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ase INstiTUTO HE sc | rot Biblioteca “Rafael Garcia ‘i Gstaino Fe VeNee en Te Uitima Teele maven CUADERNOS DE INVESTIGACION Jorge A. Vivi. Navi en La Habana en 1906; adauitié a nacionalidad meseana en 1948, Doctor en dereso civil (1924) yen derecho pic (1947) por a Universidad dd La Habana, Esti lingtstca indfge en la Facultad de lesa y Letras de la Loxast (1999) yermologi enla esa (1942). Maesto en geogall (1939) porla Escuela [Normal Superior de Mesico, Autor e“Los mites biogenrificas en América ya zona cultural mescamericana™ (1943), "Hlorgonteseulrraes de Mesoamerica” (1946), "Raxgos fundamentals y correlaciones culms de Mesoamérici” (1946) y “Lat cor inciganae de México”, entre nimeronor articlos ulicados en MA prebit iis. Calas, ide y oman. Paul Kirchhoff, Nici cn Alemnn cn 1900 y xi ca sid de Mio en 1972, Fe ndlogo egreso dela Universidad de Bedlin (1927). Fue profesor en el Museo de Emologa de Bevin y en el Museo de Trocalero de Pais. Vino a Mésico en 1936, Fancldor de la Escicla Nacional de Antropologis ¢ Historia (1938), profesor de clog crest excl investigudor del Instituto de Investigaciones Antropoldgicas fe La trast. Autor de Los pues dela bora vlzc-chichonec, sus migraions arenes (1950) yeolaboralor de Acin Americana, Revi dela Sida de Anoop |) Greg, Rein Mesinna de Eas Ansrpepica y Cader Asuericanes. Gordon R. Willey. Nacis en Chaton, Iowa, en 1913, Erté en la Universidad de Aizona y en lade Columbia, Fue Bewsitch prfisor en la Universidad de Harvard (1942-1943) y Seni prafcaren ateopologla (1983 1987), Avtor, ene otras obs, ‘SePreisneSealomenePartersotheVirw Vay (1953), Metal and Thevy i cmercat Arsincly (1958), Excavations ne Alar de Serfiis (1973) y Escntins we Seba, ‘Guatemals (1975), coautor te Histor of American Arne (1975), Jaime Litvak King. Naci en la cia ce Mésico ex 1933, Arquedlogostlado enka [Escuela Necional de Antropologia e Historia, maestro en antropologta por la Univer sid de as Américas y doctor en anropologia por a Universidad de Cambridge. Jefe ‘Sela espeialtad en arqueolgia de la IXai (1967-1968), ganador del premio “Pray ‘Bernardino de Saag” (1971) director de Instituto de Investigaciones Antopolé- ict (1973), Astor enn otra obras le Cinaeliny Teena, Provinis oibutarias {de Mico lio ¥07, Eemom preipnen, Parone de asrsament, Argue de Morals, Medea arquclgin Teoria aruolgin. Alf L. Kroeber. Nac en Hoboken, Nueva Jessy, en 1876 y muri en Pars en 1960, Antrepoogo, doctor por la Universidade Columbia (1901), Fanlador del Departamento de Anopologi dela Universidad ile California en Betkeiey (1901). Autoren ra bes, de Anchpley (1923, ev 1948), Confgurasions of Culture Grom (1945) y Tie Naeure of Cala 1952}, UNA DEFINICION DE MESOAMERICA FYB MI 1902 FH APS8ER Eek ALZ Sentero: ba - Tidedgelie® DIRECTORIO: Loundes Asie Schioser Directors Bernd Fahmel Beyer Seeretario Acamico Boris Berenzon Gorn (Cooninador de Difsién y Publicaciones Portada: Maia E Miter Seyonda ein, comegia y aumentacta, 1992 peer 1 lostiraro de Invertigaciones Antropelpias, emant Gua Universitaria (04510 Mésio, D. E ISBN 968-36-2731-5 D.R. Derechos reservados conforme aa ey Impresoy hecho en Mésico Primed it Meso UNA DEFINICION DE MESOAMERICA JORGE A. VIVO PAUL KIRCHHOFF GORDON R. WILLEY JAIME LITVAK KING ALFRED L. KROEBER Universidad Nacional Auténomade México Instituto de Investigaciones Antropolégicas FHI 27882 TNDICE Nota a la primera edicién Nota a la segunda edicién Rasgos fundamentales y correlaciones culturales de Mesoamérica Jorge A. Viv6 Horizontes culturales de Mesoamérica Jorge A. Vivo Mesoamérica Paul Kirchingf ‘Mesoamerica Gordon R. Willey En torno al problema de la definicién de Mesoamérica Jaime Litvak King Cultural and natural areas of native North America Alfred L. Kroeber Recent researches and perspectives in Mesoamerican archaeology: An introductory commentary Gorton R. Willey 15 22 28 46 74 140 NOTA ALA PRIMERA EDICION Nuestro museo, en esta ocasién, esté experimentando con nuevos formatos museogréficos. Esta vez se busca, por la mag- nifica razén de nunca estar satisfechos con lo que se ha logrado, ‘una manera diferente de montar la exposicién. En esta muestra, sin negar los principios generales que hemos sostenido: bajo costo por unidad, sobriedad en el estilo y la bisqueda de problemas antropolégicos que puedan comu- nicar a la comunidad universitaria los aportes que nuestro campo de estudio puede llevar a su cultura, estamos jugando con es pacios cerrados, a fin de crear Ambitos no continuos, hechos de ‘mamparas, y con el uso de vitrinas como elementos escultéricos de adorno. Creemos que la solucién en la que usamos el techo del museo como bodega, no slo es interesante sino que vale la pena como remedio en lugares como el nuestro, en donde el ‘espacio de almacenamiento es limitado, ‘También estamos experimentando con este folleto. Cree- mos que hay abundante material grifico para el tema que tra- tamos y que es, ademés, conocido, Que publicar otro libro con forograffas de piezas arqueolégicas del México antiguo no vaa dar gran cosa. El escribir un nuevo trabajo de resumen sobre el tema rebasa la misién de una gufa de exposicién, Creemos que ¢s interesante intentar mejor esta manera. La reproduecién como seleccién de algunos trabajos que han representado la forma en que los investigadores, en varias épocas, han visto a ‘Mesoamérica. Para futuras exposiciones, como para futuras publicaciones, seguiremos insatisfechos por lo alcanzado y, seguramente, se- 9 guiremos experimentando. Estamos seguros de que esa bisque- da constante de mostrar al universitario lo que ensefia la antro- pologia a través de las exposiciones en este museo es una forma vilida de progreso. La caracterizacién del rea cultural que se llama Mesoam rica, la porcidn sur de lo que es hoy México, junto con Belice, Guatemala y partes de Honduras y de El Salvador, es un exce- lente ejemplo de cémo la arqueologia construye sus conclusiones. Esta regién, uno de los lugares en el mundo donde se forma ron culturas que rebasaron el nivel del cultivo subsistencial, fue vista, desde su descubrimiento por los europeos, como uno de los sitios donde el fendmeno humano habja llegado a niveles extraordinarios. Los conquistadores describieron con admira- cidn el esplendor de sus ciudades, la monumentalidad de sus edificios y lo sangriento de su ceremonial, Después de varios siglos, viajeros y exploradores hicieron notar que en ese lugar se habia llegado a logros importantes para la humanidad. En este siglo, cuando se inicié la exploracién arqueoldgica sistemética en el 4rea, sus caracteristicas fueron definir, por su extensi6n, los limites que lleg6 a alcanzar. Esta definicién fue luego perfeccionada con trabajos que examinaron los procesos que la formaron, la modificaron y le dieron los rasgos que encon- taron los espaiioles en el siglo xv1. Cada nueva investigacién aporté mis datos, llegé a sintesis més completas, probé y aceptd © deseché nuevas construccién tedricas, llegando asf aun pro- ducto mas comparable con las conclusiones en otras regiones y por lo tanto més capaz de ser utilizado para la meta tltima de J antropologfa: la formulacién de leyes universales para la conducta humana. En ese sentido, Mesoamérica tenfa que ver con algo mis importante, por universal, que la gloria de la antigiiedad de ‘México: los factores que causan y definen la civilizacién como estadio de superior desarrollo de la cultura de la humanidad. El area de estudio y sus condiciones especificas: variedad ambien- tal, mosaico étnico, minimo desarrollo tecnol6gico, entre otras, ¢s comparable con otras regiones y, por lo tanto, sitve para la construccién de modelos generales en teorfa arqueolégica. La 10 definicién misma de cultura incluye los elementos que aporté leestudio de Mesoameérica, La seleccién que presentamos comprende dos trabajos de Jorge A. Viv6, gedgrafo y emdlogo muy representativo de la igeneracién que le da forma a los conceptos que han privado sobre el México antiguo desde la década de 1930. Fueron publicados en diferentes mimeros de una revista interesante para los mexicanistas: Tis Week-Esta Semana, semana, bilingiic, hecha para los intrépidos turistas que en esos affos se aventura- ban por los recién construidos caminos de nuestro