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PRÓLOGO
Salvo los lugareños, casi nadie pisaba estas montañas. Los turistas
o las personas con casas de vacaciones en la zona no solían aventurarse
tan arriba. Y cuando los forasteros pasaban por allí, destacaban como
un pulgar dolorido, por lo que la noticia de su llegada se extendía
rápidamente entre los lugareños.
No, sería mejor que se quedara atrás si había más de una persona
allí. Obviamente eran un grupo sospechoso, y no podía decir con
seguridad si estaban desarmados.
“¡A-Aaaauuuugh!”
Dicho esto, le encantaba salir por la ciudad con Hazuki, así que no
tenía ninguna queja.
“Me muero por verte vestida con ropa occidental, Miyo. Estarás
adorable, ¡lo sé!”
No podía negar que había una pequeña parte de ella que también
quería sorprender a su prometido.
“Estarás bien. Después de todo, ¡eras tan, tan, tan linda cuando te
los probaste! Incluso ese patán huraño se derretirá en un charco cuando
te vea. Estoy segura.”
“¡Ah!”
“¿Estás bien?”
Hazuki seguía sin inmutarse. Mientras tanto, los ojos del hombre se
iluminaron al instante al ser abordado.
“¡Kiyoka! Te he echado de menos, ¡cuánto tiempo! ¿Cómo te va?
¡Nunca vienes a visitarme, koff!”
Aunque el antiguo jefe de familia era de tez blanca, tenía más color
en la cara que su hijo. Sin embargo, su impresionante belleza era un
reflejo de la de Kiyoka.
“Guarda silencio.”
Tadakiyo bajó los hombros ante las agudas réplicas de sus dos
hijos.
Por el momento Miyo intentó dar sentido a todo lo que sabía sobre
los Kudou.
Eso explicaba por qué Hazuki vivía sola en la gran finca principal
de los Kudou, en el centro de la capital imperial, y por qué Kiyoka
había fijado su residencia en una pequeña casa a las afueras de la
ciudad.
“Claro…”
Hazuki tenía razón. Su mal estado de salud debería haber sido una
razón más para que se hubiera puesto en contacto antes de tiempo.
“Ya veo.”
Su prometido le había dicho a Miyo algo así como: “No hace falta
que te esfuerces en presentarte a mis padres.”
No obstante, Miyo no había podido afirmar que ella sería una novia
mejor. La verdad era que sólo Kaya había poseído las habilidades y la
educación adecuadas para casarse con la familia Kudou en aquel
momento.
“Lo admito, creí que los rumores que oí sobre la hija de los Saimori
se referían a tu hermana.”
“… Ya veo.”
“Dicho esto, sólo indagué después de oír las historias sobre Kaya.
Supongo que pensé que como los Saimori tenían otra hija, ella podría
ser la que viniera a nuestra familia.”
Había estado apostando para ver cuál de sus dos hijas llegaría a la
puerta de Kiyoka.
“Verás, mi hijo estaba tan en contra de casarse por aquel entonces
que pensé en arriesgarme… En ese momento estaba prácticamente
desesperado.”
“… Desesperado…”
“¿Qué?”
Parpadeó.
“… Muchas gracias.”
Se atragantó.
Miyo estaba convencida de que no valía nada cuando vivía con los
Saimori. Aunque ahora no llegaría tan lejos como para decir eso, sí que
pensaba en su antiguo yo como algo vacío, casi una causa perdida.
Ni en sus sueños más salvajes podría haber imaginado que las cosas
saldrían tan bien. En todo caso, le hizo preguntarse si tenía derecho a
ser tan feliz.
“Fuyu aún está un poco enfadada por todo esto, pero estoy seguro
de que acabará por aceptarte, Miyo.”
“… ¿Fuyu?”
“Es menos que la odiemos y más que no hay mucha gente en este
mundo capaz de querer a alguien que está irritable todo el día, todos
los días.”
“Bienvenida, Kiyoka.”
“… Lo hizo, ¿no?”
“¡N-No puedes!”
Esta era una rara oportunidad para una charla de padre a hijo. No
era necesario que se cayeran bien, pero al menos quería que hablaran
para resolver su conflicto.
“…”
“…”
Alentados por Hazuki, que era la jefa de la casa, cada uno tomó sus
respectivos palillos y cubiertos.
“¡¿Eh?!”
“No.”
Lo había visto venir por cómo había actuado Kiyoka desde que
llegó.
*****
“Kiyoka.”
“¿Qué?”
“Sí, así es. Por eso no creo que nos causen ningún daño. Pero te
hace preguntarte, ¿no? Incluso podría tener algo que ver con tu trabajo.
Sólo pensé en hacértelo saber.”
“… Es posible.”
“Sí.”
Le debía a ella intentar una vez más enfrentarse a la madre que tanto
detestaba.
CAPÍTULO 2:
Temblorosa, Avergonzada
En las varias horas que habían pasado desde que subió al tren para
partir aquella mañana, Miyo no se había movido ni un milímetro.
Estaba sentada recta como una barra, con las manos cruzadas sobre el
regazo y una mirada tensa en el rostro.
“Gracias.”
“Aun así, es una pena que Hazuki no haya podido venir con
nosotros.” Murmuró Tadakiyo. Miyo asintió y respondió: “Realmente
lo es.”
Por fin, el tren se detuvo en una ciudad que había adquirido fama
reciente como destino de aguas termales. Sin embargo, eso no
cambiaba el hecho de que estaban en el campo. Los alrededores
estaban formados principalmente por pueblos agrícolas y aldeas de
montaña. Era como la noche y el día comparado con la prosperidad de
la capital.
Pero las aguas termales no eran lo único que tenía a su favor esta
ciudad. Gracias a la abundancia de sombra natural, los veranos eran
más frescos que en la capital. Por esa razón, los Kudou no eran la única
familia adinerada que tenía una casa de vacaciones aquí.
