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LA IGLESIA

Queridos hermanas, ¡buenos días!


Vemos que hoy, en este retiro fueron valientes:
¡enhorabuena!
"Creo en la Iglesia una, santa, católica...". Hoy
hacemos una pausa para reflexionar sobre esta
indicación: le decimos católica. En primer lugar: ¿qué
significa católico? Deriva del girego "kath'olòn" que
significa "de acuerdo con el conjunto", la totalidad.
¿En qué sentido esta totalidad se aplica a toda la
Iglesia? ¿En qué sentido decimos que la Iglesia es
católica? Yo diría que en tres sentidos básicos.

1. El primero. La Iglesia es católica porque es el


espacio, la casa en la que se anuncia la fe entera, en la
que la salvación que Cristo nos trajo se ofrece a todos.
La Iglesia nos hace encontrarnos con la misericordia
de Dios que nos transforma, porque en ella está
presente Jesucristo, que le da la verdadera confesión
de fe, la plenitud de la vida sacramental, la
autenticidad del ministerio ordenado. En la Iglesia
cada uno de nosotros encuentra lo que es necesario
para creer, para vivir como cristianos, para ser santos,
para caminar en todo lugar y en cada época.
Por poner un ejemplo, podemos decir que es
como en la vida familiar; en familia a cada uno de
nosotros se nos fue dado todo lo que nos permite
crecer, madurar, vivir. No se puede hacer crecer solo,
no se puede caminar solo, aislándose, sino que se
camina y se crece en una comunidad, en una familia.
¡Y lo mismo ocurre en la Iglesia! En la Iglesia podemos
escuchar la Palabra de Dios, con la seguridad de que
es el mensaje que el Señor nos ha dado; en la Iglesia
podemos encontrar al Señor en los sacramentos que
son las ventanas abiertas por donde se nos da la luz
de Dios, los arroyos de los cuales recogemos la vida
misma de Dios; en la Iglesia aprendemos a vivir la
comunión, el amor que viene de Dios. Cada uno de
nosotros puede preguntarse hoy:

¿Cómo vivo en la Iglesia? Cuando voy a la iglesia,


es como si fuera al estadio, a un partido de fútbol?
¿Es como si estuviera en el cine? No, es otra cosa.
¿Cómo voy a la iglesia? ¿Cómo acojo los dones que la
Iglesia me da, para crecer, para madurar como
cristiano? Participo en la vida de comunidad o voy a la
iglesia y me encierro en mis problemas aislándome
del otro? En este primer sentido, la Iglesia es católica
porque es la casa de todos. Todos son hijos de la
Iglesia y todos están en esta casa.

2. Un segundo significado: la Iglesia es católica


porque es universal, se extiende por todo el mundo y
proclama el Evangelio a todos los hombres y mujeres.
La Iglesia no es un grupo de elite, no solo para unos
pocos. La Iglesia no tiene límites, es enviada a todas
las personas, a toda la humanidad. Y la única Iglesia
está presente incluso en las partes más pequeñas de
la misma. Todo el mundo puede decir: en mi
parroquia está presente la Iglesia Católica, porque
también esa parte de la Iglesia universal, también esta
tiene la plenitud de los dones de Cristo, la fe, los
sacramentos, el ministerio; está en comunión con el
obispo, con el papa y está abierta a todos, sin
distinción. La Iglesia no está solo a la sombra de
nuestro campanario, sino que abarca una gran
variedad de gente, de pueblos que profesan la misma
fe, se nutren de la misma Eucaristía, son atendidos
por los mismos pastores. ¡Sentirse en comunión con
toda la Iglesia, con toda la comunidad católica grande
y pequeña de todo el mundo! ¡Esto es hermoso! Y
luego sentir que todos estamos en misión, pequeñas
o grandes comunidades, todos tenemos que abrir
nuestras puertas y salir por el evangelio.
Preguntémonos entonces: ¿qué estoy haciendo para
comunicar a los demás la alegría del encuentro con el
Señor, la alegría de pertenecer a la Iglesia? Proclamar
y dar testimonio de la fe no es una cuestión de unos
pocos, tiene que ver también conmigo, contigo, ¡con
cada uno de nosotros!

