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LA MUJER DEL APOCALIPSIS 12

LOS PRIMOS DE JESÚS

1 DE MARZO DE 2023
ING. ANTONIO MERINO
Venezuela
LA MUJER DEL APOCALIPSIS 12, MADRE NUESTRA, Y LOS HERMANOS DE JESÚS

Ing. José Pinto - 28/02/2021 - Rev. 05/03/2023

Una vez que entendamos el mensaje sobre la Anunciación y sus implicaciones, que fue dado
por el Ángel Gabriel en su visita a la Santísima Virgen María, en su casa de Nazaret, anunciándole
que había sido la escogida por Dios como la 'Kejaritomene' [griego (κεχαριτωμένη): la hecha
de gracia] (cf. Lc. 1,26-28), y que ella aceptó con humildad (cf. Lc. 1,38), entenderemos el rol
fundamental que la Virgen María desempeñaría como enlace entre Dios y la humanidad, (cf. Lc.
1,31-33; Jn. 1,1-3), enmarcado dentro del 'Plan de Redención de la Humanidad' conocido
también como el 'Plan de Economía de Salvación' que Dios previó para rescatar al hombre
abatido por el engaño de la serpiente (cf. Gn. 3,1-4). Este plan fue inaugurado por Dios desde el
primer momento en que Adán y Eva rompieron el estrecho vínculo de comunicación que tenían
con Dios (cf. Gn. 2,16; 3, 1.8-19).

Según se plasma en el primer libro de las Escrituras, inspirado al Profeta Moisés, el libro del
Génesis, capítulo 3, verso 15, podemos entender claramente el otro mensaje que Dios nos
presenta en su libro inspirado al Apóstol Juan, el Apocalipsis, pues en el capítulo 12, versos 1-6,
se nos muestra la estrecha conexión de lucha recíproca que ha existido entre la serpiente y su
simiente en contra de la mujer y su simiente.

Leamos lo que nos dicen los versos que nos interesan para esta reflexión de los capítulos 3 del
Génesis y 12 del libro del Apocalipsis:

«Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta te herirá
en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.» (Gn. 3,15).

«Apareció en el cielo una señal grande, una mujer envuelta en el sol, con la luna debajo de sus
pies, y sobre la cabeza una corona de doce estrellas, y estando encinta, gritaba con los dolores
de parto y las ansias de parir. Apareció en el cielo otra señal, y vi un gran dragón de color de
fuego, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y sobre las cabezas siete coronas. Con su cola
arrastró la tercera parte de los astros del cielo y los arrojó a la tierra. Se paró el dragón delante
de la mujer que estaba a punto de parir, para tragarse a su hijo en cuanto le pariese. Parió un
varón, que ha de apacentar a todas las naciones con vara de hierro, pero el hijo fue arrebatado
a Dios y a su trono. La mujer huyó al desierto, en donde tenía un lugar preparado por Dios,
para que allí la alimentasen durante mil doscientos sesenta días.» (Ap. 12,1-6)

Vemos en esas citas del Génesis y del Apocalipsis a una mujer como protagonista inscrita en el
'Plan de Economía de Salvación' de Dios en bien de la humanidad.

En la primera cita, Dios nos presenta a una mujer que no es Eva, la que hizo amistad con la
serpiente al preferir seguir su argucia antes de adherirse al consejo de Dios, sino otra mujer que
sí está en enemistad permanente junto a su simiente en contra de la serpiente y la simiente
suya. Esta simiente de la mujer enemistada con la serpiente, herirá de muerte a esta serpiente
maligno en la cabeza, pero sin embargo esta última estará en acecho a la parte inferior del talón
de la simiente de la 'Nueva Eva' que es su enemiga.

En la segunda cita del Apocalipsis, vemos nuevamente a una mujer cuyo hijo va a gobernar las
naciones con vara de hierro y que según el libro de los Salmos 2,6-9, éste es el Hijo de Dios,
Jesucristo, cuya madre es María. Fue el Hijo de María quien 'fue recibido en el cielo y se sentó a

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la derecha del trono de Dios' al ascender a los cielos (cf. Mr. 16,19). Vemos también en esta
segunda cita que aparece un dragón, que es identificado como la serpiente antigua del paraíso
terrenal (cf. Gn. 3,1-5; Ap. 12,9; 20,2), éste se esforzó por devorar al hijo de María desde el
primer momento de su nacimiento, despertando la envidia de Herodes y, más tarde, la
enemistad de los judíos (cf. Gn. 3,15; Mt. 2,8.13; 16,1-4; 19,3-9; 22,15-22; Mr. 8,11-12; 12,12;
Lc. 20,20-26; Jn. 11,45-53).

De manera que, vemos la estrecha conexión que existe entre el Génesis 3,15 y el Apocalipsis
12,1-6. La mujer del Génesis es María, la siempre enemistada desde su concepción contra la
serpiente antigua, y su hijo es Jesús, enemistado contra la serpiente desde que ésta se reveló
contra Dios (cf. Is. 14, 12-15; Ef. 6,12-13; Jud. 9), y Jesús heriría mortalmente a la serpiente en la
Cruz, mientras la serpiente busca herirle su talón.

Debido a sus inefables privilegios, María puede ser descrita perfectamente como «la vestida de
sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas» (cf. Ap.
12,1). Recordemos que María es la 'Kejaritomene', la llena desde su concepción de la plenitud
de la gracia de Dios, de la plenitud del amor de Dios, por eso está revestida como de Sol, envuelta
en una luz refulgente que alumbra nuestro camino. La luna debajo de los pies de María nos hace
recordar cómo en las noches más oscuras, la luz de Dios continuaba iluminando al pueblo de
Jacob, el pueblo escogido de Dios, a su paso por el desierto luego de huir de manos del Faraón
(cf. Ex. 12,40-42). Esta luminosidad que surge de la luna representa también la Palabra de Dios
que aún en períodos de sequedad y oscuridad sigue reluciendo sobre nuestro camino. La corona
de 12 estrellas es un signo de realeza y sus doce estrellas representan, tanto a los doce Patriarcas
del pueblo elegido de Dios, como a los doce Apóstoles llamados por Dios para formar parte de
su grey [hebreo (‫ – קָ הָ ל‬qahal); griego (ἐκκλησία – ecclísia)], en la primera y segunda alianza
respectivamente, en las que anunciarían la primera y segunda venida del Redentor del mundo
(cf. Dt. 9,10; Jr. 31,31-33; Zac. 6,9-13; Dn. 7, 13-14; Mt. 16,18; Hch. 1,11). En esta visión que tiene
el Apóstol Juan, por supuesto que está también representada la Iglesia, pues en el momento de
la concepción de Jesús, cuando el Espíritu Santo se llegó a María y el poder de Dios la cubrió (cf.
Lc. 2,35), nace también la Iglesia de Cristo, representada en ese momento por María y cuya
cabeza va ser Jesús. Luego, hablar de la Iglesia de Cristo es referirse a María, a la mujer. Así que,
en el instante de la concepción de Jesús en el seno materno de María nace la Iglesia virginal, y
por eso María representando a la Iglesia puede ser vista también como la esposa de Jesús, pues
es la que concibe su Iglesia a través de su unión con Él, y Jesús es el esposo de la Iglesia (cf. Mr.
2,18-19).

Así que lo que se dice de la Iglesia, en cierto modo se puede decir también de María, por ello el
pasaje del Apocalipsis 12,5-6 se aplica a la Virgen María en un sentido verdaderamente literal y
parcialmente extendido a toda la Iglesia de Jesucristo.

Es evidente que, en el capítulo 12 del libro del Apocalipsis, vemos simbolizado el trajinar por el
mundo de la Iglesia de Dios, cuyos primeros fundamentos los echó desde el principio (cf. Sal.
74,2), estableciendo una 'primera alianza' con Israel como 'pueblo suyo convocado' (qahal),
que fue figura o tipo de una 'nueva alianza' perfecta (cf. Jer. 31,31-33) entre Jesús y la
'humanidad convocada' (ecclísia), que se establecería por medio de la sangre de Cristo, el Hijo
Unigénito de Dios, hecho carne a través de María Inmaculada, el enlace escogido por Él para
conectarse en el Espíritu con la humanidad que ha sido llamada (cf. Lc. 1,30-33), y que perdurará
hasta el final de los tiempos (cf.1 Co. 11,24-26). Así mismo, en este capítulo 12 del Apocalipsis,
está reflejado el andar de María en la vida de la Iglesia de Cristo. El parto doloroso de la mujer

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en la Cruz, y el rapto de su Hijo varón junto al Trono de Dios, que vemos en Apocalipsis 12, está
pintado también en la escena de la pasión, en el Evangelio de Juan 19, 25-27.

En las postrimerías de la Pasión es cuando Jesús le da el perfecto cumplimiento a la 'primera


alianza' (cf. Mt. 5,17; Jn. 19,30), rompiendo así las ataduras de la muerte de la Ley por su
sacrificio en la Cruz. Después que Jesús entregó su espíritu, se rasgó el velo azul que dividía el
lugar 'Santo' del lugar 'Santo de los Santos' o 'Sanctum Sanctorum' [como se escribe en latín]
(cf. Mt. 27,50-51), donde estaba el Arca de la 'primera alianza' y las imágenes gigantescas de
dos querubines de madera cubiertos de oro (cf. 2 Cr. 3,10-14; 5,7-8). Es a través de esta segunda
cortina del Templo (desde la puerta externa oriental hacía el interior - Ex. 26,31-37; 36,35-38)
por la que la comunidad israelita se abría paso hacia Dios, mediante la sangre de un novillo
sacrificado, que se rociaba sobre el propiciatorio del Arca, elevando oraciones e incienso que
solo hacía el sumo sacerdote delante del propiciatorio del Arca de la Alianza por sus pecados y
los del pueblo en el décimo día del mes séptimo [cf. Lv. 16,11-14; Nm. 29,7; mes de Tishrey
(hebreo ‫רי‬ֵ ‫) ִּת ְׁש‬, contado a partir del mes de Nisán (hebreo ‫)נִּ יסֵָן‬, que cometían por ignorancia
(cf. He. 9,7), y esto lo hacía el sumo sacerdote levita una vez al año (cf. Lv. 16,34). Ahora, la
comunidad mesiánica al pie de la Cruz, a la que denominamos 'Ecclísia' o 'Iglesia',
representada por el discípulo amado y algunas mujeres, entre las que Juan destaca como en el
primer lugar a la Santísima Virgen (cf. Jn. 19,25), ya no necesitaría más de aquella mediación
del sumo sacerdote levita, que cada año cruzaba la cortina hacia el 'Sanctum Sanctorum', para
suplicar misericordia ante Dios por él y por el pueblo de Israel; ahora la comunidad mesiánica
naciente, estaba de pie, frente al 'Eterno y Sumo Sacerdote', quien es la 'Nueva Ley Eterna
Encarnada' y que como 'Ley Natural' sería establecida en el espíritu del hombre a través del
Espíritu Santo (cf. Je. 31,33; Lv. 9,6-23; He. 8,10).