pais. Esa publicacién recogié mucha de la mejor literatura que, sobre la antropologia y el arte antiguo, se escribié en la época. Autores como Alfonso Caso, Eduardo Noguera, Pablo Martinez del Rio y el mismo Viv6, entre otros, describieron en ella las culruras de nuestra antigiiedad y empezaron a sistematizar sus rasgos. Los articulos que incluimos son parte de la antologia que publicé la Editorial Emma Hurtado en 1946. Tienen la carac- teristica de llamar la atencién sobre las peculiaridades ambien- tales del drca y su relacién con la cultura, posicién que tipifies al doctor Vivé y que lo convirtié en precursor de los estudios paleoecoldgicos en América Latina. El trabajo es una magnifica muestra del método interdisciplinario con que operé wna muy distinta generacién de antropdlogos y de cémo cada campo de estudio contribuyé a los demis Elarticulo que sigue, del etndlogo Paul Kirchhoff, original- mente publicado en Acta Americana, en 1943, fue ysiguesiendo el punto de partida para la definicién del érea cultural. Kirch- hoff, preocupado a lo argo de toda su carrera por la distribucin especial de los rasgos y el significado que esto tenia en Ia cultura, hizo un estudio profundo de los materiales etnogrificos del siglo XV, especialmente de las Relaciones Geagrificas y en ellas not la presencia constante de algunas caracteristicas. Con el rigor metodolégico que Ic cra propio procedié a mapearlas y encon- 16 que se distribufan en formas especificas, que eran distintas de las de otras regiones y que podfan relacionarse con grupos lingiifsticos determinados. Los limites de su distribucién fueron los del érea en el momento del contacto europeo. El trabajo ha L sido reeditado varias veces, notablemente por la Escuela Nacio- nal de Antropologia ¢ Historia, por la demanda constante que tiene como material fundamental de estudio, y también ha sido traducido a otros idiomas. ‘A continuacién sigue un articulo de Gordon R. Willey, arquedlogo, publicado originalmente en el libro Courses toward surbao life, del cual es uno de los compiladores. En él se trata de ‘comparat los procesos dados en reas distintas para hacer resal- tar sus parecidos y diferencias. La comparacién, como una forma de llegar a modelos universales, es uno de los caminos normales de trabajo en antropologia. En su estudio el autor ‘examina el funcionamiento de uno de los fendmenos clave para el desarrollo de la cultura: el proceso de urbanizacién. El mismo, steriores, llega a definiciones importan- tes en cuanto a la periodificacidn de Mesoamérica. Es particu- larmente interesante la capacidad de Willey para detectar los detalles de diversas procedencias y llegar a sintesis que analizan Jos procesos para toda el rea. El articulo con que termina el folleto es de Jaime Litvak King, arquedlogo; fue publicado originalmente en Anales de Anzropologia, la revista de nuestro instituto, es un buen ejemplo de un tipo de articulo en que se trata de ver la evolucién del érea, como un todo a través del tiempo y que da origen a una concepcidn tedrica sobre los mecanismnos que la hicieron fun cionar. Esperamos que este folleto sea vtil al visitante y que la cexposicidn sea-una muestra de lo que se sabe sobre Mesoamé- rica. También buscamos que se interese por ms datos sobre el ema, en cuyo caso ponemos a sus drdenes la biblioteca del instituro, INSTITUTO DE INVESTIGACIONES ANTROPOLOGICAS 12 NOTA A LA SEGUNDA EDICION La segunda edicién de Una definiciin de Mesoamérisa debe suponer més que reconocer que ellibrito, en su versién original, se agoté y que existe demanda para que se vuelva a poner.a la disposicibn de los lectores. De hecho, la nueva edicién, por el hecho mismo de su apa- ricién, plantea la vigencia del concepto de drea cultural y su aplicacién a Mesoamérica, y supone, asimismo, el examen de su definicién y de las caracteristicas en que se apoya. Pero, atin més, plantea el reexamen de los cambios en el funcionamiento de la regidn asi definida, las variaciones en su geografia y los movimientos en el equilibrio de sus componentes. El concepto del México antiguo, sea cual fuere el nombre usado, es parte esencial de la antropologfa misma. Entre los twabajos pioneros en nuestra disciplina esté The antiquities of Anaiuae, de Tylor, donde se maneja —y seguramente no por primera vez en la literatura— que existe una regién, definible ulturalmente, que corresponde al lugar geografico de México ¥¥ otros paises, con caracteristicas sui generis y cuyo origen esti en la época prehispénica, en que funcionaba como una unidad. Es por eso que, en la nueva edicién, se incluyen dos trabajos sumamente importantes para la definicién de Mesoamérica, Con ellos, los planteamientos originales se redondan y se ponen al dia El més antiguo, de Alfred L. Kroeber, corresponde a una de las épocas mis tempranas en la definicién del drea. El trabajo completo supone un examen en la relacidn entre los componen- tes naturales —hoy los llamariamos ecolégicos — y culturales de 13 las regiones geogréficas. En la parte del México antiguo, el capitulo de Kroeber aporta su examen y llega ala conclusién de que esa gran zona est4 compuesta de partes que, siendo distintas incluso suponen distintos grados de avance, a$u vez funcionan ‘como regiones definibles. El autor plantea la relacién cultura- medio ambiente, en cada caso, como la accidn que determina todo el esquema de desarrollo y supone que la interaccién entre esas regiones es lo que define al total. En ese sentido, como en ot1os, el instinto tedrico de Kroeber es impactante, El suponer que entre nuestros ancestros intelecruales esté alguien con esa capacidad de adelantarse a lo que tomaria muchos afios probar con hechos, es algo de lo que los antropélogos estamos orgu- llosos. El otro trabajo que se incluye en esta edicién ¢s el articulo de Gordon R. Willey en el suplemento al Handbook of Middle American Indians. En este trabajo, Willey habla de los cambios en el concepto desde Kirchhoff, y de las diferentes investigacio- nes que han ayudado a modificar y solidificar el planteamiento original. Es cl andlisis del investigador que, hoy por hoy, es reconocido como el més completo e integrado al estudio de la arqueologia del drea, con un trabajo que la sobrepasa y con trabajos que han sido vitales no s6lo para la arqucologia de América sino de ésta como ciencia. Sus conclusiones, vistas con cuidado, no sélo redefinen el érea sino que permiten inferencias sobre cambios a la definicién que se hagan en el futuro. En resumen, la reedicién de Una definiciin nde Mesoamérica ¢ interesante no slo por volver a publicar la informacién de la primera edicién, ni tampoco porque se le ha agregado matcrial. Es la combinacidn de los dos grupos lo que produce una obra que vale la pena. Jame Lrrvak Kina 4 RASGOS FUNDAMENTALES Y CORRELACIONES CULTURALES DE MESOAMERICA* Jorge A. Vivé El estado actual de las exploraciones arqueolégicas en la América Media —como establecié una de las conclusiones adop- tadas en la II Reunién de Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropologia— indica la existencia de cuatro horizontes fundamentales, a saber: 1) el llamado arcaico, como el més antiguo; 2) el que se puede designar como Tzakol (primera etapa del Viejo Imperio Mayance) —Teotifuacan 1-11; 3) el ‘Tepeu (segunda etapa del Viejo Imperio Mayance) —‘Teotihua- can W-V (de Culcuras Locales); y 4) el Mixteca-Puebla. Algunos de los rasgos fundamentales y correlaciones de Mesoamérica estén expresados en el cuadro adjunto. No podrfa estar completo un estudio de la historia cultural de una regién si no se tratase de identificar a los portadores de sus diversas etapas. Wigberto Jiménez Moreno traté de presen- tar esqueméticamente tal identificacién en lo que ataie al érea olmeca (zona sur de Veracruz y norte de Tabasco) y a las 2onas contiguas. ‘Rages fncamentales y corelaionesculturtks de Mesouméica", en MA prabipnice Callas dedady momenta, Esco, D.E, Ea, Ema Hada, 1935, 15 ‘oouEDeZ, wouRyy 10uaj0 emommbse sede Sat “S01 — 202 €1 “seu aon ‘mine spony, Lupary a100p¢ snodez Sit arsenide se mg eo a aH wont ese, Kansas vale Tr urgry auoyy wor YW HL upgiy uo PRL afer, sendy AL 10 S055, veeruboa, IL upaIy >20pe ody, weer nr swoaosy oxjaepaceg ~eourene yy Seay wife, (eigana -omniy) Srey AALUPAIV a1N0W AL sucauop] (exqpouay) osoIow