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Miradas Del Arte
Miradas Del Arte
Introducción
El presente trabajo presenta serie de reflexiones sobre el arte desde una
perspectiva no muy frecuente. En general, cuando se habla del arte, se lo aborda desde el
punto de vista estético o desde el tipo de producción que le es propio. Sin descuidar estos
aspectos que son esenciales, nuestro estudio encara el tema desde el mundo histórico-
cultural en el que han nacido, desarrollado y fenecido ideas y valoraciones de las distintas
artes. Es una mirada que se arraiga en la experiencia del arte, tal como se hace patente
tanto en el artista como en el que aprecia su arte. Es una experiencia especial que forma
parte del mundo humano, Íntimamente conectada con el resto de la cultura y por ende,
sujeta a sus mismas condiciones.
El arte es un fenómeno histórico, expresión y al mismo tiempo, signo o testigo de una
época. Implica una cosmovisión, la cual tiene distintas particularidades según las distintas
culturas. Como resultado de una larga evolución del ser humano. desde los remotos
tiempos, en los que posiblemente el arte cumplía una función ritual, mágica o religiosa,
hasta el presente, el arte fue adquiriendo un valor estético, una función social,
pedagógica, mercantil o simplemente ornamental y un elemento integrante de la
formación humana.
En cada cultura, en su tiempo y espacio, el arte es concebido como dotado de un
determinado valor, más allá de lo que es en sí. En tanto es un componente de la cultura,
refleja en su concepción los sustratos ideológicos, religiosos, económicos y sociales
inherentes a cualquier cultura humana a lo largo del espacio y el tiempo.
Esperamos que con esta manera de enfocar el estudio del arte desde su
experiencia socio-cultural se pueda obtener una mayor comprensión del mismo en su
realidad integral. Comprender algo es, al mismo tiempo, abarcarlo y entenderlo. Creemos
que este enfoque ayudará a una comprensión del arte como dimensión de la existencia,
sea individual o social, del hombre. En este contexto puede estar una de las claves para
interpretar el arte, si se me permite, como un “existenciario”.
I.- En Grecia
En general se presenta al arte de la antigua Grecia como una imitación de la
naturaleza. Esta caracterización no es del todo exacta y, dicha sin más, se presta a
numerosos equívocos. En efecto, antes que nada esta definición se encuentra en una
obra de Aristóteles (la Poética) lo que supone varias cosas: que está enmarcada dentro
de la cultura clásica antigua, que debe interpretarse dentro del contexto de toda la obra
del autor y, la más obvia, que está escrita en griego, intraducible en todo su alcance tanto
dentro del idioma en general como en el técnico en el particular.
Esto dejando de lado que la posición de Aristóteles no es la única y es mejor
comprendida si se recuerda que se opone a la concepción de Platón así como que se
inserta dentro de las discusiones más amplias provocadas por los sofistas. La vivencia
del arte en esa época es mucho más rica que una desnuda definición sin su
correspondiente contexto. Ella hunde sus raíces tanto en su historia como en su
psicología social, y es una de las claves para la comprensión cabal de dicha definición.
En grande rasgos trataremos de aclarar y fundamentar estas afirmaciones. 1
1.- A la pregunta qué significación tenía el arte para los griegos del período de su apogeo,
podemos responder orientando la pregunta en una doble dirección: cómo lo vivía y
apreciaba la población de la ciudad y cómo lo recogían e interpretaban los pensadores,
llámense sofistas o filósofos.
En cuanto a lo primero, el pueblo griego era muy sensible a los “bellos discursos y
a las bellas acciones” así como a la belleza de las diversas artes, sobre todo de la
arquitectura, de la música y del teatro. Hasta tal punto esto era así, que la palabra
“belleza” tenía una extensión mucho mayor que la simple estética. Era entendida como el
brillo y esplendor de lo perfecto, tanto de las ciencias como de las acciones, de los
cuerpos como de las almas, de las cosas inertes como de las vivientes. Pueblo de
navegantes y exploradores, la imagen más esplendorosa que aparece una y otra vez es el
firmamento, lugar del eterno rotar de astros y estrellas y morada de los dioses, mas allá
de toda la precariedad de la vida humana. No es el paisaje lo que más aparece en el arte
griego como tema destacado. A lo sumo, hojas, flores, algún animal, como adorno. La
naturaleza en general no le era muy rica en sus campiñas, como la que luego inspiró a los
poetas y artistas de Roma. No obstante, algunas primeras expresiones liricas que hacen
referencia a ella, en general será la vida humana la que ocupará el centro.
la belleza participada desde la Idea, y por lo tanto, la tekhne es vista como dependiente
de la naturaleza en tanto en cuando ésta refleja las ideas eternas.
Mientras tanto, en Aristóteles la imitación es de la naturaleza tal como se presenta
a la experiencia. Lo ilustra remontándose a los orígenes mismos del experimentar el
gusto por sus distintas manifestaciones, entre ellas la de ciertos sonidos, formas o
aconteceres. Su atención se fijará luego a la obra de arte como contrapone en cierta
manera a lo dado naturalmente. El papel del hombre como origen de la obra, cobra un
valor determinante, compatible con su concepción antropológica, ética y política, en cuyos
marcos es investigada. En un análisis integral que va desde el papel del conocimiento
hasta el rol social del artesano y del artista, Aristóteles ha señalado las distintas facetas
que deben explorarse para entender al arte.
Por eso cuando se habla del significado de la tekhne en general y del arte en
particular, se advierte distintos grados de apreciación. La posición de Platón está muy
clara en dos lugares. En primer lugar, en la Republica, cuando imagina el momento
fundacional de la Polis, donde la tekhne, en su doble aspecto de utilidad y placer está
claramente marcada y valorada. Este método de “reconstrucción lógica” le permite
relaciones interesantes entre las producciones orientadas al uso y las orientadas al placer
y posteriormente, a la aparición y dominio de las distintas capas sociales. El
entrecruzamiento de la economía, el lujo y el poder van apareciendo en un relato que
impacta tanto a la razón como a la imaginación. En segundo lugar, en el Timeo donde se
imagina la formación del mundo natural valiéndose de la imagen de un gran artesano (el
Demiurgo divino) que, contemplando los Paradigmas eternos, plasma en la materia dichas
ideas.
Otra es la perspectiva de Aristóteles. Si bien sus ideas están dispersadas en
distintas obras, la tekhne como fenómeno antropológico le permite explorarlo desde
distintos costados, examinándola como un tipo especial de conocimiento, como una
actividad distinta de la simple empiria, como una obra distinta de la natural y, por fin, como
una cualidad cuya posesión ubica al artista dentro de una función social.
“Se llega al arte cuando a partir de muchas nociones obtenidas por experiencia, se viene a parar en un
4
La ciudad era considerada como el ámbito en el que tienen su lugar natural las
técnicas y las artes, con la peculiaridad de que en ella, todos debían participar. Estaban
convencidos de que fuera de ella era imposible que una comunidad pudiera crear los
espacios necesarios para la creación artística y para gozar del arte bello. Más aún, no
tendría sentido. Para el campesino este disfrute le estaba vedado. Y lo estaba porque el
trabajo le insumía todo su tiempo y energía. Era el mundo de lo que Hesíodo denominaba
“de los días y los trabajos”: días y trabajos agotadores que embrutecían al hombre. Eso
sumado que lo que al poeta mas le condolía de esta labor era ver la injusticia que
acompañaba a estos hombres, resumida en la idea de no poder vivir como seres
humanos. El no vivir en la Polis es carecer de la posibilidad del arte, ya que es quedar
prisionero de las necesidades mínimas y sin horizonte para otra cosa.
Una Polis bella educa a los ciudadanos, desarrollando en ellos lo que es propio y
exclusivo como hombres. Todas las manifestaciones artísticas deben contribuir a crear un
clima de armonía en la vida individual y social. La belleza es lo que atrapa el amor: se
2
Met. I, 1 (980 b)
5
“Habrá que buscar artistas capaces de rastrear la huella de todo lo bello y gracioso, para que los jóvenes
vivan como en un lugar sano y reciban ayuda por doquier expresadas en las bellas obras que impresionen a
sus ojos o sus oídos, al igual que un aura llena d vida que ya desde la infancia y apenas sin darse cuenta de
les moviera a imitar y amar lo bello en perfecto acuerdo con la bella expresión” 4
Ahora bien, este amor a la ciudad, la idea de que ella es el mundo del hombre
¿implica una ruptura con la naturaleza? ¿se presenta como un desafío a la misma o un
desprecio de lo natural? Que la polis sea una construcción humana no quiere decir que
3
Ver mi trabajo: “Aristóteles: la palabra en la Polis”
4
Rep.III, 401c-d. Véase E.P.Lamanna: “Historia de la Filosofia” ed. Hachette, Bs.As. Tomo I, pags. 93-103; 198-205 y
255-260
6
para los griegos implique la construcción de un mundo ajeno a la naturaleza, sino por el
contrario, es habitar en ella, llevándola a su cumplimiento. El habitar del hombre es
crearse los espacios más favorables para su pleno desarrollo. La naturaleza es el marco
en el cual se engastan todas las construcciones de la polis y donde se recogen,
transformados, sus efectos. En su planificación y su desarrollo, siempre impera esta
percepción: la naturaleza debe aparecer como sustentando y ordenando todo lo pensado
por el hombre.
En el trasfondo de la concepción de la Polis está siempre presente la Naturaleza.
La Polis está engastada en un territorio determinado que le da su carácter y sus
posibilidades. Hay polis en las islas del mar Egeo, en lugares fértiles o ásperos, en el
litoral marítimo o en las montañas de la baja Italia, de las costas del Asia menor y de otros
lugares remotos de la península griega propiamente dicha. Cada una de ellas se organiza
de un modo parecido, desarrollando sus artes y técnicas, adaptadas a la naturaleza en la
que está asentada. Para todos ellos y por encima de todo, la Naturaleza es un cosmos, un
todo ordenado y bello, que se manifiesta en el mundo de los astros y estrellas
obedeciendo a un orden eterno e inmutable que ordena a su vez a este mundo sublunar,
sujeto a la diversidad y el cambio. Cada polis es un pequeño cosmos dentro de la
inmensidad del mundo, que debe reflejar de algún modo el cielo que la cobija.
La armonía del hombre con la naturaleza debe ser la regla de toda conducta
humana. De ello depende su felicidad, más allá de sus impulsos sensibles. Aun ellos
ponen de manifestó su verdad cuando adviene el fracaso o la desilusión: la hybris
(exceso) siempre se paga. En el hombre como en todo ente se cumplen las leyes del
universo, y que más allá de sus imperfecciones y desajustes, la naturaleza siempre vuelve
por sus fueros. Existe una justicia inmanente, que pone a su tiempo, las cosas en orden.
Un orden eterno, sujeto al cual están los dioses, los hombres y todos los seres, desde las
estrellas y los astros hasta la más insignificante piedra. Esta experiencia y otras hechas
por su cuenta, los pitagóricos propusieron una teoría general del universo, con la armonía
musical como uno de sus componentes esenciales. Arte y vida se aúnan en una
concepción trascendente.
3. 3. No podemos pasar por alto el ambiente religioso del arte: la vinculación de lo divino
con el arte constituye una de las fuentes tradicionales, de las raíces que alimentan el
presente.5 La sociedad griega antigua era radicalmente diferente de la nuestra. Nuestra
palabra «religión» no existía en griego antiguo. Los conceptos que nos sirven para
describir los fenómenos religiosos contemporáneos no están adaptados para el análisis
de lo que era para los griegos lo divino. En la sociedad griega, la religión estaba
completamente imbricada en todos los dominios de la vida: los gestos, los
5
Cf. J-P.Vernant : “Mito y sociedad en la Grecia Antigua” Siglo XXI, Bs.As.
7
era racional, pero no racionalista. Confesaba un origen suprior a la misma razón, que
conectaba al hombre con la belleza como un don de los dioses. Esta afinidad con la
belleza como algo connatural al hombre acusaba un parentesco con lo divino que se
hacía manifiesto en la experiencia del arte.
4. Las artes bellas ponen de manifiesto el espíritu griego, sus ideales y sus criterios de
valor. El ideal de armonía que se espeja en las artes no se encierra en él sino que se
hace presente en todas las instituciones políticas, educativas y académicas. Más allá de
las diferencias, es la ruptura del equilibrio encarnado en la justicia lo que ocasiona las
distorsiones que impiden que la Polis cumpla con su cometido. Sea desde un modelo o
idea de Polis o del estudio empírico de las realidades políticas, ambos están de acuerdo
que sin una armonía basa en la razón y en la intención de la naturaleza, la concordia se
destruye y con ella, la razón de ser de la Polis. El equilibrio será el criterio determinante
para que haya justicia, paz y prosperidad así como la estabilidad de una sociedad.
La base de la convivencia política es la concordia, que no puede existir sino en la
práctica de la justicia y de la amistad social. Ambas están fundadas en la armonía entre
gobernantes y gobernados, entre los individuos y entre las clases sociales. La virtud
concebida como la excelencia de vida (areté) es el justo medio, no solo en la conducta,
sino también en el estudio, en la prosperidad, las letras y las artes. La comprobación más
simple esta en el hecho de que no se ven templos o palacios imponentes ni obras
grandes de ingeniería ni una exhibición de grandeza y de poder, como se ve en la cultura
romana. La cultura griega no ama ni la carencia ni lo excesivo, tal como es el hombre: ni
un dios ni una bestia. Es la justa medida que marca el puesto del hombre en la
Naturaleza.
La Polis debe fomentar las relaciones recíprocas y las debe hacer en espacios
dedicados a distintas funciones. Las asambleas del pueblo, los actos judiciales, las
actividades comerciales, los espectáculos, los torneos deportivos, los lugares de
9
encuentro para reuniones entre amigos, en fin, todas las franjas de la vida en común
tenían su lugar en construcciones acordes a su función. Ellas estaban distribuidas de tal
forma que en su conjunto creaban un espacio armonioso en el que conjugaba la obra de
la naturaleza y la del hombre.
Existen varios elementos esenciales en la distribución urbanística de las polis:
La Acrópolis era la parte alta de la ciudad. Un recinto amurallado y fácilmente
defendible donde se situaban también los templos y los tesoros de los dioses que
protegían la ciudad. En Atenas luce en ese espacio los grandes portales del Propileo y el
célebre Partenón.
El Ágora era la plaza principal de la ciudad y tenía dos funciones: una política en la
cual se reunía periódicamente la Asamblea para tomar las decisiones más importantes.
La Stoa eran los pórticos cubiertos que rodeaban el ágora, daban cobijo a la gente
y allí se situaban los comercios. Estas stoas porticadas continuaban por las calles
principales de la ciudad.
El Gimnasio y la Palestra eran los lugares de ocio y esparcimiento, allí se
practicaban ejercicios físicos a la vez que eran centros de reunión de amigos (simposios),
a modo de paseos decorados con columnas a ambos lados. Se situaban en las afueras
de la ciudad, com amplios espacios verdes.
El Teatro era un semicírculo graduado utilizado como lugar donde se
representaban las tragedias y las comedias premiadas en concurso público. Es uno de los
lugares culturales más importantes para la exposición del arte considerado más
excelente.
El Estadio era el otro gran centro cívico servía para realizar diferentes juegos
atléticos. Los griegos eran muy aficionados a estos ejercicios, cuya finalidad y estructura
originaron el concepto de deporte. Periódicamente se efectuaban los juegos panhelénicos
conocido como los Juegos Olímpicos y juntamente con el culto a los dioses constituían el
lazo de unión de todas las polis.
Es así cómo, cuando se afirma que la Polis debe responder a un paradigma que
rige toda la vida de sus miembros, se está diciendo que las obras artísticas forman parte
de una cosmovisión, de un sentimiento y de una intelección de las cosas que tienen como
referencia lo armónico y medida el ser del hombre, criatura intermedia entre los dioses y
los animales. La mitología por una parte y la naturaleza por la otra son las coordenadas
en las cuales dan la clave de intelección del sentido de los que desarrollaba en todas las
áreas de la vida y se ponía de relieve, en una manera expresa, en la poesía y en el teatro.
imposible sin una relación amigable. No solo la literatura sino también los diálogos
platónicos nos muestran esta combinación entre lo bello y lo verdadero. El problema de
los sofistas es atendible en esas circunstancias: los griegos son amantes de la palabra y
el bello discurso los apasiona.
Por eso la belleza de la palabra puede ser una formidable arma del poder. Un
sofista sentenciaba que un órgano tan pequeño como la lengua es capaz de cosas
increíbles… Si se estudia el mecanismo de la persuasión, es imposible pasar por alto la
belleza del discurso, de los gestos, de los tonos de voz, del ritmo de la palabra y el
silencio, etc. O sea, la técnica del bello arte de la retórica. 8 Isócrates lo manifiesta también
en su defensa prudente de la sofistica en cuanto a la importancia del discurso persuasivo
potenciado por la oratoria. La lucha contra o a favor de la retorica solamente pudo darse
con un eco grande en la sociedad helénica.
La ojeriza Platón hacia el arte era el engaño a que se exponía el que quedaba en
el simple aparecer. Este enfrentamiento entre el ser y el parecer, entre la verdad y la
opinión, es una de las pasiones que acompaño a Platón toda su vida. A él le preocupaba
sobre todo la potencia de la belleza, sea en palabras, acciones o cosas, usada para
atrapar a los incautos en el error. En realidad, traslada la experiencia del discurso sofista,
9
bello y aparentemente verdadero, con otras manifestaciones del arte.
8
Una bella descripción del impacto que producían los grandes sofistas en su aparición en una polis, está
magistralmente descrito, no sin un dejo de ironía, por Platón en el diálogo “Protágoras”.
9
Ver mi trabajo: “Aristoteles: la palabra en la Polis” .
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El arte debe concebírselo dentro de esta cosmovisión. De allí el valor del saber como
fruto de la contemplación : así puede saber la verdad de lo que es. Conociendo el mundo se
conoce a sí mismo, y su lugar en el cosmos, al mismo tiempo conociéndose, conoce al
mundo. La relación entre la teoría y práctica, y dentro de esta última, la phronesis y la
tekhne son la expresión filosófica de esta visión. Con ello, las técnicas en general y las
artes bellas en especial establecen enlaces esenciales con el ser en su esencia, bondad y
belleza.
