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colección CLAVES PARA COMPRENDER

LA ECONOMÍA
director DIEGO GUERRERO

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© D ie g o G u e r r e r o , 2011
de la presentación y traducción

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ISBN 978- 84- 92724- 37-6


depósito legal s. 1.247-2011

preimpresión E s c a r o l a L e c z in s k a

impresión G r á f ic a s V a r o n a , S.A.
Isaac Ilich Rubin
H ISTO R IA DEL PENSAM IEN TO ECONÓM ICO

VOLUMEN 1

Lis nercantilisfas
edición
DIEGO GUERRERO

zMdÜL^
EDICIONES
PRESENTACIÓN
p o r Diego Guerrero

Presentamos al lector un excelente libro de Historia


del pensamiento económico, realizado por un autor
poco conocido en el mundo hispanohablante pero
que es a la vez un gran teórico de la economía, espe­
cialista en el estudio de Marx y de la teoría laboral
del valor. En esta historia del pensamiento econó­
mico mercantilista, Isaac ílich Rubín (1886-1937),
desaparecido en las cárceles de Stalin, realiza una
recorrido magistral por las aportaciones individuales
de los autores mercantilistas, distinguiendo entre
dos momentos distintos, respectivamente centrados
en el «sistema de la balanza monetaria» y en el «sis­
tema de la balanza comercial», pero analizando tam­
bién el periodo de decadencia de la escuela y su evo­
lución hacia el pensamiento librecambista. Con una
claridad pasmosa, y tras situar perfectamente la lite­
ratura de la escuela en el contexto histórico especí­
fico en el que surge, el libro pasa revista a las distin­
tas vertientes y dimensiones del pensamiento
mercantilista, prestando especial atención a los auto­
res ingleses, desde T. Mun y W. Petty a J. Steuart, así
como a las ideas de los primeros críticos del mercan­
tilismo, en especial D. North y D. Hume. Por su pro­
fundo conocimiento de la obra de Marx -que se
manifiesta por su parte en el magistral tratamiento
de la teoría del valor de éste, realizado en su otro
6 DIEGO GUERRERO

gran libro, Ensayos sobre la teoría marxista del


valor-, desarrollado aun más por su labor de investi­
gador en el Instituto Marx-Engels de Moscú, diri­
gido por Riazánov, Rubin es además capaz de reali­
zar una labor de ordenamiento y aclaración de los
amplísimos apuntes marxianos (en las Teorías sobre
la plusvalía) sobre el pensamiento económico mer-
cantilista, que sabe integrar en su propio trabajo y
que usa como hilo conductor de toda la obra. Dicho
esto, nos limitaremos a dar unos breves apuntes bio­
gráficos y sobre la obra de Rubin antes de pasar
directamente al contenido del libro de Rubin1.

1. B iografía2

Isaak Illich Rubin nació en Rusia en 18863. Desde


1905, participa activamente en el movimiento revo­
lucionario ruso. Miembro primero del Bund (el par­

1 El libro en español coincide con la primera parte («Mercantilism


and its decline», pp. 17-87) del libro de 1.1. Rubin (1929): A His-
tory o f Economie Thought, trad. y ed. Donald Filtzer a partir de la
reimpresión de 1929 de la segunda edición rusa, revisada, Lon­
don: Pluto Press, 1979; con un «epílogo» de Catherine Colliot-
Thélène, pp. 385-431.
2 Nos limitamos aquí a traducir del francés los «Elementos biográ­
ficos» incluidos en el «Avant-propos du traducteur» (firmado en
'Alger, janvier 1977’, por Jean-Jacques Bonhomme) a la edición
francesa (traducida del inglés) de la principal obra de Rubin:
Isaac Roubine: Essais sur la théorie de la valeur de Marx, 3e éd.,
Moscou; trad. fr., Paris: François Maspéro, 1978 (que se encuen­
tra también en Internet en http://www.marxists.org/francais/
PRESENTACIÓN 7

tido socialista judío), se une más tarde a los menche­


viques. La represión contra los mencheviques lo
lleva a abandonar toda actividad política en 1924. Se
consagra entonces a la investigación económica. En
1926, es nombrado encargado de investigación en el
Instituto Marx-Engels, fundado y dirigido por el
célebre marxólogo bolchevique David Riazánov, del
que se convierte en amigo y colaborador cercano.
Publica todos sus libros y artículos {vid. infra) entre
1924 y 1930.
Los años treinta significan para la URSS el
periodo de los grandes procesos y de la consolida­
ción del régimen estalinista. Rubín es uno de los pri­
meros en acusar el golpe. En marzo de 1931 se abre
el llamado proceso del Buró federal del comité cen­
tral del Partido menchevique, organización fantasma

roubine/Traducteur.html). De esta última obra, existe una nueva


edición francesa en éditions Syllepse, en la colección «Mille
marxismes», con prólogo de Antoine Artous (marzo 2009).
3 [12 de junio de 1886 - 25 de noviembre de 1937] Sólo hemos
encontrado unas pocas fuentes sobre I. I. Rubin. Para los ele­
mentos de esta biografía, hemos seguido muy de cerca la memo­
ria escrita por B. 1. Rubina, consagrada a la defensa de su her­
mano. Citamos esta memoria según el libro de Roy Medvedev,
Le Stalinisme, Le Seuil, Paris, 1972, pp.180-184. Se puede con­
sultar también el libro, más general, de Naum Jasny, Soviet Eco­
nomics o f the Twenties (Names to be remembered), Cambridge
University Press, 1972. [Nota de la ed. española: El primero de
los libros citados existe también en traducción inglesa del ruso:
R. A. Medvedev (1972): Let History Judge, trad. Colleen Taylor,
New York: Alfred A Knopf].
8 DIEGO GUERRERO

creada para los fines de la causa en cuestión. Entre


los principales acusados se encuentran economistas
del primer plan [quinquenal] (Ser, Guinzburg), pro­
fesores (Rubin), altos funcionarios de los servicios de
planificación (en particular Groman, ex miembro de
la presidencia del Gosplan), escritores (Sukhanov),
etc. Todos son acusados de sabotaje en la elabora­
ción de los planes de desarrollo económico o, dicho
claramente, de haber criticado el ritmo de la indus­
trialización, que creían demasiado rápida.
Según su hermana, B. I. Rubina, Rubin se vio
implicado en este proceso porque Stalin quería com­
prometer a Riazánov, que había sido privado de su
trabajo en el Instituto desde la apertura del proceso.
Como quiera que fuese, Rubin fue detenido el 23 de
diciembre de 1930, encerrado en una celda discipli­
naria y posteriormente conducido a paradero desco­
nocido. El aislamiento y los castigos lograron acabar
con su resistencia. Rubin consintió en negociar el
contenido de sus «confesiones». La negociación
duró del 2 al 21 de febrero de 1931; luchando milí­
metro a milímetro, consiguió que la acusación inicial
de sabotaje fuera reemplazada por la de haberle
pasado y dejado en depósito a Riazánov (en pliego
sellado, precisó Rubin) documentos sobre el movi­
miento socialdemócrata. Esa «confesión» equivalía a
tres años de prisión.
Rubin compareció el 1 de marzo de 1931, lle­
vando en su bolsillo sus «confesiones» cuidadosa­
mente corregidas por el juez instructor. Pero durante
PRESENTACIÓN 9

su audiencia hizo todo lo posible por exculpar a Ria-


zánov, en concreto rechazando «confesar» que
hubieran mantenido contactos de naturaleza polí­
tica. Esta resistencia le costó cinco años de prisión,
que purgó en parte en condiciones de aislamiento
completo. Cuando la G. P. U. le propuso en 1933 una
mejora de sus condiciones de reclusión, e incluso la
posibilidad de volver a sus investigaciones, lo
rechazó. Fue excarcelado en 1934, tras conmutársele
la pena, y confinado al pequeño pueblo de Tourgai,
en una región desértica. Más tarde, recibió autoriza­
ción para instalarse en una ciudad más importante,
Aktioulinsk, donde trabajó en una cooperativa de
consumo. Pero siempre rechazó obstinadamente vol­
ver a Moscú y a su antiguo trabajo con sus anteriores
colegas.
En 1937, con la oleada de detenciones masivas,
fue detenido nuevamente y encarcelado en la super­
poblada prisión de Aktioulinsk, donde se le vio por
última vez. Desde su detención se hizo un total silen­
cio sobre su obra. Un artículo de Pravda, de 7 de
marzo de 1931, «Arranquemos el rubinismo [rubí-
nscina] y sus raíces», prohibió que se siguieran dis­
cutiendo sus tesis. La prohibición todavía está en pie.
Puede citarse el juicio relativamente reciente de un
filósofo oficial soviético:

«Los discípulos de Rubín y los idealistas men-


cheviquizantes, que hacían estragos en las décadas
de 1920 y 1930 en el terreno de la economía política
IO DIEGO GUERRERO

y de la filosofía, escribieron mucho sobre la ‘dialéc­


tica de El capital’, pero trataban el método revolu­
cionario de Marx con un espíritu hegeliano, trans­
formándolo en un juego escolástico de conceptos,
en un complejo sistema de argucias y sutilezas
alambicadas, muy alejadas de la ciencia [...] El par­
tido comunista aplastó esas corrientes ajenas al
marxismo y ayudó a los filósofos y economistas
soviéticos a desenmascarar sus manejos»4.

¡Ya sabemos cómo!

4 M. Rosenthal, La dialectique dans «Le Capital» de Marx, citado


por Roman Rosdolsky según la traducción alemana del Este de
1957, Zur Entstehungsgeschichte des Marxschen « Kapitals »,
Europäische Verlagsanstalt, Francfort-sur-le-Main-Cologne,
1968, p. 675, nota 54. [Nota de la ed. española: En la edición espa­
ñola de Rosdolsky, éste escribe: « Acerca de la escuela de Rubin
leemos en el anteriormente citado libro del filósofo soviético
Rosenthal: «Los partidarios de Rubin y los idealistas menchevi-
quizantes que hicieron de las suyas en las décadas de 1920 y 1930
en el terreno de la economía política y de la filosofía, han escrito
mucho acerca de la 'dialéctica de El capital’, pero trataban el
método revolucionario de Marx en el espíritu del hegelianismo,
lo convirtieron en un tal juego conceptual escolástico, en un
complejo sistema de agudezas y sutilezas, sideralmente distante
de la ciencia [...] El partido comunista ha destruido esas corrien­
tes ajenas al marxismo, ayudando a los filósofos y economistas
soviéticos a desenmascarar su índole.» (Edición alemana oriental
de 1957, p, 19.) Por lo que sabemos, la escuela de Rubin ha sido
«destruida» por la vía de mandar a la muerte a Isaac Illich Rubin
y sus camaradas en las cárceles y campos de concentración esta-
linistas... Más les valdría a los filósofos soviéticos callar, cuando
menos, acerca de esta dolorosa cuestión... »] (R. Rosdolsky,
PRESENTACIÓN II

2. B ibliografía

En cuanto a los «Eléments bibliographiques», en la


edición francesa de 1978 se señalan las siguientes
obras, todas publicadas entre 1924 y 1930:

A. Libros

♦ Ocerki po teorii stojmosti Marksa (Ensayos


sobre la teoría del valor de Marx); la 3a edición es de

Génesis y estructura de ‘E l capital' de Marx, México: Siglo XXI,


1978, p. 623, nota 55). Por su parte, la edición española del otro
libro de Rubin afirma lo siguiente: «El caso de Rubin y de su
escuela, perseguidos y silenciados en los campos de concentra­
ción estalinianos bajo la infamante acusación de 'idealismo men-
chevizante’, constituye un episodio significativo de la oposición
intelectual de los años 20 al naciente ‘materialismo dialéctico’
soviético, aunque haya sido menos conocido que los casos de
Lukács y de Korsch. El nombre de Rubin figura, junto a los de
Groman, Bazarov, Bujarin, Preobrazhenski en el rico debate eco­
nómico de los años 20 sobre el problema del desarrollo econó­
mico. Más aún, según Rosdolsky, Rubin y su escuela representa­
ron junto a Preobrazhenski el desarrollo metodológico más
avanzado de aquel ‘periodo de oro’ de la ciencia económica sovié­
tica» (en 1.1. Rubin, Ensayos sobre la teoría marxista del valor,
Buenos Aires: Pasado y Presente, 1974, p. 5). Por último, según
los editores de la edición francesa de 2009 de los Essais, el libro
de Rubin es testimonio de la riqueza de las investigaciones mar-
xistas que tienen lugar en los años 20: «Con el húngaro Georg
Lukács, el alemán Karl Korsch o incluso el jurista soviético
Evgeny B. Pasukanis, Isaak I. Rubin es uno de los autores que
intentan reactivar la tradición crítica del marxismo, en particular
contra su versión 'cientifistaj proveniente de la II Internacional»].
12 DIEGO GUERRERO

1928 (Gosudarstvennoe Izdatel’stvo, Moscou-Lenin-


grad). Por supuesto, este libro no se reeditó jamás en
la Unión Soviética después de 1928, y hasta 1972 no
se tradujo por primera vez, por Milos Samardzija y
Freddy Perlman, para la editorial Americana Black &
Red (Detroit). Esta traducción americana, a la que
por desgracia se amputó el apéndice a la 3a edición,
«Otvet kritikam» (Respuesta a los críticos), sirvió de
base a la edición alemana (que no incluye los prime­
ros nueve capítulos) y a la presente edición francesa5.
♦ Istorija ekonomiceskoj mysli (Historia del pen­
samiento económico)6.

5 [Nota de la ed. española]. Esta edición americana llevaba una


introducción de Fred Perlman, pp. IX-XXXVIII. En cuanto a
otras ediciones en inglés, hay que señalar la Fourth Printing:
Montréal, New York, 1990, y la primera edición india de 2008
(Aakar Books, Delhi). La edición alemana citada es de 1973:1.1.
Rubin: Studien zur Marxschen Werttheorie, Frankfurt a.M., Euro­
päische Verlagsanstalt, 1973 (con un «Einleitung» de A. Neusüss-
Fögen, pp. 7-30). La española es de 1974: Ensayo sobre la teoría
marxista del valor (3a edición), trad. Néstor Míguez, Cuadernos
de Pasado y Presente, n° 53, Buenos Aires, 1974 (luego reeditada
en México, 1977), e incluye el ensayo de Fredy Perlman «El feti­
chismo de la mercancía», que ocupa las páginas 9 a 43, fechado
en Kalamazoo (EE. UU.), en 1968. Hay también ediciones en por­
tugués (A teoria marxista do valor, Sao Paulo: Brasiliense, 1980),
italiano (Saggi sulla teoria del valore di Marx, Feltrinelli, Milano,
1976), griego, etc.
6 [Nota de la ed. española]. Rubin, I. I. (1929): A History o f Eco­
nomic Thought, trad. y ed. Donald Filtzer a partir de la reimpre­
sión de 1929 de la segunda edición rusa, revisada, London: Pluto
Press, 1979; con un «epílogo» de Catherine Colliot-Thélène, pp.
385-431. Filtzer señala que «este libro está formado por una serie
PRESENTACIÓN 13

« Sovremennie ekonomisty na zapade (Economis­


tas occidentales contemporáneos).
* Klassiki politiceskoj ekonomii ot XVII do sere-
diny XIX veka (.Antología de los economistas clásicos
desde el siglo XVII a mediados del siglo XIX).
» La teoría marxiana de la producción y el con­
sumo (en ruso), obra citada por Roman Rosdolsky
(primer tomo trad. al francés, con el título La Genèse
du «Capital» chez Karl Marx, Critiques de l’économie
politique, Maspero, Paris, 1976, p. 112, note 2)*
7.

B. Artículos y textos diversos

♦ «Abstraktny trud i stojmost’ v sisteme Marksa»


(Trabajo abstracto y valor en el sistema de Marx),

de lecciones y se usó como texto universitario. El libro debió de


usarse bastante, pues la reimpresión de la segunda edición constó
de 5.000 ejemplares. Las lecciones estaban dirigidas a ser usadas
junto a otros textos, las Teorías de la plusvalía, de Marx, y una
antología compilada por Rubin de extractos de economía política
preclásica y clásica, Clásicos de la Economía política desde el siglo
XVII a mediados del siglo XIX (Klassiki politicheskoi economii ot
XVII do srediny XIX veka, Gosizdat RSFSR, 1926) (1929, p. 7).
7 [Nota de la ed. española] Véase R. Rosdolsky: Génesis y estruc­
tura de El Capital de Marx (estudios sobre los Grundrissej,
México: Siglo XXI, 1978, p. 22. Más adelante, al comentar que
Rubin y Grossman son las dos únicas excepciones a la tendencia
a no prestar suficiente importancia a la cuestión del valor de uso,
que se observa en la economía marxista, Rosdolsky señala que
dicho libro «lamentablemente ha permanecido inaccesible para
el autor» (ibíd., p. 101).
14 DIEGO GUERRERO

publicado en la revista Pod znamenem marksizma8


(Sous la bannière du marxisme), vol. 6, Moscú, 1927,
p. 88-119. Este texto está traducido al alemán en
Rubin-Bessonov, Dialektik der Kategorien, Verlag für
das Studium der Arbeiterbewegung, Berlin-Oeste,
1975, pp. 7-539.
♦ «Dialekticeskoe razvitje kategorii v ekono-
miceskoj sisteme Marksa» (El desarrollo dialéctico
de las categorías en el sistema económico de Marx),
en Problemy ekonomikíi (Problemas económicos), n°
4-5, 1929, p. 203-238. Este texto está traducido al
alemán en Dialektik der Kategorien, op. cit., p. 55-
13510. Se trata de una discusión que tuvo lugar en el
Instituto de los profesores rojos, en las sesiones de
30 de marzo, 6, 13 y 20 de abril y 4 y 6 de mayo de
1929. El texto levanta acta de la exposición introduc­

8 Bajo la bandera del marxismo.


9 [Nota de la ed. española] El título alemán completo es: «Abs­
trakte Arbeit und Wert im Marxschen System», en Dialektik der
Kategorien, Debatte in der UdSSR 1927-9 (Interpretationem zum
‘K apital’), pp. 7-53. Poco después apareció también en inglés,
como Rubin, 1.1. (1927): «Abstract labour and valué in Marx’s
System», Capital and Class, vol. 5, verano 1978, pp. 107-140.
También se incluye en Simon Mohun (ed.) (1994): Debates in
Valué Theory, St. Martins Press, Londres, pp. 35-72.
10 [Nota de la ed. española] Publicado como «Die dialektische Ent­
wicklung der Kategorien im Oekonomischen System von
Marx», pp. 55-68, seguido del debate en las pp. 68-135, y de un
anexo con el texto de Projekt Klassenanalyse (1975): «Zur
Debatte über das System der Kritik der Politischen Oekonomie
in der UdSSR», pp. 137-190.
PRESENTACIÓN 15

toria de Rubin, una discusión de sus tesis y los


comentarios y conclusiones finales del propio Rubin.
» Introducción a la traducción rusa del libro de
Wilhelm Liebknecht, Zur Geschichte der Werttheorie
in England11.
« «Relaciones de producción y categorías mate­
riales» (en ruso), artículo publicado en la revista Pod
znamenem marksizma (Sous la bannière du mar­
xisme), n° 10-11, Moscú, 1924.
« «Características fundamentales de la teoría del
valor de Marx y sus diferencias con la teoría de
Ricardo», texto publicado en Rozenberg, Teorija stoj-
mosti u Rikardo i Marksa {La teoría del valor en
Ricardo y Marx), Moskovskii Rabocii, Moscú, 1924.

Sin duda, esta lista es, desgraciadamente, muy


incompleta.

D ie g o G uerrero
Marzo 2011

Il G. Fischer, Jena, 1902.


ISAAC ILICH RUBIN

HISTORIA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO

VOL. 1

LOS MERCANTILÍSTAS
Capítulo 1
LA ÉPOCA DEL CAPITAL MERCANTIL

La época del capital mercantil (o capitalismo tem­


prano) abarca los siglos XVI y XVII. Fue una época
de transformaciones muy importantes en la vida
económica de Europa occidental, con un amplio des­
arrollo del comercio marítimo y el comienzo del pre­
dominio del capital comercial.
La economía de la baja Edad media (siglos XII a
XV) puede caracterizarse como una economía de
ciudades o economía regional. Cada ciudad y el dis­
trito agrícola que la rodeaba formaban una sola
región económica, y todos los intercambios entre la
ciudad y el campo tenían lugar dentro de esos lími­
tes. Una parte sustancial de lo que producían los
campesinos se destinaba a su propio consumo. Otra
parte se entregaba al señor feudal como renta de la
tierra, y los escasos excedentes que quedaban se lle­
vaban a la ciudad vecina para ser vendidos en los
días de mercado. Todo el dinero que se recibía se
dedicaba a la compra de bienes fabricados por los
artesanos de la ciudad (ropa, cubiertos, etc.). El
señor recibía una renta, fijada por la costumbre, de
los campesinos siervos que vivían en sus territorios.
Aparte de esto, recibía también el producto del cul­
tivo propio de sus fincas, que realizaban esos mismos
20 LOS MERCANTILISTAS

campesinos como trabajo forzado (la barshchina12, o


corvée13). Una gran parte de estos productos se desti­
naba al consumo del propio señor o de los innume­
rables criados y empleados de su casa. Lo que
sobraba se vendía en la ciudad, y los ingresos se usa­
ban para comprar tanto artículos producidos por los
artesanos locales como bienes de lujo traídos por los
comerciantes desde países lejanos, especialmente de
Oriente. Lo que distinguía por tanto a la economía
feudal rural era su carácter abrumadoramente natu­
ral y el escaso desarrollo del intercambio monetario.
Si la economía rural estaba organizada en torno
al dominio feudal, la industria de las ciudades se
organizaba como una artesanía gremial donde la

12 [Nota de la edición española] La barshchina es el trabajo, funda­


mentalmente agrícola, que realizaba un campesino o siervo ruso
para su señor, ya fuera éste la Iglesia, el Estado o un terrateniente
privado. En el siglo XV, el trabajo era de un día a la semana, pero
aumentó a tres días en el siglo XVII. En 1797, se prohibió traba­
jar los domingos. Después de 1861 (año en que se abolió la
servidumbre en Rusia), aún se mantuvo en parte pues los
campesinos liberados tenían que cumplir sus obligaciones con
sus antiguos señores durante dos años o bien hasta el momento
de redimir sus tierras al terrateniente.
13 [Nota de la edición española] La corvea consistía en la obliga­
ción de trabajar gratuitamente en las tierras del noble o señor
feudal. Originalmente, se adoptó como un sistema más conve­
niente que la esclavitud, ya que al morir un esclavo había que
comprar otro, mientras que en la corvea se involucraba a las
familias y su descendencia a pagar con trabajo los servicios y
deudas contraídos con su señor feudal, por permitirles trabajar
la tierra, usar el molino, los ríos, etc.
1. LA ÉPOCA DEL CAPITAL MERCANTIL ai

producción la llevaban a cabo pequeños maestros


artesanos. Cada maestro era el propietario de las
sencillas herramientas e instrumentos que se necesi­
taban en su oficio y trabajaba personalmente en su
taller con ayuda de un pequeño número de ayudan­
tes y aprendices. Sus productos se hacían por
encargo para consumidores individuales, o bien se
almacenaban para venderlos a los habitantes de la
ciudad o a los campesinos que acudían al mercado.
Como el mercado local estaba limitado, el artesano
sabía de antemano el volumen potencial de la
demanda de su producto, en tanto que la técnica
atrasada y estancada de producción artesanal le per­
mitía ajustar el volumen de producción a la cantidad
exacta que demandaba el mercado. Todos los artesa­
nos de cada profesión pertenecían a una única aso­
ciación, o gremio, cuyas estrictas normas les permi­
tían regular la producción y adoptar cualquier
medida necesaria para eliminar la competencia, ya
fuera entre los distintos maestros de un gremio par­
ticular o bien de las personas que no eran miembros
del gremio. Este derecho monopolista a la produc­
ción y venta dentro de la región lo tenían sólo los
miembros del gremio, que estaban sometidos a una
estricta serie de normas específicas: ningún maestro
podía aumentar arbitrariamente su producción ni
contratar a más ayudantes y aprendices de lo que
estaba establecido estatutariamente; y estaba obli­
gado a producir bienes de una determinada calidad y
a venderlos sólo al precio establecido. La supresión
22 LOS MERCANTIUSTAS

de la competencia conllevaba que los artesanos


podían vender sus mercancías a un precio alto, con
lo que tenían asegurada una próspera existencia a
pesar del volumen limitado de sus ventas.
Al final de la Edad media ya había señales de que
esta economía regional o urbana que acabamos de
describir estaba en estado de decadencia. Sin
embargo, no fue hasta la época del capital mercantil
(siglos XVI y XVII) cuando se produjo la ruptura de
la vieja economía regional y se extendió su transición
a una economía nacional más amplia. Como hemos
visto, la economía regional se basaba en una combi­
nación del dominio feudal rural y la artesanía gremial
urbana; así que su desintegración sólo podía produ­
cirse mediante la descomposición de ambas. En
ambos casos, esta descomposición fue resultado,
básicamente, del mismo conjunto de causas: el
rápido desarrollo de una economía monetaria, la
expansión del mercado y la creciente fuerza del capi­
tal mercantil.
Al terminar las cruzadas de finales de la Edad
media se expandió el comercio entre los países de
Europa occidental y Oriente (el comercio de Levante).
Los países europeos adquirían, en primer lugar,
materias primas de los países tropicales (especias,
colorantes, perfumes), y en segundo lugar bienes
finales de las industrias artesanales altamente des­
arrolladas de los países orientales (tejidos de seda y
algodón, terciopelo, alfombras, etcétera). Estos artí­
culos de lujo, importados hacia Europa desde tan
1. LA ÉPOCA DEL CAPITAL MERCANTIL 23

lejos, eran muy caros, y era sobre todo la aristocracia


feudal quien los compraba. Fundamentalmente, eran
las ciudades comerciales de Italia, Venecia y Génova
las que hacían este comercio con Oriente, enviando
su flota a través del Mediterráneo hasta Constantino-
pla, Asia Menor y Egipto, donde compraban estas
mercancías orientales que procedían en gran medida
de la India. Desde Italia, estas mercancías se trans­
portaban a otros países europeos, algunas también
mediante expediciones marítimas de los italianos, y
otras por tierra hacia el norte, pasando por las ciuda­
des del sur de Alemania (Núremberg, Augsburgo y
otras), hasta llegar a las del norte de Alemania, que,
organizadas en la Liga Hanseática, controlaban el
comercio en el Báltico y en el Mar del Norte.
Las conquistas militares turcas del siglo XV inte­
rrumpieron el contacto directo de los italianos con
los países del Este. Pero como los intereses del inci­
piente capital comercial exigían la continuidad de
esta fuente de comercio tan rentable, Europa
emprendió una intensa búsqueda de rutas oceánicas
directas hacia la India, esfuerzos que se vieron coro­
nados con un brillante éxito. En 1498, el portugués
Vasco de Gama rodeó la punta de África y encontró
una ruta directa a la India. En 1492, Colón, que con
una expedición fundamentalmente española tam­
bién buscaba un camino directo a la India, descubrió
accidentalmente América. Desde este momento, el
viejo comercio con Levante a través del Mediterrá­
neo dio paso a un comercio transoceánico en dos
24 LOS MERCANTILISTAS

