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El buen samaritano

Un día un líder de los judíos le preguntó a Jesús lo que


debía hacer para tener la vida eterna. El Salvador le
preguntó qué es lo que las Escrituras decían. El líder dijo
que un hombre debía amar a Dios y también a su prójimo.
Jesús dijo que eso era cierto. Entonces el líder le
preguntó: “¿Quién es mi prójimo?”.
Jesús le contestó con una historia. Un día un judío andaba
por el camino que llevaba a la ciudad de Jericó. Unos
ladrones lo golpearon y le robaron, dejándolo al lado del
camino, casi muerto. Poco después, un sacerdote judío
pasó y vio al hombre, pero pasó de largo del otro lado del
camino y no ayudó al herido. Pasó otro judío que
trabajaba en el templo. Él vio al hombre herido, pero
tampoco lo ayudó, y pasó de largo del otro lado del
camino. Entonces pasó un samaritano. Los judíos y los
samaritanos no se llevaban bien. Pero cuando el
samaritano vio al hombre, sintió lástima por él. Atendió
las heridas del hombre y le puso ropa. El samaritano llevó
al hombre a un mesón y lo cuidó hasta el día siguiente.
Cuando tuvo que partir, le dio dinero al encargado del
mesón y le pidió que cuidara al hombre. Después de que
Jesús contó esa historia, le preguntó al líder judío cuál de
los tres hombres era el prójimo del hombre herido. El
líder dijo que era el samaritano, porque le había ayudado.
Jesús le dijo al líder judío que fuera como el samaritano.

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