El arte, como la técnica, debe insertarse en este orden. El hombre en su vida
efímera, creando su propio mundo que es perdurable en tanto acompaña a la naturaleza
propia y la que lo rodea. Ni el arte ni la técnica deben “impactar” destruyendo o
cambiando violentamente las cosas. Es cierto que también en la naturaleza se producen
cambios bruscos y violentos. Pero esto se debe a que la Injusticia” o desajuste han sido
tales que por fin explotan. La prudencia del hombre, en aquello que está en sus manos,
es evitar estos extremos. Las técnicas ayudan a proveerse de lo necesario con la
previsión de tiempos y tareas, así como el arte pacifica los ánimos, los serena y los invista
a abrirse a la trascendencia. Este es el sentido del arte como educador del hombre.
4.- Para el griego la palabra tekhne, tanto referida a lo que hoy llamamos técnica y arte,
no hacen referencia no a la obra sino a su creador. El pueblo griego admiraba a sus
artistas y poetas. Los admiraba como elegidos por los dioses, para transmitir a los
hombres esa luz y belleza divina, que lo elevaba por encima de sus afanes diarios. En
los primeros tiempos, se le llamaba sabio al experto en algo, es decir, al que tenía un
conocimiento práctico. Un eco de ello se encuentra en Aristóteles cuando, al encarar el
tema de la sabiduría propia del filósofo, inicia su análisis desde lo que “se dice” como
sabios contraponiendo el sabio en algo y el sabio en todo. Pero no niega esa
denominación como impropia sino acotada en una región de la realidad.
Para los griegos el genio del artista está en descubrir los secretos por los cuales
una cosa es bella y saber traducirlo en obras. Se ama al arte por su belleza, que es lo que
hace que algo bueno no cause placer. ¿Porqué una planta, un animal o un hombre es
bello? El artista lo logra por cierta intuición, pero los filósofos descubrieron cual era ese
secreto que permitía una imitación de la naturaleza en su manifestación más esplendida.
Era la armonía del conjunto: la proporción de sus partes, sus dimensiones y su simetría.
Todo ello respondía a un esquema matemático, cuya primera teorización extendida para
toda la realidad fue obra de los pitagóricos. Muchos siglos después Galileo decía que el
lenguaje que debe escuchar el hombre es el que proviene de la matemática.
Al descubrir el secreto de lo que produce placer por su belleza, el artista, sea
dramaturgo, escultor, músico o arquitecto, puede re-producir lo natural pero en su forma
ideal. Al decir esto no debe entenderse como algo vaporoso, sino a que idea arquetípica
responde. El supuesto es que todo tiende a su perfección, y esa perfección responde a
una matriz de la naturaleza, eterna e inimitable. La naturaleza es un cosmos, es decir, un
todo ordenado y bello, cuyas imperfecciones son debidas no al arquetipo que las moldea,
sino a la materia que las recibe. Llámense ideas, formas, esencias, números y figuras, lo
cierto es que nada acontece al azar ni nada sale, por mucho tiempo, fuera de estos
límites.
Mediante el arte el hombre se pone en sintonía con la naturaleza como fuente de
actividad y con los demás como partícipes de su experiencia. Esta sintonización supone
una empatía, un apropiarse de lo naturaleza a través de una acción pautada por él mismo.
Pongamos el caso de una música erótica: las fuerzas naturales del hombre son excitadas,
encauzadas y logradas a través de lo que él mismo ha construido: la música de marras.
Este efecto de hacer vibrar lo interno, despertando la vivencia avasallante constituye una
unidad ente el hombre y la realización de la acción. La armonía implica una igualación de
partes y depende del orden que en la música lo da esencialmente el ritmo. Este mismo
fenómeno se da en todo aquello en lo que interviene la música como la danza o la
audición de los instrumentos o del canto individual o en coro, de de la composición y
ejecución, o recuerdo de aluna situación ligada a alguna canción, etc. Algo parecido
sucede con la poesía, y con las otras artes.
Según sea la medida, orden y proporción de la obra así será su armonía interna y
según ella sea, repercutirá en su ideación, realización y disfrute de la misma. En esto
consiste valor educativo de las artes, pueda de relieve sobre todo en la antigua Grecia y
de aquí el celo por un arte que suscitara un estado de ánimo equilibrado, una verdadera
armonía interior acorde con la armonía del universo.
Aristóteles interpreta ajustadamente el sentir de los griegos frente a las
manifestaciones de las distintas artes expresando que lo bello es el esplendor de lo
perfecto otorgado por la realización cabal de la forma. Pero no en función de otra cosa
sino en sí mismo. Y dicha perfección consiste precisamente en una imitación cuyos
rasgos él mismo se detiene en señalar, aunque se ciña lo que en la perica o producción
humana por excelencia se da. Es el modelo de una imitación que no es hierática sino viva.
El arte debe impresionar al que lo contempla. Debe conmover. El componente sensible es
inherente a la obra de arte, por lo cual de no lograrlo, el arte puede ser una obra
formalmente perfecta, pero no comunica lo que es propio del arte. Es un modo de
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conectare con la naturaleza en aquello que es mas excelente. No puede darse nada
excelencia sin la belleza. Por lo cual Platón exalta la belleza como lo único que vincula el
mundo sensible y el inteligible. Y también es el camino a la verdad y al bien. Ambos son
fuente de alegría y de amor en tanto se presentan como bellos (los bellos discursos, las
bellas ciencias, etc.) Por eso el hombre se siente fuera de su casa, sintiendo la nostalgia
del mundo perfecto que es el de las Ideas inmaculadas e indestructibles
5.- ¿Cómo visualiza el artista griego a la realidad tanto natural como humano y divino? El
arte supone una relación especial con la naturaleza. Para una imitación (entendida como
lo hemos señalado) se requiere desde luego un conocimiento previo de lo que se imita.
Ahora bien, ¿de qué conocimiento se trata? Porque, ¿en qué se quiere imitar la
naturaleza? No decimos simplemente p.ej- que Fulano imita, sino decimos de qué
imitación se trata, si de los gestos o tonos de voz, de su modo de hablar o de decir las
cosas, etc. de otra persona. Hay por lo tanto distintas facetas que se pueden imitar y al
abstraerlas y extraerlas de la totalidad, poniéndolas en relieve, tiene el efecto buscado.
No ciertamente como el filósofo o científico ni como el artesano o el técnico, sino para
causar agrado, en este caso, para causar la risa.
El artista “ve” de acuerdo al arte que profesa (pintor, poeta, músico) y de los
medios que luego usará (colores, palabras, sonidos), en parte lo que visualiza es la forma,
el “eidos” presente en la cosa y a su luz, la realidad empírica. En verdad se trata de una
abstracción que tiene otra finalidad de la dirigida a la intelección de la cosa, como es el
caso de la ciencia o de otras prácticas. Se abstrae figura y colores, o sonidos, o sucesos,
etc. y con ello, se plasma una imagen cromática o sonora, etc. con la única finalidad de
agradar.
El arte puede poner de manifiesto lo feo, deforme, etc. sea física, sea psicológica,
sea éticamente estos “modelos”, malos, deformes o feos. Ello puede ocurrir tanto las
letras como en las artes plásticas. En el caso que la imitación sea tomada como una
copia de la realidad, es la fidelidad en la representación lo que admira, o sea, no el tema
sino la ejecución de la semejanza. La mimesis es en este caso valorada y produce agrado
no ya por su belleza sino la ejecución. Este hecho, por lo demás, revela que un artista no
es grande por los temas que elige y por la idea de tratarlos, sino que requiere una
ejecución acorde con el proyecto.
En la música, hay personas que son capaces de imitar tan bien el canto de los
pájaros o los sonidos de los animales, que confunden no solamente a sus semejantes,
sino aun a los mismos animales. Pero el artista no se conforma con ello sino que realzan
la melodía y produce un agrado mucho mayor. Los medios de que se vale es encuadrar
una melodía dentro de les medida y el ritmo, y la traslada a un instrumento musical. Ello
adquiere mucho mayor relieve cuando se la orquesta o, en otro orden, con el canto.
El artista toma su materia de la naturaleza, pero no cualquiera, sino aquella que
muestra cierta belleza y le es conviene para lograr un efecto determinado. En la música,
los sonidos que toma como materia son aquellos que son “melódicos” (dulces) y, a
semejanza de ellos, crea otros nuevos. La analogía con la naturaleza es: así como la
natura dotó a los pájaros el don del canto, al hombre lo doto de la capacidad de inventar
distintas secuencias sonoras, sea con su voz, sea con instrumentos solo o en conjunto
que él mismo ha inventado. Y mientras el canto de los pájaros es siempre igual, el de los
humanos ofrece una multiplicidad enorme de posibilidades y variaciones. La música
ofrece en este sentid una similitud con el lenguaje articulado: es también un medio de
comunicar a otros, no ya ideas abstractas, sino en conocimiento encarnados en imágenes
y en la música, solo sentimientos.
En los instrumentos de cuerdas o de percusión, el gozo es de otro orden Es lo
agradable del sonido lo que quiere producirse: si la naturaleza lo brindara como al hombre
le gusta, en sus tantas maneras, etc.- la naturaleza los produciría como el arte. Pero ¿por
qué la naturaleza misma no los brinda? Porque no es posible hacerlo, El ser contingente
necesariamente es eso: contingente. Y tanto las acciones humanas, como los sonidos,
figuras, etc. pueden ser otros que los que la naturaleza brinda. Parece que la Natura
produce las cosas en orden a la conservación y perduración del ser, pero dotando a cada
especie y reino naturales de sus medios para lograr sus fines particulares e
intransferibles.
El arte puede llevar al objeto a su dimensión ideal o puede pintarlo en su realidad
empírica. El agrado en una y otra perspectiva se produce por causas distintas: en lo
primero, la contemplación y en lo segundo, el agrado de ver reflejada en sus líneas
salientes la realidad. El hombre naturalmente pone orden y medida, tanto en el lenguaje
como en la música y o en las demás artes. Como hemos remarcado, la imitación no es
necesariamente una copia, sino que es una actividad específica del hombre.
El arte es ante todo conocimiento del cómo hacer. Imita a la naturaleza en cuanto
el artista es origen de la obra, de una manera similar a la naturaleza. Así como la fuerza
natural originan las cosas, así también la razón humana es origen de las cosas. Pero se
trata de una analogía, y por lo tanto, no se pretende que el origen del arte no tenga nada
que ver con la naturaleza, como si el hombre fuera una fuente que nada tiene que ver con
ella. A semejanza de lo que hace la naturaleza, lo hace el hombre en cuanto origen. Así
pues no es que imita las cosas, sino sobre todo imita el modo de producir. Decimos “sobre
16
todo” porque en las obras de arte, el artista imita en lo que en la naturaleza se produce de
por sí. La inteligencia es capaz de advertir en la vida humana lo trágico y lo cómico y, en
una fabula, es capaz de expresarlo de tal forma que atrape el interés y produzca un efecto
catárquico y educativo.
Por eso debe considerarse el arte y las letras dentro de las tekhnai : desde el punto
de vista de la causa eficiente, es el hombre con su sensaciones, sensibilidad,
racionalidad, estados de ánimo que Imitan. No se habla ni de expresión de los propios
sentimientos (a no ser en la lírica elegíaca/ ni de expresión de lo bello, sino de la creación
de algo que causa placer. Pero es el placer que solamente el hombre puede tener, Es lo
le lleva a involucrar todo su ser como creador y como gozador de la obra.
Del otro lado, la admiración del público en algunos casos será la maestría en la
pintura o escultura en cuanto imitar a la naturaleza captando se belleza ideal, pero en la
música parece que es simplemente por el placer de la combinación de sonidos, apreciada
sobre todo como acompañamiento o música de fondo de los rapsodas o bardos
ambulantes o de los coros en el teatro. Sin embargo también irrumpen en los banquetes…
Junto a las letras aparece el aprecio por la arquitectura. La distinción entre los técnicos
simples y los “sabios” técnicos, inventores de nuevas cosas o procedimientos.
“Al principio, quien inventó algún arte que traspasó las percepciones comun es del hombre fue naturalmente
admirado por sus semejantes, no sólo porque en esas invenciones había algo útil, sino porque se le
consideró mas sabio y superior que al resto. Pero a medida que se inventaron mas artes, algunas
orientadas a las necesidades de la vida y otras a la recreación, a los inventores de estas últimas [de las
bellas artes] se los consideró naturalmente más sabios que a los demás, porque sus ramas de
conocimiento no apuntaban a la utilidad.” 11
Con todo, pocos son los autores y productores de las artes bellas cuyos nombres
han llegado hasta nosotros. Solo algunos de ellos son conocidos por breves referencias,
excepto el nombre de los grandes dramaturgos.
La admiración del público se extiende, en el caso de la música y de las piezas
dramáticas a los cantantes, instrumentistas y actores. En realidad también ellos eran
verdaderos artistas, sujetos a una rigurosa disciplina y se exponían a ser aplaudidos o
abucheados por los asistentes. En estos casos existe el arte del que produce la obra,
solo potencialmente ya que el que la realiza es el que la pone en acto y a la vista y oído
de los demás.
c) El arte como amor por lo perdurable. Si bien todo pasa, no pasa de cualquier manera
sino que está sujeto a un orden que da estabilidad a todos los procesos. Captar lo
permanente es entender la cosa La idea de perdurabilidad como criterio del valor del ser
es notoria tanto en sus teorías filosóficas y científicas así como su concepción de la
historia. El mismo criterio le sirve para valorar éticamente a una persona: es la posesión
de hábitos, de un modo estable de obrar, de una vida entera que ofrece todas las
garantías e veracidad, honradez y prudencia. El criterio se extiende al concepto mismo de
la Polis, que se la concibe como fundada en un cimiento sólido como lo es la constitución
y las leyes.
El arte asegura la perdurabilidad de los deseos y gustos del hombre. El modo de
concebirlo se proyecta hacia el futuro como legado a otras generaciones y, si es posible, a
otros pueblos. El fenómeno posterior de la helenización del Oriente por obra de Alejandro
Magno demuestra este deseo escondido pero no por eso, menos real.
c) El amor por lo definible por contornos claros. Lo infinito o sin límites es equivalente a lo
incomprensible o ininteligible. La huida de lo disperso se traducía en la voluntad de
unificar lo múltiple en lo uno, lo diferente en lo semejante, lo distinto en lo igual. Sócrates
recoge este sentir y es por ello que tiene su pensamiento una enorme repercusión al
hacer expreso este sentir y mostrar el camino que debe transitarse para tener una mente
clara. En el pensamiento teórico la definición será la herramienta esencial, ya que con ella
capta lo esencial de las cosas y se lo apropia cognoscitivamente. El arte griego es claro y
lleno de luz. Se muestra sin posibles ambigüedades, sin contornos imprecisos y pueden
ordenarse según un ordenamiento lógico, que les aguarda un lugar preciso. El requisito
de lo perfecto para que cualquier obra sea artística indica claramente que la cosa debe
estar bien acabada (per-fecta) o, en términos griegos, que posean la areté o virtud
correspondiente.
d) El arte como fuente de placer. En la configuración del ethos griego, el placer ocupa
un lugar importante. Los diálogos de Platón referidos al temas así como los análisis d
Aristóteles dan cuenta d las discusiones que se centran en saber si el placer puede ser un
fin o más bien, el placer es resultado de una operación adecuada. En el caso del arte, el
fin parece ser el del placer. El arte para los griegos nace del impulso natural a la imitación:
Al hombre le gusta imitar. Desde pequeño lo hace y es así como va formando su mente,
su imaginación y su sensibilidad. El ser humano disfruta de la imitación y en qué medida
prefiere lo artístico a lo natural. Depende de sus deseos, de sus poderes y de su libertad.
La imitación es propiedad y atributo del hombre. Quiere ser como los pájaros para cantar
o volar; como los peces para nadar, pero no de cualquier forma, sino de muchas formas
pero siempre a la perfección.
Uno ama imitar lo que siente como bello. Imitar entonces no es una copia de lo que
prodúcela naturaleza, aunque puede serlo ni tampoco una simple recreación, sino una
asunción de la belleza de la misma y la expresión original de la misma. Se apoya por así
decirlo, en la naturaleza y sin desvincularse de esa relación, hace lo que la naturaleza no
puede hace Pero en realidad el artista busca una obra que cause placer. Y para ello es
necesaria una serie de condiciones físicas y mentales que puedan lograrlo. De aquí la
diferencia de juicios acerca de una misma obra. Sin embargo, más allá de esta diferencia
hay una percepción común que es la base de todos los juicios: la medida justa sean de
las obras, sean de su emplazamiento o lugar donde se exhiben.
La complacencia es en la verosimilitud de las situaciones imaginadas, en cómo se
imita a la naturaleza humana en situaciones distintas. Cuando el oyente o espectador
asiste al teatro, todo el drama, con sus diálogos, coros y percances son creíbles en
19
cuanto verosímiles y es eso lo que atrae. Es como vivir otra situación y sentir las mismas
emociones, sean de alegría o de terror, que presenta la tragedia o la comedia.
Teniendo a la vista estas características, podemos acercarnos mejor al espíritu que
inspiro a los constructores de “la ciudad del hombre” en la antigua Grecia. Es dentro del
mismo cómo deben comprenderse las distintas teorías de los grandes filósofos griegos en
lo que hoy se denomina la Estética. Su originalidad tiene su fuente en la misma que la
tiene el arte y constituirá siempre un punto de referencia insustituible, sea cual fuere la
época o lugar en que se haga y se piense el arte. No por nada se lo conoce como el arte
clásico, o sea, aquel que supera el tiempo y proyecta su fecundidad hacia el futuro, en
todas las dimensiones y culturas. Más allá de la declinación de las Polis primero y luego
de la civilización helenístico-romana después, el espíritu que animó a aquellos artistas
perdura como corriente subterránea en los tiempos posteriores.
1.- La puesta en cuestión. A la pregunta qué significación tenía el arte para los medievales
del período de su apogeo, podemos responder orientando nuevamente la pregunta en
una doble dirección: cómo lo vivía y apreciaba la población en aquel entonces y cómo lo
recogían e interpretaban los pensadores, llámense teólogos o filósofos.
El arte era el vehículo para la formación de los cristianos en una mirada más bien
histórica que naturalista. Era la historia de la salvación plasmada en sus pinturas,
imágenes, cantos, ornamentos y, después de las persecuciones, de sus magníficos
templos y del despliegue de una liturgia de impresionante coreografía. El centro era Dios
con nosotros, el Enmanuel prometido, el Verbo hecho carne con sus mártires y santos. El
Cristo en su gloria y su poder así como en su justicia y en su misericordia. La fuente
inspiradora del arte no era por lo tanto una actitud por así decirlo, espontanea y natural,
sino fruto de una enseñanza y de una educación que incluía, por supuesto, la sensibilidad
y la inteligencia de la fe vivida individualmente y la atmósfera religiosa de la comunidad.