direcciones: hacia el este, en dirección a la India, y


hacia el oeste en dirección a América. La hegemonía
comercial internacional pasó de las ciudades italianas
y hanseáticas a los países situados en el Océano Atlán­
tico: primero España y Portugal, luego Holanda, y
finalmente Inglaterra.
El comercio colonial trajo enormes beneficios a
los mercaderes europeos y les permitió acumular
cuantiosos capitales monetarios. Podían comprar
mercancías coloniales muy baratas y venderlas en
Europa con un margen comercial muy alto. El
comercio colonial era comercio monopolista-, cada
gobierno quería establecer un monopolio en el
comercio con sus propias colonias e impedir que los
barcos y comerciantes extranjeros accedieran a ellas.
Así, por ejemplo, las riquezas de las colonias ameri­
canas sólo podían ser exportadas a España, y sólo los
comerciantes españoles tenían derecho a abastecer a
esas colonias con mercancías europeas. Los portu­
gueses hicieron exactamente lo mismo con la India,
igual que hicieron los holandeses después de expul­
sar a los portugueses de esa parte del mundo. Los
holandeses confiaron su comercio con la India a la
Compañía Holandesa de las Indias Orientales, una
sociedad anónima creada específicamente para eso
en 1602, que recibió a este fin un monopolio comer­
cial. Los franceses y los ingleses fundaron otras ‘com­
pañías’ similares (es decir, sociedades por acciones),
a las que otorgaban el monopolio comercial con sus
respectivas colonias. Sobre la base de las remotas
1. LA ÉPOCA DEL CAPITAL MERCANTIL 25

actividades de estas sociedades se desarrolló más


tarde la Compañía Inglesa de las Indias Orientales,
fundada en 1600.
Como consecuencia del comercio colonial, se
enviaron a Europa enormes cantidades de metales
preciosos (al principio, plata sobre todo) que aumen­
taron la cantidad de dinero en circulación. En Amé­
rica (Méjico, Perú), los europeos encontraron ricas
minas de plata que podían ser explotadas con mucho
menos trabajo que las pobres y exhaustas minas de
Europa. Además, a mediados del siglo XVI se intro­
dujeron importantes mejoras en la tecnología de
extracción de la plata -la amalgama de plata y mer­
curio- y fluyó hacia Europa una abundante corriente
de plata y oro baratos de América. Su primer punto
de llegada era España, que poseía las colonias ameri­
canas. Pero no se quedaban ahí: la atrasada y feudal
España se veía obligada a comprar bienes industria­
les, tanto para su propio consumo como para la
exportación. Y así la balanza comercial negativa
española acarreaba una salida de sus metales precio­
sos hacia todos los países de Europa, acumulándose
las mayores cantidades en Holanda e Inglaterra, las
naciones donde más había avanzado el desarrollo del
capital mercantil e industrial.
Si el comercio con las colonias generó un flujo de
metales preciosos hacia Europa, ese flujo trajo a su
vez consigo el crecimiento del intercambio comercial
y la economía monetaria. Sólo en el siglo XVI, el
stock de metales preciosos en Europa se multiplicó
26 LOS MERCANTILISTAS

por tres o tres y medio. Este enorme crecimiento de


la masa de metales preciosos, cuyo valor había caído
como consecuencia de la mayor facilidad con que se
extraían, tuvo como inevitable consecuencia un
aumento universal de precios. La Europa del siglo
XVI vivió sin duda una ‘revolución de los precios’. Los
precios de todas las cosas subieron rápidamente, dos
o tres veces como media, y a veces más. Así, por
ejemplo, en Inglaterra el precio del trigo, que durante
siglos se había mantenido constante a cinco o seis
chelines por quarteru, llegó a veintidós chelines en
1574, y a cuarenta a finales del siglo. Aunque los sala­
rios también crecieron, se quedaron bastante por
detrás de los precios: mientras las provisiones eran
ahora el doble de caras (es decir, sus precios habían
subido un 100%), el crecimiento de los salarios sólo
fue del 30% o 40%. A finales del siglo XVII los sala­
rios reales habían caído a aproximadamente la mitad
de los que eran a principios del siglo XVI. El rápido
enriquecimiento de la burguesía comercial en los
siglos XVI y XVII estuvo acompañado de una drás­
tica caída en el nivel de vida de las clases inferiores de
la población, campesinos, artesanos y trabajadores. El
empobrecimiento de los campesinos y artesanos fue
el resultado inevitable de la ruptura del orden feudal
en el campo y de la artesanía gremial en las ciudades.14

14 [Nota de la edición española] Cuarterón, unidad británica de


volumen equivalente a 8 fanegas.
1. LA ÉPOCA DEL CAPITAL MERCANTIL 27

La expansión de la economía monetaria elevó la


demanda de dinero de los señores feudales y al
mismo tiempo creó un amplio mercado potencial
para los productos agrícolas. Los señores feudales de
las naciones comerciales más avanzadas (Inglaterra e
Italia) comenzaron a sustituir las prestaciones in
natura de sus campesinos por una renta monetaria15.
Los campesinos siervos, cuyas obligaciones estaban
antes fijadas por una costumbre secular, fueron con­
virtiéndose gradualmente en arrendatarios libres que
arrendaban la tierra mediante acuerdos con el señor.
Aunque habían adquirido su libertad, la encarnación
de ésta, la renta, demostró ser con el tiempo una
pesada carga. A veces el señor prefería arrendar su
tierra no a pequeños campesinos sino a agricultores
mayores y más ricos, que tenían posibilidades de
mejorar sus posesiones. Los terratenientes ingleses
de finales del siglo XV y comienzos del XVI a
menudo expulsaron de su tierra a los pequeños cam­
pesinos arrendatarios o «cerraron» las tierras comu­
nales, que habían usado éstos hasta entonces, para
apacentar su ganado, pues los terrenos que queda­
ban así libres podían aprovecharse mejor criando

15 [Nota de Rubín] En los países atrasados de Europa (Alemania,


Rusia), el crecimiento de los intercambios monetarios condujo a
una situación muy diferente: los señores hicieron pasar a sus
campesinos a un sistema de corvée y ampliaron el área sometida
a este tipo de explotación agrícola. Así es como pudieron
aumentar la cantidad de cereal destinada al mercado.
28 LOS MERCANTILISTAS

ovejas. Como las manufacturas textiles inglesas y


holandesas aumentaron su demanda de lana, los pre­
cios se dispararon y la cría de ovejas se hizo más ren­
table que cultivar la tierra. «Las ovejas devoran a los
propios hombres», decía Tomás Moro a comienzos
del siglo XVI. Y un contemporáneo suyo escribió:
«Los señores no consideran delito expulsar a los
pobres de sus propiedades. Al contrario, insisten en
que la tierra es suya y expulsan a los pobres de sus
refugios, como si fueran perros. Actualmente, en
Inglaterra, a miles de personas que eran antes honra­
dos dueños de sus casas se les ve pidiendo y dando
tumbos de puerta en puerta»16.
Si en el campo el orden feudal estaba en proceso
de descomposición, en las ciudades el crecimiento
del capital mercantil estaba causando simultánea­
mente la decadencia de la artesanía gremial. El
pequeño artesano podía mantener su independencia
en la medida en que producía para el mercado local,
donde el comercio se daba entre la ciudad y sus alre­
dedores. Pero, con el crecimiento del comercio inter­
nacional, se desarrolló también el comercio entre
diferentes ciudades y regiones de un mismo país.
Algunas ciudades se especializaron en la producción
de artículos específicos (por ejemplo, textiles o
armas), que producían en una cantidad demasiado

16 La afirmación de Moro procede de Utopía. La cita posterior no


está atribuida a nadie y se ha traducido así del ruso.
1. LA ÉPOCA DEL CAPITAL MERCANTIL 29

grande como para que su venta estuviera limitada a


su entorno cercano; de ahí que quisieran llegar a
mercados más distantes. En particular, esto era así en
el caso de la industria textil, que habían empezado a
florecer en las ciudades de Italia y Flandes (y después
en Inglaterra) ya desde finales de la Edad media.
Entonces el maestro tejedor ya no podía depender
del consumo inmediato del mercado local, de forma
que empezó a vender sus telas a intermediarios que
las transportaban a gran escala hasta áreas donde
existía demanda. El comprador a gran escala ocu­
paba ahora una posición intermedia entre el consu­
midor y el productor, aumentando progresivamente
su dominio sobre este último. Al principio compraba
al artesano lotes individuales de mercancías cuando
se presentaba la ocasión; después compraba todo lo
que éste producía. Con el tiempo empezó a dar
dinero por adelantado al artesano; y finalmente llegó
a proporcionarle la materia prima (es decir, hilo o
lana) a sus expensas, encargándosela a artesanos
individuales (hiladores, tejedores, etc.) a los que
pagaba una remuneración por su trabajo. A partir de
ese momento, el artesano independiente se convirtió
en un trabajador artesanal dependiente, y el merca­
der en un comprador a gran escala. Fue así como el
capitalista mercantil, a partir de la esfera del comer­
cio, se introdujo en el proceso de producción, orga-
nizándolo y controlando el trabajo de un gran
número de artesanos que trabajaban en sus propias
casas. La artesanía gremial independiente, que había
3° LOS MERCANTIUSTAS

dominado la economía urbana de la baja Edad


media, dio paso, en los siglos XVI y XVII, a un
rápido crecimiento de la industrial rural [cottage
industry] (el llamado sistema doméstico de industria
capitalista). Ésta se apoderó rápidamente de las
ramas de la producción que, como la manufactura
textil, trabajaban para mercados específicos o para la
exportación a otros países.
Los campesinos desposeídos de sus tierras y los
artesanos arruinados llenaron las numerosas filas de
mendigos y vagabundos. Las medidas que adoptaron
los Estados contra el vagabundeo fueron severas: los
vagabundos sanos eran azotados o marcados en el
pecho con rejones al rojo vivo; si reincidían podían
ser ejecutados. Al mismo tiempo, se fijaron por ley
los salarios máximos que podía pagarse a los trabaja­
dores. Las medidas brutales contra el vagabundeo y
la fijación de salarios máximos eran intentos, por
parte de los gobiernos de entonces, de convertir a
estos individuos socialmente desclasados en una
clase de trabajadores asalariados obedientes y disci­
plinados, dispuestos a ofrecer su trabajo por una
miseria al joven capitalismo en expansión.
Lo que sucedió en la época del capital mercantil
(siglos XVI y VXII) fue una acumulación de enormes
capitales en manos de la burguesía comercial, y un
proceso de separación de los productores directos
(artesanos y en parte campesinos) de los medios de
producción, es decir, la formación de una clase de
trabajadores asalariados. Tras dominar el ámbito del
1. LA ÉPOCA DEL CAPITAL MERCANTIL 31

comercio internacional, la burguesía mercantil se


introdujo en las ramas industriales que trabajaban
para la exportación. Los artesanos que trabajaban en
esas industrias quedaron subordinados al mercader
exportador y comprador a gran escala. Con el comer­
cio internacional y el control de la industria domés­
tica por parte de éste último, el capitalismo pudo
cantar sus primeras victorias.
Esta transición de la economía feudal a la capita­
lista se vio favorecida por el apoyo de los Estados,
cuya creciente centralización corría en paralelo con
la fortaleza creciente del capital mercantil. La bur­
guesía comercial sufría mucho con el anticuado régi­
men feudal: en primer lugar, porque la fragmenta­
ción del país en territorios feudales separados
dificultaba las relaciones entre sus miembros (agre­
siones de los señores y sus caballeros, exacción de
impuestos, etcétera), y en segundo lugar porque se
impedía el acceso a cada ciudad a los comerciantes
de otras ciudades. Para derribar los privilegios de los
terratenientes y las ciudades era esencial una Corona
fuerte. Pero la burguesía también necesitaba un
Estado fuerte para proteger su comercio internacio­
nal, conquistar colonias y luchar por la hegemonía
en el mercado mundial. Y así fue como la joven bur­
guesía se puso de parte de las poderosas casas reales
en la lucha de éstas contra los señores feudales. La
transición desde una economía regional de ciudades
estancas a una economía auténticamente nacional
exigía la transformación de la débil Monarquía feu-
32 LOS MERCANTILISTAS

dal en un Estado centralizado que pudiera confiar en


su propia burocracia y en sus ejércitos y armadas.
Así que la época del capital mercantil fue al mismo
tiempo la época de la Monarquía absoluta.
Pero si la joven burguesía apoyaba a la Corona,
ésta tomaba medidas a su vez para fortalecer y des­
arrollar la floreciente economía capitalista. Conside­
raciones políticas y también económicas y financie­
ras convertían esta alianza con la burguesía en algo
esencial para las monarquías. En primer lugar, el
mantenimiento de la burocracia y el ejército exigía
gastos enormes, y sólo una burguesía rica podía pro­
porcionar los medios necesarios con sus impuestos,
aranceles aduaneros, préstamos estatales (tanto obli­
gatorios como voluntarios) y también tasas al Estado
a cambio del derecho de recaudar impuestos de la
población [tax farm ing17]. En segundo lugar, la
corona necesitaba el apoyo del «tercer estado» (la
burguesía) en su lucha contra los señores feudales.
Así fue como seformó una estrecha alianza entre el
Estado y la burguesía comercial bajo el capitalismo
mercantil, alianza que encontró su expresión en la
política mercantilista.
El rasgo fundamental de la política mercantilista
es que el Estado usa su poder activamente para ayu-

17 [Nota de la edición española] Tax farm ing es una práctica del


sistema fiscal estatal por la que el Estado concede (a cambio de
un precio) la responsabilidad de recaudar impuestos a individ­
uos o grupos privados.
1. LA ÉPOCA DEL CAPITAL MERCANTIL 33

dar a implantar y desarrollar un comercio y una


industria capitalistas incipientes y, mediante medi­
das proteccionistas, las defiende diligentemente de la
competencia extranjera. Aunque la política mercan-
tilista servía a los intereses de ambas fuerzas socia­
les, el que predominara su aspecto fiscal o económico
dependía de qué socio de la alianza fuera el más
fuerte, el Estado o la burguesía mercantil. En su pri­
mera fase, el mercantilismo tenía que promover
sobre todo el objetivo fiscal de llenar el Tesoro
público y aumentar los ingresos del Estado, lo que
hizo imponiendo sobre la población una mayor
carga fiscal y atrayendo hacia el país metales precio­
sos (primer mercantilismo o sistema de balanza
monetaria). Pero, al fortalecerse la burguesía, el mer­
cantilismo se convirtió cada vez más en un medio
para impulsar el comercio y la industria capitalistas y
defenderlos mediante el proteccionismo. Tenemos
entonces el mercantilismo desarrollado, o sistema de
balanza comercial.
Capítulo 2
CAPITAL MERCANTIL Y POLÍTICA
MERCANTILISTA EN INGLATERRA
EN LOS SIGLOS XVIY XVII

Aunque, en la época del capitalismo temprano, prácti­


camente todos los países de Europa practicaban una
política mercantilista, podemos mostrar más clara­
mente su evolución mediante el ejemplo de Inglaterra.
Comparada con otros países europeos, como Ita­
lia y Holanda, Inglaterra llegó relativamente tarde a
la carrera por las colonias y el desarrollo industrial.
A comienzos del siglo XVI Inglaterra era todavía
abrumadoramente agrícola y estaba subdesarrollada
desde el punto de vista comercial. Sus exportaciones
eran materias primas, por ejemplo pieles, metales,
pescado y, sobre todo, lana, que era comprada por la
muy desarrollada industria textil flamenca. Del exte­
rior llegaban artículos manufacturados como las
telas flamencas, artículos de cobre, etc. Este comer­
cio de importación y exportación estaba en su mayor
parte en manos de mercaderes extranjeros de Italia y
de la Hansa. Los comerciantes hanseáticos poseían
una gran factoría18en Londres; como eran sus barcos

18 Las factorías eran asentamientos comerciales autosuficientes y


cerrados donde debían alojarse los comerciantes extranjeros y rea­
36 LOS MERCANTILISTAS

los que traían y llevaban mercancías a y desde Ingla­


terra, ésta se veía obstaculizada para crear su propia
flota. Cuando los comerciantes ingleses se aventura­
ban en la Europa continental (lo que no sucedía a
menudo), era sobre todo para comprar lana en las
ciudades flamencas (primero en Brujas y, más tarde,
desde el siglo XVI, en Amberes, donde tenían su
propia factoría).
En estas condiciones, no existía ninguna clase
mercantil nativa rica y el país era pobre en capital
monetario. El gobierno inglés -al menos a finales del
siglo XVI- consideraba el comercio exterior con las
naciones más ricas sobre todo desde un punto de
vista fiscal. Se cobraban impuestos tanto sobre las
importaciones como sobre las exportaciones, espe­
cialmente las de lana. Cada transacción entre comer­
ciantes ingleses y extranjeros estaba sujeta a un con­
trol estatal estricto, primero para garantizar que el
fisco recibía los impuestos correspondientes, y en
segundo lugar para asegurarse de que no se enviaba
ningún dinero fuera del país. Como el gobierno
siempre estaba escaso de dinero y constantemente
tenía que envilecer la moneda o recurrir a préstamos
para garantizar la solvencia del Tesoro, la salida de

lizar sus transacciones. Muy frecuentemente, todos los comer­


ciantes que venían de fuera de la ciudad de que se tratara residían
en el mismo asentamiento físico. Sin embargo, se convirtieron al
mismo tiempo en el punto de partida de muchas de las nuevas
asociaciones mercantiles que estaban apareciendo por entonces.
2. CAPITAL MERCANTIL Y POLÍTICA MERCANTILISTA EN INGLATERRA... 37

metales preciosos era una peligrosa señal de alarma


ante la escasez de capital dinero del Estado. La
exportación de oro y plata estaba estrictamente pro­
hibida. Según los «Estatutos de los Empleados», los
comerciantes extranjeros que trajeran mercancías a
Inglaterra estaban obligados a gastar todo el dinero
obtenido por sus ventas en la compra de otras mer­
cancías dentro del país. Tan pronto como el comer­
ciante extranjero entraba en Inglaterra quedaba bajo
el control de un respetable residente local que
actuaba como su «anfitrión». El «anfitrión» mante­
nía una estrecha vigilancia sobre todas las operacio­
nes que realizaba su «huésped» y las registraba en un
libro a tal efecto. El «huésped» contaba con un
máximo de ocho meses para vender todas sus mer­
cancías y usar sus ingresos en la compra de mercan­
cías inglesas. Cualquier intento de evadir el control
del «anfitrión» por parte de un comerciante extran­
jero significaba prisión. Durante la segunda mitad
del siglo XV, el sistema de «anfitriones» dio paso a
otro en el que el control lo ejercían inspectores y
vigilantes especiales del gobierno19.
Por una parte, se impedía la exportación de
metales preciosos fuera de Inglaterra. Pero además
había que preocuparse por atraer dichos metales al

19 Lo principal de este control recaía en los jueces de paz, que dis­


ponían de un amplio abanico de atribuciones para regular el
comercio, los salarios, etc., en todo el país, no sólo en los gre­
mios de las ciudades.
38 LOS MERCANT1LISTAS

país desde el exterior. A este fin la ley obligaba a los


comerciantes ingleses que exportaran mercancías a
repatriar en efectivo una determinada porción de sus
ingresos. Para que el gobierno pudiera controlar las
transacciones exteriores de sus comerciantes, les
permitía exportar sus mercancías sólo a ciertas ciu­
dades del continente europeo (las llamadas «Staples»
[colonias]20). Por ejemplo, en la primera parte del
siglo XIV sólo se podía exportar lana inglesa a Bru­
jas, Amberes, Saint-Omer y Lille. En estas «colonias»
el gobierno inglés instalaba funcionarios especiales
cuyo trabajo era vigilar todas las transacciones entre
comerciantes ingleses y extranjeros, y comprobar, en
primer lugar, que se pagaban los impuestos al fisco
en la cuantía correcta y, en segundo lugar, que una
fracción de los ingresos por la venta de mercancías
inglesas era destinada a su vuelta a Inglaterra, ya
fuera en metal o en moneda extranjera.

20 La política de colonias era algo más que un simple medio para


canalizar y restringir el comercio; como otorgaba un monopolio
sobre el mercado local a cada compañía mercantil que lo obte­
nía, se convirtió en un derecho muy anhelado por quienes lo
solicitaban a la Corona. El uso que hace aquí Rubín oscurece el
origen real de esta institución, como un medio por el cual una
ciudad concreta pretendía llegar a ser un centro comercial con­
virtiéndose en la principal «plaza de contratación» (como lo lla­
maban los italianos) en la negociación de ciertos tipos de m er­
cancías. Una vez conseguido, como en Brujas y Amberes, que
usaron la política de colonias para transformarse en grandes
centros mercantiles, se intentaba usar esta concentración
comercial para fomentar la producción y el comercio locales.
2. CAPITAL MERCANTIL Y POLITICA MERCANTILISTA EN INGLATERRA... 39

La primitiva política mercantilista era, por tanto,


una política fundamentalmente fiscal, cuyo objetivo
principal era enriquecer al Tesoro, ya fuera directa­
mente, a través de la recogida de impuestos sobre
importaciones y exportaciones, o indirectamente,
aumentando la cantidad de metales preciosos pre­
sentes en el interior del país (también en este caso, lo
que se pretendía era hacer posible un incremento de
los ingresos estatales en el futuro). Por una parte, los
«Estatutos de los Empleados» prohibían a los extran­
jeros exportar dinero en efectivo fuera de Inglaterra;
por otra parte, la creación de «colonias» promovía
inevitablemente la entrada de dinero del exterior.
Para comprobar que se cumplían sus leyes, el estado
tenía que regular la actividad de los comerciantes,
tanto ingleses como extranjeros, de forma estricta y
rígida, y llevar a cabo una meticulosa supervisión de
cada una de las transacciones comerciales, ya se diri­
giera al interior o al exterior de las fronteras inglesas.
Al impedir que el oro y la plata salieran fuera del país
y atraer dichos metales hacia el interior, la primera
política mercantilista iba dirigida a la mejora de la
balanza monetaria nacional, por lo que puede lla­
marse sistema de balanza monetaria.
Al desarrollarse el comercio y la industria, esta
política comenzó a frenar el desarrollo comercial.
Los controles que exigía sólo podían mantenerse en
la medida en que los negocios comerciales con el
extranjero no fueran muy numerosos, se hicieran en
dinero efectivo y se limitaran mayoritariamente a
40 LOS MERCANTILISTAS

transacciones con comerciantes extranjeros llegados


a Inglaterra. Como la principal exportación inglesa
era la lana -famosa por su calidad superior y por dis­
frutar de una posición monopolista en el mercado-
la prohibición de exportar mercancías salvo a las
«colonias» no suponía un gran sacrificio para los
mercaderes ingleses. El sistema de balanza moneta­
ria correspondía a un nivel de comercio internacio­
nal poco desarrollado, concentrado en manos de
comerciantes extranjeros y limitado casi por com­
pleto a la exportación de materias primas. El des­
arrollo posterior del comercio inglés en los siglos
XVI y XVII condujo inevitablemente (como veremos
posteriormente) a una ruptura con el desfasado sis­
tema de balanza monetaria y sus sustitución por una
política mercantilista más avanzada, el llamado sis­
tema de balanza comercial.
A lo largo de los siglos XVI y XVII la base de las
exportaciones inglesas cambió gradualmente desde
las materias primas (lana) a la exportación de pro­
ductos terminados (tela). La industria textil inglesa
había comenzado a experimentar un rápido creci­
miento ya en el siglo XIV, cuando emigraron a Ingla­
terra tejedores rurales de Flandes a quienes los gre­
mios de las ciudades de su país prohibían ejercer su
oficio. La del tejido se estableció allí como una
industria doméstica, instalada en localidades rurales
y liberada de todo sometimiento a las reglas gremia­
les. La lana inglesa que hasta entonces se había
exportado a Flandes para su elaboración comenzó
2. CAPITAL MERCANTIL Y POLITICA MERCANTILISTA EN INGLATERRA... 41

entonces a ser parcialmente transformada en su país


de origen. En el siglo XVI hubo una reducción de las
exportaciones de lana inglesa en bruto y un rápido
crecimiento de las exportaciones de telas sin aca­
bar21. Desprovista de lana inglesa, la industria textil
flamenca comenzó entonces su declive, y a comien­
zos del siglo XVII ya había dejado el primer lugar a
Inglaterra. Mientras que en el pasado el principal
producto de exportación inglés era la lana, ahora el
puesto lo ocupó la tela.
La exportación de telas inglesas se convirtió en
un asunto de una compañía mercantil particular, los
Aventureros del Comercio [Merchant Adventurers]
cuya actividad creció a lo largo del siglo XVI. Las
telas inglesas requerían nuevos mercados, para lo
cual los Merchant Adventurers consiguieron el dere­
cho a concluir acuerdos comerciales independientes
y a exportar telas a nuevos mercados extranjeros. Se
rompió así el antiguo monopolio de las colonias. Al
terminar el siglo XVI, los mercaderes ingleses ya no
esperaban sentados en casa con sus mercancías, o en
las ciudades colonias del continente, esperando la
llegada de compradores extranjeros. Ya no podían
vender simplemente la materia prima (es decir, la
lana) que monopolizaban; debían vender bienes aca­
bados (telas), y para ello debían mantener una fuerte

