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¿Que es la teoría de la simetría?

La “simetría del niño con el adulto” es un cambio psíquico estructural de las


nuevas generaciones de niños y jóvenes, que también afecta en menor medida a
los adultos, y todavía se desconoce a nivel social. Sin embargo hace fracasar
nuestros modelos tradicionales de autoridad ya que hoy nos encontramos con un
niño y un joven que desconoce la autoridad, que desde que nace se siente “en
paridad con el adulto” lo cual modifica y afecta radicalmente el paradigma
educativo a nivel escolar y familiar.

Se trata de un cambio en las características de la primera identificación con sus


padres. Como , ya no existe la interferencia del miedo y la distancia de anteriores
modelos de crianza hoy el niño desde que nace, merced a sus neuronas espejo
(Rissollatti, G, 1996) – copia masivamente a sus padres como si estuviera frente a
un espejo. A partir de allí queda ubicado en un lugar de paridad con el adulto,
confiando en su propio criterio más que en el criterio de sus padres. Por eso la
autoridad de padres y maestros se tiene que revalidar todos los días.

Pero a la vez no se termina de separar o individuar suficientemente sino que


permanece como formando parte de un todo con sus padres, disponiendo en
muchísimos casos de su tiempo, de su energía, de sus recursos, como si todo
fuera de ellos, como si todo les perteneciera, esperando al mismo tiempo la
complacencia y correspondencia total. No se conocen ni se internalizan los límites
y las limitaciones propias ni tampoco las ajenas, por eso es tan intensa la
intolerancia a la frustración y la hiperexigencia. Esta falta de separación hace
mucho más difícil encontrar la propia identidad vocacional, profesional, y en
general retarda los procesos de maduración e independencia.

Por este fenómeno de mimetización masiva con los padres hay tantos niños que
hablan, piensan y sienten como adultos. Pueden ser muy independientes y captar
muchísima información sin censura ya que carecen de represión. Por eso hay
tantos sobredotados y a la vez tantos niños con dificultades de adaptación. Por un
lado se pueden hacer cargo de situaciones y emociones que no les corresponden
y por otro se sienten mortificados y devaluados en su posición de paridad cuando
los padres u otros adultos les dicen lo que tienen que hacer. Esto genera un
permanente cortocircuito en la comunicación cotidiana y también en el plano
educativo.
La paridad psíquica del niño y joven con el adulto modifica totalmente el
paradigma de autoridad establecido y hace mucho más difícil la contención y la
puesta de límites .

La principal dificultad que trae la simetría es que los niños copian a sus padres
pero no los internalizan como figuras protectoras y por eso quedan solos por
dentro librados a sus propios temores e inseguridades y a su propia autoexigencia
ya que la palabra de los padres al no estar jerarquizada no funciona como
contención.

DIMENSIONES Y EFECTOS DE LA SIMETRIA

Primera dimensión: Copia o mimetización con el adulto

Es la copia o mimetización masiva que hacen los niños de la forma de hablar,


pensar y actuar de los adultos, que los lleva a confundirse con ellos y a tomar
como propias sus roles y funciones, sus emociones, rasgos, deseos insatisfechos,
así como las historias y situaciones traumáticas no resueltas tanto de sus padres
como de generaciones anteriores.

Uno de los principales efectos de la mimetización masiva del niño con sus padres
es que cree ser un adulto con todas sus capacidades, sin percibir las limitaciones
y falta de recursos que su edad madurativa y cronológica le impone. O sea los
niños entienden que pueden mandar igual que lo hacen los adultos, que nada les
falta para ejercer ese poder, ni edad, ni estatura, ni maduración, ni experiencia.
Desde su perspectiva, si los padres pueden mandar ellos también pueden hacerlo.
La más importante de las consecuencias de esta confusión es que, al sentirse
adulto, el niño cree que ya no necesita cuidado ni protección de sus padres, lo que
lo pone en un lugar de autoabastecimiento imaginario, de soledad y de
desprotección. La otra gran consecuencia es la tendencia a preocuparse,
angustiarse y hacerse cargo de múltiples situaciones que no les corresponden.
Los niños piensan que pueden ocupar el lugar de sus padres, cuidarlos,
controlarlos, sermonearlos, educar a sus hermanos y amiguitos y también ocupar
el lugar de sus maestros.

Debido a la característica de estrictez que caracteriza a los niños, los rasgos de


los adultos aparecen potenciados, exagerados, y son puestos en evidencia
muchas veces a través de síntomas sobre los que los padres hacen consultas con
frecuencia. Estos coinciden la mayoría de las veces con características
problemáticas o conflictivas de los adultos con los cuales se convive y producen
sufrimiento, pero que no han sido suficientemente identificadas o tratadas.
Asimismo, se mimetizan con las historias y situaciones traumáticas no resueltas
que se traspasan mucho más directamente ahora de padres a hijos en función de
la simetría como cambio de la subjetividad. Por ello se requiere un abordaje
terapéutico vincular-familiar en el tratamiento de niños y jóvenes y también de los
adultos. (Ver Instituto de terapia vincular-familiar. :Que es la terapia vincular-
familiar)

Segunda dimensión. Paridad con el adulto

El niño no solo se mimetiza con las frases y actitudes del adulto hasta confundirse
con él, sino que esta misma copia masiva le genera un efecto imaginario de
igualdad. El niño no reconoce diferencias, se siente un igual, con los mismos
derechos y atribuciones que el adulto, se equipara totalmente con él.

Así, desde este lugar de paridad en que queda ubicado, no registra ni internaliza
suficientemente la diferencia grande-chico, y por el contrario confía en su propio
saber. Esto complica profundamente el proceso educativo y de crianza puesto que
los niños no reconocen la palabra del adulto como calificada sino como un criterio
dentro de otros. Esa certeza del niño en su propio criterio hace que el adulto deba
validar su autoridad constantemente, lo que pone en crisis el paradigma educativo
y de autoridad conocido hasta ahora.

No es lo mismo contener, educar y colocar los límites a un niño que reconoce la


diferencia con el adulto, que tiene internalizada una jerarquía grande-chico en su
cabeza, que a uno que confía en su propio criterio y esto lo pone totalmente a la
pa

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