No debe pasarse por alto una realidad y es que el cristianismo se implantó en un
ámbito cultural distinto del originario. Este hecho implica que el arte tal como lo valoraban
los griegos o los romanos debía ser sustituido por uno distinto, inspirado en otro espíritu
pero sin por ello desprenderse totalmente de su lugar de arraigo. Este hecho ocasionaba
posibilidades y peligros y, en nuestro caso, el arte podía constituir un obstáculo para la
piedad, alterando la relación debida entre Dios y el alma. La preocupación de los obispos
era comprensible: el pueblo cristiano siempre estuvo expuesto a dejarse llevar más bien
por la seducción de las artes que por la fe de las cual eran sus vehículos. De aquí las
frecuentes polémicas que abarcaron todos los tiempos: hasta qué punto el arte puede
influir positiva o negativamente en la religiosidad. Lo cual atestigua, por contraluz, que el
cristianismo no mató el amor por la belleza y atractivo de las artes, sino que por el
contrario, fue muy sensible a él. De lo contrario no habrían existido tales voces de alerta.
21
De cómo valoraron el arte las jerarquías quedan registradas en las obras de las cuales
fueron promotores, convocando a los mejores arquitectos y artistas. Pero nos interesa
sobre todo saber que sentía el pueblo llano.
“ El campo de interés estético de los medievales era más dilatado que el nuestro, y su atención hacia la
belleza de las cosas a menudo estaba estimulada por la conciencia de la belleza como dato metafísico; pero
existía también el gusto del hombre común, del artista y del amante de las cosas de arte, vigorosamente
inclinado hacia los aspectos sensibles” 13
Los relatos que cuentan la vida ordinaria de los cristianos son prácticamente nulos.
Indirectamente lo podemos colegir de las admoniciones morales de sus pastores y de la
vida de los santos. Estos relatos fueron recogidos en colecciones que llevaban por título
“Flos sanctorum”. Debemos tener en cuenta que éstas no se preciaban de ser fieles a los
hechos reales, como lo exigen los criterios históricos actuales, sino que apuntaban a una
formación de ideales morales. Eran en gran parte recreaciones imaginarias, en lo esencial
ciertas, que eran presentadas dentro de los usos y costumbres de lo que los rodeaba. Es
así como los frecuentes anacronismos permitían una sensación de una presencia próxima
y siempre actual, de una cercanía benéfica y de un modelo a imitar. Al tomar los detalles
de la vida como se la vivía, para nosotros la narración se convierte en una cantera de
conocimiento que para nuestro propósito es valiosísima. En ella podemos encontrar,
además del modelo de narración educativa de la época, el entorno social con sus
producciones y apreciaciones de las distintas artes, desde las más importantes a las más
menudas y aparentemente sin mayor valor.
Otra fuente que no debe dejar de subrayarse es el lenguaje cotidiano. La palabra
“arte” era poco usual. Lo común era el uso de palabras como “pulcher” o “formosus” (bello
o hermoso) aplicado tanto a personas como a paisajes o a obras. En otras palabras, el
gusto o disgusto que producían tanto a su sensibilidad como a su espíritu las cosas. De
allí se pueden colegir la sensibilidad del hombre culto o del hombre común frente a las
distintas realidades. Nos quedan documentos escritos de estas apreciaciones, de los
cuales caben destacar las crónicas de las construcciones de catedrales, epistolarios sobre
cuestiones de arte, encargos a artistas, mezclan continuamente las categorías de la
estética metafísica con la apreciación de las cosas de arte al mismo tiempo que delatan la
familiaridad de la gente y su aprecio por estas obras. En una sociedad ajena a la
importancia de las artes, estas crónicas y contratos no existen o se les asigna poco valor.
No así en la plenitud de esta Edad en la que florecieron obras imperecederas.
Para revivir de algún modo aquellas lejanas épocas también debemos hacer
referencia a los objetos religiosos familiares como medallas, relicarios, pequeñas
imágenes o íconos caseros, en las que introducían no pocas veces modificaciones o
producían nuevas ideas que luego fueron aprovechadas por grandes artistas que hicieron
de aquellas humildes obras, obras maestras. Desde el arte sencillo de los inicios que
surgió como una necesidad y medio de expresión de su devoción hasta las deslumbrantes
basílicas bizantinas y después, desde las catedrales románicas a las góticas, desde una
liturgia simple a las ceremonias llenas de belleza y colorido, los cristianos se encontraban
en su mundo con los ojos en alto y los pies en la tierra. De allí podemos advertir que en
general disfrutaban del arte sin por eso ahogar la piedad, antes bien la incentivaba. Así
acabaron reconociéndolo los mismos jerarcas de la Iglesia que, de una sospecha inicial
acabaron alentando el arte como una ayuda importantísima tanto de evangelización como
de enseñanza agradable y eficaz.
13
U.Eco : o.c.
22
1.2. En cuanto a lo expresado por los dignatarios de la Iglesia, los místicos y los teólogos
en relación a lo anterior, cabe reiterar su importancia ya que la apreciación de las artes y
su jerarquización eran fruto de la prédica cristiana, hecha de viva voz o escrita. No puede
negarse que no fueran sensibles a lo comunicado por las artes ni que carecieran de un
buen gusto para seleccionar las formas y finalidades de las mismas. La prueba de ello se
hace patente en la calidad del arte que propiciaron.
En la elaboración teológica y filosófica el arte no se advierten mayores novedades
fuera de la insistencia en la supremacía de la piedad por encima del placer estético. En lo
teórico se reiteran algunos conceptos de los filósofos griegos, trasladados con las debidas
correcciones a una visión cristiana de la realidad natural y humana. No obstante, además
de las discusiones específicas sobre la naturaleza de lo bello, la Edad Media está llena de
interjecciones admirativas que garantizan la adhesión de la sensibilidad al discurso
doctrinal. No por ello faltan algunos juicios sobre el uso del arte en la iglesia, muchos de
ellos negativos. Más que todo lo que se condena es el lujo y dispendio de recursos en
este sentido y del efecto engañoso que produce no solo entre los fieles, sino también
entre los monjes y sacerdotes.14 A pesar de ello, hay una línea de valoración del arte a
partir de la belleza.
Se recoge la herencia griega de la belleza como el esplendor del ser en la plenitud
de su perfección. Dicha perfección sin embargo es participación de la belleza divina, a
quien le cabe con toda justeza el nombre de la Belleza Absoluta. Es la belleza que atrae
el amor y se expande en el ágape entre los creyentes. Casi todos los pensadores
medievales, místicos o no, han tenido, por lo menos en su juventud, su época poética,
desde Abelardo hasta san Bernardo, desde los Victorinos hasta santo Tomás y san
Buenaventura, produciendo obras de una bella prosa y a veces poemas magistrales como
sucede con el “Dies Irae”, el “Stabat mater” y otros himnos y oraciones de gran belleza y
perfección estilística. Esto no se explica sin suponer una formación humanística de buena
factura.
Nadie mejor que s.Agustín para describir en una página admirable el lenguaje de
las cosas que proclaman la gloria del Creador y si se lo sabe escuchar, eleva al alma
hasta Dios.15 Además de este admirable pasaje, se encuentran otros del elogio de la
Belleza “tan antigua y tan nueva”, de la maravilla de los insectos y de las obras humanas
en general. En una referencia puntual hace referencia a la arquitectura como un elemento
14
San Bernardo, Alejandro Neckarn, Hugo de Fouilloi arremeten con vehemencia contra estas cosas superfluas que
distraen a los fieles de la piedad y de la concentración en la oración. Ellos se preguntan si es menester decorar
suntuosamente una iglesia cuando los hijos de Dios viven en la indigencia.
15
Confesiones X, cap. 6
23
de prueba de que tenemos en nuestra mente e imaginación arquetipos de belleza que nos
permiten un juicio inmediato y una percepción sensible de orden estético.
El que, como buen franciscano, retoma la línea agustiniana será s.Buenaventura.
En el “Itinerarium mentis in Deum”, hace una referencia al arte como un primer paso para
el ascenso a Dios. No lo hará, como después sucede con Kieerkergaard, por sucesivas
rupturas del plano estético al ético y de aquí al religioso, sino recogiendo en una
secuencia que va hilvanando los pasos en un rescate de lo valioso para superar,
mediante la dialéctica de tipo platónico, los distintos grados de ascensión, integrándolos y
dándoles un marco mayor y más elevado. Los teólogos de Oxford, también franciscanos,
muestran una concepción de la filosofía y de la ciencia cercana a una estética mística.
Grosseteste, por ejemplo, tomando como base la descripción bíblica del primer de la
creación, estima que es la luz el origen de todo lo creado, una luz cuya sutil materialidad
refleja la luz divina de la razón y sobre todo, de la fe.
En Tomas de Aquino sólo encontramos algunos pocos lugares en la Summa
Theologiae y en otras obras en los que habla del arte y de su relación con la belleza. En
general reitera con mayor exactitud el pensamiento de Aristóteles en la caracterización de
la esencia del arte así como magistralmente resume su pensamiento en la definición de la
belleza como “el resplandor de la forma”. Es una pena que no haya desarrollado
ampliamente esta caracterización de la obra bella, en la que se puede sospechar una
experiencia personal del arte. Pero al reiterar el concepto de belleza sensible y la belleza
inteligible común en la literatura cristina, la profundiza metafísicamente: para Tomas no
existe belleza sin un fundamento metafísico que le da objetividad, consistencia e
inteligibilidad. 16
Si bien no elaboró una teoría del arte, Tomas de Aquino fue, además de filósofo, un
poeta. Es autor de hermosos himnos, de lo mejor de poesía latina del Medievo, con un
fuerte contenido teológico y maestría literaria. Mas que una teoría se remite a una
experiencia estética y una producción artística que sirve de base para sus teorías. 17 En
sintonía con los anteriores y siguiendo una larga tradición, vuelve sobre la misma
preocupación cuando desaconseja el uso litúrgico de la música instrumental. Los
instrumentos hay que evitarlos precisamente porque provocan un deleite tan agudo que
desvían el ánimo del fiel de la primitiva intención de la música sagrada, que es realizada
por el canto. El canto mueve los ánimos a la devoción, mientras los instrumentos
musicales mueven el ánimo más al deleite que a la buena disposición interior. Es de notar
que estas apreciaciones se hacen en función del arte en el culto, no fuera de él. Tal es así
que en otros lugares sostiene que la alegría que ellos pueden provocar en el ánimo,
además de ser legítima, es laudable cuando se unen la perfección formal a la belleza que
expresan. El cristianismo no es sombrío sino alienta la festividad y el gozo de los hijos de
Dios que se expresan a través de las artes y las letras.
Pensar en la Edad Media como en la época de la negación moralista de la belleza
sensible indica, además de un conocimiento superficial de los textos, una incomprensión
fundamental de la mentalidad medieval.
2. Los antecedentes. Para el estudio del arte europeo de la Edad Media en general, es
imprescindible remitirnos al arte paleocristiano pues en él se encuentra el germen de lo
que luego alcanzará un gran desarrollo durante más de un milenio. Reservamos la
denominación de “Arte Paleocristiano” al que se llevó a cabo en las primeras
16
Cf. S.Th. I, q.5 art.4 ad 1; id. q.39,art.8; I-II, q. 27, a.1 ad 3; id.q.57, arts.3 y 4; II.II, q.145 art.2 ente otros.
J.Grabmann: “La filosofia de la cultura de Sto. Tomas de Aquino” Ed.Poblet. Bs. As.
17
U.Eco: “Elogio de Sto. Tomas”. (Art. Publicado en Internet.) Trae una reconstrucción de la época bien documentada
y una perspectiva del arte original.
24
comunidades cristianas entre los siglos I y IV, después de los cuales se produce un giro
vertiginoso que dará como resultados las más ilustres de sus manifestaciones.
2.1.- En el primer período podemos distinguir dos lugares de reunión de las primeras
comunidades de acuerdo a las relaciones con su seguridad: en tiempos de paz y
tolerancia con el cristianismo, las casas suficientemente amplias como albergar a los
miembros de la comunidad y que en general eran casas de gente acomodada que ofrecía
sus mansiones para estos fines. No tenían una forma especial eran por lo común
viviendas romanas de dos pisos que se adaptaban a las funciones dividiéndolas con
tabiques. En cambio, en tiempos de persecución, los cristianos se reunían en secreto y en
Roma y algunos otros lugares en cementerios subterráneos, en las conocidas
“catacumbas”, cuya inmunidad estaba garantizada por las leyes romanas. Estos
cementerios romanos en un principio fueron excavados en los jardines de algunas casas
de patricias cristianos. Más tarde, ante el aumento de creyentes, estos cementerios se
hicieron insuficientes, adquiriendo terrenos en las afueras de las urbes en los que se
excavaron sucesivos pisos formando las características catacumbas que ahora
conocemos. En el cruce de las galerías o en los finales de las mismas se abrieron unos
ensanchamientos para la realización de algunas ceremonias litúrgicas.
La fe y la piedad de los primeros cristianos están registradas en este primer
período en las pinturas y los bajorrelieves de los sarcófagos. Son pinturas muy simples en
las que se advierte una esquematización, ajena a detalles o perfeccionamiento
descriptivo. Sus motivos están inspirados sobre todo en escenas del antiguo testamento y
en figuras de las parábolas: el cordero, el buen pastor, la vid, el pez, el ciervo, el alfa y
omega. Se inspiran no pocas veces en el arte alejandrino, pero aman el símbolo para
evitar toda idolatría.
Cristo es representado, tanto en la pintura como en la escultura como el Buen
Pastor, que lleva sobre sus hombros a un cordero o está rodeado por ellos. No se
advierten imágenes del Cristo, como luego lo será en el arte bizantino, un Cristo más
parecido a un emperador, y a unos apóstoles como senadores romanos, vestidos ricas
túnicas y togas. En arte de aquellas fervorosas comunidades es la exaltación de la
humildad y de la caridad fraterna. Ello se hará presente también en otras artes, que
rodean el núcleo mismo del ágape cristiano como vivencia esencial de su fe y esperanza,
a saber, en sus celebraciones litúrgicas.
El arte cristiano primitivo no debe reducirse a lo expresado por las pinturas y
sarcófagos de las catacumbas romanas, que sin duda son un testimonio valioso y
conmovedor de las primeras expresiones artísticas inspiradas en una fe profunda y sólida
hasta el martirio. Si extendemos la mirada hacia otras artes, la música y la poesía
florecieron en todas las comunidades cristianas a partir de las manifestaciones producidas
por las del oriente. La música cristiana fue una oración cantada, que debía realizarse no
de manera puramente material, sino con devoción. Los cantos sacros orientales, que
eran familiares en el Oriente, fueron el modelo del canto cristiano primitivo. Era una
música distinta de la romana de aquella época, a la que la tildaba de malvada. No
solamente era diferente de forma, sino también de destino. Ella fue el vehículo de la
música litúrgica y, fuera del culto, de las personas piadosas. De esos modestos
comienzos, la música acompañará como elemento indispensable a los cristianos durante
los siguientes siglos hasta tal punto que la historia de la música cristiana acompañará
siempre a la Iglesia.
No debe pasarse por alto que la introducción de las artes dentro del culto cristiano
fue un tema muy debatido y por muchas razones. La principal de ella era que producía
una distracción de los fieles y la tentación de disfrutar del arte antes que de servirse de él
para afianzar su devoción. No obstante, de hecho fueron aceptadas dentro de este marco
25
y es por ello que se priorizó el lenguaje sobre la música y con ello la centralidad de los
textos sagrados como los pilares de las ceremonias religiosas. El canto fue aceptado
como expresión de la fe y de la vivencia cristiana en la comunidad. De este modo, la
oración y las celebraciones eran agradables y penetraban profundamente en el ánimo de
los fieles. Con el canto, el mensaje llegaba como portador de vida y de energía, al mismo
tiempo que de serenidad y gozo.
Sin revivir los tiempos heroicos del cristianismo es imposible comprender su arte,
así como no lo será si no se tiene en cuenta la vivencia del arte en los siglos posteriores,
tan distintos de estos primeros. A diferencia del arte griego y romano, el arte cristiano se
arraiga en las tradiciones de las Iglesias apostólicas. Las primeras comunidades cristianas
siguen el patrón de unidad y amor de las relatadas en la Biblia en los Hechos de los
Apóstoles. El foco de las comunidades cristianas debe centrarse en un acto litúrgico: la
celebración de los misterios sagrados, desde la celebración de la cena del Señor hasta
los sacramentos y sacramentales. La “partición del pan” en la celebración del domingo,
la lectura y comentario de las sagradas Escrituras, le recepción y comunicación entre las
distintas comunidades no solo de las epístolas de los apóstoles recogidas en el Nuevo
testamento, sino también de sus inmediatos discípulos, de los que conservan como joyas
preciosas la “Didaché” o Doctrina de los apóstoles y las epístolas y obras de los Padres
Apostólicos.
Característica común de este grupo de escritos, no muy numeroso, es que nos
transmiten la predicación apostólica con una frescura e inmediatez que contrasta con su
vetusta antigüedad. Después de los libros neotestamentarios, no hay un conjunto de
obras que proporcionen impresión tan inmediata de la comunidad congregada en torno a
la fe en Jesucristo como los padres apostólicos.18 La segunda generación, todavía muy
cerca de los orígenes, encontramos los testimonios de los llamados “Apologetas”, que nos
muestra la presencia activa de un conjunto importante de escritores formados
filosóficamente sobre todo en Alejandría, en los que se hallan preciosos testimonios
acerca de las tradiciones y de la liturgia de los primeros cristianos. En la defensa del
cristianismo frente a los intelectuales paganos y a las primeras herejías gnósticas, se
encuentran también referencias al culto cristiano. 19 Todos ellos formaran el espíritu que
luego inspirará a los artistas a desarrollar su tarea.
2.2.- El año 311 fue una fecha especialmente significativa para explicar el cambio que se
va a producir en el arte cristiano, de un arte típico de comunidades pobres y secretas a un
arte monumental y lujoso. Con el edicto de Edicto de Milán del Emperador Valerio,
reforzado por Constantino, se aseguró la vida y propiedades de los cristianos. Fue un
gran acontecimiento para la Iglesia naciente, que le produjo, además de los cambios
jurídicos, un cambio de vida y con ello, otra manera de vivir su religión. Los cristianos se
sintieron libres de expresar su fe sin perder su dignidad, más aun, con un fuerte influjo en
el poder político. Con ella, la vivencia de la fe perdió su carácter heroico y poco a poco se
trasformo en un modo de vida en el que la piedad siguió al principio impregnando las
almas, como lo atestiguaban las comunidades cristianas de Roma. Sin embargo fue
configurando la Iglesia como una institución de derecho público, con las exigencias que tal
carácter requiere.