21 [Nota de Rubín] Hasta mediados del siglo XVII el tejido inglés


de exportaba sin acabar; el acabado y coloreado se llevaba a cabo
en Holanda y Francia.
42 LOS MERCANTILISTAS

posición competitiva en el mercado mundial frente a


las telas de otros países, especialmente las de Flan-
des. Lo que empezó entonces fue una lucha por el
dominio del mercado mundial y la eliminación de la
competencia extranjera. Para ganar, los comerciantes
ingleses sustituyeron su pasivo papel comercial por
otro más activo: comenzaron a enviar sus propias
mercancías en sus propios barcos a mercados remo­
tos, volviendo con las mercancías que habían com­
prado, principalmente en las colonias. Los barcos
ingleses se adentraron por todo el Mediterráneo en
busca de productos orientales; se establecieron fac­
torías en Venecia y Hamburgo. Los mercaderes ita­
lianos y hanseáticos en Inglaterra vieron desaparecer
su monopolio: en 1598 el gobierno inglés cerró la
factoría de los mercaderes de la Hansa, y éstos fue­
ron expulsados del país.
Al aventurarse los mercaderes ingleses en los
mercados mundiales, el país se vio forzado a seguir
una política colonial activa. Las colonias más ricas
se las habían apropiado otros Estados, fundamental­
mente España y Portugal. Con el tiempo, Holanda y
en cierta medida Francia obtuvieron grandes pose­
siones coloniales. Toda la historia inglesa, desde el
siglo XVI al XVIII, es la historia de sus luchas con
estas naciones por la supremacía comercial y colo­
nial. En esta lucha, sus armas eran la fundación de
sus propias colonias, los tratados comerciales y la
guerra. Los ingleses montaron sus propias expedi­
ciones a la India, donde establecieron las factorías
2. CAPITAL MERCANTIL Y POLITICA MERCANTILISTA EN INGLATERRA... 43

que iban a marcar el comienzo de su dominio sobre


este país. A finales del siglo XVI fundaron varias
colonias en Norteamérica, que formarían posterior­
mente los Estados Unidos de América. Inglaterra se
inmiscuyó en las colonias que ya poseían otros paí­
ses, en parte mediante el contrabando ilegal y en
parte mediante acuerdos comerciales. Éstos dieron a
los ingleses el derecho a enviar sus barcos a las colo­
nias portuguesas en la India y a exportar sus telas a
Portugal. Con sus adversarios más temibles, Inglate­
rra se embarcó en una guerra tras otra. El final del
siglo XVI vio cómo Inglaterra emergía victoriosa de
su guerra con España, cuya armada, la Armada
Invencible, fue total y completamente aplastada en
1588. El principal rival de Inglaterra en el siglo XVII
fue Holanda, que poseía la flota mercante más pode­
rosa del mundo y un comercio y una industria flore­
cientes. Para Inglaterra, el siglo XVII fue el siglo de
su lucha contra los holandeses, mientras que el siglo
XVIII lo fue contra los franceses. Entre 1653 y 1797,
Inglaterra estuvo 66 años implicada en guerras nava­
les. El resultado fue que Inglaterra emergió como la
mayor potencia comercial, marítima y colonial del
mundo.
Así, la segunda mitad del siglo XVI trajo asocia­
dos profundos cambios en la economía interior de
Inglaterra: las materias primas (lana) comenzaron a
perder su posición dominante en las exportaciones
inglesas en beneficio de los productos acabados
(telas); la importancia del comercio exterior en la
44 LOS MERCANTILISTAS

economía nacional creció inmensamente. Inglaterra


desarrolló su propia y rica burguesía comercial, que,
como compradora a gran escala, se introdujo par­
cialmente en la industria. La prosperidad de la que
disfrutaba el comercio exterior vino acompañada de
una expansión naval e industrial, al sustituir la indus­
tria rural a la artesanía gremial. Sin embargo, com­
parada con el comercio, el papel del capital indus­
trial era todavía muy modesto: aún no había
superado la forma primitiva de capital del compra­
dor al por mayor, y su penetración en la producción
se limitaba básicamente a las ramas productivas que
trabajaban directamente para la exportación o esta­
ban estrechamente relacionadas con ella. La expan­
sión de los intereses monetarios burgueses frente a
los terratenientes se reflejó inevitablemente en la
política estatal. La burguesía intentó extender cada
vez más su influencia en el Estado y la empleó en
acelerar la transición de la economía feudal a la capi­
talista. Las dos revoluciones inglesas del siglo XVII
fueron en sí mismas expresión de las aspiraciones
burguesas. Por su parte, el Estado estaba interesado
en el rápido desarrollo del comercio y de la industria
como medio de fortalecer su propio poder y enri­
quecer su Hacienda. Y así fue como el sistema de
balanza monetaria, ese viejo y desfasado conjunto de
medidas restrictivas, sobre todo fiscales, dio paso
progresivamente a una intervención estatal de mayor
alcance, dirigida a fomentar el crecimiento del
comercio capitalista, la navegación y la industria
2. CAPITAL MERCANTIL Y POLÍTICA MERCANTILISTA EN INGLATERRA... 45

exportadora, con el objetivo de consolidar la posi­


ción de Inglaterra en el mercado mundial y acabar
con sus competidores extranjeros.
El mercantilismo hecho y derecho fue sobre todo
una política de proteccionismo, es decir, de uso de
políticas aduaneras para estimular el crecimiento de
la industria nativa. Fue el proteccionismo lo que ace­
leró la transformación de Inglaterra de un país agrí­
cola en una nación comercial e industrial. Los
impuestos aduaneros comenzaron a usarse para nue­
vos fines económicos, además de fiscales. Anterior­
mente, el gobierno, por razones fiscales, había fijado
impuestos indiscriminadamente sobre todo tipo de
productos exportados; ahora, sin embargo, el Estado
comenzaba a distinguir entre materias primas y pro­
ductos acabados. Para abastecer a la industria inglesa
de las materias primas baratas que necesitaba, el
gobierno debía elevar sus impuestos o bien prohibir
por completo las exportaciones. En los años en que
subían los precios de los cereales, no se podían ven­
der al extranjero ni cereal ni otros productos agríco­
las. Por otra parte, en cuanto a los productos acaba­
dos, el Estado fomentó su exportación por todos los
medios posibles, eximiéndolos de impuestos e
incluso ofreciendo subvenciones a la exportación. El
mismo tipo de discriminación -aunque en dirección
contraria- se aplicaba a las importaciones. La
importación de lana, algodón, lino, colorantes, cue­
ros y otras materias primas no sólo estaba exenta de
aranceles sino incluso subvencionada o ayudada de
46 LOS MERCANTILISTAS

alguna otra manera. Por el contrario, la importación


de productos acabados extranjeros estaba prohibida
o sujeta a altos aranceles. Esta política aduanera sig­
nificaba que la industria nacional estaba protegida a
expensas de la agricultura, que producía materias
primas. Debe añadirse que en Inglaterra, donde el
capitalismo penetró rápidamente en la agricultura y
donde parte de la clase terrateniente formó un blo­
que con la burguesía, el gobierno se esforzó por pro­
seguir políticas favorables a los cultivos. Pero en
Francia, donde la agricultura todavía era feudal, la
corona (sobre todo bajo Colbert) utilizó a menudo la
política mercantilista para poner de su lado a la bur­
guesía comercial e industrial, como aliadas en su
lucha contra la aristocracia feudal.
Aislado de la competencia extranjera, el capital
comercial e industrial inglés pudo adquirir un mono­
polio, no sólo sobre el mercado interno, sino también
sobre las colonias. Una ley llamada «Ley de la Nave­
gación» («Navigation Act»), aprobada por Cromwell
en 1651, prohibía la exportación de productos colo­
niales de las colonias británicas a cualquier otro país
que no fuera Inglaterra; de la misma manera, las
mercancías sólo podían llegar a las colonias por
medio de comerciantes ingleses y usando barcos
ingleses o de las colonias inglesas. La misma ley esta­
blecía que todas las mercancías importadas a Ingla­
terra tenían que ser transportadas por barcos ingle­
ses o pertenecientes al país donde se habían
producido esas mercancías. Esta última disposición
2. CAPITAL MERCANTIL V POLITICA MERCANTILISTA EN INGLATERRA... 47

iba dirigida contra los holandeses, cuyos barcos con­


trolaban entonces una buena parte del transporte
mundial, lo que le había ganando a ese país el título
de «Los transportistas de Europa». La Ley de Nave­
gación fue un duro golpe para el transporte marí­
timo holandés y contribuyó grandemente al creci­
miento de laflota mercante inglesa.
Las políticas del último periodo mercantilista,
dirigidas como estaban a la expansión del comercio
exterior y a la promoción del desarrollo naval y de las
industrias exportadoras de las que dependía la
exportación, se correspondían con un nivel más ele­
vado de desarrollo capitalista mercantil que las polí­
ticas de la primera fase del mercantilismo. En con­
traste con el mercantilismo primitivo, cuando las
exportaciones estaban limitadas a un pequeño
número de colonias, el mercantilismo desarrollado
era expansionista y apuntaba a la máxima extensión
del comercio exterior, el apoderamiento de las colo­
nias y la hegemonía en el mercado mundial. El pri­
mer mercantilismo ejercía un control rígido de cada
transacción comercial individual-, el mercantilismo
posterior restringió su regulación del comercio y de
la industria (ambos crecían rápidamente) a una
escala nacional más amplia. El mercantilismo primi­
tivo se preocupó sólo de regular directamente el
movimiento de los metales preciosos hacia dentro o
fuera del país; el último mercantilismo perseguía el
mismo fin regulando el intercambio de mercancías
entre el país y otras naciones. Los últimos mercanti-
48 LOS MERCANTILISTAS

listas no renunciaban en absoluto al deseo de atraer


el máximo volumen de metales preciosos al país: el
Estado aspiraba en primer lugar a mejorar las finan­
zas gubernamentales; la clase mercantil pensaba que
una masa mayor de metales preciosos era una condi­
ción necesaria para estimular la rotación comercial;
y los terratenientes esperaban que la abundancia de
dinero elevaría los precios de los productos agrícolas
y haría bajar el tipo de interés de los préstamos.
Todos estos diferentes intereses de clase alimentaban
la creencia mercantilista en la necesidad de atraer
dinero hacia le país. Pero los últimos mercantilistas
entendieron que la entrada o salida de flujos de
dinero de uno a otro país son consecuencia del inter­
cambio de mercancías entre ambos, y que el dinero
en efectivo llega a un país cuando sus exportaciones
superan a sus importaciones. Y así comprendieron
que una balanza comercial positiva -garantizada
por una exportación de mercancías estimulada y el
recorte de sus importaciones- era la mejor manera
de conseguir una balanza monetaria favorable. Todo
el sistema proteccionista iba dirigido a mejorar esta
balanza comercial: limitaba la importación de bienes
extranjeros y, con su política colonial y su capacidad
para abastecer de materias primas baratas, trabajo
barato, etc., ayudaba a que la industria nacional fuera
competitiva en el mercado mundial. Para distinguirla
del «sistema de balanza monetaria» del primer mer­
cantilismo, la última política mercantilista puede lla­
marse «sistema de balanza comercial».
2. CAPITAL MERCANTIL Y POLITICA MERCANTILISTA EN INGLATERRA... 49

Aunque esta transición desde el mercantilismo


primitivo al sistema basado en la balanza comercial
atestigua el aumento del capital comercial e indus­
trial, éste no era aún suficientemente fuerte para
renunciar a la tutela del Estado y actuar sin su ayuda.
La política mercantilista iba de la mano de la regula­
ción estatal de todos los aspectos de la vida econó­
mica nacional. El Estado intervenía en el comercio y
en la industria con una batería de medidas pensadas
para orientarlos en la dirección deseada (impuestos
o prohibiciones sobre exportaciones e importacio­
nes, subvenciones, tratados comerciales, leyes de
navegación, etc.). Imponía precios fijos a la mano de
obra y a los artículos de subsistencia y prohibía el
consumo de artículos de lujo. Concedía a determina­
dos individuos o empresas comerciales un derecho
de monopolio sobre el comercio o la producción
industrial. Ofrecía subsidios y desgravacionesfiscales
a los empresarios y les buscaba en el extranjero
expertos maestros artesanos. Más tarde, a finales del
siglo XVIII, esta política de regulación completa de
la vida económica se granjeó una violenta oposición
por parte de la burguesía industrial, pero en la época
del capitalismo primitivo, cuando se correspondía
con los intereses de la burguesía comercial, encontró
un apoyo completo y total entre los ideólogos de esa
clase, los mercantilistas.
i
Capítulo 3
CARACTERÍSTICAS GENERALES
DE LA LITERATURA MERCANTILISTA

La época del primer capitalismo vio nacer también a


la ciencia económica moderna. Por supuesto, entre
los pensadores de la antigüedad y de la Edad media
se puede encontrar también reflexiones sobre diver­
sas cuestiones económicas. Pero las ideas económi­
cas de Platón o Aristóteles eran un reflejo de la anti­
gua economía esclavista, así como las de los
escolásticos medievales reflejaban la economía del
feudalismo. Para ambas, el ideal económico era una
economía de consumo autosuficiente, donde el
intercambio se limitaba a los excedentes producidos
por economías individuales y se llevaba a cabo in
natura. Para Aristóteles, el comercio profesional rea­
lizado con el fin de una ganancia era una ocupación
«contra natura»; para la escolástica comercial, era
«inmoral». Tomás de Aquino, el conocido autor
escolástico del siglo XIII, citaba las palabras de Gra­
ciano acerca de lo pecaminoso del comercio:
«Quienquiera que compra una cosa... para ganar
dinero al venderla de nuevo igual que la compró y
sin transformar, ese hombre pertenece a los compra­
dores y vendedores que fueron expulsados del tem-
52 LOS MERCANTILISTAS

pío de Dios»22. Así que los pensadores antiguos y


medievales aborrecían el capital usurario, bajo cuyo
impacto se aceleró la ruptura de la economía natural.
En la última mitad de la Edad media, la Iglesia
aprobó diversas normas que prohibían totalmente el
cobro de interés por los préstamos y amenazaban de
excomunión a los usureros.
Al desarrollarse el capitalismo, esas actitudes
medievales ante la actividad económica quedaron
obsoletas. El primitivo ideal era la economía natural
autosuficiente; pero la incipiente burguesía y la
Corona estaban poseídas por una apasionada sed de
dinero. Antes, el comercio profesional se consideraba
pecado; ahora se veía en el comercio internacional la
fuente principal de la riqueza nacional, y se aplicaba
todo tipo de medidas y esfuerzos para desarrollarlo.
En tiempos anteriores el cobro de intereses estaba
prohibido; ahora la necesidad de desarrollar el
comercio y el crecimiento de la economía monetaria
significaban que o bien se encontraba la manera de
eludir estas prohibiciones o bien se eliminaban.
Las nuevas opiniones económicas, que se corres­
pondían con los intereses de un capitalismo y una
burguesía comercial que estaban en su infancia, tuvie­
ron como proponentes a los mercantilistas. Se usa
esta denominación para designar a un vasto número

22 Citado en R. H. Tawney: Religion and the Rise o f Capitalism


(London, John Murray, 1964), pp. 34-35.
3. CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LA LITERATURA MERCANTILISTA
53

de escritores de los siglos XVI a XVIII que vivieron en


distintos países europeos y se ocuparon de temas eco­
nómicos. El volumen de estos escritos es enorme,
aunque muchos se interesaron sólo por la actualidad
del momento y hoy ni siquiera se recuerdan. Tam­
poco puede decirse que todos los mercantilistas pro­
fesaran una «teoría mercantilista»: en primer lugar,
porque no estaban en absoluto de acuerdo sobre
todos los temas, y en segundo lugar porque no se
encuentra en sus escritos una «teoría» unificada que
abarque todos los fenómenos económicos. El tenor de
la literatura mercantilista era más bien de orden prác­
tico que teórico, y estaba casi exclusivamente preocu­
pada por las cuestiones concretas de actualidad que
planteaba el desarrollo del capitalismo primitivo y que
reclamaban una solución práctica urgente. El cerra­
miento de las tierras comunes y la exportación de
lana; los privilegios de los comerciantes extranjeros y
los monopolios concedidos a las compañías comer­
ciales; la prohibición de exportar metales preciosos y
los límites establecidos a los tipos de interés; la situa­
ción de la moneda inglesa en relación con las de otros
países y las fluctuaciones de su tipo de cambio: todos
eran problemas prácticos de una importancia vital
para la burguesía mercantil inglesa de la época, y
constituían la principal preocupación de la literatura
mercantilista inglesa, la más avanzada de Europa.
Al igual que los temas, también las conclusiones
de los escritos mercantilistas eran básicamente de
tipo práctico en su orientación. Estos autores no eran
LOS MERCANTILISTAS
54

expertos de sillón divorciados de la vida real y dedica­


dos a la discusión de problemas teóricos abstractos.
Muchos de ellos tomaron parte activa en los negocios
prácticos, como mercaderes, directivos de compañías
comerciales (por ejemplo, la Compañía de las Indias
Orientales) o funcionarios de comercio o de aduanas.
Concebían los problemas que les preocupaban no
como teóricos que buscan descubrir las leyes de los
fenómenos económicos, sino como hombres prácti­
cos que querían influir en el curso de la vida econó­
mica consiguiendo la ayuda activa del Estado. Gran
parte de los escritos mercantilistas consistían en pan­
fletos partidistas, que defendían o refutaban con
urgencia decisiones estatales concretas desde el
punto de vista de los intereses de la burguesía mer­
cantil. Pero para hacer esto, para poder justificar una
determinada política práctica tenían que probar que
lo que estaban defendiendo iba en interés de la eco­
nomía, de forma que se veían obligados a rastrear las
conexiones causales entre los diferentes fenómenos
económicos. Y así surgieron, de forma gradual y vaci­
lante, en forma de herramientas auxiliares para ayu­
dar a resolver problemas relacionados con la política
económica, los primeros y frágiles brotes de una
investigación teórica de los fenómenos de la econo­
mía capitalista: los brotes de lo que luego llegaría a
ser la actual ciencia de la economía política.
Dijimos antes que la política mercantilista era
expresión de la unión entre la Corona y la burguesía
mercantil en desarrollo, y que dependía de la fuerza
3. CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LA LITERATURA MERCANTIUSTA
55

relativa de las dos fuerzas sociales implicadas en esa


alianza temporal el que el mercantilismo adoptara un
carácter burocrático o capitalista burgués. En países
atrasados como Alemania, donde la burguesía era
débil, fue el aspecto burocrático el que predominó; en
los países avanzados, de los que Inglaterra era el más
importante, ganó el lado capitalista. En correspon­
dencia con este estado de cosas, la literatura mercan-
tüista alemana adoptó el punto de vista de \osfuncio­
narios y la burocracia, mientras que en Inglaterra
reflejó el del comercio. Usando la adecuadísima des­
cripción de un economista; los trabajos mercantilis-
tas alemanes fundamentalmente estaban escritos por
funcionarios y para funcionarios; los de Inglaterra,
por mercaderes y para mercaderes. En la atrasada
Alemania, donde el sistema gremial perduró tenaz­
mente, hubo un espléndido florecimiento de la litera­
tura «cameralista», dedicada sobre todo a cuestiones
de gestión financiera y de control administrativo de la
vida económica. En Inglaterra, de las discusiones
sobre cuestiones de política económica surgieron los
precursores de las ideas teóricas que luego recogió y
desarrolló la escuela clásica. Será siempre la literatura
de la escuela mercantil-comercial, que fue el cuerpo
de literatura mercantilista más avanzado y típico, la
que tengamos aquí en mente. Literatura que recibió
su formulación más clara en Inglaterra23y fue la que

23 [Nota de Rubín] Aparte de las obras del mercantilismo inglés, la


literatura mercantilista italiana de los siglos XVI al XVIII es
56 LOS MERCANTILISTAS

mayor influencia ejerció sobre la evolución posterior


del pensamiento económico.
El carácter «mercantil» de la literatura mercanti-
lista se manifestó en su consistente defensa del capi­
tal mercantil en ascenso, cuyos intereses se identifi­
caban con los del Estado en su conjunto. Los
mercantilistas repetían incansablemente que el cre­
cimiento del comercio beneficiaba a todas las capas
de la población: «Cuando florece el comercio, la
renta de la Corona aumenta, las tierras y la renta de
las tierras mejoran, la navegación crece y los pobres
encuentran trabajo. Si el comercio decae, todo lo
anterior cae con él»24. Esta fórmula de Misselden (del
primer tercio del siglo XVII) pretendía afirmar que
los intereses de la burguesía comercial coincidían
con los de otras fuerzas sociales de su tiempo: la
Corona, los terratenientes y la clase obrera. La acti­
tud que tomó la literatura mercantilista hacia esos
diferentes grupos sociales revela claramente lo ínti­
mamente ligada que estaba a los intereses de clase de
la burguesía mercantil.
Así que los mercantilistas aparecían como defen­
sores de una estrecha alianza entre la burguesía
comercial y la Corona. El objeto de su preocupación
era el aumento de «la riqueza del rey y del Estado» y

también de considerable interés, especialmente en sus análisis


de la circulación monetaria.
24 Traducido del ruso.
3. CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LA LITERATURA MERCANTILISTA 57

el impulso del «comercio, la navegación, los stocks de


metales preciosos y los impuestos reales»; afirmaban
que si el país tenía una balanza comercial favorable
esto haría posible que el Tesoro real acumulara
mayores sumas de dinero. Junto a esto, insistieron
repetidamente en que la Corona podía incrementar
su renta solamente si crecía el comercio exterior, es
decir, si aumentaban las rentas de la burguesía. «...
Un rey que desee almacenar mucho dinero debe
intentar por todos los medios legítimos mantener e
incrementar su comercio exterior, pues éste es el
único camino que conduce, no sólo a sus propios
fines, sino también a enriquecer a sus súbditos para
su mayor beneficio» (Thomas Mun, en el primer ter­
cio del siglo XVII). El dinero acumulado por el
Tesoro estatal no debe superar el nivel que corres­
ponda al volumen del comercio exterior y de la renta
nacional. En caso contrario, «todo el dinero de ese
Estado iría a parar de repente al Tesoro del Príncipe,
con lo que faltará la vida en las tierras y en las artes y
se arruinará tanto la riqueza pública como privada».
Un colapso económico priva a la Corona de la posi­
bilidad de proseguir con la rentable empresa de
«desplumar a sus súbditos»25. Así que la propia

25 Thomas Mun, England’s Treasure by Forraign Trade, in Early


English Tracts on Commerce, editado por J. R. McCulloch, publi­
cado originalmente por el Club de Economía Política, Londres,
1856; reimpreso para la Sociedad de Historia Económica por
Cambridge University Press, 1954, pp. 188-189.
58 LOS MERCANTILISTAS

Corona tiene el mayor interés en adoptar medidas


para ayudar activamente al crecimiento del comer­
cio, incluso cuando esto vaya temporalmente en
detrimento de sus ingresos fiscales, por ejemplo
cuando se da el caso de una rebaja en los impuestos
aduaneros. «Es necesario también no cargar a las
mercancías nativas con demasiados aranceles, por
miedo a que al encarecerlas para el uso de los extran­
jeros se obstaculice su venta»26 (Mun).
Aunque los mercantilistas querían que la Corona
fuera un aliado activo de la burguesía mercantil, no
podían albergar las mismas esperanzas con los terra­
tenientes. Sabían que las medidas que defendían a
menudo no gustaban a los terratenientes; no obs­
tante, pretendían disipar este descontento señalando
que el crecimiento del comercio trae consigo un
aumento de los precios de los productos agrícolas y,
por tanto, de las rentas y del precio de la tierra.
«Pues cuando el mercader encuentra buena salida en
ultramar para sus telas y demás mercancías, vuelve
de hecho para comprar la mayor parte, lo que
aumenta el precio de nuestra lana y otras mercancías
y aumenta en consecuencia las rentas de los terrate­
nientes... Y también por este medio el dinero que se
gana y se trae al reino con mayor abundancia per­
mite a muchos hombres comprar tierras, lo que las
hará más caras»27 (Mun). Con argumentos como

26 Mun, England’s Treasure, edición de McCulloch, p. 133.


27 Ibid., p. 142.
3. CARACTERISTICAS GENERALES DE LA LITERATURA MERCANTILISTA 59

éstos, los plenipotenciarios de la joven burguesía


intentaban que la clase terrateniente se interesara
por el éxito del comercio; esto no significaba sin
embargo que no supieran ver el conflicto de intere­
ses que existía entre ellos. Los mercantilistas ya
habían avisado por anticipado a los terratenientes de
que los intereses del comercio y de las industrias de
exportación debían situarse por delante de los de la
agricultura y la producción de materias primas. «Y
en tanto la gente que vive de la las artes es mucha
más en número que la de los dueños de los frutos,
debemos mantener con el mayor cuidado los empe­
ños de la multitud en que consiste la mayor fuerza y
riqueza tanto del rey como del reino: pues donde la
gente es mucha, y las artes buenas, debe ser grande
el tráfico y el país rico»28 (Mun). En la literatura mer-
cantilista posterior se puede encontrar una dura
polémica entre los representantes de la burguesía
financiera y los de los terratenientes sobre el tipo de
interés que debería cargarse a los préstamos29.
Había sin embargo una cuestión sobre la que aún
coincidían los intereses de ambas clases sin mostrar
signos de divergencia: la explotación de la clase tra­
bajadora. Las masas de campesinos sin tierra y arte­
sanos arruinados, vagabundos desclasados y mendi­
gos sin casa que había producido la ruptura de la
economía rural y la artesanía gremial eran un objeto

28 Ibíd., p. 133.
29 [Nota de Rubín] Vid. infra el capítulo 6.
6o LOS MERCANTILISTAS

de explotación bienvenido tanto por la industria


como por la agricultura. El límite legal establecido
para los salarios contaba globalmente con el vivo
apoyo tanto del terrateniente como del burgués. Los
mercantilistas no dejaron nunca de quejarse de la
«indolencia» de los trabajadores, de su falta de disci­
plina y de su lenta adaptación a la rutina del trabajo
industrial. Si los alimentos son baratos, el trabajador
sólo trabaja dos días a la semana o tanto como se
necesite para subvenir a sus necesidades vitales, y el
resto del tiempo es libre para juergas y borracheras.
Para conseguir que trabaje de forma constante y sin
interrupciones, debe estar sometido, aparte de a la
compulsión del Estado, al mordaz azote del hambre
y la necesidad, es decir, bajo la presión del alto precio
del trigo. A comienzos del siglo XIX, la burguesía
inglesa batalló contra los terratenientes para bajar el
precio del cereal y por tanto el precio de la fuerza de
trabajo. Pero en el siglo XVII muchos mercantilistas
ingleses estaban completamente de acuerdo con los
terratenientes en la defensa de un alto precio de los
cereales como medio de obligar a los trabajadores a
esforzarse. Incluso hicieron la paradójica afirmación
de que el trigo caro abarata el trabajo, y a la inversa,
pues el trigo caro haría que el trabajador se aplicara a
su tarea con mayor esfuerzo.
Según Petty, que escribía en la segunda mitad del
siglo XVII: «Según hacen observar los productores
de telas y otros que emplean a un gran número de
pobres, cuando el trigo es muy abundante el trabajo
3. CARACTERISTICAS GENERALES DE LA LITERATURA MERCANTILISTA 61

de los pobres es proporcionalmente caro: y aun


escaso de encontrar (así de licenciosos son quienes
sólo trabajan para comer, o más bien para beber)»30.
Se desprende de lo anterior que «la ley que establece
esos salarios... debería permitir al trabajador justo lo
necesario para vivir; pues si se le concede el doble,
entonces trabajará sólo la mitad de lo que podría, y
de la otra manera habría hecho; lo cual es una pér­
dida del fruto de dicho trabajo para la sociedad»31.
Para Petty no hay nada injusto en «limitar los sala­
rios de los pobres, para que no puedan guardar nada
para en caso de necesidad, y quieran trabajar»32. En
opinión de Petty, la sociedad tiene que proveer para
quienes no son aptos para el trabajo; en cuanto a los
desempleados, deberían ser enviados a trabajar en
las minas o a construir carreteras y edificios, etc.,
una política recomendable porque «adaptará sus
mentes a la disciplina y a la obediencia, y sus cuerpos
a la espera de trabajos más convenientes cuando la
necesidad lo requiera»33. En su defensa de los intere­
ses del nuevo capitalismo y su preocupación por
conquistar mercados extranjeros para comerciantes