“K-Kiyoka.”
Su prometido se marchó sin decir palabra, con su bolso en una
mano y el de Miyo en la otra.
“Aun así.”
Ella le siguió mientras él caminaba a paso ligero para bajar del tren
al andén.
“¿J-J-Joven Señora…?”
¿No era un poco precipitado por su parte llamarla así cuando aún
no se habían casado? No estaba exactamente avergonzada, pero el
título la hacía sentir un poco tímida.
“Sí, gracias.”
“Bienvenido a casa.”
Una mujer con un elegante vestido salió con paso decidido ante
ellos.
“Bienvenido a casa.”
Splat.
Miyo casi podía oír cómo Fuyu abofeteaba las palabras de
Tadakiyo con su brillante y contundente refutación.
“Kiyoka.”
“¿Así que no crees que no aparecer ni una sola vez en Obon o Año
Nuevo muestra una falta de respeto filial?”
“En absoluto.”
“¡Perdón…!”
“Espera.”
“…”
“Um—”
“Kiyoka.”
“… ¿Asistente?”
“Sí, así es. Me refiero a esa desvergonzada y fea moza que está
junto al jefe de la familia Kudou.”
“…”
“¡!”
“¡¿Perdón?!”
“Kiyoka.”
Miyo tensó los hombros con una sacudida ante el furioso grito.
“Cállate.”
“Ambos, basta.”
“¡¿M-Matar—?!”
“… Kiyoka.”
Es tan grande…
“… Lo siento, Miyo.”
Miyo sabía por qué se disculpaba. Pero en lo que a ella respecta, no
era necesario.
“Kiyoka.” Empezó.
Todo lo que ella trataba de decir era que no era su culpa. Y sin
embargo…
Miyo había supuesto que estaba tan acostumbrada a los insultos que
no le molestarían más. Ahora se daba cuenta de que podía estar
equivocada.
“Kiyoka…”
“Aun así.”
“Miyo…”
El parentesco, los lazos familiares… Miyo sabía muy bien que esas
cosas no garantizaban que alguien te comprendiera
incondicionalmente.
Pero ahora también sabía que era imposible entablar una relación
de confianza con alguien si renunciabas a él inmediatamente.
No voy a huir.
Hizo una mueca mientras se levantaba, sin dejar de rodearla con los
brazos.
“… Eso haré.”
“Gracias.
“Pero ten en cuenta que lo dije en serio cuando dije que la mataría.
Si Fuyu te vuelve a decir algo así, dímelo. La convertiré en cenizas en
el acto.”
“No me detengas.”
¿S-Sola…?
Así fue como Kiyoka invitó a Miyo a una salida de trabajo por
primera vez.
De vez en cuando soplaba una brisa fría que hacía que Miyo se
estremeciera y tensara los hombros.
“… ¿Imprevisto?”
“Así es. Por ejemplo, todas las regiones de este país tienen sus
propias tradiciones orales autóctonas, ¿verdad?”
“¿Es así…?”
“En fin.”
“De acuerdo.”
“Sí.”
“¿En serio?”
“¡Por supuesto!”
Era la primera vez que hacía un viaje largo, así que también era la
primera vez que tendría la oportunidad de comprar recuerdos para la
gente.
Así tendría mucho más que ver y mucho más que disfrutar.
“D-De acuerdo.”
Con una incómoda tensión entre ellos, los dos entraron en la tienda.
“Bienvenidos.”
“¿Eso crees?”
“¿Crees eso? Esos son un recuerdo común por aquí. Hechos por un
viejo conocido.”
“… ¿Puedo?”
“En ese caso, para poseer una mansión tan grande como esa, debes
tener mucho dinero… Ha habido algunas conversaciones de mal
agüero últimamente, así que tengan cuidado.”
“¿Hmm?”
“Los dos están recién casados, ¿verdad? Puede que no sea mucho,
pero piensa en ello como un regalo de bodas. Las tortugas son un buen
augurio, ya sabes.”
Recién casados.
Al darse cuenta de que un completo desconocido los había visto de
esa manera, Miyo se sintió demasiado avergonzada para mirar a la
tendera a los ojos.
“Miyo. ¿Terminaste?”
“Sí.”
“Bienvenido de nuevo.”
Parecía que los sirvientes de esta casa eran casi todos de la familia
de Sasaki.
“Gracias.”
“Estamos de vuelta.”
“No hace falta que me lo digas. Seguro que le dio un berrinche por
no querer compartir mesa con Miyo, o alguna otra tontería malhablada.
Tan repugnante como siempre.”
“¡Eep! ¡K-K-K-Kiyoka!”
Ahora que lo pensaba, Kiyoka era la única persona que entraba sin
anunciar su presencia, pero eso no fue suficiente para evitar que diera
un respingo de sorpresa.
“¡L-Lo siento!”
“No intento criticarte ni nada por el estilo. Entonces, ¿por qué estás
de pie en medio de la habitación tiesa como una tabla?”
“Umm, bueno…”
No podía decirle que su imaginación había tomado rumbos
extraños mientras se preocupaba por la posibilidad de compartir la
cama.
“¡¿Hmm?!”
Ambos acostados uno al lado del otro en la misma cama. Eso por
sí solo era mucho más que anormal.
“¿Miyo?”
A la mañana siguiente.
Puede que fuera descortés pensar así, pero dado cómo se había
comportado la mujer ayer, Miyo no tenía ni idea de lo que Fuyu podría
decirle o hacerle si iba a reunirse con ella a solas.
No era razonable confiar en el apoyo de Tadakiyo, y sería
arriesgado para ella acercarse descuidadamente a Fuyu ahora mismo
sin Kiyoka cerca.
Y sin embargo.
Ante todo, Miyo tenía que actuar. Al fin y al cabo, era un problema
entre ella y Fuyu. No podía seguir confiando en la intervención de
Kiyoka. Tenía que hacer todo lo posible por sí misma.
