le añadiéramos, como Esther Dyson et al. aconsejan, todas las telecomunicaciones,
por hilos o por cable; todas las emisiones estándar y en bando estrecha vía satélite o por retransmisiones
celulares; todos los miles de estaciones de radio y televisión, clasificando activamente la realidad del día
del planeta para todo el mundo más o menos al mismo tiempo,­ tendríamos ante nosotros la repentina
comprobación de que se está produciendo una gigantesca transformación.

los mayores avances tecnológicos detrás de esta convergencia son la digitalización de todos los contenidos,
la interconexión de todos las redes, la humanización del software y del hardware de interfaz y los efectos
globalizadores de los satélites.

La digitalización consiste en hacer añicos todo hasta obtener bits y poner después el reconstituyente de la
materia, de la vida y de la realidad en manos de gente como ustedes y como yo. Como fenómeno de
definición de nuestro tiempo, está moviendo el comercio y la industria del dominio de los átomos al de los
bits. En un nivel más fundamental, está moviendo los objetos del dominio de lo material al del
pensamiento. Los bits hacen que la materia sea más maleable que los átomos. los datos digitales están
creando formas, sustancias e identidades mutuamente compatibles, de la forma en que las ideas y las
imágenes están en nuestras mentes. Las cosas están siendo digitalizadas para que entren, más tarde, en el
dominio de la mente.

La tecnología de interfaces, impulsado por una improbable combinación de presiones desde el arte y la
ingeniería de la aviación militar, está aproximándose cada vez más a las combinaciones de hardware­
software de acceso directo que permitirán al pensamiento controlar los ordenadores directamente. Cada
paso que se toma en esa dirección ­del mando de control, el teclado y el ratón, a la voz y al comando
mental directo está haciendo que nuestras relaciones con los máquinas sean más intuitivas e incluso casi
podríamos decir que más humanas.

Las redes soportan la extensión de lo que conocemos como mente hasta las asociaciones nuevas,
conectadas (¡no colectivos!). Están proporcionando el entorno operativo para la convergencia de todos los
datos. Una mente, tal como la que todavía podemos considerar como nuestra, está entrando en avalancha
en las redes, con una relación más interactivo, más estrecha, más sensorial que nunca.

las tres principales condiciones subyacentes de la nueva ecología de las redes, que incluye tanto la
economía de las industrias relacionadas como los nuevos hábitos cognitivos sociales y personales que los
soportan, son las siguientes:

1. interactividad, el enlace físico de la gente o de las industrias basadas en la comunicación (las


industrias del cuerpo);

2. hipertextualidad, el enlace de contenidos o industrias basadas en el conocimiento (las industrias de la


memoria);

3. conectividad, o Webness, el enlace mental de la gente o de las industrias de redes (las industrias de la
inteligencia).

Los satélites figuran de forma importante en la ecuación, por el hecho de.dar humanidad a la agencia y a la
imagen de la nueva escala planetario de su alcance; los nuevas proporciones de su imagen corporal
colectiva. Como individuos y como especie, empezamos a ver, por un lado, las crecientes conexiones entre
nosotros mismos, nuestros cuerpos y nuestras mens y, por el otro, las conexiones con el planeta.

Juntas, la interactividad, la hipertextualidad y la conectividad constituyen la base de la planetización de la


gente corriente, así como de las organizaciones, las naciones y los continentes, por una permanente
actualización automática de la sinergia de los ordenadores locales, las redes globales y los satélites.

INTERACTIVIDAD

Hace diez años, la palabra «interactividad» era la curiosidad de todo lexicógrafo. Ahora está en boca de
todo el mundo. Pero, ¿qué significa realmente? La interactividad es la relación entre la persona y el entorno
digital definido por el hardware que conecta a los dos. Se está realizando un rápido progreso en la
investigación militar y artístico sobre las interfaces de acceso directo mente­máquina. Sin embargo, la
mayor parte de las intervenciones humanas en los entornos materiales y virtuales permanecerá
fundamentado en el cuerpo humano. No es sorprendente que una de las áreas más interesantes de la
investigación sobre la Realidad Virtual (RV), en la que se está trabajando hoy en día, sea la retroacción
táctil. La interactividad es el tacto.

La RV, los multimedia y los sistemas interactivos son proyecciones multisensoriales. Dentro del rico
entorno electrónico que nos hemos creado, a menudo mantenemos relaciones «proprioceptivas»
inconscientes, es decir, respuestas activadas por estímulos que están tan profundamente arraigados en los
medios que apenas nos damos cuento de que existen.

