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Ilustracion Kant
Ilustracion Kant
La Revolución Francesa tuvo como uno de sus antecedentes a otra revolución que no
por silenciosa fue menos profunda y trascendental: la Revolución Científica del siglo XVII. En
efecto, gracias a los trabajos de Galileo, Descartes, Bacon, Newton y de muchos otros se
configuró una idea del cosmos apoyada en un cuerpo sólido de leyes matemáticamente
demostrables. El mundo físico pudo ser explicable en términos cuantitativos. La mecánica
newtoniana era la síntesis científica más completa elaborada por el hombre y la más perfecta
manera de explicar los fenómenos naturales.
Este inmenso logro llevó al ser humano a tomar conciencia --como en ninguna otra
época de la historia- de sus potencialidades para dominar la naturaleza por medio de
conocimiento científico. El mundo físico podía ser transformado en beneficio del hombre. La
naturaleza, que en la cosmología medieval era objeto de contemplación, podría ser ahora,
gracias a la tecnología derivada de las ciencias, un objeto de dominio y explotación que
permitiera al hombre un mayor bienestar.
Esta entronización del conocimiento científico indujo a los sabios y pensadores del Siglo
de las Luces a considerar como verdaderos sólo los hechos y las teorías que podían ser
verificadas o demostradas por métodos científicos cada vez más rigurosos. El elemento
medular de esta actitud era la confianza absoluta en la Razón humana como el único
instrumento para comprender la realidad. La racionalidad de un hecho sea de la naturaleza
que fuere era el criterio para juzgar si era verdadero o falso. Diderot expresó con claridad el
ideario de la época cuando escribió: Tensamos que el mayor servicio que se les puede hacer a
los hombres es enseñarles a utilizar su razón, para que así puedan tener por verdadero
solamente lo que han verificado y comprobado." El cosmos estaba estructurado en forma
racional y el orden y la armonía de sus leyes así lo probaba.
No fue difícil para los pensadores del siglo XVIII dar el paso siguiente: pasar del mundo
de las ciencias al mundo moral, o sea del estudio de la física y la astronomía al de la política y
la sociedad, y pretender que el mismo orden y armonía que existía en aquéllas podía y debía
también existir en éstas. La razón humana era capaz de revelar ese orden del mismo modo que
había develado a los científicos los secretos de la naturaleza. Era entonces necesario crear una
ciencia de la sociedad, de la política y de la economía, que estuviera regida por leyes tan
rigurosas como las de la física.
Pero esto no era tan sencillo. Largos siglos de tradiciones y costumbres habían creado
estructuras sociales, instituciones políticas y relaciones económicas absurdas y opresivas que
eran rechazadas por la razón por estar basadas en la superstición, el miedo y la explotación. Lo
que la ciencia medieval había sido para la ciencia moderna, así la sociedad del presente debía
ser para la sociedad del futuro: el paso de las tinieblas, el oscurantismo y la servidumbre, a la
luz, la razón y la libertad.
Fue de esta manera como los ilustrados franceses percibieron con claridad lo que debían
destruir para, después, sobre sus ruinas, levantar la nueva sociedad. Leyes, instituciones y
hábitos debían ser modificados a fondo y para ello la mejor arma de que dispusieron fue la
crítica histórica, ya que fue en el estudio del pasado donde encontraron el origen de todos los
males que padecía la sociedad de su época, a saber, la desigualdad social, el despotismo
monárquico y el fanatismo religioso. Su crítica histórica caló hondo cuando denunciaron como
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cuestionables el derecho divino de los reyes, los fueros del clero y de la nobleza y la autoridad
de la religión revelada. Era, en suma, una cruzada tendiente a reformar -y si era necesario a
destruir- un orden para erigir otro, dictado por la razón. La incredulidad, sea en el campo que
fuere, caracteriza al pensamiento ilustrado.
a) La enciclopedia
La Enciclopedia representa un esfuerzo intelectual colectivo cuyo objetivo era la reunión de todo el
saber humano en una gran obra formada por treinta y cinco volúmenes con abundancia de
ilustraciones y ejemplos gráficos.
Comenzó a publicarse en 1751 y se concluyó en 1780. En ella participaron los principales
pensadores franceses de la época bajo la dirección de Diderot y D¿Alembert. El fin último de
aquellos que participaron en la redacción de La Enciclopedia era el de convertirse en guías de la
renovación y el progreso social.
