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Tres miradas sobre el arte


“Es el espectador, y no la vida, lo que
realmente el arte refleja”. O.Wilde

Raúl A. Núñez Miñana

Introducción
El presente trabajo presenta serie de reflexiones sobre el arte desde una
perspectiva no muy frecuente. En general, cuando se habla del arte, se lo aborda desde el
punto de vista estético o desde el tipo de producción que le es propio. Sin descuidar estos
aspectos que son esenciales, nuestro estudio encara el tema desde el mundo histórico-
cultural en el que han nacido, desarrollado y fenecido ideas y valoraciones de las distintas
artes. Es una mirada que se arraiga en la experiencia del arte, tal como se hace patente
tanto en el artista como en el que aprecia su arte. Es una experiencia especial que forma
parte del mundo humano, Íntimamente conectada con el resto de la cultura y por ende,
sujeta a sus mismas condiciones.
El arte es un fenómeno histórico, expresión y al mismo tiempo, signo o testigo de una
época. Implica una cosmovisión, la cual tiene distintas particularidades según las distintas
culturas. Como resultado de una larga evolución del ser humano. desde los remotos
tiempos, en los que posiblemente el arte cumplía una función ritual, mágica o religiosa,
hasta el presente, el arte fue adquiriendo un valor estético, una función social,
pedagógica, mercantil o simplemente ornamental y un elemento integrante de la
formación humana.
En cada cultura, en su tiempo y espacio, el arte es concebido como dotado de un
determinado valor, más allá de lo que es en sí. En tanto es un componente de la cultura,
refleja en su concepción los sustratos ideológicos, religiosos, económicos y sociales
inherentes a cualquier cultura humana a lo largo del espacio y el tiempo.
Esperamos que con esta manera de enfocar el estudio del arte desde su
experiencia socio-cultural se pueda obtener una mayor comprensión del mismo en su
realidad integral. Comprender algo es, al mismo tiempo, abarcarlo y entenderlo. Creemos
que este enfoque ayudará a una comprensión del arte como dimensión de la existencia,
sea individual o social, del hombre. En este contexto puede estar una de las claves para
interpretar el arte, si se me permite, como un “existenciario”.

En nuestro interés de mostrar lo que el arte ha significado en la vida humana, nos


ceñiremos a investigarlo en tres etapas de la cultura occidental: la Grecia clásica, la
cristiana medieval y la modernidad. Desde luego se trata de una simplificación que
supone toda división en períodos, pero es una manera práctica de aunar en un concepto
general, las diferencias que se advierten entre ellas y que, si bien no son abismales, sin
embargo contienen algunos elementos que resultan interesantes aun para nuestra época.
Somos conscientes que un tratamiento integral de este tema se requeriría la
participación de un equipo formado por especialistas en varias disciplinas. Para nuestro
propósito ello no es necesario. Si bien se aproxima a un estudio histórico de la cultura, lo
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que pretendemos es esclarecer, desde su encarnación histórico-cultural, el núcleo


filosófico que ellas contienen, tanto en su problemática como en su esencialidad. Como
parte de una filosofía de la cultura, se trata de una interpretación de los hechos en vista a
poner de manifiesto el sentido profundo del arte, más allá de las distintas concepciones y
valores fácticos. Ciertamente esto conlleva a una revisión del arte ateniendo, además de
las determinaciones epistemológicas o históricas, a su función en la vida.

I.- En Grecia
En general se presenta al arte de la antigua Grecia como una imitación de la
naturaleza. Esta caracterización no es del todo exacta y, dicha sin más, se presta a
numerosos equívocos. En efecto, antes que nada esta definición se encuentra en una
obra de Aristóteles (la Poética) lo que supone varias cosas: que está enmarcada dentro
de la cultura clásica antigua, que debe interpretarse dentro del contexto de toda la obra
del autor y, la más obvia, que está escrita en griego, intraducible en todo su alcance tanto
dentro del idioma en general como en el técnico en el particular.
Esto dejando de lado que la posición de Aristóteles no es la única y es mejor
comprendida si se recuerda que se opone a la concepción de Platón así como que se
inserta dentro de las discusiones más amplias provocadas por los sofistas. La vivencia
del arte en esa época es mucho más rica que una desnuda definición sin su
correspondiente contexto. Ella hunde sus raíces tanto en su historia como en su
psicología social, y es una de las claves para la comprensión cabal de dicha definición.
En grande rasgos trataremos de aclarar y fundamentar estas afirmaciones. 1

1.- A la pregunta qué significación tenía el arte para los griegos del período de su apogeo,
podemos responder orientando la pregunta en una doble dirección: cómo lo vivía y
apreciaba la población de la ciudad y cómo lo recogían e interpretaban los pensadores,
llámense sofistas o filósofos.
En cuanto a lo primero, el pueblo griego era muy sensible a los “bellos discursos y
a las bellas acciones” así como a la belleza de las diversas artes, sobre todo de la
arquitectura, de la música y del teatro. Hasta tal punto esto era así, que la palabra
“belleza” tenía una extensión mucho mayor que la simple estética. Era entendida como el
brillo y esplendor de lo perfecto, tanto de las ciencias como de las acciones, de los
cuerpos como de las almas, de las cosas inertes como de las vivientes. Pueblo de
navegantes y exploradores, la imagen más esplendorosa que aparece una y otra vez es el
firmamento, lugar del eterno rotar de astros y estrellas y morada de los dioses, mas allá
de toda la precariedad de la vida humana. No es el paisaje lo que más aparece en el arte
griego como tema destacado. A lo sumo, hojas, flores, algún animal, como adorno. La
naturaleza en general no le era muy rica en sus campiñas, como la que luego inspiró a los
poetas y artistas de Roma. No obstante, algunas primeras expresiones liricas que hacen
referencia a ella, en general será la vida humana la que ocupará el centro.

La filosofía recoge esta impresión y valoración del arte de distinta manera,


acentuando uno u otro polo de esta vivencia: el arte como paradigma de belleza por una
parte y el arte en su arraigo en la naturaleza por el otro. Platón está seducido por el orden
y la regularidad eterna del universo como un cosmos, con lo cual las categorías
matemáticas le parecen las más adecuadas para entender la verdad última de las cosas
en general y del arte en particular. La influencia de Pitágoras y Parmedides parece ser
decisiva en la formación de sus teorías. En el pensamiento de Platón, el arte es imitación
pero no tanto de la Naturaleza, sino de la Idea: la mente capta en lo contingente el bien y
1
Dejamos para otro estudio esta cuestión.
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la belleza participada desde la Idea, y por lo tanto, la tekhne es vista como dependiente
de la naturaleza en tanto en cuando ésta refleja las ideas eternas.
Mientras tanto, en Aristóteles la imitación es de la naturaleza tal como se presenta
a la experiencia. Lo ilustra remontándose a los orígenes mismos del experimentar el
gusto por sus distintas manifestaciones, entre ellas la de ciertos sonidos, formas o
aconteceres. Su atención se fijará luego a la obra de arte como contrapone en cierta
manera a lo dado naturalmente. El papel del hombre como origen de la obra, cobra un
valor determinante, compatible con su concepción antropológica, ética y política, en cuyos
marcos es investigada. En un análisis integral que va desde el papel del conocimiento
hasta el rol social del artesano y del artista, Aristóteles ha señalado las distintas facetas
que deben explorarse para entender al arte.

El espíritu griego se expresa en ambos, pero ¿cual es su punto de coincidencia y


cuál es su diversidad de direcciones? Desde luego, Platón tiene los pies plantados en
tierra pero cree que solamente el nous (inteligencia) revela la verdad de las cosas y algo
no puede ser ni totalmente bueno ni bello si no es verdadero. Para eso debe anclar su
pensamiento en un punto inamovible como lo son las Ideas o Modelos, ponderando su
trascendencia y al mismo tiempo, su objetividad.
Aristóteles coincide con esto pero se mantiene en la inmanencia de lo permanente
en la misma naturaleza. La teoría del acto la potencia, vinculada con las cuatro causas, le
da la clave para la comprensión de la permanencia y el cambio de las cosas, así como de
su unidad y diversidad. Por otra parte, Aristóteles recupera el sentido originario de la
palabra “Naturaleza” y la estudia en cuanto tal. Al fin y al cabo, el mundo del hombre está
edificado sobre la Naturaleza y pertenece a ella sustancialmente. Es la physis, entendida
como el conjunto de entes que tienen en sí mismos el principio de movimiento (en sus
múltiples acepciones) y están relacionados entre sí de tal modo que forman una unidad
compleja, vinculada por lazos de causalidad. Entre ellas, el principio ordenador es la
causalidad final que los enlaza y le da sentido al todo, componiendo la unidad fundada en
el bien de cada uno dentro del conjunto. Y es en la culminación de estos grados de ser
donde aparece el hombre, con toda su grandeza, creatividad y responsabilidad. El hombre
que se basta a sí mismo y disfruta de lo gratuito que es la belleza.

Por eso cuando se habla del significado de la tekhne en general y del arte en
particular, se advierte distintos grados de apreciación. La posición de Platón está muy
clara en dos lugares. En primer lugar, en la Republica, cuando imagina el momento
fundacional de la Polis, donde la tekhne, en su doble aspecto de utilidad y placer está
claramente marcada y valorada. Este método de “reconstrucción lógica” le permite
relaciones interesantes entre las producciones orientadas al uso y las orientadas al placer
y posteriormente, a la aparición y dominio de las distintas capas sociales. El
entrecruzamiento de la economía, el lujo y el poder van apareciendo en un relato que
impacta tanto a la razón como a la imaginación. En segundo lugar, en el Timeo donde se
imagina la formación del mundo natural valiéndose de la imagen de un gran artesano (el
Demiurgo divino) que, contemplando los Paradigmas eternos, plasma en la materia dichas
ideas.
Otra es la perspectiva de Aristóteles. Si bien sus ideas están dispersadas en
distintas obras, la tekhne como fenómeno antropológico le permite explorarlo desde
distintos costados, examinándola como un tipo especial de conocimiento, como una
actividad distinta de la simple empiria, como una obra distinta de la natural y, por fin, como
una cualidad cuya posesión ubica al artista dentro de una función social.
“Se llega al arte cuando a partir de muchas nociones obtenidas por experiencia, se viene a parar en un
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conocimiento único y universal, aplicable a todos los casos semejantes” 2

Asimismo le ofrece un modelo para forjar su teoría de las cuatro causas,


estudiando la naturaleza desde la tekhne y no a la inversa. Para ello no apela a un
Demiurgo sino la constitución esencial del ente natural como componente del conjunto.
2.- ¿Cual es el sentido que tiene el arte en la antigua Grecia, y mas precisamente, en
Atenas? Cuando decimos “sentido” hacemos referencia a cómo siente el arte, qué
significado le otorga y qué finalidad persigue. La respuesta es clara: el contexto no puede
ser otro que el de la Polis. El arte griego es impensable en otro contexto. Los antiguos
griegos eran conscientes de que su forma de vida les era distinta de otras y por lo tanto, el
arte cumplía otra función.
Conocían las grandes realizaciones de los imperios anteriores y de sus
contemporáneos, tanto las múltiples técnicas para resolver los problemas de gobierno que
traen consigo los grandes complejos sociales como del desarrollo de las artes que
cumplían la misión de exponer la magnificencia y el poder de sus soberanos absolutos.
Sin embargo, no era lo grandioso lo que los seducía. En la polis ni esas técnicas eran
necesarias ni tenía sentido ese uso del arte. Su criterio de sociedad no era el poder
físico sino el equilibrio entre lo material y lo espiritual, lo individual y lo comunitario, lo
intelectual y lo artístico, en fin, los valores propiamente humanos y las condiciones para
su realización. En este contexto es cómo siente y valora las artes bellas.
La labor del artista se encuadra dentro de la Polis como una contribución a la
formación de una comunidad, tarea de todos y disfrutada por todos. Cada polis aspiraba a
ser la mejor, tanto en su organización, como en una idea precisa de las condiciones que
debía reunir para aunar el esplendor de sus edificios y de su ornamentación y la
seguridad y prosperidad económica. El orgullo de pertenecer a una organización en la que
todos se respetaban como hombres libres, se debía demostrar en sus propias
realizaciones.
La ciudad, material y socialmente, no sólo era una obra humana colectiva, sino
debía ser una obra de arte. No por nada los arquitectos griegos son los maestros de la
futura urbanística. Una polis debe obedecer a las reglas del arte bello, poniendo a su
servicio todas las técnicas y recursos humanos y materiales disponibles. Los cánones que
rigen para el planeamiento de la ciudad-estado son los mismos que rigen para que una
obra sea bella. Es así como las técnicas y las bellas artes adquirieron un significado
especial, en rigor, un significado “político”.

La ciudad era considerada como el ámbito en el que tienen su lugar natural las
técnicas y las artes, con la peculiaridad de que en ella, todos debían participar. Estaban
convencidos de que fuera de ella era imposible que una comunidad pudiera crear los
espacios necesarios para la creación artística y para gozar del arte bello. Más aún, no
tendría sentido. Para el campesino este disfrute le estaba vedado. Y lo estaba porque el
trabajo le insumía todo su tiempo y energía. Era el mundo de lo que Hesíodo denominaba
“de los días y los trabajos”: días y trabajos agotadores que embrutecían al hombre. Eso
sumado que lo que al poeta mas le condolía de esta labor era ver la injusticia que
acompañaba a estos hombres, resumida en la idea de no poder vivir como seres
humanos. El no vivir en la Polis es carecer de la posibilidad del arte, ya que es quedar
prisionero de las necesidades mínimas y sin horizonte para otra cosa.
Una Polis bella educa a los ciudadanos, desarrollando en ellos lo que es propio y
exclusivo como hombres. Todas las manifestaciones artísticas deben contribuir a crear un
clima de armonía en la vida individual y social. La belleza es lo que atrapa el amor: se

2
Met. I, 1 (980 b)
5

ama y engendra en la belleza, tanto en lo corpóreo como en lo espiritual. Si no hay


belleza no hay amor y el amor por una vida feliz consiste en el bien-ser y no solo del
bien-estar. Implica, además de entirse bien, el de ser bueno.
De aquí la importancia de una formación estética basada en la verdad y el bien. Es
así cómo Platón, sabiendo la tremenda atracción que ejerce la belleza en el ánimo del
hombre, está alarmado por el arte del engaño a que se exponía el que quedaba en el
simple aparecer. Este enfrentamiento entre el ser y el parecer, entre la verdad y la
opinión, es una de las pasiones que acompaño a Platón toda su vida. A él le preocupaba
sobre todo la potencia de la belleza, sea en palabras, acciones o cosas, usada para
atrapar a los incautos en el error. 3
Es cierto que fue demasiado severo y estrecho en lo que se refiere a las artes en
general, pero debe tenerse en cuenta que, como consecuencia de las guerras médicas y
las del Peloponeso, unidos a una relajación de las costumbres debidas a algunas medidas
demagógicas de Pericles, el pueblo ateniense se iba hundiendo en la mediocridad y en el
afán de novedades que de hecho destruyeron la rica herencia cultural de sus
antepasados. Es por eso que quiere restaurar lo que hizo grande a Atenas y las Polis
griegas, mediante una formación estética tendiente a una armonía entre el cuerpo y el
alma, la inteligencia y la voluntad, el sentimiento y la razón, los viejos ideales de una
“piadeia” integral del hombre. Así se expresa en su magna obra “la República”:

“Habrá que buscar artistas capaces de rastrear la huella de todo lo bello y gracioso, para que los jóvenes
vivan como en un lugar sano y reciban ayuda por doquier expresadas en las bellas obras que impresionen a
sus ojos o sus oídos, al igual que un aura llena d vida que ya desde la infancia y apenas sin darse cuenta de
les moviera a imitar y amar lo bello en perfecto acuerdo con la bella expresión” 4

El ideal del hombre griego no es lo hierático y solemne ni la exhibición del poder.


Es el goce de una vida más o menos simple, disfrutando de las personas que lo rodean y
del ámbito en el que se desenvuelve su vida. Ama el arte porque le agrada, y le agrada,
no por las ventajas de cualquier orden que con ello pueda obtener, sino simplemente
porque su belleza le encanta.
El arte bello se inspira en esta fuente y por lo mismo, sus obras contribuyen
inconscientemente en esta misma dirección. El hombre hace y disfruta del arte porque le
agrada. Así de simple. También los animales son impulsados a disfrutar de lo que les
agrada, pero su círculo se abre y se cierra dentro de las necesidades de la especie. El
hacer cosas simplemente para disfrutar de ellas es propio del hombre. El hombre gusta de
las expresiones artísticas, cada una de las cuales le satisface de una manera particular.
El pueblo griego -preferentemente el ateniense (por algo es alabado según
Sócrates por todas las polis)- ama la belleza. Si Platón alerta sobre los peligros que
encierra si no se las somete a un control racional, es precisamente porque el arte, sea el
de la palabra en sus distintas formas literarias, sea la música en sus ritmos distintos, sea
la pintura, la escultura o la arquitectura no deben agotarse en un mero placer sensible
(literalmente estético) sino que su poder debe penetrar en lo hondo del hombre,
conmoviéndolo desde la raíz, para lo cual es indispensable el saber captar su esencia.

Ahora bien, este amor a la ciudad, la idea de que ella es el mundo del hombre
¿implica una ruptura con la naturaleza? ¿se presenta como un desafío a la misma o un
desprecio de lo natural? Que la polis sea una construcción humana no quiere decir que

3
Ver mi trabajo: “Aristóteles: la palabra en la Polis”
4
Rep.III, 401c-d. Véase E.P.Lamanna: “Historia de la Filosofia” ed. Hachette, Bs.As. Tomo I, pags. 93-103; 198-205 y
255-260
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para los griegos implique la construcción de un mundo ajeno a la naturaleza, sino por el
contrario, es habitar en ella, llevándola a su cumplimiento. El habitar del hombre es
crearse los espacios más favorables para su pleno desarrollo. La naturaleza es el marco
en el cual se engastan todas las construcciones de la polis y donde se recogen,
transformados, sus efectos. En su planificación y su desarrollo, siempre impera esta
percepción: la naturaleza debe aparecer como sustentando y ordenando todo lo pensado
por el hombre.
En el trasfondo de la concepción de la Polis está siempre presente la Naturaleza.
La Polis está engastada en un territorio determinado que le da su carácter y sus
posibilidades. Hay polis en las islas del mar Egeo, en lugares fértiles o ásperos, en el
litoral marítimo o en las montañas de la baja Italia, de las costas del Asia menor y de otros
lugares remotos de la península griega propiamente dicha. Cada una de ellas se organiza
de un modo parecido, desarrollando sus artes y técnicas, adaptadas a la naturaleza en la
que está asentada. Para todos ellos y por encima de todo, la Naturaleza es un cosmos, un
todo ordenado y bello, que se manifiesta en el mundo de los astros y estrellas
obedeciendo a un orden eterno e inmutable que ordena a su vez a este mundo sublunar,
sujeto a la diversidad y el cambio. Cada polis es un pequeño cosmos dentro de la
inmensidad del mundo, que debe reflejar de algún modo el cielo que la cobija.

El modelo del cosmos se traslada también a la concepción del hombre: el hombre


es un “microcosmos”. El cuerpo perfecto es armonía, así como la salud física, la virtud, el
alma, la Polis, etc. Es el “deber ser” la medida del verdadero ser del hombre y de las
cosas en su totalidad. La felicidad del hombre está en el equilibrio de sus distintas
facultades, el estar en sintonía con la naturaleza. En hombre debe imitar en sí mismo y en
su mundo es el equilibrio que rige al cosmos en su totalidad. Es decir, en armonía consigo
mismo, con los demás y con el cosmos. La felicidad del hombre está en el equilibrio de
sus distintas facultades, el estar en sintonía con la naturaleza. En hombre debe imitar en
sí mismo y en su mundo ese equilibrio que rige al cosmos en su totalidad. Este es el arte
de vivir bien que se conjuga con la ideal en la construcción del hombre integral.

La armonía del hombre con la naturaleza debe ser la regla de toda conducta
humana. De ello depende su felicidad, más allá de sus impulsos sensibles. Aun ellos
ponen de manifestó su verdad cuando adviene el fracaso o la desilusión: la hybris
(exceso) siempre se paga. En el hombre como en todo ente se cumplen las leyes del
universo, y que más allá de sus imperfecciones y desajustes, la naturaleza siempre vuelve
por sus fueros. Existe una justicia inmanente, que pone a su tiempo, las cosas en orden.
Un orden eterno, sujeto al cual están los dioses, los hombres y todos los seres, desde las
estrellas y los astros hasta la más insignificante piedra. Esta experiencia y otras hechas
por su cuenta, los pitagóricos propusieron una teoría general del universo, con la armonía
musical como uno de sus componentes esenciales. Arte y vida se aúnan en una
concepción trascendente.

3. 3. No podemos pasar por alto el ambiente religioso del arte: la vinculación de lo divino
con el arte constituye una de las fuentes tradicionales, de las raíces que alimentan el
presente.5 La sociedad griega antigua era radicalmente diferente de la nuestra. Nuestra
palabra «religión» no existía en griego antiguo. Los conceptos que nos sirven para
describir los fenómenos religiosos contemporáneos no están adaptados para el análisis
de lo que era para los griegos lo divino. En la sociedad griega, la religión estaba
completamente imbricada en todos los dominios de la vida: los gestos, los
5
Cf. J-P.Vernant : “Mito y sociedad en la Grecia Antigua” Siglo XXI, Bs.As.
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comportamientos, las ceremonias de la vida familiar, social y política comportan casi


siempre un aspecto religioso. Las obligaciones de la comunidad concernían, en primer
lugar, al respeto a la tradición ancestral. Ser piadoso era creer en la eficacia del sistema
de representaciones establecidas por la ciudad para organizar las relaciones entre los
hombres y los dioses, y también participar en ellas activamente. Así entendida, todas las
artes reflejaban ese mundo de los dioses inmortales.
En sus comienzos, el artista estaba convencido de que su genio era resultado de la
inspiración divina, concretamente de las musas presididas por Apolo, el dios de la lira y
del don profético, el dios de la belleza, de la perfección, de la armonía, del equilibrio y de
la razón. Ellos eran son orígenes de todo arte y cuya presencia era descubierta en sus
obras. El artista se sentía como enajenado por las musas, que le abrían al conocimiento
de la belleza de las cosas. Las nueve musas presidian las distintas artes. Así cada una
de ellas tenía asignada un arte particular.
En la mitología griega las musas, consideradas como ninfas de las fuentes, eran
las diosas inspiradoras de la música y, según las nociones posteriores, divinidades que
presidían los diferentes tipos de poesía, así como las artes y las ciencias. Esta asociación
entre el brotar del agua en las fuentes y el ser el hábitat de las ninfas inspiradoras de las
artes y ciencias nos sorprende por su belleza y por todo lo que ella sugiere. Además del
brotar de las aguas y de su constante renovación, nos descubre el tradicional enlace entre
las artes, las ciencias y la filosofía.6
Los poemas homéricos se considera a las Musas diosas de la música y la poesía
que viven en el Olimpo. Allí cantan alegres canciones en las comidas de los dioses, y en
los funerales cantaron lamentos. De allí proviene la estrecha relación existente en Grecia
entre la música, la poesía y la danza. Para el poeta y legislador Solón, las Musas era «la
clave de la buena vida», pues traían tanto la prosperidad como la amistad. Cuando
Pitágoras llegó a Crotona, su primer consejo a los crotonienses fue construir un altar a las
Musas en el centro de la ciudad, para impulsar la armonía cívica y el aprendizaje.

Donde los dioses encontrarán un refugio perdurable, además de serlo en la


tragedia y la comedia, en los poemas épicos y líricos, lo será en la escultura y la pintura,
de un modo particular, en la cerámica. Aquí ocurre una cosa curiosa. Ya no se trata de
imitar la naturaleza, dado que los dioses y héroes son inmortales y extra-naturales. No
hay posibilidad de recoger una imagen de ellos porque son invisibles. Ahora lo que imita
no es la naturaleza sino la imagen forjada por la imaginación del artista de acuerdo al
carácter expresado en dichos relatos De esta manera los dioses adquieren un cuerpo y
entran en la vida, plasmados en colores y volúmenes por los que los relatos míticos se
transforman en hermosas imágenes sensibles y al alcance de todos. La aureola de
pertenecer a otra realidad se expresa sobriamente en todas estas composiciones y las
reglas del arte se hacen más exigentes.

En el proceso de racionalización que se produce sobre todo en Atenas y bajo su


influjo, en las principales polis griegas en gran parte por obra de los sofistas -en la
llamada “Ilustración griega”-, se atribuye cada vez más a causas naturales (al talento
innato del artista) la intuición de lo bello en las cosas o en la vida, más que en una
inspiración de las musas. En las clases cultas se prolongará como recurso literario o
artístico más que por una convicción religiosa.
Lo religioso va siendo solamente un elemento de cohesión social y de continuidad
en el tiempo, conservando, a lo menos en las formas, lo tradicional que de una actitud
profunda del alma. No obstante esta desacralización, la experiencia griega de las artes
6
En la Academia platónica se rendía culto a las musas y en las obras de este filosofo perdura esa vieja tradición.
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era racional, pero no racionalista. Confesaba un origen suprior a la misma razón, que
conectaba al hombre con la belleza como un don de los dioses. Esta afinidad con la
belleza como algo connatural al hombre acusaba un parentesco con lo divino que se
hacía manifiesto en la experiencia del arte.

En la filosofía, el arrasamiento del politeísmo en las doctrinas a partir de la


ridiculización de Jenófanes, pasando por Parménides y Pitágoras, hasta las cautelas de
Platón sobre el tema, todo indica que la mitología fue considerada cada vez mas como
obra de la imaginación semi-poética y no como una “historia” de la realidad. Pero no por
eso desaparece lo divino, sino que se traslada al campo del ser, del número, de la Ideas o
del cosmos. Como todo cambio cultural, lo nuevo oculta en sus entrañas mucho más de lo
antiguo de lo que se tiene conciencia.
En el trasfondo perduró esta tradición aún en la concepción del arte como
imitación de la naturaleza. Para su cabal comprensión debe remitírsela a sus orígenes
sagrados. La naturaleza tiene algo de divino y aunque se hayan expulsado a los dioses
del Olimpo y recluidos a la imaginación, los sistemas filosóficos desde sus orígenes hasta
su plenitud hacen referencia a lo divino. Aun un hombre tan poco afecto a las mitologías
como lo era Aristóteles, no duda en calificar de divina no solamente a la naturaleza sino
también al saber filosófico, al obrar ético y político, al hacer técnico y artístico. Lo divino
no es un simple recurso retorico, como lo era para los sofistas, sino fruto de una profunda
convicción metafísica.

En el pueblo, perduraron las viejas tradiciones en las que lo profano y lo sagrado


no estaban separados, por lo tanto la visión de las maravillas de las artes y su gozo eran
después de todo un don de los dioses. Ligadas a ellas, continuaron con el culto a los
dioses que incluían al de las musas, por lo cual junto a los sacrificios, se ofrendaban las
canciones, danzas y ejecuciones musicales.

4. Las artes bellas ponen de manifiesto el espíritu griego, sus ideales y sus criterios de
valor. El ideal de armonía que se espeja en las artes no se encierra en él sino que se
hace presente en todas las instituciones políticas, educativas y académicas. Más allá de
las diferencias, es la ruptura del equilibrio encarnado en la justicia lo que ocasiona las
distorsiones que impiden que la Polis cumpla con su cometido. Sea desde un modelo o
idea de Polis o del estudio empírico de las realidades políticas, ambos están de acuerdo
que sin una armonía basa en la razón y en la intención de la naturaleza, la concordia se
destruye y con ella, la razón de ser de la Polis. El equilibrio será el criterio determinante
para que haya justicia, paz y prosperidad así como la estabilidad de una sociedad.
La base de la convivencia política es la concordia, que no puede existir sino en la
práctica de la justicia y de la amistad social. Ambas están fundadas en la armonía entre
gobernantes y gobernados, entre los individuos y entre las clases sociales. La virtud
concebida como la excelencia de vida (areté) es el justo medio, no solo en la conducta,
sino también en el estudio, en la prosperidad, las letras y las artes. La comprobación más
simple esta en el hecho de que no se ven templos o palacios imponentes ni obras
grandes de ingeniería ni una exhibición de grandeza y de poder, como se ve en la cultura
romana. La cultura griega no ama ni la carencia ni lo excesivo, tal como es el hombre: ni
un dios ni una bestia. Es la justa medida que marca el puesto del hombre en la
Naturaleza.
La Polis debe fomentar las relaciones recíprocas y las debe hacer en espacios
dedicados a distintas funciones. Las asambleas del pueblo, los actos judiciales, las
actividades comerciales, los espectáculos, los torneos deportivos, los lugares de
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encuentro para reuniones entre amigos, en fin, todas las franjas de la vida en común
tenían su lugar en construcciones acordes a su función. Ellas estaban distribuidas de tal
forma que en su conjunto creaban un espacio armonioso en el que conjugaba la obra de
la naturaleza y la del hombre.
Existen varios elementos esenciales en la distribución urbanística de las polis:
La Acrópolis era la parte alta de la ciudad. Un recinto amurallado y fácilmente
defendible donde se situaban también los templos y los tesoros de los dioses que
protegían la ciudad. En Atenas luce en ese espacio los grandes portales del Propileo y el
célebre Partenón.
El Ágora era la plaza principal de la ciudad y tenía dos funciones: una política en la
cual se reunía periódicamente la Asamblea para tomar las decisiones más importantes.
La Stoa eran los pórticos cubiertos que rodeaban el ágora, daban cobijo a la gente
y allí se situaban los comercios. Estas stoas porticadas continuaban por las calles
principales de la ciudad.
El Gimnasio y la Palestra eran los lugares de ocio y esparcimiento, allí se
practicaban ejercicios físicos a la vez que eran centros de reunión de amigos (simposios),
a modo de paseos decorados con columnas a ambos lados. Se situaban en las afueras
de la ciudad, com amplios espacios verdes.
El Teatro era un semicírculo graduado utilizado como lugar donde se
representaban las tragedias y las comedias premiadas en concurso público. Es uno de los
lugares culturales más importantes para la exposición del arte considerado más
excelente.
El Estadio era el otro gran centro cívico servía para realizar diferentes juegos
atléticos. Los griegos eran muy aficionados a estos ejercicios, cuya finalidad y estructura
originaron el concepto de deporte. Periódicamente se efectuaban los juegos panhelénicos
conocido como los Juegos Olímpicos y juntamente con el culto a los dioses constituían el
lazo de unión de todas las polis.
Es así cómo, cuando se afirma que la Polis debe responder a un paradigma que
rige toda la vida de sus miembros, se está diciendo que las obras artísticas forman parte
de una cosmovisión, de un sentimiento y de una intelección de las cosas que tienen como
referencia lo armónico y medida el ser del hombre, criatura intermedia entre los dioses y
los animales. La mitología por una parte y la naturaleza por la otra son las coordenadas
en las cuales dan la clave de intelección del sentido de los que desarrollaba en todas las
áreas de la vida y se ponía de relieve, en una manera expresa, en la poesía y en el teatro.

