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Los casos pueden ser 250.

000 en una década

Las "niñas novia" de EEUU: 13.000 matrimonios infantiles (y legales) al año.

Por Eva Catalán. Los Ángeles


12/11/2017 - 19:58 Actualizado: 15/11/2017 – 17:02

Captura de pantalla del documental "La historia de Jamie", producida por la ONG Unchained at last, donde
esta mujer casada cuando era menor con un hombre que le doblaba la edad, relata su vida.

La legislación, anacrónica en muchos estados, permite que miles de menores -casi siempre
chicas- sean casadas cada año con personas de mayor edad en el país más desarrollado
del mundo.

Más de 200.000 menores de 18 años se han casado entre el 2000 y el 2015 en EE.UU. La
mayoría, niñas de alrededor de 16 años con hombres mucho mayores. Pero también, en
algunos casos, niñas de hasta 12 años. Excepciones a la ley de mayoría de edad que
nadie parece dispuesto a anular permiten que esto siga sucediendo.
Sara Tasneem tenía 15 años. Sus padres estaban divorciados y ella pasaba el verano con
su padre, en las afueras de San Francisco. Era el año 1996. En una ceremonia del
pequeño círculo religioso al que su padre pertenecía, le presentaron a un señor de 28 años.
Esa misma noche les casaron. Y esa misma noche pasó a ser propiedad de este hombre,
originario de un país de habla francesa que ella no quiere desvelar, que se la llevó a su
país de origen, donde se quedó embarazada, y la trajo de vuelta a EE.UU. para casarse
legalmente (la ceremonia religiosa se había celebrado el mismo día que se conocieron),
unos meses antes de dar a luz, en una pequeña capilla rural de Reno, Nevada.

El caso de Sara puede parecer extremo, una excepción aberrante en un país cuyas leyes
protegen a los menores de edad hasta el extremo de no dejarles votar, firmar contratos, o
trabajar (con excepciones) hasta los 18 años, y beber alcohol hasta los 21. Oficialmente,
esta es la misma edad a la que uno puede casarse. Sin embargo, con leyes que varían de
estado en estado y de condado en condado, una serie de excepciones por motivos
culturales o religiosos (o, incluso, en caso de embarazos adolescentes), permiten que se
celebren estos matrimonios.

Freidy Reiss, activista de Unchained at last, los ha contado. De los estados que guardan
datos sobre la edad de los contrayentes (38), ha contabilizado unos 167.000 matrimonios
de menores de edad en los 10 años que investigó, de 2000 a 2010. Extrapolando estos
datos a los otros 12 estados que no apuntan la edad de los contrayentes, el cálculo podría
ascender a 248.000. Al menos 27 estados ni siquiera especifican lo joven que puede ser un
niño o niña para acogerse a estas excepciones: hay casos de matrimonios de niñas de 11
años, como el de Sherry Johnson, en Florida (donde no hay un mínimo de edad para poder
casarse), obligada por sus padres a casarse con su violador. Y no se trata de costumbres
que se circunscriban a determinados grupos étnicos o religiosos: en la ONG han
encontrado menores pertenecientes a familias cristianas, judías, musulmanas y seculares.

“Tradiciones ancestrales; padres que vienen de culturas donde los matrimonios son
arreglados, que ven en el matrimonio una manera de que sus hijas estén, paradójicamente,
protegidas. Y también hay ocasiones en que se hace para conseguir una visa a un familiar,
o a alguien que está dispuesto a pagar por ella”, explica a El Confidencial Reiss. En el
caso de Sara, su marido consiguió la tarjeta de residente a través de su matrimonio con
ella, nacida en EEUU y ciudadana americana; y ella está convencida de que pagó dinero a
la congregación religiosa a la que pertenecían para que le consiguieran “una virgen”.

Edad para casarse, pero no para el sexo

“Mantener estas excepciones es anacrónico. El país ha evolucionado, y se han ido


aprobando otras leyes y nos hemos ido modernizando. Pero sin embargo, estas
excepciones siguen sin tocarse. Nadie quiere ser el primero en prohibir el matrimonio
infantil completamente. Es absurdo”, explica Reiss, ella misma víctima de un matrimonio
arreglado por su madre en el seno de una comunidad judía ultraortodoxa cuando tenía 19
años. Tras tener a sus dos hijas y conseguir un divorcio, Reiss ha emergido como la
activista número uno en esta cuestión.

“La gente no tiene ni idea de que estas cosas pasan aquí, en EEUU. El propio
Departamento de Estado describe el matrimonio infantil como una violación de derechos
humanos. La “Agencia de Empoderamiento de Adolescentes”, dependiente del
Departamento de Estado, se puso en marcha el año pasado busca terminar con el
matrimonio infantil en países de todo el mundo. Malawi acaba de prohibir el matrimonio
infantil. Sin excepciones. ¿Por qué no podemos hacer lo mismo?”, se lamenta.

Conformada por comunidades de inmigrantes de los más dispares rincones del mundo, la
sociedad estadounidense está más que acostumbrada a equilibrar una delicada balanza
entre las leyes oficiales, los derechos y obligaciones establecidos por las instituciones
laicas del país, y la idiosincrasia de cada grupo étnico. Sin embargo, este equilibrio parece
haberse quedado anclado en el pasado en el caso del matrimonio infantil. Por ejemplo: las
leyes establecen, a nivel federal, que cualquier menor de 18 años que tenga relaciones
sexuales con una persona mayor de edad está siendo “legalmente” violado. Hasta los 18,
nadie puede dar su consentimiento a mantener relaciones sexuales. “Cuando una niña de
16 años aparece en el juzgado embarazada, para casarse con un hombre que le dobla la
edad, está claro que se trata de una violación, aunque sea desde el punto legal ('statutory
rape', se llama el delito en inglés, aunque la menor no haya sido forzada)”, argumenta
Reiss. “¿Cómo es posible que ese juez permita el matrimonio y no denuncie
inmediatamente la comisión de un delito?”.
En algunos estados, incluso, el embarazo es precisamente una de las excepciones que
permite el matrimonio a una menor de edad. “Como si el hecho de casarse mejorase en
alguna medida el hecho de que se haya quedado embarazada siendo adolescente: lo hará
peor. Son vestigios de una manera de pensar patriarcal, de unos legisladores que son
todavía en su mayoría hombres y con ideas muy anticuadas. No es una cuestión partidista,
de republicanos o demócratas”, sentencia Reiss.

