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La Ilustración francesa.

La teoría contractual de Rousseau y el concepto


de voluntad general.

La Revolución Francesa tuvo como uno de sus antecedentes a otra revolución que no
por silenciosa fue menos profunda y trascendental: la Revolución Científica del siglo XVII. En
efecto, gracias a los trabajos de Galileo, Descartes, Bacon, Newton y de muchos otros se
configuró una idea del cosmos apoyada en un cuerpo sólido de leyes matemáticamente
demostrables. El mundo físico pudo ser explicable en términos cuantitativos. La mecánica
newtoniana era la síntesis científica más completa elaborada por el hombre y la más perfecta
manera de explicar los fenómenos naturales.

Este inmenso logro llevó al ser humano a tomar conciencia --como en ninguna otra
época de la historia- de sus potencialidades para dominar la naturaleza por medio de
conocimiento científico. El mundo físico podía ser transformado en beneficio del hombre. La
naturaleza, que en la cosmología medieval era objeto de contemplación, podría ser ahora,
gracias a la tecnología derivada de las ciencias, un objeto de dominio y explotación que
permitiera al hombre un mayor bienestar.

Esta entronización del conocimiento científico indujo a los sabios y pensadores del Siglo
de las Luces a considerar como verdaderos sólo los hechos y las teorías que podían ser
verificadas o demostradas por métodos científicos cada vez más rigurosos. El elemento
medular de esta actitud era la confianza absoluta en la Razón humana como el único
instrumento para comprender la realidad. La racionalidad de un hecho sea de la naturaleza
que fuere era el criterio para juzgar si era verdadero o falso. Diderot expresó con claridad el
ideario de la época cuando escribió: Tensamos que el mayor servicio que se les puede hacer a
los hombres es enseñarles a utilizar su razón, para que así puedan tener por verdadero
solamente lo que han verificado y comprobado." El cosmos estaba estructurado en forma
racional y el orden y la armonía de sus leyes así lo probaba.

No fue difícil para los pensadores del siglo XVIII dar el paso siguiente: pasar del mundo
de las ciencias al mundo moral, o sea del estudio de la física y la astronomía al de la política y
la sociedad, y pretender que el mismo orden y armonía que existía en aquéllas podía y debía
también existir en éstas. La razón humana era capaz de revelar ese orden del mismo modo que
había develado a los científicos los secretos de la naturaleza. Era entonces necesario crear una
ciencia de la sociedad, de la política y de la economía, que estuviera regida por leyes tan
rigurosas como las de la física.

Pero esto no era tan sencillo. Largos siglos de tradiciones y costumbres habían creado
estructuras sociales, instituciones políticas y relaciones económicas absurdas y opresivas que
eran rechazadas por la razón por estar basadas en la superstición, el miedo y la explotación. Lo
que la ciencia medieval había sido para la ciencia moderna, así la sociedad del presente debía
ser para la sociedad del futuro: el paso de las tinieblas, el oscurantismo y la servidumbre, a la
luz, la razón y la libertad.

Fue de esta manera como los ilustrados franceses percibieron con claridad lo que debían
destruir para, después, sobre sus ruinas, levantar la nueva sociedad. Leyes, instituciones y
hábitos debían ser modificados a fondo y para ello la mejor arma de que dispusieron fue la
crítica histórica, ya que fue en el estudio del pasado donde encontraron el origen de todos los
males que padecía la sociedad de su época, a saber, la desigualdad social, el despotismo
monárquico y el fanatismo religioso. Su crítica histórica caló hondo cuando denunciaron como

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cuestionables el derecho divino de los reyes, los fueros del clero y de la nobleza y la autoridad
de la religión revelada. Era, en suma, una cruzada tendiente a reformar -y si era necesario a
destruir- un orden para erigir otro, dictado por la razón. La incredulidad, sea en el campo que
fuere, caracteriza al pensamiento ilustrado.

Su principal punto de ataque fue la religión institucional pues en ella encontraron el


origen de la superstición y el fanatismo, en el que estaba hundido el pueblo llano. La religión
era, según ellos, el falso consuelo de los oprimidos, de aquéllos que al no poder esperar nada
de esta vida ponían sus esperanzas en la otra. Muchos siglos de cristianismo tiránico habían
reprimido y aun atrofiado su razón con creencias absurdas y con supersticiones sin número.

Simultáneo a su ataque contra la religión los ilustrados denunciaron la irracionalidad de


la estructura social que contradecía visiblemente el orden de la naturaleza al exhibir sus
injusticias. Era necesaria una reforma social aunque pocos de entre ellos creían que debía
hacerse en forma violenta. La premisa de la que partieron era una figura retórica no sólo
verdadera sino también convincente: el hombre es bueno al nacer, la sociedad lo corrompe y
lo hace malo. Es pues necesario estudiar cuáles son los elementos que hacen nociva a la
sociedad y eliminarlos.. De esta -forma las voces que se habían levantado contra la autoridad
religiosa entre 1750 y 1770, comenzaron, desde aproximadamente este año y hasta la
Revolución, a impugnar los derechos de la nobleza hereditaria y la injusta estructura jerárquica
de la sociedad. Los más radicales se atrevieron incluso a criticar el derecho divino de los reyes
que, según ellos, carecía de fundamento ético e histórico.