Las redes también son extensiones del tacto. Y los redes interactivas como el teléfono o la
videoconferencia son aún más táctiles ya que permiten una retroacción inmediato. ¿Qué representa la
«presencia» en este tipo de «telepresencia»? Si puedes estar «aquí» y «allí» al mismo tiempo por teléfono
o por videoconferencia, considerando un «allí» que esté a siete mil kilómetros de distancia, representa que
o bien te has vuelto muy rápido, o bien muy grande. Una comunicación correcta requiere la retroacción
para confirmar que el mensaje ha sido recibido, aunque sea sólo devolviendo la información en una cadena
de datos ­es en este punto donde se observa la dimensión verdaderamente «táctil» de la relación y la
esencia de la presencia.

Desde la época de¡ telégrafo hasta la de la Red, la población mundial ha aumentado continuamente la
densidad de sus conexiones de red. En estas redes se producen nuevas formas de concentración de
energía humana y éstas no coinciden necesariamente con los centros físicos de población. En la Red, las
ciudades de la antigüedad ­como Pompeya, Monte Alban, Catal Huyuc, Karnak y otras­ se alzan como
fantasmas gracias a la reproducción digital exacta. Las ciudades reales del siglo XX como Berlín, Florencia y
San Francisco­ están siendo recreadas como bases de datos y puestas a punto para conectarlas a la
información en tiempo real, on­line. Están empezando a aparecer mundos tridimensionales, que cuentan
con arquitectura virtual, servicios de noticias y de información meterológica fiables, comportamientos
sociales y antisociales, tan viejos como la vida misma, que van desde defecaciones virtuales de perros
hasta el vandalismo virtual, y todos ellos atraen a miles de «habitantes». Se inauguran centros comerciales
virtuales en sitios web ­URL (Localizador Universal de Recursos, el protocolo para asignar direcciones en la
Word Wide Web)­, que son auténticos edificios que tienen incluso paredes para hacernos sentir mejor
cuando compramos virtualmente. Muy pronto, las «Ofcinas virtuales» habrán sustituido muchos de sus
materiales equivalentes a rnedida que los seres humanos aprendan a prescindir de una parte de la
parafernalia de las agencias inmobiliarias. Como cada vez hay más posibilidades para la gente de adquirir
una presencia real en sus entornos virtuales, parece muy probable que las personas terminarán por
traslado muchos de las actividades que actualmente desempeñan en «espacio real» a estos entornos
virtuales.

No debería sorprendernos que los artistas compitan con los investigadores militares para estar en la punta
de la investigación tecnológica en todo este tema. Ambos tienen un interés personal por comprender y
explotar el impacto de la tecnología sobre el sensorium humano. Y cada uno está involucrado, a su
manera, con temas de agresión ­los militares por razones obvias y los artistas a causa de su sensibilidad
especial por el potencial destructivo de las nuevas tecnologías que invaden el orden social establecido­. la
paradoja, por supuesto, es que la sociedad no escatima financiación para el R&D del ejército, mientras que
el arte tiene que conformarse con vivir de las sobras. Además, el ejército trabaja en secreto, mientras que
el arte procura, en cada oportunidad, sacar de la oscuridad su forma de ver las cosas. Como no tengo
acceso a los secretos mires, yo he optado por dirigirme al arte de nuestro tiempo para ver la donde nos
dirigimos, confiando en la recomendación perceptivo de Mcluhan:

Si los hombres fuéramos capaces de convencernos de que el arte es un conocimiento avanzado y


preciso de cómo nos relacionamos con las consecuencias físicas y sociales de la próximo tecnología,
¿se harían todos artistas? ¿O empezarían a hacer una traducción cuidadosa de las nuevas formas de
arte en forma de diagramas de navegación social? Tengo curiosidad por saber qué pasaría si, de
repente, el arte se viera como lo que es, s decir, como la información exacta sobre la manera de
reorganizar la psique de uno para anticipar el siguiente golpe de nuestras propias facultades
extendidas.

El dominio privilegiado del nuevo arte es el mundo de las interfaces, no sólo porque es un campo
accesible para ser explotado sino también porque es la metáfora tecnológica de los sentidos. Con
nuestras manos, oreos y el resto de sentidos que nos permiten realizar acciones y tener
sensaciones, constantemente estamos relacionándonos o interactuando con el mundo; esas son las
relaciones a las que los artistas han dedicado más atención desde los inicios de¡ arte. Es, por lo
tanto, lógico y predecible, que miren ahora en la dirección de la modulación de estas interacciones a
través de¡ nuevo entorno tecnológico. Aunque la mayor parte de los artistas (pero no todos) optan
por observar los patrones de los fenómenos ­sonidos, imágenes, pensamientos, procesos­, la nueva
generación no tiene miedo de llegar a conocer a fondo a su sustituto digitalizado.

