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2/2/2015 3. Normas y derechos sobre el ruido.

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abierto, para la comunicación y el encuentro de todos
los habitantes del barrio la Macarena, Bosque Izquierdo
y Torres del Parque, que se sienten afectados por
algunas problemáticas de Convivencia y respeto entre
los vecinos. Invitamos a todos a participar activamente
con su información y opinión, en los diferentes debates
y coordinación de acciones para la defensa de
derechos y promoción del mejoramiento de la zona.

3. Normas y derechos sobre el ruido.

October 17, 2012


El ruido es un grave problema de salud pública por los efectos de tipo psicológico y fisiológico
sobre las personas, como: hipertensión, enfermedades cardiacas, cefalea, sordera, perturbación del
sueño y el descanso, estrés, fatiga, neurosis y depresión. Afecta el rendimiento académico y
laboral, los sistemas circulatorio y digestivo; trastorna el sistema neurosensorial, produce
disfunciones sexuales, afecta el nivel de concentración, lectura, memoria y atención; produce
comportamientos agresivos. Súmense los efectos económicos: aleja el turismo, desvaloriza el
precio de las viviendas y afecta el modelo de ciudades compactas.El artículo 79 de la Constitución
dice que ​todas las personas tienen derecho a gozar de un ambiente sano​ . Pero eso poco les
importa a los ruidosos con sus equipos de sonido a todo volumen, en residencias, almacenes,
tiendas y expendios de licor, restaurantes, bares y discotecas sin aislamiento acústico, carros y
motos sin silenciador, perifoneo en los barrios, parlantes de las iglesias, carros‑discotecas como
fantasmas por toda la ciudad. Qué tal esas fiestas del vecino de toda la noche, algunas adornadas
con pólvora; el estruendo de pitos y cornetas en los trancones, como si eso solucionara el

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problema; las alarmas de los carros que no sirven para evitar el robo, pero sí para acabar con el
sueño de todos cuando se disparan y sólo se apagan cuando se acaba la batería del vehículo; los
taxistas y conductores de buses con sus equipos desesperantes y en los salones sociales de los
conjuntos residenciales, las fiestas ruidosas de todos los fines de semana, porque no hay quién
haga cumplir el reglamento de propiedad horizontal.La nueva ley contempla al ruido como factor
perturbador de orden público, con las implicaciones correspondientes. Será el Ministerio de
Ambiente la entidad encargada de manejar, evaluar y proponer las políticas para el control del
ruido, que no serían tan necesarias con un poco de cultura ciudadana.
Publicada por
Gustavo Galvis Hernández

http://www.vanguardia.com/historico/12057‑ley‑contra‑el‑ruido‑basura‑
(http://www.vanguardia.com/historico/12057‑ley‑contra‑el‑ruido‑basura‑)

Derechos fundamentales afectados por el ruido

Todas las personas tienen derecho a una vida digna, a la tranquilidad, a la intimidad y a la salud,
de acuerdo con la Constitución y con la jurisprudencia. El derecho a la dignidad está establecido
en el artículo 1º de la Constitución, donde se establece que la República de Colombia se
fundamenta, entre otras cosas, en el respeto a la diangidad humana. En el artículo 15 se determina
que todas las personas tienen derecho a su intimidad personal y familiar, y en el artículo 49 se
establece el derecho a la salud. Adicionalmente, estos derechos generales se garantizan
especialmente a grupos como los niños y las niñas en el artículo 44 y a las personas de la tercera
edad en el artículo 46. Con relación al ambiente, el artículo 79 determina que todas las personas
tienen derecho a gozar de un ambiente sano y el artículo 80 establece que el Estado deberá
prevenir y controlar los factores de deterioro ambiental, imponer las sanciones legales y exigir la
reparación de los daños causados. Además de su inclusión en la Constitución Política como
derechos fundamentales, la Jurisprudencia colombiana ha ratificado y precisado su naturaleza y
alcance. Uno de los factores que afecta y viola los derechos a la dignidad, la intimidad, la
tranquilidad y la salud, es el ruido ilegítimo y excesivo generado por particulares, por empresas
de diversa naturaleza y por organizaciones sin ánimo de lucro como iglesias y escenarios
deportivos, razón por la cual en numerosas ocasiones se ha recurrido a la acción de tutela contra
particulares para garantizar el debido cumplimiento del derecho.