En general, el edificio en el arte griego está concebido como la armonía total de


todas sus partes, pero más si cabe de cara al exterior. Se buscan los valores estéticos,
haciendo grandes conjuntos donde ningún edificio debía desentonar con respecto a los
demás. Todos los edificios estaban proporcionados a la escala del hombre, realizados con
los mismos materiales y con los mismos colores. Si en un edificio ninguna pieza debía ser
desmesurada y se adaptaba al conjunto (sillares, columnas, etc.), ningún edificio debía
sobresalir en la ciudad. Más que arquitectura, los griegos hacían urbanismo.
Las instituciones (teatro, ágora, stoa, etc.) deben observar un orden que al mismo
tiempo crean espacios para la vía humana plena y comunitariamente gozada como
plasmar armónicamente dichos espacios. Lo perfecto debe serlo ante la mirada. Es por
ello que el Partenón, que al principio se creía que habían existido fallas de ejecución, se
vio después que obedecían a que el emplazamiento del Partenón y del Acrópolis ofrecían
a la mirada un problema, a saber, de la deformación debida a los efectos de la luz y de la
perspectiva. De ser ejecutadas según las proporciones matemáticas ideales, se verían
distorsionadas. La proeza de sus arquitectos consiste precisamente en el cálculo exacto
10

de un construcción que se muestra llena de elegancia y levedad, parezca como tal a al


observador común. Para ser arte no basta para que sea perfecta: en realidad debe
aparecer o manifestarse como No es el arte por el arte, sino para el disfrute del
espectador. Es el arte concebido como un medio de comunicación y un puente entre lo
sensible y lo inteligible, lo material y lo inmaterial. 7
Este caso debe es una de las claves de interpretación para rescatar el sentido de la
belleza: no son la armonía matemática perfecta sino cómo aparece la obra de arte. La
imitación es así ya no de la cosa en sí, sino de la mirada sobre la cosa: se imita la mirada
perfecta, porque solamente ella puede apreciar el arte. La belleza encierra el bien, lo
perfecto, pero no solo en si mismo sino para el hombre. La belleza de la obra es lo que
manifiesta, porque eso es lo que causa placer, y no solamente una especie de copia
mecánica. La obra de arte está hecha para agradar y su armonía y perfección debe ser
experimentada por los sentidos y por la inteligencia, no solo de una o de otra.

El sentido la sentencia de Protágoras “el hombre es medida de todas las cosas”


tiene un gran valor testimonial. El hombre es lo más perfecto de la naturaleza. Su cuerpo
es bello porque obedece a un paradigma que puede ser expresado matemáticamente.
Ello indica que es la proporción de las partes, su disposición y medida y la simetría lo que
lo hacen bello. El cuerpo del hombre siente el mundo y en cierto modo, su mirada sobre el
mismo está condicionada por su condición carnal. Es una sensación o impresión del
mundo regida por la ley de la armonía cuyo signo más excelso es su propio cuerpo. La
belleza de las cosas la advierte y disfruta asimilándola a las proporciones que están a la
medida del hombre. No lo seduce lo colosal, sino lo armónico y relacionado con su ser de
hombre. Tanto en las técnicas como en las artes, la justa medida es lo que disfruta.
De aquí a que la imitación de la naturaleza tenga un patrón que es el hombre: el
arte debe imitar la belleza del hombre y con eso, imprimir en ella su sello. Es decir, lleva a
su término lo que la naturaleza deja como posibilidad de unidad, perfección y durabilidad,
lo que remedia la multiplicidad, imperfecciones y caducidad de las cosas.
Desde una mirada trascendente y con el supuesto de que la naturaleza es una
imitación de paradigmas intemporales que fundamentan la inteligibilidad del ente, Platón
ve en el arte una imitación de la naturaleza, lo estima como una imitación. El concepto de
belleza de Platón es muy amplio, abarcando tanto la belleza física como espiritual, la
moral y cognoscitiva, la belleza de los cuerpos, de los objetos artísticos, tanto como la de
colores, sonidos, leyes, actitudes morales, etc. Por lo tanto no solamente el arte es
vehículo de la belleza, sino también abarcar de hecho a todo ente cuando en él se
encuentran las justas medidas. No solo los bellos edificios hacen de una Polis el ambiente
bello, sino las bellas acciones y los bellos discursos. Las relaciones humanas deben
afinarse con una comunicación de ideas, sentimientos y propósitos adecuados. Es el arte
de la palabra, sea en el foro, sea en el teatro, sea en el simposio, sea en la vida cotidiana
lo que embellecerá la convivencia, la hará atractiva y agradable. Nada de gritos ni de
desplantes como argumentos, sino razonamientos que pueden ser apasionados pero
nunca desbordados, en los cuales la dialéctica del discurso es la columna vertebral de
toda posibilidad de armonizar pareceres e intereses.

La armonía de estas relaciones está basada en gran parte en el conocimiento y en


el uso del arte del bien decir. El éxito de los sofistas no se explica bien sin este marco de
referencia, así como la aprobación general de que una educación tendiente a vivir de la
Polis, gozando de sus beneficios y brindando sus servicios, implican un entendimiento
7
Notable un pasaje de Platon (Sof.236 a ss.) donde destaca que el arte debe hacer aparecer como perfectamente
armonico aquello que la vista y la distancia puede distorsionar. Al mismo tiempo plantea el problema del ser verdad y
del aparecer como verdadero.
11

imposible sin una relación amigable. No solo la literatura sino también los diálogos
platónicos nos muestran esta combinación entre lo bello y lo verdadero. El problema de
los sofistas es atendible en esas circunstancias: los griegos son amantes de la palabra y
el bello discurso los apasiona.
Por eso la belleza de la palabra puede ser una formidable arma del poder. Un
sofista sentenciaba que un órgano tan pequeño como la lengua es capaz de cosas
increíbles… Si se estudia el mecanismo de la persuasión, es imposible pasar por alto la
belleza del discurso, de los gestos, de los tonos de voz, del ritmo de la palabra y el
silencio, etc. O sea, la técnica del bello arte de la retórica. 8 Isócrates lo manifiesta también
en su defensa prudente de la sofistica en cuanto a la importancia del discurso persuasivo
potenciado por la oratoria. La lucha contra o a favor de la retorica solamente pudo darse
con un eco grande en la sociedad helénica.

La ojeriza Platón hacia el arte era el engaño a que se exponía el que quedaba en
el simple aparecer. Este enfrentamiento entre el ser y el parecer, entre la verdad y la
opinión, es una de las pasiones que acompaño a Platón toda su vida. A él le preocupaba
sobre todo la potencia de la belleza, sea en palabras, acciones o cosas, usada para
atrapar a los incautos en el error. En realidad, traslada la experiencia del discurso sofista,
9
bello y aparentemente verdadero, con otras manifestaciones del arte.

Además de la arquitectura y junto a la palabra, otro elemento importante en la


educación es la música. En realidad la palabra armonía pertenece en su origen a la
música. Si bien en la época clásica la musical instrumental era bastante pobre y su uso
quedaba casi reducido a los simposios, lo cierto es que era un elemento indispensable en
los espectáculos, sea acompañado a los coros, sea como fondo al recitado actoral. En la
visión cósmica teorizada por Pitágoras se identifica la armonía con la relación entre la
música, el ritmo y la necesidad. La clase de una visión matemática: encierra la
racionalidad del universo, el ritmo regular y acompasado (luz-tiniebla, noche-día, etc.), las
relaciones entre los números (operaciones), la necesidad de estos enlaces. El universo es
armonía y por eso es musical…
El efecto de la música es estudiado desde la psicología del arte hasta su poder
educativo o destructor. Platón analiza cuidadosamente el efecto de LA música y su efecto
positivo o negativo según sean los ritmos y tonos que ellas presenten. Aristóteles lo
muestra su efecto, distinguiendo el ejecutante del oyente, de tal forma que lo educativo
puede afectar a las dos situaciones con un criterio pedagógico basado en su efecto en la
formación del hombre libre.

Obviamente no podemos omitir las inmortales obras de cerámica que en la época


clásica, recogiendo una larguísima tradición, se instaló en la vida privada y pública.
Además de la arcilla, se fueron introduciendo otros materiales y pigmentos así como una
enorme variedad de formas y usos que abarcan desde las ánforas, copas, cántaros, etc.
hasta los platos y fuentes. Obras primorosas llenas de talento por parte de los artesanos-
artistas que los hicieron, en las que reluce la armonía entre la pintura y la forma de la
vasija, con una combinación de elementos geométricos e imágenes estilizadas.
Son obras que contienen figuras de plantas, animales, hombre o dioses, en negro o
en rojo, según procedan de Corinto, Creta, Rodas, de las islas Cícladas y desde luego,
de Atenas. Son obras que se hicieron con el uso de materiales y técnicas que aun ahora,

8
Una bella descripción del impacto que producían los grandes sofistas en su aparición en una polis, está
magistralmente descrito, no sin un dejo de ironía, por Platón en el diálogo “Protágoras”.
9
Ver mi trabajo: “Aristoteles: la palabra en la Polis” .
12

con toda la tecnología disponible, no ha podido arrebatar el secreto que llevaron a la


tumba sus autores. Estas obras, muy difundidas en todas las polis griegas y aun más allá
de las mismas, si bien eran muestras de riqueza de las clases altas, no por eso eran
ajenas del todo al común del pueblo.

El arte debe concebírselo dentro de esta cosmovisión. De allí el valor del saber como
fruto de la contemplación : así puede saber la verdad de lo que es. Conociendo el mundo se
conoce a sí mismo, y su lugar en el cosmos, al mismo tiempo conociéndose, conoce al
mundo. La relación entre la teoría y práctica, y dentro de esta última, la phronesis y la
tekhne son la expresión filosófica de esta visión. Con ello, las técnicas en general y las
artes bellas en especial establecen enlaces esenciales con el ser en su esencia, bondad y
belleza.
El arte, como la técnica, debe insertarse en este orden. El hombre en su vida
efímera, creando su propio mundo que es perdurable en tanto acompaña a la naturaleza
propia y la que lo rodea. Ni el arte ni la técnica deben “impactar” destruyendo o
cambiando violentamente las cosas. Es cierto que también en la naturaleza se producen
cambios bruscos y violentos. Pero esto se debe a que la Injusticia” o desajuste han sido
tales que por fin explotan. La prudencia del hombre, en aquello que está en sus manos,
es evitar estos extremos. Las técnicas ayudan a proveerse de lo necesario con la
previsión de tiempos y tareas, así como el arte pacifica los ánimos, los serena y los invista
a abrirse a la trascendencia. Este es el sentido del arte como educador del hombre.

4.- Para el griego la palabra tekhne, tanto referida a lo que hoy llamamos técnica y arte,
no hacen referencia no a la obra sino a su creador. El pueblo griego admiraba a sus
artistas y poetas. Los admiraba como elegidos por los dioses, para transmitir a los
hombres esa luz y belleza divina, que lo elevaba por encima de sus afanes diarios. En
los primeros tiempos, se le llamaba sabio al experto en algo, es decir, al que tenía un
conocimiento práctico. Un eco de ello se encuentra en Aristóteles cuando, al encarar el
tema de la sabiduría propia del filósofo, inicia su análisis desde lo que “se dice” como
sabios contraponiendo el sabio en algo y el sabio en todo. Pero no niega esa
denominación como impropia sino acotada en una región de la realidad.

Además de la armonía como patrón de medida, lo que llama la atención la antigua


Grecia es su aprecio por lo que tiene de propio el arte bello, a saber, su carácter de
gratuidad. ¿Porqué le agrada el arte, que no tiene en si mismo ninguna utilidad para las
necesidades de la vida? ¿Porqué gasta tiempo, dinero y afanes para algo que en realidad
es prescindible para llenar sus necesidades? ¿Por qué se siente frustrado cuando no lo
logra o no es debidamente apreciado por otros? ¿Es tan importante lo que hace y digno
de fama si lo hace bien? Para ello, la pista es averiguar qué tiene la percepción humana,
que no tiene el animal, que le despierta y satisface estas actividades. El griego puso en
relieve esta capacidad de la experiencia del mundo que es de lo gratuito. En este sentido
se explica el interés por las cuestiones puramente teóricas, en todos los ramos del saber.
Aristóteles recogerá luego este rasgo propio del hombre y lo propondrá como uno de los
pilares de su teoría metafísica. 10
El griego valora la vida. Valora el ser hombre y quiere descubrir y desarrollar todas
sus potencialidades. Y el ideal es hacerlo de un modo armónico, sin excesos ni defectos,
sino en su justa medida. Este deseo de armonía lo traslada a todas sus actividades y se
hace expreso en el arte. El equilibrio psico-somático propiciado por los educadores
10
W.Jaeger ha dedicado un estudio excelente de los ideales de la cultura griega en “Paideia”. Así como otros autores
como Vernant (el hombre griego), Kitto, etc. Para Ortega y Gasser, este hecho es esencial para la interpretación de
las técnicas y las artes. Cf. “Meditación sobre la técnica”, col. Austral. Espasa Calpe. Bs.As.
13

griegos de la época, está acompañado las artes de la medicina hipocrática, de la


gimnastica y de la dietética, todas ellas regidas por mesura y la sobriedad. El mismo
criterio aparece en el estudio de los cambios sociales realizados, desde distintas ópticas,
por Platón y por Aristóteles y su escuela. Es la prudencia (frónesis) la que opera en un
justo medio.

Para los griegos el genio del artista está en descubrir los secretos por los cuales
una cosa es bella y saber traducirlo en obras. Se ama al arte por su belleza, que es lo que
hace que algo bueno no cause placer. ¿Porqué una planta, un animal o un hombre es
bello? El artista lo logra por cierta intuición, pero los filósofos descubrieron cual era ese
secreto que permitía una imitación de la naturaleza en su manifestación más esplendida.
Era la armonía del conjunto: la proporción de sus partes, sus dimensiones y su simetría.
Todo ello respondía a un esquema matemático, cuya primera teorización extendida para
toda la realidad fue obra de los pitagóricos. Muchos siglos después Galileo decía que el
lenguaje que debe escuchar el hombre es el que proviene de la matemática.
Al descubrir el secreto de lo que produce placer por su belleza, el artista, sea
dramaturgo, escultor, músico o arquitecto, puede re-producir lo natural pero en su forma
ideal. Al decir esto no debe entenderse como algo vaporoso, sino a que idea arquetípica
responde. El supuesto es que todo tiende a su perfección, y esa perfección responde a
una matriz de la naturaleza, eterna e inimitable. La naturaleza es un cosmos, es decir, un
todo ordenado y bello, cuyas imperfecciones son debidas no al arquetipo que las moldea,
sino a la materia que las recibe. Llámense ideas, formas, esencias, números y figuras, lo
cierto es que nada acontece al azar ni nada sale, por mucho tiempo, fuera de estos
límites.
Mediante el arte el hombre se pone en sintonía con la naturaleza como fuente de
actividad y con los demás como partícipes de su experiencia. Esta sintonización supone
una empatía, un apropiarse de lo naturaleza a través de una acción pautada por él mismo.
Pongamos el caso de una música erótica: las fuerzas naturales del hombre son excitadas,
encauzadas y logradas a través de lo que él mismo ha construido: la música de marras.
Este efecto de hacer vibrar lo interno, despertando la vivencia avasallante constituye una
unidad ente el hombre y la realización de la acción. La armonía implica una igualación de
partes y depende del orden que en la música lo da esencialmente el ritmo. Este mismo
fenómeno se da en todo aquello en lo que interviene la música como la danza o la
audición de los instrumentos o del canto individual o en coro, de de la composición y
ejecución, o recuerdo de aluna situación ligada a alguna canción, etc. Algo parecido
sucede con la poesía, y con las otras artes.
Según sea la medida, orden y proporción de la obra así será su armonía interna y
según ella sea, repercutirá en su ideación, realización y disfrute de la misma. En esto
consiste valor educativo de las artes, pueda de relieve sobre todo en la antigua Grecia y
de aquí el celo por un arte que suscitara un estado de ánimo equilibrado, una verdadera
armonía interior acorde con la armonía del universo.
Aristóteles interpreta ajustadamente el sentir de los griegos frente a las
manifestaciones de las distintas artes expresando que lo bello es el esplendor de lo
perfecto otorgado por la realización cabal de la forma. Pero no en función de otra cosa
sino en sí mismo. Y dicha perfección consiste precisamente en una imitación cuyos
rasgos él mismo se detiene en señalar, aunque se ciña lo que en la perica o producción
humana por excelencia se da. Es el modelo de una imitación que no es hierática sino viva.
El arte debe impresionar al que lo contempla. Debe conmover. El componente sensible es
inherente a la obra de arte, por lo cual de no lograrlo, el arte puede ser una obra
formalmente perfecta, pero no comunica lo que es propio del arte. Es un modo de
14

conectare con la naturaleza en aquello que es mas excelente. No puede darse nada
excelencia sin la belleza. Por lo cual Platón exalta la belleza como lo único que vincula el
mundo sensible y el inteligible. Y también es el camino a la verdad y al bien. Ambos son
fuente de alegría y de amor en tanto se presentan como bellos (los bellos discursos, las
bellas ciencias, etc.) Por eso el hombre se siente fuera de su casa, sintiendo la nostalgia
del mundo perfecto que es el de las Ideas inmaculadas e indestructibles

5.- ¿Cómo visualiza el artista griego a la realidad tanto natural como humano y divino? El
arte supone una relación especial con la naturaleza. Para una imitación (entendida como
lo hemos señalado) se requiere desde luego un conocimiento previo de lo que se imita.
Ahora bien, ¿de qué conocimiento se trata? Porque, ¿en qué se quiere imitar la
naturaleza? No decimos simplemente p.ej- que Fulano imita, sino decimos de qué
imitación se trata, si de los gestos o tonos de voz, de su modo de hablar o de decir las
cosas, etc. de otra persona. Hay por lo tanto distintas facetas que se pueden imitar y al
abstraerlas y extraerlas de la totalidad, poniéndolas en relieve, tiene el efecto buscado.
No ciertamente como el filósofo o científico ni como el artesano o el técnico, sino para
causar agrado, en este caso, para causar la risa.
El artista “ve” de acuerdo al arte que profesa (pintor, poeta, músico) y de los
medios que luego usará (colores, palabras, sonidos), en parte lo que visualiza es la forma,
el “eidos” presente en la cosa y a su luz, la realidad empírica. En verdad se trata de una
abstracción que tiene otra finalidad de la dirigida a la intelección de la cosa, como es el
caso de la ciencia o de otras prácticas. Se abstrae figura y colores, o sonidos, o sucesos,
etc. y con ello, se plasma una imagen cromática o sonora, etc. con la única finalidad de
agradar.
El arte puede poner de manifiesto lo feo, deforme, etc. sea física, sea psicológica,
sea éticamente estos “modelos”, malos, deformes o feos. Ello puede ocurrir tanto las
letras como en las artes plásticas. En el caso que la imitación sea tomada como una
copia de la realidad, es la fidelidad en la representación lo que admira, o sea, no el tema
sino la ejecución de la semejanza. La mimesis es en este caso valorada y produce agrado
no ya por su belleza sino la ejecución. Este hecho, por lo demás, revela que un artista no
es grande por los temas que elige y por la idea de tratarlos, sino que requiere una
ejecución acorde con el proyecto.

Tanto la creación artística como la comunicación de los valores de su obra y la


repercusión de la misma en los que acceden a ella, encuentran en la cultura el suelo de
su explicación. Desde esta perspectiva es importante detenerse un momento en
observar lo siguiente: ¿cómo ve la vida humana el poeta trágico como la ve el cómico?
¿Cómo ve el poeta la vida y lo que la rodea? ¿Cómo ve la naturaleza la ve el músico, el
pintor o el escultor? ¿Cómo la ve el arquitecto o el urbanista? Tanto de parte del artista
como del público, esta mirada debe revivirse si se quiere apreciar adecuadamente el arte
griego. Podría decirse que provoca un cambio de perspectiva existencial al advertir en las
distintas manifestaciones del arte la apertura a nuevos horizontes de observación,
desfrute y precauciones.
En las tragedias, veían el trasfondo que rige la vida. Aparecía en el horizonte el
destino inexorable que rige la vida humana y a su luz podía mirarse la realidad en toda su
profundidad y lo serio de la vida. Era un ensayo de presentar e iluminar el grave problema
del mal, del dolor y de la desgracia de los hombres.
En la comedia ven las locuras del hombre y la ridiculez de sus vicios. No tiene un
efecto catárquico, sino moral. Es otro modo presentar la valioso de la virtud y, además de
lo malo, lo ridículo del los vicios. Es el precepto de Horacio de corregir las costumbres por
15

la risa. Ve la realidad en sus personajes, gestos y palabras, temas y conductas, lo risible


de la vida humana.
En la poesía no solo deleitaban a los espectadores sino también les transmitían la
enseñanza de los valores. Por poesía debemos entender su tripartición: la epopeya que
canta de un modo majestuoso las gestas de los héroes; la dramática, sea la tragedia o
comedia, en forma de diálogo, con coros y todo lo correspondiente a la acción teatral; la
lírica que canta los sentimientos tristes, alegres, amorosos, etc. tanto los poemas como
los dramas, recitados los primeros por el aeda o los trovadores, que subrayaban con el
tono de su voz y los gestos el texto y los segundos por los actores y los coros, eran una
fuente de encuentro y enseñanza verdaderamente “política”, es decir, de la Polis como tal.

En la música, hay personas que son capaces de imitar tan bien el canto de los
pájaros o los sonidos de los animales, que confunden no solamente a sus semejantes,
sino aun a los mismos animales. Pero el artista no se conforma con ello sino que realzan
la melodía y produce un agrado mucho mayor. Los medios de que se vale es encuadrar
una melodía dentro de les medida y el ritmo, y la traslada a un instrumento musical. Ello
adquiere mucho mayor relieve cuando se la orquesta o, en otro orden, con el canto.
El artista toma su materia de la naturaleza, pero no cualquiera, sino aquella que
muestra cierta belleza y le es conviene para lograr un efecto determinado. En la música,
los sonidos que toma como materia son aquellos que son “melódicos” (dulces) y, a
semejanza de ellos, crea otros nuevos. La analogía con la naturaleza es: así como la
natura dotó a los pájaros el don del canto, al hombre lo doto de la capacidad de inventar
distintas secuencias sonoras, sea con su voz, sea con instrumentos solo o en conjunto
que él mismo ha inventado. Y mientras el canto de los pájaros es siempre igual, el de los
humanos ofrece una multiplicidad enorme de posibilidades y variaciones. La música
ofrece en este sentid una similitud con el lenguaje articulado: es también un medio de
comunicar a otros, no ya ideas abstractas, sino en conocimiento encarnados en imágenes
y en la música, solo sentimientos.
En los instrumentos de cuerdas o de percusión, el gozo es de otro orden Es lo
agradable del sonido lo que quiere producirse: si la naturaleza lo brindara como al hombre
le gusta, en sus tantas maneras, etc.- la naturaleza los produciría como el arte. Pero ¿por
qué la naturaleza misma no los brinda? Porque no es posible hacerlo, El ser contingente
necesariamente es eso: contingente. Y tanto las acciones humanas, como los sonidos,
figuras, etc. pueden ser otros que los que la naturaleza brinda. Parece que la Natura
produce las cosas en orden a la conservación y perduración del ser, pero dotando a cada
especie y reino naturales de sus medios para lograr sus fines particulares e
intransferibles.
El arte puede llevar al objeto a su dimensión ideal o puede pintarlo en su realidad
empírica. El agrado en una y otra perspectiva se produce por causas distintas: en lo
primero, la contemplación y en lo segundo, el agrado de ver reflejada en sus líneas
salientes la realidad. El hombre naturalmente pone orden y medida, tanto en el lenguaje
como en la música y o en las demás artes. Como hemos remarcado, la imitación no es
necesariamente una copia, sino que es una actividad específica del hombre.
El arte es ante todo conocimiento del cómo hacer. Imita a la naturaleza en cuanto
el artista es origen de la obra, de una manera similar a la naturaleza. Así como la fuerza
natural originan las cosas, así también la razón humana es origen de las cosas. Pero se
trata de una analogía, y por lo tanto, no se pretende que el origen del arte no tenga nada
que ver con la naturaleza, como si el hombre fuera una fuente que nada tiene que ver con
ella. A semejanza de lo que hace la naturaleza, lo hace el hombre en cuanto origen. Así
pues no es que imita las cosas, sino sobre todo imita el modo de producir. Decimos “sobre
16

todo” porque en las obras de arte, el artista imita en lo que en la naturaleza se produce de
por sí. La inteligencia es capaz de advertir en la vida humana lo trágico y lo cómico y, en
una fabula, es capaz de expresarlo de tal forma que atrape el interés y produzca un efecto
catárquico y educativo.
Por eso debe considerarse el arte y las letras dentro de las tekhnai : desde el punto
de vista de la causa eficiente, es el hombre con su sensaciones, sensibilidad,
racionalidad, estados de ánimo que Imitan. No se habla ni de expresión de los propios
sentimientos (a no ser en la lírica elegíaca/ ni de expresión de lo bello, sino de la creación
de algo que causa placer. Pero es el placer que solamente el hombre puede tener, Es lo
le lleva a involucrar todo su ser como creador y como gozador de la obra.

Del otro lado, la admiración del público en algunos casos será la maestría en la
pintura o escultura en cuanto imitar a la naturaleza captando se belleza ideal, pero en la
música parece que es simplemente por el placer de la combinación de sonidos, apreciada
sobre todo como acompañamiento o música de fondo de los rapsodas o bardos
ambulantes o de los coros en el teatro. Sin embargo también irrumpen en los banquetes…
Junto a las letras aparece el aprecio por la arquitectura. La distinción entre los técnicos
simples y los “sabios” técnicos, inventores de nuevas cosas o procedimientos.

“Al principio, quien inventó algún arte que traspasó las percepciones comun es del hombre fue naturalmente
admirado por sus semejantes, no sólo porque en esas invenciones había algo útil, sino porque se le
consideró mas sabio y superior que al resto. Pero a medida que se inventaron mas artes, algunas
orientadas a las necesidades de la vida y otras a la recreación, a los inventores de estas últimas [de las
bellas artes] se los consideró naturalmente más sabios que a los demás, porque sus ramas de
conocimiento no apuntaban a la utilidad.” 11

Con todo, pocos son los autores y productores de las artes bellas cuyos nombres
han llegado hasta nosotros. Solo algunos de ellos son conocidos por breves referencias,
excepto el nombre de los grandes dramaturgos.
La admiración del público se extiende, en el caso de la música y de las piezas
dramáticas a los cantantes, instrumentistas y actores. En realidad también ellos eran
verdaderos artistas, sujetos a una rigurosa disciplina y se exponían a ser aplaudidos o
abucheados por los asistentes. En estos casos existe el arte del que produce la obra,
solo potencialmente ya que el que la realiza es el que la pone en acto y a la vista y oído
de los demás.

6.- La insistencia en interpretar teóricamente al arte como imitación de la naturaleza ha


dejado a la sombra otros aspectos que también han merecido un lugar en la filosofía
griega y que tienen que ver con el arte. La teorización sobre el arte, tal como de hecho de
concebían y sentían los griegos, se ha detenido en el arte como imitación de la
naturaleza. Pero en realidad debe ser comprendida junto a otras características del
espíritu griego que subyacen en los filósofos, estadistas y en los ciudadanos en general.

a) El arte como conocimiento. Ya hemos señalado el sentido de la armonía y


de la gratuidad que se hacen patentes en el arte como elementos subyacentes en todas
las realizaciones griegas. Debemos completar dichas señalizaciones con otras facetas del
espíritu griego. La primera y más notaria es el valor otorgado al conocimiento. Ya era la
inteligencia lo que distinguía al hombre del animal y lo situaba en el universo. Todo lo
humano, de un modo mediato o inmediato tiene su arraigo en la inteligencia. Ya hemos
dicho que papel cumplía en el artista y cuán importante era. El arte es una obra de la
11
Aristóteles: Metafísica I,1
17

inteligencia. La inteligencia del artista es lo mas se admira. Es lo más importante y


decisivo, ya que ella pergeñará y comandara luego todas las acciones conducentes a su
fin.
El artista busca el secreto de la belleza de la naturaleza y lo descubre en ella la
armonía, es decir, que obedecen a proporciones exactas que obedecen a leyes
matemáticas. Una vez en posesión del secreto, el hombre puede hacer cosas que la
naturaleza por sí sola no puede producir. En arte se ve la especial capacidad para intuir
lo armónico como lo esencial que debe poseer un objeto o persona para ser bello. Este
punto es clave para interpretar que entienden lo filósofos cuando hablan del arte como
imitación.
El conocimiento tiene como objeto la aprehensión de la belleza y su fin no es
buscando la explicación de los fenómenos ni cómo usarlas para que contribuyan a su
formación, sino sabe como reproducir o recrear algo bello: su conocimiento es de la cosa
como bella y sabe cómo hacer su obra. Junto a la intuición de lo bello de las cosas,
conoce las leyes a que debe ajustar su actividad y no solamente cuales son, sino el
porqué lo son. Es así que podrá dar razón de lo que hace y porque lo hace una manera
determinada, de acuerdo tanto a su conocimiento experimental como a su saber
intelectual. La habilidad y la convicción de que el saber abre las puertas a toda realización
humana característica de los griegos, se ponen al servicio del Arte, cualquiera sea.
Más allá de la diversidad y multiplicidad, existe la creencia de la presencia en la
mente de cánones innatos que permiten discernir lo bello de lo feo, lo desagradable con lo
placentero, lo artístico y lo rústico. La capacidad de transmitir esta visión, la empatía que
se produce entre el artista y el público es lo que lo hace apreciar como un benefactor de la
Polis.

b) El arte como re-presentación: la obra artística es una nueva presencia de


las cosas. La percepción del ente para los griegos es fundamentalmente como
presencia: es lo que se hace de algún modo presente. La presencia del ente que en el
arte lo es ante los ojos o los oídos y la imaginación. El arte no hace presente las cosas en
lo que son y su objeto no es explicarlas, sino en su aparecer e impactar en una
sensibilidad que trasparenta las estructura de todo ente, a saber, su armonía interna.
Lo que el arte hace presente es un instante de la acción. Será el hombre en el
momento del lanzamiento de disco como momento decisivo de su triunfo, o el esfuerzo y
fiereza de la lucha en su momento culminante de vida o muerte, o la postura de reposo y
serenidad de la contemplación, o el momento de la juventud y del dolor del esclavo, etc.
Lo que la pintura y escultura logran y que ofrecen al espectador una y otra vez
contemplarlo con detenimiento, por otros medios y en otros temas ocurre en la música y
en la palabra. La intención de la famosa unidad de tiempo y lugar requerida por Aristóteles
a la tragedia obedece al mismo principio. Al concentrar la acción en esta unidad, impacta
por un desencadenamiento de sucesos que se desenvuelve en circunstancias tales que
el espectador fácilmente retiene en su memoria, con todos los detalles y los pasos desde
su inicio a su desenlace.
Obedece a una visión de las cosas en la cual se eterniza un presente fugitivo,
experiencia que Platón expresa en su concepción del tiempo como imagen de la
eternidad. La nueva presencia (re-presentación) de las cosas saca a éstas de su
fugacidad y le otorgan toda una belleza desconocida en la realidad. Tal vez sea este un
secreto de su capacidad de enseñar un modo de ver las cosas, deteniendo la mirada en la
maravilla del ser presente en cada instante y que pasa desapercibido en general.
18

c) El arte como amor por lo perdurable. Si bien todo pasa, no pasa de cualquier manera
sino que está sujeto a un orden que da estabilidad a todos los procesos. Captar lo
permanente es entender la cosa La idea de perdurabilidad como criterio del valor del ser
es notoria tanto en sus teorías filosóficas y científicas así como su concepción de la
historia. El mismo criterio le sirve para valorar éticamente a una persona: es la posesión
de hábitos, de un modo estable de obrar, de una vida entera que ofrece todas las
garantías e veracidad, honradez y prudencia. El criterio se extiende al concepto mismo de
la Polis, que se la concibe como fundada en un cimiento sólido como lo es la constitución
y las leyes.
El arte asegura la perdurabilidad de los deseos y gustos del hombre. El modo de
concebirlo se proyecta hacia el futuro como legado a otras generaciones y, si es posible, a
otros pueblos. El fenómeno posterior de la helenización del Oriente por obra de Alejandro
Magno demuestra este deseo escondido pero no por eso, menos real.

c) El amor por lo definible por contornos claros. Lo infinito o sin límites es equivalente a lo
incomprensible o ininteligible. La huida de lo disperso se traducía en la voluntad de
unificar lo múltiple en lo uno, lo diferente en lo semejante, lo distinto en lo igual. Sócrates
recoge este sentir y es por ello que tiene su pensamiento una enorme repercusión al
hacer expreso este sentir y mostrar el camino que debe transitarse para tener una mente
clara. En el pensamiento teórico la definición será la herramienta esencial, ya que con ella
capta lo esencial de las cosas y se lo apropia cognoscitivamente. El arte griego es claro y
lleno de luz. Se muestra sin posibles ambigüedades, sin contornos imprecisos y pueden
ordenarse según un ordenamiento lógico, que les aguarda un lugar preciso. El requisito
de lo perfecto para que cualquier obra sea artística indica claramente que la cosa debe
estar bien acabada (per-fecta) o, en términos griegos, que posean la areté o virtud
correspondiente.

d) El arte como fuente de placer. En la configuración del ethos griego, el placer ocupa
un lugar importante. Los diálogos de Platón referidos al temas así como los análisis d
Aristóteles dan cuenta d las discusiones que se centran en saber si el placer puede ser un
fin o más bien, el placer es resultado de una operación adecuada. En el caso del arte, el
fin parece ser el del placer. El arte para los griegos nace del impulso natural a la imitación:
Al hombre le gusta imitar. Desde pequeño lo hace y es así como va formando su mente,
su imaginación y su sensibilidad. El ser humano disfruta de la imitación y en qué medida
prefiere lo artístico a lo natural. Depende de sus deseos, de sus poderes y de su libertad.
La imitación es propiedad y atributo del hombre. Quiere ser como los pájaros para cantar
o volar; como los peces para nadar, pero no de cualquier forma, sino de muchas formas
pero siempre a la perfección.
Uno ama imitar lo que siente como bello. Imitar entonces no es una copia de lo que
prodúcela naturaleza, aunque puede serlo ni tampoco una simple recreación, sino una
asunción de la belleza de la misma y la expresión original de la misma. Se apoya por así
decirlo, en la naturaleza y sin desvincularse de esa relación, hace lo que la naturaleza no
puede hace Pero en realidad el artista busca una obra que cause placer. Y para ello es
necesaria una serie de condiciones físicas y mentales que puedan lograrlo. De aquí la
diferencia de juicios acerca de una misma obra. Sin embargo, más allá de esta diferencia
hay una percepción común que es la base de todos los juicios: la medida justa sean de
las obras, sean de su emplazamiento o lugar donde se exhiben.
La complacencia es en la verosimilitud de las situaciones imaginadas, en cómo se
imita a la naturaleza humana en situaciones distintas. Cuando el oyente o espectador
asiste al teatro, todo el drama, con sus diálogos, coros y percances son creíbles en
19

cuanto verosímiles y es eso lo que atrae. Es como vivir otra situación y sentir las mismas
emociones, sean de alegría o de terror, que presenta la tragedia o la comedia.
Teniendo a la vista estas características, podemos acercarnos mejor al espíritu que
inspiro a los constructores de “la ciudad del hombre” en la antigua Grecia. Es dentro del
mismo cómo deben comprenderse las distintas teorías de los grandes filósofos griegos en
lo que hoy se denomina la Estética. Su originalidad tiene su fuente en la misma que la
tiene el arte y constituirá siempre un punto de referencia insustituible, sea cual fuere la
época o lugar en que se haga y se piense el arte. No por nada se lo conoce como el arte
clásico, o sea, aquel que supera el tiempo y proyecta su fecundidad hacia el futuro, en
todas las dimensiones y culturas. Más allá de la declinación de las Polis primero y luego
de la civilización helenístico-romana después, el espíritu que animó a aquellos artistas
perdura como corriente subterránea en los tiempos posteriores.