Si recordamos que María en el momento de la concepción representaba el vínculo contingente


entre la humanidad y la Divinidad, para que Cristo el Unigénito Hijo de Dios se hiciera hombre,
podemos fácilmente entender que la mujer coronada de doce estrellas, en angustias de parto
en el Apocalipsis, representa además de la aflicción de María la del resto fiel del pueblo elegido,
es decir, la aflicción de la Iglesia; es el momento en que el Mesías está siendo engendrado a la
'Gloria de la Resurrección' o 'Gloria de la Pascua de Resurrección', a través de los dolores de la
pasión. Esa maternidad metafórica de la mujer no solo es extensible al 'Cristo Triunfante
Resucitado', sino también a toda la comunidad mesiánica representada por todos sus hermanos
al pie de la Cruz, es decir, a todos aquellos que amándole guardan los mandamientos de Jesús y
son fieles a su testimonio (cf. Mt. 28,19-20; Lc. 8,21). Esa mujer del Apocalipsis está representada
en la Virgen María por lo descrito en Juan 19,25-27. Ya lo dijimos, en el momento de la
concepción, María representaba a la humanidad por el vínculo entre ella y Dios, ahora en el
momento en que Jesús volvía al Padre, la comunidad mesiánica estaba representada
nuevamente a través de la presencia de su Madre. Ella fue ese vínculo perfecto de unión entre
Dios y la humanidad a la venida de Cristo desde los cielos y a su partida a los cielos. Por eso Jesús
revela en ese momento que María tiene también una función maternal que cumplir respecto al
discípulo amado, tipo de todos sus discípulos; es un instante doloroso en el que María se hace
Madre de los discípulos de Jesús, Madre de la comunidad mesiánica. Esa presencia de María al
lado de Jesús crucificado es lo que hace posible la extensión mariológica a la mujer del
Apocalipsis, en la lucha permanente contra el dragón.

En el triunfo de Jesús sobre la muerte en la Cruz, en la que escapa de las fauces del dragón
(Satanás), al ser arrebatado para Dios y su Trono, queda representado su nuevo nacimiento y el
parto con dolor de la mujer, María, quien estando allí al pie de la Cruz, nuevamente es el enlace

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principal entre Dios y la humanidad, la que es representada por el discípulo amado a su lado.
Después de ese evento, la Mujer que representa a la Iglesia tiene que huir al desierto, dotada
de dos alas de la 'gran águila' que representa a Dios (cf. Dt. 32,10-13), donde tendrá que ser
sustentada por un tiempo, tiempos, y la mitad de un tiempo (cf. Ap. 12,14). Ese tiempo es un
número que para nosotros es simbólico del tiempo de la Iglesia, pero que su término solo Dios
conoce, es el tiempo en el que la Iglesia ha estado peregrinando y perseguida por las fuerzas del
mal, es aquí donde la serpiente con sus asechanzas intenta herir el talón de Cristo que es su
Iglesia, pues es su cuerpo presente en la Tierra, pero ella es sostenida por Jesucristo a través del
Espíritu Santo enviado por Él de parte del Padre (cf. Mt. 28,20; Jn 14,26).

Finalmente, con la conexión de todos estos eslabones entre el Génesis 3,15, Lucas 1,28, Juan 19,
25-27 y Apocalipsis 12, 1-17, completamos toda la cadena entre el Génesis y el Apocalipsis que
nos revela el 'Plan de Economía de Salvación' que Dios ha preparado para la Salvación de los
hombres.

La descendencia de la mujer, a la que se le prometió la victoria sobre la serpiente, se le identifica


claramente con el pueblo de Dios, representado en la imagen de la mujer del Apocalipsis 12, que
es la 'Nueva Eva' pura y sin mancha, la Santísima Virgen María. Y este pueblo que es la 'Iglesia
de Dios' sale victorioso sobre la antigua serpiente, el diablo o Satanás, a través de la obra de
Jesucristo, hijo de María, que aplasta la cabeza de dicha serpiente.

Comprendido todo este mensaje que hemos explicado, debería entenderse, además del rol que
desempeña María en el 'Plan de Economía de Salvación', lo que la Santísima Virgen es, la hecha
de gracia, la que estuvo llena desde su concepción del amor de Dios, que por decisión de su
voluntad viene a ser primicias de ese 'Plan Redentor' en la alborada de la plenitud de los tiempos
(cf. Gá. 4,4).

María, la 'Kejaritomene', es la esposa de Dios pues es la Madre de su Hijo Unigénito, que


también por ser Dios de Dios verdadero, engendrado, no hecho, consubstancial con el Padre (cf.
Jn. 1,1-5), obliga otorgarle a María el título de 'Madre de Dios' [Theotókos (en griego antiguo,
'Θεοτόκος': la que dio a luz a uno que era Dios)]. María también es antitipo del Arca de la
Alianza del pueblo de Israel, que guardó en su interior tres elementos importantes: la Ley que
regía a dicho pueblo, escrita en tablas de piedra (cf. Ex. 25,16; 2 Cr. 5,10), el pan o maná que
bajó del cielo para proveerles del sustento diario (cf. Ex 16,14-21; 32-33), y el báculo o vara
florecida de Aarón, escogido por Dios para que, como primer sumo sacerdote del pueblo de
Israel, intermediase por éste delante de Él (cf. Nm. 17,5-11; He. 9,4). Estos tres objetos físicos
eran figura de Cristo, el Hijo de Dios, resguardado como humano en el vientre de María (cf. Lc.
1,31), y viene a ser la Nueva Ley Eterna a ser inscrita en el corazón de los hombres (cf. Jer. 32,33;
He. 10,16); el Pan vivo bajado del cielo, que es el cuerpo, sangre, alma y divinidad de Jesucristo
(cf. Mr. 14,22-24; 1 Cr. 11,24); y finalmente, es el báculo sacerdotal, símbolo de la autoridad de
Cristo como Sumo y Eterno Sacerdote, legislador de la Nueva Ley (cf. Sal. 110,4; He. 5,6; 6,20;
Mt. 5,18), y que es el retoño de la vara de Jesé, padre de David, donde reposa el Espíritu de
Yahveh (cf. Is. 11,1-10).

Es por todo esto que podemos afirmar, que esa antigua Arca de la 'Antigua Alianza', construida
de madera y cubierta por placas de oro, con dos imágenes de querubines tallados en oro sobre
su tapa o propiciatorio (cf. Ex. 25,10-11.18), entre los cuales se le declaraba y hablaba Dios a
Moisés (cf. Ex. 25,21-22), durante el peregrinar del pueblo de Israel por el desierto, estando en
vigor la Antigua Alianza, sería una figura o tipo de María, que es la nueva Arca de la 'Nueva
Alianza', hecha de pura gracia por Dios, como la 'Nueva Eva' sin pecado, para que pudiera

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manifestarse en ella la gloria de su Hijo Unigénito, el 'Nuevo Adán' (cf. Rm. 5,14; 1 Co. 15,45),
ante su comunidad mesiánica, su Iglesia.

Sin embargo, a pesar de todos estos conocimientos que hemos transmitido, basados en la
Escrituras y sustentados por la Iglesia, todavía surgen algunas dudas entre algunos grupos de
personas, que tal vez por no asimilar todavía este conocimiento, o por el solo empeño de
desvirtuar todo este misterio glorioso de Dios, que guarda y enseña la Iglesia, niegan el 'Plan de
Economía de Salvación' a través de ese gran 'Misterio de la Encarnación' del Verbo en una
'Virgen Inmaculada', apartada por Dios como su Esposa, llena de gracias inefables para poder
albergar en su vientre al Emmanuel, al Dios con nosotros.

Así que, en la lectura de algunas citas de las Escrituras, estas personas todavía hallan la excusa
perfecta para desechar las bienaventuranzas concedidas a la Virgen María por gracia de Dios, y
por haber sido apartada por el Eterno para ser la Madre de su Hijo Unigénito, Jesús, Dios hecho
hombre (cf. Lc. 1,30-31).

Veamos y analicemos esas citas que la incredulidad nos presenta, pues al contrario de rebatir el
mensaje de la Iglesia sobre las bienaventuranzas de María y su papel en el 'Plan de salvación de
Dios para la humanidad', nos confirman toda la verdad que hemos expuesto y que la Iglesia
como columna y baluarte de la verdad nos ha transmitido siempre (cf. 1 Ti. 3,15):

«Y no la 'conoció' (griego γινώσκω – ginósko) 'hasta' ('ἕως – Eos) que dio a luz un hijo, al
cual le puso por nombre Jesús.» (Mt. 1,25).

«¿No es éste el carpintero, hijo (griego υἱὸς – yios) de María, hermano (griego ἀδελφὸς –
adélfós) de Jacobo, de José, de Judas y de Simón ¿No están también aquí con nosotros sus
hermanas (griego ἀδελφαὶ – adélfai)? Y se escandalizaban de él.» (Mr. 6,3).

υἱὸς – yios) del carpintero? ¿No se llama su madre (griego


«55 ¿No es éste el hijo (griego
μήτηρ – míter) María, y sus hermanos (griego ἀδελφοὶ – adélfoi), Jacobo, José, Simón y
Judas, 56 y ¿No están todas sus hermanas (griego ἀδελφαὶ – adélfoi) con nosotros? ¿De
dónde, pues, tiene éste todas estas cosas?» (Mt. 13,55-56).

«Entonces la madre (griego μήτηρ – míter) y los hermanos (griego ἀδελφοὶ – adélfoi) de
Jesús llegaron a donde Él estaba, pero no podían acercarse a Él debido al gentío.» (Lc. 8,19).

«Después de esto Jesús bajó a Capernaúm con su madre (griego μήτηρ – míter), sus
hermanos (griego ἀδελφοὶ – adélfoi) y sus discípulos (griego μαθηταὶ – matetai); pero no
se quedaron allí muchos días.» (Jn. 2,12).

«Entonces Jesús les dijo: No temáis. Id, avisad a mis hermanos (griego ἀδελφοῖς – adélfoas)
que vayan a Galilea, y allí me verán.» (Mt. 28,10).

«Y después que hubieron callado, Jacobo respondió, diciendo: Varones hermanos (griego
ἀδελφοὶ – adélfoi) oídme:» (Hecho. 15,13).
«No vi a ningún otro Apóstol, sino solamente a Santiago, el hermano (griego ἀδελφὸν –
adélfon) del Señor.» (Gá. 1,19).
Analicemos la primera cita:

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«Y no la 'conoció' (γινώσκω – ginósko) 'hasta' (ἕως – Éos) que dio a luz un hijo, al cual le
puso por nombre Jesús.» (Mt. 1,25).

Con este versículo del Evangelio de Mateo algunas personas, desconociendo lo que María es, y
lo que representa para el 'Plan de Economía de Salvación', entienden que José y María se
unieron como esposos en la carne, en vista del uso de los términos griegos 'ginósko' y 'Éos'
(verbo griego γινώσκω – ginósko: conocer/saber/percibir/reconocer; adv. griego ἕως –
Éos: hasta/incluso).