En numerosas ocasiones la Corte Constitucional ha señalado que el derecho a la intimidad


personal y familiar, comprenden el derecho a no ser perturbados por ruidos exagerados, pues esto
se erige como una intromisión desproporcionada lesiva de derechos fundamentales. En tal
sentido, en la sentencia T‑454 de 1995, M.P. Alejandro Martínez Caballero, donde se abordaba el
ruido excesivo que generaba una iglesia a los habitantes del sector circundante, señala:

“El derecho fundamental a la intimidad asegura a la persona y a su familia un reducto o espacio


físico inexpugnable, ajeno a los otros, en el que puede resguardarse, aislándose del tumulto de la
vida moderna, gozar del recogimiento necesario y proyectar tranquilamente su personalidad,
alejado y libre de las intromisiones o contactos que el sistema social normalmente acarrea. (…)
“Sin embargo, una interpretación del derecho fundamental a la intimidad personal y familiar, a la

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luz de los tratados internacionales ratificados por Colombia (CP art. 93), exige entender
comprendido en su núcleo esencial la interdicción de ruidos molestos e ilegítimos. En efecto, la
Declaración Universal de Derechos Humanos (1948) establece: “Nadie será objeto de injerencias
arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su
honra y a su reputación. Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra tales
injerencias o ataques”.

“La prohibición que recae sobre las injerencias arbitrarias en la vida privada de la persona, su
familia, su domicilio o su correspondencia, no sólo garantiza a la persona frente al ingreso
injustificado de personas o agentes públicos al espacio físico de su exclusivo control, sino también
la ampara contra las invasiones que penetran la esfera de intangibilidad de su vida personal o
familiar, mediante aparatos electrónicos o mecánicos, en este caso ya no tan sólo en forma directa
e intencional. La amplitud del concepto de “injerencia”, contenido en el derecho a no ser
molestado que, a su vez, hace parte del núcleo esencial del derecho fundamental a la intimidad
personal o familiar, incluye los ruidos ilegítimos, no soportables ni tolerables normalmente por la
persona en una sociedad democrática.”

Ahora bien, la Corte Constitucional, ha continuado nutriendo su postura consistente en sostener


que el ruido excesivo se erige como una forma de intromisión arbitraria en la vida privada que
resulta lesiva del derecho fundamental a la intimidad, entre otros; en tal sentido, señaló la Corte
Constitucional en la sentencia T‑200 de 1996, M.P.: Vladimiro Naranjo Mesa, donde se abordó el
tema de ruido excesivo producido por un parqueadero, que:

“Así pues, conviene recordar que, trascendiendo la concepción espacial o física de la intimidad, el
concepto de injerencia arbitraria, contenido en el derecho a no ser molestado que, a su vez, hace
parte del núcleo esencial del derecho fundamental a la intimidad personal o familiar, ha sido
objeto de un entendimiento amplio en la jurisprudencia de esta Corporación, de modo que
“incluye los ruidos ilegítimos, no soportables ni tolerables normalmente por la persona en una
sociedad democrática”.

Sobre el derecho a la tranquilidad, agregó la Corte en la misma sentencia que:

“En relación con el derecho a la tranquilidad la Corte Constitucional lo ha distinguido del derecho
a la paz que no siempre resulta conculcado por el efecto que sobre una persona genere el quehacer
de otra. La paz constitucional es, entonces, diferente de la tranquilidad subjetiva de los asociados
que “es un derecho personalísimo derivado por necesidad del derecho a la vida digna”. La Corte
ha señalado que “a nadie se le puede perturbar la estabilidad de su vivencia sin justo título
fundado en el bien común”.