II.- El arte de la Edad Media.


La progresiva transformación del mundo antiguo operada por la introducción,
afianzamiento y expansión del cristianismo fue cambiando la significación de la cultura en
general y con ello, la importancia y lugar de las letras y las artes. Este hecho tiene como
actores las comunidades cristianas diseminadas en el Imperio Romano, que supo
sobreponerse a grandes dificultades desde los problemas ocasionados por las corrientes
gnósticas hasta las persecuciones y exclusiones de cargos públicos.
Desde ya es importante subrayar la diferencia de destino entre el del Imperio
Bizantino, hierático, despótico y cristalizado, que no conoció una edad media ni se
fragmento en feudos y luchas entre vasallos o enfrentamientos entre dignatarios
eclesiásticos y laicos, y el mundo de occidente que todo esto aconteció pero que dio lugar
a un renacer con una nueva figura, después de las verdaderas calamidades que
acompañaron la caída definitiva de Roma. De los reinos barbaros hasta la dispersión
feudal y posterior unificación en torno a los reyes, nos encontramos con una historia cuya
dinámica no se detendrá jamás. Mientras en el Imperio Bizantino parece que el tiempo no
pasa, en el territorio que abarcó prácticamente más de la mitad de la actual Europa se
advierte una enorme flexibilidad, una vida cotidiana en su mayoría rural que se diferencia,
sin por ello oponerse de las prácticas litúrgicas y estrictamente religiosas, con una mayor
libertad para expresar sus protestas y cultivar su propio arte. 12
Es por ello que el arte es vivido en ambos sectores con algunas diferencias
importantes, en una alternancia temporal de ascensos y descensos casi correlativos.
Aunque el registro es escaso, la progresiva separación que se produce entre ellos se
hace notar con la constitución de nuevas formas de arte. En los primeros tiempos el
influjo del arte bizantino es notorio en el Occidente, pero al poco tiempo ese arte
desagrada y no le dice nada a su espíritu inquieto y poco amante de tradiciones
orientales. La presencia del arte griego y romano al que se incorporan tradiciones
“bárbaras” va creando poco a poco en lo religioso y en lo profano un nuevo arte. Este
proceso alcanza su culminación en la Edad Media madura, por los siglos XII-XV, abriendo
paso a una nueva época.
Queremos dejar sentado que el objeto de esta parte del trabajo se ceñirá al arte de
esta época de la Alta Edad media europea, como otra mirada sobre el arte. Desde luego
que sería incomprensible si no se mencionaran sus antecedentes, en especial del arte
cristiano del cual quedan numerosos testimonios. En cambio los antecedentes del arte
popular carecen de registros en los que se haga expresa referencia de sus
12
H.Pirenne: “Historia social y económica de la Edad Media”. FCE. México; Hilaire-Belloc: “Europa y la Fe” - La Hebra
Dorada. Madrid
20

manifestaciones, por lo que hay que acudir a testimonios indirectos y a suposiciones


basadas en la historia de la cultura y en la psicología humana.

1.- La puesta en cuestión. A la pregunta qué significación tenía el arte para los medievales
del período de su apogeo, podemos responder orientando nuevamente la pregunta en
una doble dirección: cómo lo vivía y apreciaba la población en aquel entonces y cómo lo
recogían e interpretaban los pensadores, llámense teólogos o filósofos.

1.1.-En cuanto a lo primero, debemos introducir como determinante las figuras de la


jerarquía imperial y de la eclesiástica como factores determinantes del gusto artístico, que
el pueblo cristiano supo asimilar elaborando sus propios criterios de valoración. La Edad
Media ve al arte como “ornamento”, que no es igual al “adorno” o añadido a algo con el fin
de lujo sino como embellecimiento en la comunicación del mensaje de salvación: figuras,
iconos, melodías, estatuaria, poesía, ilustraciones y adornos en las Biblias, vestiduras
sagradas, ceremonias, etc. tanto en lo sagrado como en lo religioso. La arquitectura de
las catedrales: como el habitar de Dios, en cuyo encuentro el alma en la oración y sobre
todo en la eucaristía, es acogida y acoge a Dios. Es el momento de la comunión o sea, de
la comunidad en acto.
La naturaleza como creación divina, el hombre como centro de dicha creación, su
historia a partir de la rebelión contra Dios y la expulsión del paraíso de Adán y Eva y de
los posteriores pasos de la humanidad, la formación del pueblo de Israel, de sus reyes,
legisladores y profetas como depositarios de la promesa de redención, la restauración de
todas las cosas en Cristo, la misión de los apóstoles y la creación de la Iglesia y, por
último, el fin de los tiempos constituyeron el horizonte de sus vidas. De aquí el papel del
simbolismo de los colores, de las formas, de las vestimentas, de las piedras preciosas y
de los objetos de culto. Todo ello remite a la meditación sobre el misterio que se oculta
mas allá de las su aparecer sensible.

El arte era el vehículo para la formación de los cristianos en una mirada más bien
histórica que naturalista. Era la historia de la salvación plasmada en sus pinturas,
imágenes, cantos, ornamentos y, después de las persecuciones, de sus magníficos
templos y del despliegue de una liturgia de impresionante coreografía. El centro era Dios
con nosotros, el Enmanuel prometido, el Verbo hecho carne con sus mártires y santos. El
Cristo en su gloria y su poder así como en su justicia y en su misericordia. La fuente
inspiradora del arte no era por lo tanto una actitud por así decirlo, espontanea y natural,
sino fruto de una enseñanza y de una educación que incluía, por supuesto, la sensibilidad
y la inteligencia de la fe vivida individualmente y la atmósfera religiosa de la comunidad.
No debe pasarse por alto una realidad y es que el cristianismo se implantó en un
ámbito cultural distinto del originario. Este hecho implica que el arte tal como lo valoraban
los griegos o los romanos debía ser sustituido por uno distinto, inspirado en otro espíritu
pero sin por ello desprenderse totalmente de su lugar de arraigo. Este hecho ocasionaba
posibilidades y peligros y, en nuestro caso, el arte podía constituir un obstáculo para la
piedad, alterando la relación debida entre Dios y el alma. La preocupación de los obispos
era comprensible: el pueblo cristiano siempre estuvo expuesto a dejarse llevar más bien
por la seducción de las artes que por la fe de las cual eran sus vehículos. De aquí las
frecuentes polémicas que abarcaron todos los tiempos: hasta qué punto el arte puede
influir positiva o negativamente en la religiosidad. Lo cual atestigua, por contraluz, que el
cristianismo no mató el amor por la belleza y atractivo de las artes, sino que por el
contrario, fue muy sensible a él. De lo contrario no habrían existido tales voces de alerta.
21

De cómo valoraron el arte las jerarquías quedan registradas en las obras de las cuales
fueron promotores, convocando a los mejores arquitectos y artistas. Pero nos interesa
sobre todo saber que sentía el pueblo llano.

“ El campo de interés estético de los medievales era más dilatado que el nuestro, y su atención hacia la
belleza de las cosas a menudo estaba estimulada por la conciencia de la belleza como dato metafísico; pero
existía también el gusto del hombre común, del artista y del amante de las cosas de arte, vigorosamente
inclinado hacia los aspectos sensibles” 13

Los relatos que cuentan la vida ordinaria de los cristianos son prácticamente nulos.
Indirectamente lo podemos colegir de las admoniciones morales de sus pastores y de la
vida de los santos. Estos relatos fueron recogidos en colecciones que llevaban por título
“Flos sanctorum”. Debemos tener en cuenta que éstas no se preciaban de ser fieles a los
hechos reales, como lo exigen los criterios históricos actuales, sino que apuntaban a una
formación de ideales morales. Eran en gran parte recreaciones imaginarias, en lo esencial
ciertas, que eran presentadas dentro de los usos y costumbres de lo que los rodeaba. Es
así como los frecuentes anacronismos permitían una sensación de una presencia próxima
y siempre actual, de una cercanía benéfica y de un modelo a imitar. Al tomar los detalles
de la vida como se la vivía, para nosotros la narración se convierte en una cantera de
conocimiento que para nuestro propósito es valiosísima. En ella podemos encontrar,
además del modelo de narración educativa de la época, el entorno social con sus
producciones y apreciaciones de las distintas artes, desde las más importantes a las más
menudas y aparentemente sin mayor valor.
Otra fuente que no debe dejar de subrayarse es el lenguaje cotidiano. La palabra
“arte” era poco usual. Lo común era el uso de palabras como “pulcher” o “formosus” (bello
o hermoso) aplicado tanto a personas como a paisajes o a obras. En otras palabras, el
gusto o disgusto que producían tanto a su sensibilidad como a su espíritu las cosas. De
allí se pueden colegir la sensibilidad del hombre culto o del hombre común frente a las
distintas realidades. Nos quedan documentos escritos de estas apreciaciones, de los
cuales caben destacar las crónicas de las construcciones de catedrales, epistolarios sobre
cuestiones de arte, encargos a artistas, mezclan continuamente las categorías de la
estética metafísica con la apreciación de las cosas de arte al mismo tiempo que delatan la
familiaridad de la gente y su aprecio por estas obras. En una sociedad ajena a la
importancia de las artes, estas crónicas y contratos no existen o se les asigna poco valor.
No así en la plenitud de esta Edad en la que florecieron obras imperecederas.
Para revivir de algún modo aquellas lejanas épocas también debemos hacer
referencia a los objetos religiosos familiares como medallas, relicarios, pequeñas
imágenes o íconos caseros, en las que introducían no pocas veces modificaciones o
producían nuevas ideas que luego fueron aprovechadas por grandes artistas que hicieron
de aquellas humildes obras, obras maestras. Desde el arte sencillo de los inicios que
surgió como una necesidad y medio de expresión de su devoción hasta las deslumbrantes
basílicas bizantinas y después, desde las catedrales románicas a las góticas, desde una
liturgia simple a las ceremonias llenas de belleza y colorido, los cristianos se encontraban
en su mundo con los ojos en alto y los pies en la tierra. De allí podemos advertir que en
general disfrutaban del arte sin por eso ahogar la piedad, antes bien la incentivaba. Así
acabaron reconociéndolo los mismos jerarcas de la Iglesia que, de una sospecha inicial
acabaron alentando el arte como una ayuda importantísima tanto de evangelización como
de enseñanza agradable y eficaz.

13
U.Eco : o.c.
22

En una bella pagina s. Agustín, en su Confesiones, narra cómo antes de su


conversión advirtió el impacto que producía en sus oyentes la exquisita oratoria del obispo
de Milán, s. Ambrosio, que aunaba la sabiduría cristiana a la belleza de su exposición.
Pero lo que lo conmovió profundamente fue el canto de los fieles y su poder de llegar a lo
más hondo del alma. La palabra y el canto eran la argamasa con la que se construía el
pueblo de Dios. Agustín, de una sensibilidad exquisita y de una formación humanística de
primer orden, se ponía en sintonía con el resto de los creyentes, desde los más pobres y
humildes a los más ricos y encumbrados, todos aunados en la misma fe y esperanza. Fue
su deseo e ser como uno de ellos, para gozar desde adentro lo que aquellos cantos
expresaban. No solo era testigo de lo que en general se sentía y vivía sino también de su
importancia y casi diría, de su valor como un componente concreto de la trasmisión de fe.
El arte, al mover tanto la sensibilidad como el entendimiento, tiene un poder de
penetración del que carece la mera prédica y las exposiciones doctrinales o apologéticas.

1.2. En cuanto a lo expresado por los dignatarios de la Iglesia, los místicos y los teólogos
en relación a lo anterior, cabe reiterar su importancia ya que la apreciación de las artes y
su jerarquización eran fruto de la prédica cristiana, hecha de viva voz o escrita. No puede
negarse que no fueran sensibles a lo comunicado por las artes ni que carecieran de un
buen gusto para seleccionar las formas y finalidades de las mismas. La prueba de ello se
hace patente en la calidad del arte que propiciaron.
En la elaboración teológica y filosófica el arte no se advierten mayores novedades
fuera de la insistencia en la supremacía de la piedad por encima del placer estético. En lo
teórico se reiteran algunos conceptos de los filósofos griegos, trasladados con las debidas
correcciones a una visión cristiana de la realidad natural y humana. No obstante, además
de las discusiones específicas sobre la naturaleza de lo bello, la Edad Media está llena de
interjecciones admirativas que garantizan la adhesión de la sensibilidad al discurso
doctrinal. No por ello faltan algunos juicios sobre el uso del arte en la iglesia, muchos de
ellos negativos. Más que todo lo que se condena es el lujo y dispendio de recursos en
este sentido y del efecto engañoso que produce no solo entre los fieles, sino también
entre los monjes y sacerdotes.14 A pesar de ello, hay una línea de valoración del arte a
partir de la belleza.
Se recoge la herencia griega de la belleza como el esplendor del ser en la plenitud
de su perfección. Dicha perfección sin embargo es participación de la belleza divina, a
quien le cabe con toda justeza el nombre de la Belleza Absoluta. Es la belleza que atrae
el amor y se expande en el ágape entre los creyentes. Casi todos los pensadores
medievales, místicos o no, han tenido, por lo menos en su juventud, su época poética,
desde Abelardo hasta san Bernardo, desde los Victorinos hasta santo Tomás y san
Buenaventura, produciendo obras de una bella prosa y a veces poemas magistrales como
sucede con el “Dies Irae”, el “Stabat mater” y otros himnos y oraciones de gran belleza y
perfección estilística. Esto no se explica sin suponer una formación humanística de buena
factura.
Nadie mejor que s.Agustín para describir en una página admirable el lenguaje de
las cosas que proclaman la gloria del Creador y si se lo sabe escuchar, eleva al alma
hasta Dios.15 Además de este admirable pasaje, se encuentran otros del elogio de la
Belleza “tan antigua y tan nueva”, de la maravilla de los insectos y de las obras humanas
en general. En una referencia puntual hace referencia a la arquitectura como un elemento

14
San Bernardo, Alejandro Neckarn, Hugo de Fouilloi arremeten con vehemencia contra estas cosas superfluas que
distraen a los fieles de la piedad y de la concentración en la oración. Ellos se preguntan si es menester decorar
suntuosamente una iglesia cuando los hijos de Dios viven en la indigencia.
15
Confesiones X, cap. 6
23

de prueba de que tenemos en nuestra mente e imaginación arquetipos de belleza que nos
permiten un juicio inmediato y una percepción sensible de orden estético.
El que, como buen franciscano, retoma la línea agustiniana será s.Buenaventura.
En el “Itinerarium mentis in Deum”, hace una referencia al arte como un primer paso para
el ascenso a Dios. No lo hará, como después sucede con Kieerkergaard, por sucesivas
rupturas del plano estético al ético y de aquí al religioso, sino recogiendo en una
secuencia que va hilvanando los pasos en un rescate de lo valioso para superar,
mediante la dialéctica de tipo platónico, los distintos grados de ascensión, integrándolos y
dándoles un marco mayor y más elevado. Los teólogos de Oxford, también franciscanos,
muestran una concepción de la filosofía y de la ciencia cercana a una estética mística.
Grosseteste, por ejemplo, tomando como base la descripción bíblica del primer de la
creación, estima que es la luz el origen de todo lo creado, una luz cuya sutil materialidad
refleja la luz divina de la razón y sobre todo, de la fe.
En Tomas de Aquino sólo encontramos algunos pocos lugares en la Summa
Theologiae y en otras obras en los que habla del arte y de su relación con la belleza. En
general reitera con mayor exactitud el pensamiento de Aristóteles en la caracterización de
la esencia del arte así como magistralmente resume su pensamiento en la definición de la
belleza como “el resplandor de la forma”. Es una pena que no haya desarrollado
ampliamente esta caracterización de la obra bella, en la que se puede sospechar una
experiencia personal del arte. Pero al reiterar el concepto de belleza sensible y la belleza
inteligible común en la literatura cristina, la profundiza metafísicamente: para Tomas no
existe belleza sin un fundamento metafísico que le da objetividad, consistencia e
inteligibilidad. 16
Si bien no elaboró una teoría del arte, Tomas de Aquino fue, además de filósofo, un
poeta. Es autor de hermosos himnos, de lo mejor de poesía latina del Medievo, con un
fuerte contenido teológico y maestría literaria. Mas que una teoría se remite a una
experiencia estética y una producción artística que sirve de base para sus teorías. 17 En
sintonía con los anteriores y siguiendo una larga tradición, vuelve sobre la misma
preocupación cuando desaconseja el uso litúrgico de la música instrumental. Los
instrumentos hay que evitarlos precisamente porque provocan un deleite tan agudo que
desvían el ánimo del fiel de la primitiva intención de la música sagrada, que es realizada
por el canto. El canto mueve los ánimos a la devoción, mientras los instrumentos
musicales mueven el ánimo más al deleite que a la buena disposición interior. Es de notar
que estas apreciaciones se hacen en función del arte en el culto, no fuera de él. Tal es así
que en otros lugares sostiene que la alegría que ellos pueden provocar en el ánimo,
además de ser legítima, es laudable cuando se unen la perfección formal a la belleza que
expresan. El cristianismo no es sombrío sino alienta la festividad y el gozo de los hijos de
Dios que se expresan a través de las artes y las letras.
Pensar en la Edad Media como en la época de la negación moralista de la belleza
sensible indica, además de un conocimiento superficial de los textos, una incomprensión
fundamental de la mentalidad medieval.

2. Los antecedentes. Para el estudio del arte europeo de la Edad Media en general, es
imprescindible remitirnos al arte paleocristiano pues en él se encuentra el germen de lo
que luego alcanzará un gran desarrollo durante más de un milenio. Reservamos la
denominación de “Arte Paleocristiano” al que se llevó a cabo en las primeras

16
Cf. S.Th. I, q.5 art.4 ad 1; id. q.39,art.8; I-II, q. 27, a.1 ad 3; id.q.57, arts.3 y 4; II.II, q.145 art.2 ente otros.
J.Grabmann: “La filosofia de la cultura de Sto. Tomas de Aquino” Ed.Poblet. Bs. As.
17
U.Eco: “Elogio de Sto. Tomas”. (Art. Publicado en Internet.) Trae una reconstrucción de la época bien documentada
y una perspectiva del arte original.
24

comunidades cristianas entre los siglos I y IV, después de los cuales se produce un giro
vertiginoso que dará como resultados las más ilustres de sus manifestaciones.
2.1.- En el primer período podemos distinguir dos lugares de reunión de las primeras
comunidades de acuerdo a las relaciones con su seguridad: en tiempos de paz y
tolerancia con el cristianismo, las casas suficientemente amplias como albergar a los
miembros de la comunidad y que en general eran casas de gente acomodada que ofrecía
sus mansiones para estos fines. No tenían una forma especial eran por lo común
viviendas romanas de dos pisos que se adaptaban a las funciones dividiéndolas con
tabiques. En cambio, en tiempos de persecución, los cristianos se reunían en secreto y en
Roma y algunos otros lugares en cementerios subterráneos, en las conocidas
“catacumbas”, cuya inmunidad estaba garantizada por las leyes romanas. Estos
cementerios romanos en un principio fueron excavados en los jardines de algunas casas
de patricias cristianos. Más tarde, ante el aumento de creyentes, estos cementerios se
hicieron insuficientes, adquiriendo terrenos en las afueras de las urbes en los que se
excavaron sucesivos pisos formando las características catacumbas que ahora
conocemos. En el cruce de las galerías o en los finales de las mismas se abrieron unos
ensanchamientos para la realización de algunas ceremonias litúrgicas.
La fe y la piedad de los primeros cristianos están registradas en este primer
período en las pinturas y los bajorrelieves de los sarcófagos. Son pinturas muy simples en
las que se advierte una esquematización, ajena a detalles o perfeccionamiento
descriptivo. Sus motivos están inspirados sobre todo en escenas del antiguo testamento y
en figuras de las parábolas: el cordero, el buen pastor, la vid, el pez, el ciervo, el alfa y
omega. Se inspiran no pocas veces en el arte alejandrino, pero aman el símbolo para
evitar toda idolatría.
Cristo es representado, tanto en la pintura como en la escultura como el Buen
Pastor, que lleva sobre sus hombros a un cordero o está rodeado por ellos. No se
advierten imágenes del Cristo, como luego lo será en el arte bizantino, un Cristo más
parecido a un emperador, y a unos apóstoles como senadores romanos, vestidos ricas
túnicas y togas. En arte de aquellas fervorosas comunidades es la exaltación de la
humildad y de la caridad fraterna. Ello se hará presente también en otras artes, que
rodean el núcleo mismo del ágape cristiano como vivencia esencial de su fe y esperanza,
a saber, en sus celebraciones litúrgicas.
El arte cristiano primitivo no debe reducirse a lo expresado por las pinturas y
sarcófagos de las catacumbas romanas, que sin duda son un testimonio valioso y
conmovedor de las primeras expresiones artísticas inspiradas en una fe profunda y sólida
hasta el martirio. Si extendemos la mirada hacia otras artes, la música y la poesía
florecieron en todas las comunidades cristianas a partir de las manifestaciones producidas
por las del oriente. La música cristiana fue una oración cantada, que debía realizarse no
de manera puramente material, sino con devoción. Los cantos sacros orientales, que
eran familiares en el Oriente, fueron el modelo del canto cristiano primitivo. Era una
música distinta de la romana de aquella época, a la que la tildaba de malvada. No
solamente era diferente de forma, sino también de destino. Ella fue el vehículo de la
música litúrgica y, fuera del culto, de las personas piadosas. De esos modestos
comienzos, la música acompañará como elemento indispensable a los cristianos durante
los siguientes siglos hasta tal punto que la historia de la música cristiana acompañará
siempre a la Iglesia.
No debe pasarse por alto que la introducción de las artes dentro del culto cristiano
fue un tema muy debatido y por muchas razones. La principal de ella era que producía
una distracción de los fieles y la tentación de disfrutar del arte antes que de servirse de él
para afianzar su devoción. No obstante, de hecho fueron aceptadas dentro de este marco
25

y es por ello que se priorizó el lenguaje sobre la música y con ello la centralidad de los
textos sagrados como los pilares de las ceremonias religiosas. El canto fue aceptado
como expresión de la fe y de la vivencia cristiana en la comunidad. De este modo, la
oración y las celebraciones eran agradables y penetraban profundamente en el ánimo de
los fieles. Con el canto, el mensaje llegaba como portador de vida y de energía, al mismo
tiempo que de serenidad y gozo.
Sin revivir los tiempos heroicos del cristianismo es imposible comprender su arte,
así como no lo será si no se tiene en cuenta la vivencia del arte en los siglos posteriores,
tan distintos de estos primeros. A diferencia del arte griego y romano, el arte cristiano se
arraiga en las tradiciones de las Iglesias apostólicas. Las primeras comunidades cristianas
siguen el patrón de unidad y amor de las relatadas en la Biblia en los Hechos de los
Apóstoles. El foco de las comunidades cristianas debe centrarse en un acto litúrgico: la
celebración de los misterios sagrados, desde la celebración de la cena del Señor hasta
los sacramentos y sacramentales. La “partición del pan” en la celebración del domingo,
la lectura y comentario de las sagradas Escrituras, le recepción y comunicación entre las
distintas comunidades no solo de las epístolas de los apóstoles recogidas en el Nuevo
testamento, sino también de sus inmediatos discípulos, de los que conservan como joyas
preciosas la “Didaché” o Doctrina de los apóstoles y las epístolas y obras de los Padres
Apostólicos.
Característica común de este grupo de escritos, no muy numeroso, es que nos
transmiten la predicación apostólica con una frescura e inmediatez que contrasta con su
vetusta antigüedad. Después de los libros neotestamentarios, no hay un conjunto de
obras que proporcionen impresión tan inmediata de la comunidad congregada en torno a
la fe en Jesucristo como los padres apostólicos.18 La segunda generación, todavía muy
cerca de los orígenes, encontramos los testimonios de los llamados “Apologetas”, que nos
muestra la presencia activa de un conjunto importante de escritores formados
filosóficamente sobre todo en Alejandría, en los que se hallan preciosos testimonios
acerca de las tradiciones y de la liturgia de los primeros cristianos. En la defensa del
cristianismo frente a los intelectuales paganos y a las primeras herejías gnósticas, se
encuentran también referencias al culto cristiano. 19 Todos ellos formaran el espíritu que
luego inspirará a los artistas a desarrollar su tarea.
2.2.- El año 311 fue una fecha especialmente significativa para explicar el cambio que se
va a producir en el arte cristiano, de un arte típico de comunidades pobres y secretas a un
arte monumental y lujoso. Con el edicto de Edicto de Milán del Emperador Valerio,
reforzado por Constantino, se aseguró la vida y propiedades de los cristianos. Fue un
gran acontecimiento para la Iglesia naciente, que le produjo, además de los cambios
jurídicos, un cambio de vida y con ello, otra manera de vivir su religión. Los cristianos se
sintieron libres de expresar su fe sin perder su dignidad, más aun, con un fuerte influjo en
el poder político. Con ella, la vivencia de la fe perdió su carácter heroico y poco a poco se
trasformo en un modo de vida en el que la piedad siguió al principio impregnando las
almas, como lo atestiguaban las comunidades cristianas de Roma. Sin embargo fue
configurando la Iglesia como una institución de derecho público, con las exigencias que tal
carácter requiere.
18
Se llaman Padres Apostólicos a los autores del cristianismo primitivo que, según la tradición, tuvieron algún contacto
con uno o más de los apóstoles de Jesús de Nazaret. Se trata de escritores de los siglos I y II. Entre ellos se
encuentran Papías, Bernabé, Clemente de Roma, Ignacio de Antioquía, Policarpo de Esmirna. Cf. J.Quasten
“Patrologia”. Ed. BAC. Madrid ; E Moliné: “Los padres de la Iglesia” Ed. Palabra. Madrid.
19
Entre ellos encontramos a los santos Justino, Ireneo de Lyon, Hipólito de Roma , Tertuliano, Panteno, Cipriano
y Clemente; y, de la Escuela de Antioquía, a Luciano, así como a Tertuliano y Orígenes entre otros. Cf. bibliografía
citada supra.
26

A partir de allí los altos dignatarios de la Iglesia se van a convertir, sobre todo en
Constantinopla, en autoridades del Imperio. De este modo, las jerarquías eclesiásticas
van a pasar a ocupar importante cargos de la administración pública y la Iglesia cristiana
se convierte gradualmente en una institución de poder estrechamente ligada al emperador
e incorporada a la administración imperial. Este proceso de dignificación del cristianismo
culmina en al año 380 cuando el emperador Teodosio proclama a la iglesia cristiana como
iglesia oficial del Imperio.
La trasformación de Jesús, humilde y maestro de pescadores, que anunciaba en el
Reino de Dios cuyas características están diseñadas en las parábolas y sobre todo, en la
bienaventuranzas, en Cristo Rey, llevaría consigo otra mirada sobre Él, y con ello, sobre
los que había encomendado la misión de su anuncio y establecimiento. No la del rey-
pastor sino la del rey-soberano. Todo ello se refleja en las artes, desde las ceremonias
litúrgicas inspiradas en los modelos imperiales hasta las imponentes basílicas, las
pinturas y la música que la rodeaban.
¿Cómo vivieron los cristianos estos cambios? Para los más ancianos y adheridos a
las tradiciones de las primitivas iglesias, tanto clérigos como fieles, en estas novedades
sentían una pérdida del significado profundo de la fe en la vida diaria. La presencia de
estos grupos, que no querían saber nada de toda esta transformación, atestigua la
dolorosa experiencia de la Iglesia en el mundo. Avizoraban una progresiva mundanización
de la Iglesia y la pérdida de los valores que constituían la médula de las enseñanzas de
Jesús. El sentido de una comunidad austera de auténticos creyentes, la primacía de la
interioridad habitada por Dios sobre la exterioridad fastuosa, la imagen del Cristo sufriente
por encima del Cristo triunfante, en fin, la experiencia todavía reciente del testimonio de
los mártires y de los que padecieron sufrimientos en nombre de Cristo parecían
desvanecerse ante estas novedades. La repulsa al arte que engañaba a los hombres de
la autenticidad de su religiosidad se tornaba radical.
A su vez, la exaltación del poder de Cristo conlleva una progresiva separación de
la jerarquía y del pueblo, de tal modo que la Iglesia no designa ya a la asamblea de los
fieles, sino a la jerarquía, de las personas sagradas identificadas con lo primero, dejando
en segundo lugar a lo profano. Aunque doctrinalmente se diga otra cosa, lo cierto es que
su encarnación institucional decía otra cosa. Veían que en la vivencia de los cristianos fue
desapareciendo su pertenencia como el cuerpo místico de Cristo y se lo iba reduciendo
de hecho y en la percepción social al cuerpo jerárquico y monacal. El arte que había sido
el acompañamiento a las plegarias se iba transformando en la exposición del poder.
La progresiva separación entre la jerarquía y los fieles corría el peligro de perder el
concepto de comunidad fraterna, central en la voluntad de Jesús. La introducción del
nuevo modo de concebir la misión del arte hacia perder, a sus ojos, esa presencia de
Jesús en medio de sus fieles, estableciendo una división que podría conducir, como de
hecho sucedió, en identificar a la Iglesia con la Jerarquía y medir la excelencia de la
misma de acuerdo al fasto y al lujo de su liturgia y de sus basílicas.
Frente a esta exaltación, las nuevas generaciones asumieron su papel de rescate
de todo lo verdadero y bueno de la cultura greco-romana y de las antiguas civilizaciones
de oriente para presentar a un cristianismo que unía la alegría y optimismo del Cristo
resucitado y presente en la liturgia a una manifestación concreta de su amor y
generosidad en homenaje a Dios Omnipotente y Juez de vivos y muertos. 20
Fue así cómo “desde los primeros grafiti hasta las obras maestras bizantina y
carolingia se comprueba continua subida de esa inmensa oración colectiva eternizada

20
La diferencias entre s.Agustin y s. Jerónimo con s.Basilio de Capadocia, defensores los primeros de la magnificencia
de la liturgia y del arte, son testimonio de esta diferencia de apreciación que respondían en realidad a experiencias
distintas.
27

por frescos, mosaicos, objetos de culto y templos santos. ¡Qué más da las técnicas que
se emplearon, si una llama de amor y adoración ilumina cada obra de arte y le imprime su
sentido!”21 La Edad media en su mayor esplendor no cambiará de actitud. El ser cristiano
era lo que generación tras generación había formado un espíritu y un manera de obrar
que, aun en los errores y pecados, se reconocía una fuente de verdad, bien y belleza que
era Dios, Uno y Trino que medía la vida de cada uno y del conjunto.