Fuyu fulminó con la mirada a Miyo y luego dio una orden a Nae.
“Enseguida.”
“… Increíble. Ese hijo mío será mi muerte, lo juro. Qué parodia que
presente como prometida a una chica tan escasa y con su flor de la vida
ya pasada.”
“Sí, señora.”
“Este kimono…”
“Cámbiate inmediatamente.”
“Pero…”
Miyo llevaba puesto el kimono que Kiyoka le había comprado a
Suzushima. Era una prenda de gran calidad, por supuesto, pero lo más
importante era que era un regalo de Kiyoka. Por eso lo atesoraba.
… Pero Fuyu sigue sin saber nada de mí. Nada de lo que le diga la
convencerá.
“Comprendo. Me cambiaré.”
Era tan cómodo que apenas podía creer que fuera para sirvientes.
Los sirvientes de los Saimori también llevaban uniforme, pero no
era ni de lejos tan caro como este. Tan andrajoso era el traje que Miyo
había llevado personalmente entonces que apenas parecía ropa al lado
del kimono que acababa de ponerse.
“Gracias.”
“Sí, señora.”
“Nae.”
“Te has dejado un punto nublado por ahí. Honestamente, ¿hasta las
tareas más simples son demasiado para ti?”
Aunque puede que sólo fuera porque ella misma no quería tocar a
Miyo, Fuyu no se puso violenta con ella. Las criadas hablaban abierta
y alegremente con ella. Además, Nae y las demás a veces expresaban
abiertamente sus opiniones a Fuyu. Eso habría sido inconcebible en la
residencia Saimori.
“Iré enseguida.”
Miyo se puso tensa, preparándose mentalmente para lo que Fuyu
pudiera decirle, antes de dirigirse a la habitación de su suegra.
*****
Kiyoka era un hijo del que Fuyu podía sentirse orgullosa. Guapo,
consumado en sus estudios, un jefe de familia fuerte y hábil con los
dones, se había convertido en un hombre distinguido que ella podía
presentar en cualquier situación. Era justo decir que era el orgullo y la
alegría de Fuyu.
Por eso siempre había supuesto que su esposa sería una noble
igualmente soberbia. Y sin embargo…
Así, redobló sus esfuerzos para encontrar a una dama aún más
destacada. Pero con el paso de los años, Kiyoka se volvió cada vez más
testarudo.
Estaba claro que había perdido la cabeza por acercar a una chica
como Miyo, una noble sólo de nombre, para casarse con Kiyoka.
¿Cómo se atreve?
“Disculpe.”
“Sí.”
“…”
“Um.”
Miyo abrió por fin la boca para hablar. Sus ojos vagaron, como
perdidos, durante un breve instante. Fuyu se preguntó qué iba a decir
exactamente.
“¿Qué?”
Puede que fueran sirvientes, pero eran algo más que empleados:
formaban parte de la casa. La ilustre familia Kudou no podía permitir
que sus posesiones fueran torpes e inferiores.
“¡Mis disculpas!”
¿Qué demonios era ese leve brillo que le salía de los ojos cada vez
que Fuyu la reprendía o insultaba? Fuyu intentaba mostrar su desprecio
por la chica, pero sus púas le caían a Miyo como el agua a un pato.
“¿S-Sí?”
Estoy en lo cierto.
Por eso no soportaba que la mujer que tenía en frente se casara con
la familia, a pesar de que el propio Kiyoka lo deseaba y Tadakiyo había
sugerido el arreglo. Sabía que era muy común que los hombres se
dejaran engañar por mujeres como ella.
“… Eso no es—”
“¿No es algo que puedas hacer? Seguro que no. Después de todo,
si dejas que Kiyoka siga protegiéndote, podrás vivir como una reina,
¿no? ¡Qué bajeza!”
“E-Eso no es…”
Miyo bajó los ojos mientras Fuyu respondía con total desdén.
“Yo… yo no creo que yo… que yo tenga algo que ofrecer en las
áreas de las que usted está hablando.”
“¿Y?”
“No sé… qué clase de valor tengo. Pero Kiyoka decidió que me
necesitaba. Por eso… no me rendiré.”
“¿Y? ¿Por qué crees que esas tonterías ingenuas bastarán para
convencerme?”
*****
“Es suficiente.”
“Suegro…”
“Fuyu.”
“¡Vete de mi casa de una vez! ¡Tú, insolente pedazo de basura!”
“¡Fuyu!”
“Detente.”
“Tada… kiyo…”
“Fuyu. Me gusta que seas sincera con tus sentimientos. Pero nuestra
capacidad para no ceder ante ellos es lo que nos hace humanos.”
“¡Hngh!”
Es un poco aterrador.
Era fácilmente capaz de usar sus palabras para empujar a la mujer
que amaba a las entrañas de la tierra. Cabía la posibilidad de que
Kiyoka también tuviera un lado así. Una cara que Miyo simplemente
desconocía.
*****
Apareció un demonio.
Visitó la tienda del día anterior. Iba a pedir a la vieja tendera que le
presentara a alguien familiarizado con los rumores en cuestión.
Para colmo, los rumores que corrían por ahí habían puesto aún más
nerviosos a los aldeanos. Si la tendera no le hubiera acompañado,
probablemente seguirían siendo demasiado cautelosos para que
Kiyoka pudiera hacer su trabajo.
“¿Qué pasa con esa linda señorita de ayer? ¿Hoy no estás con ella?”
“No. No puedo arrastrarla a nada raro.”
Kiyoka respondió con sinceridad, sin querer decir nada, pero por
alguna razón la mujer le devolvió la carcajada.
“… ¿En serio?”
“Vete.” Susurró.
“¿Quién eres?”
“Ejercito… un soldado…”
“Así es.”
