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PRIMERA LECTURA

Lectura del primer libro de los Reyes


19, 4-9. 11-15

En aquellos tiempos, caminó Elias por el desierto un dia entero y finnalmente


se sentó bajo un árbol de retama, sintió deseos de morir y dijo: “Basta ya,
Señor. Quítame la vida, pues yo no valgo más que mis padres”. Después se
recostó y se quedó dormido.

Pero un ángel del Señor llegó a despertarlo y le dijo: “Levántate y come”.


Elías abrió los ojos y vio a su cabecera un pan cocido en las brasas y un jarro
de agua. Después de comer y beber, se volvió a recostar y se durmió.

Por segunda vez, el ángel del Señor lo despertó y le dijo: “Levántate y come,
porque aún te queda un largo camino”. Se levantó Elías. Comió y bebió. Y
con la fuerza de aquel alimento, caminó durante cuarenta días y cuarenta
noches hasta el Horeb, el monte de Dios. Cuando llegó al monte, Elías entró
en una cueva y permaneció ahí.

El Señor le dijo: “Sal de la cueva y quédate en el monte para ver al Señor,


porque el Señor va a pasar”. Así lo hizo Elías, y al acercarse el Señor, vino
primero un viento huracanado, que partía las montañas y resquebrajaba las
rocas; pero el Señor no estaba en el viento. Se produjo después un terremoto;
pero el Señor no estaba en el terremoto. Luego vino un fuego; pero el Señor
no estaba en el fuego.
Después del fuego, se escuchó el murmullo de una brisa suave.

Al oírlo, Elías se cubrió el rostro con el manto y salió a la entrada de la cueva.


Entonces oyó una voz que le dijo: “Qué haces aquí, Elías?” El respondió: “Me
consume el celo por tu honra, Señor, Dios de los ejércitos, porque los israelitas
han abandonado tu alianza, han derribado tus altares y asesinado a tus
profetas; sólo quedo yo y me andan buscando para matarme”. El Señor le dijo:
“Desanda tu camino hacia el desierto de Damasco”.

Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL

De los salmos 41 y 42

R. Estoy sediento del Dios que da la vida.

Como el venado busca


el agua de los ríos, así, cansada, mi alma,
te busca a ti, Dios mío. R.

Del Dios que da la vida


está mi ser sediento.
¿Cuándo será posible
ver de nuevo tu templo? R.

Envíame tu luz y tu verdad;


que ellas me guíen
y hasta tu monte santo me conduzcan,
ahí donde tú vives. R.

Me acercaré al altar de Dios,


al Dios que es mi alegría,
y a mi Dios, el Señor, le daré gracias
al compás de la cítara. R.

¿Por qué te acongojas, alma mía?


¿Por qué tu turbación?
Espera en Dios, que aún alabarás,
a tu Dios Salvador. R.
SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los romanos


8, 28-32. 35. 37-39

Hermanos Ya sabemos que todo contribuye para bien de los que aman a Dios,
de aquellos que han sido llamados por él según su designio salvador.

En efecto, a quienes conoce de antemano, los predestina para que reproduzcan


en sí mismos la imagen de su propio Hijo, a fin de que él sea el primogénito
entre muchos hermanos. A quienes predestina, los llama; a quienes llama, los
justifica; y a quienes justifica, los glorifica.

¿Qué podemos añadir? Si Dios está a nuestro favor, ¿quién estará en contra
nuestra? El que no nos escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por
todos nosotros, ¿cómo no va a estar dispuesto a dárnoslo todo, junto con su
Hijo?

¿Qué cosa podrá apartarnos del amor con que nos ama Cristo? ¿Las
tribulaciones? ¿ Las angustias? ¿La persecución? ¿El hambre? La desnudez?
¿El peligro? ¿La espada? Ciertamente de todo esto salimos más que
victoriosos, gracias a aquel que nos ha amado; pues estoy convencido de que
ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni el presente ni el
futuro, ni los poderes de este mundo, ni lo alto ni lo bajo, ni creatura alguna
podrá apartarnos del amor que nos ha manifestado Dios en Cristo Jesús.

Palabra de Dios.

Aclamación antes del Evangelio (Sal 129, 5)

R. Aleluya, aleluya.
Confío en el Señor,
mi alma espera y confía en su palabra.
R. Aleluya.
EVANGELIO
Mándame ir a ti caminando sobre el agua.

Del santo Evangelio según san Mateo


14, 22-33

En aquel tiempo, inmediatamente después de la multiplicación de los panes,


Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca y se dirigieran a la otra orilla,
mientras él despedía a la gente. Después de despedirla, subió al monte a solas
para orar. Llegada la noche, estaba él solo allí.

Entre tanto, la barca iba ya muy lejos de la costa y las olas la sacudian, porque
el viento era contrario. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando
sobre el agua. Los discípulos, al verlo andar sobre el agua, se espantaron y
decían: “¡Es un fantasma!”. Y daban gritos de terror. Pero Jesús les dijo
enseguida: “Tranquilícense y no teman. Soy yo”.

Entonces le dijo Pedro: “Señor, si eres tú, mándame ir a ti caminando sobre el


agua”. Jesús le contestó: “Ven”. Pedro bajó de la barca y comenzó a caminar
sobre el agua hacia Jesús; pero al sentir la fuerza del viento, le entró miedo,
comenzó a hundirse y gritó: “¡Sálvame, Señor!”. Inmediatamente Jesús le
tendió la mano, lo sostuvo y le dijo:
“Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”.

En cuanto subieron a la barca, el viento se calmo. Los que estaban en la barca


se postraron ante Jesús, diciendo: “Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios”.

Palabra del Señor.


ORACIÓN UNIVERSAL

Oremos, hermanos, al Señor, que con su Espíritu sasntifica a la


Iglesia y, por medio de sus ministros, lo ilumina y gobierna:

R. Roguemos al Señor.

1. Por nuestro hermano Jorge que hoy celebra su primera eucaristía, para que,
lleno de la fuerza del Espíritu Santo que recibió y saciado de la palabra divina,
enseñe adecuadamente al pueblo que le será encomendado. R.

2. Para que, ejerciendo fielmente su ministerio, congregue al pueblo en la


unidad y se salve él y los fieles que tienen encomendados. R.

3. Para que se entregue al bien de la Iglesia y de los fieles, como como déspota
administrador, sino como modelo para el rebaño. R.

4. Para que, cuando aparezca el supremo Pastor, pueda rendir buena cuenta de
la administración que le fue confiada y alcance la felicidad eterna. R.

5. Por todos los sacerdotes, diáconos y seminaristas de nuestra diócesis, para


que el Señor nos bendiga en nuestros trabajos y nos sostenga en la fidelidad.

Acoge, Señor, la oración de tu pueblo y ya que has querido


escogerme para servir a tu Iglesia, concédeme la gracia de ser
siempre fiel al ministerio que me has confiado. Por Jesucristo
nuestro Señor.

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