18
Se llaman Padres Apostólicos a los autores del cristianismo primitivo que, según la tradición, tuvieron algún contacto
con uno o más de los apóstoles de Jesús de Nazaret. Se trata de escritores de los siglos I y II. Entre ellos se
encuentran Papías, Bernabé, Clemente de Roma, Ignacio de Antioquía, Policarpo de Esmirna. Cf. J.Quasten
“Patrologia”. Ed. BAC. Madrid ; E Moliné: “Los padres de la Iglesia” Ed. Palabra. Madrid.
19
Entre ellos encontramos a los santos Justino, Ireneo de Lyon, Hipólito de Roma , Tertuliano, Panteno, Cipriano
y Clemente; y, de la Escuela de Antioquía, a Luciano, así como a Tertuliano y Orígenes entre otros. Cf. bibliografía
citada supra.
26
A partir de allí los altos dignatarios de la Iglesia se van a convertir, sobre todo en
Constantinopla, en autoridades del Imperio. De este modo, las jerarquías eclesiásticas
van a pasar a ocupar importante cargos de la administración pública y la Iglesia cristiana
se convierte gradualmente en una institución de poder estrechamente ligada al emperador
e incorporada a la administración imperial. Este proceso de dignificación del cristianismo
culmina en al año 380 cuando el emperador Teodosio proclama a la iglesia cristiana como
iglesia oficial del Imperio.
La trasformación de Jesús, humilde y maestro de pescadores, que anunciaba en el
Reino de Dios cuyas características están diseñadas en las parábolas y sobre todo, en la
bienaventuranzas, en Cristo Rey, llevaría consigo otra mirada sobre Él, y con ello, sobre
los que había encomendado la misión de su anuncio y establecimiento. No la del rey-
pastor sino la del rey-soberano. Todo ello se refleja en las artes, desde las ceremonias
litúrgicas inspiradas en los modelos imperiales hasta las imponentes basílicas, las
pinturas y la música que la rodeaban.
¿Cómo vivieron los cristianos estos cambios? Para los más ancianos y adheridos a
las tradiciones de las primitivas iglesias, tanto clérigos como fieles, en estas novedades
sentían una pérdida del significado profundo de la fe en la vida diaria. La presencia de
estos grupos, que no querían saber nada de toda esta transformación, atestigua la
dolorosa experiencia de la Iglesia en el mundo. Avizoraban una progresiva mundanización
de la Iglesia y la pérdida de los valores que constituían la médula de las enseñanzas de
Jesús. El sentido de una comunidad austera de auténticos creyentes, la primacía de la
interioridad habitada por Dios sobre la exterioridad fastuosa, la imagen del Cristo sufriente
por encima del Cristo triunfante, en fin, la experiencia todavía reciente del testimonio de
los mártires y de los que padecieron sufrimientos en nombre de Cristo parecían
desvanecerse ante estas novedades. La repulsa al arte que engañaba a los hombres de
la autenticidad de su religiosidad se tornaba radical.
A su vez, la exaltación del poder de Cristo conlleva una progresiva separación de
la jerarquía y del pueblo, de tal modo que la Iglesia no designa ya a la asamblea de los
fieles, sino a la jerarquía, de las personas sagradas identificadas con lo primero, dejando
en segundo lugar a lo profano. Aunque doctrinalmente se diga otra cosa, lo cierto es que
su encarnación institucional decía otra cosa. Veían que en la vivencia de los cristianos fue
desapareciendo su pertenencia como el cuerpo místico de Cristo y se lo iba reduciendo
de hecho y en la percepción social al cuerpo jerárquico y monacal. El arte que había sido
el acompañamiento a las plegarias se iba transformando en la exposición del poder.
La progresiva separación entre la jerarquía y los fieles corría el peligro de perder el
concepto de comunidad fraterna, central en la voluntad de Jesús. La introducción del
nuevo modo de concebir la misión del arte hacia perder, a sus ojos, esa presencia de
Jesús en medio de sus fieles, estableciendo una división que podría conducir, como de
hecho sucedió, en identificar a la Iglesia con la Jerarquía y medir la excelencia de la
misma de acuerdo al fasto y al lujo de su liturgia y de sus basílicas.
Frente a esta exaltación, las nuevas generaciones asumieron su papel de rescate
de todo lo verdadero y bueno de la cultura greco-romana y de las antiguas civilizaciones
de oriente para presentar a un cristianismo que unía la alegría y optimismo del Cristo
resucitado y presente en la liturgia a una manifestación concreta de su amor y
generosidad en homenaje a Dios Omnipotente y Juez de vivos y muertos. 20
Fue así cómo “desde los primeros grafiti hasta las obras maestras bizantina y
carolingia se comprueba continua subida de esa inmensa oración colectiva eternizada
20
La diferencias entre s.Agustin y s. Jerónimo con s.Basilio de Capadocia, defensores los primeros de la magnificencia
de la liturgia y del arte, son testimonio de esta diferencia de apreciación que respondían en realidad a experiencias
distintas.
27
por frescos, mosaicos, objetos de culto y templos santos. ¡Qué más da las técnicas que
se emplearon, si una llama de amor y adoración ilumina cada obra de arte y le imprime su
sentido!”21 La Edad media en su mayor esplendor no cambiará de actitud. El ser cristiano
era lo que generación tras generación había formado un espíritu y un manera de obrar
que, aun en los errores y pecados, se reconocía una fuente de verdad, bien y belleza que
era Dios, Uno y Trino que medía la vida de cada uno y del conjunto.
2.3.- Para comprender mejor cómo se fue configurando el nuevo modelo de estética y del
gusto de poderosos y humildes, clérigos y laicos, debemos ponderar la importancia de la
liturgia y su papel central en la significación que podía tener las letras y las artes. La
rememoración de la última cena de Jesús, vulgarmente llama la misa, plasmó lo central
de la liturgia. La liturgia congrega a los fieles en una comunión de fe, del culto y de
disciplina. Junto a ella, el “Divino Oficio” practicado en los monasterios, que llenan los días
y las horas de oración y contemplación. Es en función de la liturgia que se erigen los
templos, se desarrolla el canto, la pintura y escultura, las vestiduras y los textos sagrados,
las ceremonias y las jerarquías. Así pues, permítasenos un breve recordatorio de este
punto central.
Siguiendo su mandato, desde el principio los cristianos, se reunían el primer día de
la semana como el día del Señor (el día Domingo) para escuchar la palabra de los
apóstoles y luego de la lectura de sus escritos, la celebración de la Cena del Señor. Poco
a poco estas reuniones fueron adquiriendo una forma ritual, en la cual se fue armando lo
que actualmente conocemos como la misa, y más exactamente, la celebración de la
eucaristía. Es una ceremonia que cuenta con dos partes: la parte llamada “de los
catecúmenos”, inicialmente destinada y compartida con los que se iniciaban en la fe y en
la que se leen textos fragmentos de ambos Testamentos en torno a un tema, y la parte
llamada “de los bautizados”, inicialmente reservados solamente a éstos.
3. A partir del primer milenio, Europa comienza a conocer una mayor tranquilidad interior y
mayor estabilidad que ayudará a transformaciones que se irán acelerando a través de los
siguientes siglos. Uno de estos fenómenos es la emergencia, consolidación y prosperidad
de los “burgos”. Este acontecimiento será el determinante para la el desarrollo de las
artes. En efecto, ellas necesitan el espacio físico y espiritual para lograrlo que no es ni el
castillo del señor feudal ni la aldea de campesinos. El burgo medieval se distingue tanto
de la polis griega como de la civitas romana. Es una nueva creación que se basa
fundamentalmente en la economía, tanto en el aspecto de producción y comercio como
en el de las finanzas. La columna vertebral fueron las corporaciones de maestros,
oficiales y aprendices que establecieron un modelo de organización que abarcaba
diversos oficios artesanales. Una de las notas más salientes de los burgos medievales era
que aquellos que se decidían a habitar el burgo eran libres de toda servidumbre desde el
momento en se instalaban en ella. La condición para gozar de su incorporación era el
trabajo: todo “burgués” debía saber trabajar y hacerlo tanto desde el punto de vista de su
21
A.Leroy: “Origen del arte cristiano” pag.7
28
Más allá de los burgos, es preciso señalar la importancia que reviste para el arte
medieval la existencia de los continuos desplazamientos de devotos en las
peregrinaciones -la más famosa era “el camino de Santiago”- o de maestros y sobre todo
de estudiantes hacia las universos y “estudios generales” o de comerciantes para
intercambiar productos y organizar las grandes ferias a las que concurrían desde lejanas
tierras. Este fenómeno tiene una enorme importancia en la constitución de Europa como
“la cristiandad”. Además del intercambio que estos desplazamientos permitían, el
conocimiento de los lugares enriquecía notablemente el gusto y contribuían a superar los
límites del lugar y formar una conciencia de pertenencia a una misma fe religiosa como en
una concepción ética. Las rutas de las grandes peregrinaciones estaba jalonado de
iglesias, capillas, oratorios e imágenes a lo largo del camino dan testimonio del afán
constructor de los hombres de aquellos tiempos. Los lugares de descanso lo eran también
de devoción.
Esto que acabamos de recrear abre una interesante perspectiva para investigar el
arte de la Alta Edad Media dentro de la dirección que nos hemos propuesto. En general
se estudia la psicología del artista por un lado y del espectador o usuario por el otro. Aquí
vemos a un el arte en pleno proceso de realización en una interacción de los arquitectos
y artesanos con el público, es decir, cómo lo proyectado va tomando forma y va llegando
al conocimiento del pueblo y cómo éste lo recepciona, juzgándolo y tal vez, apostando a
cómo la obra va a proseguir. Es una experiencia viva del arte “in fieri”, en cuanto una idea
que a medida de que se va materializando, va siendo conocida y apreciada por otros. Lo
que Aristóteles señalaba que algo se conoce mejor cuando se sabe el proceso de su
creación, adquiere en este caso una particular importancia. La admiración que los
antiguos atribuían a lo provocado por la Naturaleza, aquí nace de lo producido por el
hombre. Más aun, además de ser una experiencia estética, lo es también religiosa.
Teniendo la llave de interpretación y valoración, a medida que la catedral va teniendo
contornos visibles y se va avanzando, el homenaje a Dios se hace más palpable y visible.
Es la ofrenda que todos hacen, desde distintos ángulos, a Cristo.
Eran tiempos de fe y esperanza sencilla, más vivida que discutida, y cuyos frutos
son sus realizaciones artísticas. Contra lo que se difunde con ignorancia de causa, eran
hombre que “el mas allá” no lo sacaba del “más acá”. Al contario le daba un sentido a la
vida, al peregrinaje del cual dependía la llegada a la meta. O sea, lo eterno dependía del
22
Así las entendieron los grandes místicos y los maestros escolásticos, como consta en sus escritos, sobre todo las
Sumas Teológicas.
30
presente. En los tímpanos de los pórticos 23 catedralicios, el centro lo ocupa Cristo Juez de
vivos y muertos, rodeados de sus apóstoles, mártires y santos. No puede dejar de pensar
en que tales imágenes no produjeron un gran impacto en la vida de los que las
observaban. Era un arte docente con el mejor recurso que es la belleza.
Esta centralidad de la arquitectura debe ser profundizada reflexionando sobre el
sentido del templo en general y de las catedrales en particular.
4.- El templo tiene su razón de ser de la de brindar el lugar sagrado donde celebrar los
misterios cristianos, en una comunión de fe, de esperanza y de caridad en intima unidad
entre sí con el Cristo Resucitado y Viviente. Con la paz constantiniana surgió la necesidad
de utilizar edificios con mayor capacidad para el culto cristiano. Las nuevas iglesias
cristianas necesitaban más espacio para contener a los fieles que se acercaban a orar
dentro del templo. El templo era el lugar de reunión de los cristianos en comunión con
Dios. Los cultos paganos las procesiones y sacrificios se celebraban al aire libre en y en
el interior del un pequeño templo sólo estaba el altar del dios una diosa. Las iglesias no
tomaron estos modelos sino que tomaron las grandes salas de reuniones públicas que ya
eran conocidas con el nombre de basílicas. En todo el Imperio quedó asociado el
concepto de iglesia con el de basílica y posteriormente, en el Occidente, con el de
catedral.
4.1.- Siendo el templo el centro de las poblaciones urbanas o campestres, el arte por
excelencia es la arquitectura, tanto por sus exigencias intelectuales como por la
capacidad de la crear de un lugar de acogimiento de la comunidad. La arquitectura se
eleva a tener a un significado místico y grandioso como el que crea un especio real y
simbólico de la presencia de Dios en comunión con los hombres. Es allí donde se debe
concentrar la magnificencia. El espacio acotado en la arquitectura es un espacio
significativo: es un espacio privilegiado habitado por la presencia de Dios hecho hombre y
que ha entrada en la historia de los hombres. La imagen de la parusía aparece en los
frontispicios de las catedrales como prenunciando a los ingresantes el coronamiento de
toda la historia humana, tanto del individuo como de la humanidad, en la figura de Cristo
Juez de vivos y muertos.
De allí que la fuente de inspiración de esta arquitectura no sea la naturaleza sino la
re-presentación de hechos bíblicos combinados con situaciones de la vida diaria (siembra,
pastoreo, labores hogareñas, estudio, etc.) y la presencia de adornos de plantas y
animales. Asimismo la presencia de la representación simbólica del bien y del mal, de los
vicios y virtudes, etc.). Una vez más, la función del arte es hacer nuevamente presente
estas realidades, destacando su trascendencia y su significado. La representación de
escenas bíblicas en un lenguaje de la vida de la época (vestimenta, habitación, rasgos
físicos, usos y costumbres, etc.), anacrónica si se quiere pero enormemente eficaz ya
que, además de tener la ventaja de su comprensión, creaban la sensación de proximidad
y actualidad, de la trans-temporalidad de la revelación divina en su realización histórica.
La sobriedad de los templos románicos contrastara después con la magnificencia y
exuberancia de las catedrales góticas. Es estas últimas donde se muestra en todo su
esplendor y formando un todo, la arquitectura, el arte de los vitrales, la ornamentación de
relieves de plantas y animales, la incorporación de entes fantásticos entre otros elementos
simbólicos. Se pretendía con esto brindar una enseñanza al pueblo y una sensación de la
grandeza de Dios, así como de su proximidad con el mundo humano. 24
23
En arquitectura se denomina tímpano a la superficie plana resultante entre el dintel y el arco de una puerta o
ventana. El tímpano es el lugar en el que en relieve, se plasma una idea de capital importancia.
31
Aún hoy día, la catedral gótica crea un ambiente peculiar que invita al recogimiento,
a la humildad y a la fe. Dicho ambiente de recogimiento y elevación del alma se produce
gracias a la conjunción del arte y del espíritu. Las ojivas resuelven el problema de los
grandes espacios necesarios para congregar una cantidad importante de fieles y lo
resuelve de una mera maravillosa que lo acoge elevándolos hacia lo alto. La levedad de
las ventanas vidriadas y soportes ojivales producen una sensación de serenidad y de
proximidad a lo divino. Es así como se obtiene una síntesis de las plegarias con las
enseñanzas que se desprenden de sus pinturas, de sus vitrales, de las estatuas y bajo-
relieves que adorna los grandes portales, de los grandes rosetones y de esculturas más
fantasiosas de seres imaginarios en los laterales.
Lo que en las universidades nacientes se estaba haciendo con las “sumas
teológicas” y con los comentarios a los textos, la catedral ofrecía a los iletrados una
verdadera suma de conocimientos graficados bellamente. Los autores eclesiásticos que
celebran la belleza del arte sagrado insisten luego en su finalidad didáctica. Es la vieja
sabiduría de que no hay mejor acceso al conocimiento que el amor y el amor es lo
producido por la belleza: lo hermoso atrae y penetra el alma, disponiéndola a la acción.
En el sínodo de Arras en 1025 se expresa que lo que los simples no pueden captar a
través de la escritura debe serles enseñado a través de las figuras.
Teniendo en cuenta que en aquellos tiempos no existía la facilidad de acceder a los
libros, cosa que se dejaba a los teólogos, juristas o médicos, esta providencia no debe
verse como un desprecio a la clase iletrada sino como un puente de acceso a las grandes
verdades. Como buen enciclopedista, Honorio de Auntun reflexiona sobre la sensibilidad
de su tiempo y dice que el fin de la pintura es triple: sirve, ante todo, para embellecer la
casa de Dios para traer a la memoria la vida de los santos y, por último, para la
delectación de los incultos, dado que la pintura es la literatura de los laicos.
No solo los “iletrados” eran los destinatarios de tales maravillas. Todos las
disfrutaban y se sentían orgullosos de poseerla. Los pueblos cifraban su importancia en la
grandeza y belleza de sus catedrales. Tanto ellas como las modestas iglesias de la
campaña eran los puntos de reunión más importante. Una vez por semana y en las
grandes festividades, con el descanso obligatorio de toda tarea servil, todos se sentían
libres de los afanes cotidianos y unidos en lazos de sociabilidad en los cuales las
conversaciones de entretiempo estaban normadas por los criterios del pensar y sentir
cristianos.
Tanto las grandes festividades universales o locales como la conmemoración de
los difuntos, eran motivo de un despliegue de ceremonias coloridas, con cantos alegres
en los primeros casos y fúnebres en los todos se sentían felices o doloridos. Las
campanas anunciaban el comienzo de los días grandes que era los de celebraciones y no
los de trabajos. Campanas que despertaban física y espiritualmente a todo el pueblo y a
sus inmediaciones. Sonidos llenos de simbolismos y de anuncios posibilitados por los
juegos que permitían la reunión de campanas de distinto timbre y tamaño en los
“carrillon”. Campanas que eran albergadas en magnificas torres, sonidos que convocaban
a todos y eran orgullo de los lugareños tanto por la maestría de sus hacedores como por
la calidad y potencia que patentizaban.
24
Cf. Tomas de Aquino S.Th.II-II, 91,2-3 sobre el canto y el concepto del arte y su relación con la ética y con la religión
.