3. Una tercera y última reflexión: la Iglesia es católica,


porque es la "casa de la armonía", donde la unidad y
la diversidad hábilmente combinan entre sí para ser
riqueza. Pensemos en la imagen de la sinfonía, que
significa acuerdo, armonía, diferentes instrumentos
que tocan juntos; cada uno conserva su timbre
inconfundible y sus características de sonido se unen
por algo en común. Luego está el que guía, el director,
y en la sinfonía que se ejecuta todos suenan juntos
en "armonía", pero no se borra el timbre de cada
instrumento; ¡la peculiaridad de cada uno, de hecho,
es aprovechada al máximo!
Es una bella imagen que nos dice que la Iglesia es
como una gran orquesta en la que hay variedad. No
todos somos iguales y no debemos ser todos iguales.
Todos somos diversos, diferentes, cada uno con sus
propias cualidades. Y esa es la belleza de la Iglesia:
cada uno trae lo propio, lo que Dios le dio, para
enriquecer a los demás. Y entre los que la componen
hay esta diversidad, pero es una diversidad que no
entra en conflicto, no se opone; es una variedad que
se deja fundir en armonía por el Espíritu Santo; Él es
el verdadero "Maestro", él mismo es armonía. Y aquí
nos preguntamos: ¿en nuestras comunidades vivimos
en armonía o peleamos entre nosotros? En mi
parroquia, en mi movimiento, donde soy parte de la
Iglesia, ¿hay chismes? Si hay chismes no hay armonía,
sino una lucha. Y esta no es la Iglesia. La Iglesia es la
armonía de todos: ¡nunca hablar mal entre sí, nunca
pelear!
Aceptamos al uno y al otro, se acepta que exista
una justa variedad, que esto sea diferente, que
aquello se piense de una forma u otra –incluso en la
misma fe se puede pensar de otra manera-- ¿o
tendemos a estandarizar todo? Porque la uniformidad
mata la vida. La vida de la Iglesia es variedad, y
cuando queremos imponer esta uniformidad sobre
todos matamos los dones del Espíritu Santo. Oremos
al Espíritu Santo, que es el autor de esta unidad en la
variedad, de esta armonía, para que nos haga cada
vez más "católicos", es decir, ¡en esta Iglesia que es
católica y universal!

UNA, SANTA, CATÓLICA Y APOSTÓLICA

1. IDEAS IMPORTANTES

A través de los Apóstoles, nos remontamos a Jesús


mismo. Entre el Hijo de Dios encarnado y su Iglesia
existe una misteriosa e inseparable continuidad.
La Iglesia es una: tiene un solo Señor; confiesa una
sola fe, nace de un solo Bautismo, forma un solo
Cuerpo.

La Iglesia es santa: Dios santísimo es su autor; Cristo,


su Esposo, se entregó por ella para santificarla; el
Espíritu de santidad la vivifica.

La Iglesia es católica porque ha sido enviada por


Cristo en misión a la totalidad del género humano.
Por eso ha de extenderse por todo el mundo.

Es apostólica porque guarda y transmite el depósito


de la fe, es decir, las palabras oídas a los Apóstoles.

2. CATEQUESIS

La unión de Cristo con su Iglesia.


La Iglesia se constituyó sobre el fundamento de
los Apóstoles como comunidad de fe, esperanza y
caridad. A través de los Apóstoles, nos remontamos a
Jesús mismo. Por ello, enseña el Papa Benedicto XVI,
que es del todo incompatible con la intención de
Cristo un eslogan que estuvo de moda hace algunos
años y que todavía podemos escuchar: “Jesús sí,
Iglesia no”. Este Jesús individualista es un Jesús de
fantasía. No podemos tener a Jesús prescindiendo de
la realidad que él ha creado y en la cual se nos
comunica. Entre el Hijo de Dios encarnado y su Iglesia
existe una misteriosa e inseparable continuidad, en
virtud de la cual Cristo está presente hoy en su
pueblo. “Esta es la única Iglesia de Cristo, de la que
confesamos en el Credo que es una, santa, católica y
apostólica” (CCE 811).

Las cuatro notas de la Iglesia.


La Iglesia es una: tiene un solo Señor; confiesa
una sola fe, nace de un solo Bautismo, forma un solo
Cuerpo, vivificado por un solo Espíritu, orientado a
una única esperanza, a cuyo término se superarán
todas las divisiones. “Desde el principio, esta Iglesia
una se presenta, no obstante, con una gran diversidad
que procede a la vez de la variedad de los dones de
Dios y de la multiplicidad de las personas que los
reciben…La gran riqueza de esta diversidad no se
opone a la unidad de la Iglesia. No obstante, el
pecado y el peso de sus consecuencias amenazan sin
cesar el don de la unidad” (CAT 814)

La Iglesia es santa: Dios santísimo es su autor;


Cristo, su Esposo, se entregó por ella para santificarla;
el Espíritu de santidad la vivifica. En los santos brilla su
santidad; en María es ya la enteramente santa. La
Iglesia “es santa aunque abarque en su seno
pecadores; porque ella no goza de otra vida que de la
vida de la gracia; sus miembros, ciertamente, si se
alimentan de esta vida, se santifican; si se apartan de
ella, contraen pecados y manchas del alma, que
impiden que la santidad de ella se difunda radiante”
(Pablo VI).