Aunque la publicación de La Enciclopedia fue prohibida por su talante liberal cuando apenas
acababa de salir a la calle el segundo tomo, el resto de la obra continuó elaborándose y
distribuyéndose de forma clandestina.
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Un bloque de artes y oficios, en el que se rinde homenaje a la idea del trabajo y a las virtudes
de la utilidad, el esfuerzo y la paciencia.
En 1762, Jean-Jacques Rousseau publicó una de sus obras maestras: “El contrato social: o
los principios del derecho político”. Se trata de una obra de la filosofía política en la que
Rousseau habla sobre la igualdad y la libertad de todos los ciudadanos dentro de un Estado
formado por medio de “un contrato social” entre los que lo componen.
La obra comprende 4 libros, aunque hay autores que piensan que es una obra inacabada.
El primer libro establece la tesis de que los hombres nacen libres e iguales, aunque enfatiza
que el pacto social es lo que iguala a todos. Rousseau hace referencia al estado originario de
los seres humanos, donde la familia era“el primer modelo de la sociedad política”, y distingue
entre tres tipos de libertades: la libertad natural, la libertad civil y la libertad moral.
El tercer libro, por su parte, es el más extenso de todos. Habla de las diferentes formas de
gobierno que pueden existir. Rousseau acaba por concluir que el gobierno no es otra cosa que
“el ejercicio legítimo del poder ejecutivo”. Es muy crítico respecto a la extensión y poderes que
puede alcanzar el ejecutivo, ya que para él: “Cuanto más crece el Estado, más disminuye la
libertad”. Además, establece cuáles son las características básicas de un buen gobierno y
arremete contra las letras y las artes, a las que culpa de “traer la decadencia a los pueblos”.
Por último, el cuarto libro habla de la bondad humana y la rectitud de los hombres de a
pie. Destaca la habilidad de aquellos sin preocupaciones para resolver los problemas y hace
una larga reflexión sobre la historia de Roma. Como colofón final, ataca a la religión cristiana,
ya que la entiende como algo incompatible con la república. Rousseau aboga por profesar una
fe completamente civil, en lugar de las creencias de la Iglesia.
“El hombre ha nacido libre, y sin embargo, vive en todas partes entre cadenas. El mismo
que se considera amo, no deja por eso de ser menos esclavo que los demás. ¿Cómo se ha
operado esta transformación? Lo ignoro. ¿Qué puede imprimirle el sello de legitimidad? Creo
poder resolver esta cuestión. Si no atendiese más que a la fuerza y a los efectos que de ella se
derivan, diría: «En tanto que un pueblo está obligado a obedecer y obedece, hace bien; tan
pronto como puede sacudir el yugo, y lo sacude, obra mejor aún, pues recobrando su libertad
con el mismo derecho con que le fue arrebatada, prueba que fue creado para disfrutar de ella.
De lo contrario, no fue jamás digno de arrebatársela." Pero el orden social constituye un
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derecho sagrado que sirve de base a todos los demás. Sin embargo, este derecho no es un
derecho natural: está fundado sobre convenciones. Trátase de saber cuáles son esas
convenciones; pero antes de llegar a ese punto, debo fijar o determinar lo que acabo de
afirmar.”
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la educación y a la libertad de pensamiento, porque estimó que así se fomentaba la libertad
para actuar y el respeto de los seres humanos entre sí.
El filósofo de Königsberg conoció y respaldó las grandes revoluciones de finales del siglo
xviii. Así, Gran Bretaña tuvo que reconocer en 1783 la independencia de sus colonias de América
del Norte tras la Revolución americana. Los nuevos Estados Unidos de América se dotaron de un
sistema político liberal con el fin de garantizar los derechos naturales de los ciudadanos, la triple
división de poderes y el principio de igualdad ante la ley.
Una tercera revolución emergió en la segunda mitad del siglo XVIII: la revolución industrial.