“No tengo la menor idea. Pero tienes que creerme. ¡Ese demonio
iba a comerme! ¡Justo en ese momento, definitivamente algo me
atacó!”
Era vieja, pero lo bastante grande como para que cupieran varios
adultos sin problemas.
Si ese era el caso, ¿había alguna razón para que tuvieran que estar
aquí en particular?
¿Qué es eso?
La recogió del suelo. A primera vista, parecía una capa negra
corriente, pero en el interior había algún tipo de bordado. Tenía
bordado un dibujo en hilo de oro oscuro.
“P-Por supuesto.”
“Lo sé.
Se dio cuenta de que había pasado bastante tiempo desde que había
partido aquella mañana. Hacía tiempo que había pasado el mediodía.
… Esta presencia.
Frush. Kiyoka rozó una hoja, que emitió un débil sonido. Supuso
que su objetivo se había fijado en él.
No hay problema.
“¡Gah…!”
“¡Maldito seas…!”
Sin embargo, sus ojos parecían brillar con una luz aguda.
“¿Qué…?”
¿Qué demonios?
“… ¿Un don?”
“Bienvenido de nuevo.”
“Estoy en casa.”
“No, no es eso.”
“… Estoy preocupado.”
Puede que Kiyoka no se diera cuenta, pero tenía una expresión muy
sombría en el rostro. Su cuerpo también parecía estar helado hasta los
huesos, y Miyo se preguntó hasta qué punto se había forzado.
“Todavía queda algo de tiempo hasta la cena. Vamos a llevarte a
una habitación caliente para relajarte.”
“¿Eh?”
¿De verdad estaba siendo tan asertiva? Admitió, sin embargo, que
en este caso se negaba a ceder terreno.
“¿Q-Qué estoy…?”
“¡Lo siento!”
Fue el turno de Miyo de retirar las manos hacia atrás, presa del
pánico. Aunque sabía que Kiyoka no se enfadaría por algo tan trivial,
se disculpó de inmediato, incapaz de soportar la situación.
“Gracias.”
“Vamos. A relajarnos en mi habitación, ¿verdad?”
Kiyoka tomó la mano de Miyo para tirar de ella mientras seguía sin
poder sacudirse el nerviosismo.
Cada vez que miraba sus manos unidas y sentía su calor recorrerla,
una emoción desconocida brotaba en su interior más de lo que podía
soportar. Sentía que pensaba demasiado en cosas que no debían
preocuparla y, al mismo tiempo, sentía que sus pensamientos estaban
totalmente vacíos.
Cuando lo hizo, extendió la manta que Miyo había tomado para él.
“Acércate.” Le dijo, envolviendo a Miyo completamente en la manta
con él.
“K-Kiyoka.”
“¿Qué?”
“Um, bueno, um.”
¿Por qué también quería meter a Miyo bajo la manta con él?
Aunque hubiera querido preguntárselo, en aquel momento el palpitar
de su corazón era tan fuerte que ahogaría la respuesta que él le diera.
“E-Eso es verdad…”
Ella fue incapaz de dar otra respuesta, así que se hizo el silencio.
“Miyo.”
“De acuerdo.”
“Esa no es la cuestión.”
“Dignidad…”
Desde que nació, Miyo nunca había pensado que nada de lo que
llevaba dentro fuera precioso o sagrado. Del mismo modo, nunca se
había entristecido por ello.
Bajando los ojos en silencio, Kiyoka parecía más dolido por los
acontecimientos que la propia Miyo. Aun así, se sintió agradecida de
que se hubiera enfadado tanto por ella.
“Eso no es verdad.”
Sin embargo, Miyo quería creer que aún podía conseguir algo,
cualquier cosa. Algo que tocaría el corazón de otro y cambiaría su vida
para siempre, como cuando Kiyoka había decidido elegir a Miyo de
una vez por todas.
“Lo siento.”
“¡Gracias…!”
Miyo asintió con rotundidad y una sonrisa sincera se dibujó en su
rostro.
*****
Una vez terminada la comida, se separó de Miyo, que dijo que iba
a darse un baño.
La gran zona de baño de la mansión era auténtica. Se alimentaba de
una fuente termal y los baños estaban separados por sexos. Miyo
parecía haberse aficionado a ella.
“En realidad no, pero pensé que estaría bien compartir una copa y
una charla íntima con mi hijo para variar.”
Kiyoka supuso que si Tadakiyo quería hablar con él, sería aquí
donde lo harían.
Tadakiyo estaba tan ocupado que no había tenido más remedio que
confiarle todo lo de la casa a Fuyu. Kiyoka también podía entenderlo.
Sus sentimientos reprimidos se desbordaron naturalmente en un
suspiro.
Era una molestia, pero hasta que recibiera sus órdenes, parecía que
tendría que refrenar el uso de la fuerza y concentrarse en investigar y
vigilar los alrededores del pueblo.
“Hmm. Así es. Parece claro que los tipos que deambulan por la villa
también son parte del mismo grupo.”
“Pensar que llegaría el día en que contarías conmigo para algo así.”
¿Amor…?
Sin duda era una verdad chocante a la que llegar. Sin embargo,
extrañamente, también me pareció que encajaba a la perfección.
*****
El Palacio Imperial, la capital.
“Ve delante.”
“Como quiera.”
“Qué.”
Arata supuso que, mientras Kiyoka estuviera allí, eso sería fuerza
de combate más que suficiente. Incluso teniendo en cuenta cualquier
tipo de as oculto que tuvieran bajo la manga la Comunión de los
Dotados.
“¿Entiendes, Arata?”
Me enfrentaré a Fuyu.
“No lo haré.”
Ella le miró directamente a los ojos y negó con la cabeza, pero, por
alguna razón, él le devolvió la mirada dubitativo.
“… Hablo en serio.”
“Muy bien. Por favor, aprende a estar más en sintonía con tu dolor.