30 Sir William Petty, Political Arithmetick, en The Economic Writ­


ings o f Sir William Petty, dos volúmenes, ed. por Charles Henry
Hull, reimpr. por Augustus Kelley (Nueva York, 1963), vol. I, p. 274.
31 Petty, A Treatise o f Taxes and Contributions, en Economic Writ­
ings (edición de Hull), p. 87.
32 Ibid., p. 20.
33 Ibid., p. 31.
62 LOS MERCANTILISTAS

y exportadores ingleses, los mercantilistas estaban


naturalmente preocupados por movilizar a una base
adecuada de trabajadores disciplinados y baratos.
Los mercantilistas bogaban por algo parecido a la ley
de hierro de los salarios, aunque fuera en forma
embrionaria. Sin embargo, en coherencia con la
forma general de su doctrina, esta ley no aparece
todavía como una proposición teórica, sino como
una prescripción práctica: el punto de vista mercan-
tilista es que el salario de un trabajador no debe exce­
der del mínimo necesario de medios de subsistencia.
El punto de vista comercial-mercantil de la lite­
ratura mercantilista inglesa, que se manifiesta tan
claramente en su actitud hacia las diferentes clases
sociales, también dejó su huella en el cuerpo de pro­
blemas y soluciones que les preocupaban. A menudo
se dice que la doctrina mercantilista puede reducirse
a la declaración de que los metales preciosos son la
única forma de riqueza. Adam Smith critica con
dureza «la absurda idea de los mercantilistas de que
la riqueza consiste en dinero». Pero dicha caracteri­
zación es bastante injusta. Ellos veían en el incre­
mento de la cantidad de metales preciosos no una
fuente de riqueza nacional sino uno de los signos de
que dicha riqueza estaba aumentando. Lo contrario
era típico solamente de los primeros mercantilistas,
cuyo horizonte intelectual se mantuvo ingenua­
mente limitado a la esfera de la circulación moneta­
ria. Los mercantilistas posteriores, al propugnar la
doctrina de la «balanza comercial», descubrieron la
3. CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LA LITERATURA MERCANTILISTA 63

conexión entre el movimiento de los metales precio­


sos y el desarrollo global del comercio y de la indus­
tria. Todavía había mucho de superficial en su análi­
sis de la interconexión entre los diferentes
fenómenos económicos, pero en cualquier caso esta­
ban libres de las ideas ingenuas de sus predecesores
y abrieron la puerta a futuros desarrollos científicos.
Debemos pasar ahora a describir el contenido y la
evolución de las ideas de los mercantilistas.
Capítulo 4
LOS PRIMEROS MERCANTILISTAS
INGLESES

La atención de los primeros mercantilistas ingleses


del siglo XVI se centraba en la circulación de dinero.
Se estaban produciendo cambios muy importantes
que perjudicaban a amplias capas de la población, en
particular a la clase mercantil. Para empezar, la lle­
gada del oro y la plata americanos a Europa había
traído consigo, de hecho, una revolución en los pre­
cios: al subir los precios de las mercancías, surgió un
amplio lamento de insatisfacción y queja sobre la
inadecuación de la oferta de dinero. En segundo
lugar, como Inglaterra estaba más atrasada que
Holanda, el tipo de cambio usado en el comercio
entre los dos países a menudo funcionaba en perjui­
cio de Inglaterra, de forma que una unidad de la
moneda holandesa se cambiaba por una suma cre­
ciente de chelines ingleses. Por eso resultaba renta­
ble enviar monedas de oro y plata inglesas a Holanda
para reacuñarlas. Existía una exportación de dinero
efectivo fuera de Inglaterra, y con ello se extendió el
convencimiento de que ése era el factor fundamental
tras la queja universal por la escasez de dinero.
Para los primeros mercantilistas, la interrelación
entre la circulación de dinero y la de mercancías era
66 LOS MERCANTILISTAS

aún desconocida: todavía debían comprender que el


deterioro del tipo de cambio inglés y la consiguiente
salida de dinero en efectivo fuera del país eran los
inevitables resultados de una balanza comercial des­
favorable. Cuando estos hombres debatían un pro­
blema lo hacían como hombres prácticos poco incli­
nados a la búsqueda de sus causas últimas; así que lo
más frecuente es que se limitaran al ámbito de la cir­
culación monetaria para intentar encontrar en ella
las razones de la salida del dinero, en especial del
envilecimiento de la moneda. A comienzos del siglo
XVI, esto era una práctica de las monarquías de toda
Europa, aunque Inglaterra fue una de las que más lo
practicaron. La Corona ponía en circulación nuevas
monedas del mismo valor facial que las antiguas
pero que contenían una cantidad menor de metal.
Pero como estas nuevas monedas, aunque de menos
peso que las antiguas del mismo valor, tenían legal­
mente el mismo valor, resultaba rentable enviar el
antiguo dinero al extranjero, bien para ser reacu­
ñado allí o para ser cambiado por dinero extranjero.
El hecho de que el dinero malo expulse al bueno de
la circulación interna y lo empuje hacia el extranjero
fue observado por Thomas Gresham, uno de los pri­
meros mercantilistas, a mediados del siglo XVI, y
desde entonces se conoce como «Ley de Gresham».
Fue este envilecimiento de la moneda inglesa lo que
los primeros mercantilistas tendían a pensar que era
la razón de su depreciación respecto a la holandesa
(como se deducía del tipo de cambio deteriorado del
4. LOS PRIMEROS MERCANTILISTAS INGLESES 67

chelín) y de la exportación de metales preciosos.


Para poner fin a los peligros del envilecimiento
monetario, el empeoramiento del tipo de cambio y
la continua fuga de dinero del país, los mercantilis-
tas abogaron por que el Estado usara medidas coer­
citivas e interviniera directamente en la esfera de la
circulación monetaria. Pedían que el gobierno emi­
tiera monedas de peso fijo y recomendaban que el
tipo de cambio se regulara como tipo obligatorio (en
otras palabras, que los particulares tuvieran prohi­
bido comprar monedas extranjeras por más chelines
del número fijado). Pero lo que reclamaban aun con
más insistencia era la prohibición de exportar dinero
desde Inglaterra y la adopción de medidas estrictas
para frenar la salida de metales preciosos. Su con­
sejo fue desatendido. El Estado no tenía ni la capaci­
dad ni la voluntad de emitir moneda de un peso fijo.
En cuanto a las demás recomendaciones mercanti-
listas, eran un intento de reforzar y revitalizar las
tradicionales prácticas gubernamentales que se esta­
ban perdiendo. El Estado había impuesto en el
pasado una rígida prohibición a la exportación de
dinero de Inglaterra. Asimismo se había propuesto
fijar el tipo de cambio y regularlo a través de «cam­
bistas reales» que debían cambiar dinero extranjero
por inglés a un cambio fijo. Pero esos esfuerzos no
podían oponerse a las leyes elementales de la circu­
lación mercantil y monetaria, leyes cuya compren­
sión quedaba fuera del alcance de los primeros mer-
cantilistas.
68 LOS MERCANTILISTAS

Una de las reliquias más importantes de las ideas


mercantilistas de este primer periodo es un trabajo
titulado A Compendious or Briefe Examination of
Certayne Ordinary Complaints, of Divers of Our
Country Men in These Our Days [Un compendio o
breve examen de algunas de las quejas más corrientes
de diversos compatriotas hoy en día], que apareció en
1581 con las iniciales «W. S.». Por un tiempo se
pensó que el autor no era otro que William Shakespe­
are, pero la opinión general lo atribuyó finalmente a
William Stafford. Estudios más recientes indican que
el libro, aunque publicado en 1581, fue escrito real­
mente en 1549 por John Hales, y en nuestra discusión
lo consideraremos obra de Hales (Stafford)34.
La obra está escrita en forma de conversación
entre los representantes de diferentes clases de la
población: un caballero (o terrateniente), un granjero

34 El trabajo realmente atribuido a Hales lleva por título A Dis­


course o f the Common Weal of the Real o f England [Un discurso
sobre la riqueza común del Reino de Inglaterra], reimpreso por
Cambridge University Press en 1893. El libro atribuido a Staf­
ford, publicado en 1581 con el título que señala Rubin (la misma
edición a la que se refiere Marx en el volumen I de El capital)
difiere levemente del original, y ahora se asume que «W. S.», sea
Stafford o no, era el editor. Todas las citas proceden de la edición
de Cambridge de A Discourse of the Common Weal. A diferencia
de los trabajos de mercantilistas posteriores, hemos alterado la
ortografía de los textos para adaptarlos al uso moderno, ya que
habrían sido bastante incomprensibles en caso contrario. Sin
embargo, no hemos «modernizado» el lenguaje. Cuando ha sido
necesario insertar o cambiar algo, se ha puesto entre corchetes [].
4. LOS PRIMEROS MERCANTILISTAS INGLESES 69

(o agricultor), un mercader, un artesano y un teó­


logo. Es obvio que el último expresa la opinión del
autor en su intento de reconciliar los intereses de
esas clases sociales. Todos cuantos participan en el
debate se quejan del alto nivel de los precios y cada
uno intenta atribuir la culpa al representante de otra
clase. Al caballero le oímos decir que los mercaderes
han elevado tanto los precios de las mercancías que
a los terratenientes no les queda más alternativa que
elegir entre abandonar sus posesiones o sustituir el
cultivo de la tierra por la actividad, más rentable, de
criar ovejas. El agricultor se queja del cerramiento de
las tierras de pasto y del aumento de la renta que
debe pagar al terrateniente. El mercader y el artesano
se sienten agraviados por la tendencia al alza de los
salarios de los trabajadores y por la contracción del
comercio.
El teólogo, que quiere hacer de puente entre los
intereses de las partes, les plantea las causas genera­
les del creciente empobrecimiento del reino: el envi­
lecimiento y deterioro de la moneda inglesa y la con­
siguiente exportación de dinero en efectivo. Las
antiguas monedas de valor estándar salen del país
rápidamente: «todo va a parar donde es más esti­
mado; y por tanto los barcos se llevan nuestro
tesoro»35. Además, este deterioro del valor de la

35 Hales, A Discourse of the Common Weal, p. 79.


70 LOS MERCANTILISTAS

moneda es la causa de que las mercancías importa­


das se hayan vuelto mucho más caras, habiendo
subido sus precios en un tercio. Los mercaderes
extranjeros afirman que están vendiendo sus mer­
cancías con el mismo beneficio que antes pero que
se ven obligados a elevar los precios por culpa de la
erosión del valor de la moneda inglesa. Nuestra
moneda, como se sabe, no es apreciada «por su
nombre sino que se estima [por el] valor y la canti­
dad del material con que está hecha»36. Por otra
parte, los precios de las mercancías que compran los
extranjeros en Inglaterra han aumentado en menor
medida. Vendemos barato nuestros propios produc­
tos, fundamentalmente nuestras materias primas, y
los extranjeros las transforman en productos indus­
triales que nos venden caros a nosotros. Así, con la
lana inglesa los extranjeros fabrican tejidos, capas,
chales y otros similares; del cuero inglés hacen cintu­
rones y guantes, y del estaño inglés cucharas y pla­
tos, y todos estos artículos son luego importados
desde Inglaterra. «En qué cabeza cabe que tengamos
que ver y sufrir este continuo expolio de nuestros
bienes y tesoros...» «Al final nos hacen pagar de
nuevo por nuestras cosas; por la aduana extranjera37,
por la fabricación y los colorantes, y finalmente por

36 Ibíd., p. 102.
37 Es decir, los aranceles cargados por los países extranjeros sobre
las importaciones de las materias primas inglesas.
4. LOS PRIMEROS MERCANTILISTAS INGLESES 71

la segunda aduana al volver las mercancías a entrar


en nuestro país; mientras que si fabricáramos lo
mismo dentro del reino, nuestros propios hombres
se pondrían a trabajar a costa de los forasteros38; y los
impuestos aduaneros recaerían sobre los extraños al
reino; y habría una ganancia clara para el reino»39.
Así, donde el comercio exterior se caracteriza
por la exportación de materias primas y la importa­
ción de caros productos acabados, esto será una
bomba que hará que el dinero sefugue fuera del país.
Esto se aplica sobre todo al comercio de importa­
ción. Al analizar a los industriales y mercaderes, hay
que distinguir tres tipos diferentes: vinateros, som­
brereros y comerciantes de mercancías importadas
(por ejemplo, las de las colonias), que envían dinero
fuera del país; un segundo grupo formado por carni­
ceros, sastres, panaderos y otros empresarios simila­
res, que reciben su dinero y lo gastan dentro del país;
y, finalmente, un tercer grupo, que transforma la
lana en tejidos y trabaja el cuero. Como esta tercera
categoría trabaja para el mercado de exportación y
atrae dinero hacia el país, consigue el patronazgo y
apoyo de la Corona. Es necesario apoyar la transfor­
mación interna de las materias primas inglesas, para
lo cual es aconsejable prohibir o desalentar la expor­
tación de materias primas sin elaborar y prohibir la

38 Es decir, a expensas de los extranjeros.


39 Hales, A Discourse of the Common Weal, pp. 64-65.
72 LOS MERCANTILISTAS

importación de productos acabados manufacturados


fuera del país. Es más rentable comprar nuestras
propias manufacturas, aunque sean más caras, que
comprar extranjeras. Hales (Stafford) pone el
siguiente ejemplo para ilustrar su opinión de que la
implantación de una industria nacional exige arance­
les protectores: un día pregunté a un encuadernador
«por qué en el reino no se fabricaba papel blanco ni
marrón, como se fabrica al otro lado del mar. Enton­
ces me respondió que sí se fabricaba poco tiempo
[atrás] dentro del reino. Pero al final, dijo, el hombre
que lo fabricaba se dio cuenta de que le resultaba
imposible conseguir el mismo papel tan barato como
el que procedía del extranjero, así que se vio forzado
a dejar de producirlo. No tenía ninguna culpa; pues
nadie daría ni un poco más porque el papel estuviera
fabricado aquí; pero yo impediría que el papel
viniera o bien le cargaría un impuesto en la aduana
de forma que, una vez dentro, nuestros hombres
pudieran producirlo más barato que el de los extran-
jeros...» .
Hales (Stafford) es un típico representante de ese
mercantilismo primitivo que surgió de las condicio­
nes económicas atrasadas de la Inglaterra del siglo
XVI. A través de las páginas de su libro echamos un
vistazo a un país relativamente subdesarrollado,
que fundamentalmente exporta materias primas e40

40 Ibíd., pp. 65-66.


4. LOS PRIMEROS MERCANTILISTAS INGLESES 73

importa productos acabados, y sufre bajo el peso del


mercader extranjero. Más que cualquier otra cosa,
son los fenómenos monetarios lo que atraen su aten­
ción: para él la fuente de todos los males es el envile­
cimiento de la moneda y la exportación de dinero.
Tal como él lo ve, Inglaterra se empobrece porque
los extranjeros embarcan su dinero fuera del país,
mientras que otras naciones se enriquecen porque
llega allí el dinero. La razón de esta salida de dinero es
la desfavorable tasa de cambio de la moneda inglesa;
por tanto, detener esto exige en primer lugar que las
nuevas monedas sean acuñadas con un valor fijo
(para dar estabilidad al tipo de cambio) y, en segundo
lugar, que se reduzca la importación de los bienes
acabadosfabricados en el extranjero. Así, Hales (Staf-
ford) aboga por que la apreciación de la moneda
venga acompañada por medidas que conduzcan a
una mejora de la balanza comercial: «Siempre debe­
mos intentar comprar de los extranjeros no más de lo
que les vendemos pues, si no, nos empobrecemos
mientras ellos se enriquecen». Pero, a diferencia de
los mercantilistas posteriores, que descubrirán la
regla o leyes que determinan las fluctuaciones del
tipo de cambio, como algo que depende de que la
balanza comercial sea positiva o negativa, las ideas
«monetaristas» de Hales (Stafford) lo llevaban a
invertir la conexión conceptual entre esos dos fenó­
menos: en su opinión, el envilecimiento de la moneda
produce el deterioro del tipo de cambio inglés-, y de
ello se sigue un aumento general de los precios de las
74 LOS MERCANTILISTAS

mercancías extranjeras que a su vez agrava la nega­


tiva balanza comercial de Inglaterra. Lo que lo dis­
tancia también de los mercantilistas posteriores es
que no presta atención al estímulo de las exportacio­
nes inglesas para mejorar la balanza comercial
(incluso pide que se les ponga fin si consisten en
materias primas), sino más bien a la contracción del
número de bienes extranjeros que se traen al país.
Esa concepción correspondía al periodo en que el
capitalismo inglés estaba subdesarrollado y en tran­
sición, cuando la burguesía inglesa, que ya exigía
acabar con la exportación de materias primas, toda­
vía no podía esperar encontrar amplios mercados en
el extranjero para los productos de su propia indus­
tria. Era una época de proteccionismo defensivo, más
que agresivo-. Hales (Stafford), que no podía soñar
aún con una adquisición militante de mercados
extranjeros para las manufacturas inglesas, tenía
como ideal una industria nacional que ganara sufi­
ciente implantación para que la elaboración de las
materias primas de su propio país mantuvieran a
raya, fuera del mercado inglés, a las mercancías de la
industria extranjera.
También se encuentras las mismas ideas mer­
cantilistas primitivas en figuras como Misselden,
Malynes y Milles, que escribieron, todos, durante la
primera mitad del siglo XVII. Como les faltaba com­
prender la dependencia del tipo de cambio de la
balanza comercial, esperan mejorar el primero a tra­
vés de medidas estatales de obligado cumplimiento.
4. LOS PRIMEROS MERCANTILISTAS INGLESES 75

Misselden aconsejaba al gobierno que fijase el tipo


de cambio mediante tratados con otros Estados.
Según Malynes, el tipo de cambio podía recuperarse,
y la exportación de dinero detenerse, resucitando las
rígidas restricciones de los primeros mercantilistas:
por ejemplo, el oficio de «cambista real» y su dere­
cho a fijar por decreto el precio de la moneda extran­
jera (es decir, el tipo de cambio), o la prohibición de
que los mercaderes pagaran a los extranjeros en oro.
Milles llegó incluso a protestar contra la abolición
del antiguo monopolio de las «colonias». Y mientras
que Misselden reconocía que esas restricciones
habían quedado desfasadas, tenía sus propias obje­
ciones categóricas contra cualquier tipo de exporta­
ción de dinero al exterior. Éste era el punto en el que
coincidían todos los primeros mercantilistas, que
ilustra la diferencia entre ellos y los mercantilistas
del periodo posterior.
Capítulo 5
LA DOCTRINA MERCANTILISTA
EN SU APOGEO. THOMAS MUN

Como hemos visto41, al irse desarrollando el comer­


cio y la industria inglesas, las grandes restricciones
del primer periodo mercantilista demostraron ser
cada vez más arcaicas, y o bien fueron desapare­
ciendo o mantuvieron una existencia puramente for­
mal, ya sin el contenido práctico de antaño. Tan
pronto como los mercaderes ingleses se implicaron
en la búsqueda activa de nuevos mercados extranje­
ros para sus mercancías, las «colonias» fueron aboli­
das. Por otra parte, cuando consiguieron desplazar a
los mercaderes italianos y hanseáticos, establecieron
sus propias conexiones directas con Oriente, donde
compraban productos coloniales. Pero para ello
debían enviar dinero en efectivo fuera de Inglaterra:
las viejas leyes que prohibían tajantemente esas acti­
vidades cayeron en desuso (auque oficialmente estu­
vieron vigentes hasta 1663). Esto se aplicaba espe­
cialmente a la Compañía Inglesa de las Indias
Orientales, que había levantado un vasto comercio
con la India. La compañía traía de la India especias,

41 [Nota de Rubín] Véase el capítulo 2.


78 LOS MERCANTILISTAS

índigo, textiles y sedas, algunas de las cuales perma­


necían dentro de las fronteras inglesas, pero muchas
de ellas se volvían a vender -con gran beneficio- a
otros países europeos. Esta distribución comercial
por la que Inglaterra ejercía de intermediaria de los
productos extranjeros era muy lucrativa y exigía la
exportación de grandes cantidades de dinero en
efectivo. El volumen total de importaciones inglesas
de la India superaba a las exportaciones inglesas a
aquel país; la diferencia tenía que cubrirse con la
exportación de dinero metálico desde Inglaterra. Sin
eso, no habría habido manera de que la Compañía de
las Indias Orientales pudiera sostener sus activida­
des comerciales. Naturalmente, la Compañía fue víc­
tima de furiosos ataques de los defensores del anti­
guo régimen restrictivo. Todavía a finales del siglo
XVII se escribía que «el comercio con las Indias
Orientales será la ruina de gran parte de nuestra
industria a menos que se haga algo para evitarlo»; en
la primera mitad del siglo, esta convicción era casi
universal. Era inevitable que, si los partidarios del
comercio con las Indias Orientales querían encon­
trar argumentos contra la prohibición global de
exportar dinero, tenían que desarrollar una crítica de
los viejos puntos de vista de los primeros mercanti-
listas. Contra el viejo «sistema monetario» levanta­
ron la nueva teoría de la «balanza comercial». El
nuevo punto de vista recibió su más brillante expre­
sión en un libro de uno de los miembros del consejo
de administración de la Compañía de las Indias
5. LA DOCTRINA MERCANTILISTA EN SU APOGEO. THOMAS MUN 79

Orientales, Thomas Mun (1571-1641), llamado


England’s Treasure by Forraing Trade [La riqueza de
Inglaterra mediante el comercio exterior]. El trabajo
de Mun, que, aunque escrito en 1630 no se publicó
hasta 1664, después de su muerte, es más represen­
tativo que cualquier otro de la literatura mercanti-
lista, y se convirtió, en palabras de Engels, en «el
evangelio mercantilista»42.
Mun no discutía la doctrina anterior de los bene­
ficios que recibía un país con la llegada de metales
preciosos, o, como lo llamó él, la multiplicación de
sus «tesoros». Lo que argumenta es que esos «teso­
ros» no pueden multiplicarse por que el Estado

42 Engels, Antí-Dühring (edición de Progress Publishers, Moscú,


1969). La expresión es realmente de Marx, y no de Engels, pues
fue Marx quien escribió el capítulo sobre el desarrollo histórico
de la economía política del que procede la cita (parte II, capítulo
X, «From the Critical History» [De la «historia crítica»]). Sobre
el libro de Mun, Marx opinaba: «La significación especial de este
libro fue que, incluso en su primera edición [A Discourse o f
Tradefrom England unto the East India, 1609; la edición de 1621
está reimpresa en McCulloch, op. cit., pp. 1-47], iba dirigido con­
tra el sistema monetario original, que todavía se defendía en
Inglaterra como política del Estado; de aquí que represente la
auto-separación consciente del sistema mercantil respecto del
sistema del que nació. Incluso en la forma en que apareció por
primera vez, el libro tuvo varias ediciones y ejerció una influen­
cia directa sobre la legislación. En la edición de 1664 (England’s
Treasure, etc.), que era una redacción completamente nueva del
autor que fue publicada tras su muerte, siguió siendo el evange­
lio mercantilista por otros cien años. Por tanto, si el mercanti­
lismo tiene una obra de las que hacen época..., es este libro...»
(Anti-Dühring, p. 274).
8o LOS MERCANTILISTAS

adopte medidas coercitivas para regular la circula­


ción monetaria directamente (prohibición de expor­
tar dinero, tipo de cambio fijo, cambios en el conte­
nido metálico de la moneda, etc.). Que haya una
entrada o salida de metales preciosos depende sólo
de si la balanza comercial es positiva o negativa. «Por
consiguiente, el medio común para aumentar nues­
tra riqueza y nuestros tesoros es el comercio exterior,
donde siempre debemos observar esta regla: vender
más a los extranjeros anualmente de lo que consumi­
mos de ellos en valor. Pues supongamos que cuando
este reino está plenamente servido con mercancías
nacionales como telas, plomo, estaño, hierro, pes­
cado y otras, exportemos anualmente su excedente a
los países extranjeros por un valor de dos millones
doscientas mil libras; mediante las cuales podemos
comprar a ultramar mercancías extranjeras y traerlas
aquí para nuestro uso y consumo por un valor de dos
millones de libras: si mantenemos este orden en
nuestro comercio, podemos estar seguros de que el
reino se enriquecerá cada año en doscientas mil
libras, que supondrá un aumento igual en nuestro
Tesoro»43.
En otras palabras, el dinero afluirá al país como
resultado de una balanza comercial positiva. Se
sigue de esta premisa que si debe entrar dinero en el
país no lo hará gracias a las masivas regulaciones del

43 Mun, England’s Treasure, edición de McCulloch, p. 125.


5. LA DOCTRINA MERCANTILISTA EN SU APOGEO. THOMAS MUN 81

mercantilismo primitivo, sino como resultado de


una política económica global dirigida a la promo­
ción de las exportaciones, de la navegación y de las
industrias orientadas a la exportación, como medio
de mejorar la balanza comercial. Aquí tenemos de
nuevo la diferencia fundamental entre Mun y sus
predecesores. Los mercantilistas del primer periodo
demandaban la prohibición de exportar dinero y la
reducción de la importación de mercancías extranje­
ras; Mun, por su parte, pone sus esperanzas en el
desarrollo de la exportación de mercancías inglesas.
La propia diferencia entre ambos puntos de vista
reflejaba la gradual transición de Inglaterra, de ser
una nación que importaba manufacturas extranjeras
a una que exporta sus propias mercancías. Mun apa­
rece, pues, en escena como representante del ascen­
dente capital mercantil que se está haciendo con
nuevos mercados y aspira a expandir sus exportacio­
nes. Mientras que la preocupación de Hales (Staf­
ford) era resguardar el mercado doméstico del flujo
de mercancías extranjeras, Mun se centra en la con­
quista de mercados extranjeros para Inglaterra. Por
supuesto, es cierto que Mun no tenía nada contra la
reducción de la importación de mercancías extranje­
ras; pero pone objeciones a los métodos anteriores
para conseguirlo, en concreto la prohibición directa.
Medidas como ésta sólo provocarán que los demás
países hagan lo mismo, en perjuicio de las exporta­
ciones inglesas: y es sobre todo la expansión de éstas
lo que constituye, para Mun, el objetivo principal.
8a LOS MERCANTILISTAS

Mun demanda con urgencia que el comercio de


exportación, la navegación y las industrias exporta­
doras sean apoyadas y crezcan. Inglaterra debe
extraer un beneficio no simplemente de su producto
«natural», es decir, de sus excedentes de materias
primas, sino también de su producto «artificial», esto
es, los artículos industriales de producción propia y
las mercancías importadas desde otros países (por
ejemplo, la India). A este fin se debe incentivar, en
primer lugar, que sea la industria nacional la que ela­
bore las materias primas y las exporte como produc­
tos acabados, y, en segundo lugar, que se desarrolle el
la distribución comercial, gracias a la cual el producto
de países como la India se importa para ser revendido
a otros países a mayor precio. La «reelaboración» de
las materias primas y la «reventa» de mercancías
extranjeras son ensalzadas por Mun como las fuentes
principales del enriquecimiento de la nación.
«Sabemos que nuestras propias mercancías
naturales no nos proporcionan tanto beneficio como
nuestra industria», pues el valor de los cañones y
rifles, puntas y arados es tan superior al del hierro,
del que proceden, como lo es el precio de la tela en
relación con la lana. Por consiguiente, «nos resulta­
rán más rentables estas artes que la riqueza natu­
ral»44, y es esencial que sean fomentadas al máximo.
Lo que se necesita es ganar mercados para la expor­

44 I b íd ., p p . 1 3 3 -1 3 4 .
5. LA DOCTRINA MERCANTILISTA EN SU APOGEO. THOMAS MUN 83

tación de nuestras mercancías industriales, pero esto


sólo es posible si podemos abaratar su precio.
«Podemos... ganar tanto de la manufactura como
podamos, y también intentar venderlas caras, siem­
pre que los altos precios no hagan que se venda una
cantidad inferior. Pero nuestras mercancías que usan
los extranjeros pueden ser superfluas, o también
pueden ellos, sin mucho inconveniente, adquirirlas a
otras naciones o hacer que se vendan menos las
nuestras si usan otras mercancías de otros lugares;
en este caso debemos esforzarnos por vender tan
barato como podamos, más que perder la venta de
esas mercancías»45. Sabemos por experiencia que
vendiendo nuestras telas más baratas en Turquía
hemos conseguido aumentar su venta a expensas de
los venecianos. Por otro lado, hace unos pocos años,
cuando el excesivo precio de nuestra lana hacía que
las telas fueran muy caras, perdimos temporalmente
la mitad de nuestras ventas al extranjero. Un abara­
tamiento de las telas en un 25% puede elevar nues­
tras ventas en más de un 50%, y aunque el mercader
individual incurra en pérdidas a causa de los bajos
precios, esto resulta más que compensado con la
ganancia del país en su conjunto46. El razonamiento
de Mun sobre los beneficios que derivan de los bajos