Esta se produjo en Gran Bretaña y en el norte de Europa a partir de la generalización de la
maquinaria textil y la máquina de vapor, y significó la aparición de grandes centros industriales e
importantes transformaciones sociales y económicas. En este proceso se encuentra el germen del
gran desarrollo del capitalismo industrial del siglo siguiente. Estos notables cambios políticos y
económicos fueron deudores en parte de la Ilustración, movimiento filosófico y cultural muy
amplio y variado. Kant contribuyó directamente a este nuevo modo de pensar en el ámbito
alemán y sustentó las principales tesis ilustradas:
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Otra cuestión filosófica debatida fue el carácter científico de la metafísica. El
racionalismo de Wolff (1679-1754) mantenía que la metafísica era una ciencia cuyos objetos son
el alma, el mundo y Dios; pero esta doctrina había sido negada por el empirismo humeano. Kant
coincidió con Hume en que la metafísica no es posible como ciencia, pero mantuvo -como se
verá más adelante- algunos conceptos metafísicos como categorías de la razón teórica o como
condiciones de posibilidad de la moral.
Kant realiza una síntesis de las dos principales corrientes filosóficas de la modernidad, el
racionalismo y el empirismo. Para el racionalismo la razón era suficiente para alcanzar verdades
con validez universal y necesaria, siendo la experiencia una ayuda no necesaria. Para el empirismo
la experiencia sensible es la única fuente válida de conocimiento y la razón sólo es capaz de
acumular (memoria) y organizar (imaginación) lo que la experiencia sensible le proporciona; como
la experiencia es particular y contingente, no se puede justificar el valor universal y necesario de
las leyes científicas.
Immanuel Kant afirmaba que había sido la lectura de Hume lo que le hizo salir del sueño
dogmático de la metafísica y lo llevó hacia el criticismo, hacia el análisis crítico de las posibilida-
des y los límites de la razón.
No obstante, por más que atribuyera un gran valor al escepticismo de Hume, Kant
consideraba que ideas como causa o sustancia debían tener una base firme, ya que en ellas se
fundamenta una ciencia tan digna de admiración como es la física. Ahora bien, cuando se
aplicaban más allá de su terreno propio, el de la experiencia, llevaban la mente a extraviarse
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en el "bosque metafísico" donde resulta imposible separar el conocimiento verdadero de la
verborrea. A partir de esta constatación, Kant escribió la Crítica de la razón pura, en la que
intentó fundamentar la posibilidad de hacer ciencia y explicar las ilusiones de la
metafísica.
Kant realiza una auténtica revolución copernicana en la teoría del conocimiento: hasta él
eran los objetos los que enviaban al sujeto todas las condiciones del conocimiento; pero a partir
de Kant las condiciones del conocimiento (sus posibilidades y límites) residen en las facultades de
conocimiento del sujeto (espacio y tiempo en las matemáticas y las categorías en la física).
Frente al realismo, que defiende que la realidad la aporta el objeto, y del idealismo,
que atribuye la realidad a la actividad del sujeto, Kant propone un idealismo trascendental en
el cual el sujeto no aporta el contenido del conocimiento, pero sí la forma que debe adoptar.
El análisis de esta forma será el objeto de la reflexión kantiana.
C) Clases de juicios:
I.- Juicios analíticos: Son universales y necesarios, pero mediante ellos no se avanza en el
conocimiento, porque el predicado está contenido en el sujeto (tautología o verdad lógica). Son
verdadero independientemente de la experiencia, por lo que son universales y necesarios. Por
ejemplo, 'el todo es mayor que la parte', 'el triángulo tiene tres lados'.
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II.- Juicios sintéticos: El predicado no está contenido en el sujeto, por lo que amplían el
conocimiento, proporcionando algo nuevo. Los juicios sintéticos pueden ser de dos clases, según
lo que se añada al conocimiento proceda de la experiencia o de la razón:
- Para que exista una auténtica ciencia, ésta tiene que basarse en juicios sintéticos a
priori. La matemática y la física se basan en juicios sintéticos a priori, pero la metafísica no.
La tarea que se propone Kant en la Crítica de la Razón Pura es determinar cómo son
posibles los juicios sintéticos a priori en la matemática (Primera parte: Estética Transcendental);
cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en las ciencias naturales (segunda parte: Analítica
Transcendental) y si son posibles los juicios sintéticos a priori en la metafísica (tercera parte:
Dialéctica Transcendental). Cada una de estas partes se corresponde con una facultad de
conocimiento: la sensibilidad, el entendimiento y la razón respectivamente.
