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RELACIÓN ENTRE RESILIENCIA Y RASGOS DE PERSONALIDAD: EL PAPEL DE LA DESESPERANZA Y

LA EDAD
Marta Nieto, María E. Visier, Inmaculada Nayara Silvestre, Beatriz Navarro, Juan Pedro Serrano, Vicente
Martínez-Vizcaíno
Abstracto
La resiliencia se refiere al proceso por el cual los individuos utilizan la capacidad de hacer frente a los
desafíos para adaptarse con éxito a situaciones adversas, inclinándose hacia el futuro y la esperanza. El
objetivo principal de este estudio fue analizar la relación entre la resiliencia, los rasgos de personalidad y
la desesperanza. Además, realizamos comparaciones entre dos grupos de edad: adultos jóvenes y
mayores. La muestra estuvo compuesta por 439 participantes españoles (66,7% mujeres; M = 43,73, SD
= 26,41; rango de edad = 18–98 años). La Escala de Resiliencia de Connor-Davidson, el Inventario de
Cinco Factores de NEO y la Escala de Desesperanza de Beck se utilizaron para medir las principales
variables del estudio. Los resultados revelaron una relación negativa entre la resiliencia y el neuroticismo,
y una asociación positiva con los otros rasgos de personalidad. Además, se encontró que los niveles de
resiliencia estaban relacionados negativamente con la desesperanza. El grupo de adultos mayores mostró
niveles de resiliencia significativamente más bajos que los adultos jóvenes, aunque la edad no fue un
predictor significativo de resiliencia. El neuroticismo, la extraversión, la apertura y la desesperanza fueron
los únicos predictores de resiliencia para el estudio actual. Este trabajo contribuye al estudio de la
resiliencia y los factores relacionados, al intentar comprender el papel de la resiliencia y la resistencia al
riesgo y cómo los individuos abordan los desafíos a lo largo del tiempo, con importantes implicaciones para
la salud mental.
INTRODUCCIÓN
Las enfermedades mentales son una de las principales causas de discapacidad en todo el mundo
(Organización Mundial de la Salud, 2022). Afecta no solo a la vida de los pacientes, sino que también
puede tener un impacto duradero en su entorno inmediato y en la sociedad (Organización Mundial de la
Salud, 2019). Las experiencias estresantes, como traumas, cambios en la vida, guerras, enfermedades o
pandemias se han considerado factores de riesgo para la salud mental (por ejemplo, Bryant, Schnurr &
Pedlar, 2022; Harnett, van Rooij, Ely et al., 2021; Willey, Mimmack, Gagliardi et al., 2022; Zhu, Zhang,
Zhou, Li y Yang, 2021). Sin embargo, también vale la pena señalar que muchas personas expuestas a
situaciones estresantes se recuperan rápidamente o no sufren un deterioro psicológico y funcional
significativo (Bonanno, Westphal & Mancini, 2011; Kalisch, Baker, Basten et al., 2017). Puede haber
muchas razones para esto, entre las cuales la resiliencia se ha destacado como un rasgo clave para lograr
una buena salud mental (Färber y Rosendahl, 2020).
La resiliencia se refiere al proceso por el cual las personas utilizan la capacidad de hacer frente a los
desafíos y las nuevas circunstancias para adaptarse positivamente a contextos adversos, inclinándose
hacia el futuro y la esperanza (Barton, McKay, Garvis & Sappa, 2020; Murphy, 1987). Asimismo, se trata
de un constructo multidimensional determinado por factores intrínsecos y extrínsecos que subyacen al
funcionamiento cognitivo, social, emocional, conductual y psicológico de un individuo (Malhi, Das, Bell,
Mattingly & Mannie, 2019; Masten, 2015). Centrándose en el enfoque intrínseco, la resiliencia puede
presentarse como un rasgo que modera el impacto negativo del estrés y facilita el desarrollo adaptativo
(Connor & Davidson, 2003; Ong, Bergeman, Bisconti y Wallace, 2006). La resiliencia de rasgos se ha
operacionalizado comúnmente utilizando la escala de Connor-Davidson (CD-RISC; Connor y Davidson,
2003). Más específicamente, el CD-RISC evalúa características personales, como la autoeficacia y el
optimismo, que pueden ser efectivas para manejar adecuadamente el estrés y mejorar el desarrollo
adaptativo (Rodríguez, Alonso y Hernansaiz, 2016).