Analicemos el primer término, el verbo griego 'ginósko', debemos decir que su uso no es
exclusivo para señalar una relación sexual, se utiliza mayormente para indicar un conocimiento
intelectual 'tomar conocimiento de algo, aprendo, averigüé algo, me di cuenta de algo, llegué
a la comprensión de algo, llegué a saber, o llegué a percibir'. Por ejemplo, podemos ver el
relato de Lucas 2, 43, cuando el niño Jesús se quedó en Jerusalén, y José y María no sabían, o no
conocían de su paradero, el relato en cuestión dice: «Al regresar ellos, acabada la fiesta, se
quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin que lo 'supiesen' (ἔγνωσαν – egnosán) José y su
madre.», aquí la raíz del verbo usado en la oración es 'ginósko'. También lo podemos ver en la
cita de Mateo 6,3: «Mas cuando tú des limosna, no 'sepa' (γνώτω – yóto) tu izquierda lo que
hace tu derecha», donde nuevamente la raíz del verbo es 'ginósko'. Un ejemplo final de tantos
que pudiésemos escoger, lo tomaremos del Evangelio de Juan, capítulo 10, verso 14: «Yo soy el
buen pastor; y 'conozco' (γινώσκω – ginósko) mis ovejas, y las mías me conocen
(γινώσκουσί – ginóskosí)» ¿Se pueden imaginar la ruina que haríamos en la traducción de
estos versículos si le diéramos al verbo 'ginósko' una connotación sexual? De manera que, por
qué forzar la traducción de 'ginósko' en Mateo 1,25 como el 'tener sexo' sería no consistente
con el contexto de las Escrituras ni con la doctrina que de ellas se deriva y que resguarda el
depósito de la fe o revelación de la Iglesia. Así que podríamos traducir todo el texto de la cita de
Mateo 1, 25, como: «Y no la 'comprendió' (γινώσκω – ginósko) a ella 'hasta' (ἕως – Éos) que
dio a luz un hijo, al cual le puso por nombre Jesús.»

Podemos analizar la segunda parte de la cita, que no tiene mayores quebraderos de cabeza
haciendo una exégesis correcta, porque pueden hacerse dos tipos de interpretaciones que no
cambiarían la correcta comprensión del versículo que estamos analizando. El adverbio griego
'Éos' en las Escrituras, que puede significar 'hasta o inclusive' puede señalar que cuando cierta
condición se cumpla el evento primario que se esté desarrollando cesará de ocurrir, y dará paso
a otro evento distinto después del primero. Esto no ocurre siempre y en este caso de Mateo
1,25, si ocurre podría generar inconvenientes en la interpretación si no se hace una buena
exegesis crítica del texto, y se fuerza a que el verbo 'ginósko' que ya analizamos tenga el
significado de conocer con una connotación sexual, entonces en este caso que analizamos, el
adverbio 'Éos' al apuntar al cambio del primer evento, que sería la continencia sexual, luego
que la condición de estar embarazada de María cesara, cambiaría a otro evento de tener
relaciones sexuales entre José y María. Sin embargo, aun si se considerara que toda la teología
que existe sobre el papel de María como Madre sin pecado de Jesucristo y como Vínculo
contingente entre Dios y la humanidad en la 'Nueva Alianza', y el papel que ella desempeña en
el 'Plan de Economía de Salvación' no sea válido, la hipótesis de que el verbo 'ginósko' tenga
una connotación sexual, no es determinante para que la utilización del adverbio 'Éos' en la
oración nos lleve a la inequívoca conclusión de que el segundo evento, que es el de tener las
relaciones sexuales, se cumplió inevitablemente. Si toda esta hipótesis sostenida por estas

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personas se convirtiesen en teoría, pudieran explicar otras hipótesis que manejan estas
personas como que, María si tuvo más hijos, que María no es Inmaculada pues era una pecadora
cualquiera, que María no siempre estuvo llena de gracia, que María no es la 'Theotókos', que la
naturaleza humana de Jesús no era tan impecable pues vino de María y en algún momento tuvo
que limpiarla, que el Apocalipsis 12 nunca está referido a María, que María no es madre de la
Iglesia, que el FIAT de María y todo el relato de Lucas 1;24-38 se pudiese poner en duda y pensar
hasta que hubiese sido un agregado de algún fanático católico de los primeros siglos, que lo que
dijeron los Padres de la Iglesia sobre María y el Plan de Salvación fue figurado por ellos sin
obedecer a la tradición apostólica y por tanto sin ningún fundamento en Cristo, en fin, lograrían
verdaderamente destruir toda autoridad constituida por nuestro Señor Jesucristo y la teología
primigenia desarrollada por la Iglesia bajo la guía del Espíritu Santo (cf. Jn. 16,13-15), y hasta
anular todo lo que se enseña sobre los cuidados que a bien tuvo Dios otorgarle a María,
llenándola de gracias indecibles para que albergara en su vientre y alimentara en su seno a su
Hijo Unigénito, y de paso poner sombras en el 'Plan de Economía de Salvación' desde el mismo
Génesis hasta el Apocalipsis.

Pues bueno, veamos algunos casos en las Escrituras que pondrán en duda estas fantásticas
hipótesis de algunas personas, y donde veremos que el uso del adverbio 'Éos' en una oración
no es señal inequívoca de que un segundo evento distinto al primero pueda ocurrir después de
cambiar cierta condición. Comencemos:

«Y hasta ('ἕως – Éos) tu vejez yo mismo, y hasta ('ἕως – Éos) tus canas os soportaré yo; yo
hice, yo llevaré, yo soportaré y guardaré.» (Is. 46,4).

Aquí está hablando Dios, el evento primero es que Dios está 'soportando' al hombre porque no
tiene canas ni le ha llegado la vejez, que sería la condición inicial, pero pudiera señalarle al
intérprete que lo que intenta explicar el texto es que después que al hombre le salgan canas o
alcance la vejez, que serían las condiciones segundas del 'hasta', entonces, Dios dejará de ayudar
al hombre, surgiendo su 'indiferencia' como segundo evento. ¿Podremos hacer esta
interpretación?, no, de ninguna manera, porque existen muchas enseñanzas en las Escrituraras
que indican que Dios ama siempre al hombre y quiere que se salve, por tanto, el abandono de
Dios al hombre es improbable o mejor, imposible. Esto lo podemos sostener si examinamos el
resto de las Escrituras.

Leemos en el Evangelio de Mateo las palabras de Cristo: «19 Por tanto, id, y haced discípulos a
todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20
Enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con
ustedes siempre, hasta ('ἕως – Éos) el fin del mundo. Amén.» (cf. Mateo 28,20).

Claramente dice aquí que nuestro Señor, que es Dios, nos enseña que nos ama más allá de
nuestras canas o de la vejez. Sin embargo, nuevamente, aquí pudiera surgir otra mala
interpretación, porque alguien pudiera decir que ya no será hasta cuando nos salgan las canas,
ni cuando alcancemos la vejez, que Dios nos soportará, sino se alarga un tiempo más hasta el fin
del mundo. Y otra vez, ¿podremos hacer esta interpretación así, basándonos en este texto
solamente? Claro que no, ya lo hemos dicho, necesitamos revisar no solo el contexto del texto
en el capítulo donde está inserto un versículo, sino que tendremos que revisar toda la enseñanza
que esta revelada en las Escrituras y que soporta el Magisterio de la Iglesia como columna y
baluarte de la verdad (cf. 1 Ti. 3,15).

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Apoyémonos aún más en dos citas extras para hacer una buena interpretación, las Escrituras no
se contradicen y apuntan a una sola verdad, de no ser así la interpretación de las Escrituras se
hacen falibles y atentarían contra la unidad de la Iglesia, que debe tener una sola fe (cf. Ef. 4,5-
7). Veamos lo que nos dice el Apóstol Pablo en su carta a los romanos:

«38 Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo
presente ni lo por venir, ni los poderes, 39 ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la
creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús» (Romanos
8, 38).

Apoyémonos ahora en el Apóstol Juan con su libro del Apocalipsis que nos refuerza las palabras
de Apóstol Pablo:

«El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: los reinos
del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y Él reinará por los siglos de los
siglos.» (Apocalipsis 11, 15).

Vemos revelado que el apoyo del Señor es firme por la eternidad a todos aquellos que le aman
(cf. Mi. 7,18; Ef. 2,4-5; Jn. 3,16). Luego, es claro, que no podemos interpretar las Escrituras que
fueron inspiradas por Dios, analizando solamente un versículo en su contexto, sino que éste
debe estar respaldado por todo el contexto de doctrinas que surgen de la interpretación infalible
de las Escrituras que a través de los siglos ha hecho la Iglesia respetando la tradición apostólica
y que guarda su Magisterio desde el nacimiento de la misma (cf. 2 Ts. 3,4; 1 Ti. 4,1-2).

De la Septuaginta, hemos consultado la traducción del griego al español de la siguiente cita del
libro del Génesis:

«Y le dieron a Jacob los dioses extraños, que estaban en sus manos, y los más recónditos en
sus hombros, y Jacob los escondió debajo de una encina en Siquem y los escondió hasta ('ἕως
– Éos) el día de hoy.» (Gn. 35,4).
La pregunta que debemos hacernos es si la frase 'hasta el día de hoy' se refiere a que, al tiempo
de la publicación de este texto del Génesis se encontraron los ídolos escondidos bajo la encina.
Si fue así, podríamos tener alguna evidencia bíblica o extra bíblica posterior a ese evento de que
hubo un hallazgo de esos ídolos, sin embargo, no existe tal evidencia. Luego lo que es real es
que no hay rastros hasta el día de hoy del hallazgo de tales ídolos escondidos debajo de una
encina.

«Pero Jesús les replicó: mi Padre trabaja hasta ('ἕως – Éos) este momento y yo trabajo» (Jn.
5,17).

Otra vez, en este versículo el término 'hasta este momento' es similar a los textos que hemos
analizado anteriormente. Si aplicamos una mala exégesis, muy fácil podríamos concluir de
manera errada que ni Jesús ni Dios trabajan al día de hoy, pues lo hicieron hasta el día en que
Jesús pronunció esas palabras. La realidad es que la condición de la permanencia del trabajo de
Dios, Jesús y el Espíritu Santo, dentro del 'Plan de Economía de Salvación' aún no ha terminado.

En el libro de Deuteronomio se nos dice que Moisés murió en la tierra de Moab y allí fue
enterrado:

«Y lo enterró [Dios] en el valle, en la tierra de Moab, enfrente de Bet-Peor; y ninguno conoce


el lugar de su sepultura hasta ('ἕως – Éos) hoy.» (Dt. 34,6).

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Igualmente, el griego de la Septuaginta utiliza también la preposición adverbial 'ἕως – Éos:
hasta/incluso', luego esto no nos indica en este versículo del libro del Deuteronomio que la
condición de no saber el lugar de la sepultura de Moisés terminó en el momento que el escritor
del versículo lo declaró, no es así, aún hoy día no sabemos el lugar de la sepultura de Moisés.

«Y Mical hija de Saúl nunca tuvo hijos hasta ('ἕως – Éos) el día de su muerte.» (2 S. 6,23).

El griego de la Septuaginta utiliza otra vez la preposición adverbial hasta ('ἕως – Éos), en el
segundo libro de Samuel, lo que no nos llevaría a concluir que Mical si tuvo hijos después de su
muerte, pues eso sería absurdo.