32
imágenes como residuos del paganismo y que desvían la espiritualidad hacia una
creencia sensible, hambrienta de milagros o de defensa contra todo tipo de males, etc. La
costumbre de tener en la casa una imagen sagrada señala que no se trata de un mero
adorno, sino de una presencia que santifica el lugar. El papel del ícono en la piedad
cristiana y su lugar fuera del templo, pone de manifiesto el valor del arte que además de
representar algo, marca una presencia ante la cual se puede orar y abrirse al infinito. Este
es el sentido de que en la nieva creación, no solamente es el cielo el lugar donde habita
Dios como en un gran templo, no solo en el templo construido por los hombres para
acoger a la comunidad, sino también en cada hogar, en cada encrucijada de caminos, en
cada hospital u hospedería, etc. el homo viator transita en esta vida jalonada de íconos,
oraciones o himnos bellamente compuestas o pinturas que le comunican simbólicamente
con los santos. Lo mismo dígase de las ceremonias litúrgicas, que es un trasformación de
sentido de la danza ritual en un recurso y recuerdo de re-memorar lo salvífico.
4.3.- Hoy día se ha perdido el sentido de la fiesta, tan agudo hasta no hace mucho. Las
campanas ya no repican ni las fiestas tienen ese carácter comunitario basado en los más
altos valores del espíritu. La fiesta era entonces concebida como un día de reunión en la
que todos eran actores. En muchos lugares se hizo lugar representaciones que fueron
evolucionando en piezas teatrales, origen del teatro moderno. Su nacimiento tuvo lugar en
el atrio de las catedrales medievales, continuada por la paulatina independencia hacia
espacios apropiados y con invenciones de artes populares de perfiles originales, que
poco a poco se fueron diversificando y perfeccionando.
Las celebraciones son la humanización del tiempo físico. No se identifica ni con el
tiempo histórico ni con el tiempo psicológico. El tiempo ya no es simplemente el discurrir
de las cosas según un antes y después, siempre igual, sino que es un tiempo sagrado,
ordenado en una secuencia, en la que cada parte tiene su significado pero que constituye
un todo lleno de sentido. Toda la historia sagrada en recogida en tiempos en los cuales va
alternando la esperanza con su cumplimento (Adviento-Navidad), la penitencia con la
salvación (Cuaresma-Pascua), el conocimiento de la vida de Cristo con su permanencia
en la Iglesia (Pentecostés-Juicio Final). Este ritmo, una y otra vez repetido, forja en los
fieles el sentido del misterio y enriquece su vida espiritual en todas sus dimensiones.
Tal es la inserción de la liturgia en la vida. Las iglesias y luego las catedrales eran
los lugares de la liturgia que regia, a través de los sacramentos, toda la vida, desde el
nacimiento hasta los funerales. Las fiestas por el bautismo y los matrimonios mezclan el
rito litúrgico como lo central con los distintos festejos lejos del templo, c como danzas,
comidas, vestimentas, música, en fin, son momentos de reunión no solo de las familias
sino también del vecindario en las aldeas y de las corporaciones en las ciudades. La
conmemoración de los difuntos, por contrario, la liturgia llama a la reflexión acerca del
sentido de la muerte y del destino final. Las costumbres acompañan estos ritos y las
vestimentas, cantos y otras expresiones también implican la oración por los que han
muerto y la esperanza de su salvación eterna. De todos modos, la muerte de un ser
humano no es solamente un hecho biológico, sino la conclusión de una vida que será
juzgada en el tribunal divino no según las apariencias sino según la verdad.
En la Edad Media europea es tanto la técnica como el arte no siempre están al
servicio de tales fines, y el papel del artista o técnico está encuadrado en esa perspectiva.
De aquí la relación de la idea del las artes útiles y placenteras en cierto modo se
desdibujan y con una participación de la idea divina que da existencia y forma al universo
y por lo tanto, concibe del poder creador del hombre como continuador y consumador de
la naturaleza. Concebido como la imagen de Dios, en el hacer del hombre el logro la
culminación de la naturaleza y de la expresión de la belleza. O sea, el trabajo completa o
33
5.1.- La única música medieval que ha sobrevivido hasta la actualidad es aquella que fue
escrita. La creación de estos manuscritos era sumamente costosa debido al precio del
pergamino y de las tintas sumado a la labor requerida a los copistas que debían disponer
de tiempo y de gran habilidad manual para confeccionarlos. Es por ello que sólo las
instituciones muy acaudaladas pudieron producir tales manuscritos. Entre esas
25
En el siglo XII, Suger, abad de Saint Denis, hombre político y humanista exquisito, como figura psicológica y moral
está en el lado opuesto de un rigorista como san Bernardo: para el abad de Saint Denis, la casa de Dios debe ser un
receptáculo de belleza.
34
instituciones, las más importantes por no decir únicas fueron las grandes abadías,
aunque también pueden encontrarse algunas instituciones seculares. De las tradiciones
de la música popular, que también la hubo, se conserva muy poco, si bien sus rastros
pueden advertirse en los músicos que recogieron posteriormente dichas tradiciones.
La música medieval está estrechamente vinculada a la poesía, tanto en el orden
religioso como profano. Los himnos litúrgicos por un lado y las canciones de trovadores y
juglares por el otro muestran a las claras que el arte poético es inseparable de lo musical.
El estudio de lo que hoy llamamos literatura está indisolublemente ligado a la historia de la
música, así como ésta a su vez está vinculada a los cambios de aquella. Entre ambas
existe una interacción muy significativa desde el punto de vista de la participación de
artistas y receptores en actuaciones de esferas hoy día separadas y casi contrapuestas,
pero entonces muy integradas.
En el ámbito estrictamente religioso, tanto en el Oriente como en el Occidente cristiano
se sigue el aprecio por el canto con el mismo criterio de los primeros tiempos. Según esta
tradición, lo importante no es la música o la voz del cantante, sino el texto. Se advierte la
cautela de la práctica del canto como distracción de la plegaria y el peligro de disfrutarlo
como tal. La música tiene una función y es la de brindar un apoyo sensible a la
contemplación y disfrute de la verdad revelada y expresada en los textos, sean ellos
bíblicos o creados al efecto. La música y el canto sacro gozarán de aprecio sobre todo por
su valor educativo al ser un instrumento de edificación religiosa. Con este enfoque el
canto sacro asume la función de ser un medio auxiliar de la oración con el sentido de
volver ésta más agradable.
Los Padres de la iglesia y después los teólogos se mostraron fuertemente contrarios al
empleo de instrumentos musicales considerados impropios para el culto por su asociación
con las ceremonias paganas y con las canciones procaces de las comedias. Solamente el
canto reducido a casi un recitado era tolerado como forma de oración. La música tiene
una función y es la de brindar un apoyo sensible a la contemplación y disfrute de la
verdad revelada y expresada en los textos, sean ellos bíblicos o creados al efecto. La
exclusión de la música instrumental en la iglesia es una opinión bastante difundida por
esta razón. La exclusión de la música instrumental en la iglesia es una opinión bastante
difundida por esta razón.26
Cuando se constató que el sonido del órgano no solo sostenía o reemplazaba muy bien
a las voces sino que añadía solemnidad a las ceremonias religiosas, el instrumento tuvo
gran aceptación y se difundió rápidamente. Primero los órganos hidráulicos de vieja data y
después los de de fuelle, gracias a la inventiva de talentosos artesanos, conoció un
desarrollo espectacular. Cada vez con más voces y sonidos, el órgano se convirtió en “el”
instrumento de iglesia, que engrandecía a las grandes catedrales y deleitaba a sus
concurrentes. Su introducción era solamente tolerada y debe transcurrir un tiempo para
que por fin el Concilio de Milán (1287) admitiera oficialmente la participación del órgano
en el culto religioso.
26
Vease por ej. en Tomas de Aquino, S.Th. II-II, q.91, art.2.
35
Mientras tanto en Occidente, si bien en sus inicios están ligados a este modelo,
poco a poco va adquiriendo una fisonomía propia. Es que la historia de ambos
desprendimientos del antiguo Imperio Romano fue muy distinta así como el modo de
posesionarse la Iglesia y los poderes temporales. En la Edad media la música se irá
diversificando en la música eclesiástica, la popular y la polifónica. Poco a poco se
desarrolla la nueva música cristiana hasta lograr una forma bien definida: ejecutada hasta
hoy en las iglesias es la generalmente conocida como el ”canto gregoriano. Queda así
inmortalizado el recuerdo de un gran papa, San Gregorio Magno (siglo VI d.C) como una
de las primeras figuras esclarecidas de nuestra música: él, con el concurso de algunos
colaboradores, ordenó, recopiló y editó todos los cantos religiosos de oriente y occidente,
y dictó leyes para su ejecución, logrando así la admirable unidad de la música cristiana.
La música cristiana siempre fue concebida y practicada como una oración cantada,
que debía realizarse no de manera puramente material, sino con devoción. El canto
gregoriano jamás podrá entenderse sin el texto, el cual tiene prioridad sobre la melodía y
es el que le da sentido a ésta. Por lo tanto, al interpretarlo, los cantores deben haber
entendido muy bien el sentido del texto. Dado este espíritu es un canto en el que debe
evitarse cualquier impostación de voz de tipo operístico en que se intente el lucimiento
del intérprete. Del canto gregoriano es de donde proceden los modos gregorianos, que
dan base a la música de Occidente.
En el canto gregoriano, la forma musical está definida por el contexto litúrgico en
donde se interpretan las piezas. Es un canto en el que solo existe una línea melódica,
sin grandes saltos, y carece de acompañamiento instrumental. Se trata de cantos a una
sola voz, de ritmo libre sometido ante todo al texto latino, en las que con frecuencia se
intenta expresar de forma melódica el significado de las palabras. En las versiones más
antiguas, a cada sílaba correspondía una nota, lo cual facilitaba enormemente el
aprendizaje del canto y la audición clara del texto. Progresivamente y a tono con la
solemnidad del culto, se fueron incorporando variaciones y adornos a las notas
(melismas) que hacían al canto más bello y expresivo pero al precio de necesitar la
formación de un coro adiestrado al efecto. Los fieles comunes solo intervendrían en
breves respuestas al oficiante y en alguno que otro himno fácil de aprender y comprender.
El canto gregoriano tuvo gran importancia, ya que es la única música conservada
anterior al siglo IX. Era un tipo de música estrictamente vocal y a una sola voz, La
significación del unísono: una sola voz, el hombre en la comunidad, viviendo y sintiendo la
misma fe y los mismos sentimientos. Porque el canto que acompaña un texto
naturalmente une al hombre más que las ideas. Ellas realmente vinculan a los hombres y
36
En este breve recorrido puede deducirse qué participación les cupo a los distintos
estamentos sociales en la música de iglesia y qué resonancia tuvo en el modo de ver el
mundo y la existencia personal. Se advierte una progresiva profesionalización vinculada
estrechamente con la solemnidad de las ceremonias, con lo que la participación activa de
los fieles simples se fue reduciendo hasta el límite de ser meros espectadores. Si bien
esto significó una pérdida, por otro lado la mayor perfección de las piezas musicales,
sobre todo cuando se incorporaron la polifonía y el acompañamiento del órgano, ayudaron
a desarrollar un sentido estético y un juicio más acertado ante las novedades.
37
5.2.- La Alta Edad Media fue una época de grandes cambios y nuevas creaciones
artísticas. Entre los primeros, la vida sobre todo en las cortes y en los burgos fue
desprendiéndose de lo estrictamente eclesiástico sin por ello se viera afectada en su fe.
La creación espacios propios en los que la iniciativa y laboriosidad era la sustancia de la
vida, repercutió en el arte en general y en nuestro caso, en la música. La campaña no fue
ajena a este proceso, dada la continuidad existente entre ella y los burgos. Fue así como
surgieron los distintos oficios de la poesía cantada (mester) y de música instrumental.
Aquí también debemos explorar como se avenía lo religioso con lo profano.
Podemos asombrarnos de que los largos siglos de historia musical, en el curso de
los cuales adquirieron tal perfección las melodías litúrgicas, no nos habían transmitido
testimonios de una música profana. Ciertamente, que los tiempos no fueron propicios,
fuera de los muros monásticos para el desarrollo de un arte refinado: invasiones, pillaje,
guerras, epidemias, formaron durante largo tiempo el telón de fondo de la vida cotidiana
así como el costo de los folios escritos, sin contar que la notación musical como hoy la
conocemos recién se produjo el siglo XII por obra de Guido de Arezzo y, no obstante su
genial invención, se la fue adoptando poco a poco. 27 Por otra parte, la función esencial de
la música era la alabanza divina y el dar importancia a las manifestaciones de otro tipo se
la consideraba como una frivolidad.
27
Guido de Arezzo fue un monje benedictino, autor de una obra con el título de “ Micrologus de disciplina artis
musicae”. Su primer cargo fue el de maestro en la escuela catedralicia de Arezzo donde se percató de la dificultad de
los cantantes para recordar los cantos gregorianos. Fue entonces que inventó un método para enseñar a los cantantes
a aprender los cantos en poco tiempo: distribuyó los sonidos en seis notas y les asigno un lugar en las líneas y
espacios del tetragrama (=cuatro líneas) . Este método pronto se hizo famoso en todo el norte de Italia y con
modificaciones ha perdurado hasta el día de hoy.
38
5.3.- Los verdaderos protagonistas del nuevo estilo fueron los trovadores y los “maestros
cantores” (Minnesänger) alemanes.28 Todos ellos eran poetas músicos que cantaban a
todos los sentimientos humanos, siendo su temática principal especialmente el amor, la
guerra y la naturaleza. Su influjo fue decisivo y su expansión, rápida. En estas canciones
se podían expresar deseos y aspiraciones con naturalidad y sin artificios. Esta música se
caracteriza por un ritmo marcado y variado y por expresar los sentimientos subjetivos que
dependen del estado de ánimo del autor (triste, alegre, amoroso, guerrero...). Se crearon
nuevos tipos de danza y lo más destacado fue el hecho de acompañarse con
instrumentos musicales. La comunicación se torna así más personal, de alma a alma,
despertando sentimientos semejantes a los expresados en dichas canciones y con ello, la
seducción de lo terreno tan temido por los moralistas de la época.
5.4.- Entre los pocos restos que se encontraron de cantares populares de los siglos XII y
XIII se hallaron el siglo XIX en Alemania. Estos manuscritos registran algunos de los
40
Tal vez la que contribuyó de un modo particular al gusto de la época fue la polifonía
que se traslada de la liturgia al mundo secular. Curiosamente el traslado de lo sagrado a
lo profano tuvo su desarrollo más importante durante el período de la estancia de los
papas en Avignon. Contrariamente a su misión religiosa, Avignon se constituyó como un
potente centro de elaboración de música profana, de la que la mayor parte recibió
influencia de la polifonía sacra.
Si bien esta música polifónica era disfrutada por la aristocracia eclesiástica y laica
así como de os ricos benefactores, poco a poco fue también patrimonio de otras clases
sociales, aunque por su carácter más complejo, ofendía a los oídos medievales ya que los
textos asignados a las distintas voces no siempre armonizaban entre sí. Con el
movimiento del Ars nova del siglo XIV surge una polifonía vocal profana de carácter
cortesano. Cuando los juglares y trovadores introdujeron esta nueva técnica musical a sus
repertorios, la polifonía se pudo popularizar sea por la sencillez de sus acordes como por
la simplicidad de los textos en idioma vulgar.
29
Con la parsimonia y seriedad que lo caracteriza, Santo Tomas de Aquino trata este tema nada menos como
argumento para una docta discusión universitaria en las “quaestiones quotlibetales” (cuestiones libres.)
41
6- Además de la música y de otras artes, cabe destacar el nacimiento del teatro medieval.
En sus orígenes, el teatro surge de las ceremonias post-litúrgicas y tenían lugar en el atrio
de las catedrales o templos menores. En un principio se trataba de simples recitados a
cargo un actor, generalmente un clérigo. Su evolución fue rápida hasta convertirse pronto
en piezas en las que actuaban varios actores y más tarde con el agregado de coros. Era
por lo tanto una representación religiosa que fue desarrollándose como un arte de
características propias pero con los mismos fines que se le asignaban a las artes: de
instruir y mover a la piedad.
La liturgia tiene parentesco con el drama. Ambos responden a un tipo de comunicación
visual que gracias a la belleza, armonía y equilibrio son capaces de suscitar en las almas
el efecto deseado. El teatro sacro es una prolongación, aun en sus esquemas, de las
celebraciones litúrgicas. Tanto los desplazamientos como las vestimentas, entonación de
la voz y los objetos del entorno, en ambos casos hacen presente en forma simbólica algún
acontecimiento. Con otras características, reiteraran el esquema de un relator, actores
que imitan una realidad posible y un coro que comenta lo que acontece. Las técnicas y los
objetivos son desde luego distintos, pero los esquemas de realización ofrecen
semejanzas llamativas. Si no las hubiera, el origen del teatro en las representaciones de
los misterios sagrados sería inexplicable.
Lo notable es que el teatro medieval no conoce ni el teatro griego ni el romano. Tiene
una fuente y un espíritu propio y sin embargo -y he aquí lo sorprendente- su estructura es
muy semejante. Es como si aparecida la idea de una representación que imita una
realidad o una fantasía, el modo de presentarla sea semejante. Hay desde luego una
lógica. Si comienza con el relato de un actor, es natural que éste vaya cambiando de voz
en la medida en que van interviniendo personajes distintos. El paso siguiente es repartir
estas voces y gestos a distintos actores, dotándolos de un libreto. Como tercer paso
intervenir un elemento que subraye, comente o reflexione sobre lo mismo. El especialista
en los libretos va a requerir una destreza distinta de los actores.
Los temas a disposición son numerosos. Empezando por la Biblia: tanto el antiguo
como el nuevo testamento ofrecen un inmenso material para este tipo de
representaciones. Seguimos con la vida de los santos, de la cual se extraen sobre todo
los milagros, que como puede suponerse cautivaban a los presentes. Otro de los temas lo
proporcionaban las virtudes y vicios, que los actores personifican con vestimentas y voces
adecuadas. Por fin, la representación de los misterios, en particular del Santísimo
Sacramento, con el contexto de algún hecho impactante en el que intervenía. Son los
auto-sacramentales, que en el renacimiento tuvieron como autores a escritores famosos.
7. Mucho habría que agregar para tener un cuadro más vívido y completo de lo que el arte
significó en la Alta Edad media. Pero creemos que lo expuesto basta para notar la
deferencia de concepción del arte en relación a la antigüedad clásica y lo que sucederá a
partir del Renacimiento. En la Edad Media el arte no es exclusiva y primariamente la
expresión de la belleza y perfección de las cosas, ni la manifestación del poder y de la
gloria como en la antigüedad clásica y tampoco la obra de arte como un fin en sí mismo
en un contexto individualista, tanto del artista como del público. Es arte medieval es antes
que nada un elemento que canaliza y apoya la religiosidad y el artista es una persona de
oficio que brinda su contribución a la comunidad y rinde un homenaje a Dios. En la
progresiva independencia del arte sacro y el arte profano, el concepto mismo del arte va
sufriendo una modificación que acabará con influir fuertemente en el primero para
después dejarlo en segundo plano. Este proceso de secularización que comenzara en el
Renacimiento se consumará en la modernidad. El concepto del “arte por el arte” finiquitará
su esencia social.
