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¿Cuál es el legado del mundo greco-latino a nuestros días?

El deporte, es una actividad que a lo largo de toda la historia ha adquirido gran


protagonismo, ya sea por recreación entre los niños de determinada ciudad, por
competencia entre diferentes polis, como un medio practico para hacer menos duro el parto
o como parte del entrenamiento militar, el deporte ha estado latente en la vida diaria de la
sociedad desde la época antigua. Periodo en que se considera, por cierto, que un cuerpo
sano es equivalente a una mente sana, idea que perdura hasta nuestros días. Además,
aquella, representa uno de los tantos motivos, por lo que inculcar la actividad física en los
niños desde pequeños es tan relevante, forma de pensar que hasta el día de hoy sigue
presente en la mentalidad de muchas personas que pretenden criar niños familiarizados con
el deporte desde pequeños.

Las mujeres, quienes en la antigüedad, son en gran parte estigmatizadas como seres
inferiores, seres de menor capacidad, tanto de forma física como intelectual, en que un
hogar junto a una familia estable es su mayor aspiración, también, encuentra en el deporte
una manera de demostrar que es uno de los pocos espacios que no está reservado única y
exclusivamente para los hombres, aunque no a pesar de ello, tendrán una considerable
desigualdad con los mismos. Serán varias mujeres de la edad antigua y perteneciente cada
una de ellas a diferentes e inclusive rivales ciudades, las que destacaran por su talento en
las diferentes actividades físicas.

Es la espartana Cinisca la primera campeona olímpica de la historia, hito que si se medita,


es fundamental en la historia del deporte femenino. Pues, jamás se habría imagino que siglo
más tardes la mujer tendría la misma importancia y protagonismo que el hombre en los
juegos Olímpicos. Dejando además, extraordinarias deportistas a lo largo de la celebración
de los mismos juegos, tal como lo es Nadia Comaneci, gimnasta rumana; Miriam Blasco,
judista española; Alice Coachman, atleta afroamericana, entre innumerables mujeres que
han destacado y marcado historia por su desempeño.

En la antigüedad, a pesar de que la mujer si contaba con la facultad de desenvolverse


deportivamente, nunca lo hizo sin la compañía de los prejuicios propios de una cultura
machista. Por lo tanto, podemos deducir que el deporte en las mujeres estuvo premeditado
por el rol de la mujer en la sociedad. En primer lugar tenemos en Atenas a una mujer
sumisa, que opta por pasar desapercibida dentro de la polis; en segundo lugar, hayamos a la
mujer espartana, la que posee mucha más libertad en comparación a la ateniense, tiene más
independencia y poder de decisión; y en tercer lugar encontramos a la mujer romana que
sin duda, representa entre las ciudades aludidas, la más avanzada en cuando al desarrollo
social y deportivo de la mujer.

En Esparta las mujeres son parte del deporte a la par con los hombres, no convenían con
ningún impedimento, pues era una verdad indudable, que el entrenamiento físico resultaba
ser un medio preparativo que haría que llegado el momento de dar a luz, contaran las
mujeres con una mayor preparación para enfrentar tal situación. Es decir, aparentemente
hay una mayor igualdad, en cuanto a la libertad de desarrollarse deportivamente, pero cabe
destacar que el hombre espartano lo hace por demostrar mayor honor, mientras que la
mujer lo hace producto de una condición natural que socialmente la presiona a realizarlo, el
ser madre. Entre las actividades que desarrollaban durante su entrenamiento, se encuentran
disciplinas que siguen vigentes hasta nuestros días, como el salto, la carrera y los
lanzamientos de disco y jabalina.

Uno de los prejuicios más llamativos, visto desde una óptica contemporánea es el hecho de
catalogar a quienes practicaran alguna actividad física como una mujer masculinizada, tal
como lo narra el mito protagonizado por Atalanta, mujer que compite con los hombres en la
disciplina de la carrera pedestre, para deliberar su mano en matrimonio. En cada uno de las
competencias dio lo mejor de sí, pues rehúye del matrimonio. Tal como describe el texto
“El deporte femenino en la antigua Grecia”, de Fernando García Romero, las mujeres “…
son vírgenes cazadoras [Cirene y Atalanta] que desprecian el sexo y a los hombres, con
quienes pretender rivalizar adoptando comportamientos masculinos. Así, pues estas
mujeres deportistas del mito griego no son mujeres “normales”, sino mujeres “hombrunas”.

Es importante destacar como el desarrollo y posterior legado del deporte femenino, es


producto de cultos religiosos o ceremonias de iniciación de la antigua Grecia. Como lo fue
el festival en honor a Dionisio o las carreras llevadas a cabo en el santuario de Helena y
Menelao, ceremonias que bien, tienen que ver con el matrimonio, el momento de
culminación del cuerpo de cada mujer o con la iniciación prenupcial. Es la carrera pedestre,
la actividad que sobresale entre todas las desarrolladas por mujeres en la antigüedad en
aquellos rituales o cultos, pero como no es de sorprender, estas carreras tienes un carácter
estrechamente relacionado con lo anteriormente descrito.

Los juegos más importantes, en los que participaba la mujer eran los juegos Hereos,
desarrollados en honor a la diosa Hera cada cuatro años. Tenían prohibido participar en los
tradicionales juegos Olímpicos e inclusive, para ser más arbitrario aun el escenario, la
mujer ni si quiera contaba con la oportunidad de observar aquellos juegos, aunque si unas
pocas tenían aquel privilegio, tal como la sacerdotisa Demeter y las doncellas. Estas últimas
eran aceptadas producto de la creencia de que, al estar presente en las competencias
deportivas varoniles se les podría transferir cierta energía que les haría tener un mejor
desempeño en sus propias competencias.

Roma no tenía acceso los juegos de Hera, no por ello las mujeres no se ejercitaban, al
contrario, se les describe como personas apasionadas por la actividad física. Lo que
también trascendía las ciudades eran los prejuicios propios de la época. Pero, no es motivo
de sorprender, ya que durante la antigüedad, eran innumerables los prejuicios que
acompañaban a la mujer en su diario vivir.

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