Por su parte, la Sentencia T‑1158 de 2005, M.P.: Alfredo Beltrán Sierra, donde se abordó el
problema de ruido exagerado producido por la construcción de un edificio, cita la sentencia T‑028
de 1994, donde la Corte sostuvo que el derecho a la tranquilidad es uno protegible por medio de
la acción de tutela, en cuanto se integra al principio de la dignidad humana, indicó el juez
constitucional que:

“… la tranquilidad se ha erigido en derecho susceptible de protección por esta vía, en tanto es


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“… la tranquilidad se ha erigido en derecho susceptible de protección por esta vía, en tanto es


inherente a la persona humana y se encuentra dentro de los derechos del artículo 94 superior. La
jurisprudencia lo ha catalogado como personalísimo, derivado por necesidad del derecho a la vida
digna. Si bien es cierto que la tranquilidad tiene una dimensión subjetiva, indeterminable, y por lo
tanto imposible de ser objeto jurídico, también es cierto que existen elementos objetivos para
garantizar ese bienestar íntimo de la persona, dada la influencia del entorno sobre el nivel
emocional propio. A nadie se le puede perturbar la estabilidad de su vivencia sin justo título
fundado en el bien común. Y esto obedece a una razón jurisprudencial evidente: el orden social
justo parte del goce efectivo de la tranquilidad vital de cada uno de los asociados, de suerte que, al
no perturbar el derecho ajeno, se logra la común unidad en el bienestar, es decir, la armonía
perfeccionante de los individuos que integran la sociedad organizada, bajo el imperio de la ley, en
forma de Estado.”

En la misma sentencia, se recuerda lo establecido por el Tribunal Constitucional en relación al


ruido excesivo como una forma de intromisión injustificada en la vida privada, violatoria del
derecho a la intimidad personal y familiar:

“De otro lado refiriéndose al ruido como limitante para ejercer derechos fundamentales en
sentencia T‑394 de 1997, M.P. José Gregorio Hernández Galindo se dijo lo siguiente: “Ahora bien,
en repetidas oportunidades esta Corporación ha dicho que la contaminación auditiva puede
constituir una intromisión indebida en el espacio privado de las personas, y que, por contera,
implica generalmente la transgresión de los derechos a la intimidad personal y familiar, a la paz y
a la tranquilidad, sin perjuicio de los daños que aquélla pueda ocasionar a la salud o a la calidad
de vida”.

Así, cabe recordar la sentencia T‑525 de 2008, M.P.: Mauricio Gonzales Cuervo, donde se reiteró la
línea jurisprudencial establecida por la Corte Constitucional en cuanto al ruido un elemento que
vulnera los derechos fundamentales a la intimidad personal y familiar, así como a la tranquilidad:

“De allí que aunque el ruido sea reconocido como un agente contaminante del medio ambiente,
una perturbación sonora a niveles que afecten a las personas, ante la omisión de las autoridades
de controlar las situaciones de abuso, es una interferencia que afecta el derecho a la intimidad
personal y familiar y puede en consecuencia, ser sometida a protección constitucional.”

Por su parte, la misma sentencia en relación al derecho a la tranquilidad señala:

“Por otra parte, en lo concerniente al derecho a la tranquilidad, si bien la Carta no lo ha


reconocido expresamente como un derecho de carácter fundamental, jurisprudencialmente en
virtud de la interpretación sistemática de los artículos 1º, 2º, 11, 15, 16, 22, 28, 95‑6 y 189‑4 de la
Constitución Política, ha sido concebido como un derecho inherente a la persona humana (Art. 94
C.P.), dada su relación estrecha con el derecho a la vida, a la intimidad y a la dignidad. En efecto,
como lo ha examinado la jurisprudencia constitucional, la conservación de la tranquilidad dentro
del orden constitucional debe considerarse un derecho de los ciudadanos, que se desprende del
Preámbulo de la Carta Política al referirse a la vida, a la convivencia pacífica y a la paz, las cuales
constituyen el sustento de la tranquilidad, como garantes de un orden justo.”