La Iglesia es católica porque ha sido enviada por


Cristo en misión a la totalidad del género humano (cf
Mt 28, 19). “Todos los hombres están invitados al
Pueblo de Dios. Por eso este pueblo, uno y único, ha
de extenderse por todo el mundo a través de todos
los siglos, para que así se cumpla el designio de Dios,
que en el principio creó una única naturaleza humana
y decidió reunir a sus hijos dispersos [...] Este carácter
de universalidad, que distingue al pueblo de Dios, es
un don del mismo Señor. Gracias a este carácter, la
Iglesia Católica tiende siempre y eficazmente a reunir
a la humanidad entera con todos sus valores bajo
Cristo como Cabeza, en la unidad de su Espíritu” (LG
13).
La Iglesia es apostólica porque está fundada
sobre los Apóstoles, testigos de la vida, enseñanza,
muerte y resurrección de Jesucristo, y enviados por él
a todo el mundo. Es también apostólica porque
guarda y transmite, con la ayuda del Espíritu Santo, el
depósito de la fe, es decir, las palabras oídas a los
Apóstoles. Finalmente, “sigue siendo enseñada,
santificada y dirigida por los Apóstoles hasta la vuelta
de Cristo gracias a aquellos que les suceden en su
ministerio pastoral: el colegio de los obispos, al que
asisten los presbíteros juntamente con el sucesor de
Pedro y Sumo Pastor de la Iglesia" (CAT 857).

El testimonio de San Ireneo de Lyon

San Ireneo, ya en el siglo II, expreso


admirablemente el vínculo entre unidad y catolicidad
de la Iglesia: “La Iglesia recibió esta predicación y esta
fe, y, extendida por toda la tierra, la custodia con
esmero como si habitara en una sola familia.
Conserva una misma fe, como si tuviera una sola alma
y un solo corazón, y la predica, enseña y transmite
con una misma voz, como si no tuviese sino una sola
boca. Ciertamente son diversas las lenguas, según las
diversas regiones, pero la fuerza de la tradición es
una y la misma /…/ Así como el sol, que es una
criatura de Dios, es uno y el mismo en todo el mundo,
así también la luz de la predicación de la verdad brilla
en todas partes e ilumina a todos los seres humanos
que quieren venir al conocimiento de la verdad.