Así que, hemos visto solo en algunos ejemplos que no siempre que se utiliza la preposición
adverbial hasta ('ἕως – Éos) no necesariamente se indica siempre que al cambio de una
condición se dé lugar a que otro evento comience a actuar. Sin embargo, sea este el sentido o
no lo sea, no afecta para nada la interpretación de la cita del Evangelio de Mateo 1,25 si se hace
la traducción correcta del verbo griego 'ginósko' como 'tomar conocimiento de algo, aprender,
averigüé algo, me di cuenta de algo, llegué a la comprensión de algo, o llegué a percibir sobre
lo que verdaderamente es obvio', y no de tener sexo, pues no está en conformidad con lo que
las Escrituras enseñan sobre María y el papel que desempeña en el 'Plan de Economía de
Salvación'. La Virgen María es la 'Kejaritomene' (cf. Lc. 1,35; 1 Jn. 5,7), que significa la 'hecha
de gracia' y que es Madre del Emmanuel o Dios con nosotros (cf. Mt. 1,22-23; Is. 7,14), a la que
se llegó el Espíritu Santo y que fue cubierta por el poder [(griego ἐπισκιάζω – epizkiázo) de
lo alto (griego ὕψιστος - hipístos)] (cf. Lc. 1,35), que no se nos olviden estas enseñanzas.

Por otro lado, es de notar que el evangelista Mateo quiere hacer ver con esta aclaración que el
niño nació de María por medios divinos y no humanos, que José, hombre piadoso, no intervino
en la concepción del niño. La enseñanza que se deriva es que José no tuvo el discernimiento final
de todo lo que pasaba hasta que María dio a luz al niño Jesús, fue cuando él comprendió lo que
era María y cuál era el Plan de Dios para con ella y la humanidad. Por tanto, como ya hemos
señalado podemos dar una mejor traducción al texto, sin tergiversar el griego en el que está
escrita la cita de Mateo 1, 25:

«Y no 'llegó a entenderla' (γινώσκω – ginósko) 'hasta' (ἕως – Éos) que dio a luz un hijo, al
cual le puso por nombre Jesús.» (Mt. 1,25).

Además, el milagro de la encarnación de Jesús estuvo muy claro en José, luego de conocer por
revelación del Ángel que ella estaba embarazada del Espíritu Santo y que se cumplía la profecía
de Isaías en ella «Por tanto, el Señor mismo os dará una señal: He aquí, una virgen concebirá
y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel que significa Dios con nosotros.»
(Mateo 1,20-23; Is. 7,14). José era hombre justo (griego δίκαιος – dikáios: Mt. 1,19 - inocente,
santo), y sabemos lo que implica esta virtud del hombre en las Escrituras «Porque tú, oh Yahveh,
bendecirás al justo; como con un escudo lo rodearás de tu favor.» (Salmo 5,12), por tanto, José
debió entender la profecía de Isaías. En ésta vemos que el profeta Isaías le dio Palabra de Dios a
Acaz, rey de Judá, cuando éste sentía como inminente la invasión de Rezín, rey Sirio, que ya
había sometido a las diez tribus de Israel ubicadas hacia al norte de Jerusalén, y que se había
confederado con Efraín, rey de Israel; el rey Acaz no se sentía digno de pedir por el mismo una
señal a Yahveh de que no sería invadido por los sirios, y el profeta Isaías se la dio directamente
de parte de Yahveh asegurándole que el rey Rezín no subsistiría, esta señal de parte de Yahveh
no era una señal de hombre, era una señal muy especial que venía de Dios y que no era

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imaginada por el hombre, y ésta señal era doble, que una virgen concebiría un hijo, y además
siendo virgen lo daría a luz. Finalmente, el rey sirio no invadió a Jerusalén y la señal de Dios vino
a cumplirse siglos después en María, y José la entendió cabalmente cuando el Ángel se la explicó
en sueños, y dice San Mateo en el capítulo 1 de su Evangelio que «24 Y despertando José del
sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió (παρέλαβεν – parelabén)
a su mujer.». José vino a ser el testigo del alumbramiento de aquella virgen y pudo entender el
misterio de su concepción y alumbramiento virginal de la profecía de Isaías.

José sabía que siendo ahora María la esposa de Dios, jamás podría tocarla. Él estaba desposado
(comprometido) con María, ellos habían celebrado el 'compromiso de casamiento', llamado
'Erusin o Kiddushin' (hebreo ‫קידושין‬: santificación), solemnizado por un documento llamado
'Shtar Tena'im' elaborado por los sacerdotes. Este compromiso preveía que después de un año
de preparación de ambos en casa de sus padres, se dispondrían para el día de la boda en sí, era
el 'Nisu'in' (hebreo ‫)נישואין‬. Mientras tanto como esponsales ya se consideraban esposos
porque el contrato matrimonial era vinculante, aunque no vivían juntos, de hecho, la unión no
podía ya disolverse de acuerdo a las leyes judías, excepto por un divorcio legal, formalizado en
un documento llamado 'get' (hebreo ‫)גט‬. El incumplimiento de la fidelidad en esta etapa era
ya considerado como adulterio en las leyes rabínicas.

José era un hombre justo como lo relata Mateo 1,19, así que él por tener esta virtud avivada por
el conocimiento de las Escrituras, al saber del embarazo de María por intervención de la gloria
de Dios, y que seguramente le fue contado por ella misma, en principio no sabía qué hacer para
no estorbar en los planes de Dios, y no quería además repudiar a María porque la amaba y
prefería dejarla en secreto, y llevar consigo la vergüenza ante la gente de haberla embarazado y
dejarla con un hijo. Él sabía como conocedor de las leyes de Moisés que, si exponía a María ante
su sociedad, por un mal entendimiento de lo que sucedía, ella podría ser castigada con la muerte
al creer que ella era una adúltera (cf. Dt. 22,23-24), y él sabía que no lo era. De hecho, la
expresión repudiar (griego απολύσαι - apolísai) utilizada en Mateo 1, 19, fue traducida
originalmente al latín por el verbo 'dimmitere' que significa 'dejar libre', 'abandonar' o 'liberar'
por Jerónimo de Estridón, padre de la iglesia (s. IV), quien tradujo la Biblia del griego y hebreo al
latín, comisionado por el Papa San Dámaso I, que había decretado el canon bíblico en el año 382
en un Concilio de Roma.

Veamos por último el texto completo de todo este relato, tal como lo plasma la Biblia de
Jerusalén 1998, Edit. Desclée De Brower:

«²⁰Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José,
hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer, porque lo engendrado en ella es del
Espíritu Santo. ²¹ Dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su
pueblo en sus pecados» ²² Todo esto sucedió para que se cumpliese lo dicho por el Señor por
medio del Profeta [Is. 7,14;8,8.10]. ²³ La Virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por
nombre Emmanuel, que traducido significa: «Dios con nosotros.» ²⁴ Una vez que despertó del
sueño, José hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer. 25
Pero no la conocía hasta que ella dio a luz un hijo a quien puso por nombre Jesús.» (Mt. 1,20-
25).

Estamos seguros de que esta interpretación de todo el relato de Mateo 1,19-25 sobre la
tribulación de José, junto a la correcta traducción del griego, se ajusta perfectamente a las
enseñanzas de las Escrituras sobre lo que es María y representa dentro todo el Plan de Dios para

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su salvación, testimonio que dio la Iglesia de los primeros siglos a partir de las enseñanzas de
nuestro Señor Jesucristo, transmitida por los Apóstoles, los Padres de la Iglesia y resguardadas
por el Magisterio de la Iglesia. José, hombre santo, conocía del papel que tanto él como María
debían desempeñar, por designios del Altísimo, en el 'Plan de Economía de Salvación'. Con estas
explicaciones, para quien busca con sinceridad la verdad, examinando todo el contexto de
enseñanzas de las Escrituras, debería quedar claro en que la lucha de José y María fue parte de
una guerra titánica contra la serpiente antigua, el engañador, llamado diablo y Satanás (cf. Ap.
12,9), que quiso destruir la misión apartada por Dios para ellos en beneficio de la humanidad.

Veamos ahora, otras dificultades de interpretación traídas por las mismas personas sobre los
casos donde se mencionan los hermanos de Jesús. Una vez más, teniendo claro el papel
desempeñado por San José y por la Santísima Virgen, dentro de los planes de Dios, debemos
encontrar una clara interpretación de las traducciones sobre estos versículos que terminará toda
duda respecto a este tema. Las dos primeras citas que aclararemos en este análisis que sigue
son las siguientes:

«¿No es éste el carpintero, hijo (griego υἱὸς – yios) de María, hermano (griego ἀδελφὸς –
adélfós) de Jacobo, de José, de Judas y de Simón ¿No están también aquí con nosotros sus
hermanas (griego ἀδελφαὶ – adélfai)? Y se escandalizaban de él.» (Mr. 6,3).

υἱὸς – yios) del carpintero? ¿No se llama su madre (griego


«55 ¿No es éste el hijo (griego
μήτηρ – míter) María, y sus hermanos (griego ἀδελφοὶ – adélfoi), Jacobo, José, Simón y
Judas, 56 y ¿No están todas sus hermanas (griego ἀδελφαὶ – adélfoi) con nosotros? ¿De
dónde, pues, tiene éste todas estas cosas?» (Mt. 13,55-56).

¿A quiénes consideraban hermanos los judíos, en toda la historia de los descendientes de Sem,
hasta la época de Jesús, y que por supuesto hasta hoy permanece? Pues, ellos consideraban
hermanos a cualquier miembro de su parentela descendiente de un tronco común familiar.
Debemos recordar que desde unos 2.300 años a.C., en tiempos en que Abram o Abraham salió
de Ur de los Caldeos, tierra de su parentela, su forma de organización era del tipo tribal; el
parentesco familiar consistía, básicamente, en conocer que procedían de un mismo tronco
paterno, y este lazo era más fuerte cuanto más próximo fuese su origen respecto a la casa de
ese tronco paterno; ya vemos que en tiempos de Jesús y de los Apóstoles, todavía muchos se
consideraban como hijos de Abraham y, por tanto, entre ellos se consideraban como hermanos
(cf. Jn. 8,39), esa era su costumbre; su origen no se perdía en las ramificaciones más alejadas en
esa relación familiar, ellos se consideraban hermanos.

La palabra traducida al castellano como 'hermanos', utilizada en las citas de Marcos, Mateo,
Lucas y Juan, proviene del griego 'ἀδελφοὶ' cuya transliteración al castellano es 'adélfoi' y que
en griego si significa 'hermano de padre'. Sin embargo, esta traducción de 'adélfoi' no fue
utilizada originalmente en ese sentido, pues, cuando se tradujo en la Septuaginta del hebreo y
arameo de la Tanaj al griego, además del uso definido de esta palabra para señalar la parentela
ente 'hermanos de padre', esta palabra griega era la que más se ajustaba al significado semítico
de 'parientes' en general, ¿cómo fue eso?

