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Rajland Beatriz Fetichismo, Estado y Derecho
Rajland Beatriz Fetichismo, Estado y Derecho
Pre-introducción
En junio de 2017, se cumplieron 150 años de la publicación del primer tomo de El Capital
de Carlos Marx, que constituyó y constituye una revolución en el campo de la economía
política y en general en el de la teoría social. Es, sin duda, la obra que formula el análisis
científico de la sociedad capitalista, y en consecuencia la crítica al capitalismo, así como la
base explicativa del origen del excedente económico en el capitalismo y fundamenta la
necesidad de la revolución proletaria (cfrme. Gambina, 2017)
A lo largo de la obra, Marx va develando la relación entre obreros y capitalistas, que se
presenta como una relación entre individuos propietarios iguales, unos propietarios de la
fuerza de trabajo, los otros, propietarios del capital1 hasta llegar a la forma salario que
encubre la apropiación, justamente, del trabajo de la clase obrera por el capital: la plus
valía, punto clave de un régimen de acumulación: el capitalista, que reproduce
constantemente burgueses cada vez más poderosos y proletarios cada vez más numerosos.
Pero, la labor de Marx no es, ni lo era a la época de la publicación del Tomo I de El Capital,
sólo teoría, es conjunción de teoría y práctica.
Cincuenta años después: la revolución proletaria en marcha, se materializa en la
Revolución de Octubre, se alza en Rusia la revolución socialista con la consigna de ¡Todo
el poder a los soviets!, y con ella, los obreros, campesinos y soldados, bajo la dirección de
los bolcheviques, tomaron el Palacio de Invierno.
Ineludible recordar la obra de Lenin, sobre El Estado y la Revolución del cual Alvaro
García Linera dijera en una Conferencia2 que representa el desarrollo por Lenin, de una
nueva ciencia política y lo compara con el valor que en su tiempo representó Maquiavelo,
pero con una característica específica, que la hace revolucionaria, una ciencia política no
descriptiva, sino respondiendo a la tesis XI de Marx (1975), acerca de que al mundo no sólo
hay que interpretarlo sino transformarlo, una ciencia política afanada en ganar el poder.
La Revolución Rusa fue el ejemplo de la teoría y la acción mancomunadas en la
Revolución
Al emprender la toma del cielo por asalto, los bolcheviques se propusieron la revolución
que tuviera como horizonte inmediato el socialismo, que liberara a los explotados y
explotadas, que fuera el resultado de la acción colectiva y asociada de todos y todas y por
• Doctora en Derecho Político por la Universidad de Buenos Aires, Profesora Titular de Teoría del Estado en
la Facultad de Derecho (UBA), vice-presidenta de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas
(FISyP)
1 vaya igualdad!
2 No registrada
ello inmensamente democrática, pero no democracia de ficción como la llamada
democracia burguesa, sino auténticamente democrática en el sentido lato del concepto.
Solidaria con los explotados de todo el mundo, con los pueblos en la lucha contra el
capitalismo.
Sin duda, la aparición de El Capital y la gesta de la Revolución Rusa son los dos
acontecimientos más relevantes en la transformación de la realidad teórica, política, social y
cultural de la sociedad contemporánea, del siglo XX en particular. En el horizonte del
imaginario social de nuestro tiempo, se vislumbró el socialismo como posibilidad de
realidad frente al capitalismo. Ese imaginario aun con derrotas, sigue estando más actual
que nunca, más necesario que nunca.
Introducción
En este trabajo, la propuesta es abordar un tema específico que tiene que ver justamente
con lo formulado en El Capital. Se trata del fetichismo, relacionando el fetichismo de la
mercancía tratado por Marx en El Capital, con el fetichismo respecto al Estado y al
Derecho.