Por mí…”
“¿Eh?”
¿Qué quería decir exactamente? Había veces en que las cosas que
decía Kiyoka eran demasiado abstractas para que ella las entendiera.
“Me voy.”
Tenía sentido. Era una figura importante a cargo de toda una unidad
militar. Sólo salía a investigar sobre el terreno en circunstancias
excepcionales y, obviamente, no podía permitirse estar mucho tiempo
fuera de la capital.
Sin embargo, si sólo les quedaban unos días de estancia allí, eso
significaba que Miyo tenía menos oportunidades de hablar con su
suegra.
Cuando pensó en el rotundo rechazo que había recibido el primer
día y en el comportamiento de Fuyu el segundo, ayer, sintió que tanto
sus emociones como el ritmo de sus pasos se hacían más pesados.
“Perdóneme.”
Miyo entró con cuidado en la habitación y soltó un grito de
sorpresa.
“No podría…”
“¿Pudo desayunar?”
“No. Tu cara vino a mi mente. Era tan detestable que me dio asco.”
“¿Eh?”
No siempre había sido así. Pero había pasado muchos años sin
hablar con los demás, por lo que su capacidad de conversación se había
debilitado.
“Suegra.”
“… ¿Y ahora qué?”
Miyo estuvo a punto de desanimarse por el absoluto disgusto de
Fuyu, que aún tenía más que decir. Pero consiguió aguantar de algún
modo y se animó.
“Suegra…”
¿Hacía las cosas bien? ¿Era una persona terrible, que hacía a
propósito cosas que a Fuyu no le gustaban?
Era triste imaginarlos discutiendo entre ellos y sin hablar nunca las
cosas como una familia a pesar del amor que Fuyu sentía por su hijo.
“… Yo.”
“¿Perdón?”
Si tan sólo pudiera actuar con más gracia. Miyo estaba harta de que
solo pudiera hacer comentarios torpes y sin arte como este.
Era obvio que la odiaría aún más. Después de todo, era la base
esencial de Miyo —su linaje, su educación— lo que molestaba a Fuyu
en particular, así que aprender más y más sobre Miyo sólo haría que su
odio fuera aún más fuerte.
“… Yo…”
“…”
“Joven Señora.”
Miyo pensaba que estaba acostumbrada a los abusos. Pero tal vez
había estado sufriendo todo este tiempo y simplemente no se había
dado cuenta.
“Joven Señora…”
Eso no era nada bueno. Ahora mismo, Miyo no tenía tiempo para
quedarse aturdida.
“Por favor.”
Miyo había huido de Fuyu. No encontraba la manera de resolver
las cosas. Ella quiso hacer, por lo menos, algún trabajo que ella podría
manejar.
Cuando vivía con los Saimori, podía mover el cuerpo por muy
herida que estuviera, sin derramar una sola lágrima. Sin embargo,
ahora, el mundo que tenía delante se había vuelto negro y era incapaz
de dar un solo paso adelante.
“… Estoy bien.”
No quería preocuparlo. Aun así, ella no era capaz de pasar por alto
todo.
“… Kiyoka.”
Tenía los pies fríos. Aparte de ser humanas y mujeres, Fuyu y Miyo
eran tan diferentes que no podía evitar pensar que nunca llegarían a
entenderse.
“¿Estás segura?”
“… Lo haré.”
Era la primera vez que Fuyu aparecía para comer desde que Miyo
y Kiyoka habían llegado a la villa.
“M-Mis disculpas.”
Una parte de Miyo quería intentar hablar de nuevo con Fuyu, pero
no pudo evitar acordarse del día anterior y vacilar. Los hombres,
mientras tanto, se dedicaban a permanecer como observadores
silenciosos.
Ni que decir tiene que sus rasgos faciales eran impecables, pero su
belleza se extendía también a su comportamiento formal y sus
refinados ademanes.
“Suegra.”
“En absoluto.”
“Hay muchas cosas que me gustaría aprender de ti. Eres una noble
espléndida, y… um, también me gustaría aprender a serlo, así que…”
¿Qué tenía que hacer Miyo para que Fuyu comprendiera que estaba
siendo sincera? Hubo una pausa momentánea en la conversación antes
de que Tadakiyo interviniera con calma.
Sin embargo, cuando Miyo habló con ella ayer, recordó que Fuyu
dijo que no quería molestar a su marido. Tal vez estaba recordando mal
las cosas.
*****
“Iré enseguida.”
Kiyoka se levantó y Tadakiyo hizo lo mismo.
“¿Un demonio?”
“Ya veo.
“Existe la posibilidad de que la villa esté en peligro. Si eso
ocurre…”
Como Kiyoka había venido aquí como oficial militar, no podía dar
prioridad a sus sentimientos personales.
“Espera…”
Por detrás le resultaba familiar; tal vez era uno de los jóvenes del
pueblo.
Kiyoka había acertado: era el hombre que había conocido unos días
antes, la primera persona que vio al demonio.
“¿Qué ha pasado?”
“¡El demonio, apareció! Mordió a todos mis amigos.”
Tan aterrorizado estaba el hombre del demonio que había huido del
pueblo tras enterarse de esto, a pesar de que al grupo de hombres no
les había ocurrido nada físico después de ser mordidos.
“Pero el demonio me mordió las piernas cuando huía… ¡Puede que
sea demasiado tarde para mí!”
“¿Qué pasa?”
“A-Aauggh… ¡Hngaaaaah!”
“¿Sí?”
“Puedo ocuparme de las cosas aquí. Deberías ir allí tan pronto como
puedas.”
¿Adónde había volado su prometida, que tanto se había preocupado
por su madre ? No podía creer lo fiable que era la mujer que tenía
delante.
“¿K-Kiyoka?”
Iba a resolver la situación por completo y volver con ella tan rápido
como pudiera. Antes de que pudiera olvidar esta sensación de su calor
en su piel.