La Ilustración francesa viene marcada por la Revolución, La Enciclopedia y los intelectuales


modernos. A partir de estos tres focos los nuevos sabios tratarán de liberar al ser humano de las
sombras de la Historia: superstición, servidumbre e ignorancia. Entre las figuras de la Ilustración
francesa destacan Voltaire, Diderot, Motesquieu y Rousseau.

a) La enciclopedia
La Enciclopedia representa un esfuerzo intelectual colectivo cuyo objetivo era la reunión de todo el
saber humano en una gran obra formada por treinta y cinco volúmenes con abundancia de
ilustraciones y ejemplos gráficos.
Comenzó a publicarse en 1751 y se concluyó en 1780. En ella participaron los principales
pensadores franceses de la época bajo la dirección de Diderot y D¿Alembert. El fin último de
aquellos que participaron en la redacción de La Enciclopedia era el de convertirse en guías de la
renovación y el progreso social.
Aunque la publicación de La Enciclopedia fue prohibida por su talante liberal cuando apenas
acababa de salir a la calle el segundo tomo, el resto de la obra continuó elaborándose y
distribuyéndose de forma clandestina.

La Enciclopedia comprende las siguientes partes:


 Un discurso preliminar, dedicado a la teoría de la ciencia y a la historia del progreso del espíritu
humano desde el Renacimiento.
 Un bloque de ciencias, dividido entre las matemáticas, la geometría y los conocimientos de
tipo filosófico.

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 Un bloque de artes y oficios, en el que se rinde homenaje a la idea del trabajo y a las virtudes
de la utilidad, el esfuerzo y la paciencia.

b) Rousseau: contrato social y voluntad general.

En 1762, Jean-Jacques Rousseau publicó una de sus obras maestras: “El contrato social: o
los principios del derecho político”. Se trata de una obra de la filosofía política en la que
Rousseau habla sobre la igualdad y la libertad de todos los ciudadanos dentro de un Estado
formado por medio de “un contrato social” entre los que lo componen.

La obra comprende 4 libros, aunque hay autores que piensan que es una obra inacabada.
El primer libro establece la tesis de que los hombres nacen libres e iguales, aunque enfatiza
que el pacto social es lo que iguala a todos. Rousseau hace referencia al estado originario de
los seres humanos, donde la familia era“el primer modelo de la sociedad política”, y distingue
entre tres tipos de libertades: la libertad natural, la libertad civil y la libertad moral.

El segundo libro se ocupa de la “voluntad general”. Según Rousseau, el ejercicio de esta


voluntad es lo que se llama “soberanía”. Es el momento en el que el pensador concede al
pueblo la potestad de mandar sobre la nación. En ella establece que el fundamento legítimo
de la sociedad reposa en un contrato que liga al pueblo consigo mismo. Rousseau opone “lo
que puede ser”, entendido como la justicia como norma; a “lo que es”, es decir, el derecho. El
autor demuestra cómo el pueblo constituye el único origen posible de un gobierno legítimo
que pueda mantenerse y perdurar muchos años.

El tercer libro, por su parte, es el más extenso de todos. Habla de las diferentes formas de
gobierno que pueden existir. Rousseau acaba por concluir que el gobierno no es otra cosa que
“el ejercicio legítimo del poder ejecutivo”. Es muy crítico respecto a la extensión y poderes que
puede alcanzar el ejecutivo, ya que para él: “Cuanto más crece el Estado, más disminuye la
libertad”. Además, establece cuáles son las características básicas de un buen gobierno y
arremete contra las letras y las artes, a las que culpa de “traer la decadencia a los pueblos”.

Por último, el cuarto libro habla de la bondad humana y la rectitud de los hombres de a
pie. Destaca la habilidad de aquellos sin preocupaciones para resolver los problemas y hace
una larga reflexión sobre la historia de Roma. Como colofón final, ataca a la religión cristiana,
ya que la entiende como algo incompatible con la república. Rousseau aboga por profesar una
fe completamente civil, en lugar de las creencias de la Iglesia.

“El hombre ha nacido libre, y sin embargo, vive en todas partes entre cadenas. El mismo
que se considera amo, no deja por eso de ser menos esclavo que los demás. ¿Cómo se ha
operado esta transformación? Lo ignoro. ¿Qué puede imprimirle el sello de legitimidad? Creo
poder resolver esta cuestión. Si no atendiese más que a la fuerza y a los efectos que de ella se
derivan, diría: «En tanto que un pueblo está obligado a obedecer y obedece, hace bien; tan
pronto como puede sacudir el yugo, y lo sacude, obra mejor aún, pues recobrando su libertad
con el mismo derecho con que le fue arrebatada, prueba que fue creado para disfrutar de ella.
De lo contrario, no fue jamás digno de arrebatársela." Pero el orden social constituye un

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derecho sagrado que sirve de base a todos los demás. Sin embargo, este derecho no es un
derecho natural: está fundado sobre convenciones. Trátase de saber cuáles son esas
convenciones; pero antes de llegar a ese punto, debo fijar o determinar lo que acabo de
afirmar.”

El Idealismo trascendental. Kant.

1.- El autor y su contexto filosófico.


Entendemos por Ilustración el período comprendido entre la Revolución Inglesa y la
Revolución francesa. La ilustración tiene su origen en Inglaterra, gracias al ambiente de tolerancia
religiosa y libertad que servirá de modelo para los demás (parlamentarismo, nueva ciencia,
división de poderes,...). Se desarrolla en Francia, culminando con la Revolución
francesa(enciclopedismo, materialismo, filosofía social y política,...). Culmina en Alemania (donde
predomina lo antieclesiástico).