O12) ArT Eaey ~ejeodap, srmummins neve ren seu 2p a wuld —eongy, Canumin, "POM EDUDLEY 4 9p Sea] saruOZFOY $0 2p sSuO}Pe~ALOD { soasDUEpUMy soHSEY “T OvaVAD “sonbor:- 24th 9] 2 soveu0302 so] ¥wsedos (se201jo-coJed) eexep ap sonSurwor0-cxnew sojgand 9p BUND eUA “Z VOL Doviuouly ovewjo sowos DaoxDo ep senbuowiojo o1sous sonbue [7777] 6407 sesuskow son6uey (TTT) ‘soupenboz - 0901 sauoued ss 9p uesedos 5 soonxeny 97 “(2ouyo-cnaad) euvanboz-eoeuox0 ND um 2od not ‘souroaad seueCeu sojgpnd so] 2p peprnuauo> eeBauy "1 YOIEY AS ‘soupenbozoou0}04 sonéuey, sesueXow sonbue7, (TITTY tension taysnien Lenguas Lenguas macro otomangue de Oaxece roma zoporece ) chinaniece > enous nahuas [RAL Lenguas mecto otomangues de Oaxaca z 3 g 2 i & 7 : perio de Tuba Yyaparecen los nahwas que fandaron GRAFICA 3, Los macro-otomangues de Oaxaca (paleo-olmeess y Como ilustracién de nuestra tesis reproducimos aqui —di- ce Jiménez Moreno— nuestro esquema sobre los. sucesivas portadores de las culturas dlel area olmeca. . .” ‘. se imprimen por primera vez las tres graficas en que —de una manera imprecisa, por escasez de datos— hemos indicado geogréficamente la superposicién de pueblos en dis- tintas etapas de esta historia conjetural de los olmecas.” “En la gréfica 1 sugerimos que antiguamente debié haber una continnuidad de los pueblos mayances, la cual fue rota por una cufia totonaca-zoqueana: asi se separaria el huaxteco de sus parientes. En la grifica 2, una cuiia de pueblos macro-otoman- gues de Oaxaca apartaria a los totonacos de los mixe-zoques, En la gréfica 3, los macro-otomangues alcanzarfan una gran expan- sién, que, asu vez, serfa detenida por la apaicién de los nahuas.” aL HORIZONTES CULTURALES DE. MESOAMERICA* Jorge A. Vivé Los remotos tiempos de la prehistoria de México y de toda la América Media son desconocidos a través de investigacién directa hecha en el suelo nacional. Pero la informacién lograda por los arquedlogos de Norte y Sudamérica permite asegurar ue, antes de la aparicién de las altas culturas, el territorio me~ xicano y el centroamericano estuvieron invadidos por pueblos cazadlores, como los que moraban en la Gran Chichimeca del norte y noreste del pais, y por tribus recolectoras de vegetales, de una cultura semejante a la de los que habitaban en Ia Baja California en la época de la conquista. La técnica de tan antigua época debié ser principalmente paleolitica, es decir, de piedra sin pulimentar. La alimentacién se basaba en la caza de animales hoy desaparecidos, como el ca- ballo, el mamut, ef mastodonte, Ia llama y los perezosos, 0 en la recoleccién de raices y frutos. Y carecfan no slo de la domesticacién de plantas y animales, sino también de la ceré- mica, del conocimiento del arte textil y del de la escultura en piedra, (Cuando existia tan primitivo nivel cultural debié producirse “FHorizontesclrraes de Mesoarics”,en México prehipice, Cults deidades monument, México, D.P, eit. Erma Hurtado, 198, 2 un inusitado acontecimiento que ocasioné sibito desarrollo: el cultivo del maiz, Segtin la mayorfa de los investigadores este hecho fue el producto de una invencidn indigena, que a la luz de los més modernos estudios de Mangelsdorf y Reeves tuvo ugar en regiones tropicales de Sudamérica situadas al este de la cordillera andina. Martinez del Rio seftala 4000 a. de J. C. para el comienzo de la agricultura. Figura 1. Cabeza de un hacha colosal del Museo Briténico (Covarrabias). ‘Sin embargo, aunque se acepte esta hipétesis del origen autée- tono dela cultura indigena, debe reconocerse que en numcrosas ocasiones hubieron de transmitirse estimulos culturales desde el Vicjo Mundo a través del océano Pacifico, los cuales también contribuyeron al desenvolvimiento de la civilizacién indigena. ‘A esta etapa agricola, en una fase avanzada de indiscutible civilizacién, pertenecen todos los horizontes culturales estudia- dos de México y América Central, cuyo mimero fue limitado a 23 ‘Figura 2 Relieve adosado a la Torre, costado sur, de Palenque, que reprecria a nesta (bj de Miguel Angel Pender; corres de Enrique Juan Palacio} cuatro por la Segunda Reunién Anual de la Sociedad Mexicana de Antropologfa celebrada en Tuxtla Gutiérrez. Todos ellos son de pueblos agricolas, con cerimica y piedra pulimentada o neoliti- ‘ca; y Ja mayorfa conocfa la arquitectura, la escultura en piedra yy, en menor proporcién, la industria texti. EI primero de los mencionados horizontes es el llamado Areaico (2-200 d. de J. C.), al cual pertenecen tres culturas: la llamada “media” por Vaillant, que es conocida comtinmente como arcaica, de los valles de México y Puebla, y de parte de la cuenca del Balsas; el complejo cultural “premayance” 0 Q, segtin a denominacién de Lothrop y Vaillant, cuya sede principal es la regién {stmica centroamericana; y la cultura de “La Venta”, nombre que Ie dio la mencionada reunién de Tuxtla Gutiérrez ¥¥ que antes era conocida como “olmeca”, y oriunda del sur de Veracruz, Tabasco, Oaxaca y Chiapas. En este horizonte, especialmente donde predomina el tipo de La Venta, la cultura ya es clisica, Se conoce la arquitectura, pues se construyen monticulos en forma de pirémide, se domina ‘una escultura realista, se emplean en ésta glifos y fechas que demucstran el conocimiento dela escritura y del calendario, son numerosos los objetos de jade, y se han lograco esculturas colosales de cabezas, como las de La Venta, Tabasco. Sin duda, debido a la significacién que aleanza el arte de La Venta, éste logra hacerse sentir en regiones muy diversas y, por eso, influye en la concepeidn artistica de todos los nivelés mas antiguos de las culturas mexicanas y centroamericanas. Pero poco a poco se va desvaneciendo esta influencia de los forjadores de La Venta con el desarrollo del segundo horizonte cultural (200-600 d. de J. C.), el de Teotibuacan y del llamado Viejo Imperio Maynce en su primera época, es decir, en las etapas Chicanel y Tzakol de la cersmica de éste y en los periodos my 1 de la alfarerfa teotilmuacana, los que coinciden con la época it Ade la cultura de Monte Albén, en Oaxaca. Entonces son muy frecuentes las estelas que con sus fechas ‘yor glifos fijan acontecimientos de importancia y, como deno- minador comin, se encuentra la llamada cerimica de anillo en Ja base. Esto sin contar con las manifestaciones locales propias 25 Figura 3, Pectoral de oro mixteco de Monte Allin (Alfonso Caso). de estas fases de auge, como las monumentales construcciones olmecas de Teotihuacan y las exquisitas esculturas y ciudades religiosas mayances de la cuenca del Usumacinta, el Petén, Itz y Copén. A este horizonte, en cl que la unidad de la concepcién de algunas artes debe haber correspondido a una cohesién politica basada en conquistas, le siguié el tercer horizonte, que los arquedlogos llaman de Culturas Locales (600-900 d. de J. C.) porque en él florecieron manifestaciones verndculas en todas las regiones de México y Centroamérica, excepcién hecha de los vasos con figuras humanas pintadas y otros rasgos comunes de menor importancia Fue una época en que, o factores internos de decadencia, 0 las invasiones de los birbaros chichimecas del norte, impusieron un alto los adelantos adquiridos con anterioridad por olmecas y mayances. Pero pronto se rehicieron los aborigenes del golpe recibido, merced al esfurerzo de un pueblo de muy vieja cultura, el mixteca, que, junto con los habitantes del actual estado de Puebla, logré imprimir derroteros firmes a la etapa siguiente: el cuarto hori- zonte, 0 Mixteco-Puebla (900-1500 d. de J. C.), en el que aparecen por primera vez los objetos de metal, se halla frecuen- temente la cerdmica plomiza o “plumbate”, y en algunas zonas los cédices, 0 escritos jeroglficos, son la expresién del alto nivel logrado por el pensamiento indigena. En este horizonte adquirié primero gran importancia la ciudad de Tula, Hidalgo, sede del gran imperio tolteca de que hablan las tradiciones, el cual logré ramificaciones ¢ influencias que llegaban hasta Sinaloa, en el noroeste, y a Veracruz, en el sureste, as{ como, en época péstuma, a Yucatin y, por la via de ‘Chiapas, hasta toda Centroamérica. Pero Tula también sucum- bié ante los chichimecas, a cuyo hecho se refiere con amplitud la historia antigua. La unidad politica y en el arte sélo logré consumarse mis tarde con la confederacién azteca, que se anos tuna carrera triunfal de conquistas hasta que sucumbié en 1521. 