Sostiene Marx en El Capital, que:
…”El carácter místico de la Mercancía (en adelante M-aclaración de la autora) no brota de
su valor de uso. Pero tampoco brota del contenido de sus determinaciones de
valor.” (Marx, 1966:37)
El carácter místico de la M procede de la misma forma de la M ya que en la M:
“la igualdad de los trabajos humanos asume la forma material de una
objetivación igual de valor de los productos del trabajo, el grado en que se gaste
la fuerza humana de trabajo, medido por el tiempo de su duración, reviste la
forma de magnitud de valor de los productos del trabajo y, finalmente, las
relaciones entre unos y otros productores, relaciones en que se traduce la función
social de sus trabajos, cobran la forma de una relación social entre los propios
productos de su trabajo […] El carácter misterioso de la forma M estriba, por
tanto, pura y simplemente en que proyecta ante los hombres el carácter social del
trabajo de éstos como si fuese un carácter material de los propios productos de
su trabajo, un don natural social de estos objetos y como si, por tanto, la relación
social que media entre los productores y el trabajo colectivo de la sociedad fuese
una relación social establecida entre los mismos objetos, al margen de sus
productores”. (Marx, 1966:37).
Esto es lo que convierte a los productos del trabajo en M.
Es como si las M estuvieran dotadas de vida propia. A eso llama Marx fetichismo, el que es
inseparable del modo capitalista de producción, y que responde al carácter social genuino y
peculiar del trabajo productor de M.
Las formas que convierten a los productos del trabajo en M y que, como es natural,
presuponen la ciculación de éstas, poseen ya la firmeza de formas naturales de la vida
social, son consideradas inmutables.
La forma M es la forma más general y rudimentaria de la producción burguesa.
Resumiendo y en palabras de Marx: “…Lo que aquí reviste, a los ojos de los hombres, la
forma fantasmagórica de una relación entre objetos materiales no es más que una relación
social concreta establecida entre los mismos hombres”. (Marx, 1966:38)
Fetichismo
Nos proponemos bucear en esta cuestión, en relación a las categorías de fetichismo, estado
y derecho.
Fetichismo y Estado
Ralph Miliband, citando al Marx de la Crítica de la Filosofía del Estado de Hegel (1843),
considera que el “centro de la crítica de Marx a la concepción del Estado de Hegel es que
éste, mientras que advierte acertadamente la separación de Estado y sociedad civil, afirma
su reconciliación en el Estado mismo” (Miliband, 1969:52).
Y también, que: “En último término, el Estado de Hegel, lejos de estar por encima de los
intereses privados y de representar el interés general, se halla subordinado, de hecho, a la
propiedad privada. ¿Cuál es –pregunta Marx- el poder del Estado sobre la propiedad
privada? El Estado solamente se hace la ilusión de ser determinante, mientras que, en
realidad, es determinado” (Milliband,ibídem)
Justamente, uno de los aportes más relevantes del marxismo respecto al Estado es que éste
es reconducido por la tradición marxista a una morada historizada y ‘socializada’.
ElIo implica una postura teórica que ve, que coloca, por detrás del fetichismo reificador, el
carácter de relación social específica, de un tipo especial, que da aliento al Estado, en
cuanto lo vincula con la reproducción del conjunto del sistema social.
El propio aparato del Estado está atravesado por los procesos sociales, y posee una
autonomía-si bien relativa- que le permite retroactuar sobre la sociedad y no sólo reflejar
las relaciones que se traban en el seno de aquélla, así como desarrollar procesos cuya lógica
se desenvuelve al interior del propio aparato estatal.
Esto es posible porque si bien el Estado capitalista es producto del capital como relación
social en sentido histórico, al mismo tiempo, es espacio de lucha disputado por las clases
subalternas. La mayor o menor lucha desarrollada deviene en conquistas más o menos
importantes, aunque nunca de carácter rupturista con el sistema dominante si se desarrollan
a su interior.
La defensa de la autonomía del estado o más acertadamente autonomía relativa al decir de
Gramsci (1984), en la tradición derivada de Marx (2003), significa ir al rescate del vínculo
existente entre el Estado y las relaciones de producción capitalistas, con las características
de estado ampliado que le es propia ya en el siglo XX.