Por ese carácter de organización tribal, entre los israelitas no había una palabra que reflejara en
los idiomas arameo o hebreo la distinción entre algunos grados de parentela, por ejemplo:
primos, sobrinos, y amigos; todos eran identificados por estos pueblos de origen semita como
'‫ אַ ִּ ִ֖חים‬- ajim' o por su raíz '‫ אָ ח‬- aj', es decir, 'hermanos' y así se consideraban cuando descendían

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de un tronco común, fueran hijos o no de un mismo padre. Así que los eruditos encargados por
el Sumo Sacerdote de Jerusalén de cumplir la tarea de traducción del hebreo y el arameo, en el
que estaba escrita la Tanaj y otros libros, para llevarlos al idioma griego de la Septuaginta,
acordaron utilizar la palabra griega 'ἀδελφοὶ' o 'adélfoi' como se translitera al español. Así
trabajaron durante el desarrollo de su tarea para englobar, como ocurría con el hebreo 'aj', todo
tipo de afinidad familiar entre las personas de una misma parentela o tronco común, utilizando
dicha expresión, fuesen o no hermanos de padre las personas que relacionaban familiarmente;
bastaba solo con provenir del mismo tronco parental o con tener una firme amistad para
considerarse hermanos. Y este acuerdo de usar la palabra griega 'ἀδελφοὶ' para considerar esa
familiaridad, fue conocido por los Apóstoles y Padres de la Iglesia, y estos últimos nunca
pusieron en duda los textos griegos de los evangelios, en el que se mencionan los hermanos de
Jesús, y por tanto no llegaron a dudar que Jesús no fuese el único hijo de María, ni cuestionaron
dentro de la Iglesia la virginidad de ella, la madre de su Señor.

Estos testimonios de los primeros siglos los podemos ver en el protoevangelio de Santiago, del
siglo II (a 130-140), que aunque no fue considerado finalmente por la Iglesia entre los libros
canónicos, fue citado por Justino Mártir a mediados del s. II, Clemente de Alejandría de finales
del s. II, y Orígenes a principios del s. III [cf. Los Evangelios Apócrifos, Pierre Crepon, Edit. Edaf,
2016]; San Ignacio de Antioquía (a. 107) nos dice en su libro a los Efesios, 19,1: PG 5,660A, SC
10,88, 1: «quedó oculta al príncipe de este mundo la virginidad de María y su parto, como
también la muerte del Señor: tres misterios clamorosos que fueron cumplidos en el silencio
de Dios»; Orígenes (a 184-253), en Mt. Comm 10,17, GCS 10,21, dice: «María conservó su
virginidad hasta el fin, para que el cuerpo que estaba destinado a servir a la Palabra no
conociera una relación sexual con un hombre, desde el momento que sobre ella había bajado
el Espíritu Santo y la fuerza del Altísimo como sombra. Creo que está bien fundado decir que
Jesús se ha hecho para los hombres la primicia de la pureza que consiste en la castidad y María
a su vez para las mujeres. No sería bueno atribuir a otra la primicia de la virginidad»; Hilario,
Obispo de Poitiers entre los años 353 y 355 escribe el comentario en latín más antiguo sobre
Mateo, donde defiende la virginidad perpetua de María; San Atanasio (a 358-362) en su Tratado
contra los arrianos, 2,70, nos dice: «María se quedó y es siempre Virgen»; Justino Mártir, en su
Diálogo con Trifón, llama a María, la Virgen, y establece un paralelismo con Eva, madre de la
humanidad; Epifanio de Salamina (a 315-403), coloca en su Profesión de fe, Ancoratus - El
hombre anclado: 119, 5: DS 44, que Jesús: «fue perfectamente engendrado de Santa María
siempre virgen por obra del Espíritu Santo», en sus escritos contra los setianos, Panarion – El
botiquín contra las herejías, Libro 1, Vol. 3, 9, Carlos Andrés Blanch, Ed. Bilingüe, 2020, señala:
«[El Señor] el que fue engendrado atemporalmente, quien está siempre con el Padre, Dios
Verbo subsistente – nacido de la siempre virgen María»; Gregorio de Nisa (a 330-400),
refiriéndose a Isaías 7, 14, en De virg. 19: PG 46,396, dice: «Por Isaías quedas informado
previamente sobre la madre no desposada, sobre la carne sin padre, sobre el parto sin dolor
y el nacimiento sin mancha»; San Jerónimo, alrededor del año 380, respondiéndole a un tal
Helvidius, escribe un tratado sobre la virginidad perpetua de la bienaventurada María,
enseñanza que Helvidius ni nadie ha podido refutar.

Veamos a mostrar ahora algunos ejemplos tomados de las Escrituras, donde se muestra el uso
de 'ἀδελφοί' y sus variantes:

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Hermanos de padre:

Gn. 4,2 (ἀδελφὸν – adélfoi); Gn. 27,6.11 (ἀδελφόν – adélfon) (ἀδελφός – adélfos); 28,2:
(ἀδελφοῦ – adélfou); Gn. 29,10 (ἀδελφοῦ – adélfou); Gn. 49,5 (ἀδελφοί – adélfoi).
Medios hermanos:

Gn. 20,5 (Ἀδελφή & Ἀδελφός – Adélfo & Adélfos); Gn. 20,12 (ἀληθῶς & Ἀδελφή –
adélfos & Adélfo); Gn. 37,2 (ἀδελφῶν – adélfon); Gn. 37,4-5 (ἀδελφοὶ – adélfoi -
ἀδελφοῖς – adélfoa); 2 S. 13,4 (ἀδελφὴν – adélfen); 2 S. 13,7-8 (ἀδελφοῦ – adélfou -
ἀδελφοῦ – adélfou).
Otros parentescos:

Gn. 13,8 (ἀδελφοὶ – adélfoi); Gn. 14,12 (ἀδελφοῦ adélfou); Gn. 14,16: (ἀδελφὸν –
adélfon); Gn. 29,12 (ἀδελφὸς – adélfos); Gn. 29,15 (ἀδελφός – adélfos); 2 S. 1,26 (ἀδελφέ
– adélfe); 2 S. 19,13 (ἀδελφοί – adélfoi); Jue. 14,3 (ἀδελφῶν – adélfon); Is. 66,20
(ἀδελφοὺς – adélfous); Neh. 5,1: (ἀδελφοὺς – adélfous); Neh. 5,8 (ἀδελφῶν – adélfon);
1 R. 9,13 (ἀδελφέ – adélfe); 1 R. 20,32-33 (ἀδελφέ - ἀδελφός: adélfe – adélfos); Am. 1,9
(ἀδελφῶν – adélfon).

Metafórico o similitud:

Job 30,29 (ἀδελφὸς – adélfos); Pr. 18,9 (ἀδελφός – adélfos)].


Sabemos que la Septuaginta o Biblia de los LXX, escrita en Alejandría entre los siglos III y II a.C.,
luego de las dos grandes diásporas que sufrió el pueblo de Israel asentado en las tierras de
Canaán, fue escrita por órdenes que el Faraón Ptolomeo II de Filadelfo dio al Sumo Sacerdote
de Jerusalén. Esta es una recopilación en griego koiné de los principales textos hebreos y
arameos de la Tanaj o Biblia hebrea (La Torá, los Profetas y los Escritos), que manejaban a
conveniencia las distintas facciones religiosas (saduceos, fariseos, esenios) de los israelitas que
formaron parte del Reino de Judá y que sufrieron la segunda diáspora en dos deportaciones (a.
597 a. C y a. 587 a. C) hacia Babilonia sin sufrir sin embargo dispersión pues los principales judíos
radicaron en Babilonia como colaboradores del Imperio; a esta traducción de la Septuaginta se
anexaron los libros griegos que había producido el otro grupos de israelitas, del llamado Reino
de Samaria, que sufrieron la primera diáspora, dispersados hacia Mesopotamia y Media por
parte de las fuerzas asirias (a. 721 a. C), estos israelitas en cuanto a crecimiento demográfico y
extensión de áreas de influencia alcanzaron un mayor desarrollo económico y cultural que los
grupos israelitas del reino de Judá. El griego koiné era para entonces la lengua franca hablada
por todo el imperio romano oriental.

Veamos cómo traduce el parentesco familiar de esta Septuaginta al español, la versión de la


Biblia Reina Valera, de 1960, que es muy utilizada por los protestantes:

«Entonces Abram dijo a Lot: No haya ahora altercado entre nosotros dos, entre mis pastores
y los tuyos, porque somos HERMANOS (ἀδελφοὶ – adélfoi).» (Gn. 13,8).
Esta traducción desde el griego de la Septuaginta al castellano, traduce la palabra 'ἀδελφοὶ'
como 'hermano', que siendo estrictos es la traducción de la palabra, pero no es la manera
correcta de traducir conociendo el contexto y teniendo un idioma español tan rico para colocar

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la palabra más adecuada. La relación de parentesco que tenían Abram y Lot era la de tío y
sobrino respectivamente, está relación de parentesco la podemos descubrir en las citas de Gn.
11,27 y Gn. 14,12. En el hebreo de estas citas, descubrimos la relación de parentesco que existe
entre ellos dos, así que veamos:

«Terah trajo al mundo [hebreo (‫ – ָילַד‬yalad)] a Abram, Nahor y Harán, y Harán trajo al mundo
[hebreo (‫ – ָילַד‬yalad)] a Lot» (Gn. 11,27).

Y en esta otra cita lo corroboramos:

«Y ellos se llevaron a Lot y sus bienes, hijo [hebreo (‫ – בן‬ben)] del hermano [hebreo (‫אֲ ִּ ִ֥חי‬ –
ají)] de Abram, que habitaba en Sodoma y se fueron» (Gn. 14,12).
Vemos entonces que en el idioma hebreo no existe la palabra específica para tío o sobrino, y por
eso al traducir al griego, los traductores convinieron en traducir todas las relaciones de
parentesco con la palabra 'ἀδελφοὶ', y se libraron de un dolor de cabeza.

Los evangelistas del siglo I d.C., conociendo estas reglas entre los traductores del siglo II a.C.
optaron por abrazar el mismo criterio, aun teniendo palabras adecuadas para estas relaciones
de parentesco en la cultura griega para estar en línea con la norma de traducción del Antiguo
Testamento. Lo cual ha generado algunas confusiones entre los lectores de hoy.

Esto quiere decir que cuando vemos en Marcos 6,3, en Mateo 13,55 o en otras citas que
mencionamos al comienzo, la palabra hermano(s) es porque la traducción viene del griego
'ἀδελφοὶ', corresponda o no a la relación real de parentesco de las personas relacionadas, sin
considerar el contexto o análisis exegético de las Escrituras, suscitando los inconvenientes o tal
vez conveniencias que tal práctica conlleva.

¡Ah!, pero ¿habrá alguna forma de demostrar que cuando se habla de los hermanos de Jesús se
refiere a otra relación de parentesco?

Nuevamente recalcamos que, en primer lugar, bastaría solo conocer quién era la Virgen María
y su papel en el 'Plan de Economía de Salvación', para no dejarse confundir con estas hipótesis
sobre los hermanos de Jesús o hijos de la Santísima Virgen.