La resiliencia es un constructo que ha sido estudiado en diferentes perspectivas (Bonanno et al., 2011;
Salisu y Hashim, 2017; Southwick, Bonanno, Masten, Panter-Brick y Yehuda, 2014). Una de estas
perspectivas se centra en la resiliencia como características de personalidad que se manifiestan en
respuesta a las circunstancias de la vida y los perfiles individuales (Cloninger & Zohar, 2011; Connor y
Davidson, 2003; Oshio, Kaneko, Nagamine y Nakaya, 2003). Estos perfiles reflejan los pensamientos,
sentimientos y comportamientos característicos de un individuo, a saber, la personalidad (Wagner, Lüdtke
y Robitzsch, 2019). El modelo de cinco factores se toma típicamente como referencia cuando se
operacionaliza la personalidad (Costa & McCrae, 1992). Este modelo comprende cinco categorías
amplias, a saber, neuroticismo, extraversión, apertura, amabilidad y conciencia. Los rasgos de
personalidad tienden a permanecer estables a lo largo de la vida, aunque pueden sufrir cambios como
resultado de procesos de maduración y experiencias de vida. En este sentido, se ha sugerido que el
neuroticismo y la extraversión disminuyen con la edad, mientras que la amabilidad y la conciencia
aumentan a lo largo de la vida. En general, la apertura aumenta en la adolescencia y disminuye en el
envejecimiento (Costa, McCrae y Löckenhoff, 2019).
Una personalidad resiliente se caracteriza por altos niveles de extraversión, amabilidad, conciencia,
apertura y bajos niveles de neuroticismo (Alessandri, Vecchione, Donnellan, Eisenberg, Caprara y
Cieciuch, 2014). En general, se han encontrado relaciones negativas entre la resiliencia y el neuroticismo,
y la resiliencia se ha asociado positivamente con los otros rasgos (ver Oshio, Taku, Hirano & Saeed, 2018,
para una revisión). El neuroticismo y la extraversión se han relacionado más específicamente con la
resiliencia (Lü, Wang, Liu y Zhang, 2014), ya que estos rasgos pueden verse afectados de manera más
significativa por los eventos de la vida (Ogle, Rubin y Siegler, 2014; Sarubin, Wolf, Giegling et al., 2015).
Considerando que el neuroticismo se ha asociado con resultados psicológicos adversos, como la
depresión y la desesperanza (Chioqueta & Stiles, 2005; Grav, Stordal, Romild y Hellzen, 2012; Hjemdal,
Friborg y Stiles, 2012; McDonnell y Semkovska, 2020), su efecto negativo sobre la resiliencia no es
sorprendente. Además, se ha sugerido que cuando las personas están lidiando con el estrés y sus recursos
resilientes son escasos o inexistentes, la desesperanza puede ser un resultado predecible (Hjemdal et al.,
2012). En contraste, la extraversión conduce a un manejo del estrés más adaptativo (Schneider, Rench,
Lyons y Riffle, 2012).
La resiliencia podría ser la clave para explicar la resistencia al riesgo y la forma en que las personas
enfrentan los desafíos a lo largo de la vida (Färber y Rosendahl, 2020). Sin embargo, las diferencias
relacionadas con la edad en la resiliencia aún no son concluyentes. Si bien algunos estudios han informado
que a medida que las personas envejecen, se vuelven más resistentes (Campbell-Sills, Forde & Stein,
2009; Gillespie, Chaboyer & Wallis, 2009), otros han mostrado una relación negativa entre resiliencia y
edad (Beutel, Glaesmer, Decker, Fischbeck & Brähler, 2009; Lamond, Depp, Allison et al., 2008). Incluso
en revisiones recientes, no se han encontrado asociaciones significativas entre estas variables (Färber &
Rosendahl, 2020; Lee, Nam, Kim, Kim, Lee & Lee, 2013). De hecho, parece que los resultados aún no son
concluyentes, debido principalmente a aspectos metodológicos, como la existencia de una amplia gama
de instrumentos de evaluación, covariables y características de la muestra (Lee et al., 2013; McGinnis,
2018; Pulido, Fernández y López, 2020).
