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V1:

El buen diseño tiene un poder contagioso que puede transformar la forma en que las personas
sienten y piensan acerca de un objeto o producto, incluso algo tan simple como una manija de
puerta. Este poder se extiende a través de una sensibilidad estética que finalmente transforma la
experiencia del usuario. Un buen diseño está centrado en la funcionalidad y la simplicidad,
buscando la eficiencia en la fabricación y el uso de materiales de manera ética.

El diseño moderno, que se originó como una respuesta a la ornamentación excesiva, abogaba por la
creación de superficies lisas y sin ornamentación. Se creía que estas superficies tenían un efecto
calmante y estético en la mente y el cuerpo humano. Este enfoque en la simplicidad y la
funcionalidad llevó a una ética de diseño que valoraba la honestidad y la limpieza en las superficies,
relegando los adornos como innecesarios e inhumanos.

El diseño contemporáneo, influenciado por pensadores y críticos como Alfred Lichtwark, Adolf
Loos, Hermann Muthesius, Le Corbusier y Robert Mallet-Stevens, buscaba crear una estética única
y reconocible. Las exposiciones, publicaciones y otros materiales promocionales eran
cuidadosamente diseñados para transmitir la esencia de los diseños perfeccionados y persuadir al
público y patrocinadores de su valor.

En resumen, el buen diseño tiene un poder contagioso que transforma la experiencia del usuario. Se
centra en la funcionalidad, la simplicidad y la honestidad en las superficies. El diseño
contemporáneo busca crear una estética única y reconocible, influenciada por una ética de reducir la
fricción en todas las áreas de la vida. El buen diseño es una herramienta poderosa para mejorar la
vida de las personas y transformar la sociedad en general.

V2:
El buen diseño tiene un impacto contagioso en la forma en que las personas piensan y sienten
acerca de un producto o intención, incluso en detalles algo insignificantes como una manija de
puerta. Un buen diseño busca apoyar a las personas y su bienestar social, y esto se refleja en cada
aspecto del diseño, incluso en aquellos que parecen modestos. Se destaca que los argumentos del
siglo XIX sobre la funcionalidad del diseño también influyen en el discurso actual del diseño, a
pesar de las complicaciones y contradicciones que puedan surgir en la toma de decisiones de diseño.

El buen diseño se centra en la simplicidad y la funcionalidad, encontrando los materiales y formas


más adecuadas para satisfacer las demandas prácticas de fabricación y uso. Se busca ser éticamente
responsable en términos de sostenibilidad y materiales, y se busca constantemente nuevas formas de
abordar la eficiencia en la fabricación, suministro y rendimiento de los productos. Sin embargo, la
búsqueda de la simplicidad a veces puede confundirse con la estética, y es importante tener en
cuenta que la gracia en sí misma no es el objetivo final, sino más bien una herramienta para lograr
la funcionalidad y la responsabilidad social.
Se destaca que el diseño moderno se originó como una respuesta a la ornamentación excesiva,
centrándose en la creación de superficies lisas y sin adornos que se consideraban estéticas y éticas.
Esta búsqueda de la simplicidad se ha mantenido a lo largo de la historia del diseño, privilegiando la
funcionalidad y la limpieza en lugar de la ornamentación excesiva. Sin embargo, se cuestiona si esta
ética de reducir la fricción en todas las áreas de la vida es realmente una virtud en la era de las
máquinas, y se destaca la estrecha relación entre estética y ética en el diseño contemporáneo.

Se menciona que el diseño contemporáneo busca crear superficies lisas y sin adornos que se
consideran éticas y estéticas en sí mismas. Esto ha sido respaldado por varios pensadores y críticos
del diseño a lo largo de la historia, y se destaca la influencia de la Escuela de Diseño Bauhaus en
este enfoque. El discurso subraya la importancia de buscar un diseño único y reconocible, pero
también de tener en cuenta la funcionalidad, la sostenibilidad y la responsabilidad social en el
proceso de diseño. En resumen, el buen diseño busca equilibrar la estética con la ética, centrándose
en la simplicidad y la funcionalidad, y buscando constantemente nuevas formas de abordar la
eficiencia en la fabricación y uso de productos. En última instancia, el objetivo del buen diseño es
mejorar la vida de las personas y la sociedad en su conjunto.

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