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Terapia y justicia social:

¿Para qué trabajamos?


John Winslade

Es justo que hable de cómo me moví hacia las influencias de las que hablaré en este
capítulo. En los años 70, la guerra de Vietnam y el movimiento antiapartheid en Nueva
Zelanda despertaron en mí una preocupación por cómo se manifiestan el poder y la política.
Luego, la crítica maorí a las influencias colonizadoras en las terapias humanistas despertó mi
interés por este campo de la práctica. Poco sabía entonces que más tarde mis nietos serían
miembros de la Ngati Awa iwi (una tribu maorí). Me sentí atraído por la terapia narrativa en
la década de 1990 debido a su énfasis (post-estructuralista) en las relaciones de poder y la
valoración de la cultura como políticamente implicada en la "naturaleza" humana. A raíz de
ello, me interesaron cada vez más las ideas postestructuralistas, que complican
considerablemente la perspectiva seccional norteamericana convencional sobre la justicia
social. En consecuencia, en este capítulo hablo de un énfasis ligeramente diferente.

Bajo el entusiasmo por la justicia social subyacen algunos problemas conceptuales


que deben ser cuidadosamente analizados. No son sólo de interés intelectual, porque
conducen a diferentes énfasis en la práctica. En este capítulo plantearé algunos dilemas
sobre cómo podríamos pensar en la justicia social para agudizar la reflexión sobre su
significado y evitar asociarla acríticamente a toda práctica vagamente "buena". La justicia
social puede convertirse en un camino de compromiso conscientemente elegido, pero
propongo que los terapeutas eviten una visión milenaria de la justicia social (explicada más
adelante) y reconozcan la justicia social como un principio de interpretación y una guía para
la práctica, más que como un destino de la historia.También argumentaré que los consejeros
deberían abrazar la justicia social de nuevo en la práctica de la misma psicoterapia, y no sólo
asumiendo la justicia social.

También argumentaré que los consejeros deberían abrazar la justicia social de nuevo
en la práctica del asesoramiento mismo, no sólo asumiendo la defensa fuera de la práctica
psicoterapéutica.

¿Justicia social o simplemente justicia?

Como explica Brian Barry (2005), "hasta hace aproximadamente un siglo y medio, la
justicia se entendía normalmente como una virtud no de las sociedades sino de los
individuos" (p. 4). La justicia individual, a menudo llamada "justicia liberal", pretende
garantizar que los individuos no se engañen ni se roben entre sí y cumplan los acuerdos. La
justicia social, en la palabras de John Rawls (1991), trata de la "equidad" desde el punto de
vista del bien social más amplio y se aplica más a las instituciones que a los individuos. Se
aplicó por primera vez a las relaciones entre empresarios y empleados, y se ha extendido a
la prestación de servicios sociales (empezando por la educación y la sanidad) por igual a
todos los ciudadanos.

1 Traducción Tania Aguirre


Cuando las leyes y las instituciones sociales prohíben activamente a grupos de personas el
acceso a tales derechos, oportunidades y recursos, la justicia social ha tenido a menudo
como objetivo la "emancipación" de un trato injusto o de restricciones injustas. Así, los
movimientos sociales han buscado la igualdad de derechos legales (como el derecho al voto)
para una serie de grupos sociales (minorías raciales, mujeres, personas LGBT).

La lucha por crear un estado democrático moderno en el que la gente corriente se


liberara del dominio de la aristocracia feudal impulsó la Guerra Civil y la Revolución inglesas,
la Revolución Francesa y la Revolución Americana. En el siglo XIX, después de que la
Revolución Industrial inventara nuevas formas de explotar a la clase trabajadora, la causa de
la emancipación fue asumida por los sindicatos y se convirtió en la ideología marxista, que
alimentó la revolución rusa y también dio lugar al estado del bienestar, la educación
universal, las pensiones de jubilación, la asistencia sanitaria, el New Deal de Roosevelt y la
Gran Sociedad de Johnson. Las causas de la justicia social también incluyeron varios
movimientos progresistas con objetivos emancipadores, como el movimiento abolicionista,
el movimiento por los derechos civiles, el movimiento sufragista, el movimiento feminista
moderno y las campañas contra el trabajo infantil y a favor de los derechos LGBT, los
derechos de los discapacitados y la reforma penitenciaria.