7 MESOAMERICA* Paul Kirchhoff ‘SUS LIMITES GEOGRAFICOS, COMPOSICION ETNICA Y CARACTERES CULTURALES En hs clasificaciones geogréficas de las culeuras indigenas de América, que abarcan el continente entero 0 que enfocan por lo menos determinada regién descie un punto de vista continen- tal, se distinguen ficilmente dos tipos. Enel primero, se acepta una u otra de las divisiones corrien- tes del continente americano, basadas en la geograffa politica cen la biogeografia, La mayorfa de los americanistas, o divide cl continente simplemente en Norte y Sudameérica, o intercala entre las dos partes una tercera, sea “México y Centroaméri- ca” 0, como hacen algunos antropdlogos norteamericanos, “Middle America”. En el primer caso, por regla general, se acepta como limite entre Norte y Sudamérica la linea divisoria biogeogréfica que sigue el curso del rfo San Juan, entre Nicaragua y Costa Rica. En el segundo caso, en “México y Centroamérica” se incluye todo el territorio comprendido entre la frontera septentrional de la Repiiblica mexicana y la *Mesoumésea", nel suplemento de revista Taian, México, D.F, 1967, 28 frontera oriental de Panamé; en “Middle America” la misma regidn, excluyendo unas veces el norte de México, incluyendo otras las Antillas. ‘Ambas divisiones y sus variantes, que aqui dejamos de mencionar, tienen grandes inconvenientes cuando se usan para algo més que una mera localizacién geogréfica de fendmenos culturales del mundo indigena, 0 para fijar los limites geogrti cos de programas de investigacién o publicaciones. La frontera biogeogrifica entre Norte y Sudamérica, aunque coincide con una frontera local entre regiones con caracteristicas culturales bien marcadas, no constituye sin embargo una frontera cultural entre Norte y Sudamérica, puesto que al norte de ella fa cultura de los sumo y misquito y aun la de los para fcaarue, es tan “sudameri- cana” como la de los chibcha centroamericanos. De hecho este calificativo carece de todo significado preciso, ya que en Sud- américa, cualquiera que sea la extensién que queramos dar a este término, existen culturas tan distintas entre sf como las de los Jfieguinos, los caribe y los inca. Por otro lado, las. culturas restantes de Centroamérica y México, con excepeién del norte de México, no ostentan de ninguna manera caracteres “nortea- mericanos”, sino que, por el contrario, tal vez tienen més en ‘comin con ciertas culturas de Sudamérica que con cualquiera de Norteamérica. Bfectivamente, sus semejanzas con ciertas reas culturales norteamericanas, como las del sureste y parte del suroeste de Estados Unidos, se reficren en gran parte a aquellos rasgos que ambas tienen en comin con ciertas dreas culturales de Sudamérica. Los inconvenientes de la triple divisién citada son tal vez més grandes. Ni el conjunto de las replicas de México y Cen- troamérica, ni “Middle America” en cualquiera de los sentidos antes explicados, constituye para el antropélogo una regién que resalte de las demés culturas del continente, y que por lo tanto merezca estudio aparte, De hecho, aquellos que aceptan una u otra de estas triples divisiones, lejos de considerar “México y Centroamérica” 0 “Middle America” como una unidad cultural —opuesta como tal tantoa Norte comoa Sudamérica—, siguen reconociendo como bésica la divisidn entre Norte y Sudamérica, 29 asignando ciertas culturas de esta region a Norteamérica y otras, a Sudamérica, El segundo tipo de clasificacién geogréfica agrupa las cul- turas inclfgenas americanas en cinco grandes zonas: 1) Los recolectores, cazadores y pescadores de Nortea- mética, 2) Los cultivadores inferiores de Norteamérica 3) Los cultivadores superiores (“altas culturas”). 4) Los cultivadores inferiores de Sudamérica. 5) Los recolectores y cazadores de Sudamérica, Los antropdlogos que aceptan este tipo de divisiéa, el cual, como cl anterior, tiene muchas variantes que no mencionamos, reconocen explicita o implicitamente que dentro de la zona de los llamados cultivadores superiores se incluyen, como excep- cidn, tribus individuales o a veces reas culeurales enteras que no se pueden considerar de cultivadores superiores, ni en cuanto su nivel cultural general, ni en cuanto a plantas y técnicas de cultivo. De la misma manera se ineluyen a veces recolectores y cazadores en las zonas de cultivadores inferiores. Se justifca su inclusién dentro de las zonas de cultura supe- tor por el hecho de que, a pesar de ser de nivel més bajo, comparten con las demés tribus de la zona en que se incluyen un ntimero considerable de rasgos culturales; débase a que estas tribus han quedado rezagadas respecto a las mas adelantadas, preservando parte de la antigua cultura comin, o a difusiones culturales re- cientes. Este modo de pensar deja su individualidad a las 4reas culturales (en el sentido de conjunto de tribus con una cultura no sdlo superficial sino bésicamente semejante), y permite a ka vez agruparlas en “superdreas” y subdividirlas en “subireas”. Dentro de la zona de los cultivadores inferiores de Norteamé- rica, el “sureste” y el “suroeste” (en el sentido de “The Greater Southwest” o “La Norteamérica frida”) son tales superireas; y dentro de la zona de los cultivadores superiores se puede deli- mitar una supersrea “Mesoamérica”, cuyos limites geogrsticos, composicién étnica y caracteres culturales en el momento de la conquista nos proponemos estudiar en este articulo. EL presente trabajo se basa en tuna serie de estudios de distri- 30 bucién iniciados por el Comité Internacional para el Estudio de Distribuciones Culturales en América, creado por XVII Con- greso Internacional de Americanistas. Aunque estos estudios estén todavia lejos de terminarse, ya es posible presentar algunos lineamientos generales con el objeto de plantear nuevos proble- ‘mas. Esta finalidad de muestro articulo explica que prescindamos de notas eriticas y bibliograticas. LiMITES GEOGRAFICOS Y COMPOSICION ETNICA Sobre la base de las citadas investigaciones, se puede afirmar que enel momento de la conquista formaba parte de Mesoamé- rica una serie de tribus que podemos agrupar en las cinco divisiones siguientes: J) Tribus que hablan idiomas hasta ahora no clasificados, como los tarascos, cuitlateca, lenta, etcétera. 2) Todas las tribus de las familias lingiiisticas maya, zoque y totonaea. Segin ciertos investigadores, los idiomas de estas tes familias, a los que probablemente hay que agregar el buave, forman un grupo que podrfamos llamar cogue-maya 0 macro- mayanca. 3) Todas la tribus —menos dos— de las familias otomi, chochopopoloca y mixcteca, que parecen formar, junto con la familia chorotega-mangue, un grapo llamado otomangue; y todas las tribus de las familias trique, eapoteca y chinanteca que otros consideran emparentadas con el grupo anterior, formando un gran grupo llamado macro-otomangue. 4) Todas las tribus de la familia nabua y una seric de otras tribus de filiacién yuto-azteca, entre cllas los cova y huichol, cuya agrupacién cn familias todavia no es definitiva 5) Todas las tribus de las familias tlappaneca-subtiaba y tequisisteca que pertenecen al grupo hokano de Sapir. Un anilisis de esta composicidn étnica de Mesoamérica, en el momento de la conquista, demuestra lo siguiente: 31 a) De todas las familias lingisticas que forman parte de ‘Mesoamérica, sélo una, la oto, tiene algunos miembros (los >pame y jonaz: que tal vez sélo sean dos subdivisiones de una sola tribu) que no pertenecen a este conjunto cultural 4) Dos grupos lingiifsticos, formados por algunas de estas familias, el zague-maya y el macro-otomangue, en caso de que su cexistencia quede comprobada, quedarfan en su totalidad dentro de Mesoamérica 2) Tribus de estos dos grupos, y también de la familia mabua, llegan, probablemente como resultado de migraciones, hasta los iiltimos limites geogréficos de Mesoamérica, tanto en el norte (del geupo zoque-maya, los huaxteca; del macro-otomangue, los otomi; y de la familia nabua, los cazedn y los mexicanas) como en elsur (del grupo zoque-maya, los cholchortt; del macro-otomangue, los chorotega; y de la familia nabua, los nicarao) Todo esto demuesta la realidad de Mesoamérica como una regidn cuyos habitantes, tanto los inmigrantes