Los pensadores ilustrados sienten la obligación de iluminar mediante la razón a la sociedad


que está sumergida en las tinieblas de la ignorancia y la superstición. La razón tiene capacidad
crítica contra los prejuicios, la tradición y la autoridad externa. La ilustración tiende a la
secularización: busca una interpretación racional de la religión. La religión es deísmo: la verdadera
religión es racional y la razón es la verdadera revelación. Otra característica fundamental de la
ilustración es la confianza absoluta en el progreso continuo gracias al uso de la razón.

- La razón tiene capacidad autocrítica: examina su alcance y limitaciones.


- La razón es una capacidad libre: la libertad es el bien más preciado que nadie debe
impedir.
- La razón tiene capacidad analítica: puede analizar toda la realidad.

En el siglo XVIII, parte de las monarquías europeas adoptaron la forma de despotismo


ilustrado. Mediante este sistema de gobierno, los reyes pretendían compatibilizar el
mantenimiento de su poder absoluto con la promoción de mejoras sociales y culturales para
sus súbditos. En este contexto, los pensadores ilustrados dirigieron sus críticas a la religión y a
las tradiciones culturales, a las que consideraban supersticiones; sin embargo, evitaron la crítica
política.

Los principales déspotas ilustrados pertenecieron a Prusia, Rusia, Austria, Francia y


España. Prusia, patria de Kant, experimentó una gran prosperidad, lo que facilitó que se
anexionase a lo largo del siglo XIX los pequeños estados que la rodeaban, hasta culminar la
unificación de Alemania. El soberano más importante en la Prusia de Kant fue Federico II el
Grande (1740-1786). Mostró grandes dotes intelectuales y de gobierno y mantuvo contactos
con los filósofos ilustrados franceses. Kant apoyó el impulso que este monarca dio a la ciencia, a

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la educación y a la libertad de pensamiento, porque estimó que así se fomentaba la libertad
para actuar y el respeto de los seres humanos entre sí.

El filósofo de Königsberg conoció y respaldó las grandes revoluciones de finales del siglo
xviii. Así, Gran Bretaña tuvo que reconocer en 1783 la independencia de sus colonias de América
del Norte tras la Revolución americana. Los nuevos Estados Unidos de América se dotaron de un
sistema político liberal con el fin de garantizar los derechos naturales de los ciudadanos, la triple
división de poderes y el principio de igualdad ante la ley.

La Revolución francesa consistió en la sublevación del pueblo llano -estado al que


pertenecía la burguesía- contra la monarquía absoluta de Luis XVI (1754-1793). El
desencadenante fue el empobrecimiento del pueblo, que atacó el 14 de julio de 1789 la
fortaleza militar de la Bastilla, símbolo de la tiranía real, y proclamó la Declaración de los
Derechos del Hombre. Poco después, los revolucionarios ejecutaron al rey y a un número
elevado de aristócratas, y se enfrentaron entre sí en terribles disputas políticas, que causaron la
muerte de centenares de miles de personas. Kant, defensor de la paz en sus últimos escritos, no
parece que aprobara estos hechos.

Una tercera revolución emergió en la segunda mitad del siglo XVIII: la revolución industrial.
Esta se produjo en Gran Bretaña y en el norte de Europa a partir de la generalización de la
maquinaria textil y la máquina de vapor, y significó la aparición de grandes centros industriales e
importantes transformaciones sociales y económicas. En este proceso se encuentra el germen del
gran desarrollo del capitalismo industrial del siglo siguiente. Estos notables cambios políticos y
económicos fueron deudores en parte de la Ilustración, movimiento filosófico y cultural muy
amplio y variado. Kant contribuyó directamente a este nuevo modo de pensar en el ámbito
alemán y sustentó las principales tesis ilustradas:

a) La razón ha de ser totalmente independiente-autónoma-de la fe religiosa y de


cualquier otra autoridad. Frente al planteamiento medieval, la razón debe juzgar a la fe y no al
revés.
b) La ciencia avanza gracias a la autonomía de la razón y aporta niveles de progreso que la
humanidad nunca hubiera soñado.
c) El ser humano es el centro y el fin de la ciencia y de la política, sujeto de derechos
inalienables.
d) Los seres humanos deben ser tolerantes y respetar la libertad de pensamiento, que es
fuente de progreso y condición para el desarrollo de la razón.

En el terreno propiamente filosófico, el pensamiento de Kant se enmarcó dentro de la


discusión sobre el origen y fundamento del conocimiento, tema que había sido extensamente
tratado tanto por el racionalismo continental como por el empirismo británico. Ambas
corrientes influyeron en el pensamiento kantiano: recogió del empirismo el valor de la expe-
riencia como fundamento y límite de todo conocimiento, pero no se apartó por completo del
racionalismo cuando señaló que la experiencia necesita de la razón para poder ser organizada y
pensada.

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Otra cuestión filosófica debatida fue el carácter científico de la metafísica. El
racionalismo de Wolff (1679-1754) mantenía que la metafísica era una ciencia cuyos objetos son
el alma, el mundo y Dios; pero esta doctrina había sido negada por el empirismo humeano. Kant
coincidió con Hume en que la metafísica no es posible como ciencia, pero mantuvo -como se
verá más adelante- algunos conceptos metafísicos como categorías de la razón teórica o como
condiciones de posibilidad de la moral.

- Principales obras de Kant.

- Los sueños de un visionario: se muestra escéptico frente al racionalismo.


