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Escrito Por Rsanzcarrera22 Agosto
Escrito Por Rsanzcarrera22 Agosto
El tiempo del Exilio fue largo: unos 50 años; y duro. Pero este sufrimiento del destierro
acrisoló a Israel, purificando y fortaleciéndose en la fe. Fue por medio de la reflexión
acerca del porqué de aquella catástrofe, lo les llevó a advertir con claridad que la confianza
en el poder del rey y en la falsa piedad del Tempo había sido el motivo de su desgracia:
quedarse sin dinastía y sin Templo. Efectivamente, ni la monarquía ni el Templo podían,
por si mismos, salvar a Israel. El pueblo aprendió, en la tristeza de la derrota, que la
verdadera seguridad brota del cumplimiento de los preceptos divinos: No te olvides del
Señor tu Dios, ni dejes de observar los mandamientos, los preceptos y las leyes que yo
te prescribo hoy (…) Pero si te olvidas del Señor tu Dios y sigues otros dioses (…) os
juro hoy que pereceréis sin remedio (Dt 8, 11-20), había dicho el Señor. El pueblo meditó
sobre su historia y la revisó según el precepto Deuteronómico y descubrió que la ruina
había venido como consecuencia del abandono del Señor para adorar ídolos inútiles.
La confianza en que sólo Dios es rey de nuestra vida, el nacimiento de una comunidad más
formada y mejor guiada por sus pastores y la aparición de tres nuevas instituciones: la
sinagoga, la circuncisión y el sábado, generaron una forma nueva, más profunda y enérgica,
de vivir la fe en Israel. Podemos concluir que fue el sufrimiento del exilio una ocasión
privilegiada para un encuentro personal y fecundo entre Dios y su Pueblo.