Que quede claro, la Santísima Virgen María es la madre del Dios encarnado (cf. Mt. 1,20-23), es
la 'Kejaritomene', la hecha de gracia (Lucas 1,28), el enlace escogido por Dios para conectar la
divinidad con la humanidad (cf. Lc. 1,31), la que fue cubierta por el poder del Altísimo con su
sombra (griego ἐπισκιάσει – episkiaséi) haciéndola su Esposa [En Mt. 17,5 y Lc. 9,34 se
describe como una nube de luz que rodeaba y envuelve a Pedro, Santiago y Juan, los cuales
sintieron temor], para que diese a luz al que sería llamado Hijo de Dios (cf. Lc. 1,35). Pero si este
hermoso misterio que se le ha revelado en parte a la Iglesia desde hace unos 2.000 años, no es
comprendido todavía por algunos, entonces tenemos que buscar otras vías más expeditas para
aclarar estos pequeños inconvenientes que ven algunas personas a falta de luz.

Como segundo punto que vamos a alertar, es que nunca encontraremos en el Nuevo
Testamento 'estos son los hijos de José el carpintero' o 'estos son los hijos de María la madre
de Jesús' o 'estos son los hijos de la esposa de José', no, nunca encontraremos estas citas,
porque estos no son hijos de ni de José ni de María, sino de otras bellas personas mencionadas
en las Escrituras. Lo que sí encontraremos en el Nuevo Testamento es la frase 'los hermanos de
Jesús' y la de 'hermano de Jesús'.

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Como tercer punto, vamos entonces a escudriñar cuidadosamente las Escrituras, estudiando el
contexto de los versículos y su relación con otros textos, teniendo siempre en consideración el
testimonio concurrente que tenemos sobre la Virgen María en los Evangelios, en los Padres de
la Iglesia y en la autoridad eclesiástica, considerados como elementos importantes para llegar
a conclusiones precisas y no dudar de las virtudes y gracias de María y su papel tan importante
en el 'Plan de Economía de Salvación' de Dios para la humanidad.

Demostraremos que Jacobo (Santiago), José, Simón y Judas eran primos hermanos de Jesús por
ser hijos de María de Cleofás, la hermana de la Santísima Virgen y no sus hermanos a la manera
como entendemos nosotros en nuestra cultura occidental. ¿Sorprendidos?, pues creo que sí.

Así que comencemos que el Señor no nos dejó cabos sueltos en las Escrituras que Él, por gracia,
no nos permita atar.

Examinemos primeramente con detalle, los escenarios de las mujeres al pie de la Cruz y de las
que acudieron al Sepulcro, a la luz de los Evangelios:

Veamos la lista de Marcos:

«También había algunas mujeres mirando de lejos, entre las cuales estaban María Magdalena,
María la madre de Jacobo el menor y de José, y Salomé» (Mar. 15,40).

Entendamos siempre que, el nombre de Jacobo se transformó con el tiempo en Santiago al


traducirlo del latín al castellano. Se decía 'Sanctus Iacobus', que derivó en 'Sant Iaco' y
finalmente en 'Santiago'.

En esta lista de Marcos tenemos en orden:

1. María Magdalena.
2. María la madre de Jacobo (Santiago) el menor y José.
3. Salomé.

Veamos la lista de Mateo en esta otra cita:

«Estaban allí muchas mujeres mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde
Galilea, sirviéndole, entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo y
de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.» (Mt. 27,55-56).

La lista de Mateo de las mujeres de la Cruz sería:

1. María Magdalena.
2. María la madre de Jacobo (Santiago el menor) y José.
3. La madre de los hijos de Zebedeo.

Vemos cómo en esta cita, Mateo reafirma y complementa la de Marcos, diciéndonos que la
segunda María, además de ser madre de Jacobo el menor, lo es también de José, y nos pone en
el orden que la tercera mujer es la madre de los hijos de Zebedeo, por lo que podemos inferir
que ésta es Salomé, la tercera mujer nombrada en el escenario de Marcos, y por tanto sería la
esposa de Zebedeo.

Así que nuestra primera lista podemos construirla así:

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PRIMERA LISTA
1 MARÍA MAGDALENA
2 MARÍA LA MADRE DE JACOBO (SANTIAGO EL MENOR) Y DE JOSÉ
3 SALOMÉ LA MADRE DE LOS HIJOS DE ZEBEDEO

Veamos por otro lado, quienes son los hijos de Zebedeo, cuando Jesús escoge a los primeros
discípulos, para ir completando la fila número 3, para ello escudriñemos en estas otras citas:

«Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón llamado Pedro, y Andrés
su hermano, que echaban la red en el mar, porque eran pescadores. Y les dijo: Venid en pos
de mí, y os haré pescadores de hombres. Ellos entonces, dejando al instante las redes, le
siguieron. Pasando de allí, vio a otros dos hermanos, Jacobo (griego Ἰάκωβον - Iákobon) hijo
de Zebedeo, y Juan su hermano, en la barca con Zebedeo su padre, que remendaban sus redes;
y los llamó. Y ellos, dejando al instante la barca y a su padre, le siguieron.» (Mt. 4,18-22)

Aquí vemos que este Jacobo (Santiago, al que identificaremos como 'el mayor' para diferenciarlo
de Santiago 'el menor') era hermano de Juan Apóstol, y los dos eran hijos de Zebedeo.

Complementemos con dos citas más:

«Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: —Maestro, queremos


que nos hagas el favor que vamos a pedirte. Él les preguntó: —¿Qué quieren que haga por
ustedes? Le dijeron: —Concédenos que en tu reino glorioso nos sentemos uno a tu derecha y
otro a tu izquierda.» (Mar. 10,35-37).

«La madre de los hijos de Zebedeo, junto con sus hijos, se acercó a Jesús y se arrodilló delante
de él para pedirle un favor. Jesús le preguntó: —¿Qué quieres? Ella le dijo: —Manda que en tu
reino uno de mis hijos se siente a tu derecha y el otro a tu izquierda.» (Mt. 20,20-21).

Vemos entonces que, el Evangelio de Mateo que se deriva en parte del de Marcos, nos presenta
la misma escena anterior y señala que quien hizo la petición a Jesús, fue la esposa de Zebedeo
por sus hijos, Juan y Santiago.

Ya podemos reescribir mejor la escena de la Cruz descritas por Marcos 15,40 y Mateo 27,55-56,
y nos olvidamos de la primera lista y nos quedaremos por el momento con una segunda lista de
esta manera:

SEGUNDA LISTA
1 MARÍA MAGDALENA
2 MARÍA LA MADRE DE JACOBO (SANTIAGO EL MENOR) Y DE JOSÉ
3 SALOMÉ LA MADRE DE JACOBO (SANTIAGO EL MAYOR) Y DE JUAN,
AMBOS HIJOS DE ZEBEDEO Y ESPOSO DE SALOMÉ

Tenemos por el momento más detalles en nuestra nueva lista. La primera mujer que nos parece
soltera y sin hijos y que sería María Magdalena; la segunda María a la que le hemos descubierto
dos hijos: Santiago el menor y José; la tercera mujer que es Salomé, le hemos descubierto su
esposo, que es Zebedeo, y tienen dos hijos: Santiago el mayor y Juan. Nos faltaría saber en la
lista que tenemos, de quién es esposa la segunda María mencionada y que sabemos es madre
de Santiago el menor y de José.

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Veamos ahora esta escena de las mujeres que acudieron a la tumba para ungir el cuerpo de
Jesús:

«Cuando pasó el día de reposo, María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé,
compraron especias aromáticas para ir a ungirle.» (Mar. 16,1).

Nuevamente, Marcos coloca el mismo orden de las mujeres de la Cruz que había hecho
previamente, con las mujeres que hacen los preparativos para ungir el cuerpo del Señor en la
tumba:

1. María Magdalena.
2. María la madre de Jacobo (Santiago el menor) [y de José].
3. Salomé [la madre de Jacobo o Santiago el mayor y Juan Apóstol, esposa de Zebedeo].

Veamos ahora el escenario que nos da Mateo de las mujeres que acudieron al sepulcro:

«Pasado el día de reposo, al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena
y la otra María, a ver el sepulcro.» (Mt. 28,1)

Esta vez, Mateo solo nombra a dos mujeres, que parecen las dos primeras de la lista en la escena
de la Cruz, probablemente jerarquizando la importancia de las mismas por su cercanía con Jesús:

1. María Magdalena.
2. La otra María [la madre de Jacobo (Santiago) el menor y de José].

No tenemos nueva información con estas citas. Recordemos sí que, María Magdalena, muy
probablemente es la misma María de Betania, la hermana de Marta (Lc. 10,38-42) y de Lázaro
(Jn. 11,1-2; 12,1-3) y que en Lucas 8,2 se dice que había sido curada de siete demonios.

Sin embargo, ya estamos casi a punto de descubrir quién es esta segunda María mencionada en
todas las citas de Marcos y Mateo, tanto en la Cruz, como junto al Sepulcro, junto a la otra
importante mujer como lo fue María Magdalena.

Veamos ahora estas tres citas sobre la escogencia de los Discípulos por parte de Jesús:

«Después subió al monte, y llamó a sí a los que Él quiso; y vinieron a Él. Y estableció a doce,
para que estuviesen con Él, y para enviarlos a predicar, y que tuviesen autoridad para sanar
enfermedades y para echar fuera demonios: a Simón, a quien puso por sobrenombre Pedro;
a Jacobo [Santiago el mayor] hijo de Zebedeo, y a Juan hermano de Jacobo, a quienes apellidó
Boanerges, esto es, hijos del trueno; a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo
[Santiago el menor] hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el cananita, y Judas Iscariote, el que le entregó.
Y vinieron a casa.» (Mar. 3,13-19).

Aquí vemos que Marcos nos muestra a dos Santiago como discípulos de Cristo, a Santiago (el
mayor) y a su hermano Juan como hijos de Zebedeo y esposo de Salomé y a otro Santiago hijo
de Alfeo (Cleofás) que pudiera ser Santiago el menor, el hijo de la segunda María de la lista de
Marcos y Mateo y que es madre también de José. Aquí ya vamos reconociendo que la segunda
María de las listas es la esposa de Alfeo o Cleofás y que los dos Santiago (el mayor y el menor) y
Juan son también discípulos de Jesús.

Aclaremos lo siguiente, el nombre griego Ἁλφαίου - Alfeo, se ha considerado como Κλωπᾶς


- Cleofás, o Κλωπᾶ - Cleofá. Algunos estudiosos piensan que Cleofá supondría una

17
pronunciación diferente del hebreo ‫ חלפי‬- Jalfi, en la que la letra 'jet' o '‫ 'ח‬como se escribe
en hebreo, fue cambiada por la letra 'kappa' o 'κ' griega.

Veamos ahora esta segunda cita de Mateo:

«Los nombres de los doce Apóstoles son estos: primero Simón, llamado Pedro, y Andrés su
hermano; Jacobo [Santiago el mayor] hijo de Zebedeo, y Juan su hermano; Felipe, Bartolomé,
Tomás, Mateo el publicano, Jacobo [Santiago el menor] hijo de Alfeo, Lebeo por sobrenombre
Tadeo, Simón el cananita, y Judas Iscariote, el que también le entregó.» (Mt. 10,2-4).