El dilema radica en qué se entiende precisamente por emancipación. La orientación


aspiracional de la justicia social es hacia un futuro, un mundo en el que llegan nuevas formas
de emancipación, más que en la inmediatez del presente. Por ello, Derrida (De Cauter, 2004)
habla de la justicia por venir (à venir o avenir, es decir, el futuro). La justicia social consiste,
pues, en crear un mundo que aún no existe. Como diría Deleuze, se trata de actualizar lo
virtual en el presente (Deleuze y Parnet, 1987). Así, el concepto de libertad se ha expresado
de forma virtual en importantes documentos, como la Constitución estadounidense o la
Declaración de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, pero a menudo necesita
actualizarse en contextos de vida concretos. El concepto de emancipación siempre dirige
nuestra atención hacia el futuro, hacia la creación de un mundo mejor.
Precauciones sobre la emancipación

También es necesario ver las causas emancipadoras con precaución. Por mucho que
se aprecie el impulso emancipador de muchos movimientos sociales, conviene recordar que
los emancipados a menudo protegieron su propia emancipación de la invasión de otros. En
las grandes revoluciones, por ejemplo, los emancipados debían ser propietarios, blancos y
varones. El lema de la Revolución Francesa, por ejemplo, era "¡Libertad! ¡Fraternidad!
Igualdad!" No había " sororidad". Tampoco en la Revolución Americana la emancipación se
extendió a los esclavos, a los Nativos Americanos o a los Mexicanos (ni posteriormente a los
inmigrantes chinos). No todo ha sido bonito en estos movimientos sociales. A menudo, la
emancipación de algunos se ha producido a costa de otros.

Por ejemplo, en el contexto norteamericano contemporáneo, se ha expresado la


preocupación de que las campañas feministas por la emancipación de la mujer han
beneficiado a las mujeres blancas de clase media a expensas de las mujeres de color o de la

2 Traducción Tania Aguirre


clase trabajadora. También se ha criticado la campaña a favor del matrimonio entre personas
del mismo sexo por promover la causa de los gays y lesbianas de clase media a expensas, por
ejemplo, de los transexuales.

Históricamente, ha habido grupos que han buscado la emancipación para sí mismos,


sólo para volverse contra otros. Por ejemplo, la guerra civil inglesa condujo al ataque
sanguinario de Cromwell contra los irlandeses. La Revolución Francesa condujo al reino del
terror y al imperialismo de Napoleón. Las revoluciones rusa y china condujeron a las
crueldades de Stalin y Mao. Y la Revolución Americana condujo a varios genocidios contra
los Nativos Americanos, a la perpetuación de la esclavitud, y todavía se siente en el poder de
la Asociación Nacional del Rifle para impedir las restricciones al acceso a las armas, con el
resultado de que se sigue disparando a los niños en las escuelas en nombre de la "libertad"
de los propietarios de armas. En otras palabras, la emancipación ha tenido a veces una
historia irregular. La promesa de la emancipación no siempre ha estado a la altura de lo que
han hecho sus celosos defensores. Con demasiada frecuencia han participado en actos de
opresión hacia los demás.

También debemos ser cautelosos con las suposiciones automáticas sobre el progreso
social. Jean-François Lyotard (1984) argumentó que el progreso es una gran narrativa
moderna y puede engañarnos al suponer que cada paso emancipador es un avance
irreversible hacia una mayor justicia social. La historia no es tan sencilla. Las ideas románticas
sobre el progreso se han visto sometidas a una presión considerable por las ideas del
posmodernismo, por la creciente crisis ecológica y del cambio climático, por la amenaza
constante de la aniquilación nuclear, por los ciclos de auge y caída de la economía y por el
encuentro con los límites de los métodos científicos. Si estos límites se aplican al progreso
tecnológico, también pueden aplicarse al progreso social.

Además, las fuerzas sociales tiran a menudo en direcciones diferentes y a veces se


oponen al cambio emancipador. Cuando se consigue una victoria significativa hacia el
progreso social, estas fuerzas no desaparecen de repente. A menudo se reagrupan e
inventan nuevas formas de injusticia o maneras ingeniosas de socavar las causas de la justicia
social. Por tanto, debemos tratar las campañas de emancipación y progreso social con
discernimiento, en lugar de dar por sentado que siempre representan la causa de la justicia
social.

La emancipación no debe ser abandonada

¿Debemos, pues, rechazar los valores de la emancipación y del progreso social? No.
Por razones éticas debemos resistirnos a caer en una perspectiva cínica que corre el riesgo
de enfatizar los fracasos de todo movimiento progresista y restar importancia a sus logros.
Es importante estar atentos a los riesgos de la emancipación de que los movimientos
emancipadores perpetren nuevas formas de injusticia, pero todo movimiento social que se
resiste a la inevitabilidad del presente o del statu quo sigue mereciendo reconocimiento por

3 Traducción Tania Aguirre


abrir una historia contraria. Vale la pena recordar las posibilidades de vivir que el llamado a
la emancipación ha abierto para muchas personas.

Para hacer frente a las nuevas formas de injusticia, se necesita un sentido de lo que
podría ser la justicia social para animar la resistencia a la injusticia. Sin un análisis evolutivo
del proceso por el que se producen las injusticias, sería difícil articular algo diferente. Todavía
tenemos que deconstruir las formas en que las personas de muchos contextos son alienadas
de las posibilidades de vivir. La renovación constante del análisis de la injusticia es, pues, una
tarea permanente. Al mismo tiempo, la gente trabaja constantemente de forma creativa
para formular expresiones de mayor justicia. Como enseña Foucault (2000), toda expresión
de poder genera formas de resistencia que contienen en su interior semillas de un nuevo
ensamblaje social. Permítanme ahora hablar de las formas en las que podría modificarse el
pensamiento convencional sobre la justicia social.

