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Pierre Sansot Del buen uso de Ia lentitud El descanso de los simples En este texto, que concede un gran espacio a la memoria sin por ello descuidar nuestro presente y ‘el por-venir (utopia), evocaré unas practicas ya antiguas, de una época en que los seres y proba- blemente las condiciones existenciales eran mas simples y el descanso no era un tiempo sombrio destinado a recuperarse del cansancio del trabajo, sino un momento para respirar, en el que encon- trarse a gusto, una forma de felicidad tranquila, sobre todo porque el trabajo no estaba completamente separado de lo que hoy llamamos ocio. Dicho esto, me limitaré a describir algunos actos sencillos que, todavia hoy, nos procuran a algunos la misma cali- dad de felicidad. 1935-1939, luego 1940-1945, luego 1945-1950: una época que no ha entrado en absoluto en la prehistoria de nuestro Occidente; Villeneuve-sur- Lot, Sainte-Livrade, Tombe-boeuf, Monclar-d’Age- nais, algunos pueblos o ciudades del oe ne con sus ferias que mezclaban efectivamente ¢ trabajo, los negocios y el placer, el tiempo ganado y el tiempo perdido, el dinero ganado y el dinero 176 astado, oe eg contradiccién seminos que hoy en dia parecen — Ntre unos 2 nuy diferentes. Porque la felicid no a esfe- ras ee de concluir un buen nego; ad las reunia: |g alegtl@ BOcIo, de vender ga. nado cuando la cosecha de heno no fee ga mantener el establo durante el invierno... yla ee dad de encontrar antes rostros, tanta gente nie mingada, de ir a un café encopetado cuya clientela era normalmente burguesa, como el Tivoly en Vi- |leneuve-sur-Lot. Los jovenes bailaban o iban al cine, se permitian una conducta mas libre y las jovenes lucian unos yestidos un poco mas vistosos. Sobre todo, més alla de los comportamientos y de los placeres concretos, se producia una sobreexcitacién que aumentaba de hora en hora y que calentaba sensiblemente la at- mosfera. A menudo era menester llevar a los ani- males a pie y el cansancio de la tarde se convertia en vertigo, soltaba las lenguas, liberaba los gestos. En los mercados donde se llevaban a cabo los negocios y donde después se bailaria hasta la noche, habia un gran alboroto porque los gritos resonaban y el tono no dejaba de aumentar. El dinero canjeado en bille- tes bien visibles y que hinchaban los billeteros hacia brillar las miradas y daba la ilusién de estar en Jaa £n una época en la que la gente contaba el dinero ian 1 Ultimo céntimo. Se comia y bebia a ney Patt, orilla del Lot, untando el pan con a ** Cortando en rodajas enormes salchichones Y Yaclando de forma decidida las botellas. 177 En esas condiciones, se producian comienzos de disputas, la gente empezaba a intercambiarse golpes; los insultos estruendosos (porque habia an ritual y un arte de la célera, del insulto, del jura- mento y nuestros campesinos aprendian a lo largo del afio a tronar contra sus animales, sus nitios, contra la gente de la ciudad y los caprichos del tiempo) magnificaban el ruido, le daban un senti- do ultimo y, a altas horas de la noche, al bajar de un autocar abarrotado y bamboleante o en un ca- mino recorrido a pie, los pendencieros soltaban sus Ultimas retahilas de insultos frente a las estrellas. Sélo el rocio del dia siguiente y la vida familiar de la granja les quitarla la borrachera. Vemos, pues, cémo las dimensiones del trabajo y del abandono se entrelazaban para llegar, con las horas, a vacilar en un vértigo vital. De una forma todavia més cotidiana, querria- mos evocar la visita al peluquero, que ahora ha per- dido toda su solemnidad. Era un pequefio aconte- cimiento; se inscribia en un periplo formado por unas compras necesarias y un tiempo mas relajado (no lo lamariamos de ocio). Ser envuelto en una gran blusa blanca, permanecer pasivo bajo las tije- tas y la maquinilla, iqué descanso y qué asombro Eade eae eat de dedicarse a su trabajo! ee ee r con los otros clientes aa y prudente reflej te eet lengusje ours esos seres tacitan Bes poate Por part nos. Se dejaban algunos paquets 178 (algunas compras), se volvia a buscarlos. Eso signi- ficaba que el salon del peluquero constituia una c ecie de escala dentro de un recorrido mas am a ue finalizaba con la partida del autobis, Estos aquetes pesados, voluminosos, con contenidos tan diferentes, distinguian a aldeanos o campesinos de ja