Aquí en esta lista de los discípulos escogidos, vemos que Mateo, siguiendo a Marcos, nos coloca
también a Santiago el mayor y a su hermano Juan como hijos de Zebedeo, y que sabemos ya que
es el esposo de Salomé. También nos coloca al otro Santiago, que evidentemente es el menor,
como hijo de la segunda María y hermano de José por ser ella madre de este último, y además
esposa de Alfeo (Cleofás). Por tanto, se nos reafirma que Alfeo debe ser el esposo de la segunda
María de las listas de la Cruz.

Veamos una tercera cita, esta vez la del Evangelio de Lucas en la que Jesús escoge a sus
discípulos:

«Y cuando era de día, llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a los cuales también
llamó apóstoles: a Simón, a quien también llamó Pedro, a Andrés su hermano, Jacobo
[Santiago el mayor] y Juan, Felipe y Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, Simón
llamado Zelote, Judas hermano de Jacobo, y Judas Iscariote, que llegó a ser el traidor.» (Lc.
6,13-16).

Aquí vemos que Lucas, al igual que Marcos y Mateo, nos coloca también a Santiago el mayor y
a su hermano Juan, pero sin nombrar que son hijos de Zebedeo. También nos coloca al otro
Santiago hijo de Alfeo, a Simón el Zelote, y a Judas que dice es hermano de Santiago (el menor).
Por tanto, vemos que Judas siendo hermano de Jacobo (Santiago el menor) sería hijo también
de la segunda María, esposa de Alfeo, y por tanto hermano de José.

Nuestra segunda lista al comienzo de las mujeres de la Cruz de Marcos 15,40 y Mateo 27,56 se
transforma en esta tercera lista con las que nos quedaremos:

TERCERA LISTA
1 MARÍA MAGDALENA
2 MARÍA LA MADRE DE JACOBO (APOSTOL SANTIAGO EL MENOR), DE
JOSÉ Y DEL APOSTOL JUDAS TADEO, ESPOSA DE ALFEO (CLEOFÁS)
3 SALOMÉ LA MADRE DE LOS APÓSTOLES JACOBO (SANTIAGO EL
MAYOR) Y JUAN, AMBOS HIJOS DE ZEBEDEO Y ESPOSO DE SALOMÉ

Veamos ahora esta última cita de las mujeres de la Cruz que hemos dejado para el final, y es la
que nos escribe Juan el Apóstol:

«Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofás,
y María Magdalena.» (Jn. 19,25).

Aquí Juan, en cuyo Evangelio predomina el misterio de la encarnación de Jesús, le da un orden


de preeminencia a las mujeres por la cercanía filial que tienen con Jesús:

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1. Su madre María.
2. La hermana de su madre, María de Cleofás.
3. María Magdalena.

Hasta aquí ya estamos reafirmando varias cosas, que Cleofás es el padre de Santiago el Menor
(cf. Mt 10,3; Lc. 6,15), de José y de Judas Tadeo (cf. Lc. 6,16), y Cleofás es el esposo de María la
que descubrimos es hermana de la Virgen María (cf. Jn. 19,25), la segunda María que se
menciona en las listas de las mujeres de la Cruz (cf. Mr. 15,40; Mt. 27,56). Y si comparamos Juan
19, 25 con Mateo 10, 3, es evidente que Alfeo es el mismo Cleofás; siendo Alfeo su nombre
griego, y Cleofás su nombre hebreo o siríaco.

Busquemos más referencias sobre este Judas Tadeo que se dice es hermano de Santiago el
menor, que complementen lo que ya hemos descubierto. En la misma Epístola de Judas
encontramos el dato que nos reafirma que Judas es el hermano de Santiago (el menor):

«Judas, siervo de Jesucristo, y hermano de Jacobo [Santiago el menor], a los llamados


santificados en Dios Padre, y guardados en Jesucristo.» (Jud. 1,1).

Hay quienes infieren, por el verso 17, que el escritor de esta carta de Judas no fue de los
Apóstoles, ya que el mismo parece excluirse:

«Pero vosotros, amados, tened memoria de las palabras que antes fueron dichas por los
Apóstoles de nuestro Señor Jesucristo» (Jud. 1,17)

Sin embargo, en esta cita cuando Judas les ruega que se acuerden de las palabras que fueron
pronunciadas por 'los Apóstoles', no infieren que él mismo no fuera un Apóstol, pues está
hablando de lo que fue dicho en el pasado, y podría haber habido una razón especial para que
se refiriera a algo que recordaran claramente y que había sido dicho por los 'otros' Apóstoles
sobre este punto, o también podría estar hablando colectivamente de todo el grupo de los
Apóstoles sin tener que especificar que él era uno entre ellos.

Es evidente también que este es el mismo Judas que se menciona en los Hechos de los Apóstoles,
cuando van hacer la selección del sucesor de Judas Iscariote:

«Y entrados, subieron al aposento alto, donde moraban Pedro y Jacobo, Juan, Andrés, Felipe,
Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hermano de Jacobo
[Santiago el menor].» (Hechos 1,13).

Así que en la cita de Judas 1,1 se dice que éste es hermano de Jacobo, así como en la lista de los
discípulos de Jesús de Lucas 6,16 y en la de Hechos 1,13 cuando se va a elegir al reemplazo de
Judas Iscariote, por tanto, no hay dudas que las tres menciones se refieren al mismo personaje.
También vemos en las listas de los discípulos de Jesús, Marcos 3, 13-19 y Mateo 10,2-4, que en
el lugar décimo aparece Lebeo que en la lista de Marcos se aclara que su sobrenombre es Tadeo
sin mencionar su afinidad con Jacobo (Santiago el menor).

Así que, ya podemos definir una cuarta lista con la que ahora nos quedaremos:

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CUARTA LISTA
1 MARÍA MAGDALENA
2 MARÍA, HERMANA DE LA VIRGEN, LA MADRE DE JACOBO (APOSTOL
SANTIAGO EL MENOR), DE JOSÉ Y DEL APOSTOL JUDAS TADEO,
ESPOSA DE ALFEO (CLEOFÁS)
3 SALOMÉ LA MADRE DE LOS APÓSTOLES JACOBO (SANTIAGO EL
MAYOR) Y JUAN, AMBOS HIJOS DE ZEBEDEO Y ESPOSO DE SALOMÉ

Teniendo ya plenamente identificadas a las mujeres de la Cruz, de Marcos 15,40 y Mateo 27,56
con sus esposos y parte de sus hijos, ya podemos identificar a tres de los llamado hermanos de
las citas de Marcos 6,3 y Mateo 13, 55 que mencionan a Jacobo, José, Judas y Simón. Estos son
Jacobo, José y Judas que son hijos de María la esposa de Cleofás y que es hermana de la
Santísima Virgen María, por tanto, estos personajes son primos-hermanos de Jesús, nos faltaría
identificar claramente a Simón, sin embargo, ya no necesitamos más citas, pues a Simón lo
tenemos allí al frente, en las citas analizadas.

Es curioso o casuístico ver que en todos los versículos que hemos analizado, donde se mencionan
los discípulos de Jesús en Marcos 3,13-19, Mateo 10,2-4 y Lucas 6,13-16, incluyendo este último
de los Hechos 1,13 se nombran siempre juntos a Jacobo (Santiago el menor) hijo de Alfeo
(Cleofás), a Simón el cananita o el Zelote y a Judas Lebeo o Tadeo. Y sabiendo que Judas Tadeo
es hermano de Santiago el menor quien es a su vez hermano de José, hijos de Alfeo o Cleofás, y
el que estos tres personajes (Santiago, Simón y Judas) estén nombrados siempre juntos no es
simple casualidad, por tanto no sería desacertado afirmar que el hecho de nombrarlos siempre
en un solo bloque tiene que ver con la relación de parentesco que entre sí ellos mantenían, y es
lo que nos permite deducir que Simón también es hermano de Judas y Santiago y por tanto de
José.

Así que ahora ya tenemos definida completamente la lista de las mujeres de la Cruz de Marcos
15,40 y Mateo 27,55-56 junto a su familia, que nos muestra que los llamados hermanos de Jesús
(Jacobo [Santiago el menor], José, Simón y Judas) son sus primos hermanos, hijos de María, la
hermana de la Santísima Virgen, y de Cleofás su esposo.

LISTA DEFINITIVA DE LAS MUJERES DE LA CRUZ Y SU FAMILIA


1 MARÍA MAGDALENA
2 MARÍA, HERMANA DE LA VIRGEN, ESPOSA DE ALFEO (CLEOFÁS), LA
MADRE DE JACOBO (APOSTOL SANTIAGO EL MENOR), DE JOSÉ, DE
SIMÓN APOSTOL Y DE JUDAS TADEO APOSTOL
3 SALOMÉ LA MADRE DE LOS APÓSTOLES JACOBO (SANTIAGO EL
MAYOR) Y JUAN, AMBOS HIJOS DE ZEBEDEO Y ESPOSO DE SALOMÉ

Ya tenemos completa la lista de los primos hermanos de Jesús, de acuerdo a nuestra costumbre
occidental de identificar nuestros parentescos cercanos, y de allí proviene la estrecha relación
que existió entre Jesús, María y los llamados hermanos de Jesús, en cuanto a que su parentesco
era muy cercano y por eso, de acuerdo a la costumbre semítica, se consideraban hermanos. Tal
fue el motivo por el que los evangelistas del primer siglo, al escribir en griego, identificaran a los
hijos de la hermana de la Santísima Virgen como 'Adélfois' o hermanos de Jesús, dando el
sentido semítico de ser parientes muy cercanos y no el sentido griego.

20
Entendido todo esto sobre la verdadera relación entre Jesús y Jacobo [Santiago el menor], José,
Simón y Judas, podemos entender también el sentido semita sobre las 'hermanas de Jesús' de
los otros versículos que generan esta confusión entre algunas personas, si no escudriñamos las
Escrituras correctamente. Es entendible también, por esa misma cultura, el por qué no se dan
los nombres de las primas hermanas de Jesús, solo en casos de suma importancia se hacía saber
el nombre de una mujer.

Veamos ahora el resto de las controversiales citas:

«Entonces la madre y los 'hermanos' (ἀδελφοὶ) de Jesús llegaron a donde Él estaba, pero no
podían acercarse a Él debido al gentío.» (Lc. 8,19).

Es claro ahora que estos hermanos eran realmente los primos hermanos de Jesús, los hijos de
María la hermana de la Santísima Virgen y cuyo padre era Alfeo (Cleofás), esposo de la hermana
de la Virgen.

De igual modo vamos a concluir con estas otras citas:

«Después de esto Jesús bajó a Capernaúm con su madre, sus 'hermanos' (ἀδελφοὶ) y sus
discípulos; pero no se quedaron allí muchos días.» (Jn. 2,12)

Otra vez, estos hermanos que acompañaron a Jesús con su madre eran sus primos hermanos,
hijos de María la hermana de la Virgen y esposa de Alfeo (Cleofás).

«Entonces Jesús les dijo: No temáis. Id, avisad a mis 'hermanos' (ἀδελφοῖς) que vayan a
Galilea, y allí me verán.» (Mt. 28,10).

Jesús les habla a las mujeres que habían ido al sepulcro y les dice que avisen a sus primos
hermanos y lo más probable es que incluyera también a los discípulos.