45 Ibíd., p. 128.
46 Ibíd., p. 128. Este pasaje es una paráfrasis que hace Rubín del
texto de Mun.
84- LOS MERCANTILISTAS

precios demuestra en qué gran medida se ha trans­


formado la economía inglesa desde mediados del
siglo XVI a mediados del XVII. La queja de los pri­
meros mercantilistas era que el precio de venta de
las telas inglesas era muy bajo; algunos de ellos recla­
maban medidas para que los precios subieran. En la
época de Mun la situación había cambiado: la expor­
tación de materias primas había dado paso a la de
productos industriales acabados, y lo que a Inglate­
rra se le planteaba ahora era la tarea de aumentar su
potencial exportador y desplazar a sus numerosos
competidores. Donde quiera que no fuera posible
conseguir un monopolio del mercado, los competi­
dores extranjeros debían ser aplastados recurriendo
a los bajos precios47.
La elaboración de materias primas y la exporta­
ción de manufacturas nacionales no podían ser la

47 [Nota de Rubín] Los mercantilistas de finales del siglo XVII


apuntaron la necesidad de bajar los precios para competir con
éxito en los mercados extranjeros. Child escribió: «Si sólo fuera
una cuestión de comercio, encarguemos las mercancías que
queramos, como dice el proverbio. Pero en las condiciones en
que nos encontramos actualmente, donde cada país se esfuerza
por apoderarse de la mayor parte posible del comercio, es otro el
proverbio más adecuado: quien desea beneficiarse demasiado lo
pierde todo». [Nota del editor inglés: Traducido del ruso]. Tam­
bién D ’A venant afirma que sólo mediante un bajo precio del tra­
bajo y de las mercancías manufacturadas se puede mantener una
posición competitiva en los mercados extranjeros. Todos estos
argumentos expresan clara e inconfundiblemente el punto de
vista del mercader-exportador.
5. LA DOCTRINA MERCANTIUSTA EN SU APOGEO. THOMAS MUN 85

única fuente de ganancia para el país: debe haber


también reventa de productos extranjeros. En esto, la
preocupación fundamental de Mun era defender la
distribución comercial -en especial, con las Indias
Orientales- contra los ataques de sus oponentes. La
importación de mercancías extranjeras y su subsi­
guiente exportación y reventa a otros países, argu­
menta Mun, crea riqueza tanto para el reino en su
conjunto como para el Tesoro real. Especialmente
lucrativo es el transporte de mercancías desde lugares
tan remotos como las Indias Orientales. Estas mer­
cancías coloniales pueden adquirirse por una miseria:
una libra de pimienta, por ejemplo, adquirida por
tres peniques se convertirá en veinticuatro peniques
en los mercados europeos. Por supuesto, no todo
este margen de veintiún peniques va a parar al mer­
cader, pues los gastos de la navegación a larga distan­
cia son enormes; junto a los costes del transporte, la
contratación y mantenimiento de los marineros, los
seguros, aranceles, impuestos y demás. Pero cuando
el transporte se hace en barcos ingleses, estas sumas
se gastan íntegramente en la orilla inglesa, enrique­
ciendo a este país en detrimento de los demás48.
«Ganamos mucho más con las mercancías indias de
lo que ganan las naciones donde se producen y cuya
propiedad les corresponde por ser la riqueza natural
de su país»49. En este caso, el desarrollo del comercio

48 Ibíd.,pp. 130-131 y 136.


49 Ibíd., p. 133.
86 LOS MERCANTILISTAS

proporciona más ganancias a un país que su riqueza


«natural» si ésta última no se ha hecho fructificar
con el comercio y la industria.
Lo que levantaba objeciones contra el comercio
de las Indias Orientales era el hecho de que, como
hemos visto ya, requería la exportación de dinero
como pago por las mercancías que se traían de la
India. Mun se plantea en detalle la cuestión de los
pros y los contras de la exportación de dinero a la
India. Ya dijimos que el exceso global de las exporta­
ciones de Inglaterra sobre sus importaciones ascen­
día a 200.000 libras esterlinas y que esta suma entraba
en el país como dinero en efectivo. La cuestión que se
plantea es qué hacer con él. Quienes estaban a favor
de la prohibición global de exportar dinero aconseja­
ban que el dinero se quedara en Inglaterra, una opi­
nión a la que se oponía vigorosamente Mun: «Si,
habiendo ganado una cantidad de dinero en el
comercio, se decide mantenerlo inmovilizado dentro
del reino, ¿hará esto que otras naciones gasten más
de nuestras mercancías que antes, de forma que
podamos decir que nuestro comercio se ha vuelto
más grande y más rápido? No, realmente. No produ­
cirá ese efecto positivo; más bien, de acuerdo a como
cambian los tiempos, podemos esperar lo contrario
según sus verdaderas causas»50. En un caso así, el
dinero permanecerá dentro del país como un tesoro

50 I b íd ., p . 1 38.
5. LA DOCTRINA MERCANTILISTA EN SU APOGEO. THOMAS MUN 87

inerte, y sólo demostraría ser una fuente de ganancia


si de nuevo se pusiera en circulación comercial.
Supongamos, por ejemplo, que, de esa suma, 100.000
libras se exportan a las Indias Orientales, y que las
mercancías que se compran con ellas se revenden
luego a otros países a un precio mucho mayor (diga­
mos, por 300.000 libras). Evidentemente, de aquí
resulta una ganancia importante para la nación como
resultado de esta operación. Y aunque es verdad que
el número de mercancías importadas habrá aumen­
tado, eso sólo significa que más tarde habrá un
aumento aun mayor de las exportaciones. Los oposi­
tores al comercio con las Indias Orientales objetaban
que lo que venía de vuelta eran sólo mercancías, en
tanto que lo que había salido antes era dinero. Pero si
estas mercancías no son para nuestro propio con­
sumo sino para revenderlas más tarde, toda la dife­
rencia entre su precio de compra y su precio de venta
debe acumularse «o bien en dinero o bien en mercan­
cías que debemos exportar otra vez». «Quienes tie­
nen mercancías no pueden querer dinero», pues al
venderlas se obtiene una ganancia51. Cada suma de
dinero que se exporta a la India vuelve a nosotros
aumentada con una ganancia. «Por eso vemos que la
corriente de mercancías que sale de su Tesoro se con­
vierte en una corriente que lo llena de nuevo con
dinero en una medida mayor»52. Un país obtiene un

51 Ibíd., p. 137.
52 Ibíd., p. 139.
88 LOS MERCANTILISTAS

enorme beneficio cuando exporta su dinero para


cubrir las necesidades de la distribución comercial.
«Pues si sólo miramos las acciones del agricultor en
el momento de la siembra, cuando arroja al suelo
gran cantidad de cereal, lo tomaríamos más por un
loco que por un agricultor: pero cuando observamos
sus acciones en el tiempo de la cosecha, que es el
objeto de sus esfuerzos, nos damos cuenta del valor y
el abundante incremento de sus acciones»53.
El libro de Mun sirve de brillante ejemplo de la
literatura mercantilista en su apogeo. Mun escribe
como un hombre de acción: los problemas que se
plantea son problemas prácticos, así como las solu­
ciones que propone. Buscando argumentos contra
las antiguas restricciones y la regulación directa de la
circulación monetaria, Mun llegó a la teoría de la
dependencia de los movimientos monetarios y del
tipo de cambio de la balanza comercial. No negó la
importancia de que entrara dinero en el país, pero
mantuvo la opinión de que la única vía rentable para
conseguirlo era que el desarrollo del comercio exte­
rior, la navegación y las industrias exportadoras
hicieran posible una mejora en la balanza comercial.
Esto era también una fusión del primitivo punto de
vista mercantilista -que el dinero constituye el prin­
cipal componente de la riqueza nacional- con la idea
posterior de que comercio internacional es la fuente

53 Ibíd., p. 141.
5. LA DOCTRINA MERCANTILISTA EN SU APOGEO. THOMAS MUN 89

básica de dicha riqueza. Las discusiones dentro de la


literatura mercantilista se centran sobre todo en dos
temas básicos: en primer lugar, la importancia del
dinero y de los medios que tiene un país de adqui­
rirlo; y en segundo lugar, el comercio internacional y
la balanza comercial.
Los errores conceptuales que les reprocharon a
los mercantilistas los partidarios del libre comercio,
empezando por los fisiócratas y Adam Smith, eran,
en primer lugar, que la verdadera riqueza de la
nación reside en su producto, y no en su dinero, y, en
segundo lugar, que su fuente real es la producción, y
no el comercio internacional. Pero esta crítica era
incapaz de ver que, con toda su ingenuidad teórica,
las fórmulas que propusieron los mercantilistas eran
un intento de resolver los problemas básicos de su
época y de su clase social: por una parte, el de la
transformación de una economía natural en una
economía monetaria, y, por otra parte, el de conse­
guir una acumulación básica de capital en manos de
la burguesía mercantil. Como portavoces de esa
clase, su preocupación consistía en primer lugar en
arrastrar a una buena porción de la economía hacia
la órbita del intercambio monetario. Su preocupa­
ción por aumentar la riqueza de la nación no se cen­
traba en si había un aumento en la producción para
el uso, o de valores de uso, sino más bien en si había
un incremento en el número de productos capaces
de ser vendidos y convertidos en dinero, es decir, en
el aumento del valor de cambio. Los mercantilistas
'

go LOS MERCANTIUSTAS

entendían perfectamente que la gente sobrevive a


base de pan y carne, y no de oro. Pero en una econo­
mía en la que el desarrollo de la circulación moneta­
ria era escaso, y el grueso de su pan y de su carne
todavía se producía para el consumo directo, y no
para su realización en el mercado, el valor de cambio
radicaba, en su opinión, en el dinero y no en los pro­
ductos. Como no todos los productos del trabajo
son valores de cambio, es decir, mercancías transfor­
mables en dinero, el valor de cambio se confundía de
forma natural con la forma física del producto que
funciona como dinero, es decir, el oro y la plata.
Aunque se trataba de una confusión ingenua teóri­
camente, la furiosa persecución de los metales pre­
ciosos tan característica de los primeros mercantilis-
tas era en sí misma un reflejo de la dolorosa
transición de una economía natural a una economía
mercantil y monetaria. La afluencia de metales pre­
ciosos debía servir como instrumento para acelerar
este proceso en interés de la burguesía comercial.
Como el comercio internacional era a la vez, en i
aquella época, el espacio donde más desarrollada
estaba la circulación de dinero y el único medio por
el que los países que no tenían minas de oro y de
plata podían atraer metales preciosos, se seguía de
esto que el intenso esfuerzo para adquirir estos
metales fuera de la mano (como en la doctrina de la
balanza comercial) de una política de promoción del
comercio internacional y de desarrollo forzoso de las i
exportaciones.
5. LA DOCTRINA MERCANTIUSTA EN SU APOGEO. THOMAS MUN 91

El desproporcionado valor que los mercantilistas


concedían al comercio internacional se explica no
sólo por su gran potencial para transformar produc­
tos en dinero y atraer metales preciosos: los enormes
beneficios obtenidos en el comercio internacional
contribuyeron a impulsar la acumulación originaria
de capital por parte de la clase mercantil. No era al
crecimiento de la economía monetaria en general a
lo que aspiraba la burguesía comercial, sino a una
economía monetaria de tipo capitalista. El proceso
de transformación de productos en dinero tenía que
venir acompañado de la acumulación de este último
y su propia conversión en dinero portador de benefi­
cio, es decir, en capital. Pero, en este periodo, sólo en
el comercio internacional, en particular en el comer­
cio con las colonias, se podían hacer ganancias real­
mente importantes. Comprando mercancías baratas
en algunos mercados (donde, como en las colonias,
los mercaderes y las compañías de comercio de un
Estado en particular disfrutaban a menudo de un
monopolio) y vendiéndolas caras en otros mercados,
se podía acumular rápidamente riqueza y capital,
por no hablar del saqueo directo de las colonias y la
expropiación forzosa del producto de sus habitantes.
En una época en que el mercader ocupaba una posi­
ción casi de monopolio entre los productores (por
ejemplo, súbditos de las colonias o artesanos) y los
consumidores (por ejemplo, terratenientes o campe­
sinos), incluso el comercio internacional «pacífico»
le daba la oportunidad de explotar a ambos en bene-
92 LOS MERCANTILISTAS

ficio propio. Los mercaderes se enriquecieron com­


prando mercancías a los productores por debajo de
su valor y vendiéndolas a los consumidores a precios
por encima de su valor. En esa época, la fuente
básica de ganancia comercial era el intercambio de
no equivalentes. Así que era natural que los mercan-
tilistas sólo concibieran el beneficio en forma de
ganancia comercial neta, o «beneficio por la venta»,
que tenía su origen en el margen comercial que el
mercader añadía al precio de la mercancía.
Es fácil comprender que cuando el origen de la
ganancia es el intercambio de no equivalentes, las
ventajas que obtiene una de las partes del intercam­
bio equivalen a las pérdidas en las que incurre la otra
parte: la ganancia de una persona es la pérdida de
otra. El comercio interior de esta clase sólo conduce a
una redistribución de la riqueza entre los habitantes
del país, pero no sirve para enriquecer al país en su
conjunto. Esto sólo podía venir del comercio interna­
cional, donde una nación se enriquecía a expensas de
otra. «...Pero de lo que se Consume Internamente
uno sólo pierde lo que otro gana, y la Nación en
General no es ahora en absoluto más Rica; pero todo
el Consumo Extranjero es un Beneficio claro y
seguro»54. Con estas palabras, D’Avenant, que escri-

54 Charles D’A venant, A n Essay on the East-India Trade, etc., Lon­


dres, 1697, en D’A venant, Discourses on the Publick Revenues,
and on the Trade o f England..., parte II, Londres, 1968, p. 31.
Citado por Marx, Theories o f Surplus Value, parte I (edición de
5. LA DOCTRINA MERCANTILIST« EN SU APOGEO. THOMAS MUN 93

bía a fines del siglo XVI, resumía la creencia mercan-


tilista generalizada de que el comercio internacional
y los sectores industriales que trabajan para la expor­
tación dan el mayor beneficio. «Hay mucho más que
ganar en la Manufactura que en la Agricultura, y
más en el Mercadeo que en la Manufactura»55. «Un
marinero es en efecto tres agricultores»56. No debe­
ría concluirse de esto que Petty (que fue quien escri­
bió estas palabras) había olvidado la importancia de
la agricultura como fuente de los productos alimen­
ticios del país. Petty simplemente quería decir que,
estando totalmente ausente el capitalismo en la agri­
cultura y habiendo penetrado sólo débilmente en la
industria, la esfera en la cual la economía capitalista
podía permitir un desarrollo amplio y una vigorosa
acumulación de capital era el comercio, en particular
el comercio internacional.
Como hemos visto, la exagerada importancia
que atribuyeron los mercantilistas al dinero tenía sus
raíces en las condiciones de transición de una econo­
mía natural a una economía mercantil y monetaria',
de forma similar, el énfasis excesivo que pusieron en
el comercio internacional era el resultado lógico de
su papel como fuente de inmensas ganancias y como
esfera de actividad que hacía posible una rápida acu-

Progress Publishers, Moscú, 1969), p, 179.


55 Petty, Political Arithmetick, en Economic Writings, edición de
Hull, volumen I, p. 256.
56 Ibíd., p. 258.
94 LOS MERCANTILISTAS

mutación de capitales. Y aunque ambas ideas mer-


cantilistas fueron cruelmente criticadas más tarde
como absurdas, reflejaban sin embargo las condicio­
nes históricas de la época del capitalismo mercantil y
los intereses reales de esas clases sociales de las que
los mercantilistas hicieron de portavoces. Como la
preocupación fundamentalísima de los mercantilis­
tas eran los asuntos de política económica, y dado
que la teoría económica todavía estaba en su infan­
cia, se contentaron con fórmulas teóricas mal des­
arrolladas e ingenuas, pero que respondían a las
demandas prácticas de su época. El legado de los
mercantilistas no es una teoría económica global que
abarque la totalidad de los fenómenos económicos
capitalistas, sino un cuerpo de trabajo que sólo con­
tiene concepciones teóricas rudimentarias cuyo des­
arrollo y confirmación dejaron a los economistas
posteriores. Así, las corrientes separadas de la doc­
trina mercantilista -una preocupada por el valor de
cambio y el dinero, la otra por el beneficio y el
comercio internacional- corrieron suertes distintas.
Al modificarse las condiciones comerciales y des­
arrollarse el capitalismo industrial, la falacia de la
teoría de que el comercio internacional era la fuente
exclusiva de la ganancia se hizo evidente. La evolu­
ción posterior del pensamiento económico en
manos de los fisiócratas y de la escuela clásica sirvió
para desechar la interpretación mercantilista del
comercio internacional y la ganancia. En cambio, las
embrionarias teorías del valor de cambio y del dinero
5. LA DOCTRINA MERCANTILISTA EN SU APOGEO. THOMAS MUN 95

en la literatura mercantilista se mostraron suscepti­


bles de un desarrollo teórico adicional: apropiadas
por las siguientes escuelas de economistas y libera­
das de la ingenua confusión entre valor de cambio y
dinero, y entre el dinero y el oro y la plata, estas teo­
rías embrionarias fueron reelaboradas y desarrolla­
das. Su profundo interés en el problema del comer­
cio y en el proceso por el cual se cambian las
mercancías por dinero permitió a los mercantilistas
avanzar un número importante de ideas correctas
sobre la naturaleza del valor de cambio y su forma
monetaria. Dentro de la literatura mercantilista se
encuentran, en particular, los rudimentos de una teo­
ría laboral del valor que desempeñó un papel de
gran importancia en la evolución posterior de nues­
tra ciencia.
Capítulo 6
LA REACCIÓN CONTRA EL MERCANTILISMO.
DUDLEY NORTH

Aunque se opuso a las viejas prohibiciones contra la


exportación de dinero, Thomas Mun reconocía la
necesidad de que el gobierno ejerciera algún control
sobre el comercio exterior como medio de mejorar la
balanza comercial y atraer dinero hacia el país. La
primera persona que desarrolló una crítica de los
principios en que se apoya la política mercantilista
fue Dudley North, cuyos Discourses apon Trade apa­
recieron en 1691. Importante mercader y luego
comisario de aduanas, North sale en defensa del
capital mercantil y monetario, que ya se había des­
arrollado lo suficiente como para sentir las limitacio­
nes de una excesiva tutela del Estado. North es el pri­
mero de los profetas tempranos de la idea del libre
comercio. Dedica su tratado a discutir dos temas
centrales: primero, las restricciones que el Estado, en
su deseo de atraer dinero hacia el país, impone sobre
el comercio exterior, y, en segundo lugar, las limita­
ciones legales al nivel del tipo de interés. En ambos
casos, North se muestra coherente al pedir que el
Estado deje de interferir en la vida económica.
Según los mercantilistas, para quienes el objetivo
del comercio exterior es incrementar el stock de
98 LOS MERCANTIUSTAS

dinero de la nación, el comercio era sobre todo el


intercambio de un producto, o valor de uso, por
dinero, o valor de cambio. Con North, el concepto
de comercio es diferente, es el intercambio de unos
productos por otros; por tanto, el comercio interna­
cional es el intercambio del producto de una nación
por el de otra, en beneficio de ambas partes. En este
intercambio, el dinero funciona como un simple
medio. «El Oro y la Plata, y, a partir de ellos, el
Dinero, no son nada sino Pesos y Medidas, por medio
de los cuales el Tráfico se lleva a cabo de forma más
conveniente de lo que sería sin ellos»57. Si el comercio
prospera o decae, la causa no está en la entrada y
salida de dinero; al contrario, un aumento en la can­
tidad de dinero es consecuencia de un crecimiento
del comercio.
Ésta no era la idea que mantenía la opinión
pública, que se inclinaba a adscribir cualquier estan­
camiento del comercio a una escasez de dinero.
Cuando un mercader no encontraba un mercado
para sus mercancías, creía que la causa era una insu­
ficiente cantidad de dinero en el país, una opinión
que sin embargo era profundamente errónea. «Pero
examinando la cosa más de cerca, ¿qué es lo que
quiere esta Gente que pide dinero a gritos? Empezaré
por el Mendigo: quiere Dinero y nos importuna con
ello: ¿Qué haría con él si lo tuviera? Comprar Pan,

57 Dudley North, Discourses upon Trade, en McCulloch, Early Eng­


lish Tracts on Commerce, pp. 529-530.
6. LA REACCIÓN CONTRA EL MERCANTILISMO. DUDLEY NORTH 99

etc. Entonces, en realidad no es Dinero lo que quiere,


sino Pan y otras Subsistencias. A continuación, se
queja el Granjero, pues quiere Dinero; seguro que no
es por las Razones del Mendigo, para sobrevivir, o
pagar Deudas; pero cree que si hubiera más Dinero
en el País, conseguiría mejor Precio para sus Bienes.
Entonces parece que no es Dinero lo que quiere, sino
un alto Precio para su Grano y su Ganado, que él ven­
dería pero no puede»58. Esta incapacidad de vender es
resultado, bien de una oferta excesiva de cereal o de
ganado, bien de una caída en su demanda, debido a la
pobreza de los consumidores o a un bloqueo de las
exportaciones en el exterior.
El comercio, por tanto, no sufre por la escasez de
dinero, sino por una ruptura en el flujo continuo del
intercambio mercantil. Hablando en general, no
puede haber una escasez de dinero, pues un país
siempre está en posesión de tanto dinero como
necesita para el comercio, es decir, para intercambiar
las mercancías. «...Si usted es una Persona rica y se
dedica al Comercio, no puede querer una Moneda
Específica que haya de servirle en cada ocasión para
hacer negocio»59. Pues incluso si un país no acuña su
propia moneda, será provista en cantidad suficiente
por las monedas de las otras naciones. Por otra
parte, «cuando el Dinero crece hasta una cantidad
mayor de la que requiere el Comercio, resultará en

58 Ibíd., p. 525.
59 Ibíd., p. 531.
IOO LOS MERCANTILISTAS

un valor no mayor que el de la Plata sin acuñar, y en


ocasiones será fundido de nuevo»60. Así llega North a
la conclusión de que la circulación de dinero se
regula sola, adaptándose a las demandas de la circu­
lación mercantil. Y como un país no tiene por qué
temer a una escasez de dinero, también es vano que
el Estado recurra a medidas compulsivas para
aumentar su cantidad.
Las medidas destinadas a retener dinero dentro
del país no harán más que retrasar el comercio.
«Hágase una ley y, lo que es más, cúmplase, para que
ningún Hombre pueda sacar ningún Dinero fuera de
una determinada Ciudad, Condado o División, y
tenga libertad para llevar bienes de toda clase: de
forma que todo el Dinero que cada uno traiga con­
sigo debe dejarse atrás y ninguno pueda salir fuera.
La consecuencia de esto sería que esa Ciudad o ese
Condado quedarían aislados del resto de la Nación; y
ningún Hombre se atrevería a ir allí al Mercado con
su Dinero porque debe comprar, le guste o no; y por
otra parte la Gente de este lugar no podría ir a otros
Mercados como Compradores, sino únicamente
como Vendedores, al no estar permitido sacar nin­
gún Dinero con ellos. Entonces, una Constitución de
este tipo ¿no conduciría a la Ciudad o el Condado a
una miserable Condición, con relación a sus Vecinos,
que tienen libre Comercio?»61. La misma triste suerte

60 Ibíd., p. 531.
61 Ibíd., pp. 527-528.
6. LA REACCIÓN CONTRA EL MERCANTILISMO. DUDLEY NORTH IOI

correría una nación entera que introdujese similares


restricciones en el comercio, pues «una Nación en el
Mundo es, en cuanto al Comercio, igual en todos los
respectos que una Ciudad en el Reino, o una Familia
en la Ciudad»62. El ideal de North es que el comercio
mundial sea tan libre y exento de cadenas como sea
posible.
Un país que por sus actos y decretos se aferre a
su dinero, convirtiéndolo en tesoros ociosos, se
autoinfligirá directamente una pérdida. «Ningún
Hombre es más rico por tener todo su Patrimonio en
Dinero, Plata, &c. a su lado, sino al contrario, él es
por esta razón más pobre. Este hombre es más rico si
su Patrimonio está en condiciones de crecer, ya sea
como Tierra en la Granja, Dinero a Interés, o Bienes
en el Comercio: si cualquier hombre tiene a bien
convertir todas sus Propiedades en Dinero y las
mantiene muertas, pronto de dará cuenta de cómo
se cierne sobre él la Pobreza»63. Sea un individuo o
toda una nación, su enriquecimiento no se producirá
acumulando dinero en efectivo, sino arrojándolo
continuamente a la circulación como capital dinero,
como dinero portador de beneficio. Para North, la
prosperidad no radica en la acumulación de tesoros
monetarios, sino en el crecimiento del comercio y de
la masa general de ganancia y capital. En su polé­
mica contra la política mercantilista, North supera el

62 Ibíd., p. 528.
63 Ibíd., p. 525.
102 LOS MERCANTILISTAS

error teórico cometido por éstos al confundir el


dinero (metales preciosos) con valor de cambio en
general, con capital. Al reconocer que el dinero es
un medio de cambio y una medida de valor de las
mercancías reales, North se queda muy cerca de un
correcto entendimiento de la distinción entre dinero
y valor de cambio. Con mayor claridad aun, explora
la diferencia entre dinero y capital, desarrollando
ideas que ya Mun había intentado avanzar. Mun ya
veía la balanza comercial positiva como algo más
que un medio para atraer y acumular metales precio­
sos: era un síntoma de que se estaba invirtiendo
mayor capital en el comercio y estaban llegando
beneficios al interior del país. Pero también defendía
que el Estado vigilara estrechamente la balanza
comercial y adoptara medidas para mejorarla. Tam­
bién para North era un objetivo consciente que se
acumularan capitales y beneficios comerciales, pero
el medio principal para conseguir este objetivo era el
libre comercio y no la interferencia restrictiva del
Estado.
North extendió el mismo principio de no interfe­
rencia estatal a otra cuestión, la del nivel del interés,
un problema que generó furiosos debates -y un
montón de literatura- a lo largo de los siglos XVII y
XVIII. Era un problema ante el cual los intereses de
la clase terrateniente y de los capitalistas monetarios
se encontraban en agudo conflicto. Las leyes medie­
vales que prohibían la exacción de un interés fueron
derogadas en Inglaterra por Enrique VIII en 1545. Ya
6. LA REACCIÓN CONTRA EL MERCANTILISMO. OUDLEY NORTH 103

se podía cobrar un interés por los préstamos, pero


no podía exceder un 10% anual. A comienzos del
siglo XVII se bajó este techo legal al 8%, y en 1652 al
6%. La aristocracia terrateniente fue especialmente
persistente en su presión a favor de nuevas bajadas
en el tipo de interés, pues su vida pródiga y su cons­
tante endeudamiento la llevaban directamente bajo
las garras de los usureros. Una caída en el tipo de
interés beneficiaría a los terratenientes de dos for­
mas: en primer lugar, los pagos de los intereses debi­
dos a los prestamistas de dinero se reducirían, y, en
segundo lugar, el precio de la tierra subiría y, con él,
las perspectivas de venderla con un beneficio mayor.
En 1621, Culpeper, un partidario temprano de
los intereses de la propiedad de la tierra, escribía:
«Allí donde el dinero es caro, la tierra es barata, y
donde el dinero es barato la tierra es cara». «El alto
interés de los préstamos obliga a vender la tierra a un
precio bajo»64.
La demanda de los terratenientes de un tipo de
interés más bajo también la apoyaban algunos secto­
res de la burguesía industrial y comercial, especial­
mente los que tenían interés en los asuntos de la
Compañía de las Indias Orientales. Cuanto más bajo
fuera el interés de los préstamos, más dispuestos
estarían los rentistas a invertir sus fondos disponi­
bles en acciones de la Compañía, y mayor sería la

