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LA COMIDA DE LOS MUERTOS

¿Han escuchado a la gente decir qué los niños siempre dicen la verdad?
Pero ¿por qué nunca les creen cuándo ellos afirman ver algo?

Era una noche fría y la ciudad ya se encontraba llena de colores otoñales para
recibir la llegada de sus muertos, la gente se encontraba caminando de un lado a
otro en sus hogares, cargando canasta por canasta y vela por vela para su altar, la
comodidad de su gente querida era su prioridad, querían sentirse más cerca de
ellos.
La casa de la familia Velásquez no era la excepción, su armonioso altar de tres
pisos ya estaba casi terminado; Los mayores del hogar se encargaban de hacer el
caminito de flores de cempasúchil, pues se cree que es la guía de las ánimas,
Ángel, él primogénito de la familia finalizó el altar colocando la fotografía de la Sra.
Martha, su agradable abuela. Todos hacían el intento de apoyar esta tradición, sin
embargo, había una excepción; Kayla, una pequeña y palidezca niña de 9 años
que se mantenía escéptica de la muerte ¿por qué su abuela volvería de su
descanso eterno solo para comer?
Kay se mantenía inmóvil en el sofá, observando a la distancia la imagen de su
abuela, su madre siempre le aseguraba que la volvería a ver, y tal vez tenía razón.
Dando las 10:00 de la noche, la pequeña se fue a su habitación, se colocó su
pijama de princesas y se acostó cayendo en un profundo sueño.
El viento comenzó a soplar de manera intensa, eran como susurros chocando
contra las ventanas, los árboles se ondeaban de manera agresiva, creando un
ambiente sombrío y misterioso; cuando de repente un sonido chillante se escuchó
en la sala de estar, haciendo que Kayla despertara sobresaltada, apoyo sus
manos sobre su cama y con ojos saltones miró hacia los lados, el terror se
apoderaba de su pequeño cuerpo, algo se sentía diferente, otro sonido se volvió a
escuchar, era algo como platos chocando entre sí, Kayla con temor miró
lentamente hacia su puerta la cual se mantenía abierta, pudo notar como una
sombra se movía de manera sobrenatural y como ésta volteo lentamente lo que
parecía su cabeza para mirarla, Kayla perdió la respiración e intento hacerse la
dormida, unas pisadas se podían escuchar acercarse a su habitación y de repente
una voz rasposa habló -¿Me extrañaste Kay? La vida entre las sombras es
abrumadora- esa voz, era la voz de su abuela.
Kayla se emocionó, su madre tenía razón, su abuela volvería a verla, la niña se
destapo y con felicidad miro a su abuela, pero eso no era su abuela; sobre ella se
encontraba solo un esqueleto retorcido, sus cuencas eran tan oscuras que te
reflejaban lo más oscuro de la vida

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