EL ESTUDIO ACTUAL
A la luz de lo anterior, la resiliencia parece ser un constructo significativo para la promoción de la salud y
la prevención de enfermedades mentales porque podría ayudar a las personas a recuperarse, mantener y
mejorar su bienestar psicológico cuando han estado expuestas a experiencias estresantes (Färber &
Rosendahl, 2020; Ungar y Theron, 2019). Además, el estudio de individuos resilientes y los mecanismos
que los protegen es una estrategia recomendada para combatir las enfermedades relacionadas con el
estrés (Kalisch et al., 2017). Considerando que las respuestas de los individuos a situaciones estresantes
son el resultado de una compleja interacción de factores, incluyendo características personales (Biggs,
Brough & Drummond, 2017), este trabajo pretende complementar la literatura existente sobre variables
relacionadas con la resiliencia, centrándose en analizar las relaciones entre resiliencia y rasgos de
personalidad en una muestra de adultos españoles. Además, se examinó el papel de la desesperanza y la
edad en la capacidad de resiliencia.
MÉTODO
Participantes
Los participantes fueron una muestra de conveniencia compuesta por 439 adultos españoles (66,7%
mujeres; M = 43,73, SD = 26,41; rango de edad = 18-98 años) reclutados de instituciones públicas:
universidades, universidades para adultos mayores, asociaciones de adultos mayores y centros
comunitarios. Los participantes eran hispanohablantes y eran de nivel socioeconómico medio-alto. La
muestra se dividió en dos grupos: adultos jóvenes (n = 227; 81,9% mujeres; M = 19,86, SD = 1,30; rango
de edad = 18–24 años) y adultos mayores (n = 212; 50,5% mujeres; M = 71,37, SD = 8,76; rango de edad
60-98 años). Los criterios de inclusión fueron: (1) estar alfabetizado; (2) para el grupo de mayor edad, sin
dificultades cognitivas. El deterioro cognitivo se evaluó mediante el Mini-Mental Status Examination (Lobo
et al., 2002); y (3) dar consentimiento informado firmado. Siguiendo estos criterios, cinco participantes
fueron excluidos por presentar puntuaciones compatibles con deterioro cognitivo.
Medidas
Escala de resiliencia de Connor-Davidson
Para medir la resiliencia, administramos la Escala de Resiliencia Connor-Davidson de 10 ítems (CD-RISC;
Campbell-Sills y Stein, 2007; Adaptación española de Notario-Pacheco, Solera-Martínez, Serrano-Parra,
Bartolomé-Gutiérrez, García-Campayo & Martínez-Vizcaíno, 2011), que se puntúa en una escala tipo
Likert con cinco opciones de nunca a casi siempre. La puntuación final es la suma de todos los ítems
(rango 0-40), donde las puntuaciones más altas indican niveles más altos de resiliencia. La versión en
español del CD-RISC tiene un alfa de Cronbach de 0,85.
Inventario de cinco factores NEO
El neuroticismo, la extraversión, la apertura, la amabilidad y la conciencia se evaluaron utilizando la versión
en español del NEO-Five Factor Inventory (NEO-FFI; Cordero, Pamos y Seisdedos, 2008). El NEO-FFI
comprende 60 ítems con cinco opciones de respuesta que van desde muy en desacuerdo hasta totalmente
de acuerdo. Este instrumento ha mostrado una consistencia interna aceptable, con un alfa de Cronbach
de entre 0,70 y 0,80.
Escala de desesperanza de Beck
Para medir la desesperanza futura, utilizamos la Escala de Desesperanza de Beck (BHS; Beck, Weissman,
Lester y Trexler, 1974; Adaptación española de Aguilar, Hidalgo, Cano, López, Campillo & Hernández,
1995), un instrumento unidimensional que comprende 22 ítems dicotómicos, donde puntajes más altos
indican mayores niveles de desesperanza. La versión española del BHS ha mostrado buenas propiedades
psicométricas (Aguilar et al., 1995).