- Crítica de la Razón Pura: desarrolla su teoría del conocimiento. Es su obra principal.
- Crítica de la Razón Práctica: dedicada a problemas morales.
- Crítica del Juicio: dedicada a temas estéticos.
- La religión dentro de los límites de la mera razón.
- Metafísica de las costumbres.

2.- La Crítica de la Razón Pura: la teoría del conocimiento y la posibilidad


de la metafísica como ciencia.
A) Síntesis de empirismo y racionalismo.

Kant realiza una síntesis de las dos principales corrientes filosóficas de la modernidad, el
racionalismo y el empirismo. Para el racionalismo la razón era suficiente para alcanzar verdades
con validez universal y necesaria, siendo la experiencia una ayuda no necesaria. Para el empirismo
la experiencia sensible es la única fuente válida de conocimiento y la razón sólo es capaz de
acumular (memoria) y organizar (imaginación) lo que la experiencia sensible le proporciona; como
la experiencia es particular y contingente, no se puede justificar el valor universal y necesario de
las leyes científicas.

La síntesis kantiana también busca encontrar un fundamento seguro para el


conocimiento científico: las leyes científicas son posibles cuando la razón y la experiencia
funcionan conjuntamente, aunque con predominio de la razón "No hay duda alguna de que
nuestro conocimiento comienza con la experiencia..., pero no por eso procede de la experiencia
todo lo que hay en él". Todo conocimiento válido debe sintetizar los datos de la experiencia con
los conceptos de la razón.

Immanuel Kant afirmaba que había sido la lectura de Hume lo que le hizo salir del sueño
dogmático de la metafísica y lo llevó hacia el criticismo, hacia el análisis crítico de las posibilida-
des y los límites de la razón.

No obstante, por más que atribuyera un gran valor al escepticismo de Hume, Kant
consideraba que ideas como causa o sustancia debían tener una base firme, ya que en ellas se
fundamenta una ciencia tan digna de admiración como es la física. Ahora bien, cuando se
aplicaban más allá de su terreno propio, el de la experiencia, llevaban la mente a extraviarse

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en el "bosque metafísico" donde resulta imposible separar el conocimiento verdadero de la
verborrea. A partir de esta constatación, Kant escribió la Crítica de la razón pura, en la que
intentó fundamentar la posibilidad de hacer ciencia y explicar las ilusiones de la
metafísica.

B) Distinción entre fenómeno y noúmeno:

En todo conocimiento se pueden distinguir dos componentes: el objeto y el sujeto; y todo


conocimiento se compone de lo dado por el objeto conocido (materia del conocimiento) y lo
puesto por el sujeto que conoce (forma del conocimiento). Lo dado es un caos de sensaciones que
el sujeto que conoce ordena en el tiempo y en el espacio, para formar el fenómeno, que es lo que
podemos conocer, porque cómo sean los objetos (noúmeno) independientemente de nuestra
manera de conocerlos no lo podemos saber.

El conocimiento que nosotros podemos tener de la realidad depende de nuestra forma de


conocer esta realidad: nosotros no conocemos lo que las cosas sean "en sí mismas" (noúmeno),
sino lo que las cosas son "para nosotros" (fenómeno); por lo tanto, el conocimiento que tenemos
de la realidad está determinado por las condiciones de posibilidad de la experiencia sensible, que
son las formas a priori de la sensibilidad (espacio y tiempo) y por las categorías o formas a priori
del entendimiento.

Kant realiza una auténtica revolución copernicana en la teoría del conocimiento: hasta él
eran los objetos los que enviaban al sujeto todas las condiciones del conocimiento; pero a partir
de Kant las condiciones del conocimiento (sus posibilidades y límites) residen en las facultades de
conocimiento del sujeto (espacio y tiempo en las matemáticas y las categorías en la física).

La búsqueda de juicios sintéticos a priori lleva a Kant a modificar la perspectiva habitual


sobre el conocimiento y a realizar lo que él mismo denomina una revolución copernicana.
Se trata más de analizar el modo como conocemos que aquello que conocemos. Así, no es el
conocimiento el que ha de regirse por los objetos, sino que son éstos los que han
de adaptarse a nuestro modo de conocer. Por tanto, es en nosotros, y no en el mundo
exterior, donde encontraremos el fundamento de los juicios sintéticos a priori que nos
pueden proporcionar un conocimiento universal y necesario del mundo empírico.

Frente al realismo, que defiende que la realidad la aporta el objeto, y del idealismo,
que atribuye la realidad a la actividad del sujeto, Kant propone un idealismo trascendental en
el cual el sujeto no aporta el contenido del conocimiento, pero sí la forma que debe adoptar.
El análisis de esta forma será el objeto de la reflexión kantiana.

C) Clases de juicios:

I.- Juicios analíticos: Son universales y necesarios, pero mediante ellos no se avanza en el
conocimiento, porque el predicado está contenido en el sujeto (tautología o verdad lógica). Son
verdadero independientemente de la experiencia, por lo que son universales y necesarios. Por
ejemplo, 'el todo es mayor que la parte', 'el triángulo tiene tres lados'.