muy antiguos como Jos relativamente recientes, se vieron unidos por una historia comiin que los enfrenté como un conjunto a otras tribus del continente, quedando sus movimientos migratorios confinados por regla general dentro de sus limites geogréficos, una vez centrados en la érbita de Mesoamérica. En algunos casos parti- ciparon en comtin en estas migraciones tribus de diferentes familias 0 grupos lingusticos. ‘A pesar de haber unido sus destinos firmemente a los de ‘Mesoamérica, la familia nafua, tanto por tener muchos paciei tes lingiifsticos més o menos cercanos fuera de Mesoamérica, ‘como por sus tradiciones acerca de una o varias inmigraciones desde el norte, demuestra haber desempefiado dentro de nuestra zona un papel histérico muy distinto del de las familias lings ticas listadas bajo el ntimero 2. Estas, al igual que las tribus lingiifsticamente todavia ino clasificables, parecen carecer de pparientes lingiifsticos a razonable distancia de Mesoamérica, lo que nos hace pensar que tanto unos como otros, es decir, las familias maya, zoque, totonaca, tarnsca, cuitlateca, etcétera, no sélo radican desde mucho dentro del territorio ocupado por el Conjunto cultural Mesoamérica, sino que tal vez hayan desem- 32 pefiado un papel importante en el proceso mismo de su forma- El grupo macro-otomangue, 0 por lo menos su subgrupo otomangue compuesto de las familias atoms, chocho-popoloca,cho- rotega y tal vez mixteca, a pesar de su diseminacién dentro del territorio mesoamericano, no nos da la impresibn de que tenga ‘un arraigo igualmente profundo y que haya desempefiado un papel tan importante en la formacién de Mesoamérica como el grupo zogue-maya, sino gue parece més probable que haya entrado en la érbita de Mesoamerica cuando ésta ya existfa como un conjunto cultural. Tribus de estas familias no sdlo parecen ccuriosamente asociadas en su distribucién geogréfica alas de los nahua (casi como en Sudamérica y la Antillas los armpak y caribe), sino que en varios casos existen tradiciones histéricas acerca de migraciones comunes de los tolteca de habla nabua con otomd (segin Sahagiin), 0 con mazateca, popoloca y otomt (sega la Historia tolteca-chichimeca), y de los nicarao con los chorotega (segiin Torquemada). Ademés existen por un lado tradiciones acerca de una inmigracién de los atomdes desde el noroeste (segiin Lutlilxéchitl) y por otro lado el hecho de que los pame y Jonaz viven hasta la fecha fuera del territorio mesoamericano, inmediatamente al norte de éste. El aislamiento niimerico y geogrifico que en el momento dela conquista presentaban en Mesoamérica las familias tlappa- neca-subtinba y tequisisteca, sugiere que el papel que desempe- jiaron en la historia de Mesoamérica, o nunca fue muy impor- tante, 0 se remonta a un pasado lejano; a menos que se les deba considerar inmigrantes relativamente recientes a una Mesoamé- rica ya formada. La justa apreciacién del papel de cada familia o grupo lin- sgiiistico en la historia de Mesoamerica, junto con la solucién del problema ce determinar desde cudndo existe esta superrea cultu- ral, cual ha sido suextensidn geogrifica y cudles sus focos culturales cen diferentes épocas, presupone, ademés de la terminacién de los studios ya emprendidos sobre distribuciones culturales en el momento de la conquista, la realizacién de estudios semejantes para diferentes épocas precolombinas; la utilizacién de los dos 33, tipos de estuctios anteriores para la divisién de Mesoamérica en subareas que serén distintas en ntimero y extensién para dife- rentes épocas; y més excavaciones en regiones que en el momen- to de la conquista quedaban fuera de Mesoamérica, pero que en tiempos anteriores formaban parte de ella, como ya sabemos acerca de una amplia zona del norte de México, ocupada cuando la conquista por tribus de cultura inferior. Lo que en este momento ya podemos afirmar es que la frontera norte de Mesoamérica se distinguié de la frontera sur por un grado mucho mayor de movilidad e inseguridad, alter- nando cn ella épocas de expansién hacia el norte con otras de retracci6n hacia el sur. Ess tiltimas se deben en partea invasiones de grupos de cultura més baja situados al norte de Mesoamérica Esta diferencia entre las fronteras norte y sur, como también las que hay entre varias secciones de cada una de ellas, se deben, al menos en parte, al hecho de que Mesoamérica es el tiltimo eslabén hacia el norte en la cadena de los cultivadores superiores. Efectivamente, slo en un tramo pequefio de la frontera sur colindaba, en el momento de la conquista, con orra area de caltivadores superiores (los cbidea) mientras queen el resto de es- ta frontera sus vecinos eran cultivadores inferiores (los jeague y jaya y los sumo y misquito). En la frontera norte la situacién era ain mas desfavorabe, ya que con excepcién de dos tramos bastante cortos, uno en Sinaloa y otto insignificante en la costa del Golfo, donde sus vecinos eran cultivadores inferiores, Me- soamérica colindaba directamente con recolectores-cazadores. En tiempos de la conquista las tiltimas tribus de cultura mesoamericana de la frontera sur (que va més o menos, desde la desembocadura del rio Motagua hasta el golfo de Nicoya, pasando por el lago de Nicaragua) eran los chol-chorti, los lenca (y tal vez los matagalpa), los subtiaba, los nicarno y los chorote- _ga-mangue; en la frontera norte (que va més o menos desde el rio Pénuco al Sinaloa pasando por el Lerma), los buaxteca, los ‘mexicanas de Meatitlin, los otomd y mazabua, los tarascos, los coca, los tecuexe, los eazcdn, parte de los zacazeca (habia zacateca que eran recolectores-cazadores), los tepehudns, los acaxee y los mocorito. Mientras que las tribus mas meridionales, los subtiaba, 34 nicarao y chorotega-mangue son tan inconfundiblemente mesoa- mericanas en su cultura que no puede haber dudas acerca de su inclusién en esta superdrea, tales dudas si pueden surgir en cuanto a los lenca por un lado y a muchas tribus situadas entre cl lago de Chapala y el rfo Sinaloa por otro, ya que en ambos asos encontramos un nivel cultural bastante inferior al caracte- ristico de las tribus més representivas de Mesoamérica. A pesat de este nivel cultural ms bajo (el cual se halla también entre algunas tribus y hasta en algunas dreas culturales del interior de! territorio mesoamericano), incluimos a estas tribus dentro de Mesoamérica por el ntimero muy clevado de caracteristicas culturales marcadamente mesoamericanas, las cuales en la ma- yorfa de los casos llegan precisamente hasta las fronteras que sefialamos. Asi por ejemplo, hasta la frontera noroccidental llegan elementos como el cultivo de chile, camote y Arboles frutales, la domesticacién de patos y “perros mudos”, la meta- lurgia, el juego con peloras de hue, etcétera (véase adelante), es decir, elementos que Mesoamérica tiene en comtin con culturas mds meridionales y que aqui legan a su Kite septentrional. CARACTERES CULTURALES En los estudios de distribucién emprendidos por el Comité Internacional para el Estudio de Distribuciones Culturales en ‘América para esclarecer el problema de Mesoamérica, estudios que a su vez aprovechan todas las investigaciones hechas con anterioridad por otros autores, nos hemos encontrado con tres grandes grupos de distribucién: 1) Elementos exclusiva 0 al menos tipicamente mesoameri- canes. II) Elementos comunes a Mesoamérica ya otras superireas culturales de América. Il) Elementos significativos por su ausencia en Mesoamé- 35, I ara los fines de esta primera exposicién de los problemas ‘de Mesoamérica, preferimas juntar en una sola lista tanto elemen- tos que se encuentran exclusivamente en Mesoamérica, como. aquellos que, aun cuando se hallan algunas veces fuera de ella, parecen sin embargo caracteristicamente mesoamericanos. En ‘cuanto a estos tiltimos, no nos referimos solamente a casos en que elementos mesoamericanos se encuentran entre algunas tribus de fuera de Mesoamérica pero junto asus fronteras (como, «luego con pelota de hule entre algunos recolectores-cazadores del norte de México), donde la difusidn es innegable, sino a ‘casos como el de los pani (pawnee) de Norteamérica 0 el de la costa de Ecuador y norte de Peri, donde hay un agrupamiento de elementos tan tipicamente mesoamericanos que no permite otra interpretacidn que la de