En lo referente al arte sacro, en nuestra exposición hemos tratado de señalar que,
dentro de una perspectiva común, las diversas épocas han reflejado distintas facetas del
mensaje cristiano, priorizando una veces, unas y otras veces, otras. En vista a definir
mejor qué se entiende por “arte cristiano” hemos investigado cómo el cristianismo de
hecho se estableció en un área cultural distinta de la originaria y hasta qué punto se vio
obligado a adoptar algunos modos que permitieran tanto su difusión doctrinal como su
organización interna.
La idea de comunidad propia de la Iglesia primitiva, la de Cristo-Dios Omnipotente
que se refleja en el arte bizantino, la de Cristo-Juez de vivos y muertos que aparece
destacada en el arte de la Alta Edad Media, abren el problema hasta que punto podemos
hablar del “arte cristiano” sin más. Es así cómo deja abierta la puerta si en otra situación
histórica o cultural no puede concretarse de otra forma, respetando el mismo espíritu.
Dejamos abierta la cuestión.
1.- El tránsito de la Edad Media al Renacimiento se conoce bajo el nombre del pre-
renacimiento. Es un fenómeno que se produce lentamente en Italia y acelera después,
produciendo un profundo cambio en la sociedad europea. Es un fenómeno que
prácticamente abarca a todas las clases sociales y se extiende a lo largo y lo ancho de
Europa occidental. En estos siglos la rica burguesía creció mucho cultural y
económicamente, estuvo atenta a los cambios y fue sagaz en saber aprovecharlos. La
demanda de más poder político fue una consecuencia de esta nueva conciencia de ser
los pioneros de una nueva era. Los reyes recurrieron al patriciado urbano para crear una
nueva clase que les pudiese ayudar a controlar a los nobles y a usar de los jerarcas
eclesiásticos. Ello creó un lento desplazamiento del poder que se concretó por un lado, en
las monarquías absolutas y por el otro, en la intervención del “Tercer Estado” distinto y
muchas veces contrapuesto a los dos anteriores, a saber, el aristocrático y el eclesiástico.
1.1.- El paulatino abandono de los castillos y de la vida rural en que se encontraban los
nobles como consecuencia del poder centralizador de los reyes y emperadores y de la
mayor comodidad de la vida urbana, dio comienzo a la formación de las cortes que los
rodeaban. Fueron los cortesanos las que más se beneficiaron de los cambios que se iban
produciendo. A ellos les fue posible construir magníficas mansiones, proveerse de
esculturas y pinturas de gran valor, tener orquestas con un compositor contratado para
escuchar los conciertos. El trato entre los distintos estamentos de la sociedad fue
cambiando y con ello, usos y costumbres así como prelacías y contribuciones
económicas.
Nacía el Estado moderno, con su burocracia y una distribución del ejercicio del
poder muy distinto del feudal. Ahora se abría un nuevo campo para la arquitectura en el
diseño de palacios y jardines, de los músicos para solaz de los pudientes, la pintura y
escultura como signo del status social y en fin, la orfebrería y la decoración así como la
vestimenta y la joyería, exhibidos en función del lucimiento familiar e individual. Los ricos
comerciantes y financistas no quedaron atrás y el acercamiento de la nobleza, aún a
través de los matrimonios de conveniencia o de la recepción de títulos de nobleza, se hizo
45
cada vez mayor. La combinación de los nobles empobrecidos y los ricos plebeyos fue una
práctica cada vez más frecuente. Lustre social y riqueza se combinaban perfectamente.
El gusto por la vida más cómoda y fastuosa, así como el mayor culto a la belleza
dieron origen a la construcción de palacios. En el primer renacimiento la mayoría
conserva todavía cierto aire de fortaleza, pero en Italia se crea el nuevo tipo de palacio
renacentista en Florencia con el palacio Pitti. Prescinde de la torre defensiva de las casas
florentinas medievales dándole con ello un mayor carácter urbano. El modelo romano de
las grandes mansiones ofrece un modelo que será recreado por los grandes arquitectos
de la época en toda Europa.
En el campo profano, la actividad cortesana deja mucho tiempo para el ocio y así
florecen los cancioneros líricos y épicos, las formas galantes en el trato y el gusto por la
música instrumental o coral. La música se va diversificando en varios géneros que van
desde las grandes sinfonías a las piezas para un solo instrumento, pasando por distintas
combinaciones de instrumentos, de éstos con voces solistas o corales. Estos primeros
siglos de la modernidad son tal vez los más fecundos y excelentes, de tal modo que se
entiende por “música clásica” la producida por sus geniales compositores. Con ellos la
música definitivamente es un arte con un valor propio e insustituible y para muchos, el
más excelente de las artes. Los nombres son innumerables, así como los estilos y la
cantidad, diversidad y calidad de sus obras. Y con ello, las preferencias y los gustos
particulares, que encuentran en los “críticos de arte” los que se erigen en guías del buen
gusto. En el siglo XVIII, en el que los especialistas “ilustrados” son autoridad, la aparición
de los que creen poseer el conocimiento y gusto refinado no es extraña.
46
2.1.- Para comprender mejor los logros del Renacimiento en todas las artes, hay que
hacer hincapié en el formidable resurgimiento de la sociedad europea, su capacidad de
creación, el desarrollo de todas las artes y su concreción tanto en número como en
calidad, sus nuevas formas de asociarse política, económica y socialmente. Su valoración
de la vida terrena y de los bienes materiales que no hundía en el fácil hedonismo sino que
era capaz de sublimarse para producir en todos los campos, obras de imperecedera
belleza.
Fue una época excepcional, no sólo para la historia de Occidente sino para la
historia universal. Sus creaciones son todavía motivo de asombro y de placer. Es como si
una fuerza nueva atravesará a toda la sociedad, con ansias de renovación y de vivir la
vida de este mundo con la máxima plenitud. Lo que comenzó en las clases altas, poco a
poco de extendió a toda la sociedad europea primero y a las colonias después. La
vivencia de las artes a partir de entonces es observable en la concepción y valoración del
mismo, en el prestigio de los artistas y en el papel del pueblo sencillo en estos cambios.
¿Cual es el sentido de arte que adquiere una común aprobación? Termina un principio
religioso que les da unidad, conexión y jerarquía para librar a la obra -y con ello al artista-
de todo aquello que no sea el arte en sí mismo. El movimiento iniciado en siglos
anteriores cobra vida: el arte adquiere independencia y lo sacro y profano cubren esferas
distintas en la vida cotidiana. Subsiste en general un hondo sentimiento religioso, pero
estará encarnado en otra visión de la vida. Las artes ya no estarán destinadas a suscitar
la devoción ni el artista será un hombre que, entre otros oficios, tiene uno específico. La
división de poderes entre lo eclesiástico y lo civil se profundiza y con ello y con ello, las
artes religiosas y las profanas se ciñen a lo suyo. Se advierte una declinación del espíritu
religioso y las artes testimonian una progresiva visión y vivencia mas inmersa en el
mundo. Se intentó integrar la visión del mundo cristiano con el proyecto de recuperación
de los ideales clásicos, a través de escenas desacralizadas y edificios hechos a la medida
del hombre. Lo religioso ya no se identificará a lo sagrado.
Este redescubrimiento sin embargo no incluía, antes bien excluía, lo que habían
sido las polis griegas o los municipios romanos. Para los griegos y romanos el arte era
concebido dentro de un contexto socio-político, como integrante de su bienestar y de su
prestigio. A su vez, se insertaba en un fuerte sentido de comunidad y de pertenencia que
ahora había desaparecido en aras al cosmopolitismo y al individualismo. En esta nueva
concepción, las obras de arte se desprenden de aquel contexto y adquieren un valor
propio. El hombre ya no es por naturaleza un ser político sino se hace político. Y se hace
por el dominio de un líder o de un grupo social –como aparece en Maquiavelo o en
Hobbes- o por un por un contrato o pacto implícito de respetar mutuamente la seguridad y
la libertad de todos-como aparece en Grocio o en Locke-. La problema central del poder
será el de la legitimidad y del ejercicio del poder. A pesar de la aparente oposición, se
trataba de asegurar ideológica y pragmáticamente las libertades individuales.
Desde luego que esta creencia no se tornará herencia del común de la gente sino
poco a poco, pero lo cierto es que de hecho, en las nuevas capas sociales educados en
los burgos, este nuevo espíritu se va encarnando y traduciendo en teorías y en prácticas
48
sociales: un poder fuerte y eficiente que garantice una vida pacífica y que promueva la
prosperidad de la ciudad. Pero no de una ciudad convertida en una sociedad de mercado,
como los fenicios, sino al revés, de una sociedad de mercado convertido en ciudad. Sin
las artes este ideal, el de la bella ciudad, era empresa imposible. El poder político y el
poder del dinero mancomunados podía hacer el milagro.
31
Es conocido el elogio de Pico de la Mirándola al hombre, que resume admirablemente la idea del verdadero hombre
que en ese momento histórico se tiene.
49
de una bella mujer que es Eva. Es la destinataria e inspiradora del hombre. Ese poder que
emana de Dios y se transmite al hombre debe estar acompañado por la belleza y el amor.
Dios lo creo varón y mujer y el mundo que deberá recrear tendrá como pilar la unión de
ambos, tanto física como psicológica y espiritualmente. La voluntad de poder y de amor
serán signos del renacimiento.
La fuente de inspiración no serán las musas, sino el Dios Vivo cuya imagen y
semejanza será el de recrear lo dado, sacando a luz lo que está en germen en las cosas
mismas. Con esta mirada, la manifestación artística cobrará una importancia aún mayor
que durante la Antigüedad clásica. El humanismo, como corriente filosófica, se manifestó
como un sentimiento comprometido con la representación del hombre en el Universo, que
así reafirmaba su presencia.
La nueva meta era lograr al hombre excelente en todas sus capacidades artísticas.
El humanismo tenía un sello particular que era el de ahondar las posibilidades del
hombre. Como su nombre lo indica, desde el hombre y hacia el hombre debía girar todo el
pensamiento, la acción y el disfrute. Al contrario de lo que determinaba la nueva ciencia
de Copérnico y, a continuación, de los grandes astrónomos, la tierra y el hombre que era
su rey ocuparon el centro.
Ciertamente existieron también hombres como G.Bruno que hablaba del puesto del
hombre en el universo desde una perspectiva de la infinitud del cosmos, pero la actitud
era conquistar la tierra, con un fin mas practico que fantasioso. El despliegue de las
ciencias de la naturaleza y después de las ciencias humanas fueron las consecuencias
necesarias de esta nueva actitud.
y el gusto refinado de los artistas. Así vemos los admirables retratos o esculturas que
parecen decirnos su personalidad individual reflejada en su rostro, en su posición y gesto
o en un escenario que realzaba su presencia. Según la leyenda, Miguel Angel al terminar
su famosa obra “Moisés”, golpeándole la rodilla, le exigió: “¡habla!”.Era la proeza de
convertir el mármol en algo viviente.
2.3.- Hay que destacar otro aspecto del renacimiento en el que pocas veces se pone el
acento y es el descubrimiento de la naturaleza como un espectáculo bello. En arte
repercute esta nueva mirada de la naturaleza cimentada en el amor, que mas que la de
ser un cosmos ordenado y bello, herencia de los griegos, se la apreciaba como lo que
brindaba al hombre una fuente inagotable de disfrute estético y como algo distinto al arte.
La belleza no quedaba apresada en el arte sino que, a la inversa, el arte tenía la vocación
de resaltar la belleza de la naturaleza, fragmentando sus modos en distintas artes. 32
Fue mérito de Petrarca el haber mirado así a la naturaleza. En una carta a un
amigo, le cuenta la admiración del paisaje que se vislumbraba desde las alturas de la
montaña a la cual había escalado en compañía con otros que se unieron con entusiasmo
a la inédita forma de deporte. Tenia sus antecedentes en las églogas, sobre todo las de
Virgilio, pero Petrarca la expone fuera de una pieza poética y subraya exprofeso ese
modo de mirar lo creado. En esa inmensa soledad de la montaña, Petrarca ya no es el
contemplativo de Dios, sino de la Naturaleza en sí misma. De la inmensa belleza que
irradia cuando se la encuentra en lugares privilegiados y en una actitud de recogimiento.
Es como si el alma encontrara en la inmensidad de la naturaleza –en este caso de las
montañas- su verdadera patria. Una nueva versión de Platon, pero no añorando un
mundo de Ideas puras, sino sintonizando con las cosas en su esplendor de “paisaje”, o
sea, en un lugar privilegiado y desde cierta perspectiva. El mensaje Petrarca desde el pre-
renacimiento se expandió primero en la literatura y en la pintura y poco a poco hasta en la
música y decoración.
¿Qué significa el descubrimiento de la naturaleza como paisaje? La naturaleza era
vista como la creación suprema de la obra de Dios y el elemento más próximo a la
perfección. Así, se pasa de la búsqueda de la inspiración en la naturaleza, a la inspiración
en las formas de la propia naturaleza, tal como proponen los clásicos, convirtiéndose esto
en un valor autónomo. El paisaje de la naturaleza será uno de los elementos que
otorgaran el marco de más de un retrato, de una obra literaria sobre todo lírica, de una
música. Así como en las ciencias se produce una especial atención al experimento en el
que se somete a la naturaleza a ser objeto de investigación, así también en el arte la
naturaleza será apreciada en su propia belleza. Ya no será simplemente un elemento
decorativo reducido a hojas y flores, sino el sitio en el que el ser humano disfruta.
Va naciendo otra sensibilidad que tiene su raíz en el humanismo: una mayor
comprensión y respeto por el ser humano extendido a la naturaleza en general. Pero la
raíz de este cambio hay que buscarlo más lejos. Sobre todo en el legado de s.Francisco y
de su Orden, los “juglares de Dios”, embarcados en una nueva actitud religiosa más afín a
la de las iglesias primitivas: el amor fraterno, dotado ahora de alegría y de confianza en la
providencia divina. Es un amor que se expresa en el canto común, canto que incluye a los
“hermanos menores de la creación”, a los astros, a las plantas y animales, que prepararon
el terreno para rechazar toda crueldad no solo hacia los otros, sino también a la diversión
muy común de la época a costa del sufrimiento de los animales.
32
Ciceron era de la opinión de que no podía hablarse del arte, sino de las artes, cada una de las cuales imitaba, con
materiales y recursos propios, a la naturaleza. Permanece la relación de la Naturaleza como modelo del arte heredada
de los griegos.
51
La vida cotidiana adquirió el valor de una temática digna de ser recogida por las
bellas artes, que pondrían de relieve su belleza en una concepción bastante lejana de la
de los antiguos. Las escenas de tabernas, pordioseros, agricultores y pescadores y aun
de prostitutas y pícaros, fueron motivo de piezas literarias y de cuadros famosos. El arte
fue así un puente de contacto entre las clases sociales, a modo de un lenguaje que ponía
a la vista de todos, su común condición humana. Esta nueva conciencia de ser en el
mundo tiene su expresión totalmente nueva en el Renacimiento que repercute en la
concepción tanto de la ciencia como del arte.
Aparecen dos tendencias: una aproximada a la magia y otra, a la técnica. En la
primera, se estima que el hombre como parte de la Naturaleza puede conocerla
solamente si se identifica simbólicamente con ella, formando parte “desde adentro” de su
actividad. Es un retorno a la conciencia más primitiva de habitar del hombre en el mundo,
de apropiarse de los secretos mas íntimos de las cosas y el de manipular desde su
voluntad las peripecias de la existencia. En la segunda por el contrario, la naturaleza es
objeto de conocimiento y valoración del hombre. Marca un distanciamiento y una
supremacía justamente por poseer algo que la naturaleza de las cosas no poseen que es
la razón. De este modo, el arte como imitación de la naturaleza tiene dos caras: e lograr
por simpatía afectiva por la cual se une a la naturaleza o por reflexión racional que busca
entender y obrar. Uno es el camino de G.Bruno y otro el de Leonardo Da Vinci y en el
intermedio, los alquimistas.33
La música no queda ajena a esta vivencia de la naturaleza y su contrapartida en las
sensaciones que producen en el que la contempla. El ejemplo de ello será, entre otros,
G.Vivaldi. El compositor tiene mucho de mago y de técnico. Traducido en otros términos,
mucho de inspiración y mucho de oficio. Elaborada con técnicas nuevas en el desarrollo
de los temas y de la incorporación de nuevos instrumentos con sus correspondientes
“virtuosos” que los ejecutan, la música se acerca a la arquitectura y a la pintura.
Compositores y ejecutantes se complementan por lo cual no es raro que un compositor
dedique su obra a algún eximio ejecutante. El virtuosismo como chapa de la calidad del
ejecutante, sea un cantante o un instrumentista, se hace cada vez más frecuente. Para
lograrlo es menester someterse a una férrea disciplina, bajo la enseñanza y vigilancia de
un maestro, de tal modo que el artista ejecutor sea de obras musicales, teatrales o
plásticas, se conviertan en especialidades que tienen su campo y cotización propios. Las
posibilidades que brinda la imprenta se extiende a la edición de las partituras en la música
y los primeros grabados en madera capaz de ser reproducidos infinitamente (las
xilografías).
33
ver Pater, W. : “El Renacimiento. Arte y poesía” Ed. Hachette. Bs.As.
52
no lo son. Así el artista tiene su palabra y juzga lo que es una obra artística de la que no lo
es.
5.- Ahora bien, ¿cómo impactaron estos cambios en la conciencia del artista? En esta
época se separan las artes de utilidad de las bellas artes. Se reservará el nombre de
técnica a la producción de objetos útiles y de arte, a las que no tienen otro objeto que el
goce estético. Se empleara un tiempo la expresión bellas artes, para distinguirlas de otras
que aun conservan la denominación como el arte del médico o las artes vulgares de los
artesanos. El artista ya no es un artesano, y aunque ambos producen cosas, imitando o
no la naturaleza, sus finalidades son distintas así como su status social. No es un simple
oficio sino un signo de distinción. El arte vale por su perfección y excelencia que no está
al alcance de todos ni tampoco es fruto de un aprendizaje junto a un maestro. Es el genio
personal, como figura al lado del héroe y del santo. No solo será la destreza para la
fidelidad del retrato (en las artes plásticas)- cosa nueva- sino de la composición o de la
armonía en la música o de la elegancia en las letras. Pero el artista pone de relieve algo
que es original: el lugar en la naturaleza.