“Volveré.”
*****
Miyo no era médico, así que no sabía qué le pasaba ni dónde estaba
herido. Sin embargo, sabía que no podían dejarlo así.
“Por supuesto.”
Pero había una persona que no estaba de acuerdo con esa idea.
“Suegra.”
“Bueno…”
Tenía razón.
Tanto Miyo como Tadakiyo no tenían ni idea de por qué el hombre
se había desmayado. Si lo acogían con demasiada precipitación,
podrían aumentar el número de víctimas.
“¡Tú! ¿Por qué das todas las órdenes? No tienes ninguna influencia
aquí. ¡Deja de actuar como si pudieras hacer lo que quieras!”
Frunciendo las cejas, Fuyu chilló. Sus emociones eran tan intensas
como dos días antes.
“¡Ngh!”
Kiyoka era un usuario de dones. Era una de las armas del país.
Tenía que luchar cuando se le ordenara, sin importar lo peligrosa que
fuera la batalla.
“Sí. Por eso haré todo. Por favor, mantente a salvo en tu habitación,
suegra.”
Los ojos de Fuyu se abrieron de par en par ante sus palabras.
“¡No seas ridícula! Eres una mujer. Enferma o no, ¡nunca te dejaría
estar a solas con un hombre!”
“¿Eh?”
¿Qué quería decir Fuyu con eso? Miyo podría haber estado
malinterpretando, pero…
“Oh…”
Lo único que Miyo podía hacer era secar el sudor de la frente del
hombre, que seguía agitándose intermitentemente. Pero Tadakiyo le
había dicho que eso era suficiente.
“… Tienes razón.”
“¿Eh?”
“¿Eh? Bien.”
“Lo estoy.”
“¿De verdad estás haciendo todo eso sólo para atraer la mirada de
Kiyoka?”
“Yo…”
“…”
“… Suegra.”
“¿Qué?”
Por fin se dio la vuelta para mirar a Fuyu, que fruncía el ceño y
parecía pensar que Miyo estaba diciendo tonterías y tomándola por
tonta.
“No lo tenía, hasta hace poco. Pero a pesar de eso… soy miembro
de la familia Usuba. Si entro en la conciencia de este hombre, tal vez
pueda hacer que recupere la suya.”
“Usuba… ¿Qué quieres decir con entrar en su conciencia…?”
Ahora todo lo que Miyo necesitaba era tener éxito. Por supuesto,
era muy consciente de su inexperiencia. No podía simplemente
encogerse de hombros y decirse a sí misma que sólo necesitaba evitar
el fracaso.
“Lo dije.”
Fue aterrador.
Pero por el momento, ella selló desesperadamente su miedo en lo
más profundo de su pecho.
Pero ella se había estado preparando hasta ese momento para usar
su don cuando realmente importara como ahora. Era inconcebible para
ella evitar usarlo exactamente cuando más se necesitaba.
Después de viajar por esa oscuridad pura durante un rato, pudo ver
una línea tenue y delgada, el límite que separaba una conciencia de
otra.
Una vez traspasada esta línea, más allá no estaba ella misma, sino
la mente interior de otra persona.
¿Eh?
“¡Miyo, para!”
“… ¿Qué?”
Estaba furioso. Era la primera vez que veía ira en su rostro en lugar
de una sonrisa amable.
“Um, s-í.”
“¿Eh?”
“¡¿Usuba…?!”
“Sí.”
“¿Por qué?”
“¿Eh?”
“¿Pasa algo?”
Fuyu no había dicho ni una sola palabra sobre perdonar a Arata. Sin
embargo, parecía incapaz de imponerse a la presión de su sonrisa y a
la forma en que la había obligado a aceptar sus disculpas.
“… N-Ninguna, lo siento.”
“Sí, quiero.”
Arata sonrió con resignación.
“¡Bien!”
Nunca pensó que le dejaría usar su don, así que asintió emocionada
por la sorpresa.
“Por supuesto.”
“¿Por qué?”
“… Suegra.”
Pero…
“Lo… lo sé.”
Arata esbozó una sonrisa amable y apoyó con fuerza los hombros
de Miyo.
“No hay nada por lo que disculparse. Mantener las cosas en secreto
forma parte de su trabajo, y comprendo el deseo del Comandante
Kudou de evitar que te veas envuelta en un peligro innecesario.”
“Lo sé.
“Dicho esto.” Continuó Arata tras ver que Miyo asentía. “Estoy de
acuerdo en que este hombre no lleva los signos reveladores de un
ataque diabólico. Si le quitaran el alma, el cuerpo se convertiría en una
cáscara vacía. En todo caso, esto parece…”
*****
Kiyoka, por supuesto, sabía que había alguien aquí, así que no se
sorprendió. Arqueó ligeramente la ceja.
“Ya veo, ¿así que tú eres el que dirige la Comunión de los Dotados
en esta zona?”
“No, gracias.”
Los únicos que tenían alguna posibilidad contra ellos eran los
usuarios de dones de la familia Usuba, que era precisamente la razón
por la que los Saimori habían intentado anteriormente hacerse con
Miyo por su linaje Usuba. Los Kudou eran así de dominantes.
“¿Fundador?”
Los dones eran una habilidad extraordinaria. Incluso era justo decir
que los usuarios de dones eran prácticamente una forma más avanzada
de ser humano.
Pero por muy lejos que les llevaran sus poderes, los usuarios de
dones nunca podrían trascender sus marcos humanos, sus cuerpos
físicos. Aunque uno insistiera con altanería en que era superior a los
demás por tener poderes sobrenaturales, nunca podría aspirar a ser algo
más que humano mientras tuviera el cuerpo de uno.
“Por eso estamos dando el primer paso hacia nuestro mundo ideal
aquí, en esta aldea. Todo es tal y como lo concibió el Fundador.”