64 Thomas Culpeper, A Tract against Usurie, Londres, 1621. Cita


traducida del ruso.
104 LOS MERCANTILISTAS

cotización de dichas acciones. Child escribía en 1668


que si el tipo de interés que se gana con un préstamo
es elevado (6%), nadie deseará invertir su dinero en
un comercio transoceánico precario que sólo puede
ofrecer un 8%-9%. Basándose en el ejemplo de
Holanda, donde el tipo de interés era bajo, Child y
otros escritores consideraban que mantener bajos los
tipos de interés garantizaría el estímulo y la rentabi­
lidad del comercio, por lo que pedían que los tipos
fueran reducidos por ley.
Frente a esto, y argumentando que la regulación
gubernamental del nivel del interés iba sobre todo en
interés de la aristocracia ociosa y no de la clase mer­
cantil, los defensores del capital monetario deman­
daban que se derogaran totalmente dichos controles.
En realidad, para amplios sectores de mercaderes
estas leyes no servían para mucho, pues a pesar del
tope legal del 6% su necesidad de crédito los obligaba
a pagar intereses mucho más elevados de lo que per­
mitía la ley, tipos que en ocasiones podían llegar
hasta el 33%. Así, bastantes escritores que defendían
los intereses del capital monetario y comercial
demandaban la derogación del tope legal sobre el tipo
de interés, argumentando que contravenía las leyes
«naturales» de la economía capitalista. Entre estos
autores estaban Petty, Locke y North.
North pensaba que una reducción del tipo de
interés beneficiaría a la aristocracia mucho más que
a los comerciantes: «...de los Dineros empleados a
Interés en esta Nación, no se acercan a la Décima
6. LA REACCIÓN CONTRA EL MERCANTILISMO. DUDLEY NORTH 105

parte los que se disponen para la Gente del Comer­


cio para que gestionen sus Negocios; en su mayoría
son prestados para abastecerse de productos de Lujo
y financiar el Gasto de Personas, aquellas que, aun­
que grandes Propietarios de Tierras, todavía gastan
más deprisa de lo que les aportan sus Tierras»65. Un
límite legal sobre los intereses tan sólo creará una
dificultad y una situación precaria para los mercade­
res que necesitan crédito y ejercerá una influencia
negativa sobre el comercio. «No son los bajos intere­
ses los que hacen el Comercio, sino que el creci­
miento del Comercio... hace bajar el Interés» al
aumentar el número de capitales que se acumulan y
se invierten66. Si el nivel del interés llega a caer lo hará
por la expansión de un comercio libre de estorbos, no
por una regulación obligatoria. Por tanto: «Resultará
mejor para la Nación dejar que los Prestatarios y
Prestamistas hagan sus propios Negocios, de acuerdo
con las Circunstancias en las que estén»67.
Es característico que, para justificar la ganancia
de un interés sobre el capital, North intente igualar
esta forma de renta con la renta de la agricultura.
«Pero igual que el Hombre con Tierras arrienda su
Tierra, así también estos [comerciantes] arriendan
sus Reservas; esto último se llama Interés, pero sólo
es una Renta por las Reservas, como la otra lo es por

65 North, Discourses, en McCulloch, op. cit., p. 520.


66 Ibíd., p. 518.
67 Ibíd., p. 521.
io 6 LOS MERCANTILISTAS

la Tierra»68. Así que el Estado es tan incapaz de legis­


lar una reducción del interés del 5% al 4% como
hacer descender la renta pagada por un acre de tierra
de diez chelines a ocho. También vemos que Petty y
Loche igualan de forma similar el interés sobre el
capital con la renta de la tierra. Pues el primero toda­
vía era en esa época una forma de renta nueva, y sólo
podía explicarse teóricamente, y justificarse prácti­
camente, igualándolo con la fuente de renta tradicio­
nal, la renta de la tierra.
Para su época, el libro de North fue un fenó­
meno notable, que ya contenía la primera formula­
ción de las ideas de libre comercio que serían des­
arrolladas de forma completa por Hume y Smith.
Hombre que trascendió a su época, North fue uno
de los primeros profetas del declive del mercanti­
lismo. Para los mercantilistas, el comercio interna­
cional era como una partida de ajedrez en la que la
ganancia de uno es la pérdida del otro. Para North,
este comercio era mutuamente rentable para todas
las naciones que tomaban parte en él. Los mercanti­
listas distinguían entre las ramas del comercio «ren­
tables» y «no rentables», dependiendo del efecto que
tuviesen sobre la balanza comercial. Para North, «no
puede haber Comercio no rentable para el Público,
pues si alguien prueba que es así, los hombres lo
abandonan»69. Los mercantilistas defendían una

68 Ibíd., p. 518.
69 Ibíd., p. 513.
6. LA REACCIÓN CONTRA EL MERCANTILISMO. DUDLEY NORTH 107

estricta tutela de la vida económica por parte del


Estado; North pedía libre comercio y no intervención
del gobierno, pues es imposible «obligar a los Hom­
bres a actuar en la forma prescrita». También hay en
North un análisis más profundo de cuestiones teóri­
cas, como la distinción que hace entre capital y
dinero, o su observación de que la circulación de
dinero se regula a sí misma de acuerdo con los reque­
rimientos de la circulación mercantil.
Sin embargo, este análisis teórico sigue siendo
para North un instrumento subordinado, un medio
para hacer más incisiva su crítica de la política mer-
cantilista. Aún predominan las cuestiones de política
económica: cuando la literatura usa razonamientos
teóricos, éstos son fragmentarios e incompletos. Para
llegar a comprender correctamente la herencia teó­
rica del mercantilismo, debemos ahora volver un
poco atrás en el tiempo, a William Petty, y luego
pasar a mediados del siglo XVIII, que es el periodo de
transición del mercantilismo a la literatura clásica.
1
Capítulo 7
LA EVOLUCIÓN DE LA TEORÍA DEL VALOR.
WILLIAM PETTY

Ya hemos dicho que, en su mayoría, los autores mer-


cantilistas estaban preocupados sobre todo por cues­
tiones de política económica y mostraban poca incli­
nación hacia el estudio teórico. Sin embargo, la
necesidad de justificar diversas medidas prácticas los
obligaba a buscar argumentos de naturaleza teórica.
Así, la lucha contra las restricciones a la circulación
de dinero, por ejemplo (las prohibiciones de exportar
moneda, etc.), proporcionó el impulso para desarro­
llar la teoría de la balanza comercial. Pero, influida
por el amplio y generalizador carácter de las mate­
máticas y la filosofía empírica (Bacon, Hobbes), y
conscientes de la necesidad de llevar a cabo un nuevo
examen, más amplio y radical, de la doctrina mer-
cantilista para hacer frente a las nuevas y cada vez
más complejas demandas del desarrollo económico,
la literatura mercantilista inglesa mostró más preocu­
pación por la teoría desde mediados del siglo XVII.
Junto a su tendencia básica, «mercantil», apare­
ció ahora en la literatura mercantilista una corriente
«filosófica», más dispuesta a hacer generalizaciones
teóricas. Al lado de los limitados hombres prácticos
que polemizaban cobre las cuestiones prácticas del
no LOS MERCANTILISTAS

momento, aparecieron ahora entre los mercantilistas


personajes con una amplia perspectiva científica
(Petty) y los filósofos más eminentes de la época
(Locke, Berkeley, Hume). Incluso quienes eran hom­
bres prácticos y de acción mostraron en sus escritos
más preocupación por las cuestiones teóricas
(North, Barbón, Cantillon). Como movimiento teó­
rico, aunque sus teorías aún fueran rudimentarias e
inmaduras, nos dejó su legado más valioso en forma
de una teoría del valor y una teoría del dinero.
En su forma moderna, el problema del valor sólo
podía plantearse una vez que la industria gremial
había comenzado a dar paso a la economía capita­
lista. En la época de los artesanos medievales, los
precios de los bienes eran regulados por el gremio y
las autoridades de la ciudad. Los precios fijos que
ponían los gremios a los artículos manufacturados
pretendían garantizar a los artesanos una «subsisten­
cia decente», una remuneración por su trabajo. No
sorprende que los autores escolásticos más impor­
tantes del siglo XIII, Alberto el Grande y Tomás de
Aquino, enseñaran que el valor de un producto
depende de «la cantidad de trabajo y otros desem­
bolsos» gastados en su producción. Aunque en apa­
riencia esta fórmula se parece a la posterior teoría
laboral del valor, hay una diferencia sustancial ente
ambas. El terreno sobre el que nació esta fórmula era
la producción artesanal, más que el capitalismo. Lo
que tenían en mente estos escritores eran los desem­
bolsos que hacía el artesano en forma de materias
7. LA EVOLUCIÓN DE LA TEORIA DEL VALOR. WILLIAM PETTY III

primas y herramientas y un pago «decente» para su


trabajo. El precio que les importaba no era el que
efectivamente se establecía en el proceso de la com­
petencia mercantil, sino el «justo precio» (justum
pretium) que debían fijar las autoridades para ajus­
tarse a las condiciones tradicionales de la artesanía
medieval. Así que el problema del valor se planteaba
«normativamente».
Con la aparición de la economía capitalista, la
situación cambió pues la fijación del precio por los
gremios fue dando paso a un proceso de competen­
cia entre compradores y vendedores. La formación
del precio por la vía regulada fue reemplazada por la
espontánea formación del precio por el mercado. Lo
que había sido una magnitud fijada de antemano y
obligatoria era ahora el resultado de un complejo
proceso competitivo del que no se podía saber nada
de antemano. Para los autores del siglo XIII la discu­
sión se refería al precio que debía establecerse en
función de consideraciones de justicia-, los econo­
mistas del siglo XVII miraban al problema desde
otra dirección: querían descubrir la regularidad de
ley que gobernaba el proceso de formación del pre­
cio tal y como se daba en el mercado. La formulación
normativa del problema del valor había dado paso al
de la teoría científica.
Sin embargo, en la época del primer capitalismo
no resultaba fácil encontrar una regularidad definida
de los fenómenos de formación de los precios. La
libre competencia no se había apoderado aún de
112 LOS MERCANTILISTAS

todos los sectores de la economía, ni había desple­


gado de forma completa sus reglas o leyes. Su fun­
cionamiento aún estaba en gran medida limitado por
las supervivencias de lo precios fijados por los gre­
mios, las regulaciones mercantilistas del comercio y
la industria y los derechos monopolistas de las com­
pañías comerciales. Los propios mercantilistas
seguían teniendo fe en la posibilidad de regular la
vida económica mediante disposiciones estatales.
Para ellos, la idea de un mercado espontáneamente
regulado por ciertas leyes era un concepto extraño,
que sólo sería más tarde desarrollado por los fisió­
cratas y, especialmente, por Adam Smith.
Al observar el caos de los numerosísimos deter­
minantes que intervenían en el proceso de formación
de los precios, en el capitalismo primitivo, los econo­
mistas renunciaron en muchos casos a cualquier
intento de descubrir las leyes subyacentes. Las cons­
tantes y agudas fluctuaciones de los precios de mer­
cado hacían pensar que los precios de las mercancías
dependían exclusivamente de la relación accidental
que hubiera en cada momento entre la oferta y la
demanda. De esta idea surgieron los primeros rudi­
mentos de la teoría de la oferta y la demanda, una
teoría que circuló bastante entre los mercantilistas y
que el famoso filósofo John Loche70formuló con estas

70 [Nota de Rubín] Nacido en 1632, Locke murió en 1704. Además


de sus famosas investigaciones filosóficas y sociológicas, escribió
un estudio puramente económico, Some Considerations on the
7. LA EVOLUCIÓN DE LA TEORÍA DEL VALOR. WILLIAM PETTY 113

palabras: «Todas las cosas que se compran y se ven­


den suben o bajan de precio en proporción a si hay
más compradores o vendedores. Cuando hay muchos
vendedores y pocos compradores, usen las artes que
usen, la cosa se venderá barata. Por otra parte, si
cambiamos de lado y tenemos muchos compradores
y pocos vendedores, la misma cosa se encarecerá
inmediatamente»7172.Si hablamos de valor de cambio,
éste sólo puede existir «en un determinado lugar y un
determinado momento del tiempo»; no puede haber
un valor de cambio con un nivel fijo y objetivamente
determinado.
Esta negación de la existencia de una regularidad
de ley tras la formación del precio era la posición a la
que llegaron también los primeros defensores de la
teoría de la utilidad subjetiva. Nicholas Barbón71,

Consequences of the Lowering o f Interest, and Raising the Value


o f Money [Algunas consideraciones sobre las consecuencias de
bajar el interés y elevar el valor del dinero]. Sobre Locke, véase
también el final del presente capítulo.
71 John Locke, Some Considerations on the Consequences o f the
Lowering o f Interest, and Raising the Value o f Money (1691), pub­
licado, como Essay on Interest and Value of Money [Ensayo sobre
el interés y el valor del dinero] por Alex Murray e hijos, Londres,
1870, p. 245.
72 Nacido en 1640 y muerto en 1698. Su obra principal es A Dis­
course Concerning Coining the New Money Lighter. In answer to
M r Locke’s Considerations about Raising the Value o f Money [Un
discurso sobre la acuñación de nueva moneda con un peso
menor. En respuesta a las Consideraciones sobre el aumento del
valor del dinero, de Mr. Locke]. Véase además el comienzo del
siguiente capítulo.
II4 LOS MERCANTILISTAS

un inglés contemporáneo de Locke, fue un activo


participante en la fiebre especulativa que se apoderó
de Inglaterra a finales del siglo XVII. El espectáculo
del baile de precios que originó esta actividad espe­
culativa se prestaba a la idea de que «ninguna mer­
cancía tiene un precio o valor determinado con pre­
cisión».
El valor de todas las mercancías deriva de su
«utilidad» (es decir, de su capacidad para «satisfacer
deseos y necesidades humanas»), y cambia cuando
cambia el «humor y los caprichos de la gente que
hace uso de ellas».
Esta teoría esbozada por Barbón tuvo poco éxito
entre los mercantilistas. Su desarrollo sólo se pro­
dujo posteriormente, a mediados del siglo XVIII, de
la mano de un mercantilista tardío, G aliani3, un
famoso fisiócrata, Turgot, y, especialmente, de Con­
dillac7374, un oponente de los fisiócratas (aunque muy
influido por ellos). Condillac es considerado, con jus­
ticia, el padre de las modernas teorías psicológicas
del valor. Distingue entre la utilidad abstracta de un
determinado tipo de cosa, por ejemplo, el cereal, y la

73 [Nota de Rubin] Galiani (1728-1780), un italiano que vivió


muchos años en París, fue autor de Della moneta [On Money\
[Del dinero] (1750) y de Dialogues sur le comerce des blés [Diálo­
gos sobre el comercio del trigo] (1770).
74 [Nota de Rubin] Condillac, francés, famoso filósofo y represen­
tante del sensualismo, escribió su obra económica Le Commerce
et le gouvernement [El comercio y el gobierno] en 1776.
7. LA EVOLUCIÓN DE LA TEORÍA DEL VALOR. WILLIAM PETTY 115

utilidad concreta que contiene una determinada uni­


dad de ese cereal. El valor de una cosa está determi­
nado por su utilidad concreta, que a su vez depende
sobre todo de su escasez, es decir, de la cantidad de
ella que está disponible en ese momento.
Los partidarios de la teoría de la oferta y la
demanda y de la teoría de la utilidad subjetiva renun­
ciaron virtualmente a la tarea de descubrir leyes tras
la formación del precio. Sin embargo, al desarro­
llarse la vida económica, los economistas se tuvieron
que enfrentar perentoriamente con este problema.
Los fructuosos comienzos y consiguiente difusión de
la libre competencia hicieron que a los economistas
les resultara insatisfactoria teóricamente la idea de
que el fenómeno de la formación de los precios fuera
de naturaleza accidental. En los primeros tiempos,
las compañías mercantiles, que gozaban entonces de
un monopolio, solían dictar sus precios arbitraria­
mente al consumidor, y a menudo destruían parte de
sus existencias de mercancías para mantener altos
los precios (y al hacerlo estaban dando una prueba
de lo poderosa que era la ley de la oferta y la
demanda). Con la aparición del capitalismo indus­
trial la situación cambió. En sus cálculos prospecti­
vos, el industrial se decidió a tomar en cuenta que el
precio de venta de la mercancía al menos cubriera
sus costes de producción. Los economistas encontra­
ron un punto de partida estable ante un baile de pre­
cios aparentemente aleatorio, al que éstos debían
someterse necesariamente: los costes de producción
n6 LOS MERCANTILISTAS

en los que se incurría al producir las mercancías. Y


así fue como nació la teoría basada en los costos de
producción.
James Steuart75, uno de los últimos mercantilis-
tas (1712-1780), dividía el precio de la mercancía en
dos partes diferentes: «el valor real de la mercancía y
el beneficio por la venta»76. El «valor real» de la mer­
cancía representa una magnitud determinada con
precisión, igual a sus costes de producción. Para cal­
cular estos costes de producción es necesario saber,
en primer lugar, el número de unidades de la mer­
cancía que produce un trabajador en un día, una
semana o un mes; en segundo lugar, el valor de los
medios de subsistencia del trabajador (es decir, la
suma de sus salarios) y de las herramientas que
emplea en su trabajo; y, en tercer lugar, el valor de su
materia prima. «Una vez conocidos estos tres artícu­
los, queda determinado el precio de la manufactura.
No puede ser inferior a la suma de los tres, es decir, a
su valor real; y lo que esté por encima es el beneficio
del productor»77. ¿Y cómo se determina la magnitud

75 [Nota de Rubín] Su An Inquiry into the Principles o f Political


Oeconomy [Una investigación sobre los principios de la econo­
mía política] apareció en 1767. Véase también el final de este
capítulo y el comienzo del capítulo 8.
76 Sir James Steuart, An Inquiry into the Principles of Political Oeco­
nomy (edición abreviada en dos volúmenes, editada por Andrew
S. Skinner, publicada para la Scottish Economic Society por Oli­
ver & Boyd, Edimburgo, 1966), vol. I, p. 159. Énfasis de Rubin.
77 Ibid., vol. I, pp. 160-161. Énfasis de Rubin.
7. LA EVOLUCIÓN DE LA TEORÍA DEL VALOR. WILLIAM PETTY uj

de ese beneficio? A esta pregunta, Steuart no sabe


responder. Nos encontramos ante el fallo fundamen­
tal de la teoría de los costes de producción, del que
no ha podido escapar hasta nuestros días: su incapa­
cidad para explicar el origen y magnitud del plusva-
lor o beneficio (en el sentido amplio del término), es
decir, el excedente del precio del producto sobre sus
costes de producción. Como auténtico mercantilista,
Steuart supone que el precio de venta de la mercan­
cía excederá de su «valor real» y que el enriqueci­
miento del capitalista procede del «beneficio por la
venta», que siempre será proporcional a la demanda,
y fluctuará por tanto según las circunstancias»78.
Como resultado, Steuart pierde la oportunidad de
encontrar la ley que determina la magnitud del plus-
valor, o ganancia. Sólo habría sido posible descubrir
esto usando la teoría laboral del valor. Como las teo­
rías que ya hemos discutido, ésta también surgió
durante la época mercantilista. Para descubrir sus
raíces tenemos que volver a William Petty.
Hombre de gran versatilidad y grandes dotes,
William Petty (1623-1687) era médico de profesión,
pero se dedicó simultáneamente a las matemáticas,
la geodesia, la música y la construcción naval. Hijo
de un pequeño artesano, murió siendo millonario y
par de Inglaterra, tras adquirir su fortuna con los
desvergonzados métodos de un aventurero que tomó

78 Ibíd., vol. I, p. 161.


I i8 LOS MERCANTILISTAS

parte en la partición de las tierras de los rebeldes


irlandeses. Como verdadero hijo del siglo XVII, con
su brillante florecimiento de las matemáticas y su
deseo de transcribir cuanto veía en la realidad en
fórmulas matemáticas, a Petty le preocupaba sobre
todo el aspecto cuantitativo de los fenómenos eco­
nómicos. En consonancia con el espíritu de la filoso­
fía empírica del siglo XVII, Petty aspiraba a la obser­
vación y a la descripción cuantitativa precisa de los
fenómenos reales. En el prefacio de una de sus obras,
que tituló Political Arithmetick79, describe así su
método: «El método que utilizo para esto no es muy
usual; pues, en vez de usar sólo Palabras comparati­
vas y superlativas, y Razonamientos intelectuales, he
seguido el curso... de expresarme en Términos de
Número, Peso y Medida-, usar sólo Argumentos con
Sentido y considerar sólo las Causas que tienen un
Fundamento visible en la Naturaleza».
Petty compartía el interés por la descripción
estadística de los fenómenos económicos con otros
economistas de su época: Graunt, que compiló
tablas de mortalidad; D ’Avenant, que se ocupó de
estadísticas de comercio; y King, el autor de la cono­
cida «Ley de King», que afirma que las fluctuaciones

79 [Nota de Rubin] Esta obra apareció en 1690, tras la muerte de


Petty. Otros trabajos suyos son A Treatise o f Taxes and Contri­
butions [Un tratado sobre impuestos y contribuciones], publi­
cado en 1662, y The Political Anatomy o f Ireland [La anatomía
política de Irlanda], publicado en 1672.
7. LA EVOLUCIÓN DE LA TEORÍA DEL VALOR. WILLIAM PETTY Iig

de la oferta de cereal producen fluctuaciones mucho


mayores en su precio (si, por ejemplo, la cantidad de
cereal disponible cae a la mitad debido a una mala
cosecha, su precio se cuadriplicará o quintuplicará,
como resultado). A diferencia de estos otros autores,
el interés de Petty en las observaciones estadísticas
no estaba en ellas mismas sino en que le proporcio­
naban material para el análisis teórico. No sólo com­
piló datos de crecimiento demográfico, movimientos
de los precios de las mercancías, salarios, rentas,
precios de la tierra, y así sucesivamente, sino que,
tras hacer esas observaciones, se esforzó por pene­
trar en lo que relacionaba a cada una de ellas con las
demás. Es verdad que Petty no era plenamente cons­
ciente de las dificultades que presenta pasar de unos
datos estadísticos determinados a amplias generali­
zaciones teóricas, y que su audacia lo llevó a hacer
generalizaciones precipitadas y a derivar de ellas
concepciones a menudo equivocadas. No obstante,
sus conjeturas e hipótesis mostraban siempre los
altos vuelos de una cabeza genial, y así nació su
reputación como uno de los fundadores de la econo­
mía política y precursor de la teoría laboral del valor.
Como mercantilista para quien el intercambio de
productos por dinero tenía la mayor importancia,
Petty se interesó especialmente por el problema del
precio, entendido no como el precio de mercado de
un producto, determinado accidentalmente por cau­
sas «extrínsecas», sino por su «precio natural», que
depende de factores «intrínsecos». En consonancia
120 LOS MERCANTILISTAS

con la identificación de los mercantilistas entre el


dinero y los metales preciosos, Petty plantea su pro­
blema del «precio natural», o valor, en forma de pre­
gunta: ¿por qué se ofrece una determinada cantidad
de plata por un producto dado? En su respuesta, Petty
esboza con una sencillez ingeniosa las ideas básicas de
la teoría laboral del valor. «Si un hombre puede traer
a Londres una onza de Plata, procedente de la Tierra
de Perú, en el mismo tiempo en que puede producir
un bushelm de Cereal, entonces la una es el precio
natural del otro; ahora bien, si debido a nuevas Minas,
o a mayores facilidades para su explotación, un hom­
bre puede obtener dos onzas de Plata tan fácilmente
como antes obtenía una, entonces, caeteris paribus, el
Cereal que valía antes cinco chelines valdrá ahora diez
chelines por bushel»&1. «El cereal es más barato
cuando un hombre produce Cereal por diez y luego
puede hacer lo mismo sólo por seis... El Cereal será el
doble de caro donde se necesiten doscientos Agricul­
tores para hacer el mismo trabajo que podrían hacer
cien»80812. El cereal y la plata tendrán el mismo valor si se
gasta una misma cantidad de trabajo en su produc­
ción. La magnitud del valor de un producto depende
de la cantidad de trabajo gastado en su producción.

80 [Nota de la edición española] Unidad de medida equivalente a 8


galones de 4,545 litros = 36,360 litros (en Inglaterra).
81 Petty, A Treatise o f Taxes and Contributions, en Economic Writ­
ings, edición de Hull, pp. 50-51.
82 Ibid., p. 90.
7. LA EVOLUCIÓN DE LA TEORIA DEL VALOR. WILLIAM PETTY 121

De la magnitud del valor de un producto, pasa


Petty al análisis de sus componentes individuales.
Distingue dos partes en el valor de cualquier pro­
ducto (que en sus ejemplos identifica siempre con el
cereal): salarios y renta de la tierra. Antes, cuando
discutíamos las características generales de la litera­
tura mercantilista83, hicimos notar que Petty consi­
deraba esencial establecer por ley un salario
máximo, igual a lo necesario para la subsistencia del
trabajador. Al suponer en su discurso teórico que ése
es el nivel efectivo del salario, Petty es capaz de
determinar la magnitud de la renta del suelo in
natura, es decir, en cereal: «Supongamos que un
hombre pueda con sus propias manos plantar una
cierta cantidad de Tierra con Cereal, esto es, que
pueda Cavar, o Arar, Escarificar, Desbrozar, Cose­
char, Llevar a casa, Trillar y Aventar tanto como
requiera el Cultivo de su Tierra; y que además tenga
Simiente con la que sembrar lo mismo. Yo afirmo
que cuando este hombre reste su simiente del pro­
ducto de su Cosecha, y también lo que él mismo ha
comido o dado a otros para su Vestido y otras nece­
sidades; que el resto de Cereal es la Renta de la Tie­
rra natural y verdadera de ese año»84. La magnitud
de la renta in natura se determina deduciendo del
producto total los artículos de consumo del trabaja­

83 [Nota de Rubín] Véase el capítulo 3.


