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PINTURA FLAMENCA Y ALEMANA

DE LOS SIGLOS XV Y XVI

A. Moro. María Tudor

Q. Massys. Cristo presentado al pueblo

EDIFICIO VILLANUEVA A. Durero. Adán

Planta Baja El Bosco. Eljardín de las delicias (fragmento)
SALA 54: Pintura alemana del siglo XVI.

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SALA 55: Pintura flamenca del siglo XVI. El retrato.
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SALA 55A: La pintura en Flandes en el siglo XVI.
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SALA 57 A: Los inicios del siglo XVI. La pintura
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Paseo del Prado, sIn.
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DEL flamenca entre la tradición y el romanismo.
Tel.: 91 330 29 00 t.:)

Puerta de
Velázquez
Fax: 91 330 28 56
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< PRAD O SALAS 58 Y 58A: La pintura flamenca en el siglo xv.

LA PINTURA FLAMENCA Y ALEMANA DE LOS
SIGLOS XV Y XVI
El Museo Nacional del Prado presenta al público
ocho salas dedicadas a la pintura flamenca y alemana
de los siglos XV y XVI. De este modo, se cumple una
fase más del Nuevo Plan Museográfico, en paralelo
con la reordenación de otras colecciones. Sólo se ha
cambiado la composición de todas ellas, reordenando
su contenido, a excepción de la sala dedicada a la
pintura alemana. La razón de que se haya hecho así ha
sido por situarlas junto a la pintura española y a la
italiana del Renacimiento, ya que, de ese modo, los
visitantes pueden contemplar reunidas en este espacio
del edificio de Villanueva las manifestaciones
pictóricas que se producen simultáneamente en Italia,
Flandes, Alemania y España, cuyo arte estuvo unido
por múltiples lazos a lo largo de los siglos XV y XVI.
Gran parte de las obras que se exhiben en estas salas
proceden de la Colección Real, de la que formaron
parte las más importantes. No obstante, existen
algunas excepciones que ingresaron en los fondos del
Museo por otras vías. Entre las pinturas flamencas
cabe señalar la Madonna en rojo de Weyden, que
entra en el Museo con el Legado Femández Durán en
1930, La Piedad de Weyden, adquirida por el
Patronato en 1925, y el Ecce Horno de Quintin
Massys, legado por don Mariano Lanuza en 1936.
Entre las alemanas sólo existe un ejemplo, La Virgen
con el Niño Jesús y San Juanito de Cranach el Viejo,
adquirida para el Museo en 1988. A éstas se deben
sumar las obras que ingresaron en el siglo XIX a raíz
de la Desamortización, como La Virgen con el Niño
de Petrus Christus, procedente del convento del Risco
en Piedrahita (Avila) o el Tríptico de la Redención de
van der, Stockt, que perteneció al convento madrileño
de los Angeles. Algunas de las pinturas flamencas del
Museo del Prado fueron propiedad de Carlos V,
como el tríptico de la Adoración de los Magos de
Mernling, que el Emperador mandó colocar en
la capilla del palacio de Aceca (Toledo), y también
R. Van der Weyden,. El Descendimiento
alemanas como las cacerías de Cranach el Viejo.
Fruto del afán coleccionista de Felipe II y de su
afición a la pintura de los Países Bajos son algunas de
las mejores piezas del Museo: El Descendimiento de
Weyden, el tríptico de la Vida de la Virgen de Dirk
Bouts y las cuatro obras de Patinir, que componen un
conjunto único en el mundo. De El Bosco, su pintor
favorito junto con Tiziano, poseyó los trípticos de El
jardín de las delicias y de la Adoración de los Magos,
La mesa de los pecados capitales, Las tentaciones de
San Antonio y posiblemente también El carro del
heno. A las obras de Felipe II -entre ellas gran parte
de los retratos de Antonio Moro- se suman otras en
los siglos XVII y XVIII. Probablemente, de entre las
adquisiciones de Felipe IV, las más notables fueron
las obras de Durero, tanto Adán y Eva, regalo
de la Reina Cristina de Suecia, como el Autorretrato,
adquirido en Londres en la almoneda de Carlos I de
Inglaterra. En el siglo XVIII lo más importante es sin
duda la adquisición de San Juan Bautista y el maestro
franciscano Enrique de Werl y Santa Bárbara de
Campin por Carlos IV, otro de los grandes monarcas
coleccionistas. La abundancia de pintura flamenca
responde a razones históricas, ya que durante el siglo
XVI, hasta la separación de Holanda en 1581, los
Países Bajos formaron parte de la Corona de España,
ya que los monarcas hispanos también fueron duques
de Borgoña desde Felipe el Hermoso. La distribución
de las salas se ha hecho de forma cronológica y en
algún caso también temática. Las dos primeras
(58 y 58A) se han destinado a la pintura flamenca del
siglo XV, formando un ámbito común. Además de las
tablas de Weyden, se exhiben en ellas obras de
Campin, de la escuela de van Eyck, de Petrus
Christus, de Dirk Bouts, de Memling y de van der
Stockt, entre otros. La siguiente sala (57 A) se destina
a la pintura de los inicios del siglo XVI,
entre la tradición y el romanismo. Se pueden ver en
ella obras de la escuela de Brujas, ligada a la
tradición de Jan van Eyck, tanto de Gerard David
como de lsenbrant o Ambrosius Benson. Junto a ellas
se encuentran las pinturas de Gossaert, activo en
Amberes, que fue el primer conocedor directo del
arte italiano, y las de van Orley que, aunque no salió
de Flandes, conoció el arte de Rafael en Bruselas,
donde trabajó.
En la sala 56A se exponen las obras de El Bosco,
Patinir y Brueghel, con un nuevo montaje que
permite ver los reversos de los tres trípticos de El
Bosco. La siguiente sala (55A) se dedica a la pintura
en Flandes en el siglo XVI. Se exhiben obras, entre
otros, de Quintin y de Jan Massys, Marinus, van
Hemessen y Michel Coxcie, que protagonizan las
diferentes etapas que se suceden en la pintura
flamenca antes de 1560.
El retrato del siglo XVI, uno de los géneros en que
destacan los pintores flamencos, se exhibe en dos
salas (55 y 55B). A través de las obras expuestas en
la primera se puede estudiar la evolución del retrato
flamenco en ejemplos pertenecientes a Jan Mostaert,
Joos van Cleve, Jan van Scorel, Cronenburch y
Adriaenz Thomasz Key. Las cuatro obras de Antonio
Moro incluidas en esta sala complementan las
que están colgadas en la segunda, dedicada
mono gráficamente al pintor de Utrecht.
La pintura alemana se exhibe en la sala 54. En ella se
acoge la magnífica colección de Durero, Adán y Eva,
el Autorretrato y el excelente retrato de un personaje
desconocido. Junto a las obras del maestro de
Nüremberg, máximo representante de la pintura
alemana del Renacimiento, se exponen otras de
Baldung Grien, de Cranach el Viejo y dos retratos de
Amberger, que permiten conocer algunos de los
aspectos más representativos de esta escuela, en el
caso de Durero a través de algunas de sus obras
maestras.