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II.- Juicios sintéticos: El predicado no está contenido en el sujeto, por lo que amplían el
conocimiento, proporcionando algo nuevo. Los juicios sintéticos pueden ser de dos clases, según
lo que se añada al conocimiento proceda de la experiencia o de la razón:

a) Juicios sintéticos a posteriori: se basan en la experiencia y añaden al sujeto algún


conocimiento procedente de la experiencia sensible. No constituyen la ciencia, porque son
singulares y contingentes. Por ejemplo: 'esta rosa es blanca'.

b) Juicios sintéticos a priori: estos juicios, además de aumentar el conocimiento que


tenemos del sujeto, añaden al conocimiento universalidad y necesidad sin basarse en la
experiencia. La universalidad y necesidad de estos juicios procede de la razón. Son los juicios
propios de la ciencia, las leyes científicas. Por ejemplo, el principio de causalidad 'todo lo que
comienza a existir tiene una causa': es a priori, ya que no es necesario observar cada caso por la
experiencia, y es sintético, porque el predicado añade algo nuevo al sujeto.

- Para que exista una auténtica ciencia, ésta tiene que basarse en juicios sintéticos a
priori. La matemática y la física se basan en juicios sintéticos a priori, pero la metafísica no.

La tarea que se propone Kant en la Crítica de la Razón Pura es determinar cómo son
posibles los juicios sintéticos a priori en la matemática (Primera parte: Estética Transcendental);
cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en las ciencias naturales (segunda parte: Analítica
Transcendental) y si son posibles los juicios sintéticos a priori en la metafísica (tercera parte:
Dialéctica Transcendental). Cada una de estas partes se corresponde con una facultad de
conocimiento: la sensibilidad, el entendimiento y la razón respectivamente.

D) Los juicios sintéticos a priori en la matemática:

La matemática trata del tiempo (aritmética) y del espacio (geometría). El espacio y el


tiempo son el fundamento de los juicios sintéticos a priori que hacen posibles las matemáticas
como ciencia. El espacio y el tiempo son intuiciones puras, o sea, disposiciones naturales de la
sensibilidad (como facultad cognoscitiva) que nos "obligan" a percibir la realidad de una
determinada manera (condiciones necesarias para cualquier conocimiento sensible).

La sensibilidad recibe, mediante las formas a priori del espacio y el tiempo, las
impresiones que afectan a nuestros sentidos. El tiempo y el espacio son formas a priori de la
sensibilidad interna y externa, respectivamente. Esto quiere decir que todo hombre tiene que
percibir las cosas en un tiempo y un espacio dados, como manera de percibir las cosas anterior a
toda experiencia (a priori); por lo tanto, el espacio y el tiempo no son algo que se de en las cosas,
sino algo que el individuo que las percibe pone en ellas. No podemos percibir nada fuera del
espacio y/o del tiempo. Los objetos no condicionan el espacio ni el tiempo, sino que espacio y
tiempo son condiciones para percibir objetos.

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Las intuiciones puras del espacio y del tiempo no proceden de la experiencia, sino que
pertenecen a la facultad de conocimiento que es la sensibilidad. Gracias a la intuición previa del
espacio y el tiempo la matemática se puede presentar como un conjunto de leyes, axiomas y
teoremas independientes de la experiencia. El espacio y el tiempo son condiciones
transcendentales de la matemática, porque hacen posible este tipo de conocimiento.

E) Los juicios sintéticos a priori en la física:

La física es una ciencia empírica, a diferencia de la matemática, ya que enuncia leyes a


partir de experiencias con objetos reales. Para explicar la universalidad y necesidad de los juicios
en los que se basa la ciencia física, será necesario encontrar en las facultades del conocimiento
algún fundamento, además del tiempo y el espacio.

La experiencia es múltiple, variada, particular y contingente; pero una variedad de


experiencias no es suficiente para confirmar una ley como universal y necesaria, por lo que es
necesario buscar en la razón los elementos que garanticen la unidad, universalidad y
necesidad de la ley científica. Los conceptos empíricos son necesarios para formar los
juicios, pero no son suficientes, ya que se requieren las estructuras a priori del entendimiento.

La facultad de conocimiento propia de esta ciencia es el entendimiento. La imaginación


presenta al entendimiento los datos de la experiencia en el espacio y el tiempo. El entendimiento
tiene formas a priori (conceptos puros o categorías) que son universales y fundamentan la
necesidad de las leyes de la física. El entendimiento necesariamente conoce proyectando sobre
las cosas conocidas sus propios conceptos a priori (categorías). Las experiencias dejan de ser
aisladas para adoptar las condiciones racionales que les impone el entendimiento, poniendo en
relación unos fenómenos con otros. Las categorías son conceptos puros del entendimiento que se
refieren a priori a los objetos de la intuición en general como funciones lógicas.

El entendimiento, para poder aplicar sus categorías, necesita hacerlo sobre datos
procedentes del conocimiento sensible (fenómenos). La vinculación entre los fenómenos que
proceden de la sensibilidad y las categorías del entendimiento son obra de la imaginación
transcendental, que actúa a través de sus esquemas transcendentales. Las categorías no son,
como en Aristóteles, modos del ser real (sustancia y accidentes), sino que son formas de concebir
y leyes universales de toda actividad intelectual. Las categorías son fruto de la espontaneidad del
entendimiento.