La sensibilidad recibe, mediante las formas a priori del espacio y el tiempo, las
impresiones que afectan a nuestros sentidos. El tiempo y el espacio son formas a priori de la
sensibilidad interna y externa, respectivamente. Esto quiere decir que todo hombre tiene que
percibir las cosas en un tiempo y un espacio dados, como manera de percibir las cosas anterior a
toda experiencia (a priori); por lo tanto, el espacio y el tiempo no son algo que se de en las cosas,
sino algo que el individuo que las percibe pone en ellas. No podemos percibir nada fuera del
espacio y/o del tiempo. Los objetos no condicionan el espacio ni el tiempo, sino que espacio y
tiempo son condiciones para percibir objetos.
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Las intuiciones puras del espacio y del tiempo no proceden de la experiencia, sino que
pertenecen a la facultad de conocimiento que es la sensibilidad. Gracias a la intuición previa del
espacio y el tiempo la matemática se puede presentar como un conjunto de leyes, axiomas y
teoremas independientes de la experiencia. El espacio y el tiempo son condiciones
transcendentales de la matemática, porque hacen posible este tipo de conocimiento.
El entendimiento, para poder aplicar sus categorías, necesita hacerlo sobre datos
procedentes del conocimiento sensible (fenómenos). La vinculación entre los fenómenos que
proceden de la sensibilidad y las categorías del entendimiento son obra de la imaginación
transcendental, que actúa a través de sus esquemas transcendentales. Las categorías no son,
como en Aristóteles, modos del ser real (sustancia y accidentes), sino que son formas de concebir
y leyes universales de toda actividad intelectual. Las categorías son fruto de la espontaneidad del
entendimiento.
Como las leyes son juicios, habrá tantas categorías como clases de juicios. Kant distingue
doce categorías diferentes que se corresponden con doce tipos diferentes de juicios, que se
pueden clasificar en cuatro grupos:
La ciencia progresa, construyendo nuevos conocimientos sobre los que otros han hecho
antes; mientras que en la metafísica se siguen debatiendo los mismos problemas que plantearon
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Platón y Aristóteles. Los científicos se ponen de acuerdo, porque sus juicios son objetivos,
universales y necesarios, mientras que los filósofos se llevan la contraria constantemente. Si la
metafísica es ciencia debe construirse con el mismo rigor que el resto de las ciencias; pero si no es
ciencia, habrá que abandonar definitivamente la pretensión de hablar científicamente de temas
metafísicos.
La metafísica no es posible como ciencia, porque sus enunciados no se fundan en juicios
sintéticos a priori, ya que no estudia fenómenos, sino las cosas en sí (noúmenos). Kant entiende la
metafísica como ciencia del yo (psicología racional), mundo (cosmología racional) y dios (teología
racional). Estas tres realidades pueden ser reales, pero no objetos de una ciencia con pretensiones
de universalidad y necesidad, porque no son objetos de experiencia sensible, ya que el
conocimiento sólo es válido donde es posible algún tipo de experiencia.
Dios puede ser afirmado por la fe o los sentimientos, pero no podemos tener experiencia
sensible de él, por tratarse de un ser trascendente. Considera tres tipos de argumentos para
demostrar la existencia de Dios: ontológico (concepto-existencia), cosmológico (ser contingente-
necesario) y teleológico (ordenador del mundo, no creador), pero no se trata de argumentos
concluyentes.
El conocimiento científico trata siempre sobre fenómenos, por lo tanto exige siempre
datos experimentales susceptibles de ser revestido por las formas a priori; pero ni el yo, ni el
mundo, ni Dios como realidades unitarias son fenómenos, por lo que no es posible un
conocimiento científico sobre ellos, ni existen formas a priori para percibirlos.
Kant asignará a los conceptos de yo mundo y Dios la categoría de ideas de la razón, o sea,
se trata de realidades con sentido, pensables, pero no por ello cognoscibles. La razón los
construye como ideales, porque la razón busca siempre la condición o causa de todo lo
condicionado o causado. El yo es supuesto como condición o causa de nuestra experiencia
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interna; le mundo como la condición de la experiencia externa y Dios como la condición última de
toda experiencia. Parece razonable que existan realidades que puedan ser condición de la
experiencia.
Kant niega la posibilidad de los juicios sintéticos a priori (razón pura) en la metafísica.
Tendrá que ser mediante la razón práctica y a partir del hecho de la moralidad como podrá
decirse algo sobre estas ideas de la razón, ya que el conocimiento científico no es posible. La
Razón Práctica cubrirá las insuficiencias de la Razón Pura.