2.3.- Para comprender mejor cómo se fue configurando el nuevo modelo de estética y del
gusto de poderosos y humildes, clérigos y laicos, debemos ponderar la importancia de la
liturgia y su papel central en la significación que podía tener las letras y las artes. La
rememoración de la última cena de Jesús, vulgarmente llama la misa, plasmó lo central
de la liturgia. La liturgia congrega a los fieles en una comunión de fe, del culto y de
disciplina. Junto a ella, el “Divino Oficio” practicado en los monasterios, que llenan los días
y las horas de oración y contemplación. Es en función de la liturgia que se erigen los
templos, se desarrolla el canto, la pintura y escultura, las vestiduras y los textos sagrados,
las ceremonias y las jerarquías. Así pues, permítasenos un breve recordatorio de este
punto central.
Siguiendo su mandato, desde el principio los cristianos, se reunían el primer día de
la semana como el día del Señor (el día Domingo) para escuchar la palabra de los
apóstoles y luego de la lectura de sus escritos, la celebración de la Cena del Señor. Poco
a poco estas reuniones fueron adquiriendo una forma ritual, en la cual se fue armando lo
que actualmente conocemos como la misa, y más exactamente, la celebración de la
eucaristía. Es una ceremonia que cuenta con dos partes: la parte llamada “de los
catecúmenos”, inicialmente destinada y compartida con los que se iniciaban en la fe y en
la que se leen textos fragmentos de ambos Testamentos en torno a un tema, y la parte
llamada “de los bautizados”, inicialmente reservados solamente a éstos.

Como consecuencia del edicto de Milán, la liturgia cristiana comenzó a adoptar


elementos característicos del protocolo imperial. Los ritos van a ir adquiriendo solemnidad
y por lo tanto, va a necesitar edificios cristianos semejantes a los grandes edificios
públicos, palacios y templos acordes a la nueva situación. Consecuencia de este alto
poder económico nos encontramos con un arte con tendencia al lujo y realizado, por
tanto, con materiales nobles especialmente costosos y con arquitectos y mano de obra
sumamente calificada.

3. A partir del primer milenio, Europa comienza a conocer una mayor tranquilidad interior y
mayor estabilidad que ayudará a transformaciones que se irán acelerando a través de los
siguientes siglos. Uno de estos fenómenos es la emergencia, consolidación y prosperidad
de los “burgos”. Este acontecimiento será el determinante para la el desarrollo de las
artes. En efecto, ellas necesitan el espacio físico y espiritual para lograrlo que no es ni el
castillo del señor feudal ni la aldea de campesinos. El burgo medieval se distingue tanto
de la polis griega como de la civitas romana. Es una nueva creación que se basa
fundamentalmente en la economía, tanto en el aspecto de producción y comercio como
en el de las finanzas. La columna vertebral fueron las corporaciones de maestros,
oficiales y aprendices que establecieron un modelo de organización que abarcaba
diversos oficios artesanales. Una de las notas más salientes de los burgos medievales era
que aquellos que se decidían a habitar el burgo eran libres de toda servidumbre desde el
momento en se instalaban en ella. La condición para gozar de su incorporación era el
trabajo: todo “burgués” debía saber trabajar y hacerlo tanto desde el punto de vista de su
21
A.Leroy: “Origen del arte cristiano” pag.7
28

idoneidad como de su honradez. El que ingresaba al gremio debía hacer un juramente de


ser honrado y de respetar las reglas.
De este modo el burgo fue desplazando paulatinamente el poder de los nobles, cosa
que fue alentado tanto por los reyes como de los papas. Los siglos XII y XIII marcan la
culminación de un largo proceso y un tránsito para el siguiente. Fueron los siglos en los
que surgieron las primeras universidades, las grandes catedrales góticas y la progresiva
formación de los Estados. Junto a la nobleza y al clero se fue afianzado un tercer
estamento que fue el que en definitiva triunfó a fines del siglo XVIII.
Así como en Grecia veíamos que era imposible concebir el arte sin la una concepción
de la vida que había influido decisivamente en sus manifestaciones culturales, así como el
arte romana no puede entenderse sin una inteligencia practica y una voluntad de poder
puestos de manifiesto sobre todo en las grandes obras de ingeniería y arquitectura, así
también será el burgo el que centralizará las actividades más importantes, donde la
catedral será el signo tanto de la piedad de sus habitantes como del poder de la fe y de
una sociedad disciplinada por el deber y el trabajo.
El espíritu que anima el arte en sus manifestaciones más duraderas y espléndidas
brota de una profunda y autentica piedad y el artesano que interviene en la construcción
de estos monumentos lo hacen como un servicio a Dios y a la comunidad. Podemos
imaginarnos cómo sería la vida de aquellos burgueses y de aquellos aldeanos que
rodeaban los burgos viendo cómo se iban amontonando los materiales de construcción,
como se echaban los cimientos, cómo hombre de distintos oficios, albañiles, carpinteros,
vidrieros, orfebres, etc., de conviviendo cada uno en su lugar e integrando el conjunto de
acuerdo iba avanzando la obra.
Podemos imaginarnos los comentarios, las expectativas, las opiniones de los que día a
día iban viendo la catedral tomar su forma y color. Es lógico suponer la señal de
admiración ante lo que presenciaban. Se sabían testigos de una obra inmortal y nunca
vista en los siglos pasados. Sobre todo cuando iban apareciendo las estatuas, adivinando
de quién se trataba, o de los enormes vitrales, qué es lo que se relataba en ellos, o de los
pórticos y sus puertas, a veces de bronce, colmadas de imágenes y relieves. La
construcción de la catedral era el centro de interés de los habitantes del burgo y de sus
alrededores. Para redondear el cuadro, debemos señalar que no pocos gremios se hacían
cargo del costo de algún vitral en el que aparecían como partícipes de algunas escenas,
así como en la representación de alguna parábola, la figura del agricultor, del pastor o del
boyero se mostrará ataviada con las vestimentas y herramientas de la época.
Si pensamos que estas obras en general llevaban varias generaciones para lograr
que una catedral estuviera terminada, los relatos de los más viejos que la vieron nacer y
trabajaron en ella. Toda catedral tenía su historia y ellos eran los que la habían
inaugurado. El orgullo que lo que se admiraba se debía a un esfuerzo varias
generaciones, alentadas e inspiradas tanto en la fe en Dios como en la fe en los grandes
arquitectos que las concibieron. La admiración por estos maestros de maestros (eso
significa la palabra “arquitecto”), era bien merecida y no por nada sus nombres de
quedaron en el anonimato. Las investigaciones más recientes dan cuenta del talento y
capacidad de aquellos hombres que, con elementos bastante simples, eran capaces de
diseñar una obra de esta envergadura, calculando todo aquello que es menester para
alcanzar la meta. La construcción de una catedral gótica era un desafío a la ley de
gravedad
Aun cuando han permanecido en el anonimato, esta admiración era extendida a los
escultores de las estatuas y relieves; a los dibujantes y vidrieros hacedores de
maravillosos colores y de imágenes que transparentarían la luz; a los carpinteros por el
tallado de puertas y sillares de los coros así como por sus colosales andamios; a los
29

albañiles trepados en ellos a grandes alturas, trabajando afanosamente para hacer de la


obra algo magnifico y perdurable, a todos y cada uno de los orfebres, tapiceros, tejedores
y demás artesanos dedicados a proveer los elementos y ornamentación de los actos
litúrgicos. Era la casa de Dios la que eraban haciendo y la que todos los que aportaban
sus donaciones para hacerla así como su aliento para superar todo obstáculo. Ellos se
llevaron consigo los “secretos del oficio”, secretos muchos de los cuales no han podido
ser develados por la ciencia moderna.
Esto no es mera fantasía. Además de testimonios que aparecen en escritos poéticos –
como el “Romance de la Rosa”- y canciones de juglares y trovadores, está el hecho que
cada corporación tenía su cofradía con su patrono, sus capillas, sus fiestas y sus códigos
y algo que se ha perdido, su amor y recuerdo por los muertos. El gremio cuidaba de las
honras fúnebres y de un entierro digno así como la asistencia a huérfanos y viudas, a
menesteroso y enfermos, en fin, trataba de encarar la caridad entendida como justicia y
como caridad.22

Más allá de los burgos, es preciso señalar la importancia que reviste para el arte
medieval la existencia de los continuos desplazamientos de devotos en las
peregrinaciones -la más famosa era “el camino de Santiago”- o de maestros y sobre todo
de estudiantes hacia las universos y “estudios generales” o de comerciantes para
intercambiar productos y organizar las grandes ferias a las que concurrían desde lejanas
tierras. Este fenómeno tiene una enorme importancia en la constitución de Europa como
“la cristiandad”. Además del intercambio que estos desplazamientos permitían, el
conocimiento de los lugares enriquecía notablemente el gusto y contribuían a superar los
límites del lugar y formar una conciencia de pertenencia a una misma fe religiosa como en
una concepción ética. Las rutas de las grandes peregrinaciones estaba jalonado de
iglesias, capillas, oratorios e imágenes a lo largo del camino dan testimonio del afán
constructor de los hombres de aquellos tiempos. Los lugares de descanso lo eran también
de devoción.

Esto que acabamos de recrear abre una interesante perspectiva para investigar el
arte de la Alta Edad Media dentro de la dirección que nos hemos propuesto. En general
se estudia la psicología del artista por un lado y del espectador o usuario por el otro. Aquí
vemos a un el arte en pleno proceso de realización en una interacción de los arquitectos
y artesanos con el público, es decir, cómo lo proyectado va tomando forma y va llegando
al conocimiento del pueblo y cómo éste lo recepciona, juzgándolo y tal vez, apostando a
cómo la obra va a proseguir. Es una experiencia viva del arte “in fieri”, en cuanto una idea
que a medida de que se va materializando, va siendo conocida y apreciada por otros. Lo
que Aristóteles señalaba que algo se conoce mejor cuando se sabe el proceso de su
creación, adquiere en este caso una particular importancia. La admiración que los
antiguos atribuían a lo provocado por la Naturaleza, aquí nace de lo producido por el
hombre. Más aun, además de ser una experiencia estética, lo es también religiosa.
Teniendo la llave de interpretación y valoración, a medida que la catedral va teniendo
contornos visibles y se va avanzando, el homenaje a Dios se hace más palpable y visible.
Es la ofrenda que todos hacen, desde distintos ángulos, a Cristo.
Eran tiempos de fe y esperanza sencilla, más vivida que discutida, y cuyos frutos
son sus realizaciones artísticas. Contra lo que se difunde con ignorancia de causa, eran
hombre que “el mas allá” no lo sacaba del “más acá”. Al contario le daba un sentido a la
vida, al peregrinaje del cual dependía la llegada a la meta. O sea, lo eterno dependía del

22
Así las entendieron los grandes místicos y los maestros escolásticos, como consta en sus escritos, sobre todo las
Sumas Teológicas.
30

presente. En los tímpanos de los pórticos 23 catedralicios, el centro lo ocupa Cristo Juez de
vivos y muertos, rodeados de sus apóstoles, mártires y santos. No puede dejar de pensar
en que tales imágenes no produjeron un gran impacto en la vida de los que las
observaban. Era un arte docente con el mejor recurso que es la belleza.
Esta centralidad de la arquitectura debe ser profundizada reflexionando sobre el
sentido del templo en general y de las catedrales en particular.

4.- El templo tiene su razón de ser de la de brindar el lugar sagrado donde celebrar los
misterios cristianos, en una comunión de fe, de esperanza y de caridad en intima unidad
entre sí con el Cristo Resucitado y Viviente. Con la paz constantiniana surgió la necesidad
de utilizar edificios con mayor capacidad para el culto cristiano. Las nuevas iglesias
cristianas necesitaban más espacio para contener a los fieles que se acercaban a orar
dentro del templo. El templo era el lugar de reunión de los cristianos en comunión con
Dios. Los cultos paganos las procesiones y sacrificios se celebraban al aire libre en y en
el interior del un pequeño templo sólo estaba el altar del dios una diosa. Las iglesias no
tomaron estos modelos sino que tomaron las grandes salas de reuniones públicas que ya
eran conocidas con el nombre de basílicas. En todo el Imperio quedó asociado el
concepto de iglesia con el de basílica y posteriormente, en el Occidente, con el de
catedral.

4.1.- Siendo el templo el centro de las poblaciones urbanas o campestres, el arte por
excelencia es la arquitectura, tanto por sus exigencias intelectuales como por la
capacidad de la crear de un lugar de acogimiento de la comunidad. La arquitectura se
eleva a tener a un significado místico y grandioso como el que crea un especio real y
simbólico de la presencia de Dios en comunión con los hombres. Es allí donde se debe
concentrar la magnificencia. El espacio acotado en la arquitectura es un espacio
significativo: es un espacio privilegiado habitado por la presencia de Dios hecho hombre y
que ha entrada en la historia de los hombres. La imagen de la parusía aparece en los
frontispicios de las catedrales como prenunciando a los ingresantes el coronamiento de
toda la historia humana, tanto del individuo como de la humanidad, en la figura de Cristo
Juez de vivos y muertos.
De allí que la fuente de inspiración de esta arquitectura no sea la naturaleza sino la
re-presentación de hechos bíblicos combinados con situaciones de la vida diaria (siembra,
pastoreo, labores hogareñas, estudio, etc.) y la presencia de adornos de plantas y
animales. Asimismo la presencia de la representación simbólica del bien y del mal, de los
vicios y virtudes, etc.). Una vez más, la función del arte es hacer nuevamente presente
estas realidades, destacando su trascendencia y su significado. La representación de
escenas bíblicas en un lenguaje de la vida de la época (vestimenta, habitación, rasgos
físicos, usos y costumbres, etc.), anacrónica si se quiere pero enormemente eficaz ya
que, además de tener la ventaja de su comprensión, creaban la sensación de proximidad
y actualidad, de la trans-temporalidad de la revelación divina en su realización histórica.
La sobriedad de los templos románicos contrastara después con la magnificencia y
exuberancia de las catedrales góticas. Es estas últimas donde se muestra en todo su
esplendor y formando un todo, la arquitectura, el arte de los vitrales, la ornamentación de
relieves de plantas y animales, la incorporación de entes fantásticos entre otros elementos
simbólicos. Se pretendía con esto brindar una enseñanza al pueblo y una sensación de la
grandeza de Dios, así como de su proximidad con el mundo humano. 24

23
En arquitectura se denomina tímpano a la superficie plana resultante entre el dintel y el arco de una puerta o
ventana. El tímpano es el lugar en el que en relieve, se plasma una idea de capital importancia.
31

Aún hoy día, la catedral gótica crea un ambiente peculiar que invita al recogimiento,
a la humildad y a la fe. Dicho ambiente de recogimiento y elevación del alma se produce
gracias a la conjunción del arte y del espíritu. Las ojivas resuelven el problema de los
grandes espacios necesarios para congregar una cantidad importante de fieles y lo
resuelve de una mera maravillosa que lo acoge elevándolos hacia lo alto. La levedad de
las ventanas vidriadas y soportes ojivales producen una sensación de serenidad y de
proximidad a lo divino. Es así como se obtiene una síntesis de las plegarias con las
enseñanzas que se desprenden de sus pinturas, de sus vitrales, de las estatuas y bajo-
relieves que adorna los grandes portales, de los grandes rosetones y de esculturas más
fantasiosas de seres imaginarios en los laterales.
Lo que en las universidades nacientes se estaba haciendo con las “sumas
teológicas” y con los comentarios a los textos, la catedral ofrecía a los iletrados una
verdadera suma de conocimientos graficados bellamente. Los autores eclesiásticos que
celebran la belleza del arte sagrado insisten luego en su finalidad didáctica. Es la vieja
sabiduría de que no hay mejor acceso al conocimiento que el amor y el amor es lo
producido por la belleza: lo hermoso atrae y penetra el alma, disponiéndola a la acción.
En el sínodo de Arras en 1025 se expresa que lo que los simples no pueden captar a
través de la escritura debe serles enseñado a través de las figuras.
Teniendo en cuenta que en aquellos tiempos no existía la facilidad de acceder a los
libros, cosa que se dejaba a los teólogos, juristas o médicos, esta providencia no debe
verse como un desprecio a la clase iletrada sino como un puente de acceso a las grandes
verdades. Como buen enciclopedista, Honorio de Auntun reflexiona sobre la sensibilidad
de su tiempo y dice que el fin de la pintura es triple: sirve, ante todo, para embellecer la
casa de Dios para traer a la memoria la vida de los santos y, por último, para la
delectación de los incultos, dado que la pintura es la literatura de los laicos.

No solo los “iletrados” eran los destinatarios de tales maravillas. Todos las
disfrutaban y se sentían orgullosos de poseerla. Los pueblos cifraban su importancia en la
grandeza y belleza de sus catedrales. Tanto ellas como las modestas iglesias de la
campaña eran los puntos de reunión más importante. Una vez por semana y en las
grandes festividades, con el descanso obligatorio de toda tarea servil, todos se sentían
libres de los afanes cotidianos y unidos en lazos de sociabilidad en los cuales las
conversaciones de entretiempo estaban normadas por los criterios del pensar y sentir
cristianos.
Tanto las grandes festividades universales o locales como la conmemoración de
los difuntos, eran motivo de un despliegue de ceremonias coloridas, con cantos alegres
en los primeros casos y fúnebres en los todos se sentían felices o doloridos. Las
campanas anunciaban el comienzo de los días grandes que era los de celebraciones y no
los de trabajos. Campanas que despertaban física y espiritualmente a todo el pueblo y a
sus inmediaciones. Sonidos llenos de simbolismos y de anuncios posibilitados por los
juegos que permitían la reunión de campanas de distinto timbre y tamaño en los
“carrillon”. Campanas que eran albergadas en magnificas torres, sonidos que convocaban
a todos y eran orgullo de los lugareños tanto por la maestría de sus hacedores como por
la calidad y potencia que patentizaban.

4.2. Es importante destacar la importancia de las imágenes religiosas en la formación de


las familias. En el oriente se produce el movimiento iconoclasta, que abomina de las

24
Cf. Tomas de Aquino S.Th.II-II, 91,2-3 sobre el canto y el concepto del arte y su relación con la ética y con la religión
.
32

imágenes como residuos del paganismo y que desvían la espiritualidad hacia una
creencia sensible, hambrienta de milagros o de defensa contra todo tipo de males, etc. La
costumbre de tener en la casa una imagen sagrada señala que no se trata de un mero
adorno, sino de una presencia que santifica el lugar. El papel del ícono en la piedad
cristiana y su lugar fuera del templo, pone de manifiesto el valor del arte que además de
representar algo, marca una presencia ante la cual se puede orar y abrirse al infinito. Este
es el sentido de que en la nieva creación, no solamente es el cielo el lugar donde habita
Dios como en un gran templo, no solo en el templo construido por los hombres para
acoger a la comunidad, sino también en cada hogar, en cada encrucijada de caminos, en
cada hospital u hospedería, etc. el homo viator transita en esta vida jalonada de íconos,
oraciones o himnos bellamente compuestas o pinturas que le comunican simbólicamente
con los santos. Lo mismo dígase de las ceremonias litúrgicas, que es un trasformación de
sentido de la danza ritual en un recurso y recuerdo de re-memorar lo salvífico.

4.3.- Hoy día se ha perdido el sentido de la fiesta, tan agudo hasta no hace mucho. Las
campanas ya no repican ni las fiestas tienen ese carácter comunitario basado en los más
altos valores del espíritu. La fiesta era entonces concebida como un día de reunión en la
que todos eran actores. En muchos lugares se hizo lugar representaciones que fueron
evolucionando en piezas teatrales, origen del teatro moderno. Su nacimiento tuvo lugar en
el atrio de las catedrales medievales, continuada por la paulatina independencia hacia
espacios apropiados y con invenciones de artes populares de perfiles originales, que
poco a poco se fueron diversificando y perfeccionando.
Las celebraciones son la humanización del tiempo físico. No se identifica ni con el
tiempo histórico ni con el tiempo psicológico. El tiempo ya no es simplemente el discurrir
de las cosas según un antes y después, siempre igual, sino que es un tiempo sagrado,
ordenado en una secuencia, en la que cada parte tiene su significado pero que constituye
un todo lleno de sentido. Toda la historia sagrada en recogida en tiempos en los cuales va
alternando la esperanza con su cumplimento (Adviento-Navidad), la penitencia con la
salvación (Cuaresma-Pascua), el conocimiento de la vida de Cristo con su permanencia
en la Iglesia (Pentecostés-Juicio Final). Este ritmo, una y otra vez repetido, forja en los
fieles el sentido del misterio y enriquece su vida espiritual en todas sus dimensiones.
Tal es la inserción de la liturgia en la vida. Las iglesias y luego las catedrales eran
los lugares de la liturgia que regia, a través de los sacramentos, toda la vida, desde el
nacimiento hasta los funerales. Las fiestas por el bautismo y los matrimonios mezclan el
rito litúrgico como lo central con los distintos festejos lejos del templo, c como danzas,
comidas, vestimentas, música, en fin, son momentos de reunión no solo de las familias
sino también del vecindario en las aldeas y de las corporaciones en las ciudades. La
conmemoración de los difuntos, por contrario, la liturgia llama a la reflexión acerca del
sentido de la muerte y del destino final. Las costumbres acompañan estos ritos y las
vestimentas, cantos y otras expresiones también implican la oración por los que han
muerto y la esperanza de su salvación eterna. De todos modos, la muerte de un ser
humano no es solamente un hecho biológico, sino la conclusión de una vida que será
juzgada en el tribunal divino no según las apariencias sino según la verdad.
En la Edad Media europea es tanto la técnica como el arte no siempre están al
servicio de tales fines, y el papel del artista o técnico está encuadrado en esa perspectiva.
De aquí la relación de la idea del las artes útiles y placenteras en cierto modo se
desdibujan y con una participación de la idea divina que da existencia y forma al universo
y por lo tanto, concibe del poder creador del hombre como continuador y consumador de
la naturaleza. Concebido como la imagen de Dios, en el hacer del hombre el logro la
culminación de la naturaleza y de la expresión de la belleza. O sea, el trabajo completa o
33

da fin y conciencia a la obra de la creación, cumpliendo con su trabajo su misión en la


tierra.
Lo que para los griegos el ideal de la polis era mostrar belleza porque así refinaba
el gusto y los educaba en sus vidas, el arte medieval apunta a lo mismo pero en ámbito
distinto y una educación distinta: aquí se trata de ir configurando un espíritu religioso
enriquecido desde todas las perspectivas, haciendo uso no solo de las Sagradas
Escrituras sino también de la vida de los santos. La contemplación de los vitrales y de las
estatuas además de ser motivo de gozo, era también una invitación a seguir las
enseñanzas de la Iglesia y a mostrarlos como un ejemplo a imitar. La formación moral de
la Alta Edad Media se basaba tanto en los mandamientos y preceptos como en los
modelos de vida, teniendo estos últimos un ingrediente del que carecen los primeros, a
saber, el impulso emocional que inclina a su imitación.
Como es lógico, para las grandes construcciones se buscarán personas
capacitadas para la tarea, se les honrará y serán más conocidos que los intelectuales aún
cuando a ellos se les reserven las reverencias y respeto debido. Si bien es la belleza
interior lo importante así como las artes liberales, los artesanos van adquiriendo nombre y
honores. A medida que avanzan los siglos, aparecen algunos escritores que ensalzan las
bellas artes mas allá de su utilidad y saben valorar a los arquitectos y a los artesanos que
realizan “obras maestras”.25 Es que los maestros, cabezas del taller y de las
corporaciones llegan a ser tales en cuanto presentan “su” obra. Esta es la “tesis” que los
acreditara como tales, sometida al juicio de los grandes maestros.

5. Estrechamente vinculados a la liturgia se encuentran la música y el teatro. Aun cuando


progresivamente se van distinguiendo y adquiriendo una fisonomía propia entre lo
eclesiástico y lo profano, ambas conservan cierto parentesco con su lugar de origen. Las
raíces de la sociedad medieval tienen sus antecedentes en la fusión de la cultura
helenístico-romana con las llamadas “bárbaras” (celtas, germanas, normandas, etc.). En
la historia de la música se advierte una progresiva originalidad que adquiere
paulatinamente un movimiento y diversificación que alcanzará su culminación por los
siglos XII y XIII, sea en sus técnicas como en sus temas. Sus diferencias de lo que ocurre
en el Oriente, que en cierto modo se estanca en formas y estilos, el Medievo europeo
poseen un espacio muy amplio y propicio para nuevas creaciones. El teatro en cambio no
nace de la tradición griega o romana sino que tiene un origen distinto y a nuestra manera
de pensar, sorprendente: su origen está en la liturgia. El teatro medieval es una creación
propia, distinta del teatro griego o romano, cuya existencia eran desconocidas para los
medievales. La vinculación de las artes entre sí, teniendo como tronco común a la liturgia,
explica la unidad de una cultura con sello propio en la que se integran lo espiritual y lo
temporal, lo sagrado y lo profano, lo común y lo diferente.
Sin perder de vista el propósito de este trabajo, me detendré en ambos temas. En
ambos casos traeré a colación una breve recapitulación de sus formas y de su historia,
poniendo la atención en cómo las distintas capas sociales participaban en las mismas.

5.1.- La única música medieval que ha sobrevivido hasta la actualidad es aquella que fue
escrita. La creación de estos manuscritos era sumamente costosa debido al precio del
pergamino y de las tintas sumado a la labor requerida a los copistas que debían disponer
de tiempo y de gran habilidad manual para confeccionarlos. Es por ello que sólo las
instituciones muy acaudaladas pudieron producir tales manuscritos. Entre esas

25
En el siglo XII, Suger, abad de Saint Denis, hombre político y humanista exquisito, como figura psicológica y moral
está en el lado opuesto de un rigorista como san Bernardo: para el abad de Saint Denis, la casa de Dios debe ser un
receptáculo de belleza.
34

instituciones, las más importantes por no decir únicas fueron las grandes abadías,
aunque también pueden encontrarse algunas instituciones seculares. De las tradiciones
de la música popular, que también la hubo, se conserva muy poco, si bien sus rastros
pueden advertirse en los músicos que recogieron posteriormente dichas tradiciones.
La música medieval está estrechamente vinculada a la poesía, tanto en el orden
religioso como profano. Los himnos litúrgicos por un lado y las canciones de trovadores y
juglares por el otro muestran a las claras que el arte poético es inseparable de lo musical.
El estudio de lo que hoy llamamos literatura está indisolublemente ligado a la historia de la
música, así como ésta a su vez está vinculada a los cambios de aquella. Entre ambas
existe una interacción muy significativa desde el punto de vista de la participación de
artistas y receptores en actuaciones de esferas hoy día separadas y casi contrapuestas,
pero entonces muy integradas.
En el ámbito estrictamente religioso, tanto en el Oriente como en el Occidente cristiano
se sigue el aprecio por el canto con el mismo criterio de los primeros tiempos. Según esta
tradición, lo importante no es la música o la voz del cantante, sino el texto. Se advierte la
cautela de la práctica del canto como distracción de la plegaria y el peligro de disfrutarlo
como tal. La música tiene una función y es la de brindar un apoyo sensible a la
contemplación y disfrute de la verdad revelada y expresada en los textos, sean ellos
bíblicos o creados al efecto. La música y el canto sacro gozarán de aprecio sobre todo por
su valor educativo al ser un instrumento de edificación religiosa. Con este enfoque el
canto sacro asume la función de ser un medio auxiliar de la oración con el sentido de
volver ésta más agradable.
Los Padres de la iglesia y después los teólogos se mostraron fuertemente contrarios al
empleo de instrumentos musicales considerados impropios para el culto por su asociación
con las ceremonias paganas y con las canciones procaces de las comedias. Solamente el
canto reducido a casi un recitado era tolerado como forma de oración. La música tiene
una función y es la de brindar un apoyo sensible a la contemplación y disfrute de la
verdad revelada y expresada en los textos, sean ellos bíblicos o creados al efecto. La
exclusión de la música instrumental en la iglesia es una opinión bastante difundida por
esta razón. La exclusión de la música instrumental en la iglesia es una opinión bastante
difundida por esta razón.26
Cuando se constató que el sonido del órgano no solo sostenía o reemplazaba muy bien
a las voces sino que añadía solemnidad a las ceremonias religiosas, el instrumento tuvo
gran aceptación y se difundió rápidamente. Primero los órganos hidráulicos de vieja data y
después los de de fuelle, gracias a la inventiva de talentosos artesanos, conoció un
desarrollo espectacular. Cada vez con más voces y sonidos, el órgano se convirtió en “el”
instrumento de iglesia, que engrandecía a las grandes catedrales y deleitaba a sus
concurrentes. Su introducción era solamente tolerada y debe transcurrir un tiempo para
que por fin el Concilio de Milán (1287) admitiera oficialmente la participación del órgano
en el culto religioso.

