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ww Lilia Garcia Bazterra Un sembrddo de estrellas wesaneanere ee diferent {Vamos 9 contar estrellas? DALE! lista en navegar la noche clo y le Manu La recorre de un angulo al otro del sando el abuclo ests con ella, por- svillosas. Bernardo, 's, pero con él es La es expec Bueno. Empiezo por Hd, Una, dos, eres, cuatr ocho, nueve, dl doce, trece, catoree, 4 —iBstoy aburrido! 1Yo not Diecisiere, dieciocho, diccinue- iMins, mira, alld se cay una! | Wiste? :Viste ed fuerte, muy fuerte, | a cencienden. > se puso? S antes de cacrse y jviste? Coleccion Telarania EDITORIAL SIGMAR Después son como un arafiazo de luz sobre el cielo. -iSI serds hoba..! le dice para disimular la emocisn, Lo cierto es que a Bernardo se le pone La picl de gallina cuando Manuela dice esas cosas. Ella las dice, y los ojos se le dibujan tan redondos como dos uvas mons, mientras mira el cielo con tantas ganas, que se le He- nan de brillo y de estrellas. Navegar en la negrura del mar de los ojos de Manuela lo ‘emociona tanto que se enoja con ella ‘Son amigos desde siempre y pasan muchas horas contando las estrellas. Es una de las coms que hacen mientras llega la modorra y luego el suesio. Cuando se tiene hambre y ruido en Ia panza, hasta el suefic se desvela y suena con una taza de leche caliente y un trozo de pan, aunque mas no sea, duro, Cada noche volvian a casa acostados en el Habjan elegido un sector de calles del centro, ido del carro, acompatiados por los ladriclos a las que revisaban con cuidado, como si fue del Chepe que toreaba ciando cada fan st propio laberinto. Pasaban horas jan- jonando la basura con nuevo poze. Regresaban trepando y bajando, tando cartones y selec do con tantas el abuelo Pepe. Pepe era el abuelo de ambos, aunque no a loma, por un camino dibu vueltas ¥ pozos que se en el estémago. Porque los revoltijos tam- hacfa un revoltijo i fueran hermanos. Bernardo lo habia adoptado. como propio desde no sabemos cudnde, quizis bién se hacen de aire. Vivian en Villa Caracol, un lugar donee im den dia pars otro y ast = ilo pero cuande se ibany 1 Manue sensacién como de estrella caica, y les n los cartoneros, pero ai encontraban, Andaban en el carr por la ciuda deck algdn par de zapatos o zapatillas, algtin abri- 0 © una ropa, 6 cualaitier cosa que les sirv) ra, tambien se lo Hevaban. Cada tardecita hacks habrfa sido en el momento en que le dijo al robar, Barriga que le prohibta que lo Hevara y decidio cuidarlo tanto como a Manuela. También empe:s a enviarlo a la escuela con ella, aunque alli no podtan decir que toneaban por las noches. La sefiorita se molestaba cuando descubria que los chicos trabajaban, hacia muchas preguntas y 36 ponfa a Henar una montana de papeles, y uo vaya uno a saber qué sucedia, Pero el Jo los mandaba igual abu Los chicos que estaban con el Barriga o las nenas que juntaba don Ariel, ni se acereaban, . ELabuelo no se cansaba de decir- alaeses les que “nada de andar escuchando las ofer- tas del Barriga o don Ariel que son todas ato- rranteadas. Mientras yo esté aqu a pasar. ;No va a pasar! jentendido?”. Ye do don Pepe decfa asf, habia que escucharlo, arento y mirarlo a los ojos, en una explica- cién sin muchas palabras y con un poco de enojo. A pesar de todo, Manuela y Bernardo, ndo se se sentian extraiamente felices cu ponfa asf, porque al final los abrazaba y los sostenfa acurrucades por un ratito. Fue también el abuelo quien les habfa ense- fado a organizar el trabajo para poder termi- nar temprano. Bernardo iba caminando por la vereda que en la puerta de alguna casa habfan dejado, jentras el carro andaba lento. Si v cosas, silbaba y se detenfan. Manuela saltaba, a la vereda, corrfa hasta el sitio sefalado y comenzaban a revisar, mientras el Chepe husmeaba cada bolsa de basura en busca de su banquete del dia. Entonces, seleccionaban y clasificaban. El abuelo les habia explicado que tenfan que poner los papeles y carrones en el centro del carro y que, en los rincones y los costados, acomodaran Ia ropa. Contra el banco de ade- lante, en un recoveco, debfan cargar los moto- res, radios, televisores 0 cualquier cosa que pudieran arreglar. Algunas las reparaban para ellos y otras, para cambiar o para vender. Luego'de unas euantas horas de minucioso anilisis y recoleccién de los desechos de la ciudad dormida, cuando tenfan carga suficien- te y la nache se desplegaba con todo su silen+ cio, emprendian el camino de regreso a casa. n Ya vamos dejando aes las calles asfaleadas, y me gusta. Se acabaron los silbidos y las corri- das ¥ vamos rembo a la villa, mientras comien- za el amullo del rechinar de las maderas ¥ la mecedora del carro. Me gusta mucho porque hago mi cama entre los cartones 3 me acuerruco bien abrigadita, boca arriba, mirando el cielo. Entonces el mundo cambia de posicién, wna ve cémo los dboles los techos de las casas caminan sobre una calle de cielo renegridamente azul, muchas veces leno de estrella. Es lindo andar ast, y escuchar solo los ladridos y el erore, oel silencio y las conversaciones entre el abuelo y el caballo. Ellos se entienden, 90 sé «que se entienden porque Kinkén hace caso cuan- dole dice ~iS000!, despacio Kinkén, no se me manque que yet est usté muy viejo, mi amigo. 13 | Pia a an Lo scsnras uals pone oases me ce entretenide hurgande en una bolsa de un | Since: Bento de ella hah enconeedo une > Crit de fthel de Ia neleccin ncn | —iMiré, Manucta, mir lo que tengo! —

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