De lo dicho surge, que el Estado no tiene un rol, sino que más bien lo cumple, claro está
que no en forma automática (meramente ´instrumental´). Nos referimos a que al ser el
Estado, una expresión o resultante de la dominación de clase su pretendido rol , no es
producto de su autonomismo, -el alcance de su autonomía, reiteramos, es relativo-, sino que
en su esencia representa los intereses de esa clase dominante. O sea, la concepción que lo
concibe con un rol representa una ficción más, la de que el Estado es totalmente autónomo,
de esa manera lo naturaliza y esa naturalización es expresión de su fetichización.
El Estado es, por tanto, un lugar de la lucha de clases, es un lugar de disputa, de disputa
total que se expresa cabalmente en el concepto complejo de ´tomar el poder´ pero también
es objeto de disputas parciales las que a veces obtienen éxitos relativos y otras terminan con
derrotas.
El resultado de esas luchas se traducirá en los distintos grados de avance o construcción de
contrapoder por parte de las clases subalternas o por lo menos, de fisuras en los intersticios
del poder. (Rajland, 2015: 87)
Dice:
Marx debate con aquellos que ven al derecho como una ilusión jurídica, al
derecho como mera voluntad.
“El derecho no puede ser nunca superior a la estructura económica ni al desarrollo cultural
de la sociedad por ella condicionado […] se tergiversa la concepción realista –que tanto
esfuerzo ha costado inculcar al Partido, pero que hoy está ya enraizada– con patrañas
ideológicas, jurídicas y de otro género, tan en boga entre los demócratas y los socialistas
franceses.” (Marx, 1973:425)
Lenin remitiéndose a Marx, consigna en El Estado y la revolución, que “…nos hallamos
efectivamente, ante un derecho igual, pero es todavía un derecho burgués que como todo
derecho presupone la desigualdad” (refiriéndose a las primeras etapas de tránsito al
socialismo). (Lenin, 2017:175)
Al igual que lo que dijimos del Estado, el derecho es territorio en disputa, es terreno de la
lucha de clases. Y a diario tenemos ejemplos de ello. Justamente, esta consideración hace
parte de la visión no dogmática del derecho. Las determinaciones de las relaciones de
producción son sólo en última instancia, pero hay un espacio para cierto ejercicio de
autonomía respecto a ellas y en todo caso una interactuación.(Rajland, 2016: 91)
El tema es el conjunto de la formación económico-social, el capitalismo, no las relaciones
económicas exclusivamente. Es la cultura y la práctica del capitalismo para su
sobrevivencia y desarrollo. .(Rajland, 2016: 92)
El positivismo jurídico, sabemos, es la expresión máxima del derecho burgués, explica la
relación social por el derecho y no a la inversa. A título de ejemplo, recordemos que es
como si el contrato de trabajo resultara sólo del derecho laboral y no fuera esencialmente
constituído por la relación económica entre capitalista y trabajador. O el salario como la
retribución del trabajo y no –escasamente- de la fuerza de trabajo.
Claro, que ello es la concatenación lógica de la construcción liberal con el objeto de dar
legitimidad a la dominación del capital.
En efecto, el tránsito del feudalismo al capitalismo, entrañó también la necesidad de
legitimar la dominación en situación de secularización social y política. La presencia, el
desarrollo de las leyes, de un plexo jurídico significó un avance digamos que revolucionario
de época, frente a la arbitrariedad absolutista. Claro está, que se edificó sobre la base de una
ficción, la de la afirmación no de la igualdad, sino de la igualdad jurídica, la igualdad ante
la ley. Ello constituía y constituye obligatoriamente la base indispensable para el desarrollo
del capital, la de una sociedad contractual, que necesita del contrato (o sea de la ficción de
igualdad entre las partes) para el intercambio y para la extracción de plus valor.