¿Principio ético o meta milenaria?

Simon Glendinning (2011), en su introducción al proyecto metafísico de Derrida,


mostró cómo el sentido de la justicia (Derrida proclama la importancia de la justicia, de tal
manera que está más allá del alcance de la deconstrucción) necesita ser liberado de una
visión automática del progreso social. En particular, Glendinning señala el bagaje importado
en nuestras "imágenes del pensamiento" (Deleuze, 1994, p. 129) desde la larga historia del
pensamiento milenarista en la tradición occidental. A menudo aparece como supuestos
apenas cuestionados sobre la justicia social.

En una visión milenarista, la justicia social representa una tierra prometida, un cielo
en la tierra, un estado de nirvana social, una meseta final hacia la que la práctica progresista
está trabajando. Todo irá bien cuando finalmente lleguemos allí. La palabra milenaria sugiere
literalmente mil años de libertad. La justicia social se imagina a veces como una marcha
constante dirigida por figuras mesiánicas hacia un futuro mejor. Con cada paso adelante, más
y más personas se despojarán de sus grilletes y se emanciparán. Esta tradición milenaria o
mesiánica puede detectarse en objetivos declarados como la "eliminación" del racismo, la
pobreza, la homofobia, el sexismo, etc., como si la consecución de la justicia social fuera a
poner pronto fin a la historia y todos pudiéramos relajarnos. A modo de ejemplo, el Código
de Ética de los Consejeros para la Justicia Social (CSJ) de la Asociación Americana de
Asesoramiento (ACA) sobre justicia social pide a los consejeros que "promuevan la equidad
y el fin de la opresión y la injusticia en las comunidades, escuelas, lugares de trabajo,
gobiernos y otros sistemas sociales e institucionales". Como sentimiento es loable pero,
como objetivo, es defectuoso y corre el riesgo de la frustración y el cinismo.

Además, la injusticia social nunca se detiene. Sigue inventando nuevos mecanismos


con los que desconectar a las personas de su sentido de la vitalidad y de sus sueños para la
vida. Por ello, en cada avance hay que esperar un reagrupamiento de las fuerzas de la
injusticia que producen nuevas formas de opresión, y nuevas maneras de alienar a las
personas para que no tengan voz en sus propias vidas.

4 Traducción Tania Aguirre


Permítanme enumerar algunos ejemplos. El capitalismo desarrolla continuamente
nuevas formas de explotación, como la subcontratación de puestos de trabajo. Internet ha
beneficiado más a las grandes corporaciones que a las pequeñas empresas locales. Los
medios de comunicación social han proporcionado nuevas herramientas con las que dirigir y
controlar a las personas. En algunos lugares, el escaneo prenatal ha provocado un aumento
de la tasa de abortos de niñas. Los circuitos cerrados de televisión y las bases de datos
informatizadas han hecho más accesibles las herramientas de vigilancia que Foucault (2000)
analizó como base del poder moderno. Los conflictos violentos asimétricos entre los
gobiernos y los grupos "terroristas" (que a menudo alegan el nombre de la justicia social) han
matado a muchas personas inocentes. Por tanto, si se inventan constantemente nuevas
formas de injusticia, también hay que inventar constantemente nuevas formas de protesta
y nuevas visiones de la justicia social.

A diferencia de la esperanza milenaria, las causas de la justicia social avanzan o


retroceden en diferentes momentos. Una visión más larga de la historia puede permitirnos
ver que las civilizaciones avanzan a veces y retroceden otras. La dirección de los movimientos
sociales no es uniformemente progresista. Por ejemplo, el abuso sexual de los niños ha
pasado por "varios ciclos de concienciación y negación" (Enns, 1996, p. 361) en los últimos
cien años. Como muestra Robert Whitaker (2002), el tratamiento de los enfermos mentales
en Estados Unidos era más humano en el siglo XIX que tras el auge de la eugenesia en el siglo
XX y probablemente todavía no es tan justo socialmente como hace 150 años.
Por lo tanto, la causa de la justicia social nunca será completa. Esto no es una afirmación
pesimista, sino un reconocimiento de la complejidad del cambio social. Tenemos que estar
en esto a largo plazo, porque es poco probable que lleguemos a la tierra prometida (como
Martin Luther King previó antes de morir) y, aunque lo hiciéramos, tendríamos que
protegerla contra nuevas formas de injusticia y contra el retorno de las antiguas. La causa de
la justicia social exige una vigilancia constante.

