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La teoría creacionista

Las primeras teorías sobre el origen de la vida la adjudicaban a la voluntad divina.

Las primeras explicaciones que el ser humano se planteó respecto al origen no ya de la vida
solamente, sino también del universo, partían de su concepción religiosa del
cosmos. Según este punto de vista, existían deidades antiguas, creadoras, mantenedoras
y destructoras del universo, responsables de la creación de todo lo que existe y en
especial de los seres vivos, entre los cuales el ser humano ocupaba el lugar del hijo favorito.

Este abordaje se halla contenido a su manera en todos los grandes textos religiosos, como la
Biblia, el Corán, el Talmud, el Popol-Vuh, etcétera. En ellos, uno o varios dioses eran los
encargados de crear a la humanidad a partir de elementos inanimados, como el barro, el
maíz o la arcilla.

Al contrario de lo que podría pensarse, semejante punto de vista fue sostenido hasta
prácticamente la Edad Moderna, por las grandes religiones monoteístas y sus respectivas
iglesias, entre las cuales la Iglesia Católica jugó siempre un rol central en Occidente.

Según el dogma cristiano, la vida en la Tierra fue creada por Dios a lo largo de los siete
días que demoró en hacer el universo todo por voluntad propia. Así creó también al ser
humano: Adán, hecho de barro a su imagen y semejanza, y Eva, creada a partir de una
costilla de Adán. Dios creó sus cuerpos y creó sus almas, y les permitió reproducirse para
poblar y trabajar la Tierra, convirtiéndolos en señores del resto de los seres vivientes.

La generación espontánea

La teoría de la generación espontánea se basaba en la observación de materia orgánica.

La teoría de la generación espontánea surgió a medida que un pensamiento materialista y


menos guiado por la ortodoxia religiosa cristiana se imponía en Occidente, luego del
colapso del mundo feudal del Medioevo.

Sus raíces, sin embargo, se pueden hallar ya en diversos filósofos y naturalistas de la


antigüedad, como Aristóteles (384-322 a. C.), pero sus principales defensores fueron
pensadores como René Descartes (1596-1650), Francis Bacon (1561-1626), Isaac Newton
(1643-1727) y el naturalista belga Jean Baptista van Helmont (1580-1644).

Según esta teoría, la vida se originaba constantemente en la Tierra, de manera


espontánea, o sea, por sí misma, a partir de sustancias de desecho y excreciones, como el
sudor, la orina, el excremento y la materia orgánica en descomposición.

Inicialmente esta teoría explicaba así la aparición de moscas, piojos, escorpiones y ratas y
otros animales considerados pestes o plagas. Después fue confrontada con el hecho de que
dichos animales se reproducían y ponían huevos.
Además, a partir de los primeros descubrimientos en materia evolutiva, la teoría de la
generación espontánea sostuvo que sólo los microorganismos se generaban
espontáneamente, y a partir de ellos evolucionaba el resto de la vida.

La generación espontánea fue difícil de rebatir por la ciencia, ya que en el fondo era una
teoría que podía compaginarse con el creacionismo: si la vida aparecía espontáneamente,
podría decirse que era la mano invisible de Dios la que lo hacía posible.

Recién con los experimentos de Pasteur fue posible refutar esta teoría. Este químico
francés demostró la existencia de microorganismos en el aire que contaminaban las
sustancias y las hacían fermentar. Así se comprendió la imposibilidad de que la vida se
generara mágicamente.

La teoría panspérmica

La teoría de la panspermia sostiene que la vida proviene del espacio exterior.

Se conoce así a la teoría que propone que la vida tiene un origen extraterrestre. Fue una
explicación surgida a finales del siglo XIX, y que intentó responder a las dificultades para
explicar el tránsito químico entre materia inanimada y viviente (lo que el creacionismo
atribuía al “aliento divino” que insuflaba la vida).

Para ello, esta teoría afirma que la materia orgánica habría llegado al planeta en un cometa,
meteorito o algún otro tipo de transporte espacial, ya sea accidental (panspermia natural) o
voluntario (panspermia dirigida).

Esta postura ha sido muy criticada porque no responde realmente a la pregunta sobre
el origen de la vida, sino que desplaza la interrogante hacia el espacio desconocido.

Además, no responde a cómo pudieron los microorganismos originales sobrevivir a las


crueles condiciones del espacio exterior, si bien es cierto que algunas especies bacterianas
podrían “revivirse” en condiciones idóneas, luego de haber estado sometidas a rigores
medioambientales.

Esta teoría fue apoyada por el biólogo alemán Hermann Richter (1808-1876), el astrónomo
británico Fred Hoyle (1915-2001) y especialmente el científico sueco Svante August
Arrhenius (1859-1927), quien la popularizó al ganar el Premio Nobel de Química en 1903.

La teoría de Oparín

Los coacervados eran burbujas de membrana semipermeable, semejantes a proto-células.

A partir de los trabajos de Alexandr Oparin y de la comprensión del ADN y de los


mecanismos de la herencia genética, las teorías sobre el origen de la vida se guían por un
marco científico, especialmente bioquímico y geoquímico.
Las teorías científicas proponen la vida como resultado de una serie compleja e
impredecible de reacciones químicas inorgánicas que permitieron el paulatino
surgimiento de las primeras y primitivas formas de vida celular.

Oparin en su El origen de la vida en la Tierra explicaba que los mares primitivos del
planeta eran una sopa cálida de sustancias orgánicas e inorgánicas, que iban vinculándose
entre sí para formar compuestos cada vez más complejos y voluminosos.

Así se llegó eventualmente a la aparición de los coacervados: burbujas de sustancias


primitivas que permitían a través de su membrana el paso de las sustancias deseadas y
mantenían por fuera a las indeseadas, en una suerte de proto-célula.

A pesar de su obvia importancia para la creación de un modelo científico posterior, las


teorías de Oparin, sustentadas en la teoría de la evolución de Darwin y su selección natural,
fallaban en explicar los mecanismos mediante los cuales ocurrió el tránsito entre las formas
orgánicas pero inanimadas de compuestos, y las primeras formas de vida como tal.

En años sucesivos se desarrollaron diversas hipótesis científicas al respecto:

 Hipótesis del Mundo de ARN. Según esta postura, la creación de los genes fue el
primer paso hacia la vida, porque permite transmitir a las generaciones venideras la
complejidad alcanzada.
 Hipótesis del Mundo de hierro-sulfuro. Supone que ese primer paso es la creación
de un metabolismo para sistematizar la absorción de sustancias energéticas.

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