En el mismo sentido legitimante del sistema capitalista se ubican las afirmaciones de
carácter universalistas respecto de los contenidos normativos y las invocaciones a la
democracia –limitada a la llamada representativa- ( dentro de los valores propios de la
burguesía). He aquí la ficción. He ahí la fetichización!
De la mano del derecho el ropaje lingüístico, que nos habla del sujeto libre e igual del
intercambio, vela la realidad del sujeto de la dominación que no es ni libre ni igual. O sea,
claramente, el derecho como argumentación encubridora de la explotación del capital sobre
el trabajo, y de su complemento patriarcal.
La famosa garantía de igualdad proclamada, “…y sus afirmaciones igualitarias recubren,
ocultan, la profunda desigualdad de los individuos y de las clases, su antagonismo; desarma
mediante las ilusiones que origina, el recurso a la fuerza, que es la única que lo determina y
lo decide” (Weyl M. y R., 1978:11)
Ese velo genera ideología de aceptación social, genera consenso en distintos grados, pero el
necesario y suficiente para el ejercicio de la hegemonía por parte de las clases dominantes.
Y cuando esa ideología comienza a resquebrajarse, cuando el velo comienza a descorrerse y
aparece claramente el sentido y significado de esa hegemonía, queda el recurso propio de la
aplicación del derecho por el poder del Estado: la coacción. El pleno funcionamiento del
monopolio de la fuerza por parte del Estado, su ejecutor.
Ahora bien, para que el resquebrajamiento sea una realidad, es necesario destruir la
creencia de las masas en las bondades del derecho burgués que se ha inculcado como
ideología. En la creencia del carácter democrático de sus fuentes de construcción como se
presenta. En pocas palabras, hay que invertir el sentido de las creencias que alimentan el
famoso sentido común.
Es necesario transformar la confianza en las falsas creencias en descrédito de las mismas, a
través de la toma de conciencia de su contenido y significado real. En este sentido, entiendo
que el marxismo es el fundamento teórico base para desarrollar ese descrédito, esa
desconfianza, ese develamiento.
3 Entendido como el poder emanado de la “soberanía del pueblo”, que sienta las bases de un estado y una
sociedad, tanto a nivel de valores como de institucionalización
5 Claro que todo esto parte de una primera ficción que es la que encierra la categoría de “ciudadano”, que
supone haría a los hombres y mujeres libres e iguales, cuando en el mejor de los casos los hace iguales pero
sólo ante la ley. No es de despreciar esta “adquisición” de la modernidad frente al poder omnímodo del
absolutismo, pero lo que señalamos es que al implicar una ficción, oculta su significado de protección o
justificación de las bases de funcionamiento del capitalismo como sistema y no de los hombres y mujeres que
lo transitan. Es por eso, que esa forma de representación política, se va volviendo cada vez más retórica, y por
tanto deriva en su propia crisis y más allá, en una crisis política. De ahí que se haga necesario pensar en
nuevas formas de representación, fundamentalmente participativas, que superen esa ficción.
Constituido superadores de las limitaciones que esa relación ha mostrado históricamente o
mejor dicho de las limitaciones que las manipulaciones sobre esa relación han provocado
Desde una concepción revolucionaria sobre el Poder Constituyente, habría que considerar
que la soberanía que reside en el pueblo ejerce dicho poder, pero que ese poder no tiene fin,
no desaparece como en la concepción liberal. O sea, el pueblo no es reemplazado por los
representantes (institución que persiste pero de la que se pretende otros contenidos y
control por parte de los representados), sino que participa constantemente en la política, en
las decisiones, se organiza para ello y por tanto el ejercicio de la soberanía no es períódico
sino permanente, cotidiano.