Los menores que se ven metidos en estas situaciones no lo tienen nada fácil para
defenderse. En la mayoría de los casos, lo hacen obedeciendo a sus padres. Muchas
veces, no se plantean siquiera que pudieran decir que no. Es lo que le pasó a Sara. “Me vi
completamente superada por la situación. Era lo que mi padre decía que había que hacer.
Era lo que todo el círculo de personas que me rodeaba me decía que debía hacer. Era una
niña… no podía hablar con mi madre, me obligaron a mentirle por teléfono”. Acordándose
de aquellos momentos, en una entrevista telefónica con El Confidencial, Sara todavía llora.
Y se pregunta quién más la podría haber ayudado.

“¿Por qué mis profesores no fueron a preguntarle a mi madre que dónde estaba yo, que
por qué no había vuelto a la escuela? ¿Por qué el juez que nos casó no se dio cuenta de
que yo tenía solo 16 años, estaba embarazada, y traía solo un permiso para casarme
firmado solo por mi padre? ¿Por qué los funcionarios de la aduana que revisaron mi
pasaporte cuando mi ex marido me sacó del país no vieron que era menor de edad y
viajaba con alguien que no era mi familia?”. Cuando su ex marido la sacó del país,
solamente se había celebrado una ceremonia religiosa. Se pregunta, también, por último
“¿Por qué la doctora que me trató el embarazo no me preguntó nunca como me sentía, si
estaba bien? Creo que a ella le hubiera podido contar lo que me pasaba. Era el único
momento en que me dejaban sola”.

Florida puede ser el estado pionero

Pero lo cierto es que más allá de responsabilidades éticas o personales, sin una ley
contundente que prohíba todo tipo de excepciones es una situación contra la que es
prácticamente imposible luchar. Incluso cuando los menores se resisten o quieren encontrar
ayuda, no es fácil ayudarles. “Los menores de edad no tienen posibilidad de contratar a un
abogado, porque no pueden firmar un contrato, ni tienen el dinero necesario para pagarlo.
Tampoco les podemos ayudar a venir a un refugio, porque legalmente estamos incurriendo
en “secuestro de un menor”. No tienen ningún derecho como individuos adultos, siguen
“perteneciendo” legalmente a su padres y necesitando su autorización para todo. y sin
embargo, se les permite firmar un contrato de por vida con consecuencias drásticas para
todo su futuro como es el del matrimonio”, argumenta Reiss.

No hace falta leer las estadísticas para entender que casarse a los 16 años no es una
buena idea, incluso, o todavía menos, en el caso de que haya un embarazo de por medio.
Según estadísticas que maneja Reiss, hay un 85-90% de probabilidades de que la unión
termine en divorcio. Las mujeres que se casan antes de la mayoría de edad tienen un
riesgo del 23% más alto de tener enfermedades cardiovasculares o diabetes, y también
aumenta su riesgo de desarrollar enfermedades mentales como depresión y ansiedad. Hay
50% menos probabilidad de que terminen sus estudios de secundaria, muchas menos
probabilidades de que puedan ir a la universidad.

“Una persona que contrae matrimonio antes de los 18 años está reduciendo sus
perspectivas de futuro y su posibilidad de alcanzar su potencial en todos los ámbitos. Hay
un 31% más de probabilidades de acabar viviendo por debajo del umbral de pobreza”,
explica Reis. “Y además, está mucho más desprotegida legalmente que cualquier adulto. Ni
siquiera los refugios para mujeres víctimas de violencia doméstica acogen a nadie menor
de edad”, explica Reiss, y recuerda que las personas casadas antes de alcanzar al
mayoría de edad tiene 3 veces más riesgo de estar en una relación abusiva con su pareja.

“Tengo 36 años. Me he pasado los 15 últimos saliendo de la situación en la que me


metieron cuando tenía 15 años. Mi matrimonio duró 7 años. Después me quedé sola, con
23 años, sin estudios y con dos hijos pequeños, por los que además tuve que pelear
judicialmente. Ahora, por primera vez en mi vida, siento que estoy saliendo de ese agujero,
que por fin puedo vivir como yo hubiera elegido desde el principio”, explica Sara que tiene
hoy 36 años, un trabajo a tiempo completo, dos hijos adolescentes y estudia en la
universidad, además de dedicarse en su tiempo libre a ayudar a ONGs como Unchained at
last en hacer visible la situación de miles de niñas y niños americanos. “Sé que lo que me
pasó a mí le está pasando ahora mismo a alguien, y me siento impotente al no poder hacer
nada más por evitarlo”.

Reiss concentra ahora sus fuerzas y esperanzas en Florida, un estado que podría, pronto,
aprobar una ley más rotunda y deshacerse de las excepciones. “No entiendo para qué
existen la excepciones. No hay un solo ejemplo, una sola situación en el mundo que me
convenza de que casarse antes de ser mayor de edad es beneficioso. Lo que necesitamos
es una primera victoria. Un estado que acabe con las excepciones. Creo que entonces será
más fácil, como en una reacción en cadena, que los demás lo hagan también”.

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