Entonces, ¿cómo podrían los consejeros conceptualizar la justicia social, si no es en


términos milenarios? Yo sugeriría sostener los principios de la justicia social como un prisma
ético a través del cual ver los acontecimientos. Este prisma puede ayudar a notar los matices
y sutilezas de la injusticia bajo nuestras narices. En realidad, la justicia social debe
reinventarse constantemente a la luz de las circunstancias sociales cambiantes. Permítanme
enumerar algunos ejemplos. El capitalismo desarrolla continuamente nuevas formas de
explotación, como la subcontratación de puestos de trabajo. Internet ha beneficiado más a
las grandes corporaciones que a las pequeñas empresas locales. Los medios de comunicación
social han proporcionado nuevas herramientas con las que dirigir y controlar a las personas.
En algunos lugares, el escaneo prenatal ha provocado un aumento de la tasa de abortos de
niñas. Los circuitos cerrados de televisión y las bases de datos informatizadas han hecho más
accesibles las herramientas de vigilancia que Foucault (2000) analizó como base del poder
moderno. Los conflictos violentos asimétricos entre los gobiernos y los grupos "terroristas"
(que a menudo alegan el nombre de la justicia social) han matado a muchas personas
inocentes. Por tanto, si se inventan constantemente nuevas formas de injusticia, también

5 Traducción Tania Aguirre


hay que inventar constantemente nuevas formas de protesta y nuevas visiones de la justicia
social.

A diferencia de la esperanza milenaria, las causas de la justicia social avanzan o


retroceden en diferentes momentos. Una visión más larga de la historia puede permitirnos
ver que las civilizaciones avanzan a veces y retroceden otras. La dirección de los movimientos
sociales no es uniformemente progresista. Por ejemplo, el abuso sexual de los niños ha
pasado por "varios ciclos de concienciación y negación" (Enns, 1996, p. 361) en los últimos
cien años. Como muestra Robert Whitaker (2002), el tratamiento de los enfermos mentales
en Estados Unidos era más humano en el siglo XIX que tras el auge de la eugenesia en el siglo
XX y probablemente todavía no es tan justo socialmente como hace 150 años.
Por lo tanto, la causa de la justicia social nunca será completa. Esto no es una afirmación
pesimista, sino un reconocimiento de la complejidad del cambio social. Tenemos que estar
en esto a largo plazo, porque es poco probable que lleguemos a la tierra prometida (como
Martin Luther King previó antes de morir) y, aunque lo hiciéramos, tendríamos que
protegerla contra nuevas formas de injusticia y contra el retorno de las antiguas. La causa de
la justicia social exige una vigilancia constante.

Entonces, ¿cómo podrían los consejeros conceptualizar la justicia social, si no es en


términos milenarios? Yo sugeriría sostener los principios de la justicia social como un prisma
ético a través del cual ver los acontecimientos. Este prisma puede ayudar a notar los matices
y sutilezas de la injusticia bajo nuestras narices. En realidad, la justicia social debe
reinventarse constantemente a la luz de las circunstancias sociales cambiantes. Este enfoque
podría incluir el análisis de los nuevos mecanismos que producen la injusticia.

También podría incluir la celebración de la miríada de pequeñas formas a través de


las cuales las personas evaden la opresión, se ríen de ella, construyen soluciones, se reúnen
para combatir la alienación, expresan creativamente la protesta y obtienen pequeñas
victorias contra las fuerzas opresivas. Los clientes de los servicios de asesoramiento
participan a diario en este tipo de acciones. Estar abierto a la inspiración de estas fuentes, y
encontrar la alegría y la vitalidad en cada momento, requiere rechazar el aplazamiento de
esa alegría hasta que se produzca una revolución. La búsqueda de la justicia social no tiene
por qué posponer la celebración hasta que se llegue a un destino final.

La distinción aquí podría ser entre la justicia social como un estado de ser o un
proyecto de llegar a ser. En lugar de alcanzar un estado final de emancipación para cada
grupo identitario, la justicia social podría perseguir mejor la interminable tarea de llegar a
ser, que es la expresión de una diferenciación constante. Al llegar a ser otra cosa que
Al convertirse en algo distinto de lo que se les ha dicho que pueden ser, las personas inventan
nuevas formas de vivir. Se trata de una actividad continua, basada en la expresión de
principios éticos, que necesita renovarse constantemente, más que un viaje a una tierra
prometida.

6 Traducción Tania Aguirre


¿Es la justicia social un objetivo del propio ejercicio de la psicoterapia o se encuentra fuera
de ella?
El campo del psicoterapia necesita resolver cuál puede ser su papel más útil en la causa de
la justicia social. En algunos textos, la preocupación por la justicia social suena como una
llamada a disminuir la importancia de la psicoterapia individual en favor de la acción a una
escala social más amplia. El acompañamiento a los individuos es representado como
demasiado pequeño en su alcance para hacer una diferencia lo suficientemente grande
(Chung & Bemak, 2012; D'Andrea, 2002).
La verdadera acción radica en trabajar en nombre de grupos o comunidades más grandes.
El terapeuta comienza a sonar como un activista social profesional cuya función de
asesoramiento más importante se vuelve hacia la defensa en arenas sociales más amplias en
nombre de los clientes.
Creo que un enfoque exclusivo en la defensa no es siempre el mejor uso de las habilidades
de un terapeuta. El sitio web de la CSJ incluye la defensa en la parte superior de la lista de
sus "competencias" (un término que se deriva de una agenda educativa neoliberal) para que
los terapeutas aprendan. Sin embargo, los terapeutas también deberían prestar atención al
propio acompañamiento terapéutico. Los clientes de tal asesoramiento necesitan ayuda para
dar sentido a las fuerzas de la injusticia que afectan a sus vidas y que conducen a los
problemas que están experimentando. Esto no tiene que ser un enfoque de "ayuda de
emergencia" (Chung y Bemak, 2012). La elección no es solo entre trabajar con individuos o
con contextos sociopolíticos más amplios.También es una elección entre los enfoques de
asesoramiento que fluyen entre lo personal y lo sociopolítico o que mantienen estas cosas
separadas como alternativas de uno u otro. Los clientes necesitan un asesoramiento que les
ayude a identificar historias alternativas que les inspiren a dar pasos significativos hacia la
justicia social.