En la sentencia T‑881 de 2002 la Corte Constitucional indicó que la dignidad humana tiene una
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En la sentencia T‑881 de 2002 la Corte Constitucional indicó que la dignidad humana tiene una
especial importancia en el desarrollo del principio de la eficacia de los derechos fundamentales y
de la realización de los fines y valores de la Constitución. En esta sentencia la Corte señaló que su
interpretación de la dignidad humana según la cual “el hombre es un fin en sí mismo” se
encuentra en estrecha relación con el tercero de los imperativos categóricos kantianos, en el que se
postula uno de los principios básicos de la filosofía práctica kantiana así: “obra de tal forma que la
máxima de tu actuación esté orientada a tratar a la humanidad tanto en tu persona como en la
persona de cualquier otro como un fin y nunca como un medio”. Así entonces, la Corte preciso:
“[a] pesar de su distinta naturaleza funcional, las normas deducidas del enunciado normativo
dignidad humana ‑el principio constitucional de dignidad humana y el derecho fundamental a la
dignidad humana‑ coinciden en cuanto al ámbito de conductas protegidas. En efecto, ha sostenido
esta Corporación que en aquellos casos en los cuales se emplea argumentativamente la dignidad
humana como un criterio relevante para decidir, se entiende que ésta protege: (i) la autonomía o
posibilidad de diseñar un plan vital y de determinarse según sus características (vivir como se
quiere), (ii) ciertas condiciones materiales concretas de existencia (vivir bien), (iii) la intangibilidad
de los bienes no patrimoniales, integridad física e integridad moral (vivir sin humillaciones).” (…)
“La dignidad humana asegura de esta manera una esfera de autonomía y de integridad moral que
debe ser respetada por los poderes públicos y por los particulares” .

Lo anterior se traduce y se hace concreto en la idea que la afectación que se genera al normal
desenvolvimiento de las actividades cotidianas, así como al sueño, y la tranquilidad de los
habitantes, constituye una vulneración a la dignidad humana de los habitantes.

Interés Superior del Menor Consagrado en El Art. 44 de la Constitución y en los Art. 16 y 24 de la


Convención sobre los Derechos del Niño de 1989

Nuestra Constitución señala en su Art. 44 que los derechos de los niños prevalecen sobre los
derechos de los demás, al mismo tiempo, el mismo artículo señala que es deber de la sociedad y el
Estado garantizar el desarrollo armónico e integral de los niños.En este mismo sentido, la
Convención sobre los Derechos del Niño consagra en su Art. 16 el derecho que tienen los niños a
no ser sometidos a injerencias arbitrarias en su vida privada o su familia, y tiene derecho además
de ser protegido contra tales injerencias por parte del Estado. Así mismo, el Art. 24 de la
Convención establece el deber de los Estados de propender por el derecho del menor a gozar del
más alto nivel posible de salud.

En el caso concreto de ruido excesivo, estos derechos están siendo negados a los niños y niñas,
pues están sometidos a un ruido constante y exagerado que representa, en primer lugar, una
injerencia injustificada en su intimidad tanto personal como familiar, lo que se colige de las
sentencias de la Corte ya citadas, donde se reconoce al ruido desproporcionado como una forma
de lesión al derecho a la intimidad.

De otro lado, el ruido también trae consecuencia que los niños vean perjudicado su derecho a
crecer en medio ambiente sano, lo que a su vez incumple el imperativo constitucional de
garantizar el desarrollo armónico del menor. Un niño sometido a un ruido insoportable, que no le
permite conciliar el sueño ni encontrar tranquilidad no se encuentra en un ambiente propicio para
su crianza, lo que termina por impedir que este se desarrolle a plenitud.