HIPERTEXTUPLIDAD

Hipertextualidad significa acceso interactivo a cualquier cosa desde cualquier parte. Mientras que la
digitalización es la nueva condición de la producción de contenidos, la hipertextualidad es la nueva
condición del almacenamiento y la entrega de contenidos. Por sí mismo, el hipertexto podría considerarse
un sistema automatizado muy inteligente de referencias y rastreo basado en el texto. Pero la buena noticia
de la implementación de los principios de la hipertextualidad en la World Wide Web es precisamente que el
espacio de búsqueda es mundial. La World Wide Web es el paradigma de lo que pasa con el hipertexto
cuando éste emigra de un sistema autónomo o de una red de área local (LAN) a la red mundial. Cambio las
reglas del juego de los contenidos.

La hipertextualidad está invadiendo los dominios tradicionales del suministro de contenidos en forma de
datos, texto, sonido y vídeo. Está cambiando las reglas del almacenamiento, la distribución y la entrega
basados en el espacio de elementos como los libros, los discos, los casetes, los vídeos o las películas. Como
se está volviendo omnipresente y, además, responde mucho mejor a los requisitos de entrega inmediata
del mercado, está sustituyendo a los métodos más antiguos de entrega de noticias en todos los lugares
donde las redes existentes lo permiten. Países como Canadá y los Países Bajos, que están dotados con una
buena infraestructura de red*, tienen una mayor posibilidad de sacarles ventaja económica inmediata a
sus vecinos, sólo si sus Gobiernos e industrias terminan de convencerse de facilitar la hipertextualización
de sus economías. Hay, claro

Por ejemplo, la cobertura por cable en ambos países alcanza más del 90 %.

está, algunas resistencias a ese cambio. Primero, porque hace tambalear los patrones establecidos del
comercio­ segundo, porque las compañías tienden más a pensar en los beneficios que se pueden a corto
plazo que en las oportunidades a largo plazo; y finalmente, porque hace falta visión y habilidad para
implementar el acceso hipertextual a escala global, y el primero de estos requisitos, especialmente, por lo
general no abunda.

A pesar de ello, la digitación ya ha «eliminado» o desmaterializado dispositivos de soporte de memoria


tradicionales como los libros, los casetes y los discos. la oportunidad para incorporar la hipertextualidad es
también una poderosa fuerza de motivación para el cambio en los modos de producción y acceso de
medios lineales (analógicos) a no lineales (digitales). Gracias a la facilidad para reconfigurar los datos, las
noticias están pasando de ser distribuciones en masa a entregas personalizados. La economía de la
información está alejándose de las tecnologías de almacenamiento concreto como la analogía, el video, el
audio y la impresión, y está aproximándose a máquinas inteligentes que producen la información a
petición. En otras palabras, mientras que las tecnologías de la información de¡ pasado son ayudas para la
memoria y el almacenamiento (libros, casetes, discos, películas, vídeos, fotos), las principales tecnologías
de los sistemas de información actual son ayudas al procesamiento; es decir, ayudas a la inteligencia. Este
cambio es el reflejo de una permutación de la cultura mucho más amplia, de la producción basada en la
memoria a la producción, basada en la inteligencia. Pasamos, en estos momentos, de la era de la
«reproducción» a la de la «segunda versión». Estamos desarrollando hábitos cognitivos y formas de
colaboración asistidos por ordenador ­nuevas formas, de hecho, de conectividad.

CONECTIVIDAD
La conectividad es un estado humano casi igual que lo es la colectividad o la individualidad. Es esa
condición de fugacidad comprendida por un mínimo de dos personas en contacto entre sí, por ejemplo,
conversando o colaborando. La Red, el medio conectado por excelencia, es la tecnología que hace explícita
y tangible esta condición natural de la interacción humana. Los otros únicos medios conectados que hemos
conocida son el telégrafo y el teléfono, relaciones de uno a uno, punto a punto; extensiones del
intercambio vocal. lnternet, al combinar estos dos y añadir el potencial punto a multipunto (radiodifusión),
ha aumentado considerablemente la conectividad útil entre las personas. La World Wide Web añadió otra
dimensión a la conectividad con el hipertexto, enlazando el contenido almacenado a su comunicación.
Después, como para alcanzar a la masa crítica, Marc Andreessen sacó el pichichi lanzando Mosaic.* Al
convertir a la Red en algo con colorido y sensualidad, al mismo tiempo que de utilidad, la volvió irresistible.