84 Ibíd., p. 43.
122 LOS MERCANTILISTAS

dor (su salario) y los costes de sus medios de produc­


ción (su simiente). Por tanto, lo que Petty tiene en la
cabeza, y presenta como renta de la tierra, es el plus-
valor total, incluido el beneficio.
Una vez determinada la renta in natura, Petty
pasa a preguntarse por su precio en dinero, es decir,
por qué cantidad de plata puede cambiarse. «Una
cuestión adicional, aunque colateral, puede ser
cuánto dinero inglés vale este Cereal o Renta. Yo
afirmo que tanto dinero como otro hombre pueda
ahorrar, en el mismo tiempo, por encima de sus gas­
tos, si se dedicara exclusivamente a producirlo y
fabricarlo; es decir, supongamos que otro hombre
viaja a un País donde hay Plata y allí la Excava, Refina,
la lleva al mismo sitio donde el otro hombre plantó su
Cereal; la Acuña, &c., y esa misma persona, mientras
trabaja con la plata, reúne también el alimento para
su subsistencia y procurar su cobijo, &c. Afirmo que
la Plata de uno debe estimarse del mismo valor que el
Cereal del otro: uno será quizás veinte Onzas y el otro
veinte Bushels. De donde se deduce que el precio de
un Bushel de este Cereal es una Onza de Plata»85.
Conocido el precio de un bushel de cereal, éste se
puede usar para determinar el precio del cereal que
constituye la renta, es decir, la renta monetaria total.
El siguiente paso que da Petty es un intento muy
audaz de deducir el precio de la tierra a partir de la

85 Ibíd., p. 43.
7. LA EVOLUCIÓN DE LA TEORIA DEL VALOR. WILLIAM PETTY 123

renta monetaria total. En su época, la tierra ya se


había convertido en Inglaterra en un objeto de com­
praventa, con un precio determinado aproximada­
mente igual a la renta anual total multiplicada por 20
(o, más exactamente, por 21). Petty sabía, por expe­
riencia empresarial, que una parcela de tierra que
diera una renta anual de 50 libras se vendería por
unas 1000 libras aproximadamente. Petty se pre­
gunta: ¿por qué es el precio de la tierra igual a 20
veces su renta anual? Tomando su investigación
sobre la renta como punto de partida, pero sin cono­
cimiento de las leyes que gobiernan la formación del
beneficio y el interés, Petty no podía saber que esta
relación entre la renta anual y el precio de la tierra
depende del tipo de interés medio imperante en ese
momento (en Inglaterra estaba en torno al 5%), y que
el primero cambia al mismo tiempo que el segundo
(por ejemplo, si la tasa de interés cae del 5% al 4%, el
precio de la misma extensión de tierra aumentará a
1.250 libras, o 25 veces su renta anual). Así que Petty
recurre a un razonamiento artificial, como es éste: el
comprador calcula que si compra tierra se asegurará
una renta anual para sí mismo, su hijo y su nieto; la
preocupación de la gente por la posteridad no se
extiende más allá de eso. Supongamos que el com­
prador tiene alrededor de cincuenta años, el hijo
unos veintiocho, y el nieto siete. Según las estadísti­
cas de mortalidad de Graunt, estas tres personas
pueden calcular que van a vivir, como media, vein­
tiún años más. Así, calculando sobre la tierra que
124 LOS MERCANTILISTAS

proporciona una renta anual durante veintiún años,


el comprador acuerda pagar una suma veintiuna
veces mayor que la renta anual total.
Por erróneo que sea este razonamiento de Petty,
contiene en su interior una fértil idea de profunda
verdad: «el valor de la tierra» no es otra cosa que la
suma de un cierto número de rentas anuales. Como
la magnitud de la renta monetaria depende del valor
del bushel de cereal, y éste viene a su vez determi­
nado por la cantidad de trabajo gastado en su pro­
ducción, se sigue de esto que el trabajo no es sólo la
fuente del valor del cereal sino, a fin de cuentas,
también del «valor de la tierra». El razonamiento de
Petty representa un temprano y atrevido intento de
someter los fenómenos agrícolas a la ley del valor
trabajo. Sin embargo, la otra cara de esto es que el
interés exclusivo de Petty en la renta de la tierra da
fe del predominio casi absoluto que seguía teniendo
la agricultura. La teoría económica, aunque estaba
girando hacia nuevos conceptos e ideas para genera­
lizar los fenómenos de la nueva economía capita­
lista, los reviste de conceptos e ideas heredados de la
época en que aún dominaban la agricultura y las for­
mas feudales de propiedad de la tierra. En la teoría
económica, la categoría básica de la economía capi­
talista -el beneficio- no se ha separado aún de la
renta de la tierra, sino disuelto en ella: todo plusva-
lor, incluido el beneficio, aparece bajo el encabeza­
miento de renta. En parte, esta omisión teórica de la
categoría de beneficio se explica por las dificultades
7. LA EVOLUCION DE LA TEORÍA DEL VALOR. WILLIAM PETTY 125

de trabajar con nuevas categorías correspondientes


a la realidad de nuevos fenómenos; pero se explica
también por el hecho de que el beneficio industrial
en aquella época todavía desempeñaba un papel
secundario, mientras que el beneficio comercial era
visto por los mercantilistas como un margen sobre
el precio de la mercancía. Petty destacó una única
forma específica de beneficio, el interés sobre el capi­
tal prestado. Esta distinción era necesaria, tanto por
la gran importancia que tenía el capital a préstamo
en esa época, como por el fuerte antagonismo de
clase que existía entre los intereses del capital mone­
tario y los de la tierra86. Pero a pesar de singularizar
el interés monetario, Petty seguía considerándolo
como una forma derivada de ingreso, como si se tra­
tara de un sustituto de la renta de la tierra. Pues no
entendía que las fluctuaciones del precio de la tierra
no hacen sino seguir a las fluctuaciones del tipo de
interés. Petty imaginaba que la relación entre estos
dos fenómenos se daba en sentido inverso: explicaba
el nivel del interés a partir del nivel del precio de la
tierra. Si una parcela de tierra podía comprarse por
1.000 libras y proporcionaba una renta anual de 50
libras, el propietario de un capital de 1.000 libras,
naturalmente, sólo estaría de acuerdo en prestarlo a
condición de que el dinero recibido como interés no
fuera inferior a 50 libras anuales de renta: así, dado

86 [Nota de Rubín] Véase el capítulo anterior.


12 6 LOS MERCANTILISTAS

el precio de la tierra, el tipo de interés se establecía


en un 5%.
Como vemos, Petty fue el primero en esbozar
una teoría laboral del valor, e intentó, a partir de ella,
explicar las relaciones cuantitativas entre diferentes
fenómenos: entre la cantidad de un producto y la
cantidad de la plata por la que se cambiará; entre el
salario natural y la renta natural; entre la renta natu­
ral y la renta monetaria; entre la renta monetaria y el
precio de la tierra; y entre el precio de la tierra y el
tipo de interés. No obstante, junto a estos rudimen­
tos de una correcta comprensión de la relación entre
el valor y el trabajo, a menudo encontramos en Petty
un concepto diferente de valor, que identifica su ori­
gen con el trabajo y la naturaleza. Petty dio brillante
expresión a esta idea en su famoso dicho: «El Trabajo
es el Padre y principio activo de la Riqueza, como la
Tierra es su Madre»87. Está claro que está hablando
aquí de la riqueza material, o valores de uso, cuya
producción requiere por supuesto la unión activa de
las fuerzas naturales con la actividad humana. Sin
embargo, si el valor de un producto (que él no distin­
gue del producto mismo) es creado por el trabajo y la
tierra, la determinación de la magnitud de este valor
exige encontrar, en primer lugar, una medida general
que haga comparables la acción de las fuerzas natu­
rales y la actividad laboral. Así aparece el problema

87 Ibíd., p. 68.
7. LA EVOLUCIÓN DE LA TEORIA DEL VALOR. WILLIAM PETTY 127

de la «medida del valor», que descansa a su vez


sobre el problema de la «paridad entre la tierra y el
trabajo». «...Todas las cosas deben ser evaluadas por
dos Denominaciones naturales, que son la Tierra y el
Trabajo; es decir, hay que afirmar que un Barco de
ropa vale tal medida de Tierra y tal otra medida de
Trabajo; ya que tanto los Barcos como las prendas de
Ropa han sido producidos con Tierra y Hombres tra­
bajando en ellas: siendo esto verdad, deberíamos ale­
grarnos de encontrar una Paridad natural entre la
Tierra y el Trabajo para poder expresar el valor en
sólo uno de ellos, igual o mejor que en ambos a la
vez, y reducir el uno al otro tan fácil y ciertamente
como reducimos peniques a libras»88.
¿Cómo resolver, pues, «la más importante Con­
sideración de la Economía Política», cómo conse­
guir «una Paridad y Ecuación entre la Tierra y el
Trabajo?»89. Tanto la tierra como el trabajo partici­
pan en el proceso de creación de valores de uso;
examinemos en qué proporción lo hace cada uno de
ellos. Supongamos que ponemos a pastar a un ter­
nero en dos acres de tierra sin cultivar; y que el peso
que pone a lo largo de un año representa una canti­
dad de carne suficiente para alimentar a un hombre
durante cincuenta días. Es obvio que, al no haber

88 Ibíd., pp. 44-45.


89 Petty, The Political Anatomy o f Ireland, en Economic Writings
(edición d Hull), p. 181 (itálicas de Petty).
12 8 LOS MERCANTI LISTAS

contado con la ayuda de trabajo humano, la tierra


ha producido cincuenta «días de alimento»; la suma
de estas raciones diarias constituye la «renta» anual
de esa parcela concreta de tierra. Si ahora un hom­
bre cultiva esa misma tierra y en un año produce un
mayor número de raciones alimenticias diarias, el
exceso sobre las primeras 50 raciones constituirá su
«salario»; de esta forma, las partes de la tierra
(renta) y el trabajo (salario) se expresan, ambas, en
una y la misma unidad, en «días de alimento». Así,
«los días de alimento de un Hombre adulto
Mediano, y no los días de trabajo, es la medida
común del Valor... De ahí Por qué valoré una
Cabaña Irlandesa como el número de días de ali­
mento que gastó en ella su constructor». En otras
palabras, su valor está determinado por la suma de
los salarios pagados al constructor90.

90 Ibíd., pp. 181-182. Por «día de alimento» Petty quiere decir el ali­
mento necesario para la subsistencia de un día. Las palabras
«Mediano» no estaba incluida en la cita de este pasaje por
Rubin, pero se ha reinsertado aquí por su importancia para el
razonamiento de Petty y evidencia la genuina perspicacia de
Petty sobre la cuestión del trabajo socialmente necesario. En el
pasaje inmediatamente anterior al que cita Rubin, dice Petty:
«Que algunos Hombres coman más que otros no tiene impor­
tancia, pues por un día de alimentos entendemos 1/100 partes
de lo que 100 hombres, de todas las clases y tamaños, comen
para Vivir, Trabajar y Generar. Y tampoco im porta que la pro­
ducción de un día de alimentos de una clase requiera más tra­
bajo que la de otra clase, pues entendemos los alimentos más
fácilmente obtenidos de los respectivos Países del Mundo».
7. U EVOLUCIÓN DE LA TEORÍA DEL VALOR. WILLIAM PETTY 129

Vemos por tanto que hay una gran disparidad y


contradicción entre estas dos concepciones de Petty.
Antes estaba hablando de valor de cambio-, ahora le
interesa el valor de uso. Antes era el trabajo lo que
consideraba la fuente del valor; ahora son el trabajo y
la tierra. Antes dedujo el valor de la tierra (o, para ser
más exactos, el precio de la tierra) del trabajo-, ahora
está buscando «una paridad entre la tierra y el tra­
bajo». Antes, tomó como medida del valor la canti­
dad de trabajo; ahora toma el «valor del trabajo», es
decir, los salarios. Antes determinó la magnitud de la
renta de la tierra restando los medios de consumo del
trabajador (es decir, los salarios) del producto total;
ahora llega a estos salarios deduciendo la renta de
ese producto. Si puede considerarse a Petty, con jus­
ticia, como el padre de la teoría laboral del valor,
también se lo puede considerar como el iniciador de
los errores y contradicciones básicos en la formula­
ción de la misma que al pensamiento económico le
costó doscientos años superar. En una u otra
variante, estos errores fundamentales -la confusión
del valor de cambio con el valor de uso, la búsqueda
de una ecuación entre la tierra y el trabajo, y la con­
fusión entre la cantidad de trabajo y el «valor del tra­
bajo»- se repitieron en la literatura posterior,
incluida la de los economistas ingleses cuyos escritos
llenaron el periodo de casi 100 años que separa la
actividad de Petty de los trabajos de Adam Smith.
Pasemos ahora brevemente al pensamiento de
Locke, Cantillon y James Steuart.
130 LOS MERCANTILISTAS

Para Locke, la fuente del valor es el trabajo, aun­


que entendiendo por valor la riqueza material o
valor de uso. «La naturaleza y la tierra sólo propor­
cionan los materiales que son menos valiosos en sí
mismos»91, es decir, sin la asistencia del trabajo
humano. ¡Qué gran contraste entre esos productos
naturales de la naturaleza y los productos modifica­
dos por el trabajo humano! El trabajo es el origen del
gran incremento de la riqueza de las naciones
modernas. «Creo que será un cómputo modesto
decir que, de los productos de la tierra útiles para la
vida humana, nueve décimas partes son resultado
del trabajo»92. «Pues cualquier pan es más valioso
que las bellotas, el vino más que el agua, o las telas o
la seda más que las hojas, las pieles o el musgo, es
decir, se deben completamente al trabajo y a la indus­
tria»93. El trabajo es la fuente primaria del valor de
uso de la mercancía; como hemos visto, sin embargo,
su valor de cambio, en opinión de Locke, se deter­
mina por la ley de la oferta y la demanda.
Con Cantillon94 (que murió en 1734) nos encon­
tramos nuevamente con la confusión entre el valor

91 Locke, Two Treatises o f Civil Government [Dos tratados sobre el


gobierno civil], edición Everyman (Londres, J. M. Dent e hijos,
1962), p. 138.
92 Ibíd., p. 136.
93 Ibíd., p. 137.
94 [Nota de Rubin] Su Essai sur la nature du commerce en général
[Ensayo sobre la naturaleza del comercio en general] apareció en
1755, después de la muerte de su autor. [La edición francesa de
7. LA EVOLUCIÓN DE LA TEORIA DEL VALOR. WILLIAM PETTY 131

de cambio y el valor de uso, así como con un nuevo


intento de deducir el valor a partir de la tierra y el
trabajo. «La tierra es el Origen de la Materia de la
que se produce la Riqueza. El Trabajo del hombre es
la forma que la produce: y la Riqueza en sí misma no
es nada sino el Mantenimiento, Comodidades y
Superfluidades de la Vida»95. Como se crea a partir
de la tierra y el trabajo, «el precio o valor intrínseco
de una cosa es la medida de la cantidad de Tierra y
Trabajo que entran en su producción»96. Cantillon
estaba claramente influido por Petty, y en vez de
detenerse en la simple determinación del valor por la
tierra y el trabajo, intenta encontrar una ecuación
entre los dos elementos. No estaba satisfecho con la
solución de Petty, que, como hemos visto, por una

la obra de Cantillon apareció bajo el nombre de Richard Canti­


llon, y fue reimpresa en Ámsterdam en una edición de 1756 (la
edición que cita Marx en el volumen I de El capital). Una edi­
ción inglesa, publicada como The Analysis o f Trade, Commerce,
etc., by Philip Cantillon, late o fth e City o f London, Merchant
[Nota del editor inglés: El análisis del comercio, el intercambio,
etc., por Philip Cantillon, fallecido en la ciudad de Londres, mer­
cader] apareció en 1759. Aunque la edición francesa afirma ser
una traducción del original inglés, Marx observa que tanto la
fecha de la edición inglesa como el hecho de que contuviera
revisiones sustanciales de la francesa hacen que esto sea imposi­
ble. Véase El capital, vol. I (edición Penguin), p. 697],
95 Richard Cantillon, Essai sur la nature du commerce en general,
editado con una traducción inglesa y otro material por Henry
Higgs (Londres, Macmillan & Co., para la Royal Economic
Society, 1931), p. 3.
96 Ibíd., p. 29.
132 LOS MERCANTILISTAS

parte reduce «el valor de la tierra» al trabajo, y por


otra parte señala la subsistencia diaria de un hombre
(la ración de alimentos) como el denominador
común entre el «valor de la tierra» (renta) y el «valor
del trabajo» (salarios). Cantillon, como precursor de
los fisiócratas, concede la primacía a la tierra y se
esfuerza por reducir el valor del trabajo del trabaja­
dor al valor de la parcela de tierra que sería sufi­
ciente para alimentarlos a él y a su familia. Así, «el
valor intrínseco de cualquier cosa puede medirse
por la cantidad de Tierra usada en su producción y
la cantidad de Trabajo que entra en ella; en otras
palabras, por la cantidad de Tierra cuyo producto se
destina a quienes la han trabajado»97. Partiendo de
las erróneas ideas de Petty, Cantillon se aleja todavía
más de una correcta formulación de la teoría laboral
del valor. Más aun, para reducir «el valor de la tie­
rra» al trabajo, establece en cambio una igualdad
entre el trabajo humano y una determinada superfi­
cie de tierra.
Finalmente, James Steuart98; encontramos tam­
bién en él la misma confusión entre valor de cambio
y valor de uso. En un producto de trabajo dado (es
decir, un valor de uso), Steuart distingue entre su
sustrato material, dado por la naturaleza, y la modi­
ficación que en él realiza el trabajo humano. Aunque

97 Ibíd., p. 41.
98 [Nota de Rubin] Véase el comienzo de este capítulo. Sobre su
teoría del dinero, véase el final del capítulo 8.
7. LA EVOLUCIÓN DE LA TEORÍA DEL VALOR. WILLIAM PETTY 133

pueda parecer extraño, llama «valor intrínseco»


[intrinsic worth] a la materia natural de la que se crea
el producto. El «valor intrínseco» de un jarrón de
plata es la materia prima (la plata) a partir de la cual
se ha elaborado. Su modificación por el trabajo del
trabajador que elaboró el jarrón es su «valor útil».
«Dos cosas merecen aquí nuestra atención. Primero,
la simple sustancia, o producción de la naturaleza; la
otra, la modificación [preobrazovanie - transforma­
ción, I. R.], o trabajo del hombre. A la primera la lla­
maré valor intrínseco; a la otra, valor útil... El valor
de la segunda debe estimarse según el trabajo que ha
costado producirla»99. Lo que Steaurt tenía en
mente, por tanto, es el trabajo útil concreto que crea
el valor de uso y da «forma a alguna sustancia que ha
vuelto útil, ornamental o, en resumen, apta para el
hombre, mediata o inmediatamente»100.
Por consiguiente, fue en la época mercantilista
cuando aparecieron, embrionariamente, las princi­
pales teorías del valor que iban a desempeñar un
papel importante en la historia del pensamiento eco­
nómico posterior: la teoría de la oferta y la
demanda, la teoría de la utilidad subjetiva, la teoría
de los costes de producción y la teoría laboral del
valor. De éstas, la teoría de la utilidad subjetiva no se
empleó en la ciencia económica con algún éxito

99 Steuart, Principies, edición de Skinner, vol. I, p. 312. Las itálicas


son de Steuart.
100 Ibid., vol. I, p. 312.
134 LOS MERCANTILISTAS

hasta la aparición de la Escuela Austríaca. De las


otras, fue la teoría laboral del valor la que mayor
impacto tuvo sobre la evolución posterior del pensa­
miento económico. A manos de Petty y sus seguido­
res, la teoría laboral del valor sufrió numerosas y fla­
grantes contradicciones, llegando Locke a ponerla al
mismo nivel que la teoría de la oferta y la demanda, y
Steuart al mismo plano que la teoría de los costes de
producción. La teoría laboral del valor debe su pro­
greso posterior a la Escuela Clásica y al socialismo
científico. Los herederos de Petty fueron Smith,
Ricardo, Rodbertus y Marx.
Capítulo 8
LA EVOLUCIÓN DE LA TEORÍA DEL DINERO.
DAVID HUME

En la herencia teórica del periodo mercantilista,


encontramos también, junto a los rudimentos de una
teoría laboral del valor, varios intentos de desarrollar
una teoría del dinero. Junto a las cuestiones relativas
a la balanza comercial, el problema del dinero era el
que más atraía la atención, dando nacimiento a una
extensa literatura; esto era así especialmente en las
ciudades italianas, donde existía una burguesía con
dinero más desarrollada y donde a la vez la circula­
ción monetaria se encontraba en un estado de cons­
tante confusión. Mientras que en Inglaterra apare­
cían muchos escritos con el título de «Un discurso
sobre el comercio», en Italia el título más tradicional
era «Un discurso sobre el dinero». Todas estas obras
se centraban en cuestiones de política económica:
prohibiciones a la exportación de dinero, envileci­
miento de la moneda y otros similares. El constante
envilecimiento de la moneda por los gobernantes
provocaba furiosos debates. Quienes defendían el
poder de los reyes y príncipes apoyaban su derecho a
reducir el contenido metálico de las monedas, argu­
mentando que el valor de las monedas lo determina,
no la cantidad de metal que contienen, sino su san­
136 LOS MERCANTILISTAS

ción estatal. «El dinero es valor creado por ley»,


escribía Nicholas Barbón101, un partidario de la teo­
ría «legal» o «estatal» del dinero. Los defensores de
la burguesía comercial (que sufría por las fluctuacio­
nes del valor de la moneda) defendían que se acuña­
ran monedas con un peso fijo. Los predecesores de
la teoría «metálica» del dinero aducían que la cons­
tante baja del contenido metálico de la moneda con­
ducía inevitablemente a una caída en su valor. Por
último, algunos autores proponían una solución de
compromiso, como la expresaba con claridad el
famoso John Law a comienzos del siglo XVIII. Según
la doctrina de Law, el valor de las monedas se com­
pone de dos partes: la primera, su «valor real»102, se
determina por el valor del metal que contiene; sin
embargo, tiene también un «valor adicional», que
procede del uso del metal en cuestión como dinero y
de la demanda adicional de dicho metal que genera
la fabricación de las monedas.
Como su finalidad era práctica, los debates y dis­
cusiones de los escritos mercantilistas sobre el
dinero son incoherentes e inconexos. Sólo a media­

101 [Nota de Rubin] Sobre Barbón, véase el capítulo anterior.


102 Rubin usa el término «valor intrínseco» (vnutrenyaya stoímost).
El término del propio Law aparece así: «La plata se cambiaba en
proporción al valor de uso que poseía, y por tanto en proporción
a su valor real. Por su adopción como dinero recibió un valor
adicional» (John Law: Considérations sur le numéraire et le com­
merce [Consideraciones sobre el numerario y el comercio], 1705,
citada por Marx en El capital, vol. I, p. 185).
8. LA EVOLUCIÓN DE LA TEORIA DEL DINERO. DAVID HUME 137

dos del siglo XVIII, cuando la literatura mercantilista


estaba en los últimos momentos de su declive,
encontramos exposiciones más acabadas de las dos
teorías que iban a desempeñar un papel tan impor­
tante en los escritos posteriores sobre el dinero,
incluso hasta nuestros días: la famosa teoría «cuanti­
tativa» del dinero, adelantada por David Hume, y
una teoría opuesta defendida por James Steuart.
David Hume (1711-1776) fue, además de un
célebre filósofo, un economista sobresaliente.
Mediante una ingeniosa y brillante crítica, sus
Essays, que aparecieron en 1753, dieron el golpe final
a las ideas mercantilistas. Por supuesto, como Hume
era un claro defensor del libre comercio en general,
no puede contarse entre los mercantilistas en ningún
sentido exacto del término. Lo más habitual es que
se le conceda, en la historia del pensamiento econó­
mico, un lugar intermedio entre los fisiócratas y
Adam Smith, de quien fue tanto un predecesor
directo como un amigo íntimo. Sin embargo, a fin de
dar más claridad a nuestra exposición, nos parece
legítimo considerar las obras de Hume en este libro,
que no sólo cubre la época en que las ideas mercan­
tilistas estaban en su cénit, sino también su declive.
Los problemas en los que se centraron los escri­
tos de Hume eran exactamente los mismos que se
habían discutido constantemente en los de los mer­
cantilistas, a saber, la balanza comercial, el tipo de
interés y el dinero. En su discusión de los dos prime­
ros temas, Hume destaca no tanto por su originali­
138 LOS MERCANTIUSTAS

dad como por la brillante exposición y la formula­


ción decisiva que dio a ideas que ya se habían expre­
sado con anterioridad, en concreto por North. Mien­
tras que a finales del siglo XVII la voz de North se
alzaba en solitario, lo que Hume estaba expresando
en su crítica al mercantilismo, a mediados del siglo
XVIII, eran las ideas generales de su época.
La muy crítica posición de Hume con la idea de
la balanza comercial deriva de su concepción gene­
ral del comercio. Para los mercantilistas, el objeto del
comercio internacional era proporcionar una ventaja
al país que comerciaba a expensas de los demás; en
cambio, para Hume, el comercio exterior consiste en
un intercambio mutuo de los diferentes productos
materiales elaborados por los distintos países gracias
a la diversidad de sus «genios, climas y suelos». Se
deduce de ello que una nación sólo puede vender a
otra sus productos excedentes si ésta posee a su vez
un producto excedente que ofrecer a cambio. «...Si
nuestros vecinos no disponen de artes o cultivos, no
pueden obtener [nuestras mercancías] porque no
tendrán nada que dar a cambio»103. Así, «un
aumento de la riqueza y el comercio en cualquier
nación, en vez de dañar, normalmente alienta la

103 David Hume: «Of the Jealousy of Trade» [De la envidia en el


comercio], en David Hume, Writings on Economics [Escritos
sobre economía], editado con una introducción de Eugene Rot-
wein (Maddison, Wisconsin, University of Wisconsin Press,
1970), p. 79.
8. LA EVOLUCIÓN DE LA TEORÍA DEL DINERO. DAVID HUME '3 9

riqueza y el comercio en todos sus vecinos»104. Cada


país está interesado en el desarrollo más extenso
posible del comercio internacional y en desembara­
zarse de los «innumerables obstáculos, obstruccio­
nes y aranceles que todas las naciones de Europa, y
ninguna más que Inglaterra, han levantado contra el
comercio por su desorbitado deseo de amasar
dinero... o por la aprensión enfermiza de per­
derlo»105. En el curso del comercio, los metales pre­
ciosos se distribuirán entre los países en proporción
a su «comercio, industria y población»106. Si la canti­
dad de dinero en metálico excede de su nivel normal,
saldrá del país; en la situación contraria, habrá una
entrada. Las medidas obligatorias para aumentar la
cantidad de dinero en un país son innecesarias.
Los mercantilistas defendían que un aumento en
la cantidad de dinero hace bajar el tipo de interés en
el país, estimulando con ello el comercio. El ensayo
de Hume «Del interés» se proponía refutar esas
ideas. El nivel del interés dependía, no de la abun­
dancia de metales preciosos, sino de los tres factores
siguientes: el volumen de la demanda de crédito, el
número de capitales libres y en busca de inversión, y