La función de la música en el culto cristiano en Bizancio se basó en el


planteamiento teológico-místico surgido de la tradición bíblica, según el cual, el canto
religioso tiene origen angelical y vino a unir a los hombres con los ángeles en una oración
común. Este planteamiento ha dado a la música eclesiástica un marcado carácter
conservador y, durante algún tiempo, se impuso el anonimato del compositor, quien era
contemplado simplemente como mero transmisor de los cantos de origen divino. De
hecho, en los primeros siglos de Bizancio, la originalidad y la composición libre estuvieron

26
Vease por ej. en Tomas de Aquino, S.Th. II-II, q.91, art.2.
35

fuertemente condicionadas por tipos y técnicas musicales antiguas y por diversas


tradiciones orientales.
La música bizantina se ha desarrollado como complemento de la poesía con el fin
de hacerla más agradable al oído. De modo que su objetivo es acentuar correctamente
los textos himnográficos, basados originariamente en la fonética antigua de la lengua
griega que distinguía entre vocales largas y breves con distintas acentuaciones. De ahí
que la melodía cambie según el significado del texto poético.
La música bizantina, al igual que su liturgia y su modo de comprender y vivir el
cristianismo se extendió luego a otras regiones del este de Europa. La que tuvo más
arraigo y conoció desarrollos propios fue la del patriarcado de Moscú, de tal modo que se
consideró su legítima heredera designándose como la “Tercera Roma”. Aun día podemos
admirar su liturgia y sus bellos cantos, llenos de piedad y majestad, cantados por coros
que alternan con el celebrante y los fieles.

Mientras tanto en Occidente, si bien en sus inicios están ligados a este modelo,
poco a poco va adquiriendo una fisonomía propia. Es que la historia de ambos
desprendimientos del antiguo Imperio Romano fue muy distinta así como el modo de
posesionarse la Iglesia y los poderes temporales. En la Edad media la música se irá
diversificando en la música eclesiástica, la popular y la polifónica. Poco a poco se
desarrolla la nueva música cristiana hasta lograr una forma bien definida: ejecutada hasta
hoy en las iglesias es la generalmente conocida como el ”canto gregoriano. Queda así
inmortalizado el recuerdo de un gran papa, San Gregorio Magno (siglo VI d.C) como una
de las primeras figuras esclarecidas de nuestra música: él, con el concurso de algunos
colaboradores, ordenó, recopiló y editó todos los cantos religiosos de oriente y occidente,
y dictó leyes para su ejecución, logrando así la admirable unidad de la música cristiana.
La música cristiana siempre fue concebida y practicada como una oración cantada,
que debía realizarse no de manera puramente material, sino con devoción. El canto
gregoriano jamás podrá entenderse sin el texto, el cual tiene prioridad sobre la melodía y
es el que le da sentido a ésta. Por lo tanto, al interpretarlo, los cantores deben haber
entendido muy bien el sentido del texto. Dado este espíritu es un canto en el que debe
evitarse cualquier impostación de voz de tipo operístico en que se intente el lucimiento
del intérprete. Del canto gregoriano es de donde proceden los modos gregorianos, que
dan base a la música de Occidente.
En el canto gregoriano, la forma musical está definida por el contexto litúrgico en
donde se interpretan las piezas. Es un canto en el que solo existe una línea melódica,
sin grandes saltos, y carece de acompañamiento instrumental. Se trata de cantos a una
sola voz, de ritmo libre sometido ante todo al texto latino, en las que con frecuencia se
intenta expresar de forma melódica el significado de las palabras. En las versiones más
antiguas, a cada sílaba correspondía una nota, lo cual facilitaba enormemente el
aprendizaje del canto y la audición clara del texto. Progresivamente y a tono con la
solemnidad del culto, se fueron incorporando variaciones y adornos a las notas
(melismas) que hacían al canto más bello y expresivo pero al precio de necesitar la
formación de un coro adiestrado al efecto. Los fieles comunes solo intervendrían en
breves respuestas al oficiante y en alguno que otro himno fácil de aprender y comprender.
El canto gregoriano tuvo gran importancia, ya que es la única música conservada
anterior al siglo IX. Era un tipo de música estrictamente vocal y a una sola voz, La
significación del unísono: una sola voz, el hombre en la comunidad, viviendo y sintiendo la
misma fe y los mismos sentimientos. Porque el canto que acompaña un texto
naturalmente une al hombre más que las ideas. Ellas realmente vinculan a los hombres y
36

el dialogo entre el celebrante y el pueblo, o el canto en coro obtienen los mismos


resultados.
El hecho de que el canto gregoriano sea anónimo dice a las claras que también sus
autores no buscaban su propio lucimiento, sino lo hacían como una ofrenda a Dios que
mira los corazones y una contribución a la comunidad y no a las glorias mundanas. No es
el espíritu de un pueblo el que inspira el arte y le otorga un determinado valor, ni tampoco
el ímpetu individual de expresar sus sentimientos, sino la fe que mancomuna a todos,
salvando diferencias de raza, cultura, edad y condición social. Por encima de gustos y
tradiciones aparece un solo pensamiento unificador: todo lo más bello debe reservarse
para Dios y con ello se trabaja para la propia salvación. Naturalmente sean los
constructores, los músicos, etc. se integran en el grupo mirando el fin, para lo cual las
individualidades carecen de valor.

Las principales expresiones del canto gregoriano son el recitativo litúrgico, la


Salmodia, la Santa Misa y el Oficio divino. Es allí donde prácticamente se concentran lo
mejor de la música y acompaña a la creación y evolución de sus formas. En las partes de
la misa que son fijas, se encuentran numerosos conjuntos de distintos los modos y estilos,
para ser empleados al culto según la importancia de la festividad. En otras partes reina el
recitado con leves flexiones y mayor uniformidad. En el oficio divido está repartido en
horas y es oficio reservado a los monjes y a los canónigos. En él reina la salmodia, con
fuerte influjo del canto judío, que está precedida por un himno, que además de una factura
poética muy cuidada, es acompañada por una música acorde al texto. Estos himnos, tanto
en sus textos como en su canto tienen una frescura que aun hoy día pueden ser
disfrutados y sentidos, sobre todo por las personas creyentes. En menor medida, el canto
acompañará las procesiones y peregrinaciones así como en la administración de algunos
sacramentos o sacramentales.

Conjuntamente con el esplendor del canto gregoriano empieza el avance de la


polifonía, en sus comienzos puramente vocal pero muy pronto trasladada a la musuca del
órgano y las nacientes orquestas. A pesar de que se desconocen los orígenes exactos de
la polifonía en las tradiciones de la iglesia occidental, los tratados musicales elaborados
alrededor del año 900 de nuestra era se suelen considerar las muestras más antiguas
existentes de polifonía por escrito. Estos tratados abordan las normas para componer
obras polifónicas y proporcionan ejemplos de embellecimientos de cantos nota-contra-
nota a dos voces usando octavas, quintas y cuartas paralelas. En lugar de ser obras fijas,
indicaban formas de improvisar polifonía durante la interpretación.
La polifonía occidental se debió a un deseo de efectuar un embellecimiento
musical de la liturgia. Una de las grandes contribuciones de este estadio del desarrollo de
la polifonía es una adecuación gradual del oído a los intervalos de consonancias perfectas
de forma armónica. Las primeras formas polifónicas de la música occidental pueden ser
clasificadas de distintas maneras.

En este breve recorrido puede deducirse qué participación les cupo a los distintos
estamentos sociales en la música de iglesia y qué resonancia tuvo en el modo de ver el
mundo y la existencia personal. Se advierte una progresiva profesionalización vinculada
estrechamente con la solemnidad de las ceremonias, con lo que la participación activa de
los fieles simples se fue reduciendo hasta el límite de ser meros espectadores. Si bien
esto significó una pérdida, por otro lado la mayor perfección de las piezas musicales,
sobre todo cuando se incorporaron la polifonía y el acompañamiento del órgano, ayudaron
a desarrollar un sentido estético y un juicio más acertado ante las novedades.
37

No puede tampoco negarse que ello influenció en los compositores, ya que


naturalmente estos se ven estimulados cuando sus obras son conocidas y apreciadas.
Aunque en el canto gregoriano la autoría es anónima, el ver que su obra es incorporada a
la liturgia y es difundida en varias partes no podía dejar indiferente a sus autores.
A diferencia del canto gregoriano, los nuevos compositores de la música polifónica,
sea coral o instrumental, van saliendo del anonimato y con ello se van destacando de los
otros oficios. Si bien la música como la gramática y retorica formaban parte de las
escuelas de arte, ahora podían valerse de sus conocimientos para producir obras. El título
de maestro le correspondía a aquel que demostraba serlo y la señal era la producción de
una obra excelente. Esta aproximación a los maestros artesanos hizo borrar poco a poco
la diferencia entre las artes liberales y las manuales. Al mismo tiempo abrió la puerta para
la estimada de los compositores y cantores de música extra-litúrgica.
La calidad de las obras musicales puesta de relieve en la liturgia era mucho más
importante que las discusiones eruditas en la facultad de artes acerca de su naturaleza.
Ellas ayudaron desde luego a la elaboración de la música sacra, pero sin la inspiración, el
trabajo y la devoción que motorizaba todo, este conocimiento permanecía ocioso y estéril.
Sobre todo la polifonía, no era una obra del solo intelecto y sensibilidad ni tampoco
simplemente obra manual: exigía estar inclinado en el atril escribiendo las partituras y
grandes conocimientos que no figuraran en las facultades universitarias. El pueblo supo
apreciar desde siempre, más que a los hombres de fácil hablar y discutir, aquellos que
silenciosa y modestamente saber hacer obras maravillosas.

5.2.- La Alta Edad Media fue una época de grandes cambios y nuevas creaciones
artísticas. Entre los primeros, la vida sobre todo en las cortes y en los burgos fue
desprendiéndose de lo estrictamente eclesiástico sin por ello se viera afectada en su fe.
La creación espacios propios en los que la iniciativa y laboriosidad era la sustancia de la
vida, repercutió en el arte en general y en nuestro caso, en la música. La campaña no fue
ajena a este proceso, dada la continuidad existente entre ella y los burgos. Fue así como
surgieron los distintos oficios de la poesía cantada (mester) y de música instrumental.
Aquí también debemos explorar como se avenía lo religioso con lo profano.
Podemos asombrarnos de que los largos siglos de historia musical, en el curso de
los cuales adquirieron tal perfección las melodías litúrgicas, no nos habían transmitido
testimonios de una música profana. Ciertamente, que los tiempos no fueron propicios,
fuera de los muros monásticos para el desarrollo de un arte refinado: invasiones, pillaje,
guerras, epidemias, formaron durante largo tiempo el telón de fondo de la vida cotidiana
así como el costo de los folios escritos, sin contar que la notación musical como hoy la
conocemos recién se produjo el siglo XII por obra de Guido de Arezzo y, no obstante su
genial invención, se la fue adoptando poco a poco. 27 Por otra parte, la función esencial de
la música era la alabanza divina y el dar importancia a las manifestaciones de otro tipo se
la consideraba como una frivolidad.

Es progresiva la separación de la jerarquía y del pueblo, de tal modo que la Iglesia


no designa ya a la asamblea de los fieles, sino a la jerarquía. La distancia es cada vez
más grande y a pesar de las voces, muchas veces fuertemente severas, el alto clero se
fue mimetizando con la aristocracia, con sus gustos, sus lujos y su holgazanería. El

27
Guido de Arezzo fue un monje benedictino, autor de una obra con el título de “ Micrologus de disciplina artis
musicae”. Su primer cargo fue el de maestro en la escuela catedralicia de Arezzo donde se percató de la dificultad de
los cantantes para recordar los cantos gregorianos. Fue entonces que inventó un método para enseñar a los cantantes
a aprender los cantos en poco tiempo: distribuyó los sonidos en seis notas y les asigno un lugar en las líneas y
espacios del tetragrama (=cuatro líneas) . Este método pronto se hizo famoso en todo el norte de Italia y con
modificaciones ha perdurado hasta el día de hoy.
38

idioma vulgar se va abriendo camino, se va enriqueciendo y puliendo, y va produciendo


obras cada vez de mayor calidad. Los cantos de los goliardos” que aún se conservan,
algunos poemas como el “Romance de la rosa” o los “Cuentos de Canterbury” lo
demuestran. La poca documentación que de ella resta, no nos han dejado testimonios
más que muy fragmentados. Pero sabemos que tuvo su presencia junto a la música
litúrgica.
Con todo, la música profana no es la contracara de la música sacra sino mas bien
su complemento, Ciertamente la música sacra era creada en función al culto divino y la
música profana tenía temas diferentes a los sagrados. Pero ello no quita que la música
popular, en todas sus formas y usos, no contuviera un fondo religioso, aunque a veces
contestatario, rescatando valores humanos o desenmascarando costumbres corrompidas.
La música profana medieval buscaba divertir al pueblo, (historias de amor, romances,
etc.). Con este tipo de música surgen los famosos juglares que eran cantantes que iban
de pueblo en pueblo sólo por diversión. Dentro de la música profana podemos distinguir
entre música culta y la música popular.

5.3.- Los verdaderos protagonistas del nuevo estilo fueron los trovadores y los “maestros
cantores” (Minnesänger) alemanes.28 Todos ellos eran poetas músicos que cantaban a
todos los sentimientos humanos, siendo su temática principal especialmente el amor, la
guerra y la naturaleza. Su influjo fue decisivo y su expansión, rápida. En estas canciones
se podían expresar deseos y aspiraciones con naturalidad y sin artificios. Esta música se
caracteriza por un ritmo marcado y variado y por expresar los sentimientos subjetivos que
dependen del estado de ánimo del autor (triste, alegre, amoroso, guerrero...). Se crearon
nuevos tipos de danza y lo más destacado fue el hecho de acompañarse con
instrumentos musicales. La comunicación se torna así más personal, de alma a alma,
despertando sentimientos semejantes a los expresados en dichas canciones y con ello, la
seducción de lo terreno tan temido por los moralistas de la época.

La música tiene un desarrollo un tanto distinto en cuanto público, temas y estilos


entre los distintos actores. El papel de los “mester” es decisivo en la satisfacción de los
gustos y al mismo tiempo, en su conformación. Los estilos con el tiempo se van
entremezclando así como los autores, de tal forma que lo que sucederá posteriormente en
el Renacimiento es en gran parte el fruto de este intercambio. Se distinguen el mester de
clerecía, el de juglaría y el de cortesía.

El mester de Clerecía lo ejercían los clérigos, es decir, hombres instruidos y no


necesariamente sacerdotes. Tuvo su origen en ambientes escolásticos y religiosos más
cultos, como las escuelas catedralicias o monacales. Sus obras tratan de temas religiosos
e historiográficos con fin moralizador utilizando los recursos de la retórica y utilizaban un
amplio vocabulario, enriquecido con la incorporación de términos latinos. Están escritas
en verso regular, utilizan la rima más exigente, la rima consonante (cuaderna métrica). A
diferencia de la poesía litúrgica, se creaban para entretener (delectare) y enseñar (docere)
a la gente e impulsarla a la virtud y a la piedad (movere). A su vez eran recitadas y
acompañadas por instrumentos nobles como la lira o el laúd.
El mester de clerecía conoció una evolución en sus aspectos temáticos y formales
que refleja la evolución de la sociedad de su tiempo: de un seguimiento estricto y temas
predominantemente religiosos y morales del siglo XIII, se pasa a una creación más
28
Los “Maestros cantores” eran hombres cultos reunidos en fraternidades o comunidades semejantes a los gremios.
Muchos de sus autores son conocidos y sus algunas de sus obras se conservan en códices del siglo XII, lo que indica
su alta posición social. Muchos de estos poemas pueden encontrarse en Wikipedia de Internet.
39

original y libre y a la apertura de temas profanos en el siglo XIV (Arcipestre de Hita).


Posteriormente, en el siglo XV, tras la Peste negra, el Cisma de Occidente y el nacimiento
de la Devotio moderna, se vuelve a una religiosidad lúgubre y a la monometría.

El mester de juglaría lo ejercía un artista que ejercía su oficio para el


entretenimiento. Los juglares eran personajes de origen humilde, cómicos ambulantes,
dotados para tocar instrumentos musicales, cantar, contar chistes, historias o leyendas e
incluso representar algunas escenas sencillas de títeres o mimos. Escribían sus
canciones en lenguas vernáculas y los temas fundamentales fueron el amor cortés y el
espíritu caballeresco de los héroes de las cruzadas. Por otra parte el mester de juglaría
hace referencia a cantores, pero también a saltimbanquis, lanzadores de cuchillos,
equilibristas, domadores, etc. Eran meros intérpretes, artistas ambulantes cuyo arte solía
incluir la declamación, el canto y la música instrumental.
De carácter popular, sus versos constituían la verdadera literatura popular del
pueblo iletrado y analfabeto era principalmente lírica y divulgaba poemas narrativos de
tema guerrero, compuesto por autores de cantares de gesta, destinado a un público
variado. Son anónimos, están escritas en verso, destinados a ser cantados o recitados, se
transmitían oralmente de padres a hijos. Posteriormente se introdujo en las iglesias y
sirvió para las solemnidades religiosas conocidos como juegos de escarnio y
posteriormente los teatros, que fueron los ensayos primitivos de la poesía dramática en
España, los cuales imitaron la licencia de obra y procacidad de aquellos juegos.
El juglar es un personaje clave en las obras medievales, los nobles le pagaban
regalándole vestidos, joyas, caballos y la gente del pueblo los acogían con expectativa y
alegría. Disfrutaban de sus cantos y de sus travesuras, repitiéndolas muchas veces en
sus hogares o en las fiestas familiares. Se diferenciaban de los trovadores por sus
orígenes más humildes, por tener como propósito entretener y no ser autores de sus
versos, porque generalmente eran copias de versos de trovadores arreglados por ellos
mismos, aunque sí existían algunos que componían sus propias obras, solían ser de
amor, batallas y aventuras.

El Mester de Cortesía nació en el seno de la Corte y utilizó siempre la forma de la


prosa para ámbitos legales y cortesanos, con la intención educativa de formar nobles y
políticos que pudiesen prosperar en las difíciles condiciones de la revuelta Edad Media
española. A esta intención responden las numerosas compilaciones de cuentos, las obras
históricas y los diversos escritos de Don Juan Manuel y otras obras históricas escritas en
castellano y en latín, donde se habla acerca de la iglesia, de la escolástica y de caballeros
medievales.

Tanto el mester de clerecía como el de cortesía inauguraron un nuevo oficio: el de


escritor profesional. Los requerimientos que comportaban la composición de estas obras
tenía una dinámica propia en la cual el simple cronista se iba a transformar en un hombre
que sabe elegir cosas para narrar, que sabe hacerlo de una manera amena y refinada,
que sepa las ideas y gustos de los destinatarios y en fin, de acreditarse ante los demás
como “hombres de letras”. La letra se despega de la música y crea su ámbito propio. Las
oras más conocidas de Petrarca, Bocaccio y el Dante, producidas en el siglo XV en el
llamado “pre-renacimiento” tienen estas raíces. He aquí la herencia de estos pioneros,
cuya posterior evolución se describe en la historia de la literatura.

5.4.- Entre los pocos restos que se encontraron de cantares populares de los siglos XII y
XIII se hallaron el siglo XIX en Alemania. Estos manuscritos registran algunos de los
40

compuestos por los llamados “goliardos” y que se coleccionaron bajo el nombre de


“Carmina burana”. El término goliardo se utilizó durante la Edad Media para referirse a
cierto tipo de clérigos vagabundos y a los estudiantes pobres y pícaros que proliferaron en
Europa con el auge de la vida urbana y el surgimiento de las universidades en esos
siglos. En estos poemas se hace gala del gozo por vivir y del interés por los placeres
terrenales, por el amor carnal y por el goce de la naturaleza. Pero lo más corrosivo era la
crítica satírica a los altos estamentos sociales y eclesiásticos, incluidos reyes, príncipes,
papas y obispos. Las composiciones más características son las parodias que imitan con
su ritmo las letanías del antiguo Evangelio tanto para satirizar la decadencia de la curia
romana, como para construir elogios al amor, al juego o al vino.29
Esta actitud permisiva puede llamar la atención de aquello que aun creen -como en
siglo XVIII- que la Edad Media fue una época sombría y opresora, enemiga de todo
espíritu contestatario sea de parte algunos famosos como san Bernardo de Claraval, sea
de parte de los goliardos, de los juglares y de poetas. La Inquisición sólo actuaba cuando
estaba en peligro la integridad de la fe. En lo otro era común el parecer que las malas
costumbres, sobre todo de los más encumbrados, se corrigen con el humor y la sátira.
Aunque se conocen algunas condenas por estas insolencias, que no pasaban de
prohibiciones y de algún castigo, en general eran celebradas en secreto por las clases
altas. Es muy posible que la abadía donde estas piezas se encontraron no eran ajenas a
este escarnio: el trabajo y el costo de los manuscritos así lo hacen sospechar.
Por otra parte, narran hechos de las cruzadas, así como el rapto de doncellas por
caballeros. Asimismo se concentra constantemente en exaltar el destino y la suerte, junto
con elementos naturales y cotidianos, incluyendo un poema largo con la descripción de
varios animales. La importancia de esta serie de textos medievales es que sencillamente
es la más grande y antigua colección de versos de carácter laico del Medievo. Muchas de
estas obras eran cantadas por solistas y coros, acompañadas de orquesta y de imágenes
“mágicas”, algo parecido a lo que en la actualidad se llaman festivales.

Tal vez la que contribuyó de un modo particular al gusto de la época fue la polifonía
que se traslada de la liturgia al mundo secular. Curiosamente el traslado de lo sagrado a
lo profano tuvo su desarrollo más importante durante el período de la estancia de los
papas en Avignon. Contrariamente a su misión religiosa, Avignon se constituyó como un
potente centro de elaboración de música profana, de la que la mayor parte recibió
influencia de la polifonía sacra.
Si bien esta música polifónica era disfrutada por la aristocracia eclesiástica y laica
así como de os ricos benefactores, poco a poco fue también patrimonio de otras clases
sociales, aunque por su carácter más complejo, ofendía a los oídos medievales ya que los
textos asignados a las distintas voces no siempre armonizaban entre sí. Con el
movimiento del Ars nova del siglo XIV surge una polifonía vocal profana de carácter
cortesano. Cuando los juglares y trovadores introdujeron esta nueva técnica musical a sus
repertorios, la polifonía se pudo popularizar sea por la sencillez de sus acordes como por
la simplicidad de los textos en idioma vulgar.

A esta populación del arte musical contribuyen de un modo decisivo el aprendizaje


del uso instrumentos, entre más destacados eran las flautas, los laudes (instrumento
musical parecido a una guitarra pequeña) y panderetas, pero también las gaitas y otros
instrumentos parecidos. Esta música se interpreta en ámbitos profesionales (en la Corte,
en las festividades, etc.) y cada vez más en el ámbito doméstico: en mochos hogares se

29
Con la parsimonia y seriedad que lo caracteriza, Santo Tomas de Aquino trata este tema nada menos como
argumento para una docta discusión universitaria en las “quaestiones quotlibetales” (cuestiones libres.)
41

usa el laúd, la vihuela o, más tarde, el clavicémbalo acompañando el canto o como


instrumentos solistas. Así se formó una sociedad como la europea en la que hasta no
hace mucho, toda reunión familiar cantaba en coro canciones autóctonas o importadas.
La labor educativa en lo que hace al gusto estético es lo que explicara la proliferación de
compositores que constituyen la gloria imperecedera de ese continente.

6- Además de la música y de otras artes, cabe destacar el nacimiento del teatro medieval.
En sus orígenes, el teatro surge de las ceremonias post-litúrgicas y tenían lugar en el atrio
de las catedrales o templos menores. En un principio se trataba de simples recitados a
cargo un actor, generalmente un clérigo. Su evolución fue rápida hasta convertirse pronto
en piezas en las que actuaban varios actores y más tarde con el agregado de coros. Era
por lo tanto una representación religiosa que fue desarrollándose como un arte de
características propias pero con los mismos fines que se le asignaban a las artes: de
instruir y mover a la piedad.
La liturgia tiene parentesco con el drama. Ambos responden a un tipo de comunicación
visual que gracias a la belleza, armonía y equilibrio son capaces de suscitar en las almas
el efecto deseado. El teatro sacro es una prolongación, aun en sus esquemas, de las
celebraciones litúrgicas. Tanto los desplazamientos como las vestimentas, entonación de
la voz y los objetos del entorno, en ambos casos hacen presente en forma simbólica algún
acontecimiento. Con otras características, reiteraran el esquema de un relator, actores
que imitan una realidad posible y un coro que comenta lo que acontece. Las técnicas y los
objetivos son desde luego distintos, pero los esquemas de realización ofrecen
semejanzas llamativas. Si no las hubiera, el origen del teatro en las representaciones de
los misterios sagrados sería inexplicable.
Lo notable es que el teatro medieval no conoce ni el teatro griego ni el romano. Tiene
una fuente y un espíritu propio y sin embargo -y he aquí lo sorprendente- su estructura es
muy semejante. Es como si aparecida la idea de una representación que imita una
realidad o una fantasía, el modo de presentarla sea semejante. Hay desde luego una
lógica. Si comienza con el relato de un actor, es natural que éste vaya cambiando de voz
en la medida en que van interviniendo personajes distintos. El paso siguiente es repartir
estas voces y gestos a distintos actores, dotándolos de un libreto. Como tercer paso
intervenir un elemento que subraye, comente o reflexione sobre lo mismo. El especialista
en los libretos va a requerir una destreza distinta de los actores.
Los temas a disposición son numerosos. Empezando por la Biblia: tanto el antiguo
como el nuevo testamento ofrecen un inmenso material para este tipo de
representaciones. Seguimos con la vida de los santos, de la cual se extraen sobre todo
los milagros, que como puede suponerse cautivaban a los presentes. Otro de los temas lo
proporcionaban las virtudes y vicios, que los actores personifican con vestimentas y voces
adecuadas. Por fin, la representación de los misterios, en particular del Santísimo
Sacramento, con el contexto de algún hecho impactante en el que intervenía. Son los
auto-sacramentales, que en el renacimiento tuvieron como autores a escritores famosos.

Una derivación inesperada surge a partir de s.Francisco de Asis. Su persona y su


orden provocan un cambio en lo que podríamos llamar “la humanización de la Navidad”
con su representación a través del pesebre. Los pesebres muy pronto tuvieron acogida en
las iglesias y para su realización tuvo que ser requerida la intervención de artesanos. Pero
lo que despertó en el pueblo fue el deseo de construir su propio pesebre. Es así cómo
cada familia se transformo momentáneamente en una especie de taller en el que en el
arte no era ejercido como un fin en sí mismo sino como expresión de la fe. Fue el ejercicio
de un arte en el que todos planifican la escena, hacen de madera, terracota o yeso las
42

imágenes, montan un pequeño escenario donde las distribuyen, dejando librada su


invención, su imaginación y su sensibilidad en su construcción. No interesa la fidelidad
histórica sino el hacer presente un acontecimiento que si bien transcurre en un tiempo
determinado, traspasa el mismo en cuanto a su significado. De allí que desde la cuna de
Niño hasta la vestimenta de la Virgen y san José o de los pastores y reyes magos sean
similares a la usanza del lugar.
Para captar mejor la originalidad del pesebre debemos hacer una breve detente.
Entre la Navidad y la Pascua de resurrección hay un lazo oculto que es la vida siempre
actual de Cristo entre nosotros. Pero hay una diferencia significativa entre una celebración
y la otra. En la conmemoración del nacimiento de Cristo, captando su profundo sentido, la
celebración es más intima y familiar. La reunión en la iglesia para la celebración de la
misa es una continuación de las reuniones en familia y el sitio en el que ellas se
encontraran compartiendo la alegría y deseándose mutuamente el cumplimiento de sus
mejores deseos. Nacen entonces los cantos populares, llenos de ternura en homenaje al
Niño-Dios.
En la conmemoración de la muerte de Cristo no ocurre algo similar. El montaje de
la representación simbólica en la liturgia y muy pronto, su representación dramática, son
públicas. La presencia de Cristo crucificado por la salvación humana y luego resucitado
como signo de esperanza para sus fieles es celebrada en un ámbito en el que
desaparecen los vínculos más terrenales y se destaca la pertenencia al género humano.
Por eso no hubo una réplica similar a la de los pesebres y aun, en el teatro sacro tardo
mucho en ser representada.
Un pesebre continúa la idea que regía a los dramas litúrgicos, es decir, con un
contenido docente y una belleza y sencillez en la exposición. Acogidos por las iglesias, se
fue popularizando con su instalación en los hogares con figuras de terracota, cera o
madera. No por nada esta idea surgió de la orden franciscana cuya regla consistente
en estricta pobreza, humildad, sencillez y cercanía al pueblo. En contraposición con las
órdenes más ricas y cercanas al poder político, el pesebre se avenía muy bien con el
humilde nacimiento del Mesías, por lo que usaron su representación como elemento de
predicación. A su vez era un mensaje que ponía de relieve el espíritu que debía imperar
en la Iglesia, en parte infectada de vanidad y opulencia.