Supongo que no puedo esperar que las cosas salgan tan fácilmente
como contra otro usuario de dones.
*****
Había tres figuras frente a él, cada una vestida con un aura anormal.
“Los usuarios de dones siempre han sido nada más que humanos
normales que obtuvieron poderes del cielo.”
Cuando les quitó la capa, vio que dos de los tres eran mujeres. Una
aparentaba unos veinte años, mientras que la otra rondaba los cuarenta.
El hombre restante parecía joven, de unos veinte años.
“Puede que no esté bien que diga esto, teniendo en cuenta todos los
grotescos que he aniquilado en mis días, pero… están tramando cosas
realmente desagradables.”
Pero fue una suerte que los atacantes le hubieran dejado algunas
pruebas.
Con un poco de suerte, los sucesos del pueblo podrían llevar a que
toda la Comunión de los Dotados fuera acorralada y arrestada. Si no
era así, iban a resultar ser un grupo problemático.
“Kiyoka…”
“… Tienes razón.”
“Bienvenido, suegro.”
“Gracias… Ah, usted es el vástago de la firma Comercio Tsuruki,
¿no? El heredero de los Usuba, Arata Usuba, ¿verdad?”
“¡Kiyoka…!”
“¿Eh?”
“Miyo.”
Quiso decir «es todo lo que puedo pedir», pero las palabras se le
atascaron en la garganta.
“Aparte de eso, ¿qué es eso que llevas contigo? Has conseguido una
presa bastante grande, ¿verdad? ¿Cazaste algo por el camino?”
“Se podría decir que fue una cacería. Después de todo, para eso me
llamaron.”
Pero, sobre todo, era enorme. Sus gruesas y carnosas manos eran
tan grandes que parecía que podían aplastar la cabeza de Miyo de un
apretón. Se estremeció al pensar en lo que podría haberle ocurrido a
Kiyoka luchando contra un oponente tan enorme.
“¿Qué?”
Su reacción fue tan aterradora que Miyo casi chilla del susto. Sin
embargo, se las arregló para dar el resto de su explicación a
trompicones.
“A-Así es.”
Consiguió asentir y, justo en ese momento, sintió que él la envolvía
en un fuerte abrazo, casi doloroso.
“Lo siento. Todo esto es porque te dejé que lidiaras con la situación
tú sola… Por favor, no vuelvas a hacer algo arriesgado como eso, te lo
ruego.”
“Lo siento.”
“Vuelve adentro si tienes tanto frío. Eso te pasa por quedarte aquí
mirando a los demás.”
“No tú también.”
*****
Habían estado tan ocupados lidiando con una cosa tras otra que ya
había caído la tarde cuando lo tuvieron todo bajo control.
A partir de ahí, ambos decidieron compartir una bebida. Cada uno
sostenía en la mano una copa llena de sake local.
Kiyoka repasó todos los detalles del incidente una vez más con
Arata a su lado.
“Me reuní con Godou antes de venir aquí. Su unidad parece tener
la impresión de que los altos mandos les harán servir como
contrafuerza contra la Comunión de los Dotados. Pronto podrían
utilizarte allí, Comandante.”
“Tienes razón.”
“¿Qué es esto?”
“… Naoshi Usui.”
“¿Qué?”
“¿Qué pasa?”
Incluso bajo la efímera luz de la luna, Kiyoka pudo ver hasta qué
punto el rostro de Arata había perdido el color. La mano que se había
puesto sobre la boca, como para contener las náuseas, parecía temblar
ligeramente, mientras él permanecía mudo de asombro, sin pestañear.
“¿Eh?”
Arata dejó la taza de sake que tenía en sus temblorosas manos a sus
pies y respiró hondo para intentar tranquilizarse.
“No puede ser… Ah, pero eso lo explicaría. Por eso el Príncipe
Takaihito…”
Cuando lo dijo así, lo único que Kiyoka pudo hacer fue asentir con
la cabeza.
Con una sonrisa en su rostro pálido, Arata le hizo señas a Miyo para
que se acercara y la sentó en una de las sillas del balcón. Miyo los miró
con curiosidad.
“Por supuesto.”
“¿Se escapó?”
“Sí. Según las leyes de la familia Usuba, aquellos que son desleales
a la familia son castigados severamente. Sin embargo, en ese
momento…”
“Lo entiendo. En aquel momento, a los Usuba no les quedaba
mucho poder para hacer nada. Aunque en realidad, estoy seguro de que
la brillantez de este Naoshi Usui debe haber jugado un papel en su
escape.”
Pero ahora que esto había sucedido… Si se hacía público que una
persona relacionada con los Usuba pretendía derrocar al gobierno, la
supervivencia de toda la familia se vería en peligro.
Para ser sinceros, Naoshi Usui era la mayor amenaza que Kiyoka
podía imaginar.
“Arata.”
*****
Quería hacer algo para ayudarlos, pero con las manos ya llenas,
Miyo no tenía casi nada que dar.
“No creo que Arata te contara todo eso porque quería que hicieras
algo al respecto.”
“Pero.”
Miyo quería que los demás estuvieran a salvo tanto como ella
misma. Por eso quería ayudar, por muy grandioso y a medias que fuera
su deseo.
“Los Usuba estarán bien. También haré todo lo que pueda para
ayudarlos.”
“¡Hmph!”
“… Lo sé.”
“Kiyoka…”
Había estado impaciente por cerrar la brecha que los separaba para
poder seguir avanzando juntos, codo con codo. En otras palabras,
puede que intentara manejarlo todo ella sola.
Qué—
No tuvo tiempo de asimilar lo que estaba ocurriendo. Las puntas de
sus narices estaban a punto de tocarse. Cuando Miyo cerró los ojos por
reflejo, sintió que algo cálido y suave rozaba sus labios durante un
breve instante.
Abriendo los ojos con total asombro, fue recibida con la amable
sonrisa de Kiyoka y un leve rubor rosado en sus mejillas de porcelana.