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La misma contaminación auditiva es responsable de afectaciones en la salud de los menores que


residen en las inmediaciones, lo que contradice la Constitución y viola los derechos
fundamentales de los menores, pues como sabemos, el derecho a la salud del niño es en si mismo
un derecho fundamental. Recordemos que «La salud es un estado de completo bienestar físico,
mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades.» Por consiguiente, si
bien los niños y niñas no han desarrollado una enfermedad concreta, su calidad de vida como
parte de concepto integral de salud está siendo afectada día a día producto del ruido que ocasiona
la entidad demandada.

Aún cuando es cierto que la Constitución Política garantiza la libertad de empresa, el derecho al
trabajo y la explotación económica de acuerdo a la ley, en muchos casos las empresas,
restaurantes, bares, industrias, realizan actividades económicas en sectors cuyo uso del suelo no
se encuentra habilitado para tal fin, lo que se ve agravado por el ruido insoportable que vulnera
los derechos de las personas que habitan en las cercanías del lugar.

Bajo este entendido, es preciso recordar que los derechos de los niños, tal como lo establece la
Constitución, priman sobre los derechos de los demás, lo que en el caso concreto se traduce en la
comprensión de que la libertad de empresa, el derecho al trabajo y el derecho a la explotación
económica ha de ceder frente a intereses que la Constitución de forma explícita considera
superiores, tal como se consagra en el Art. 44 de la Carta y que ha sido reconocido por la Corte
Constitucional bajo la figura del interés superior del niño, así se indicó en la sentencia C‑738 de
2008, M. P.: Marco Gerardo Monroy Cabra:

En el panorama jurídico colombiano los niños merecen un trato especialmente protector, que debe
reflejarse en todos los aspectos de la legislación, cuando quiera que el Estado identifique puntos
de posible vulnerabilidad. Esta necesidad de considerar, en todos los aspectos de la realidad
jurídica, que el derecho del menor tiene prevalencia sobre los demás, se conoce como el principio
de interés superior del menor y constituye principio de interpretación de las normas y decisiones
de autoridades que pueden afectar los intereses del niño. Este principio condiciona el actuar de la
totalidad del Estado, así como de las instituciones privadas de bienestar social, a la hora de tomar
decisiones en las que se vean afectados niñas y niños; siempre se ha de considerar,
primordialmente, el interés superior del niño.

En el caso concreto el interés superior del niño está dado por la protección de los derechos de los
menores a crecer en un ambiente sano, a disfrutar de su derecho a la intimidad personal y
familiar, así como el derecho a la tranquilidad, la salud y tener un desarrollo armónico. Todos
estos derechos tienen un carácter ius‑fundamental, pues sus titulares son menores, de
conformidad a lo expuesto por la Corte Constitucional en sentencias como la T‑572 de 2010, M. P.:
Juan Carlos Henao Pérez, donde se dijo:

La jurisprudencia constitucional ha hecho esfuerzos significativos para sistematizar los estándares


normativos, nacionales e internacionales frente a los cuales se ha comprometido el Estado
colombiano, en relación con el alcance y contenido de los principios de protección especial a la
niñez y promoción del interés superior y prevaleciente del niño. Así, de acuerdo con lo
establecido en el preámbulo de la Convención sobre los Derechos del Niño y en la Declaración de
las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño y el artículo 44 de la Constitución Política, los

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derechos de los niños prevalecen sobre los derechos de los demás. A partir de esta cláusula de
prevalencia, la jurisprudencia constitucional ha reconocido que los niños, niñas o adolescentes
tienen un estatus de sujetos de protección constitucional reforzada, lo que significa que la
satisfacción de sus derechos e intereses, debe constituir el objetivo primario de toda actuación
(oficial o privada) que les concierna. Esta protección especial de la niñez y preservación del interés
superior para asegurar el desarrollo integral se encuentra consagrada en diversos tratados e
instrumentos internacionales que obligan a Colombia

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