5.1.- Por lo tanto, el artista no es un artesano que sabe hacer bien las cosas, sino el
hombre que muestra su genio en la obra. En general es un hombre culto, que conoce el
gusto de los que le encomiendan sus obras, que sabe escribir y expresar sus ideas, que
es capaz de escribir tratados y discutir con conocimiento de causa a los que
intuitivamente saben apreciar el arte. A su vez es un hombre universal para el cual nada
de lo artístico le era ajeno. Así vemos que los más destacados eran a la vez pintores y
escultores, arquitectos, escritores y aun ingenieros. Se retomaba el ideal de cultura en el
sentido de Cicerón, del cultivo del espíritu humano en todas sus direcciones.
La división entre artes liberales y artes manuales se abandonó, sustituyéndola por
artes útiles u oficios y bellas artes o simplemente arte. La independencia del arte produjo
sin duda obras maestras y un aprecio por las obras mismas, aun cuando fueran costosas.
Como en el campo de las ciencias, también en el arte fueron surgiendo en todos los
campos del arte las escuelas en las que se empezó a pergeñar algunas teorías
específicas sobre el arte y la belleza. La pintura y la escultura, que hasta entonces habían
sido excluidas, asimilándolas a las artes manuales, se constituyen como las artes que
más se ajusta al concepto.
Es así cómo el campo de las bellas artes conoció una ampliación de horizontes en
el que se destacan nuevas formas aun dentro de cada arte. En la literatura, la música y la
arquitectura aparecen nuevos géneros, cultivados a su vez en forma independiente. Las
“escuelas” tanto en estas disciplinas como en otras van apareciendo y justificando
teóricamente sus preferencias. La discusión que se eleva al plano filosófico, debatiendo
los conceptos básicos de cada arte, preparan el terreno para la futura “Estética” como
especialidad que abarca distintas disciplinas.
sensibilidad frente a él. Quiere construir un mundo propio, creado gracias a una
sensibilidad, imaginación y emoción que producen las cosas en las que es capaz de ver y
sentir, algo que otros no ven ni sienten y de saber expresarlas. Es el dominio de la técnica
del dibujo y los colores, de los metales y del mármol, de los sonidos y voces. Es el
hombre capaz de producir obras maravillosas, sean con temas sagrados o mitológicos,
sean con temas cotidianos y aun horribles. El artista comunica su experiencia a través de
su obra, que se convierte así en un lenguaje capaz de despertar en otras experiencias
similares. De este modo, el arte acerca a los hombres por encima de sus diferencias
religiosas, sociales o étnicas.
Junto a la autoestima del poeta o del artista juega un papel importante la búsqueda
de la fama. La fama a batallas y torneos creara las novelas de aventuras. Cuando ambas
unidas crearan las novelas de caballerías. Se observa una cierta vuelta al paganismo que
la vida se considera gobernada por la fortuna y el destino. La muerte no es liberación de
este “valle de lágrimas” sino un trance doloroso en extremo. Es muerte y el olvido lo que
mueve a querer perdurar a través de las obras, más allá de la finitud de la vida. El
recuerdo de las recientes penurias, de tantas vidas segadas en plena juventud aunadas a
la presencia de ruinas que testimonian una antigua grandeza, empuja a perdurar en el
recuerdo de los hombres por la fama que se adquiere. Esto lo pretenden tanto los artistas
como los que los contratan. El arte es el medio óptimo para que el recuerdo sea motivo de
gloria y de triunfo y no de tristeza y derrota.
No será raro que el artista y sus amigos se incluyan en las pinturas, entre los
genios. Junto con la obra debe perdurar la memoria de su autor plasmado en su retrato.
El célebre cuadro “La escuela de Atenas” de Rafael Sanzio, cuyo punto céntrico lo
constituyen las figuras de Platón y Aristóteles disputando entre sí, aparecen entre los
sabios griegos y helenísticos su retrato y el de los amigos artistas y arquitectos.
Prácticamente todos los pintores lo hacen. Todos perduran en su individualidad y en su
condición social. Y así como ya el Dante había mandado al infierno a sus enemigos,
ahora será la pintura la que lo hará pero en un contexto más amistoso. En la escultura
serán los bustos y los sarcófagos, en la literatura, las biografías, en la música, las
dedicatorias, etc.
En una era exaltada como de conquista de la tierra y del cielo por un conocimiento
cierto, basado en la experiencia y en la razón, el aspecto comunitario fue cediendo a las
opiniones y proyectos individuales, dentro de un espíritu de competencia, conflicto de
intereses, nacimiento de los estados modernos con el culto a los políticos, a los héroes, a
los conquistadores y aventureros como individualidades que hacían la grandeza de las
Patrias nacientes, la conquistas de territorios remotos y llenos de promesas de riqueza,
etc. también repercutió en el arte. Casi podría afirmarse que lo hizo posible.
5.2.- ¿Qué significó el arte para el pueblo? En las ciudades, el pueblo se confesaba
cristiano, pero la vivencia del mismo había sufrido una transformación en relación con los
siglos anteriores. La población en general se fue estableciendo en distintas ciudades,
agrandándolas y enriqueciéndola de monumentos y de gran presencia artística. El
acrecentamiento de bienes útiles y suntuarios fue siendo aliciente para una intensa
actividad. El traslado de una ciudad a otra se fue tornando más fácil y seguro, con lo cual
el conocimiento de personas y cosas amplio los horizontes y las posibilidades de muchos.
No había un centro exclusivo de oportunidades, aun cuando las capitales de los reinos e
imperios conocieron un desarrollo notable, con la residencia de numerosos artistas,
escritores e investigadores.
55
seductores, capaces de salir de lo que estimaba como estéril y agotado. Lo que la ciencia
y el arte debían conquistar en el futuro se hacía claro. Lo segundo sumó el espíritu de
aventura con el apetito de riqueza en la conquista de mundos desconocidos, de
geografías, costumbres e historias increíbles, de fabulosas promesas de enriquecimiento
rápido y abundante. Europa cambió de mentalidad en todas las clases sociales. Los
artistas exhibían sus obras, los científicos y filósofos publicaban con la imprenta sus
teorías, los viajeros contaban sus aventuras, el transitar de uno a otro lado desdibujaban
el espíritu cerrado de las localidades para tornarlo relativo y abierto a las novedades.
La parte más comprometida con el espíritu del cristianismo se movilizó con un
espíritu misionero de conquista de almas. El contacto con otras culturas y creencias
permitió nuevas expresiones de arte tanto en lo arquitectónico como en la pintura y
escultura. Dentro de Europa sin embargo, muchos consideraron al renacimiento y al
humanismo como la restauración no sólo de las formas sino y sobre todo del espíritu que
anidaba en ella, que significaba un retorno al paganismo.
5.3.- Tal vez lo que demuestra este cambio de clima espiritual y que la contrapone
claramente con el Medievo sea la arquitectura de las catedrales. El espacio, tanto el físico
como el simbólico, presenta nuevas relaciones que son evidentes confrontadas con el de
las catedrales góticas. En éstas, la intención arquitectónica es que el observador, sea
dominado por el espacio desde que entra e instintivamente alce su mirada hacia lo alto,
provocando un movimiento ascendente en busca de Dios. Sera la oración humilde la
respuesta a esa impresión, es decir, dejarse llevar por la invitación. En cambio, en el
espacio de las iglesias renacentistas, la intención es justamente la contraria: el edificio no
domina al individuo, sino que éste abarca horizontalmente su espacialidad y encerrando a
Dios y con ello su vida espiritual, dentro de sus muros. En cierta medida, se traslada el
concepto de una arquitectura hecha a la medida de la trascendencia de Dios a la de una a
la medida de la de su inmanencia en el mundo del hombre.
La desacralización del templo como lugar de reunión fue acentuándose. Las
grandes iglesias, construidas con un nuevo estilo similar al basilical, era más un lugar de
visita que de culto. Los grandes artistas las visitaban con sus discípulos para admirar
estas obras realmente maestras, y utilizarlas como modelos para sus propias creaciones.
Era parte de la formación escuela, lejana del concepto del aprendizaje concebido en el
Medievo, gracias a lo cual se fue formando una nueva sociedad de artistas o de
asociaciones para cambiar mutuamente información, ideas o mercados posibles, ajenos al
esquema de un gremio o corporación.
Un espíritu paganizante parecía ahora dominar en el interior de todo el ambiente
sagrado. Salvo raras excepciones, no se encuentra una estatua, un bajorrelieve, un
símbolo de fe; rosas y flores en el artesonado, armas nobiliarias y escudos genealógicos
en los arcos, ventanales transparentes en lugar de las vidrieras policromadas e
historiadas. La presencia del desnudo tanto masculino como femenino se torna casi
inobjetable. Es el desnudo de las pinturas y esculturas que aparecen para deleite de los
poderosos capaces de poseer obras de arte y también, lo más asombroso, con una fuerte
presencia nada menos que en el fondo de los altares. Un ejemplo destacado lo
encontramos en el altar de la capilla Sixtina, en el que Miguel Angel expone la escena del
Juicio Final: la imagen de un Cristo hercúleo rodeado a ángeles y santos, a cuyos pies
aparecen hombres y mujeres desnudos y arracimados entre los grupos de los escogidos y
los réprobos. El techo de la misma capilla no escapa a esta regla.
Las imágenes son de hombres y mujeres bellos, en los que resplandece su
perfección corporal y en posiciones atractivas o repulsivas, según los casos. Entre las
escenas religiosas son elegidas las más espectaculares o mas más tiernas, como la
57
infancia de Jesús o las más trágicas, como el momento de la pasión y muerte en la cruz.
La imagen de la Virgen con Niño dan forma y colorido en decenas de posturas muy
próximas a las que se dan en la vida diaria: la Virgen-Madre dando de mamar a su hijo,
jugando con él, mostrándolo a otros, cruzando miradas mutuas, teniendo en sus manos
un animal, etc. o, en el otro extremo, al pie de la cruz o teniéndolo en sus brazos a su hijo
ya muerto.
La introducción repetida de la Virgen o de las santas en lo religioso o de la mujer en
otras obras indica el recurso de la mujer para dar el toque de sensibilidad y emoción que
requiere todo cuadro o escultura. Una de los méritos del renacimiento es hacer
resplandecer la belleza femenina y de su papel en la vida y en la imaginación de los
hombres. Tanto en el aspecto físico como en el esplendor de sus vestidos y tocados, hay
un interés evidente de lo que será, cada vez mayor, el tema de ambas artes. Desde luego
que esto se hace más notorio en la poesía y en las letras en general como y también en la
música, sea en la forma de canciones, de danzas o de juegos. Todas las artes evidencian
un enriquecimiento en extensión y profundidad en la selección y tratamiento de los temas.
Desde luego son obras maestras, pero lo que queremos destacar es que ahora el arte
vale por sí mismo. ¿Quién contemplando esas imágenes se eleva espontáneamente
hacia Dios? No se diga tampoco que el alma se extasía en el reflejo de la creación.
¿Invita a la oración o al gozo de la obra misma? ¿Puede alguien imaginar que los
desnudos, situados delante del orante, pueden inducir a la piedad?¿o más bien, a caer
ellos mismos en la tentación reproducida imaginariamente? El fin de la obra es ahora el
ser admirada, tomando a la letra aquello de los escolásticos medievales que “la belleza es
lo que agrada a la vista” (pulchrum est quod visum placet) pero dándole otro giro
semántico. Con el Renacimiento el arte pierde paulatinamente su espiritualidad interior, su
función didáctica, para convertirse únicamente la expresión de una belleza formal que va
dirigida exclusivamente a los sentidos y deja de cantar la gloria de Dios a las almas.
5.4.- Con todo, cabría otra interpretación posiblemente más comprensiva y más acertada.
En efecto, el vigoroso impulso a la vida, en la cual estaba incluida una religiosidad
auténtica aunque en general un tanto debilitada, anhelaba un arte que la representara.
Por así decirlo, un arte con movimiento, perspectiva, expresividad y colorido. Debía
ahuyentar los tristes recuerdos de un pasado bastante reciente y abrir las puertas de una
época más feliz. Aun en la imaginería religiosa se debía obtener este efecto: un Cristo
cercano a la vida, que necesariamente debía ser hermoso y fuerte, así como la Virgen y
los santos. No podían concebir su representación de otra manera, aun cuando no se
ajustara a lo que en realidad habían sido. Debía mostrarse como el dechado de belleza y
de poder expresado en su físico, en sus gestos y posturas. Lo sagrado, no como algo
sujeto al arcano, debía expresar claramente la existencia de “Dios entre nosotros”,
partícipe de la existencia humana en todas sus peripecias.
Creemos que así lo comprendió el Concilio de Trento frente a los protestantes y no
estaría de más que se reconociera a la Iglesia tanto la conservación de los escritos
antiguos como este gesto de defensa de la revolución operada por el Renacimiento pero
ya dentro del barroco. Aprobó y recomendó su uso para edificación de los fieles con la
presencia de los grandes acontecimientos bíblicos o de la gloria de los santos. La Iglesia
una vez más, se encarnó en el tiempo histórico que le tocó vivir. Ciertamente puso sus
reparos y límites a los excesos del renacimiento, que se habían introducido en la
decoración y en las celebraciones de los templos, pero nunca negó los aspectos positivos
que produjo.
58
6.1. Primero con Lutero y luego con Calvino y con Enrique VIII, para conocer una
progresiva desintegración de estos desprendimientos que fueron pulverizando la unidad
religiosa. El catolicismo se abroquela con una Contra-reforma, en la que, si bien en lo que
se refiere al arte, invita a los artistas a que su contribución se haga en vistas a la
comprensión del pueblo, el hecho es que los pintores y escultores adornaran las iglesias y
palacios del alto clero con imágenes religiosas, pero que tienen como finalidad ser
admiradas por su acabada factura. Esto sin contar que los artistas se afanaran de su
gloria y se su fortuna.
Las posteriores guerras de religión, en realidad eran de conquista de territorios o de
dimisión de cuestiones dinásticas. El hecho que la misma población, de la noche a la
mañana tuviera que convertirse de católica en protestante o a la inversa, sin mártires de
por medio, indica que la religión se fue reduciendo poco a poco a una moral de buenas
costumbres, en las que la médula dogmatica fuera secundaria. El proceso la
secularización, más allá de las apariencias espectaculares puestas de manifiesto en el
arte barroco, o de una piedad puramente sentimental y “devocianaria” de cuanta
advocación de la Virgen o de los santos, se iban vaciando del fuerte contenido evangélico.
La conciencia en las clases dirigentes de que la religión era una bien para el pueblo, para
mantenerlo dentro de límites morales y de de disciplina social.
El pasaje de Fra Angelico el Giotto, entre otros, a Miguel Angel y L.da Vinci, a
Murillo y Velazquez, a Rembrant y Durero, ilustra este cambio, así como el pasaje de
Palestrina a Monteverdi y de éstos a Haendel a J.S.Bach; en las letras el pasaje de las
historias de caballeros a Cervantes, Lope de Vega y Calderón, para poner algunos
ejemplos, marcan una tendencia hacia esta independencia y valoración de la obra en
cuanto tal. Sin duda todos ellos también incursionan en temas religiosos y con finalidad
moralizadora, pero la finalidad será que el pueblo pueda tener un lugar de disfrute en lo
que el tema está al servicio de ella.
Ya en el siglo XII, Hugo de san Victor decía con toda franqueza que la gente ama
las obras de arte por su belleza intrínseca y no como vehículo hacia Dios. Era la actitud
natural del hombre, que debía ser potenciada por la fe para superar el plano estrictamente
sensible y llegar así a una mayor cercanía, intelectual y afectiva, con Dios. Como un eco
de san Agustín, el hombre puede quedar atrapado por lo sensible y por el placer que
ocasiona, pero así se aliena (es palabra que emplea) en las cosas. Para el Humanismo
renacentista esta `proposición carece de sentido: la obra es o no bella. Si lo es, pertenece
al arte y si no, queda descalificada así como su autor. El hombre es el creador de las
cosas y en la producción artística se realiza como tal y adquiere personalidad. El es el que
debe decidir lo que debe hacerse, no solo el cómo sino también el qué.
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sino del propio genio. Es artista es un ser excepcional. El efecto en el que contempla o
escucha su obra cambia el concepto de valor en sí con el de valor equivalente a
valoración subjetiva. Pero la autoridad de los que saben se va aceptando como instancia
definitiva de aquello que tiene o no valor. L crítico del arte se va haciendo su aparición y
casi se hace necesario para la adquisición del “buen gusto”. Nada menos que I.Kant, a
fines del siglo XVIII, el siglo de las luces, dedicó una de sus críticas al arte y la belleza,
tanto de la naturaleza como de las artes.
La producción artística no debe pensarse como Hegel en el “universal concreto”, en
que las formas se van sucediendo en un progreso hacia la perfección, subsumiendo las
formas precedentes, de tal modo que lo último es lo mejor. La prevalencia absoluta del
presente sobre el pasado… Paulatinamente se irá independizando también de toda la
tradición y cada artista se creerá dueño absoluto de lo que hace y al mismo tiempo jueza
inapelable: el artista esta más allá del juicio de otro. O lo acepta o no, pero nadie tiene
derecho de confrontarlo con principios absolutos y objetivos. La belleza es un fenómeno
psicológico y relativo a cada uno. Aquí la sentencia de Protagoras de que el hombre es
medida de las cosas, será interpretada como el hombre individual y no como el hombre
como especie. La obra no hablara por si misma sino requerirá una explicación del artista
que le dé la pista de cómo mirar o escuchar su obra. El dicho de que “todo es arte” es la
culminación de un proceso que en verdad es la destrucción del arte. Ahora cada autor
vale por sí mismo y por su obra, formando el conjunto un universo en el que cada uno
tiene vinculación con los otros pero también su propio perfil.
Los impromptus o improvisaciones, a pesar de esta caracterización, lo eran hasta
cierto punto. Los autores estaban dotados de una sólida formación musical de tal manera
que resultaban obras muy bellas. No eran meros arranques espontáneos, sino un dejar
fluir la fantasía por cauces que eran trazados magistralmente. Aun cuando el artista
confesaba que eran arrastrados por la inspiración, cosa que debe analizarse con cuidado.