La razón pura se ocupa del ser, mientras la razón práctica se encarga del deber ser. La
razón pura formula juicios, mientras que la razón práctica formula imperativos. El punto de
partida es la existencia de la obligación moral y el objetivo es demostrar la validez práctica de los
tres postulados siguientes: la libertad, la inmortalidad del alma y la existencia de Dios.
Kant distingue tres tipos de acciones y sólo el último tipo trata de acciones moralmente
buenas: - Contrarias al deber: un comerciante que cobra precios abusivos.
- Conformes al deber: un comerciante que cobra lo justo para ganar clientes.
- Por deber: un comerciante no cobra precios abusivos porque no debe cobrarlos.
Kant aspira a establecer un ética racional y de validez universal (a priori). Kant busca una
norma a priori en la que fundar la conciencia moral: una norma que no sea variable o contingente,
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ni sea impuesta por nada ni nadie. Esta norma debe radicar en la misma razón del hombre; sólo
una norma de este tipo puede garantizar la autonomía, la universalidad y la necesidad moral.
Para fundar la moral no son válidos las normas hipotéticas (que pueden obligar
universalmente bajo alguna condición, por ejemplo, 'si quieres vivir en paz, no busques
conflictos'), sino que tiene que ser una norma moral fundamental que no admita excepciones, un
imperativo categórico. Kant hace dos formulaciones de este imperativo categórico: "obra de tal
modo que la norma que te impongas a ti pueda convertirse en ley universal" "obra de tal modo
que uses a la humanidad siempre como un fin y no meramente como un medio". Será
moralmente bueno todo lo que obedece a este deber que impone la razón y será inmoral todo lo
demás: la recta intención viene determinada por la obediencia al imperativo moral y no por
el objeto de las acciones. Se trata de una ética formal: no se guía por nada material (valores,
bienes,...), sino por la forma moral-racional del imperativo categórico.
Para que la moral sea posible se requieren varias condiciones, que son los postulados de
la razón práctica. No se demuestra la existencia de estos postulados, pero son condiciones lógicas
para que el hombre pueda ser totalmente moral y no se considere un fracasado en las
aspiraciones de su razón y de su voluntad. Kant había señalado en la Crítica de la razón pura
que las ideas de la metafísica se refieren a noúmenos (realidades en sí), que pueden ser
pensados pero no conocidos por la razón teórica. Al ser producidas por la actividad racional del
sujeto, no es posible saber si poseen un correlato real. Sin embargo, en su análisis de la razón
práctica, hizo aparecer las ideas de libertad, inmortalidad y Dios como condiciones de
posibilidad de la moral misma. Llamó a estas ideas postulados, porque su existencia no
puede ser demostrada por la razón teórica, pero son requisitos necesarios para el ejercicio de la
moralidad y debemos considerarlos como si existiesen realmente.
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una como sujeto cognoscente, que se relaciona con el mundo de los fenómenos empíricos, y
otra como conciencia moral, que está en contacto con el mundo inteligible, que es
exclusivamente a priori. El ser humano pertenece a la naturaleza y está sometido a las leyes
físicas, pero al mismo tiempo es un sujeto moral y está sometido a las leyes morales que
presuponen su libertad. La libertad permanece como un misterio inaccesible para nuestra
comprensión, pero tan indiscutible vitalmente como el más evidente de los conocimientos.
La libertad humana garantiza la autonomía de la voluntad, la existencia de la ley moral.
Para entender los otros dos postulados es preciso hacer referencia al concepto kantiano
de sumo bien, ideal al que aspira la razón práctica, que consiste en la unión entre virtud -
cumplimiento del deber- y felicidad. El problema estriba en que la virtud pertenece al
mundo inteligible de la libertad mientras que la felicidad corresponde al ámbito sensible
de la necesidad. Kant llegó al postulado de la inmortalidad del alma porque virtud y felicidad
no siempre están de acuerdo en nuestra realidad actual. La voluntad aspira a la libertad y a la
moralidad, pero éstas no son asequibles en el mundo de lo condicionado, sino tras la muerte. Si
todo acabara en la vida presente, el logro de la felicidad podría quedar truncado por las
exigencias del deber, de modo que el sumo bien que anhelamos resultaría completamente
imposible. Por eso, es indispensable para la moral postular que hay una existencia más allá de
la muerte en la que los buenos son premiados y los malos castigados. La inmortalidad del
alma garantiza el progreso indefinido del ser humano hacia el bien supremo, donde coinciden
virtud y felicidad.