Un buen acompañamiento ayuda a dar sentido a las formaciones sociales que producen
relaciones de opresión y a cómo la injusticia se interioriza como formas de conciencia a través
de procesos de subjetivación (Lazzarato, 2014). Es una tarea compleja para la que los
terapeutas están mejor formados que otros profesionales. Toda opresión e injusticia trata
de convencer a las personas de que se crean su mensaje sobre lo que deben esperar de la
vida. Ajusta a las personas para que ocupen su lugar en un mundo social injusto sin quejarse
(y a menudo recurre al acompañamiento terapéutico para este fin). Se anima a las personas
a construir identidades que encajen perfectamente en el mundo moderno neoliberal y a
culparse a sí mismas por cualquier fallo en este sentido. El sitio web de la CSJ alienta
acertadamente a los consejeros a reconocer los signos de "opresión internalizada". Este
énfasis es importante ya que la "opresión interiorizada" es una manifestación de todas las
injusticias. Las personas son producidas rutinariamente como ciudadanos dóciles (Foucault,
2000) y convencidas de que la injusticia es el orden natural y que debe haber algo malo en
ellas si no la aceptan.

Por esta razón, uno no puede preocuparse por la justicia social sin preocuparse también por
la constante invasión del juicio normalizador (Foucault, 1999) en nuestras vidas. La última
versión del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (Asociación

7 Traducción Tania Aguirre


Americana de Psiquiatría, 2013) es una prueba de ello, pero las advertencias también las hizo
Carl Rogers (1961) hace mucho tiempo (Winslade, 2013). Michael White (2002) ha analizado
correctamente la experiencia del fracaso personal, y por tanto de la depresión, como
indicativa de la injusticia social, más que de los déficits individuales producidos por las
sustancias químicas del cerebro.
Un trabajo importante para los consejeros es ayudar a las personas a entender las luchas
personales como conectadas con las fuerzas de la injusticia social. La recesión económica,
por ejemplo, produce dolor de manera desigual para los que tienen pocos recursos
económicos y produce depresión, ansiedad y problemas de personalidad. Ayudar a las
personas a vincular las fuerzas sociales y la angustia personal no debe ser descuidado por los
consejeros que están ocupados como defensores y activistas sociales. Como señala Paré
(2014), solemos pensar que el trabajo de justicia social tiene que ver con la acción, pero la
conversación, incluida la conversación terapéutica, también es acción. A través de la
conversación, las personas construyen vidas, identidades, relaciones y comunidades en
formatos más o menos justos. Los enfoques feministas de la orientación psicológica
plasmaron por primera vez este principio en el eslogan "¡Lo personal es político!".

A las terapeutas feministas se les han unido otras que han abrazado la justicia social y la han
tomado lo suficientemente en serio como para generar nuevas posiciones teóricas. La
terapia narrativa (White, 2007; White & Epston, 1990) atrajo mi interés porque incorporó la
preocupación por la justicia social en el centro de la teoría y la práctica, en lugar de hacerlo
a posteriori. Lo mismo puede decirse de la " Terapia Justa" de Waldegrave, Tamasese, Tuhaka
y Campbell (2003), la "terapia rosa" de Davies y Neal (1996), el esquizoanálisis de Guattari
(Deleuze & Guattari, 1977), la práctica invitacional de Jenkins (2009) y el asesoramiento
basado en la respuesta de Wade (1997). Y hay muchos otros.
Las personas también responden a lo que interiorizan. Cuando se encuentran con la
injusticia, pueden tragarse algunos aspectos, pero también expresan resistencia a lo que se
les hace. Recuerdo al niño de 13 años que le dijo a su consejero escolar: "Tengo TDAH, pero
no me lo creo". Esta afirmación incluye tanto el reconocimiento de la internalización que no
puede evitar, como una expresión de resistencia. Los consejeros, cuando escuchan tales
declaraciones, tienen una opción. Pueden "entrenar a los estudiantes y clientes en
habilidades de autodefensa" (Código de Ética del CSJ, 2011) o ayudarles a identificar lo que
ya están haciendo para protestar por su situación e invitarles a crecer esa resistencia. El
primer enfoque corre el riesgo de colonizar al cliente con el conocimiento del consejero. El
segundo es más probable que genere agencia y efectúe un cambio interno y externo
simultáneamente, porque se basa en el mundo cultural del cliente.