Como las leyes son juicios, habrá tantas categorías como clases de juicios. Kant distingue
doce categorías diferentes que se corresponden con doce tipos diferentes de juicios, que se
pueden clasificar en cuatro grupos:

F) Los juicios sintéticos a priori en la metafísica:

La ciencia progresa, construyendo nuevos conocimientos sobre los que otros han hecho
antes; mientras que en la metafísica se siguen debatiendo los mismos problemas que plantearon

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Platón y Aristóteles. Los científicos se ponen de acuerdo, porque sus juicios son objetivos,
universales y necesarios, mientras que los filósofos se llevan la contraria constantemente. Si la
metafísica es ciencia debe construirse con el mismo rigor que el resto de las ciencias; pero si no es
ciencia, habrá que abandonar definitivamente la pretensión de hablar científicamente de temas
metafísicos.
La metafísica no es posible como ciencia, porque sus enunciados no se fundan en juicios
sintéticos a priori, ya que no estudia fenómenos, sino las cosas en sí (noúmenos). Kant entiende la
metafísica como ciencia del yo (psicología racional), mundo (cosmología racional) y dios (teología
racional). Estas tres realidades pueden ser reales, pero no objetos de una ciencia con pretensiones
de universalidad y necesidad, porque no son objetos de experiencia sensible, ya que el
conocimiento sólo es válido donde es posible algún tipo de experiencia.

Respecto al yo, tenemos experiencias de la multiplicidad de nuestros sentimiento,


recuerdos, vivencias,..., pero no experimentamos nuestro yo. Considerar el yo como una realidad
sustancialmente única lleva a la psicología a una serie de falsos razonamientos o paralogismos
(argumento en el que el término medio puede tomarse en dos sentidos, por lo que la conclusión
no es válida).

Con el mundo sucede lo mismo: experimentamos una variedad de fenómenos cósmicos,


pero no tenemos experiencia del mundo como ser único. Considerar al mundo como una unidad
lleva a contradicciones o antinomias (cuando un argumento como su contrario tienen la misma
probabilidad de ser verdaderos) irresolubles.

Dios puede ser afirmado por la fe o los sentimientos, pero no podemos tener experiencia
sensible de él, por tratarse de un ser trascendente. Considera tres tipos de argumentos para
demostrar la existencia de Dios: ontológico (concepto-existencia), cosmológico (ser contingente-
necesario) y teleológico (ordenador del mundo, no creador), pero no se trata de argumentos
concluyentes.

El conocimiento científico trata siempre sobre fenómenos, por lo tanto exige siempre
datos experimentales susceptibles de ser revestido por las formas a priori; pero ni el yo, ni el
mundo, ni Dios como realidades unitarias son fenómenos, por lo que no es posible un
conocimiento científico sobre ellos, ni existen formas a priori para percibirlos.

Además de la sensibilidad y el entendimiento, existe una tercera facultad de


conocimiento: la razón. La razón sirve para universalizar y unificar el saber humano. Las ideas con
las que opera la razón son ideas englobantes de toda experiencia posible. Estas ideas son puros
entes pensados, no tienen valor en el mundo de los fenómenos. Cuando la razón hace de las ideas
objetos reales, aplicando las categorías más allá de los fenómenos, cae en la ilusión
transcendental.

Kant asignará a los conceptos de yo mundo y Dios la categoría de ideas de la razón, o sea,
se trata de realidades con sentido, pensables, pero no por ello cognoscibles. La razón los
construye como ideales, porque la razón busca siempre la condición o causa de todo lo
condicionado o causado. El yo es supuesto como condición o causa de nuestra experiencia

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interna; le mundo como la condición de la experiencia externa y Dios como la condición última de
toda experiencia. Parece razonable que existan realidades que puedan ser condición de la
experiencia.

Kant niega la posibilidad de los juicios sintéticos a priori (razón pura) en la metafísica.
Tendrá que ser mediante la razón práctica y a partir del hecho de la moralidad como podrá
decirse algo sobre estas ideas de la razón, ya que el conocimiento científico no es posible. La
Razón Práctica cubrirá las insuficiencias de la Razón Pura.

3.- La Crítica de la razón práctica: la ética formal kantiana.

La razón pura se ocupa del ser, mientras la razón práctica se encarga del deber ser. La
razón pura formula juicios, mientras que la razón práctica formula imperativos. El punto de
partida es la existencia de la obligación moral y el objetivo es demostrar la validez práctica de los
tres postulados siguientes: la libertad, la inmortalidad del alma y la existencia de Dios.

La ética material es aquella en que la bondad y la maldad de la conducta humana


depende de algo que se considera bien supremo para el hombre. La ética material tiene
contenidos (bien supremo, fin) y normas (medios para alcanzarlos). Es empírica (los contenidos se
basan en la experiencia), hipotética (no son preceptos universales) y heterónoma (recibe los
preceptos desde fuera de la propia razón, el sujeto no se da la ley, sino que la da otro).

La ética formal está vacía de contenidos y se basa en el deber. No es empírica, sino a


priori (universal y necesaria para todos los hombres); no es hipotética, sino categórica (los juicios
son absolutos); y no es heterónoma, sino autónoma (es el propio sujeto el que se determina a sí
mismo a obrar). Kant parte del hecho de que en el hombre se da una conciencia moral: el hombre
se plante los problemas de qué debe hacer y qué no debe hacer. Tenemos experiencia de la
existencia de esa conciencia, porque nuestros actos no son realizados al azar, sino según esa
conciencia.

Nuestras acciones adquieren cualificación moral según estén de acuerdo o no con el


deber que imponga la conciencia moral. La conciencia no impone todo con la misma
obligatoriedad, y está influenciada por muchas circunstancias (educación, cultura).

Kant distingue tres tipos de acciones y sólo el último tipo trata de acciones moralmente
buenas: - Contrarias al deber: un comerciante que cobra precios abusivos.
- Conformes al deber: un comerciante que cobra lo justo para ganar clientes.
- Por deber: un comerciante no cobra precios abusivos porque no debe cobrarlos.