Volviendo al teatro: al drama sagrado no tardaría en contraponerse el teatro


popular. En parte como obra de los juglares y en parte por las posibilidades que ofrecía el
teatro para otros fines, lo cierto es que casi contemporáneamente surge el teatro popular.
Su lugar ya no será el frente de una iglesia o catedral sino la plaza pública . El teatro como
hoy lo entendemos empezó a desarrollarse a mediados del siglo XII. Las
representaciones se hacían en las plazas y en algunos lugares sobre carrozas
aderezadas al efecto. Estas carrozas se desplazaban de una parte a otra de la ciudad.
Los espectadores se congregaban a su alrededor en cada parada; los actores
interpretaban sobre el carro y sobre la platea construida a tal efecto en la calle o sobre
alguna plataforma anexa. En los dramas religiosos, de la producción de cada obra se
encargaba un gremio que intentaba que el tema tuviera que ver con su ocupación laboral;
así elegía escenas en las que ellos aparecían como protagonistas.
No se conocen los nombres de los dramaturgos, pero serían muy ingeniosos para
que contando con intérpretes que con frecuencia sólo eran aficionados y analfabetos, las
obras debían escribirse en forma de copla de fácil memorización; Fiel a la visión medieval
del mundo, la precisión histórica no importaba y la lógica causa-efecto tampoco se
respetaba. La puesta en escena empleaba un realismo mezclado con elementos
simbólicos que componían en parte la escena. Las obras estaban llenas de
43

anacronismos, de referencias locales y de tópicos; se pensaba poco en la realidad del


tiempo y de la distancia. El vestuario y el atrezo eran los propios de la vida de la época
Para evitar malentendidos, lo que en la Alta Edad Media se denomina “teatro” no es
exactamente lo que la palabra nos dice a nosotros. Sin duda, como hemos visto, en parte
coincide pero abarca otra serie de actividades que lo acercan más a la idea de circo. Es
una especie de teatro de varieté donde confluyen muchos elementos de diversión.
El franciscano san Buenaventura en una de sus obras, una vez situado dentro de
las “artes mecánicas o manuales”, hace una caracterización del teatro con estas palabras:
“El teatro es el arte mecánico que s ordena al solaz y al deleite, arte que en si encierra
toda suerte de juegos y diversiones, ya en cantos, ya en los instrumentos musicales, ya
en las representaciones, ya en los movimientos rítmicos del cuerpo” Y lo recoge como
punto de partida para la caracterización del saber, pero no tiene palabras despectivas
sobre las mismas, aun cuando las ubica en un estrato inferior. 30
Todos disfrutaban de estos espectáculos y desaparecían las distancias entre
clases sociales, entre cultos e incultos, clérigos y laicos. El teatro era el centro de
malabaristas, juglares, músicos, actores, magos, etc. como fin único la diversión, pero que
ponían en acto las artes adquiridas a través de un aprendizaje y eran valoradas por la
perfección de su ejecución, además de la calidad de las obras mismas.

7. Mucho habría que agregar para tener un cuadro más vívido y completo de lo que el arte
significó en la Alta Edad media. Pero creemos que lo expuesto basta para notar la
deferencia de concepción del arte en relación a la antigüedad clásica y lo que sucederá a
partir del Renacimiento. En la Edad Media el arte no es exclusiva y primariamente la
expresión de la belleza y perfección de las cosas, ni la manifestación del poder y de la
gloria como en la antigüedad clásica y tampoco la obra de arte como un fin en sí mismo
en un contexto individualista, tanto del artista como del público. Es arte medieval es antes
que nada un elemento que canaliza y apoya la religiosidad y el artista es una persona de
oficio que brinda su contribución a la comunidad y rinde un homenaje a Dios. En la
progresiva independencia del arte sacro y el arte profano, el concepto mismo del arte va
sufriendo una modificación que acabará con influir fuertemente en el primero para
después dejarlo en segundo plano. Este proceso de secularización que comenzara en el
Renacimiento se consumará en la modernidad. El concepto del “arte por el arte” finiquitará
su esencia social.
En lo referente al arte sacro, en nuestra exposición hemos tratado de señalar que,
dentro de una perspectiva común, las diversas épocas han reflejado distintas facetas del
mensaje cristiano, priorizando una veces, unas y otras veces, otras. En vista a definir
mejor qué se entiende por “arte cristiano” hemos investigado cómo el cristianismo de
hecho se estableció en un área cultural distinta de la originaria y hasta qué punto se vio
obligado a adoptar algunos modos que permitieran tanto su difusión doctrinal como su
organización interna.
La idea de comunidad propia de la Iglesia primitiva, la de Cristo-Dios Omnipotente
que se refleja en el arte bizantino, la de Cristo-Juez de vivos y muertos que aparece
destacada en el arte de la Alta Edad Media, abren el problema hasta que punto podemos
hablar del “arte cristiano” sin más. Es así cómo deja abierta la puerta si en otra situación
histórica o cultural no puede concretarse de otra forma, respetando el mismo espíritu.
Dejamos abierta la cuestión.

III. El arte en la edad moderna.


30
En “De reductione artium ad theologiam” nº 2. Ed.BAC. “Obras de San Buenaventura”, tomo II.
44

Como en las partes anteriores, nuestro trabajo se a acotará dentro de un período de la


cultura europea occidental, esta vez en el análisis dentro de fines del siglo XV hasta fines
del siglo XVIII, o sea, la primera modernidad. A grandes rasgos, en este lapso de tiempo
se despliegan distintas etapas en el arte: el renacimiento de lo clásico por un lado y
perfeccionamiento del gótico y de otras formas populares en la literatura y teatro por el
otro, desembocando el primero en el manierismo y el segundo en el gótico flamígero. De
aquí, el paso de ambos al barroco y para terminar en el neo-clasicismo.
Es de destacar el carácter internacional de estas variaciones, que sería otra de las
características a la superficie contrapuestas: la emergencia de los Estados nacionales con
su afirmación en lo propio y diferencial con el cosmopolitismo nivelador por el otro lado.
Superando estas acentuaciones, no debe olvidarse que subyace un fondo común de lo
original de Europa comparado con otras culturas, que está en la conciencia de todos. Algo
parecido a lo sucedido en la Grecia clásica en la que la confrontación con otras culturas le
permitieron someter a la crítica la excelencia de lo propio en confrontación con lo ajeno y,
al mismo tiempo, estimularon sus propias capacidades incorporando lo que juzgaron
como mejor. La dialéctica de hechos y conciencias se traducirá a fines del siglo XVIII y
principios del siguiente siglo en los movimientos románticos, con la teoría del espíritu de
los pueblos y su articulación en los grandes relatos de la historia universal comprendida
con la razón y el sentimiento.

1.- El tránsito de la Edad Media al Renacimiento se conoce bajo el nombre del pre-
renacimiento. Es un fenómeno que se produce lentamente en Italia y acelera después,
produciendo un profundo cambio en la sociedad europea. Es un fenómeno que
prácticamente abarca a todas las clases sociales y se extiende a lo largo y lo ancho de
Europa occidental. En estos siglos la rica burguesía creció mucho cultural y
económicamente, estuvo atenta a los cambios y fue sagaz en saber aprovecharlos. La
demanda de más poder político fue una consecuencia de esta nueva conciencia de ser
los pioneros de una nueva era. Los reyes recurrieron al patriciado urbano para crear una
nueva clase que les pudiese ayudar a controlar a los nobles y a usar de los jerarcas
eclesiásticos. Ello creó un lento desplazamiento del poder que se concretó por un lado, en
las monarquías absolutas y por el otro, en la intervención del “Tercer Estado” distinto y
muchas veces contrapuesto a los dos anteriores, a saber, el aristocrático y el eclesiástico.

1.1.- El paulatino abandono de los castillos y de la vida rural en que se encontraban los
nobles como consecuencia del poder centralizador de los reyes y emperadores y de la
mayor comodidad de la vida urbana, dio comienzo a la formación de las cortes que los
rodeaban. Fueron los cortesanos las que más se beneficiaron de los cambios que se iban
produciendo. A ellos les fue posible construir magníficas mansiones, proveerse de
esculturas y pinturas de gran valor, tener orquestas con un compositor contratado para
escuchar los conciertos. El trato entre los distintos estamentos de la sociedad fue
cambiando y con ello, usos y costumbres así como prelacías y contribuciones
económicas.
Nacía el Estado moderno, con su burocracia y una distribución del ejercicio del
poder muy distinto del feudal. Ahora se abría un nuevo campo para la arquitectura en el
diseño de palacios y jardines, de los músicos para solaz de los pudientes, la pintura y
escultura como signo del status social y en fin, la orfebrería y la decoración así como la
vestimenta y la joyería, exhibidos en función del lucimiento familiar e individual. Los ricos
comerciantes y financistas no quedaron atrás y el acercamiento de la nobleza, aún a
través de los matrimonios de conveniencia o de la recepción de títulos de nobleza, se hizo
45

cada vez mayor. La combinación de los nobles empobrecidos y los ricos plebeyos fue una
práctica cada vez más frecuente. Lustre social y riqueza se combinaban perfectamente.
El gusto por la vida más cómoda y fastuosa, así como el mayor culto a la belleza
dieron origen a la construcción de palacios. En el primer renacimiento la mayoría
conserva todavía cierto aire de fortaleza, pero en Italia se crea el nuevo tipo de palacio
renacentista en Florencia con el palacio Pitti. Prescinde de la torre defensiva de las casas
florentinas medievales dándole con ello un mayor carácter urbano. El modelo romano de
las grandes mansiones ofrece un modelo que será recreado por los grandes arquitectos
de la época en toda Europa.

1.2.- El Renacimiento es la culminación de la Alta Edad Media y la paulatina aparición de


una nueva era. En este período de transición, ya se perfila lo que vendrá. Entre los más
famosos, las figuras del Dante, Petrarca y Bocaccio en las letras, de Fra Angélico, Ucello
y Giotto en pintura, de F. Brunelleschi y L.B. Alberti en arquitectura, de Leonin y Perotin
en música. Todos ellos son movimientos que aspiran a algo nuevo pero dentro del
Clasicismo, que pone los cánones del estilo, que caracterizará al Renacimiento. En esta
nueva era que conocemos como la modernidad, subyace en gran parte lo que en germen
estaba en los siglos anteriores. Este hilo oculto no fue advertido por los “ilustrados” del
siglo XVIII, pero fue el descubrimiento del movimiento romántico posterior.

Sobre todo en la arquitectura y en la música se observa un despegamiento del


pasado y una búsqueda de nuevas formas de vida y de expresiones culturales.
En el ámbito religioso, a partir del siglo XVI el gregoriano va desapareciendo dando lugar
a la polifonía, por lo demás maravillosa, de grandes autores como P.Palestrina, O.De
Lassus, L.de Victoria y después, Casssimiri, Monteverdi y Schütz y tantos otros. Los
oratorios y cantatas van sustituyendo la sencillez del gregoriano con lo cual, aun en
lugares que no son el templo, pueden disfrutarse y más aún, pueden suscitar un autentico
sentimiento religioso. Con lo cual, aun la música sacra se desprende de su ámbito natural
como lo era en su vinculación estrecha con la liturgia y lo hace de dos formas: dentro de
la tradición iniciada por Lutero y sus composiciones musicales como parte de “la
celebración de la palabra” y como pieza de repertorio, para ser ejecutada fuera de la
iglesia. En ambas vertientes la música -sin olvidar las producidas para el órgano-
encuentra desarrollos magistrales, que perduran a través del tiempo aun cuando
requieran, hoy día, de una cierta preparación para poder gustarlos en toda dimensión.

En el campo profano, la actividad cortesana deja mucho tiempo para el ocio y así
florecen los cancioneros líricos y épicos, las formas galantes en el trato y el gusto por la
música instrumental o coral. La música se va diversificando en varios géneros que van
desde las grandes sinfonías a las piezas para un solo instrumento, pasando por distintas
combinaciones de instrumentos, de éstos con voces solistas o corales. Estos primeros
siglos de la modernidad son tal vez los más fecundos y excelentes, de tal modo que se
entiende por “música clásica” la producida por sus geniales compositores. Con ellos la
música definitivamente es un arte con un valor propio e insustituible y para muchos, el
más excelente de las artes. Los nombres son innumerables, así como los estilos y la
cantidad, diversidad y calidad de sus obras. Y con ello, las preferencias y los gustos
particulares, que encuentran en los “críticos de arte” los que se erigen en guías del buen
gusto. En el siglo XVIII, en el que los especialistas “ilustrados” son autoridad, la aparición
de los que creen poseer el conocimiento y gusto refinado no es extraña.
46

La nueva arquitectura y música van modelando modos y costumbres, pasando de


la rudeza a la exquisitez en las palabras y acciones. En la literatura, desaparecen los
cantares de gesta y mester de clerecía ya que la vida social, política y cultural
experimenta grandes cambios. Los héroes legendarios, como el Cid, ya no representan el
sentir colectivo. Los reyes engrandecen sus sedes haciendo de la ciudad de residencia la
capital del reino, en tanto la alta nobleza se traslada a las ciudades y los escritores y
artistas se instalan en las lujosas cortes principescas. La literatura pasa a ser un
componente de la formación cortesana, una herramienta para ser acreditado como
perteneciente a una clase social elevada y a la par, un medio de entretenimiento
agradable para los reyes, los nobles y el alto clero. El hombre y la mujer cultos ocupan el
lugar de los antiguos guerreros y monjes.
Se desarrollan otras formas poéticas: la poesía de transmisión oral y la poesía
culta. En la poesía de transmisión oral se encuentra el romancero, éste es un gran
conjunto de poemas cantados con estructura narrativa y métrica propia. El romancero
aunque es anónimo, no todos los romances son de creación popular. Se sabe que
también los poetas cultos los escribían seducidos por el encanto de la poesía tradicional.
Suelen mezclar elementos líricos, caballerescos y de aventuras. Podemos distinguir dos
romanceros: el romancero viejo que es la recopilación de romances anónimos de tradición
oral; el romancero nuevo que es el conjunto de romances escrito por autores conocidos
desde el siglo XIV hasta la actualidad.
Por otra parte, el teatro se va transformando en verdadero arte, con la intervención
de letrados o actores formados en las humanidades clásicas. La incorporación de
mecanismos que crean la impresión de una realidad, la progresiva separación de la letra,
ahora declamada, con la música y ésta a su vez, con la voz de un solita estrenado y del
instrumentos, todo ello a cargo de personas distintas, con nombre y apellido propios, el
lento desplazamiento del lugar de representación que ya no será el atrio de las catedrales
sino un armazón especial erigido en las plazas públicas (las casitas) van haciendo
concebir al teatro casi exclusivamente como representación. Los dramas litúrgicos y los
“misterios” van dando lugar a otros temas y con el único fin de la distracción de la gente.
No se tardará mucho en el que el teatro asuma temas de la vida, que con el pretexto de
moralizar propio de toda esta época, en realidad quieren mostrar en forma seria o satírica
la verdad que se esconde tras las apariencias de lo trivial.
Asimismo las diversiones populares encuentran un clima más propicio para la
invención, perfeccionamiento y profusión, sea en los madrigales, sea en las danzas, sea
en los instrumentos. Se va haciendo costumbre de cultivar la música dentro de los
hogares formando coros o pequeños conjuntos instrumentales. Desgraciadamente las
guerras del siglo XX destruyeron estas hermosas tradiciones, fenómeno no ajeno a la
destrucción de la familia y del ocio lleno de un contenido festivo y enriquecedor del
espíritu.

2. A partir de mediados del siglo XV se producen grandes transformaciones que se


sucedieron con cierta celeridad. Además de los hechos conocidos como el comienzo de la
modernidad (novedades en la astronomía, descubrimientos de nuevos continentes, caída
del Imperio Bizantino, invención de la imprenta, nueva concepción de las ciencias y su
sorprendente evolución, etc.) no hay que descuidar que en el siglo XIV y principios del XV
hubo serie de sucesos trágicos que terminaron abruptamente el optimismo. La peste
negra, las grandes hambrunas, las guerras algunas de una larga extensión y otros
factores que afectaron a Europa y ocasionaron la pérdida de una tercera parte de su
población, quebrantaron familias y pueblos enteros, desplazaron multitudes a otros
lugares, ocasionaron desajustes en las capas sociales, en una palabra, hundieron en gran
47

parte lo logrado. En las costumbres, lo sombrío y lo macabro se mezcló con lo grotesco y


lo desenfrenado, la caza de brujas con la sensación de sufrir la ira divina. El arte reflejó
esa situación en la parte central de Europa –justamente la más castigada- mientras que
en aquellos lugares (como en Italia) en las que estas calamidades no fueron de gran
envergadura, las letras y las artes abrieron nuevos caminos. Pasado el temporal y a
fines del siglo XV se abre un esplendo período para todas las artes: el Renacimiento.

2.1.- Para comprender mejor los logros del Renacimiento en todas las artes, hay que
hacer hincapié en el formidable resurgimiento de la sociedad europea, su capacidad de
creación, el desarrollo de todas las artes y su concreción tanto en número como en
calidad, sus nuevas formas de asociarse política, económica y socialmente. Su valoración
de la vida terrena y de los bienes materiales que no hundía en el fácil hedonismo sino que
era capaz de sublimarse para producir en todos los campos, obras de imperecedera
belleza.
Fue una época excepcional, no sólo para la historia de Occidente sino para la
historia universal. Sus creaciones son todavía motivo de asombro y de placer. Es como si
una fuerza nueva atravesará a toda la sociedad, con ansias de renovación y de vivir la
vida de este mundo con la máxima plenitud. Lo que comenzó en las clases altas, poco a
poco de extendió a toda la sociedad europea primero y a las colonias después. La
vivencia de las artes a partir de entonces es observable en la concepción y valoración del
mismo, en el prestigio de los artistas y en el papel del pueblo sencillo en estos cambios.

¿Cual es el sentido de arte que adquiere una común aprobación? Termina un principio
religioso que les da unidad, conexión y jerarquía para librar a la obra -y con ello al artista-
de todo aquello que no sea el arte en sí mismo. El movimiento iniciado en siglos
anteriores cobra vida: el arte adquiere independencia y lo sacro y profano cubren esferas
distintas en la vida cotidiana. Subsiste en general un hondo sentimiento religioso, pero
estará encarnado en otra visión de la vida. Las artes ya no estarán destinadas a suscitar
la devoción ni el artista será un hombre que, entre otros oficios, tiene uno específico. La
división de poderes entre lo eclesiástico y lo civil se profundiza y con ello y con ello, las
artes religiosas y las profanas se ciñen a lo suyo. Se advierte una declinación del espíritu
religioso y las artes testimonian una progresiva visión y vivencia mas inmersa en el
mundo. Se intentó integrar la visión del mundo cristiano con el proyecto de recuperación
de los ideales clásicos, a través de escenas desacralizadas y edificios hechos a la medida
del hombre. Lo religioso ya no se identificará a lo sagrado.
Este redescubrimiento sin embargo no incluía, antes bien excluía, lo que habían
sido las polis griegas o los municipios romanos. Para los griegos y romanos el arte era
concebido dentro de un contexto socio-político, como integrante de su bienestar y de su
prestigio. A su vez, se insertaba en un fuerte sentido de comunidad y de pertenencia que
ahora había desaparecido en aras al cosmopolitismo y al individualismo. En esta nueva
concepción, las obras de arte se desprenden de aquel contexto y adquieren un valor
propio. El hombre ya no es por naturaleza un ser político sino se hace político. Y se hace
por el dominio de un líder o de un grupo social –como aparece en Maquiavelo o en
Hobbes- o por un por un contrato o pacto implícito de respetar mutuamente la seguridad y
la libertad de todos-como aparece en Grocio o en Locke-. La problema central del poder
será el de la legitimidad y del ejercicio del poder. A pesar de la aparente oposición, se
trataba de asegurar ideológica y pragmáticamente las libertades individuales.
Desde luego que esta creencia no se tornará herencia del común de la gente sino
poco a poco, pero lo cierto es que de hecho, en las nuevas capas sociales educados en
los burgos, este nuevo espíritu se va encarnando y traduciendo en teorías y en prácticas
48

sociales: un poder fuerte y eficiente que garantice una vida pacífica y que promueva la
prosperidad de la ciudad. Pero no de una ciudad convertida en una sociedad de mercado,
como los fenicios, sino al revés, de una sociedad de mercado convertido en ciudad. Sin
las artes este ideal, el de la bella ciudad, era empresa imposible. El poder político y el
poder del dinero mancomunados podía hacer el milagro.

2.2.- Aunque la voluntad es remontarse a un pasado anterior al advenimiento del


cristianismo, el Renacimiento no trata de copiar lo anterior -el tiempo histórico es
irreversible- sino es la voluntad de reiniciar un camino que se piensa fue interrumpido por
las grandes invasiones de los bárbaros. No se trataba entonces de copiar -aun cuando
ello fuera el primer paso- sino de redescubrir el sentido del arte y seguir adelante
borrando siglos de atraso. El signo de una nueva época es esta preferencia por lo nuevo
y renovable en desmedro de lo permanente y repetido. Es la que ellos mismos
denominaban la “via modernorum” contrapuesta expresamente a la “via antiquorum”,
enfrentándolas como la luz y las tinieblas, lo real y lo imaginado, lo profano y lo sagrado,
lo claro y evidente y el misterio, lo inmanente y lo trascendente.
Como en los casos anteriores hay una fuente de donde mana toda obra cultural, en
este caso el arte: la base de la polis o de la cristiandad, ahora lo es sustituida por un
cosmopolitismo cobijado en una ideología que se dio en llamar el humanismo. Sin ello, no
se puede comprender el espíritu de la época en la Europa de la modernidad, que
penetrará paulatinamente a la totalidad de la existencia. Se preludia “el arte por el arte” y
el artista como un ser excepcional cuya la figura paradigmática será el genio. No estaban
tan equivocados: la verdadera historia de las artes, en su diversidad y riqueza, se inscribe
a partir del Renacimiento.
El humanismo helenístico-romano y el humanismo renacentista coinciden en
colocar en una posición central al hombre, desde el cual se irá reestructurando toda la
visión de la vida ya sea individual como la social. Se hablaba de un humanismo distinto
del antiguo. Es la individualidad lo que constituye la esencia del hombre. No es un
humanismo como la “humanitas” latina, de carácter universal, sino de una apreciación del
hombre en su individualidad. Como el anterior, se lo identificaba con la dignidad del
hombre, pero ahora no es tanto como el sapiente sino con el hombre señor de la
naturaleza.31 El hombre contemplativo cede su lugar al hombre creador de belleza y de
conocimientos y de técnicas nuevas. El acento se pone en el dominio del hombre sobre
todo lo existente.
El concepto griego del arte como imitación de la naturaleza cobra otro sentido. Ya
no se lo entiende como imitación de la perfección de las formas puras concebida como la
“intención” de la naturaleza, sino de la realidad viva de la existencia humana que
despierta emoción sensible y es capaz de trasportar a otro mundo al que la percibe con
sus ojos y con sus oídos. Es la percepción del instante que quiere eternizarse en el arte.
Del modelo expresa su carácter, no plasmado con la rigidez de los bizantinos, sino
emanando energía o serenidad, dolor o alegría, placer o disgusto, humildad o soberbia,
en fin, trasmitiendo y suscitando todas las potencias que los medievales llamaban las
“pasiones”.
El hombre se comprende a sí mismo como ser creado a imagen y semejanza de
Dios pero como partícipe de su poder creador. El esplendido cuadro de Miguel Angel de la
creación del hombre, en que el dedo de Dios transmite al dedo de Adan su poder, es la
parábola perfecta del mundo moderno que empieza a nacer. Y un componente más del
cuadro, que no es un mero detalle: en el interior de la figura divina se advierte la imagen

31
Es conocido el elogio de Pico de la Mirándola al hombre, que resume admirablemente la idea del verdadero hombre
que en ese momento histórico se tiene.
49

de una bella mujer que es Eva. Es la destinataria e inspiradora del hombre. Ese poder que
emana de Dios y se transmite al hombre debe estar acompañado por la belleza y el amor.
Dios lo creo varón y mujer y el mundo que deberá recrear tendrá como pilar la unión de
ambos, tanto física como psicológica y espiritualmente. La voluntad de poder y de amor
serán signos del renacimiento.
La fuente de inspiración no serán las musas, sino el Dios Vivo cuya imagen y
semejanza será el de recrear lo dado, sacando a luz lo que está en germen en las cosas
mismas. Con esta mirada, la manifestación artística cobrará una importancia aún mayor
que durante la Antigüedad clásica. El humanismo, como corriente filosófica, se manifestó
como un sentimiento comprometido con la representación del hombre en el Universo, que
así reafirmaba su presencia.
La nueva meta era lograr al hombre excelente en todas sus capacidades artísticas.
El humanismo tenía un sello particular que era el de ahondar las posibilidades del
hombre. Como su nombre lo indica, desde el hombre y hacia el hombre debía girar todo el
pensamiento, la acción y el disfrute. Al contrario de lo que determinaba la nueva ciencia
de Copérnico y, a continuación, de los grandes astrónomos, la tierra y el hombre que era
su rey ocuparon el centro.
Ciertamente existieron también hombres como G.Bruno que hablaba del puesto del
hombre en el universo desde una perspectiva de la infinitud del cosmos, pero la actitud
era conquistar la tierra, con un fin mas practico que fantasioso. El despliegue de las
ciencias de la naturaleza y después de las ciencias humanas fueron las consecuencias
necesarias de esta nueva actitud.

El individualismo se va afianzando en todos los órdenes, aunque en el pueblo llano


aun se mantienen los valores tradicionales. Se subraya la libertad y el poder en todos los
órdenes como una de las prerrogativas inalienables de la dignidad del hombre. Esta
reivindicación de lo individual se contraponía a la Inquisición que si bien tuvo sus
comienzos a fines de la Edad media, cobró enorme presencia, tanto en los países
católicos como en los protestantes con distintas variantes en la primera modernidad.
Siendo desde Teodosio la religión cristiana la religión de Estado, el problema de los
disensos o herejías eran a la vez asuntos de la Iglesia y del Emperador o del Rey. Sin
embargo ya en el siglo XII, los fundadores de las nuevas órdenes religiosas, Sto. Domingo
y s. Francisco, habían preferido la vía del convencimiento a la de la imposición violenta.
Paradójicamente estas Órdenes fueron los principales actores de la Inquisición.
El apogeo y la decadencia de la Inquisición tuvieron que ver con la mentalidad
racionalista y utilitarista de los nuevos Estados. Una progresiva secularización del poder
civil que prioriza la condición del hombre como tal por encima de su condición de cristiano
contribuyó a este cambio. La inquisición como factor de estabilidad social se cae frente a
su fracaso. La defensa de la sociedad debe basarse en otros principios en los que todos,
más allá de sus creencias religiosas o de sus prejuicios locales, deben compartir. Las
teorías del derecho natural, ya formulado por los escolásticos, se pone como criterio de
valoración del derecho positivo y como único garante de su legitimidad.
En el arte primero se insinúa y luego se proclama, como anejo a la dignidad del
hombre, el poder afirmar su propia individualidad. La creación de un ámbito propio e
inviolable de lo humano, en el cual tiene un lugar de primer orden el arte, se va
convirtiendo en un sentir común. La proliferación de los retratos tanto de aristócratas
como de mercaderes ricos o eclesiásticos encumbrados, el esfuerzo por destacarse y
adquirir renombre para sus contemporáneos y para la posteridad, la exhibición del lujo
como signo de superioridad y señorío, muestra este nuevo espíritu. La perfección y
realismo de su ejecución de estos retratos pone al descubierto la maestría, la inteligencia
50

y el gusto refinado de los artistas. Así vemos los admirables retratos o esculturas que
parecen decirnos su personalidad individual reflejada en su rostro, en su posición y gesto
o en un escenario que realzaba su presencia. Según la leyenda, Miguel Angel al terminar
su famosa obra “Moisés”, golpeándole la rodilla, le exigió: “¡habla!”.Era la proeza de
convertir el mármol en algo viviente.

2.3.- Hay que destacar otro aspecto del renacimiento en el que pocas veces se pone el
acento y es el descubrimiento de la naturaleza como un espectáculo bello. En arte
repercute esta nueva mirada de la naturaleza cimentada en el amor, que mas que la de
ser un cosmos ordenado y bello, herencia de los griegos, se la apreciaba como lo que
brindaba al hombre una fuente inagotable de disfrute estético y como algo distinto al arte.
La belleza no quedaba apresada en el arte sino que, a la inversa, el arte tenía la vocación
de resaltar la belleza de la naturaleza, fragmentando sus modos en distintas artes. 32
Fue mérito de Petrarca el haber mirado así a la naturaleza. En una carta a un
amigo, le cuenta la admiración del paisaje que se vislumbraba desde las alturas de la
montaña a la cual había escalado en compañía con otros que se unieron con entusiasmo
a la inédita forma de deporte. Tenia sus antecedentes en las églogas, sobre todo las de
Virgilio, pero Petrarca la expone fuera de una pieza poética y subraya exprofeso ese
modo de mirar lo creado. En esa inmensa soledad de la montaña, Petrarca ya no es el
contemplativo de Dios, sino de la Naturaleza en sí misma. De la inmensa belleza que
irradia cuando se la encuentra en lugares privilegiados y en una actitud de recogimiento.
Es como si el alma encontrara en la inmensidad de la naturaleza –en este caso de las
montañas- su verdadera patria. Una nueva versión de Platon, pero no añorando un
mundo de Ideas puras, sino sintonizando con las cosas en su esplendor de “paisaje”, o
sea, en un lugar privilegiado y desde cierta perspectiva. El mensaje Petrarca desde el pre-
renacimiento se expandió primero en la literatura y en la pintura y poco a poco hasta en la
música y decoración.
¿Qué significa el descubrimiento de la naturaleza como paisaje? La naturaleza era
vista como la creación suprema de la obra de Dios y el elemento más próximo a la
perfección. Así, se pasa de la búsqueda de la inspiración en la naturaleza, a la inspiración
en las formas de la propia naturaleza, tal como proponen los clásicos, convirtiéndose esto
en un valor autónomo. El paisaje de la naturaleza será uno de los elementos que
otorgaran el marco de más de un retrato, de una obra literaria sobre todo lírica, de una
música. Así como en las ciencias se produce una especial atención al experimento en el
que se somete a la naturaleza a ser objeto de investigación, así también en el arte la
naturaleza será apreciada en su propia belleza. Ya no será simplemente un elemento
decorativo reducido a hojas y flores, sino el sitio en el que el ser humano disfruta.
Va naciendo otra sensibilidad que tiene su raíz en el humanismo: una mayor
comprensión y respeto por el ser humano extendido a la naturaleza en general. Pero la
raíz de este cambio hay que buscarlo más lejos. Sobre todo en el legado de s.Francisco y
de su Orden, los “juglares de Dios”, embarcados en una nueva actitud religiosa más afín a
la de las iglesias primitivas: el amor fraterno, dotado ahora de alegría y de confianza en la
providencia divina. Es un amor que se expresa en el canto común, canto que incluye a los
“hermanos menores de la creación”, a los astros, a las plantas y animales, que prepararon
el terreno para rechazar toda crueldad no solo hacia los otros, sino también a la diversión
muy común de la época a costa del sufrimiento de los animales.