LA VOCACIÓN A LA SANTIDAD EN LA IGLESIA


1. IDEAS IMPORTANTES
“Ésta es la voluntad de Dios, vuestra santificación” (1
Ts 4, 3)
Todos los cristianos, de cualquier clase o condición,
están llamados a la plenitud de la vida cristiana.
Los caminos de la santidad son múltiples y adecuados
a la vocación de cada uno.
Caminos hacia la santidad: lectura orante de la
Palabra de Dios, adoración eucarística, confesión
sacramental, eucaristía dominical y caridad con el
prójimo.
2. CATEQUESIS
La universal llamada a la santidad.
La santidad es propiamente hablando una
cualidad que sólo corresponde a Dios. Sólo Dios es
santo, en el sentido originario de la palabra. Cualquier
otra santidad deriva de él, es una participación en su
modo de ser. El concilio Vaticano II dedica todo el
capítulo quinto de la Constitución sobre la Iglesia a la
santidad a la que todos sus miembros deben tender.
Nos dice que en la Iglesia “todos, lo mismo quienes
pertenecen a la Jerarquía que los apacentados por
ella, están llamados a la santidad, según aquello del
Apóstol: «Ésta es la voluntad de Dios, vuestra
santificación» (1 Ts 4, 3). Esta santidad de la Iglesia se
manifiesta y sin cesar debe manifestarse en los frutos
de gracia que el Espíritu produce en los fieles /.../ Por
ello, todos los cristianos, de cualquier clase o
condición, están llamados a la plenitud de la vida
cristiana y a la perfección del amor” (LG 39).
Los distintos caminos hacia la santidad.
En continuidad con la enseñanza del concilio, el
Papa Juan Pablo II concretó todavía más: “si el
Bautismo es una verdadera entrada en la santidad de
Dios por medio de la inserción en Cristo y la
inhabitación de su Espíritu, sería un contrasentido
contentarse con una vida mediocre, vivida según una
ética minimalista y una religiosidad superficial.
Preguntar a un catecúmeno, « ¿quieres recibir el
Bautismo? », significa al mismo tiempo preguntarle, «
¿quieres ser santo? » Significa ponerle en el camino
del Sermón de la Montaña: « Sed perfectos como
vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt 5,48). Como
el Concilio mismo explicó, este ideal de perfección no
ha de ser malentendido, como si implicase una
especie de vida extraordinaria, practicable sólo por
algunos « genios » de la santidad. Los caminos de la
santidad son múltiples y adecuados a la vocación de
cada uno” (NMI 31).
En cualquier caso, cuando el creyente entra en
relación profunda con Dios, no puede contentarse con
vivir de modo mediocre y una religiosidad superficial.
Pero, aunque la santidad es una sola, pues consiste en
caminar hacia Dios por el camino de la fe viva, que
engendra la esperanza y obra por la caridad, cada uno
debe encontrarse con Dios según su propio estado de
vida y las particulares circunstancias en las que
transcurre su existencia.
Caminos hacia la santidad.
Muchas son los caminos que pueden ir
conduciéndonos hacia una vida santa. Por su
importancia podemos señalar cinco, propuestos por
el papa Benedicto XVI en repetidas ocasiones:
. Lectura orante de la Palabra de Dios. “La Palabra de
Dios está en la base de toda espiritualidad
auténticamente cristiana /.../ La “lectio divina”
(lectura divina) es verdaderamente capaz de abrir al
fiel no sólo el tesoro de la Palabra de Dios sino
también de crear el encuentro con Cristo, Palabra
divina y viviente”. Se comienza por la lectura del
texto, sigue luego la meditación. A continuación, se
responde a Dios por la oración y se termina con la
aplicación a nuestra vida.
. La adoración eucarística. “Si el cristianismo ha de
distinguirse en nuestro tiempo sobre todo por el arte
de la oración, ¿cómo no sentir una renovada
necesidad de estar largos ratos de conversación
espiritual, en adoración silenciosa, en actitud de
amor, ante Cristo presente en el Santísimo
Sacramento?”.
. La confesión sacramental. “Los pecados que
cometemos nos alejan de Dios /.../ En el sacramento
de la Penitencia, Cristo crucificado y resucitado,
mediante sus ministros, nos purifica con su
misericordia infinita, nos restituye a la comunión con
el Padre celestial y con los hermanos, y nos da su
amor, su alegría y su paz”.
. La Eucaristía dominical. “Cada domingo y cada
Eucaristía es un encuentro personal con Cristo. Al
escuchar la Palabra divina, el corazón arde porque es
él quien la explica y proclama. Cuando en la Eucaristía
se parte el pan, es a él a quien se recibe
personalmente. La Eucaristía es el alimento
indispensable para la vida del discípulo de Cristo”.
. La caridad para con el prójimo. “El amor —caritas—
siempre será necesario, incluso en la sociedad más
justa. Siempre habrá sufrimiento que necesite
consuelo y ayuda. Siempre habrá soledad. Siempre se
darán también situaciones de necesidad material en
las que es indispensable una ayuda que muestre un
amor concreto al prójimo”.
LA COMUNIDAD DE LOS SEGUIDORES DE JESUS
"Dice Jesús: donde estén dos o más reunidos en mi
nombre, allí estoy yo en medio de ellos".
El hombre ha sido puesto en la tierra:
- para vivir con otros = convivir,
- para comunicarse,
- para formar una gran familia con todos,
- para enriquecer a los demás con su aportación y
enriquecerse con la de los otros.
También los que creen en Jesús viven su fe en
comunidad.