Procedimiento
El protocolo del estudio fue aprobado por el Comité Ético de Investigación Clínica de nuestra comunidad
autónoma (Expediente nº 6/2016). En primer lugar, presentamos el proyecto a los equipos directivos de
las instituciones colaboradoras para obtener las autorizaciones para implementar el proyecto. Después de
la aprobación, los miembros del equipo de investigación visitaron todos los diferentes lugares durante las
actividades en persona para informar a los participantes sobre el proyecto. Explicaron los objetivos del
estudio, respondieron a cualquier pregunta y solicitaron el consentimiento informado firmado por los
participantes. Los datos fueron recolectados por cuatro experimentadores en una sola sesión que duró
alrededor de 60 minutos. Las evaluaciones se realizaron en formato grupal en las instituciones
colaboradoras, durante el horario normal.1
Análisis de datos
Los análisis estadísticos se realizaron utilizando IBM SPSS Statistics 24 (SPSS, Inc., Chicago, IL). El criterio
de significación estadística se estableció en p ≤ 0,05. Se realizaron pruebas lógicas y pruebas de rango,
así como pruebas de consistencia de datos. Después de revisar y limpiar los datos, realizamos análisis
exploratorios y otros análisis para categorizar y transformar las variables. El plan específico de análisis de
datos incluyó, en primer lugar, un análisis descriptivo de las principales variables de estudio y una prueba
t para muestras independientes para determinar posibles diferencias estadísticas relacionadas con la
edad. En segundo lugar, para examinar la asociación entre la resiliencia, los rasgos de personalidad y la
desesperanza, se estimaron coeficientes de correlación parcial, con ajustes por edad. Finalmente, se
probaron modelos de regresión jerárquica para determinar en toda la muestra las variables que predijeron
la resiliencia (es decir, edad, rasgos de personalidad y desesperanza).
RESULTADOS
Resultados descriptivos
Las características de los participantes se resumen en la Tabla 1. Además, se utilizaron pruebas t de
muestras independientes para analizar posibles diferencias estadísticas entre grupos de edad. En general,
el grupo joven presentó valores medios más altos en resiliencia, neuroticismo, extraversión y apertura (p
< 0,05), mientras que el grupo de mayor edad tuvo valores medios más altos en desesperanza (p < 0,001).
No hubo diferencias estadísticamente significativas por edad en los rasgos de personalidad, a saber,
amabilidad y conciencia.
Resultados de correlación
Después de ajustar por edad, los coeficientes de correlación parcial entre los rasgos de personalidad y la
desesperanza y la resiliencia mostraron que la resiliencia estaba significativamente relacionada con todos
los rasgos de personalidad (Tabla 2). Se encontraron asociaciones positivas para la extraversión, apertura,
amabilidad y conciencia, y se encontró una asociación negativa entre resiliencia y neuroticismo. También
encontramos que la resiliencia estaba relacionada negativa y significativamente con la desesperanza.
Además, como era de esperar, mientras que la mayoría de los rasgos de personalidad se asociaron
negativamente con la desesperanza, el neuroticismo mostró una relación positiva.

Análisis de regresión jerárquica


Para toda la muestra del estudio (N = 439), el modelo de regresión jerárquica se realizó con la edad, los
rasgos de personalidad (es decir, neuroticismo, extraversión, apertura, amabilidad y conciencia) y la
desesperanza como variables predictoras, y la resiliencia como variable dependiente. La edad se ingresó
en la regresión en el Paso 1, los rasgos de personalidad se ingresaron en los siguientes pasos. En el
paso final, se agregaron los puntajes de desesperanza (Tabla 3). Los resultados mostraron que las
variables que explicaron la resiliencia fueron el neuroticismo, la extraversión, la apertura y la
desesperanza. Curiosamente, la edad fue inicialmente un predictor de resiliencia; Sin embargo, cuando
se incluyó la desesperanza en el modelo de regresión, la edad ya no fue estadísticamente significativa.
DISCUSIÓN
El objetivo principal de este trabajo fue analizar la asociación entre resiliencia y rasgos de personalidad
en una muestra de participantes españoles. La resiliencia se considera actualmente un constructo
complejo conformado por variables constitucionales y aptitudes que facilitan la superación de los
desafíos de la vida. Vale la pena destacar que una personalidad resiliente se caracteriza por un bajo
neuroticismo y niveles relativamente altos de los otros rasgos (Bohane, Maguire y Richardson, 2017).
Después de ajustar por edad, nuestros resultados revelaron una relación significativa entre los rasgos de
personalidad y los niveles de resiliencia, lo que es consistente con los hallazgos de estudios previos (por
ejemplo, Campbell-Sills, Cohan & Stein, 2006; McDonnell y Semkovska, 2020; véase Oshio et al., 2018,
para una revisión). Específicamente, la resiliencia se relacionó negativamente con el neuroticismo,
reforzando la noción de que la vulnerabilidad al estrés es característica de este rasgo, ya que es
probable que los individuos con puntajes altos en neuroticismo también presenten niveles de resiliencia
más bajos (Campbell-Sills et al., 2006), que, a su vez, podrían ser predictores de problemas de salud
mental (McDonnell & Semkovska, 2020; Perna, Riva, Defillo, Sangiorgio, Nobile y Caldirola, 2020).