El proceso constituyente, entonces, no termina con la elaboración de la Constitución, con la
creación del Poder Constituido, no tiene límites temporales ni de aplicación, porque se
entiende que sólo el Poder Constituyente originario puede impulsar los cambios de fondo,
estructurales, que no pueden depender del Poder Constituido. Claro que adopta otras
formas, pero la base siempre es el ejercicio del poder popular, de la representación
democrática, como alternativa a la llamada democracia representativa, limitada
prácticamente a lo electoral que al constreñir la igualdad a la igualdad jurídica o igualdad
ante la ley oculta las verdaderas desigualdades sociales. Se trata de construir esa otra forma
de la representación democrática, íntima y necesariamente ligada a la participación del
soberano: el pueblo, única manera de salir de la eterna crisis de la representación política
liberal.
Globalización y derecho
6 Decimos denominada porque en realidad no le pertenece sino que es la doctrina de los sectores hegemónicos
de los EE.UU.
Es también una guerra de mercados o una competencia intra-capitalista, hoy ejemplificada
en el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (AATP) o en el Tratado Unión
Europea-Mercosur.
Está claro entonces, que los beneficiarios del libre comercio, o sea con reducción o
eliminación de aranceles, son: las economías capitalistas más concentradas, la de los países
centrales.
¿Y quienes son los perjudicados? los países subdesarrollados, periféricos.
Porque no puede haber niveles de competencia o complementariedad entre ambos actores,
en cuanto a productividad, niveles de industrialización y tecnología.
Ya en épocas de promoción del frustrado ALCA decía el Secretario de Estado de los
EE.UU, Colin Powell, que: ¨nuestro objetivo es garantizar para las empresas
norteamericanas el control de un territorio que se extiende desde el Artico hasta la Antártida
y el libre acceso sin ninguna clase de obstáculo de nuestros productos, servicios,
tecnologías y capitales¨ (Borón, 2002). Estas palabras nos eximen de explicaciones más
exhaustivas.
Dos de las cuestiones más importantes, relativas a la afectación profunda de soberanía son:
a) el hecho de que establecen ´extraña´ jurisdicción o jurisdicción supranacional para
el tratamiento de las cuestiones litigiosas, sea el CIADI, o los tribunales de Nueva
York o Londres, y
b) que los inversionistas privados, las corporaciones, pueden llevar a juicio a los
Estados, (siempre ante los tribunales de jurisdicción distinta de la propia de los
países periféricos), entre otras cosas, por presunto monopolio de actividades
ejecutadas por el Estado y consideradas competitivas con esas empresas.
Actividades entre las cuales, en algunos casos, se consideran las relativas a salud
(hospitales públicos) y educación (escuelas y universidades públicas) reivindicadas
por los pueblos como de responsabilidad del Estado, en cuanto a que debe asegurar
su suministro para todos, incluso aunque se permitiere, -como es la realidad-, la
existencia de empresas de salud y educación privada.
En conclusión
Bibliografía
Gramsci, Antonio, 1984 Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado
Moderno (Buenos Aires: Nueva Visión)
Marx, Carlos, 1975 Tesis sobre Feuerbach, Apéndice en Engels, Federico, Ludwig
Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, (Buenos Aires, Editorial Anteo).
Marx, Carlos, 2003 El 18 Brumario de Luis Bonaparte (Buenos Aires: Editorial Prometeo)
Miliband, Ralph, 1969 Marx y el Estado en Cerroni Umberto et al, Marx, el Derecho y el
Estado. (Barcelona: Editorial OIKOS-TAU)
Rajland, Beatriz, 2015 El estado del Estado en Nuestra América. Continuidades y rupturas
en Wolkmer, Carlos Antonio y Fernandez M.Lixa, Ivone (orgs) Constitucionalismo,
descolonización y pluralismo jurídico en América Latina (Aguas Calientes/Florianopolis:
Ediciones Centro de EstudiosJurídicos y Sociales MIspat-NEPE-Universidad Federal de
Santa Catarina-UFSC)
Weyl, Mónique y Roland, 1978 Revolución y perspectivas del derecho, (México: Grijalbo).