Kant aspira a establecer un ética racional y de validez universal (a priori). Kant busca una
norma a priori en la que fundar la conciencia moral: una norma que no sea variable o contingente,

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ni sea impuesta por nada ni nadie. Esta norma debe radicar en la misma razón del hombre; sólo
una norma de este tipo puede garantizar la autonomía, la universalidad y la necesidad moral.

Para fundar la moral no son válidos las normas hipotéticas (que pueden obligar
universalmente bajo alguna condición, por ejemplo, 'si quieres vivir en paz, no busques
conflictos'), sino que tiene que ser una norma moral fundamental que no admita excepciones, un
imperativo categórico. Kant hace dos formulaciones de este imperativo categórico: "obra de tal
modo que la norma que te impongas a ti pueda convertirse en ley universal" "obra de tal modo
que uses a la humanidad siempre como un fin y no meramente como un medio". Será
moralmente bueno todo lo que obedece a este deber que impone la razón y será inmoral todo lo
demás: la recta intención viene determinada por la obediencia al imperativo moral y no por
el objeto de las acciones. Se trata de una ética formal: no se guía por nada material (valores,
bienes,...), sino por la forma moral-racional del imperativo categórico.

La ley moral no puede provenir de la experiencia por la imposibilidad de extraer el deber


ser del ser (falacia naturalista): la experiencia humana moral es concreta (a posteriori), mientras
que la ley moral es necesaria (a priori); la ley natural describe lo que ocurre, mientras que la ley
moral no enuncia lo que ocurre, sino lo que debe ocurrir; antes de la experiencia ya tenemos una
noción de lo malo y lo bueno.

Kant distingue la moralidad de la legalidad: el deber impuesto por el imperativo


categórico no tiene por qué coincidir con el deber impuesto por las leyes del derecho. La ley del
derecho establece un deber heterónomo, que se cumple por el condicionamiento de la sanción.

Los postulados de la Razón Práctica: La libertad, la inmortalidad del alma y la existencia de


Dios.

Para que la moral sea posible se requieren varias condiciones, que son los postulados de
la razón práctica. No se demuestra la existencia de estos postulados, pero son condiciones lógicas
para que el hombre pueda ser totalmente moral y no se considere un fracasado en las
aspiraciones de su razón y de su voluntad. Kant había señalado en la Crítica de la razón pura
que las ideas de la metafísica se refieren a noúmenos (realidades en sí), que pueden ser
pensados pero no conocidos por la razón teórica. Al ser producidas por la actividad racional del
sujeto, no es posible saber si poseen un correlato real. Sin embargo, en su análisis de la razón
práctica, hizo aparecer las ideas de libertad, inmortalidad y Dios como condiciones de
posibilidad de la moral misma. Llamó a estas ideas postulados, porque su existencia no
puede ser demostrada por la razón teórica, pero son requisitos necesarios para el ejercicio de la
moralidad y debemos considerarlos como si existiesen realmente.

El primer postulado es la libertad de la voluntad, porque la voluntad solo puede ser


calificada como buena o mala si no está sujeta a la necesidad del mundo fenoménico. La
libertad es la primera condición de la posibilidad del hecho incuestionable de la conciencia
moral. Kant estimó que el ser racional está dividido en dos partes difícilmente conciliables,

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una como sujeto cognoscente, que se relaciona con el mundo de los fenómenos empíricos, y
otra como conciencia moral, que está en contacto con el mundo inteligible, que es
exclusivamente a priori. El ser humano pertenece a la naturaleza y está sometido a las leyes
físicas, pero al mismo tiempo es un sujeto moral y está sometido a las leyes morales que
presuponen su libertad. La libertad permanece como un misterio inaccesible para nuestra
comprensión, pero tan indiscutible vitalmente como el más evidente de los conocimientos.
La libertad humana garantiza la autonomía de la voluntad, la existencia de la ley moral.

Para entender los otros dos postulados es preciso hacer referencia al concepto kantiano
de sumo bien, ideal al que aspira la razón práctica, que consiste en la unión entre virtud -
cumplimiento del deber- y felicidad. El problema estriba en que la virtud pertenece al
mundo inteligible de la libertad mientras que la felicidad corresponde al ámbito sensible
de la necesidad. Kant llegó al postulado de la inmortalidad del alma porque virtud y felicidad
no siempre están de acuerdo en nuestra realidad actual. La voluntad aspira a la libertad y a la
moralidad, pero éstas no son asequibles en el mundo de lo condicionado, sino tras la muerte. Si
todo acabara en la vida presente, el logro de la felicidad podría quedar truncado por las
exigencias del deber, de modo que el sumo bien que anhelamos resultaría completamente
imposible. Por eso, es indispensable para la moral postular que hay una existencia más allá de
la muerte en la que los buenos son premiados y los malos castigados. La inmortalidad del
alma garantiza el progreso indefinido del ser humano hacia el bien supremo, donde coinciden
virtud y felicidad.

En cuanto al tercer postulado, la existencia de Dios, Kant señaló que el hombre


virtuoso debe ser digno de ser feliz, pero no tiene los medios para conseguir la unión de
moralidad y felicidad, porque la felicidad depende de causas ajenas a su voluntad. Por tanto,
hay que postular la existencia de un ser supremo, Dios, que puede conectar la virtud con
la felicidad -hacer feliz al hombre virtuoso-, porque es causa tanto de la libertad moral como
de la naturaleza fenoménica. La existencia de un Dios como Bien Supremo garantiza que la
voluntad alcance su objetivo, que es el bien supremo. Dios es el fundamento de la felicidad del ser
que llegó a la perfección; en él se identifican el ser y el deber ser. Sin embargo, los seres humanos
nunca van a conseguir la perfección moral y la felicidad. Dios es la última razón de la posibilidad
de la realización del bien supremo y objeto de fe racional.