Además, encontramos que la resiliencia estaba directamente asociada con la extraversión, la apertura,
la amabilidad y la conciencia. Varios estudios han reportado hallazgos similares (Davey, Eaker & Walters,
2016; Färber y Rosendahl, 2020; McDonnell y Semkovska, 2020; Oshio et al., 2018), lo que subrayaría
el importante papel de la resiliencia como mecanismo eficaz para hacer frente a la adversidad (Oshio et
al., 2018).
En cuanto al papel de la desesperanza, se ha informado que el pensamiento negativo orientado al futuro
tiene un impacto perjudicial en la resiliencia (Gooding, Hurst, Johnson y Tarrier, 2012) y se ha
demostrado que es un factor que predice niveles más bajos de resiliencia (Hjemdal et al., 2012). En línea
con hallazgos anteriores (Gooding et al., 2012; MacLeod, Musich, Hawkins, Alsgaard y Wicker, 2016),
nuestros datos muestran una relación inversa entre la resiliencia y la desesperanza, siendo la
desesperanza un predictor significativo de niveles más bajos de resiliencia. Además, los rasgos de
neuroticismo e introversión aumentan la probabilidad de experimentar desesperanza (Hjemdal et al.,
2012), un hallazgo que es consistente con nuestros resultados. En cuanto a la edad, los niveles de
desesperanza encontrados en nuestro estudio fueron significativamente más altos en los adultos
mayores que en sus contrapartes jóvenes. Las diferencias de edad en la desesperanza pueden ser la
base de los cambios y pérdidas experimentados a lo largo de la vida, posiblemente promoviendo una
perspectiva pesimista sobre el futuro. El envejecimiento, por ejemplo, es una etapa de la vida con mayor
exposición a problemas de salud, discapacidad, muerte, soledad y dolor (Harithasan, Mukari, Ishak,
Shahar & Yeong, 2020; Meichsner, O'Connor, Skritskaya & Shear, 2020), mientras que la edad adulta
joven se considera un período de cambio en el que se consolida la identidad y se toman decisiones
relacionadas con la vida personal y profesional (Wolf & Zimprich, 2015). Vale la pena señalar, sin
embargo, que la mayoría de las personas mayores no experimentan desesperanza, pero cuando
aparece, difiere de la experimentada por los adultos jóvenes, ya que ciertos elementos del proceso de
envejecimiento generan incertidumbre y expectativas negativas (ver Hernández & Overholser, 2020,
para una revisión).
En cuanto a las diferencias de edad, estas parecen no haber sido un foco central de los estudios sobre
resiliencia, y las conclusiones en esta área siguen siendo inciertas (Lee et al., 2013). En estudios que
utilizan el CD-RISC, por ejemplo, no se han encontrado relaciones significativas entre la edad y los
niveles de resiliencia, lo que sugiere un papel más específico de las experiencias de vida (Pulido et al.,
2020). Sin embargo, cuando se han utilizado otras medidas, los adultos mayores han demostrado ser
más resilientes con respecto a la regulación emocional y la resolución de problemas, mientras que la
resiliencia en adultos más jóvenes está relacionada con el apoyo social (Gooding et al., 2012). Por otro
lado, MacLeod et al. (2016) indicó que los niveles más altos de resiliencia se asociaron con el aumento
de la edad, lo que sugiere que los adultos jóvenes no siempre son tan resistentes como los mayores.