Hasta qué punto la valoración de la libertad no influía en este soltar el espíritu sin trabas
para la creación de una obra. La música y la poesía son testigos de este fenómeno en
gran parte gracias a una cultura en la que el individuo era definido como libertad y
autonomía. Pero cuando se descartó la importancia de las reglas del arte y se pretendió
que el arte conlleva una total libertad, vemos verdaderos engendros que se hacen pasar
por obras de arte que tal vez ni sus mismos autores lo creen. Por el contrario lo presentan
como un desafío a la común valoración, como si tal despropósito valiera como verdad
revelada. Ser provocador o antisocial no son categorías estéticas…
Haciendo referencia a la historia del arte en una época que hemos llamado
“primera modernidad”, con algunas pinceladas hemos tratado de captar el espíritu que
animaba a artistas y público. Desde el siglo XVI se ve con claridad a la obra de arte como
un objeto separado de los demás producciones y apreciado en sí mismo. Ya no forma
parte de un conjunto en el que tiene otro valor, además del estético. El valor de la obra
por sí misma, prescindiendo de su inserción social. Su presencia en la vida de la
comunidad es marcada por el repliegue a lo individual así como su valor (y su cotización).
Con todo, en el pueblo todavía se conserva la dimensión social de las artes, unas de vieja
data y otras nuevas, cuyas creaciones poco a poco serán asumidas por grandes artistas y
elevadas a una categoría superior de arte. El arte formaba parte de la vida social signada
por clases sociales con gustos y localización diferente pero en sus manifestaciones se
puede advertir el amor a las artes que les es común a todos. El arte tenía un alto valor de
comunicación más que de la belleza abstracta, creando un espacio y tiempo de placer y
de descanso espiritual. Con el acotar el arte del arte distinto y separado de la técnica se
inaugura una nueva rama de la filosofía: la estética.
61
Una propuesta tan novedosa como atractiva ocultaba sin embargo una
contradicción: este juicio aparecía a su vez estar condicionado por una cultura, la propia
de la modernidad empírico-racionalista. Desde la lógica, no es posible una definición de
validez universal y que cualquier definición que pretenda establecer cánones para emitir
un juicio “fundado” es relativa. Por otra parte, ese hombre natural nunca existió, por lo
cual muchos la consideraron después una hipótesis de trabajo que podía resultar muy útil
para que, a través de una epojé fenomenológica, pudiera captar, en una reducción de
similar progenie, su esencia. La definición de arte evitaría así por un lado el radical
relativismo y por el otro, recuperaría toda su riqueza histórica. Pero en la versión
husserliana, el valor del conocimiento es solo para la razón sin engarce necesario con la
realidad.
35
Recomendamos la lectura de J.J.Rousseau: “El origen de la desigualdad entre los hombres” Ed.Peninsula.Barcelona
62
36
A este propósito, leer el dialogo “Fedro”. Para tener una idea más completa, acudir al “Protagoras” y al “Gorgias” por
un lado y a la “Republica” y “Las leyes” y aún “El político” por el otro.
63
Si bien Aristóteles destaca la importancia del saber en el hacer, quedaría una franja
inexplorada suficientemente a la que hace alusión y le saca partida en “La retórica” y en
“Los tópicos” y es el componente del sentimiento en la posibilidad de originar y de
disfrutar del arte. Lo que Platón había descubierto, a saber, la presencia de la pasión
amorosa en esta esfera de la vida humana incluido el arte, Aristóteles no lo incorpora.
Uno de los atributos del saber la verdad es su despojo de toda pasión, que no ayuda sino
perturba la razón. La presencia de los sofistas que se valían de sus habilidades
discursivas para defender o denostar cualquier causa debe ser tenida en cuenta para esta
especie de ponerse en guarda contra todo aquello que pueda confundir el gusto por el
halago de los sentidos con la verdad.
En verdad, no uno ni otro hicieron expresamente una teoría del arte en general
pero lo que fue novedoso lo constituye el hecho de que muchos de ellos expresaron sus
ideas acerca del arte y del porqué los artistas hacían lo que hacían. Esto preparó el
terreno para una nueva formulación de lo que era el arte, en general y en particular. A
A.G.Baumgarten le tocó asignar un lugar especial a lo que denominó como Estética,
aunque sobre el pre-juicio que, como el nombre lo indica, la cuestión se reducía a una
cuestión de sensibilidad o de gusto. (eso significa etimológicamente el término
“estética”). 37
Fue I.Kant el que planteó en sus verdaderos términos el problema, si bien lo hizo
desde una posición inmanentista, cuya discusión sería inapropiado abordarla aquí. Lo que
aquí nos interesa es la relación que establece entre el sentimiento y la razón en la
captación de la belleza, tanto de parte del artista como del que disfruta del arte. Es en su
obras “Critica del juicio” y “Acerca de lo bello y lo sublime” conde Kant expone sus ideas
en vistas a establecer las condiciones de posibilidad validas universalmente para todo
hombre como ser racional. Es otro planteo que tendrá amplia repercusión en los filósofos
llamados “románticos”.
Si bien con un “giro copernicano”, Kant retoma muchas cosas de la antigua
sabiduría. Kant propone el sentimiento que, en base a un a priori, puede juzgar acerca de
la finalidad de las cosas tanto naturales como artificiales. Ve en el sentimiento un lazo de
unión entre los sensible e inteligible y, por lo tanto, al conectar el gusto al sentimiento, ve
que también este sentimiento anima una racionalidad distinta de la teórica y de la practica.
En este caso, la comprensión de la obra de arte se haría desde su finalidad, pero esta vez
avizorada y establecida solamente desde el sujeto. Saber lo que quiere decir la obra del
arte y por medio de ella, lo que quiera expresar el artista y encontrar el que se pone en
contacto son ella es el nudo de la cuestión. La obra de arte se torna así una creación del
hombre desde lo más rico de su subjetividad.
Esta postura repercute también en la vinculación que aparece entre la
contemplación de la naturaleza y de la obra de arte. El descubrimiento de la naturaleza
como paisaje cuya contemplación llena al alma de gozo, tal como lo experimentó y
expresó el Petrarca en ocasión al ascenso a la montaña, es retomado por toda la
generación de Kant, nacida en el apogeo del arte en Europa y al mismo tiempo,
propiciadora de una vuelta a la naturaleza fuera de la vida artificial. La mediación de
Rousseau es evidente. Rousseau era un hombre de la Ilustración pero no compartían las
ideas de los “enciclopedistas” que se detenían en las ciencias y las artes (=técnicas) como
una superación del “estado natural”. Pero ambos concordaban en el recurso al hombre
natural como fundamento de sus ideas y proyectos.
Kant trata de amistarlos tanto en la ética como en la estética, huyendo de las
fantasías de Rousseau y del pragmatismo del Voltaire, Diderot y de los otros
37
A.G. Baumgarten (1714-1762) usa la palabra «estética» como «ciencia de lo bello, a la que se agrega un estudio
de la esencia del arte, de las relaciones de ésta con la belleza y los demás valores».
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enciclopedistas. Kant las reunió en una síntesis superior: síntesis del éxtasis naturalista y
de su expresión es las artes. Es una vinculación que va más allá de la relación modelo-
obra. Una “empatía inteligente” sería la llave y no el mero gusto o disgusto, que conduciría
inevitablemente a degenerar en simples sensaciones. Había pues un buen gusto y un mal
gusto, el primero nutrido de racionalidad y el segundo, carente de la misma. La verdadera
comprensión del arte hace al alma capaz de elevarla hasta lo sublime, remarcado en este
ejemplo superlativo la extraordinaria diferencia entre el arte y las obras de una finalidad
puramente utilitaria. 38
Hagamos ahora un ensayo, repasando con cierto detenimiento, los términos con
los que expresamos nuestras ideas. Sin caer en estériles discusiones bizantinas,
intentemos un mayor análisis de palabras usuales captando sus significados en toda la
amplitud que le otorga el uso. El abismo entre la opinión y la verdad debe ser superada a
través de un pasaje en el que no se deje atrás lo primero con una ruptura, sino mas bien
recogiendo en el camino todo lo que puede conducir a una discurso con sentido.
Es innegable que el arte causa placer. Empecemos pues por el arte vinculado con
el gusto, que es lo que más inmediatamente se puede observar. El gusto, en sus
diferencias y variaciones, no es la conclusión de un silogismo ni es producto de
razonamiento, pero tampoco es una cuestión puramente sensible que no explicaría por
qué cada uno pretende defender con argumentos sus preferencias. De allí que la primera
tarea es obtener un conocimiento preciso de lo que es el gusto. 39
El gusto tiene que ver con el placer. Empecemos por el uso que le damos a ambos
términos. En general el goce estético se lo reduce a la vista o al oído, pero nunca al tacto,
al paladar o al olfato. Sin embargo usamos la misma palabra: nos gustan las buenas
comidas o bebidas, las relaciones sexuales, los perfumes exquisitos, las telas que poseen
determinada textura. Extendiendo mas el uso, hablamos que nos gusta resolver un
problema filosófico o matemático, nos gusta que nos traten bien, nos gusta una poesía,
una música, una pieza teatral. La satisfacción de tales gustos nos causa distintos
placeres. ¿De dónde este uso de las mismas palabras para cosas tan diversas? Algún
parentesco deben tener para un uso tan abarcador.
Pero hay más. Si no nos detenemos en tal o cual placer, sino que extendemos la
mirada para fijarla en lo que sucede en aquellas ocasiones en las que se conjugan estos
distintos gustos y placeres, nos encontraremos con la sorpresa de la vinculación del arte
con otros placeres que a primera vista no tienen nada que ver con él. No es una
vinculación cualquiera, sino que se asemeja a un todo sistémico que enlaza a todos los
elementos y los condiciona entre sí formando una unidad. Es un todo lo que ocasiona el
placer.
Pongamos un caso al que ya Platón hacía referencia al abordar el tema: el de un
festín. En un festín se paladea mejor cuando la comida es presentada distribuida
armoniosamente en fuentes y platos hermosos, combinando colores y sabores y
emitiendo ricos aromas; cuando el buen vino se lo ve en vasijas de plata o de cristal
tallado bellamente decoradas y servida en vasos de la misma calidad; cuando desde la
38
Cf. “Crítica del juicio” ed. Losada Bs.As. El juicio de finalidad le llama “juicio reflexivo” y se apoya en la categoría a
priori de finalidad cuyo valor es objetivo (en sentido kantiano) y por lo tanto, válido para todo ser racional. Con esta
postura, Kant marca una esfera propia de la estética, distinta de la especulativa y de la práctica.
39
También St.Tomas es de este parecer cuando define lo bello al referirse a lo que agrega el concepto de belleza al
de bien: “Pulchrum dicitur id cujus aprehensio placet” ( S.Th. I-II, q- 27, art.1 ad 3). Pero al contrario de Kant, señala
que dicha aprehensión la hacen solo la vista y el oído, por ser los mas cognoscitivos entre los sentidos. La aprehensión
del ente concreto en cuanto singujar será el punto de partida para una refelsión que lo trasciendo gracias a la
inteligencia. Solo la inteligencia entiende lo que es el arte y la belleza.
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mesa y sillas hasta el mantel y los adornos florales son una fiesta para la vista; cuando
este festín es animado por la música instrumental o vocal y por la actuación de actores
con sus parlamentos o miméticas; cuando el salón tiene las debidas proporciones y es
adornado con pinturas y esculturas de buen tono y así sucesivamente. Todo el conjunto y
no la mera suma de los elementos es lo que causa un placer.
Más aun, el placer de la convivencia amistosa, creando un clima y ambiente festivo
en el cual el festín tiene razón de ser. Es en esta experiencia donde posiblemente Epicuro
se inspiró para su filosofía: la filosofía y el arte pertenecen a la región del gusto y alcanzan
su objetivo y su plenitud en ocasiones semejantes. El epicúreo goza del arte como goza
de una buena comida y bebida o de un buen perfume y mejor todavía, de la conjunción
de todos ellos. El resultado de la felicidad real y no la imaginaria, siempre y cuando la
centralidad sea ocupada por el encuentro de amigos. Platón mismo, en el dialogo “El
banquete” no está lejos de situar el arte dentro de este ambiente. Ahora bien ¿todo se
reduce a esto o cuando hablamos de “goce estético” le atribuimos una cualidad que lo
distingue esencialmente de otros gustos? No nos apresuremos con la respuesta de que
en la degustación del arte hay una racionalidad ausente en los otros gustos. En todo lo
que el hombre hace está de una manera explícita o implícita la inteligencia. Una serie de
aproximaciones nos ayuda a aclarar el asunto.
El siguiente paso será observar más de cerca la relación entre el gusto y el bien ya
que lo que causa placer es aquello que uno aprecia como bueno y espera que en realidad
lo sea. No es necesario ningún filósofo que enseñe la diferencia de lo que parece y lo que
es, pero sí lo es su intervención para sacar todas sus conclusiones y desentrañar la difícil
problemática que encierra. Tal es así que desde los orígenes de la filosofía en Grecia fue
uno de los temas más apasionantes de la época.
En un comienzo se afirmaba la identificación de lo placentero con lo bueno. Pero
resulta que no todo lo bueno es placentero (p.e. una medicina) ni todo lo placentero es
bueno (p.e. una bebida peligrosa). No obstante existir una relación, ¿cuál era esa?
Sócrates cruzó una línea divisoria entre uno y otro de tal modo que el sabio sumido en la
miseria podía ser feliz y el placer lo desviaba de la verdad. Platón en sus últimos años
retoma el asunto como tema central de un diálogo en el que lo ve, después su larga vida
de experiencia y reflexión, más cauto y más realista. En los diálogos Alcibíades y en el
Fedro y sobre todo en el Filebo, Platón abre una amplia discusión sobre el tema, trayendo
a colación las opiniones al respecto y sometiéndolas a un riguroso examen. El horizonte
se mantendrá en la referencia última a las Ideas, pero el tratamiento es mucho más
cercano a la experiencia real y sus juicios son más matizados y flexibles. La experiencia
de lo bello que conduce de la obra de arte a la naturaleza y de esta a las Ideas
modeladoras de la realidad sensible es interpretada como una región en la que lo sensible
y lo inteligible se enlazan. Una cosa es el goce de lo puramente sensible o de lo
puramente inteligible y otra cosa es su síntesis. El goce de la belleza, donde sea que se
encuentre, pone en juego a toda el alma, a todas las potencias del hombre en una
conjunción que es lo que despierta en él un movimiento de ascenso hacia lo absoluto.
Una buena observación que no pasarán por alto las sucesivas generaciones.
En otros términos Aristóteles plantea la cuestión en los siguientes términos: ¿el
placer se busca por sí mismo o es el resultado de una actividad bien lograda? Su
respuesta es la segunda solución. La actividad se desencadena en vista a un bien que
saca al sujeto de su pasividad y en este sentido el placer tiene una relación con el placer.
Pero no basta. Debe ser una acción cuyo fin sea solamente la realización de su querer, tal
como sucede tanto en el obrar moral, sea bueno o malo, como en el arte, sea o no
inspirado, como en el entendimiento de una cuestión teórica, sea o no acertada. Desde
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¿Qué es lo que afecta al hombre en una obra que denomina como de arte? No es
el simple hecho de que esté en el orden del hacer, que sea el resultado de una actividad
guiada y fabricada según reglas bajo el control de la razón. Desde luego esto el
importante, pero solamente la base. Hay que investigar qué es lo que las cosas o
personas tienen y que le llama la atención y despierta en el artista una sensación
especial. El artista puso en su obra algo subjetivo, una manera de ver y apreciar las
cosas. Parece ser algo innato en el hombre en general, que en el artista se lo posee de un
modo particular, el intuir que es lo bello y cuáles son las condiciones que debe reunirla
obra para que esto se haga realidad. Es el gran descubrimiento de los griegos. Aristóteles
recalcó la importancia de la razón en la ejecución de una obra de arte. Tanto el arte como
la técnica son debidos a una manera de usar la racionalidad humana y de producir, a
semejanza de la naturaleza, sus propias obras. Repetimos: son obras del hombre. El
hombre es el autor, asemejándose a la naturaleza con sus obras. Es por lo tanto fruto de
una comprensión de la cosa, de una percepción de algo en especial desde lo cual
presenta a la cosa.40
Nutridos con estas premisas, debemos dar otro paso en que se pondrá a prueba el
poder de la reflexión. Consiste en explicitar cual es el fundamento real de un juicio de
valor, en este caso, de un juicio estético. ¿Es la experiencia del hombre, inevitablemente
condicionado por sus propias cualidades, educación y otras circunstancias la última
instancia? En otras palabras, ¿la experiencia estética es un fundamento que sostiene el
juicio sobre la cosa, en este caso si lo que gusta o disgusta es criterio suficiente para
juzgar una obra de arte? Desde luego que uno puede fundar el juicio en el propio gusto
pero de lo que aquí se trata es que valor objetivo tiene ese juicio.
Y aquí la cosa se presenta más difícil pues es un problema que implica una
gnoseología, una metafísica y una antropología, y que puntualmente pone en juego la
posibilidad de conocer la cosa en sí misma, en lo que es realmente. Es así cómo el nuevo
espacio de reflexión se coloca decididamente en la filosofía. ¿Cuál es la cuestión que se
plantea? El relativismo y la absolutez del concepto del arte es un capitulo mas del valor de
la filosofía:¿es posible un concepto del arte, y adjunto a él, de la belleza que abrace
trascendiendo las épocas y culturas?
Desde la gnoseología se investiga si esta esfera del ente está al alcance de la
capacidad humana el de penetrar su verdad, bien y belleza. Se trata de saber si una
teoría acerca del arte no es más que una justificación racionalizada del gusto y del aprecio
o logra atravesar lo factico, recogiendo lo que de universal contiene. Sería la que marca la
frontera que separa la acción ética de la técnica y de éstas y la teoría, determinando sus
objetos y el modo de conocerlos. Asimismo debe esclarecer el concepto de “idea” que
preside el arte, tanto en el artista como en el receptor. Para comprender lo que se la
entiende en el arte hay que obtenerla de cómo procesa el hombre la imagen de las cosas
con la imaginación y cómo la racionaliza creándola. El artista capta intuitivamente algo, lo
retiene y lo expresa. La idea se toma en el sentido platónico de “modelo” según el cual se
realiza la obra. Por lo tanto participa tanto de la razón como de la imaginación.
En lo antropológico la reflexión filosófica se centrará en el conocimiento de las
potencias o posibilidades que le permiten al hombre trascender no solamente su propio
40
El arte supone la aprehensión especial del ser de las cosas y por lo tanto, de su inteligibilidad. Entiende lo que hace
bella a la naturaleza y a determinadas obras humanas. Cf. S.Th. I, q.39 art. 8 c. y II-II,q.145, art. 2 (los elementos
integrantes de la belleza)
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Bibliogtafia general