gente de la ciudad dandoles el sentimiento de es- tat de juerga/de compras en la ciudad. Constituian un problema, una constante preocupacion, un mé- dium con el recinto urbano. Los depositaban en casa de un pariente, de una antigua vecina ahora es- tablecida en la ciudad -como Madame Arrazat-, en el café, en la estacién de autobuses. Habia que ir a recogerlos a toda prisa. En pocas palabras, gracias a ellos, esta gente no se sentia en la ciudad como unos apatridas, como viajeros sin equipaje. Una memoria tan viva constituye un hecho po- sitivo que hay que tener en cuenta. Hemos habla- do de la Taberna. Pensemos también en el Bricolaje, en la infinita paciencia de la persona mafiosa, en su capacidad de poner uno detras de otro una serie de elementos dispares, de buscar trozos de bramante y cartones, de mantener la mirada fija en una pieza a la que querria encontrar un uso, en su deseo ire- primible de inventar obstéculos para llegar a un Tr sultado que con un poco de racionalidad obtendria mas deprisa. identi- fee gustaria destacar unas formas mere est nae © a las que no se da prims . el domin- icado: el pegdrsele a uno las sdbana: 179 go. Esa mafana, el hombre se despierta Poco g poco, reconoce su rostro, el de sus hijos y el de su mujer. Busca a tientas, explorando, su Pasillo, su mano no se apodera enseguida de los objetos fami- liares; se dirige hacia ellos. El hombre conserva du- rante mucho tiempo su fisonomia y su expresién de la noche y por esa razon no se afeita de inmediato; por esa razon no se avergiienza del suefio que hin- cha sus parpados, de su aliento, de lo que hay de ajado en su cuerpo y su vestimenta. Mas tarde ird a reconocer con el mismo paso vacilante su calle, sus tiendas, necesitar4 tiempo para desentumecer las pier- nas, él, que normalmente corre para alcanzar un auto- bus o un metro. Otro ejemplo: e/ comer, el beber, que no reducire- mos a la expresién de necesidades elementales a las que algunos seres se abandonan porque todavia no pueden acceder a la conciencia y a la satisfaccion de necesidades mas culturales. En ello veriamos més bien la forma en que ciertos hombres se dejan fascinar por la comida, por las salsas, por la positi- vidad espesa de todo lo que alimenta y reconforta: estar centrado, ignorar el tumulto insensato del universo y las llamadas incesantes que lanza hacia Nosotros, vivir en la complementariedad de lo ve- getal, de lo animal, convertirse en uno de los ele- Mentos indesarraigables de este mundo, adaptarse 4 oe a de la digestién. El alimento Daa fee ee restablecer y mantener nu ede JO, pero la comida también pu' 180 concebida como una ceremonia, como una for- a de intercambio social. Aqui hacemos referencia auna comida en la que la asimilacién se convierte en la dimension esencial, en la cual, durante un fragmento temporal, se pierde de vista la necesidad de hablar, de mirar, de presentar una imagen de uno mismo, para g0 de montaiia que opone su rectitud 184 ideal a la verticalidad de los acan an junto a él. La gente sencilla Conoce estas di : = : la primera, Porque ‘a vida no la trata con mir. mientos y saborea los instantes en los que le es a- : . : con- cedido = a un ritmo apremiante; la segunda . , porque su alma es apacible Y No se agitan bajo el efecto de la ambicion. A modo de despedida, épensaremos, con cierta amargura, que el intelectual se ve excluido de esta forma de duracion reservada a los humildes? Se sien- tea gusto en pleno mediodia; trabajador infatigable de la demostracién, determina los conceptos, dis- pone dispositivos tedricos, redes rigurosas. Declara la guerra a los vendedores de suefio y con mayor motivo a los defensores de la siesta. Le produce horror la molicie, puesto que toda la dignidad del boat consiste en reponerse, en saberse juez y arbitro del curso del universo. ee Evoquemos mas bien ciertas mafianas oe ene miento. El pensador, ensefiante © investiga’ i i : cidlogo 0 fildsofo, después de haberse bee ar iri resel ditige a su despacho. Se asegura dela eeestumbra le que ha escrito la vispera, no lo lee, s¢ ntones de do- nuevo a su universo de trabajo, con ™ cie de canter Cumentos, de hojas dispersas: ee ae ‘fir cmo Be Que es preciso rememorar antes 0°" aio y dar tilados que se apo. ‘OS experiencias: su cerlo, Sabe que tendra que ae

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