104 Ibíd., p. 78.


105 Hume: «Of the balance of trade» [De la balanza commercial], en
Rotwein, op. cit., p. 75. La cita que hace Rubin de este pasaje es
poco más que una paráfrasis; el original es el que hemos utili­
zado en el texto.
106 «Of the balance of trade», ibid.., p. 76.
140 LOS MERCANTILISTAS

el tamaño de los beneficios comerciales. «...El stock


mayor o menor de trabajo y mercancías [es decir, de
capital: I. R.] ha de tener una gran influencia; pues
real y efectivamente son ellos los que pedimos pres­
tados cuando tomamos dinero a interés». El tipo de
interés cae, no debido a una «mayor abundancia de
metales preciosos», sino por un aumento del
número de prestamistas que «disponen de ellos o los
tienen en propiedad». Gracias al incremento del
comercio, se acumulan capitales libres y aumenta el
número de prestamistas, a la vez que se produce una
baja en el beneficio comercial. Ambas cosas produ­
cen una rebaja en el tipo de interés. Puesto que el
mismo crecimiento del comercio que «hunde el inte­
rés adquiere normalmente una gran abundancia de
metales preciosos», la gente tiende a tomar errónea­
mente esto último como la causa del descenso del
tipo de interés. Sin embargo, el hecho es que ambos
fenómenos -la abundancia de dinero y el bajo tipo de
interés- están condicionados por el mismo factor: la
expansión del comercio y la industria107. Sobre la
cuestión del tipo de interés, Hume está desarrollando
ideas esbozadas por North; su aportación consiste en
la insistencia con que distingue entre capital y dinero,
y en su idea correcta de que el tipo de interés
depende del nivel de beneficios. Hume tiene a la vista
un sistema de relaciones crediticias más desarrollado

1 0 7 H u m e , « O f I n t e r e s t » , e n ib íd ., p p . 5 0 -5 6 .
8. LA EVOLUCIÓN DE LA TEORÍA DEL DINERO. DAVID HUME 141

del que tenían los mercantilistas ante sí: éstos habla­


ban normalmente del crédito al consumo, al que
recurrían sobre todo los terratenientes; sin embargo,
Hume tiene en mente el crédito productivo que se
dirige a comerciantes e industriales.
La parte más original del pensamiento econó­
mico de Hume es su teoría cuantitativa del dinero-,
esto también está íntimamente ligado a su polémica
contra los mercantilistas, que veían en el aumento de
la cantidad de dinero en metálico un poderoso estí­
mulo a la expansión del comercio y la industria. El
objetivo expreso de Hume era mostrar que incluso
un aumento prolongado en el volumen global de
dinero podría no aumentar en absoluto la riqueza
nacional y tener como único efecto un aumento uni­
versal de los precios de las mercancías. Así, la polé­
mica de Hume con los mercantilistas lo condujo a
una teoría «cuantitativa» del dinero, según la cual el
valor (o el poder de compra) del dinero está determi­
nado por su cantidad global.
Supongamos, dice Hume, que se dobla la canti­
dad de dinero en un país. ¿Significa esto un aumento
de su riqueza? En absoluto, pues son sus productos y
su trabajo lo que constituyen la riqueza del país. «El
dinero no es más que la representación del trabajo y
las mercancías, y sirve sólo como un método para
evaluarlos y estimarlos»108. Es una unidad de cuenta

108 H u m e , « O f M o n e y » , e n ibíd., p . 3 7 .
142 LOS MERCANTIUSTAS

condicional, un «instrumento sobre el que se han


puesto de acuerdo los hombres para facilitar el inter­
cambio de una mercancía por otra» y, en cuanto tal,
no tiene valor en sí mismo109. Al seguir a Locke para
afirmar que el dinero tiene «fundamentalmente un
valor ficticio»110, Hume se sitúa firmemente en el
terreno de la teoría nominalista del dinero, en oposi­
ción a la doctrina mercantilista de que sólo el dinero
(es decir, el oro y la plata) posee verdadero valor.
Obviamente, una vez que la unidad monetaria se
convierte en simple representante de un cierto
número de mercancías, cualquier aumento en la can­
tidad global de dinero (o disminución de la masa
general de mercancías) significa que cada unidad de
dinero de un país podrá adquirir menos mercancías.
«Parece una máxima casi evidente por sí misma que
los precios de cualquier cosa dependen de la propor­
ción entre las mercancías y el dinero, y que cualquier
alteración significativa de alguno de ellos tiene el
mismo efecto, bien hacer subir o bajar el precio: si
aumentan las mercancías, se vuelven más baratas; si
aumenta el dinero, su valor aumenta»111, y viceversa.
Un aumento en la cantidad de dinero -cuyo único
resultado es aumentar los precios de todas las mer­
cancías- es incapaz de aportar beneficio alguno al
país; desde el punto de vista del comercio internacio­

109 «Of Money», en ibíd., p. 33.


110 «Of Money», en ibíd., p. 48.
111 «Of Money», en ibíd., pp. 41-42.
8. LA EVOLUCIÓN DE LA TEORÍA DEL DINERO. DAVID HUME 143

nal, puede incluso ser perjudicial, pues, al hacer más


caras las mercancías, un país se vuelve menos compe­
titivo en el mercado mundial. Si se deja de lado el
comercio exterior, el efecto de un aumento en la can­
tidad de dinero no es ni bueno ni malo, lo mismo que
ocurre con el comerciante que lleva su contabilidad
en números árabes o romanos: que lo único que exige
lo segundo es un aumento del número de símbolos
necesarios para anotar el mismo número. «Puesto
que el dinero tiene básicamente un valor ficticio, que
sea más o menos abundante no tiene importancia si
consideramos una nación en cuanto tal; y, si una vez
fijada, la cantidad de dinero aumenta, no produce
otro efecto que obligar a todo el mundo a expresar en
un mayor número de esos brillantes pedazos de metal
los vestidos, los muebles o el equipaje»112.
Un precursor de Hume en el desarrollo de la teo­
ría cuantitativa del dinero fue el famoso autor fran­
cés Montesquieu (1689-1755), autor de la obra De
l’espritdes lois113. Montesquieu defendía una relación

112 «Of Money», en ibíd., p. 48.


113 [Nota de Rubín] Una versión embrionaria de la teoría cuantita­
tiva del dinero se encuentra ya en el siglo XVI en los escritos del
francés Bodino y del italiano Davanzati. Bodino fue el primero
que afirmó que la caída en el valor del dinero se debía, no sim­
plemente al envilecimiento de la moneda, sino también a la
entrada de grandes masas de oro y plata de América [J. Bodin,
Discours sur le rehaussement et diminution des monnoyes [Dis­
curso sobre el alza y disminución de las monedas], Paris, 1578:
Nota del traductor].
144 LOS MERCANTILISTAS

puramente mecánica entre la cantidad de dinero de


un país y el nivel de los precios de sus mercancías: si,
por ejemplo, se duplica la cantidad de dinero, el
resultado es que los precios saltan al doble. La tarea
que se impuso Hume fue describir el proceso econó­
mico mediante el cual los cambios en la cantidad de
dinero ejercían su efecto sobre los precios de las
mercancías. Así es como describe este proceso:
«Supongamos un conjunto de industriales o merca­
deres que han obtenido ingresos en oro y plata por
bienes que han enviado a Cádiz114. Tendrán por tanto
capacidad de emplear ahora a más trabajadores que
no sueñan en pedir mayores salarios sino que están
felices de ser contratados por tales empleadores. Si
los trabajadores escasean, el industrial paga mayores
salarios, pero en primer lugar requiere un aumento
en el trabajo, a lo que se somete fácilmente el opera­
rio, que ahora puede comer y beber mejor para com­
pensar su esfuerzo y fatiga adicionales. Lleva su
dinero al mercado, donde encuentra todo al mismo
precio que antes, pero vuelve de él con una cantidad
mayor de cosas de mejor calidad para uso de su
familia. El agricultor y el hortelano, viendo que ven­
den todas sus mercancías, se aplican con ganas a cul­
tivar más; y al mismo tiempo se pueden permitir
demandar más y mejores ropas de sus comerciantes,
cuyo precio es el mismo que antes, pero que ven

114 [Nota de Rubín] Es decir, a España, que poseía las ricas minas de
plata y oro de América.
8. LA EVOLUCIÓN DE LA TEORÍA DEL DINERO. DAVID HUME 145

cómo se estimula su industria con las nuevas ganan­


cias. Es fácil seguir al dinero en su progreso a través
de la sociedad, y veremos que primero aumentará la
diligencia de cada individuo antes de aumentar el
precio del trabajo»115.
De esta manera, si un grupo de comerciantes se
hace con la posesión de una suma mayor de dinero,
esto aumentará su demanda de ciertas mercancías y
hará aumentar gradualmente su precio. Los vende­
dores de este último grupo de mercancías a su vez
harán una mayor demanda de otras mercancías,
cuyo precio también se elevará finalmente. De esta
forma, la mayor demanda estimulada por un creci­
miento de la cantidad de dinero se extenderá de un
grupo de mercancías a otro, conduciendo gradual­
mente a un aumento general del nivel de precios, o
disminución del valor de la unidad monetaria. «Al
principio, no se percibe alteración alguna; el precio
aumenta gradualmente, primero de una mercancía,
luego de otra, hasta que finalmente todos llegan a
una proporción justa con la nueva cantidad de
dinero que hay en el reino»116.
Al esforzarse por describir la influencia que una
cantidad creciente de dinero y de demanda ejerce
sobre las motivaciones y conductas de los producto­
res (por una parte animándolos a expandir su pro-

115 «Of Money», en ibíd., p. 38.


116 «Of Money», en ibíd., p. 38.
14 6 LOS MERCANTILISTAS

ducción, por otra aumentando su demanda de otras


mercancías), Hume liberó a la teoría cuantitativa del
dinero de la forma ingenuamente mecánica que
Montesquieu le había dado, preparando el terreno
para nuevas variantes psicológicas de la teoría. Sin
embargo, al hacer esto Hume introducía en ella un
matiz importante: el aumento en el precio de las
mercancías que sigue a un aumento en la cantidad
de dinero no es un fenómeno rápido, sino que se
produce a lo largo de un periodo que puede llegar a
ser muy prolongado, afectando a las diferentes mer­
cancías en momentos diferentes. Hume impuso otra
limitación importante a su teoría: «...Los precios no
dependen tanto de la cantidad absoluta de mercan­
cías y de dinero que hay en una nación, cuanto de las
mercancías que llegan o pueden llegar al mercado y
del dinero que circula. Si las monedas están encerra­
das en cofres, para los precios es igual que si no exis­
tieran; si las mercancías se atesoran en tiendas y gra­
neros, se produce el mismo efecto. Puesto que en
estos casos el dinero y las mercancías no llegan a
encontrase, no pueden afectarse mutuamente»117.
La teoría monetaria de Hume es a su vez una reac­
ción contra el concepto mercantilista de dinero, y una
generalización teórica de losfenómenos de aumentos
generales de precios ocurridos en Europa durante la
«revolución de los precios» de los siglos XVI y XVII

117 « O f M o n e y » , e n ibíd., p . 4 2 .
8. LA EVOLUCIÓN DE LA TEORÍA DEL DINERO. DAVID HUME 147

(cuando hubo una entrada masiva de plata y oro pro­


cedente de América). No obstante, Hume no se dio
cuenta de una circunstancia crucial: simultáneamente
con el enorme incremento de la cantidad de metales
preciosos en Europa, se estaba produciendo una
rápida caída en su valor, al irse abriendo las ricas
minas de América y produciéndose mejoras técnicas
en su extracción y procesamiento (el descubrimiento a
mediados del siglo XVI del proceso de amalgama de la
plata con el mercurio disminuyó los costes de produc­
ción de forma importante). La caída que esto produjo
en el valor de los metales preciosos, junto al simultá­
neo y rápido crecimiento de la economía monetaria y
de la masa de mercancías que llegaba al mercado, exi­
gían una masa de dinero mucho mayor que antes,
demanda que fue satisfecha con la entrada de la plata y
el oro americanos. Las «revoluciones de precios» de
los siglos XVI y XVII no podían explicarse, por tanto,
como un simple efecto del aumento de la cantidad de
dinero: el hecho de que estuvieran subiendo los pre­
cios de las mercancías reflejaba una disminución del
valor de los propios metales preciosos. La concepción
nominalista del dinero como simple símbolo y sin
valor en sí mismo, salvo un valor «ficticio» que deriva
de y se altera con las fluctuaciones de la cantidad de
dinero, demostró ser profundamente errónea al ser
aplicada al dinero metálico.
Sin abundar en las demás limitaciones de la teo­
ría cuantitativa (que ignora la velocidad de rotación
del dinero, el rol del dinero crediticio, etc.), hay que
148 LOS MERCANTILISTAS

decir que el propio Hume introdujo correcciones en


la teoría que abrieron el camino para su superación.
Pues hemos visto que fue Hume quien reconoció que
cuando se duplica la cantidad de dinero en un país,
de uno hasta dos millones de rublos, el millón adicio­
nal podría acumularse en «cofres» como tesoro, en
cuyo caso «la cantidad de dinero en circulación»
seguiría siendo la misma, un millón de rublos, y no se
seguiría de ello ninguna subida de los precios. La
duplicación del dinero nacional no daría lugar a un
alza de los precios mercantiles ya que parte de esa
masa de dinero quedaría fuera de la circulación. Pero
si esto es así, se plantea la cuestión de qué es lo que
determina la cantidad de dinero que entra en la cir­
culación. Evidentemente, son las demandas de la cir­
culación mercantil, que dependen a su vez de la masa
de mercancías y de sus precios (dependiendo éstos
del valor de las mercancías y del valor de los metales
preciosos que funcionan como dinero). Por tanto, es
imposible afirmar que la cantidad de dinero en circu­
lación determina los precios de las mercancías-, al
contrario, son las demandas de la circulación mer­
cantil -que incluyen los precios de las mercancías- lo
que determina la cantidad de dinero en circulación.
Ésta era la posición que defendía, a mediados del
siglo XVIII, James Steuart, a quien ya nos hemos
encontrado antes118. En cuestiones de política econó­

118 [Nota de Rubín] Véase el capítulo 7.


8. LA EVOLUCIÓN DE LA TEORIA DEL DINERO. DAVID HUME 149

mica, Steuart (cuyo trabajo apareció en 1767) era un


portavoz tardío de las opiniones mercantilistas, y en
este sentido está bastante por detrás de Hume en
cuanto a comprensión de las necesidades de su pro­
pia época. Sin embargo, su vinculación con las ideas
mercantilistas lo protegía del error nominalista de
ver en el dinero nada más que un símbolo. En su
oposición a la teoría cuantitativa del dinero, Steuart
defiende que el nivel de los precios mercantiles
depende de causas distintas de la cantidad de dinero
que existe dentro un país. «‘El precio normal de cual­
quier cosa’ está determinado por ‘el complicado fun­
cionamiento de la demanda y la competencia’, que
‘no mantiene ninguna proporción determinada con
la cantidad de oro y plata en el país’»119. «Dejemos,

119 Rubín presenta esta frase como si la estuviera citando directa­


mente de Steuart. De hecho, la cita a partir de Marx, A Contribu-
tion o f Political Economy (London, Lawrence & Wishart, 1970),
p. 166, donde Marx parafrasea a su vez a Steuart combinando
elementos de diferentes frases del capítulo XXVIII del Libro II de
los Principies (edición de Skinner, p. 344 y pp. 341-342, respecti­
vamente): «He mantenido el principio de que es el complicado
funcionamiento de la demanda y la competencia lo que deter­
mina el precio normal de cualquier cosa» (p. 344). «Concluyo a
partir de esto que sólo pueden determinarse los precios norma­
les de los productos de primera necesidad en los países indus­
triales; y como en ellos concurren muchas circunstancias para
hacerlos mayores o menores que en otros sitios, se sigue que no
guardan en cuanto tales ninguna proporción determinada con la
cantidad de oro y plata del país...» (pp. 341-342). La frase que
hemos dado en el texto inglés se cita a partir de Marx; las frases
citadas por Steuart aparecen como una doble cita.
150 LOS MERCANTILISTAS

por tanto, que el dinero de un país aumente o dismi­


nuya, en la proporción que se quiera: aun así, los
precios de las mercancías subirán o bajarán según
los principios de la demanda y la competencia; y
éstos dependerán constantemente de las inclinacio­
nes de quienes tienen propiedad o cualquier clase de
equivalente que ofrecer; pero nunca de la cantidad
de moneda que poseen»120. El volumen de la circula­
ción mercantil y los precios de las mercancías son
los que determinan cuánto dinero se demanda en la
circulación. «Son pues el estado del comercio, las
manufacturas, los modos de vida y el gasto habitual
de los habitantes, tomados en su conjunto, los que
regulan y determinan lo que podemos llamar la
demanda de la masa de dinero en metálico...»121 «La
circulación de cada país... debe estar siempre en pro­
porción a la industria de sus habitantes que produce
las mercancías que llegan al mercado... Por tanto, si
la moneda de un país cae por debajo de la proporción
del producto industrial que se ofrece a la venta..., se
recurrirá a invenciones, como el dinero simbólico,
para proporcionarle un equivalente. Pero si la
moneda se encuentra por encima de esa proporción
de la industria, no tendrá el efecto de elevar los pre­
cios ni entrará en la circulación: se acumulará en
tesoros... Cualquiera que sea la cantidad de dinero

120 Steuart, Principies (ed. de Skinner), vol. II, p. 345. Itálicas de


Steuart.
121 Steuart, Principies, citado en Marx, Critique, pp. 165-166.
8. LA EVOLUCIÓN DE LA TEORIA DEL DINERO. DAVID HUME 151

en cualquier país, en correspondencia con el resto


del mundo, nunca estará en circulación más que la
cantidad más o menos proporcional al consumo de
los ricos y al trabajo e industria de [sus] habitantes
pobres»122.
Steuart niega, por tanto, que los precios de las
mercancías dependan de la cantidad de dinero en
circulación; al contrario, es la cantidad de dinero en
circulación la que es determinada por las demandas
de la circulación mercantil, incluido el nivel de los
precios mercantiles. Tomando la masa total de dinero
de un país, una parte entra en la circulación-, lo que
está por encima de lo que requiere la circulación
queda fuera de ésta, ya sea para ser acumulada como
tesoro (reservas) o como artículos de lujo. Si
aumenta la demanda de dinero de la circulación
mercantil, parte del tesoro se pone en circulación; en
la situación contraria, saldrá dinero de la circulación.
Las ideas avanzadas por Steuart en oposición a la
teoría cuantitativa fueron desarrolladas en el siglo
XIX por Tooke123, y posteriormente por Marx. Estas

122 Steuart, Principies (ed. de Skinner), vol. II, p. 350. Itálicas de


Steuart.
123 La obra principal de Tooke fue su History o f Prices, and o f the
State of the Circulation, from 1839 to 1847 inclusive. [Thomas
Tooke, 1774-1858. Rubin cita la obra como A History o f Prices
(1838-1857). Había una edición anterior del tratado de Tooke
(London, 1838), con el mismo título, que sólo cubría elperiodo
1793-1837. También una edición posterior, en coautoría con
William Newmarch (1820-1822), A History o f Prices, and o f the
152 LOS MERCANTILISTAS

dos teorías -la teoría cuantitativa de Hume, por una


parte, y la doctrina de Steuart, por otra- representan
de forma brillante las dos tendencias básicas en la
teoría de la circulación monetaria que, aún hoy,
luchan por la supremacía en la ciencia económica.

State o f the Circulation during the Nine Years 1848-1856; sus dos
volúmenes constituyen los volúmenes V y VI de History o f Prices
from 1792 to the Present Time (London, 1857). No hemos
encontrado ninguna referencia a una edición para los años que
cita Rubin. La edición que se menciona aquí fue publicada en
Londres en 1848: Nota del Traductor].
ÍN D IC E A N A L ÍT IC O

Acumulación originaria de capital Cantidad de dinero en circulación


91 25,148, 151
África 23 Cantillon, Richard 110,129,131-2
Agricultura 46, 59-60, 93,105,124 Capital industrial 44
Alberto el Grande 110 Child, Josiah 84,104
Alemania 23, 27, 55 Clase obrera 56
Amberes 36, 38 Colbert, Jean-Baptiste 46
América 23-5,43,143-4,147 Colón, Cristóbal 23
Aristocracia feudal 23,46 Colonias [ver Staples]
Aristóteles 51 Comercio
Armada Invencible 43 colonial 24-5, 91
Arrendatarios 27 interior 28, 38, 92
Artesanía gremial 20, 22, 26, 28-9, monopolista 24, 38
44, 59 Compañía Holandesa de las
Artículos de subsistencia 49 Indias Orientales 24
Asia Menor 23 Compañía Inglesa de las Indias
Augsburgo 23 Orientales 25, 77
Aventureros del Comercio [ver Compañías (comerciales) 24, 53-
Merchant Adventurers] 4,91,112,115
Bacon, Francis 109 Comprador a gran escala 29, 31
Barbón, Nicholas 110, 114, 136 Condillac, Étienne Bonnot de 114
Barshchina 20 Constantinopla 23
Beneficio por la venta 92, 116-7 Corvée [corvea] 20, 27
Berkeley, George 110 Costes de producción 115-7,133-
Bodino, Juan [Jean Bodin] 143 4, 147
Brujas 36, 38 Cottage industry [industria rural]
Burguesía 31-3, 44, 46, 52, 55, 57, 30,44
59-60, 74,135 Cromwell, Oliver 46
comercial 26, 30-2, 44, 46, 49, Culpeper, Thomas 133
52, 56, 90-1,103, 136 DAvenant, Charles 84
financiera 59 Davanzati, Bernardo 143
industrial 46, 49,103 Dominio feudal 20, 22
mercantil 31,33, 53-4,56,58, 89 Economía
Cádiz 144 esclavista 51
Caeteris paribus 120 monetaria 22, 25, 27, 52, 89-91,
Cambistas reales 67 93, 147
Cameralista 55 natural 52, 89-90, 93
154 LOS MERCANTILISTAS

regional 19, 22, 31 Italia 23, 27, 29, 35,135


Egipto 23 Justo precio (justum pretium) 111
Engels, Friedrich 6-7, 79 King, Gregory 118
Escolásticos 51,110 Law, John 136
Escuela Clásica 55, 94,134 Levante 22-3
España 24-5, 42-3, 144 Ley
Estados Unidos de América 43 de Gresham 66
Estatutos de los Empleados 37, 39 de hierro de los salarios 62
Europa occidental 19, 22 de King 118
Factoría 36,42 de la Navegación (Navigation
Feudalismo 51 Act) 46, 81, 85
Flandes 29, 40, 42 Libre comercio 89, 97, 100, 102,
Francia 42, 46 106-7,137
Galiani, Ferdinando 114 Liga Hanseática 23
Gama, Vasco de 23 Lille 38
Génova 23 Locke, John 104, 106, 110, 112-4,
Graciano 51 129-30,134,142
Graunt, John 118,123 Malynes, Gerard de 74-5
Gremio 21,110 Mar
Gresham, Thomas 66 Báltico 23
Hales, John 68-9, 71-4, 81 del Norte 23
Hamburgo 42 Marx, Karl 5-7, 10-5, 68, 79, 92,
Hobbes, Thomas 109 131, 134,136,149-51
Holanda 24-5, 35,41-3, 65,104 Materias primas 22, 35, 40, 43,
Huésped (comerciante) 37 45-6, 48, 59,70-2, 74, 82, 84
Hull, Charles Henry 61, 93, 120, McCulloch, John R. 57-8, 79-80,
127 98,105
Hume, David 5,106,110,135ss. Mediterráneo 23,42
India 23-4,42-3,77-9,82,86-7,92 Méjico 25
Indolencia de los trabajadores 60 Mendigos y vagabundos 30, 59
Industria Merchant Adventurers 41
doméstica 31,40 Milles, Thomas 74-5
exportadora 44-5 Misselden, Edgard 56, 74-5
nacional 46,48, 72, 74, 82 Monarquía absoluta 32
rural [ver cottage industry] Monopolio 24, 38, 41-2, 46, 49,
textil 29-30, 35,40-1 75, 84, 91,115
Inglaterra 24-9, 35-46, 55, 65-8, Montesquieu, Charles Louis de
70,72-4, 77-9, 81-2, 84, 86,102, Secondat, Barón de 143,146
114,117,120,123,135,139 Moro, Tomás 28
Intercambio de no equivalentes 92 Mun, Thomas 5, 57-9, 77ss., 97,
Intermediarios 29 102
ÍNDICE ANALÍTICO 155

Navigation Act [Ley de la Navega­ Socialismo científico 134


ción] 46 Stafford, William 68, 72-4, 81
Newmarch, William 151 Staples [colonias] 38-41, 43, 75,
Norteamérica 43 77
North, Dudley 5, 97ss., 110, 138, Steuart, James 5, 116-7, 129,132-
140 4,137,148-52
Núremberg 23 Subsidios / desgravaciones fis­
Oriente 20, 22-3, 77 cales 49
Paridad entre la tierra y el trabajo Tawney, Richard H, 52
(Petty) 127,129 Tax farming 32
Perú 25,120 Teoría cuantitativa del dinero
Petty, William 5, 60-1, 93, 104, 141, 143,146,149
106-7,109-34 Teoría laboral del valor 5, 95,110,
Platón 51 117, 119-20,126,129, 132-5
Portugal 24, 42-3 Terratenientes 27, 31, 44, 48, 56,
Precio natural 119-20 58-60, 69, 91, 103,141
Precios fijos 49,110 Tesoro del Estado 33, 36, 39, 57,
Preobrazovanie 133 69, 80, 85-7, 148,151
Proteccionismo 33m 45 Tierras comunales 27
agresivo 74 Tipo de cambio 53, 65-7, 73-5, 80,
defensivo 74 88
Renta de la tierra 19, 106, 121-2, Tipo de interés 48, 59, 97, 103-4,
124-5, 129 123,125-6,137,139-40
Revolución de los precios (siglo Tomás de Aquino 51,110
XVI) 26,146 Tooke, Thomas 151
Ricardo, David 15,134 Turgot, Anne Robert Jacques 114
Rodbertus, Johann Karl 134 Utilidad 114
Rusia 6, 20, 27 abstracta 114
Saint-Omer 38 concreta 115
Salarios 26, 30, 37, 60-2, 69, 116, subjetiva 113,115,133
119,121,128-9,132, 144 Valor
Señor feudal 19-20 de cambio 89-90, 94-5, 98, 102,
Shakespeare, William 68 113,129-30,132
Sistema de balanza de la tierra 124,129,132
comercial 33, 40, 48 facial (monedas) 66
monetaria 33, 39-40,44, 48 ficticio 142
Smith, Adam 62, 89, 106, 112, intrínseco 131-3
129,134,137 Venecia 23,42
ÍN D IC E

PRESENTACIÓN, por Diego G uerrero ..................................5


B i o g r a f í a .........................................................................................................6
B i b l i o g r a f í a ...................................................................................................11

Isaac ílich Rubín


[ h is to r ia d el p e n s a m ie n to ECONÓMICO. VOLUMEN 1]

LOS MERCANTILISTAS
1. La época del capital mercantil....................................19
2. Capital mercantil y política mercantilista en Inglaterra
en los siglos XVI y XVII.............................................. 35
3. Características generales de la literatura mercantilista . 51

4. Los primeros mercantilistas ingleses..........................65


5. La doctrina mercantilista en su apogeo. Thomas Mun . 77

6. La reacción contra el mercantilismo. Dudley North . . 97


7. La evolución de la teoría del valor. William Petty . . . 109

8. La evolución de la teoría del dinero. David Hume . . . 135

I n d ic e a n a l í t i c o ............................................................153

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