¿Para qué trabajamos?


La asesoría para la justicia social no debe limitarse, por tanto, a analizar y dar sentido a la
injusticia. Su objetivo expreso debe ser también la promoción de las fuerzas contrarias a la
injusticia que tienen muchos nombres. Uno de los más débiles, pero aún importante, es la
palabra igualdad. Como señala Lazzarato (2014), la igualdad es necesaria, pero no suficiente,
para producir vidas acordes con la justicia social. La igualdad se ha incluido en muchas leyes
de todo el mundo, pero las fuerzas poderosas que trabajan contra la justicia social han

8 Traducción Tania Aguirre


aprendido a utilizarla en su propio beneficio. Tomemos, por ejemplo, cómo la decisión del
Tribunal Supremo "Citizens United" en Estados Unidos tergiversó el significado de la igualdad
para constituir poderosas corporaciones como ciudadanos con derecho a las mismas
disposiciones de igualdad política que cualquier individuo (Kairys, 2010).
No obstante, la igualdad es importante cuando la desigualdad legal se ha institucionalizado,
por ejemplo, bajo las leyes de Jim Crow en el Sur de Estados Unidos, o bajo las leyes del
apartheid en Sudáfrica antes de 1994. Sin embargo, una vez alcanzada la igualdad legal, no
hay garantía de justicia social, porque la gente recrea la injusticia a espaldas de la ley. Por
ejemplo, la segregación racial en la vivienda ya no es legal en Estados Unidos, pero se ha
recreado de hecho mediante el desarrollo de guetos y comunidades cerradas en el centro
de la ciudad. Ya no es una barrera legal, pero sigue estructurando la experiencia de las
personas.
El concepto de "equidad" es a menudo un candidato mejor que el de "igualdad" para lo que
la justicia social podría promover. Reconoce que la igualdad en los desenlaces es más
importante que la igualdad de derechos ante la ley. Por lo tanto, permite que las experiencias
de vida vayan más allá de los derechos legales. Los programas de discriminación positiva son
ejemplos de mecanismos basados más en la equidad que en la igualdad (una distinción que
no entienden quienes piensan que la discriminación positiva se refiere a las cuotas). La
prestación equitativa de servicios de terapia, por ejemplo, podría no ser siempre
estrictamente igualitaria. Puede que se amplíen las prestaciones para aquellos cuyas
necesidades son mayores como resultado de la desigualdad en otras partes del sistema
social.
Pero incluso la equidad tiene límites. No nos ayuda a afrontar las formas en que algunos son
tratados como "otros" ni las consecuencias psicológicas interiorizadas de esa otredad. Por
ejemplo, las personas transgénero no suelen tener un lugar legítimo desde el que participar
en el intercambio social. El intercambio social, la conversación y el reconocimiento personal
están fuera del alcance de las leyes y de las disposiciones económicas. De ahí que se hayan
desarrollado otros conceptos para abordarlos (véase más adelante).
Además, al igual que la igualdad, la equidad está limitada por sus objetivos de producir lo
mismo para todos, tanto si hablamos de igualdad de insumos como de equidad de
resultados. El problema es que las necesidades y deseos personales son diferentes y la vida
de las personas adopta múltiples formas. Ofrecer a todos el mismo servicio no resolvería esa
multiplicidad, del mismo modo que un hospital que tratara a todos los martes por la mañana
por una enfermedad cardíaca podría ofrecer igualdad de servicios pero no ayudar a todos
los pacientes de forma adecuada.
La "inclusión" es otro candidato a lo que hay que trabajar. Se ha utilizado mucho en relación
con la discapacidad y ha servido como punto de encuentro para el movimiento de la
discapacidad. Pero los logros alcanzados en nombre de la inclusión no siempre han hecho
retroceder el proceso de marginación, ya que las personas con discapacidad siguen siendo
contratadas a menudo a través de la lente de la discapacidad en primer lugar, y se espera
que agradezcan la "caridad" de los demás.
Un concepto más prometedor ha sido propuesto por Derrida (Derrida & Dufourmantelle,
2000). Él aboga por la "hospitalidad hacia el otro". La "hospitalidad" sugiere un fuerte sentido
de acogida y valoración de los que son diferentes. Transmite un sentimiento de obligación