“L-Lo seré.”
“Gracias.
Miyo nunca había sido tan reacia a salir de su habitación como esta
mañana.
¡M-Mis labios…!
Pensó en la escena una y otra vez, y cada vez que lo hacía, la sangre
amenazaba con subírsele a la cabeza.
Eso era algo que hacía todo el mundo… O eso creía ella.
Miyo era una joven madura. Entendía que poner los labios sobre
los de otra persona era lo que hacían dos personas cuando compartían
sentimientos. O incluso yendo un paso más allá, era algo que los
amantes hacían para confirmar lo que sentían el uno por el otro. Sobre
todo los solteros.
Cuando fue a ayudar con la colada, como hacía siempre, las criadas
se opusieron con vehemencia. Se habían acostumbrado a tratar a Miyo
como a la joven señora de la casa. Sin embargo, tras suplicarles,
acabaron permitiéndole que las ayudara.
Miyo recordó entonces que una vez habían hablado de que Arata se
convirtiera en su guardaespaldas. Al final, Kiyoka había transigido
invitando a Arata a ser instructor de dones de Miyo, en lugar de su
guardaespaldas.
Según Arata, Kiyoka era muy listo con su dinero, así que todo debió
salir según lo planeado.
Pero ver su apuesto rostro mirándola desde tan cerca hizo que se
sonrojara de pies a cabeza; no estaba en condiciones de protestar.
Esto era tan vergonzoso que quería caerse muerta allí mismo. Si
había un agujero cerca, quería meterse en él.
“Nada.”
“Miyo.”
“¡¿Sí?!”
“¡Eep!”
¿Cómo se siente? ¿Eso es lo que era? ¿Qué quiso decir con eso?
Al final, las cosas acabaron sin que nada se resolviese entre Fuyu
y yo…
“¿Sí?”
“Mis disculpas.”
“No hay nada por lo que disculparse. De hecho, eso fue sólo un
pretexto, si se quiere…”
“¿Eh?”
“¿Suegra…?”
“¿No te he dicho que dejes de llamarme así? ¿Todos tienen que ser
tan insolentes conmigo? Nadie escucha mis órdenes. Es horrible.”
“Señora.”
Era cierto que todos los criados de la villa habían empezado a tratar
a Miyo como a la Joven Señora de la casa. Era correcto llamarlo
traición, dada la negativa de Fuyu a aceptar a Miyo.
“Mis disculpas.”
Lo único que podía hacer ahora era evitar que la mala impresión
que Fuyu ya tenía de ella fuera aún peor.
Al igual que cuando vivía con los Saimori, lo único para lo que
servía Miyo era para disculparse. Aquello le dolió más que el insulto
más feroz. Sintió que iba a llorar.
Bajó los ojos para que Fuyu no los viera empañarse lentamente por
las lágrimas.
“Mis disculpas.”
El pasado no podía ser alterado. Fuyu tenía toda la razón. Dado que
su pasado la había convertido en lo que era hoy, tal vez era imposible
que Miyo se transformara.
“¡…!”
“Yo, um…”
Debería haber sido más franca y abierta con Fuyu. Sólo por su falta
de carácter había sido incapaz de hacerlo.
“Pero.”
“¿Eh…?”
Miyo abrió mucho los ojos y sólo pudo responder con un: «Bien».
“S-Sí, señora.”
“Sí, pero…”
La cinta era muy antigua y parecía haber sido cuidada con esmero.
Eso, y tenía un encaje tan intrincado. Definitivamente no era barato.
La cinta que tenía en las manos era basura, según Fuyu, pero a Miyo
le parecía cualquier cosa menos eso. No podía imaginarse tirándola.
“Lo siento mucho, Joven Señora. Creo que lo mejor sería que
simplemente aceptara esa cinta.”
“¿Tú crees?”
Por lo que Miyo había visto durante sus pocos días allí, parecía que
Nae era la que mejor entendía a Fuyu de todos los sirvientes. Aunque
Fuyu nunca lo diría explícitamente, Miyo sabía que depositaba mucha
confianza en Nae.
“¿Estás segura…?”
“Oh…um, bueno…”
“Indirecta, eh…”
“Creo que la señora quedó profundamente impresionada cuando
ayer te esforzaste por salvar a ese hombre del pueblo. Aunque ella
misma no lo dijo explícitamente.”
Aún era débil, como una pequeña semilla, pero aún sentía algo de
esperanza.
Una postura tan elegante sólo podía pertenecer a Fuyu. Ella misma
acababa de llegar al hall de entrada.
“… Sólo estoy nerviosa.”
“…”
“Muchas gracias.”
“Ah…”
Cuando desvió la mirada, vio a los hombres mirando hacia ella. Los
pies de Miyo la llevaron naturalmente en su dirección.
“G-Gracias…”
“Si me apetece.”
“Lo haré.
“¿Podría ser… una trampa, tal vez? Pero entonces, ¿qué tipo de
trampa?”
Pero espera un segundo… Tal vez todavía hay algo que no estamos
viendo aquí.
“¿Eh?”
Era un artefacto sencillo, pólvora empaquetada fijada con una
mecha. Una mirada a su construcción, sin embargo, fue suficiente para
decirle que su explosión no iba a ser pequeña.
Un segundo después.
*****
Sólo habían estado fuera unos días, pero el bullicio de la capital que
les golpeó nada más bajar del tren les produjo cierta nostalgia.
“Así es.”
Miyo asintió a Arata, cuya voz contenía una clara nota de alivio.
“En efecto.”
“¿Es eso?”
Y por último, a todos los lectores que tomaron este libro y han
continuado desde los volúmenes 1 y 2: Gracias como siempre. El
volumen 3 no estaría aquí sin todo su apoyo, y espero que lo hayan
disfrutado.
Religiosa italiana.
(1347-1380)