32
Ciceron era de la opinión de que no podía hablarse del arte, sino de las artes, cada una de las cuales imitaba, con
materiales y recursos propios, a la naturaleza. Permanece la relación de la Naturaleza como modelo del arte heredada
de los griegos.
51

La vida cotidiana adquirió el valor de una temática digna de ser recogida por las
bellas artes, que pondrían de relieve su belleza en una concepción bastante lejana de la
de los antiguos. Las escenas de tabernas, pordioseros, agricultores y pescadores y aun
de prostitutas y pícaros, fueron motivo de piezas literarias y de cuadros famosos. El arte
fue así un puente de contacto entre las clases sociales, a modo de un lenguaje que ponía
a la vista de todos, su común condición humana. Esta nueva conciencia de ser en el
mundo tiene su expresión totalmente nueva en el Renacimiento que repercute en la
concepción tanto de la ciencia como del arte.
Aparecen dos tendencias: una aproximada a la magia y otra, a la técnica. En la
primera, se estima que el hombre como parte de la Naturaleza puede conocerla
solamente si se identifica simbólicamente con ella, formando parte “desde adentro” de su
actividad. Es un retorno a la conciencia más primitiva de habitar del hombre en el mundo,
de apropiarse de los secretos mas íntimos de las cosas y el de manipular desde su
voluntad las peripecias de la existencia. En la segunda por el contrario, la naturaleza es
objeto de conocimiento y valoración del hombre. Marca un distanciamiento y una
supremacía justamente por poseer algo que la naturaleza de las cosas no poseen que es
la razón. De este modo, el arte como imitación de la naturaleza tiene dos caras: e lograr
por simpatía afectiva por la cual se une a la naturaleza o por reflexión racional que busca
entender y obrar. Uno es el camino de G.Bruno y otro el de Leonardo Da Vinci y en el
intermedio, los alquimistas.33
La música no queda ajena a esta vivencia de la naturaleza y su contrapartida en las
sensaciones que producen en el que la contempla. El ejemplo de ello será, entre otros,
G.Vivaldi. El compositor tiene mucho de mago y de técnico. Traducido en otros términos,
mucho de inspiración y mucho de oficio. Elaborada con técnicas nuevas en el desarrollo
de los temas y de la incorporación de nuevos instrumentos con sus correspondientes
“virtuosos” que los ejecutan, la música se acerca a la arquitectura y a la pintura.
Compositores y ejecutantes se complementan por lo cual no es raro que un compositor
dedique su obra a algún eximio ejecutante. El virtuosismo como chapa de la calidad del
ejecutante, sea un cantante o un instrumentista, se hace cada vez más frecuente. Para
lograrlo es menester someterse a una férrea disciplina, bajo la enseñanza y vigilancia de
un maestro, de tal modo que el artista ejecutor sea de obras musicales, teatrales o
plásticas, se conviertan en especialidades que tienen su campo y cotización propios. Las
posibilidades que brinda la imprenta se extiende a la edición de las partituras en la música
y los primeros grabados en madera capaz de ser reproducidos infinitamente (las
xilografías).

4.- En el Renacimiento y la primera modernidad el arte no es para elevar el espíritu a lo


trascendente sino para complacer tanto al artista como al público como valor en sí mismo.
El objetivo es expresar la “belleza real”, es decir, propiamente estética (=sensible) sea de
los hombres, sea de la Naturaleza. El arte tiene su ámbito propio e independiente de
cualquier otra instancia, vale por lo que es. Estamos en una época en la que se afirma el
hombre como individualidad singular y en la que se produce un desgranamiento en todos
los ámbitos de la cultura. La teología, hasta ese momento la reina de las ciencias y que le
daba unidad y sentido a todo conocimiento, pasa a ser un saber con limites bien
acotados. La filosofía se independiza de la teología, la política de la ética, el derecho de la
moral y las ciencias de la filosofía. Con lo cual cada rama del saber, obrar y hacer se
convierten en oficios, que defienden su propio terreno como especialistas frente a los que

33
ver Pater, W. : “El Renacimiento. Arte y poesía” Ed. Hachette. Bs.As.
52

no lo son. Así el artista tiene su palabra y juzga lo que es una obra artística de la que no lo
es.

El arte responde a una política de engrandecimiento “culto” de los poderes, sean


eclesiásticos sean aristocráticos. El pueblo podrá verlos y gustarlos, pero ya no serán un
vehículo que conduzca en una elevación el que atraviese la obra. Por otra parte, esta no
pretende otra cosa que la expresión de lo natural, sea en las personas como en las cosas.
El renacimiento no brota de la nada, sino que la culminación de un proceso que arranca
del último siglo de la alta Edad Media. En efecto, en el siglo XV las grandes
descubrimientos geográficos, las nuevas teorías científicas, los nuevos modelos de
gobierno, los tratados específicos de derecho, economía y física, independientes de la
filosofía y por supuesto, de la teología (ambas por otra parte separadas como dos esferas
conectadas más bien externamente que internamente).
Aparecen obras maestras en todas las ramas de la cultura: en las letras el uso de
la lengua vulgar, en música la polifonía, orquestas, música coral y para órgano, en la
arquitectura el diseño sobrio y ajustado a proporciones bien calculadas, en la pintura la
perfección de la copia captando un momento privilegiado del modelo. Solo lo perfecto
puede ser bello. Y la perfección de una obra de arte lo da la forma, que en las artes
plásticas será la figura y el color, en la música será la armonía, la melodía y el ritmo, etc.
Es así como se retoma la preeminencia de las matemáticas en la elaboración de
todas las obras artísticas. Paralelamente al desarrollo de las matemáticas, tanto en la
geometría como en la aritmética, se recupera la belleza concebida como la armonía de las
partes, sean a un rostro, de un cuerpo entero, de un conjunto o un `paisaje o la
combinación de todos o algunos de estos elementos. Con el descubrimiento de la técnica
de la perspectiva, se consigue dar la impresión de la tridimensionalidad y con ello, de un
mayor realismo.
En la pintura, previo el dibujo de un entramado de líneas entrecruzadas, muchas
veces de alta complejidad, se arma la composición y la perspectiva. Esto indica que el
artista supone que una obra no es producto de un arrebato sino fruto de una
representación en la fantasía bien elaborada y un al gran control mental y una gran
disciplina en su realización. En la música, con la misma tónica, se irán desarrollando
piezas compuestas de partes con distinto ritmo e intervención de instrumentos. En la
escultura es donde la tradición clásica griega tiene mayor presencia, pero el hecho de no
formar parte de un todo sino de hacerse en vistas de su contemplación aislada, también
requiere las proporciones debidas y la luz adecuada para la apreciación desde el punto de
vista del espectador. Pero también la orfebrería, la decoración, la joyería y otras artes
adquieren importancia y prestigio –como en el caso de B.Cellini o Ucello. El Renacimiento
introdujo una innovación importantísima que afectó no sólo a la arquitectura y a las artes
plásticas, sino también a la música y a la literatura.
A diferencia de los griegos que veían la belleza en la armonía causada por las
proporciones matemáticas como aquello que se esconde tras la pura experiencia
sensorial y que es la esencia misma del arte, ahora es la armonía de las figuras
sensibles, tanto de sus formas como de su colorido visual o auditivo, en función de lo cual,
la matemática proporcionará el medio idóneo para expresarla. Lo que se había introducido
en la escolástica bajo el influjo de Aristóteles, se traslada a lo artístico. Lo real, objeto de
todo arte, es lo concreto, lo que percibe por los sentidos, lo que se recuerda con la
memoria y se transforma por la imaginación. La misión del arte no tiene ninguna otra
finalidad que su disfrute y el disfrute de la vida real es lo que puede sentirse.
53

5.- Ahora bien, ¿cómo impactaron estos cambios en la conciencia del artista? En esta
época se separan las artes de utilidad de las bellas artes. Se reservará el nombre de
técnica a la producción de objetos útiles y de arte, a las que no tienen otro objeto que el
goce estético. Se empleara un tiempo la expresión bellas artes, para distinguirlas de otras
que aun conservan la denominación como el arte del médico o las artes vulgares de los
artesanos. El artista ya no es un artesano, y aunque ambos producen cosas, imitando o
no la naturaleza, sus finalidades son distintas así como su status social. No es un simple
oficio sino un signo de distinción. El arte vale por su perfección y excelencia que no está
al alcance de todos ni tampoco es fruto de un aprendizaje junto a un maestro. Es el genio
personal, como figura al lado del héroe y del santo. No solo será la destreza para la
fidelidad del retrato (en las artes plásticas)- cosa nueva- sino de la composición o de la
armonía en la música o de la elegancia en las letras. Pero el artista pone de relieve algo
que es original: el lugar en la naturaleza.

5.1.- Por lo tanto, el artista no es un artesano que sabe hacer bien las cosas, sino el
hombre que muestra su genio en la obra. En general es un hombre culto, que conoce el
gusto de los que le encomiendan sus obras, que sabe escribir y expresar sus ideas, que
es capaz de escribir tratados y discutir con conocimiento de causa a los que
intuitivamente saben apreciar el arte. A su vez es un hombre universal para el cual nada
de lo artístico le era ajeno. Así vemos que los más destacados eran a la vez pintores y
escultores, arquitectos, escritores y aun ingenieros. Se retomaba el ideal de cultura en el
sentido de Cicerón, del cultivo del espíritu humano en todas sus direcciones.
La división entre artes liberales y artes manuales se abandonó, sustituyéndola por
artes útiles u oficios y bellas artes o simplemente arte. La independencia del arte produjo
sin duda obras maestras y un aprecio por las obras mismas, aun cuando fueran costosas.
Como en el campo de las ciencias, también en el arte fueron surgiendo en todos los
campos del arte las escuelas en las que se empezó a pergeñar algunas teorías
específicas sobre el arte y la belleza. La pintura y la escultura, que hasta entonces habían
sido excluidas, asimilándolas a las artes manuales, se constituyen como las artes que
más se ajusta al concepto.
Es así cómo el campo de las bellas artes conoció una ampliación de horizontes en
el que se destacan nuevas formas aun dentro de cada arte. En la literatura, la música y la
arquitectura aparecen nuevos géneros, cultivados a su vez en forma independiente. Las
“escuelas” tanto en estas disciplinas como en otras van apareciendo y justificando
teóricamente sus preferencias. La discusión que se eleva al plano filosófico, debatiendo
los conceptos básicos de cada arte, preparan el terreno para la futura “Estética” como
especialidad que abarca distintas disciplinas.

El prestigio del artista se acrecienta, sobre todo en las artes plásticas. Ya no se


trata de ejecutar una obra bella con la conciencia de cumplir una misión especial en la
polis o en la cristiandad. Ha nacido el artista, el hombre genial capaz de de crear un
mundo de belleza, válido en sí mismo. Su objetivo es expresar el sentir subjetivo de cuyo
éxito podrá pretender ser protagonista, con figura, posición social y económica propia. La
individualidad del artista la marca el estilo personal tanto más valioso en tanto introduce
innovaciones en sus temas, materiales o técnicas. El estilo será el sello de cada uno,
donde se tornaba realidad el apotegma de Boileau:”el estilo es el hombre”. Cualquier
persona medianamente culta sabe distinguir la obra de un autor, sea literato, pintor o
escultor, músico o arquitecto, sea vestuarista o joyero.
La exaltación del genio se asocia más bien al artista que al pensador. El hombre
genial no se distingue por el conocimiento filosófico o científico del mundo sino por su
54

sensibilidad frente a él. Quiere construir un mundo propio, creado gracias a una
sensibilidad, imaginación y emoción que producen las cosas en las que es capaz de ver y
sentir, algo que otros no ven ni sienten y de saber expresarlas. Es el dominio de la técnica
del dibujo y los colores, de los metales y del mármol, de los sonidos y voces. Es el
hombre capaz de producir obras maravillosas, sean con temas sagrados o mitológicos,
sean con temas cotidianos y aun horribles. El artista comunica su experiencia a través de
su obra, que se convierte así en un lenguaje capaz de despertar en otras experiencias
similares. De este modo, el arte acerca a los hombres por encima de sus diferencias
religiosas, sociales o étnicas.

Junto a la autoestima del poeta o del artista juega un papel importante la búsqueda
de la fama. La fama a batallas y torneos creara las novelas de aventuras. Cuando ambas
unidas crearan las novelas de caballerías. Se observa una cierta vuelta al paganismo que
la vida se considera gobernada por la fortuna y el destino. La muerte no es liberación de
este “valle de lágrimas” sino un trance doloroso en extremo. Es muerte y el olvido lo que
mueve a querer perdurar a través de las obras, más allá de la finitud de la vida. El
recuerdo de las recientes penurias, de tantas vidas segadas en plena juventud aunadas a
la presencia de ruinas que testimonian una antigua grandeza, empuja a perdurar en el
recuerdo de los hombres por la fama que se adquiere. Esto lo pretenden tanto los artistas
como los que los contratan. El arte es el medio óptimo para que el recuerdo sea motivo de
gloria y de triunfo y no de tristeza y derrota.
No será raro que el artista y sus amigos se incluyan en las pinturas, entre los
genios. Junto con la obra debe perdurar la memoria de su autor plasmado en su retrato.
El célebre cuadro “La escuela de Atenas” de Rafael Sanzio, cuyo punto céntrico lo
constituyen las figuras de Platón y Aristóteles disputando entre sí, aparecen entre los
sabios griegos y helenísticos su retrato y el de los amigos artistas y arquitectos.
Prácticamente todos los pintores lo hacen. Todos perduran en su individualidad y en su
condición social. Y así como ya el Dante había mandado al infierno a sus enemigos,
ahora será la pintura la que lo hará pero en un contexto más amistoso. En la escultura
serán los bustos y los sarcófagos, en la literatura, las biografías, en la música, las
dedicatorias, etc.
En una era exaltada como de conquista de la tierra y del cielo por un conocimiento
cierto, basado en la experiencia y en la razón, el aspecto comunitario fue cediendo a las
opiniones y proyectos individuales, dentro de un espíritu de competencia, conflicto de
intereses, nacimiento de los estados modernos con el culto a los políticos, a los héroes, a
los conquistadores y aventureros como individualidades que hacían la grandeza de las
Patrias nacientes, la conquistas de territorios remotos y llenos de promesas de riqueza,
etc. también repercutió en el arte. Casi podría afirmarse que lo hizo posible.

5.2.- ¿Qué significó el arte para el pueblo? En las ciudades, el pueblo se confesaba
cristiano, pero la vivencia del mismo había sufrido una transformación en relación con los
siglos anteriores. La población en general se fue estableciendo en distintas ciudades,
agrandándolas y enriqueciéndola de monumentos y de gran presencia artística. El
acrecentamiento de bienes útiles y suntuarios fue siendo aliciente para una intensa
actividad. El traslado de una ciudad a otra se fue tornando más fácil y seguro, con lo cual
el conocimiento de personas y cosas amplio los horizontes y las posibilidades de muchos.
No había un centro exclusivo de oportunidades, aun cuando las capitales de los reinos e
imperios conocieron un desarrollo notable, con la residencia de numerosos artistas,
escritores e investigadores.
55

La producción y el disfrute del arte como mercancía ahondaron en la conciencia de


la población la división entre lo que pertenecía como bien privado y lo que pertenecía a la
gente común. El primero se encerró en las propiedades de la gente de dinero, mientras el
segundo se pudo exhibir en las iglesias. Fue lo que quedó de lo anterior. Pero su espíritu
era otro: la reducción a la decoración, ya que libro fue cada vez más la fuente de
instrucción. El arte se fue haciendo cada vez más exclusivo de las clases pudientes. Un
paso significativo fue la creación museos de arte en los cuales las mejores obras eran
exhibidas como tales, fuera del contexto en el que habían sido concebidas y ejecutadas.
El cuadro en tela era fácil de portar, mostrar, vender y …robar. Se transformó en un objeto
de mercancía y su propietario era el único que disponía de él. La obra de arte era
propiedad privada y tenía dueño.
En lo religioso de advierte una “humanización” de lo cristiano, acorde al espíritu del
humanismo. Era una humanización que se expresaba en el arte en vistas a reflejar n el
misterio del Verbo Encarnado sino de la impresión causada por su presencia en Jesús y
en los santos. En muchos casos esta nueva conciencia llevó a tomar lo religioso como
una cantera de temas cuya finalidad era en definitiva la de ser soporte de una obra cuya
finalidad otra que la de causar una sensación de placer. La nueva forma de espiritualidad
se va vaciando de lo doctrinal para centrarse en el sentimiento.
En realidad, los burgos originados en la Alta Edad Media, con un espíritu mercantil,
fue paulatinamente “humanizando” la vida. O más claramente, hubo una especie de
acuerdo en el gusto de vivir. Era el “vivir la realidad presente” la que iría tomando cuerpo
en toda la sociedad, con un replanteo de todas las creencias y valores. Trasladado al
terreno filosófico se convirtió en un grave antropológico y gnoseológico: ¿qué lugar ocupa
la razón humana en la constitución de un mundo mejor? ¿qué lugar ocupa la razón
humana en la constitución de un mundo mejor?¿qué es lo que el hombre puede conocer
de verdad?
El reino de este mundo fue desplazando al reino de los cielos, que se convirtió en
una zona de la interioridad de cada uno. Los gremios, gildas, cofradías o hermandades
que unían a los de un mismo oficio, cada vez se fueron reduciendo a las luchas por las
ventajas o conquistas económicas. La designación de “conquistas” creemos que se
adecuado.34 Las fiestas religiosas poco a poco se transformaron en una costumbre
colorida y como acto de presencia de una corporación, en la que el lujo y la
espectacularidad barroca era su distintivo.
Por eso las bellas artes fueron adquiriendo la figura de una mercancía: las poseían
y disfrutaban los que tenían fortuna. Aun en las iglesias, las nuevas artes tanto plásticas
como musicales tenían cabida cuando una congregación religiosa o un alto prelado
podían oficiar de mecenas y adecuarse a las pretensiones del artista. La búsqueda de
artistas y músicos para el lucimiento de las cortes fue un fenómeno que cambio el
desplazamiento de numerosas a hacia los centros más importantes. Al principio los
artistas y músicos se contrataban al servicio de algún dignatario poderoso, pero poco a
poco lograron independencia.

El “conquistar” no se produjo como flor natural. El espíritu de las Cruzadas se había


apagado definitiva y tristemente el siglo XIII y ese espíritu guerrero se transformaba en
otro. el espíritu de conquista. No se soñaba ya con la reconquista de la Tierra Santa sino
con la reconquista de una antigua cultura y de nuevas tierras. Lo primero se despertó con
el aporte de los sabios exilados de Bizancio, que traían consigo muchos documentos
ignorados hasta entonces en Occidente. Eran textos que abrían caminos desconocidos y
34
Pirenne, H. : “Historia social y económica de la Edad Media”. FCE. México
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seductores, capaces de salir de lo que estimaba como estéril y agotado. Lo que la ciencia
y el arte debían conquistar en el futuro se hacía claro. Lo segundo sumó el espíritu de
aventura con el apetito de riqueza en la conquista de mundos desconocidos, de
geografías, costumbres e historias increíbles, de fabulosas promesas de enriquecimiento
rápido y abundante. Europa cambió de mentalidad en todas las clases sociales. Los
artistas exhibían sus obras, los científicos y filósofos publicaban con la imprenta sus
teorías, los viajeros contaban sus aventuras, el transitar de uno a otro lado desdibujaban
el espíritu cerrado de las localidades para tornarlo relativo y abierto a las novedades.
La parte más comprometida con el espíritu del cristianismo se movilizó con un
espíritu misionero de conquista de almas. El contacto con otras culturas y creencias
permitió nuevas expresiones de arte tanto en lo arquitectónico como en la pintura y
escultura. Dentro de Europa sin embargo, muchos consideraron al renacimiento y al
humanismo como la restauración no sólo de las formas sino y sobre todo del espíritu que
anidaba en ella, que significaba un retorno al paganismo.

5.3.- Tal vez lo que demuestra este cambio de clima espiritual y que la contrapone
claramente con el Medievo sea la arquitectura de las catedrales. El espacio, tanto el físico
como el simbólico, presenta nuevas relaciones que son evidentes confrontadas con el de
las catedrales góticas. En éstas, la intención arquitectónica es que el observador, sea
dominado por el espacio desde que entra e instintivamente alce su mirada hacia lo alto,
provocando un movimiento ascendente en busca de Dios. Sera la oración humilde la
respuesta a esa impresión, es decir, dejarse llevar por la invitación. En cambio, en el
espacio de las iglesias renacentistas, la intención es justamente la contraria: el edificio no
domina al individuo, sino que éste abarca horizontalmente su espacialidad y encerrando a
Dios y con ello su vida espiritual, dentro de sus muros. En cierta medida, se traslada el
concepto de una arquitectura hecha a la medida de la trascendencia de Dios a la de una a
la medida de la de su inmanencia en el mundo del hombre.
La desacralización del templo como lugar de reunión fue acentuándose. Las
grandes iglesias, construidas con un nuevo estilo similar al basilical, era más un lugar de
visita que de culto. Los grandes artistas las visitaban con sus discípulos para admirar
estas obras realmente maestras, y utilizarlas como modelos para sus propias creaciones.
Era parte de la formación escuela, lejana del concepto del aprendizaje concebido en el
Medievo, gracias a lo cual se fue formando una nueva sociedad de artistas o de
asociaciones para cambiar mutuamente información, ideas o mercados posibles, ajenos al
esquema de un gremio o corporación.
Un espíritu paganizante parecía ahora dominar en el interior de todo el ambiente
sagrado. Salvo raras excepciones, no se encuentra una estatua, un bajorrelieve, un
símbolo de fe; rosas y flores en el artesonado, armas nobiliarias y escudos genealógicos
en los arcos, ventanales transparentes en lugar de las vidrieras policromadas e
historiadas. La presencia del desnudo tanto masculino como femenino se torna casi
inobjetable. Es el desnudo de las pinturas y esculturas que aparecen para deleite de los
poderosos capaces de poseer obras de arte y también, lo más asombroso, con una fuerte
presencia nada menos que en el fondo de los altares. Un ejemplo destacado lo
encontramos en el altar de la capilla Sixtina, en el que Miguel Angel expone la escena del
Juicio Final: la imagen de un Cristo hercúleo rodeado a ángeles y santos, a cuyos pies
aparecen hombres y mujeres desnudos y arracimados entre los grupos de los escogidos y
los réprobos. El techo de la misma capilla no escapa a esta regla.
Las imágenes son de hombres y mujeres bellos, en los que resplandece su
perfección corporal y en posiciones atractivas o repulsivas, según los casos. Entre las
escenas religiosas son elegidas las más espectaculares o mas más tiernas, como la
57

infancia de Jesús o las más trágicas, como el momento de la pasión y muerte en la cruz.
La imagen de la Virgen con Niño dan forma y colorido en decenas de posturas muy
próximas a las que se dan en la vida diaria: la Virgen-Madre dando de mamar a su hijo,
jugando con él, mostrándolo a otros, cruzando miradas mutuas, teniendo en sus manos
un animal, etc. o, en el otro extremo, al pie de la cruz o teniéndolo en sus brazos a su hijo
ya muerto.
La introducción repetida de la Virgen o de las santas en lo religioso o de la mujer en
otras obras indica el recurso de la mujer para dar el toque de sensibilidad y emoción que
requiere todo cuadro o escultura. Una de los méritos del renacimiento es hacer
resplandecer la belleza femenina y de su papel en la vida y en la imaginación de los
hombres. Tanto en el aspecto físico como en el esplendor de sus vestidos y tocados, hay
un interés evidente de lo que será, cada vez mayor, el tema de ambas artes. Desde luego
que esto se hace más notorio en la poesía y en las letras en general como y también en la
música, sea en la forma de canciones, de danzas o de juegos. Todas las artes evidencian
un enriquecimiento en extensión y profundidad en la selección y tratamiento de los temas.
Desde luego son obras maestras, pero lo que queremos destacar es que ahora el arte
vale por sí mismo. ¿Quién contemplando esas imágenes se eleva espontáneamente
hacia Dios? No se diga tampoco que el alma se extasía en el reflejo de la creación.
¿Invita a la oración o al gozo de la obra misma? ¿Puede alguien imaginar que los
desnudos, situados delante del orante, pueden inducir a la piedad?¿o más bien, a caer
ellos mismos en la tentación reproducida imaginariamente? El fin de la obra es ahora el
ser admirada, tomando a la letra aquello de los escolásticos medievales que “la belleza es
lo que agrada a la vista” (pulchrum est quod visum placet) pero dándole otro giro
semántico. Con el Renacimiento el arte pierde paulatinamente su espiritualidad interior, su
función didáctica, para convertirse únicamente la expresión de una belleza formal que va
dirigida exclusivamente a los sentidos y deja de cantar la gloria de Dios a las almas.
5.4.- Con todo, cabría otra interpretación posiblemente más comprensiva y más acertada.
En efecto, el vigoroso impulso a la vida, en la cual estaba incluida una religiosidad
auténtica aunque en general un tanto debilitada, anhelaba un arte que la representara.
Por así decirlo, un arte con movimiento, perspectiva, expresividad y colorido. Debía
ahuyentar los tristes recuerdos de un pasado bastante reciente y abrir las puertas de una
época más feliz. Aun en la imaginería religiosa se debía obtener este efecto: un Cristo
cercano a la vida, que necesariamente debía ser hermoso y fuerte, así como la Virgen y
los santos. No podían concebir su representación de otra manera, aun cuando no se
ajustara a lo que en realidad habían sido. Debía mostrarse como el dechado de belleza y
de poder expresado en su físico, en sus gestos y posturas. Lo sagrado, no como algo
sujeto al arcano, debía expresar claramente la existencia de “Dios entre nosotros”,
partícipe de la existencia humana en todas sus peripecias.
Creemos que así lo comprendió el Concilio de Trento frente a los protestantes y no
estaría de más que se reconociera a la Iglesia tanto la conservación de los escritos
antiguos como este gesto de defensa de la revolución operada por el Renacimiento pero
ya dentro del barroco. Aprobó y recomendó su uso para edificación de los fieles con la
presencia de los grandes acontecimientos bíblicos o de la gloria de los santos. La Iglesia
una vez más, se encarnó en el tiempo histórico que le tocó vivir. Ciertamente puso sus
reparos y límites a los excesos del renacimiento, que se habían introducido en la
decoración y en las celebraciones de los templos, pero nunca negó los aspectos positivos
que produjo.
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6.- El arte de la modernidad en el período que hemos escogido, pone en relieve a la


sociedad europea sufriendo una crisis profunda cuyos inicios se perfilan con claridad en el
Renacimiento. Es una crisis que ya se advertía antes de producirse su desenlace, y que
sacudirá los cimientos mismos en que se asentaba la sociedad: lo religioso. Los excesos
y exigencias del Renacimiento tuvieron algo que ver, pero los costos económicos que
ellos demandaban de los fieles y de los medios para adquirirlos (la “venta” de las
indulgencias), fueron la chispa que ocasionó su detonación. Se produjo una ruptura que
resultó irreparable en lo doctrinal y disciplinar. Europa comienza a cambiar de paradigma
y de una concepción unitaria de la cristiandad va a pasar el reconocimiento de la
pluralidad para rematar con una desintegración de lo religioso como cimiento de la
sociedad.

6.1. Primero con Lutero y luego con Calvino y con Enrique VIII, para conocer una
progresiva desintegración de estos desprendimientos que fueron pulverizando la unidad
religiosa. El catolicismo se abroquela con una Contra-reforma, en la que, si bien en lo que
se refiere al arte, invita a los artistas a que su contribución se haga en vistas a la
comprensión del pueblo, el hecho es que los pintores y escultores adornaran las iglesias y
palacios del alto clero con imágenes religiosas, pero que tienen como finalidad ser
admiradas por su acabada factura. Esto sin contar que los artistas se afanaran de su
gloria y se su fortuna.
Las posteriores guerras de religión, en realidad eran de conquista de territorios o de
dimisión de cuestiones dinásticas. El hecho que la misma población, de la noche a la
mañana tuviera que convertirse de católica en protestante o a la inversa, sin mártires de
por medio, indica que la religión se fue reduciendo poco a poco a una moral de buenas
costumbres, en las que la médula dogmatica fuera secundaria. El proceso la
secularización, más allá de las apariencias espectaculares puestas de manifiesto en el
arte barroco, o de una piedad puramente sentimental y “devocianaria” de cuanta
advocación de la Virgen o de los santos, se iban vaciando del fuerte contenido evangélico.
La conciencia en las clases dirigentes de que la religión era una bien para el pueblo, para
mantenerlo dentro de límites morales y de de disciplina social.
El pasaje de Fra Angelico el Giotto, entre otros, a Miguel Angel y L.da Vinci, a
Murillo y Velazquez, a Rembrant y Durero, ilustra este cambio, así como el pasaje de
Palestrina a Monteverdi y de éstos a Haendel a J.S.Bach; en las letras el pasaje de las
historias de caballeros a Cervantes, Lope de Vega y Calderón, para poner algunos
ejemplos, marcan una tendencia hacia esta independencia y valoración de la obra en
cuanto tal. Sin duda todos ellos también incursionan en temas religiosos y con finalidad
moralizadora, pero la finalidad será que el pueblo pueda tener un lugar de disfrute en lo
que el tema está al servicio de ella.
Ya en el siglo XII, Hugo de san Victor decía con toda franqueza que la gente ama
las obras de arte por su belleza intrínseca y no como vehículo hacia Dios. Era la actitud
natural del hombre, que debía ser potenciada por la fe para superar el plano estrictamente
sensible y llegar así a una mayor cercanía, intelectual y afectiva, con Dios. Como un eco
de san Agustín, el hombre puede quedar atrapado por lo sensible y por el placer que
ocasiona, pero así se aliena (es palabra que emplea) en las cosas. Para el Humanismo
renacentista esta `proposición carece de sentido: la obra es o no bella. Si lo es, pertenece
al arte y si no, queda descalificada así como su autor. El hombre es el creador de las
cosas y en la producción artística se realiza como tal y adquiere personalidad. El es el que
debe decidir lo que debe hacerse, no solo el cómo sino también el qué.
59

6.2.- Otro de los sectores en el que advierte su desintegración es en el ámbito del


conocimiento. Lo significativo de la modernidad -a partir del Renacimiento- es la
separación entre la fe y la razón. Es importante la intervención de s.Tomas en este
asunto: hay dos esferas de la verdad, la que se obtiene por la fe y la que lo es por la
razón y experiencia. Lo primero es patrimonio de los creyentes y lo segundo de todo
hombre en cuanto tal. No hay una fusión, como en el agustinismo tradicional ni una
contradicción, como en Siger de Bravante y los averroístas latinos. Para el eximio
dominico, siendo Dios fuente de toda verdad, no puede haber contradicción. Se aparece
alguna debe investigarse si los datos de la fe han sido bien interpretados o los de la
razón, son revisables. El caso de Galileo en este caso es emblemático: mientras él
apelaba a lo primero, la Inquisición a lo segundo. En el arte pasaba algo parecido, pero no
tan ruidoso: el artista como productor de las obras bellas podía atribuir su obra a la luz y
ardor de la fe o a la acción del hombre en fuerza de su genio. Siendo Dios fuente de toda
belleza, parecía no existir una posible contradicción. Sin embargo ella aparecía en otro
ámbito distinto del puramente estético, a saber, en lo moral. El artista se consideraba
independiente de todo vínculo moral y la obra de arte se justificaba por sí misma, al
margen del efecto que podía ocasionar en el plano moral. En otras palabras, ¿qué era lo
decisivo, lo sensual o lo espiritual?

6.3.- Por fin, ocurre la separación de lo estético y de lo económico. En la modernidad el


arte se convierte en un objeto de lujo y un adorno. Se le priva de su aurea sagrada para
desacralizarlo y mundalizarlo. Es al aire teatral el que domina. Es el cambio más
profundo de la tradición, en el que se lo despoja de esta aurea y no se insistirá en la
imitación de la naturaleza en el espíritu griego, sino de un objeto de agrado que tiene
como motivo o escusa la naturaleza. En ella se destaca no lo trascendente, sino lo
sensible, lo agradable a los sentidos.
Una obra es bella cuando es agradable y vale por sí misma en esta misma medida.
Al principio se seguirán los cánones formales de la tradición greco-romana, pero poco a
poco va adquiriendo se perfil propio. En la música será la polifonía y la orquestación, en la
literatura será las expresiones poéticas o fantásticas que provocan imágenes y
situaciones distintas a la naturaleza. Es lo artificial, lo producido por un arte que se
convierte en expresión de sentimientos y con ello, el medio de compartirlos con otros en
ese nivel. Tener en común los mismos sentimientos, vivir una comunión de sensaciones
similares como modo de disfrutar el momento y brindar una ocasión de los distraiga de la
rutina y dureza de la vida diaria. Es trasladar al hombre a otro mundo distinto de la vida
sujeta a la necesidad, al dolor y frustración, al escape de una situación en la que no se
siente feliz, ni siquiera, él mismo.