9 Traducción Tania Aguirre


de establecer relaciones positivas con los demás. Implica no sólo tolerar el derecho de los
demás a existir, ni sólo abstenerse de discriminarlos, ni evitar los estereotipos, sino
comprometerse activamente e invitarlos a nuestro mundo como participantes de pleno
derecho. Para Derrida, un corolario de esa hospitalidad es que tiene que ser una hospitalidad
para el otro "como otro". En otras palabras, la hospitalidad no debe depender de que la
persona se ajuste a lo que "nosotros" esperamos. La hospitalidad hacia el otro es un valor
ético prometedor sobre el que se podría practicar el asesoramiento en materia de justicia
social.
¿Redistribución o subjetivación?
Muchos movimientos sociales que tienen como objetivo la justicia social se han centrado en
la reestructuración de los acuerdos socioeconómicos para hacer posible que grupos de
personas salten las barreras que les impiden perseguir sus sueños. Evidentemente, la
redistribución económica puede permitir la toma de la agencia. El imaginario social (Taylor,
2004) que ha impulsado muchas campañas de justicia social puede expresarse en el famoso
eslogan "De cada uno según su [sic] capacidad; a cada uno según su necesidad"
(popularizado, pero no inventado, por Marx, 1875). Expresa la visión de una sociedad futura
en la que se institucionalizan los valores de la regla de oro y las aspiraciones de la democracia.
La redistribución de los recursos económicos es contraria a los valores del capitalismo
competitivo y ha sido objeto de constantes ataques por parte de la ideología política
neoliberal dominante en los últimos 40 años. A pesar de esta oposición, los llamamientos a
la redistribución de la riqueza han sido un estribillo frecuente de los movimientos de justicia
social. El movimiento "Occupy" fue un ejemplo reciente.
Sin embargo, para el asesoramiento, la redistribución económica tiene un valor limitado.
Aparte de sus propios servicios, los consejeros no tienen mucho que distribuir, y mucho
menos redistribuir. Cuando se trata de otros recursos económicos, los asesores suelen tener
poco que decir sobre cómo se distribuyen. Si un cliente está desempleado, el
acompañamiento puede ser útil para desentrañar los significados personales de la situación,
pero no puede proporcionarle un trabajo. Fiel a sus orígenes marxistas, el concepto de
redistribución se centra en gran medida en la economía como base sobre la que se
construyen otros aspectos de la vida. Sin embargo, la suposición de que todo fluye a partir
de una base económica y que la experiencia subjetiva es un epifenómeno de este flujo
reduce el asesoramiento a una actividad trivial. Creo que podemos hacerlo mejor.

La idea de la justicia social como algo que se consigue en gran medida mediante la
redistribución económica debe ampliarse para abordar las formas en que las fuerzas
económicas y sociales están íntimamente conectadas con las formas de subjetividad. Los
análisis de Foucault, Deleuze y Guattari han mostrado cómo la subjetividad es producida
activamente por las fuerzas de la gubernamentalidad (Foucault, 2010) en formas que encajan
con las fuerzas económicas y sociales. Como explica Lazzarato (2014), la producción de
subjetividad es fundamental para las fuerzas de la injusticia. Lazzarato describe el trabajo de
las grandes máquinas sociales que dan forma a la vida de las personas de dos maneras
principales.
La primera es el proceso de "sujeción social" en el que los individuos son subjetivados o se
les asignan formas de identidad en las que vivir: géneros masculinos y femeninos, clases

10 Traducción Tania Aguirre


sociales, categorías raciales, nacionalidades, identidades como estudiantes, pensionistas,
enfermos y discapacitados, consumidores y miembros del núcleo familiar. Estas identidades
son producidas por los discursos del yo, por los sistemas de conocimiento disciplinarios, por
la escolarización, por la circulación de las normas sociales y por las prácticas sociales de la
vida cotidiana (De Certeau, 1984). Los recientes cambios de matiz en estos procesos de
asignación de subjetividades prefabricadas a las personas han hecho que muchas personas
pasen de ser trabajadores asalariados a emprendedores del yo. Para muchos con pocos
recursos para vender en el mercado laboral, el resultado es la producción de vidas
"precarias" (Standing, 2011).
En segundo lugar, también hay, según Lazarrato, procesos paralelos y complementarios de
desubjetivación que socavan la agencia en las personas, incluso cuando están siendo
producidas por tales fuerzas. Lazarrato señala cómo los seres humanos se constituyen cada
vez más como componentes de las máquinas de producción de la vida moderna, con pocas
posibilidades de hablar como individuos. Ejemplos de máquinas son la máquina de la
televisión, el complejo industrial militar, la máquina de Internet, los procesos de vigilancia y
la máquina de la publicidad. En estos procesos maquínicos, las personas pierden partes clave
de la ciudadanía libre; experimentan el aplastamiento de la capacidad de hablar (Deleuze,
llama a esto el "aplastamiento de la enunciación", citado por Lazzarato, 2007); son menos
individuos que " dividuos" (Deleuze, 1992); son aglutinados en la existencia estadística como
poblaciones; y sus deseos personales son arrancados de ellos. En su lugar, tienen que
desempeñar su función en la máquina (como empleado, consumidor o espectador de
televisión).
¿Qué significa esto para la justicia social y para hacer terapia? En primer lugar, este análisis
se suma a la complejidad de las fuerzas que disminuyen la capacidad de las personas para
crear vidas en sus propios términos. Es una tarea mucho más compleja que la de eliminar las
"barreras" estructurales, porque las fuerzas que producen la injusticia han aprendido a
sortear las barreras. Las máquinas sociales modernas trabajan mucho más directamente para
producir formas de subjetividad que antes. Además de la igualdad de derechos, las personas
necesitan liberarse internamente de las fuerzas de subjetivación y desubjetivación. Ya no es
tan sencillo como antes montar una lucha por la emancipación, porque las fuerzas de
subjetivación y desubjetivación que producen la injusticia están operando dentro de las
cabezas y los cuerpos de las personas, más que a través de la represión externa.
Por lo tanto, la tarea de contrarrestar estos procesos también ha cambiado. En lugar de
luchar únicamente por la emancipación y los derechos, la búsqueda de la justicia social
implica ahora también liberar a las personas de un sentido interno de identidad asignada y
de posiciones alienadas en las máquinas sociales. La emancipación implica desarrollar un
sentido de agencia a través de respuestas creativas que son necesariamente más singulares
que colectivas. Implica que las personas diferencien sus identidades de las que les han sido
asignadas y que recreen la agencia que está dividida por la desubjetivación producida por las
máquinas sociales. Si las líneas de fuerza modernas aplastan la posibilidad de enunciación, el
asesoramiento es un lugar importante en el que dicha enunciación podría volver a ser
posible.
La dificultad de estas tareas se magnifica, porque el escenario contemporáneo es muy
complejo. No siempre es fácil ver lo que hay que hacer. Crear una mayor libertad no es lo