ser igualmente resultado de una difusién cultural. Por otro lado, sélo incluimos en esta lista unos pocos elementos exclusivos de Mesoamérica pero a la vez.raros en ella, puesto que la mayorfa de éstos suponen para su existencia otros més generales, Consideramos elementos mesoamericanos los siguientes: Bastén plantador de cierta forma (coa); construccién de huertas ganando terreno a los lagos (chinampas); cultivo de chfa yysu uso para bebida y para aceite de dar lustre a pintuas; cultivo ‘de maguey para aguamiel, arrope, pulque y papel; cultivo de cacao; molienda del matz.cocido con ceniza 0 cal Balas de barro para cerbatanas; bezotes y otras chucherfas de barro; pulimento de la obsidiana; espejos de pirita; tubos de cobre para horadar piedras; uso de pelo de conejo para decorar tejidos; espadas de palo con hojas de pedernal u obsidiana en los bordes (macuabuitl); corseletes estofados de algodén (ichca- ‘Auipilli); escudos con dos manijas. “Turbantes; sandalias con talones; vestidos completos de una pieza para guetreros. Pirdmides escalona: para el juego de pelota, isos de estuco; patios con anillos Escritura jeroglifica; signos para mimeros y valor relativo de &t0s segiin la posicién; libros plegados estilo biombo; anales histéricos y mapas. Aiio de 18 meses de 20 dias, més 5 dias adicionales; combinacién de 20 signos y 13 ntimeros para formar un periodo de 260 dlias; combinacién de los 2 periodos anteriores para formar tun ciclo de 52 afios; fiestas al final de ciertos periodos; dias de buen o mal agiiero; personas llamadas segiin el dia de su naci- miento. Uso ritual de papel y hulle; sacrificio de codomices; ciertas formas de sactificio humano (quemar hombres vivos, bailar vestido con la picl dela victima); ciertas formas de autosacrificio (sacarse sangre de lengua, orejas, piernas, érganos sexuales); juego del volador; 13 como mimero ritual; una serie de deida- des, Tlaloc por ejemplo; concepto de varios ultramundos y de tun viaje dificil a ellos; beber el agua en que se lavé al pariente muerto. Mercados especializados 0 subdivididos segiin especiali- dades; mercaderes que son a la vez espfas; érdenes militares (caballecos éguila y tigre); guerras para conseguir victimas que sacrificar. I El grupo de elementos comunes a Mesoamérica y a otras superéreas culturales de América! se divide en varios subgrupos para los que damos algunos ejemplos representativos, haciendo la advertencia de que el mencionar un elemento para determi= "pura esta primera orienack reconocemes, en forma eneramente pensions tas suites series ox nombres dele series de clivadoessuperies an “rote (de Norteamésc, ene sent de “The Greer Southwest” 0 “La [Norteaméie ri x dei, incuyendo tant cltvalres inferior como reoleco- rescizatores). ‘Sureste (de Norteamética). Chiba (xchyendo aquelos qve tienen ainidaes catuales andina, como por efrplo los mu). vanes (inchoyendo tod la selva wopical de Sodméica y las Antillas, pero ‘exchend als cea de a selva opi). 37 nada superérea no implica que se encuentre en todas las dreas que la componen: 4a) Sureste, suroeste, Mesoamerica, Chibcha, Andes, Amazonia: cultivo, cerdmica b) Sureste, suroeste, Mesoamerica, Chibcha, Andes, Amazo- nia noroccidental: cultivo de mafz, frijol y calabaza. 4) Sureste, Mesoamérica, Chibeha, Andes: sacrificio humano. d) Sureste, Mesoamerica, Chibcha, Andes, Amazonia noroc- cidental: ccultivo de la patata; cerbatana, trofeos de cabeza. 2) Sureste, Mesoamerica, Chibcha, Amazonia: canibalismo. P Sureste, Mesoamérica, Andes, Amazonia noroccidental: confesién. 2B) Suroeste, Mesoamérica, Chibela, Andes: ‘cultivo en manos de los hombres; construcciones de piedra ‘0 barro; sandalias. 4) Suroeste, Mesoamerica, Chibcha, Andes, Amazonia noroc- cidental caultivo del algodén. 4) Mesoamérica, Chiba, Andes: terrazas para cultivo; puentes colgantes; balsas de calabaza, Algunos elementos de este grupo, tal vez la mayoria, se conocen dentro de Mesoamérica solamente en su parte sur, j) Mesoamerica, Chibcha, Andes, Amazonia noroccidental: cultivo de yuca dulce, chile (aj), pifia, aguacate, papaya, zapote, diversas variedades de “ciruelas” 0 jobos (Spondias); petro mudo cebado, pato; escudos entretejidos, picas; metalur- ia; calzadas empedradas; mercados. Estos elementos, contrastando con el grupo anterior, llegan, con excepcién dle escudos entretejidos y picas, hasta la frontera norte de Mesoamérica. b) Mesoamerica, Andes: clanes del tipo calpulli-ayllu; sacar el corazén a hombres vivos; rociar santuarios con sangre de victimas sacrificadas. 38. ‘Ademés, un grupo considerable de elementos comunes alos cultivadores superiores de Mesoamérica y a los inferiores de ‘Amazonia: ) Mesoameérica, Amazonia: aventador de cesteria; platones planos de barro para cocer, pan (comal); juego de pelotas de hule que no se pueden tocar con la mano; tambor de madera con lengiictas Es notable que los elementos de este grupo que llegan hasta, Jas fronteras norte y sur de Mesoamérica no se conocen entre las tribus jicaque, pava, sumo y misquito que colindan directamen- te con ella y que son cultivadores inferiores como los de Amazonia. ; Finalmente, un grupo de elementos atin m4s llamativo que Mesoamérica tiene en comtin con pueblos que ni siquiera son cultivadores: m) Mesoamerica, vecolectores-cazadores: horno subterréneo; bafio de vapor. Los elementos que Mesoamérica, superirea de cultivado- res superiores, tiene en comtin con otras éeas de cultivadores superiores o inferiores o ambos a la ver, plantean una serie de importantisimos problemas acerca de la formacién de la cultura ‘mesoamericana dentro del conjunto de las culturas americanas basadas en el cultivo y, a la vez, acerca de las relaciones cxistentes entre los cultivadores superiores e inferiores. La divisién que hemos hecho de estos clementos en varios grupos pretende contribuir al mejor planteamiento de estos problemas. No parece posible llegar a conclusiones definitivas antes de que terminen los estudios de distribucién iniciados por el comité antes citado. Llama mucho la atencién el hecho de que Mesoamérica, dra de cultivadores superiores dentro de la cual no sobrevive ningu- na tribu no cultivadora, comparte ciertos elementos, ausentes centre los cultivadores superiores e inferiores de Sudamérica, con Jos recolectores y cazadores americanos, con cuyo sector norteame- ricano colinda directamente, en parte de su frontera septentrio- nal, mientras que de los de Sudamérica se encuentra separada por otros cultivadores superiores e inferiores. El hecho de que estos rasgos lleguen hasta la frontera meridional de Mesoamé- 29 rica, sin rebasarla, tiende a separar a Mesoamérica de las otras grandes freas de cultivadores superiores, as{ como de los infe- riores de Sudamérica (con los cuales, por otro lado, comparte rasgos tan significativos). Pero hay que recordar que estos elementos caracteristicos de cazadores y recolectores no son ni pueden ser bisicos y constitutivos della cultura mesoamericana, aunque indudablemente le prestan un “sabor” distinto del de las otras reas de cultivadores superiores, sobre todo aquellos ele- mentos que como el bario de vapor han llegado a ligarse intima: ‘mente a la culcura mesoamericana, Si bien es verdad que estos clemenitos encuentran el fin de su distribucién norteamericana ca la frontera meridional de Mesoamérica, no se pueden llamar rasgos “norteamericanos” puesto que sc hallan también entre los recolectores y cazadores de Sudamérica, a menos que tam- bign queramos dar este epiteto a estos iltimos. Para poder llegar hasta el extremo sur de Sudamérica, a través de toda la regin recientemente ocupada por cultivadores superiores e inferiores, estos rasgos debieron difundirse antes de la formacién no sélo de Mesoameérica y las otras areas de cultivadores supcriores, sino antes de los principios del cultivo mismo, desapareciendo después en ciertas regiones.? Su presen- cia en Mesoamérica y su ausencia en las otras dreas de cultiva- dores de Sudamérica permiten una de dos explicaciones: 0 desaparecieron s6lo en la regidn de los cultivadores (superiores ¢ inferiores) situados al sur de Mesoamerica, pero no en ésta, 0 desaparecieron primero en ambas regiones, para ser reintrodu- cidos después a Mesoamerica desde el norte, por nuevos inva- sores cazadores-recolectores. En