«Y después que hubieron callado, Jacobo respondió, diciendo: Varones 'hermanos' (ἀδελφοί)
oídme» (Hecho. 15,13).

Allí en Jerusalén estaban reunidos todos los discípulos, Pablo, Bernabé y todos los ancianos, era
un gran Concilio de la Iglesia naciente, el primer Concilio en el que se iba a dejar claro que la Ley
ya no era un yugo que tenían que llevar los cristianos sobre sus hombros, pues ahora dependían
de los mandatos del Señor Jesús (Pero yo os digo...; de cierto, de cierto os digo...; os digo...) y
de sus gracias junto a las del Espíritu Santo. Hablaron muchos exponiendo su parecer sobre la
observancia de la Ley, hasta que habló Pedro dictando cátedra, luego hablaron Pablo y Bernabé,
cerrando Santiago el menor, a quien llamaban hermano del Señor (ἀδελφοί) pero que ya
sabemos era su primo, hijo de María de Cleofás, su tía, hermana de la Santísima Virgen. Así que
aquí en esta cita vemos también el uso de 'ἀδελφοί' refiriéndose a la relación de hermandad
cristiana de los reunidos en este concilio, no que todos eran hermanos de padre y/o madre.

«No vi a ningún otro Apóstol, sino solamente a Santiago, el 'hermano' (ἀδελφοί) del Señor.»
(Gá. 1,19).

Otra vez, este es Santiago el menor, hijo de María de Cleofás, hermana de la Santísima Virgen,
por tanto, primo hermano de Jesús. Santiago el menor fue quien escribió la Epístola de Santiago
y fue el primer Obispo de Jerusalén, es decir, la primera autoridad en esa sede particular de la
Iglesia.

21
Así que, por este otro método de análisis hemos terminado de mostrado la verdad plasmada en
las Escrituras, que Dios ha tenido a bien revelarnos, sobre que nuestro Señor Jesucristo es único
hijo de José, como padre adoptivo, y de la Virgen María su Santísima Madre por gracia de Dios,
quien la cubrió con su poder luego de la visita del Ángel Gabriel y la protegió de las garras de la
serpiente, y también hemos llevado a la luz de todos la verdad que Dios nos ha revelado en las
Escrituras sobre lo que es la 'Santísima Virgen María', la 'hecha llena de gracia' (griego
κεχαριτωμένη – Kejaritomene) por voluntad misma de 'Yahveh' (hebreo ‫הוה‬ ָ֞ ְ‫)י‬, el Dios
todopoderoso (hebreo ‫ – שַׁ דַׁ י‬Shadday) y sobre el rol que ella desempeña en el 'Plan de
Economía de Salvación' preparado por voluntad de es que es el 'Yo Soy el que Soy' [hebreo
ֶׁ֣ ‫ – ) ֶֽאהְ יֶ֖ה( )א‬eh·yeh as·her eh·yeh ] para que seamos salvos si nos acojamos a dicho
(‫ֲשר( ) ֶֽאהְ יֶ֑ה‬
Plan.

Ya que hemos sacudido estas piedritas que molestan en los zapatos de muchos hermanos al
caminar, ahora tratemos de reflexionar las respuestas que surgen a las siguientes preguntas que
haremos, teniendo en frente la imagen de nuestro Señor en la Cruz, humillado y herido al
extremo, dirigiendo sus últimas palabras a su madre y al discípulo amado al pie de la Cruz.

En una toma panorámica de esta escena, vemos junto a la Cruz de Jesús que, las mujeres que
estaban cerca eran su madre, la hermana de su madre, María de Cleofás y María Magdalena. Al
lado de la Virgen María solo estaba un varón, el discípulo amado. Jesús, al ver a su madre, y
cerca al discípulo que tanto quería, le dijo a ella:

«Mujer, ahí tienes a tu hijo, luego dijo al discípulo: Ahí tienes a tu madre. Y desde aquella hora
el discípulo la recibió en su casa.» (Jn. 19,25-27).

Allí, frente a nosotros, tenemos entonces esa pintura de la pasión. ¿Por qué en ella no están los
supuestos cinco hermanos de Jesús y sus hermanas? ¿No sería una afrenta para la familia ante
el pueblo el que los hijos de la Virgen María no estuvieran acompañándola en estos momentos
tan difíciles? ¿Y qué del Apóstol Santiago el menor, el supuesto hermano de Jesús, que llegó a
ser primer Obispo de Jerusalén? ¿Creen ustedes que con el antecedente curricular de haber
abandonado a su madre en aquel momento tan terrible de tener al frente a su hijo clavado en
la Cruz, magullado y humillado por todos los hombres, hubiese tenido algún chance de haber
accedido al cargo de primer Obispo de Jerusalén? Mediten en su corazón, con todo lo ya
aprendido, ante este cuadro tan doloroso y dense las respuestas a estas preguntas.

Finalmente, terminemos toda esta temática que hemos desarrollado con esta otra reflexión
sobre la misma escena de la pasión. Ya hemos visto que junto a la Cruz de Jesús estaba como
doliente principal su madre, con todas sus fibras removidas, viendo aquél cuerpo que yacía
clavado en la Cruz, golpeado, flagelado y traspasado hasta el corazón por una lanza, brotando
agua y sangre de esa herida. ¿Cómo impedir que ella no sufriera y llorara si una espada estaba
atravesando su alma como lo había predicho Simeón en el templo, al tiempo en que ella
presentaba a Jesús con ocho días de nacido?

Además del deber y afecto de madre, la presencia de María junto a la Cruz muestra su
compromiso de participar totalmente en el sacrificio redentor de su Hijo, ella lo sabía desde
antes pues Simeón ya se lo había anunciado cuando presentó al niño Jesús en el Templo (cf. Lc.
2,35). Ella estaba en la primera línea participando en el sacrificio de su Hijo, como modelo
perfecto para todos los que hemos aceptado asociarnos sin reservas a la ofrenda redentora de
nuestro Señor.

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«Jesús, viendo a su Madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: 'Mujer,
ahí tienes a tu hijo'» (Jn. 19,26).

Jesús no quiere que su Madre se quede sola. En su lugar le está dejando como hijo al discípulo
que María conoce como su predilecto. Jesús le confiere a María una nueva maternidad y le pide
que trate a Juan como a hijo suyo. Él le está pidiendo a su Madre que acepte la ofrenda que Él
hace de sí mismo como víctima de expiación, y que considere a partir de ese momento a Juan
como hijo suyo. Ella recibe esa nueva maternidad al precio de su sacrificio materno. Jesús con
esta decisión quiere instituir una maternidad para María que abarque a todos sus seguidores y
discípulos de entonces, y de todos los discípulos de todos los tiempos. Este gesto de Jesús es el
gesto del Redentor del mundo que asigna a María, como Mujer, un papel de maternidad nueva
con relación a todos los hombres llamados a reunirse en la Iglesia. María constituida como
Madre de la Iglesia por el Padre Eterno en el mismo momento de concebir a Jesús en su vientre,
luego que el Espíritu Santo la cubriera con su haz de luz, es consagrada ahora por su Hijo como
Madre de todos sus discípulos, en ese momento de dolor, desde lo alto de la Cruz.

Con este gesto de Jesús en la Cruz de darle a su discípulo Juan a María como su Madre, se regala
a sí mismo a la humanidad. María que sirvió como vínculo entre Dios y la humanidad, se
convierte de manera oficial en Madre de la Iglesia que nació con Jesús, que es su cabeza, y es
que, con este otro gesto de Jesús en la Cruz, antes de terminar su misión redentora, hace visible
la donación que dispone de sí mismo a los hombres que se acogen a su Plan de Redención, junto
a María su Madre, quien cumplió en dicho Plan el rol importante de traerlo a este mundo. María
es ahora la Madre sobrenatural de toda la humanidad, por medio de ella nos zafamos del lazo
que nos unía a la antigua Eva que cayó en enemistad con Dios. La Nueva Eva, la Virgen María,
permaneció siempre en amistad con su creador, es la 'Kejaritomene', la que le dio el sí al Señor,
y es ahora nuestra Madre asignada por Jesús en la Cruz.

«Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido... entregó su espíritu» (Jn. 19,
28-30).

María es ahora 'Madre en el orden de la gracia' (Lumen Gentium 61, Concilio Vaticano II). Su
maternidad es esencialmente una maternidad 'sobrenatural', que se inscribe en la esfera en la
que opera la gracia, generadora de vida divina en el hombre.

Jesús ha querido que también nosotros podamos gozar a su vez de ese amor materno de María,
como componente de esa relación que tenemos con Él en todo el desarrollo de nuestra vida
espiritual. Se trata de sentir y tratar a María como Madre, dejándola que nos forme en la
verdadera docilidad a Dios, en la verdadera unión con Cristo, y en la caridad verdadera con el
prójimo.

Recordemos además que el Evangelista dice que Jesús le dijo al discípulo «Ahí tienes a tu
madre» (cf. Jn. 19, 27). Jesús al dirigirse a Juan le pide expresamente que se comporte con María
como un hijo con su madre. Al amor materno de María deberá corresponder un amor filial. Como
Juan toma el lugar de Jesús junto a María, se le pide que la ame como a su propia madre. Y ya
que, en el discípulo, Jesús ve a todos los hombres a los que deja ese testamento de amor, vale
también para todos nosotros la petición de que amemos a María como Madre.

María como Madre de la Iglesia es Madre de todos nosotros y Jesús nos lo ratifica. El Evangelista
concluye diciendo:

«desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa» (Jn. 19,27).

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Desde ese momento Juan acoge a María y la rodea de todos los cuidados para que ella sienta la
paz a la espera de Pentecostés y hasta que llegara el momento de reunirse con su Hijo.

Este gesto de Juan tiene un valor simbólico muy importante para todo discípulo de Cristo,
invitado a acoger a María junto a sí. Por la fuerza de las palabras de Jesús al morir, toda vida
cristiana debe ofrecer un lugar a María en su corazón, no puede prescindir de su presencia.

P.D. Sugiero ver el gráfico anexo dónde presento a las mujeres de la Cruz. Si lo pueden imprimir
en grande, en papel carta mejor, estoy seguro que entenderán más claramente la explicación
de los primos hermanos de Jesús.

Gracias mi Señor por permitirme, desde lo alto de la Cruz, tener a tu propia Madre Santa María
Virgen como mi propia madre, y por eso la llevo conmigo en mi casa.

OREMOS

Padre eterno, dispongo en el nombre de Jesús todo mi ser para que el fuego del Espíritu Santo
descubra en mí el tesoro invalorable que existe en la Santa Palabra de Dios y enseñanzas de
tu Iglesia, encomendada al Apóstol Pedro, para iluminar mi entendimiento, comprensión y
voluntad para permanecer en ella y ser instrumento útil para publicar las buenas nuevas de
salvación.

Padre eterno, enséñame a hacer tu voluntad, a tomar las decisiones sabias de manera que tu
nombre sea glorificado a través de mi vida en Cristo. Gracias Padre Eterno, por contestar mis
oraciones conforme a tu santísima voluntad. En el poderoso nombre de tu amado Hijo
unigénito Jesucristo. Amén.

VIVA CRISTO REY Y MARÍA SU SANTÍSIMA MADRE

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