4.- La filosofía de la historia de Kant y el camino hacia la paz perpetua.


En la última sección de la doctrina del derecho, Kant considera la posibilidad de un
derecho cosmopolita, fundado en la idea racional de una perpetua asociación pacífica de todos
los pueblos de la Tierra. Kant observa que no se trata de ver si este fin puede ser alcanzado
prácticamente alguna vez, sino más bien de darse cuenta de su carácter moralmente
obligatorio. La razón moralmente práctica, dice, produce en nosotros su carácter moralmente
obligatorio. La razón moralmente práctica, dice, produce en nosotros su veto irrevocable: no
debe haber ninguna guerra entre los individuos ni entre los estados. No se trata, por tanto, de
ver si la paz perpetua es una cosa real o un sin sentido; en todo caso, debemos obrar como si
fuera posible (lo que quizá no sea) y establecer los organismos que parecen más aptos para
alcanzarla. Pues aunque esto quedara siempre en un buen deseo, no nos habremos engañado

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imponiéndonos la máxima de tender hacia ello sin descanso, porque es un deber. A este
deber, Kant había indudablemente obedecido algunos años antes (1795) al escribir su proyecto
Para la paz perpetua, en el cual reconocía las condiciones de esta paz en la constitución
republicana de los estados particulares, en la federación de los estados entre si y finalmente
en el derecho cosmopolita, esto es, el derecho de un extranjero a no ser tratado como
enemigo en el territorio de otro Estado. Pero, sobre todo veía la suprema garantía de paz en el
respeto por parte de los gobernantes a las máximas de los filósofos (según el ideal platónico) y
en el acuerdo entre política y moral, realizado con la máxima 'honestidad y la mejor de todas
las políticas".

La idea racional de una comunidad pacífica de todos los pueblos de la tierra es, según
Kant, el único hilo conductor que puede y debe orientar a los hombres a través de las
vicisitudes de su historia. .Kant no cree que la historia de los hombres se desarrolle según un
plan preordenado e infalible, como la vida de las abejas o de los castores. Kant niega la
posibilidad de descubrir en la historia un orden armónico y progresivo, un desarrollo natural y
continuo de todas las potencias del espíritu. El plan de la historia humana no es una realidad,
sino más bien un ideal orientador en que los hombres deben inspirar sus acciones y que el
filósofo puede únicamente aclarar en su posibilidad, mostrándola conforme con el destino
natural de los hombres. Tal es precisamente el intento de Kant en las Ideas para una historia
universal desde un punto de vista cosmopolita.

Aquí se propone Kant ver si el libre juego de las acciones humanas hace posible en el
curso de la historia un plan determinado, aunque no necesario, que sirva como objetivo final
del desarrollo histórico de la humanidad. Comienza observando que todas las tendencias
naturales de los seres creados están destinadas a desarrollarse completamente, de acuerdo
con su fin. Un órgano, por ejemplo, que no se deba emplear, una ordenación que no consiga su
finalidad, van contra la ordenación teleológica de la naturaleza. Ahora bien, la tendencia
natural del hombre es la de alcanzar la felicidad o la perfección mediante el uso de la razón,
esto es, mediante la libertad; y el hombre puede alcanzarlas verdaderamente sólo en una
sociedad política universal, en la cual la libertad de cada uno no encuentre otro límite que la
libertad de los demás. El plan natural de la historia humana no puede ser, por tanto, más que
la consecución de una sociedad política universal que comprenda bajo una misma legislación
los diversos estados y garantice así el desarrollo completo de todas las capacidades humanas.

La naturaleza, para alcanzar este fin, se vale del antagonismo que hay en todos los
hombres entre su tendencia a la sociabilidad v la tendencia al aislamiento, antagonismo que,
sin que los hombres se lo propongan, los lleva a la actividad y al trabajo v, por tanto, al empleo
de todas sus fuerzas. "Los árboles en un bosque, dice Kant a este propósito, procuran quitarse
uno al otro el aire y la luz, y por esto crecen hermosos v derechos, mientras en libertad v
alejados uno del otro extienden sus ramas por donde quieren y crecen enroscados y
retorcidos. De la misma manera, la civilización y el arte, que son los ornamentos de la
humanidad, y el orden social mejor, son fruto de la insociabilidad que por sí misma se ve en la
precisión de disciplinarse y de desarrollar así plenamente, por el arte, el germen de la
naturaleza." Éstas consideraciones expresan de manera característica el procedimiento
fundamental de Kant. Precisamente en el límite en que la tendencia a la sociabilidad tropieza
con la tendencia opuesta, Kant reconoce la garantía de todo posible progreso de la misma
sociabilidad v así de un camino de la historia humana hacia una organización política universal
en la que se le garantice a cada individuo la máxima libertad compatible con igual libertad de
los otros. Es de notar que se trata de un progreso posible, no necesario e infalible. Por tanto, el
único uso que se puede hacer de este plan es que su concepto hace posible una investigación
filosófica encaminada a mostrar que la historia universal debe dirigirse a la unificación política
del género humano.

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