cualquier caso la extensién de estos elementos hasta la frontera meridional de Mesoamerica, conocemes slo un caso del us0 del bio de vapor entre los recolectores caadores de Sucuméica. El segundo caso nicimerciio, hasta alors no ctado en It literatura compara y que debe ser realtado de una difesion dstinea y my posterior desde uma Mesoamerica ys existent como conjnto cult o encnitamas ene lor tultvores superiors de lacosta del Beuador Dergrciadamente no bay detalles cobre fl huto de vipor de este timo haga, de manera que no sibemos si tent le “aracteritcn ertractraes que dtingulan el ato mesoamericano cel de as tribus mis 40 aun cuando no da a Mesoamerica un cardcter “norteamericano” ni permite trazar una frontera etnogréfica entre Norte y Suda- mérica que coincidiera con nuestra frontera meridional de ‘Mesoamerica, demuestra lo afirmado en pérrafos anteriores y con argumentos distintos: el hecho de que Mesoamérica es una indudable unidad cultural que desde hace mucho tiempo ha tenido su propia historia, comtin a todos sus habitantes, aun en cuanto a aquellos rasgos que 70 le son bésicos. I Los elementos del tercer grupo cuya distribucién atafie al problema de Mesoamérica son aquellos cuya ausencia es carac- terfstica. Este grupo se divide en varios subgrupos: 1a) Sureste, Chibcha: adoro del borde de la oreja. #) Sureste, suroeste, Chilha, Amazonia noroccidental. clanes matrilineales, 2) Sureste, suroeste (recolectores-cazadores de Nuevo Leén), Chibcha, Amazonia noroccidental: beber los huesos molidos de parientes muertos, d) Suroeste (Sinaloa-Sonora), Chibcha, Amazonia: armas envenenadas. Estos tipos de distribucién, a los cuales probablemente se deban agregar otros més, hacen pensar que tratamos con cle- mentos una vez presentes en Mesoamérica, sea sdlo en el 1erritorio posteriormente mesoamericano o dentro del conjunto cultural mesoamericano mismo. Especialmente sugestivo es el caso de la costumbre de beber los parientes los huesos molidos de sus muertos, a la cual parece corresponder dentro de Mesoa- mérica una costumbre que tal vez pueda interpretarse como wna fase mds cvolucionada que haya tomado su lugar, la costumbre de beber el agua con que se baié al pariente muerto. Con los anteriores contrastan algunos rasgos culturales de los cultivadores de Sudamérica que llegan hasta la frontera meridional de Mesoamérica, sin rebasarla: 4 Mapa 1. Mesonmética. ©) Chibcha, Andes: ultivo de la coca. Sf) Chibcha, Andes, Amazonia: ccultivo de palmeras. La distribucién de estos dos grupos de elementos nos permite pensar que nunca han formado parte de la cultura ‘mesoamericana. ‘A pesar de su cardcter enteramente provisional, creimos conveniente presentar a los lectores de esta nueva revista un resumen de los resultados preliminares de las investigaciones (Coxpko 1. Elementos comunes a Mesoamerica y a otras superdreas cculturales ce América, y elementos significativos por su ausencia en Mesoané, ] g ; g | z Saipan peice deans | 9 alt eremeeenanes (EEE lalt rata o fo lolololo Cerin 0/0 e]0) 0/0 Maz ojo jolojo| o Biol o fo foo} o)o Cabra 0 fo fo}o]o |‘ Sich nau o f+ fojolo| + aaa o f+ fofo]o| o Caan os }ololo) Totem debe 0 |e }ofol}o) o ‘ita o|+}oloj+) o Contin o f+ fols fol o ctmesiecaiaie | |e |é lala] + Samemsepenobe (3 |e |e |a| a)» Sian [t [olofofo| + Algoin of o| o ; Vngitameettine ly le ela lel 4 + significa ausencia del elemento B/E Z/2 sac Pilea lal Eras ae rele [oal all ae = |i ete are See ae — 2-|eefa|iar|eo: eo Espn Pit yefofole ca ele aul ealealaea pe ce esa | aalte hes co ed | (tor oslo en Sneha e con ee fae asian (cd Perera 5 ealoul teal allies eS Pe eee aa Escudos entretejidas + |+ ]o]o]o | o = PotB ae etaiiae ae fli lelelole etc Sees eles cae Papa lcpoles Cieticpocteateyts (+ | fo} | o:| ee Ele lela le ice meceearerege «(a (e (epeno (o es Eas pone #1e 14 (eet ee eae sate alee Pea er Stand |F [+ (0 [i leet Meee toute? | ||] onl | eet seit eel e a eo ofojelols| o aes lee eles ee SE Pre slee En el noroese sobre Mesoamérica iniciadas por el Comité Internacional para el Estudio de Distribuciones Culturales en América, no sélo para informar sobre el actual estado de estas investigaciones, sino para suscitar una amplia discusién critica sobre el método seguido y los resultados obtenidos hasta la fecha. El autor de estas lineas, en su calidad de secretario del citado comité, esté ansioso de recibir sugerencias acerca de la mejor manera de continuar este estudio, junto con informaciones sobre otras Investigaciones que versen directa 0 indirectamente sobre el problema de la personalidad cultural y la historia de Mesoamé- rica, ttese de investigaciones ya terminadas o en curso. 45 MESOAMERICA* Gordon R. Willey INTRODUCTION Mesoamerica includes the southern two-thirds of mainland Mexico, Guatemala, British Honduras, a western strip of Hon- duras, Salvador, the Pacific coast of Nicaragua, and north- ‘western Costa Rica (fig. 1). These geographical limits define a culture area that began to take form at the beginning of the Precolumbian agricultural era, at about 1500 B.c, and persisted until the Spanish conquest, at A.D. 1520. In this essay we are concerned with this span of time, during which the aboriginal peoples of this part of the New World passed from village agriculture to civilization. We are also concerned with the prehistory of the inhabitants of the same geographical area prior to the threshold of village agriculture. This earlier record goes back as far, perhaps, as 15,000 B.. Physiographic, climatic, and vegetational variability within, ‘Mesoamerica is tremendous, and almost every generalization may be marked by exceptions. Geologically, itis an area of rela- tively recent, and even continuing, vulcanism. Two great moun- "Mesoamerica", en S. Robert Braidwood y Gorton Willy (comps), Cours sonar urban if, Chicago, Aldine Pushing Co., 1962. 46 follows Kirchhoff [1943] in general, although the norchem frontier has been extended somewhat farther north and the southern boundary has been revised to include a portion of Honduras.) § : & £ i el i A : t ' 3 g 5 b 3 i tain ranges, the Sierra Madre Occidental and the Sierra Madre Oriental, run from north to south through northern Mexico to join a central highland block in the general region of the Valley of Mexico. There are two other highland massifs, one in Oaxaca and another farther south and east in Chiapas and Guatemala. (On the west, the Pacific coastal shelfis relatively narrow; on the Atlantic side there is a wide, low coastal plain, Depending upon altitude, temperature varies from lowland tropical to upland temperate; relating to latitude it changes gradually from temperate in the north to tropical in the south. In general, the north and west are dry lands with sparse vegetation, while the south and east have abundant rains and tropical forests and savannas. ‘Human history in Mesoamerica may be divided into three major eras of subsistence technology (fig. 2). The earliest of these eras, lasting from an unknown date up to about 7000 8c, is designated that of the Early Hunters. These hunters pursued and killed big animal game, including large Pleistocene mam- mals now extinct. Between 7000 and 1500 B.c. is the era of the Food-Collectors and Incipient Cultivators. The peoples on this era subsisted by gathering wild seeds and plants, by hunting and snaring small game, and by the cultivation of food plants. Although cultivation was on the increase during this era, it did notassume primary importance as a means of food-getting until the next major era, that of the Agriculturist, which extended from 1500 8c. to the entry of the Spanish into native America in ap. 1520. wea) ap Laas a int Cone Ioana t | Aa cect | se ay pe Mea Ge i bso ‘MacNeish [1958], Willey (1960), and Willey, Ekholm and Millon [Ms 19691.) EARLY HUNTERS (?