Lo que mantiene «conectada» la Red es que permite y alienta la entrada a individuos dentro de un medio
«colectivo». El resultado es que los procesos de información y la organización social que nacen de ella
están conectados y son individuales al mismo tiempo. Los libros, en comparación, sólo promovían el
individualismo, llegando hasta a aislar a la gente los unos de los otros al hacer de la comunicación algo
silencioso. El efecto de los libros fue acelerar el crecimiento de las mentes individuales y de¡ individualismo
de esas mentes. (Los libros no están conectados en absoluto porque no permiten entradas individuales.) la
radio y la televisión son verdaderamente colectivos, porque se dirigen a todo el mundo al mismo tiempo: al
igual que los libros, éstas no están conectados porque no permiten ni invitan a la entrada por porte de
personas individuales en tiempo real. La excepción que confirma la regla son los programas de radio con
participación telefónica en directo. Éstos, sin embargo, tienen un formato muy cerrado, con mucha
selección, y son estrictamente moderados. No existe nada como los ordenadores para acelerar el
procesamiento humano individual de la información. Y desde el momento en que se organizaron en redes,
lo conectado se volvió una alternativa a lo individual y a lo colectivo. La conectividad es uno de los recursos
más poderosos de la humanidad. Es una condición para el crecimiento acelerado de la producción
intelectual humana.

Mosaic fue el primer «navegador» para la exploración en la World Wide Web. Un joven programador
llamado Marc Andreessen que entonces trabajaba en la NSCA (National Super Computer Association) lo
desarrolló y lo lanzó el verano de 1993. Casi inmediatamente, la Red, nombre con el cual empezó a
conocerse en seguida, fue invadido por gente nueva. Desde entonces, Mosaic y Andreessen se han
asociado con Jim Clark, fundador y expresidente ejecutivo de Silicon Graphics, para crear y lanzar el
buscador líder en el mercado actual, Netscape.

Los satélites nos han conducido a una potenciación y a un cambio de escala formidable en nuestro entorno
conectado. Ahora cualquier persona puede acceder a la Red, descargar imágenes, en tiempo casi real, del
planeta Tierra desde un satélite de información meteorológica. No es lo mismo que estar en la cima de una
montaña y la experiencia podría no siempre generar el orgullo de propiedad de un montañés, pero lo que
ves en la pantalla sin duda está allí y es tu acceso personal al mundo global. Puede desplazar un cursar
para cambiar el ángulo de visión. Puedes ver la luz del sol en un lado del planeta. Con la visualización de
lapso de tiempo puedes observar como se desarrollan las formaciones nubosas y seguir el curso de los
huracanes.

El extraordinario cambio de escala que le ha supuesto al hombre corriente el acceso directo a su entorno
ecológico total, está haciendo espacio para nuevas variedades de estructuras psicológicas. ¡Qué diminuto
es, en comparación, el modelo de hombre del Renacimiento!

Del número y la velocidad de conexiones con la Red podríamos esperar, de manera razonable, que
apareciera una sensibilidad conectada, una nueva psicología, que es de lo que más o menos trata el resto
de este libro.

Hay una creciente necesidad, quizá reprimida por el resultado de nuestra lamentable experiencia con los
ideales hechos añicos durante este siglo, de creer en algo que todavía pudiera tener un resultado
agradable. Mientras en el mundo hay una epidemia de mayor religiosidad, con todos sus contradicciones
habituales, y choques violentos entre culturas locales y globales que viven en porciones de tiempo
diferentes y en zonas horarias diferentes, hay al mismo tiempo una mayor conciencia, incluso entre
facciones opuestas, de formas creativos con las que se puede dar cabida a determinadas cosas y encontrar
soluciones.* Con los sentidos y los sistemas nerviosos normales de la población mundial, ahora en manos
de los satélites, y con las máquinas acercándose a la condición de mentes y las mentes de los humanos
conectándose a través del tiempo y de! espacio, el futuro puede y debe ser más una cuestión de elección
que de destino. Es mucho más fácil hacerse a la idea cuando se entiende todo el contexto.

Al estar mediados por la pantalla, la expresión fisiológica y cognitiva del usuario se «exterioriza».
Este se mueve fuera de los confines de su piel, aunque sea a corta distancia, pero con frecuencia
durante un largo período. ¿Escapismo? Posiblemente, pero éste es diferente al que proporciona un
entretenimiento pasivo como el cine o la televisión.
Inteligencias en conexión es un libro, no un hipertexto. Sin embargo, he tenido presente que gente
diferente con agendas diferentes podría considerar algunas partes más pertinentes que otras. Cada
capítulo puede separarse del resto. Cada una de las partes: una, dos y tres, titulados respectivamente
«Interactividad», «Hipertextualidad» y «Conectividad», son un reflejo de las otras dos y de todo el libro.
He procurado integrar la interactividad, la hipertextualidad y la conectividad en cada capítulo porque creo
que estos principios operan a escala global en todos los aspectos relativos a la tecnología y a la cultura.
Para aquellos a quienes les gusta que se dé continuidad a un argumento, he ordenado los capítulos de tal
forma que reflejen lo que yo apoyo, en resumidas cuentas, que, aunque sin duda nuestra tecnología nos
está precipitando hacia un nuevo orden de la realidad, es preciso que todo ello esté documentado con
esmero y atención para todo el mundo.

Universidad Javeriana ­ El relato digital - Jaime Alejandro Rodríguez - Foro abierto

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