Así la comunidad cristiana se convierte en el lugar
privilegiado del encuentro con Cristo y con los
hermanos, en el lugar de la vivencia cristiana.
La comunidad cristiana
Es un grupo de creyentes que quieren:
- vivir
-compartir,
- anunciarse fe en Cristo Jesús.
Y al mismo tiempo, un grupo de hermanos que:
- se reúne,
- dialoga
- comparte,
- crece,
- se desarrolla.
El rostro humano de la comunidad cristiana
Como grupo humano, algunos aspectos
fundamentales en la comunidad cristiana son:
a.- sentido de pertenencia
-sin este sentido, sólo hay un conglomerado de
personas.
- La pertenencia supone:
* vinculación clara y decidida a las actividades y
compromisos del grupo;
* Participación, corresponsabilidad e identificación
con el grupo.
- La pertenencia exige el paso:
* del individualismo a la comunión;
* del egoísmo al amor;
* de la "comunidad para mí" al "yo para la
comunidad".
b.- verdaderas relaciones interpersonales
- La comunicación y el diálogo favorecen el encuentro
entre personas.
- Una comunidad no es un equipo de trabajo o un
grupo de personas que "hacen cosas".
- Los momentos de crisis en la comunidad pueden
ayudar:
* Al robustecimiento interior
* A la clarificación
* A la fidelidad
* Al fortalecimiento de la identidad y del
compromisos.
- Las relaciones superficiales son síntoma de la
comunidad superficial.
- La falta de comunicación lleva, normalmente, a la
desintegración de la comunidad.
c.- Las personas, por encima de todo
- La comunidad es lugar de crecimiento, de madurez y
de realización de la persona.
- La comunidad debe ser capaz de dar respuesta a las
necesidades más serias de cada persona, a pesar de
sus limitaciones.
Originalidad de la comunidad cristiana
El rostro humano de la Comunidad cristiana es
semejante al de otras comunidades. Su originalidad
reside en dos ejes fundamentales:
a.- La presencia misteriosa de Jesús en medio de los
que se reúnen en su nombre
- Esa presencia fue ya experimentada desde el
principio, por la primitiva comunidad, en la
proclamación de la Palabra, en la Fracción del Pan, en
la oración.
La presencia de Jesús es el punto de unificación de la
Comunidad cristiana; la une y la impulsa a dar
testimonio.
- La Iglesia surge, cuando se reúnen hombres y
mujeres dispuestos a seguir a Jesús. Es toda una
llamada a la comunidad de vida con Jesús, para
comunicar su misión de salvación.
-Jesús no dirige su mensaje al individuo, de manera
aislada, sino al Pueblo, y a las personas dentro del
pueblo.
b.- Al servicio del Evangelio, de la Buena Noticia.
- La comunidad cristiana es la seguidora de la obra de
Jesús. Él la llama y la reúne para que sea anunciadora.
Pertenece a la originalidad de la comunidad cristiana
el ser evangelizadora.
- Pero esta comunidad es evangelizadora porque ella
misma es evangelizada. Ella acoge la Buena Noticia
para comunicarla a todos.
- Sólo quien acoge el Reino de Dios puede vivirlo y
construirlo. Quien ha sido evangelizado, evangeliza;
porque la evangelización comienza con el testimonio
de una vida auténticamente cristiana.
- Hoy especialmente, los jóvenes piden vida, más que
palabras.
- Lo importante no es decirles quién es Jesús, de un
modo teórico, sino quién es para nosotros y qué
significa en nuestras vidas.
- Se necesitan menos "maestros" y más "testigos".
- La comunidad cristiana se va haciendo, día a día, se
va construyendo mediante la Reconciliación y la
Eucaristía, consciente de que el Espíritu Santo es
quien va cincelando, en el silencio, la figura de Jesús
en la Comunidad y en el corazón de cada creyente.
Finalmente, quiero terminar con un mensaje del Papa
Francisco dirigido a los jóvenes: “Me han pedido una
palabra de esperanza, la que tengo para darles se
llama Jesucristo. Cuando todo parezca pesado,
cuando parezca que se nos viene el mundo arriba,
abracen su cruz, abrácenlo a Él y, por favor, nunca se
suelten de su mano, por favor, nunca se aparten de
Él. Porque de su mano es posible vivir a fondo, de su
mano es posible creer que vale la pena dar lo mejor
de sí, ser fermento, sal y luz en medio de sus amigos,
de sus barrios, de su comunidad. Por eso, queridos
amigos, de la mano de Jesús les pido que no se dejen
excluir, no se dejen desvalorizar, no se dejen tratar
como mercancía. Es cierto, capaz que no tendrán el
último carro en la puerta, no tendrán los bolsillos
llenos de plata, pero tendrán algo que nadie nunca
podrá sacarles que es la experiencia de sentirse
amados, abrazados y acompañados. Es la experiencia
de sentirse familia, de sentirse comunidad.
Hoy el Señor los sigue llamando, los sigue
convocando, al igual que lo hizo con el indio Juan
Diego. Los invita a construir un santuario. Un
santuario que no es un lugar físico, sino una
comunidad, un santuario llamado parroquia, un
santuario llamado Nación. La comunidad, la familia, el
sentirnos ciudadanos, es uno de los principales
antídotos contra todo lo que nos amenaza, porque
nos hace sentir parte de esta gran familia de Dios. No
para refugiarnos, no para encerrarnos, al contrario,
para salir a invitar a otros; para salir a anunciar a otros
que ser joven es la mayor riqueza y por lo tanto, no
puede ser sacrificada”.

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