-7000 BC.) ‘phases by regions and chronological postions. (Chronological placements of culeures follow Figure 2, Mesoamerican subsistence era, cultural periods, estimated datings, and arrangement of culeure ‘Man was present in Mesoamerica as early as the lare Pleis- tocene, if not before. Glacial Lake Texcoco, in the Valley of Mexico, was the habitat of the mammoth, and remains of these animals have been found associated with flint projectile points : 9 and other human artifacts at two locations near Santa Tsabel Tztapan, The discoveries were made in a geological stratum attributed to the last major pluvial period, the Upper Becerra formation. The projectile points are long, stemless forms, similar to the Scottsbluff and Angostura types of the North ‘American Plains and to the Lerma type of northeast Mexico (Aveleyra Arroyo de Anda and Maldonado-Koerdell 1953; Aveleyra Arroyo de Anda 1956; Wormingcon 1957: 91-99, 199-202). Cl determinations for the Upper Becerra formation range from 14,000 to 9000 8. (Libby 1955). Other early finds from the Valley of Mexico include the carved bone of an extinct llama, from Tequixquiac, chipped-stone artifacts of the San Juan and Tepexpan series, and the human skeleton known as “Tepex- pan Man® (Aveleyra Arroyo de Anda 1950; De Terra, Romero and Stewart 1949; Wormington 1957: 238-241). Although the antiquity of some of these, particularly the latter, has been challenged, it is probable thar they are all of considerable age. In northeastern Mesoamerica, in Tamaulipas, the Diablo complex may antedate 10,000 8. The artifacts consist of crude bifacial knives and choppers and unifacial side scrapers or knives. Associated animal bones and the small size of the occupation zones suggest small nomadic bands of hunters (MacNeish 1958: 152). The Lerma phase overlies the Diablo and is belie- ved to date at about 8000-7000 nc! The most characteristic artifact is a lenticular or laurel-leaf-shaped projectile point. It was noted above that a Lerma-like point was found in associa- tion with one of the Izapan mammoths. Besides the points, snubbed-nose and stemmed end scrapers, large planoconvex tend and side scrapers, pebble choppers, and bifacial knives all relate toa bunting economy. Analysis of the refuse suggests that something over half the subsistence of the societies that oc- cupied these sites was based upon game (MacNeish 1958: 152-53) A few other discoveries in Mesoamerica tend to substantiate "Thee i an asoated radiocarbon determination of 7320 $00 nc. (Crane and Guin 1958), 50 the Valley of Mexico and the Tamaulipas finds in demonstrating that carly hunting peoples once roamed the area (Aveleyra Arroyo de Anda 1950; Bosch-Gimpera 1959; Coe 1960a). None of these other data are as definitive in their geological ‘contexts or associations as those of Iztapan, Diablo, and Lerma. Ie is noteworthy that almost no clues of the Early Hunters have been found in the lowland, tropical regions of ‘Mesoamerica. Iztapan, Diablo, and Lerma are all in highland, somewhat semiarid regions that were once cooler and more moist than they are today. The time of the Mexican Early Hunters is believed to correspond to the Mankato-Valders glacial maximum and to the still wet conditions of the Anathermal climatic stage thatimme- diately followed it. This was the era of the specialized big-game hunters of the North American Plains and Eastern Woodlands, an cra characterized, firts, by fluted Clovis and Folsom dart points and, later, by those points of the Eden, Yuma, Scotts- bluff, and Plainview traditions. Although the early Meso- american finds are typologically closer to these last-named ‘North American points, they are found under conditions and with radiocarbon determinations more nearly approximating those of Clovis and Folsom. Data are still coo few to resolve this contradiction, hat is significant in the present context is that nomadic hunters of large grassland game occupied sections of ‘Mesoamerica during and immediately after the close of the last ‘glacial advance, and fom what evidence they have left behind itis possible to say that these hunters followed the same pattern of life that characterizes similar groups in many areas of both North and South America at approximately the same time. Although carly, this was a pattern of subsistence by no means simple or ineffective. Rather, it was an adaptation of quite specialized equipment to quite special environmental cir- ‘cumstances (Wormington 1957; Willey 1960, b) 51 Foop-COLLECTORS AND INCIPIENT CULTIVATORS (7000-1500 .c.) Excavations in caves and open sites in two regions of interior ‘Tamaulipas, on the northeastern periphery of the Mesoamerican, area, reveal a long story of food-collecting and experimentation with cultivated plants. Archaeological sequences have been developed in the Sierra de Tamaulipas and in the Sierra Madre. Both regions are mountainous, semiarid in part, and in part ‘wooded. Both have fairly good potentials for hunting, plant- collecting, and farming. The Sierra de Tamaulipas is, on the whole, somewhat more favorable for these activities than the drier, higher Sierra Madre country, but the archaeological sequences from the two regions are closely related and will be presented together. The Infiernillo phase is the earliest of the Sierra Madre Sequence. Itis determined, with the aid of radiocarbon, at 7000 to 5000 nc. (Crane and Griffin 1958a). Presumably, it follows the Lerma phase of the Sierra de Tamaulipas in the chronology of the general Tamaulipas region, but Infiernillo displays 2 subsistence adjustment quite different from that of the Early ‘Hunters. Infiernillo living refuse from dry caves contains vegetal food scraps, mostly from wild plants but with some remains of probable domesticated pumpkins (Cucurbita pepo) and possible domesticated peppers (Capsicum frutescens). Associated, but definitely wild, plants are the agave, opuntia, and runner bean (Phaseolus coccineus). Infiernillo sites are small camps of semi- nomadic people who were part-time hunters but who settled down seasonally to exploit these plant resources. The chipped- stone implements of these early Food Collectors and Incipient Cultivators include distinctive diamond-shaped or tear-shaped projectile points used with darts or spears, scraping planes, and The cscusion of thee Fimalipas felows MacNeish (1958) have slzo ied upon an unplshed snanssrp by MacNeish (1959) i preparing ti amma 52. flake choppers or scrapers. Found also in the caves are snail-shell beads, bird-bone awls, twilled and plaited mats, net-bags, and baskets with rod foundations. From 5000 to 3000 xc. this Tamaulipas plant-collecting, tradition is traced.in the carly Ocampo (Sierra Madre) and Nogales (Sierra de Tamaulipas) phases.3 Subsistence estimates, based upon refuse analyses, are 70-80 per cent of diet from wild-plant collec- on and 5-8 per cent from domesticated plants. ‘The remainder came from hunting, Yellow seed beans (Phaseolus vulgaris) are added to the cultivated plant complex, and there are new varieties of pumpkins that were probably prized for their seeds rather than for their pulp. Sites are larger than those of Infierillo, butiitis still likely that they were occupied only seasonally. Some slight changes in projectile-poine types over the preceding phase are noted; there isa somewhat greater range of flint scrapers, choppers, and gouges; and stones used for seed-grinding appear. Baskets, nets, and mats are all present. In the La Perra and late Ocampo phases, ranging from 3000 to 2000 8,c.4 domesticated plants make up an estimated 10-15 per cent of total dict, wild plants 70-75 per cent, and game the rest. Settlements are similar to early Ocampo and Nogales. Red beans (Phaseolus vulgaris) come into the sequence for the fist time. Significantly, a primitive, but nevertheless cultivated, maize ap- ppears in the La Perra (Sierra de Tamaulipas) phase. Nogales and late Ocampo artifactual remains differ but little from the preceding phases. Points are still dart types, although there are new forms; mullers and manos are an important part of the artifact complex, and baskets of both twilled and multiple-stitched and warp types, ‘mats, and full tam coil nets are among the textile remains, The Flacco (Sierra Madre) and Almagre (Sierra de Ta- maulipas) phases existed from 2200 to 1800 Bc3 Agriculture Radiocarbon determinations for Ocampo are: 3700 4 350 nc, 3280 2 350.0, and 2630 + 350 26. (Crane and Grif 19585) “a erra date is from a radiocarbon determination of 2498 & 280-n<. (Libby va The Hacconidioearhon determination is 1995 + 335 ne. (Whitaker, Cutler and MacNesh 1957) Alma prey tt ter than Fasce posily eteing Up 1400 ne (McNish Me 1599). a ee 53

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