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Grupos y Lo Grupal
Grupos y Lo Grupal
“La idea de una ciencia de los grupos todavía no hace reír. Cuando llegue el momento de la
carcajada, la risa reirá de cualquier saber que pretenda alcanzar los secretos del poder, del amor, del
deseo. Lo grupal se desprende de las obligaciones epistemológicas (tener un objeto formal
abstracto) con el filo de lo neutro. No podría haber técnica de lo que vive sin acontecer y que, si
acontece, adviene por única vez”. (M. Percia, 2015)
La dinámica de grupos surge en la década del 30’ con Kurt Lewin. En un mundo azotado
por totalitarismos y fascismos, insistía la inquietud por comprender cómo eran posibles
aquellos fenómenos sociales, a qué dinámicas responden y cómo se podía intervenir sobre
ellos. Preguntas de la ciencia; de lenguajes positivistas que dominaban el sentido común de
la época.
Se pensó en el grupo como pequeña muestra que podría develar lo que acontece a mayor
escala socialmente, con la intención de desarrollar técnicas y teorías que permitan influir
sobre esos fenómenos. Se pensaba a los grupos como laboratorios del estar en común.
Algunos nombres que escriben en esta publicación: Marie Langer, Eduardo Pavlovsky,
Gregorio Baremblitt, Hernan Kesselman, Fernando Ulloa, Armando Bauleo, José Bleger, por
nombrar sólo algunas de las escrituras que se hacen presentes en estas páginas.
Se lee en esta publicación, la intención de cuestionar, no para destruir, sino para sacudir al
psicoanálisis. Arrancarlo del amodorramiento del diván privado, de los lobbys institucionales
y los protocolos de aplicación, y revitalizarlo en tanto práctica política disponible para
transformar la vida. Sacarlo de los consultorios a las calles; a los hospitales, a los lugares
donde llaman sufrimientos olvidados por las matrices de pensamiento uniformizante del
sentido común.
III) Lo Grupal: 1983-1993
“Lo Grupal” es el nombre de una publicación que consta de 10 volúmenes entre 1983-1993,
en los albores de la democracia, luego de los años del terror de Estado.
Algunxs de las inquietudes que participaron de esa publicación: Juan Carlos de Brasi;
Eduardo Pavlovsky; Fidel Moccio; Fernando Ulloa; Marie Langer; Marcelo Percia; Ana María
Fernandez; Emilio Rodrigué; Gregorio Baremblitt, entre muchas otras inquietudes que han
escrito en estos volúmenes.
Percia llama tendencia de aplicación a aquellas prácticas grupalistas que aplicaban los
conceptos y categorías psicoanalíticas tradicionales como mero traspaso de nociones como
“psiquismo”, “complejos”, “edipos”, “transferencias” a la lógica del grupo. Se trata de
corrientes psicoanalíticas no dispuestas a revisar sus teorías y dogmas y aplicarlas
acríticamente, cual “alumno aplicado”, sobre el acontecer grupal. “El psicoanálisis se
presenta como un dogma que sólo se interesa por salvar su orden” (Marcelo Percia, 1989).
Por otro lado, se nombra como tendencia de desvío, a aquellas inquietudes que deciden
cuestionar los parámetros institucionales impuesto por la APA (Asociación Psicoanalítica
Argentina) a las prácticas psicoanalíticas, fracturando y desertando de esta institución. Se
cuestiona la apoliticidad del psicoanálisis hegemónico. Se impulsa abandonar el ámbito
privado para “ocupar espacios públicos”. Se piensan prácticas grupales como modos de
transformación social.
Salir del consultorio; alojar dolores sociales, ha obligado a replantear las prácticas clínicas,
impulsando la invención de intervenciones, allí donde no estaban conceptualizadas.
“No servía la trasposición mecánica de unos dispositivos ideados para otras realidades.
Instalarse en el espacio público obligó a dar respuesta en situaciones inéditas: familias,
parejas, grupos de padres, grupos terapéuticos, grupos de prevención, grupos diagnósticos,
grupos de reflexión de trabajadores de la salud”. (Marcelo Percia, 1989)
Lo Grupal consistió, entonces, en una publicación que alojó intenciones de cuestionar los
modos de “hacer clínica” anquilosados de la época, e impulsar prácticas que atiendan
dolores sociales, ocupando espacios públicos, poniendo al psicoanálisis a pensar con otras
disciplinas, modos de transformación social.
“No los grupos como sujeto, sino lo grupal como movimientos sin representación, como potencia
incapturable siempre por advenir más allá de lo existente”. (M. Percia, “Lo grupal, políticas de lo
neutro”, 2015)
Juan Carlos De Brasi (2003), en “Notas mínimas para una arquelogía grupal” nombra como
“grupología” a aquellas pretensiones empiristas que intentan tejer una ciencia del estar en
común. Lengua científica que se pretende objetiva y captura al estar en común como objeto
de estudio sobre el que se puede teorizar y planificar técnicas y estrategias para intervenir
sobre él, como si se tratara de una unidad controlable, predecible, clasificable.
Si el grupo se presenta como totalidad, unificada bajo cierta pertenencia identitaria, sobre la
que se suponen estados de ánimo, “complejos”, fantasmas, cual si se tratara de un
“psiquismo colectivo”; lo grupal se presenta como clave para pensar hilvanes entre
proximidades que se saben efímeros, múltiples, sin pretensiones de unificar ni totalizar. Lo
grupal, pensado como “acontecer blanco” (J.C. De Brasi), desaferrado de las figuras
totalizantes que supone el grupo.
El neutro “lo”, se propone como astucia que intenta desustancializar esa totalidad ficcional
que pensamientos tradicionales llaman grupo.
Lo grupal se presenta, entonces, como contraseña para alojar “eso” que la totalización
grupo pretende negar con la ilusión de unidad: la distancia en la cercanía; la multiplicidad de
intensidades en tensión; la simultaneidad de intenciones; inquietudes; sentires; temblores
disímiles que el grupo precisa acallar bajo la fábula de “consenso” o “unanimidad” para
preservar la ficción de sí.
“Lo grupal respira en cercanías efímeras que toman distancia un segundo antes de que una
voz diga nosotros, somos un grupo”. (M. Percia, “Lo grupal, políticas de lo neutro”, 2015)
Los grupos se presentan como escenarios en los que se actúan roles, máscaras,
estereotipos.
Enrique Pichon-Riviere (1971) pensaba que los roles no corresponden a una individualidad.
Se presentan como máscaras que se mantienen “vacantes” a la espera de que
sensibilidades las habiten. A su vez, estas máscaras o roles son performativos, en tanto
sugieren modos de actuar, sentir, pensar, y mediante su “puesta en acto”, producen efectos
materiales en las sensibilidades que los asumen.