7. El arte le proporciona al mismo tiempo un encuentro con lo más profundo de sí y como


vinculo profundo con los demás. El gozar juntos una obra de arte, cualquiera sea su
género, es un encuentro grato cuando todos tienen las mismas afeccione y preferencias.
El arte comunica en la sensibilidad a los espíritus. Pero eso Kant, invirtiendo el
pensamiento de Platón, pone en el sentimiento la sede del arte bello. Para eso, el
sentimiento, contrariamente de lo dice la palabra, no es un mero sentir sensible sino
también espiritual, o más exactamente, el sentimiento humano es una síntesis de lo
sensible y lo espiritual y por ello es el puente entre ambos mundos.
Ahora lo bello esta desconectado de su fuente trascendente y es el resultado de la
acción del hombre: el hombre produce la belleza. No es la participación de lo bello en sí
de Platón ni un reflejo de las Ideas creadoras de Dios, sino es fruto de la imaginación y
del genio del artista. La inspiración no es por obra de las musas o de un agente divino,
60

sino del propio genio. Es artista es un ser excepcional. El efecto en el que contempla o
escucha su obra cambia el concepto de valor en sí con el de valor equivalente a
valoración subjetiva. Pero la autoridad de los que saben se va aceptando como instancia
definitiva de aquello que tiene o no valor. L crítico del arte se va haciendo su aparición y
casi se hace necesario para la adquisición del “buen gusto”. Nada menos que I.Kant, a
fines del siglo XVIII, el siglo de las luces, dedicó una de sus críticas al arte y la belleza,
tanto de la naturaleza como de las artes.
La producción artística no debe pensarse como Hegel en el “universal concreto”, en
que las formas se van sucediendo en un progreso hacia la perfección, subsumiendo las
formas precedentes, de tal modo que lo último es lo mejor. La prevalencia absoluta del
presente sobre el pasado… Paulatinamente se irá independizando también de toda la
tradición y cada artista se creerá dueño absoluto de lo que hace y al mismo tiempo jueza
inapelable: el artista esta más allá del juicio de otro. O lo acepta o no, pero nadie tiene
derecho de confrontarlo con principios absolutos y objetivos. La belleza es un fenómeno
psicológico y relativo a cada uno. Aquí la sentencia de Protagoras de que el hombre es
medida de las cosas, será interpretada como el hombre individual y no como el hombre
como especie. La obra no hablara por si misma sino requerirá una explicación del artista
que le dé la pista de cómo mirar o escuchar su obra. El dicho de que “todo es arte” es la
culminación de un proceso que en verdad es la destrucción del arte. Ahora cada autor
vale por sí mismo y por su obra, formando el conjunto un universo en el que cada uno
tiene vinculación con los otros pero también su propio perfil.
Los impromptus o improvisaciones, a pesar de esta caracterización, lo eran hasta
cierto punto. Los autores estaban dotados de una sólida formación musical de tal manera
que resultaban obras muy bellas. No eran meros arranques espontáneos, sino un dejar
fluir la fantasía por cauces que eran trazados magistralmente. Aun cuando el artista
confesaba que eran arrastrados por la inspiración, cosa que debe analizarse con cuidado.
Hasta qué punto la valoración de la libertad no influía en este soltar el espíritu sin trabas
para la creación de una obra. La música y la poesía son testigos de este fenómeno en
gran parte gracias a una cultura en la que el individuo era definido como libertad y
autonomía. Pero cuando se descartó la importancia de las reglas del arte y se pretendió
que el arte conlleva una total libertad, vemos verdaderos engendros que se hacen pasar
por obras de arte que tal vez ni sus mismos autores lo creen. Por el contrario lo presentan
como un desafío a la común valoración, como si tal despropósito valiera como verdad
revelada. Ser provocador o antisocial no son categorías estéticas…

Haciendo referencia a la historia del arte en una época que hemos llamado
“primera modernidad”, con algunas pinceladas hemos tratado de captar el espíritu que
animaba a artistas y público. Desde el siglo XVI se ve con claridad a la obra de arte como
un objeto separado de los demás producciones y apreciado en sí mismo. Ya no forma
parte de un conjunto en el que tiene otro valor, además del estético. El valor de la obra
por sí misma, prescindiendo de su inserción social. Su presencia en la vida de la
comunidad es marcada por el repliegue a lo individual así como su valor (y su cotización).
Con todo, en el pueblo todavía se conserva la dimensión social de las artes, unas de vieja
data y otras nuevas, cuyas creaciones poco a poco serán asumidas por grandes artistas y
elevadas a una categoría superior de arte. El arte formaba parte de la vida social signada
por clases sociales con gustos y localización diferente pero en sus manifestaciones se
puede advertir el amor a las artes que les es común a todos. El arte tenía un alto valor de
comunicación más que de la belleza abstracta, creando un espacio y tiempo de placer y
de descanso espiritual. Con el acotar el arte del arte distinto y separado de la técnica se
inaugura una nueva rama de la filosofía: la estética.
61

En el arte lo importante es la originalidad y la maestría en la ejecución. El producir


admiración, el ensanchar el espíritu, el ponerlo en un lugar ajeno a la vida diaria y
trasladarlo a otra esfera en la cual reina la belleza de formas, colores, volúmenes y
sonidos así como de piezas teatrales, cuentos o novelas que alimentan la imaginación y
mueven los sentimientos son los lugares que ocuparán las artes.
La separación de lo propio y de lo ajeno ya corroyendo “el nosotros”. Lo propio
envuelve las ideas, gustos, criterios, elecciones y preferencias que se auto-justifican en el
yo pienso, yo siento, yo quiero, etc. es decir, el individuo como dueño de sus propias
apreciaciones. No hay un punto de convergencia objetivo en tales actividades y de allí que
todos y nadie tiene la verdad, acerca de gustos y valores“. El arte es de consumo
individual y puede ser el punto de encuentro en gustos y preferencias individuales. A aquí
que las extravagancias y las originalidades se puedan avaluar como una perversión del
arte o como una obra genial.

IV. Reflexiones finales


Surge espontáneamente una duda: al parecer el concepto que se tiene del arte
depende de lo que gusta o no gusta estéticamente en un determinado momento histórico-
cultural. Repasando lo escrito vemos que en Grecia, en el Alta Edad Media y en la
primera Modernidad el aprecio de una obra de arte obedecía a su inserción en el medio,
de lo que significaba para sus vidas. No es un problema menor, ya que la forma de
uniformidad afecta a la palabra “arte” y por ende, al entendimiento entre los hombres,
sean o no especialistas, acerca de este punto.
En algunas corrientes del pensamiento empiritco-racionalista de la modernidad se
recurrió al “hombre natural”, para encontrar en él una sustento a un concepto de valor
universal. Deslumbrados por lo que relataban los viajeros exploradores de los nuevos
mundos, penetró en los filósofos del siglo XVIII, que creían que el hombre de la selva era
“el hombre natural”, incontaminado de cualquier añadido de una sociedad organizada
según reglas y que solamente tenía que ver con los desafíos que el agreste contorno
presentaba.35 El punto de arranque de sus apreciaciones iban lo tanto más allá del
Renacimiento y se remitían nada mendos que al origen la de humanidad. La pre-historia
cobró una dimensión que superaba la simple información: era el fundamento real y cuyo
abandono significaba no entender nada y construir sobre arena. ¿Qué es lo que se puede
obtener con la reflexión filosófica y qué importancia tiene? De existir el hombre natural, en
el fondo todos verían y apreciarían las cosas de la misma manera. Es un criterio para
discernir que es arte y qué no lo es y, con este hilo conductor, entender y valorar su
diversificación y su valoración.

Una propuesta tan novedosa como atractiva ocultaba sin embargo una
contradicción: este juicio aparecía a su vez estar condicionado por una cultura, la propia
de la modernidad empírico-racionalista. Desde la lógica, no es posible una definición de
validez universal y que cualquier definición que pretenda establecer cánones para emitir
un juicio “fundado” es relativa. Por otra parte, ese hombre natural nunca existió, por lo
cual muchos la consideraron después una hipótesis de trabajo que podía resultar muy útil
para que, a través de una epojé fenomenológica, pudiera captar, en una reducción de
similar progenie, su esencia. La definición de arte evitaría así por un lado el radical
relativismo y por el otro, recuperaría toda su riqueza histórica. Pero en la versión
husserliana, el valor del conocimiento es solo para la razón sin engarce necesario con la
realidad.

35
Recomendamos la lectura de J.J.Rousseau: “El origen de la desigualdad entre los hombres” Ed.Peninsula.Barcelona
62

La exigencia de trascender la inmanencia fue bien advertida por los llamados


genéricamente los “socráticos”. Frente a los sofistas, estimaron que era, no solo posible
sino imprescindible, la trascendencia. Desde otra posición filosófica, defensora de la
capacidad del conocimiento del hombre para la verdad y, por lo tanto, arraigada en la
resolución de todo problema en la metafísica, volvió sus ojos a la validez objetiva de los
valores. La vuelta a Platón se hizo inevitable, como lo vió N.Hartmann. Si bien la
fundamentación platónica es genial, analizada más de cerca ofrece más problemas que
soluciones. Así lo vio en su madurez el mismo Platón y ensayó una serie de variaciones
que siempre le resultaron insatisfactorias. 36
Aristóteles pensó que todo debía replantearse desde el hombre y desde allí, a
través del conocimiento de sus capacidades basadas en sus realizaciones, obtener la
dimensión de sus potencialidades reales. El punto de partida debían ser las obras que se
valoraban como artísticas y, a partir de esta experiencia social, por medio de sucesivas
abstracciones llegar a un arraigo en el ser. En términos gnoseológicos, era necesario
apelar a la experiencia y, con un proceso dialectico a posteriori, elevarse a sus principios.
El punto de llegada será el conocimiento meta-físico que fundamentará los principios del
conocer vinculándolos con los del ser. El arte puede ser entendido precisamente porque
la obra es objetivamente inteligible, como un modo de ser del ente. Este es el método que
empleara en todos sus tratados acerca del significado universal de las palabras y su
anclaje metafísico, desde la Poética y Retorica hasta la Ética y la Política, pasando por la
Física y Metafísica.
En el campo práctico, para ser un buen político o regir la conducta según las
normas morales no es menester saber definir. Eso no es lo que hace de un hombre un
político o un ser virtuoso cuya esencia es el saber obrar adecuadamente en el gobierno
de los demás o de sí mismo. Lo mismo sucede en el campo del “saber hacer” que
requieren ciertamente el conocimiento de sus reglas pero no la habilidad del saber definir.
Esa es la tarea del filosofo, que contribuirá para una política, una conducta o un arte sean
esclarecidos, tanto de parte de los agentes como de los beneficiados.

Desde esta perspectiva, la definición o idea es importante, pero vinculada con el


juicio y el raciocinio, subyacentes en los términos, proposiciones y argumentaciones
propias de toda habla humana. Es la lógica entendida como un discurso cobre el uso
correcto del logos, cualquiera fuese él. Así pues, hablar en nuestro caso del arte,
podríamos entenderlo si, apoyados en la experiencia del mundo en el que trascurre la
vida corriente, descubriéramos el logos que lo informa. La razón teórica, la práctica y la
técnica tienen sus vinculaciones profundas pero, a su vez, tienen competencias distintas.
Aristóteles no hace otra cosa que mirar la realidad. No existe una especie de
entidad con un nombre y función que sea “el” arte, sino lo que existe es lo que se nos
presenta ante la vista o los oídos como bellos y, desde allí, lo que nuestra razón puede
descubrir. Con lo cual no se aparta totalmente de Platon, como algunos que lo presentan
como un simple empirista. El también comprendió que sin una instancia metafísica, todo
juicio de valor sobre el arte carecía de sustento firme. Él también ancla el concepto de
arte y de belleza en el saber: tanto la técnica como las bellas artes son ante todo un
saber, eso sí, un saber hacer según los dictámenes de la razón. Pero al mismo tiempo
tiene que ver con la verdad y el bien. Una obra no puede considerarse artística que
suscita malos deseos o exhibe lo vicioso como si fuera virtuoso.

36
A este propósito, leer el dialogo “Fedro”. Para tener una idea más completa, acudir al “Protagoras” y al “Gorgias” por
un lado y a la “Republica” y “Las leyes” y aún “El político” por el otro.
63

Si bien Aristóteles destaca la importancia del saber en el hacer, quedaría una franja
inexplorada suficientemente a la que hace alusión y le saca partida en “La retórica” y en
“Los tópicos” y es el componente del sentimiento en la posibilidad de originar y de
disfrutar del arte. Lo que Platón había descubierto, a saber, la presencia de la pasión
amorosa en esta esfera de la vida humana incluido el arte, Aristóteles no lo incorpora.
Uno de los atributos del saber la verdad es su despojo de toda pasión, que no ayuda sino
perturba la razón. La presencia de los sofistas que se valían de sus habilidades
discursivas para defender o denostar cualquier causa debe ser tenida en cuenta para esta
especie de ponerse en guarda contra todo aquello que pueda confundir el gusto por el
halago de los sentidos con la verdad.
En verdad, no uno ni otro hicieron expresamente una teoría del arte en general
pero lo que fue novedoso lo constituye el hecho de que muchos de ellos expresaron sus
ideas acerca del arte y del porqué los artistas hacían lo que hacían. Esto preparó el
terreno para una nueva formulación de lo que era el arte, en general y en particular. A
A.G.Baumgarten le tocó asignar un lugar especial a lo que denominó como Estética,
aunque sobre el pre-juicio que, como el nombre lo indica, la cuestión se reducía a una
cuestión de sensibilidad o de gusto. (eso significa etimológicamente el término
“estética”). 37

Fue I.Kant el que planteó en sus verdaderos términos el problema, si bien lo hizo
desde una posición inmanentista, cuya discusión sería inapropiado abordarla aquí. Lo que
aquí nos interesa es la relación que establece entre el sentimiento y la razón en la
captación de la belleza, tanto de parte del artista como del que disfruta del arte. Es en su
obras “Critica del juicio” y “Acerca de lo bello y lo sublime” conde Kant expone sus ideas
en vistas a establecer las condiciones de posibilidad validas universalmente para todo
hombre como ser racional. Es otro planteo que tendrá amplia repercusión en los filósofos
llamados “románticos”.
Si bien con un “giro copernicano”, Kant retoma muchas cosas de la antigua
sabiduría. Kant propone el sentimiento que, en base a un a priori, puede juzgar acerca de
la finalidad de las cosas tanto naturales como artificiales. Ve en el sentimiento un lazo de
unión entre los sensible e inteligible y, por lo tanto, al conectar el gusto al sentimiento, ve
que también este sentimiento anima una racionalidad distinta de la teórica y de la practica.
En este caso, la comprensión de la obra de arte se haría desde su finalidad, pero esta vez
avizorada y establecida solamente desde el sujeto. Saber lo que quiere decir la obra del
arte y por medio de ella, lo que quiera expresar el artista y encontrar el que se pone en
contacto son ella es el nudo de la cuestión. La obra de arte se torna así una creación del
hombre desde lo más rico de su subjetividad.
Esta postura repercute también en la vinculación que aparece entre la
contemplación de la naturaleza y de la obra de arte. El descubrimiento de la naturaleza
como paisaje cuya contemplación llena al alma de gozo, tal como lo experimentó y
expresó el Petrarca en ocasión al ascenso a la montaña, es retomado por toda la
generación de Kant, nacida en el apogeo del arte en Europa y al mismo tiempo,
propiciadora de una vuelta a la naturaleza fuera de la vida artificial. La mediación de
Rousseau es evidente. Rousseau era un hombre de la Ilustración pero no compartían las
ideas de los “enciclopedistas” que se detenían en las ciencias y las artes (=técnicas) como
una superación del “estado natural”. Pero ambos concordaban en el recurso al hombre
natural como fundamento de sus ideas y proyectos.
Kant trata de amistarlos tanto en la ética como en la estética, huyendo de las
fantasías de Rousseau y del pragmatismo del Voltaire, Diderot y de los otros

37
A.G. Baumgarten (1714-1762) usa la palabra «estética» como «ciencia de lo bello, a la que se agrega un estudio
de la esencia del arte, de las relaciones de ésta con la belleza y los demás valores».
64

enciclopedistas. Kant las reunió en una síntesis superior: síntesis del éxtasis naturalista y
de su expresión es las artes. Es una vinculación que va más allá de la relación modelo-
obra. Una “empatía inteligente” sería la llave y no el mero gusto o disgusto, que conduciría
inevitablemente a degenerar en simples sensaciones. Había pues un buen gusto y un mal
gusto, el primero nutrido de racionalidad y el segundo, carente de la misma. La verdadera
comprensión del arte hace al alma capaz de elevarla hasta lo sublime, remarcado en este
ejemplo superlativo la extraordinaria diferencia entre el arte y las obras de una finalidad
puramente utilitaria. 38

Hagamos ahora un ensayo, repasando con cierto detenimiento, los términos con
los que expresamos nuestras ideas. Sin caer en estériles discusiones bizantinas,
intentemos un mayor análisis de palabras usuales captando sus significados en toda la
amplitud que le otorga el uso. El abismo entre la opinión y la verdad debe ser superada a
través de un pasaje en el que no se deje atrás lo primero con una ruptura, sino mas bien
recogiendo en el camino todo lo que puede conducir a una discurso con sentido.
Es innegable que el arte causa placer. Empecemos pues por el arte vinculado con
el gusto, que es lo que más inmediatamente se puede observar. El gusto, en sus
diferencias y variaciones, no es la conclusión de un silogismo ni es producto de
razonamiento, pero tampoco es una cuestión puramente sensible que no explicaría por
qué cada uno pretende defender con argumentos sus preferencias. De allí que la primera
tarea es obtener un conocimiento preciso de lo que es el gusto. 39

El gusto tiene que ver con el placer. Empecemos por el uso que le damos a ambos
términos. En general el goce estético se lo reduce a la vista o al oído, pero nunca al tacto,
al paladar o al olfato. Sin embargo usamos la misma palabra: nos gustan las buenas
comidas o bebidas, las relaciones sexuales, los perfumes exquisitos, las telas que poseen
determinada textura. Extendiendo mas el uso, hablamos que nos gusta resolver un
problema filosófico o matemático, nos gusta que nos traten bien, nos gusta una poesía,
una música, una pieza teatral. La satisfacción de tales gustos nos causa distintos
placeres. ¿De dónde este uso de las mismas palabras para cosas tan diversas? Algún
parentesco deben tener para un uso tan abarcador.
Pero hay más. Si no nos detenemos en tal o cual placer, sino que extendemos la
mirada para fijarla en lo que sucede en aquellas ocasiones en las que se conjugan estos
distintos gustos y placeres, nos encontraremos con la sorpresa de la vinculación del arte
con otros placeres que a primera vista no tienen nada que ver con él. No es una
vinculación cualquiera, sino que se asemeja a un todo sistémico que enlaza a todos los
elementos y los condiciona entre sí formando una unidad. Es un todo lo que ocasiona el
placer.
Pongamos un caso al que ya Platón hacía referencia al abordar el tema: el de un
festín. En un festín se paladea mejor cuando la comida es presentada distribuida
armoniosamente en fuentes y platos hermosos, combinando colores y sabores y
emitiendo ricos aromas; cuando el buen vino se lo ve en vasijas de plata o de cristal
tallado bellamente decoradas y servida en vasos de la misma calidad; cuando desde la

38
Cf. “Crítica del juicio” ed. Losada Bs.As. El juicio de finalidad le llama “juicio reflexivo” y se apoya en la categoría a
priori de finalidad cuyo valor es objetivo (en sentido kantiano) y por lo tanto, válido para todo ser racional. Con esta
postura, Kant marca una esfera propia de la estética, distinta de la especulativa y de la práctica.
39
También St.Tomas es de este parecer cuando define lo bello al referirse a lo que agrega el concepto de belleza al
de bien: “Pulchrum dicitur id cujus aprehensio placet” ( S.Th. I-II, q- 27, art.1 ad 3). Pero al contrario de Kant, señala
que dicha aprehensión la hacen solo la vista y el oído, por ser los mas cognoscitivos entre los sentidos. La aprehensión
del ente concreto en cuanto singujar será el punto de partida para una refelsión que lo trasciendo gracias a la
inteligencia. Solo la inteligencia entiende lo que es el arte y la belleza.
65

mesa y sillas hasta el mantel y los adornos florales son una fiesta para la vista; cuando
este festín es animado por la música instrumental o vocal y por la actuación de actores
con sus parlamentos o miméticas; cuando el salón tiene las debidas proporciones y es
adornado con pinturas y esculturas de buen tono y así sucesivamente. Todo el conjunto y
no la mera suma de los elementos es lo que causa un placer.
Más aun, el placer de la convivencia amistosa, creando un clima y ambiente festivo
en el cual el festín tiene razón de ser. Es en esta experiencia donde posiblemente Epicuro
se inspiró para su filosofía: la filosofía y el arte pertenecen a la región del gusto y alcanzan
su objetivo y su plenitud en ocasiones semejantes. El epicúreo goza del arte como goza
de una buena comida y bebida o de un buen perfume y mejor todavía, de la conjunción
de todos ellos. El resultado de la felicidad real y no la imaginaria, siempre y cuando la
centralidad sea ocupada por el encuentro de amigos. Platón mismo, en el dialogo “El
banquete” no está lejos de situar el arte dentro de este ambiente. Ahora bien ¿todo se
reduce a esto o cuando hablamos de “goce estético” le atribuimos una cualidad que lo
distingue esencialmente de otros gustos? No nos apresuremos con la respuesta de que
en la degustación del arte hay una racionalidad ausente en los otros gustos. En todo lo
que el hombre hace está de una manera explícita o implícita la inteligencia. Una serie de
aproximaciones nos ayuda a aclarar el asunto.

El siguiente paso será observar más de cerca la relación entre el gusto y el bien ya
que lo que causa placer es aquello que uno aprecia como bueno y espera que en realidad
lo sea. No es necesario ningún filósofo que enseñe la diferencia de lo que parece y lo que
es, pero sí lo es su intervención para sacar todas sus conclusiones y desentrañar la difícil
problemática que encierra. Tal es así que desde los orígenes de la filosofía en Grecia fue
uno de los temas más apasionantes de la época.
En un comienzo se afirmaba la identificación de lo placentero con lo bueno. Pero
resulta que no todo lo bueno es placentero (p.e. una medicina) ni todo lo placentero es
bueno (p.e. una bebida peligrosa). No obstante existir una relación, ¿cuál era esa?
Sócrates cruzó una línea divisoria entre uno y otro de tal modo que el sabio sumido en la
miseria podía ser feliz y el placer lo desviaba de la verdad. Platón en sus últimos años
retoma el asunto como tema central de un diálogo en el que lo ve, después su larga vida
de experiencia y reflexión, más cauto y más realista. En los diálogos Alcibíades y en el
Fedro y sobre todo en el Filebo, Platón abre una amplia discusión sobre el tema, trayendo
a colación las opiniones al respecto y sometiéndolas a un riguroso examen. El horizonte
se mantendrá en la referencia última a las Ideas, pero el tratamiento es mucho más
cercano a la experiencia real y sus juicios son más matizados y flexibles. La experiencia
de lo bello que conduce de la obra de arte a la naturaleza y de esta a las Ideas
modeladoras de la realidad sensible es interpretada como una región en la que lo sensible
y lo inteligible se enlazan. Una cosa es el goce de lo puramente sensible o de lo
puramente inteligible y otra cosa es su síntesis. El goce de la belleza, donde sea que se
encuentre, pone en juego a toda el alma, a todas las potencias del hombre en una
conjunción que es lo que despierta en él un movimiento de ascenso hacia lo absoluto.
Una buena observación que no pasarán por alto las sucesivas generaciones.
En otros términos Aristóteles plantea la cuestión en los siguientes términos: ¿el
placer se busca por sí mismo o es el resultado de una actividad bien lograda? Su
respuesta es la segunda solución. La actividad se desencadena en vista a un bien que
saca al sujeto de su pasividad y en este sentido el placer tiene una relación con el placer.
Pero no basta. Debe ser una acción cuyo fin sea solamente la realización de su querer, tal
como sucede tanto en el obrar moral, sea bueno o malo, como en el arte, sea o no
inspirado, como en el entendimiento de una cuestión teórica, sea o no acertada. Desde
66

esta posición, el gusto es consecuencia de la apreciación de algo que se muestra


agradable a los sentidos y en especial, a la estimación espontánea.

¿Qué es lo que afecta al hombre en una obra que denomina como de arte? No es
el simple hecho de que esté en el orden del hacer, que sea el resultado de una actividad
guiada y fabricada según reglas bajo el control de la razón. Desde luego esto el
importante, pero solamente la base. Hay que investigar qué es lo que las cosas o
personas tienen y que le llama la atención y despierta en el artista una sensación
especial. El artista puso en su obra algo subjetivo, una manera de ver y apreciar las
cosas. Parece ser algo innato en el hombre en general, que en el artista se lo posee de un
modo particular, el intuir que es lo bello y cuáles son las condiciones que debe reunirla
obra para que esto se haga realidad. Es el gran descubrimiento de los griegos. Aristóteles
recalcó la importancia de la razón en la ejecución de una obra de arte. Tanto el arte como
la técnica son debidos a una manera de usar la racionalidad humana y de producir, a
semejanza de la naturaleza, sus propias obras. Repetimos: son obras del hombre. El
hombre es el autor, asemejándose a la naturaleza con sus obras. Es por lo tanto fruto de
una comprensión de la cosa, de una percepción de algo en especial desde lo cual
presenta a la cosa.40

Nutridos con estas premisas, debemos dar otro paso en que se pondrá a prueba el
poder de la reflexión. Consiste en explicitar cual es el fundamento real de un juicio de
valor, en este caso, de un juicio estético. ¿Es la experiencia del hombre, inevitablemente
condicionado por sus propias cualidades, educación y otras circunstancias la última
instancia? En otras palabras, ¿la experiencia estética es un fundamento que sostiene el
juicio sobre la cosa, en este caso si lo que gusta o disgusta es criterio suficiente para
juzgar una obra de arte? Desde luego que uno puede fundar el juicio en el propio gusto
pero de lo que aquí se trata es que valor objetivo tiene ese juicio.
Y aquí la cosa se presenta más difícil pues es un problema que implica una
gnoseología, una metafísica y una antropología, y que puntualmente pone en juego la
posibilidad de conocer la cosa en sí misma, en lo que es realmente. Es así cómo el nuevo
espacio de reflexión se coloca decididamente en la filosofía. ¿Cuál es la cuestión que se
plantea? El relativismo y la absolutez del concepto del arte es un capitulo mas del valor de
la filosofía:¿es posible un concepto del arte, y adjunto a él, de la belleza que abrace
trascendiendo las épocas y culturas?
Desde la gnoseología se investiga si esta esfera del ente está al alcance de la
capacidad humana el de penetrar su verdad, bien y belleza. Se trata de saber si una
teoría acerca del arte no es más que una justificación racionalizada del gusto y del aprecio
o logra atravesar lo factico, recogiendo lo que de universal contiene. Sería la que marca la
frontera que separa la acción ética de la técnica y de éstas y la teoría, determinando sus
objetos y el modo de conocerlos. Asimismo debe esclarecer el concepto de “idea” que
preside el arte, tanto en el artista como en el receptor. Para comprender lo que se la
entiende en el arte hay que obtenerla de cómo procesa el hombre la imagen de las cosas
con la imaginación y cómo la racionaliza creándola. El artista capta intuitivamente algo, lo
retiene y lo expresa. La idea se toma en el sentido platónico de “modelo” según el cual se
realiza la obra. Por lo tanto participa tanto de la razón como de la imaginación.
En lo antropológico la reflexión filosófica se centrará en el conocimiento de las
potencias o posibilidades que le permiten al hombre trascender no solamente su propio
40
El arte supone la aprehensión especial del ser de las cosas y por lo tanto, de su inteligibilidad. Entiende lo que hace
bella a la naturaleza y a determinadas obras humanas. Cf. S.Th. I, q.39 art. 8 c. y II-II,q.145, art. 2 (los elementos
integrantes de la belleza)
67

ser sino también la frontera de lo sensible y aún de lo comprendido con la razón. En el


caso del arte, cuales son las potencias que se actualizan en el artista y en el receptor y
qué alcance tienen, unida a la conciencia que tiene de sí el artista, de la dignidad que se
le otorga en tanto es percibido como tal por el individuo y la comunidad.
Desde la metafísica se investigará la esencia de la belleza, si es una cualidad o si
es un transcendental junto a la verdad y el bien, cuales son los valores que una obra que
determinan el ser una obra de arte. Asimismo, dentro de la búsqueda de los últimos
principios, cuales son las causas del arfe capaces de explicar el fundamento óntico y
ontológico de todas ellas. En palabras simples, el porqué de su existencia y de su
esencia.
Por último queremos poner de relieve algo que en general se omite y es que toda
meditación filosófica sobre el arte es consecuencia de una herencia griega. Ninguna
civilización fuera de la heredada por los griegos generó una teoría del arte y de la belleza.
Las discusiones que hasta el día de hoy se suceden en este asunto solo son entendibles
si se toma en cuenta el hecho que fueron los filósofos, matemáticos, naturalistas,
historiadores y políticos griegos los que trascendieron el uso puramente práctico de la
razón para elevarlo al nivel teórico. El desarrollo del arte en Europa siempre fue
acompañado de una consideración teórica, tendiente a explicar fundadamente su valor y
esclarecía su sentido. La inmensa riqueza del arte, de su variedad, de su calidad y de su
perennidad indica a las claras que fecunda ha sido esta reflexión del arte acompañando a
su ejercicio. En este hecho subyace el espíritu universalista y explica porqué con el
aprecio al arte, la contemplación es vista como una necesidad del hombre, más allá de
sus necesidades materiales. Reiteramos lo que dijimos en la Introducción: la apetencia del
arte es una categoría que constituye lo humano, es un “existenciario”.

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 U. Eco : “El problema estético en Tomás de Aquino”.
 Id. : “Baudino” . Ed.Lumen. Barcelona
 M. Bajtin. : “Cultura Popular en la Edad Media y el Renacimiento” Ed.Alianza. Bs.As.

Bibliografia arte Renacimiento y modernidad

 J.Nordstroem: “Le moyen age et la Renaissance” Paris


 Huizinga, J. : “El otoño de la Edad Media” . Torre de Goyanes. Madrid
 Pater, W. : “El Renacimiento. Arte y poesía” Ed. Hachette. Bs.As.
 J.Burkhar t: “La cultura del Renacimiento” Ed. Esceleces. Madrid
 G.Toffanin : “La historia del humanismo” . Ed.Nova. Bs.As.
 P. Burke : “El renacimiento”. Crítica, Madrid.
 Id. : “Una historia cultural del humor” Sequitur, Madrid (en colaboración)
 E.Cassirer : “Filosofia de la Ilustración” cap.VII. FCE. Mexico
 Goulemont-Caunay: “El siglo de las luces” Guadarrama. Madrid
 Nef, J.U. : “Fundamentos culturales de la civilización industrial”. Ed.Paidos.Bs.As

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