Nuestros resultados mostraron que los adultos jóvenes eran más resistentes que sus contrapartes
mayores, aunque la edad no era un predictor significativo de resiliencia. Es importante destacar que el
neuroticismo, la extraversión, la apertura y la desesperanza fueron las variables que explicaron los
niveles de resiliencia. Por lo tanto, el efecto de estas variables en los niveles de resiliencia parece
importante en diferentes generaciones. En consecuencia, junto con la relación demostrada entre
resiliencia y rasgos de personalidad (Oshio et al., 2018), también se destaca el papel de la
desesperanza. Sin embargo, a nuestro entender, este es un tema que no ha sido suficientemente
explorado y nuestros enfoques podrían considerarse resultados preliminares, con el propósito de realizar
posteriormente un estudio más exhaustivo sobre la resiliencia y la desesperanza. Incluso podría
considerarse una variable transdiagnóstica, debido a su impacto en la salud mental, porque es un
constructo que refleja evaluaciones negativas sobre el futuro y también es un predictor significativo de
conductas e ideación suicidas (por ejemplo, Hernández & Overholser, 2020; Hirsch, Hall, Wise, Brooks,
Chang y Sirois, 2019; Sueki, 2022).
Los hallazgos del presente trabajo deben interpretarse a la luz de las siguientes limitaciones. En primer
lugar, la naturaleza del estudio transversal nos impide hacer inferencias causa-efecto. Los datos
longitudinales arrojarían información más completa sobre el desarrollo dentro de los participantes en
cada una de las variables analizadas, considerando que las formas en que se manifiesta la resiliencia
pueden cambiar para diferentes tipos de adversidad, y la resiliencia puede entenderse como el resultado
del aprendizaje experiencial y la adaptación a lo largo del tiempo (Cosco, Kok, Wister & Howse, 2019;
Malhi et al., 2019). En segundo lugar, con respecto a la medida de resiliencia, es necesario ser cauteloso
al generalizar los resultados en esta área, porque diferentes escalas incorporan diferentes constructos,
debido a la diversidad en el funcionamiento de la resiliencia (Sarubin et al., 2015). De hecho, existen
diferentes enfoques sobre la resiliencia como un proceso o una disposición individual, o ambos (Leys,
Arnal, Wollast, Rolin, Kotsou y Fossion, 2020). Hemos utilizado la escala CD-RISC, que conceptualiza la
resiliencia como las cualidades personales que permiten prosperar frente a la adversidad (Connor &
Davidson, 2003), aunque podríamos incorporar diferentes medidas de resiliencia en futuros estudios.
Asimismo, también podríamos evaluar estrategias de afrontamiento del estrés que complementen la
información proporcionada por la resiliencia al comparar grupos de edad (por ejemplo, Nieto, Romero,
Ros et al., 2020), siguiendo los enfoques de la Teoría de la Selectividad Socioemocional (Carstensen,
2006), que propone el cambio de metas y comportamientos personales con la edad. En la misma línea,
también se ha sugerido que la edad fortalece la capacidad de distanciarse de situaciones estresantes y
reevaluarlas positivamente (Schryer & Ross, 2012). Finalmente, en cuanto a la validez externa y cultural
de los resultados, nuestros datos se recogieron de una muestra de conveniencia en la que todos los
participantes eran adultos españoles caucásicos de un entorno económico medio-alto. Consideramos
que los estudios futuros deben centrarse en la replicación de nuestros hallazgos en muestras de
diferentes culturas y niveles socioeconómicos con diferentes niveles de exposición al riesgo. Por
ejemplo, Blessin, Lehmann, Kunzler, van Dick y Lieb (2022) sugieren que debido a que el mundo es cada
vez más intercultural, deberíamos reevaluar la forma en que consideramos a los diferentes países en la
investigación psicológica, lo que podría ayudar a completar nuestro conocimiento sobre enfoques
efectivos de resiliencia y factores relacionados.
En resumen, la resiliencia estaba relacionada con los rasgos de personalidad y la desesperanza.
Además, los adultos jóvenes exhibieron niveles más altos de resiliencia que los adultos mayores. Sin
embargo, la edad no fue un predictor significativo de resiliencia. Es importante destacar que el
neuroticismo, la extraversión, la apertura y la desesperanza explicaron los niveles de resiliencia en
nuestra muestra de estudio. Estos hallazgos podrían ser interesantes para mejorar las intervenciones de
salud mental, debido a la importancia reconocida de la resiliencia para superar de manera competente
las circunstancias adversas de la vida. Además, estos enfoques también pueden ser aplicables en la
situación de pandemia mundial de COVID-19, ya que existe una gran preocupación por los impactos
psicológicos de la pandemia en la salud mental. Por lo tanto, mejorar la resiliencia podría tener
implicaciones positivas en términos de estado de salud mental (Tseliou & Ashfield-Watt, 2022; Verdolini,
Amoretti, Montejo et al., 2021).

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