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imponiéndonos la máxima de tender hacia ello sin descanso, porque es un deber. A este
deber, Kant había indudablemente obedecido algunos años antes (1795) al escribir su proyecto
Para la paz perpetua, en el cual reconocía las condiciones de esta paz en la constitución
republicana de los estados particulares, en la federación de los estados entre si y finalmente
en el derecho cosmopolita, esto es, el derecho de un extranjero a no ser tratado como
enemigo en el territorio de otro Estado. Pero, sobre todo veía la suprema garantía de paz en el
respeto por parte de los gobernantes a las máximas de los filósofos (según el ideal platónico) y
en el acuerdo entre política y moral, realizado con la máxima 'honestidad y la mejor de todas
las políticas".
La idea racional de una comunidad pacífica de todos los pueblos de la tierra es, según
Kant, el único hilo conductor que puede y debe orientar a los hombres a través de las
vicisitudes de su historia. .Kant no cree que la historia de los hombres se desarrolle según un
plan preordenado e infalible, como la vida de las abejas o de los castores. Kant niega la
posibilidad de descubrir en la historia un orden armónico y progresivo, un desarrollo natural y
continuo de todas las potencias del espíritu. El plan de la historia humana no es una realidad,
sino más bien un ideal orientador en que los hombres deben inspirar sus acciones y que el
filósofo puede únicamente aclarar en su posibilidad, mostrándola conforme con el destino
natural de los hombres. Tal es precisamente el intento de Kant en las Ideas para una historia
universal desde un punto de vista cosmopolita.
Aquí se propone Kant ver si el libre juego de las acciones humanas hace posible en el
curso de la historia un plan determinado, aunque no necesario, que sirva como objetivo final
del desarrollo histórico de la humanidad. Comienza observando que todas las tendencias
naturales de los seres creados están destinadas a desarrollarse completamente, de acuerdo
con su fin. Un órgano, por ejemplo, que no se deba emplear, una ordenación que no consiga su
finalidad, van contra la ordenación teleológica de la naturaleza. Ahora bien, la tendencia
natural del hombre es la de alcanzar la felicidad o la perfección mediante el uso de la razón,
esto es, mediante la libertad; y el hombre puede alcanzarlas verdaderamente sólo en una
sociedad política universal, en la cual la libertad de cada uno no encuentre otro límite que la
libertad de los demás. El plan natural de la historia humana no puede ser, por tanto, más que
la consecución de una sociedad política universal que comprenda bajo una misma legislación
los diversos estados y garantice así el desarrollo completo de todas las capacidades humanas.
La naturaleza, para alcanzar este fin, se vale del antagonismo que hay en todos los
hombres entre su tendencia a la sociabilidad v la tendencia al aislamiento, antagonismo que,
sin que los hombres se lo propongan, los lleva a la actividad y al trabajo v, por tanto, al empleo
de todas sus fuerzas. "Los árboles en un bosque, dice Kant a este propósito, procuran quitarse
uno al otro el aire y la luz, y por esto crecen hermosos v derechos, mientras en libertad v
alejados uno del otro extienden sus ramas por donde quieren y crecen enroscados y
retorcidos. De la misma manera, la civilización y el arte, que son los ornamentos de la
humanidad, y el orden social mejor, son fruto de la insociabilidad que por sí misma se ve en la
precisión de disciplinarse y de desarrollar así plenamente, por el arte, el germen de la
naturaleza." Éstas consideraciones expresan de manera característica el procedimiento
fundamental de Kant. Precisamente en el límite en que la tendencia a la sociabilidad tropieza
con la tendencia opuesta, Kant reconoce la garantía de todo posible progreso de la misma
sociabilidad v así de un camino de la historia humana hacia una organización política universal
en la que se le garantice a cada individuo la máxima libertad compatible con igual libertad de
los otros. Es de notar que se trata de un progreso posible, no necesario e infalible. Por tanto, el
único uso que se puede hacer de este plan es que su concepto hace posible una investigación
filosófica encaminada a mostrar que la historia universal debe dirigirse a la unificación política
del género humano.
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