11 Traducción Tania Aguirre


mismo para todos. El asesoramiento puede desempeñar un papel importante a la hora de
ayudar a las personas a descubrir cómo están siendo subjetivadas y desubjetivadas. Los
consejeros son expertos en hablar con la gente sobre los procesos de interiorización y esto
es precisamente lo que se necesita, ahora más que nunca. La teoría del asesoramiento, sin
embargo, necesita abordar explícitamente la deconstrucción de las fuerzas de sujeción y des-
sujeción. Los antiguos enfoques basados en la empatía, e incluso el empoderamiento, ya no
son suficientes.
Mi argumento es que los terapeutas que adoptan la justicia social como principio ético
pueden hacer algo más que abogar por la redistribución de los recursos económicos o los
derechos legales. Estas cosas siguen siendo necesarias, pero se han convertido en respuestas
insuficientes a las fuerzas de la injusticia. En su lugar, los terapeutas podrían adoptar un papel
único para el propio asesoramiento en la producción de vidas, a través de ayudar a las
personas a reconocer las complejas fuerzas que dan forma a la forma en que se producen y
tratar de articular los lugares de la diferencia.
No todo el trabajo de terapia se centra en la justicia social. Los terapeutas pueden practicar
una terapia que ayude a la producción de las personas para que encajen ordenadamente en
las categorías asignadas y ajusten sus deseos para que sus vidas encajen con los sistemas
sociales injustos. Sin una preocupación por la justicia social, los terapeutas pueden responder
a la producción de angustia personal en términos completamente individualistas, con poca
preocupación por el daño hecho por los discursos patologizantes. Este tipo de asesoramiento
consiente la injusticia sin desafiarla. La causa de la justicia social requiere que examinemos
estas prácticas y las reconstituyamos con fines más valiosos.
Los terapeutas atentos a las preocupaciones de la justicia social pueden hacer distinciones
éticas entre exponer el trabajo realizado por las máquinas sociales y ocultarlo. La justicia
social debe articularse como un principio ético que guíe la práctica, más que como un destino
de la historia. Implica proporcionar a los clientes la experiencia del reconocimiento de lo que
pretenden enunciar y el estímulo para diferenciar sus vidas de forma creativa. Estas formas
pueden no ser las mismas para todos y, por lo tanto, el asesoramiento en materia de justicia
social debe teorizar la producción de una diferenciación matizada, más que la pertenencia a
un grupo. Esta necesidad es especialmente importante cuando las personas se vuelven
invisibles o se agrupan en categorías de personas que pueden ser manipuladas. Si las fuerzas
sociales actúan tanto dentro de las cabezas de las personas como en las leyes y las
disposiciones estructurales del mundo social, entonces el trabajo de terapia tiene un papel
importante a la hora de ayudar a las personas a articular una vida que no esté tan limitada
por los pensamientos en los que han sido reclutados. Esta tarea nunca terminará pero,
aunque no se alcance la tierra prometida, las personas pueden lograr objetivos
emancipatorios locales y particulares. De hecho, a menudo es en el ámbito local donde se
produce la emancipación. Se pueden celebrar mil pequeñas victorias, en lugar de un gran
cambio estructural revolucionario. Creo que eso es algo por lo que merece la pena trabajar
en la terapia.

Preguntas de reflexión
1. ¿Cuáles son algunos ejemplos de las luchas contra las relaciones de poder que los clientes
te presentan en tu trabajo?

12 Traducción Tania Aguirre


2. ¿Cómo se construyen a las personas en estas luchas?
3. ¿Qué valores te ayudan a ayudar a las personas a resolver cómo se posicionan en relación
con estas luchas?
4. ¿Qué movimientos sociales encuentran tus clientes que les proporcionan recursos útiles
para emanciparse de la injusticia?
5. ¿Cómo apoya teóricamente tu enfoque de asesoría preferido el trabajo de justicia social?

13 Traducción Tania Aguirre

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